Del ritmo involuntario

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Del ritmo involuntario (I) Jueves, 28 de abril de 2005 Por Gonzalo G. Djembé El trujamán (http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/abril_05/28042 005.htm) Traducir poesía es, en general, ingrato; pero cuando el traslado se produce entre dos lenguas muy próximas, quizá lo sea aún más. Tomemos por ejemplo una palabra de las más sencillas, como la catalana amic. No hay dificultad de comprensión; no hay tampoco diferencias culturales de relieve; se trata del amigo, sin más. Esa clase de términos hasta el Babylon los sabe traducir. Esa misma palabra tampoco se complica por ponerla en un sintagma: el Llibre d’Amic i Amat, de Ramon Llull, es el Libro de Amigo y Amado. Pero si imaginamos ese sintagma en un poema, cobrarán relieve las diferencias del tejido y la textura, por leves que sean; o al menos pueden cobrarlo. El catalán acaba en palabra aguda, y el castellano en llana, por ejemplo. Por otro lado, el ritmo los separa: LLI-bre-da-MIC-ia- MAT (en la pronunciación moderna del dialecto central) frente a LI-bro-dea-MI-go-ia-MA-do. Las sílabas adicionales, aun siendo casi imperceptibles, pueden arruinar un verso medido o quizá hacerlo encajar en su molde: si en la frase catalana tenemos un ritmo irregular (TA-ti-ti-TA-ti-TA), en la castellana resulta un acento cada tres sílabas (TA-ti- ti-TA-ti-ti-TA). Una de las posturas más habituales, cuando se trata de lenguas tan cercanas, es la de subordinar claramente la traducción al original: se ofrece una edición bilingüe, se traduce al sentido intentando no traicionar el tono e incluso, en algunos casos, se dispone la versión al pie, en letra más pequeña, visiblemente servicial. El ritmo y la textura fonética, junto con el resto de elementos más propiamente poéticos, deberán paladearse en el original. En la traducción no están; pero faltan por decisión del traductor, que o no le arrienda la ganancia a la versión poética o ha desistido del intento.

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Djembé. Del ritmo involuntario. Trujamán. 2005

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Del ritmo involuntario (I)Jueves, 28 de abril de 2005Por Gonzalo G. DjembéEl trujamán (http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/abril_05/28042005.htm)

Traducir poesía es, en general, ingrato; pero cuando el traslado se produce entre dos lenguas muy próximas, quizá lo sea aún más. Tomemos por ejemplo una palabra de las más sencillas, como la catalana amic. No hay dificultad de comprensión; no hay tampoco diferencias culturales de relieve; se trata del amigo, sin más. Esa clase de términos hasta el Babylon los sabe traducir.

Esa misma palabra tampoco se complica por ponerla en un sintagma: el Llibre d’Amic i Amat, de Ramon Llull, es el Libro de Amigo y Amado. Pero si imaginamos ese sintagma en un poema, cobrarán relieve las diferencias del tejido y la textura, por leves que sean; o al menos pueden cobrarlo. El catalán acaba en palabra aguda, y el castellano en llana, por ejemplo. Por otro lado, el ritmo los separa: LLI-bre-da-MIC-ia-MAT (en la pronunciación moderna del dialecto central) frente a LI-bro-dea-MI-go-ia-MA-do. Las sílabas adicionales, aun siendo casi imperceptibles, pueden arruinar un verso medido o quizá hacerlo encajar en su molde: si en la frase catalana tenemos un ritmo irregular (TA-ti-ti-TA-ti-TA), en la castellana resulta un acento cada tres sílabas (TA-ti-ti-TA-ti-ti-TA).

Una de las posturas más habituales, cuando se trata de lenguas tan cercanas, es la de subordinar claramente la traducción al original: se ofrece una edición bilingüe, se traduce al sentido intentando no traicionar el tono e incluso, en algunos casos, se dispone la versión al pie, en letra más pequeña, visiblemente servicial. El ritmo y la textura fonética, junto con el resto de elementos más propiamente poéticos, deberán paladearse en el original. En la traducción no están; pero faltan por decisión del traductor, que o no le arrienda la ganancia a la versión poética o ha desistido del intento.

En muchos casos, esa deliberación se reconoce abiertamente (en realidad, todas las traducciones de poesía deberían llevar un pequeño prólogo donde se explique a qué se aspira; si no, el lector puede pensar que hay poca oferta de pescado en un puesto que es, de vocación, frutero). Veamos un ejemplo de Basilio Losada en su versión de Longa noite da pedra, de Celso Emilio Ferreiro:

Nota sobre la traducción. — Se ha procurado la máxima literalidad, huyendo de toda tentación de recreación poética. Tratándose de dos lenguas de tan íntima semejanza, la versión ha de ser solo un medio de facilitar la lectura del texto original.

No traduzco del gallego, así que no puedo valorar la traducción como tal. Pero aun pudiendo, tampoco me parecería acertado realizar una evaluación de laboratorio; a mi entender, esa clase de versiones valen en la medida en que cumplan su propósito, y a mí, desde luego, me facilitó la lectura del original.

