Dejours_ La banalización 2

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Colecci6n PsiCOANALISIS, SociEDAD Y CuLTURA

Traducci6n: Beatriz Diez Titulo original: Souffrance en France. La banalisation de ['injustice sociale © Editions du Seuil , 1998 Prohibida la venta en Espana Esta obra cuen ta con el apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia y del Servicio de Cooperaci6n y de Acci6n Cultural de Ia Emb~ad~ de Francia en la Argen tina.

Diseiio de Tapa: Victor Macri

Dejours, Christophe La banalizaci6n de Ia injusticia social- la. ed.- Buenos Aires: Topia Ed itorial, 2006 166 p.; 23x15 em. (Psicoanalisis, sociedad y cultura; 19)

Traducido por: Beatriz Diez

ISBN 987-1185-10-3

1. Psicologla Laboral. I. Diez, Beatriz, trad. II . Titulo COD 158.7

Fecha de catalogaci6n: 28/ 06/ 2006

© Topia Editorial ISBN-10: 987-1185-10-3 ISBN-13: 978-987-1185-10-8

Editorial Topia Juan Maria Gutierrez 3809 32 "A" Capital Federal e-mail: editorial @topia.com.ar

[email protected] web: www.topia.com.ar

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CHRISTOPHE DEJOURS

LA BANALIZACI6N DE

LA INJUSTICIA SOCIAL

CJoJi9t EDITORIAL

Colecci6n Psicoanalisis, Sociedad y Cultura

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CAPiTULO VI

LA RACIONALIZACION DEL MAL

1. El "cinismo viril" como estrategia colectiva de defensa

Y asi , para no correr el riesgo de no ser reconocidos como hom­bres por los otros hombres, para no perder los beneficios de perte­necer a la comunidad de los hombres viriles, para no arriesgarse a que no solo esos hombres, sino tambien las mujeres, los excluyan o desprecien sexualmente, o los consideren dcbiles, cobardes o pol t.ro­nes, hay un gran numero de hombres que aceptan pres tar su concur­so al "trabajo sucio" y transformarse en "colaboradores" del sufri­miento y la injusticia que se cometen contra el otro.

Para no perder la viri lidad. Es la motivacion principal. Pero no per·· der la virilidad noes lo mismo que experimentar el orgullo y Ia dig­nidad de posecr, conquistar o aumentar la virilidad. Y la diferencia se haec sentir con todo su peso. Por el momenta, se trata solo de la expresion de una estrategia de lucha o defensa contra el sufrimien­to, ligada al riesgo de perder Ia identidad sexual. Todavia estamos le­jos del placer, el orgullo y la dignidad del hombre valiente, del hom­bre que goza con el triunfo. Ya vimos (en relacion con la investiga­cion en la industria automotriz, pero lo mismo sucede en otros sec­tares) que son muchos los "colaboradores" que estan orgullosos de ocupar ellugar y el estatuto que les confiere la organizacion.

Sin embargo, Ia investigacion realizada entre los "colaboradores" sugiere que no toda esa buena gente se siente orgullosa de su com­portamiento, en el marco de la configuracion social y psicologica que planteamos. Todo lo contrario. Tener que prestar su concurso a aetas que interiormente se reprueban es algo que puede conducir al sufrimiento moral. Escapar de ese modo a la amenaza de castracion simbolica no anula de manera automatica el sentido moral. A1 pun­to que una conciencia clara de esta situacion psicologica resulta a su vez insostenible. "Despues del fin de Ia guerra, Ia ausencia total en

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los verdugos de arrcpcntimiento, aun c1 mas mfn imo -cuando una sola sci1al de au toacusacion hubicra podido series util en cl tribunal­' sumado a sus inccsantcs afirmaciones sobre que Ia rcsponsabilidad de los crfmenes era impu t:..:1.ble a determinados superiores, pareccn indicar que el miedo a la responsabilidad1 no solo cs mas fuerte que Ia

. . coh.ciencia, sino que en ciertas circunstancias es aun mas fuerte que c1 micdo ala muertc" (Arendt, 1950). Hanna Arendt set1ala aquf un hecho confirmado por la clfnica del "trabajo sucio ".

Para seguir viviendo psfquicamente, participando a la vez en el "tra­bajo sucio" deJa cmprcsa moderna y conservando el sentido moral, muchos hombres y mujercs que adoptan cstos comportamientos vi­riles elaboran colectivamen te "ideologias defensivas" con las cuales se va construyendo Ia racionalizacion del mal.

Hasta el momenta, el proceso descripto corresponde a lo que en psicodinamica del trabajo se define como estmtegias colectivas de defen­sa. Confrontados a Ia orden de hacer el "trabajo sucio", los trabaja­dores con responsabilidades de supervision deben enfrentar cl ries­go psiquico mayor de perder su identidad etica o, retomando cl con­cepto de Ricoeur, su "ipseidad" (Ricoeur, 1987).

La estrategia colectiva de dcfensa consiste en oponer una negacion colectiva al sufrimicnto que surge de tener que hacer las "tareas su­cias". Ademas de no tenerle micdo, los hombres minimizan Ia ver­guenza. Para haccrla insignificante, Began incluso a la provocacion. Problemas eticos no hay. "Es el trabajo. jPunto!". "Es un trabajo co­mo cualquier otro".

Como Ia simple negacion no siempre es suficicn te, le dan mas pe­so con la provocacion. En mis investigaciones de estos l'1ltimos aiios descubri que los cuadros organizan a veces concursos en los que po­ncn en csccna su cinismo, su capacidad de hacer mas de lo que se lcs pide y de anunciar cifras de Jimpieza de personal fabulosas en rela­cion con el pedido de la direccion ... mostrando siemprc que no son bravuconadas. Van a cumplir los objetivos que anunciaron con voz bien alta en reunion de directivos o de cuadros, como si estuvieran en un rematc, subiendo Ia ofer ta. Los Haman "cow-boys" o "asesinos". Los otros cuadros presentcs se sien ten impresionados, pero sostie­nen Ia broma y participan en ella subicndo tam bien Ia ofer ta. Y Ia provocaci6n no sicmpre se detiene en numeros y palabras. Algunos hacen tambien declaraciones enfaticas ante sus subordinados o en plena fabrica, para probar que no tienen miedo de mostrar a los ojos

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de todos su coraje y su determinacion, tanto como Ia capacidad de hacer frente al odio de aquellos a quienes van a infligir el mal. Yasf se organizan pruebas en las que -con un gcsto, una circular, una co­rnunicaci6n interna, un discurso publico, etc.- cada cual debe de­rnostrar que forma parte del colectivo de los encargados del "traba­jo sucio".

