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1 Del mesianismo nazareno al mesianismo sarraceno Un compendio del sistema nazareno La historia de Arabia en tiempos de Mahoma El protoislam nacido del nazarenismo Las huellas de los nazarenos en el Corán Del mesianismo sarraceno al imperialismo árabe califal ¿Qué sabemos acerca de los "nazarenos"? Anticipando una breve descripción, eran judíos, o sea hebreos, desde el punto de vista poblacional. En cuanto a religión, seguían la Ley de Moisés y una versión del Evangelio (probablemente de san Mateo arameo), según la cual Jesús es el Mesías, considerado como profeta, pero no hijo de Dios. Se desmarcaban tanto del judaísmo rabínico como del cristianismo de Nicea, es decir, de las grandes Iglesias. Pero empecemos por el principio. Un compendio del sistema nazareno No cabe establecer, ni se dio históricamente, una homogeneidad doctrinal completa y sistemática en las comunidades de signo nazareno, pero sí es posible descubrir el esquema o sistema subyacente, a través de los rasgos reiterados una y otra vez por los diferentes autores, aunque en determinados puntos muestren interpretaciones discrepantes. No fue solo un movimiento disperso, sino una organización fundamentada en unos axiomas y temas básicos, en el plano de las creencias teológicas y cristológicas, los rituales y las normas morales. Podemos compendiarlo como sigue. 1. Los grupos ebionitas/nazarenos están formados por población judía. 2. La religión nazarena conserva la herencia del judaísmo. - Creen en un único Dios, creador del mundo. Pero unos pocos, como Cerinto, por influjo gnóstico, creen que el creador es un dios inferior o demiurgo. - Usan la Biblia hebrea, sobre todo la Torá, pero descartan algunos libros históricos, proféticos y sapienciales. - Perseveran en la observancia de la Ley mosaica, creyendo que es necesaria para salvarse. - Practican la circuncisión, obligando a judaizar. - Respetan el sábado, así como los ritos, fiestas y modo de vida judaicos.

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Del mesianismo nazareno al mesianismo sarraceno Un compendio del sistema nazareno La historia de Arabia en tiempos de Mahoma El protoislam nacido del nazarenismo Las huellas de los nazarenos en el Corán Del mesianismo sarraceno al imperialismo árabe califal ¿Qué sabemos acerca de los "nazarenos"? Anticipando una breve descripción, eran judíos, o sea hebreos, desde el punto de vista poblacional. En cuanto a religión, seguían la Ley de Moisés y una versión del Evangelio (probablemente de san Mateo arameo), según la cual Jesús es el Mesías, considerado como profeta, pero no hijo de Dios. Se desmarcaban tanto del judaísmo rabínico como del cristianismo de Nicea, es decir, de las grandes Iglesias. Pero empecemos por el principio. Un compendio del sistema nazareno No cabe establecer, ni se dio históricamente, una homogeneidad doctrinal completa y sistemática en las comunidades de signo nazareno, pero sí es posible descubrir el esquema o sistema subyacente, a través de los rasgos reiterados una y otra vez por los diferentes autores, aunque en determinados puntos muestren interpretaciones discrepantes. No fue solo un movimiento disperso, sino una organización fundamentada en unos axiomas y temas básicos, en el plano de las creencias teológicas y cristológicas, los rituales y las normas morales. Podemos compendiarlo como sigue. 1. Los grupos ebionitas/nazarenos están formados por población judía. 2. La religión nazarena conserva la herencia del judaísmo. - Creen en un único Dios, creador del mundo. Pero unos pocos, como Cerinto, por influjo gnóstico, creen que el creador es un dios inferior o demiurgo. - Usan la Biblia hebrea, sobre todo la Torá, pero descartan algunos libros históricos, proféticos y sapienciales. - Perseveran en la observancia de la Ley mosaica, creyendo que es necesaria para salvarse. - Practican la circuncisión, obligando a judaizar. - Respetan el sábado, así como los ritos, fiestas y modo de vida judaicos.

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- Algunos hacen abluciones rituales por motivos de pureza. - Se abstienen de comer carne de cerdo. - Rezan mirando hacia Jerusalén como casa de Dios. - Esperan la restauración del reino de Israel, mediante la intervención de Dios y su mesías. - Además, siendo judíos, creen en Jesús como profeta y mesías. 3. Asumen elementos del cristianismo, desviantes respecto al ortodoxo o apostólico. - Usan un Evangelio según Mateo, pero una versión diferente del canónico. Algunos lo denominan Evangelio de los Hebreos. Según otros, escrito en lengua siríaca. - Rechazan las epístolas de Pablo y de otros apóstoles, sobre todo por su abandono de la Ley de Moisés. - Celebran los domingos la eucaristía, si bien con pan ázimo y agua. - Están organizados, en torno a dirigentes presbíteros, responsables de la doctrina y la liturgia. Y hubo, al menos, un obispo (Pablo de Samosata). También hubo jefes carismáticos como Cerinto y Símaco el Ebionita. - Creen que Jesús fue un mero hombre, hijo de María y de José. De modo que niegan la virginidad de María, la encarnación, la preexistencia de Cristo y su filiación divina. - Creen que Jesús supera a todos los hombres por su virtud, que es mayor que todos los profetas e incluso que los ángeles. Y que hizo milagros. - Relatan que Cristo descendió sobre Jesús en el momento de su bautismo en el Jordán, como el Espíritu de Dios y, para algunos, así se constituyó en Hijo de Dios. - Dicen que, en la hora de la pasión, Cristo abandonó a Jesús, por lo que permaneció impasible. - En cuanto a la muerte en cruz, unos afirman que murió y resucitó; mientras que otros aseguran que otro murió en su lugar, Simón Cireneo bajo apariencia de Jesús. - Esperan la resurrección de los muertos. - Creen que, el último día, Dios intervendrá enviando al mesías Jesús, que vendrá a implantar el reino terrenal de Cristo. - La capital será Jerusalén, y su templo será reconstruido.

