de un gremio profesional, sino una oportunidad para hacer...

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DISCURSO DEL DOCTOR PEDRO ASTUDILLO Con motivo de la celebración del Día del Abogado, el día 13 de julio del 1981, el Director de la Facultad de Derecho de la UNAM, doctor Pedro Astudillo Ursúa, fue invitado a la ciudad capital del Estado de Guerrero, Chilpancingo, donde pronunció el siguiente discurso: Seí'íoras y Señores: El Día del Abogado no es sólo la ocasión para festejar a los miembros de un gremio profesional, sino una oportunidad para hacer rreflexiones sobre el derecho, sus fines, sus proyecciones y un balance de si hemos cumplido los deberes que nos impuso la protesta que hicimos al obtener el grado de Licenciado en Derecho, ya que nos obligamos a defender no solamente la legalidad, sino la moral y la justicia, así como a poner en el ejercicio profesional no sólo nuestro saber sino nuestra lealtad y honradez al defender la vida, la libertad, el patrimonio, el honor y los demás bienes que tutela la Ley bajo el imperio de la justicia. En la clásica novela de Daniel Defoe "Vida y Aventuras de Robinson Crusoe", aparecen dos relaciones totalmente diferentes; la de Robinson y Viernes, Su compaí1.ero de color, es una relación de dominación y su- jeción, puesto que Robinson disfruta de un poder ilimitado sobre Vier- nes, puede hacer con él lo que le plazca, incluso matarlo y no tiene res- pecto de él ninguna obligación. En cambio la relación entre Robinson y el capitán del barco inglés, cuya tripulación se había amotinado con- tra él, arrojándolo a la isla de Robinson, es una relación contractual en la que priva la igualdad; ambos tienen derechos y obligaciones; Ro- binson promete ayudar al capitán para que pueda recuperar su barco, a cambio de que éste se someta completamente a Su autoridad mientras está en la isla y le lleve a Inglaterra sin cobrarle pasaje, después de que recupere Su barco. La relación entre Robinson y Viernes es una relación de simple poder, porque el infeliz joven salvaje queda sometido a la voluntad arbitraria, ilimitada de su amo, es la relación que se da entre el propietario de un esclavo y éste. En cambio, la relación entre Robin-son y el capitán es una relación contractual que supone igualdad y. sobre todo, libertad. www.juridicas.unam.mx Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM http://biblio.juridicas.unam.mx DR © 1981, Facultad de Derecho de la UNAM

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• DISCURSO DEL DOCTOR PEDRO ASTUDILLO

Con motivo de la celebración del Día del Abogado, el día 13 de julio del 1981, el Director de la Facultad de Derecho de la UNAM, doctor Pedro Astudillo Ursúa, fue invitado a la ciudad capital del Estado de

Guerrero, Chilpancingo, donde pronunció el siguiente discurso:

Seí'íoras y Señores:

El Día del Abogado no es sólo la ocasión para festejar a los miembros de un gremio profesional, sino una oportunidad para hacer rreflexiones sobre el derecho, sus fines, sus proyecciones y un balance de si hemos cumplido los deberes que nos impuso la protesta que hicimos al obtener el grado de Licenciado en Derecho, ya que nos obligamos a defender no solamente la legalidad, sino la moral y la justicia, así como a poner en el ejercicio profesional no sólo nuestro saber sino nuestra lealtad y honradez al defender la vida, la libertad, el patrimonio, el honor y los demás bienes que tutela la Ley bajo el imperio de la justicia.

En la clásica novela de Daniel Defoe "Vida y Aventuras de Robinson Crusoe", aparecen dos relaciones totalmente diferentes; la de Robinson y Viernes, Su compaí1.ero de color, es una relación de dominación y su­jeción, puesto que Robinson disfruta de un poder ilimitado sobre Vier­nes, puede hacer con él lo que le plazca, incluso matarlo y no tiene res­pecto de él ninguna obligación. En cambio la relación entre Robinson y el capitán del barco inglés, cuya tripulación se había amotinado con­tra él, arrojándolo a la isla de Robinson, es una relación contractual en la que priva la igualdad; ambos tienen derechos y obligaciones; Ro­binson promete ayudar al capitán para que pueda recuperar su barco, a cambio de que éste se someta completamente a Su autoridad mientras está en la isla y le lleve a Inglaterra sin cobrarle pasaje, después de que recupere Su barco.

La relación entre Robinson y Viernes es una relación de simple poder, porque el infeliz joven salvaje queda sometido a la voluntad arbitraria, ilimitada de su amo, es la relación que se da entre el propietario de un esclavo y éste. En cambio, la relación entre Robin-son y el capitán es una relación contractual que supone igualdad y. sobre todo, libertad.

