De Terrorismo

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De terrorismo, infiltraciones e impunidades Por Juan Pablo Cárdenas La violencia ha marcado trágicamente toda nuestra historia. Pocos países de América Latina pueden recordar dos guerras de expansión territorial y un número tan abundante de acciones represivas en contra del pueblo chileno, de nuestras minorías étnicas y de los obreros y campesinos. Solo entre los años 1900 y 1970 nuestros historiadores calculan más de 15 mil muertos de manos de nuestros militares y policías, cifra que se supera con creces a partir del Golpe Militar de 1973. Se trata de episodios espeluznantes en la mayoría de los casos, como los acontecidos en la Escuela de Santa María de Iquique, en la Coruña, Marusia, Ranquil y otras situaciones conocidas como “masacres” por nuestros cronistas, a las que hay que sumar la horrorosa acción en contra de los manifestantes ya rendidos dentro del Seguro Obrero (a pasos de La Moneda), de la Plaza Bulnes, de Puerto Montt y otros derramamientos de sangre en el campo, las salitreras y la ciudad. En el norte y el sur de un largo territorio ensangrentado por las controversias internas, los cuartelazos y la criminal acción de latifundistas y empresarios coludidos con soldados y carabineros para defender sus intereses. La propia historia universal reconoce como un genocidio el exterminio de los selkman u onas en la Patagonia, así como el bombardeo de nuestro Palacio presidencial y la muerte del Presidente Constitucional se registran como los acontecimientos más expresivos del horror nacional, de la forma en que los nuevos conquistadores de Chile, después de nuestra Independencia, fueron tomando posesión de tierras, yacimientos y otros. A lo que hay que sumar la violencia ejercida en lo que se denominó eufemísticamente como la “Pacificación de la Araucanía”, donde los mapuches y pehuenches fueron arrasados por la metralla, el exterminio de

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De terrorismo, infiltraciones e impunidades Por Juan Pablo Crdenas

