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    NUEVA SOCIEDADDe los estallidos provinciales a la generalizacin de las protestas en Argentina

    Gabriela Delamata

    Gabriela Delamata: doctora en Ciencias Polticas y Sociologa; investigadora de la Escuela de Pol-tica y Gobierno de la Universidad Nacional de San Martn. @: .Palabras clave: accin colectiva, protestas, ciudadana, Argentina.

    De los estallidos

    provinciales a lageneralizacin delas protestas enArgentina

    En Argentina, durante ladcada de los 90 la protesta

    laboral sufre cambios y sehace ms compleja. Dichatransformacin ycomplejidad radica en lasnuevas reglas econmicasque afectaron las relacioneslaborales, en las relacionesdadas entre el sindicalismo y

    el peronismo en el poderdurante esa dcada, y en lasnuevas reivindicaciones queconformaron los ejes yformatos del reclamo de lostrabajadores, lo que puso enentredicho el monopoliosindical de la representacin

    y la misma representatividaddel sistema poltico. Elartculo aborda una brevesntesis de los dos primerosaspectos a fin de analizarcon ms detalle las nuevasformas de protesta.

    Trabajo y protesta: quiebres y continuidades de una relacin

    Durante la dcada de los 90, la modalidad de la protesta laboral en Argentinase transforma y se torna ms compleja. Esta transformacin y mayor compleji-

    dad del reclamo laboral encuentra sus cauces en tres procesos analtica y polti-

    camente identificables. En primer lugar, el cambio de reglas econmicas y su

    impacto sobre el sistema de relaciones laborales; en segundo lugar, las relacio-

    Perspectiva y contexto en

    la significacin delas nuevas protestas

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    nes que el sindicalismo mantiene con el peronismo gobernante durante los aos

    90, configurando una nueva estructura de incentivos y de lmites a la accin

    colectiva; en tercer trmino, la constitucin de nuevas reivindicaciones que pasana conformar los ejes y formatos del reclamo laboral, poniendo en entredicho

    tanto el monopolio sindical de la representacin como la representatividad del

    sistema poltico. En este trabajo, slo haremos una breve sntesis de los dos

    primeros procesos para concentrarnos con ms detalle en la aparicin de nue-

    vas formas de protesta1.

    Lo que denominamos la modalidad de la protesta laboral en Argentina se

    refiere a un tipo histrico o tradicional de constitucin de las demandas en

    torno del trabajo, ligado, por un lado, a la adquisicin de la identidad polticade los trabajadores, y por el otro, a la institucionalizacin de su accin dentro

    de los mecanismos de regulacin y distribucin del poder econmico y social

    vigentes en Argentina desde mediados del siglo pasado. Como es sabido, la

    identidad poltica de los trabajadores se constituy histricamente a travs del

    peronismo. A partir del proceso de transformacin social que inici el peronismo

    en 1945, la filiacin poltica de los trabajadores mantuvo sus puntos de referen-

    cia en el conjunto de derechos laborales, sociales y gremiales que marcaron su

    ingreso a la poltica nacional. Asimismo, la accin reivindicativa laboral se in-

    sert en unas reglas de juego que conferan al Estado un rol preponderante enlas funciones de direccin econmica y articulacin social. Desde el punto de

    vista econmico, se trataba del funcionamiento de una economa semi-cerrada,

    de industrializacin sustitutiva, con regulacin estatal de los mercados y uso

    de un patrn de inflacin moderada. Desde el punto de vista poltico, la confi-

    guracin del sistema institucional haba respondido a la propia incorporacin

    de los sectores laborales en el Estado nacional, a travs de sus organizaciones

    gremiales y el reconocimiento oficial prestado a la estructura sindical unifica-

    da, todo en el marco ms amplio de una activacin generalizada de la mayora

    de los sectores sociales. Bajo esta frmula institucional, los distintos sectores

    sociales y polticos canalizaban las a su vez distintas aspiraciones priorizando

    sus vnculos corporativos y nuevas reasignaciones de participacin social eran

    negociadas con el Estado, mediante la supervisin de los acuerdos colectivos e

    intersectoriales y la intervencin cclica en la estructura de precios relativos. La

    huelga fabril y la movilizacin callejera pasaron a constituir formas tpicas

    1. Dejamos fuera del estudio del periodo el desenvolvimiento de la protesta dentro del campo sindi-

    cal. La referencia a las transformaciones que en los aos 90 afectaron en distintos niveles al reperto-rio de la protesta laboral en Argentina en las zonas de capitalismo industrial, es, no obstante, necesa-ria para entender el contexto de emergencia y la politizacin de formas diferenciales de protestaafincadas en la relacin salarial.

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    de la accin reivindicativa laboral en demanda de derechos salariales, mejoras

    sociales y ventajas corporativas para los gremios peronistas.

    La dcada de los 90 representa un momento de crisis de la accin laboral tradi-

    cional. En trminos generales, las polticas de control de la inflacin, pago de

    las deudas pblicas y reduccin del dficit fiscal y las polticas de reforma es-

    tructural (des-regulacin de la economa y privatizacin de empresas pbli-

    cas), socavan las bases sistmicas de la protesta laboral tradicional. La accin de

    presionar y negociar con el Estado deja de ser un mecanismo per se eficiente

    para lograr cambios en la poltica econmica y social, actualizar derechos o

    conseguir alzas salariales cuando el Estado se ha apartado de sus funciones

    regulatorias de la economa y de su misin distributiva. Los cambios en losmarcos legislativos que introducen modalidades

    flexibles de contratacin, la obligacin de negociar

    mejoras salariales por productividad y la descen-

    tralizacin de los convenios colectivos, estn des-

    tinados a institucionalizar formas de accin y ne-

    gociacin laboral propias del mbito privado o

    mercantil2.

    Pero hay otra transformacin del conjunto de lasrelaciones del trabajo, que se deriva de las mismas

    tendencias de la economa y que se produce en las

    bases sociales del reclamo laboral: objetivamente, el

    panorama social sobre el cual el sindicalismo debe-

    r operar cada vez ms a lo largo de los aos 90 va

    a estar marcado por una transformacin profunda de la estructura ocupacio-

    nal, producto de la destruccin de gran parte de la industria manufacturera y

    la privatizacin de empresas pblicas y del mayor poder de las empresas en el

    esquema, que se traduce en una multiplicidad de mecanismos de flexibiliza-

    cin laboral de hecho. La evolucin de la economa va a redundar en una fuerte

    reduccin del mercado de trabajo, altos niveles de subocupacin y empleo en

    negro y una masa de trabajadores en activo particularmente signada por la

    heterogeneidad en materia de empleos, salarios y protecciones sociales.

