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Del «efecto Simmel» y la autopersuasión: la teoría cognitivista de las creencias de R. Boudon Ángeles Lizón Resumen La preocupación por las ceencias y las convicciones colectivas es una cuestión clásica de la sociología fundamental. R. Boudon se acerca a esta reflexión desde una perspectiva interdisciplinaria. El «modelo Simmel» es el eje de su argumentación que se describe en el artículo, haciéndola converger en su teoría «cognitivista» de las creencias. Palabras clave: teoría cognitivista, «modelo Simmel», teoría racional de las creencias, creencias colectivas. Abstract. From «Simmel effect» and the autoconviction: The cognitive theory of believes of R. Boudon The interest for colective believes and convictions is a classic question of Sociology. R. Boudon thinks about this question from a interdisciplinar perspective. The «Simmel model» is the main idea of his argumentation. Key words: cognitive theory, «Simmel model», collective believes, rational theory of believes. Papers 62, 2000 53-80 1. Las teorías de las creencias: una tipología de la tradición heredada 2. No somos tan racionales: la argumentación contra el «pensamiento prelógico» de Lévy-Bruhl 3. Tampoco somos tan irracionales: la argumentación contra la tesis de R.A. Shweder 4. El «modelo Simmel» 5. Esbozo de un teoría racional de las creencias 6. Mejor aún que racional Referencias bibliográficas Sumario

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Del «efecto Simmel» y la autopersuasión: la teoría cognitivista de las creencias de R. Boudon

Ángeles Lizón

Re s u m e n

La preocupación por las ceencias y las convicciones colectivas es una cuestión clásica dela sociología fundamental. R. Boudon se acerca a esta reflexión desde una perspectivai n t e rdisciplinaria. El «modelo Simmel» es el eje de su argumentación que se describe enel artículo, haciéndola converger en su teoría «cognitivista» de las cre e n c i a s .

Palabras clave : teoría cognitivista, «modelo Simmel», teoría racional de las cre e n c i a s ,c reencias colectiva s .

Abstract. From «Simmel effect» and the autoconviction: The cognitive theory of believes ofR. Boudon

The interest for colective believes and convictions is a classic question of So c i o l o g y. R.Boudon thinks about this question from a interdisciplinar perspective. The «Si m m e lmodel» is the main idea of his argumentation.

Key word s : c o g n i t i ve theory, «Simmel model», collective believes, rational theory ofb e l i e ve s .

Papers 62, 2000 5 3- 8 0

1. Las teorías de las creencias: una tipología de la tradición here d a d a

2. No somos tan racionales: la argumentación contra el

«pensamiento prelógico» de Lévy-Bru h l

3. Tampoco somos tan irracionales: la argumentación contra la tesis

de R.A. Sh we d e r

4 . El «modelo Si m m e l »

5 . E s b o zo de un teoría racional de las cre e n c i a s

6 . Mejor aún que racional

Re f e rencias bibliográficas

Su m a ri o

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En L ' Art de se persuader des idées douteuses, fragiles ou fausses R. Boudon mez-cla, de forma provo c a t i va e interesante, al menos tres ideas con implicacio-nes nada desdeñables para la teoría de la racionalidad. En primer lugar, incor-pora a la discusión el problema de Kahneman y Tversky o de las heurísticasp roblemáticas y hace de la evidencia experimental de los psicólogos cogniti-vos sobre los fallos sistemáticos del razonamiento intuitivo una cuestión cen-tral. En segundo lugar, tema también muy traído por la psicología cogniti-va, considera el problema de J.S. Mill o de los juicios que envuelven unaoperación intelectual que toma por suficiente información insuficiente. Y,finalmente, se centra en la teoría de la inferencia natural de George Si m m e ly re c o n s t ru ye un mecanismo cognitivo por medio del cual pueden describirsep rocesos de persuasión y adhesión a ideas erróneas sustentadas sobre infe-rencias válidas contaminadas por implícitos no conscientes que deforman lasconsecuencias. En el cuerpo central del libro, estas tres cuestiones, todas dealguna forma relacionadas con el problema de la inferencia inductiva, son ilus-tradas con diversos casos en los que sesgos cognitivos, epistemológicos o lin-güísticos llevan a la adhesión a creencias en ideas frágiles, dudosas o falsas.En la discusión de cada una de estas instancias, el autor perfila e ilustra lo queél ha dado en llamar el «modelo Simmel», un mecanismo cognitivo de auto-persuasión por el que «una idea [dudosa o falsa] fundada sobre una argu-mentación válida tiene más posibilidad de imponerse que una idea no fun-dada o mal fundada» (ibídem: 176).

Aunque los procesos de persuasión pueden también darse por otros pro-c e d i m i e n t o s1 y, lo más frecuente, es que éstos respondan directamente af a c t o res motivacionales o afectivos, en presencia de este mecanismo la auto-persuasión suele ser resultado de una argumentación correcta sustentada enprincipios comúnmente sostenidos e implícitamente considerados comolegítimos. De esta forma, el sujeto cuenta con buenas ra zo n e s para adherir-se a creencias dudosas, inciertas o falsas. La descripción de este mecanismoo «modelo Simmel» constituye aquí el eje de la argumentación de Boudon,que se expondrá a continuación haciéndola convergir en su —tentativa —teoría «cognitivista» de las creencias, a la que se le plantearán algunos inte-r ro g a n t e s .

La preocupación por las creencias y las convicciones colectivas es unacuestión clásica de la sociología fundamental que ha cobrado re n ovado inte-rés en las últimas décadas. Mérito de Boudon es no ya haberse embarcado afondo en esta reflexión, sino haberlo hecho desde una perspectiva claramen-te interdisciplinaria. Es evidente que, dado el estadio actual de muchas de lasdisciplinas colindantes con la sociología, no se puede seguir trabajando en soli-tario en aras de cualquier pretendido ideal de «autonomía». El testimonio deBoudon señala cómo el trabajo del sociólogo, sea cual sea la conjetura final

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1 . Boudon (1990: 48) cita especialmente los trabajos de los teóricos de la argumentaciónToulmin y Pe relman y su tesis de la argumentación jurídica: se pueden tener buenas ra zo -n e s sin que éstas sean demostrativas. Para más cfr. (ibídem: 48-56).

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a la que quiera o pueda llegar, no puede competentemente hacerse ignoran-do los avances de las ciencias que le incumben, y ha de tener, indispensable-mente, una óptica inter e intradisciplinaria2.

1. Las teorías de las creencias: una tipología de la tradición here d a d a

En Les puissances qui nous portent à consentir Boudon (1990: cap. 1) hace almenos tres cosas. En primer lugar, intenta establecer una primera tipificaciónde las teorías de formación de creencias, sienta luego la necesidad de re c u p e r a rla idea de la universalidad de la lógica y, finalmente, se sirve de ello para argu-mentar a favor de las nuevas tendencias que apuestan por posponer los fac-t o res motivacionales y priorizar las razones cognitivas en la explicación de lasm i s m a s .

Ya de partida, la idea de sostener las ra zo n e s como c a u s a s de las cre e n c i a s(«el sujeto se muestra dispuesto o se siente impelido a conferir a la ve rdad delenunciado Y la c a u s a de su creencia en Y»: Boudon, 1990: 22), un clásico d i c -t u m weberiano, tiene decididos defensores y claros detractores. De hecho, lasa p o rtaciones heredadas de las teorías socioantropológicas y aun psicológicasde forma prioritaria parecen poner el énfasis precisamente en lo contrario, as a b e r, el carácter irracional (las ca u s a s no tienen el estatuto de ra zo n e s) de losf a c t o res determinantes de creencias. Sin pretender construir una tipologíae x h a u s t i va, Boudon (1990, 1995, 1996) identifica distintos conjuntos deexplicación de creencias que han cristalizado como las tendencias centrales deesta tradición acumulada. Transcrita libremente para los propósitos exposi-t i vos de este ejercicio, tal tipología puede re c o n s t ruirse en un esquema sim-ple que se recoge en el cuadro c u a d ro 1. En él se condensan las posturasn u c l e a res de la tradición heredada para la que, a excepción de las objetiva-mente fundadas (1), las creencias o los fenómenos de convicción atienden o(2) a factores cognitivos que no tienen el estatus de ra zones, (3) a factores afec-t i vos o motivacionales o (4) se conciben como directamente tributarias de cau-sas culturales o biológicamente evo l u c i o n a r i a s .

Según las posturas tipificadas en el cuadro, para el primer conjunto expli -

2 . Este sentimiento de «indispensabilidad» no es de hecho una novedad. La idea es tan vie-ja al menos como la intuición de Pa reto, que ya en la introducción a sus escritos socio-lógicos decía: «La psicología está, evidentemente, en la base de la economía política y, engeneral, de todas las ciencias sociales. Quizá llegará un día en el que podremos deducir,a partir de los principios de la psicología, las leyes de la ciencia social [...], pero nosencontramos todavía bastante lejos de este estado de cosas y hemos de tomar otro cami-no». La novedad, lo que realmente parece apremiarnos hoy a la integración interd i s c i p l i-naria son los nuevos e interesantes avances logrados en los últimos años por la neuro c i e n c i a ,los estudios de la mente y de la inteligencia artificial, las ciencias cognitivas, y los —yaimparables— desarrollos de la genética, la ingeniería biológica y la biología y la psicolo-gía evolucionarias. Como afirma E.O. Wilson (1998: 22) en un reciente escrito: «hoy nose puede adquirir una perspectiva equilibrada estudiando las disciplinas a re t a zos, sino através de la búsqueda de consiliencia entre ellas».