Los que participan en estas pruebas salen de ella agrandados por Ia admiracion o Ia estima, o por el reconocimiento de sus pares. jSon hombres - o mujeres- que sf que tienen audacia, determinacion y huevos! La virilidad se somete repetidamente a pruebas que juegan un papel importantlsimo en Ia construcci6n del celo de los encarga­dos del "trab~o sucio". Y despues viene el festejo, con una comida generalmente realizada en restaurantes de renombre, gastando mu­cho dinero en brindis con vinos caros y bromas subidas de tono y so­bre todo muy vulgares, que contrastan con el refinamiento del Iugar y comparten el comun denominador de ponerse bajo e l signo del ci­nismo, reiterando el partido tornado en Ia lucha social, cultivando el desprecio por las victimas }' afirmando al terminar el agape los con­sabidos lugares comunes sobre la necesidad de reducir los beneficios sociales y restablecer el equilibria del Segura Social, junto con el de los indispensables sacrificios que hay que ofrecer para salvar el pais del naufragio econ6mico, y Ia urgencia por reducir gastos en todos los sectores (y esto no deja de ser divertido observando Ia cuenta de tamaiia ceremonia).

Estas pnicticas funcionan como rituales de conjuro. Otras formas especificas de estos rituales aparecen en cada una de las estrategias colectivas de defcnsa que se implementan contra el sufrimiento en el trab~o. El discurso sobre Ia racionalizaci6n y Ia autosatisfaccion de los cuadros pierde toda contenci6n en estas sesiones, que no son pu­blicas. Forman parte de Ia cara oculta del "trabajo sucio". Solo tienen acceso a ellas las elites de Ia empresa que , por su estatuto y la calidad de los servicios prestados a Ia misma, se creen protegidas del riesgo de encontrarse a su vez, un dia, en el carro de los condenados al des­pido. Estas sesiones deben asociarse al maltrato que se da a los nue­vos ingresantcs en las escuelas superiores de ingenieros, y a las prue­bas que prccedcn a cualquier ceremonia de entronizaci6n, como ca­minar sobre las brasas o saltar con un elastica ... Tambien recuerdan las fiestas -"taunus"- de las salas de guardia de los hospitales, donde los residentcs de clinica, cirugia o reanimaci6n organizan verdadc-

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ras orglas basadas en un alarde de desprecio por los valores del de­cora, el cuerpo humano y Ia personalidad pslquica, por la libertad espiri tual y las creencias religiosas y morales. Estas fiestas se inscriben en el marco de las estrategias colectivas de defensa que los medicos construyen contra cl miedo a Ia sangre, al sufrimiento, la mutilaci6n, e1 dolor, Ia enfermedad, Ia vejcz y Ia muerte .

Las comidas que reunen a los cuadros "colaboradores" se organi­zan a vcces lmga manu, sin fijarse en gastos. Cualquier ocasi6n puc­de servir como pretexto para aprovechar ]a generosidad de Ia em pre­sa. En general, se realizan como cierre de los seminarios de forma­cion de cuadros, en hoteles de lujo, con un buen humor muy moti­vado por Ia ebriedad y Ia satisfacci6n de gozar de los privilegios re­servados a los ricos y poderosos.

Y estamos as! muy pr6ximos de Ia transformaci6n de la "estrategia colectiva en defensa del cinismo viril" en "ideolog1a defensiva del rcalismo econ6mico".2

2. El realismo economico como ideologia defensiva

La ideologla del realismo econ6mico, si nos remitimos a lo sugeri­do por la clfnica consiste -mas alia de la exhibici6n de virilidad- en haccr pasar el cinismo por fuerza de caracter, por determinacion y por un alto grado de sentido de la responsabilidad colectiva, de ser­vicio prestado ala empresa o a! servicio publico, o de sentido civico y sentido del intcres nacional, en todo caso un alto grado de sentido de los intereses supraindividualcs. Estas cualidades ponderadas co­lectivamente se ven pronto asociadas a Ia formaci6n de 1a idea de pertenencia a una elite, implicada en el ejercicio y la implementaci6n de una Realpolitik. Es decir que todo serla hecho en nombre del rea­lismo de Ia ciencia econ6mica, de Ia "guerra entre empresas" y por el bien de la naci6n (supuestamente amenazada de aniquilaci6n por la competencia econ6mica internacional). Los otros resultan vlcti­mas. Pero es inevitable. Para completar este dispositivo de ideolog1a defensiva, algunos pretenden incluso que el "trabajo sucio" sc hace de mancra racional y cientifica, por supuesto, y no a tientas. En pri­mer Iugar pasan a despido los peores, los viejos, los r1gidos, los estan­cados, los que no pueden seguirle el ri tmo al progreso, los rezaga­dos, los que se quedaron en el pasado, los que fueron dejados atras, los irrecuperables. Yademas, hay muchos perezosos en tre esta gen­te, hay aprovechadores, o gente difici1.

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0 sea que, para darle un remate ala ideologia defensiva, se va di­bujando progresivamente la referencia a la selecci6n. Cumplicndo con la condici6n de una selecci6n seria, rigorosa y cientifica, el "tra­bajo sucio" pasaria a ser limpio y legitimo: evaluaci6n de competen­cias, evaluaci6n de calificaciones y titulos, "recualificaci6n" (como en France Telecom), entrevista anual, notas atribuidas ... todas las tecnicas y todos los protocolos pseudocientificos son validos para for­mar los listas de condenados al despido que van a liberar a Ia em pre­sa de panisitos e improductivos. Y asf, el "trabajo sucio" se transfor­ma en un trabajo de limpieza, de peine fino3 expresiones que abun­dan en el discurso de los "colaboradores". Entre esta buena gente­reticente en parte al comienzo- hay algunos que a veces sienten cul­pa una vez mas. Pero esta culpa se limita a activar las estrategias de defensa que transforman el mal en bien, el "trabajo sucio" en virtud y coraje, y llevan a una participaci6n frenetica en Cl. Esta participa­ci6n se traduce en una suerte de acoso constante sabre el otro, en una hiperactividad y autoaceleraci6n de caracter defensivo, como la que se observa en numerosas situaciones de trabajo cuando por este medio Ia gente se "aturde", tapa Ia voz de la conciencia y Ia reempla­za por cansancio (los trabajadores sociales, por ejemplo [Dessors y Jayet, 1990] o las enfermeras que caen en el "kaporalismo" [Moli­nier, 1997]).

La radicalizaci6n de esta estrategia colectiva de defensa desembo­ca, mas alia de la psicologia espontanea de desprecio por las victi­mas, en una cultura del desden hacia quienes son excluidos de la em­presa por reformas de estructura y limpieza de personal, o no logran realizar los esfuerzos suplementarios que se lcs solicitan en cuanto a carga de trabajo e intensificaci6n del compromiso. Tambien ellos son simplemente unos flojos (no tienen los atributos de Ia virilidad y son seres debiles sin fuerza de caracter) y Ia selecci6n los deja de la­do con toda raz6n. En tiempos de "guerra econ6mica" lo que se ne­cesita noes gente desanimada ni deprimida. El ciclo se completa y se cierra cuando Ia estrategia colectiva de defcnsa confluye con el pro­ceso de racionalizaci6n4 para alimentarlo y sustentarse en el. Ya csta­mos en plena ideologia defensiva, y la violencia se perfi la en el hori­zonte.

