Decrecimiento económico. Cuando más no significa mejor

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Enfoques Volver a las cavernas, a la barbarie, desandar, involucionar. Esta es la pri- mera crítica a la idea del decrecimiento económico desde el modelo dominan- te de crecimiento. Para uno de sus de- fensores, Vicente Honorant, la crítica anterior no es más que un discurso que no merecería ser rebatido, ya que de por sí presupone una comprensión acrítica de la evolución. Para este autor el decrecimiento “es un llamamiento a mantener lo que hemos conseguido de positivo, como el progreso en el discurso ético y en el conocimiento, prescindiendo de lo negativo, como la adicción consumista o la ignorancia”. Desde al año 1990 estamos viviendo por encima de la capacidad de carga del planeta y en el año 2003, debido al crecimiento del consumo y la pro- ducción, se superó la capacidad de re- generación del Planeta en un 25%. Al aportar estos datos, Giorgio Mosangini, del Col·lectiu d’Estudis sobre Cooperació i Desenvolupament, indica que “estamos consumiendo más recursos naturales que los que el planeta es capaz de pro- ducir –consumimos los recursos que la Tierra ha acumulado durante su exis- tencia– lo cual, desde la lógica pura, es insostenible”. Del intento de abstraerse del sistema económico dominante y de la conciencia de que se han sobrepasa- do los límites del Planeta surge y se re- toma la teoría del decrecimiento. El crecimiento económico ha diluido las nociones de progreso y bienestar, otorgando la máxima importancia a la medición del Producto Interior Bruto (PIB), que a la postre se utiliza como la foto que intenta indicarnos cómo estamos. Pero se trata de un mensaje incorrec- to. Como señala Serge Latouche, uno de los actuales referentes del decreci- miento, “la obsesión del PIB hace que se considere positiva toda producción y todo gasto, incluyendo los que son dañinos y los que se hacen necesarios para neutralizar los efectos de la pri- mera. Si se intenta evaluar la reducción de la tasa de crecimiento tomando en cuenta los daños causados al medio ambiente y todas sus consecuencias so- bre el patrimonio natural y cultural, se obtiene generalmente un resultado de crecimiento nulo o incluso negativo”. “Nuestras estadísticas de crecimiento no hacen ninguna distinción entre la actividad económica que contribuye a nuestro bienestar y la que le causa daño”, señala Ronald Colman, “la con- taminación tóxica, las enfermedades, la tensión y la guerra, todas hacen que la economía crezca”. De qué hablamos cuando habla- mos de bienestar El mensaje es subliminal: “crecimien- to económico = progreso”. La noción de crecimiento económico cumple con las necesidades políticas del neoliberalismo y, para legitimarse, apela al concepto de progreso. Des- de esta perspectiva el crecimiento se convierte en un símbolo de progreso y éste no admite discusiones. Cual- quier obstáculo al crecimiento es un atraso. De esta forma el crecimiento se convierte en el horizonte hacia el cual hemos de dirigirnos. IBEX DO mar may jul 1s 1d En los negocios contaminados de las avenidas de México D.F., el aire en máscaras de oxígeno se obtiene a cambio de dinero. En Nueva York, en los bares donde vociferan las máquinas musicales, puede comprarse silencio por un dólar, con un cassette o CD virgen de tres minutos. Compramos aire, silencio, agua embotellada, vendemos órganos. Esta transformación del planeta en un gran supermercado, así como los desafíos políticos e intelectuales que plantea el ecologismo al actual capitalismo consumista, han cuestionado la idea dominante de crecimiento como progreso humano, y han hecho que ideas como el ‘decrecimiento’ ya no parezcan descabelladas. Decrecimiento Entre las sociedades que tenemos y las sociedades que queremos. Alternativas frente al capitalismo consumista.