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car la creencia de un grupo es hacerla comprensible, dando cuenta de las razo -nes que tienen sus miembros para creer en ellas. En este caso, la explicaciónde las c re e n c i a s se fundamenta sobre factores cognitivos identificados con« r a zones» y la tradición sociológica encuentra básicamente en Weber unaimportante representación de la tendencia (teorías de tipo 1). Para el segun-do grupo, en cambio, la explicación de las creencias obedece a factores cog-nitivos, no-afectivos, aunque no identificables con razones (teorías de tipo 2).Trabajos representativos de esta tendencia son los clásicos estudios de Lévy-Bruhl sobre las c reencias mágicas. En ellos el autor da por buena la idea de quesu ley de part i c i p a c i ó n3 y la m e n t a l i d a d - p r i m i t i va4 imponen al sujeto una suer-te de pensamiento pre l ó g i c o. El p r i m i t i vo obedece a reglas de razo n a m i e n t odistintas de las nuestras, reglas culturalmente variables, asociadas a los distin-tos estadios de desarrollo sociocultural y a las que el sujeto no puede enfren-tarse con distancia crítica. Dada la afinidad de interpretación de muchos psi-cólogos cognitivistas contemporáneos con este tipo de explicación, su re v i s i ó ncobrará particular relevancia en esta exposición. Las explicaciones de las cre-encias que caen en la tercera casilla (teorías de tipo 3) responden a factoresdirectamente motivacionales y, en la más estricta tradición paretiana, se pre-sentan como efecto directo del sentimiento (como residuos). Con una con-cepción esencialmente motivacional, aquí las razones que pueda creer darse elsujeto sólo tienen una función «racionalizadora» (Freud) o un carácter abier-tamente «ilusorio» (Pareto). Contemporáneos como Aronson (1968) se hanencargado de mantener viva esta idea de un sujeto social «razonador» pero nonecesariamente «razonable». Finalmente, en lo que respecta al último conjunto,las razones aparecen como claramente vicarias. Se presentan como efectos deo t ros p rocesos y son abiertamente consideradas como tributarias de causasbiológicas o culturales evolucionarias. La tradición más fuerte en este caso ha

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3 . L é v y - Bruhl (1922). Se cita la edición de PUF (1960: 77).4 . Ibídem: pág. 31.

Cu a d ro 1. Núcleo central de las distintas teorías de formación de cre e n c i a s .

Fa c t o res no-cognitivo s : 4 . Las razones que se da el suje-to son tributarias de (a) cau-sas culturales o (b) biológicase vo l u c i o n a r i a s .

3 . Causas afectivas (accesibles ono a la observa c i ó n ) .

Re f e ridas af a c t o res cognitivos:

1 . Explicar la creencia es hacer-la comprensible dando cuen-ta de las razones que se tie-nen para creer en ella.

2 . La explicación de la cre e n c i ase apoya sobre causas que notienen el estatus de razones.

Fa c t o res que e x p l i c a n

Tipos de teorías

« Ra zo n e s » son causas: Ca u s a s que «no-r a zo n e s» :

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sostenido la idea de que las razones vienen impuestas al sujeto social por inter-nalización o a través de procesos de socialización (teorías de tipo 4).

Las explicaciones de tipo 2 y 3 «son explicaciones «irracionales» y compar-ten un mismo postulado inicial, a saber, que las creencias del sujeto social seexplican no por las razones que éste se da o se puede dar, sino por causas deotra naturaleza. Podrían también llamarse «ilusionistas» en tanto que las razo-nes que se da el sujeto se tratan como meras ilusiones (1995: 62). No es quellanamente se pretenda subestimar la importancia que los esquemas de cort em o t i vacional o afectivo pueden tener en la explicación de determinadas cre-e n c i a s5. Pe ro, una cosa es reconocer la existencia de tales procesos, e inclusoadmitir que tienen un papel importante en la formación de convicciones y enla adhesión a creencias, y otra suponer que todas las creencias no objetiva-mente fundadas tienen un origen exc l u s i vamente afectivo. Convencido de quelas ventajas que se experimentan al transcribir estas explicaciones a versiones másajustadas a las explicaciones de tipo I, la tesis de Boudon se perfilará, pues, exac-tamente en sentido contrario. En ello no trabaja en solitario. Aunque de for-ma no necesariamente interdependiente, la tendencia a recuperar los factore sc o g n i t i vos ha sido avalada por muchas otras contribuciones contemporáneas quep rovienen del campo de la psicología cognitiva y evolucionaria, la filosofía delconocimiento, la sociología y la historia de la ciencia, además de las re f l e x i o-nes que la propia teoría económica ha hecho a su concepto estándar de «racio-nalidad». Estos desarrollos en aluvión han alentado intentos de recuperación delclásico d i c t u m weberiano: p a ra dar cuenta de una creencia —o de una acción—,s i e m p re se ha de intentar encontrar las ra zones de la misma. Éste es expre s a m e n-te el empeño de L ' Art de se persuader, trabajo en el que Boudon emprende sis-temáticamente el camino de la conciliación entre las convicciones objetiva m e n t efundadas y aquéllas sustentadas en ideas frágiles, dudosas y aun falsas.

2 . No somos tan racionales: la argumentación contra el «pensamiento prelógico» de Lévy-Bru h l

Aunque Weber le habría ofrecido una postura más constante y explícita6, suteoría de la magia le resulta demasiado comprimida. Boudon (1990: 30-47)opta por decantarse por la explicación de las creencias mágicas de E. Du rk-

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5 . Boudon (1995: 62) alude aquí al caso del hombre de ciencia que tiene una buena corazo-nada y se dedica intensamente a contrastarla, tomándose muy a pecho ciertos hechos qued i rectamente le incumben y descuidando o negligiendo otros que no considera pert i n e n t e s .A la postre, su propia vehemencia puede llevarle a adherirse a una creencia dudosa o falsa.

6 . Boudon (ibídem: 44) señala cómo para Weber «explicar» las creencias religiosas de un gru-po era s i e m p re dar cuenta de las razones que sus miembros tienen para creer en ellas. Lo mis-mo pasa en la mayoría de sus análisis en materia de sociología de las religiones. So m e t i e n d oalgunos de ellos a su test lingüístico (i b i d: 43), los ejemplos entresacados resultan muy efica-ces: «los funcionarios romanos tenían buenas razones para creer en el culto de Mithra, por-que» «los funcionarios prusianos tenían buenas razones para sentirse atraídos por la masonería,p o rque»; «los ciudadanos romanos tenían buenas razones para ser politeístas, porque», etc.

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h e im7, bordando aquí uno de esos ejercicios de análisis de texto tan suyos, ala vez que re c o n s t ru ye cada una de las cuestiones que hilan su propio argu-m e n t o. Como el fragmento no tiene desperdicio, invito a la lectura del tex-to y aquí, a manera de postulados, sólo enumero los puntos centrales de laargumentación. Puestos en un lenguaje que servirá a esta exposición, básica-mente éstos podrían ser los siguientes:

— Para Du rkheim, el teórico de la magia debe tomar en consideración almenos dos cosas: (1) que, sensatamente, las mentes —de primitivos od e s a r rollados— no pueden estar diferentemente diseñadas. Y (2) que,por supuesto, los inputs i n f o r m a t i vos y los recursos cognitivos disponiblesa ambos pueden ser, y de hecho son, efectivamente distintos.

— Por la propia fuerza de las cosas, el primitivo durkheimiano que cree enla magia no dispone de los eficaces ejemplares del razonamiento metódi-co, ni de las sofisticadas teorías que después de siglos han cristalizado enla ciencia occidental.

— Naturalmente, como apunta Boudon en su comentario, un sujeto que noconoce las leyes de la transformación de la energía tendrá mayo res difi-cultades para distinguir entre p roducir el fuego y p roducir la lluvia q u equien las conoce.

— Pe ro, muchas de las actividades de los p r i m i t i vos de Du rkheim, tales comola pesca o la agricultura, revisten gran complejidad y re q u i e ren algo másque arrojo y fuerza bruta. Exigen imaginación, pericia y —re n ova d o s —recursos cognitivos. En sus condensaciones, estas «teorías» (o si se quierep rototeorías) encierran ricos tesoros de ejemplares de procedimiento, ade-más de secretos no sólo técnicos sino de —plausible o ve rosímil— aso-ciación causal.

— En este sentido laxo, las «teorías» no pueden verse, pues, como monopoliode la civilización occidental. A su manera, también los individuos de lassociedades primitivas tienen las suyas. Y, por muy simples que éstas sean,también ellos conciben sistemas de relaciones que explican bien el cre c i-miento de las plantas, o los intercambios entre la planta y el suelo, o lainfluencia del hombre en la producción agrícola, etc.

— Al igual que en nuestras sociedades altamente tecnificadas y desarro l l a d a s«ciencia» y «visión del mundo» suelen re t roalimentarse y legitimarse re c í-p rocamente, constituyendo ve rd a d e ros sistemas de creencias teóricas yprácticas, las teorías de los p r i m i t i vo s d u rkheimianos también se compa-

7 . E. Du rkheim (1919). Con Boudon, se cita la edición francesa de PUF, 1960: 531 y s.

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decen bien con su concepción religiosa del mundo, la alimentan y la legi-timan, a la vez que sacan de ella buena parte de su propia fuerza. En estesentido, Du rkheim parece pensar que las creencias mágicas son comouna suerte de teorías a p l i c a d a s que las sociedades primitivas sacan de lasdoctrinas religiosas tenidas por ve rdaderas, exactamente de la misma for-ma que el saber aplicado de nuestros peritos ingenieros sale de su corre s-pondiente ciencia fundamental.

— Obviamente, los p r i m i t i vo s de Du rkheim saben poco o nada acerca de losmétodos de verificación en ciencia. No obstante, de forma similar al pro-ceder del conocimiento ordinario y metódico o científico, también ellosbuscan —y encuentran— apoyo en corroboraciones estadísticas. Ala-bando la sutileza del argumento de Du rkheim en este punto, Boudon (ibí-dem: 38) nos re c u e rda que los rituales destinados a invocar la lluvia sue-len practicarse justamente en períodos en los que ésta se asocia a la cosechay en los que necesariamente buena cosecha y lluvia se sincronizan. Así, conmás frecuencia que no, el rito de invocación suele ir acompañado de lallegada efectiva de las lluvias, con lo que la creencia causal recibe el apo-yo de la correlación estadística.

