Dematteis Manual de Espeleología

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Manual de espeleología Traducción de Antonio Ribera 23 figuras Diseño cubierta: Juan Batallé Titulo de la obra original Manuale di esplorazione sotterranea © Piero Gribaudi Editore, Turin © Editorial Labor, S .A., Calabria. 235-239 H Barcelona-15 - 1975 Depósito Legal: B.: 54.388M 1974 Prlnted in Spain I.S.B.N.: 84-335-5526-X Talleres Gráficos Ibero-Americanos, S. A. - Provenza, 88 - Barcelona-15 1

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Manual de espeleología

Traducción de Antonio Ribera

23 figuras

Diseño cubierta: Juan Batallé

Titulo de la obra original Manuale di esplorazione sotterranea© Piero Gribaudi Editore, Turin © Editorial Labor, S .A., Calabria. 235-239 H Barcelona-15 - 1975Depósito Legal: B.: 54.388M 1974 Prlnted in SpainI.S.B.N.: 84-335-5526-X Talleres Gráficos Ibero-Americanos, S. A. - Provenza, 88 - Barcelona-15

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Índice de materias

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Qué es la espeleología 7

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Qué son y cómo se forman las cavernas 15

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En busca de nuevas cavernas 31

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Equipo necesario para la exploración 48

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Consejos generales sobre la exploración 61

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Técnica especial de la exploración 69

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Programas y planes para las expediciones espeleológicas 87

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Cómo se levanta el plano de una caverna 97

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La ficha del catastro espeleológico 123

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Recogida de documentación científica 131

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Datos complementarios 155

Apéndice bibliográfico 159

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Qué es la espeleología

Espeleología es un término derivado del griego que significa «ciencia de las cavernas». Dicha palabra fue acuñada a fines del siglo pasado por el francés E. A. Martel, que así consiguió para la posteridad el título de fundador de esta ciencia. En realidad, Martel, como otros notables espeleólogos, era más un explorador de cavernas que un científico en el sentido moderno de la palabra. Sin embargo, tenía razón al pensar que la exploración de las cavidades subterráneas no era una simple extravagancia, sino una actividad seria y útil, y puesto que en su época la ciencia se consideraba una actividad bienhechora para la humanidad, desde en ronces las correrías subterráneas se consideraron por definición como una actividad científica y conservaron el nombre altisonante de espeleología.

En los últimos años ha habido quien se ha rebelado contra este prejuicio científico, declarando que la espeleología es un deporte, o sea, una especie de alpinismo en el que en vez de subir se baja.

En realidad la espeleología tiene cosas en común con la ciencia y otras en común con el deporte. Es una actividad que requiere notables facultades físicas, pero que al propio tiempo no tendría sentido de practicarse por este único motivo, porque como deporte en sí mismo no es elegante, ni agradable ni posee el espíritu de la competición. Teniendo en cuenta el ambiente en que se desarrolla, frío, húmedo, oscuro y fangoso, la máxima satisfacción que este supuesto deporte subterráneo podría proporcionar sería la de volver a la luz del sol. Este bello momento lo compensaría todo. Quien practique la espeleología como deporte puro debería Ir a visitar a un psiquiatra, y lo mismo podría decirse de quienes penetran en las simas para batir marcas de profundidad o de velocidad.

Un auténtico espeleólogo penetra en las cavernas porque lo que ve y descubre en ellas le interesa y le apasiona. Por esto la espeleología es también una ciencia, pero en el sentido más amplio de la palabra, o sea, un deseo de conocer, de descubrir lo que está oculto.

Todos los ingredientes esenciales de la moderna espeleología se encuentran ya contenidos en una famosa página de Leonardo de Vinci: «Impelido por un vivo afán, ansío ver la gran confusión de las formas diversas y extrañas obradas por la artificiosa naturaleza; tras vagar entre umbrosos peñascos, llegué a la entrada de una gran caverna ante la cual detúveme estupefacto, ignorante de su existencia doblado mi espinazo en arco y posando la cansada mano ;n la rodilla" cubriendo con la diestra mis párpados entornados; y agachándome ora a un lado ora a otro para ver si allá adentro discernía alguna cosa. E impidióme hacer tal cosa la gran oscuridad que allí dentro reinaba, y, transcurrido algún tiempo, de súbito .se despertaron en mí dos cosas: temor y deseo; temor inspirado por la amenazadora y oscura espelunca; deseo de ver si dentro de ella hubiese algo milagroso».

Si sentimientos parecidos hicieron de Leonardo uno de los fundadores de la ciencia moderna, los que acabamos de citar bastaría hoy para conferir el título de espeleólogo a cualquiera.

La espeleología, por consiguiente, es ante todo una aventura que nos. lleva a descubrir ciertos aspectos particularmente secretos y extraordinarios de la naturaleza. Su creciente popularidad, especialmente entre la juventud, se explica por el hecho de que semejante aventura está al alcance de todos. ¡Cuántos desearíamos poder

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explorar regiones vírgenes de la tierra, ser los primeros en ver lo que nadie o muy pocos han visto...! Las cavernas nos ofrecen esta posibilidad dentro del límite de un fin de semana normal, sin necesidad de organizar expediciones a Borneo o a la Amazonia.

Las cavernas atraen también porque son un mundo tan distinto de aquel en que vivimos que para hallar otro que fuese aún más extraño sería necesario ir a la Luna. Aparte de que una caverna virgen nos ofrece el espectáculo, cada vez más raro, de una naturaleza completamente incontaminada, las características de este ambiente actúan como un poderoso estimulante para nuestra imanación: oscuridad total, ausencia de estaciones, formas casi exclusivamente minerales que con su riqueza y variedad parecen suplir la ausencia del mundo vegetal, por no mencionar los restos de una vida animal y humana antiquísima.

