Debate ético

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DEBATE ÉTICO Juan Carlos Gómez Cruz Inédito INTRODUCCIÓN Desde la ética cívica se promueve el desarrollo de la autonomía como forma de actuación de los ciudadanos, que implica mayor responsabilidad de sus actuaciones frente al grupo social al que pertenece. Una sociedad heterónoma está conformada por individuos que necesitan constantemente que otros les digan cómo actuar. Si bien existen formas de la heteronomía necesarias que se dan por la administración de los bienes colectivos, no todo lo que vive un ciudadano está supeditado a las condiciones que se establecen a partir de dicha administración. Los individuos van de un proceso de desarrollo que se inicia con la heteronomía y va hacia la autonomía, cuando somos capaces de decidir por nosotros mismos; pero también cuando podemos definir qué es conveniente, sin perder la autonomía, para el grupo social al que pertenecemos. Un individuo heterónomo necesita una ley para todo, un policía que le diga que es lo correcto, etc., mientras que un ciudadano autónomo es capaz de asumir sus propias responsabilidades, sin que otro le esté indicando cuáles son éstas. OBJETIVO

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DEBATE ÉTICO Juan Carlos Gómez Cruz

Inédito

INTRODUCCIÓN Desde la ética cívica se promueve el desarrollo de la autonomía como forma de actuación de los ciudadanos, que implica mayor responsabilidad de sus actuaciones frente al grupo social al que pertenece. Una sociedad heterónoma está conformada por individuos que necesitan constantemente que otros les digan cómo actuar. Si bien existen formas de la heteronomía necesarias que se dan por la administración de los bienes colectivos, no todo lo que vive un ciudadano está supeditado a las condiciones que se establecen a partir de dicha administración. Los individuos van de un proceso de desarrollo que se inicia con la heteronomía y va hacia la autonomía, cuando somos capaces de decidir por nosotros mismos; pero también cuando podemos definir qué es conveniente, sin perder la autonomía, para el grupo social al que pertenecemos. Un individuo heterónomo necesita una ley para todo, un policía que le diga que es lo correcto, etc., mientras que un ciudadano autónomo es capaz de asumir sus propias responsabilidades, sin que otro le esté indicando cuáles son éstas. OBJETIVO

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Identificar el papel de la autonomía y la interacción social como dimensiones personales indispensables para el desarrollo de una ética cívica. COMPETENCIAS Cognoscitiva: Define la autonomía y la heteronomía y su relación con la ética cívica. Comunicativa: Expresa el papel de la autonomía y la interacción social en el desarrollo de actitudes éticas. Propositiva: Adopta una postura crítica desde la perspectiva planteada a propósito de la autonomía.

1. FUNDAMENTACIÓN CONCEPTUAL La adopción de los principios que los individuos

están dispuestos a compartir socialmente, es decir, asumir una ética ciudadana, se relaciona con el desarrollo intelectual, afectivo, cognoscitivo de quienes pertenecen a una comunidad. La autonomía y la heteronomía son dos principios de la ética y del desarrollo humano que, para el caso de la psicología, no están en contradicción; mejor, no son polos opuestos de una misma situación sino que, por el contrario, la autonomía supone la capacidad del individuo para alcanzar la mayoría de edad, no sólo cronológica, sino mental, lo que le permite tomar sus propias decisiones. En la heteronomía, el individuo requiere de otro que le indique constantemente qué es lo bueno, acertado o correcto. Son casos de una sociedad heterónoma, desde la visión psicológica, los esfuerzos policivos de control ante el consumo

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excesivo de alcohol que lleva a riñas callejeras, cuestión que hoy ha desembocado en Ley Seca para menores de edad en algunas localidades de Bogotá.

Lo contrario corresponde a la autonomía, en la

que los involucrados, por sus propios medios deciden racionalizar el consumo de alcohol, autorrregulando los niveles a los que pueden llegar en términos de dicho consumo; es decir, en este caso no operan fuerzas externas de control sino que es el propio individuo quien es capaz de tomar sus propias decisiones respecto a lo conveniente de una u otra situación, que a su vez puede afectar la comunidad en que vive. Varias situaciones permiten graficar estos conceptos; es desconocido para los bogotanos la alta accidentalidad de transeúntes por atropellamiento, aún cuando existan los acuerdos mínimos para que se utilicen las zonas de desplazamiento indicadas. En una sociedad heterónoma se ha tenido que recurrir a la sanción del ciudadano para que esto no ocurra.