    2. La evolucin de la protesta laboral sindical durante el primer gobierno de Menem muestra lassiguientes tendencias generales: una disminucin a la mitad de las huelgas sectoriales y generalescon respecto a las acaecidas durante la administracin de Alfonsn, una disminucin relativa tam-

    bin de la cuanta alcanzada en las movilizaciones que acompaaron a las huelgas generales, undesplazamiento relativo del conflicto laboral desde el rea industrial hacia el sector pblico, y uncambio de eje del reclamo laboral desde el aumento salarial a la demanda de salarios impagos ycontra los despidos.

    El peronismoen su conjuntova a mostrardurantela dcada de los 90su declinacina sostener tantomaterial comosimblicamente lainstitucin dela ciudadanasocio-laboral

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    A esta segmentacin interna dentro del colectivo de trabajadores ocupados,

    sobre todo en lo que se refiere a remuneraciones y beneficios sociales, va a con-

    tribuir adems el propio perfil que adopta el sindicalismo con relacin alperonismo gobernante, y que explica tambin la desarticulacin de la protesta

    laboral tradicional a lo largo de la extensin del colectivo laboral. Los sindicatos

    reunidos en la mayoritaria Confederacin General del Trabajo (CGT), partici-

    parn, durante la primera presidencia de Menem, de la poltica de des-regula-

    cin del mercado laboral negociando con el Gobierno la subordinacin de la

    militancia a la estrategia reformista a cambio de preservar y fortalecer las ga-

    rantas corporativas para sus organizaciones. En el marco de esta negociacin,

    los sindicatos y la CGT obtendrn concesiones de parte del Gobierno y sacarn

    ventajas organizacionales del proceso de reforma: activos estatales tangibles,fondos jubilatorios, participacin en el mercado de obras sociales, acciones de

    empresas privatizadas para sus trabajadores3.

    Puede decirse entonces que, junto con la transformacin sistmica de la moda-

    lidad del reclamo laboral y el desgaste que supone para la accin colectiva el

    disciplinamiento social impuesto por el incremento del desempleo y el empleo

    precario, presenciamos tambin una afectacin profunda del rol de los sindica-

    tos como referentes de la reivindicacin laboral debido a la nueva posicin eco-

    nmica y poltica que ostentan y que reserva la provisin de sus servicios am-pliados a la proporcin de los trabajadores sindicalizados que constituyen su

    base de representacin4.

    Dicho de otra manera, el peronismo en su conjunto va a mostrar durante la

    dcada de los 90 su declinacin a sostener tanto material como simblicamente

    la institucin de la ciudadana socio-laboral, ese vnculo entre relacin asalariada

    y derechos que supuso el reconocimiento poltico de la clase trabajadora como

    fuerza social y el acceso a los derechos laborales, sociales y gremiales derivados

    de ese reconocimiento, lo que sign el proceso de integracin social en Argenti-

    na y otorg su peculiaridad al proceso de afiliacin y cohesin ciudadana5.

    3. V., Mara Victoria Murillo: La adaptacin del sindicalismo argentino a las reformas de mercadoen la primera presidencia de Menem en Desarrollo Econmico N 147, 1997; y Sebastin Etchemendy:Construir coaliciones reformistas: la poltica de las compensaciones en el camino argentino hacia laliberalizacin en Desarrollo Econmico N 160, 2001.4. Los sindicatos que resistieron la poltica econmica de Menem optaron por la salida: ATE es-tatales y Ctera docentes junto con otros sindicatos que se apartaron de la CGT y formaron lacentral disidente CTA (Central de Trabajadores Argentinos). Al mismo tiempo, muchos de sus diri-gentes se fueron del peronismo y entraron a formar parte del Frepaso (v. Ricardo Gutirrez: La

    desindicalizacin del peronismo en Poltica y Gestin, 2001, p. 110).5. Como ha sido sealado muchas veces, el menemismo pudo liberalizar la economa y desembara-zarse de instituciones histricas, reteniendo, no obstante, un apoyo popular tradicionalmente aso-ciado al peronismo.

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    El campo donde se van a instalar conflictos por la redefinicin de los derechos

    de ciudadana va a ser el de la precarizacin laboral y la desocupacin. Aqu,

    las movilizaciones se van a emplazar por fuera de la red gremial, poniendo almismo tiempo en crisis los mecanismos que, en paralelo a la institucionalidad

    de los derechos laborales y la representacin sindical, constituan estructuras

    alternativas o subsidiarias de integracin social e identidad poltica de los sec-

    tores populares. Son distinguibles dos formas novedosas de la protesta social

    en la dcada de los 90. La primera de ellas corresponde a los denominados

    estallidos sociales que se producen en algunas ciudades del interior a partir

    de 1993 en el contexto de la crisis financiera que aqueja a los estados provincia-

    les. La segunda forma de protesta comprende a los cortes de ruta, que se

    suceden desde 1997 y estn relacionados con el aumento y la generalizacindel desempleo en comunidades laborales muy afianzadas en distintas reas

    urbanas del pas6.

    Una primera hiptesis general sobre el surgimiento de nuevas formas de pro-

    testa laboral en los aos 90 tiene que ver entonces con la modalidad y los tiem-

    pos de implementacin del ajuste en el territorio nacional y su impacto sobre

    las poblaciones laborales, pero esta hiptesis debe ser integrada, y por tanto

    mejorada, con otra referida a lo que podramos llamar el agotamiento de las

    redes de seguridad laboral y de seguridad social informal que, junto con laestructura de regulaciones garantizada en la relacin laboral sindical, consti-

    tuan instituciones y anillos de proteccin social para los trabajadores en zonas

    urbanas de las provincias menos desarrolladas econmica y socialmente, y en

    zonas industriales cuyas poblaciones laborales compartan necesidades bsicas

    insatisfechas en trminos de infraestructura de servicios pblicos y vivienda.

