DECONSTRUCCIONISMO

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El 8 de Octubre de 2004 muere en París Jaques Derrida, uno de los filósofos más controvertidos del siglo XX. Su propuesta filosófica es conocida como deconstruccionismo, el cual arroja serias dudas sobre la habilidad que posee el lenguaje de representar la realidad en una forma precisa y objetiva. Según el deconstruccionismo, el significado de las palabras cambia continuamente, pues dependen del contexto cultural de cada cual, lo mismo que de su trasfondo y experiencia; de manera que no podemos asignarle a la palabra un significado inherente, estable y universal. De ese modo el deconstruccionismo pone bajo cuestionamiento la noción fundamental de la tradición intelectual de Occidente y que Derrida llama “logocentrismo” (de la palabra griega “Logos” que, entre otras cosas, significa “palabra”). Tal como el término sugiere, las palabras han ocupado un lugar central en la historia del pensamiento como un vehículo confiable de verdad y significado. El deconstruccionismo, en cambio, afirma que toda oración está sujeta a muchas interpretaciones legítimas. En esa Babel moderna, por supuesto, no existe la posibilidad de comunicarnos objetivamente con los demás, ni de alcanzar un conocimiento objetivo de la realidad. Una vez más vemos cómo la negación de la verdad absoluta sumerge al hombre en un laberinto de contradicciones, ya que para negar el significado de las palabras, los deconstruccionistas tienen que

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El 8 de Octubre de 2004 muere en París Jaques Derrida, uno de los filósofos más controvertidos del siglo XX. Su propuesta filosófica es conocida como deconstruccionismo, el cual arroja serias dudas sobre la habilidad que posee el lenguaje de representar la realidad en una forma precisa y objetiva.

Según el deconstruccionismo, el significado de las palabras cambia continuamente, pues dependen del contexto cultural de cada cual, lo mismo que de su trasfondo y experiencia; de manera que no podemos asignarle a la palabra un significado inherente, estable y universal.

De ese modo el deconstruccionismo pone bajo cuestionamiento la noción fundamental de la tradición intelectual de Occidente y que Derrida llama “logocentrismo” (de la palabra griega “Logos” que, entre otras cosas, significa “palabra”).

Tal como el término sugiere, las palabras han ocupado un lugar central en la historia del pensamiento como un vehículo confiable de verdad y significado. El deconstruccionismo, en cambio, afirma que toda oración está sujeta a muchas interpretaciones legítimas. En esa Babel moderna, por supuesto, no existe la posibilidad de comunicarnos objetivamente con los demás, ni de alcanzar un conocimiento objetivo de la realidad.

Una vez más vemos cómo la negación de la verdad absoluta sumerge al hombre en un laberinto de contradicciones, ya que para negar el significado de las palabras, los deconstruccionistas tienen que valerse de palabras a las cuales asignan un significado.

Como alguien ha dicho: “Negar que nosotros podemos comunicarnos es comunicar que no podemos comunicarnos. Es usar palabras para negar que nosotros podemos entender palabras”.

Los deconstruccionistas intentan que sus palabras sean comprendidas de cierta manera. Y es que el hombre, como un ser creado a la imagen de Dios, posee la capacidad de conocer

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la realidad y definirla con bastante precisión (como vemos en Génesis 2:19-20 cuando, por mandato de Dios, el hombre pone nombre a los animales).

El hecho de que no podamos conocer y comunicar la verdad exhaustivamente, no quiere decir que la verdad objetiva no exista o que no podamos conocerla objetivamente.

Pero el hombre necesita un punto de apoyo racional fuera de sí mismo sobre el cual construir su conocimiento de la realidad. Ese punto de apoyo no puede ser Otro que el Dios de verdad que se revela a través de Sus obras y de Su Palabra.