La violencia ha marcado trgicamente toda nuestra historia. Pocos pases de Amrica Latina pueden recordar dos guerras de expansin territorial y un nmero tan abundante de acciones represivas en contra del pueblo chileno, de nuestras minoras tnicas y de los obreros y campesinos. Solo entre los aos 1900 y 1970 nuestros historiadores calculan ms de 15 mil muertos de manos de nuestros militares y policas, cifra que se supera con creces a partir del Golpe Militar de 1973.Se trata de episodios espeluznantes en la mayora de los casos, como los acontecidos en la Escuela de Santa Mara de Iquique, en la Corua, Marusia, Ranquil y otras situaciones conocidas como masacres por nuestros cronistas, a las que hay que sumar la horrorosa accin en contra de los manifestantes ya rendidos dentro del Seguro Obrero (a pasos de La Moneda), de la Plaza Bulnes, de Puerto Montt y otros derramamientos de sangre en el campo, las salitreras y la ciudad. En el norte y el sur de un largo territorio ensangrentado por las controversias internas, los cuartelazos y la criminal accin de latifundistas y empresarios coludidos con soldados y carabineros para defender sus intereses.La propia historia universal reconoce como un genocidio el exterminio de los selkman u onas en la Patagonia, as como el bombardeo de nuestro Palacio presidencial y la muerte del Presidente Constitucional se registran como los acontecimientos ms expresivos del horror nacional, de la forma en que los nuevos conquistadores de Chile, despus de nuestra Independencia, fueron tomando posesin de tierras, yacimientos y otros. A lo que hay que sumar la violencia ejercida en lo que se denomin eufemsticamente como la Pacificacin de la Araucana, donde los mapuches y pehuenches fueron arrasados por la metralla, el exterminio de familias completas que vieron asaltadas e incendiadas sus viviendas en horas de la noche. En toda una criminal operacin en que sus sobrevivientes fueron confinados en reducciones para que sus propiedades fueran asignadas por el Estado y los polticos de turno a colonos extranjeros y nacionales.Nuestra trayectoria republicana no sabe de revoluciones populares, de grandes alzamientos de trabajadores o actos de terrorismo poltico practicados por partidos u organizaciones vanguardistas o de izquierda. Las confrontaciones ms duras que se recuerdan son entre liberales y conservadores dentro de las mismas clases acomodadas que suelen disputarse el poder. Solo se pueden contar con los dedos de la mano algunos levantamientos de obreros o labradores en que fatalmente siempre resultaron arrasados por la represin policial. La revolucin de 1891 lo que menos tiene es de revolucionaria, por lo mismo que el pueblo ms bien estuvo ausente de la confrontacin entre las frondas autoasumidas como aristocrticas.El perodo en que ms arreci el terrorismo tuvo sitio en los 17 aos de la Dictadura Militar, golpe que fuera alentado por la derecha poltica y en que sta justific la tortura sistemtica, la eliminacin de los principales dirigentes polticos y sociales que haba logrado elegir por la va electoral al Presidente Allende. Tiempo en que el pas supo de la Caravana de la Muerte, de la Operacin Albania y de atentados que incluso de acometieron fuera de Chile, como el que mat al general Prats y su esposa en Buenos Aires; el que asesin a Orlando Letelier y su secretaria en Washington y en que se atent contra la vida de Bernardo Leighton y su esposa en Italia, donde amos se encontraban autoexiliados. Criminales bombazos decididos por el Tirano y sus servicios represivos y en que no tenemos recuerdo que la derecha poltica haya protestado, clamado justicia o reprobado la impunidad que finalmente favoreci a sus autores intelectuales y materiales. Ni siquiera por los que hayan calificado estos hechos de terroristas, como despus definieron calificaron el homicidio del lder de la UDI, Jaime Guzmn y, ahora, otras detonaciones que felizmente no han logrado vctimas fatales.De lo que no cabe duda en nuestra historia es que las acciones terroristas siempre han ido de la mano de quienes ostentan el poder econmico, social y poltico. De all, entonces, que resulte tan indignante la forma en que ahora estos actores se escandalizan ante cualquier situacin de violencia y exijan todo el peso de la Ley en contra de sus hechores. Mientras paralelamente realizan gestiones para que los ms temibles criminales de la Dictadura se mantengan en centros carcelarios de privilegio y, al mismo tiempo, protejan bajo sus organizaciones polticas y hasta con el fuero parlamentario a los instigadores del Quiebre Institucional de 1973 y su secuela de graves delitos de lesa humanidad.Bochornoso resulta, por lo mismo, que el actual Gobierno se haga eco de sus airadas protestas por algunos hechos lamentables y repudiables, pero que no tienen analoga alguna con las acciones que los hizo cmplices activos o pasivos en el pasado, como los sindicara el propio ex presidente Sebastin Piera. Cuando cualquier evaluacin poltica del bombazo detonado en una estacin del Metro no puede sino concluir que los favorecidos por el mismo son los que quieren frenar y moderar los cambios econmicos sociales respaldados por una contundente mayora ciudadana harta de inequidad y postergaciones. Sin duda un propsito a punto de ser conseguido, cuando desde el propio oficialismo hay quienes ya han asegurado que no habr, en el futuro, reformas que no sean convenidas, negociadas o cocinadas (como se dice ahora) con la oposicin. Pese a la cmoda mayora que hoy tiene el oficialismo en el Parlamento para aprobar sus iniciativas.Cuando nuestra propia historia represiva habla de constantes infiltraciones en los movimientos populares, cuando la propia delacin es amparada por la vigente Ley Antiterrorista de Pinochet, parece increble que desde La Moneda exista tanta disposicin para que estas repugnantes prcticas puedan ser incorporadas a la Agencia Nacional de Inteligencia (ANI). Cuando se sabe, por lo dems, que stas siguen plenamente vigentes en las operaciones encubiertas de la Fuerzas Armadas y que han sido develadas en el espionaje ejercido para recabar informacin tctica y estratgica de los uniformados de nuestros pases vecinos. Cuando se ha convertido en una sospecha nacional la forma en que se han infiltrado las masivas manifestaciones estudiantiles para desacreditarlas, por ejemplo, con la accin de esos encapuchados que siempre irrumpen y nunca logran ser capturados y descubiertos por los policas. Por lo dems es la historia reciente y antigua la que nos indica que, al final estos agentes e infiltrados resultan convertirse en los ms temibles terroristas.Qu lamentable podra ser tanta ingenuidad, si no supiramos de la histrica intencin de la derecha de atribuirle a la izquierda mtodos y acciones violentistas, Secundada, de nuevo, por los que tambin en su hora alentaron el Golpe de Estado y justificaron sus crmenes, aunque despus se hayan hecho parte de las luchas de resistencia. Polticos y agrupaciones que en estos ltimos meses vienen coincidiendo mucho con los refractarios de los cambios, hacindole todo tipo de zancadillas a la Reforma Educacional y a la posibilidad de que una Asamblea Constituyente le ponga fin al rgimen autoritario, dotndonos de una nueva Carta Fundamental.

Qu piensas t?...