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El poder es la capacidad de un hombre, por el hecho de ser físicamen­te más fuerte o superior en dotes intelectuales, de llevar a la práctica su voluntad, incluso con la oposición o resistencia de otros individuos, y eSe poder individual se robustece si se gana Ja cooperación, la sim­patía o la adhesión de los demás. El poder es una de las fuerzas moti­vadoras de la vida del hombre en sociedad y explica las lnchas ue 1m grupos, de las clases y de las naciones en el curso de la historia y como es natural, todo hombre que tiene autoridad propende a abusar de ella, a menos que en su camino encuentre alg-una barrera. El poder es como las fuerz;¡~ de la naturaleza, tiende a expandirse hasta que encuentra una resistencia que lo detiene. El poder incontrolado tiene dos grandes manifestaciones, tan nefastas la una como la otra: la anarquía y el des­potisrno.

La anarquía aparece en las comunidades en las que ninguno e",tá su­jeto a reglas normativas que 10 obllgucn a reconocer deberes y obedecer­los, es por así decirlo el mundo en el que los individuos tienen libertad de hacer lo que les plazca. Autores como Vacunin estaban convencidm. de que los hombres eran por naturaleza buenos y de que sólo el estado y sus instituciones les habían corrompido, tal es b tesis que en cierto modo comparte Juan .Jacobo Rousseau en ".El Emilio", piensan que Jos hombres tienen un profundo instinto de solidaridad y que son capaces de conv! vil' en un ambi·ente de libertad, paz, armonía y cooperación y que en lugar del estado coactivo, los hombres libres pueden agruparse o separarse libremente de cualquier gTllpO, puesto que la cooperación es la ley social suprema.

La opinión de Spinoza, que comparte Hobbes, de que en un estado de anarquía los hombres propenden a ejercer caprichosamente su po­der, aun chocando con sns pr6jimos, está m<Ís cerca de la ,"erdact por­que lo~ hombres -dice Spino/a- wn susceptibles de pasiones y son su­jetos de piedad y envidia, pero se indinan más a la venganza que al perdón y en suma, propenden a eSLablecer sus peculiares pasiones y ca­pridlOS, y así surge el conflicto entre la soberbia de unos y otros, que termina necesariamente en el triunfo del más violento sobre los demás.

Hobbes, sin embargo, piensa que en la anarquía hay una guerra per­petua de todos contra todos, porque los hombres son desiguales en fuer­zas corporales e intelectuales y es entonces cuando prefieren el yugo de un poder fuerte: "El Leviatan", frente a una situación prolongada de caos y desorden.

El despotismo es en cambio una forma ele gobierno en la que el go­bernante puede encubrir su actuación en falsas ideas o propósitos per­sonales que hacen que su despotismo sea más peligroso. El déspota actúa 'jin sujeción a norma alguna, es cruel frente a faltas simples e indulgente frente a los crímenes más monstruosos, resuelve casos iguales de manera

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diferente, conforme a sus impulsos arbitrarios y con este principio cas­tiga o indulta_

Pues bien. para evitar esa situación caótica que genera la anarquía o el despotismo sólo hay un camino: el derecho; término medio entre la anarquía y el despotismo, que limita el poder de los individuos para evitar la anarquía y frena el poder de los que gobiernan para eludir al despotismo_

Parece ocioso entrar a la consideración de si hay una identificación plena entre estado y derecho. Es evidente que el estado, a través de sus órganos legislativos, dicta el derecho a través de las leyes que promul­ga; pero es obvio que el estado queda inmerso en el régimen jurídico, que existe un consenso, que hace posible que el estado actúe respetando los derechos de la persona humana y que son objeto además de los me­canismos de protección que la ley señala, así como el reajuste de las re~ ladones humanas por lnedios pacíficos que eliminen la lucha violenta e innecesaria.

El derecho como sistema nonnativo que establece derechos y deberes recíprocos, tanto entre los individuos entre sí, como entre éstos y el es­tado, es por su propia naturaleza restrictivo y conservador. En este or­den de ideas, el fin primario que el Derecho tutela es la seguridad so­cial. la certeza de los derechos y deberes que el propio orden jurídico confiere o impone. y aquí nos disgregamos para afinnar que la libertad jurídica no significa hac:er lo que naturalmente cada uno quiere. sino ejercitar o no ejercitar los derechos que las leyes nos confieren,

En la medida en que el derecho rechaza la arbitrariedad y el capricho en las relaciones sociales es restrictivo y conservador. tiene una cierta tendencia al estancamiento y cuando se trata de etapas históricas en que las convulsiones no son mayores y las leyes son eficaces. el orden jurídico se asemeja a un mar en el que el oleaje es de un ritmo suave; es per­manente y no tempestuoso. Las leyes son perdurables y procuran man­tener un equilibrio social mediante un sistema de derechos que no au­mentan ni disminuyen de manera perceptible; pero el derecho debe seguir a la realidad histórica como la sombra al cuerpo. tiene que estar pendiente de las mutaciones de lOs poderes sociales y cuando el derecho es demasiado rígido no sirve en épocas de crisis y cambio social. Al res­pecto Giargil> Pallieri dice: "A menudo se habla de crisis del derecho; no sé qué parte corresponde a una transitoria crisis del valor perenne del derecho, y qué parte corresponde a una saludable reacción contra un estéril y hoy excesivo legalismo"_

