Del desamor y sus compañías

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Del Desamor y sus compañías 1 DEL DESAMOR Y SUS COMPAÑIAS M. Luisa García-Ochoa 2011

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Antologia poetica

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Del Desamor y sus compañías

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DEL DESAMOR Y SUS COMPAÑIAS

M. Luisa García-Ochoa

2011

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Ya no habrá crepúsculos tristes

donde resbalen pájaros.

Ni tormentas violentas

donde las nubes crujan.

Sólo la esperanza de besos y caricias,

abrazos desnudos de codicia.

Ya no habrá miradas traslúcidas

donde la lágrima se frene,

ni pensamientos amargos

que castran energías.

Seremos ríos que inundan el mar

con la placidez del abandono.

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Del Desamor y sus compañías

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Rondan murmullos de amistades

que nunca fueron,

hablan de razones etéreas

sobre algunas decisiones

y pretenden superfluos argumentos.

Pero las manifestaciones son claras

como la verdad.

Son silencios que justifican actitudes,

son distancias necesarias.

Tú aquí, más allá yo.

Son líneas imaginarias

que se acuerdan con el corazón.

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Nadie nos enseñó a ser libres,

a disfrutar de nuestros sentidos,

de nuestro ser.

Qué superioridad presumimos

si no percibimos nuestra piel,

si nuestra mente obtusa

sólo atiende a lo superfluo,

si nuestros ojos no ven ángeles

ni nuestras manos acarician.

Qué podemos esperar de nosotros…

Y de los demás…

si nuestra naturaleza nos engaña.

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Del Desamor y sus compañías

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El tedio se fue por aquella puerta

sin decir adiós.

Difícil atisbar la huella que dejó,

arduo superar su injusta presencia.

Su plenitud de hastío

inundó la atmósfera sutilmente

sin que su atención nos preocupara.

Pero la claridad entró por un rincón,

por una rendija despistada,

se filtró haciendo hueco,

usurpando la niebla cruel del sinsentido.

Logró ganar espacio con destreza

aprovechando pequeños latidos de felicidad.

Qué fasto me rodea y me sumerge,

qué lejos el agobio de la soledad.

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Se termina la línea del horizonte.

Hasta allí la esperanza

como un mar de augurios benefactores.

Siempre la esperanza

desde un presente intenso

donde el vacío no existe,

donde la soledad se comparte,

donde la luz y la sombra se turnan

como un vaivén de dúos armónicos.

Quién invento esta dicotomía

que se sucede y se antecede,

que se reitera con magia

y que rellenamos con nuestras vidas,

felices o infelices.

Quién ordenó la secuencia

desde que amanece hasta que se apaga.

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Cuando ya no hay caricia en los dedos

y las lágrimas caen, invisibles…

es mejor alejarse.

Hace mucho que la palabra no existe

y el gesto tampoco…

Es mejor alejarse.

Sentado frente al espejo

trans-tornarte,

trans-fundirte,

sentir que eres tú.

El entorno fluye y te rodea,

tus hechos,

tus criaturas toman cuerpo,

están ahí,

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te circundan,

forman parte de ti,

las miras y te contemplan

y sientes cuánta energía

y cuántas vidas a tu lado.

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Sale el sol por el perfil de nuestra mirada,

qué pérdida olvidarlo,

qué desdicha a nuestra espalda

y que alegría cuando el rayo

soslaya en nuestra frente.

Estamos vivos,

somos.

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Nos quiebra la soledad involuntaria,

nos asusta vernos,

sufrirnos nos compromete.

Cuando padecemos el sinsueño

sólo oímos vientos huracanados

donde la pesadilla se magnifica.

Sordos al alma quieta,

a la brisa tranquilizadora de nuestros sueños,

sordos a la paz silenciosa

de primitivos sentimientos.

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Quién dijo que tiene penas

como el mar profundo,

quién osa la tristeza incontrolada,

quién se deleita con la desesperanza.

Nuestras ideas tienen antídotos

que la contención humana desaprovecha.

Nuestras creencias deben recuperar el asombro,

nuestro corazón,

pasajero,

debe latir con la tierra firme,

que también siente,

también es visceral,

también lucha contra el desencanto.