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- Creen que el reino de Cristo en la tierra durará mil años. - Creen que ese reino comportará delicias de todo tipo, comida y bebida, abundancia de carne, en medio de molicie y fornicio, entre continuas fiestas. - Todas las naciones del mundo acudirán a adorar a Dios y estarán al servicio de los hijos de Israel. 4. Otras prácticas distintivas de los nazarenos. - Se reúnen en lugares que llaman sinagogas, no iglesias. - Permiten el divorcio y contraer nuevas nupcias, hasta un número limitado de veces. - Obligan a contraer matrimonio a los adolescentes todavía poco maduros. - Algunos se abstienen de todo tipo de carne animal. - Tienen prohibido beber vino y cerveza (sicera, cualquier bebida embriagante que no procede de la vid; en el Corán, sakar). - Consideran gran pecado la dominación del Imperio, los textos sagrados judíos y cristianos excluidos del canon nazareno, y la increencia de las naciones extranjeras. El castigo caerá sobre los pecadores en el último día, el día de la venganza mesiánica. - Por su idea mesiánica milenarista, estuvieron involucrados en acciones armadas contra el Imperio romano de Oriente: con seguridad en la insurrección de la reina Zenobia (siglo III) y, muy probablemente, en la rebelión de Diocesarea (siglo IV). A diferencia del judaísmo rabínico, que sustituyó el culto en el templo por el estudio de la Torá, los nazarenos, en su imaginación mesiánica, conservaron el proyecto de reconstrucción del templo, previa conquista de Jerusalén. Para ellos, el precursor que allanaría el camino del Señor (según Isaías y Malaquías) había venido ya en la persona de Juan Bautista. Entonces, en la siguiente etapa, serían ellos, como "auxiliares de Dios", quienes llevarían a cabo las tareas encomendadas al mesianismo milenarista, a saber: la migración al desierto, la toma de Jerusalén y la reedificación del templo. Una vez cumplido esto, llegaría el momento de la venida del mesías, que ampliaría la conquista al mundo entero, masacraría o sojuzgaría a los impíos, y fundaría el milenario reino de la justicia sobre la tierra. Por supuesto, en beneficio de los vencedores. Los nazarenos, que se investían a sí mismos como los justos y los elegidos, soñaban con un reino verdaderamente terrenal, donde abundaría toda clase de delicias y placeres.

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Para el siglo VI, los estudios de Patricia Crone, en Hagarism, recrean el mundo ideológico donde se fragua el protoislam. El movimiento agareno no es otro que el nazareno, con otro nombre. Crone, Patricia 1977 Hagarism. The making of the Islamic World. Cambridge University Press. (Coautor: Michael Cook.) https://ia802300.us.archive.org/7/items/Hagarism/Hagarism;%20The%20Making%20of%20the%20Islamic%20World-Crone,%20Cook.pdf 1987 Meccan Trade and the Rise of Islam. Princeton University Press. http://en.booksee.org/book/1118503 Se puede seguir la pista nazarena desde el siglo II hasta el primer tercio del siglo VII. Su historia prosiguió a través de esos siglos, hasta desembocar en la configuración del agarenismo árabe. Hoy está cada vez mejor documentada la continuidad del movimiento nazareno a lo largo del tiempo. Más aún, parece que los nazarenos se encontraban en un momento de auge precisamente en la época de Mahoma y en relación con él. Y no se puede negar que los rasgos del nazarenismo en su conjunto prefiguran a Mahoma. La historia de Arabia en tiempos de Mahoma De norte a sur, los antiguos dividían la península arábiga en tres partes: Arabia Pétrea, Arabia Desierta y Arabia Feliz. Hoy, cada vez parece más claro que Arabia y los árabes no habían quedado fuera del alcance de las civilizaciones vecinas, ni de la dinámica de formación de reinos, influidos por aquellas, o aliados con alguna de ellas. Tampoco habían quedado al margen de la difusión del judaísmo y del cristianismo en sus varias versiones. Es muy probable que sea necesario reescribir toda la historia que nos ha legado la tradición califal del islamismo. Hay cantidad de hallazgos e investigaciones recientes que aportan piezas para ir recomponiendo, poco a poco, el rompecabezas, es decir, el mapa político y la historia previos, coetáneos y subsiguientes al surgimiento del imperio arabomusulmán. En la época en que Mahoma accede a la escena histórica, había en Arabia, aparte de los beduinos, de vida nómada, tres reinos árabes que prácticamente recubrían toda la península y que se vieron implicados en la interminable guerra entre los romanos y los persas. Los árabes no andaban en absoluto como unas tribus marginadas de la civilización, sino metidos de lleno en ella, constituyendo Estados y participando en las confrontaciones de los imperios, en la encrucijada de Europa, Asia y África. Por toda Arabia, hacía mucho tiempo que el judaísmo y el cristianismo, con sus diferentes corrientes, eran conocidos y estaban implantados.

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El reino Gasánida, en la región noroccidental, era de árabes cristianos miafisitas. Fue aliado de Bizancio frente a los persas, que lo arrasaron, cuando lo invadieron en 614. Tras la batalla de Yarmuk (636), los sarracenos destituyeron a los gobernantes gasánidas y ocuparon militarmente su territorio. El reino Lájmida, o de los munadhir, con capital en Al-Hira, se extendía por la región nororiental de la península de Arabia y al sur de Mesopotamia. Desde 266, era un reino árabe cristiano (nestoriano). En 602, el emperador sasánida Cosroes II lo anexionó a su imperio. Y en 638, fue conquistado por los mahometanos. El reino de Himyar, o reino homerita para los griegos, era, desde mediados del siglo IV, la principal potencia en Arabia. Dominaba Yemen y gran parte de Arabia Desierta, antes de expandirse hacia el norte (Robin y Tayran 2012: 525-553). Hacia 500, los reyes de Himyar favorecieron el judaísmo y eran tributarios del reino de Aksum (Etiopía), cuyos reyes eran cristianos desde tiempo atrás. En Himyar, entre 518 y 522 gobernó Madikarib Yafur, que era un rey cristiano. En 522, Aksum puso en el trono de Himyar a un príncipe judío de Yemen, llamado José, pero este se rebeló contra Aksum. Hacia fines de 523, este príncipe José perpetró una masacre contra los notables cristianos de Najrán. Estos eran cristianos anticalcedonienses, según algunos, nazarenos, pero favorables a los bizantinos. El negus de Aksum, Kaleb, reaccionó, desembarcó con su armada, depuso a José y emprendió la conquista de Himyar, donde entronizó a un rey cristiano, y regresó a Aksum, dejando la mayor parte de su ejército en Himyar. Pero poco después de 531, el general que mandaba el ejército aksumita, llamado Abraha, se sublevó y se apoderó del trono de Himyar, rompiendo con el negus. Adoptó la titulatura y le lengua de los reyes himyaritas y llegó a consolidar su poder hacia 548. Luego, en 552, acometió una nueva expedición a Arabia central, calificada de victoriosa en las inscripciones sobre roca. Así, Abraha conquistó y unificó toda Arabia en un reino cristiano, aliando con Bizancio (Justiniano, 527-565), setenta años antes del surgimiento del islam. Es el reino de Himyar ampliado. El cristianismo oficial del reino de Himyar era el jacobita, el mismo de Aksum. Abraha (reinó de 535 a 565) mandó construir la gran iglesia (Al-Qalis) de Saná, que posteriormente sería destruida en los años 750, al inicio de la época abasí. Sin embargo, parece que Abraha cambió de orientación religiosa, abandonó el cristianismo jacobita y se habría adherido a la secta mesiánica judeocristiana de los nazarenos. Así se deduce del cambio teológico que se entrevé en la fórmula de fe que mandó grabar en las paredes rocosas. En efecto, las inscripciones de Abraha dicen: "Con el poder de Dios y de su Mesías", cuando las inscripciones más antiguas decían: "En el nombre y con la salvaguardia de Dios, de su hijo Cristo vencedor y del Espíritu santo" (Robin y Tayran 2012: 536 y 538). Jesús no se califica ya con las expresiones "Hijo de Dios" y "Cristo vencedor", sino como "su Mesías". Podemos advertir cómo