— Naturalmente, dice Boudon (ibídem: 39-40) que un sujeto que no domi-na el arsenal estadístico está peor equipado para validar cualquier re l a c i ó nde inferencia causal y para juzgar si un conjunto de observaciones auto-riza o no la aserción «A es la causa de B». Pe ro, como tendremos oport u-nidad de ver más adelante, si se han de dar mecanismos corre c t o res o estare n t renado en técnicas bayesianas para no incurrir en el error —p r i m i t i -vos o no—, muchos estaríamos expuestos a los mismos fallos. No pare c e ,pues, que se trate de fallos «civilizatorios», sino más bien de deslices o fallosen el razonamiento que pueden afectar a todas las culturas por igual.

— Y, si esto es así, lejos de obedecer a una lógica part i c u l a r, estos p r i m i t i vo ssiguen muy de cerca los mismos procedimientos por los que diariamen-te nos persuadimos de toda suerte de proposiciones frágiles o inciertas. Eneste sentido, el mago que cree en la eficacia de los rituales destinados ai n vocar la lluvia o a favo recer la fertilidad, el hombre moderno que cre een las virtudes de una determinada dieta, o el médico que asocia causal-mente depresión clínica y suicidio, no parecen obedecer a lógicas dife-re n t e s .

Si e m p re que este análisis se considere pertinente, «es preciso admitir laexistencia de una categoría de razones que, con todo y ser suficientemente b u e -nas como para tener un efecto sobre las creencias, no están objetivamente fun -d a d a s. Aunque sus creencias mágicas estén desprovistas de fundamento obje-t i vo, el mago tiene buenas razones para creer lo que cree. El problema are s o l ver es cómo, e f e c t i va m e n t e , las razones pueden ser consideradas a la vez

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b u e n a s y n o - o b j e t i vamente fundadas. Ésta es la cuestión a la que tendrá quee n f rentarse la discusión que aparece a continuación.

3 . Tampoco somos tan irracionales: la argumentación contra la tesis de R.A. Sh we d e r

Iniciada por D. Kahneman y A. Tve r s k y, la tradición de Heuristics and Bi a -s e s (‘heurísticas y sesgos’) ha aportado interesantes resultados experimentalesy, en buena medida, ha contribuido a dar un giro sustancial a la psicologíac o g n i t i va de las últimas décadas. Lo que esta tradición inve s t i g a t i va haa p o rtado a través de sus experimentos de laboratorio es la idea de que elr a zonamiento intuitivo lleva sistemáticamente a respuestas fallidas, siempreque los experimentos invo l u c ren cuestiones —no necesariamente comple-jas— de re p resentatividad estadística, probabilidad, colinearidad y acusa-ción o asociación causal. Lo que ha dado prominencia a estos hallazgos esel alto índice de re p resentatividad de las respuestas fallidas en cualquiera delos experimentos, máxime cuando, precisamente para garantizar el éxito de lasp ruebas in vitro, éstos se diseñan expresamente de forma tal que exc l u y a nposibles factores distorsionadores (factores a f e c t i vo s, o de s o c i a l i z a c i ó n, d i f u -s i ó n o c o n t a g i o) 8.

Dado el sorprendente éxito de esta tradición experimental, lo que ini-cialmente se pensó como un simple procedimiento para el estudio de los pro-cesos cognitivos, con gran rapidez pasó a cristalizarse en tesis generales sobrela naturaleza del razonamiento intuitivo. Como reconocen sus propios impul-s o res, muy pronto se pasó del método al mensaje (cfr. Kahneman y Tve r s k y,1982: 124). Así, de las constataciones iniciales sobre desviaciones del juicioi n t u i t i vo en un gran número de problemas sencillos que involucraban juicioestadístico y cálculo de probabilidad, se llegó —no sin controve r s i a9— a ase-veraciones más o menos extremas según las cuales, sea cual sea la causa, lamente humana se presenta como «víctima de ilusiones» siempre que razo n aen contextos de incert i d u m b re o sobre cuestiones de probabilidad (Pi a t e l l i -Palmarini, 1994), «mal diseñada» para trabajar con el cálculo baye s i a n o( S . T. Gould, 1999: 469), o «predispuesta a desviaciones sistemáticas de lasnormas estándar de la racionalidad» (Ba zerman y Neadle, 1986).

En el contexto de esta —no por controve rtida menos fecunda— tradicióni n ve s t i g a t i va , la idea de Sh weder (1977) ya quedaba expresada en el sugere n t etítulo de su artículo «Likeliness and likelihood in Eve ryday Thought: Ma g i-cal Thinking in Judgements about Personality». En este escrito el autor pre-sentaba un conjunto de distintos experimentos en los que se sometía a lossujetos a emitir juicios en torno a cuestiones que comportaban inferencia esta-dística. Uno de estos experimentos consistía en presentar a diversos gru p o s

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8 . Para una crítica más sólida a estos experimentos por parte de los psicólogos evo l u c i o n a-rios, cfr. Samuels, Stich y Bi s h o p, 2000.

9 . Ib í d e m .

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de estudiantes de la universidad de Ha rva rd una serie de cuestiones dirigidasa estimar, en una muestra de cien personas elegidas al azar, la frecuencia dedistribución de dos trazos de personalidad específicos, a saber, la confianzaen sí mismo o a u t o e s t i m a y la capacidad de lidera r. En este caso, de forma re i-terada en los distintos grupos, la estimación subjetiva arrojó una re s p u e s t as i e m p re cercana a la atribución del 65% de a u t o e s t i m a y del 20% de a t r i b u -tos de lidera z g o a los individuos de la muestra.

Acto seguido, se invitaba a los mismos estudiantes a emitir un juicioparalelo sobre la posible relación de influencia del primer rasgo de persona-lidad (la au t o e s t i m a) sobre el segundo (la capacidad de lidera z g o). Contratodo pronóstico, y en franca contradicción con sus apreciaciones empíricasinmediatamente anteriores, los juicios también conve r g i e ron en este punto.La gran mayoría de los interrogados afirmó creer en una clara relación deinfluencia del primer rasgo sobre el segundo. La a u t o e s t i m a se apreciaba cla-ramente como condición necesaria de la capacidad de lidera z g o. Siendo así,la conclusión final a la que llegaban entraba en clara contradicción con susp ropias apreciaciones estadísticas:

En el caso de la autoestima y el liderazgo, la mayor parte de los estudiantesamericanos afirmaron que saber si alguien tenía o no autoestima les capaci-taba para predecir si tal persona era o no un lider. Esta aseveración se hacíaa pesar de que contradecía su propia i n f o rmación fre c u e n c i a l p e rtinente a lac o r re l a c i ó n. (Sh we d e r, 1977: 643, énfasis añadido)

Si, siguiendo a Boudon, establecemos la tabla de contingencia corre s-pondiente a esta estimación, se puede ver claramente cuán débil es la corre-lación inicial entre las dos va r i a b l e s1 0 y, por consiguiente, el escaso funda-mento estadístico de su acusación causal.

Tabla 1. Estimación de la correlación de los dos rasgos de la personalidad. Ex t r a í d ade Boudon (1990: 89)

Au t o e s t i m a Pre s e n t e Au s e n t e To t a l

L i d e r a z g oPre s e n t e 1 5 5 2 0Au s e n t e 5 0 3 0 8 0To t a l 6 5 3 5 1 0 0

Según los datos de la tabla, la probabilidad condicional de mostrar capa-cidad de liderazgo cuando se tiene autoestima equivale a 15/65 = 0,23, mien-tras la probabilidad condicional de mostrar tal capacidad en ausencia deautoestima es de 5/35 = 0,14. La diferencia entre ambas probabilidades es de

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1 0 . Aquí se re p roduce la exposición de R. Boudon (1990: 89 y s).

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0,09, demasiado baja como para considerar que la a u t o e s t i m a apunta a unn e xo causal con la capacidad l i d e ra z g o. Lo que las estimaciones de los estu-diantes sobre las frecuencias de los dos rasgos implicaban era, al contrario, unarelación de cuasiindependencia entre las dos variables. Así, cuando en elsegundo conjunto de respuestas éstos se mostraron convencidos de que laautoestima es un factor re l e vante en la determinación del liderazgo, estabansacando conclusiones que en ningún sentido se inferían de sus propias esti-maciones. Como en el caso del pensamiento mágico de las culturas tradi-cionales, el razonamiento ordinario de los estudiantes de Sh weder les lleva-ba a percibir relaciones causales, no sólo donde seguramente no las había, sinodonde sus propias apreciaciones parecían implicar exactamente lo contrario.

Fuesen quienes fuesen (estudiantes, médicos o enfermeras, etc.), de for-ma reiterada todos los sujetos que re s p o n d i e ron a los distintos experimentosp re s e n t a ron desviaciones similares del razonamiento intuitivo. De tan impor-tante evidencia Sh we d e r, a su vez, llega a la conclusión de que el razo n a m i e n t oo rdinario obedece a o t ras reglas, reglas distintas de las de la pro b a b i l i d a db a yesiana, y que, en cualquier caso, parecen acercarle más al pensamientomágico de las culturas tradicionales que a los procedimientos metódicos dela teoría formal de la pro b a b i l i d a d :

El pensamiento mágico es la expresión de una inclinación universal de losadultos normales a sacar lecciones correlacionales de la experiencia, junto conuna inclinación universal a buscar conexiones significativas (semejanzas)e n t re objetos y eventos. La magia no es menos característica de nuestras acti-vidades intelectuales ordinarias que lo es de las prácticas curativas de losazande. (Ibídem: 637)

La interpretación inmediata de esta evidencia experimental le acerca a laestela de pensamiento de Lévi-Bruhl. Es evidente que, por definición, Sh we-der no puede subscribir teorías que nieguen las creencias mágicas o que ve a nen ellas simples formas de retórica destinadas a despertar sentimientos (comola de Tambiah 1979), ni tampoco teorías «calientes» que ignoran los facto-res cognitivos (como la de Ma l i n owski 1954). Otras interpretaciones de tipod u rkheimiano (como la teoría de Lévy-Strauss 1962)11 equiparan «magia» y«ciencia», razonamiento o rdinario y razonamiento m e t ó d i c o, con lo que entranen contradicción con «sus» evidencias. La alternativa de Sh we d e r, como porlo demás la de muchos otros psicólogos cognitivos, le aproxima —innecesa-riamente según Boudon— a la tesis del pensamiento pre l ó g i c o.

