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Sugerencias: Abrazo de misericordia La brújula: Decálogo para educar en lo que más agrada a Dios El cuento: Una caja cargada de misericordia La Biblia: Nos hablan de Dios: Amós la revista Revista de información para el profesorado de Religión • Algaida-Grupo Anaya • Abril 2016 • Número 1

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Sugerencias:

Abrazo de

misericordia

La

brújula:

Decálogo para

educar en

lo que más

agradaa Dios

El

cuento:

Una caja

cargada de

misericordia

LaBiblia:

Nos hablan de Dios:Amós

la revistaRevista de información para el profesorado de Religión • Algaida-Grupo Anaya • Abril 2016 • Número 1

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3.0Un Proyecto apasionante.

Partimos de la realidad del alumnadode hoy para lograr la comprensión

de los contenidos religiosos.

Nuevo Proyecto

Abbacanto

www.algaida.es

EducaciónPrimaria

Soli

cit

Ud

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E iNformAcióN y m

UE

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Delegación Comercial Grupo Anaya.

Atención al profesorado:902 090 378

Algaida Editores:954 652 311

E-mail:[email protected]

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la revista

Es para mí una gran alegría poder comunicar que, tras el fin de la editorial Everest en la que durante más de treinta años dirigí y coordiné los proyectos de Religión, una nueva editorial, ALGAIDA, del Grupo Anaya, ha tenido a bien asumir el proyecto ESTELA para

Religión en la etapa de Educación Infantil y el proyecto ABBACANTO 3.0 para Primaria y Secun-daria que el curso pasado, estando elaborados, no pudieron ver la luz. Y siendo ello importante tanto para mis equipos como para mí, pues supone poder ofertar a los docentes de Religión una propuesta avalada por tantos proyectos que han servido para que los alumnos se sintieran moti-vados para el aprendizaje de la Religión, lo es más el hecho de que haya asumido ALGAIDA, la publicación de esta Revista para el profesorado de Religión.

No ha sido posible mantener el nombre ALDEBARÁN, pero sí el espíritu, objetivos y colaboradores de la misma. En su lugar la hemos denominado ABBACANTO. Es simbólico que en este año de la Misericordia, esta revista lleve por nombre lo que quiere significar un canto, una alabanza al ABBA misericordioso.

ABBACANTO seguirá siendo una revista gratuita para quien quiera recibirla o en su domicilio o en su colegio o Instituto. Para recibirla habrá que suscribirse por las vías que al final de la misma se indican.

Quiero agradecer a los colaboradores su fidelidad y sus aportaciones a todos por el bien de nues-tra asignatura y nuestra formación. Y en especial en este número primero a D. Carlos Osoro, que ha tenido la amabilidad de dejarnos publicar su interesante ponencia en la XXVI Jornada Diocesa-na de Enseñanza de Madrid en la que nos ofrece un magnífico Decálogo que merece ser leído y reflexionado, por cuanto nos indica un sendero como educadores que bien podría ser como las estrellas «que aunque no las alcanzamos guían nuestro camino».

Y agradecer a la editorial ALGAIDA que ha hecho posible que un proyecto que tanta acogida siempre ha tenido en el ámbito de la enseñanza de la religión, no muriera. Ahora con el nombre de ABBACANTO.

Deseo que como ha sido durante tantos años ALDEBARÁN, ahora ABBACANTO sea tu revista y contribuya en la medida de lo posible a mejorar tus clases, a ayudarte a pensar, a orientarte en tu tarea, pero, sobre todo, a mantener juntos la llama de la pasión. La enseñanza de la Religión es una asignatura apasionante para nuestros alumnos y por eso nos eligen, porque guiados por el Espíritu, logramos cada día hacerla a los ojos de ellos, apasionante.

A tu disposición, gracias y que el saber que Cristo ha resucitado se refleje en nuestra mirada.

Antonio Salas XimelisDirector y coordinador de los Proyectos de Religión

de la Editorial ALGAIDA, del Grupo ANAYA

Abril, 2016Número 1

REVISTA ABBACANTOes una publicación de

Consejo Editorial:Francisco PriorRaimundo PinarAlfonso Ramos

José ValdepeñasLuis Pino

Dirección:Antonio Salas Ximelis

Consejo de Redacción:Francisco PriorMarifé Ramos

José María PujolJosé Antonio Solórzano

Jorge Sans VilaFrancisco González

Luis PinoJuan Carlos Carrascosa

Diseño y Maquetación:Algaida Editores

Fotografía de cubierta:Antonio Salas Ximelis

Algaida Editores no se hace responsable de la opinión de sus colaboradores y lectores en los trabajos publicados, no identificándose necesariamente con la opinión de los mismos.

Depósito Legal: SE. 679–2016

CoMERCial GRupo anaya

Teléfono central de pedido:902 426 292

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Diario de a bordo

la brújula • xxxi Jornada Diocesana de Enseñanza de Madrid. 4 “Llamados a educar en aquello que más le agrada a Dios, la misericordia” (D. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid)

el cuento • Una caja cargada de misericordia (Julia González Blanco) 6 la parábola • Las orejas mágicas (Marifé Ramos) 7 etimología • Misericordia (José María Pujol) 8 sugerencias • Poniendo el corazón: abrazo de misericordia. 9 Lucas 15, 11-32 (Joaquín Romero y Ángel Ortiz) el póster • Poniendo el corazón: abrazo de misericordia 10 (Ángel Ortiz Sanz)

claves para entender • La misericordia, punto de encuentro 12 (Chema Pérez-Soba)

la Biblia • Nos hablan de Dios – 7: Amós (Juan Antonio Mayoral) 13 a la vuelta de la esquina • Resucitar, revivir con 14 las cosas pequeñas (José Antonio Solórzano Pérez)

para pensar • Enséñales a pensar y aprenderán 16 a ser ciudadanos (Jorge Sans Vila)

iconografía • Las ciudades de los dioses 18 y las puertas al paraíso (Silvia Martínez Cano)

Sumario n.º 1la revista

la revista

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4 la revista

Voy a entregaros un decálogo acorde con el eslogan de esta XXXI Jornada “LLAMADOS A EDUCAR EN AQUELLO QUE MÁS LE AGRA-DA A DIOS, LA MISERICORDIA”.

1.º Educar con espíritu de diálogo y fraternidad.Toda escuela ha de proporcionar a quienes asisten a ellas una educación

que favorezca la formación humana y espiritual, con este doble espíritu: de diálogo y de fraternidad. Si queremos construir un nuevo mundo, es muy difícil construirlo sin diálogo y sin fraternidad, por eso la escuela tiene que favorecer esa formación dialogante y fraterna incluso con quienes no comparten la fe nuestra. La misericordia no conoce fronteras.

Ofrecer una educación que sostenga y conduzca a un encuentro verdadero con Jesucristo, real, donde el diálogo, la escucha, el percibir que el otro es mi hermano, es fundamental. Hay una página del Evangelio bellísima, la parábola del padre misericordioso que me gusta a mí llamarla más así que del hijo pró-digo: porque en esta parábola el importante es el padre, los hijos andan por su cuenta. El padre que abraza a todos, que es lo que nos enseña Jesús: 1.º Abraza al que se marcha y pide al padre la herencia, la herencia más grande que es la esencia de nuestra vida, ¡dame mi esencia!, yo quiero vivir por mi cuenta, y el padre se la da. No es un Dios que nos ata, es un Dios que nos deja libres y nos espera siempre. 2.º El hijo que teniéndolo todo no se da cuenta de que lo tiene, es más, a veces le molesta que venga otra vez el hermano, es una tentación muy grande de los que estamos dentro, nos molesta que otros vengan.

