Del Mal - Denis Rosenfield

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Del mal Ensayo para introducir en filosofía el concepto del mal por DENIS L. ROSENFIELD C e FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO

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Revisión del concepto del mal en función de la ética y moral de algunos filósofos modernos.

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  • Del malEnsayo para introducir

    en filosofa el concepto del mal

    por DENIS L. ROSENFIELD

    Ce

    FONDO DE CULTURA ECONMICAM XICO

  • Traduccin deH u g o M a r tn ez M oc tezu m a

  • Primera edicin en francs, 1989 Primera edicin en espaol, 1993

    Titulo original:Du Mal. Essai pour introdum en philosophie le amcept de mal O 1989, Aubier, Pars ISBN 2-7007-3105-0

    D. R. 1993, Fondo de Cultura Econmica, S. A. de C. V. Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14200 Mxico, D. F.

    ISBN 968-164224-4

    Impreso en Mxico

  • INTRODUCCIN

    E l a d v e n im ie n t o de las sociedades totalitarias en el siglo xx no ha cesado de suscitar preguntas relativas a lo que es el hombre, a lo que es la razn, a lo que es la relacin de la filosofa con la historia. Preguntas que no comprometen slo a nuestro pensamiento del m undo, sino igualm ente a nuestro destino como hom bres, es decir, seres dotados de razn que tratan de vivir una sociabilidad fundada en la palabra, la persuasin y el dilogo.

    Ahora bien, lo que nuestra historia ha mostrado es que el ejercicio de esta racionalidad en el seno de una sociedad que pretende ser libre, no era ms que una posibilidad entre otras. Posibilidad que poda ver la luz o no verla, posibilidad quiz destinada a la muerte si los hombres no toman conciencia de su realidad. Esta historia ha hecho surgir en el horizonte el engendramiento del hombre como un ser com pletam ente susceptible de ser m odelado, un ser cuyo ente* revela la sucesin de mltiples rostros. Algunos de entre ellos nos son familiares, algunos son tal vez difcilm ente reconocibles si se

    * Del francs fiant (y ms adelante tants) que segn Ferrater Mora (Diccionario de Filosofa s.v. ente) es un neologismo en francs que debe traducirse como ente. Ente es el participio activo de ser, e igual que otros participios activos como amante, principiante, etc. significa 'el que hace la accin'. [E.]

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  • 12 INTRODUCCIN

    adopta la definicin del hombre como ser capaz de razn y de libertad.

    La historia de los siglos xvni y xix por momentos vislumbr caminos nuevos para el hombre, caminos considerados como capaces de conducir progresivamente a un perfeccionamiento y a una mejora del gnero humano. Nuevas formas de sociedad deban ser capaces de poner al hombre en posesin de su propio presente y de su devenir, como si ste pudiera derivarse gradualmente de aqul, y asegurar as un progreso histrico, poltico y moral.

    El revs de esta expectativa se ha mostrado bajo el aspecto de vas imprevistas de la historia, de situaciones inslitas en las cuales el hombre o lo que se crea que era ha cambiado subrepticiamente de rostro. Estas metamorfosis por momentos monstruosas nos obligan a volver a formular el concepto de hombre.

    En realidad, el fracaso de los pensamientos que le han prescrito un curso racional a la evolucin histrica ha hecho resaltar la necesidad de un re- cuestionam iento del sentido de la historia y de la accin hum ana. Se ha partido de una atribucin de finalidad a la historia y al hombre, en tanto ser racional, a una situacin en que esta especie de atribucin ha revelado ser falsa, en la m edida en que se confronta con la violencia poltica, la sinrazn del mundo contemporneo y el engendramiento de las formas totalitarias de enmarcar la vida social y poltica.

    Si se parte de la presuposicin de que las reglas adoptadas por una sociedad, o las que ella admite

  • INTRODUCCIN 1S

    como existentes es decir, susceptibles de ser seguidas, eran tan firmes que cualquier desorden o trastorno no seran sino desarreglos o disfuncionamientos provisionales, est uno obligado a reconocer que la nocin de regla ha sufrido una profunda mutacin. En efecto, si se toma el concepto de voluntad maligna, concepto firm em ente rechazado por Kant, Schelling o Hegel, se puede admitir quiz que se trata de un concepto clave, que introduce una significacin nueva en lo que concierne precisamente a la nocin de regla. Porque si es posible suponer que esta nocin no se contradice ni por una ampliacin de su significado, en virtud del carcter prctico de una negatividad positiva, uno est obligado a revisar el sentido del rechazo expresado por el idealismo alemn. Contrariamente a lo que pretende Kant, no se trata aqu de una oposicin lgica aquella cuya contradiccin revela una imposibilidad de conciliacin entre dos predicados opuestos, sino de una oposicin real, que trata de las oposiciones que tienen lugar en el nivel de la realidad misma, sin que intervenga all n inguna contradiccin.

    Ahora bien, lo que nos proponemos plantear como problema es este rechazo de una Voluntad maligna, rechazo que parece indicar que la introduccin de este concepto en la filosofa significara un escndalo del pensamiento, una contradiccin que pondra en dificultad al pensamiento mismo en su esfuerzo de coherencia, de unidad y de sistemada- dad. Todo sucede como si, por el rodeo provocado por este rechazo de pensar en el mal, se le asignara

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    un lugar simplemente emprico, el de un accidente de la historia, que ciertamente es necesario estudiar para sacar de l lecciones polticas, pero que, en cambio, no debe ser integrado a las categoras del pensamiento. Se abandona a la historia lo que constituye un escndalo para el pensamiento: la oposicin real no ha de repercutir en los principios de la filosofa.

    Sin embargo, lo que en un prim er enfoque nos m uestra el concepto de voluntad maligna, es que una sociedad regulada puede ser el objetivo que-ha- de-ser-eliminado por una accin que no busca ms que el desarreglo. En este sentido, no se trata de una oposicin en tre una sociedad regulada y una accin desregulada que, a la larga, no pondra en tela de juicio las formas de sociedad en cuanto tales, incluida all en sus diferencias. No se trata ya de una desregulacin, que no sera ms que provisional y para la cual nuevas formas de sociabilidad encontraran nuevas reglas capaces de volverla al orden. Comienza a surgir aqu una presuposicin de tipo ontolgico, referida a lo que son la sociedad y el hombre. Esta presuposicin establece que lo que constituye problem a desde ahora es esta facultad del hombre de darse reglas, en la medida en que tal facultad no puede ponerse en duda, incluso si es objeto de profundas modificaciones.

    El problema que planteamos reside en que la des- regulacin pretendida se establece como otjetivo que ha de lograrse, por lo tanto como finalidad propia de una accin especfica. La accin as proyectada no sera simple disfuncionamiento, sino facultad acti-

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    va, reglamentada, de destruccin; es decir, capacidad esencialmente regulada y negativa.

    El anlisis de tal forma de accin humana (pongamos este trm ino entre comillas, pues va a resistirse a la definicin) va a promover precisamente el problema de una accin que puede ser regulada y que tiene como objetivo la destruccin sistemtica y esto sin que se caiga por ello en cualquier contradiccin lgica. La razn de esto es que, desde el punto de vista del objetivo, tenem os que vrnosla con la eliminacin no slo de una sociedad determinada, sino de lo que entendemos hasta aqu por forma humana de sociedad; en la perspectiva de los medios de la accin, se est en presencia de formas reguladas y sistemticas de una violencia poltica que no extrae sino de ella misma sus propias fuerzas; por ltimo, desde el punto de vista de la presuposicin de esta accin, tratamos con un conjunto de proposiciones que definen al hombre como un ser totalmente indeterminado, como un ser sin esencia.

    Esta presuposicin desempea entonces un doble papel. Como presupuesto propiamente dicho de la accin, enuncia que la naturaleza hum ana no tendra ninguna forma definitiva, que lo que llamamos hom bre no sera ms que un producto histrico, una materia informe, y que a la nueva concepcin del m undo le correspondera modelarla. Por consiguiente, esta presuposicin va a dar lugar a una finalidad particular, la que tiende a la destruccin de lo que ha llegado a ser el hom bre occidental. Esto equivale a decir que tal propsito no podr alcanzarse sino por medio del despliegue sistemtico

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    y calculado de la violencia poltica contra las formas existentes de la sociedad y del Estado, en la preten* sin confesada de matar la subjetividad y la individualidad humanas.

    E l ANALISIS DEL MAL

    Intentemos, pues, ver cmo se puede pasar del mal, como hecho histrico, a la formulacin de proposiciones filosficas que puedan aclararlo. Lo que est en juego en esto es la transicin de un problem a planteado por la historia a la construccin de un enunciado propiamente filosfico, lo cual significa la tentativa de introducir en la filosofa el concepto del mal, en una perspectiva tico-poltica.

    Con este fin, tomemos el argumento de Kant respecto de la imposibilidad en que se encuentra el hombre de conocer si una accin es esencialmente buena o mala imposibilidad muy humana de sondear el corazn del hom bre y que slo Dios sera capaz de despejar. En efecto, cmo conocer la intencin que ha presidido una accin, puesto que una buena intencin puede causarle dao al prjimo,1 mientras que una accin intencionalmente mala puede estar, desde el punto de vista de la legalidad externa, de acuerdo con los valores morales y jurdicos de una comunidad o de una sociedad, sin descubrirse por ello su fondo.

    Kant sostiene que no podemos partir del anlisis

    Cf. Olivcr Reboul, Kant et le probUme du mal, Montreal, Presses Univcrsitaires, 1971, pp. 90-91.

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    emprico de las acciones llamadas buenas para rem ontarnos a proposiciones morales, pues de acciones conformes con la ley jurdica no podemos inferir la adecuacin interna y subjetiva a la ley moral como tal. Con ello estaramos en conflicto con un paso ilegtimo de una experiencia emprica a la construccin de proposiciones que no tendran ni la condicin de necesidad, ni la de universalidad, pues stas no se pueden enunciar sino a partir de proposiciones puras, en el sentido de la razn prctica. En este sentido, la experiencia moral de la accin no es suficiente para fundam entar la formulacin de enunciados filosficos que, por ello, estaran marcados por el sello de una generalidad emprica, lo cual, en otros niveles de anlisis, volvera problemtico todo paso o transicin de un problema histrico a una construccin filosfica. Esto se manifiesta, en la obra de Kant mismo, por el carcter problemtico, y a veces discutible, de las formas de paso de su filosofa moral a su filosofa de la historia.