    Ambos sistemas institucionalizados de relaciones sociales, el empleo pblico

    provincial y la red secundaria de seguridad social, eran constitutivos tam-

    bin de la identidad poltica y social de esos sectores laborales7.

    6. Esta distincin es realizada por Marina Farinetti sobre la base de ciertos rasgos fenomnicos y desentido que son comunes a los casos reunidos en cada una de las categoras y que permiten definirtipos histricos de protesta. V. Marina Farinetti y Gabriela Delamata: Protestas violentas y oposi-cin poltica. Un ensayo de interpretacin en Parte Primera, Ponencia al Seminario Transdisciplinariosobre Violencia, Centro Franco-Argentino de Altos Estudios de la Universidad de Buenos Aires, Bue-nos Aires, 29/6/1998.7. Los vnculos clientelares y las redes tradicionales de poder y de movilizacin electoral constitu-yen las bases de la organizacin partidaria del peronismo en las provincias perifricas (fuera de lasmetropolitanas Buenos Aires provincia y Distrito Federal, Santa Fe, Crdoba y Mendoza), dondeel empleo pblico es uno de los principales recursos de intercambio. Por otro lado, las redes comu-

    nitarias de accin social y poltica ubicadas en los conglomerados laborales y habitacionales circun-dantes a las grandes ciudades y los asentamientos industriales, componen unidades de insercinterritorial del peronismo en las reas metropolitanas y/o industriales, distinguibles, por su partetambin, de la organizacin poltica sindical. En sntesis, la estructura institucional en donde el

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    En primer lugar, las directivas de ajuste fiscal a las administraciones provincia-

    les, impulsadas por el gobierno nacional a partir de 1993, fueron un factor que

    precedi a la constitucin de los llamados estallidos. Las provincias del inte-rior del pas haban sido liberadas durante los primeros aos de la gestin

    Menem del ajuste del sector pblico que imperaba en la administracin central

    y en las provincias ms industrializadas y urbanizadas del pas, como parte de

    la poltica de alianzas del peronismo gobernante con los gobiernos y los parti-

    dos provinciales que constituan sus apoyos8. El momento de constitucin de

    los llamados estallidos sociales va a estar precedido de anuncios de duros ajus-

    tes en el Estado provincial. Tales ajustes, dirigidos a racionalizar gastos y sala-

    rios en la estructura del Estado, se imponan adems sobre administraciones

    que venan engrosando exponencialmente los montos de la deuda pblica lo-cal y estaban inmersos en crisis polticas o institucionales de envergadura, de-

    bido a las mutuas acusaciones, entre la clase poltica local, de incompetencia

    administrativa y uso ilegal de los fondos pblicos9.

    La temporalidad y el emplazamiento del ajuste va a signar los tiempos de este

    tipo de protesta que involucrara la movilizacin callejera de una multitud de

    empleados pblicos provinciales y/o municipales, acompaados de vastos sec-

    tores de la comunidad local, enardecidos frente al atraso en el pago de sus sala-

    rios, pidiendo por su empleo y su remuneracin. En el estallido de Santiagodel Estero (diciembre de 1993), sus protagonistas desarrollaran una poderosa

    violencia material y simblica contra las sedes de los poderes del Estado pro-

    vincial y los domicilios particulares de los funcionarios, bajo la denuncia y la

    acusacin de corrupcin generalizada dirigida a la clase poltica local. En la

    provincia de Corrientes (diciembre de 1999), los manifestantes cortaran el puen-

    te que une la capital de la provincia con la capital de Chaco, Resistencia, duran-

    te casi una semana, en protesta por los salarios impagos, los despidos en la

    peronismo se insert fue triple: el sistema de relaciones clientelares en las provincias perifricas,la organizacin de redes sociales y unidades bsicas en los anillos industriales urbanos y la rela-cin laboral sindical con presencia definitoria en la regin metropolitana del pas y de poco impactoen las zonas perifricas. Esta estructura perdur ms all de los periodos en que el peronismo estuvoen el poder, como rasgos permanentes del sistema de integracin social e institucional en el pas.8. Sobre el tema, v. Edward L. Gibson y Ernesto Calvo: Electoral Coalitions and Market Reforms:Evidence from Argentina en Working Paper N 35, Universidad Torcuato Di Tella.9. Durante el periodo 1989-1993, el apoyo poltico proveniente de la coalicin perifrica fue pre-servado por el gobierno central a travs de dos vas: posponiendo recortes de empleo pblico en elsector pblico provincial y manteniendo flujos de subsidios desde el gobierno central a las cajas delos gobiernos provinciales. Las transferencias de recursos a las provincias tuvieron lugar a travs de

    varios canales discrecionales e institucionalizados, incluyendo inversiones directas en empleos p-blicos, salud o educacin, o a travs de un mecanismo de redistribucin regional que favorece a lasprovincias ms pobres conocido como co-participacin, que establece un sistema automtico paracompartir impuestos recolectados a escala federal (Gibson/Calvo, cit.: pp. 15 y 18).

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    administracin pblica y contra los funcionarios del gobierno provincial. En

    este caso, se combinaba la modalidad del estallido con la del corte de ruta,

    registrndose tambin altos niveles de desocupacin no vinculados con el em-pleo pblico (25,7% de la poblacin econmicamente activa en la provincia).

    En ambos casos, las manifestaciones terminaron con la intervencin federal a

    las provincias. Pero las nuevas autoridades impuestas no in-

    criminaron la protesta o, en cambio, se valieron posi-

    tivamente de su potencial, reconociendo en

    ella a la fuerza poltica que haba con-

    tribuido a la remocin del gobier-

    no anterior y su reemplazo

    por una nueva adminis-tracin que cumpla con

    sus obligaciones10.