2.º Educar con una formación sólida y espíritu de apertura.Una formación sólida, sabiendo de verdad quiénes somos. La enfermedad

más grande que existe hoy en el mundo tiene tres síntomas: no tener el ser humano un retrato verdadero, su retrato está difuminado, es lo que el papa Francisco y anteriormente el papa Benedicto XVI llamaban crisis antropoló-gica, es decir, no sabemos quiénes somos. Otro síntoma es el desencanto, la desilusión, la desesperanza. Y el tercer síntoma es no tener metas, ser un vagabundo; y el ser humano no es vagabundo, tiene meta, tiene dirección y hay que proponérsela. Por eso el segundo mandato, no digo mandamiento es una formación sólida y espíritu de apertura, así estamos llamados a educar.

3.º Educar en un contexto histórico.Tenemos una tarea que realizar conscientes de que estamos en un nuevo

contexto histórico. La educación es uno de los desafíos más grandes y más importantes que tiene la Iglesia, el papa Francisco nos lo está diciendo per-manentemente, concretándonoslo en ese proyecto que quiere ofrecer a través de la Fundación Scholas Ocurrentes, que en el fondo es afrontar este desafío tan importante de la Iglesia, como es realizar la nueva evangelización en un nuevo contexto histórico-cultural que está en constante transformación. Yo no puedo estar hablando para que no me oigan porque no me entienden, tengo que estar hablando a las situaciones reales del ser humano hoy y tenemos que ser conscientes de este contexto nuevo. Por tanto, ser conscientes y tomar las decisiones que sean necesarias para realizar en este nuevo contexto la evangelización, sin miedos, es una tarea esencial. Aproximándonos de alguna manera a lo que hicieron aquellos que iniciaron la misión de la Iglesia por mandato del Señor: salir del solar de Palestina a solares totalmente diferentes.

Y sin miedo acometieron realizar en su contexto histórico la propuesta de se-guir a Jesucristo, teniendo esa aceptación de un modo de ser y de entender la vida diferente, distinto, nuevo.

4.º Educar en el desarrollo integral, sin olvidar la propuesta cristiana.

A los colegios, a los institutos o a la universidad, en definitiva a la escuela, asisten alumnos que no son cristianos, que incluso no son creyentes, que es-tán al margen de lo trascendente. Las instituciones educativas y la presencia nuestra, de los educadores cristianos, tiene que ofrecer a todos una propuesta educativa que integre el desarrollo integral de la persona y que responda al derecho que tienen todos a acceder al saber y al conocimiento. Pero estamos igualmente llamados a ofrecerlo a través del diálogo y con pleno respeto de la libertad de cada uno y de los métodos propios la propuesta cristiana, es decir, Jesucristo como sentido de la vida, del Cosmos y de la historia. Por tanto, esta-mos llamados a educar a través del diálogo y el testimonio en lo que agrada a Dios, con una propuesta educativa que mira al desarrollo integral y nunca olvida la propuesta cristiana.

5.º Educar en itinerarios de debate y de diálogo.Los profundos cambios que han llevado a la difusión de sociedades multicul-

turales exigen, a quienes trabajamos en la educación, implicarnos en itinera-rios educativos de debate y de diálogo, con una fidelidad valiente e innova-dora, que conjuga la identidad católica con las distintas almas de la sociedad multicultural del mundo. Pienso en la contribución que han ofrecido todos los religiosos y todas las instituciones eclesiales, mediante la fundación y gestión de escuelas católicas, en distintos contextos acentuando el pluralismo cultural y religioso, implicarnos en itinerarios de debate y de diálogo, sin miedo. No-sotros no ofrecemos retales, ofrecemos una propuesta que hacen hombres y mujeres que construyen puentes, que crean solidaridad, que da sentido a la vida, que promueven y no descartan, que promueve a todos.

6.º Educar es un acto de amor, es dar vida.El perfil del educador cristiano tiene que ser abierto, debe estar preparado

para el cambio. Hoy la educación se dirige a una generación que cambia, el educador debe de saber comunicarse con los jóvenes que tiene delante, y esto no se puede improvisar hay que trabajar seriamente. Todo educador y toda la Iglesia que es madre educadora esta llamada a acompañar para comunicarse con los jóvenes que tiene delante. Educar es un acto de amor, es un acto que da vida. El amor es exigente, por tanto todo educador tiene que ser competente y cualificado, rico en humanidad, capaz de estar en medio de los jóvenes con sentido pedagógico para promover su crecimiento humano y espiritual. Tienen necesidad los jóvenes de calidad de enseñanza y de valores, no solo enunciados sino testimoniados. Y la coherencia es un factor indispen-sable en la educación de los jóvenes. Coherencia: no se puede hacer crecer, no se puede educar sin coherencia. Coherencia y testimonio es esencial para todos nosotros. Educar es un acto de amor, por eso el educador necesita una formación permanente. Es necesario invertir para que tengamos una adecuada formación profesional, y también invertir en la adhesión al Evangelio, a las mo-tivaciones espirituales, ¿por qué no vamos a hablar los educadores cristianos

D. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid

xxxi Jornada Diocesana de Enseñanza de Madrid“Llamados a educar en aquello que más le agradaa Dios, la misericordia”

la brújula

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5la revista

de ejercicios espirituales, de retiros?, ¿por qué no? Regalamos una manera de vivir y de ser. Es hermoso realizar cursos. La coherencia es un esfuerzo, pero sobre todo es un don y una gracia.

7.º Educar para integrarnos en la vida pública.Necesitamos ser conscientes de que nuestras instituciones católicas no nos

deben aislar del mundo, por lo que os invito a que entremos con valentía en el diálogo con la cultura actual. Reflexionemos vivamente en las numerosas instituciones formativas sobre la responsabilidad de expresar una presencia viva del evangelio, en todos los campos de la ciencia, la educación, en la cultura etc… Es preciso que nuestras instituciones y nuestra manera de estar en medio de los alumnos no nos aísle del mundo, que entremos con alegría en el areópago de las culturas actuales, conscientes del don que tenemos que ofre-cer a todos, que es un don valioso y transformador, que cambia la vida, que cambia las relaciones. Es un momento apasionante para transmitir la fe en esta “emergencia educativa”, que decía el papa Benedicto XVI, emergencia que da a la evangelización espacio, visión, base antropológica, educando desde una perspectiva profunda para descubrir y profundizar en los presupuestos antropológicos de todo hombre y mujer.

8.º Educar desde el encuentro generacional.La primera pauta de la educación no se limita a transmitir conocimientos, im-

plica transmitir a la vez, contenidos y valores, creando hábitos buenos de con-ducta. Dando solo conocimientos trasmitiremos un saber superficial, ideológico y sin raíces. El encuentro de las distintas generaciones, y me refiero también a los ancianos, jóvenes y niños, maravillosamente expresado en el icono de la presentación de Jesús en el templo, es muy importante. En muchos países, en España lo estamos viendo, los abuelos tienen una gran relación con los nietos en no pocas ocasiones motivadas por necesidades de ayuda a la familia que sus hijos han formado, y son los abuelos los que en muchas ocasiones traen a la memoria de sus nietos el encuentro con sus raíces, provocando a su vez en los padres de esos nietos un reencuentro, y en ocasiones un primer encuentro con sus raíces. El encuentro de los jóvenes y de los niños con los mayores es fundamental para mantener viva la memoria de un pueblo y así discernir el ca-mino del presente y del futuro en fidelidad a las raíces recibidas. Sin una dispo-sición educativa, que ayude y motive el encuentro generacional como medio de crecimiento, alcancemos hábitos buenos de conducta, que nos ayuden a discernir lo positivo y lo negativo, lo bueno y lo malo, de nuestra convivencia.