Esta gente buena al inicio, que se defiendc contra el sufrimiento de la verguenza, es la que ahora se transforma en defensora de Ia Realpolitik y sustenta, sin inhibiciones, la mentira comunicativa que

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analizamos en el capitulo N, otra vez en nombre del realismo cienti­fico y politico y del discurso de racionalizaci6n que transforma la mentira en verdad. La buena gente, cercana ala d irecci6n o creyen­dose cerca de ella por su participaci6n en el "trabajo sucio", se hace propagandista del poder y Ia racionalidad estrategica de la empresa.

Finalmente, Ia buena gente es Ia defensora mas elocuente de lara­cionalidad estrategica en Ia sociedad civil, pero su compromiso es el termino de un proceso en el origen reactivo y de defensa.

3. El comportamiento de las victimas al servicio de Ia racionalizacion

La racionalizaci6n nose interrumpe exactamente aqui. Ahora va a encontrar su sustento y justificaci6n en el especticulo que ofrecen las victimas.

Los que sufren estas relaciones de dominaci6n y soportan el des­precio, Ia injusticia y el miedo, a veces adoptan comportamientos de sumisi6n, ode servilismo, que 'justifican" a su vez el desprecio de los lideres y "colaboradores". Pero el "trabajo sucio" tiene tambien otras consecuencias. Los despidos masivos conducen a Ia precarizaci6n del empleo, pero no siempre lo suprimen. No se toma nuevo perso­nal, pero se recurre a empresas tercerizadas que emplean personal interino, trabajadores extranjeros sin permiso de residencia ode tra­bajo, trabajadores con problemas de salud, sin la calificaci6n reque­rida, que no hablan frances, etc.

En ciertos casos, asistimos a pra.cticas que recuerdan Ia t:rata de es­clavos, tanto en Ia construcci6n y Ia obra publica, como en el mante­nimiento de centrales nucleares o fabricas quimicas, o en empresas de Jim pieza. Este recurso sistematico, en cascada, a empresas contra­tadas termina a veces por formar una "reserva" de trabajadores con­denados ala precariedad permanen te, Ia subremuneraci6n y una fle­xibilidad alucinante del empleo, obligados a pasar permanentemen­te de una empresa a otra, de una obra a otra, viviendo en lugares im­provisados, campamentos que se instalan en Ia cercania de las em­presas, casas rodantes, etc. A fuerza de vivir migrando de un extrema al otro del pais, o de toda Europa, algunos trabajadores no pueden volver a sus casas y ya no tienen fran cos, vacaciones o horarios de tra­bajo claros ... hasta que el agotamiento, Ia enfermedad o los acciden­tes hagan prohibitorio para ellos todo acceso al empleo. Algunos tra­tan de adaptarse llevando con ellos a su familia en una casa rodante.

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La mayoria cae en crisis familiares que terminan en ruptura y divor­cio. Esta vida, que se parece a Ia de los obreros del siglo XIX, condu­ce inevitablemente a practicas de sociabilidad fuera de toda norma. Se recurre al alcohol y especialmen te a las drogas, que caiman tran­sitoriamente Ia dcsesperacion y Ia infelicidad. La prostitucion acom­pana inevitablemente esta desorganizacion de las costumbres. El si­da se desarrolla mas que en otras partes, y el sida da miedo, divide a Ia gente, introduce Ia desconfianza y Ia segregacion -Ia ghetizacion­en las puertas mismas de Ia empresa.

Con estos trabajadores se enfrenta el personal permanente de Ia empresa encargado de la vigilancia del trabajo y del control, en quien despiertan desconfianza, rechazo y hasta condena moral. Da­do el estado en que se encuentran , muchas veces estos trabajadores cometen errores en su tarea, y para colmo los esconden, como resul­tado tanto de Ia incompetencia y Ia falta de calificacion, que hay que disimular, como de Ia presion y los abusos incontrolables de los jefes y gerentes de Ia empresa contratada. Y asl, contra su voluntad, estos trabajadores pueden ser causa de fallas en Ia produccion, pueden al­terar Ia proteccion y Ia seguridad, con consecuencias negativas para el personal permanente de Ia empresa contratante.

Noes dificil en tender que la presentacion exterior, el habitus y mo­do de vida de estos hombres que sufren discriminacion social ali­mentan el discurso elitista, racista y despreciativo de los Ilderes y co­laboradores del "trabajo sucio", avidos de racionalizacion.5

El fin buscado por la injusticia es que, al cabo de todo, esa realidad social que ella misma genera confirme el realismo economico como ideologfa defensiva, en la que defin itivamente se ha infiltrado una mentalidad individual y social esponcinea de desprecio, marcada por el darwinismo social.

En resumidas cuentas, observamos que Ia racionalizaci6n de la men­lira (ul tima etapa de Ia estrategia de distorsion comunicativa) pro­ducto de Ia ideologfa defensiva es indispensable para lograr que re­sulte socialmente eficaz esta mentira del "trabajo sucio" y el trabaj o del mal. La banalidad del mal -el alistamiento masivo de Ia buena gente a) servicio de Ia colaboracion- pasa por un proceso complica­do que permitc eludir el sentido moral, sin Ilegar a abolirlo. La inver­sion de la razon practica en los "colaboradores" pasa necesariamen­te por una "estrategia de dis torsion comunicativa" eficaz. Y Ia eficien­cia de esta estrategia depende enteramente de Ia racionalizacion , en

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tanto Have que cierra el proceso de la mentira y confiere al colabora­dor orgullo y entusiasmo en Ia entrega al "trabajo sucio" sin Ia obli­gaci6n de asumir Ia responsabi lidad, puesto que todo el proceso en que parti cipa esta organ izado y piloteado por los directores de un · dispositive en el que el, en resumidas cuen tas, no es mas que un su­bordinado obecliente que apor ta simplemente su celo. Yen este es­quema nose consiclera que obedecer es asumir una responsabilidad. Todo lo con trario: obedecer es descargarse de una responsabilidad.

4. La cienda y Ia economia en la racionalizacion

La buena gen te que elige colaborar piensa que su opci6n esta legi­timada por Ia "logica economica", segun ellos la entienden . En ulti­ma instancia, nose trataria de una eleccion, en la medida en que esa injusticia de la que son instrumento es algo inevitable. Estaria en la naturaleza de las cosas, en la evoluci6n hist6rica, en esa "globaliza­cion " de la economia con Ia que nos machacan todo el tiempo. To­cia decision individual de resistencia y toda negativa a obedecer re­sultan inutiles y, sobre todo, absurdas. La maquina n eoliberal esta en marcha, y nadie sabe detenerla. Nadie puede hacer nada. La opci6n ya no estaria entre sumisi6n y rechazo, a nivel individual o colectivo, sino entre supervivencia y desastre. La derrota del socialismo real muestra que solo la economia liberal es crefble . El que se basa en Ia mentira economica es el socialismo, mien tras que el neoliberalismo estaria fundado en el realismo de la racionalidad instrumental y res­petaria las !eyes que, para la admin istracion y gesti6n de los asuntos nacionales, estan basadas en la referencia ul tima ala verdad cientifi­ca.