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concuerda esto con la cristología coránica, que a Jesús lo llama Mesías, al tiempo que le niega la filiación divina (cfr. Robin y Tayran 2012: 540). El historiador bizantino Procopio, en su Historia de las guerras de Justiniano, es una de las fuentes que relatan la conquista aksumita de Himyar y el protagonismo de Abraha. Señala cómo el emperador Justiniano (reinó 527-565) buscó el apoyo de Aksum y de Himyar para su guerra contra el imperio persa sasánida. Las fuentes árabes, por su parte, también mencionan a Abraha, y registran la expedición que lanzó contra La Meca y su templo [¿qué Meca? ¿Petra?]. Pero su ejército, a cuyo frente iba un elefante, fue rechazado, milagrosamente según evocaría luego el Corán 105,1-5. Los persas lo invadieron y, dándole el nombre de Al-Yaman, se lo anexionaron entre 575 y 628. Este último año, el gobernante se convirtió al islam y se unió a Mahoma. Djaït, Hichem 2005 "Écrire la vie de Muhammad. L'historien face à la Tradition", Alfa. Biographies et récits de vie. Túnez, Institut de Recherche sur le Maghreb Contemporain: 21-31. http://books.openedition.org/irmc/614 Robin, Christian Julien (y Salim Tayran) 2012 "Soixante-dix ans avant l'islam: l'Arabie toute entière dominée par un roi chrétien". Note d'information. CRAI, 2012, I (janvier-mars): 525-553.

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El protoislam nacido del nazarenismo El origen de Mahoma se remonta a una secta judeocristiana, la de los nazarenos, tenidos por herejes tanto por el cristianismo ortodoxo como por el judaísmo rabínico. Más allá de los pormenores de las hipótesis de reconstrucción histórica del vínculo de los árabes de Mahoma con los nazarenos, lo cierto es que este, conforme al Corán, coincide en los puntos fundamentales con las doctrinas del mesianismo milenarista nazareno. En efecto, con toda probabilidad, el movimiento que con el tiempo acabaría llamándose islamismo derivó su matriz inicialmente de una secta presente en el Próximo Oriente, la secta judeocristiana de los nazarenos. Esto explica que el Corán reproduzca muy de cerca la teología típica del nazarenismo. El propio Mahoma habría sido nazareno, se casó con la nazarena Jadiya según el rito nazareno, oficiado por un primo de ella, el sacerdote Waraqa Ibn Nawfal, dirigente de la comunidad. (Cfr. Jean-Jacques Walter, etc.) El proyecto inicial de los nazarenos se configuraba con unas creencias muy semejantes a las de los zelotas: liberar Palestina de la dominación extranjera, tomar Jerusalén y reconstruir el templo; pero a esto añadieron una versión propia de la salvación universal, en parte procedente de la apocalíptica judía, y en parte de origen cristiano, que la interpretaba como conquista mundial por parte del mesías, al objeto de imponer un reino milenario sobre la tierra. Con esta mentalidad, en cada rebelión, esperaban la aparición de Cristo como mesías guerrero, a la cabeza del ejército de los justos. La teología mesiánica evolucionaba adaptándose a las creencias populares, y no cesaba de impulsar a los nazarenos en la expectativa constante de una ocasión para la guerra. Algunos, quizá impacientes, concibieron la idea de que la intervención final del mesías podía acelerarse o anticiparse, si ellos mismos emprendían la lucha, quizá dirigidos por un nuevo guerrero precursor. No es de extrañar que, en numerosos aspectos, las convicciones nazarenas prefiguraran lo que más adelante se encontraría en el islamismo. En efecto, podemos afirmar que, así como, a partir del mesianismo judío, se formó la teología judeocristiana de los nazarenos, en medio de las violentas guerras judeo-romanas, de manera análoga, a partir del nazarenismo se fue configurando la teología mahometana, en ese torbellino de la guerra entre sasánidas y romanos de Constantinopla. En cualquier caso, el núcleo del sistema de creencias, fraguado en la tradición judía durante siglos, había quedado ya constituido con toda nitidez. Comportaba el esquema dinámico de un mesianismo político de conquista, que en su proyecto articulaba varios aspectos clave: la llamada a la liberación (soteriología), el tiempo final o último (escatología), la intervención con poder en la historia por imperativo divino o sobrehumano (apocalipticismo), la instauración de un mundo de justicia (milenarismo).