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Enfoques

Volver a las cavernas, a la barbarie, desandar, involucionar. Esta es la pri-mera crítica a la idea del decrecimiento económico desde el modelo dominan-te de crecimiento. Para uno de sus de-fensores, Vicente Honorant, la crítica anterior no es más que un discurso que no merecería ser rebatido, ya que de por sí presupone una comprensión acrítica de la evolución. Para este autor el decrecimiento “es un llamamiento a mantener lo que hemos conseguido de positivo, como el progreso en el discurso ético y en el conocimiento, prescindiendo de lo negativo, como la adicción consumista o la ignorancia”.

Desde al año 1990 estamos viviendo por encima de la capacidad de carga del planeta y en el año 2003, debido al crecimiento del consumo y la pro-ducción, se superó la capacidad de re-generación del Planeta en un 25%. Al aportar estos datos, Giorgio Mosangini, del Col·lectiu d’Estudis sobre Cooperació i Desenvolupament, indica que “estamos consumiendo más recursos naturales que los que el planeta es capaz de pro-

ducir –consumimos los recursos que la Tierra ha acumulado durante su exis-tencia– lo cual, desde la lógica pura, es insostenible”. Del intento de abstraerse del sistema económico dominante y de la conciencia de que se han sobrepasa-do los límites del Planeta surge y se re-toma la teoría del decrecimiento.

El crecimiento económico ha diluido las nociones de progreso y bienestar, otorgando la máxima importancia a la medición del Producto Interior Bruto (PIB), que a la postre se utiliza como la foto que intenta indicarnos cómo estamos.

Pero se trata de un mensaje incorrec-to. Como señala Serge Latouche, uno de los actuales referentes del decreci-miento, “la obsesión del PIB hace que se considere positiva toda producción y todo gasto, incluyendo los que son dañinos y los que se hacen necesarios para neutralizar los efectos de la pri-mera. Si se intenta evaluar la reducción de la tasa de crecimiento tomando en cuenta los daños causados al medio

ambiente y todas sus consecuencias so-bre el patrimonio natural y cultural, se obtiene generalmente un resultado de crecimiento nulo o incluso negativo”. “Nuestras estadísticas de crecimiento no hacen ninguna distinción entre la actividad económica que contribuye a nuestro bienestar y la que le causa daño”, señala Ronald Colman, “la con-taminación tóxica, las enfermedades, la tensión y la guerra, todas hacen que la economía crezca”.

De qué hablamos cuando habla-mos de bienestarEl mensaje es subliminal: “crecimien-to económico = progreso”. La noción de crecimiento económico cumple con las necesidades políticas del neoliberalismo y, para legitimarse, apela al concepto de progreso. Des-de esta perspectiva el crecimiento se convierte en un símbolo de progreso y éste no admite discusiones. Cual-quier obstáculo al crecimiento es un atraso. De esta forma el crecimiento se convierte en el horizonte hacia el cual hemos de dirigirnos.

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En los negocios contaminados de las avenidas de México D.F., el aire en máscaras de oxígeno se obtiene a cambio de dinero. En Nueva York, en los bares donde vociferan las máquinas musicales, puede comprarse silencio por un dólar, con un cassette o CD virgen de tres minutos. Compramos aire, silencio, agua embotellada, vendemos órganos. Esta transformación del planeta en un gran supermercado, así como los desafíos políticos e intelectuales que plantea el ecologismo al actual capitalismo consumista, han cuestionado la idea dominante de crecimiento como progreso humano, y han hecho que ideas como el ‘decrecimiento’ ya no parezcan descabelladas.

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Decrecimiento económico:

Entre las sociedades que tenemos y las sociedades que queremos.Alternativas frente al capitalismo consumista.