En los países del este, los abuelos han conservado la fe en épocas difí-ciles. Los papás, a veces, nunca se encontraron con nuestro Señor, pero sin embargo los nietos han recibido la memoria de sus abuelos, la fe, y es que el apostolado del cuerpo a cuerpo es fundamental. Es tan importante la relación personal que en no pocas ocasiones debe ser previa a cualquier catequesis que queramos dar. El cuerpo a cuerpo es esencial, cuesta, en no pocas oca-siones cansa; pero sin relación personal no trasmitiremos nuestras raíces sino nuestros conocimientos, que sencillamente se secarán en el corazón de nuestro interlocutor precisamente por no tener las raíces que proporcionan la fe.

9.º Educar desde la acogida de todos los hombres y mujeres, sin descarte de ninguno.

Estamos en la cultura del descarte, y esto se da también en la educación, motivado por la cultura implantada en el mundo. En muchos países hay una eutanasia encubierta, fomentada por las políticas sociales que solo pagan hasta un cierto cupo, de modo que los pobres viejitos que en muchas ocasio-nes no están dentro de ese cupo se prescinde de ellos hasta físicamente. El dios dinero es en no pocas ocasiones la motivación primera del legislador, y descarta todo aquello que pueda poner en riesgo la existencia de este dios, buscando evitar la adoración de otros dioses y por supuesto la adoración del único Dios verdadero.

En nuestras escuelas se descarta en ocasiones a los que sobran, a los que nos molestan, a los que no alcanzan el nivel, a los que tienen alguna carencia,

a los discapacitados, a los que conviene que no vengan porque nos desorde-nan una clase, promoviendo con esto una generación de jóvenes que no tiene experiencia de dignidad. Los jóvenes están entrando en la gama del descarte. Al sistema económico mundial le molesta la cantidad de jóvenes a los que hay que dar un puesto de trabajo y no se les da, es alto el porcentaje de jóvenes desocupados, que viven la experiencia de la indignidad, les robamos la digni-dad de ganarse el pan y eso es esencial. Muchas veces los jóvenes entran en ese material descarte, el joven que está sin trabajo tiene anestesiada la utopía, o por lo menos está a punto de perderla, hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta generación destinada al descarte, y por eso los jóvenes nos necesitan más que nunca, no solo por esa utopía que no tienen, sino por la urgencia de transmitir a los jóvenes un sentido profundo de la vida, y poderles decir que no son material de descarte, poniéndonos a su lado para que con nuestras obras y palabras recuperen la dignidad en muchas ocasiones perdida.

En toda época se dan fenómenos de adiciones, que son instrumento de muerte de los jóvenes. La utopía, en general en los jóvenes, es entusiasmo por el cambio, sin embargo hoy la utopía se está deslizando al desencanto. Necesitados de fe y esperanza. Es urgente poner en valor nuestra educación como creyentes aportando al desencanto de los jóvenes la luz de la fe que les ilumine el camino de la dignidad recibida para que se descubran criaturas predilectas de Dios, llamados a vivir la vida en plenitud por medio del amor.

10.º Educar desde la fe y la esperanza.Debemos redescubrir a los jóvenes ese camino, el camino de crecimiento

que aporta el Evangelio para el enriquecimiento y la madurez de la vida humana. Don Bosco reconoció este camino y decidió con firmeza y esperan-za seguirlo y enseñárselo a los jóvenes de su época por medio del sistema preventivo, adquirió así el compromiso de vivir con los jóvenes y para los jóvenes y así la presencia en medio de ellos se distinguía por esa ternura que don Bosco llamó demostración de afecto y que más adelante le fue dando nuevos lenguajes, sabiendo que el lenguaje del corazón es fundamental para acercarse a ellos y poder así llegar a ser sus amigos y mantenerles en la es-peranza y en la fe.

***

Os he dado este decálogo en esta XXXI Jornada en la que estáis llamados a educar en aquello que más le agrada a Dios, que el ser humano crezca en todas las dimensiones que tiene. En el Evangelio, cuando le preguntan al Señor “¿cuál es el mandamiento principal?” y Él responde: “amar a Dios y amar al prójimo”, nos da unas claves fundamentales. Si de verdad creemos en el Señor busquemos al prójimo, y el próximo nuestro es el alumno que tenemos delante, sea más pequeño o más grande. Y se trata en el fondo de llevar esta caricia de Dios, pues el ser humano es mendigo de amor, tiene sed de amor, el hombre no puede vivir sin amor decía San Juan Pablo II, porque permanece incomprensible

Amemos como Jesús. El amor es el corazón de la vida cristiana, es pasar de la amargura a la dulzura, de la tristeza a la alegría, del descarte al encuentro, ¡vivamos en la coherencia del amor!

Una de las cosas más importantes que nosotros tenemos que hacer es ayu-dar a entender que la libertad verdadera se da cuando no se cierra ninguna de las dimensiones que tiene la existencia humana, ninguna. Y cuando alguien quiere cerrar o dificultar la expresión de la dimensión religiosa del hombre, actitud que manifiesta un desencanto, debemos hacerles entender que impedir la libre expresión de esta dimensión es una actitud propia de un dictador. La libertad auténtica se alcanza cuando no se cierra ninguna dimensión del ser humano pudiendo expresar públicamente también aquello que uno vive y le acontece en su corazón fruto del encuentro con Dios.

+ Carlos, Arzobispo de Madrid

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6 la revista

Cuando quedaba una media hora para salir de clase, llamó a la puerta un señor. Nuestra maestra abrió, se saludaron y nos

presentó a Zilef. Aquel misterioso perso-naje con trazas de abuelo bonachón empezó a escudriñar en nuestras mira-das, y enseguida dio su diagnóstico:

—Veo… veo que algunos tenéis problemillas para ser felices… Pero no os preocupéis. Poseo la facul-tad de poder hacer realidad al-gunos deseos —y añadió—: ¿Os gustaría conseguir lo que os falta para ser felices?

Todos nos quedamos mudos. A con-tinuación, Zilef sacó de sus bolsillos unas cuartillas.

—Solo necesito que escribáis vuestro deseo junto a vuestro nombre —dijo mientras que nos daba una hoja a cada uno, y añadió—: Pensad bien vuestro deseo porque solamente admito uno por niño y, además, no podré hacer realidad todos los deseos.

Escribimos, y poco después Zilef se despidió con todos nues-tros deseos entre sus manos.

Justo una semana más tarde, Zilef se presentó en clase de la misma forma en que lo había hecho la primera vez. En esta ocasión traía dos cajas: una grande y preciosa, y la otra de aspecto viejo y desagradable. Puso las cajas sobre la mesa de la maestra y con voz solemne nos dijo:

—He separado vuestros deseos en dos cajas, pero… solo puedo conceder los deseos que hay en una de ellas. ¿A qué caja le concedemos los deseos?

Zilef levantó las dos cajas y todos señalamos con el dedo la caja grande y preciosa. Antes de abrirla, Zilef tomó un pañuelo y se secó unas lágrimas que brotaban de sus ojos. Todos estábamos muy nerviosos y soñábamos con que nuestro deseo estuviese en esa caja: la caja grande y preciosa. ¿Ha-bríamos elegido bien?

Zilef, antes de abrir la caja preciosa, tomó la otra de aspecto viejo y desagradable y exclamó:

—Aquí estaban los deseos más importantes: el deseo de Ana-bel, que me pedía que su familia se llevase mejor; el deseo de Juan, que ha escrito que sería feliz si alguno de vosotros quisierais tenerlo por amigo; el deseo de Handi, que me pide agua, un depósito muy grande para su familia que vive en el Sahara; el de Noemí, que quiere que su hermanita enferma…

Algo se estremeció en nuestro interior al sentir como nuestra la necesidad del otro. Nuestros deseos de consolas y juegos, ropa bonita, dinero… eran una tontería, y antes de que se marchase Zilef, todos le pedimos cambiar la caja preciosa por la desagradable. Zilef sonrió.