Esta "verdad", que situa defini tivamente la logica econ6mica en el comienzo de los asuntos humanos -como en el comienzo era Dios-, hoy sugiere que la salvaci6n , o la supervivencia, estan en el entusias­mo con el que cada cual presta su concurso a Ia lucha contra Ia com­petencia. La opci6n no estaria en tre obediencia y desobediencia, si­no entre realismo e ilusion. En esta nueva coyuntura mundial, la sal­vacion colectiva radicaria en Ia manera de conducir la guerra entre empresas. La naturaleza de la violencia ya no seria poli tica o moral, sino econ6mica.

En la referencia a Ia guerra economica se invita a suspender todo debate moral. "jA Ia guerra como en la guerra!" La ciencia estaria en

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condiciones de reemplazar Ia argumen taci6n moral y la gesti6n no seria mas que Ia aplicaci6n, fuera del campo etico, de la ciencia. Re­]1llsarse a colaborar impl icarfa rechazar la gravi taci6n universal. Oponerse a Ia cen tralidad de lo economico seria como adop tar la posicion de la Iglesia cuando, en tiempos de Galileo, se opuso a! h e­]iocentrismo que estaba reemplazando Ia creencia en la cen tralidad c6smica de Ia tierra. Oponerse a! arden economico serfa no solo una tonteria sino tambien la marca del oscuran tismo.

Por supuesto, asi como nadie tiene individualmente los medios de verificar la teoria de Galil eo, Copern ico, Kepler o Ne,vton, la buena gente no tiene ningun medio para verificar o someter a algun equi­po experimen tal el cen trismo econom ico que quiere pasar por h elio­centrismo en el fin del milen io. La creencia en la ciencia, que tratan de hacer pasar por erudici6n , funciona aqui de hecho como imagi­oario social y descalifica toda reflexion moral y polltica. Y asl, la co­!aboracion en el "trabajo sucio" puede conferir a los colaboradores el es tatuto de ciudadanos. esclarecidos.

Nu estro ana.Jisis conduce a la posicion inversa. No es la racionali­dad econ 6mica la que causa el trabaj o del mal, sino el alistamiento progresivo de la mayo rfa en el trabaj o del mal adoptando el argu­men to economicista como media de racionalizaci6n y justifi caci6 n posterior de Ia sumisi6n al trabajo sucio y la colaboraci6n en ei. Y aqui es conveniente distinguir dos terminos con vocacion an tinomi­

' ca: racion alidad y racionalizaci6n.

5. "Trabajo sucio" , banalidad del mal y borramiento de las huellas

Hoy en d fa, para el trabajo sucio, las empresas con tratan a titulares de diplomas co rtos (dos at1.os). Especialmente para eltrabajo sucio con las empresas con tratadas. En una universidad de Par i's, incluso, se propane a los estudian tes rccien sal idos del bach illerato una ca­

; rrera de especial ista prictico que dura cinco aii.os y se denomina "DESS (diploma de estudios superiores especializados) de DRH (Di­rector de Recursos Humanos), opci6n despidos".

De man era que u na parte de Ia poblacion , especialmen te los j 6ve­nes privados de la transmisi6n de ]a memoria del pasado por los vie­jos empleados separados de la empresa, se ve ll evada a prestar su concurso al "trabajo sucio", siempre en nombre del rcalismo ccon6-mico y de la coyuntura. Todos sostienen, voluntaria o involun taria-

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mente, Ia tesis de Ia causalidad del destino en el origen de Ia presen­te infelicidad social, una causalidad sistemica y econ6mica. Cometer cotidianamente injusticias contra los tercerizados, amenazar con el despido a los que trabaj an y plantear ]a gesti6n del miedo como in­grediente de Ia autoridad, el poder y la funci6n estrategica son aetas ban ales para estos j6venes seleccionados por Ia empresa. El recluta­miento de profesionales j6venes, facilmente seleccionados en la rna­sa de candidates en busca de empleo sobre la base de criterios ideo-16gicos que pretenden no serlo, la ausencia de transmisi6n de Ia me­moria colectiva resultado del despido de los viejos empleados y el bo­rramien to de las huellas a que nos referimos en el capftulo dedicado a Ia estrategia de distorsi6n comunicativa forman un dispositive de gran eficacia para evitar Ia discusi6n sabre las practicas de gerencia­miento en el espacio publico. La sociedad civil no recibe informacion di­recta sobre los usos banalizados del mal en la empresa. El borramiento de las huellas impide que prosperen las demandas judiciales y que las etapas de instrucci6n den Iugar a los correspondien tes juicios, que podrfan ser recogidos por la prensa. Cuando se hacen, estos juicios escandalizan a Ia sociedad civil (ver el ejemplo de Forbach, in Zer­bib, 1992), pero esta ignora el verdadero alcance del problema, la extension alcanzada por estos usos inicuos en los ultimos quince aiios. AI punta que Ia incredulidad es regia frente a las informacio­nes que a veces trascienden los Hmites de Ia empresa. Cada vez que un "caso" puede manifestarse, se lo toma como excepcional. Yes gra­cias a este dispositive que todos, incluso aquellos que tienen una experien­cia concreta individual de las iniquidades cometidas en nornbre de la racio­nalidad econ6mica, si un dia Ia men tira es derrotada, podran decir: "Yo no lo sab!a".

1 Subrayado por mf.

2 "La ideologfa defensiva de Ia profesi6n" es el resultado de una radicalizac i6n de Ia estrategia colectiva de defensa, que no tiene Iugar de man era sistematica pero cs po­sible en las situaciones en que el sufrimiento parece no tcner esperanza de remisi6n (Dejours, Recherches plychamalytiques sur le corjJs, Payot, 1989).

3 En Francia se usan las metaforas "desengrasar", "desempolvar", "l impiar al vado" (Nota de l traductor).

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4 En el sen tido dado a este termino en el capitulo IV, 6.

5 y los que tratan de luchar contra la corrien te de segregaci6n social de ben desplc­gar todo su ingenio para resistir, dado el grado maylisculo de dcsequilibrio e n la lu­

cha.