    Las movilizaciones con

    cortes de ruta aparecen

    en 1996 y 1997 en dis-

    tintas localidades de

    provincias del interior:

    Neuqun, Jujuy y Salta.En los aos posteriores,

    vuelven a producirse cortes

    a partir de la movilizacin de

    estas mismas poblaciones (es

    el caso de Tartagal y General

    Mosconi en Salta, que alcanza un

    pico de beligerancia y de violen-

    cia institucional en mayo de 2001),

    aparecen en otros puntos del pas y se

    institucionalizan en localidades del

    conurbano bonaerense, como ocurre central-

    mente en el partido de La Matanza desde el ao

    2000. En todos estos casos, los cortes de ruta eran

    protagonizados por desempleados, afectados por

    10. Javier Auyero relata y analiza los acontecimientos de Santiago del Estero y Corrientes en Los

    estallidos en provincia: globalizacin y conflictos sociales en Punto de Vista N

    67, agosto de 2000.Otros estallidos se produjeron en Jujuy entre 1993 y 1995, y en San Juan, Crdoba y Ro Negrodurante 1995. Luego aparecern en el transcurso de algunos cortes de ruta, como respuesta pun-tual a la intervencin de las fuerzas represivas del orden nacional en el corte.

    2002GilbertoRamrez/NuevaSociedad

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    la privatizacin de alguna empresa pblica o

    el cierre de industrias locales que, articuln-

    dose con otros sectores del entramado de rela-ciones sociales y econmicas locales (comer-

    ciantes, productores, organizaciones sociales

    y vecinos de la comunidad), reclamaban pues-

    tos de trabajo, instalacin de empresas, subsi-

    dios para desocupados o prrrogas de pagos

    de impuestos. En el corte, los manifestantes

    interponan el derecho a ser escuchados por

    las autoridades estatales nacionales, rechazan-

    do al mismo tiempo la participacin de los par-tidos polticos y de las organizaciones sindi-

    cales en la mediacin de los reclamos11.

    El trasfondo socioeconmico de la accin co-

    lectiva de los piqueteros es la situacin de

    alto y generalizado desempleo que comienza

    a afectar a ciudades del interior del pas, como consecuencia del cierre de em-

    presas o la reduccin de sus plantillas de trabajadores. Se trata de zonas de

    residencia histricamente constituidas como comunidades laborales en tornode esos emprendimientos productivos, donde las inserciones ocupacionales di-

    versas y los beneficios sociales de la poblacin estaban directa o indirectamente

    asegurados por la relacin laboral con la empresa, y alternativa o

    subsidiariamente por la propia red de seguridad comunitaria, que funcionaba

    como contencin social para los trabajadores temporariamente expulsados del

    mercado laboral y como proveedora de las necesidades insatisfechas de servi-

    cios pblicos y estructuras habitacionales. La fractura de estos mecanismos l-

    timos de seguridad social en los asentamientos carenciados, cuya capacidad de

    supervivencia a lo largo de los aos 90 contribuira a explicar justamente el

    apoyo popular al menemismo entre los sectores miembros de esas zonas12, apa-

    recen a finales de la dcada diezmados por los propios efectos de la poltica

    El trasfondosocioeconmico

    de la accincolectivade los piqueteros

    es la situacin dealto y generalizado

    desempleoque comienza

    a afectar a ciudades

    del interior del pas,como consecuenciadel cierre de empresas

    o la reduccin desus plantillas

    de trabajadores

    11. El punto central en cuanto a la participacin de las organizaciones sindicales preexistentes esque, aun cuando tuvieran alguna presencia en la protesta el caso de los sindicatos del sector pbli-co en algunos estallidos y la posterior vinculacin del sector con el movimiento piquetero, las deci-siones sobre el curso de la movilizacin y las reivindicaciones son resultado de la asambleade parti-cipantes, independientemente del parecer gremial.12. En un texto de 1995, se planteaba que en contra de las explicaciones simplificadoras puede

    afirmarse que un porcentaje alto de los individuos pertenecientes a los sectores populares votan porel menemismo porque la coaccin, en sentido durkheimniano, del medio social al que pertenecen,los lleva a mantener la aceptacin de un conjunto de representaciones sociales peronistas, que cu-

    bren temticas ms amplias y permanentes que las afinidades con determinados candidatos y que

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    econmica global, y ello no puede sino tener conse-

    cuencias sobre la lealtad poltica histrica de estos

    sectores.

    Cabra recordar que la organizacin social y territo-

    rial del peronismo en las reas urbanas pobres se

    consolid en el pasado como una red de seguridad

    paralela a la seguridad social garantizada en la rela-

    cin laboral sindical. Esta red provea de servicios

    pblicos a las poblaciones laborales territorialmen-

    te asentadas en el entorno de las fbricas y empre-

    sas y como sociedad de ayuda mutua y contencinpara los trabajadores temporariamente rechazados

    por el mercado de trabajo. En este entramado de

    welfare, los mediadores polticos (las unidades

    bsicas, los referentes polticos y los punteros del

    partido) constituan un lazo entre la comunidad lo-

    cal y el Estado nacional, en trminos de provisin

    de recursos y constitucin de las lealtades. Comunidad local y comunidad na-

    cional se interpenetraban mediante identidades y expectativas compartidas: el

    trabajo, el Estado, el partido y la movilidad social13.

    Con la desaparicin del trabajo asalariado y el empobrecimiento de la pobla-

    cin, toda la trama del bienestar que vinculaba la economa local con el trabajo

    formal se desmorona. La implementacin de programas sociales, all donde los

    hubo durante los ltimos aos paradigmticamente, el conurbano bonaeren-

    se, donde el gobierno provincial puso en marcha el Plan Vida de reparto de

    alimentos y la red de las manzaneras para su distribucin, provey de re-

    remiten a la vez a la lealtad al tejido social del que participan y a su historia poltica y social en tantosectores populares () Ello no obsta para que se mantenga o progrese electoralmente un peronismoque institucionalice los intercambios clientelistas en zonas del espacio regional moderno perocarenciadas y le solucione a los sectores populares que habitan en ellas problemas de infraestructuraedilicia o de provisin de proteccin de la salud o de educacin formal. El sentido de ese tipo depolticas y la decodificacin peronista que las mismas podran tener para los sectores populares,surgira, siguiendo la conceptualizacin empleada, del tejido social que cre vnculos relativamenteconsistentes en los sujetos que se movilizaron por, o esperaron socialmente, la solucin de esas ca-rencias (Ricardo Sidicaro: Poder poltico, liberalismo econmico y sectores populares en la Argen-tina, 1989-1995 en A. Born. M. Mora y Araujo, J. Nun, J.C. Portantiero y R. Sidicaro: Peronismo y

    Menemismo. Avatares del populismo en la Argentina, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1995, pp. 151 y

    155).13. Sobre el particular, v. Steven Levitsky: Crisis, Party Adaptation and Regime Stability in Argen-tina. The Case of Peronism, 1989-1995 en Party Politics N 4, 1998, y Javier Auyero: La poltica de lospobres. Las prcticas clientelsticas del peronismo, Manantial, Buenos Aires, 2001.