Calamandrei al referírse a los períodos de crisis de la legalidad afir­ma: ", .. cuando el juez se ve constreñido a aplicar leyes que ya DO co­rresponden a la conciencia social. Entonces el juez es llevado a con­vertirse, de servidor de la ley, en crítico de la misma; es llevado a hacer

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INFORlHACIÓN 687

la comparación entre estos dos términos vueltos tan distantes entre sí, y a plantearse el problema de la ley justa, vacilando entre pennanecer fiel a la supervivencia formal de las viejas leyes y el dejarse atraer por las seducciones de la nueva justicia que apunta ... "

De lo anterior, podemos concluir que el legislador debe ser sensible a los cambios sociales e incluso debe ponderar si el sistema jurídico sin demérito de la certeza, debe ser de tal modo flexible, especialmente en materias económicas, que pueden adaptarse a las nuevas circunstancias.

Algunos equivocadamente afinnan que el derecho es una fuerza con­servadora porque impide el cambio. Nosotros pensamos que por el con­trario, el derecho es estable en cuanto garantiza un orden que preserva a los hombres de la anarquía y la arbitrariedad, pero es también reci­piendario de los avances históricos, y podemos decir que la lucha de los pueblos por su libertad se encuentra en su historia constitucional. Más aún, hay momentos en que el derecho sobrepasa a la realidad social de su tiempo y la proyecta hacia el porvenir.

Así dice Bodenheimer, que quienes más interés tienen en conservar el derecho como instnunento principal de control social deben darse cuen­ta de que el derecho tiene ciertos defectos que le son inherentes y que ponen siempre en peligro su existencia. "Es muy poco probable que el derecho disfrute jamás en la tierra de una existencia continua y no per­turbada. Como uno de los instrumentos más delicados de la civilización es difícil conseguir su posesión y fácil perderla", "La capacidad de un sistema jurídico establecido para defenderse contra los ataques de sus enemigos, depende del grado en que logre mitigar o combatir la ten­dencia a la rigidez y estancamiento que es inherente a la naturaleza mis­ma del derecho".

García Máynez, dice que: "La lucha por el derecho no es sólo para Ihering, un deber del sujeto frente a sí mismo; es, también un deber frente a la comunidad".

Todo derecho que ha existido en el mundo -dice Ihering- debió ser adquirido por la lucha; los principios de derechos que están hoy en vi­gor han tenido que ser impuestos por la lucha a quienes no los acep­taban, por ello todo derecho, tanto el derecho de un pueblo como el de un individuo, suponen que sus titulares, el pueblo y el individuo. están constantemente dispuestos a defenderlo.

Georges Rippert, afirma que: "Todo jurista que llega al término de su carrera compara el derecho actual con el que ha enseñado en su ju­ventud, se siente indinado a investigar bajo qué influencia evolucionó este derecho y a preguntarse si esta evolución señala un progreso o una decadencia", El célebre autor francés considera vano referirse al pro­blema que fundamenta el derecho, puesto que es imposible negar su importancia y afirma que al jurista le basta con constatar que jamás

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ha habido sociedad sin derecho, que ese derecho no ha sido creado en su totalidad y de una sola ve, para substituir a una anarquía conlpleta o a una autocracia absoluta, sino que tuvo, y tiene lugar todavía, una continua creación del Derecho. "El derecho es creado por el poder, pe­ro si Se considera sólo el acto creador se profesa un positivismo elemen­tal. . un verdadero positivhmo jurídico debe investigar bajo la in­fluencia de qué fuerzas el poder crea la norma de derecho y, por fuerzas creadoras del derecho se ha de entender no las fuerzas del poder sino todas las causas morales, políticas, económicas, ideológicas que concu­rren al advenimiento de la norma jurídica".

Las fuerzas que actúan sobre la evolución del derecho son conserva~ doras y reivindicadoras. Las primeras conducen a la noción estática del derecho como un orden establecido; las segundas, cuando la lucha del hombre las impone, se traducen en un nuevo derecho.

Entre las fuerzas conservadoras están las fuerzas morales y religiosas que defienden las reglas jurídicas existentes, principalmente en el de­recho privado y muy particularmente en el derecho familiar. Estas fuer­zas pretenden un total reconocimiento de la moral por el derecho. lo que nO es posible porque al derecho no corresponde sancionar las reglas morales que tienden al perfeccionamiento del hombre, pero que no son indispensables para el orden adecuado de la vida social. Estas fuerzas defienden sistemáticamente las costunlbres tradicionales frente al avan­ce de la legislación moderna.

La segunda fuerza conservadora son los propietarios, puesto que quie­nes detentan la riqueza luchan por mantener el régimen jurídico que les asegura la conservación de sus derechos y privilegios, frente al progreso de los derechos Jel estado sobre la propiedad originaria de las tierras y las aguas, el dominio directo de los recursos naturales del subsuelo y la lucha de los jornaleros por ser propietarios de la tierra que trabajan. Corresponde meditar si el legislador al crear nuevas propiedades como la industrial, la literaria y artística, la representada por los títulos al portador ha dado vigor a las fuerzas conservadoras al aumentar la can­tidad de propietarios.