Dado el enorme atractivo que sobre Boudon ejercen los resultados de estosexperimentos, la interpretación de Sh weder le resulta particularmente re v u l-s i va. De hecho, la alternativa le desborda por arriba (en tanto distingue entre

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1 1 . TA M B I A H, S.J. «Form and meaning of magical acts: a point of view», en HO RTO N, R ; FI N-N E G A N (1979) (comp.). MA L I N OW S K I, B. (1954), Magic, Science and Re l i g i o n, Ga rden City,Do u b l e d a y. LÉ V Y- ST R AU S S, C. (1962), Le pensée sauva g e, París: Plon, 1983.

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lógicas cotidiana y m e t ó d i c a) y por abajo (en tanto que permite la identifica-ción del ra zonamiento ord i n a r i o con el pensamiento p re l ó g i c o de Lévi-Bru h l ) .Aunque la interpretación de Sh weder le parece exc e s i va, su propuesta pare-ce poner una gran presión sobre su tesis racionalista de las creencias, quizá,p recisamente, por la propia expectativa que en él despiertan estos re s u l t a d o sy, en general, los experimentos trabajados por la psicología cognitiva. Así,cuanto más potente le parece el trabajo de Sh we d e r, tanto más se siente lla-mado a rebatirlo y se propone hacerlo al menos por tres vías básicamente inte-r relacionadas. En primer lugar, la i n f o rmación frecuencial pert i n e n t e a la quealude Sh weder suele ir ambiguamente indicada en las preguntas. En segun-do lugar, la i n f o rmación frecuencial pertinente generalmente no puede deter-minarse más que por re f e rencia a un contexto y éste suele ser muy va r i a b l e .Por último, la persistencia de los fallos detectados no explica el carácter colec-t i vo de las respuestas, no dice nada acerca del consenso expresado sobre unamisma idea falsa. De s a r rollar estas tres vías de argumentación consumiráaquí el resto de este apart a d o.

3.1. Por qué fallan las pre g u n t a s

La cuestión central en este caso es qué tipo de información logra activarse conlas preguntas. Puntualmente, qué información logra movilizar en el estu-diante que responde a una pregunta como la que se les presentaba en elexperimento de Sh we d e r :

En su opinión ¿las personas que muestran capacidad de liderazgo suelentener confianza en ellas mismas?

Su idea era que una pregunta así enunciada, normalmente debería mov i-lizar en la mente del sujeto que responde a los va l o res indicados en la tablade contingencia 1. Pe ro, contrariamente a lo esperado, dicha información nose moviliza. De haberlo hecho, los sujetos demandados no habrían emitidoun juicio de atribución causal contrario a sus propias apreciaciones estadís-ticas. Así planteado, más que una cuestión de «pensamiento mágico», se tra-ta de un problema re f e rente al tipo de i n f o rmación frecuencial que se mov i l i-za en cada uno de los casos. La re c o n s t rucción hipotética del razo n a m i e n t oque sigue el interrogado permite hacer a Boudon (1990: 90-97) una bonitadisquisición sobre la i n f o rmación frecuencial pertinente que se re p ro d u c i r áaquí con cierto detalle.

¿ Qué tipo de información puede movilizar la pregunta? A simple vista, unacuestión de este tipo no parece pedir otra cosa que determinar si un pre d i c a -do (x) se aplica a un sujeto (y). Pe ro la i n f o rmación necesaria para re s p o n d e r-la —positiva o negativamente— no viene determinada por la simple f o rm ade la pregunta. Depende de un c o n t e x t o variable, con lo que, en muchas oca-siones, la in f o rmación pert i n e n t e pasa a ser co n j e t u ra l.

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Ahora bien, si se designa por «x(y)» la proposición que indica que«y es x», o que x es un predicado de y,

la i n f o rmación frecuencial pert i n e n t e que permitirá responder —positiva on e g a t i vamente— a la pregunta «¿x (y)?» es con frecuencia incierta y va r i a b l esegún el contexto, y no siempre es evidente qué tipo de información se le hade asociar en uno u otro caso.

— Así, en ciertos casos, se subscribirá sin duda la proposición «x (y)» si x (y)a p a rece como ve rd a d e ro en t o d o s los casos, es decir, si puede interpre t a r-se como una regularidad analítica o una ley causal. También suele hacer-se cuando x se interpreta como un rasgo distintivo de y (Boudon pone aquíel manido ejemplo del «negro» de todos los cuervos). Aunque el enunciadose sabe vulnerable a un único contraejemplo, se tiende a tener a «x(y)» porve rd a d e ro (tal es la fuerza evo c a t i va del principio de la inducción)1 2. Pa r aestos casos, la i n f o rmación frecuencial pert i n e n t e se puede re p resentar enuna tabla de d o s entradas en la que a uno de ellos corresponde un efecti-vo nulo. La descripción exacta de Boudon (ibídem: 90) es:

Tabla 2. Boudon ibídem: 92

Ne g ro s No - n e g ro sCu e rvo s N ( t o d o s ) 0 (alguno)

El enunciado implica que todos los elementos del conjunto están carac-terizados por el mismo va l o r. Así, si «p [x (y)]»designa la proposición de obje-tos «y » que presentan la propiedad «x», la i n f o rmación frecuencial pert i n e n t eque corresponde a la afirmación «x(y)» es, evidentemente,

( 1 ) p[ –x (y)] = 0

— Un segundo caso correspondería a una interpretación de «x (y)» como:

Las sonatas para piano de Be e t h oven son admirablemente interpretadas porA l f red Bre n d e l .

Como en el caso precedente, la i n f o rmación frecuencial pert i n e n t e s edetermina a partir de una tabla con una variable, aunque aquí los paráme-t ros cambian. La proposición será suscrita en el caso de que la interpre t a c i ó npor Brendel de va r i a s sonatas —o alternativamente de muchas de ellas— pue-da ser calificada de admirable. En este caso, para el enunciado «x (y)» pue-

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1 2 . Boudon suele recoger algunos experimentos de Kahneman y Tversky que resaltan aún másrotundamente cómo, de forma persistente y universal, se suele movilizar implícitamenteeste principio. Cfr. 1990: 72 y s., en donde lo ilustra en extenso.

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de ser subscrito, la condición que ha de satisfacer la i n f o rmación fre c u e n c i a lp e rt i n e n t e e s :

( 2 ) p [x (y)] = va rias (altern a t i vamente muchas)

— Puede darse un tercer tipo de interpretación del enunciado «x(y)», tal como:

Los trenes americanos son poco exactos.

Un pasajero que hace uso frecuente de los mismos posiblemente acepta-ría esta proposición si tiene evidencias de que de cada diez viajes sólo doss u f ren re t a rd o. En este caso, con una única variable a la que corresponde lacondición, subscribiría la proposición siempre que la i n f o rmación fre c u e n c i a lp e rtinente haga re f e rencia a una desigualdad, así:

( 3 ) x(y) si y sólo si p [x (y)] > 0,2

— Aún podría pensarse en otros casos en los que el enunciado «x (y)» se daen otro contexto o conversación en el que el enunciado se interpre t ac o m p a r a t i vamente, como cuando se les compara, por ejemplo, con los tre-nes franceses. En esta ocasión, lo que se querría decir con:

Los trenes americanos son poco exactos.

viene sugerido por el contexto de la conversación, y seguramente lo queq u i e re decir es que:

Los trenes americanos son menos exactos que los franceses.

Aquí la i n f o rmación frecuencial pert i n e n t e para poder aceptar la pro p o s i-ción x (y) debe pensarse en una tabla con cuatro casos:

Tabla 3. Boudon ibídem: 94

Tre n e s Exactos (x ) Inexactos (–x )A m e ri c a n o s 2 8Fr a n c e s e s 1 9

En este contexto, la afirmación puede ser aceptada sólo en casos en los quese dé una desigualdad, sea cual sea la diferencia. Aq u í ,

( 4 ) p [x (y)] - [px ( –y)] = > 0,1

Incluso en casos en los que la desigualdad es muy débil, ésta se interpre-ta como interesante y suficiente para fundamentar la pro p o s i c i ó n .

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Sin duda existen muchas otras ocasiones en las que la aceptación delenunciado «x (y)» tendría que movilizar una i n f o rmación frecuencial pert i -n e n t e más rotunda, es decir, en las que implícitamente se exigiría una fuert ec o r relación. En tales casos, antes de indicar causalidad o afirmar el vínculocausal de un factor con otro, ciertamente habría que asegurarse de que todoslos indicios re l a t i vos al dicho factor se han tomado en consideración.

De hecho, son muchos los casos en los que, cuando se emite un enunciadodel tipo «x (y)» en una conversación cualquiera, los interlocutores lo asociande forma inmediata y sin ambigüedad a uno de estos tipos (cfr. tabla 5). Pe ro ,en muchas otras situaciones, la i n f o rmación fre c u e n c i a l requerida, semántica-mente muy sensible, resulta ambigua o está subdeterminada.