Las acciones que realizamos están mediadas por

juicios que hacemos sobre las situaciones, las que corresponden a la vida en la ciudad dependen muchísimo de la forma en que las decisiones afectan a otros individuos. En general para la psicología, la búsqueda de la autonomía, es decir, de individuos que sean capaces de decidir por sí mismos, evidentemente en relación con otros es el camino más acertado para lograr una comunidad mayor de edad. No todos los actos humanos deben estar mediados por leyes, normas, decretos, etc., la

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convivencia entre los individuos puede mejorarse desde la misma reflexión que ellos hagan sobre la mejor forma de vivir.

Existen muchas posibilidades de concebir la

naturaleza de nuestros juicios morales. Por una parte, estos pueden tener su razón de ser en un agente o factor extrínseco a la persona; por otra parte, estos juicios muy bien podrían centrarse en el sujeto como fuente última de las determinaciones morales. Finalmente, se podría creer que los valores se forjan en el ámbito de las relaciones sociales, son productos de la interacción, del diálogo, el consenso y el discenso, entre lo cual aparecen los criterios individuales, las creencias y las cosmovisiones frente a los grandes interrogantes de la existencia humana. A continuación se examinarán, complementando la visión psicológica expuesta, tres formas de la ética que nos enfrentan a la cuestión de qué postura asumir para construir un mejor lugar para vivir.

Ética heterónoma u objetiva Para este tipo de mentalidad, la razón de ser de

los valores se deriva de un factor externo a la humanidad misma. Se considera que existe una realidad mayor que determina el curso de la historia, la naturaleza y la vida humana. Esta realidad mayor es la poseedora de sentido de bien y de verdad, donde todo lo demás empieza a adquirir valor en la medida en que se relaciona con ella. La condición humana, el valor de los acontecimientos de la historia, el carácter real de

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las experiencias mundanas, la libertad y la autonomía de la persona, aparecen desde esta dimensión fuertemente menospreciadas. Todo el ordenamiento del mundo se encuentra referido a un más allá que nos transciende en detrimento de éste más acá.

Veamos algunos ejemplos de cómo opera este

modo de comprender el mundo y cómo se acoplan a él nuestros actos valorativos. 1. Mundo de las Ideas vs. Mundo real

El antiguo ordenamiento griego de índole

platónica había intuido que lo bueno, lo bello y lo perfecto, lo eran porque habían superado las limitaciones de la generación, la degeneración, el movimiento, la pluralidad y el cambio. Tal mundo perfecto de hecho no coincide con nuestro mundo natural. Entonces se hizo necesario pensar en un mundo incorruptible, que no conociera la mutabilidad y en donde la realidad siempre sea y, por ende, no esté sujeta al devenir y las vicisitudes de la historia. A tal mundo se le llamó el mundo de las ideas, el mundo del pensamiento.

En esta concepción del mundo no tiene cabida

el relativismo, ni el análisis contextual de los hechos: “las cosas son o no son”, “la verdad es una e inmutable”, “lo espiritual adquiere mayor valor que lo natural”, “el alma es más que el cuerpo”, “lo racional está por encima de las pasiones y los instintos”. Las leyes de los mundos del más allá rigen y penalizan las realidades

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intramundanas. El mundo tiene un doble aspecto: el mundo aparente y el mundo real, los sentidos nos engañan, este mundo es una falacia, el mundo verdadero está en el más allá, en el cielo.

2. La fuerza del SINO (El destino) Términos como libertad y autonomía son

desconocidos para la antigüedad clásica. La vida de los hombres se encuentra inexorablemente trazada por el destino y es imposible escapar de él. Lo que somos y lo que seremos ya está previamente señalado. El hombre sensato es aquel que al conocer su sino se adapta a él y lo acata sin protesta. Adaptarse al orden cósmico, respetar los ciclos de la vida y de los acontecimientos, convierten al ser humano en una marioneta en mano de los dioses: “los seres humanos están en manos de los dioses como las moscas en manos de niños crueles”. Expresiones como: “así lo quiso el destino”, “las cosas son y han sido así”, “no podemos cambiar el curso de los acontecimientos”, “la vida de los hombres está señalada por el curso de los astros” o prácticas como el horóscopo, el uso de talismanes o piedras, la consulta a los adivinos, nos hacen pensar que el futuro está ya decidido pero oculto ante nosotros.