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CAPiTULO VII

AMBIGUEDADES EN lAS ESTRATEGIAS DE DEFENSA

1. La alienaci6n

En mis investigaciones sobre el trabajo realizadas con posterioridad al seminario "Placer y sufrimiento en el trabajo" de 1986-1987, m e he esforzado por desarrollar la psicodinimica del placer en y del traba­jo como mediador irreemplazable de Ia reapropiaci6n y la emanci­paci6n (Dejours, 1993 b). Aunque las relaciones sociales de trabajo son en primer Iugar relaciones de dominaci6n, aquel puede permi­tir Ia subversion de estas mediante Ia psicodinimica del reconoci­miento. Del reconocimiento que haec el otro de Ia contribuci6n del sujeto ala gesti6n del desfasaje entre Ia organizaci6n prescripta y la organizaci6n real del trabajo (Cf. capitulo I). Este reconocimiento de Ia contribuci6n del sujeto a Ia empresa y su desarrollo mediante el trabajo es una apertura a la reapropiaci6n. Cuando la dinimica del reconocimiento funciona, el sujeto goza de una retribuci6n sim­b6lica que puede inscribi rse en el registro de la autorrealizaci6n, dentro del campo social. Estas investigaciones siguen Ia orientaci6n te6rica fundamental propuesta por Alain Cottereau (1988), segun el cual es necesario adoptar una posicion de pruden cia te6rica ante e l concepto de alienaci6n y, por principio, disociar dominaci6n y alie­naci6n . Esta posicion me parece hasta el dfa de h oy plenamente jus­tificada y de gran potencia heurlstica para la investigaci6n. Alain Cot­tereau la formula como reacci6n a ciertas tendencias para el dema­siado teiiidas de "sociologismo vulgar", descubiertas en mi ensayo Tmbajo: desgaste mental. En la parte final de ese libro, yo planteaba efectivamente e l problema de la alienaci6n, que me pareda inevita­blemente implicado en Ia cllnica de la psicopatologla del trabajo . En aquella epoca me impresionaba fuertemente el poder que tenian las restricciones de trabajo en Ia generaci6n de Ia alienaci6n y Ia violen­cia. No en forma clirecta, como muchas veces se cree a! senalar la "in-

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teriorizacion" de esas restricciones, sino mediante estrategias de de­fensa contra el sufrimiento: las estrategias colectivas de defensa -co­mo las que surgen en la construccion y la obra publica o la industria qulmica- y las estrategias individuates de defensa -como ]a represi6n pulsional que aparece en los trabajadores sometidos a un trabaJo re­pctitivo de ritmo con tinuado-, defensas que a mi pareccr plantean un pcligro potencial para Ia autonomia subjetiva y moral. El trabaJo resulta asi esencialmente ambivalente. Puede generar infelicidad, alienacion y enfermedad mental, pero tambien puede ser el media­dar de la autorrealizacion, la sublimacion y Ia salud.

El problema del mal, analizado en el marco de este ensayo, retoma el problema inicial de la alienaci6n. Yo habia seiialado haec tiempo los daiios afectivos y cognitivos generados por el trabajo repetitivo de ritmo continuado. El cierre de todo acceso a Ia sublimacion en el re­gistro psiquico favorece la emergencia de Ia compulsividad y la vio­lencia, y esto me parecia evidente, en particular en Ia clfnica de los daiios humanos ocasionados por la transferencia de Ia produccion en serie a los paises de America Latina (Thebaud-Mony, 1990).

La cuestion del mal tuvo que ser planteada de una manera total­mente nueva con la emergencia de conductas inicuas generalizadas en contextos organizativos diferentes de la cadena fordista, especial­mente en el marco de los nuevos metodos de direcci6n de empresas y de gerenciaci6n , asi como en el de las nuevas tecnologias (como Ia produccion nuclear) y las empresas llamadas "de tercer tipo" (elmo­delo japones, Ia gerenciaci6n de las multinacionales norteamcrica­nas en Francia, etc.).

El analisis de la injusticia comctida contra el otro, como forma ba­nalizada del gerenciamiento, sugierc una revision de la in terpreta­cion de la experiencia nazi. Esta hubiera sido imposible sin el traba­jo rnasivo del pueblo aleman en provecho del mal, con ei uso gene­ralizado de Ia mentira, Ia crueldad, etc. ~Responde este trabajo masi­vo a "causas" exteriores al trabajo (violencia, amenaza de muerte, dis­ciplina y control militar, etc.), con su resultado de consen timien to in­voluntario y resignacion, o bien a "causas" end6genas, inherentes al trabajo, explotadas de manera especifica solo por el regimen nazi?

Pase mucho tiempo buscando Ia respuesta a esta pregunta. cSera posible que este en un juego de palabras? ~Trabajo del mal sera tam­bien trabajo del rnacho?l ~Sera la virilidad en el trabajo el dispositi­vo que abrocha el trabajo del mal? Es esta la conclusion a que con-

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duce el analisis psicodinamico de las situaciones de trabajo. En sustancia, el regimen nazi, como todos los regimencs totalita­

rios, lagro que una parte de Ia poblaci6n tomase el mal par bien, o por lo menos pudiese blanquearlo, a un punto tal que conseguimos identificar ciertas formas de masacre en las que no solo se banaliza­ron Ia crueldad, Ia violencia y Ia des tructividad, sino que ademas fue­ron comprendidas, en ultima instancia, como muestras de sublima­ci6n. jEl colmo! ~Pero que es esto? Hablando de Eichmann, Hannah Arendt subraya que no era perverso, que Ia sangre le provocaba re­pulsion, que habia pedido incluso que lo dispensasen de visitar los campos de concentracion , y se consideraba como un hombre mas bien sensible .

El tema es re tomado por Christopher Browning, en Ia huella de Hannah Arendt y de manera magistral. C. Browning muestra que Ia mayoria de los gendarmes enviados al Este para proceder a Ia depu­racion etnica no experimentan ningun goce en su tarea de ejecutar, hora tras hora y dia tras dia, a inocentes sin posibilidad de defender­se. Duran te el aprendizaje del "trabajo de exterminacion " que reali­zan en sus puestos mismos, estos gendarmes van a concentrar su preocupacion, muy pronto y de modo exclusivo, en Ia ejecucion del trabajo. Matar lo mas nipido posible el mayor numero posible de ju­dios. Para eso ponen a punto ciertas tecnicas: tecnica de las capas su­cesivas de judios acostados boca abajo sobre los cuerpos aun calien­tes del grupo ejecutado previamentc, tecnica del tiro a quemarropa en Ia nuca, guiado med iante Ia aplicacion de Ia bayoneta sabre el cuello, porquc Ia bala demasiado baJa no siempre mata, y demasiado alta destroza el craneo, con el resultado de grandes salpicaduras de sangre, cerebra y hueso que se pegan a las botas, los pantalones y el borde de Ia chaquetilla del gendarme-asesino (Browning, 1992, pigs. 79/ 97).