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E n f o q u e s

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Adoptar el decrecimiento significa, se-gún Latouche, renunciar al imaginario económico, es decir, a la creencia de que más es igual a mejor. El bien y el bienes-tar pueden lograrse con menos gastos. Cuando las ideas del decrecimiento enfocan la dimensión social del bien-estar, surge la parte menos visible de la teoría del decrecimiento, la insoste-nibilidad psicológica. El crecimiento del consumo y la producción han gene-rado estilos de vida altamente depen-dientes de la posesión de bienes ma-teriales. Un hogar occidental decente debe contar con un mínimo de bienes como televisión, ordenador, lavava-jillas, teléfono, mejor dos coches que uno, etc. Estas necesidades artificiales, por ejemplo, obligan a buscar empleo a los dos progenitores que abando-nan literalmente la educación de los hijos ante la televisión, Internet o las instituciones, abandono o sentimien-to de culpa que se suple con mayor consumo de bienes y gastos para el ocio. Este abandono de los procesos formativos hacia la televisión y las instituciones genera una notable uni-

formidad de pensamiento acompaña-da de la ausencia creciente del espíritu crítico. Las adicciones y el estrés son también consecuencias, como lo es el papel central de la satisfacción de los apetitos individuales frente al trabajo por el bien común que se manifiesta como un fenómeno creciente.

Pero lo más preocupante del modelo de crecimiento actual es que se trata de un sistema que se alimenta de sí mis-mo. La ignorancia, el apetito egocén-trico y la uniformidad de pensamiento se retroalimentan determinando una vida cotidiana en la que se percibe que nunca como hoy hemos tenido me-nos tiempo, más necesidad de empleo

–para nuestras necesidades –, más rela-ciones desestructuradas ni más igno-rancia inmediata1.

Adeptos al decrecimientoEn varios países han crecido los adep-tos al decrecimiento, tanto en posicio-nes ideológicas de la nueva izquierda, la derecha antiliberal, como entre el gran público. En Francia, por ejem-plo, un diputado verde de París, Yves Cochet, defendió en agosto de 2008 la provocadora tesis del decrecimiento en la Asamblea Nacional de Francia. El cuestionamiento del actual modelo de crecimiento aparece como una conse-cuencia lógica de la doble crisis econó-mica y ecológica que sacude al planeta. Pocos partidarios del decrecimiento se arriesgan a precisar a qué se parecería la sociedad a la que aspiran. Sin embargo, en 2002 otro de sus impulsores, Vincent Cheynet, intentó ese ejercicio. En “una economía sana (...) el transporte aéreo y los vehículos con motor de explosión estarían condenados a desaparecer (...), reemplazados por barcos a vela, la bi-cicleta, el tren y la tracción animal”. Se

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En los negocios contaminados de las avenidas de México D.F., el aire en máscaras de oxígeno se obtiene a cambio de dinero. En Nueva York, en los bares donde vociferan las máquinas musicales, puede comprarse silencio por un dólar, con un cassette o CD virgen de tres minutos. Compramos aire, silencio, agua embotellada, vendemos órganos. Esta transformación del planeta en un gran supermercado, así como los desafíos políticos e intelectuales que plantea el ecologismo al actual capitalismo consumista, han cuestionado la idea dominante de crecimiento como progreso humano, y han hecho que ideas como el ‘decrecimiento’ ya no parezcan descabelladas.

cuando más no significa mejor

Decrecimiento económico:

Entre las sociedades que tenemos y las sociedades que queremos.Alternativas frente al capitalismo consumista.

El decrecimiento significa renunciar

al imaginario económico, es decir, a la creencia de que más es igual a mejor

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Enfoques

buscaría también “el final de los gran-des supermercados, en beneficio de los comercios de proximidad y de los mer-cados; el final de los productos manu-facturados poco caros, en beneficio de objetos producidos localmente”.

La relocalización de las producciones es una idea compartida por todas las corrientes del decrecimiento, aunque no todo el mundo está de acuerdo con el ideal planteado por Cheynet. Un ejemplo de esta posición común es la publicación de un artículo en la revis-ta Silence llamado “El viaje de un pote de yogurt con fresas”. En el mismo se señala que “ahora, el pequeño frasco de yogurt europeo con fresas incorpora 9.115 km. de transporte desde la vaca le-chera al estante, pasando por la fábrica y el embalaje. Un conjunto de hombres y de mujeres están así relacionados en una acción coordinada, aunque sin co-nocerse, a través de Alemania, Austria, Polonia y Francia. La división del tra-

bajo se internacionalizó. El proceso de fabricación se segmentó. Las empresas se han trasnacionalizado totalmente”.