3. La ley natural Todo aparece determinado por las leyes de la

naturaleza, es por eso que a ella, la “Madre Naturaleza”, hay que respetarla y acatarla. Todo tiene automáticamente su tiempo: el tiempo de

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sembrar, las lluvias, las cosechas: el día es para trabajar y la noche para dormir. Aquello que violente el curso ordinario de la realidad es considerado como “contra natura” y, por ende, malo y peligroso. La regularidad de la naturaleza se convierte en normatividad de la conducta humana.

4. La voluntad divina Mientras algunos apelan al destino y otros al

curso automático de la naturaleza, hay quienes recurren a la voluntad divina para comprender la verdad y el valor de los hechos, palabras y pensamientos. Todo lo que sucede se justifica en la “voluntad divina”. El mundo funciona de este modo “porque Dios lo ha querido así”. “Dios es quien ha legislado lo que es bueno, lo malo y lo que debemos hacer.” No se mata, porque “No matar” es uno de los mandamientos de la “ley de Dios”.

5. Los argumentos de autoridad Tiene especial importancia dentro de esta forma

de pensar los valores de la tradición y los discursos de autoridad. Las costumbres de los antepasados, los viejos tiempos, la referencia constante a personalidades ilustres, las citas de documentos generalmente reconocidos y cierto tipo de nombres son la garantía de la verdad y el bien de determinados comportamientos. Expresiones como: “lo dijo mi general”, “la Biblia dice”, “como dijo el filósofo”, “los científicos han asegurado que…”, son típicas muestras de cómo

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la verdad y el valor de la realidad descansan fuera del sujeto.

Dentro de estas maneras de pensar las virtudes

más loables de los individuos son: la sumisión, la obediencia, la renuncia y el sacrificio. Los personajes paradigmáticos en esta visión ética son el santo y el héroe. El uno por sumiso y obediente; el otro, porque se sacrifica por ideales que le han sido impuestos por la tradición: raza, lengua, patria o religión. El personaje que mejor recoge este tipo de actitudes es el funcionario: este aprende mecánicamente su arte y lo repite incesantemente sin protestar. Le atemoriza el cambio, la novedad y el desequilibrio. Los sistemas de socialización que mejor reflejan este tipo de mentalidad son los autoritarios, inflexibles, rígidos y excesivamente disciplinados. Las jerarquías, el orden, el cumplimiento del deber, las reglas claras y estables, serán, dentro de esta comprensión del mundo, modos de vida a los que hay que aspirar.

Ética autónoma o centrada en el sujeto Si en el anterior esquema la fuente de verdad, de

bien y de valor se encuentra ubicada en un lugar externo al sujeto, en esta etapa los criterios sustentadores del orden de lo real se encuentran ubicados dentro del mismo sujeto. El ideal moderno de “tener el valor de servirnos de nuestro propio entendimiento” y de “no aceptar nada como verdadero a no ser que lo concibamos en nuestro entendimiento de manera clara y distinta”, es aquí lo fundamental.

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1. El mundo real es racional Todas las realidades de este mundo son

susceptibles de ser analizadas y comprendidas por la razón. Nada escapa a sus múltiples formas de conocimiento. Todo lo que sucede en el universo es y puede ser explicado por el entendimiento. El mundo ha quedado desencantado, no hay en él cabida para diablos ni ángeles. La naturaleza otrora madre, ahora es sometida a la observación, la experimentación y la manipulación. La naturaleza no tiene leyes, éstas le son dadas y transformadas por el ingenio humano. Este mundo es el verdadero y no es posible concebir ningún otro.

2. El poder de la libertad Los hombres se conciben como abandonados a

su libre albedrío. No hay nada escrito para la humanidad. Somos lo que nuestras decisiones presentes y pasadas nos han permitido llegar a ser. La historia se convierte en el escenario dentro del cual transita la existencia humana, escenario lleno de avatares y contingencias. La vida aparece suspendida en el tiempo y delimitada forzosamente por el nacimiento y la muerte.

Cada hombre ha de trazar para sí su propio

proyecto de vida. El éxito y el fracaso dependen de nuestras buenas o malas decisiones: Somos responsables de hacernos felices o infelices. Estamos en nuestras propias manos. Nadie puede

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decidir por mí, lo que yo no haga, nunca se hará.