    El agotamientoo la ausencia

    de recursoseconmicosprovenientes delos gobiernosprovincialesy municipalesconlleva ala completa

    destitucin delas comunidadeslocalesde los beneficiosde la asistenciapblica

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    cursos para paliar las necesidades bsicas de su-

    pervivencia de la poblacin afectada y condujo

    a una sobrerrepresentacin en el esquema de losmediadores polticos14. No obstante, el agota-

    miento o la ausencia de recursos econmicos

    provenientes de los gobiernos provinciales y

    municipales conlleva a la completa destitucin

    de las comunidades locales de los beneficios de

    la asistencia pblica.

    Como sucede, segn hemos visto anteriormen-

    te, con los estallidos delos contratos a travs delos cuales se intercambian apoyos polticos por

    empleos y recursos pblicos en los estados pro-

    vinciales, en el caso de los piquetes es esta arti-

    culacin del universo laboral carenciado con

    el mundo estatal, la que se corta en el potencial

    simblico que desarrolla la protesta. Ambos ti-

    pos de protesta comunican la crisis de redes de

    integracin socio-poltica propias de un mode-

    lo institucional de relaciones entre economa ysociedad actualmente sujeto a una profunda transformacin sistmica. Pero

    solo en el caso de los movimientos de piqueteros, la reduccin de expectativas

    de accin en el anterior esquema integrador revierte en la constitucin de un

    reclamo de derechos.

    Las manifestaciones tipificadas como estallidos provinciales se limitan a hacer

    pblica la transgresin del pacto por los gobernantes provinciales y a exigir su

    cumplimiento en idnticos trminos. Los manifestantes en la ruta se dirigen al

    Estado nacional solicitando su reinsercin al mismo. Desde los primeros cortes

    en las provincias del interior a la actual organizacin nacional de desocupados,

    la repolitizacin de la identidad de ciudadana entre los trabajadores sin em-

    pleo ha sido un rasgo constitutivo de los distintos movimientos, si bien su sig-

    nificado se fue transformando y desarrollando en el curso de las acciones colec-

    tivas y la actividad organizativa: desde el derecho a tener derechos presente

    en las apelaciones de una cierta presencia de las comunidades perdidas del

    interior como interlocutores legtimos en el Estado, hasta el reclamo actual de

    una mnima ciudadana social y universal garantizada15

    .

    14. V. Auyero, 2001: captulo 3.

    Desdelos primeros

    cortes enlas provinciasdel interiora la actual

    organizacinnacional de

    desocupados,la repolitizacin

    de la identidadde ciudadana entrelos trabajadores

    sin empleoha sido un rasgo

    constitutivo delos distintosmovimientos

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    NUEVA SOCIEDADDe los estallidos provinciales a la generalizacin de las protestas en Argentina

    En trminos globales, los dos tipos de protesta

    emergentes comparten dos rasgos sustantivos.

    En primer trmino, son protestas laborales. Sibien es cierto que el carcter de sus demandas pun-

    tuales (pago de salarios y polticas sociales Pla-

    nes Trabajar) ha sido defensivo y prioritario con

    las necesidades vitales bsicas, no lo es menos

    que un eje fundamental del reclamo lo constitu-

    ye la relacin salarial, ya sea a travs de la solici-

    tud y/o la defensa de la condicin y los dere-

    chos derivados del trabajo. A lo largo de los aos

    90 hubo, por tanto, un fuerte resurgimiento dela protesta laboral, que complejiz y complic

    la protesta sindical, contra la poltica econmica

    del Gobierno.

    En segundo trmino, son protestas contra el sis-

    tema poltico que proces el ajuste estructural. El fuerte contenido anti-polti-

    ca de las protestas, de denuncia y repudio de los sistemas polticos locales en

    los estallidos y de rechazo a los partidos y organizaciones sindicales (tradiciona-

    les) en el orden nacional en los cortes y protestas del movimiento de desocupa-dos, enuncia la crisis del lazo representativo entre gobernados y gobernantes,

    constitutivo del sistema poltico de la postransicin democrtica en Argentina.

    Sobre el particular, cabe apuntar que la poltica que la protesta construye como

    objeto de su denuncia, vena atravesando un proceso de fuerte mutacin, algu-

    nos de cuyos rasgos pueden rastrearse incluso desde mediados de los aos 80.

    Pero especficamente, durante los aos de Menem en la presidencia, la poltica

    15. Desde mediados de 2000, distintos grupos comprometidos en los cortes provinciales se movilizanconjuntamente y participan en marchas federales por el trabajo y contra la pobreza, compartiendoestas reivindicaciones con el Frente Nacional contra la Pobreza (Frenapo), organizacin que rene aun alto nmero de organizaciones empresariales, de trabajadores, de derechos humanos, culturales,universitarias, etc., y donde destacan representantes de la CTA. La proyeccin nacional del movi-miento se institucionaliza a partir de julio de 2001, con la creacin del movimiento nacional de des-ocupados en un congreso que rene a 2.000 delegados de todo el pas y sienta las reglas disciplina-rias y de coordinacin del movimiento junto con los reclamos bsicos de vivienda digna, trabajo yel derecho a peticionar ante las autoridades. Por otro lado, la negociacin y coordinacin de los pla-nes de empleo gubernamentales por las organizaciones de piqueteros en sus localidades y territo-rios de actuacin, fueron articulando una relacin con el Estado que los convirti en interlocutores

    de la poltica pblica y que culmin en la demanda generalizada de polticas sociales institucionali-zadas y universalistas. Durante el ao 2001 y el actual, no obstante, una fraccin ms radical ligadaa varios partidos se constituy como movimiento alternativo, reivindicando la independencia pol-tica del movimiento y una salida poltica de conjunto para la clase obrera.