Como resultado de esa lucha han aparecido en las legislaciones del mundo, el derecho del estado para expropiar por causas de utilidad pú­blica y el de imponer en todo tiempo a la propiedad privada las mo­dalidades que dicte el interés público, así como el de regular el apro­vechamiento de las tierras yaguas y demás elementos naturales, para hacer una distribución equitativa de ]a riqueza pública y cuidar de su conservación.

En cambio entre las fuerzas reivindicadoras, es decir, progresistas. la más poderosa es la fuerza de los trabajadores o proletarios que no te~

niendo derechos adquiridos que conservar están dispuestos a distribuir

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los que existen, y si quedare duda invoquemos la ueclaración del ~Ia­nifiesto Comunista de 1847.

Carnelutti afirma al respecto, "Cierto, ha habido siempre desigual­dades: pero hoy la masa de los pobres, que un día callaba, alza la voz y 10 que grita no puede dejarse de escuchar". "He aquí al pobre, a la puerta del rico, que espera los restos del banquete y ni siquiera éstos le son alcanzados. Cada uno de nosotros sicnle que en aquel esperar desilusionado, hay algo que no va; pero para hacer andar aquello que no va, el honeste vivere, el alterum non laedere, el suum cuique tribue­re, no son suficientes".

Cuando la democracia se transforma y el sufragio univel sal, confiere a los trabajadores el ¡x>cler político, a tra\"és de la representación, sig­nifican un poder muy importante por la unidad que les clan los sindi­catos que los agrupan y porque tienen a su alcance tácticas revolucio· narias como el derecho de huelga que les permiten paralizar la vida ecol1('nnica.

La lucha de los trabajadores y la intervención del estado en la vida económica rompió para siempre ron algunos principIos jurídicos que parecían inconmovibles; la voluntad, se decía, es la suprema ley de los contratos, y la clase trabajadora en el siglo XVIII, en el lacónico pensa­miento de Lacorder fijó su postura: "Entre la libertad y la ley, es la ley la que oprime y es la ley la que salva", y la lucha de los trabajadores se diri';:rió en contra de la libertad contractual para exigir que fuera el legislador el que regulara las relaciones entre patrones y trabajadores, y hoy día el contrato de trabajo nüs que un simple contrato de adhe. sión, es un contrato pergeíi:ado en la ley, la que además permite el pro­greso de los derechos de los trabajadores a través de la contratación colectiva. Así ha sido posible la participación de Jos trabajadores en los beneficios de las empresas y mejores condiciones de trabajo, pres­taciones mayores y especialmente la seguridad social, que preserva al lrabajador de los riesgos que implican la enfermedad, la maternidad, el desempleo, la vejez y la orfandad y la viudez, que se derivan d.~ la Illuerte del trabajador.

Giuseppe Capograssi tn una conferencia dictada en la Universidad de Paclua, dice que: "Confusamente pero con vigorosa continuidad nuestra época, que habla a través de bs Jegislaciones, 'las instituciones y las re­voluciones, ve la sociedad como el resultado del esfuerzo y del sacrificio de todos, y por ]0 tanto, quiere que, como los esfuerzos son de todos~ del mismo modo sean las ventajas. Si este mundo de ]a vida asociada es una empresa compleja, que comporta riesgos sin los cuales no se lle­garía al resultado, que estos ries.gos recaigan sobre todos, pasen, por así decir, a gastos generales. El defecto debe ser conforme a ésta que es la Lstructura intrínseca y, por consiguiente, la verdad, del mundo social".

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La conquista de los trabajadores en cuanto a la regulación del con­trato de trabajo se ha infiltrado en la teoría general del contrato, en que se advierte una decadencia de las formas del pasado ya que el con­trato en general tiende a convertirse en un negocio jurídico de adhe­sión, muy especialmente en la prestación de servicios públicos, entre los que se comprenden los bancarios.

La reivindicación de los trabajadores se ha traducido también en el campo de la propiedad, en la el<propiación y nacionalización de empre­sas de interés social.

Entre nosotros ese progreso ha sido ostensible. La nación mexicana no solamente se reserva el derecho de imponer a la propiedad privada las modalidades que dicte el interés público, sino de instituir la propie­dad privada, pública y social e instaurar la política de dotación y res­titución de tierras.

La lucha por el poder político es otra de las notas características de nuestro tiempo. Como dijimos antes, el sufragio universal ha permitido a todos llegar al poder y a las reformas políticas se suceden unas a otras para vivificar a la democracia, haciendo que se conviertan en poder las fuerzas ideológicas más diversas. Los congresos han dejado de ser des­de hace mucho tiempo los hacedores de la ley, para convertirse en ór­ganos deliberantes, donde tiene su máxima el<presión la opinión pública. Las leyes al ser sancionadas por los parlamentos o cámaras de repre­sentantes, polarizan intereses y satisfacen a la mayoría.

En la medida en que las fuerzas conservadoras y reformadoras luchen entre sí, progresa el derecho.