    Por lo tanto, segn Kant, no podemos conocer el mvil que le ha servido de gua a la accin, pues una accin legalmente buena puede ser tambin expresin de una mala intencin. Por consiguiente, todo paso de lo emprico a lo inteligible por el sesgo de una generalizacin sera una operacin no justificada filosficamente, pues la universalidad que podra extraerse de ella llevara la marca de la experiencia particular que la ha fundamentado. Del conocim iento de algunos casos m orales particulares no podemos enunciar la universalidad de una ley moral.

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    Analicemos as dos proposiciones m orales que Kant repite constantemente: aquella que exige cumplir siem pre una prom esa y aquella que consiste en no mentir.

    La prim era es una enunciacin de tipo positivo, cuyo carcter de universalidad y de necesidad proviene del modo de construccin de esta proposicin moral, de tal modo que su regla de formacin es independiente de toda experiencia emprica, incluso si la vemos operando en cualquier experiencia moral relacionada con las cuestiones de la promesa. Lo que es im portante en este caso son las reglas de construccin de esta proposicin, en la m edida en que son puras, es decir que dependen del ejercicio mismo de la razn en su uso prctico. El mal moral consiste entonces en la infraccin de lo que est enunciado por esta proposicin, lo que cada cual puede captar por s mismo, pues si la mxima de su accin no puede hacerse universal, es a causa de la transgresin de la ley moral. En efecto, si nadie cumpliera sus promesas, todos los vnculos sociales y morales se haran imposibles. Cada quien puede, desde luego, tratar de desviar la ley moral para su propio provecho, sin poner explcitamente en duda la validez de la ley como tal, lo que est ya contenido en el aspecto individual de esta desviacin. En todo caso, la validez universal de la ley moral no est puesta en tela de juicio por las perversiones y transgresiones de que puede ser objeto, en la medida en que esta ley est confirmada indirectam ente por la accin individual. Igualmente, no sabemos, en el caso del individuo que cumple su pro*

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    mesa, si ha obrado de esa m anera por una conviccin interior o por consideraciones de conveniencia.

    La segunda proposicin se distingue de la p rimera por la form a negativa de la enunciacin, incluso si las dos comparten el dominio de la accin individual y son igualmente universalizables. Toda infraccin de esta mxima no hace entonces sino confirmar indirectamente la ley moral, haciendo resaltar as que las proposiciones morales son, en su modo de construccin, independientes en lo absoluto de la experiencia emprica de los hombres. Sin embargo, si no podemos saber, en el caso del individuo que cumple su promesa, si lo hace por conviccin o por conveniencia, s podemos, en el caso del individuo que m iente, descubrir objetivamente la mentira por una comprobacin del hecho. Pero esto no nos permite inferir que su accin haya sido necesariamente mala, pues la mentira puede encubrir tambin buenas intenciones. Nada nos permite decir que toda accin moral fundada en la mentira sea necesaria y universalmente mala. Queda dicho, para los fines de nuestro anlisis, que el acto de mentir es algo reconocible en el nivel de la legalidad exterior. La generalizacin de tipo lgico-moral que pudiramos obtener de ello conservara la marca de una generalizacin emprica, que incluye excepciones en lo que toca a la intencin que la ha presidido. El nico modo de construccin de las proposiciones morales no podr ser ms que puro.

    Necesitamos entonces buscar una experiencia que, en el nivel emprico, sea capaz de llenar las condiciones de universalidad y de necesidad propias de

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    toda construccin filosfica, lo que vuelve a plantear, de otro modo, las relaciones entre lo emprico y lo conceptual, entre la razn y la historia. Esto significa, pues, que tal proceder no estara ya constreido a la pareja a priori y a posteriori, en la medida en que esta distincin pondra un obstculo insalvable a la aprehensin de un suceso histrico desde el punto de vista de su significacin filosfica.

    Ahora bien, si no es posible una prueba positiva de una accin fundamentalmente mala, si nos atenemos a la dimensin individual de los males morales, y ya que no podemos obtenerla tampoco en las situaciones propias de una transgresin individual, tal como la mentira, esto no quiere decir que no fueran posibles otras vas. Nuestra bsqueda se orienta entonces, aunque guarde la determinacin negativa de la transgresin, hacia la dimensin colectiva del actuar humano.

    En otros trm inos, podem os ubicar objetiva y subjetivamente una accin cuya dimensin colectiva es esencialmente mala, sin, por ello, abandonar los criterios filosficos de las formulaciones referidas a la poltica y a la historia. Pues el ataque a un grupo hum ano es a la vez objetivamente ubica- ble y, de acuerdo con la intencin que lo ha presidido, podemos inferir igualmente su carcter malo. Si no puede darse la prueba de una accin buena slo Dios puede escudriar el corazn de los hombres, sin embargo, sigue siendo posible una prueba negativa de las acciones fundam entalm ente malas, tal vez porque la maldad humana es ms fcil de explorar, y la ayuda divina no es aqu necesaria.

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    Ya Kant, en sus ltimos escritos, insiste en la dimensin colectiva de las malas acciones humanas. Era, por ejemplo, el caso de las relaciones belicosas entre las naciones o el de las matanzas cometidas por un pueblo contra otro, o, tambin, de la barbarie que podemos observar en muchos pueblos y sociedades. Pero Kant no infiere de ello la posibilidad de una enunciacin negativa de una accin mala desde el punto de vista moral, en lo referente a las reglas de construccin de las proposiciones filosficas, pues esto lo hubiera obligado a tomar una decisin que se negaba a tomar: la que consiste en reconsiderar lo que es el hom bre en la lnea fronteriza de una libre-racionalidad que puede volverse contra s misma.

    Lo que est entonces en discusin es el fundamento antropolgico del pensamiento. Tomemos as como hilo conductor de nuestro anlisis a Auschwitz" o al Gulag, en tanto smbolos que pueden ayudarnos a esclarecer el significado de una accin esencialm ente mala. Se tra ta aqu de form as de accin cuya reflexin puede llenar las dos condiciones exigidas de universalidad y de necesidad, sin caer por ello en un anlisis emprico desprovisto de significacin filosfica. En efecto, en tal situacin tenemos, por un lado, la transgresin y la supresin de las normas jurdicas y polticas, tal como existen en un estado dado, al punto de que la legalidad externa del mundo se encuentra profundamente trastornada; por el otro lado, en esas formas de accin poltica fundadas en la violencia, igualmente podem os inferir su carcter malo, que reside en el

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    propsito probado de eliminar a todos aquellos a quienes se considera enemigos. A diferencia de las situaciones morales individuales, en este caso el imperativo de no m entir o el de cumplir una promesa, a quien se aparta o ataca con tal accin, no es a otro individuo, sino al gnero humano en cuanto tal. Lo que se juega aqu no es ya un individuo ni el provecho que alguien pueda sacar de un alejamiento de la ley moral; a travs de la persona colectiva del enem igo, aquejado por las formas sistemticas de empleo de la violencia, lo que est en tela de juicio es la naturaleza misma del hombre o la concepcin que tenemos de ste.

    Los crmenes contra la humanidad comparten con las otras formas de crimen el hecho de que violan objetivamente la ley independientemente de que esta violacin pueda ser resultado del comportam iento de un pueblo entero, que de este modo habra pervertido sus propias leyes. Ahora bien, lo que distingue al crimen contra la humanidad de las otras acciones criminales, es que aqul tiene como objetivo, desde el punto de vista de su intencin, de su proyecto, la supresin de las formas conocidas de la hum anidad. O tam bin, tal accin criminal hace del ser hombre un conjunto de proposiciones que puede modificarse, segn la voluntad de los dirigentes polticos, mediante la utilizacin de la violencia.

    Las proposiciones amorales que pueden desprenderse de los crm enes contra la hum anidad son formas invertidas del imperativo categrico. La ms notable de estas inversiones tiende a la transgresin

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    de las dos principales traducciones de ste: Trata al prjimo como fin en s mismo, jams como medio, y H onra en todo hom bre su hum anidad. Aqu se produce un caso diablico, que consiste en instituir a la perversin, no de las mximas sino de la forma misma de la ley moral, como Gn de la accin. Otros imperativos, de los cuales podramos inferir el carcter de malos, son capaces de ser construidos a partir de esta transgresin que pretende ser general de la universalidad formal de la ley. Su form ulacin podra ser: instituir a la (in)hum anidad o a la (a)hum anidad como Gn de toda accin, o tambin considerar al otro, gracias al empleo sistemtico de la violencia, siempre como un medio, como un objeto, jams como un Gn en s mismo.

    Las formas de malignidad del mal, una vez que abandonamos los casos de males morales dados en el individuo, pueden hacernos conocer lo que es una accin esencialm ente mala, ya que la d im ensin tica, por el rodeo de la experiencia histrica, nos devuelve al problema antropolgico, el que proviene de preguntarse sobre la naturaleza humana. En otros trminos, as podemos remontarnos de la experiencia histrica a la formulacin de proposiciones GlosGcas que, en su universalidad y necesidad, se obtienen por medio de esta prueba negativa, y que se construyen a partir de la prueba del mal en la historia. Esto equivale entonces a hacer del mal un concepto tico-poltico, GlosGco por tanto, que desemboca en una enunciacin de la naturaleza hum ana como un conjunto de proposiciones

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    susceptibles de ser transformadas por formas determinadas y violentas de accin poltica. O tambin, concebir al hombre y al mundo contemporneo, con la ayuda del concepto del mal, consiste en el cuestionamiento del significado del abismo o del sin-fondo del hombre.

    P o r q u e l id ea lism o alemn

    Por qu hemos elegido al idealismo alemn como interlocutor de una reflexin que busca introducir al mal en la filosofa como concepto tico-poltico? Por qu el idealismo en el momento en que se hace un anlisis de las relaciones entre la libertad y el mal?

    Esta eleccin, igual que, por lo dems, toda opcin, implica algo de arbitrario. Pero tratemos de reducir este elemento debido al azar, con el fin de establecer algunas seales, algunos hitos, que pueden orientamos en nuestro proceder. En efecto, ninguna filosofa ha planteado con tanta acuciosidad el problema de la libertad, al punto de hacer de este concepto la idea central de toda filosofa. A pesar de sus diferencias, a veces profundas, es una conviccin compartida por todos estos filsofos que han elevado a la libertad a la jerarqua de principio mismo del pensamiento. El idealismo ha entrevisto y formulado conceptualmente una facultad universal creadora de reglas que operan en los tiempos nuevos. Igualmente ha incorporado conceptualmente esta facultad a la esencia finalmente libre del hom-

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    bre. Pero la fuerza de esta filosofa reside tambin en que ha sabido enfrentarse a una cuestin inesperada: la de las relaciones problemticas y tambin difciles de los conceptos de libertad y naturaleza humana, con una prctica poltica capaz de ponerlos en duda. Una prctica poltica supuestamente fundada en estos conceptos, pero que, en realidad, se ha reflejado en la form ulacin de stos. As, el idealismo ha pensado que la accin humana libre poda atentar contra la libertad misma, bajo las diferentes formas del libre albedro, y ha tratado de captar su significado y su alcance propiamente filosficos.