Un buen espeleólogo debe hallarse no solamente en disposición de penetrar en este mundo tan distinto, sino de comprenderlo, de hacer participar a otros en su experiencia y por lo tanto, saber ilustrarlo y describirlo. Por esta razón la espeleología se puede dividir algo arbitrariamente en dos ramas, que son asimismo dos fases sucesivas a través de las cuales se logra alcanzar el conocimiento de las cavidades subterráneas. Así, se puede hablar de una espeleología exploratoria y técnica, que reúne todas las actividades de investigación material, de recogida de datos y documentación, y de una espeleología científica propiamente dicha, que se ocupa de estudiar el ambiente subterráneo en sus diversos aspectos o en su conjunto.

En este libro, como hemos querido subrayar en el título, trataremos esencialmente de espeleología exploratoria y técnica. No obstante, es conveniente que desde el principio tengamos una idea clara de los objetivos que se propone la espeleología científica y de las ramas en que se subdivide. De esta manera, durante nuestras exploraciones, podremos captar bien todo cuanto veamos, lo cual dará un carácter más completo a nuestra aventura. (Por este motivo hemos dedicado el capítulo 10 de este libro a los métodos de recolección de documentación científica, además de dar en un apéndice una abundante bibliografía sobre el tema).

1. Las ramas de la espeleología

Al referirnos a una caverna se pueden entender dos cosas distintas: una de ellas es la cavidad subterránea en si misma, formada por dos paredes, un suelo y un techo, o sea, que se trata de sus aspectos formales: de estos aspectos se ocupa la espeleomorfología.

Estas formas revelan cuál fue el origen de la caverna (o espeleogénesis), origen que depende -como veremos en el capítulo siguiente- de determinados agentes, el principal de los cuales es el agua: por este origen y por la compleja acción ejercida por el agua en la formación de las cavidades subterráneas se interesa la espeleohidrología.

Estudiando la acción y las características del agua en las simas es posible considerar la caverna no sólo según su significado prístino, sino también en función a lo que contiene, principalmente el ambiente subterráneo (segundo significado de la palabra caverna). El ambiente está condicionado por factores químicos y fenómenos físicos característicos, que crean en las cavernas unas condiciones ambientales únicas. De los fenómenos que se derivan de ellas se ocupa la espeleología física, pero sus consecuencias se extienden también a otros campos: en este ambiente existen

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formas de vida (espeleoflora y espeleofauna) de características completamente particulares y que constituyen objeto de estudio por parte de la espeleobiología.

Gracias al clima particular de muchas cavidades subterráneas y a las funciones naturales que tuvieron en el pasado, es posible hallar en su interior restos antiquísimos que atestiguan la existencia ele formas de vida extinguidas (ele esto trata la espeleopaleontología), y particularmente reliquias que nos hablan de la vida del hombre prehistórico (lo cual es objeto ele estudio por parte de la espeleopaletnología).

Incluso hoy en día la vida de ciertas poblaciones se halla íntimamente unida a las cavernas, ofreciendo en consecuencia materia de estudio a la espeleoetnografía.

Se realizan además investigaciones de espeleofisiología, para estudiar el comportamiento del organismo humano en el ambiente subterráneo.

También constituye objeto de estudio la influencia psicológica ejercida por las cavernas en el hombre (folklore: trajes, ceremonias, leyendas inspiradas por las grutas, etc.).

Estas son las principales ramas en que se divide la espeleología científica. En 10 que concierne más exactamente al tema de este libro -la espeleología exploratoria y técnica-, estos dos aspectos, como ya hemos dicho, pueden practicarse por separado o con independencia del aspecto científico. Lo importante es que entre espeleólogos exploradores, técnicos y especialistas reine una estrecha colaboración.

Esta colaboración resulta posible gracias a la forma como se halla estructurada la organización espeleológica.

2. Las organizaciones espeleológicas

Quien decida dedicarse más o menos enteramente a la espeleología es muy dueño de actuar como crea oportuno: actuar solo, agregarse a grupos espeleológicos ya existentes e incluso fundar grupos nuevos, si en su región no los hay. Sin embargo, es aconsejable que para iniciarse solicite información y asesoramiento a los grupos espeleológicos locales o a las asociaciones de carácter nacional.

Lo esencial, en una palabra, es difundir los resultados alcanzados entre los miembros de dicha organización espeleológica nacional (presentando comunicaciones a los congresos, publicándolos en las revistas, o comunicándolos privadamente a especialistas que pueden utilizarlos para sus estudios). Solamente así se alcanzarán resultados verdaderamente útiles.

El verdadero "padre de la espeleología» en España fue el sacerdote catalán mosén Norbert Font y Sagué (1873-1910). Influido por el francés Martel, sus actividades comenzaron en el macizo cársico de Garraf, donde, en 1898, con Luis M. Vidal, alcanzó los -111 m en la exploración parcial del famoso Avene de la Feria y antes, en aquel mismo año, los -120 m en el Avene del Bruc. Pero las actividades de Font y Sagué no se limitaron al macizo de Garraf, sino que se extendieron profusamente por toda la región catalana; hemos de citar en especial sus exploraciones de la Cava Fonda, Avene de Fontaubella y las importantes simas pirenaicas de Forat d'Esteles y Avene de Sant Oú, con sus -98 metros.

El resultado inmediato de la obra de mosén Font y Sagué fue la fundación de la primera sociedad dedicada a la espeleología en la península ibérica. El Club

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Muntanyenc Barcelonés fue fundado diez años después de la fundación de la moderna espeleología por Martel, y en 1907 realizó su primera campaña de exploraciones.

El antiguo Club Muntanyenc, fusionado a partir de 1931 con el Centro Excursionista Barcelonés, continuó las actividades espeleológicas en los años inmediatamente anteriores a la guerra de España. Un nutrido y activo grupo de espeleólogos, entre los que cabe destacar a J. Andorrá, 1. Benavent, J. Closas, F. Español, N. Llopis, A. Maymó, J. Morell, R. de Semir y F. VilIalta, llevaron a cabo algunas exploraciones, cuyos resultados dieron a conocer en 1935, con la publicación de un segundo Sota Terra.