El resorte de esta actividad no es manifiestamente Ia perversion si­no Ia gestion mas racional posible de Ia relacion entre tarea y activi­dad, en tre organizacion prescripta y organizacion real del trabaJo. Desprovista de toda excitacion y de todo goce, esta actividad queda legitimada o por lo menos blanqueada en los discursos ideologicos pronunciados con una cierta recurre ncia por la j erarqufa militar al retornar del terreno de cxterminaci6n los gendarmes-asesinos, quie­nes reciben e1 reconocimiento por el trabajo bien hecho. Una activi­dad totalmente deserotizada, que puede impresionar como actividad

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sublimatoria . .. jLa violencia como sublimacion! ~Cuales son los procesos psfquicos implicados en esta alquimia que

transforma la abominacion en sublimacion? La violencia impulsiva, compulsiva, colerica, furibunda no es considerada nunca como un valor en la exterminacion de los judios. Estos califi cativos pueden servir a lo sumo como circunstancias atenuan tes en el juicio a la vio­lencia. Pero la violencia frla , reflexiva, estrategica y premeditada, co­metida por un individuo motu propio yen su propio in teres tam poco cs considerada como un valor. A1 con trario, en este caso los califica­tivos hacen de ella una circunstancia agravante en el j uicio a Ia vio­lencia.

La violencia, la injusticia, el sufrimiento infligidos al otro solo puc­den ubicarse del lado del bien si han sido cometidas en el marco de una obligaci6n de trabajo o de una "misi6n" que estaria sublimando su sig­ni.ficaci6n.

Ademas de estas relaciones entre violencia y sub limacion, es preci­so examinar Ia relacion entre culpa, miedo y viri lidad. El valor cons­tituido por la capacidad viril de infligir la violencia a! otro sin fla­quear solo puede 'justificarse" en el plano etico si el "coraje" que es necesario manifestar en la ejecucion del mal esti puesto a! servicio de una actividad, la guer ra u o tro trabajo en un contexto de peligro colectivo (perder la guerra y el riesgo de represalias). Si no, el paso de la posicion del que puede resistir en cl ejercicio de la violencia a la de torturador (ode verdugo y agente que ejerce la violencia por sf mismo) seria sospechoso, podrfa estar motivado por el placer de hacer el mal y se lo considerarfa perverso. Yasi, tanto Ia dimension del apremio que obliga como la dimension utilitarista son inseparables de Ia "justi.ficaci6n" de la violencia, la injusticia o el sufrim iento infli­gido a otro . Pero Ia justificacion del ejercicio de Ia violencia no pue­de neutralizar el miedo. A lo sumo Iibera al suj eto de Ia culpa o laver­guenza, pero no del miedo. Ademas, Ia justificaci6n funciona a su vez como un Hamada, o por lo menos como una obligacion de con­tinuar. Al miedo manifiesto quedan asociadas las nociones desprecia­tivas de cobardia y debi lidad. La '~rilidad termina sostcniendo la lu­cha contra las manifestaciones del miedo, prometiendo prestigio y seduccion a quien enfrenta la adversidad e, inversamente, amena­zando al que huye con la perdida de su identidad sexual masculina.

El coraje, en estado puro, sin la adjuncion de la \~ ri l idad , es una

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conquista profundamente individual. Poco frecuente. Y nunca se lo­gra en forma definitiva. El miedo siempre puede volver a surgir, si es cierto que su neutralizaci6n fue completa. El coraje sin virilidad puc­de desplegarse en el silencio y la discreci6n, y evaluarse en el fuero intimo. Puede prescindir del reconocimiento del otro.

En cambio, la viri lidad es una conducta cuyo valor es ta cautivo y de­pen de fundamen talmente de Ia validaci6n del otro. El coraje esta esencialmente ligado a Ia autonomfa moral y subje tiva, mientras que Ia virilidad muestra la dependencia de Ia mirada del otro.

El coraje viri l necesita un teatro publico y su puesta en escena. So­lo es viril aquel a quien Ia comunidad de per tenencia de los hombres viriles rcconoce como tal. El corajc viril necesita pruebas para de­mostrarse. Y si es preciso demostraci6n, tambien sc requicren ocasio­nes que permitan exhibir el coraje viril. Esta dificultad no se origina solo en Ia naturaleza de la virilidad, proviene tambien de Ia intrinca­ci6n irreducible entre virilidad y dificultad de tmbajo. Es un buen lrabaja­dor, un combatien te crefble y valiente eJ que puede mostrar -incluso fuera de Ia situaci6n que exige Ia conducta de coraje viril- que ha asi­milado completamente esas virtudes, al punto que forman parte in­tegrante de su persona y que, al comprometerse en cualquier tipo de tarea. las moviliza espontineamente. En otras palabras, que el con­trol es constante. 2Control de que? Control de un saber-hacer y de un saber-ser gracias al cual el h ombre valiente puede, en todo mo­men to, probar que no tiene miedo .

La virilidad, para concluir, no se muestra solo en conductas y com­portamien tos. Tambien esti ejemplarizad:1, y de manera aun mas fun damental, en el orden del discurso. El discurso viril es un discurso de control, basado en el conocimiento, la demostraci6n y el razona­miento 16gico, y se supone que no deja restos. El conocimiento cien­tffico y tecnico permitirla alejar toda amenaza de Oaqueza y evitar Ia experiencia del fracaso. Permitiria disponer de un control sobrc el mundo.

El discurso fernenino, por lo contrario, no acordaria a Ia ciencia y al conocimien to el estatuto que le confiere el discurso viril. Serge Le­claire (1975) vincula esta distinci6n entre d iscursos sexuados ala di­ferencia anatomica en tre los sexos. Las mt~eres tendrfan desde el inicio un conocimiento de Ia existencia de la castracion, y guarda­rfan siempre cierta reserva frente a las pretensiones d e totalidad, aun a traves de la cicncia. Los hombres, por su parte, se implicarian

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en un proceso inverso. S61o en un primer momenta podrfan conju­rar Ia angustia de castraci6n. Luego, esta retornarfa ante todo bajo forma de amenaza, y ellos lucharfan contra ella mediante un investi­miento fuerte en el discurso de dominio, conocimiento y demostra­ci6n, con el que tratarfan de convencerse de su invulnerabilidad fren te a la castraci6n y, por ende , de Ia perennidad en su posesi6n del falo .

En Ia ideologfa defensiva del cinismo viril , Ia rac ionalizaci6n por lo econ6mico es una form a de dominio simb6lico tipica de los hom­bres. Las investigaciones en psicodinamica del trabajo muestran, co­mo lo habfan sugerido Helena Hirata y Daniele Kergoat (1988) que las mujeres, entre elias, en el mundo de las mujeres, no construyen estrategias colectivas comparables a las de los hombres. AI pun to que es legftimo preguntarse si las estrategias colectivas de defensa nose­ran siempre estrategias viriles. Pascale Molinier (1995) aport6 Ia res­puesta a esta pregunta en sus inve tigaciones sobre el unico oficio co­nocido enteramente construido por mujere , el oficio de enfermera. En el funcionan estrategias colectivas de defensa espedficas, pero es­tas tienen una estructura radicalmente d iferente de todas las otras estrategias colectivas de defensa que se conocen en clfnica del traba­jo, asociadas sin excepci6n a la virilidad .