Así se puede ver cómo, según el contexto conversacional en el que seemite, un mismo enunciado puede ser relacionado a uno u otro tipo deinformación frecuencial. A veces se acertará y en otras muchas la conjeturas o b re el tipo de estructura pertinente puede movilizar la i n f o rmación fre -cuencial e q u i vocada o, lo que es lo mismo, puede no movilizar la corre c t a .

Tabla 4. Boudon (ibídem: 95)

In f o rmación frecuencial Algunos tipos re q u e ri d a Ej e m p l o sTipo 1 x (y) si p [x ( –y )] = 0 Los cuervos son negros Tipo 2 x (y) si p [x (y )]= «muchos» Las sonatas de Be e t h ove nTipo 3 x (y) si p [x (y )] – p [x( –y )] > 0,1 Los trenes ameri c a n o sTipo 4 x (y) si p [x (y )] «mucho» más La que no movilizó el

grande que p [x ( –y ) ] e x p e rimento: Sh we d e r

Tal es para Boudon (ibídem: 97) el caso de los estudiantes del experimentode Sh we d e r. Según la re c o n s t rucción de su razonamiento, la respuesta a la sim-ple pregunta del test implica ante todo que los sujetos del experimento mov i-licen una proposición de hecho que quepa dentro de la estructura del cua-d ro, una proposición del tipo:

1 . [ «f re c u e n t e m e n t e, los líderes tienen confianza en ellos mismos»],

y luego, que (de forma no consciente) la asocien a una proposición del tipo2, esto es, a:

2 . [ «p [x (y )]= «muchos»].

Sólo entonces sacarán la conclusión de que:

3 . [«los líderes son individuos que tienen confianza en ellos mismos»].

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Mediante esta simple re c o n s t rucción de su argumentación puede desve-larse el «misterioso» razonamiento que hay detrás de éste y de prácticamen-te todos los demás experimentos. Sí, efectivamente, en contra de las expec-t a t i vas de Sh weder sus estudiantes no mov i l i z a ron una estructura de tipo 4,es seguramente porque, a diferencia de los científicos sociales, ellos no tienenel hábito de pensar que toda proposición «x (y)» debe partir de una infor-mación frecuencial de este tipo. Ello no significa que no siguieran re g l a slegítimas de inferencia. Atribuir el fallo a pensamiento mágico parece unai n t e r p retación cuando menos exagerada.

Si Boudon está en lo correcto, en ambos casos, el de Sh weder y el de susestudiantes, los sujetos parecen tener buenas ra zo n e s para creer lo que cre-en, aunque en los dos casos las conclusiones a las que llegan son falsas,dudosas o frágiles. Falsas en el caso de las cobayas, puesto que afirman unvínculo o una asociación causal de las variables en contra de su propia evi-dencia estadística. Dudosa, en el caso de Sh we d e r, puesto que, al pre s u m i rque la forma de la pregunta movilizaría de manera biunívoca una infor-mación frecuencial de tipo 4, concluye asociando el fallo de razo n a m i e n t oo b s e rvado a pensamiento mágico. Para Boudon ambas instancias constitu-yen excelentes descripciones de lo que él llama el «efecto Simmel» (cfr. 4 ac o n t i n u a c i ó n ) .

3.2. El «contexto» al que se asocia la pre g u n t a

Para la argumentación de este punto se echará mano de otro de los experimentostambién re p roducido por Boudon (1995: 74-78; 1996: 132-136) y que, en loque respecta a este caso, permite ilustrar mejor el sentido de su crítica.

Ahora se trabaja con una población de expertas enfermeras a las que sepasa un paquete de cien fichas, cada una de las cuales re p resenta a un hipo-tético paciente. En cada ficha se incluyen dos informaciones, también ficti-cias, re l a t i vas a pacientes que p resentan (o no) el síntoma S de la enfermedady tienen (o no) la enfermedad E. Se pregunta a las enfermeras si, efectiva m e n t e ,el síntoma S debe ser interpretado como un síntoma claro de la enfermedadE, es decir, si la enfermedad está causalmente vinculada al síntoma.

En la siguiente matriz se re p roduce la información compilada que sed e r i va de las fichas, matriz que, naturalmente, no estuvo disponible a lasenfermeras cuando, masivamente, afirmaron un nexo causal entre E y S.

Tabla 5. In f e rencia causal infundada. Extraído de Boudon (1996: 135)

En f e rm o No - e n f e rm o To t a lPre s e n t e 37 (1)* 3 3 7 0Au s e n t e 17 (2)* 1 3 3 0To t a l 5 4 4 6 1 0 0

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En la determinación de su respuesta claramente errada, las enfermerasp a re c i e ron utilizar sólo una parte de la información, a saber, la pro p o rc i ó nde casos (ficticios, aquí 37) en los que el paciente ostentaba a la vez el s í n t o -m a y realmente tenía la e n f e rm e d a d. Según su intuición, basada en la prácti-ca clínica rutinaria, 37 casos de cada 100 parecen suficientemente re p re s e n-t a t i vos como para afirmar el nexo E ⇒ S. Es evidente que esta únicainformación es a todas luces insuficiente para fundamentar una tal re l a c i ó n .De hecho, la información frecuencial pertinente para asertar la existencia deuna hipótesis causal apropiada habría exigido la comparación del grupo quep resenta la enfermedad y el síntoma con el grupo que no presenta el sínto-ma pero sí tiene la enfermedad. Referidos a la matriz, los va l o res de cada unode estos grupos sería (1)* 37/70 = 0,53 y (2)* 17/30 = 0,57, re s p e c t i va m e n-te, con lo que el porcentaje de los enfermos que no presentan el síntoma esm a yor que el de los enfermos que sí lo ostentan.

¿Cómo se explica aquí que una correlación ligeramente negativa sea colec-t i vamente percibida como una correlación positiva? En este caso, hay que par-tir del hecho de que la información frecuencial ha sido ambiguamente trans-mitida, puesto que se presenta en un formato disperso de fichas en las que,además, se incluyen datos ficticios exagerando ligeramente las cifras norma-les de incidencia enfermedad-síntoma con las que habitualmente acostumbraa encontrarse la rutina hospitalaria. A diferencia del caso anterior, no puedebuscarse una salida válida a la respuesta que, aunque tiende a imponersem a yoritariamente, es clamorosamente falsa.

Boudon (1995: 75-76) lo argumenta en los siguientes términos. Si bienel cuadro de contingencia binaria comprende cuatro informaciones inde-pendientes, en la práctica se puede inferir válidamente una acusación causalen casos (a ) de una única información, o (b ) cuando las distribuciones mar-ginales son muy asimétricas. Si (caso a ), tras un exceso de ingesta de alcoholen dos ocasiones contiguas, observo (o padezco) dos episodios de resaca conf u e rte jaqueca, puedo válidamente llegar a la conclusión de que «el alcoholno me sienta bien». Aunque, naturalmente, en este caso no puede determi-narse el valor exacto de la correlación, ya que se dispone de pocas indicacio-nes cualitativas (sólo las dos veces que he tenido jaqueca cuando, de hecho,no soy nada dado a ellas), la cert eza del juicio se apoya en el hecho de que lai n f e rencia es correcta. También las enfermeras habrían podido inspirarse enun esquema similar, e incluso con un pequeño número de coincidenciase n t re S y E, podrían haber llegado a acusar válidamente un nexo de tipoS ⇒ E. No obstante, no parece ser el caso. Aunque, seguramente de formano deliberada o consciente, lo que parecen haber hecho es juzgar que, comopor lo demás suele acontecer en todos los fenómenos patológicos a los queestán habituadas, la frecuencia re l a t i va de la «enfermedad» es siempre «d é b i l»y la frecuencia de «síntoma» también lo es (caso b ). Pe ro, como los va l o re sre l a t i vos han sido expresamente trucados en las fichas, y las enfermeras no setoman el cuidado de verificar los i n p u ts marginales del test, subvaloran la pro-babilidad condicional de presentar la enfermedad con y sin el síntoma, re s-

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p e c t i vamente, y emiten el juicio erróneo consignado en los resultados dele x p e r i m e n t o. Si la tabla hubiese sido más ajustada a la realidad, más confor-me a lo que en efecto se constata clínicamente, la información según la cuallos dos rasgos —enfermedad y síntoma— se encuentran conjugados 37 ve c e sde cada 100 re p resentaría inequívocamente un serio indicio de causalidad ( i b í-dem: 77). Se g u ro que las enfermeras del experimento siguieron reglas legíti-mas de inferencia y, aun fallando clamorosamente, seguro que tuvieron susbuenas razones para responder como lo hiciero n .

3.3. Ra zones «tra n s u b j e t i va s »

Un último ejemplo servirá para desarrollar este re l e vante aspecto en la inter-p retación boudoniana de las creencias colectivas falsas sistemáticamente detec-tadas en estos experimentos. En este caso el test procede de Casscells y otro s .(1978). A diferencia de los anteriores, este experimento tiene import a n c i apráctica y nos será útil más adelante para otras observaciones en el desenla-ce del ejerc i c i o.

En este caso, el protocolo experimental va dirigido a una audiencia demédicos a la que se le plantea la siguiente pre g u n t a :

¿ Si un test para detectar una enfermedad cuya pre valencia es de 1/1000 tie-ne una tasa positiva de 5%, ¿qué probabilidad cree que tiene una persona queha dado positivo de tener realmente la enfermedad, ello en el supuesto de queusted no sabe nada acerca de los síntomas o signos que presenta dicha per-s o n a ? _ _ _ %1 3.

En la distribución de los resultados, solo 18% de las respuestas fuero nc o r rectas. Un significativo 45% de ellas ignoró la información re l a t i va a la tasade re f e rencia y atribuyó a la persona evocada en la pregunta una pro b a b i l i-dad de 0,95. La mayor parte de las respuestas de este distinguido público fuee q u i vocada, y los más se alejaron claramente del cálculo racional corre c t o.