Al término de la guerra española parecía absolutamente olvidada la gran tradición espeleológica catalana. Fuera de Cataluña la espeleología ibérica se había detenido en la época de Puig y Larraz, autor de Cuevas y Simas de España, publicado en 1896. El contacto con los animosos y jóvenes espeleólogos del G.E.S. suscitó la aparición de grupos espeleológicos locales; una sección de la Sociedad Aranzadi en San Sebastián, el Grupo de Espeleólogos Granadinos de Granada, una sección del Centro Excursionista de Alcoy, el Grupo Espeleológico Edelweiss de Burgos, organizador de la exploración al Ojo Guareña en 1958 y 1963, etc.

En Cataluña, entretanto, continúan apareciendo nuevos centros y grupos espeleológicos, entre los que hay que mencionar, además del G.E.S., que posiblemente sea hoy uno de los grupos más potentes en el campo internacional, al E.R.E. (Equip de Recerques Espeleologíques), del Centro Excursionista de Cataluña, especializado en cavidades inundadas, la Sección del Centro Excursionista de la Comarca de Bages, y muchos otros.

En agosto de 1953, un equipo de espeleólogos españoles participó con los más renombrados espeleólogos franceses en la exploración de la sima de San Martín, en los Pirineos navarros, en la que un año antes había hallado trágicamente la muerte el espeleólogo Marcel Loubens. En 1956 se inauguraron en Aránzazu las Jornadas Vasco-Navarras de Espeleología, organizadas por la Excelentísima Diputación Foral de Navarra a través de su Institución Príncipe de Viana. Como escribe el doctor Noel Llopis, alma de estas reuniones, las jornadas vasco-navarras de espeleología «representan sin duda alguna uno de los pasos más importantes que han sido dados en el desarrollo de la espeleología española, no sólo porque bajo esta denominación se reúnen y colaboran espeleólogos de todas las regiones de España, sino porque además estas asambleas están concebidas bajo unas directrices fundamentalmente científicas, que contribuyen a orientar a la juventud española que tiene afición por la espeleología por los auténticos senderos de esta ciencia».

La brillante trayectoria seguida por la espeleología de nuestro país, desde que comenzaron las investigaciones sistemáticas en Cataluña por obra de Font y Sagué, ha culminado en los extraordinarios resultados conseguidos durante los dos últimos años. En 1962, el G.E.S. del C. M. Barcelonés llevó a cabo su segunda expedición al archipiélago de las Canarias, siendo el principal teatro de operaciones la desértica isla de Lanzarote. Las exploraciones subterráneas chocaron con extraordinarias dificultades debido a las elevadas temperaturas del subsuelo, llegándose a registrar 400 grados en algunas oquedades de los volcanes Trarnesana, Hilario y Timanfaya. Los difícilmente transitables «malpaíses», en los que todo vestigio de vida ha desaparecido, constituyeron otro importante problema.

Durante el año de 1963 se obtuvieron tres importantes resultados en cavernas. El grupo Edelweiss organizó una nueva expedición al sistema de Ojo Guareña, en la que participaron espeleólogos de todas las regiones de España. Aproximadamente por la

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misma fecha, el G.E.S. del Club Montañés Barcelonés realizó su octava expedición a la cueva Cullalvera (Santander), que desde 1909 constituía el objetivo de numerosas expediciones nacionales y extranjeras, sin haberse llegado a realizar su total exploración (por su longitud, 6 km 300 m), esta cueva es la tercera cavidad de nuestro país). La tercera gran victoria de aquel año corrió a cargo del Grupo Espeleológico Alavés. Desde hace largos años dicho grupo viene explorando sistemáticamente la laberíntica cueva de Mairuelegorreta (macizo de Garbea) formada por tres pisos con un desnivel de -210 m. Se trata de una cavidad muy espectacular por la que discurren dos ríos subterráneos. Recientemente descubrieron una nueva red de galerías que, convenientemente topografiada, ha llevado el desarrollo de la cueva a los 10 km, siendo la segunda cavidad española que alcanza tan notable magnitud.

En la actualidad, la espeleología española conoce un auge extraordinario. Nuestro país, con zonas cársicas abundantes, es ideal para la práctica de la espeleología. La mayor de las simas españolas ocupa el séptimo lugar entre las grandes cavernas conocidas del planeta, y la cuarta constituye la mayor cavidad volcánica explorada hasta el presente en todo el mundo.

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Qué son y cómo se forman las cavernas

Quien quiera dedicarse a la exploración subterránea debe conocer a fondo el complejo mecanismo de la formación de las cavernas. Sin tales conocimientos no le sería posible interpretar la naturaleza del paisaje subterráneo ni la de los fenómenos que en él suceden.

Aunque la lectura de estas primeras páginas requiera bastante atención, su estudio resulta fundamental, pues representa la base de los temas que más adelante se desarrollarán.

1. La roca cársica

Las cavidades naturales pueden tener orígenes distintos y abrirse en terrenos diferentes (por ejemplo volcánicos). Sin embargo, las que se hallan más difundidas y que más nos interesan se originan en las rocas cársicas, o kársticas, constituidas por calizas, según un proceso bien definido.

Las rocas calizas se formaron (y siguen formándose) por .sedimentación del carbonato de calcio o calcita (CO3 Ca) en los fondos marinos, o porque el carbonato de calcio existente en el mar se «precipita» (o sea, que se separa de la solución en que se halla inmerso para depositarse en el fondo), o bien es «fijado» (o sea, almacenado o absorbido) por organismos vivientes cuyos esqueletos se van acumulando en el rondo. Por supuesto, las rocas calizas pueden tener también otro origen, pero el principal es éste.