    El preguntarse sobre la esencia del mal llega a ser en Kant el objetivo de un libro (La religin en tos lmites de la simple razn), pero se hace igualmente presente y de manera explcita en sus otros escritos. Surge tambin en Schelling, en las Investigaro- nes sobre la esencia de la libertad humana. Si este tipo de reflexin no ha dado lugar, en Hegel, a una obra acabada, no est menos presente en muchos de sus escritos (Fenomenologa del espritu, Prinpios de la filosofal del derecho, Lecciones sobre la filosofa de la historia), que dan motivos para cambios semnticos cuyo significado intentaremos captar.

    Es necesario insistir en que la filosofa que ha pensado en la libertad como su propio principio, es tambin la que ha planteado el origen del mal en la esencia inteligible del hombre, independientemente de los relatos bblicos de la creacin, o de una naturaleza animal del hombre, o hasta de una causa temporal. El concepto de mal formar parte, en lo sucesivo, de la esencia del hombre, de lo que lo define

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    en su libertad, de tal manera que el discurso sobre el mal no tendr la condicin emprica fundada en una descripcin de lo que ha sobrevenido histricamente, ni ser tributario de esta descripcin en su elaboracin conceptual. Su posicin ser la de un discurso filosfico cuya universalidad y cuya necesidad van a demostrarse gracias a una reflexin sobre la naturaleza humana y el devenir de sta en la historia.

    En efecto, tal formulacin del problema nos vuelve a traer a las relaciones de la filosofa con la historia o, tambin, al sentido de la filosofa, cuando sta se encuentra enfrentada a los problemas de la historia y de la poltica. Por consiguiente, el problema no es el de las opiniones o posiciones polticas de tal o cual filsofo frente a acontecimientos determinados, sino que ms bien se trata de mostrar cmo esas posiciones resaltan en el terreno de una elaboracin propiam ente filosfica y cuyo alcance va mucho ms all de lo que era o hubiera podido ser un simple suceso particular. Se trata de entender a la filosofa como filosofa moral y poltica, ya que estos trminos designan lo que ella es verdaderamente, es decir, constituyen sus determinaciones completamente esenciales.

    Los calificativos moral o poltico designan la forma misma de un pensamiento cuya huella incluye el proceso de elaboracin conceptual. Conceptos como razn", naturaleza humana y ley" no solamente van a significar formas del conocimiento y del actuar, sino que van a ser, en su estructura misma, la expresin del desarrollo del conocer o de la

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    accin hum ana en su dimensin histrica, poltica o moral. Kant le ha dado a este concepto el nombre de razn prctica y ha hecho de l el concepto- clave de su filosofa; en Hegel, la razn va a adquirir una determinacin propiamente histrica": tantas significaciones cuantas enuncian el concepto de lo que ha llegado a ser para ellos la idea misma de la filosofa.

    As, examinando el concepto kantiano de razn, podem os com probar que el trabajo de su exploracin, en su dimensin terica misma, conduce a la elaboracin del concepto de libertad que ser, junto con el concepto de ley moral, la piedra angular para la formulacin de la determ inacin prctica de la razn. La facultad que tiene el hom bre de darse libremente sus reglas, de justificarlas en la perspectiva de una universalidad formal, consiste, en Kant, en un poder terico y prctico que, aunque designa lo que es la filosofa, no se identifica sin embargo con un poder emprico, aun si se realiza a travs de ste.

    Kant preserva entonces la dimensin moral y poltica fuera de todo ataque, cuyo objeto en la vida cotidiana e histrica de los hombres podran ser esas determinaciones. Sin embargo, la reflexin misma de Kant, desde el punto de vista de su propia construccin, no puede ser separada de los progresos en el plano del conocimiento o de los sucesos de una poca de la que fiie testigo. Esto quiere decir que su concepto de razn, aun si guarda la estructura a priori de su elaboracin, es, l mismo, tributario de una poca que, en prim er lugar, en el terreno del pen-

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    samiento, y, despus, en lo concerniente a la poltica, ha hecho de todas las determinaciones de la libertad principios capaces de edificar un nuevo pensamiento y un nuevo mundo.

    Tomemos la proposicin el hombre es un ser lib re, o todos los hom bres son, por nacim iento, iguales; aqulla pone el acento en la esencia genrica del hombre como ser libre; sta, en la relacin individual, fundada en la igualdad, de los hombres entre s. Naturalmente, esto no significa que, por esta diferencia de enunciacin, tengamos dos tipos de proposiciones que puedan conducir a dos modos de organizacin social y poltica; uno fundado en la libertad; el otro, en la igualdad. La caracterizacin de la libertad como algo que le da forma al hombre, lleva necesariamente a la abolicin de toda diferencia de esencia entre los hombres, una vez que sta se funda en la naturaleza. En sus Lecciones sobre la filosofa de la historia,* Hegel escribi que lo que distingua al mundo antiguo del mundo moderno era el hecho de que antiguamente uno solo era libre; despus, algunos; mientras que ahora todo individuo es o debe ser libre; en otros trminos, es la idea de la libertad lo que fundamenta o da sentido a la igualdad de los hombres entre s.

    La manera en que los individuos van a batirse por

    1 G. F. W. Hegel, Voriaungm ber die Philosopfae dar GtsthU, Frankfort del Main, Suhrkam Verlag, 1970, pp. Sl-52; La misan dans LTstom, traduccin, introduccin y notas de Kostas Papakvan- nou, Pars, Union Gnrale d'Editions, 1966, pp. 83-84. Esta idea ha sido reproducida y desarrollada desde una perspectiva ilosfi- cojurfdica por E. Gans, Natumcht und Univenalrechtsgeschichte, edicin de M. Riedel, Stuttgart, Klett-Cotta, 1961.

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    el reparto y el desreparlo de estos principios del m undo m oderno en su vida cotidiana va a dar lugar a una significacin central de la poltica moderna, pues es la comprensin prctica de estos principios lo que va a estar enjuego en las batallas o en las luchas polticas. Para los fines presentes de nuestro anlisis, esto quiere decir que toda separacin abrupta de la libertad y de la igualdad tendr como resultado una ruptura en la manera de hacer hoy la poltica, y tambin significara que el modo de construccin de estos dos tipos de proposiciones conducira a dos fundamentos ontolgicos diferentes. En todo caso, lo que estara en discusin es lo que se entiende por la palabra hombre.

    Ahora bien, lo que ha venido a estar en juego en nuestra poca estaba lejos de ser evidente para la de la Aufklrung [la Ilustracin], o ms precisamente para la del idealismo alemn. En ese momento, la afirmacin, en el plano del pensamiento y en el terreno de la accin poltica, de que la esencia del hombre era la libertad; de que, desde el punto de vista de la esencia de la naturaleza humana, nada distingua a dos individuos entre s, era una tarea terica y prctica que chocaba con otras concepciones y con otros modos de elaboracin de proposiciones concernientes a la naturaleza humana. El reparto poltico era la lucha entre dos clases de fundamentacin de las proposiciones morales y polticas; lo que estaba en duda eran dos formas de presuposiciones ontolgicas.

    La Revolucin francesa fue un hito esencial en esta disputa; era su cumplimiento histrico. Un nuevo

  • so INTRODUCCIN

    concepto de naturaleza humana pudo perfeccionar polticamente su proceso de constitucin, mientras que otro mostr, a pesar de l, el carcter nominal de sus propias presuposiciones. Al determinarse uno por el otro, el antiguo concepto revel la forma convencional de sus proposiciones, de su modo de construccin, y de la particularidad de tipo natural sobre la cual se supona que estaba fundado; el nuevo concepto, m ientras haca ver sus presuposiciones, mostr, negativamente, el carcter histrico de esas proposiciones y, positivamente, estableci nuevas fundaciones: las que le asignan al hombre la libertad como esencia, y cuyo modo de construccin de las proposiciones morales y polticas, por no decir antropolgicas, reside en su universalidad y necesidad formales.

    Toda desemejanza digamos material, cuya base sera un concepto diferenciado de naturaleza humana, expresin de una comunidad jerarquizada que conferira a cada hombre un lugar predeterminado en la organizacin poltica de la vida comunitaria y social, ha sido despreciada como un contenido o un prejuicio que ha de ser desechado. Si hablamos aqu de hombre, esta palabra no designa una misma esencia, sino una esencia diferenciada de los hombres que expresa, a pesar de todo, algunas caractersticas comunes. De la confrontacin entre estas caractersticas distintivas de ndole esencial y esas caractersticas comunes que buscan afirmarse de una manera esencial, va a nacer el concepto moderno de hombre.

    Del modo en que la naturaleza hum ana es atri-

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    buida a los hombres va a resultar la forma de atribucin de lo natural". Situacin rara: dos discursos diferentes reivindican un mismo trmino, cuya significacin es ontolgicamente otra. Qu significa, pues, ese ser-hombre, objeto de dos discursos que buscan igualmente delimitarlo en su esencia propia y que, para esto, recurren al concepto de naturaleza? Es que este ser no tiene esencia, aunque haya tomado varias figuras en el curso de la historia? O bien lo que est en debate es el modo de construccin de esas proposiciones?

    Para el discurso idealista", es claro que toda forma de construccin de proposiciones morales y polticas que no est fundada en los criterios de universalidad y de necesidad formales contiene un vicio de construccin y por lo tanto es falsa. Pero para llegar a esto debi entender de otro modo la historia y las formas que sta ha tomado. La discusin sobre el carcter histrico de estas formas y de su repercusin sobre el modo mismo del pensamiento y por lo tanto sobre las relaciones entre Kant y Hegel no es aqu pertinente, en el sentido de que se llega al mismo resultado, sea partiendo de una revelacin de esas formas por la historia lo cual presupone su existencia, que est enraizada en una facultad hum ana, sea partiendo de su creacin por la historia. En todo caso, la historia es aqu su apuesta comn, a pesar de sus enfoques absolutamente distintos.