Lo anterior sustenta la crítica al modelo de crecimiento, ya que como dice La-touche, “lo que angustia es ver técnicas superpoderosas utilizadas sin control por empresas que tienen como única guía la ganancia o por burócratas que no buscan más que la eficacia, en un mundo sin alma, sin coherencia y sin proyecto”. O la posición del director de Le Monde Diplomatique, Serge Halimi, quien denuncia que “son nuestros po-líticos, nuestros representantes quienes deliberada y sistemáticamente han ele-gido descontrolar los mercados”.

Si bien el debate está planteado, el decrecimiento ya no parece una locu-ra. Como indica el filósofo Corneluis Castoriadis, nos encontramos como sociedad a la búsqueda de una nueva creación que ponga “en el centro de

la vida humana otras significaciones que la expansión de la producción y del consumo”, que proponga obje-tivos de vida diferentes que puedan ser reconocidos por los seres humanos como los que realmente valen la pena. “Deberíamos querer una sociedad en la cual los valores económicos hayan dejado de ser centrales (o únicos) –dice Castoridis–, donde la economía esté colocada en su lugar como simple medio de la vida humana y no como fin último; en la cual, por lo tanto, se renuncie a esta loca carrera hacia un consumo cada día mayor. Esto no es solamente necesario para evitar la des-trucción definitiva del medio ambien-te terrestre, sino también y sobre todo para salir de la miseria psíquica y mo-ral de los humanos contemporáneos”.

Kennedy: “Lo que hace que la vida valga la pena”Antes de ser asesinado hace más de treinta años, Robert Kennedy lo expuso de esta manera: “Nuestro PIB (...) comprende también la polución del aire, la publicidad de los cigarrillos y el recorrido de las ambulancias que recogen heridos en las carreteras. Incluye la destrucción de nuestros bosques y la destrucción de nuestra naturaleza. Incluye el napalm y el costo del almacenamiento de los desechos radiactivos. En cambio, el PIB no toma en cuenta la salud de nuestros niños, la calidad de la instrucción, la alegría de su juego, la belleza de nuestra poesía o la solidez de nuestro matrimonio. No toma en cuenta nuestro coraje, nuestra integridad, nuestra inteligencia, nuestra sabiduría. Lo mide todo, salvo aquello que hace que la vida valga la pena ser vivida”.

Latouche S. (2003) Decrecimiento y Posdesarrollo

......................................................................................1 Manzano, V. (2006) Comportamientos de consumo y decrecimiento sostenible.Latouche, S. (2003) Decrecimiento y posdesarrollo. El pensamiento creativo contra la economía del absurdo. Ed. El viejo topo. España.Dupin, E. (2009) El decrecimiento ya no parece una locura. Le monde Diplomatique 12.08.2009Castoriadis, C. (1996) La montée de l’insignificance. Les Carrefours du Labyrinthe IV, Seuil, París.Hamilton, C. (2006) El fetiche del crecimiento. Ed. Laetoli.Espejo, R. (2008) Humanismo radical, decrecimiento y energía: una lectura de las ideas de Iván Illich. Colman, R. www.gpiatlantic.org García, Raúl. (2009) A favor del Decrecimiento Económico.Gisbert Aguilar, Pepa. (2008) Decrecimiento: camino hacia la sostenibilidad.Dávalos, Pablo. (2008) El Sumak Kawsay (Buen Vivir) y las cesuras del desarrollo.Von Weizäcker, E. (2006) The Global Imperative.

Texto: Juan Bernardo Gonzálezy Gonzalo de Castro

Departamentos de Cooperación Internacional y Estudios - Intervida

Ilustración: Eduard Altarriba