    En trminosms generales de

    la relacin entrepoltica y sociedad,la poltica serepleg sobreliderazgos querehuan de producirvnculos socialesy organizacin

    colectivay confiabanla comunicacina la estructurameditica televisiva

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    NUEVA SOCIEDAD Gabriela Delamata

    se desvincul de los procesos de crisis social disparados por el aumento del

    desempleo y la pobreza, evitando la construccin de nuevas identidades colec-

    tivas que los abarcaran y restringiendo sus intervenciones en este sentido alsuministro de acotados planes sociales para cubrir necesidades mnimas. En

    trminos ms generales de la relacin entre poltica y sociedad, la poltica se

    repleg sobre liderazgos que rehuan de producir vnculos sociales y organiza-

    cin colectiva y confiaban la comunicacin a la estructura meditica televisiva.

    Por ltimo, la poltica se llen de secretismo, de acuerdos arcanos al pblico en

    general y realizados fuera de los mecanismos constitucionales de los poderes

    del Estado.

    El gobierno de la Alianza, que asume a finales de 1999 y es abortado a fines de2001, comparte objetivamente todas las caractersticas atribuidas al proceso

    antedicho de mutacin de la poltica. Sin embargo, es en el marco de su accin

    de gobierno cuando la protesta se fortalece y se multiplica, recortando mlti-

    ples espacios de exclusin social desde nuevos reclamos y sectores diversos. Si

    linealmente (objetivamente) puede dibujarse una continuidad entre la poltica

    de la Alianza y la poltica menemista, como si aquella fuera el momento ulte-

    rior de un derrotero que se inicia una dcada antes, desde el punto de vista de

    las subjetividades polticas, debe subrayarse una ruptura. Y es esta ruptura,

    dada por la estrategia poltica de distincin de la Alianza, la que acta comocontexto para las acciones colectivas que entre 2000 y 2002 impugnarn cre-

    ciente y extendidamente a la poltica.

    Revalorizacin de las reglas institucionales como estructura de oportunidad para la

    profundizacin de la voz y la generalizacin de la protesta

    Como es de pblico conocimiento, la orientacin que instal la Alianza no con-

    sisti en un cambio del modelo macroeconmico. Ms bien se indicaba desde

    sus cuadros polticos y orgnicos que deban morigerarse todas las expectati-

    vas de transformacin econmica y social. Si hubo una promesa que sostuvo la

    constitucin de esa fuerza contramayoritaria que fue hacia 1999, ella se erigi

    contra las otras recadas de la poltica atribuidas por la propia Alianza al

    modelo menemista: el decisionismo personalista y el secretismo sin ningn

    control. Decimos promesa, no solo por la vala performativa del acto que, como

    toda propuesta electoral, estaba obligada a producir, sino, fundamentalmente

    por la eficacia social de las prcticas a travs de las cuales la fuerza opositora al

    menemismo se haba ido constituyendo a lo largo de los aos 90, interpelandolas inquietudes de cada vez ms amplios sectores de la poblacin. La lucha contra

    la corrupcin y la recomposicin del Estado de Derecho: estas representaciones

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    NUEVA SOCIEDADDe los estallidos provinciales a la generalizacin de las protestas en Argentina

    tuvieron un fuerte poder simblico en la sociedad argentina del ltimo lustro:

    la poltica se miraba, para amplios sectores sociales, desde este juicio sobre la

    poltica.

    Ahora bien, qu quera decir esto con relacin al periodo poltico que abra

    la Alianza? Obviamente y otra vez, no el predominio de una identidad ideol-

    gica, pero s una alteracin sustantiva del espacio pblico, esto es, de las reglas y

    los actores que participan en poltica. La Alianza buscaba promover el funcio-

    namiento de las instituciones de la democracia representativa contra la ascen-

    dencia de los liderazgos asociados con la arbitrariedad y el secretismo; propo-

    na recrear una comunidad de habla donde todos pudieran ejercer su derecho a

    la voz aun cuando esa participacin se encauzara hacia los procedimientos ins-titucionales del rgimen poltico (el Parlamento y la Justicia). La Alianza se

    identificaba con una nueva forma de gobierno (un nuevo estilo, se sola tam-

    bin decir) basada en la regeneracin del espacio (poltico) pblico.

    Sin embargo, con el transcurrir de sus das de gobierno se hizo ms y ms evi-

    dente no solo que las instituciones del Estado no gobernaban las dinmicas del

    proceso econmico y poltico interno, sino que las decisiones oficiales eludan

    el recinto parlamentario y que las voces que se alzaban desde distintos sectores

    de la sociedad no constituan para el elenco gubernamental ninguna palabraautorizada a ser parte del pblico y entablar dilogos con el Gobierno. Si se quie-

    re, una cuestin formal, pero que haca a las condiciones de produccin de con-

    fiabilidad de la palabra pblica, unas condiciones cuya bsqueda de verosimi-

    litud haban constituido si no el nico, el ms potente aglutinador de reclamos

    a la poltica en los ltimos aos.

    Efecto cruzado, por un lado, de las acciones directas tanto de los actores del

    mercado como de la protesta callejera, y por otro y sobre todo, de un elenco

    gubernamental que reduca (el entendimiento de) la poltica a la accin de intere-

    ses sectoriales actuando en forma directa; el espacio pblico de referencia devino

    un lugar totalmente idealizado y fue ste el punto de confluencia de los secto-

    res que desde una amplia diversidad estallaron y protestaron el 20 de diciem-

    bre de 2001 provocando tambin la renuncia del presidente y del Gobierno.

    Con la Alianza, la poltica alcanz un nivel de autorreferencialidad indito.

    Durante su periodo de gobierno, las decisiones polticas no solo perdieron rela-

    cin con respecto a los procesos sociales que marcaban la realidad del pas, sinotambin con la propia representacin que la Alianza se haba hecho de la pol-

    tica y que constitua el referente interno de la etapa que con ella se abra. Duran-

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    NUEVA SOCIEDAD Gabriela Delamata

    te su gobierno, la poltica qued desprovista de referencias ciertas a las reglas

    constitucionales que actan poniendo severos lmites a los partidarios del or-

    den, como ocurri con el incremento de la actividad represiva en las protestasprovinciales a partir de los acontecimientos de Corrientes en 1999 y como se

    volvi contundentemente evidente con la implantacin del estado de sitio y la

    respuesta cvica inmediata posterior el pasado diciembre.