Tal distribución de las respuestas resulta interesante, al menos por dosr a zones. En primer lugar, porque las respuestas aparecen muy estru c t u r a d a sy caen en un valor también muy específico. En efecto, la moda es muy altay la gran mayoría de los médicos sostiene que el individuo al que alude la pre-gunta tiene una probabilidad de 0,95 de estar realmente enfermo. Por otrap a rte, la respuesta más re p resentada está muy lejos de ser ve rdadera. Dehecho, únicamente el 18% de los médicos da con la respuesta correcta. Elexperimento ha generado una auténtica creencia colectiva falsa, no ya sólo enun sentido agregado, sino en otro sentido aún más importante, a saber, esresultado de la aplicación de un mismo esquema de razo n a m i e n t o. De hecho,

1 3 . « If a test to detect a disease, whose pre valence is 1/1000, has a false positive rate of 5 per-cent, what is the chance that a person found to have a positive result actually has the dise-

ase, assuming you know nothing about the person's symptoms».
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todos los que dieron por resultado 0,95 tuvieron que seguir el mismo pro-cedimiento que Boudon (ibídem: 131) re c o n s t ru ye más o menos literal-mente en los siguientes términos. En la pregunta, los médicos entendiero nexactamente lo que quería decir un «falso positivo». En cambio, no com-p re n d i e ron tan bien lo que quería sugerir el término «t a s a» referido a los «fal-sos positivos» (false positive ra t e). En realidad, no estaban seguros del deno-minador al que debía referirse el número de «falsos positivos», sí al de los« ve rd a d e ros positivos», o más bien, al de los «ve rd a d e ros negativos». Si e m p reresulta más sencillo responder atendiendo al primero de ellos. No obstante,la noción misma de test crea un contexto comunicativo en el que se ha de bus-car la «palabra clave» y, cualquiera que se lo tome en serio, tendrá la tendenciaa responder con una probabilidad significativa, es decir, lo más alta posiblepara que la prueba tenga sentido1 4. Así, aunque no de forma consciente, elargumento que mentalmente todos ellos se arman al responder puede bienser el siguiente:

( 1 ) Como un test ha de ser válido por definición, la probabilidad que se mep regunta debe ser cercana a 1.

( 2 ) Por otra parte, no se me dice a qué denominador debo referir el númerode falsos positivo s .

( 3 ) Es más sencillo referir el falso positivo al ve rd a d e ro positivo que al ve r-d a d e ro negativo.

( 4 ) Al referir el falso positivo al ve rd a d e ro positivo se genera un valor de pro-babilidad alto.

( 5 ) Los médicos concluye ron así como concluye ron. Con seguridad les sobra-ban razones para hacerlo.

Ex p resado numéricamente, el razonamiento que supuestamente siguiero nles llevaría a lo siguiente:

Si T es el número positivo por cada 100,000 personas y E el número de per-sonas enfermas,

T = E + 5% (100)E = 105 de donde se sigue que,Pr (E/T) = 100/105 = 0,95, que fue lo que respondió el 45% de

e l l o s .

El razonamiento correcto habría sido:

T = E + 5% (no-E ) = 100 + 5% (99,900) = 5095Pr (E/T) = 100/5095 = 0,02, que sólo siguió el 18%1 5.

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14. De la misma manera que un teorema falso no es un teorema, un test que no tiene validezninguna tampoco es un test. Cfr Ryle (edición de 1966, citado por Boudon en ibídem).

1 5 . C f r. 1996: 131.

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La respuesta, individualmente falsa, tiende a imponerse a cada uno de losmédicos como «la» estrategia de solución al test. En este caso es evidente quela creencia falsa puede resultar de un fallo inteligible y que no responde a razo-nes arbitrarias. De hecho, aunque en éste (y otros casos) las ra zones no esténo b j e t i vamente fundadas, tampoco se trata de razones estrictamente « s u b j e t i -vas» ya que, como indica su alta re p resentatividad en las distintas pru e b a s ,éstas no obedecen a rasgos idiosincráticos ni a peculiaridades de individuosaislados. Boudon (1996: 129-130) propone llamarlas «transubjetivas», esd e c i r, razones que son p e rcibidas como sólidas, no ya por un individuo en par-t i c u l a r, sino por todos o casi todos los individuos de la pru e b a .

Esta implicación le resulta particularmente instru c t i va y muy re ve l a d o r a ,ya que la dimensión «transubjetiva» le permite echar luz sobre el carácterc o l e c t i vo de las creencias falsas y a la vez identificar un mecanismo capaz dedar cuenta de la aparente irracionalidad en función de sólidas razones, y dehacerlo de forma plausible y convincente (Boudon, 1995: 75-76). Ad e m á s ,la evidencia de los experimentos de la psicología cognitiva parece haber brin-dado a Boudon la ocasión perfecta para explicar cómo, razones no objetiva-mente fundadas, pueden aun ser s ó l i d a s, b u e n a s r a zones para adherirse a unac reencia incierta o falsa.

4 . El «modelo Si m m e l »

El mecanismo por el cual nos adherimos a creencias frágiles dudosas o falsasimplicaría así un proceso normal de inferencia que, de forma no consciente,se funda sobre supuestos generales que se tienen por válidos o se dan por sen-tados y que pueden contaminar las conclusiones. A este mecanismo cogniti-vo capaz de generar creencias colectivas en ideas frágiles, dudosas o falsas lellama Boudon (1990: 103 s.) el «modelo Si m m e l » .

Para Boudon este modelo «emana directamente de la teoría del conoci-miento de George Simmel» (de ahí su nombre), quien lo considera como «unmodelo característico del pensamiento humano» (ibídem: 104). No es mio b j e t i vo aquí enzarzarme en una discusión filosófica sobre la inferencia natu-ral, cosa que claramente escapa a la intención de este escrito. Lo que de L o sp roblemas de la filosofía de la historia de G. Si m m e l1 6 se recoge aquí bre ve-mente son los postulados centrales, tal y como los re p roduce Boudon en lac o n s t rucción de su modelo (ibídem: 103-126).

Aunque Simmel se aparta de la versión ort o d oxa de los a priori k a n t i a n o s1 7:

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1 6 . En 1984 Boudon traduce al francés Die Pro b l e m e, una obra claramente enmarcada en ladiscusión neokantiana de los a priori del conocimiento, un libro difícil de abordar y encuya introducción el traductor ofrece una lectura particularmente centrada en el pro b l e-ma de inducción.

1 7 . Filósofo, sociólogo y pensador «harto original y amigo de caminos poco trillados» (Fe r r a-ter Mora, 1951: 676), Simmel tiene su propia idea del modo como se correlacionan el suje-to y el mundo. Se aparta de la idea kantiana de los a priori p o rque, aunque éstos re v i s t e nun cierto grado de universalidad, no son concebidos como invariantes en el tiempo.

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— Retiene la idea de que todas las actividades del conocimiento mov i l i z a na priori y la idea según la cual ciertas proposiciones, «principios» o «hipó-tesis generales» (en el lenguaje de Simmel los a priori) presentan a su vezla propiedad de ser metaconscientes y decisivo s .

— El conocimiento no es nunca una copia de la realidad y siempre suponeuna intervención activa del sujeto cognoscente.

— Al lado de proposiciones explícitas sobre las cuales razonamos, siemprei n t roducimos proposiciones implícitas que no aparecen directamente enel campo de la consciencia. Así, puede ocurrir que las conclusiones quesacamos de una teoría nos parezcan diferentes si se ponen de manifiestosus proposiciones implícitas.

— Simmel considera que ésta es la forma en la que procede el conocimien-to humano. Ello implica como consecuencia inevitable la posible discor-dancia entre los razonamientos tal y como nos a p a re c e n y tal y como s o nen re a l i d a d .

— Ahora bien, si los a priori re p resentan un ingrediente indispensable detodas las ciencias, Simmel se ocupa en Die Pro b l e m e de los a priori de la« h i s t o r i a » .

— Aunque no los identifica (tampoco era su propósito), especifica sus pro-piedades esenciales. Con frecuencia toman la forma de «cuadros lógicos»i m p l í c i t o s .

— Ahora bien, si estos supuestos hacen posible el conocimiento histórico (ysocial), también lo fragilizan.

— Esta ambigüedad, una propiedad intrínseca de los a priori s i m m e l i a n o s ,hace posible incurrir en el erro r.

— En razón de su «va l i d ez» y «generalidad» intrínsecas y de su carácterimplícito, estos principios generales o «cuadros lógicos» (que re p re s e n t a nlos a priori simmelianos) escapan a la consciencia crítica.

— Lo que no necesariamente implica que los postulados explícitos escapena la cautela científica.

— Los supuestos implícitos pueden así distorsionar las conclusiones de cual-quier inferencia válida.

— Así, sugiere Simmel, el funcionamiento n o rm a l del conocimiento puedeconducir al erro r.

Boudon interpreta la filosofía del conocimiento de Simmel como «unateoría de la inferencia natural, de sus logros y de sus ye r ros» (ibídem: 129) y,a la luz de sus postulados centrales, re c o n s t ru ye el mecanismo cognitivop ro p u e s t o. En el «modelo Simmel» pretende re c o n s t ruir procesos elementa-les de la inferencia natural que incorporan supuestos implícitos que se tienenpor válidos y se dan por sentados, y que permiten comprender cómo puededarse una adhesión «racional» a creencias colectivas frágiles, dudosas o falsas.

Todos los experimentos de la psicología cognitiva con los que trabaja sondescripciones típicas de «efectos Simmel». En cada uno de ellos, para unc o l e c t i vo de individuos que sigue reglas legítimas de inferencia y observa un

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conjunto de protocolos de observación correctos, la intervención de ciert o ssupuestos (que gozan de va l i d ez muy extendida y se dan por sentados) dis-parados bien por la forma de las preguntas o por el contexto mismo delexperimento, sistemáticamente y de forma masiva derivan en conclusiones ojuicios inciertos o falsos. Si se hacen aflorar los supuestos implícitos detrás delr a zonamiento expreso, se comprenden las razones que tuvieron los individuosde la muestra para responder como re s p o n d i e ron. Al margen de estos ejem-plos in vitro, Boudon ha ilustrado con eficacia otras descripciones del mode-lo provenientes de la filosofía y la historia de la ciencia (1990: 129-176), dela sociología del conocimiento (1996: 130-142) y de la sociología moral ypolítica (ibídem: 142-146).