Aquel día aprendimos a ser misericordiosos. Habíamos hecho el mejor de los cambios.

Julia González Blanco

Una caja cargada de misericordia

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Pistas para trabajar

•¿QuédeseolehabríaspedidotúaZilef?

•¿Quédeseosconteníalacajavieja?¿Ylapreciosa?

•¿Creesquehicieronbiencambiandolascajas?¿Quédeseoscreesquesecumplieron?

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7la revista

Cuenta la leyenda que un profesor pidió a Dios algo que le hiciera más llevadera su tarea. Como res-puesta a sus oraciones recibió un curioso regalo:

sus orejas podían crecer o reducirse, dependiendo de aquello que estaba escuchando en cada momento.

Cuando oía una música que le gustaba, sus orejas crecían y crecían, captando hasta el más mínimo sonido. Si oía gritos o discusiones en clase, sus orejas se reducían y el ruido apenas le molestaba.

El uso de este regalo tenía una condición: debía utilizar bien esta capacidad; en caso contrario, la perdería.

Durante un tiempo todo fue bien. El buen hombre disfrutaba cada día con los sonidos de la naturaleza, hasta quedarse absorto. Y podía librarse de los ruidos molestos, gritos y coti-lleos. Realmente era un profesor afortunado.

Pero un día oyó cómo le alababan sus compañeros en la sala de profesores y sus orejas crecieron y crecieron desmesurada-mente. Nunca había oído con tal claridad sus cualidades y le invadió la vanagloria.

A partir de ese momento intentó por todos los medios que la gente le alabara, para poder oírlo bien con sus grandes orejas.

Y fue cerrando sus oídos a todo lo que le molestaba o le sa-caba de su comodidad, hasta el punto de que sus orejas se hacían muy pequeñitas cada vez que sus alumnos le pedían ayuda o le contaban sus problemas.

Una mañana, al despertar, descubrió que se había quedado totalmente sordo.

Marifé Ramos, Profesora de DECA en el Centro Universitario Don Bosco de Madrid

Las orejas mágicas

la parábola

Pistas para trabajar

•¿Cómoescucho?

•¿Quépalabrashacenquemisorejascrezcanparaquelaspuedaoírmejor?¿Aquiéncierromisoídos?

•¿Quéruidosmeimpidenescucharatentamenteloquedeverdadmerecelapena?

•¿Quéespaciosytiemposdesilenciohayenmivida?

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8 la revista

En esta sección pretendemos explicar el uso de algu-nos términos desde sus mismas raíces, y para ello nos circunscribimos al sentido que se les da en la Biblia.

Para encontrar conceptos que se ajusten al texto recibido en hebreo o en griego, tenemos siempre en cuenta la ingente la-bor realizada por san Jerónimo. En el caso del término miseri-cordia, su presentación resulta facilísima: está formado por el adjetivo miser, misera, miserum más el sustantivo cor, cordis. El adjetivo es «de dos direcciones», pues miser se refiere tanto a quien siente compasión como a quien la causa. Entronca con el verbo miserere, ‘compadecer’. La raíz cord- (‘corazón’) es muy productiva, toda vez que el corazón podríamos de-cir que fue en el mundo latino la sede de los sentimientos. El hombre cuerdo es el que tiene «el corazón funcionándole bien» (en latín, vecordia significa ‘locura’). Del corazón sale la discordia, el incordio, el estar de acuerdo, reinar la concordia y, más allá, el aprender de memoria (como dicen los france-ses: par coeur, o los ingleses: by heart), es decir, re-cordar o a-cordarse, no por sede de la memoria sino por quedar bien impreso, grabado.

Con todo ello, la misericordia sería la capacidad sentimental del corazón para apiadarse. Es muy interesante cómo san Jerónimo cambia el órgano hebreo por el latino. En hebreo tomo por ejemplo el Salmo 103, 13: «Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen». Esa compasión y tener compasión hebreas —tanto para el uso verbal como para sustanti-vo— se dice raham, y a su vez procede de la sede íntima del sentimiento más vinculante: la matriz, rehem (en ambos casos mxr). Su plural, rehamîm, designa las vísceras, las entrañas. Aún queda en castellano un recuerdo muy entrañable (o análogamente, como vimos, grabado en el corazón). O, por el contrario, un odio visceral. Así, el hebreo tenía asociado al útero o matriz la ligazón de una madre a su hijo de la que deriva un apiadarse incondicionalmente.

En griego, la misericordia en el sentido de apiadarse la tenemos localizado en-seguida en el Κύριε έλέησον (Kyrie elei-son, ya con la pronunciación de la eta como /i/). El término griego έλεέω signi-fica «tener piedad». Con el sufijo –σύνη (syne, presente en sophrosyne, dikaiosy-ne…), tendríamos la eleemosyne, como

concreción de un acto de misericordia, de la que con aféresis, esto es, pérdida del sonido inicial resulta limosna.

Asimismo, en la iconografía bizantina encontramos la repre-sentación de María como Virgen eleúsa (Eλεούσα ‘ternura’), esa madre de Dios (Theotokos) que interactúa con el hijo y muestra piedad.

Siguiendo con el griego, como anécdota, referiré que la apendicitis recibió el nombre de cólico miserere. No le venía mal el nombre, que con el imperativo del verbo misereor venía a ser un «cólico ten piedad» y ponía de manifiesto la grave-dad de la enfermedad, el dolor agudísimo que provocaba y las consecuencias nefastas que conllevaba de no ser atajada a tiempo. Sin embargo, lo cierto es que se debió a una confu-sión producida por una lectura incorrecta de είλων ‘íleon’ por έλεέω ‘tener piedad’.

Después de mencionar a la compasión asociada a la mise-ricordia, está muy bien volver a la «matriz», ya que sería in-separable un eventual dolor de una madre y su hijo durante la gestación. Así que resulta obvio que compadecer es com-partir el padecer. El πάθος (pathos) griego es lo que se sufre. De ahí, se llega al verbo latino sobre la misma raíz: patior (infinitivo, pati; y participio passus, passa, passum) con el sig-nificado de ‘experimentar un sentimiento’. El griego pathos, además de patología, entronca con antipático, apático, em-

pático y simpático. Simpático es aquel que conecta con la manera de sentir del otro (los ingleses dan el pésame con un my sympathies). Por eso Dios es miseri-cordioso al hacer que su hijo sea el su-jeto paciente, ser arma de paciencia. El «hágase en mí» le convierte en pasivo del plan, del logos del Padre. El Padre, en el momento de la Pasión de un hijo es com-pasivo, literalmente. Sufre con él. Y en el sufrimiento del hijo está el eximen-te de los pecados. Ha puesto en él por nosotros todo su corazón afligido, un cor – miserum.

A propósito: Beethoven escribe la so-nata Pathétique, que llamamos patética no con un significado despectivo actual, sino porque conmueve y mueve al senti-miento. Sería la versión griega de otra sonata suya: la Appassionata.

José María Pujol, profesor de Latín y Griego

Misericordia

etimología

Fotografía: Antonio Salas Ximelis

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9la revista

IntroduccIónEn el Año de la Misericordia, pongamos todo nuestro corazón en percibir y enseñar la Misericordia de Dios.

FInALIdAd• Leerycomprenderuntextobíblico.• Trabajarlacomprensiónlectora.• Trabajarelgustoporlalecturayadmirarseanteunaimagen.• Leerycomprendereltextobíblicodelaparáboladelpadre

misericordioso (El hijo pródigo), con el fin de descubrir en ella el amor de Dios.