3. El surgimiento del Yo Si antes los argumentos de autoridad tenían

cierta preponderancia, ahora el “yo pienso”, “yo creo”, “no me parece” y demás razonamientos por el estilo, se convierten en la razón suficiente para descalificar cualquier juicio del pasado. Todo se vuelve subjetivo y relativo. Lo que no es analizado por la conciencia de los sujetos y percibido de forma clara y distinta, no es verdadero. Aquí se torna sospechoso todo razonamiento que se justifique en el peso de la costumbre, los antepasados, la religión o cualquier tipo de pensamiento aceptado por un prestigio anteriormente reconocido. El centro del universo es la humanidad. Y lo que hace a la humanidad diferente a todo el resto del universo, es su carácter racional. Se es racional porque se imagina, se piensa y se comprende el mundo, pero también porque somos capaces de organizar nuestras acciones en función de ciertos fines y procurarnos los recursos necesarios para ello. Todo gira en torno al género humano.

Si en el anterior esquema los personajes

prototípicos son el santo y el héroe, en este nuevo esquema lo serán el revolucionario y el artista. La sed de libertad y la búsqueda de autenticidad hacen a los hombres reaccionarios de todo sistema o doctrina que intente someterlos o reducirlos a cosas. Los derechos humanos se centran en el respeto a la vida y a libertad de cada ser humano

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para decidir por sí mismo su proyecto personal de vida: cada cual tiene derecho a ser lo que quiera ser. Al lado de estos derechos se proclama también la libertad para expresar nuestras propias opiniones. El deseo de separarse del peso del pasado lleva a los individuos a querer ser cada vez más sí mismos. Es decir, a definir su identidad marcando las diferencias con lo anterior. Ser original equivaldrá a ser diferente. La autenticidad de nuestras vidas se determinará en la medida en que podamos subrayar nuestras diferencias. El snobismo, la novedad, la creatividad, la comprensión de la vida como una obra de arte o como un conjunto de ocurrencias, serán los signos sobresalientes del mundo moderno.

La sociedad que mejor sirve para aglutinar a los

individuos con este tipo de esquema, es la sociedad liberal y anárquica. Esto es posible en un estado donde se reconocen y se promueven las libertades individuales, donde no se le imponen más cargas a los ciudadanos sino aquellas que son necesarias para el orden social, como pagar impuestos, por ejemplo. Cada ser humano se comprende como individuo llamado a realizar sus propios intereses y es función del Estado garantizar los medios necesarios para que cada cual alcance su realización personal.

Ética de la interacción social. No podemos entendernos como cosas entre las

cosas, sujetos sin más a las leyes de la naturaleza y todavía es insuficiente la comprensión racional e

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individual de la condición humana. Es innegable que somos seres situados, en relación con los demás, nacidos y orientados en el río de la historia y las tradiciones, dotados de lenguaje, pasiones, creatividad e imaginación. En resumen, somos seres complejos. Los valores entonces no surgen de un más allá, ni mucho menos de manera exclusiva del carácter racional de los individuos; estos son el resultado de la interacción de muchas realidades que tienen que ver con nuestro proceso de humanización, otorgando significado a las acciones humanas.

1. Conciencia socializada En nuestra conciencia no está límpido y puro el

“yo pienso”, “yo creo” o “yo quiero”. La conciencia es el eco de nuestra educación, de nuestros viejos lenguajes aprendidos desde la infancia, pasando por nuestra adolescencia hasta llegar a nuestra juventud y madurez.

2. La realidad como constructo social El mundo no es algo que está fuera de nosotros

previamente determinado ni mucho menos se confunde con lo que podamos representar de él en nuestro entendimiento. La realidad tiene ahora la forma de un constructo entretejido por las innumerables interacciones de los sujetos entre sí, con la naturaleza y la inevitable postura ante la trascendencia. Las cosas no son, devienen a través de los diversos modos de interacción social y al tiempo que llegan a ser, nos constituyen también

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como sujetos y como comunidad política: somos seres en relación. “Nada de lo humano escapa del tejido de la Iraca” (mochila), expresa el pensamiento indígena Uwa.

3. La Libertad situada entre otras libertades No se cuestiona ahora la libertad, ella se supone

pero en medio de otras libertades. Nunca llegaremos a ser lo que queremos ser por nuestros propios medios. Para llegar a ser hay que contar con los otros. De este modo, la búsqueda de realización personal se inserta dentro del proyecto de construcción de comunidad y desarrollo del sentido de solidaridad social.

4. Comunidad política Socialmente los sujetos no se entienden ahora

como individuos asociados en una comunidad política, sino sólo unidos por el autointerés. Los sujetos son yoes socializados; se comprenden desde el marco de sus referencias inmediatas, sus determinaciones y sus relaciones. Tiene especial relevancia la búsqueda de consensos, la participación de todos en los asuntos que incumben a todos, la organización de la sociedad civil y la conformación de grupos de interés. La política deja de ser un asunto de expertos para convertirse en asunto de todos. Si bien se reconocen y se respetan las libertades individuales, también se entiende que ningún valor político puede subsistir si no hay una comunidad que los proteja y los promueva.