El valor de la ley no está tan solo en su proceso de creación, sino de manera principal en su contenido; en la medida en que éste logra ex~ presar la voluntad general y más aún, concilia el pasado y el presente, puesto que hay principios jurídicos que deben mantenerse no por sim­ple tradición, sino porque son consubstanciales a la dignidad de la per­sona humana y no pueden desconocerse sin que nuestra razón se alte­re. Tales derechos deben ser conservados, como deben ser incorporados al orden jurídico, los que son resultantes del progreso social.

Las normas jurídicas sólo pueden cumplir su cometido si han sido formuladas conforme a las reglas que aconseja la técnica jurídica, pues como dice Carnelutti: "La verdad es que también el arbitrio del legis­lador tiene sus límites; o, en otras palabras, que también el legislador, si bien impone leyes a los hombres, obedece a las leyes de la naturaleza. Puede, por ejemplo, mandar que un hombre, si ha cometido determi­nada acción deje de vivir; pero no puede obtener que muera sin que le maten. Son, pues, las reglas que están sobre el Derecho las que bus­camos para enseñar a construir, a maniobrar, a observar las reglas que están dentro del Derecho; en otros términos, buscamos la ley de la ley".

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"Dicho queda que este es el menester más elevado y más arduo de quien se aventura a COnocer el Derecho. y en torno al cual, la ciencia del Derecho puede obtener los menores éxitos. Las leyes éticas, a dife­rencia de las lógicas, las económicas y las físicas, no se dejan catalogar".

La experiencia enseña que la elaboración de la ley se ha convertido en un quehacer eminentemente técnico, ya que la mayoría de los pro­yectos legislativos requieren de vastos recursos humanos y materiales, así como de información que sólo poseen los órganos de la administra­ción pública, de tal manera que el poder legislativo ha quedado mar­ginado en la tarea de formular la ley. Sin embargo, su intervención en el proceso legislativo es de la mayor importancia porque a él conespon­de cuidar que la ley responda a los requerimientos sociales y satisfaga las aspiraciones políticas de la mayoría de los habitantes de un país.

En nuestro tiempo se habla muy frecuentemente del derecho social. La tradición objeta con razón que todo derecho es social, porque es un producto cultural de las sociedades humanas. Sin embargo, el derecho social de nuestro tiempo responde a nuevos requerimientos filosóficos como todo derecho, sino que es un derecho que protege a los económi. camente débiles, restableciendo su igualdad ante la ley. El llamado derecho social suele cristalizar en la norma jurídica los intereses que bien pueden constituir el fundamento de una proclama revolucionaria.

El cambio se verifica hasta donde es posible sin afectar los derech05 adquiridos y este propósito se logra con el principio de la no retroacti­vidad cle la ley. Ripert, además de ocuparse de este principio, advierte que la abundancia de leyes puede ser una necesidad del intervencionis· mo, pero que es temerario considerar tal abundancia como un progreso, porque la movilidad constante de la legislación deja a los sujetos de derecho en la incertidumbre, les impide prevenir el porvenir, les obliga a modificar incesantemente su conducta y les hace dudar del valor de las leyes.

Parece ser que los órganos administrativos primero, y más tarde los legislativos, tienen el deber de elaborar proyectos de leyes no sólo téc­nicamente correctas, sino socialmente justas, que regulen de manera jui­ciosa las situaciones que contemplan, ue modo que se garantice no sola· mente su vigencia que es la obligatoriedad que la propia ley establece, sino su eficacia, que es el C'umplimiento por parte de los destinatarios, y que implica el reconocimiento de la bondad de la legislación.

Ciertamente el legislador debe cuidar que el derecho sea una perspec­tiva del porvenir y que incluso. prepare el advenimiento de la sociedad futura, pero también no debem05 olvidar que hay cosas que no cambian y que algunas cambian muy lentamente; pero el derecho rige a los hom~ bres y no a las COsas y que debe tener en cuenta sentimientos y convie· dones que son eternos.

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Georges Ripert afirma que: " ... Hay que creer en el progreso del de­recho, pero no en la fatalidad de dicho progreso. U na nueva genera· ción no podría alabarse de realizar el progreso del derecho si presentara como única prueba la abundancia de leyes. Numerosos signos nos ha­cen percibir, por el contrario, en el momento presente una decadencia del derecho, y yo he consagrado un libro reciente a hablar de las cau­sas y manifestaciones de la misma. El verdadero progreso en una cien­cia debe ser juzgado según el grado de realización de los fines de esta ciencia. El progreso de las ciencias físicas consiste en el conocimiento y la utilización de la materia. El progreso de las ciencias morales con­siste en el perfeccionamiento de las relaciones entre los hombres", Y agrega: "Los juristas contribuyen a la formación del derecho al desta­car los principios jurídicos y al dar las reglas técnicas más adecuadas para la aplicación de las leyes. Pero no son ellos quienes tienen el po­der de hacer las leyes".