• Expresarloscontenidosdetextosbíblicosatravésdellen-guaje plástico.

objEtIvoS dIdáctIcoS• IdentificarlasparábolasdeJesúscomoexpresióndelmis-

mo amor de Dios.• ReconocerlasactitudesyvaloresqueJesúsenseñaatravés

de la parábola.• Desarrollarlaimaginaciónylacreatividadenlaprepara-

ción del «Cartel de la Misericordia».

coMPEtEncIAS cLAvEcomunicación lingüística• Comprenderellenguajebíblicoysimbólico.Sociales y cívicas• Reconocer las actitudes positivas basadas en el amor a

los demás que ayudan en la convivencia y las relaciones sociales.

• Construirunapersonalidadhumanabasadaenelvalorsu-premo del amor al prójimo.

conciencia y expresiones culturales• Elaborardistintoscartelesydibujosqueexpresenesosvalo-

res.Aprender a aprender• Reconocerylocalizarcitasdelosevangelios.

dESArroLLo

Partiremos de la observación y lectura de la imagen (póster central) y pediremos a los alumnos que expli-quen lo que ven en ella. Después leeremos la parábola

del hijo pródigo (Lc 15, 11-32) o visionaremos alguna película para que los alumnos comprendan y relacionen la imagen con la palabra misericordia. A continuación se procederá a realizar algunas preguntas sobre la comprensión del texto: ¿Cuántos hijos tenía el padre? ¿Cuál de ellos le pidió la herencia? ¿Qué hizo el hijo pequeño con el dinero que le había dado su pa-dre? ¿Cuál fue el motivo por el que decidió volver a su casa?

¿Qué hizo su padre al verle? ¿Qué hizo el hermano mayor?

El profesor hará hincapié y resaltará también aquellos aspectos que considere más importantes como por ejemplo: la falta de respeto del hijo menor a su padre y a su familia; la falta de aprecio del hijo menor por la herencia de su padre; la situación penosa en la que vive el hijo menor; el amor incondicional del padre; los verbos que el texto utiliza para expresar ese amor incondicional (lo vio, corrió hacia él, lo abrazó, lo vistió…).

Tras la lectura y el diálogo se procederá a realizar la activi-dad, de manera individual o en grupo. Para ello, repartiremos la imagen del póster central fotocopiada en blanco y negro y reducida. Los alumnos dibujarán en los corazones las letras de la palabra MISERICORDIA para formar con ellas un «cartel de corazones».

Podrán realizar también un móvil con los corazones recortando y pegando en cada uno de los corazones imágenes extraídas de periódicos o revistas que expresen amor por los demás.

Para simplificar la actividad, podemos pedir a los alumnos que escriban por detrás de cada corazón acciones y valores de servicio, generosidad y entrega como ejemplos del mensa-je de Jesús sobre el amor y la fraternidad universal.

Para profundizar sobre el tema, puede ser útil trabajar las obras de misericordia corporales, haciendo una relación de las mismas e intentando reconocerlas en las imágenes que hemos pegado en los corazones. Nos podemos ayudar del texto bíblico de Mateo 25, 31-40, haciendo una lectura com-presiva del mismo, reconociéndolas en el texto y buscando nuevas imágenes que no hemos descubierto hasta ahora.

A esta actividad podremos añadir la realización de un acrós-tico con las letras de la palabra misericordia, en la que escri-bamos conceptos o valores que hayamos descubierto durante la realización de la misma.

Joaquín Romero e ilustración de Ángel Ortiz, profesores de Religión de la diócesis de Getafe

Poniendo el corazón: abrazo de misericordia

sugerencias

MATERIALES

–BibliaoNuevoTestamento.– Imagende«Poniendoelcorazón:abrazodemisericordia»(póstercentral).

–Dibujobasedelcorazónenblancoynegro.– Tijerasypegamento.– Lápicesdecolores;hiloparaunirloscorazones.– Imágenesqueexpresenamorysolidaridad. El

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1-32)

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el póster

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Ilustración: Ángel Ortiz Sanz

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Este año de la misericordia es una oportunidad muy especial para descubrir que esta virtud cristiana es un punto de encuentro muy importante con otras tra-

diciones religiosas. Bien es cierto que no todas las culturas o filosofías coinciden en este extremo. Algunas de las filosofías clásicas no sentían la misericordia siquiera como virtud. Sé-neca, por ejemplo, la comprende como un exceso: «Muchos hay que la consideran como virtud, y llaman bueno al varón misericordioso; y sin embargo, es vicio del ánimo» (De Cle-mentia, libro II, 4).

Sin embargo, otras tradiciones religiosas actuales sí contem-plan como fundamental en su propuesta vivir la misericordia. El budismo, por ejemplo, la coloca en el centro de su expe-riencia religiosa, con el nombre de compasión. En efecto, dos son las grandes virtudes budistas: sabiduría y compasión. Y para el budismo mahayana, mayoritario en el budismo actual, la actitud correcta para iniciar el camino de la liberación es la compasión; no es mi dolor el que me mueve a buscar la liberación en el camino del Buda, sino el dolor de los demás;

así, compadecido del dolor de los demás seres, recorro el camino del Buda para poder ayudarles en su propia libera-ción. Solo así, desde la compasión, se puede llegar a la ver-dadera sabiduría. No es extraño que el ideal del mahayana sea el llamado voto bodhisattva. El verdadero iluminado es alguien capaz de hacer la siguiente promesa: no entraré en la liberación definitiva hasta que no entren conmigo todos los seres vivos, quedaré atado a este mundo de sufrimiento para ayudarles en su liberación, hasta que el último de ellos la alcance… por compasión

Las tradiciones monoteístas encuentran la fuente de la miseri-cordia en el mismo Dios. En el judaísmo las dos cualidades fundamentales de Dios son middat ha-din y middat ha-raha-mim, justicia y misericordia, cualidades siempre en equilibrio y que son la guía del creyente. En el Corán, fuente de la re-velación islámica, se encuentran hasta 99 nombres de Dios, es decir, atributos, cualidades de la divinidad. Y de ellas, la más repetida es la que encabeza casi todos los capítulos del Libro, la dupla rahmanrahim: «Dios es el Misericordioso».

115 veces aparece esta cualidad, más de la mitad de ellas vinculado a otro atributo divino: Gafur, ‘el que perdona’. De esta manera, todo musulmán, antes de citar cualquier pasaje del Corán, debe recordar el verdadero rostro de Dios: cle-mente y misericordioso.

Por ello, la misericordia es un importante punto de encuentro para la mayoría de los creyentes actuales, una de las se-mina verbi, uno de los «bienes espirituales y morales» a los que aludía la declaración conciliar Nostra Aetate para que los cristianos la «reconozcamos, guardemos y promovamos» (NA, 2). Eso sí, siendo conscientes de nuestra debilidad. Un gran cristiano, Juan Masiá, conversaba un día con un maestro zen sobre la relación entre budismo y cristianismo, y llegaron a la conclusión de que ambas tradiciones se parecían en la compasión. Juan inició una disertación erudita sobre los para-lelos entre la caridad cristiana y la compasión budista, ante el silencio del monje. Cuando Juan terminó su exposición, el maestro le miró y le dijo: «Está bien, Juan, pero en lo que nos parecemos de verdad es en que ni vosotros cumplís con la caridad, ni nosotros con la compasión». Ojalá este año de la misericordia nos ayude a todos a convertir el corazón a la misericordia.