    Desde el punto de vista hegeliano, el hombre sera, en su esencia, la sucesin de las figuras que ha asumido en un desarrollo de la historia dirigido

  • 32 INTRODUCCIN

    hacia la realizacin de la idea de la libertad, evolucin que, en la poca moderna, se habra concretado en la idea de hom bre engendrada en los tiempos nuevos.

    Ahora bien, ya sea segn el modo de la concepcin de la historia, o ya sea segn el de la construccin de proposiciones "antropolgicas fundado en la universalidad formal, el discurso "antiguo estaba evidentemente en una situacin de inferioridad, pues tena que afirmar la naturaleza diferenciada del hom bre de acuerdo con una regla particular que perda histricamente su legitimidad. La historia haba com enzado a m ostrar que esas reglas, segn su esencia, eran particulares, histricas: eran formas relativas de dominacin, susceptibles de ser transformadas y por lo tanto provisionales.

    Sin embargo, las nuevas formulaciones van a tener que abandonar su carcter puramente negativo e intentar, a su propia costa, una fundamentacin, esta vez positiva, de sus proposiciones. Dado que un arraigamiento de la libertad en el m undo fenomnico era, bajo esta forma, una hiptesis a descartar (si la razn de ser de la libertad era una causa fenomnica, la libertad no existira, no sera "libre, pues estara inscrita en un mecanismo de tipo natural, lo cual es contradictorio), era necesario mostrar su forma inteligible, lo cual equivale a decir, si debe todava hablarse en trminos de "causalidad, que sta era "libre, no condicionada.

    En otros trminos, el criterio de formacin de estas nuevas proposiciones no poda estar fundada en una naturaleza humana concebida emprica o his-

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    tricamente. Tal es la apuesta, del todo central, de la filosofa de Kant, en la medida en que ste va a buscar estos criterios en una universalidad y una necesidad formales que se fundan a su vez en una racionalidad prctica, segn la cual la forma del hombre es la de un ser libre.

    Por consiguiente, el imperativo categrico: Obra como si la mxima de tu accin pudiera ser erigida en ley universal, o tambin esta elaboracin del imperativo: "Trata al otro como fin en s mismo, jams como medio, no tiene sentido sino en el seno de una sociedad que se abre al cuesdonamiento de sus fundamentos, a la reflexin de aquello sobre lo cual est edifcada. Slo considerando una identidad de naturaleza entre varios individuos que se estn haciendo ciudadanos, tendr significacin la regla de universalizacin de la mxima, pues sin esto la ley moral, segn su forma, no podra construirse. Forma cuya validez es simultneamente objetiva y subjetiva, lo cual impide aqu una identificacin de la filosofa moral de Kant con la filosofa estoica, en la medida en que esta filosofa no conserva ms que la determinacin subjetiva e interior.

    La facultad del hombre para darse reglas de una manera autnoma se arraiga en una concepcin del hombre como ser libre, apasionado de una libertad que va a tomar posesin de todos los dominios de la vida social, poltica, moral, econmica y religiosa. Cuando gane el dominio poltico, y de all salte a todos los otros dominios, mostrar sus propias presuposiciones, y quiz tambin el carcter problemtico de su propio modo de argumentacin.

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    E l id ea lism o y la Re v o lu c i n

    La Revolucin viene a ser un m om ento absolutamente capital de la reflexin filosfica encabezada por los filsofos del idealismo alemn. Es bastante bien conocido el entusiasmo que arrebat a estos filsofos, una de cuyas manifestaciones significativas es el rbol de la libertad, en tom o al cual los jvenes Hegel, Schelling y Hlderlin festejaron durante varios aos el advenimiento de la Revolucin. En este sentido, no faltan los testimonios histricos; pero lo que queramos resaltar de nuevo es la imbricacin conceptual entre el acontecimiento Revolucin y algunas de las presuposiciones concernientes a estas diferentes filosofas, agrupadas bajo la denominacin comn de idealismo.

    En un corto lapso de tiempo, en medio de conmociones histrico-polticas que modificaron profundamente el rostro del mundo la imagen misma por cuya mediacin los hombres representan su propio ser, la idea de la libertad, y en este sentido de la igualdad, lleg a ser una idea pivote no slo de las formas de organizacin poltica, sino de los principios mismos del pensamiento. La libertad, en su significacin poltica, se plante como un objetivo prctico-poltico de los hombres. Aun si se deja ubicar en cada esfera de la actividad humana, incluso si figura en el prembulo de la nueva Constitucin nacida de la Revolucin, no es sin embargo susceptible de ser definida en trm inos espacio- temporales, como si la depuracin de su significado fuera fcil de obtener. Esto quiere decir que las

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    proposiciones construidas a partir de la idea de la libertad (y esto es tambin su fuerza) dejan, por definicin, un amplio margen de maniobra y de discusin, tendientes por ello a una aprehensin ampliada de su sentido.

    Dicho de otro modo, los hombres se adhieren a un discurso de la libertad y a partir de ste procuran construir un m undo que sea su expresin; no perciben a la libertad bajo una forma inmediata en el mundo emprico, incluso si pueden ver indirecta^ m ente sus resultados sobre ellos. Lo que im porta sealar es que la libertad, en un primer enfoque, en el m om ento en que se erige como objetivo de la accin, viene a dejar al descubierto una presuposicin alrededor de la cual se articula el discurso filosfico y poltico que concierne a la naturaleza libre del hombre.

    Ahora bien, este discurso va a tener una repercusin determinante sobre el curso de los sucesos al hacer que resalte una causalidad debida a la propia accin, y que no tiene otro fundamento que sta y sus presuposiciones. Kant le dio el nombre de causalidad libre: la que no se funda ms que en s misma. O tambin, el concepto de voluntad autnoma va a expresar esta facultad humana que tiene el poder de darse prctica y em pricam ente nuevas reglas, capaces de orientar de otro modo la vida de los hombres.

    Pero, para utilizar una terminologa kantiana, lo que es del orden de lo noumnico ha revelado ser tambin del orden de lo fenomnico. En cuanto a Hegel, deca que el concepto se ha realizado histri-

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    camente al hacer de la historia de los acontecimientos una historia conceptual, es decir, regida segn una idea de la libertad que se realiza en los hechos. Lo que est en juego en esto es que la libertad se encuentra a la vez en el plano de una voluntad libre, no definida de un modo emprico, y en el plano de la sucesin temporal, y consigue as afirmarse como idea que va a fundam entar al nuevo derecho constitucional. Asimismo va a dar lugar de nuevo a una fundamentacin de ese derecho constitucional en un nuevo concepto de la naturaleza del hombre, naturaleza que ha conseguido por fin m ostrar la verdad de sus presuposiciones, visibles gracias a un libre ejercicio de la razn por s misma. La dificultad se encuentra entonces en la m anera de enunciar a la libertad como perteneciente en esencia a la naturaleza humana, o al discurso sobre sta, o como muestra de una sucesin arbitraria de acontecimientos histricos.

    El atractivo ejercido por la Revolucin se explica quiz tambin por la imbricacin entre dos clases de inteligibilidad de los hechos histricos: una con el acento puesto en el carcter conceptual de la libertad; otra, en su determinacin por los acontecimientos; una, con insistencia en una causalidad no condicionada; la otra, en una causalidad condicionada. O tambin no habra por ello una coincidencia absolutamente particular entre dos rdenes de determinacin: uno, digamos ideal, y el otro, material? En efecto, volviendo a tomar las formulaciones de Hegel, cmo distinguir entre razn e historia si la Revolucin francesa se ve investida de una determi-

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    nacin conceptual en el ms alto punto y al mismo tiempo hecha de acontecimientos? En otros trminos, la Revolucin se presenta como algo a la vez fenomnico y noumnico, inteligible y factual, esencial y emprico, de causalidad libre y de causalidad natural. Suceso nico, hizo ver en el curso de su proceso que era posible una realizacin histrica de la razn, lo cual equivale a decir que la historia, en circunstancias determinadas, poda ser tambin racional.

    La argumentacin que se refiere a lo que es naturalm ente el hom bre de acuerdo son su esencia racional e inteligible, tendr as un carcter circular, en la medida en que la libertad es simultneamente presuposicin y objetivo de ese discurso. Presuposicin, pues se sita en el comienzo de la accin poltica, al conferrsele una concepcin determinada de la naturaleza humana, que sirve de hilo conductor al cual los hombres, agentes histricos, van a adherirse en el curso de su realizacin prctica. Objetivo, pues va a proponerse como aquello que debe ser alcanzado, aquello hacia lo cual deben volverse siempre ms los hombres, pero tambin algo que no existe sino bastante imperfectamente. La libertad como tal no existe; lo que existe son sus condiciones, que se ubican progresivamente, con el fin de que los hombres puedan construir una sociedad y un Estado libres. Este presupuesto de la accin va, pues, a funcionar como un deber-ser que le da forma al ser histrico, lo cual equivale a decir que la moral, en tal perspectiva, sera a la poltica lo que el proceso de justificacin de las reglas es a las reglas existentes.

    Esto significa tambin que la libertad, al ser pre-

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    suposicin y objetivo de la accin humana, se ver privada muchas veces de un referente emprico preciso, de tal manera que, en su nombre, van a poder presentarse acciones contrarias a ella. Si la identidad de su trayecto es lo que constituye su propia definicin, no es menos cierto que la usurpacin es siempre posible.

    La argumentacin circular que es la de la libertad corre el riesgo, por un lado, de no poder cumplir su circularidad, en virtud de usurpaciones que se hacen en su nombre; pero, por otro lado, emplea un modo de construccin de proposiciones, cuyos fundamentos pueden deducirse de un ejercicio de la razn en su dimensin prctica. Desde el punto de vista del argumento, las formulaciones de Kant no tienen necesidad, en su estructuracin interna, de la experiencia emprica; pero sta aparece indirectamente, en forma de una premisa histrica que se repite de una manera pura.

    Es en la confrontacin en tre las diferentes clases de argumentacin, principalmente aquellas cuya apuesta son la Revolucin y la poca contrarrevolucionaria, donde se ha mostrado el carcter doblemente convencional de las proposiciones que se enfrentaban. Finalmente, la que, gracias a su estructura formal se puso por encima del combate, predomin sobre la otra, slo lo hizo por introducir, en su argumentacin, un presupuesto histrico la libertad moral y poltica modernas bajo la forma de una premisa que, en lo sucesivo, se har independiente de la historia que la haba hecho ser.