En fin, su Teoría de la deconstrucción, divulgada a través de una fértil producción escrita (La escritura y la diferencia y De la gramatología, por citar sólo dos obras), enseña que en las disciplinas a que se ha hecho mención –y con más propiedad en el lenguaje- hay diversos estratos de significados no necesariamente premeditados, e inclusive hasta incomprendidos por el propio autor.

Al destruir pierdes forma y fondo, al deconstruir, ganas nuevas formas revisando el fondo.

Deconstrucción

La deconstrucción es la generalización por parte del filósofo postestructuralista francés Jacques Derrida del método implícito en los análisis del pensador alemán Martin Heidegger, fundamentalmente en sus análisis etimólogicos de la historia de la filosofía. Consiste fundamentalmente en mostrar cómo se ha construido un concepto cualquiera a partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas (de ahí el nombre de deconstrucción), mostrando que lo claro y evidente dista de serlo, puesto que los útiles de la conciencia en que lo verdadero en-sí ha de darse son históricos, relativos y sometidos a las paradojas de las figuras retóricas de la metáfora y la metonimia.

El concepto de desconstrucción participa a la vez de la filosofía y de la literatura y ha estado muy en boga en especial en los Estados Unidos. Si es verdad que el término fue utilizado por Heidegger, es la obra de Derrida la que ha sistematizado su uso y teorizado su práctica.

El término decostrucción es la traducción que propone Derrida del término alemán Destruktion, que Heidegger emplea en Ser y tiempo. Derrida estima esta traducción como más pertinente que la traducción clásica de destrucción en la medida en que no se trata tanto, dentro de la deconstrucción de la metafísica, de la reducción a la nada, como

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de mostrar cómo ella se ha abatido. En Heidegger la Destruktion conduce al concepto de tiempo; ella debe velar por algunas etapas sucesivas la experiencia del tiempo que ha sido recubierta por la metafísica haciendo olvidar el sentido originario del ser como ser temporal. Las tres etapas de esta deconstrucción se siguen en busca de la historia:

« La doctrina kanatiana del esquematismo y el tiempo como etapa prealable de una problemática de la temporalidad» ; « El fundamento ontológico del cogito sum de Descartes y la retoma de la ontología medieval dentro de la problemática de la res cogitans» ; « El tratado de Aristóteles sobre el tiempo como discrimen de la base fenoménica y de los límites de la ontología antigua».

Sin embargo, si Heidegger anuncia esta deconstrucción en el fin de la Introducción de Sein und Zeit (Ser y tiempo) (§ 8, p. 40 de la edición de referencia), esta parte, que debía constituir, según el plan de 1927, la segunda de la obra, no sido jamás redactada en tanto que tal. Al menos puede considerarse que otras obras o conferencias la bosquejan parcialmente, comenzando por la obra Kant y el problma de la metafísica, publicado en 1929.

Derrida traduce y recupera por cuenta propia la noción de deconstrucción; entinede que la significación de un texto dado (ensayo, novela, artículo de periódico) es el resultado de la diferencia entre las palabras empleadas, ya que no la referencia a las cosas que ellas representan; se trata de una diferencia activa, que trabaja en creux cada sentido de cada uno de los vocablos que ella opone, de una manera análoga a la significación diferencial saussuriana en linguística. Para marcar el carácter activo de esta diferencia (en lugar del carácter pasivo de la diferencia relativa a un juicio contingente del sujeto) Derrida sugiere el término de différance, diferancia suerte de palabra baúl que combina diferencia y participio presente del verbo diferir. En otras palabras, las diferentes significaciones de un texto pueden ser descubiertas descomponiendo la estructura del lenguaje dentro del cual está redactado.

La deconstrucción es un método vivamente criticado, principalmente en Francia, donde está asociada a la personalidad de Derrida. Su estilo, a menudo opaco, vuelve oscura la lectura de sus textos. Sin embargo, la deconstrucción ofrece una visión radicalmente nueva y de una gran fuerza sobre la filosofía del siglo XX.