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Las hojas del otoño

se han desprendido,

han caído

y se han arremolinado en mi cabeza.

He intentado que salieran,

deshacerme de ellas,

echarlas,

pero, al final, las he hecho mías.

Las he colocado,

remodelado,

rediseñado

y forman parte de mi ser.

Se volverán ceniza

cuando el tiempo determine.

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Lo divino se ha tornado terrenal,

lo sublime es una ironía,

un sueño que se transforma en odisea,

es una eterna tentación,

un deseo infinito,

una meta inhumana,

una huída de la muerte,

una anécdota del pensamiento.

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Se acabó la voz profunda

y doliente a mis oídos,

sobrevino el silencio

a la palabra inoportuna,

llegó la soledad rica en pensamientos,

lejos de un desamor establecido.

Tu palabra ya no es mía,

el mensaje cayó por el barranco del infierno.

Es tiempo de serenidad,

todo se vuelve relativo.

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Allá la mirada taciturna

y el gesto enjuto de intolerancia,

Allá la pesada imagen de la amargura.

En el horizonte una luz

que atraviesa la estéril compañía,

una luz que adivina otras fronteras,

incierta la luz,

esperanzadora.

Lejos de ti y de tu sombra.

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Los ojos jóvenes y curiosos,

los he visto crecer

los he visto florecer

ávidos de nuevos horizontes,

unidos a las formas mágicas del intelecto.

Los quiero,

son parte de mi parte,

son fruto de mi alma

¿Quién dijo que dios es el único que hace milagros?

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Del Desamor y sus compañías

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Ese techo tranquilo de palomas de Valery

siempre me ha serenado,

su cementerio marino de palomas

me ha dado paz en el alma,

me ha inspirado ternura,

me ha impactado entre los pinos.

El mar,

espacio tan abierto,

tan intangible,

tan inmenso,

tan bello

y tan plácido.

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Quereos con ardor que dura poco,

dijo una sombra.

A veces no hay ni amor,

contesta otra

¿Por qué?

Pregunta una sombra más alejada.

Porque no hay sentido

solo superficie

¿Y el corazón?

Sólo late.

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Vivencia vertiginosa la de la amistad simulada,

híbrida de favores y compañías,

amistad consorte,

útil amistad que se diluye.

De quién el amigo,

de quién cómplice.

Cuanta soledad rodea cuando la certeza cae,

cuanta realidad te inunda cuando los días pasan.

Y cuanta felicidad cuando un fiel amigo me

acompaña,

lo siento a mi lado,

conmigo,

lejos de los consorcios.

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A mis hijos,

a los que nunca quise,

a los que nunca cuidé…

Los veo en la distancia,

tan bellos,

en sus vidas,

ya sus propias vidas,

como las quieran.

Quizá salieron de mi vientre

por un acto más de inhibición,

yo, tan egoísta…

A mis hijos,

a los que nunca quise ni cuidé,

tan dentro de mi corazón,

tan internos a mi ser,

con tantos tiempos compartidos.

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Quizás muy cómplices de mi vida,

quizás muy cerca,

con ternura,

con la fortaleza que les deseo,

con la fortuna que les anhelo.

Con mis hijos conviví deseos,

parques,

museos,

lugares,

desacuerdos,

cuidados,

compañías y divertimentos.

Hoy comparto con ellos mi alma

que se honra de verlos,

en la distancia, cerca, tan bellos.

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No todo fue lo mismo,

hubo ratos de lucidez

casi siempre mudos,

hubo momentos de entusiasmo

casi siempre en sueños,

hubo ocasiones imaginadas

casi siempre en la añoranza.

Ahora es diferente,

hay cantos olvidados,

hay razones desconcertantes,

hay recuerdos ignorados,

hay espacios en la nada.

Todo ha existido,

todo lo he pensado,

todo lo he vivido.

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Me arrojaron a la vida,

al desamparo,

como a todos.

Me arrojaron a la lucha

con las pobres armas de mi cuerpo,

como a todos.

Me arrojaron al amor

sin conciencia preparada,

al albur,

como a todos.

Necesitaba una buena estrella,

como todos

y la encontré,

no como todos.