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5. Diferencia o identidad La autonomía, antes que diferencia, es el total

reconocimiento de la singularidad de un proceso de identificación social. Es el modo como un sujeto ha logrado asimilar e integrar todos los aportes recibidos tanto de su contexto inmediato como remoto. La originalidad está en la forma como se amalgama la síntesis del todo en una singularidad. Si en el anterior momento el imperativo era ser diferente, ahora se trata de reconocer lo que somos, insertos en nuestros ámbitos culturales. Por medio de la socialización llegamos a la individualización. Aprendiendo el lenguaje de nuestros padres es como llegamos a expresar nuestros propios juicios. Sólo si somos iniciados en un arte, podremos llegar a expresarnos a través de él. Antes que renegar del flujo de nuestras tradiciones, hemos de apropiarnos de ellas, comprenderlas, asimilarlas y luego, superarlas.

El prototipo de esta mentalidad es el hombre

que mejor logre encarnar los conceptos, las aspiraciones, la cultura y el dinamismo de su época. Es decir, un sujeto que por estar plenamente identificado con su época, es el que mejor está preparado para comprender y jalonar el llamado a la trascendencia. También se erige como valor la solidaridad. Ya no son los individuos aislados y preocupados de su desarrollo personal los que marcan la pauta de la historia sino los hombres que, por estar preocupados de su

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contexto, se convierten en generadores de cooperación y promotores del desarrollo social.

Este esquema mental quiso ser asimilado al

interior de sociedades totalitarias y excluyentes. En algunos casos se entendió como incompatible con el liberalismo. Sin embargo, es precisamente dentro de sociedades liberales donde mayores posibilidades tiene de coexistir. Es decir, las libertades individuales, la libertad de pensamiento y la capacidad de cada ser humano para decidir su propio estilo de vida, no riñen con el deseo de llegar a ser sujetos socializados, identificados con intereses comunes y con gran capacidad para influir en la vida política del Estado. Lo que está en juego no es ¿qué es lo que nos está permitido hacer? sino ¿qué tipo de sociedad queremos ser? ¿qué modelo de vida vale la pena vivir? Es decir, este es un camino desde la autonomía a la relación con otros, pero contando con individuos cada vez más capaces de reconocer su propia postura y la incidencia de ésta en el medio que habitan.

El arte de la autonomía en la ética cívica 1 La competencia social busca un justo equilibrio

entre la vinculación social y la autonomía personal. Un equilibrio que resulta difícil de lograr. Se puede resumir la evolución ética de la humanidad como el paso de la prioridad del grupo a la prioridad del individuo. La tensión entre vinculación social y autonomía personal plantea problemas que la competencia cívica tiene que resolver.

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En el ámbito social, la autonomía es un concepto psicológico y ético. Significa la capacidad de dirigir libremente la propia conducta, de darse normas a uno mismo. La propia etimología de la palabra indica su índole moral, porque el «nomos» (en griego Ley) hace referencia al ámbito normativo.

Pero la autonomía no es anarquía. Tenemos que

hablar de la autonomía correcta. El buen ciudadano no puede perder su vinculación social, pero tampoco puede diluirse en el grupo. De lo que estamos hablando es de una educación para la libertad, la independencia y la autonomía vinculada. De nuevo nos encontramos en un punto donde psicología y ética se unen.

La tensión entre individuo y sociedad se

soluciona cuando añadimos a la noción de autonomía el adjetivo «responsable». La educación de la responsabilidad se convierte así en el punto central de esta competencia. La autonomía responsable supone poseer los recursos personales necesarios para desarrollar los propios planes de vida, pero no arbitrariamente, sino respondiendo por ellos y responsabilizándose de sus consecuencias.

Al educar en una sociedad democrática, estamos

promoviendo la individualidad en un contexto de

interdependencias. No un individualismo

desvinculado ni una dependencia sumisa.

Protegemos así un campo de la experiencia social

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que pertenece al individuo, en el que esperamos

que sea capaz de llevar a cabo un proyecto de vida

propio, valioso e integrado en la sociedad.

1 Recuperado de: www.medellín.gov.co/alcaldía/jsp/módulos. 20 de enero de 2009.