A causa de las variaciones climáticas, esta sedimentación se estratifica: a un depósito calizo de pocos centímetros o decímetros se superpone una fina capa de arcilla, que delimita la capa superior de la inferior y que constituye la juntura de estratificación, uno de los planos sobre el que se desarrollan de preferencia las galerías de las grutas. Junto con el carbonato de calcio se depositan otros minerales, que llamaremos impurezas de la caliza. De su mayor o menor abundancia, entre otras cosas, dependerá que las cavidades naturales que se formen sean más o menos accesibles.

La calcita así depositada sufre un largo proceso durante el cual se transforma en roca. A consecuencia de movimientos de la corteza terrestre, los sedimentos emergen del mar y durante este proceso sufren a menudo plegamientos, en los que se forman las sinclinales (o valles de plegamiento) y las anticlinales (o crestas del plegamiento). Con frecuencia las rocas se hienden, originando así fracturas a lo largo de planos verticales o inclinados. Las más comunes son las diac1asas, no muy extendidas ni muy profundas, pero numerosas y dispuestas en planos paralelos a tres direcciones principales, que grosso modo se cortan entre sí perpendicularmente. Uno de estos planos suele ser el de la estratificación. Más raras, pero con frecuencia más extensas y por lo tanto más profundas, son las fallas, fracturas cuyos bordes han sufrido un desplazamiento elevándose uno sobre el otro.

Después de pasar por todas estas vicisitudes la caliza se convierte en karst, o roca cársica, ya que:

a) Por su composición química puede ser atacada por el agua.

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b) La masa rocosa presenta fisuras que la hacen «permeable» (esta es la "permeabilidad en grande» o «accidental», distinta de la permeabilidad «de agregación», que es propia, por ejemplo, de las arenas y la grava y que no tiene nada que ver con los fenómenos cársicos).

Solamente una roca de estas características (como la caliza se comportan la sal gema, el yeso, la dolomita, etc.) puede albergar el fenómeno que recibe el nombre de «fenómeno cársico», con el conjunto de sus manifestaciones externas e internas: estas últimas son precisamente las cavidades subterráneas.1

2. La acción química del agua

Como ya hemos indicado, el agua es el principal factor que interviene en la formación de las cavernas. Veamos cómo actúa.

Si bien un litro de agua pura no puede dar más de 1020 mg de carbonato de calcio, un litro de agua de origen meteórico puede dar 50-60 mg, y esta misma agua, después de haber atravesado el humus o suelo vegetal, puede dar hasta diez veces más. Esto ocurre así porque en el aire, y más aún en el terreno que alberga raíces de plantas, etc., existe cierto porcentaje de anhídrido carbónico o bióxido de carbono (CO2), que, disuelto en el agua, da origen al ácido carbónico, el cual transforma al carbonato de calcio (poco soluble) en bicarbonato de calcio, que es mucho más soluble: el fenómeno de la transformación del carbonato en bicarbonato y de su consiguiente acarreo por disolución en el agua, se llama brevemente corrosión (véase fig. 1).

Este fenómeno constituye el inicio de la formación de cavernas.

De lo antedicho se desprende que cuanto mayor sea el contenido de ácido carbónico en el agua, más «corroerá» ésta la roca caliza. El contenido de este ácido en el agua disminuye al bajar la presión parcial del anhídrido carbónico en ella (como cualquiera puede constatar al preparar agua de mesa con «polvos») y disminuye al aumentar la temperatura del agua. Un litro de agua a una temperatura y a una presión determinada no puede, por consiguiente, contener más de cierta cantidad de bicarbonato de calcio disuelto.

Imaginemos, por ejemplo, que el porcentaje de CO2 del aire sea el mismo tanto fuera como dentro de la cavidad, e imaginemos también que nos encontramos en invierno, o sea, cuando la temperatura es distinta y precisamente la exterior es inferior a la interior. En tales condiciones, supongamos que llueve en una montaña caliza y que el agua empiece a atacar a la roca a una temperatura aproximada de 0 ºC, conteniendo, por ejemplo, 80 mg de anhídrido carbónico por litro. Al penetrar en las fisuras de la roca caliza, el agua arrastrará un máximo de 180 mg de carbonato cálcico por litro. Pero al llegar al ambiente más cálido de la oquedad subterránea, el agua aumenta su temperatura, pasando, por ejemplo, de 0 a 10 ºC. En tales condiciones, según las leyes que hemos citado, puede contener tan sólo un máximo de 126 mg de bicarbonato de calcio por litro. Los restantes 54 mg suben, y siendo la reacción de la corrosión reversible, se depositan.2 Este fenómeno, favorecido por la evaporación y

1 En el volumen La Italia Física del TCI, citado en la Bibliografía, figura un cuadro sinóptico de la distribución de las rocas cársicas en las diversas regiones de Italia, y de los fenómenos cársicos. (El término cársico procede de la reglón caliza situada entre Trieste y Ljubljana, llamada precisamente Karst. N. del T.)2 Los datos de este ejemplo tienen un valor puramente teórico, por cuanto no tienen en cuenta el rendimiento de reacción, ni el CO2 liberado, que asegura la estabilidad de la solución de bicarbonato de calcio y por lo tanto no participa en la reacción.

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ayudado por otros hechos complejos, da origen a las formaciones por depósito de las concreciones cristalinas de las cavernas: estalactitas, estalagmitas, etc.

Para que el proceso que hemos referido pueda verificarse es necesario que el anhídrido carbónico se separe del agua, y que la superficie de ésta se halle en contacto con el aire, el cual debe hallarse en movimiento. En realidad, si no existiese circulación aérea en la cavidad; en breve tiempo el anhídrido carbónico, acumulándose, crearía en la superficie del agua una presión parcial que impediría a dicho gas (CO2) contenido en el agua que siguiese liberándose. Por este motivo el agua puede circular largo tiempo bajo presión (total o parcial del anhídrido carbónico) sin dar origen a depósitos, los cuales solamente se producen cuando el agua pasa por angostas fisuras a un ambiente ventilado y de temperatura más elevada.