Chema Pérez-Soba, profesor de DECA en el Centro Universitario Cardenal Cisneros de Alcalá

La misericordia, punto de encuentro

claves para entender

«La misericordia es un importante punto de encuentro para la mayoría

de los creyentes actuales»

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13la revista

Nací en Técoa, una población al sur de Belén, en el siglo VIII a.C. Me gané la vida pastoreando mis re-baños y cultivando sicomoros. Anduve por muchos

caminos y en ellos vi y aprendí muchas cosas de los hombres. Y, quizá gracias a esa sabiduría que da la vida, Dios me eli-gió para denunciar en su nombre los pecados de su pueblo. No fue fácil, me enfrenté a las autoridades y eso me causó muchos problemas.

Yo vivía en paz entre los míos, en el reino de Judá. Pero, por razones que no vienen al caso, me acerqué hasta el territorio israelita del norte. Había oído hablar de que allí se vivía me-jor, de que había menos paro, mayores ganancias y mejores perspectivas de futuro para prosperar.

En parte era verdad. Era cierto que algunos se enriquecían, pero a costa del empobrecimiento de otros. Y, claro, estos primeros se sentían muy felices y agradecidos a Dios por su buena fortuna. Fui hasta el santuario real en Betel, y allí vi a muchos de estos nuevos ricos ofreciendo sus dones. Dios me hizo sentir un profundo desacuerdo con todo aquello, perci-bí su rabia contra aquella hipocresía. ¿Cómo podían creer aquellos israelitas, que robaban a sus hermanos y se servían de sus miserias, que sus ofrendas agradarían a Dios? Es ver-dad que sus sacerdotes tranquilizaban sus conciencias dicién-doles: «¿No veis que prosperáis? Eso es señal de que Dios está satisfecho con vosotros y os bendice».

¡Qué barbaridad! ¡Qué perversión de la bendición divina! Aquellos sacerdotes estaban más al servicio de los podero-sos que al de Dios. Así me lo hizo sentir el Señor, que me empujó a enfrentarme a ellos. Denuncié las políticas del rey y los abusos de los poderosos, que hacían oídos sordos a los mandatos divinos. Establecían leyes para apropiarse de los bienes de los humildes, que se veían en la necesidad de ven-der cuanto tenían para poder sobrevivir en las sucesivas crisis económicas que golpeaban el país. Incluso, algunos pobres llegaban al extremo de venderse a sí mismos y a sus hijos, como esclavos, para poder sobrevivir.

Salvando las distancias, las injusticias sociales que denuncié en aquel próspero reino de Israel no son muy diferentes de las que aparecen en vuestros periódicos y televisiones: abuso de emigrantes, persecución de los que defienden a los pobres, desahucios, expropiación de bienes y tierras, trata de perso-nas esclavizadas, violencias… Y todo ello adornado con la bendición divina. Hoy lo hacéis aludiendo al progreso, al de-sarrollo económico y a otros valores que convertís en ídolos, a los que adoráis por encima de todo y a los que rendís culto en lujosos y sofisticados «templos».

Para vosotros soy un antiguo profeta olvidado; pero, como en mi tiempo, también Dios sigue eligiendo enviados que de-nuncian su verdad, su disconformidad con cualquier modo de opresión. En el fondo, aún siguen resonando las palabras que un día puso en mi boca: «¡Buscadme y viviréis!». La ver-dadera vida del hombre no depende de sus bienes, sino de su búsqueda sincera de Dios, plasmada en una vida justa, honrada y solidaria.

Juan Antonio Mayoral, Doctor en Teología, Director de ediciones de la BAC

Nos hablan de Dios – 7: Amós

«La verdadera vida no depende de los bienes, sino de la búsqueda

sincera de Dios, plasmada en una vida justa, honrada y solidaria»

la Biblia

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14 la revista

Y de repente, ¡click!, suena el WhatsApp. Y leo: «Se edita de nuevo Aldebarán», que ahora se llamará Abbacanto». Es esta una pequeña alegría pas-

cual, qué digo pequeña: es una enorme alegría, por su di-rector, por los trabajadores, por el área de religión. Porque en este tiempo de resurrección, donde todo alrededor no pro-clama demasiados ¡aleluyas!, saber que los educadores, los profes de religión, van a tener a mano un material didáctico para hacer más claro y diáfano este Misterio de la Resurrec-ción, siempre es motivo de alegría/aleluya.

Posiblemente no les podamos (¡ah, qué verbo!) dar la clave del Misterio de la Resurrección, pero sí podemos (¡otra vez!) animarles a revivir, revitalizar, restaurar, renovar (todo en «Re mayor») su vida educativa como profes/testigos de religión que se las ven y se las desean en este tiempo para hablarles a sus alumnos de aquella experiencia pascual y real que tu-vieron los discípulos de Jesús una vez pasado el trance de la pasión, de la muerte del amigo, en quien habían puesto toda su confianza.

Van unidas la primavera, ese estallido de la vida y la natura-leza, y la resurrección de Jesús. Lo noto en el árbol frondoso —es un castaño— y en los arbustos pequeños que mi padre podaba y en las hortensia y otras plantas que mi madre des-brozaba y regaba, que están frente a mi ventana. El prado que cubre la ladera de enfrente está salpicado de flores blan-cas y amarillas; junto a la cuneta brilla alguna amapola y el rosal que trepa por el muro ya tiene muchos brotes, futuras rosas. Todo en él es «petaloso», que diría Matteo, el niño italiano de ocho años que acaba de inventarse la palabra.

Todo ha estallado en vida renovada. Ha estado acallado, mortecino, inane, durante unos meses y ahora, ¡zas!, se mul-tiplica el verdor, las hojas nuevas, es un paso/pascua de un estado a otro. Como las orugas que se transforman en mari-posas, como las libélulas que revolotean una vez metamorfo-seadas. Jesús quiso hacer lo mismo: dar sentido a todo lo que revivía cada año porque su Padre Dios así lo había querido desde el inicio y Él venía a corroborarlo, a apoyar a su Padre y el Padre se recreaba en su Hijo, dándole vida nueva en aquellos interiores tan cerrados y ciegos de los discípulos que se había echado.

Jesús, no solo quiso —¿lo quiso Él o lo quiso su Padre?— dar compañía, sentido y reafirmación a todo lo que en aquella primavera, en aquel huerto que le había acogido y donde le habían colocado, comenzaba a florecer.

De repente se convirtió en «el jardinero»; por tal lo confundió María Magdalena. «No, no me toques», le dijo, como una forma de mantener esa discreta distancia entre el antes y el ahora, entre el Jesús que la perdonó y el Jesús que la transfor-mó y que ahora está hecho de otra materia. No me extraña que ella le confundiese con el jardinero: los jardineros tienen un rostro sereno de satisfacción y unas manos ensangrenta-das, con sus arañazos, de tanto acariciar y desbrozar. Y ella, María Magdalena, la primera predicadora de la resurrección, salió corriendo a contárselo a ellos. Y ellos no la creyeron. ¡Claro, era mujer! Su testimonio y sus palabras podrían ser fruto de su imaginación enamorada e hiperbólica, de su senti-miento dolorido. Era un testimonio muy endeble. Y ellos fueron y vieron y la creyeron; pero el «tanto» se lo apuntaron ellos.

De ahora en adelante les correspondería —ya no habría ellos y ellas, sino testigos oculares, con los ojos de la fe, aunque a lo largo de los siglos el empeño diferenciador se haya man-tenido y ahondado— darlo a conocer a quienes les escu-

José Antonio Solórzano Pérez, Dominico

Resucitar, revivir con las cosas pequeñas

a la vuelta de la esquina

«Debemos poner los principios en las cosas grandes; para las pequeñas, basta con la

misericordia. Creo que es una magnífica máxima»

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chaban y quisieran entrar en complicidad espiritual con lo narrado y vivido. No tenían que demostrarlo —los atenienses pedían demostración, ¡buenos eran ellos!—, pero sí mostrarlo con su vida de testigos fidedignos. Un testimonio que a miles de cristianos les llevó y sigue llevando a la muerte por creerlo, por vivir esa experiencia íntima y personal de la resurrección. En estas aún nos andamos…

un no creyente viene en mi ayuda

Hace unos días leí a Albert Camus, el premio Nobel de Lite-ratura que escribió El extranjero, La peste, La caída y mucho teatro, y que fue ministro de Educación y Cultura. Camus fre-cuentaba el convento de los dominicos en París y decía ser comunista. Escribió: «He elaborado una máxima para mi uso personal: Debemos poner los principios en las cosas grandes; para las pequeñas, basta con la misericordia». Creo que es una magnífica máxima.