En verdad Georges Ripert tiene razón y es aquí donde se encuentra la habilidad del legislador, pues como ha escrito el ilustre José Ortega y Gasset: "El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino al revés, en conserVar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear ese hoy mejor".

Tampoco debemos olvidar algunos signos que son caracteristicos de nuestro tiempo. La época en que vivimos es una época en que irrum­pen en la vida social las fuerzas estrepitosas de la economía. Así dice Giuseppe Capograssi: " ... El estado en esta sociedad, que no se hal1a ya a nivel del individuo, se ve constreñido, literalmente constreñido, a funcionar como sujeto de casi todo el trabajo social. Y, en efecto, ¿quién podría ser el sujeto de esta experiencia? El engrandecimiento, en todas sus dimensiones, de esta experiencia, su separación del individuo, y más concretamente, la progresiva insuficiencia de todas las formaciones so~ ciales del individuo para bastarse a sí mismas, las dificultades para eS­tas fonnaciones y fuerzas en coordinar sus esfuenos y proceder de acuer~ do con sus líneas de desarrollo, la progresiva presión de las clases no poseedoras hacia mejores condiciones de vida, han constreñido al Esta­do a convertirse en el empresario directo e indirecto de gran número de empresas, 'Sujeto de muchas ocupaciones, que se puso a ejercer a fin de suplir la impotencia de los particulares; y sobre todo a convertirse en el distribuidor, o el repartidor de bienestar y seguridad social al ma~ yor número posible de personas (ya lo c0nsiga o no). Y para hacer esto, poco a poco se ha puesto y se pone a a':iumir la dirección y la gerencia de actividades sociales muy dispares ... "

Bajo la existencia del derecho corre el río subterráneo de las relacio­nes económicas y su influencia ha sido tan poderosa que el estado con~ temporáneo ha sufrido profundas transformaciones. El estado moderno

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ha requerido de la existencia, como en las graneles empresas económi. cas, de un liderazgo. y así Laski escribe: "Que el Presidente nottealnc­ricano, es a la vez más y menos que un rey, a la vez que más y menos que un Primer Ministro". "Esta dirección Presidencial es e~encial en los sistemas, como el de los Estados Unidos de :t\'oneamérica y el nues­tro. La figura del Presidente de la República, que c}erce "el liderazgo ejecutivo", entendida esta denominación como dirección sujeta a de­recho, es esencial para e1 éxito del gob:erno; pero siempre que esté su­jeto a las normas jurídicas".

"El C~-:H:'.tiLucioIlalismo y, de mo(lo m;'ls c~pcci;)l la ckmocracia cons­ti¡ucional ~c ha enfrentado con una ULrea delicadísima: descubrir pau­ta::í institucion:ües que le proporciúnen una acción vigorma y eficaz, sin permitir que los llamados a realizarla se conviertan en déspotas irres­ponsable~: dos países han ido creando con éxito un liderazgo ejecutivo ue este tipo: la Gran Bretafía y los ESlado:> Unidos".

Es fund:tmental, asegurarllos de que en nueslros sistemas pres~dencia­les, el Ec1_crazgo del ejecutivo funcionad. sujeto a la vigi~ancia y control de las Cámaras Lcgis~aJ.Ol·as. Esta es h fórmuL-.. de la exi:,tencia de un ejecutivo fueHe; pero responsable, evitando de esta manera la natural tendencia a degenerar en dictadura.

En los sistemas parlamentarios la j igura del Primer -Ministro, en su nueva posición cobra gran semejanza con el Presidente de Jos sistemas presidenciales. Esta es la razón de que los Gabinetes tiendan a actuar de manera autónoma, en contra de la concepciún tradicional, de ser el Comité Ejecutivo del ParLuuento. Los miembros de] Gabinete, van de­pendiendo cada vez en grado mayor del Primer Hilli)tro, como acune en los sistemas presidenciales, donde los Secretarios :-,ólo tienen relacio­nes y re~ponsabilidades con el Jefe del Ejecutivo, que es. quien los nom­bra y remueve a vol untad, independientemente de toda intcnrención dd Poder Legislativo.

El jf'fe del Ejecutiyo, viene a ser el m;:Íximo Jíclcr del partido en el poder y a él es al que toca en forma m:lS directa e inmediata el cum­plimiento del programa ele su panido, valiendo:.ic de tOllas los medios pCl'lllltidos por el derecho y m;l~ oportunos a las condiciones reales de la sociedad. En consccuencia: de la pcrsonalidad y actuación cIel jefe del ejecutivo, depende en SH mayor parle del éxito quc el partido en el poder, llegue a tener en las masas.

El líder del ejecutivo, tiene a su favor el apoyo del partido mayori­tario, así como la ün-(stiünra del cargo que le hace más relevante. Peto no basta con ello, se rcqui~re una capacidad personal, l{uc sólo puede advertirse en una actuación inteligente y en una conducta honorable, que le permitan dirigir los destinos de la nación, planteando y resol­viendo sus grandes problemas.

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El predominio del poder ejecutivo ha sido acompañado como antes hablamos, de la transformación de los parlamentos o cámaras de repre­sentantes, en órganos de la expresión de la opinión pública.