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Buena parte de esa teología mesiánica se reencuentra en el dogma islámico, por cuanto su fe exige tomar las armas, en nombre de Dios, en el empeño por conquistar el poder e imponer por la fuerza su Ley. Fuera de lo que consta en escritos más o menos coetáneos, la presencia de comunidades nazarenas en tierras habitadas por tribus árabes está demostrada, al menos desde medio siglo antes de la primera predicación de Mahoma. En el desierto del Néguev, a unos sesenta kilómetros al sur de Beerseba, se han hallado numerosos grafitis o inscripciones sobre la roca, escritas en árabe y datadas hacia el año 560. Repiten peticiones de perdón por las faltas "al Señor de Moisés, o de Moisés y Jesús, o al Señor del universo" (Prémare 2002). Los autores son árabes por la lengua y por los nombres. Dirigen su plegaria al mismo tiempo a Moisés y a Jesús, lo que lleva a suponer que pueden ser nazarenos. Una prueba adicional es que dan a Jesús el nombre de Isa (como hará luego el Corán), siendo así que los cristianos de lengua árabe lo nombran Yoshu o Yashu. En aquel tiempo, únicamente los nazarenos utilizaban Isa. Todos estos indicios muestran que, al norte de Arabia, vivían árabes convertidos al movimiento nazareno, cincuenta años antes de la aparición del islamismo. Y algunas de las frases grabadas en las inscripciones del desierto las encontramos, un siglo más tarde, en el texto del Corán. La reconstrucción histórica apunta cada vez más fehacientemente a la importancia de los nazarenos, judíos y árabes conversos, en el proceso de formación del movimiento de Mahoma. Probablemente lo alumbraron y solo se diferenciaron gradualmente. Mahoma y sus seguidores optaron por arabizar la doctrina de los judíos nazarenos y por adherirse a su organización mesiánica militar; más adelante, pasarían a capitanearla y a beneficiarse de las conquistas en exclusiva. Ya se inspirara en él, o no, aquí reencontramos la idea de un reino árabe independiente de los reinos cristianos, sustentada por Dhu Nuwas un siglo antes. Pero retornemos a los autores griegos, más allá de los que ya he examinado, siguiendo la pista nazarena. Hay algunos estrictamente coetáneos con el desarrollo originario del islam. Los que pertenecen a la primera mitad del siglo VII documentan la entrada en escena de los sarracenos, tanto antes como después del protagonismo de Mahoma. En los de la segunda mitad del siglo, seguimos descubriendo referencias al nazarenismo y, por supuesto, al agarenismo mahomético en su expansión imperial. Sofronio de Jerusalén Discípulo de Juan Mosco, Sofronio de Jerusalén (560-638) era el patriarca de esta ciudad desde 634. En sus escritos, Sofronio sigue renovando el anatema contra numerosas herejías, entre las que aparecen los ebionitas, cerintianos y nazarenos (cfr. Epistola synodica ad Sergium, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 87, vol. 3, 1865, col. 3190 y 3194), pero sin discutir su doctrina ni ofrecer datos de su situación.

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Los que atraen toda su atención son los sarracenos (a la sazón se designaban así los que en otro tiempo se habían llamado árabes), con significativas referencias a ellos no solo bajo la denominación de "sarracenos", sino también de "agarenos" e "ismaelitas". Su ocupación militar se vivió como el hundimiento de un mundo. Los que pudieron escapar huyeron a otras partes "por causa de las tiránicas incursiones de esos que se llaman agarenos" (col. 1135). El propio Sofronio creía que aquella desgracia tremenda que se les venía encima era un castigo por los pecados y errores cometidos. Así lo expuso en el sermón de Navidad de 634, cuando ya se encontraban cercados. "A la fuerza y como si fuéramos criminales nos obligan a permanecer en casa, no atados con cadenas corporales, sino aterrorizados y encadenados por el miedo sarracénico. (…) En la actualidad estamos castigados. A la ciudad de Belén, que gracias a Dios tenemos tan cercana, no se nos permite ni siquiera ir (…), debido a que nos atemoriza la espada de los sarracenos, brutal y por entero bárbara, y realmente capaz de toda crueldad. Por eso, esta espada que fulmina horrendamente, que respira y amenaza masacre, nos hace despertar de una visión feliz y nos obliga a permanecer en casa sin dar un paso más allá. Pues el puñal de los agarenos fulmina ahora igual que la espada aquella que custodiaba la puerta del paraíso" (Oratio in Christi natalitia, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 87, vol. 3, 1865, col. 3205-3206). La Jerusalén cristiana se vio obligada a capitular y el patriarca Sofronio actuó de mediador en el acuerdo de rendición ante el califa Omar. Como más adelante se comprobaría, los mahometanos no respetaron la palabra dada a Sofronio: el imperio sarraceno les arrebató su modo de vida, destruyó todos los libros y los objetos sagrados e instauró su bárbara opresión en Siria y Palestina, según refieren fuentes posteriores. Máximo Confesor El monje de Constantinopla, abad y teólogo Máximo Confesor (580-662) defendió a ultranza, y con un gran costo personal, la posición del concilio de Calcedonia. En sus escritos continuó la viejo debate cristológico, rechazando entre otros a los ebionitas y a Pablo de Samosata (cfr. Opuscula theologica et polemica, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 91, 1865, col. 39). La irrupción de los árabes mahometanos en tierras del imperio cristiano había causado una enorme angustia, que se refleja en las palabras de Máximo. A mitad del siglo VI, los invasores aún no tenían una denominación específica, salvo su genérica procedencia del desierto: "¿Qué hay más calamitoso en todo el orbe que los males que ahora nos afligen? ¿Qué más terrible que los estragos que han contemplado nuestros sentidos? ¿Qué más miserable y espantoso para quienes los padecen? En verdad, mirad a esa nación del desierto y bárbara, que ocupa los campos ajenos como si fueran suyos, fieras salvajes e indómitas, a pesar de su figura humana, que han devastado el Estado instituido con

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leyes y costumbres nobles" (Epistolae, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 91, 1865, col. 539). La diatriba de Máximo no cesa en sus acusaciones y llega a afirmar que todo aquel caos anuncia la venida del Anticristo: "Gente hostil, desmesurada e inicua, cargada de odio a los hombres y a Dios; y tal vez más a los hombres que a Dios, del que se toman tanta licencia que se divierten sin límite lanzando insultos e injurias contra los santos, como si fuera una venganza. Y cuanto más detenidamente se analizan tales cosas, más se ve perfectamente su traidora tiranía y rebelión contra Dios. Es un pueblo que vindica la falsedad, autor de matanzas y enemigo de la verdad, acerbo perseguidor de nuestra fe" (Epistolae, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 91, 1865, col. 539). Anastasio Sinaíta Anastasio del Sinaí (630-700) fue monje, presbítero y abad del monasterio del monte Sinaí, así como escritor apologeta y padre de la Iglesia. En su obra no podían faltar las referencias a los nuevos dominadores árabes. Son designados como "árabes" y "sarracenos", y no con la palabra musulmán o cualquier otra. Tampoco aparece la menor alusión a Mahoma, ni al Corán, aunque sí algunos ecos de su doctrina. La percepción que se tiene de ellos, hacia finales del siglo VII, es como de una herejía más entre las restantes. "Cuando se dé el caso de discutir con los árabes, hemos de refutar al que diga que son dos dioses, al que diga que Dios engendró al Hijo de manera humana, al que adore como dios a cualquier criatura en el cielo o en la tierra. Del mismo modo con las restantes herejías, se deben refutar esas falsas sospechas sobre nosotros que tienen acerca de la fe. Y así, al oír estas cosas, aceptarán las demás con mejor disposición " (Viae dux, en J.-P. Migne, Patrologia Graeca, tomo 89, 1865, col. 42). "Esa forma detestable de hablar, como si se hubieran instruido en la disciplina de los sarracenos; pues también estos, cuando oyen hablar de la concepción y la natividad de Dios, al momento blasfeman imaginando nupcias y semen y coyunda carnal" (Viae dux, en J.-P. Migne, Patrologia Graeca, tomo 89, 1865, col. 170). Jacobo de Edesa ¿Qué fue de aquellas sectas ebionitas, nazarenas o cerintianas, aún presentes por Siria, Palestina y Arabia durante el siglo VI? Por lo menos en parte, debieron desaparecer como tales, en la medida en que fueron absorbidas por la expansión del agarenismo. Ahora bien, según se desprende de testimonios como el del obispo de Mosul, Jacobo de Edesa (633-708), los judeocristianos nazarenos continuaban existiendo más de medio siglo después de muerto Mahoma. En una obra que se le atribuye, escribía:

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"Pues sabemos claramente que están lejanos de Dios todos aquellos que se circuncidan, sean creyentes, sean increyentes, sean judíos, sean gentiles, porque se glorían de la Ley mosaica y no siguen a Cristo" (Quaestiones ad Antiochum ducem XXXVIII, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 28, 1857, col. 619). Esas líneas dan a entender que había no judíos circuncisos, que practicaban la ley de Moisés y a la vez pretendían ser discípulos de Cristo, cosa que se propone refutar el autor de las Quaestiones. En aquel contexto, solamente los nazarenos árabes podían encajar en tal descripción: sin ser judíos étnicos, obraban como judaizantes y pretendían ser seguidores de Cristo, aunque eran rechazados por los cristianos ortodoxos. Quizá entonces no era sencillo distinguirlos de los primeros "musulmanes", apelativo que todavía no se usaba. Juan Damasceno Entre los intelectuales cristianos que, en la primera mitad del siglo VIII, pasado un siglo desde Mahoma, dialogan y polemizan con el islamismo, destaca Juan Damasceno (675- 754), que fue un monje teólogo, filósofo y escritor sirio. Pasó la mayor parte de su vida en el monasterio de Mar Saba, cerca de Jerusalén. Este autor alcanza la altura de los mejores apologetas de la fe cristiana. Vuelve a examinar la historia de las disputas con los movimientos heréticos, desde su ortodoxia católica. El Damasceno se refiere a los cristianos llamados "nazarenos" como muy próximos a los ebionitas, aunque haya discrepancias entre ellos (cfr. De haeresibus liber, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 94, 1864, col. 695). Pero no se detecta ninguna alusión más concreta, que permita demostrar un vínculo fehaciente del nazarenismo con el islam naciente. En su tratado Libro sobre las herejías, entre las aparecidas desde la época de Heraclio, dedica el capítulo 101 (que, según algunos, podría haber sufrido interpolaciones), a polemizar con el islamismo como la centésima herejía (cfr. J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 94, 1864, col. 763-774). Por entonces, gracias al texto de Juan Damasceno, podemos conocer que Mahoma ya había sido constituido "profeta" y que existía una "libro", consistente en "escrituras", que corresponden a los suras o capítulos, de los que da varios nombres, incluido uno inexistente en el Corán actual. El apelativo más común para designar a los árabes, en el siglo VIII, seguía siendo σαρακηνοὶ, sarracenos. El Damasceno también se les mencionaba como αγαρηνοὶ, agarenos e ἰσμαηλῖται, ismaelitas. Para él, la religión de Mahoma, que expone y critica, no es sino la herejía de los ismaelitas. En su obra, solo menciona el nombre de Mahoma unas pocas veces, en la forma Μάμεδ (en griego), Mamed en la traducción latina. En el diálogo damascénico recopilado por Teodoro Abucara, unos decenios después, aparece tres veces el nombre como Μουχαμὲθ (en griego), Muchamethus (en latín).

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Con un significado más específico, a los sarracenos de Mahoma se les conocía por entonces como muhāŷirūn (en árabe: los que emigraron), mahgrāyē (en siríaco), μαγαρίται (en griego). Más ulteriormente aparecería la designación de mahometanos: mahumetani y mohammedani, y el nombre como Mahumetus, Mohammedes. Para la denominación del nuevo sistema religioso de utilizaba el término μαγαρισμὸς (en griego), margarismus (en latín) y agarismo o agarenismo, hasta que se fue imponiendo, quizá hacia finales del siglo VIII, eslamismus, islamismo Los vocablos muslime y musulmán son igualmente tardíos. Está accesible una traducción de esta diatriba que se propone refutar toda una serie de creencias coránicas, como las siguientes: la afirmación de que Jesús no fue crucificado, la negación de su filiación divina, el sostener que María era hermana de Aarón y Moisés, el considerar a María como miembro de la Trinidad, el poner a Ismael como objeto del sacrificio de Abrahán, la condición profética de Mahoma, la revelación divina del Corán, y su carácter privado, la subordinación de la mujer en el matrimonio y el repudio, la acusación contra los cristianos de ser asociadores y ser idólatras por venerar la cruz o las imágenes de santos, el culto a la piedra de la Caaba, la predestinación divina que anula el libre albedrío humano, etc. El capítulo 101 del Libro de las herejías comienza así: "Pero hasta ahora el fantasma de los ismaelitas, que es precursor del Anticristo, sigue fuerte engañando al pueblo. Descienden de Ismael, el hijo que Agar dio a Abrahán. Por eso los ismaelitas se denominan también agarenos. Los llaman asimismo sarracenos, de Σάῥῤας κενούς (esto es, vacíos de Sara), por lo que Agar respondió al ángel: 'Sara me despidió vacía'. Estos eran idólatras y adoraban a la estrella matutina, a Afrodita, la Jabar, que en su lengua significa la Grande. Se sabe que adoraban a los ídolos hasta los tiempos de Heraclio. Pero de entonces a nuestros días, apareció entre ellos un falso profeta, de nombre Mahoma, Este, después de frecuentar el Antiguo y el Nuevo Testamento y de conversar supuestamente con un monje arriano, fundó su propia herejía. Y, mediante una aparente piedad, obtuvo el favor de la gente, predicando que había descendido del cielo una escritura y se le había encomendado. Escribió algunas elucubraciones dignas de risa en su libro y lo presentó como objeto de veneración" (De haeresibus liber, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 94, 1864, col. 763-766). Juan Damasceno es autor también, en plan apologético, unas conocidas Controversias entre un sarraceno y un cristiano (https://goo.gl/DdDTwZ) (Disceptatio christiani et saraceni, en J.-P. Migne, Patrologia graeca, tomo 94, 1864, col. 1585-1598; también en tomo 96, 1860, col. 1335-1348). Uno de sus diálogos aparece recogido por Teodoro Abucara, o Teodoro Abu Qurra (740-820), discípulo suyo, teólogo, que escribió en griego, árabe y siríaco, en defensa de la fe cristiana. En esos escritos, el Damasceno desarrolla todo un argumentario concebido como defensa de los católicos frente a los musulmanes, que tuvo gran influencia posterior. No obstante, parece evidente que la exégesis, la dialéctica y el estilo propios del siglo VIII no satisfacen las exigencias críticas de hoy, aunque sí manifiesten un denodado