    Como lo han puntualizado insistentemente algunos tericos de los movimien-

    tos sociales, los ciclos de movilizacin se relacionan con estructuras de oportu-

    nidad poltica para poner razones en protestas (Tarrow)16. La Alianza, medida

    como la distancia entre ese espacio pblico potencial que marcaba la restitu-

    cin de la ciudadana republicana al (control del) Gobierno y el espacio realque ocup, fue la estructura de oportunidad, primero, para el recrudecimiento

    y la extensin de la lgica de las movilizaciones con cortes de ruta, y luego para

    la generalizacin de las protestas.

    La difusin de las acciones piqueteras desde fines de 1999, que serviran de

    base a la constitucin del Movimiento Nacional de Desocupados (MND), y la

    difusin del corte como forma de expresin para reclamos y sectores diversos

    (educacin, salud, agropecuarios, etc.), cierra un periodo marcado por acciones

    temporarias y acotadas de resistencia a las polticas econmicas y abre un nue-vo ciclo de protesta a partir de la brecha abierta por el cambio institucional que

    implicaba el advenimiento de la Alianza al Gobierno. A partir de la apertura

    potencial del sistema poltico, la realidad social puede ser construida en tr-

    minos de oportunidad para el uso de la voz17 y la generalizacin de esta nueva

    representacin sobre los lugares de la soberana, mediante la multiplicacin de

    las voces que buscan hacerse or.

    Que el problema que enfrentaba el Gobierno, ms all de sus medidas econ-

    micas y sus planes sociales especficos, era de fractura del sistema poltico; fue

    advertido en su propio seno, al alertarse sobre los costes colectivos que afronta-

    16. Tarrow define un ciclo de protesta como una fase de intensificacin de los conflictos y de la con-frontacin, que incluye una rpida difusin de la accin colectiva de los sectores ms movilizados alos menos movilizados, un ritmo de innovacin acelerada en las formas de confrontacin, marcosnuevos o transformados para la accin colectiva, una combinacin de participacin organizada y noorganizada y unas secuencias de interaccin intensificada entre disidentes y autoridades que puedeterminar en la reforma, la represin y, a veces, la revolucin. La estructura de oportunidad poltica serefiere a los cambios operados en la estructura institucional o en las relaciones de poder, as como a

    la capacidad y disposicin del Estado para la represin, que tornaran al sistema poltico en vulnera-ble para la emergencia de un movimiento social. Sidney Tarrow: El poder en movimiento. Los movi-mientos sociales, la accin colectiva y la poltica, Alianza, Madrid, 1997, pp. 264 y 271.17. V. Albert Hirschman: Salida, voz y lealtad, FCE, Mxico, 1977.

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    NUEVA SOCIEDADDe los estallidos provinciales a la generalizacin de las protestas en Argentina

    ba una estrategia pblica de acercamiento a los piquetes basada en la accin

    directa o en la identificacin de los reclamos como intereses particulares de los

    grupos que protestaban. Antes, el derecho a peticionar a las autoridades sehaba instituido como fundamento de los piqueteros a la accin de cortar las

    rutas: en cada corte del interior del pas este reclamo era el que habilitaba a los

    reclamos posteriores (de planes de trabajo, subsidios, fuentes de trabajo) como

    primer derecho o derecho a

    tener derechos; fue el recla-

    mo constitutivo del primer

    congreso nacional de des-

    ocupados celebrado en julio

    de 2001 y antecedente delMND y constituy, asimis-

    mo, la principal fuente de ten-

    siones con el gobierno de la

    Alianza. Tras su arribo al Mi-

    nisterio de Desarrollo Social, la

    irrupcin del ministro Cafiero

    en el corte de la ruta nacional

    34 en la provincia de Salta,

    cuando an continuaba latensin del enfrentamiento

    con las fuerzas de seguri-

    dad, es acompaada de las

    siguientes palabras:

    Ya anoche les dije que la protestaest bien si hay debajo una causaque la haga legtima y que nadietiene derecho en un Estado demo-

    crtico a decirle a otro que no pue-de peticionar por un derecho au-sente. El mtodo creo que hoyproduce una fractura en la socie-dad y a veces genera una situacinde lucha de pobres contra pobres;

    eso est muy bien comprendido enMosconi, por eso creo que hay una

    revisin del mtodo para no volver agenerar situaciones hacia adentro de la

    comunidad que la debiliten o que no le permitan tener unidad. Anoche encontramos los puntosbsicos para que la comunidad trabaje junta, los que estuvieron o no en el piquete18.

    18. La Nacin, 24/6/01.

    2002GilbertoRamrez/Nue

    vaSociedad

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    NUEVA SOCIEDAD Gabriela Delamata

    Protesta y poltica hoy: nuevas y viejas ciudadanas

    En diciembre de 2001 aparecen nuevos actores de la protesta social: la accinconcertada de los ahorristas que protestan por la devolucin de sus devaluadas

    acreencias bajo custodia de los bancos, y las asambleas barriales.

    El primer tipo de protesta convierte en un hecho pblico la posicin social ad-

    quirida por un sector de la clase media, que fue beneficiario del modelo de la

    convertibilidad en trminos de su insercin laboral dinmica y del aprovecha-

    miento de la estabilidad de precios y la paridad cambiaria con el dlar. Esta

    posicin no es llanamente econmica, no obstante, sino el resultado de la iden-

    tidad social que desarrollaron estos sectores con relacin al modelo de la ciuda-dana del consumidor, modelo que constituy el nico relato comprehensivo y

    mtico acerca de las nuevas relaciones sociales capaces de hilvanarse y articu-

    larse con la sociedad de mercado19. El modelo implicaba que la integracin de

    los individuos a la sociedad (a los bienes sociales bsicos) se lograba por va de

    la economa, a travs de la participacin en las oportunidades del consumo y la

    masificacin crediticia. La constitucin de la protesta de los ahorristas, damni-

    ficados por el sistema financiero y el colapso de la convertibilidad, alude a la

    destitucin de su identidad social que ya no puede confirmarse en la pertenen-

    cia a la red y cadena de consumos20.