En opinión de Aristóteles la justicia exige que "los iguales sean tra· tados de igual manera". Es decir, los bienes de este mundo deben ser distribuidos entre los ciudadanos proporcionalmente al mérito y el de­recho debe mantener esta justa distribución de bienes contra toda cIase de violaciones. Según el propio Aristóteles esta doble función se rea­liza a través de las justicias distributiva y retributiva o correctiva.

La primera consiste en que el legislador señale a los ciudadanos dere­chos públicos y privados conforme al principio de igualdad y de ~ne­ralidad; dicho en otras palabras, cada uno debe recibir lo que se le debe por virtud de su contribución al bien común; deben asignarse derechos y cosas iguales a los iguales y derechos y cosas desiguales a los desiguales con arreglo a su mérito. La igualdad lograda por la justicia distributiva es una igualdad relativa, proporcionada y no absoluta.

A partir del supuesto de que se ha hecho una distribución de dere­chos, recompensas y cargos entre los ciudadanos por vía legislativa, el dere'cho tiene como segunda función garantizar, proteger y mantener la distribución realizada por la Ley contra cualquier ataque; esta segunda función se realiza a través de la justicia retributiva o correctiva que es administrada por el juez y 10 mismo que la justicia distributiva aspira al mantenimiento del orden y la seguridad social.

Una de las preocupaciones de los gobiernos es el buen funcionamien­to del poder judicial a quien corresponde impartir la justicia retributiva o correctiva, que junto con la justicia legrada a través de la legislación pennite alcanzar el bienestar común dentro de un clima de lihertad_ Las funciones judiciales corresponden no solamente a los jueces porque como dice Piero Calamandrei en su clásico libro "El Elogio de los Jue­ces": "Si la primera condición del Estado fuerte es la fe del pueblo en la justicia, y si al aumentar la autoridad del Estado aumenta en la mis­ma proporción la exigencia de aproximar la justicia al pueblo, no se puede olvidar que el trámite necesario por medio del cual la justicia se pone en contacto con el pueblo, es, antes que el juez el abogado".

"En esta plática entre el juez y el abogado no diré que sea protago­nista el juez; 10 que cuenta es el bi.nomio constituido por estos dos tér­minos inseparables, la relación de reciprocidad que existe entre esas dos. fuerzas, en cuyo equilibrio se resumen todos los problemas jurídicos y morales, de la administración de justicia".

"El juez que no guarda respeto al abogado como el abogado que no se lo guarda al juez, ignoran que abogada y magistratura obedecen a la ley de los vasos comunicantes, no se puede rebajar el nivel de la una sin que el nivel de la otra descienda exactamente lo mismo"

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I/VFOU;HACIÓN

Refiriéndose tanto al juez como al litigante, don Angel Osario, en el "Alma de la Toga", dice: "Hacer justicia o pedirla -cuanclo se procede de buena fe, es 10 misma- constituye ]a obra más intima, más espiritual, más inefable del gobierno. En otros oficios humanos atiende el alma y la fisiología; es decir, un elemento psicológico del profesional y otro elemento material y externo. En la abogada actúa el alma sola". "El abogado tiene que comprobar a cada minuto si se encuentra asistido de aquella fuerza interior que ha de hacerlo superior al medio ambiente; y en cuanto le asaltan dudas en este punto, debe cambiar de oficio".

"Signo espiritual de nuestra profesión es tener una comprensión ma* yor que la común para todas las coSas human".., y una percepción sutil de todas las gracias y de todas las miserias".

Por ello, en estos tiempos en que los ordenamientos jurídicos se orien~ tan cada vez en mayor grado hacia el logro de una mayor justicia y solidaridad sociales, es discutible afirmar que la tarea de realizar esos ideales y de hacer cada vez más humana la justicia del porvenir, cones­ponde a los abogados postulantes.

De manera sucinta pooen1os decir que los requisitos que requiere un juez son los tIc todas las funciones que tienen algo de espiritual: la sa* biduría, la rectitud moral, la diligencia en el cumplimiento de los de­beres que el cargo impone y además, la experiencia y la lealtad del juz­gador con el espíritu de la ley.

El maestro Rafael de Pina escribía en un artículo publicado en el año de 1930, que: "La moral del abogado es una cualidad sin la que la profesión queda virtualmente desnaturalizada. Cuando se dice que en los oficios de la toga importa muchísimo más la formación moral que los requilorios técnicos, no se vota en favor de la ignorancia del abogado, sino que se coloca el requisito de la moralidad en el plano que le corresponde. Moral y técnica jurídica no son incompatibles, pero la moral debe ser la primera de las cualidades de quienes se consagran a la abogacía. Sin ella, el ejercicio de la abogacía degenera en una de las actividades profesionales más peligrosas y nocivas". " ... Un aboga­do, en principio, no debe ignorar nada de 10 que puede contribuir al buen éxito de la causa que defiende; debe asimilarse todas las cuestio­nes técnicas que surjan en el proceso que defiende, y discutir, si es pre* ciso, frente a frente, en su propio terreno como el especialista".