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esfuerzo por promover la racionalidad y la verdad, a la vez que ofrecen brillantes intuiciones. En autores cristianos que escribieron a lo largo del siglo y medio posterior a la hégira, como Sofronio de Jerusalén, Máximo Confesor, Anastasio Sinaíta, Juan Damasceno y Teodoro Abucara, tenemos fuentes indirectas sobre el islamismo naciente, más antiguas que todas las fuentes musulmanas conservadas, puesto que toda la documentación de los dos primeros siglos islámicos fue destruida por orden de los emperadores musulmanes. Numerosas investigaciones que miran retrospectivamente, en busca de los orígenes del islamismo, llegan a la conclusión de que, en el momento de empezar su actividad pública, hacia el año 610, el Mahoma histórico y sus seguidores estaban ya "adoctrinados" y formaban parte de unas comunidades de fe cuyo perfil coincide con el de los judíos nazarenos. De ellos habrían recibido la fe monoteísta y un mesianismo militante, que proyectaba su enemistad contra el Imperio romano de Oriente. La hipótesis es que los nazarenos, a pesar de las persecuciones por parte de los ortodoxos, no solo habían continuado existiendo, sino que se habían expandido a varias tribus árabes, a las que habían atraído con su mensaje mesiánico, apocalíptico y milenarista. Entre esas tribus estaría la de los curaisíes, a la que pertenecía la familia de Mahoma. Hay indicios históricos de que, en un momento dado, los nazarenos judíos, junto con árabes conversos, participaron como tropas auxiliares al lado de los persas sasánidas, cuando estos avanzaban en su guerra contra Heraclio. Años más tarde, tras sus éxitos militares, los agarenos de Mahoma, aunque adheridos inicialmente al mesianismo nazareno, decidieron una ruptura radical con sus mentores, si bien conservando lo fundamental de su teología política. En opinión de importantes especialistas, va cobrando cuerpo la hipótesis de que el protoislam o islamismo primitivo nació como una arabización del nazarenismo. De hecho, en la religión de Mahoma encontramos básicamente una amalgama de judaísmo heterodoxo y cristianismo sectario, en continuidad con la preexistente en los ebionitas y nazarenos, con la particularidad de haberse adaptado a la mentalidad de unas tribus árabes del desierto, a las cuales sirvió como ideología aglutinadora y legitimadora en el desarrollo de su poder teocrático. En pocos decenios, al hilo de las victorias militares y las conquistas de los sarracenos, el mesianismo nazareno de liberación se fue transmutando en un imperialismo árabe de agresión y sometimiento. A mediados del siglo VIII, las doctrinas nazarenas recibidas y adaptadas ya habían evolucionado hasta constituir una nueva religión, propia de árabes, que exaltó a Mahoma como profeta étnico y que acabaría adoptando la denominación de islamismo o islam, que significa sumisión. El nazarenismo representó, pues, una especie de preislam anterior a Mahoma, de modo que influyó en él y, a partir de ahí, el predicador Mahoma llevó a cabo una adaptación teológica de ese mesianismo nazareno al mesianismo agareno, durante la época de su formación, anterior a la codificación del Corán.

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De hecho, la presencia del judeocristianismo por Siria, Palestina e incluso Arabia parece incuestionable en la actualidad para no pocos estudiosos: "De ahí que el judeocristianismo calara entre los árabes que en el siglo VII conquistaron tales tierras dando posteriormente lugar al islam, el cual tomó del judeocristianismo sectario su vocación polémica y tanto de este como del judeocristianismo no sectario numerosas ideas (y textos) a los que sumó otras varias creencias (y de nuevo textos) procedentes del judaísmo rabínico, el cristianismo oriental (miafisita, diofisita y calcedoniano), el maniqueísmo, el monoteísmo indeterminado de corte abrahámico que bajo él habría de cobrar un nuevo impulso y, por último, el zoroastrismo. Cuando el islam irrumpió en el horizonte de oriente medio a mediados-finales del siglo VII, el carácter periférico del cristianismo asirio permitió que lo que no comenzó siendo una nueva religión terminara, así las cosas, por transformarse en una nueva religión con un nuevo nombre" (Segovia 2010: 99). Según las investigaciones de Édouard-Marie Gallez, en los albores del siglo VII, el movimiento nazareno se encontraba extendido por Siria, Palestina y Arabia. Se caracterizaba, como hemos visto, por un mesianismo radical. Derivados de los judíos y los cristianos, sin embargo, eran rechazados por el judaísmo rabínico y tachado de herejes por el cristianismo católico niceno. Ellos se consideraban a sí mismos como los únicos verdaderos herederos del judaísmo y de Jesús, los únicos "puros" y "justos". Según su doctrina, Jesús era el mesías, más que un profeta, pero no el hijo de Dios. Habría escapado a la crucifixión y Dios lo había elevado al cielo, de donde iba a descender un día para encabezar el ejército de los "justos" y conquistar la tierra. Concebían, pues, a Jesús como un mesías conquistador e instaurador de un reino de justicia. Ellos creían ser los instrumentos elegidos, los protagonistas guerreros de la liberación de Israel y la reconstrucción del Templo, mediante la cual esperaban acelerar el retorno del mesías. Entonces, este, al frente de las milicias de los "justos", masacraría a los pueblos injustos y los sometería a su servicio, imponiendo en el mundo un imperio de justicia universal. En él, sus adeptos dominarían como señores de una tierra liberada del mal, en un mundo perfecto, al estar regido por la ley de Dios (cfr. Gallez 2005). A este movimiento nazareno, como he dicho, debió pertenecer el clan de Mahoma, él mismo y sus seguidores sarracenos, en la fase del preislam, cuando los nazarenos, de etnia judía, estuvieron aliados con sus vecinos árabes como tropas auxiliares aguerridas. Por entonces, habían entrado en acción predicadores en lengua árabe, como Waraqa Ibn Nawfal, que, junto con el propio Mahoma, adoctrinaron a las tribus árabes con los relatos mesiánicos y milenaristas. Emprendieron sucesivas tentativas bélicas, algunas adversas como la batalla de Muta, el año 629, donde vencieron los romanos orientales. En otras vencieron, como en la campaña de Gaza (año 634), y lograron por fin tomar Jerusalén, en el 637, y el califa Omar realizó una apresurada reconstrucción el Templo, en 638. Según la teología nazarena, Jesús debía regresar como mesías armado para acaudillar la conquista del mundo. Pero el mesías no apareció. El summun de las expectativas se veía defraudado.