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Busco lugares inciertos

en los que no exista melancolía

ni tristeza,

en los que mi vanidad

me permita no desfallecer,

en los que mi orgullo ejerza su influencia.

Busco compañías con cuidado

para no verme imbuida en lo absurdo.

Sueño con conseguir pensamientos,

ideas ricas y nuevas.

Pienso imágenes lúcidas

que me alejen de temores,

de realidades amenazantes.

Quizá indago demasiado,

pero algo encontraré

caminando por el deseo.

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Los duendes o quizás los ángeles

me ayudan a caminar,

o quizá algún espíritu volandero

que se ha fijado en mí

y planifica mis extremidades.

Mi querido duende/ángel

asesora mis estímulos,

me alegra la mirada,

me retira del peligro

y me rodea de ilusiones.

Quizá, en otras de mis vidas

le cuide y le amé.

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Nos movemos siguiendo un rumbo,

a veces a la deriva,

descontrolado,

con un timón desorientado

en un barco confundido.

Sólo alguna ninfa nos advierte

pero casi nunca la escuchamos.

Oímos leves melodías,

melodías pasajeras

que se van con la brisa

sin apenas disuadirnos.

Nos cruzamos con otros navíos

que ya vuelven de su viaje.

También son advierten,

nos alertan de la tempestad

nos lanzan bengalas

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y al final proseguimos…

y hoy los recordamos.

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La verborrea de la víbora

rompió el silencio,

irrumpió con la ira

con el desacuerdo impotente,

impenitente,

desacorde de razón,

revelándose ante lo evidente.

Nada ni nadie la podía parar.

Improvisó desmanes,

palabras incoherentes,

argumentos hirientes,

ataques airados de inútiles pensamientos.

Nadie la interrumpió.

Calló cuando su lengua se secó,

cuando su cabeza reventó,

cuando su energía se agotó.

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Luego se produjo un silencio

y mucha pena en el espacio.

La pobre víbora sucumbía,

estaba vencida por la realidad,

incapaz de creer en la verdad del alma.

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Quítate la máscara,

enseña tus ojos,

tu mirada abierta,

tu perfil verdadero.

Anhélalo.

Nada te detendrá en tu vuelo,

nadie se interpondrá en tu viaje,

sólo serás tú,

los que te quieran acompañar,

tu esfuerzo por desear,

tus manos para trabajar,

para abrazar,

para acariciar,

tu piel para sentir

y tu verdad para existir.

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Quité el espejo roto

que reflejaba el odio,

el desamor y el miedo.

Borré de mis células

cualquier vestigio de hiel

y sus destellos.

Me desnudé de ideas adversas

que comprendían temores provocados.

Recé o más bien hablé

con mis espíritus queridos

que sé que escuchan disfrazados,

camuflados entre el aire,

diluidos en la atmósfera.

Mis adorados espíritus,

quiero ser como vosotros,

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hablar como vosotros,

tan plácidos y tan sutiles.

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Nunca se creyó,

nunca se quiso, nunca se enamoró.

Anduvo día tras día creyendo que vivía,

sin parar, sin pensar…

Hoy no le quieren sólo le toleran,

le hacen compañía, le compadecen

y soportan su levedad

su pobre ánimo tozudo. Les toca a ellos aguantar

las pesadas andas de su existencia.

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La cobardía no nos libra

no resarce el sufrimiento, no mitiga la soledad,

no nos da oportunidades, no remedia aromas nefastos

ni nos libera de la infamia.

Tampoco sirve la queja ni el victimismo,

sólo tergiversa el pensamiento que se gangrena de ilusiones disolutas.

Brindemos por las ideas

que no se quiebran,

que no se sustentan en el temor, que no se cobijan en el chantaje.

Seamos generosos,

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invitemos a los sabios duendes,

a los que habitan en nuestras mentes,

a los que dormitan entre sueños perezosos rodeados de la inquina de nuestros cuerpos.

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Ignoro el pasado estéril, el que nunca me dio nada,

el que me hundió en el menosprecio.

Ignoro los fatuos escollos de la incomprensión y la ruindad.

Desdeño el ánimo hostil que no permite el respeto

porque no es cortés a su alma

ni tolera su frágil ser. Propongo prescindir

del ayer yermo movido por dunas caprichosas.