    La fuerza de la argumentacin kantiana reside tal

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    vez en esta doble conjugacin de un proceso formad e histrico de construccin de argumentos, en cuyo seno lo que compete a la historia se depura de sus aspectos contingentes, y gana con ello la dimensin de una construccin sinttica pura. En este sentido, el carcter sinttico sera tambin tributario de una proposicin histrica que, vuelta a la pureza, ha llegado a ser, por su carcter analtico, una proposicin sinttica a priori, en realidad una presuposicin concerniente a la naturaleza libre del hombre, tal como esta naturaleza surgi en la Aufklrung [Ilustracin] y en la Revolucin francesa.

    U na fa cultad pr c t ic o -po lt ic a

    La facultad prctica que tiene la voluntad de darse reglas es una facultad que no se ejerce solamente en el terreno de una actividad racional, en un proceso de pensamiento, sino que se manifiesta igualm ente como poder poltico, a travs del cual una sociedad se da reglas que van a regir la vida social y poltica. Esto quiere decir que este enfoque flosf- co-poltico de la razn prctica parte del hecho de que sta puede estar operando explcitamente en una sociedad determinada, o que su manera de ser se encuentra all adormecida, es decir, no est all en una forma activa.

    Se trata entonces de com prender, en la vida social y poltica regulada, la forma en que esas reglas llegaron a ser. La tarea de pensar se defne aqu por la aprehensin del modo de existencia de esta facultad prctica, lo cual significa, desde un punto de

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    vista terico, que ella sea o no conocida, y desde un punto de vista poltico, que se presente all o no, segn la capacidad de transformacin de la que ella es portadora. En tal sendo podemos decir que, en el Antiguo Rgimen, esta facultad prctica se encontraba cristalizada, solidificada en un estado dado, y que, gracias a la conciencia que toman de ello los sujetos y agentes histricos, vemos surgir un poder poltico que consiste en reconocer que los hombres pueden negar las reglas existentes y crear otras.

    Dicho de otro modo, las reglas polticas estaban afirmadas como provenientes de un pasado inmemorial que les confera legitimidad, y el tiempo, como repeticin histrica, se converta en una fuente de justificacin, de tal modo que se borraba el acto donador de forma, como facultad prctica. Lo que exista, lo que tomaba la forma de una apariencia, era lo confirmado por la vida cotidiana y estratificada de los miembros de esta com unidad, lo que equivale a decir que las diferencias de esencia entre sus miembros eran reconocidas como algo legtimo y por lo tanto natural. Las formas de la representacin poltica no eran en tal caso otra cosa que la traduccin, en el terreno poltico, de esta jerarquiza- cin social, fundada en un concepto diferenciado de naturaleza humana, que impeda el surgimiento del concepto de hombre como poder prcdco de organizacin sociopoltica.

    En tal situacin, es necesariamente restringido el significado de esta facultad genrica de una sociedad de crearse reglas que van a darle form a a su existencia, pues tal facultad no podr afirmarse po-

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    lticamente, sino a partir del momento en que se reconoce el que los hombres, segn su concepto, son esencialmente libres, a pesar de las diferencias todava existentes de nacimiento o de condicin. Slo cuando se produce la adhesin poltica a este discurso fundado en una concepcin del hom bre como ser libre por naturaleza", van a poder surgir nuevas relaciones humanas.

    Cuando la filosofa piensa en estos cruces de la historia, cuando reflexiona sobre estos cambios semnticos, va a enfrentarse a la tarea de construir proposiciones que buscan explicar tal transformacin, sobrevenida en el plano de los hechos y en el plano del pensamiento. Se produce entonces, a propsito de los fundamentos de ese proceso de elaboracin de proposiciones, una vuelta del pensamiento sobre s mismo, regreso tendiente a examinar la facultad humana que se maneja all. Resulta de ello, en lo concerniente a Kant, la produccin de una razn fundada trascendentalmente y, por cuanto toca a Hegel, la formulacin de una razn fundada en la historia. De todas formas, el proceso de construccin de las proposiciones filosficas, su modo especfico de argumentacin, permanecen vinculados esencialmente con la historia, sin que sea necesario afirmar que la facultad de relacionarse, como tal, sea histrica. Hasta en el caso de la argumentacin kantiana, una facultad prctica apriori no puede revelarse sino a partir de sucesos cuyo alcance universal hace ver en ejercicio una facultad prctica de construccin de reglas, sin que por ello su misma justificacin sea histrica.

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    El paso de la Asamblea de los Tres Estados a la Asamblea Nacional3 es uno de esos momentos privilegiados en que la accin poltica se m uestra como poder de creacin de reglas, que no se conforma ya con las reglas existentes. Se someten a discusin las antiguas reglas polticas, lo cual significa que, a partir de la nueva posicin, se califica en lo sucesivo a esas viejas reglas de injustas o de no conformes con la razn. Puesto que se afirma una nueva concepcin de la naturaleza humana, va a perder su razn de ser la conservacin de una organizacin poltica fundada en una diferencia esencial entre los hombres.

    Si antes las conductas y costumbres aparecan como la manifestacin o, mejor todava, como la legitimacin de un poder poltico jerarquizado, ste poda encontrar su justificacin en una legalidad divina; lo que est ahora en tela de ju icio es la legalidad real misma y sus fuentes de legitimacin. De dnde provienen esas leyes?, cul es su poder original?, en qu concepcin de la naturaleza humana estn fundadas?, he aqu las preguntas que van a surgir muy naturalm ente, puesto que es el concepto mismo de hombre el que ha cambiado de significacin.

    La filosofa, al reflexionar sobre tal transformacin poltica y sobre sus condiciones en el terreno del pensamiento, se ve ante la tarea de concebir la libertad como perteneciente a la esencia humana en cuanto tal, mientras establece una oposicin entre la universalidad humana efectiva, conseguida as, y

    3 Cf. Joo Carlos B. Torres, Figures de VEtat modente, Sao Paulo, Brasiliense, 1989.

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    el carcter particular de las proposiciones y de las formas de legitimacin anteriores. La libertad haba perdido all su significacin genrica. Al despertar de la libertad se aade el descubrimiento histrico de un poder creador de reglas, gracias al cual el hombre puede, de all en adelante, llegar a ser el dueo de s mismo. La filosofa, en esta apertura de la historia, entrev lo que est surgiendo y busca su significacin.

    El nuevo concepto de hom bre y la facultad prctica entendida como poder poltico son expresiones de esta nueva m anera de pensar. Que a continuacin esta facultad pueda aparecer como facultad pura en una terminologa kantiana, no le quita nada al hecho de que haya surgido en el momento en que se elaboraba un nuevo concepto de naturaleza humana, una de cuyas realizaciones polticas fue la Revolucin. Hay razones para remitir la una a la otra, como presuposiciones mutuas: la nueva concepcin de la naturaleza humana y la prctica poltica, que es tambin su confirmacin... y su problematizacin.

    Por consiguiente, las form ulaciones filosficas construidas a partir de estas reflexiones van a ser entonces la expresin de la nueva posicin adquirida por el concepto de hombre, sea como presuposicin del pensamiento, sea como forma prctica en torno a la cual se organizan las nuevas relaciones polticas. Es interrogando al significado de esta nueva posicin la forma en que la filosofa se ver enfrentada al trabajo de elaborar principios que partan de esta consideracin de lo que es el hombre en su devenir y en su historia. O tambin, la justifi-

  • 44 INTRODUCCIN

    cacin de las reglas del pensamiento se ver obligada a aclarar cul es el tipo de relaciones que mantiene con presupuestos nacidos de una reflexin sobre el sentido de la accin hum ana y de su inscripcin en la historia. Lo ganado ser una concepcin del mal.

    La Re v o l u c i n , la u b e r t a d y e l mal

    La Asamblea Nacional desem boca en la Convencin, la monarqua queda abolida, el rey est muerto y la Repblica viva. A la formacin de un nuevo poder poltico, considerado como fundado en la Declaracin de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, le sigue el Terror jacobino. Para tantos sucesos, otros tantos smbolos que exigen del pensamiento una reflexin sobre el sentido de lo que est surgiendo, sobre la significacin de las relaciones de la filosofa con la historia.

    El discurso poltico revolucionario, fundado en el concepto de hombre como ser libre, va a dar lugar a una accin que hace valer la libertad en todos los rincones de la sociedad, y que por ello pone en tela de juicio todas las reglas vigentes, todas las formas de organizacin poltica reconocidas hasta ese momento. En este sentido, la abolicin de la monarqua es el resultado lgico de la nueva concepcin de la naturaleza humana, tal como sta se manifiesta polticamente con la elaboracin de los derechos de los ciudadanos, es decir, de los derechos que conciernen a todos los individuos, independientemente de

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    su nacimiento. La permanencia de un individuo determinado encima de estos nuevos derechos es, en lo sucesivo, un contrasentido histrico, en la medida en que el discurso que entonces se afirma hace del concepto abstracto de nacin el nico soberano.

    En efecto, nada operaba en favor de la conservacin del rey como individuo diferente de los otros. Pero el discurso sobre la nacin, cuya forma va a tomar posesin de la sociedad determ inando de esta manera lo que va a entenderse como representacin poltica, estar encaminado a mostrar no slo su carcter principalmente equvoco, sino tambin, a causa de esto, su falta de referente emprico. Ciertamente el discurso sobre la nacin, al dar lugar a una accin que destruye todas las formas existentes de representacin poltica, al volver super- fluas todas las conductas y costum bres sobre las cuales sas se apoyaban, va a crear su propio referente; esto es, construir, a partir de s mismo, lo que ser el Estado. El camino est abierto a una pluralidad de discursos que, partiendo de los mismos fundamentos, van a apostar a favor de la nueva situacin, lo cual equivale tambin a decir a lo desconocido que sta oculta.

    Sabemos que Kant y Hegel fueron particularmente crticos de la dictadura jacobina, a continuacin de sus defensas vehementes de la Revolucin. Schelling, a su vez, lleg incluso a hacer a Kant responsable de esos sucesos. La libertad, despus de haber alcanzado una cumbre desde el punto de vista filosfico, moral, religioso y poltico, despus de haber sido elevada a la posicin de una idea que se

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    consideraba como destinada a gobernar las nuevas relaciones entre los hombres, revela la fragilidad de sus cimientos. En medio de estas transformaciones, la voluntad poltica fundada en la libertad pierde su propia medida y no respeta ya nada que se alce ante ella. La libertad, en el sentido de libre albedro, muestra su faceta arbitraria. Muestra po r esto que aquella esencia pretendidam ente libre de la naturaleza hum ana poda igualm ente volverse contra ella misma, poda hacer nacer en ella algo que tal vez le era radicalmente extrao.