Los principios, en las cosas grandes. Por ejemplo: la Resurrec-ción como experiencia de fe, íntima y personal; y antes, la Encarnación. Entre esos dos polos, cual grandes casquetes polares, se encuentra el resto de las cosas pequeñas que re-quieren misericordia, bondad, comprensión ayuda, servicio, trabajo, oración, esperanza, perdón, gratitud, silencio, acep-tación, éxtasis, maravilla, dolor… Es decir, todo aquello que muestra que uno tiene grandes principios indemostrables. Y que unos y otros se sostienen entre sí: los grandes dan sentido a los pequeños, los pequeños llenan de valor y contenido a los grandes. Y lo que es de suma importancia: unos y otros te mantienen en este enorme campo cargado de futuro que es la vida, la tierra, la humanidad.

Pudiera parecer que me he puesto en exceso teológico, poéti-co y subido de tono para volver a esta sección de Aldebarán que titulaba hace año y medio A la vuelta de la esquina. No lo pretendía; no creo que sea tan alambicado y raro lo que digo. Solo es cuestión de pararse un poco y pensar, contem-plar y comprobar que a la vuelta de la esquina están muchas situaciones gratas y sorpresivas esperándonos. También algu-nas ingratas e inesperadas. Y una de las sorpresas gratas cada primavera, para los creyentes, es la Pascua, esa Pascua florida que debe impregnar todo cuanto hacemos: educación, amor, trabajo, relaciones, viajes, encuentros, juegos, diversio-nes, cansancio, soledad…

un creyente viene en mi ayuda

Tengo un amigo, Felipe, sabio y creyente, profesor en Har-vard —déjenme presumir un poco, estamos en Pascua—, que hace unos días me enviaba dos citas con las que va a encabezar sendos capítulos de un libro sobre arte, arte y religiosidad, que está escribiendo concienzudamente —¡es

en Harvard, oiga; menudos son allí de exigentes!— y que no solo vienen a apoyar esto que estoy diciendo, sino también a mí, en mi búsqueda personal, en la reafirmación de mi fe que necesita no pocas dosis de revitalización. Una es de Miguel de Unamuno en su obra Nicodemo, el fariseo: «Porque no consiste tanto la fe, señores, en creer lo que no vimos, cuanto en crear lo que no vemos. Solo la fe crea». Léanla una, dos, tres veces y verán que es verdad. Solo la fe crea.

La otra es de Michel de Certeau, otro sabio jesuita francés: «Ningún hombre es cristiano solo, por sí mismo, sino en refe-rencia y enlazado con el otro (…). Esta pasión por el otro no es una naturaleza primitiva (…) es una fragilidad que despoja nuestras solideces e induce en nuestras fuerzas necesarias la debilidad de creer».

Sí, parémonos un instante. Pensemos sobre nuestras solideces y, sobre todo, cómo esa pasión por el otro —creo que ningu-na otra experiencia religiosa como la cristiana ensalza tanto la necesidad del otro, convirtiéndolo en pasión— induce a la debilidad de creer. Esa debilidad es la que nos hace fuertes.

* * *

Abro la ventana y huele a campo recién mojado. El rocío mañanero da un brillo especial a todo lo que contemplo. Comienza un nuevo día. Son las ocho de la mañana. «Es Pascua», me digo. Hace unos días, hablando sobre el compli-cado mundo del matrimonio con un señor que pertenece a la junta del Proyecto Hombre, utilizó una expresión muy curiosa: «Como decía un amigo mío: ¡Dímelo a ti!». Pues eso, amigo educador cristiano, seguiremos conociéndonos: es Pascua, el paso del Señor por entre las flores, los árboles, el huerto, las mesas de tus alumnos, los entresijos de tu corazón… Y si me dices: ¡Dímelo a ti! habrás dicho bien.

Seguro que cualquier día nos encontramos a la vuelta de la esquina…

«La debilidad de creer esla que nos hace fuertes»

«Ninguna otra experiencia religiosa como la cristiana ensalza tanto la

necesidad del otro»Fo

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Massimo Borghesi (1953) es profesor titular de Filosofía Moral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Perugia (Italia). Nació en

Sansepolcro, como Piero della Francesca, está casado y tiene tres hijos. Aquí evocamos una entrevista que Lluís Amiguet le hizo para La Vanguardia en diciembre de 2005 porque sigue siendo de actualidad, sigue dándonos que pensar con sus palabras sobre los docentes. Y no es pesimista: «No desespero, porque basta con un buen maestro, un puñado de ellos, para disipar el nihilismo y el caos y dar al futuro sentido y humanidad».

La escuela hoy fracasa, porque falta el maestro.

creo que no están de huelga.

Me refiero a la figura del maestro, que es el sujeto de la educación. El maestro convierte el conocimiento en vida: en experiencia directa. Si el maestro no transforma los contenidos en vivencias que el alumno ve reflejadas en las suyas, educar se convierte en algo…

¿Aburridísimo?

Es mera repetición de fríos contenidos acumulados por discu-tibles criterios programáticos. Y eso es lo que ha hecho hoy nuestra educación: ha matado al maestro y está a punto de matar a los alumnos de puro aburrimiento y desmotivación.

Los enseñantes deberían cobrar más.

El maestro, que ni siquiera se llama ya maestro, se ha trans-formado en un técnico, un mecánico de la información. Y, en consecuencia, la sociedad lo trata como tal: le regatea el sueldo y la consideración social y lo margina del discurso público.

Quejarse, los profesores, se quejan.

Sí, pero, en general y salvo excepciones dignísimas, el maes-tro ha acabado asumiendo ese papel de autómata. Nuestra escuela, nuestra universidad ya no pretenden formar, sino sim-plemente informar y hasta en eso fracasa, porque educarse no es acumular conocimientos, sino discriminarlos: distinguir entre lo importante y lo relativo. Sin esa distinción, los alumnos se pierden en un magma caótico de datos.

Habrá países mejores que otros.

Hay paraísos como Finlandia. Pero es un problema europeo: Francia, Italia, Reino Unido o España sufren el mismo mal.

¿Por qué?

Porque, de los años 60 a esta parte, ha naufragado la con-cepción humanista del universo que alumbró la civilización occidental en un desconcertante relativismo cultural.

¿Puede ser más concreto?

George Steiner, Harold Bloom o aquí Fernando Savater han denunciado antes que yo esa di-misión del ser humano ante la tecnocracia, ante el caos y la nada reglamentada.

¿Más específico?

El conocimiento es el diálogo de un ser humano con quienes lo son y lo fueron en otros lugares y en otros momentos

de nuestra historia como especie. Sin ese diálogo, que convierte los datos en experiencia, los seres hu-

manos de otras culturas y otras épo-cas son eso: pasado y lejanía. Sin ese diálogo ellos están muertos y nosotros huérfanos, perdidos.

Jorge Sans Vila

«Enséñeles a pensar y aprenderán a ser ciudadanos»

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¿Y ahora no dialogamos?