Quizá es el equilibrio de la rectitud moral y de la sabiduría con las condiciones ambientales en que el propio juez actúa, de 10 que depende en alto grado la eficacia de la justicia.

El licenciado Manuel del Río Medina, afirma que: "La pre'Paración para juzgar, para pedir justicia y para auxiliar en esa importante mi. sión, sólo se obtiene con largos años de experiencia, con el contacto del hombre con todas las debilidades humanas y con el ejercicio diario, no

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simplemente de la profesión sino, con el cumplimiento de una vocación, de un apostolado que lleva a la interpretación exacta del espíritu de la ley aplicadas sin pasión, sin egoísmo propio, y aun sin sentimentalis­mos, si sujeción a la influencia de la amistad o de la política, dejándose llevar por simpatías u otros intereses". "Esa experiencia sólo se consi­gue con larga práctica y el continuo contacto con el dolor humano. Na­da mejor para lograrla que una carrera judicial. .. "

El juez inteligente. probo y experimentado requiere también de la diligencia. Mucho se ha dicho que una justicia debe ser pronta y ex­pedita y que la justicia retardada o lenta nO cumple su fundón, ésto no quiere decir que los jueces deban resolver un número de casos que ex~ ceda a la dedicación propia y de sus auxiliares dictando sentencias con ligereza, porque como bien dice Calamanurei la justicia ha de ser dili. gente, pero no apresurada.

Se ha discutido con frecuencia que el juez debe estar al margen de las cuestiones políticas que corresponden al legislador y que el juez no tíene otro compromiso que con la ley misma. Esto es cierto. pero co­rreponde reflexionar que la lealtad del juez está en revelar en sus seu­tencias los verdaderos motivos de la ley. Las leyes no son fórmulas va­cías y el juez antes de aplicar una ley la examina según su conciencia moral y opinión política; y que habrá de aplicarla con mayor o menor convicción, es decir, cOn mayor o menos fidelidad. Es claro, dice Ca­lamandrei, que: "La interpretación de las leyes deja al juez cierto mar­gen de elección; dentro de ese margen, quien manda no es la ley ine­xorable, sino el corazón variable del juez". "Si el juez en su fuero íntimo es partidario del régimen que dictan las leyes que debe aplicar, será celoso intérprete de su espíritu y tratará de continuar y desarrollar, al aplicarlas a los casos prácticos, la inspiración política de que nacieron; en cambio, si es un opositor de ese régimen, tratará de exagerar sus de­fectos a fin de que aparezcan peores de lo que son y desacreditar así a los legisladores".

Quizá por deformación de oficio, diré algunas palahras sohre los aho­gados que enseñamos derecho. A los maestros corresponde con su pala­bra y con su acción imantar a los espíritus de una mística por el dere­cho, de respeto por las instituciones que se rigen por él, Y por el cum· plimiento y progreso ue los intereses que tutela. de manera que nuestros alumnos logren ennoblecer en su tiempo de mejor manera que nos~ otros, la abogacía.

El día del Ahogado, decía el maestro Luis Garrido, debe ser entre otras cosas importantes, "_ .. un examen de conciencia del medio que le es propio a nuestra profesión, para corregir sus deficiencias y elevarla para que cumplan sus miembros con la mayor dignidad y sapiencia su cometido ... , pues no basta tener buenas leyes, sino que es necesario a

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través de la acuon de 105 tribunales y abogados, que las disposiciones legislativas tengan plena vida y rindan los frutos que de ellas se aguar­da. El Derecho sólo puede darnos seguridad en tanto que sus servido­res cumplan con sus respectivas funciones, pues de otTa suerte ~e con­vertiría en una serie de normas frías v abstractas sin valor eficiente".

Véase por lo dicho que los que elegimos la profesión de abogados ad­quirimos una gran responsabilidad como defensores de los derechos de la persona humana, entre los que es primordial la libertad; somos tam­bién procuradores del cambio social para realizar ]a justicia que es la realización de la igualdad en un mundo libre. Los abogados en la fuo­ción administrativa, legislativa o judicial, en el litigio, en la asesoría jurídica y en la enseíianza, son educadores sociales y difusores de la cultura, porque una de sus expresiones de mAs alta jerarquía es el de­recho. Además, los abogados mexicanos CSt;1ffiOS obligados por forma­ción intelectual y moral, a tener una actitud de respeto para el orden jurídico de las ideas, sino en la realización de éstas.

iVIás aún, 105 ahogados mexicanos deben vincularse con 105 principios de re:;peto a la dignidad del hombre en sociedad y de justicia social que animan a la Constitución mexicana de 1917, pues como ha dicho Arnold J. T oynbee, en su ensayo sobre la idea de revol ución, la carta de Que­rétaro constituye el caso excepcional de una constitución política que recoge en su texto como hecho y como ideal, el estado de revolución permanente, pues así se interpreta la búsqueda de un constante mejo­ramiento econ6,mico, social y cultural del pueblo.

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