La relaci6n con el saber y el dominio, y tambien Ia relaci6n con lo real, el fracaso y la falla son sensiblemente diferentes en mujeres y hombres. En las enfermeras hay un reconocimiento primordial de lo real. La estrategia defensiva consiste en ir rodeando eso real, mientas que en las estrategias colectivas de defensa marcadas por el sella de la virilidad, lo real y su corolario -Ia experiencia del fracaso- son ob­jeto de una negacion colectiva y de una racionalizaci6n.

2. Virilidad versus trabajo

Segun los resultados de la clfnica en psicodinamica del trabajo, cuando se moviliza el coraje para responder a una intimaci6n , una arden o una mision (y no por elecci6n , libre, soberana e individual), este tiene necesidad de un suplemento: la virilidad. La "misi6n" mo­vilizadora es ante todo, por no decir exclusivamen te, especifica del trabajo. El trabajo y las relaciones sociales subyacentes distorsionan el coraje, alentando a recurrir a Ia virilidad como complemento. El trabajo, en tanto actividad coordinada sometida al juicio util itarista,

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esti efectivamente en el nucleo de Ia actividad guerrera, como en los otros oficios riesgosos -construccion y obras publicas, qufmica, activi­dad nuclear, pesca en alta mar, policfa, bomberos-. Tambien hay ge­nuinamente trabajo en las misiones de supervision, en las que Ia di­rcccion se sirve de Ia amenaza de precarizacion con tra sus propios asalariados. Considerando cl Iugar capital que ocupa Ia virilidad en ]a distorsion social donde cl mal pa..<;a por bien, hay que admitir que, existiendo una obligaci6n u orden de superar el miedo, los procesos pslquicos individuales y colectivos van a apelar mas a la virilidad de­fensiva que al coraje moral.

Cuando el miedo no es el resultado de la violencia ejercida por el otro ode la necesidad de enfrentar a un adversario o un enemigo, si­no de Ia amenaza ejcrcida por las condiciones fisicas, las catistrofes naturales o industriales, o de modo mis trivial por los riesgos de ac­ciden te o de muerte en el trabajo, los procesos psiqu icos son los mis­mos.

Con Ia condicion sine qua non, sin embargo, de que frente a Jo que da m iedo no haya posibil idad de hui r, o de re ti rarse, sino una inti­macion para proseguir Ia actividad en un contexto de amenaza. En otras palabras, el origen del mal no parece situarse en la violencia misma, sino mas arriba, en las estrategias colectivas de defensa movi­lizadas para luchar contra el m iedo en un contexto de relaciones so­ciales de dominacion en que noes posible emprcnder la re tirada.

3. Retorno a las estrategias colectivas de defensa

Las estrategias individuates de defensa ocupan un Iugar importan­te en Ia adaptaci6n al sufrimiento. Pero tienen poca incidencia en Ia violencia social, porque son de orden individual. La psicodinamica del trabaj o ha descubierto tambien Ia existencia de estrategias colec­tivas de defensa, que son estrategias construidas colectivamente. Aunque incluso en este caso la vivencia del sufrimien to sigue siendo fundamentalmen te singular, puede haber cooperacion en las defen­sas. Las estrategias colectivas de defensa contribuyen de modo deci­sivo a Ia cohesion del colectivo de trabajo, pues trabaj ar no es solo te­ner una actividad. Tambien es vivir, vivi r Ia relacion con la dificultad, vivir juntos, enfrentar Ia resistencia de lo real, construir el sentido del trabajo, de Ia situacion y el sufrimiento.

Esta construccion colectiva se puso en evidencia en primer Iugar

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dentro de la construcci6n y la obra publica. Durante su trabajo, los trabajadores de la construcci6n deben enfrentar riesgos contra lain­tegridad fisica. Y sienten miedo. Para poder seguir trabajando en el marco de las condiciones organizativas que se ies imponen (ritmos, condiciones meteorol6gicas, calidad o defectuosidad de las herra­mientas, presencia o falla de los dispositivos de seguridad y preven­ci6n , modalidades de mando, improvisaci6n de Ia organizaci6n del trabajo, etc.), luchan contra ese miedo mediante una es trategia que consiste, esencialmente, en actuar sobre Ia percepci6n que tienen del riesgo. Oponen al riesgo una negaci6n de Ia percepci6n y una es­tra tegia por la cual transforman el riesgo en burla, lanzan desafios, organizan colectivamente pruebas de escenificaci6n de riesgos artifi­ciales, que cada uno debe luego enfrentar publicamente segun pro­tocolos variables, a veces lindantes con Ia ordalia medieval.

Estas estrategias, por supuesto, tienden mis a agravar que a limitar el riesgo. De hecho, funcionan solo en relaci6n con la percepci6n del riesgo, que tienden a alejar d e Ia conciencia. En efecto, contrariamen­te, constatamos que se prohibe la presencia en Ia obra d e todo dis­curso sobre el miedo, y que, asociadas a esos comportamientos bra­vucones, de resistencia a las consignas de seguridad, de indisciplina frente ala prevenci6n, etc. , tambien hay tabues.

Tenemos que mencionar ademas otros comportamientos: - el uso muy difundido del alcohol, que es un poderoso sedante con­tra e l miedo, pero que, no identificado como tal, aporta una protec­ci6n contra este, sin violar la prohibici6n de hablar de el; - y sobre todo, Ia obligaci6n de hacer exhibici6n de los ant6nimos de m iedo, que nos in teresa por encima de todo, por su relaci6n con las prohibiciones sobre la verbalizaci6n del miedo. Coraje, resistencia al dolor, fuerza fis ica, invulnerabilidad, son los ant6nimos de miedo, irreductiblemente articulados a un sistema de valores centrado en la virilidad.

No aceptar compartir el alcohol, ado ptar conductas timoratas que revelan miedo , negarse a participar en las pruebas de re to a] miedo, etc., son reacciones que se consideran sin excepci6n como actitudes de sufrimien to, pero propias de m1.~eres, o de "maricones". Subs­traerse a la estrategia colectiva de defensa, es exponerse ala vergiien­za, el desprecio y Ia exclusio n de Ia comunidad de los hombres, e in­clusive a Ia pcrsecuci6n despiadada, los golpes bajos, las trampas ten­d idas por los otros . Es arriesgarse a ser el blanco de ]a venganza co-

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lectiva que siempre toma la forma del insulto, la descalificaci6 n e in­cluso Ia violencia y las humillaciones sexuales. Se han identificado las mism as estratcgias en todas las situaciones de riesgo, en la industria quimica y la nuclear, en la pesca de altura y, por supuesto y sabre to­do, en el c:;jercito, donde los malos tratos in fligidos a los novatos al­canzan las d imen siones conocidas, especialmente en los batall on es disciplinarios, Ia Legion extranj era, los grupos de comando, etc. El cin ismo viril como estrategia colectiva de defensa manifiesta en los cuadros de las empresas de punta presenta las m ismas carac terlsticas estru cturales que en Ia de los obreros de Ia construcci6n.