En verano el mismo fenómeno produce naturalmente resultados distintos: el agua exterior, más caliente, se enfría al penetrar bajo tierra, y, al ponerse en contacto con el aire de la caverna, no deposita calcita, sino que capta anhídrido carbónico, continuando así su acción corrosiva a mayor profundidad. (Las condiciones reales del fenómeno difieren algo del esquema que damos en la ilustración, por efecto del distinto porcentaje de CO2 que tiene el aire exterior y el subterráneo, mayor en este último).

3. El origen de las cavernas

El proceso químico de la corrosión es el único que puede dar principio a la formación de las cavidades subterráneas. El agua, al corroer las paredes, "impregna»

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todas las fracturas de las rocas cársicas y tiende a escurrirse por el interior de éstas, hasta salir a un nivel inferior.

Durante este correntío, el agua tiene que recorrer ciertos puntos de las fracturas con preferencia a otros (por ejemplo, los más anchos): en consecuencia, a lo largo de éstos se forman conductos que recogen y conducen toda el agua. Luego veremos qué sucede en ellos.

Ocupémonos ahora por un momento de la zona superior o de penetración del agua bajo tierra, constituida por las fracturas que, en la mayor parte de su extensión, están sólo recorridas por algunas lisuras. El agua actúa muy lentamente en los puntos más débiles de éstas, donde origina cavidades que se van agrandando a lo largo de la fractura, especialmente gracias a los derrumbamientos. Si esta cavidad inicial se ha formado en la fractura a cierta profundidad en el subsuelo, al hacerse mayor puede llegar a confundirse con otras semejantes e incluso a aflorar en la superficie externa, estableciendo así una comunicación con el exterior. De este modo se pueden originar altas galerías subhorizontales y sobre todo simas profundas, como, por ejemplo, las del Karst triestino. Este, sin embargo, es tan sólo un aspecto del fenómeno cársico subterráneo.

Volvamos ahora a la red de canalizaciones primitiva por la que discurre el agua: cuando esta circulación se realiza a bastante velocidad, la corrosión queda sustituida como agente principal por un proceso destructor de naturaleza mecánica: la erosión.

Al principio el agua erosiona la roca al circular bajo presión, y los conductos así excavados tienen una forma característica: trazado rectilíneo mientras siguen una misma fractura; dimensiones regulares (si existiesen inicialmente pasajes más angostos, allí la velocidad del agua sería mayor, y en consecuencia la acción erosiva más intensa, con el resultado de que estos golletes serían eliminados); otra característica fácilmente observable (pero no exclusiva) es la sección elíptica de estas galerías, que tiende hacia la forma circular (al ser la acción del agua que circula por las fisuras o hendiduras mayor en las paredes más próximas). Como veremos, es conveniente que el espeleólogo explorador sepa reconocer las conducciones de «conducción forzada», o sea, abiertas por la presión del agua.

En un segundo tiempo, la erosión en estas conducciones se produce por simples correntías, de manera análoga a la de un torrente que discurre encajado en una garganta. En esta fase tiene siempre mayor importancia la acción abrasiva de los materiales sólidos acarreados por el agua (arcilla, arena, grava). Existe una analogía con lo que sucede al aire libre en el mecanismo de formación de marmitas y en el dibujo meandriforme de las conducciones. De esta manera se excavan verdaderos barrancos, que alcanzan profundidades de docenas de metros. Las cascadas excavan «pozos» de forma acampanada característica.

Junto con la erosión del agua entra en acción el principal factor que determina el ensanchamiento de las cavidades subterráneas: la fuerza de gravedad, causa directa de desplomes y hundimientos (ya «preparados» por la erosión y sobre todo por la corrosión. Véase figura 2). Puede desplomarse, por ejemplo, el tabique que separa a dos galerías superpuestas, el que separa pozos contiguos e incluso también la bóveda de una caverna, que así se transforma en una sima de hundimiento o en una depresión mayor del terreno llamada dolina,3 etc.

3 Término eslavo que significa valle y que ha pasado al lenguaje geográfico para designar una depresión cerrada, de forma más o menos circular, generalmente más ancha que profunda y cuyo diámetro varía de varios metros a varios hectómetros. Una dolina constituye un punto privilegiado de absorción para las aguas meteóricas en las regiones calcáreas. (N. del T.)

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Resumiendo: la corrosión hace que el agua se abra paso cada vez más profundamente hacia el interior del macizo cársíco, La erosión ensancha estos pasos y los transforma en conducciones y galerías. Los desplomes continúan esta obra de ensanchamiento, formando salas y provocando por último la destrucción de la propia cavidad.

2. Partes del sistema cársico

4. El ciclo cársico

Con lo que acabamos de exponer queda ya esbozado en parte el ciclo cársico, o sea, la serie de acontecimientos que transforman (y destruyen) un macizo rocoso sometido a los fenómenos cársicos.

Al principio, bajo la superficie se excava gracias a la corrosión una red de angostas canalizaciones que siguen las fracturas de origen tectónico (diaclasas, fallas, etc.). Por algunas de ellas empieza a circular el agua (siempre bajo presión), siguiendo recorridos que al principio son muy caprichosos. Esta red de conducciones se transforma posteriormente en un sistema hidrológico más regular que, como veremos, suele comprender: hendiduras por las que el agua es absorbida, conducciones a través de las cuales confluye en un único torrente hipogeo, galerías recorridas por este torrente colector, por las cuales el agua sale. Al propio tiempo, en la zona de correntío, dentro de las fracturas no recorridas por el colector ni los afluentes, se originan, especialmente a causa de la corrosión y de los desplomes, oquedades verticales alargadas en continua expansión.