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Pocos años después, quizá por la decepción subsiguiente a la incomparecencia mesiánica, se produjo la ruptura de la alianza con los nazarenos judíos. Los jefes militares árabes, dueños ya del Próximo Oriente, se volvieron violentamente contra los nazarenos y asumieron como propio el proyecto mesiánico, calificándose a sí mismos como los nuevos elegidos por Dios para dominar el mundo. A partir de ahí, se produjeron las mutaciones que crearon el primer islam, entre guerras civiles por el control del poder y la rivalidad por asentar la nueva legitimación religiosa. Entonces nacieron los primeros conceptos propios de lo que, más tarde, se llamaría islam: el califa como lugarteniente de Dios, el libro sagrado árabe, la ciudad santa árabe, la revelación específica de Dios al pueblo árabe, la exaltación de la figura de Mahoma como profeta. Por tanto, fue ya en época califal cuando el islam reemplazó al nazarenismo. La elaboración completa del islamismo se prolongaría largo tiempo, por lo menos durante doscientos años, siempre bajo supervisión de emperadores sarracenos, los califas, al tiempo que se hacían desaparecer todos los documentos árabes anteriores al siglo IX y se borraban las huellas del pasado nazareno. No obstante, quedan menciones a los "nazarenos" en el Corán, sobre todo en los capítulos 2 y 5, a veces dando pie a confundirlos con los cristianos. En suma, los sarracenos adoptaron de los nazarenos un esquema mítico de liberación del pueblo, migración por el desierto, ataques y conquista de la tierra prometida por Dios: se trata de un esquema típico que había el de Moisés y Josué, luego el de los macabeos y, más tarde, el de los zelotas. Además, le agregaron el mitema de la ofensiva subsiguiente contra los demás pueblos, que responde a una idealización del modelo del mesianismo imperialista de corte davídico. Al apropiárselo los árabes, en un principio, creían que Dios los ayudaría en su causa nacional. Pero, en un momento posterior, cambiaron el enfoque para reinterpretar su expansionismo militar como cumplimiento de la voluntad divina. Así, la yihad se concibió como lucha armada "en la senda de Dios", como guerra religiosa respaldada con una legitimación teológica. Primero, creyeron que Dios los ayudaría a ellos. Después, imaginaron que eran ellos los que tenían el deber de auxiliar a Dios, acaudillando su causa mesiánica. Una causa que, en la práctica, comportaba y sacralizaba la agresión a cualquier país del mundo para sojuzgarlos. Todo, en nombre de Dios y, evidentemente, en provecho propio. El predicador y jefe militar Mahoma salió triunfante en sus planes de conquista, aunque sus seguidores nunca le atribuyeron un papel salvífico en el drama escatológico, salvo el de transmisor de la palabra de Alá. Según consta en el Corán, él mismo se consideraba muy por debajo de Jesús. Tal como ocurrieron los acontecimientos, hubo una significativa evolución de las creencias islámicas. En una primera fase, Mahoma y los suyos seguían creyendo en la función que los nazarenos atribuían a Jesús, esperando que, en el último día, comparecería como mesías guerreo, para acaudillar la victoria de los justos sobre todos los poderes del mundo. En una fase posterior, no obstante, cuando rompieron con los judeocristianos nazarenos y se afanaban por distanciarse de ellos, los teología mahometana desdobló la figura mesiánica, a su conveniencia, inventando la del Mahdi. Así, al afirmar que sería el Mahdi quien asumiría el protagonismo de la lucha armada escatológica, se desdibujaba el papel del mesías Jesús. Por último, en una tercera fase, fueron los califas musulmanes los que se arrogaron para sí mismos el protagonismo principal y

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acometieron en primera persona la conquista del mundo, sin aguardar ya ni al Mahdi ni a Cristo. En consecuencia, en el islamismo mayoritario, observamos cómo uno y otro han quedado desprovistos de toda misión efectiva en la historia inmediata y tácitamente postergados a un vago futuro incierto. Las huellas de los nazarenos en el Corán No sabemos si Mahoma, pero, con toda seguridad, los califas sarracenos alteraron el mensaje escatológico y mesiánico inicial, recibido de los nazarenos y puesto en práctica, hasta transformarlo luego en una ideología propia, en un recurso para camuflar y justificar la práctica de sojuzgamiento militar, político y cultural que estaban llevando a cabo en este mundo por cuenta propia. Así, la causa de Alá se transmutó en la causa de los árabes. Solo más tarde, con la dinastía abasí, se convirtió en la causa del islam, es decir, de los musulmanes. Semejante proceso exigía borrar de la escena el papel de los judíos nazarenos, que habían promovido el origen. Destruyeron todos sus escritos, rasparon las menciones que aparecían en los documentos, omitieron su participación en los hechos al trazar la historia oficial. Pero, a pesar de todo, acaso por haberse perdido su recuerdo y olvidado su significado, el texto conocido del Corán conserva unas cuantas referencias a ellos, en concreto cuando alude a los "nazarenos". Aunque casi todos los traductores han errado, cuando han traducido el término por "cristianos", induciendo una oscuridad que se disipa al restituir su verdadero sentido. El término nazarenos se menciona expresamente quince veces en el Corán, siempre en suras de Medina. De esas veces, siete están en el capítulo 2, y cinco en el capítulo 5. Los traductores lo han venido traduciendo por "cristianos", salvo muy pocos, como Sami Aldeeb, que lo traducen por "nazarenos". - "Los que han creído, los judíos, los nazarenos, los sabeos, todo el que ha creído en Dios y en el último día y ha hecho una buena obra, tendrán su recompensa junto a su Señor. No tengan miedo, y no estarán tristes" (Corán 87/2,62). - "Y dirán: 'No entrarán en el jardín más que sean judíos o nazarenos'. Estos son sus deseos" (Corán 87/2,111). - "Los judíos dijeron: 'Los nazarenos no tienen fundamento', y los nazarenos dijeron: 'Los judíos no tienen fundamento'. Ahora bien, ellos recitan el libro" (Corán 87/2,113). - "Ni los judíos ni los nazarenos te aceptarán más que cuando sigas su religión" (Corán 87/2,120). - "Dirán: 'Sed judíos o nazarenos, y estaréis dirigidos'. Di: 'Más bien [seguid] la religión de Abraham, un hombre recto. Él no era de los asociadores'" (Corán 87/2,135).