    A fin de comprender lo que ha sobrevenido en el seno de esta historia que por fin se las daba de racional, estos filsofos se dedicaron a pensar las relaciones de la libertad con la negatividad, de la razn con la violencia poltica, y fue as como reflexionaron sobre el mal. Beban, ciertamente, en otras fuentes relativas al problem a del mal: Schelling sobre todo y, en menor medida Hegel, estn influidos por la mstica de Behme o por la de Octinger. Pero lo que para nosotros es del ms alto significado aqu es que, a pesar de sus diferentes horizontes de pensamiento, estos pensadores debieron arrostrar el problema inesperado de la vuelta de la libertad contra s misma, en el momento justo en que pareca haberse hecho duea de la nueva situacin.

    El concepto de mal, en su acepcin tico-poltica, pretende explicar, precisamente, esta transgresin de la libertad por el acto libre mismo, la perversin particular de las reglas universales o, tambin, el surgimiento de la violencia poltica en la historia. El problema es aqu particularmente interesante, pues

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    la maldad" no se atribuye al resurgimiento de la antigua concepcin de la naturaleza hum ana ni a la resurreccin de lo que fue abolido histricamente ni a la presencia de la parte animal, sensible o pasional del hombre: se sita en la libertad, se plantea como perversin de una regla o de la propia capacidad humana de darse reglas.

    El concepto de mal pretende significar la situacin paradjica de que la facultad del hom bre de darse reglas se reconoce como un poder universal, propio de la naturaleza hum ana como tal; pero el hombre, en su nueva determinacin de actor poltico, puede no obligarse a lo que l mismo se ha dado, y as puede pervertir o desviar lo que estaba establecido como universal. Por un lado, las nuevas reglas y su poder original se reconocen como universales; por el otro, estas mismas reglas universales son objeto de una libre transgresin.

    La oposicin que puede form ularse as es tan fuerte y rica de sentido que, para Kant, el derrumbe de las mximas impulsa a la elaboracin de la hiptesis rechazada de una "voluntad maligna"; para Schelling, esta oposicin va a plantearse como interna en el ser mismo de Dios; para Hegel, va a dar lugar a su absorcin en una negatividad comprendida bajo una forma nueva de la historia. El concepto de mal tiende entonces a enunciar este alejam iento de la libertad respecto de su realizacin concreta; va a caracterizar la posibilidad del surgimiento de nuevas reglas prcticas, aun si esto se hace bajo la forma negativa del trastorno, de la transgresin y de la perversin; va, por ltimo, a signi-

  • 48 INTRODUCCIN

    fcar el carcter problemtico de lo que entendemos como la naturaleza humana. En el orden de lo noum nico hay una causalidad especfica que va contra el propio poder originario de la causalidad libre; en el orden de lo racional, una historia que pareca presentarse como conceptual ha mostrado que la sinrazn se engendraba en la interioridad de lo que era racional.

  • I. NATURALEZA Y MAL RADICAL ENKANT

    Die Geschichte des Natur fin g al so vom Guen an, denn sie ist das Werk Cotes; die Geschichte der Freiheit vom Bsen denn sie is Menschenwerk.

    Kant

    Las preguntas referentes a las fuentes del saber humano, la amplitud y el uso posible y til de todo saber, as como los lmites mismos de la razn, se reducen, segn Kant, a una pregunta de carcter antropolgico relativa a lo que es el hombre.4 No se trata, sin embargo, de una interrogacin antropolgica del comportamiento emprico del hombre, tal como puede darse a conocer en diferentes lugares y en diferentes tiempos, sino de una pregunta que busca captar la esencia del hombre, de lo que lo define como tal. Lo que est en juego es explorar la subjetividad humana en el plano de su inteligibilidad, en el plano del proceso mismo a partir del cual el hombre se da las reglas de su conocer, de su

    4 I. Kant, *Logik", en Schriften tu r Metaphysik u n i Logik 2, edicin de W. Weischedel, Band IV, Francfort del Main, Suhrkamp Vertag, 1977, pp. 447-448; Logique, introduccin de L. Guiller- mint, Pars, Vrin, 1970, p. 25.

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  • 50 NATURALEZA Y MAL RADICAL EN KANT

    pensamiento y de su actuar. El trayecto donde se hace esta exploracin de la naturaleza metafsica del hombre va a plantear entonces el problema de delimitar la esencia humana, no necesariamente en lo esencial o substancial, sino tambin en el dominio donde se abre paso el carcter no esencial, el sinfondo" de la naturaleza humana. Si Heidegger tiene razn al subrayar que el develamiento de la subjetividad del individuo humano suscita una reflexin sobre la significacin del hombre y que una fun- damentacin verdadera de la metafsica depende de ella, esto no quiere decir que esta reflexin promueva el problema de una ftmdamentacin filosfica que debe arrostrar la cuestin de un abismo (posible) de la naturaleza humana, de un abismo que nos obliga a concebir de otro modo el fundamento de la filosofa.5

    En esta perspectiva, el problema de la ruina del fundamento, como abismo de la metafsica, exige una pregunta de orden ontolgico cuya significacin es propiamente moral, pues el anlisis del ser del hombre remite al problema kantiano del proceso de construccin de las reglas que el hombre se da en su actividad de conocer y en su accin. Esto equivale a decir que el problema antropolgico es el de una universalidad formal, de un poder creador de la razn, cuyo signo distintivo es la marca esencialmente moral.

    La filosofa de Kant deja traslucirse, en el mismo nivel de la aclaracin del concepto de razn prcti- 5

    5 M. Heidegger, Konf et le probme

  • NATURALEZA Y MAL RADICAL EN KANT 51

    ca, un presupuesto que atae a la naturaleza humana en cuanto tal. As, la cuestin relativa a la significacin del concepto de hombre la plantea Kant como aquella en la cual se resume toda la filosofa. Pero adems es preciso ver el reverso de esta cuestin: el que le da a ese concepto la condicin de una presuposicin. Las proposiciones morales derivadas del concepto de razn prctica, en su proceso de elaboracin, parten entonces de un fundamento antropolgico cuya condicin compete a una metafsica del hombre.

    Segn este enfoque, la argumentacin kantiana del mal radical es particularmente iluminadora, pues permite echar luz al caso lmite de una reflexin de la razn sobre s misma, cuando sta se enfrenta al problema, propiamente fundamental, de sus relaciones con una accin humana cuyo propsito consiste en una libre transgresin de la libertad, o, tambin, en una perversin inteligible de la ley moral. Concebir la moralidad en el hombre equivale a captar las relaciones entre la libertad y la racionalidad en el seno de mltiples acepciones del concepto de naturaleza humana, de manera que sta se revele como si ella misma formara parte del concepto de razn prctica. En otros trminos, el concepto de mal radical y la hiptesis rechazada por Kant de la existencia de una voluntad maligna van a ser motivo de una clara formulacin simultnea de lo que es la naturaleza moral del hombre en s misma y de su estallido en el sin-fondo de una naturaleza humana vuelta tambin hacia el mal.

  • 52 NATURALEZA Y MAL RADICAL EN KANT

    N a tu ra leza y n a tu raleza hum ana

    El anlisis del concepto de naturaleza humana en Kant no slo compete a una construccin prctica, en el sentido de una reflexin dedicada a concebir las reglas que fundamentan el uso prctico de la razn, sino que se sita de entrada en el marco ms general de una determinacin del concepto de naturaleza. La inteligibilidad de la accin humana en sus formas puras pasa igualmente por una comprensin de lo que es el uso terico de la razn, en la medida en que ste crea el concepto de una legalidad natural. Esto resulta de la manera misma en que Kant expone el concepto de una naturaleza moral del hombre. Ese no es concebible sino en el interior de una forma de universalidad, por lo tanto de racionalidad, que est en estrecha relacin con las formas de racionalidad apropiadas para el conocimiento de la naturaleza. Toda puesta en duda de esta universalidad formal fundada en la libertad humana repercutira en el concepto mismo de razn, y podra producir as su estallido. He aqu el contexto, que se convierte simultneamente en la apuesta a partir de la cual debemos concebir las dificultades relativas al concepto que tiene que ver con la existencia de un mal radical en el hombre.

    Los flnes pretendidos por Kant se dejan ya entrever en la manera en que considera la relacin de la naturaleza con el hombre. La naturaleza aparece all como un rico tesoro de disposiciones para un fin: la conservacin de la especie humana.6 La de-

    6 1. Kant, "Anthropologie in pragmaiischer Hincht", en Schrif-

  • NATURALEZA Y MAL RADICAL EN KANT 53

    terminacin del hombre desde el punto de vista de la especie sugiere ya la posicin de su universalidad, el carcter general atribuido a su esencia, en una relacin natural de tipo especfico, segn la cual el gnero humano (exactamente del mismo modo en que la naturaleza ha producido al hombre como su fruto ms perfecto) estara sometido a un proceso de perfeccionamiento moral. La naturaleza sera as portadora de una sabidura y de una previsin capaces de llevar al hombre a la realizacin de sus fines. Los medios para esta realizacin se hacen presentes en la forma misma de enfocar el amor a la vida y el amor sexual; el primero, tendiente a la conservacin del individuo; el segundo, a la de la especie. Es preciso subrayar aqu que la dimensin individual y la colectiva del hombre se renen en una misma finalidad planteada por la naturaleza. Adems, estas dos dimensiones no dan lugar a las oposiciones que pueden surgir de un antagonismo entre una accin individualmente mala (fundada en el abandono de una mxima conforme con la ley moral o en el trastorno profundo, positivo y consciente, de las mximas tendientes a llegar al cumplimiento de la ley moral como tal) y una accin que, en su dimensin colectiva, va a parar en la violacin de la moralidad (la humanidad) misma del hombre.

    La previsin de la naturaleza es una-expresin que le permite a Kant trazar un lmite, supuesta-

    ten zur Anthropologie, Gachichtsphilosophie, Potitik und Pdagopk 2, edicin de W. Wischedel, Band XII, Francfort del Main, Suhrkamp Veriag, 1977, p. 658. Traduccin francesa de M. Fou- cault, Parts, Vrin. 1979, pp. 153-154.

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    mente insalvable, a las acciones de los hombres que pueden volverse contra su propia libertad, es decir, contra su propio principio constitutivo. De esta manera, la funcin de esta expresin es la de proporcionar un marco general que le permita a la violencia inscrita en las relaciones humanas encontrar una salida en la concordia as engendrada. Los hombres pueden enfrentarse de la manera ms violenta; nada impide que, al fin y al cabo, estos mismos hombres puedan reconocerse en el seno de un progreso moral que une a la humanidad. En escritos como Anthropologie in pragmatischer Hinsicht y Ven la Paix perpituelie, Kant va hasta considerar un destino del hombre en el interior mismo de la naturaleza. sta parece ofrecer a las eventuales violencias y trastornos de la historia una limitacin que tiene como funcin evitar una desfiguracin y una perversin del hombre.