Si la masa calcárea posee un espesor suficiente, el agua tiende a abandonar las galerías ya excavadas para abrirse nuevos pasos a niveles inferiores. Así, a la nueva red de canalizaciones activa se sobrepone un sistema de cavidades que ya no están recorridas por el agua y que, por lo tanto, son inactivas o fósiles. A veces estas partes superiores de la cavidad son invadidas todavía por las aguas durante las crecidas, recibiendo entonces el nombre de semiactivas.

La acción erosiva, que ya ha acarreado cierto volumen de materiales del interior del macizo, se ve posteriormente ayudada por los desprendimientos. Este proceso tiende a la eliminación completa de la caliza, hasta descubrir un nivel Inferior de roca

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impermeable, o bien hasta el nivel del mar, bajo el cual, evidentemente, no puede continuar por mucho tiempo un proceso basado en la circulación del agua.

La exploración de una caverna se podrá efectuar totalmente o en parte, con facilidad o sin ella, con determinados medios o con otros, según cuál sea la etapa en que se encuentre el macizo cársico que la alberga.

En la etapa de la circulación a presión las cavidades ofrecen escasísimas posibilidades de penetración y en cualquier caso se impone el uso de la escafandra autónoma.

Cuando la circulación del agua es libre, la gruta o cavidad presenta mayores posibilidades de exploración, aunque sea fácil encontrar tramos, a veces cortos, en los que el agua circula a presión. Estos tramos reciben el nombre de sifones.

Una caverna ofrece las mayores probabilidades de ser explorada en su totalidad cuando, en su interior, a las conducciones activas se sobreponen galerías semiactivas o fósiles (estas últimas no excesivamente concrecionadas ni hundidas).

En etapas más avanzadas (carso maduro o senil), la penetrabilidad de un sistema de cavidades se ve nuevamente reducida, puesto que los desprendimientos, depósitos de concreciones cristalinas, cortes producidos por erosión externa, hundimientos, etc., aíslan las diversas partes del sistema, bloqueando a menudo a poca profundidad las que se comunican con el exterior.

5. Clasificación de las cavidades a fines de exploración

Es conveniente que el explorador sepa clasificar las cavidades según la función que tienen actualmente o que tuvieron en el pasado. Quien reconoce, por ejemplo, un pozo abierto en una zona de absorción activa, sabrá que para explorarlo hacen falta cuerdas, escalas y equipo impermeable, aunque la cavidad de momento no se presente como un pozo propiamente dicho y no esté recorrido por el agua en su inicio.

Es preciso distinguir las diversas partes de un sistema cársico subterráneo, o sea, el conjunto de cavidades unidas entre sí que hemos visto formarse en un macizo cársico. En el sistema cársico se distinguen ante todo las manifestaciones externas y las internas o cavernas. Aunque lo que principalmente nos interesa son estas últimas, no por ello debemos descuidar las primeras, porque al hallarse tales manifestaciones, siempre necesariamente relacionadas, las formas superficiales del terreno cársico nos pueden revelar la existencia, naturaleza y disposición de cavernas inexploradas.

Teniendo en cuenta que se halle más o menos recorrida por el agua, distinguiremos en la caverna: aberturas y ramas activas, semiactivas y fósiles, de las que ya hemos hablado. Pero examinado en todas sus partes (véase figura 2), el sistema subterráneo comprende una zona de absorción o de filtro, otra de circulación permanente y una tercera de afloramiento.

a. Zona de absorción

La superficie sobre la que caen todas las aguas que después alimentarán el colector del sistema se llama cuenca de alimentación. En ocasiones ésta comprende una cuenca de recolección (en la cual las aguas se escurren en superficie sobre rocas impermeables) y comprende siempre una cuenca o zona de absorción, a través ele la cual las aguas pasan bajo tierra.

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Dicha absorción puede ocurrí r de una manera muy fraccionada o bien hallarse localizada en unos cuantos puntos. El primer caso corresponde al carso rocoso o desnudo: superficie perforada por fisuras en general poco accesibles, entre las cuales cumplen fines particulares los pozos de nieve y las pequeñas dolinas hidróvoras (con cavidades del terreno que recogen el agua de lluvia). El segundo caso corresponde al carso herboso o boscoso, constituido generalmente por amplias depresiones (llamadas poljés, cuencas cerradas, valles ciegos, etc.), en cuyo fondo existen aberturas absorbentes llamadas sumideros. Estas cuencas albergan a veces lagos temporales.

Un caso importante de absorción es el que sucede cuando un curso de agua desaparece súbitamente bajo tierra: la corriente puede seguir circulando bajo el lecho seco para reaparecer en el mismo más abajo (en España tenemos un buen ejemplo en los Ojos del Guadiana; estas conducciones raramente son accesibles), o bien atraviesan un afloramiento de rocas y reaparecen en otro valle (en cuyo caso tenemos una perforación hidrogeológica, frecuentemente penetrable, sobre todo si se forma en e! mismo plano de galerías sobrepuestas).

Salvo este último caso, las cavidades a que dan acceso las simas de absorción son por lo general fuertemente inclinadas (verticales y oblicuas): a ese tipo corresponden casi todos los pozos. Entre éstos, algunos han sido excavados por cascadas de agua (forma acampanada); otros por engrandecimiento de cavidades profundas a lo largo de una fractura, hasta comunicar con el exterior. Es preciso no confundir con los pozos absorbentes ciertas cavidades de afloramiento abiertas por el agua ascendente y bajo presión, y que pueden reconocerse por las características ya expuestas.

Cuando la zona absorbente se revela tan sólo gracias a las manifestaciones externas, mediante desobstrucciones o ensanchamientos se pueden hacer accesibles simas ocluidas o demasiado angostas.

b. Zona de escurrimiento

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Comprende principalmente las conducciones que comunican los vertederos absorbentes con el torrente colector hipogeo, el cual se forma gracias a su confluencia (que suele ocurrir entre 50 y 200 m bajo la superficie del suelo). Al explorar estos afluentes es fácil verse detenido por la angostura de las conducciones o por diversas oclusiones, pero, en compensación, en una zona de absorción fraccionada existen muchas comunicaciones entre la superficie y el colector: para alcanzarlo, basta con que una sola de ellas sea practicable.