5. Esbozo de una teoría racional de las cre e n c i a s

Un sencillo procedimiento general permitiría, según Boudon, distinguir entreteorías de las creencias fundadas sobre razones (tipo 1) y las teorías «irracio-nales» (causas distintas de razones) de tipo 2 y 3. Toda teoría que pre t e n d aexplicar racionalmente las creencias ha de poder enunciarlas como re s u l t a d ode ra zo n e s: «el sujeto X tiene «buenas razones» para creer Y, porq u e . . . ». L a steorías de tipo 2 y 3, en cambio, responderían a un enunciado de las cre e n-cias del siguiente tenor: «el sujeto X no tiene (o tenía) razones reales de cre-er Y, p e ro . . .» (1990: 71).

En algunos casos, la explicación de una creencia o la adhesión a un jui-cio del tipo «Creo que X » apenas si pone problemas. «Creo que dos y dos sonc u a t ro p o rque» dos y dos suman cuatro. «Creo que el libro está sobre lamesa, porque», efectiva m e n t e, el libro está sobre la mesa. Aquí las cre e n c i a sestán claramente fundadas sobre razones objetivas (1995: 19-20). El acuer-do en este punto apenas si levanta controversia. Los problemas de la pro p u e s t acomienzan tan pronto como se abandona la zona segura de lo indiscutible.¿Cómo dar cuenta en función de razones de creencias positivas falsas? ¿Cómoexplicar la adhesión a las creencias falsas colectivas? Las creencias positivas fal-sas —nos dice Boudon— no son en modo alguno exc l u s i vas del conoci-miento ord i n a r i o. De hecho, la historia de la ciencia es rica en ejemplos dec reencias que en su momento conmocionaron a la comunidad científica y quehan acabado siendo falsas. Sin gran controversia, se suelen admitir las bue-nas razones que tuvieron los científicos en su momento para adherirse a teo-rías falsas como la del éter, el flogisto o de la «materia cadavérica». ¿Es éstetambién razonamiento mágico, mentalidad primitiva? Más bien se ha dei n t e r p retar como resultado de un mecanismo cognitivo común al razo n a-miento humano, sea ordinario o científico, del tipo apenas pro p u e s t o.

Esta adhesión a creencias falsas cobra ve rdadera importancia cuando se tra-ta de creencias colectivas. Explicar las creencias de los azande de Eva n s - Pr i t-c h a rd, o, en general, los ritos de invocación de la lluvia, de iniciación, defecundidad, u otros característicos de los pueblos tradicionales pone un ve r-

d a d e ro reto a cualquier intento de teoría racional de las creencias. El pro b l e m a
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reviste particular importancia para el sociólogo y desde los clásicos ha estadoen la agenda de los problemas irresueltos dejados de lado por la tradición dela teoría económica estándar, en general ciega a la cuestión de las creencias.

A propósito de las creencias mágicas, las creencias colectivas falsas pore xcelencia, ya se esbozó la teoría durkheimiana de tipo 1. En ella vio Bou-don (1990: 39-43) no sólo un legítimo y sólido precedente clásico, sino tam-bien un claro testimonio de las ventajas asociadas a este paso. Si e m p re quees posible darlo —dice— «se experimenta un claro sentimiento de pro g re s o » .En el caso de la teoría de las creencias mágicas de Du rkheim este efecto posi-t i vo es más que evidente. Su interpretación supera los defectos de teorías riva-les en alza como la de Lévi-Bruhl. De hecho, la interpretación en clave der a zo n e s :

— Logra evitar una hipótesis psicológica tan pesada como la de las l ó g i c a sva r i a n t e s o p a rt i c u l a re s.

— Permite comprender mejor la distribución del fenómeno de la magia enel espacio y en el tiempo.

— Da cuenta de la relación entre prácticas mágicas y tipo de actividades pro-d u c t i vas o cosmovisiones integradas a sistemas específicos de creencias re l i-giosas.

— Supera teóricamente a la lévi-bruhliana, una teoría ad hoc, puesto que sunoción explicativa medular —la mentalidad primitiva— se intro d u c epuntualmente con el fin de dar cuenta de los mismos fenómenos queexplica, y tautológica, en tanto explica la confusión que los primitivo shacen de asociaciones de semejanza y causalidad por su pro p i a t e n d e n c i aa confundirlas. Tendencia por otra parte garantizada por el hecho mismode que efectivamente las confunden (ibídem: 41-43).

Las creencias falsas colectivas no son cosa de magia o de primitivos. Ta m-bién permean el espacio de todas las vidas cotidianas, y los experimentos dela psicología cognitiva han sido fecundos en la explicitación de tales eviden-cias. ¿Por qué los médicos erróneamente creen en una tasa de 0,95 de inci-dencia? ¿Por qué las enfermeras ven causas donde no las hay? La transcrip-ción de estas creencias colectivas falsas a ra zones requirió la introducción deun mecanismo cognitivo para hacerlas inteligibles. R. Boudon resolvió estacuestión con astucia y eficacia metodológica mediante la evocación de lossupuestos implícitos tra n s u b j e t i vo s , que, una vez explicitados, permiten hacerinteligibles las ra zo n e s que llevan a la adhesión a creencias inciertas o falsas.Con ello, el propósito de L ' Art de se persuader quedaba suficientemente ser-vido (cuadro 2).

Más allá de las creencias positivas, en Le juste et le vrai. Études sur l'objecti -vité des va l e u r s , Boudon (1995) se enfrenta a una cuestión mucho más difícily controve rtida, a saber, al intento paralelo de transcribir también las cre e n c i a sn o r m a t i vas y los juicios de valor al lenguaje de «razones». En este escrito ape-

nas si podremos plantear el tema, una cuestión en sí misma mucho más pro-
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blemática, extensa y demandante que la que acabamos de dejar. No obstante,se introducirán algunas notas para poder dar una visión de conjunto y enun-ciar el esbozo de teoría cognitivista de las creencias que el autor pro p o n e .

Aquí, la explicación se enfrenta a creencias normativas y juicios de va l o r,c reencias no asert i vas de ve rdad o falsedad y en principio indemostrables.Concernientes al deber ser, estas creencias serían del tipo «X es bueno» o«X es justo», que, en términos del autor, se expresan en enunciados «axioló-gicos» (ibídem: 22). El empeño de su transcripción a «razones» re s u l t a r ámucho más complicado y presupone un esfuerzo mayor y bastante másaudaz. ¿Cómo, o sobre qué sustentar este nuevo salto? ¿Son susceptibles lasc reencias normativas y los juicios de valor de una transcripción del tipo«Cre o que X es bueno... p o rq u e», «Cre o que X es justo... porq u e» ?

Boudon (1995) da aquí un sorprendente giro de timón y rompe fuego conuna batería interesante de cuestiones con las que arranca su introducción deLe juste. ¿Por qué, se pregunta, desde el público más llano hasta las más altasesferas de la opinión, la petición del colegio médico francés de indulto de suscolegas involucrados en el escándalo de la sangre contaminada ha pro d u c i-do una indignación tan grande en todos los estamentos sociales y en todoslos horizontes de opinión? Si todas las loterías que conocemos se montans o b re una idea de retribución —contribución que, normalmente, estima-mos condenable, ¿por qué en este caso no nos resulta chocante? ¿Por qué cier-tas desigualdades en la distribución social nos resultan tan indoloras? ¿Por qué,en cambio, otras nos resultan intolerables? De hecho nos tomamos con másnaturalidad y sosiego la considerable desigualdad en la remuneración del tra-bajo femenino, o la radicalmente distinta valoración y reconocimiento socialde las diferentes capacitaciones profesionales, mientras reaccionamos conenorme indignación frente al listillo que se cuela en la cola de la ve n t a n i l l a

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Cu a d ro 2. Transcripción de explicaciones de tipo 2 a explicaciones de tipo 1: núcleocentral de la propuesta de R. Boudon (1990) sobre las creencias positiva s

Fa c t o res que « e x p l i c a n »

Tipo de explicaciones

« Ra zo n e s » son causas Ca u s a s que «no-r a zo n e s»

Fa c t o res cognitivo s : 1 .Explicar la creencia es hacer-la comprensible dando cuen-ta de las buenas razones quese tienen para creer en ella.

2 .La explicación de la cre e n c i ano objetivamente fundadapuede hacerse dando cuentade las b u e n a s r a zones que setienen para creer en ella.

Fa c t o res no-cognitivo s 4 .Las razones que se da el suje-to son tributarias de (a ) cau-sas culturales o (b) biológicase vo l u c i o n a r i a s .

3 .Causas afectivas (accesibles ono a la observa c i ó n ) .

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de la oficina de administración. ¿Cuál es el origen de estos sentimientosc o l e c t i vos? (ibídem: 15-19).

Para responder a este reto autoimpuesto, una forma económica de apro-ximarnos compactamente a los intentos de solución que busca el autor seríafijar la atención en el cuadro inicial de la tipología de teorías. La tradiciónh e redada en este punto se concentra claramente en la ve rtiente irracionalis-ta (causas distintas de razones). Si g n i f i c a t i vamente aquí, la teoría de los re s i -duos de Pa reto (teoría de tipo 3) ve en el origen de estos sentimientos colec-t i vos una mera función racionalizadora que satisface la necesidad psicológicade justificación de nuestras creencias y acciones. La búsqueda de esta funciónlatente no reconocida conscientemente, de estos «significados profundos», hasido recogida en esta tradición por teorías como la psicoanalítica de S. Fre u d ,o, interpretada de forma natural, por otras como la crítica marxista de la ide-ología. Como ya se ha mencionado, la tradición heredada de la filosofía, lapsicología y la sociología casi mayoritariamente se ha decantado por uno uo t ro tipo de teoría irracionalista de los va l o re s .