    El paso de la rudeza propia del estado humano natural a un estado civilizado estara entonces asegurado por una legalidad exterior que se hace simultneamente interior, es decir, conforme con la moralidad, lo cual da forma al progreso de la humanidad. Kant ve en este proceso una especie de ardid de la naturaleza que se sita en el plano de la historia,7 lo que equivale a decir que la historia tendra una inscripcin natural que determinara su curso, en tanto que la libertad y la contingencia propia de los acontecimientos histricos no desempean en esto

    7 Hannah Arendt, Lectura on Kantt Potical Philosophy, editado con un ensayo interpretativo de R. Beiner, Chicago, University Press, 1982, p. 54.

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    sino un papel menor. Sin embargo, destino natural no significa aqu una necesidad apremiante que le quitara al hombre la eleccin de su destino, sino que tal destino no le imprimira a la historia ms que una tendencia que continuara o no el hombre. Todo el proceso es una fuerza operante en el hombre, y le corresponde a ste actualizarla en el acto de su libertad, en la conciencia de lo que es.

    Kant considera a esta tendencia natural como innata en el hombre. 1 carcter o la determinacin innato(a) se considera natural. A la naturaleza hasta se le atribuye la capacidad de querer, como si en los juegos y combates de la historia el triunfo le correspondiera siempre al derecho,8 como si los deseos e inclinaciones propios de la naturaleza sensible del hombre fueran capaces de garantizar la paz entre los seres humanos. La naturaleza sensible del hombre es pues portadora de un ncleo natural por el cual la especie humana, gracias a la discordia, podra llegar a un entendimiento consigo misma. La concordia se convierte as en la idea de un fin, de un propsito, mientras que la discordia, segn el plan de la naturaleza, sera el medio de una sabidura natural que, como tal, seguira estando fuera del alcance de nuestro conocimiento.9

    La estrecha conjuncin del concepto de naturaleza con el de naturaleza humana va a darle a este pensamiento el horizonte merced al cual podemos *

    *1. Kant, Vm la PaixpeipituelU, edicin bilinge, traduccin de J. Darbellay, Pars, ra r , 1974, pp. 122-125.

    * Kant, "Anthropologie", pp. 67S-674; traduccin francesa, p. 162.

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    situar a la libertad en el contexto ms amplio de una legalidad natural y de una legalidad histrico- poltica. Pero esto implica que el concepto de mal radical, as como las dificultades que este concepto provoca en lo que se refiere a la contradiccin de la libertad consigo misma, van a abrir este horizonte a un nuevo dominio del ver, que exige una reelaboracin del concepto de naturaleza humana. Despus de haber entrevisto el fondo demoniaco de la libertad humana,10 Kant estaba obligado a repensar o cuando menos a ver de otro modo el fondo, o tal vez el sin-fondo, de la naturaleza humana, y todo lo que esto implica en el terreno de las proposiciones morales.

    La interrogacin kantiana se refiere entonces a la esencia permanente del hombre, lo cual garantiza una serie de comportamientos estables que funcionan como diques o referentes para todo trasbordo. Tal proceder se sita entonces en un horizonte formado de acuerdo con cierta concepcin del hombre. A sta, cuyo conjunto de las proposiciones morales configura un dominio de la mirada filosfica, la pone en tela de juicio la transgresin, lo que plantea el problema de la justificacin de estas proposiciones. En este sentido, la pregunta qu me est permitido esperar? responde al problema planteado por los lmites de la racionalidad en el sentido moral por lo tanto religioso y positivo respecto de la esperanza de que el ms all de la

    >0 Paul Ricoeur, Le MaL Un difi & la phosophie e t i la throiogie, Ginebra, Labor et Pides, 1986, p. 39. Tengo que agradecer a Bal- thasar Barbosa hijo por haberme informado de esta obra.

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    razn no sea algo enemigo de la razn misma. Lo otro de la razn puede darse tambin como un complemento de sta, pues de otra forma el hombre podra desesperar de su vida cotidiana.11 La esperanza, as como la desesperanza, forman parte del hombre en la tensin misma de su ser, sin que ninguna regla pueda a prio separar una de otra.

    Se trata de la tensin de un ser cuyo problema crucial significa el concepto de lo que es este ser en la multiplicidad de sus cambios, en las diferentes formas que puede tomar en la historia, en la imaginacin o en el pensamiento. Cassirer subraya con razn12 que ya en sus escritos y lecciones precrticas Kant orientaba su investigacin en el sentido de una bsqueda de lo que es la esencia permanente del hombre; sta podra servir entonces como fundamento a las leyes morales. El conocimiento de la naturaleza preparaba as el terreno, desde un punto de vista terico, para una aprehensin diferente del ser del hombre, esa especie nica que es simultneamente miembro de la naturaleza y fin ltimo de sta, y la cuestin consista en saber cmo se cumple este paso de un caso al otro.

    El horizonte de inteligibilidad en el que se inscribe el ser del hombre va a proporcionar un concepto de razn prctica que saca a la luz una presencia de la razn en s misma, a travs de un proceso de construccin y de apercepcin de reglas que no depende sino del acto del pensamiento. Esto significa

    11 Kant, op. d i., p. 683: traduccin francesa, p. 166.u Emst Cassirer, Kants Liben und Ijehre, BerKn, B. Cassirer, 1921,

    pp. 49-50,60,250-251.

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    que el concepto de accin humana resultante de esto est caracterizado por un origen no condicionado que, al dar inicio a una serie de acontecimientos, se descubre como perteneciente estructuralmente a ste. Si el acto de libertad se sita al comienzo de toda accin, es porque se da las reglas de su actuar, es decir que de una manera autnoma la razn se muestra como siendo esencialmente accin. El concepto kantiano de accin no designa entonces, de un modo exclusivo, el dominio moral entendido en un sentido restrictivo, sino que remite a la accin en general, remite al concepto de accin humana. La universalidad y el carcter formal de las proposiciones morales tienen un alcance ontolgico que tiene que ver con una interrogacin sobre la esencia del hombre.

    Lo que est en juego de una atribucin moral a la accin, en el sentido de calificar a una accin como buena o mala de acuerdo con referentes previamente establecidos, remite a una significacin ms fundamental que, a travs de un proceso de universalizacin de la mxima moral y por su correspondencia con una ley moral construida segn las determinaciones a priari de la universalidad y la necesidad, se refiere a la libertad humana y a sus determinaciones. Conceptos como 'Voluntad, "conciencia de s" y "naturaleza racional indican precisamente el modo de articulacin de un pensamiento que busca delimitar la estructura metafsica del hombre, su estructura suprasensible, por el rodeo de un proceder trascendental que se pregunta sobre las condiciones de posibilidad de su ser.

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    A este proceso que se pone de manifiesto en el plano del pensamiento puro, Kant le aade otro argumento que, aunque est estrechamente ligado con ste, compete sin embargo a la razn prctica como situacin de hecho, en la medida en que se encuentra operando en las acciones morales de los hombres, en su comportamiento cotidiano. De acuerdo con este enfoque, la razn prctica gana una dimensin terica, pues se interroga sobre las condiciones de posibilidad de tal o cual hecho ya existente, segn el modo del conocer. Kant llega incluso a afirmar que la inteligencia comn de la humanidad, la facultad de juzgar en materia prctica predomina en todo punto sobre la facultad de juzgar en materia terica.1* Esto equivale a decir que los criterios morales de distincin entre el bien y el mal estn de alguna manera dados, que se presentan a los ojos de aquel que quiere ver, que son existentes para una conciencia atenta a los principios que estn operando en la accin. En una formulacin precrtica, Kant escriba que en el corazn de todo hombre existe una ley positiva, por ejemplo el amor al prjimo, que se revela en el momento de la omisin de la ayuda a alguien que la necesita, con lo cual se produce un conflicto del sujeto consigo mismo. Correspondera entonces al proceso crtico de la razn aclarar este principio moral inmanente en la sana razn comn.

    I. Kant, Grundkgung tur Metaphjsik d a Sittm, edicin de W. Weischedel, Band Vil, Francfort del Main, Suhrkam Verlag, 1977, p. SI; traduccin francesa de Vctor Delbos, revisada por A Philonenko, Pars, Vrin, 1980, p. 71.

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    Tal vez parezca sorprendente que Kant pueda decir que, en materia moral, la inteligencia ms comn es capaz de alzarse a un alto grado de exactitud y de perfeccionamiento sin llegar a los problemas mucho ms complejos de una utilizacin dialctica y problemtica de la razn terica. La razn humana tiene, pues, ante s, en una forma ciertamente oscura pero sin embargo existente, el principio universal del actuar moral, como regla de juego.

    El proceso trascendental permite entonces pensar y, luego, elaborar la estructura categrica de lo que se ofrece como una especie de experiencia moral, caracterizada por el hecho de que las reglas morales son existentes y operantes. Adems, gracias a esta forma de existencia, se hace posible el concepto de razn prctica. Dos modos de argumentacin estn presentes aqu: uno se funda en la experiencia moral; el otro, en un concepto de razn prctica construido independientemente de esta experiencia y que ciertamente le da forma a sta.

    El problema de la articulacin entre dos modos de argumentacin remite entonces a una presuposicin: la de una forma de racionalidad cuyo fundamento es la naturaleza moral del hombre.14 En otros trminos, los deberes morales se determinan segn cierta concepcin de la naturaleza humana, que viene a expresar una relacin racional, formalmente directa entre el hombre y el deber. El hombre, en el ejercicio de su racionalidad, una vez librado de los prejuicios morales, religiosos o polticos, es capaz

    Eric Weil, *Le Mal radical, la religin et la politique, en Pmbtemes hantiens, Pars, Vrin, 1970, pp. 149-151.

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    de construir proposiciones morales concernientes a la universalidad del hombre y que llevan en ellas las reglas de su justificacin. Por supuesto que el hombre, en su accin concreta, acta de acuerdo con mximas que, slo ms tarde podrn elaborarse desde el punto de vista de su justificacin, lo cual plantea entonces la cuestin propiamente moral de la adecuacin de la mxima a la ley moral como tal. Esto no impide que el proceso puro de argumentacin moral se apoye en un ejercicio de la racionalidad que, pretendiendo ser independiente de las mediaciones histrico-polticas o psicosociales, transmite no una fsica, sino una metafsica del hombre,15 segn la feliz expresin de Eric Weil.