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Del ritmo involuntario (II)Viernes, 13 de mayo de 2005Por Gonzalo G. DjembéEl trujamán (http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/mayo_05/13052005.htm)

a. ROMANCE PESIMISTA DE FIN DE AÑO

Pasa el tiempo sin detenerse,río infinito de silencio,río infinito, noche y día,río infinito, blanco y negro.

El lector habituado a la tradición castellana reconocerá aquí un romance, pero extraño: es romance porque riman los versos pares y así lo dice el título; pero es extraño porque emplea versos eneasílabos, muy poco frecuentes. En otros poemas los versos son típicos:

b. CANTIGA DE AMIGO PARA JOAN MIRÓ

Saludo a Joan Miróque me puso en los ojos largas sombrasde dulces cornamusas melancólicasque estaban ante mí sin yo saberloflorecidas de otoños desde siempre,cantando su cantar desde el principio.

Aquí tenemos un heptasílabo y cinco endecasílabos, sin novedad alguna en el frente de la métrica. Y si a alguien le pareciera una torpeza la rima de «sombras» y «melancólicas» en un contexto sin rimas, deberá achacársela al autor, puesto que figura tal cual en el original («que me puxo nos ollos longas sombras / de doces cornamusas melancólicas»).

La sorpresa rítmica, desde el punto de vista del lector, viene con la continuación:

a. En sus molinos de día,muele la flor de mi contento.En sus molinos de noche,mi corazón va moliendo. [...]

b. Saludo a Joan Miróque me enseñó a mirar lo intrascendido,lo que está bajo las piedras y las raícesy en los doloridos sueños de la adolescencia,allí donde se juntan las palabrasen racimos de preguntas inconcretas. [...]

En el romance predominan ahora los octosílabos y, si seguimos leyendo, veremos que incluso se pierde la rima. En cuanto a la cantiga, ahora utiliza, en secuencia, versos de 7, 11, 13, 14, 11 y 12. ¿Cabe una mayor irregularidad?

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Del ritmo involuntario (y III)Lunes, 23 de mayo de 2005Por Gonzalo G. DjembéEl trujamán (http://cvc.cervantes.es/trujaman/anteriores/mayo_05/23052005.htm)

Cuando se abre la puerta de un poema, el lector comienza a participar en un juego de expectativas que evoluciona según lo que va recibiendo. Pongamos este principio:

GOETHE

Aquel señor burgués condecorado,usía o excelencia bien cebado,

¿Qué se pone en marcha en la mente del lector? El tono satírico es evidente; pero no solo por la selección léxica, sino por la formal. Los pareados son versos muy poco frecuentes en la tradición poética culta castellana, pero bastante propios de la poesía más popular, muchas veces satírica, como las aleluyas; más aún los pareados en –ado y, en general, la rima fácil. Un segundo factor formal, no menos importante, es el ritmo: a-QUEL-se-ÑOR-bur-GUÉS-con-DE-co-RA-do / u-SÍ-a-UEX-ce-LEN-cia-BIEN-ce-BA-do.* Es un ritmo binario y muy marcado: por lo repetitivo, pero también porque es sustancialmente ajeno a nuestra lengua (a diferencia de otras, como por ejemplo el inglés).

Con este principio, lo que cabe esperar es un poema muy rítmico (regular o no, ya es otro tema) y con juegos de rima en los que el registro cambie repentinamente (no hay poco salto del señor «condecorado» al «cebado»). Así es como continúa:

que ronca con placer en la noche largay tiene mujer feliz, de teta oblonga,con dos hijos menguados, deportistas,un poco libertinos y juerguistas,idiotas por la madre, por el padre gordos;poniendo dientes de perro que husmea los huesosse pone a gruñir y muerde:«Yo prefiero la injusticia al desorden».

La continuación rompe todas las expectativas: ofrece otro pareado de versos endecasílabos, pero en el resto no hay rima y el ritmo es irregular e irreconocible (en su mayoría, versos de 12, 13 o 14 sílabas sin patrón fijo ni tradicional).

Cuando se trabaja con lenguas tan cercanas y se traducen poemas de métrica regular, es fácil que surja naturalmente un ritmo involuntario, que responda por unos versos al ritmo del original. Al traductor le corresponde decidir en qué grado subordina su versión: puede hacerlo completamente (hasta donde lo lleve la literalidad) o intentar evitar las rimas y los cambios de ritmo más molestos. Pero al lector le corresponde ajustar sus expectativas no solo al inicio de cada poema, sino al del libro. Y como justo antes de entrar Losada ya nos lo ha advertido —huye «de toda tentación de recreación poética»—, por mi parte no me queda sino agradecer su vocación de utilidad.

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(*) No es el lugar de explicar en detalle por qué «condecorado» tiene aquí dos acentos; baste decir que al primario (RA) se añade uno secundario (DE) como refuerzo o apoyo en una secuencia que, de no ser así, tendría tres sílabas átonas (con-de-co). Para una versión exagerada, atiéndase a los PREsentaDOres de TEleviSIÓN.