Del Fobaproa Al Ipab. Resumen

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DEL FOBAPROA AL IPAB. RESUMEN Antecedentes históricos Una súbita devaluación del peso de casi 100% sacudió a la economía mexicana, que en 1995 decreció más del 6%. El desempleo aumentó, los salarios se rezagaron aún más y las tasas de interés se dispararon. Numerosos deudores, que quizá habían hecho suyo el optimismo salinista, se vieron imposibilitados para pagar los créditos contraídos (algunos en dólares) en la adquisición de maquinaria, insumos, casas y automóviles, poniendo en dificultades a los bancos. La clase media mexicana, formada al calor del auge económico de la posguerra, vivió su peor época. Con la ayuda financiera de Estados Unidos el gobierno de Zedillo sorteó el vendaval y logró que al año siguiente, en buena medida por el alza en los precios del petróleo, se recuperara el crecimiento económico. Pero hubo que aceptar una factura enorme: el gobierno se comprometió a asumir los pasivos (los préstamos incobrables) de los bancos -algunos de ellos de dudosa legalidad- por medio del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa). La justificación oficial era salvaguardar los ahorros de los mexicanos, que quedaban en riesgo en caso de una quiebra bancaria. El punto es que esa decisión impuso a la de por sí frágil hacienda pública una nueva carga, de unos 60000 millones de dólares más los intereses. 1 El Fobaproa-IPAB provocó la caída del financiamiento. La falta de crédito obligó a las empresas mexicanas a buscar financiamiento del exterior, lo que puso en marcha el conocido problema de altas entradas de capital que provocaban 1 Preambulo tomado de Escalante Gonzalbo, Pablo; Garcia Martinez, Bernardo; Jáuregui, Luis; Zoraida Vazquez, Josefina; Speckman Guerra, Elisa; Garciadiego, Javier; Aboites Aguilar, Luis. Nueva Historia Minina de México. El Colegio de México, México, 2008, pp. 531-532

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Una breve conceptualización del fobaproa en México

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DEL FOBAPROA AL IPAB. RESUMEN

Antecedentes históricos

Una súbita devaluación del peso de casi 100% sacudió a la economía mexicana, que en 1995 decreció más del 6%. El desempleo aumentó, los salarios se rezagaron aún más y las tasas de interés se dispararon. Numerosos deudores, que quizá habían hecho suyo el optimismo salinista, se vieron imposibilitados para pagar los créditos contraídos (algunos en dólares) en la adquisición de maquinaria, insumos, casas y automóviles, poniendo en dificultades a los bancos. La clase media mexicana, formada al calor del auge económico de la posguerra, vivió su peor época. Con la ayuda financiera de Estados Unidos el gobierno de Zedillo sorteó el vendaval y logró que al año siguiente, en buena medida por el alza en los precios del petróleo, se recuperara el crecimiento económico. Pero hubo que aceptar una factura enorme: el gobierno se comprometió a asumir los pasivos (los préstamos incobrables) de los bancos -algunos de ellos de dudosa legalidad- por medio del Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa). La justificación oficial era salvaguardar los ahorros de los mexicanos, que quedaban en riesgo en caso de una quiebra bancaria. El punto es que esa decisión impuso a la de por sí frágil hacienda pública una nueva carga, de unos 60000 millones de dólares más los intereses.1

El Fobaproa-IPAB provocó la caída del financiamiento.

La falta de crédito obligó a las empresas mexicanas a buscar financiamiento del exterior, lo que puso en marcha el conocido problema de altas entradas de capital que provocaban la sobrevaluación del peso. La excesiva sobrevaluación limitó considerablemente la capacidad de los exportadores mexicanos.

Esta circunstancia adversa y paradójica, de elevados intereses pagados a los bancos con presupuesto público y al mismo tiempo nulo financiamiento a los empresarios mexicanos, tuvo como corolario más perjudicial cuando el gobierno tuvo que absorber más de 70% de la captación bancaria para financiar el elevado déficit fiscal ¡generado por los intereses pagados a los bancos!

La política económica seguida a partir de 1995 provocó un alza sin precedente de las tasas de interés en México: en los primeros meses de ese año pasaron de 7% a más de 100%. Se ha confirmado que esta política tan perjudicial fue diseñada por autoridades estadounidenses y aceptada por el gobierno mexicano a cambio de la ayuda que solicito al país del norte.

1 Preambulo tomado de Escalante Gonzalbo, Pablo; Garcia Martinez, Bernardo; Jáuregui, Luis; Zoraida Vazquez, Josefina; Speckman Guerra, Elisa; Garciadiego, Javier; Aboites Aguilar, Luis. Nueva Historia Minina de México. El Colegio de México, México, 2008, pp. 531-532

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Esta súbita alza provocó la quiebra de cientos de miles de familias y de miles de empresas; se perdieron más de un millón de empleos, patrimonios familiares y proyectos empresariales largamente construidos. Ésa fue la crisis económica: en unos cuantos meses, más de 10 millones de mexicanos se sumaron a los que ya vivían en condiciones de pobreza.