    Hay en Kant un modo de construccin de proposiciones morales que, por un lado, est esencialmente vuelto hacia el comportamiento individual y saca de l su legitimacin (la filosofa moral es, en este sentido, una reflexin sobre del individuo) y que, por otro lado, es un modo de justificacin de las reglas del actuar no restringida a lo que entendemos normalmente como actuar moral, opuesto a otras formas de actuar. Remite ms bien al concepto de accin humana como tal, y la filosofa moral es as una reflexin sobre el hombre, una antropologa filosfica.

    Estas dos dimensiones resultan claramente del enunciado del principio prctico supremo, segn el cual cada hombre, y por lo tanto cada individuo, debe tratar al otro como fin en s mismo; es decir, debe honrar, en l y en el otro, el concepto de hum

    is ItoUm, p. 152.

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    nidad que ambos comparten. El propsito de la accin es aqu una especie de correspondencia entre la mxima y la ley moral fundada en la naturaleza razonable del hombre, nico capaz de jusdficar en la accin de cada quien la existencia (o no) de una universalidad formal. Esto quiere decir que tal naturaleza razonable del hombre se plantea como algo que ha de alcanzarse, algo que ha de ser continua y eternamente buscado, no una realidad efectivamente existente.

    Tratar al otro como fin en s mismo significa honrar en l una misma humanidad. Acta de tal manera que trates a la humanidad tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro siempre al mismo tiempo como un fin, y jams simplemente como un medio.16 El modo a travs del cual atribuimos la calificacin de moral a una accin, se funda igualmente en el modo de construccin del concepto de humanidad, siendo ste una expresin de lo que entendemos por la palabra hombre. Las repercusiones polticas de tal formulacin son entonces particularmente claras, pues si un agolpamiento humano honra en cada uno de sus miembros a la universalidad que construyen juntos, nos encontramos en una situacin poltica fundada en una concepcin de la moralidad, esto es, en una nocin de lo que es (y debe ser) el hombre. Digmoslo de otro modo: si una sociedad trata a una parte de sus miembros como simple medio de satisfaccin de un grupo dominante, si no considera en cada uno de sus

    i* Kant, op. ci., pp. 60-61; traduccin francesa, p. 105.

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    miembros ms que su naturaleza sensible y animal, en la medida en que sta sirve a sus propsitos polticos, nos encontramos en un estado de no humanidad. El resultado posible de tal estado puede ser una decadencia de la sociedad en cuestin y, dependiendo de su influencia sobre el mundo, en una posible decadencia de la especie humana.

    Surge aqu el carcter polticamente frgil de la humanidad, pues si sta se apoya en un modo de construccin de la razn, nada es menos seguro que el hecho de que todos los individuos quieran dedicarse al ejercicio de esta racionalidad, de modo que adquiera presencia en el terreno de las relaciones polticas y de las reglas que las determinan. Puede entonces plantearse la pregunta y ella surge efectivamente en la historia del porqu de esta forma de considerar el trabajo de la razn. Es que tal disputa no hara resaltar el carcter convencional del concepto de hombre en el que se apoya la razn misma?

    Fue quiz para escapar de tales consecuencias que implican una visin convencional del hombre por lo que Kant recurri a una traduccin del imperativo categrico que subraya precisamente la bsqueda de una naturaleza que necesariamente pueda vincular al hombre consigo mismo, de tal modo que su racionalidad moral sea la verdadera expresin del concepto mismo de razn y del concepto de naturaleza resultante de ella. El horizonte que se abre aqu es el de una concepcin de la razn que se hace manifiesta, igual a s misma tanto en el dominio natural como en el dominio histrico, poltico o moral.

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    El enunciado: Obra como si la mxima de tu accin debiera ser erigida por la voluntad en ley universal de la naturaleza17 permite hacer resaltar, gracias al empleo analgico18 del concepto de naturaleza (en el sentido de leyes que organizan la existencia particular y sensible de los objetos), la conexin, en el plano de ios principios, entre los dominios que competen, uno, al conocimiento de la naturaleza, y el otro, al pensamiento del hombre. Queda, sin embargo, la cuestin de saber si este empleo analgico del concepto de naturaleza, tendiente a organizar de una manera teleolgica la vida moral particular de los hombres, no responde l mismo a otra exigencia: la de integrar al hombre al sistema general de la naturaleza y de su conocimiento.

    Igualmente podemos observar esta conexin entre el concepto de naturaleza y el de accin moral cuando Kant se desplaza hacia el anlisis del comportamiento moral del individuo. As, el examen que hace de las nociones de reproduccin y de conservacin de la especie humana muestra, en los casos particulares del suicidio y del menosprecio de los dones naturales, su apego a cierta concepcin de la libertad que no entra en contradiccin consigo misma a causa de su arraigo en cierta concepcin del hombre y de la naturaleza. Al primer caso, el del suicidio, se le considera moralmente condenable, pues el hombre que intenta tal acto pone su amor propio por encima de la humanidad, de modo que un acto

    bidetn, p. 51; traduccin francesa, p. 95.** Cf. Francois Marty, La naissance de la tntaphysique cha Kant,

    Pars, Beauchesne, 1980.

  • as, una vez que es compartido por un nmero suficiente de individuos, puede poner en duda la reproduccin natural del hombre. De hecho, si tal mxima pudiera generalizarse, no sera slo la existencia moral de los hombres la que se encontrara comprometida, sino su existencia fsica misma.19 Del mismo modo, en el segundo ejemplo, un hombre cuyos dones naturales podran contribuir al perfeccionamiento de la humanidad y que, no obstante, se lanza a la persecucin de los placeres ms inmediatos, al goce material e irreprimible de su vida, sera igualmente condenable. Por no desarrollar sus dones, realizara una accin que, al hacerse universal, pondra a la humanidad en contradiccin consigo mism, pues el estropicio de tales dones hara la vida cada vez ms insoportable y hasta naturalmente imposible.20

    L a n a tu r a l eza s e n sib l e d e l h o m b r e

    La presuposicin sobre la naturaleza humana remite a la determinacin de lo que es el hombre en sus diferentes niveles de constitucin, y abre, en el seno mismo de su ser, un nuevo horizonte, el que expresa la formulacin kantiana del mal radical. Pero para llegar a esta otra mirada del hombre, es necesario, en primer lugar, emprender el camino que lleva desde estas determ naciones sensibles hasta la racionalidad que las constituye.

    Kant escribe que el hombre no es un ser racional:

    ,9 Kant, op at., pp. 50-5 i: C'iduc in francesa, pp. 94-96.* bidet ., p. 53; traducci jn frarc sa, p. 97.

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    puede, debe serlo. Es un ser sensible en la medida en que acta segn deseos, pulsiones, inclinaciones. No es un ser sensible una vez que plantea la cuestin de su ser, y es determinado as por algo ajeno, que no es su sensibilidad o su animalidad primitivas. Esto quiere decir que el hombre puede salir de este estado; puede, en libertad, tomar posesin de su ser; puede preguntarse lo que l es, mientras busca ser algo diferente. Dicho de otro modo, debe serlo, pues el ser del hombre se constituye precisamente por la relacin negativa y finita consigo mismo, que exige, por el rodeo de esta interrogacin que hace suya, la positividad de su relacin consigo, la infinitud de su relacin con el mundo, mientras que el deber ser forma parte de lo que es. Esta dimensin moral revela ser esencialmente antropolgica, en la medida en que se erige por ello en determinante de la universalidad formal constitutiva de la relacin de un hombre con el otro, pues el uno y el otro comparten esta esencia que hacen suya. El nombre es, retomando una formulacin de Anthropologie in pragmatischer Hinsicht, un animal capaz de razn (animal rationnabile); l puede hacerse un animal racional (animal rationnale).21

    La moralidad del hombre depende de la exploracin racional del dominio de la subjetividad hu- ll

    ll Kant, Anthropologie'1, p. 673; traduccin francesa, p. 161. Cf. igualmente E. Fackcnheim, "Kants concept o History, en KanU Shuiien, Philosophische Zeilschrift, Band 48 Heft 3, Colonia, Universitu Verlag, 1956-1957. Tengo que agradecer a Marco Zingano por haber llamado mi atencin sobre este articulo. Cf. tambin Jean-Francois Lyotard, L'enthousiasme: la critique kantienne dcl'histom, Pars, Galile, 1986.

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    mana; dicho de otro modo, la razn abre un espacio interior en el hombre, gracias a las reglas y leyes que ste se da. Mediante este acto de reflexin, de autoatribucin y por lo tanto de autonoma, la subjetividad se crea una objetividad de la voluntad, a partir de la razn, que se instaura como fuente no condicionada de lo que sera la libertad en el terreno emprico. La validez de las leyes morales es determinada de acuerdo con las reglas de esta objetividad propia de la subjetividad de la voluntad, de manera que el ser racional del hombre termina identificndose con el ejercicio formal de la moralidad.

    Si la idea de un perfeccionaniento moral de la humanidad puede atraer al hombre hacia lo alto, es porque, a travs de ella, el hombre se aplica a la confrontacin esencialmente prctica de las mximas de su accin con las leyes morales que supuestamente las regulan. Este ejercicio de correspondencia permite precisamente el paso del contenido de la accin a su forma universal, permite el paso de la accin individual a una concepcin de la humanidad como fin ltimo de lodo actuar racional. Encontramos entonces en este primer enfoque de la subjetividad del hombre dos niveles de su ser: el de la objetividad de las leyes morales, de las reglas y modos de justificacin de la razn, y el constituido por las inclinaciones y deseos naturales. El movimiento que los liga, y que en realidad les da forma en su interioridad misma, est constituido por una determinacin negativa de la razn con respecto al dominio animal-sensible y por una determinacin

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    positiva de la razn para con ella misma, con lo cual da lugar a la objetivacin de la moralidad.

    Si queremos delimitar entonces el origen del mal, la respuesta de Kant podra ser, tomando como apoyo ciertos textos de Anthropologie o de Vers la Paix perpltulle, una maldad de cierta manera inscrita en la naturalidad inmediata del hombre, como si su carcter inteligible lo predispusiera para el bien. As, sta formara parte de una fsica del hombre, materia de las ciencias que tratan al hombre como un fenmeno por todos conceptos semejante a otros objetos naturales. Pero le ocurre igualmente a Kant el no atribuirle la menor significacin moral a esta naturaleza animal del hombre, al considerarla neutra desde el punto de vista de un juicio racional. No prejuzgara, e