Las teorías racionalistas de tipo 1 (celda 1), notoriamente la teoría de ladecisión racional en su versión estándar, básicamente subscriben la raciona-lidad de los m e d i o s, enfrentándose con ello a grandes problemas de demar-cación entre creencias positivas y creencias normativas. A excepción de jui-cios tales como «Este cuchillo es bueno», es decir, «este cuchillo corta y, portanto, cumple la función de cortar», o «Tal es la buena manera de hacer estepuente» = «si no, se corre el riesgo de hundimiento», juicios de valor que cla-ramente encubren juicios de hecho y están próximos a la apreciación de losmedios, las creencias normativas no pueden explicarse más que de formaconsecuencialista. Aún así, los problemas persisten, pues la indispensabledistinción entre medios y fines exigida para sostener tal racionalidad see n f renta a las dificultades que ponen a la teoría, por ejemplo, fines prov i s i o-nales o intermedios, fines que a su vez pasan a ser medios en relación con otro sfines, etc. Como la frontera entre creencias de tipo 1 y tipo 3 no pare c etener visos de re s o l verse satisfactoriamente por esta vía, la racionalidad ins-t rumental y consecuencialista acaba por resultar demasiado re s t r i c t i va para darcuenta del origen de nuestras intuiciones morales.

El problema de las creencias normativas se presenta con particular agude-za cuando las intuiciones morales adquieren expresión colectiva. Si «en cues-tión de gustos no hay disputa», no pasa lo mismo con ciertas intuicionesmorales. Si tú prefieres la pesca y yo prefiero la música, puedo imaginar sinninguna dificultad que tengamos distintas preferencias. Pero no llego a ima-ginar que tú no experimentes la misma indignación que yo, por ejemplo,f rente al abuso de un menor. Las preguntas iniciales con las que Boudon abríasu introducción a Le juste iban precisamente en este sentido. En todos los casoscitados se evocaban sentimientos colectivos. En este contexto, cuando alguiendice que «X es malo» espera, normalmente, que el otro (generalizado) sosten-ga la misma creencia. No se trata propiamente de un sentimiento personal. Eneste caso el sentimiento que se tiene es el de que X e s e f e c t i vamente malo. Este

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juicio de valor no tiene nada que ver con el juicio de gusto. El sentimiento decerteza tiene aquí una importante dimensión transubjetiva. Se trata de senti-mientos colectivos que se viven de modo «objetivo» (Boudon, 1996: 128).

Si para Pa reto este sentimiento de «cert eza» era una mera racionaliza-ción, para Du rkheim la cert eza del juicio moral no es más que una proye c-ción psíquica de la constricción social, tanto más lograda cuanto menos pre-sente en la consciencia, puesto que, naturalmente, de ser consciente, éstapodría llevar a la insumisión. Nuestra experiencia íntima no parece confirmartal previsión teórica. Tenemos un sentimiento de cert i d u m b re y no de cons-tricción cuando afirmamos que 2 y 2 son 4. ¿Por qué las cert i d u m b res mora-les han de ser de otra naturaleza? (1995: 35).

Para evitar, por una parte, los modelos irracionales y, por otra, escapar dela estrecha versión de la racionalidad instrumental, Boudon (1996: 124) cre eque la única alternativa es optar por un nuevo camino. Opta así por unmodelo cognitivista que resulte más afín con la dimensión transubjetiva y elsentimiento de cert eza moral que acompaña a estas intuiciones colectiva-mente compartidas. El esbozo de una teoría racional de las creencias lo pre-senta el autor en los siguientes términos: «Llamo a [mi] modelo [...] el mode-lo cognitivista, queriendo significar con este adjetivo que dicho modeloasume que las creencias, ya sean de tipo positivo o de tipo normativo, pue-den ser derivadas de razones, razones que no pueden reducirse a meras con-sideraciones de coste-beneficio» (cuadro 3). Como se dijo al comenzar, la pro-puesta sólo queda sentada y el propio Boudon la presenta como un «esbozode teoría» (ibídem), esbozo al que hay que reconocerle audacia.

Cu a d ro 3. Propuesta de transcripción de explicaciones de tipo 3 a explicacionesd e tipo 1: núcleo central del esbozo de la teoría «cognitivista» de la racionalidad deR . Boudon (1995/1996)

Fa c t o res que « e x p l i c a n »

Tipo de explicaciones

« Ra zo n e s » son causas Ca u s a s que «no-r a zo n e s»

Fa c t o res no-cognitivo s 4 . Las razones que se da el suje-to son tributarias de (a ) cau-sas culturales o (b) biológicase vo l u c i o n a r i a s .

3 . « Creer que algo es ve rd a d e ro ,bueno, justo, p o rq u e . . .». Un afundamentación o b j e t i va d elos sentimientos morales (lanoción de« racionalidad axio -l ó g i c a » ) .

Fa c t o res cognitivo s 1 . Explicar la creencia es hacer-la comprensible dando cuen-ta de las razones que se tie-nen para creer en ella.

2 . La explicación de la cre e n c i ano objetivamente fundadapuede hacerse dando cuentade las b u e n a s r a zones que setienen para creer en ella.

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6 . Mejor aún que racional

El título de este apartado me lo sugiere un bonito artículo de Cosmides yTo o by (1994) «Better than rational: Evo l u t i o n a ry Ps ychology and the In v i-sible Hand», que, aparte del atractivo que tiene tal enunciado en el contex-to de este escrito, con gran pertinencia apunta a cuestiones que resultan aúnmás importantes en la discusión del modelo cognitivista hasta aquí expues-t o1 8. Este artículo arranca con una anécdota dive rtida. Cuenta que hace unosaños, en un seminario interdisciplinario, mientras economistas, psicólogos ybiólogos discutían sobre datos, un economista saltó diciendo: «¡Ya lo veo! Losdatos o son racionales o son psicológicos». La formulación —comentan des-pués de rumiárselo los articulistas— responde a un supuesto tácito que pare-ce sostener la mayor parte de los economistas, a saber, que el comport a-miento racional es un estado de naturaleza (ibídem: 327).

Si bien parte del mérito que se le otorgaba en la introducción al esfuerzode L'Art de se persuader recaía, precisamente, en su talante interdisciplinarioy, como hemos visto, Boudon mismo reconoce en distintas ocasiones que losexperimentos de los psicólogos cognitivos le brindaron un material decisivopara su proyecto, en el fondo aún le queda alma de economista. En su apro-ximación a la cuestión del alcance de la racionalidad que tanto y tan legíti-mamente le ocupa, parece peligrosamente aproximarse al supuesto del «esta-do natural», aislando de alguna manera su discusión de partes re l e vantes de labiología, la psicología evolucionaria y del resto de las ciencias de la naturale-za. In c o m p rensible, y creo desafortunadamente, todas las re f e rencias a la inter-p retación evolucionaria que muchos psicólogos cognitivos adoptan, o sonelusivas o abiertamente descalificatorias. Boudon no parece tomársela seria-mente. Las citas a este respecto podrían ser varias, pero he seleccionado unaque me resulta particularmente instructiva de su estado de ánimo al respecto.A propósito de los fallos y sesgos del razonamiento que tan cuidadosamentediscute en los diversos textos revisados dice, en el artículo en el que presentael «camino alternativo», o sea, su modelo de racionalidad «cognitivista»:

¿Cómo puede explicarse la existencia de sesgos? Los autores [psicólogos cog-n i t i vos] introducen aquí una conjetura filogenética: nuestra intuición acer-ca de cuestiones estadísticas [habría sido] estructurada en la era temprana dela humanidad como un efecto de [nuestra] experiencia como cazadores ytransmitida de generación a generación. Tal estructuración habría tenido elefecto de hacernos poco familiares los procedimientos de la inferencia baye-siana. La conjetura es interesante, pero está sujeta a varias objeciones. Pr i m e ro ,está traída por los pelos y es difícil de probar o refutar —aunque teóricamente

1 8 . El chiste tiene más de una lectura y, naturalmente, el empeño de este escrito no es cubrir-las todas. Uno de los lectores del texto me indicó con puntual pertinencia que lo que aquíse confunden son las razones (epistémicas) que tenemos para creer en algo y las causas (cog-n i t i vas o sociológicas) de que creamos. (DO M È N E C H, A. «El eterno retorno de Calicles».C o n f e rencia pronunciada en Málaga, diciembre de 2000).

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falsable, no lo es prácticamente. Por otra parte, ¿cómo es posible explicar quép rocedimientos que llevan a predicciones erróneas sean transmitidos sinc o r rección de una generación a la otra? Generalmente, la teoría evo l u c i o n a-ria enseña que los rasgos mal adaptados se eliminan. Aquí curiosamente sela interpreta como, al contrario, sugiriendo que los retiene en el tiempo.¿ Por qué tendría nuestra intuición geométrica que ser correcta y nuestraintuición estadística, sesgada? [...]. (1996: 130)

C o n s i d e ro, en cambio, que la polémica que mantienen los psicólogoscognitivistas y los psicólogos evolucionarios sobre el alcance de la racionali-dad resulta mucho más instru c t i va que esto. Y también creo que las argu-mentaciones de nuestro autor contra toda suerte de lógicas variantes o pen-samientos prelógicos, o de heurísticas problemáticas que sesgan elr a zonamiento, o sobre la fijación o adhesión de creencias positivas falsas, olos supuestos transubjetivos y las falsas creencias colectivas, su pre o c u p a c i ó npor las intuiciones morales compartidas y el sentimiento de cert eza moralencontrarían en esta tradición inve s t i g a t i va ricas y sugerentes fuentes, si node solución sí al menos de inspiración y debate.

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