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- "¿O diréis que Abraham, Ismael, Isaac, Jacob y las tribus eran judíos o nazarenos? Di: '¿Lo sabéis mejor vosotros, o Dios?'" (Corán 87/2,140). - "Abraham no era ni judío ni nazareno, sino que era recto, sumiso. Él no era de los asociadores" (Corán 89/3,67). - "Los que han creído, los judíos, los sabeos, los nazarenos, los zoroástricos y los asociadores, Dios decidirá entre ellos el día de la resurrección" (Corán 103/22,17). - "De los que dijeron: 'Somos nazarenos", aceptamos su compromiso. Pero olvidaron una parte de lo que se les recordó. Por eso, hemos lanzado entre ellos la enemistad y el odio hasta el día de la resurrección" (Corán 112/5,14). - "Los judíos y los nazarenos dirán: 'Nosotros somos los hijos de Dios y sus predilectos'. Di: '¿Por qué, entonces, os castiga él por vuestras faltas? Sois solamente humanos entre los que él ha creado. Él perdona a quien quiere, y castiga a quien quiere'" (Corán 112/5,18). - "¡Creyentes! No toméis como aliados a los judíos y a los nazarenos! Son aliados unos de otros. Quien de vosotros se alíe con ellos es de los suyos" (Corán 112/5,51). - "Los que han creído, los judíos, los sabeos y los nazarenos, todo el que ha creído en Dios y en el último día y ha hecho una buena obra, no tengan miedo, y no estarán tristes" (Corán 112/5,69). - "Encontrarás que los más duros en enemistad hacia quienes han creído son los judíos y los asociadores. Y encontrarás que los más próximos en afecto hacia quienes han creído son los que dijeron: 'Somos nazarenos'. Es porque hay entre ellos sacerdotes y monjes y no se ensoberbecen" (Corán 112/5,82). - "Los judíos dijeron: 'Esdras es hijo de Dios'. Y los nazarenos dijeron: 'El Mesías es hijo de Dios'. Esta es la palabra de sus bocas. Imitan la palabra de quienes se negaron a creer anteriormente. ¡Que Dios los combata!" (Corán 113/9,30). Es altamente probable que algunos de esas menciones coránicas se refieran efectivamente a los cristianos (véanse las notas de Aldeeb 2016 a Corán 87/2,62 y 89/3:52), quizá en un momento en que ya se ha oscurecido la memoria del nazarenismo y el término acabó por aplicarse a los cristianos. Cabe la posibilidad que también denote a los nazarenos el término "auxiliares", designados en árabe con la palabra ansar, que posee el mismo esqueleto consonante (nsr o nzr) que nazara o nazareno. De modo que el calificativo "auxiliares de Dios" (Corán 109/61,14) esté significando a los nazarenos. Y que la expresión "los emigrados y los auxiliares" (Corán 113/9,100 y 113/9,117) se refiera respectivamente a los árabes seguidores de Mahoma y a los judíos nazarenos, ambos integrantes de los ejércitos que conquistaron el norte de Arabia, Siria y Palestina, entre 630 y 638.

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Por lo demás, pudiera ser, aunque no es seguro, que haya alusiones implícitas a los nazarenos en otros versículos, por ejemplo: "Entre las gentes de Moisés hay una nación que se dirige según la verdad y, mediante esta, practica la justicia" (Corán 39/7,159). Más allá del Corán, se podrían rastrear las huellas remanentes de los nazarenos en las fuentes musulmanas: en los fabularios de la tradición y en las biografías legendarias de Mahoma. Del mesianismo sarraceno al imperialismo árabe califal En el mesianismo escatológico de los judíos nazarenos se injertó el mesianismo sarraceno de los árabes adoctrinados por Mahoma. Este movimiento judeo-árabe, motivado por el milenarismo, llevó a cabo la conquista armada de Palestina y Siria, hasta culminar en la toma de Jerusalén, donde celebraron los rituales que debían propiciar la venida del Mesías Jesús: una expectativa frustrada. Probablemente hacia 640, el califa Omar dio un giro a la política de los árabes "emigrantes", rompió con los judíos nazarenos y lanzó sus ejércitos a unas conquistas de carácter imperialista que no cesarán en adelante. En el mesianismo nazareno y sarraceno, la política era una guerra teológica, es decir, subordinada a la consecución de los objetivos religiosos del reino de Dios y su Mesías. Con la mutación del imperialismo árabe, iniciada por Omar, la religión se convierte en ideología legitimadora de un proyecto político de dominación califal del mundo, mediante la guerra imperial (la yihad). No es ya la política al servicio de la religión -esto se mantendrá como apariencia-, sino, al contrario, la religión como instrumento de una política imperial. En resumen, el proceso mesianista de formación del islam habría evolucionado por las siguientes fases: 1. La predicación de Mahoma, captado para el nazarenismo, difundió entre los sarracenos un mesianismo escatológico, milenarista, que anunciaba la hora del Mesías. 2. En el contexto de la confrontación romano-persa, Mahoma y los "creyentes" dieron el paso a asumir como propia la guerra (el "profeta armado"), con la esperanza de acelerar la venida del Mesías. 3. Al frustrarse la aparición del Mesías, desaparecido ya Mahoma y por obra de los califas, el impulso del mesianismo militar de los sarracenos se transformó paulatinamente en un imperialismo árabe muy agresivo. © SEMINARIO ANÁLISIS HISTÓRICO-CRÍTICO DEL ISLAM · 2019