Las galerías que recorre el colector, excavadas en forma de barranco, o bien con ramas semiactivas y fósiles superpuestas y bastante anchas, son la parte del sistema por la que puede avanzarse más fácilmente, a veces durante kilómetros. Cuando la roca cársica se extiende bajo el nivel del mar o bajo el nivel del fondo de un valle (que no sea, sin embargo, un valle muerto, es decir, sin circulación de agua en superficie), se produce un tipo cársico llamado profundo u holocarso. En el mismo, el colector, una vez alcanzado el nivel predicho, empieza a circular a presión en una zona llamada de escurrimiento sumergido (es decir, formada por sifones) que representa un obstáculo a menudo insuperable pura el espeleólogo (véase fig. 3).

c. Zona de afloramiento

Está constituida por aquellos vertederos a través de los cuales las aguas del colector hipogeo (que a menudo presenta difluencias en la zona de escurrimiento próxima al afloramiento) surgen de la roca cársica. Esto sucede generalmente al aire libre, aunque no es raro que ocurra bajo una cubierta de materiales de aluvión (arena, cascajo), entre los cuales el agua continúa discurriendo, sustrayéndose así a toda observación (véase fig. 3). Los vertederos de salida reciben el nombre genérico de fuentes de afloramiento. Suelen utilizarse también otros dos términos para describir las emergencias de la caliza, y son éstos los de resurgencia y de exurgencia.

Estas salidas se presentan como:

1. Vastas galerías inclinadas de las que surge el agua naturalmente o bien por hendiduras angostas, pero circulando sobre una capa impermeable subyacente, caso característico de un tipo cársico llamado superficial, fácilmente penetrable desde abajo.

2. Fuentes vauclusianas,4 en las cuales el agua aflora subiendo por el brazo ascendente de un «sifón», con frecuencia muy profundo (a veces submarino): caso característico del carso profundo.

Gran importancia tienen también las salidas semiactivas, llamadas afloramientos de excedencia o salidas de crecida que son accesibles en los períodos de estiaje.

6. los minerales de las cavernas

Hemos visto cómo una cavidad subterránea, al evolucionar hasta su fase más avanzada, queda más o menos obstruida totalmente. Los sedimentos que la rellenan pueden dividirse en tres tipos:

- bloques desprendidos, cuyo desplome puede haber sido debido a acciones erosivas, corrosivas o mecánicas;

4 Nombre tomado de la célebre fuente de Vaucluse. donde nace el Sorgues', cerca de Aviñón, en el fondo de un «valle cerrado», que se llamaría t1111l «reculéc» en el Jura, o un «bout du monde» en el Languedoc. (N, del T.)

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- depósitos fluviales, en forma de guijarros, arena o arcilla; esta última suele ser el residuo de la descalcificación de la caliza;

- concreciones. Teniendo en cuenta que éstas se presentan en multitud de aspectos, conviene describirlas con detalle.

El principal mineral que constituye las concreciones es la calcita, o sea, el carbonato de calcio romboédrico. Tan sólo en condiciones particulares el CO3 Ca se precipita en forma de aragonita, la cual suele transformarse después en calcita.

Las concreciones, como es sabido, presentan las formas más diversas. Se llaman estalactitas cuando cuelgan del techo y estalagmitas cuando se levantan desde el suelo.

Para que se forme una estalactita es necesario que el agua gotee desde un punto fijo. Suele iniciarse con un depósito anular cuyo diámetro es el mismo que el de la gota, y luego el depósito se va acreciendo con nuevos círculos situados exactamente bajo los anteriores, y así nace una estalactita tubular monocristalina, que puede alcanzar varios metros de largo. Tarde O temprano, sin embargo, el tubo tiene grandes probabilidades de obturarse; entonces la alimentación sigue la vía exterior y la estalactita aumenta de diámetro.

A veces la gota, en vez de caer desde un punto fijo, resbala a lo largo de una esquina, y entonces se forma una colgadura. Las estalagmitas se originan gracias a los depósitos calcáreos dejados por las gotas de agua que caen del techo. Por lo general son más rechonchas y macizas que las estalactitas y presentan aspectos variadísimos.

Entre las numerosas formas de concreciones calizas recordemos:

- las coladas estalagmíticas;

- los cristales de calcita, que se forman bajo el agua, en un estanque tranquilo;

- los gours, pequeños diques de calcita, que pueden medir varios metros de altura;

- las perlas de las cavernas, que se forman por acumulación sucesiva de calcita en torno a un núcleo en rotación;

- la calcita flotante, diminutos cristales que flotan en aguas tranquilas de las cubetas;

- las estalactitas excéntricas, caracterizadas por el hecho de que si bien se dirigen de arriba abajo, se hallan orientadas caprichosamente y muestran frecuentes cambios de dirección, sin atenerse en apariencia a ninguna ley física.

Mención aparte merecen las concreciones de moon milk, o leche de la luna. Se trata de una suspensión de carbonato de calcio en agua, con un contenido de H2O que puede alcanzar el 96 %; su aspecto general es el de un limo blanco y viscoso; su origen se presta a discusiones.

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En las grutas se pueden encontrar también concreciones de yeso, de sílice y otros minerales y también de hielo. Generalmente, éstos suelen entrar tan sólo en pequeñas cantidades en la composición de las concreciones calcáreas, y a ello se deben las diversas coloraciones que presentan.

Es frecuente decir que la edad de una concreción puede calcularse gracias a su peso y su longitud. Esta es una afirmación absolutamente fantástica, teniendo en cuenta que el crecimiento de una concreción depende de tan tos factores que resulta imposible controlarlos uno por uno.