Hoy acumulamos datos sobre el pasado y el mundo creyendo que eso es la cultura, creemos que la educación es asimilar un enciclopedismo banal e inerte. Si nuestra educación no hace sentir a un estudiante el amor que sintió Dante y revivirlo en su amor de hoy por alguien… Entonces, ¿qué sentido tiene Dante? ¡Dante sin vivirlo es un cadáver!

Para hablar con dante y que te entienda un alumno hace falta carisma.

Debe intentarlo, porque si no, el ser humano se disuelve en un magma de ideas sin jerarquía ni sujeto. ¡Nos faltan maestros! Ellos deben conectar lo que sienten sus alumnos con lo que sintió y escribió Dante, lo que ingenió Cervantes y fascinó a Shakespeare.

Para eso hay que leer.

Sin maestro, los alumnos no leen. En lugar de dialogar con Dante, en lugar de hablar de su amor con otros seres humanos que lo escribieron y lo vivieron en otras épocas y otros paí-ses, acaban contrastando sus sentimientos con los programas rosa de la peor televisión. Por eso, sin maestros, tendremos ciudadanos a la altura de esos programas basura, condena-dos a una existencia banal sin profundidad ni sentido. Seres manipulables.

también hay intentos de regeneración.

Las reacciones oficiales se limitan a encerrar al alumno en una cultura nacional, pese a que la educación es universal

por definición: las administraciones ofrecen al estudiante una única identidad nacional, la que interesa a los políticos, para dar sentido a ese caos de datos sin sentido.

Por lo menos que conozcan su país.

Una vez ha dimitido de su labor de formar y ha fracasado al informar, nuestra educación, impotente para dar y exigir al alumno un sentido ético de su vida que le sirva en todas las situaciones, le imparte cursillitos de educación vial o so-bre drogas. ¡Pero qué mejor educación frente a las drogas o la sexualidad que tener un criterio formado de persona ma-dura y responsable! ¿Lo ve? Damos información sin dotarla de sentido. Los estudiantes necesitan auténticos maestros y no cursillos.

Por lo menos, que sepan las señales.

Enséñeles a pensar y ellos aprenderán a ser ciudadanos. Esos cursillos de todo tipo de conocimientos «prácticos», como la obsesión tecnológica, denotan que nuestra enseñanza ha en-terrado primero al maestro y después al ser humano. Sobre la tumba se ha impuesto una tecnocracia neutral educativa.

Mal pagada.

Es la consecuencia de la renuncia a ser maestro de los enseñantes. El maestro hoy es un pequeño robot que comercializa a bajo precio lo que se supone que sabe. Por eso es sustituible por el ordenador.

Esa es la última fantasía tecnocrática: ¡ya no necesitaremos maestros en las aulas! ¡Pondremos ordenadores!

no dé usted ideas.

¡Qué gran fracaso! ¿Cómo puede un ordenador encarnar y revivir los sentimientos y las decisiones de una vida? Me temo que andamos muy perdidos, pero no desespero porque basta un buen maestro, un puñado de ellos, para disipar el nihilismo y el caos y dar al futuro sentido y humanidad.

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Hay lugares sagrados y lugares que no lo son. Hay lugares desbordados de color y formas y lugares áridos y vacíos. Hay lugares que marcan la frontera

entre lo sagrado y lo profano en el mundo. Esos lugares nos obligan a predisponernos con otra actitud diferente a la que tenemos en la vida cotidiana. En occidente esos espacios han tendido a construirse en lugares apartados, enfatizando el ca-mino de peregrinación hacia ellos como un proceso personal de transformación. En oriente es muy frecuente encontrar lu-gares sagrados de grandes dimensiones, grandes complejos arquitectónicos destinadas a la oración dentro de los lugares habitados. Alrededor de ellos la gente vive, convive y trabaja. Pero nunca olvida que está a un paso de traspasar las puertas del paraíso de los dioses. Son grandes ciuda-des que albergan en su in-terior un tesoro, un santuario que los guarda y protege.

El fenómeno de los conjun-tos ciudades-santuario en el hinduismo estuvo pre-sente desde el principio y se fue multiplicando y com-plicando con el tiempo. La tendencia a compartir los lugares sagrados entre dis-tintas confesiones, la con-ciencia de vivir cerca del lugar donde acudir a rezar y la necesidad de recursos humanos para atender las necesidades del complejo dio lugar a ciudades enteras que giraban en torno a la vida del templo. Los recintos se ordenaron, jerarqui-zaron y delimitaron los espacios sacros separándose de los mundanos. Esta demarcación la realizaban las cuatro puertas monumentales o gopuram colocadas en dirección a los cuatro puntos cardinales. La puerta, como lugar de tránsito en todas las culturas y religiones, marca un antes y un después en el creyente. Por eso adquiere un significado profundo de tránsito y se marca con profusión su presencia. Es un lugar para sentir, para hacer consciencia del cambio de actitud, de orientación hacia la meditación y la oración. Es lugar de apertura a los dioses. Sin la gopuram no hay conexión con lo más sagrado. Una conexión que debe hacerse completa, en todas las direc-ciones del espacio. Por eso las puertas de tránsito nunca van solas, se construyen de cuatro en cuatro, y se repiten en el interior, dividiendo también los distintos recintos sagrados para ayudar al creyente a dirigir su oración. Y también crecen hacia arriba, conectando cielo y tierra, lo divino y lo profano.

La ciudad santuario de Madurai, en Tamil Nadu, al sur de la India, correspondiente a las dinastías Pandya, Vijayanagar y Nayaka (s. xii-xvii), tiene sus templos principales dedicados a Shiva y su consorte Minaksi. Conserva once gopuram, toda la muralla, dos templos dedicados a los cónyuges y una inmensa mandapa (sala de baile sagrado) con 987 pilares esculpidos. Las gopuram aportan un colorido brillante y armonioso, puro reflejo de la constante actividad dentro del recinto.

Las gopuram del templo santuario son de aspecto torreado y, con su altura, marcaban la dirección que el peregrino debía seguir para llegar al santuario. De esta manera, adquirieron

una importancia sobresa-liente en el conjunto de las edificaciones sagradas. Son de planta cuadrada y van ascendiendo piramidalmen-te a partir de superposición de pisos con decoraciones de divinidades y motivos ve-getales que se entremezclan en una vorágine escultórica. A partir del siglo xiv, se co-menzaron a decorar con esculturas de madera poli-cromada, produciendo una sensación colorida de gran enjambre narrativo que ex-presa la fecundidad de la

mitología hindú. Este horror vacui de color contrasta con los edificios de la ciudad, subrayando con fuerza la diferencia entre dentro y fuera. Son más altos cuanto más alejados están del centro del santuario. Algunos llegan a los sesenta metros o más. Atravesar la gopuram, por cualquiera de sus direcciones geográficas, es una experiencia religiosa, una transformación interior. Todo su peso y altura sobre la persona, con su color y su sobreabundancia, encoge los corazones, apunta a una realidad superior, predispone para una comprensión mejor de las cosas, más pausada, más prudente, más vital.

Silvia Martínez Cano, profesora del Grado de Magisterio de la Universidad Pontificia Comillas

Las ciudades de los dioses y las puertas al paraíso

iconografía

«La puerta, como lugar de tránsito en todas las culturas y religiones,

marca un antes y un despuésen el creyente»

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3.0EducaciónSecundaria

Para una enseñanza dela religión apasionante, que ayudará a fomentar

los valores cristianosmás importantesen el alumnado

de esta etapaeducativa.

Nuevo Proyecto

Abbacanto

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Católica

Abbacanto 3.0

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1 ESO

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cit

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Nuevo ProyectoEducación infantil

Estela y Biblosayudarán al alumnadode Educación infantil

a conocer a Jesúsy sus grandes obras.

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