4. Reversibilidad de las posiciones de victima y verdugo

Es gracias a estas pruebas, que a veces en la con strucci6n y la obra publica son como las carreras de obstaculos de las fuerzas arm adas, que Ia virilidad recibe la certificaci6 n del otro. Yes tambien gracias a estas pruebas que cada cual pued e prob arsc a si mismo la capaci­dad para superar el miedo. Cuanto mas se duda de esta capacidad de no sen tir miedo, mayores son el numero y la dificultad de las prue­bas y d emostraciones. Todos tienen que participar en los colectivos de trabajo adoptando a veces la posicion de la victima que se smnete a la prueba y a veces la posicion del que impone la prueba y la violencia al otro.

En otras palabras, e l paso por lo colectivo, con la participaci6n en Ia estrategia colectiva de defensa con tra el m iedo o Ia amenaza, sella inevitablemente las dos posiciones d e victima y verdugo, de sumisi6n y amenaza.

El resultado de es te proceso es que quien se esfuerza por veneer e l m iedo que en el d espierta la am enaza lanzada contra su integridad fisica y moral en el ejercicio de una "actividad coordinada litil " ( es decir, el trab aj o) seve llevado, voluntaria o involuntariamente, aha­cersc a su vez c6mplicc de Ia violencia, a justificarla en nombre de la eficacia del dominio y del aprcndizaje cumplido en veneer el miedo. EI que no logra pasar estas pruebas presenta dos caracteristicas: - en primer Iugar, no es un hombre viril, y por esta raz6n puedc ser tornado como blan co del desprecio sexista de los otros, con toda le­gitimidad; - y ad emas, por su actitud de fracaso, por su conducta timorata y su miedo, se transforma en fuente de reactivaci6n del miedo de los otros; en la o bra la conducta timorata es intolerable, hay que alejar-

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la, eliminarla; eventualmente, su conducta justifica la persecucion y el ejcrcicio de la violencia contra el, y esto es banal en las estrategias colectivas de defensa, ataques contra novatos, etc., en que las victi­mas suelen ser los que muestran signos de flaqueza o duda, falta de conviccion o entusiasmo por las marcas exteriores de la virilidad.

Es dificil evi tar la radicalizaci6n de este proceso, sobre todo cuan­do el miedo tiende a volver a la superficie y es necesario darle otra vuelta de tuerca.

La virilidad defensiva termina en ei desprecio por el debil y mu­chas veces, ademas, en el odio hacia este, porque perturba un equi­libria que es de por si fragil. La lucha contra el miedo logra un plus de seguridad cuando los que pertenecen a Ia comunidad de los fuer­tes ejercen colectivamente una dominacion atenta sobre los debiles. Esta dominacion opera un corte que los protege contra el contagia, la contaminacion u osmosis de los debiles, de sus sentimientos, reac­ciones, ideas y modos de pensar y vivir.

Esta dominacion puede ejercerse en un primer momenta sobre el sexo "debil", es decir las mujeres, pero tam bien sobre todos los hom­bres que carecen de virilidad.

5. Retorno sobre el mal

La tradicion filosofica estudi6 el mal como una categorfa a priori, cuyas formas concretas son analizadas por historiadores, sociologos y psicologos. Hasta que llegaron el nazismo y los campos de extermi­nacion. A partir de esta etapa de Ia historia humana, el cuestiona­miento filosofico se invirtio en forma brutal. El sistema de los cam­pos de concentraci6n de la sociedad nazi le da al mal una forma con­creta que supera todas las posibilidades que tenia Ia filosofia de pen­sarlo racionalmente. La reflexi6n filosofica se vuelve a desplegar a partir de una nueva pregunta: (Como comprender que el nazismo haya emergido en un pais que -nadie lo cuestiona- estaba entonces "en el extrema mas avanzado de la civilizaci6n"?

Yes cierto que incluso aquellos que asistieron a este proceso de avance y dominaci6n del nazismo son incapaces de explicar como pudieron reducirse a nada todos los resortes eticos, dejando la via li­bre al azote de Ia peste negra.

Esta inversion de la cuesti6n filos6fica, que de ahora en mas debe partir de la "solucion final " reconocida por todos como la expresi6n

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del mal radical en las sociedades humanas, hace que la pregunta, a nuestro parecer, tenga que desplazarse un grado mas. El problema central del mal es el de Ia movilizaci6n en masa del "pueblo mas civili­zado" en la ejecucion del mal. Se trata de explicar otra cosa que la voluntad de m atar o masacrar, de ejercer violencia sabre el otro ode torturarlo. Son formas concretas del mal que se conocen desde siem­pre. Lo que hay que elucidar es el proceso que hace posible la movi­lizaci6n en masa bacia el trabajo de Ia violencia racionalizada. La in­terpretacion inspirada en la clinica del trabajo que nos proponemos en este ensayo es una contribucion al analisis y Ia comprension del proceso de movilizacion masiva de la "buena gente" bacia el "traba­jo sucio ". Este proceso, que designamos con el nombre de "banaliza­cion del mal", es el que estudiamos in statu nascendi en el periodo contemporineo de organizacion consciente de Ia pauperizacion, Ia miseria, Ia exclusion y Ia deshumanizacion de una parte de su propia poblacion, cumplido por paises que no solo alcanzaron "un alto gra­do de civilizacion" sino que ademas asisten a un crecimien to sin pre­cedente de sus riquezas, comenzando por Ia sociedad francesa ac­tual.

Desde nuestro punto de vista, el proceso de movilizacion en masa bacia Ia colaboracion con la injusticia y el sufrimiento infligido al otro, que se cumple en nuestra sociedad, es el mismo que permitio la movilizacion del pueblo aleman durante el nazismo. El hecho de que se trate del mismo proceso no implica que estemos en una fase de construccion de un sistema totalitario. El punta de partida y acti­vacion del proceso actual no se situa en un contexto sociohislorico comparable al de la decada de los 30 y los 40. Estamos en condicio­nes de observar los efectos tragicos que hoy tiene sabre milloncs de nuestros conciudadanos, pero no podemos prever sus efectos a largo plaza sabre la democracia. En el curso de los siguientes capltulos va­mos a volver sabre lo que permite distinguir neoliberalismo y totali­tarismo desde 1a optica del analisis clinico de los procesos cuestiona­dos.

1 Intraducible a! caste llano. En frances "mal" y "macho'' (male) son hom6fonos (no­ta del traductor).

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