    Las asambleas barriales constituyen el desarrollo de novedosas formas de ac-

    cin y organizacin colectiva desafiadoras de las formas institucionales de la

    poltica. Pero se relacionan tambin con el quiebre de otro de los modelos de

    ciudadana que haba sido definitorio en la reconstruccin democrtica en Ar-

    gentina. Dejando para unas lneas ms abajo una mencin a su productividad

    poltica, la dimensin de fuerte rechazo a los dirigentes partidarios y en gene-

    ral a toda la dirigencia poltica, presente en las asambleas, representa una

    deslegitimacin profunda de la representacin como frmula de construccin

    del poder soberano. La ciudadana poltica, tal como la conocimos en Argenti-

    19. Tambin es cierto que confluyen en la protesta otros sectores de la clase media cuyo modelo deintegracin y ascenso social est vinculado tradicionalmente al ahorro. Quiz, el rasgo sobresalientede los aos 90 fuera la actitud generalizada en estos sectores de aquiescencia con un modelo deintegracin que supona la explcita exclusin de debates que conllevaran correcciones al mismo,en el sentido de una cierta universalizacin de intereses y recreacin de derechos.20. En este sentido, los escraches a los bancos, que los ahorristas definan como culpables de lasituacin de privacin, acusndolos de ladrones y pidiendo que devuelvan nuestros dlares, y

    las movilizaciones al Congreso de la Nacin para que se cumpla esta ley, colocan a este tipo deprotesta muy cerca del sentido social de los estallidos. En ambos casos, la demanda de justicia es elreclamo de una legalidad anterior sin discusin del orden socio-econmico ms amplio o nacionaldonde esa legalidad se inserta.

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    na, vertebrada en los vnculos con los partidos mayoritarios radical y justicia-

    lista, que entra crecientemente en crisis durante los ltimos aos bajo la forma

    de promesas incumplidas de la poltica, encuentra en las asambleas su crisisms radical, en tanto crisis transformadora de las formas de la poltica.

    En conjunto, y en la perspectiva histrica de los ltimos 10 aos, por lo menos, de

    poltica en Argentina, los tres modelos de la ciudadana que haban sido partes consti-

    tutivas del engranaje de integracin institucional se encuentran hoy quebrados: el mo-

    delo de la ciudadana social, con su doble dimensin de derechos laborales sindicales y

    de relaciones clientelares y proteccin social subsidiaria en los mrgenes de la estructu-

    ra social; el modelo de la ciudadana poltica, basado en las mediaciones y la integracin

    a travs del sistema poltico; y finalmente el modelo de la ciudadana del consumidor, dems corto aliento.

    Frente a ello, cules son los nuevos significados de la ciudadana que se arti-

    culan en las protestas? En primer lugar, se debe mencionar la activacin de una

    nueva demanda de ciudadana social en el movimiento de desocupados que se

    fue desarrollando e institucionalizando junto con otras organizaciones partici-

    pantes en la propuesta (CTA y Frenapo). En trminos del largo plazo histrico,

    esto supone una alteracin del significado tradicional de la ciudadana social y

    por tanto una transformacin institucional de los mecanismos de integracinsocial en el actual marco de repolitizacin de la identidad: desde el trabajador

    es un ciudadano, correspondiente al contexto reivindicativo de pleno empleo,

    a el ciudadano, en cuanto tal, es un trabajador, presente en los reclamos de

    creacin de un salario de ciudadana que desvincula esta condicin de la parti-

    cipacin actual en el mercado laboral, pero considera al trabajo (y la dignidad

    por el trabajo) un derecho de los integrantes de la comunidad. Recientemente,

    la fraccin ms importante del movimiento se ha constituido como interlocu-

    tor en el diseo de una poltica pblica de insercin universal y como parte

    contralora en su implementacin inminente.

    En segundo lugar, hay que considerar el sentido de lo poltico en las asambleas

    barriales. Como su nombre lo indica, las asambleas tienen un emplazamiento

    acotado a ciertos barrios, que estn adems localizados en Capital Federal y

    algunas localidades del conurbano. La contraparte de su fuerte denuncia y re-

    chazo de la poltica institucional es la demanda de democracia participativa o

    la accin colectiva sin delegacin de poder hacia otras instancias referentes de

    soberana. El debate en las asambleas viene recortndose sobre dos problem-ticas muchas veces en disputa entre los propios participantes: la gestin comu-

    nitaria de bienes sociales y pblicos y/o el planteamiento de grandes temas de

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    NUEVA SOCIEDAD Gabriela Delamata

    la poltica capaces de proyectarse hacia la escena nacional. Puede decirse que

    las asambleas se han constituido sobre un fuerte reclamo hacia adentro hacia

    la gente de poder hacer. Este poder hacer es problemtico y no derivajustamente por ello en formas institucionales definidas, sino que combina la

    autogestin de necesidades bsicas con la participacin en debates, marchas y

    protestas bajo el mismo lema de rechazo a la poltica institucional. Puede decir-

    se, pues, que las asambleas se nutren de la tensin entre dos implicancias posi-

    bles del poder hacer: un hacer que deriva del poder (de reunirse y actuar

    concertadamente) y un poder (colectivo), que se gesta directamente en el hacer

    (el hacerse cargo, el gestionar por s mismos).

    Ms all de imaginar cul de estas implicaciones pueda primar sobre la otra, esimportante recordar que en la problemtica de las asambleas estn fuertemen-

    te presentes algunos elementos y rasgos de anteriores protestas: a la par de la

    brecha que las separa de la forma poltica institucional, es evidente la concien-

    cia de la brecha de exclusin social en trminos similares a como se fue plan-

    teando desde el movimiento de desocupados. La alta presencia de desocupa-

    dos en las asambleas, la memoria de la protesta social de los piqueteros, el

    trabajo para la atencin de necesidades bsicas que estn ampliamente insatis-

    fechas, todos estos elementos se encuentran trasvasados en las asambleas,

    asambleas que recogen adems su propia forma organizativa del movimientopiquetero, que fue pionero en la constitucin de la frmula asamblearia como

    mecanismo de decisin.

    El encuentro real entre las asambleas barriales y el movimiento de desocupados

    se da solamente en algunas asambleas y en algunos sectores del movimiento

    piquetero. La visibilidad que los medios de comunicacin otorgaron durante

    los ltimos aos a la protesta piquetera, a sus demandas y formas de coordina-

    cin de la accin, es evidente en las asambleas, pero ello no implica una misma

    resignificacin de la cuestin social que pasa, inexorablemente, por la difcil

    y traumtica relacin de las ciudadanas con el Estado.