Peor aún: a mediados de diciembre de 1994 el nuevo gobierno hizo saber a un pequeño grupo de empresarios que planeaba (después recularía) devaluar el peso. Esa información privilegiada permitió a unos cuantos cambiar sus pesos por dólares al tipo de cambio previo y, así, saquear en unas horas las reservas internacionales del Banco de México. El país se quedó sin reservas y el peso se devaluó sin control.

Una de las consecuencias de la crisis fue el quebranto de los bancos mexicanos: quebraron la mayoría de los que fueron privatizados y también los que no se privatizaron, como los de fomento, propiedad del Estado. El gobierno argumentó que tenía que proteger los ahorros de los cuentahabientes, lo cual era correcto, pero en la realidad cometió uno de los peores atracos registrados en la historia económica, mediante el llamado rescate de los bancos. El gobierno procedió a rescatarlos mediante un fideicomiso privado, llamado Fobaproa, al cual convirtió en deuda pública en 1998, y lo denomino IPAB. La deuda adicional incurrida para apoyar a los bancos se encajó sin autorización del congreso y sin rendición de cuentas: se elevó a 1 billón 200 mil millones de pesos. Esa deuda de los bancos se convirtió en la deuda de los mexicanos.

La culminación de los hechos tan adversos fue la entrega de los bancos mexicanos a los extranjeros. Los bancos son el corazón que bombea a las arterias de la economía. Esta entrega se realizó sin subasta pública y sin informar al Congreso sobre la disposición de los fondos públicos ni de los mecanismos utilizados para asignarlos a sus nuevos propietarios.

Una vez en manos extranjeras, los bancos decidieron a quién le prestaban, cuándo prestaban y, además, contabilizar en sus activos los pagarés que el gobierno les había entregado a cambio de sus carteras vencidas. Los intereses que obtenían de esos pagares, y que el gobierno pagaba, les permitieron obtener altas utilidades sin necesidad de prestar. Procedieron entonces a enviar rápidamente sus utilidades a sus matrices en otros países.

Si en diciembre de 1994 unos cuantos mexicanos amasaron grandes fortunas con la información privilegiada sobre la inminente devaluación, y algunos incluso obtuvieron ganancias extraordinarias con la venta de sus bancos (sin pago de impuestos); también unos cuantos extranjeros hicieron el gran negocio de quedarse con los bancos del país, y con las enormes utilidades, pagadas con los impuestos de los mexicanos, derivadas de los rendimientos del pagaré Fobaproa-IPAB que les dio el gobierno.

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Este proceso significó la entrega del sistema de pagos de México a los extranjeros.

A partir de 1995 ya no perdimos territorio, pero se canceló la capacidad soberana del país de conducir su sistema de pagos.

Al entregar los bancos a los extranjeros, el gobierno de México incluyó un pagaré del IPAB. Así, el gobierno hacia pagos a los bancos extranjeros cada año, erogación realizada con recursos públicos.

Además del aumento monumental de la deuda, el saqueo consistió asimismo en la manera en que se generó esa deuda y la forma como se impuso a los mexicanos. El rescate fue garantizado por el gobierno pero no lo avaló el Congreso. Por eso re afirmo: “se adquirió una deuda a espaldas del Congreso y a costa del bolsillo de todos los mexicanos”. El supuesto rescate fue ilegal.

El proceso discrecional de la intervención de los bancos se hizo sin transparencia ni rendición de cuentas.

Los bancos se entregaron a los extranjeros sin que se mediara subasta pública ni se precisaran criterios públicos para seleccionar a los compradores; tampoco se rindieron cuentas al Congreso sobre los recursos obtenidos por su venta, ni se informó sobre el destino que se dio a esos ingresos. En la prensa se denunciaron acuerdos “ocultos” mediante los cuales el gobierno garantizó a los nuevos dueños extranjeros de los bancos “que no tendrían pérdidas de sus inversiones”.

Referencias

Escalante Gonzalbo, Pablo; Garcia Martinez, Bernardo; Jáuregui, Luis; Zoraida Vazquez, Josefina; Speckman Guerra, Elisa; Garciadiego, Javier; Aboites Aguilar, Luis. (2008). Nueva Historia Minina de México. El Colegio de México, México.

Moreno Perez, Juan. (2009). Fobaproa: el costo del rescate bancario. Vol. II. Centro de Producción Editorial. México

Salinas de Gortari, Carlos. (2008). La “Década perdida” 1995-2006. Neoliberalismo y populismo en México. Random House Mondadori, México.

La Jornada. Expediente Fobaproa. La Jornada, disponible en: http://www.jornada.unam.mx/1999/08/02/expediente.html

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IPAB. Acerca del IPAB. Instituto para la Protección al Ahorro Bancario, disponible en: http://www.ipab.org.mx/IPAB/acerca-del-ipab