3. Sistema cársico con afloramiento en plena roca carsógena (la zona de afloramiento está aumentada respecto al resto del sistema).

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En busca de nuevas cavernas

A diferencia de otras actividades, en espeleología se tropieza al principio con cierta dificultad en la localización de lo que es objeto de esta disciplina, o sea, las cavernas.

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Este es el primer obstáculo que encuentra quien desee dedicarse a la exploración espeleológica de una zona o de una región. A continuación ofrecemos algunas reglas de conducta útiles.

1. Informaciones de diversas fuentes

Antes de ponerse en campaña es indispensable un trabajo previo que permita dirigir convenientemente las investigaciones que se realizarán in situ. Conociendo lo que ya ha sido hecho por otros espeleólogos se evita la repetición de la misma tarea, pues esto sería completamente inútil para el progreso de los conocimientos espeleológicos, y por otra parte proporcionaría muy pocas satisfacciones a los exploradores.

Consideramos fuentes de información:

Las publicaciones de carácter general (guías turísticas y de alpinismo, monografías geográficas e históricas locales, tratados de geografía física y geología) o de carácter especializado (como los artículos publicados en revistas espeleológicas o científicas en general).

Las noticias inéditas que se encuentran en los archivos de los grupos espeleológicos o en poder de especialistas aislados.

Las hojas del catastro de cuevas (véase cap IX), copia de las cuales pueden encontrarse en los grupos espeleológicos o los encargados locales.

Las informaciones in situ. Pueden obtenerse por correspondencia, gracias a la cortesía de los alcaldes o de las asociaciones locales, pero lo más aconsejable es interrogar al mayor número posible de habitantes, especialmente los cazadores, campesinos, pastores, etc. (Es preciso tomarse muchas de estas informaciones con las debidas reservas siendo conveniente rogar al informante que nos acompañe hasta la entrada de la cavidad aludida).

Los mapas geológicos. Por lo que se refiere a Italia el mapa geológico se publica en hojas a la escala de 1: 100 000 (correspondiente a las hojas del mapa del I.G.M.). Se indican con diversos colores los afloramientos de rocas pertenecientes a diversos períodos geológicos. Teniendo en cuenta que en los límites de una región las rocas de cada período llenen casi Siempre las mismas características litológicas (es decir, son cársicas o no lo son), basta con leer en el borde del mapa a qué colores corresponden las rocas cársicas y dirigir únicamente nuestras investigaciones a las zonas señaladas por estos colores.

La disposición de los afloramientos permite también averiguar si se trata de carso superficial o profundo detalle muy útil para la exploración. Otros datos igualmente útiles proporcionados por estos mapas se refieren a la dirección la inmersión y la inclinación de los estratos así como la orientación de las principales fracturas. De todos estos elementos se pueden deducir las líneas más probables de desarrollo de los sistemas subterráneos.

Las Hojas al 25 000 del mapa de Italia publicado por el citado Istituto Geografico Militare, en las que se presentan detalladamente las formas del relieve, pueden indicar manifestaciones cársicas externas, que permitan deducir la existencia y la posición de correspondientes manifestaciones subterráneas. Son visibles principalmente las grandes dolinas, los valles cerrados, etc. (una curva de nivel que comprenda a otras de una cota inferior: si allí termina un curso de agua, señal de que éste desaparece bajo tierra), pequeñas dolinas (indicadas con el signo «-» rodeado por un círculo),

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vertederos, resurgencias, etc. A veces la caverna está indicada en el mapa y otras veces la presencia de fenómenos cársicos se puede deducir de la toponimia dialectal, característica de las diversas regiones.

2. Reconocimiento externo y delimitación de los sistemas cársicos

Después de haber consultado todas las fuentes de información y de excluir las localidades donde no afloran rocas cársicas, tendremos ya un cuadro preciso de la topografía externa de la zona en la que nos proponemos desarrollar nuestras actividades.

Al desplazarnos sobre el terreno, no conviene proceder al azar, o sea, visitando sucesivamente las diversas oquedades que se ofrezcan a nuestro paso, sino que es mucho mejor examinar toda la zona bajo el aspecto de la morfología cársica, según el cuadro que hemos trazado en el capítulo anterior.

Ante todo conviene tratar de delimitar los diversos sistemas cársicos subterráneos y distinguir sus diversas partes (absorción, escurrimiento, afloramiento). Así, una vez hallada la cavidad perteneciente a una de estas etapas, podremos deducir la existencia de las otras y contar con indicaciones sobre su probable emplazamiento, su forma y dimensiones. Esto resulta más fácil tratándose de sistemas activos, y por lo tanto relativamente jóvenes, y es más difícil en zonas de carso senil, pero no por ello deja de ser menos útil, porque permite presumir la existencia de aquellas partes del sistema obstruidas por hundimientos o concreciones y que pueden volver a descubrirse tras efectuar oportunos trabajos de desobstrucción.

Un sistema puede estar limitado:

a. Por condiciones geológicas: es decir, cuando la roca cársica está rodeada por roca impermeable, por la cual, naturalmente, no se extienden las cavidades. El contacto entre ambos tipos de roca puede producirse lateral e interiormente: en este último caso el colector del sistema profundiza hasta llegar a la capa freática determinada por el estrato rocoso impermeable y salir por las surgencias propias del carso superficial.

En algunos lugares la roca calcárea no está fracturada, y por ello no es permeable. Estas zonas de caliza impermeable pueden delimitar dos sistemas distintos, que a veces se desarrollan casi contiguos pero sin comunicación entre sí. No debe cometerse el error de creer que todas las oquedades que se abren en una misma montaña calcárea tengan que estar necesariamente comunicadas entre sí.

b. Por condiciones geográficas: éstas no están representadas por las líneas divisorias de las aguas que delimitan las aguas de escurrimiento superficiales. En realidad, las aguas subterráneas siguen las fracturas de las rocas y por ello excavan con frecuencia sistemas de cavernas, cuyos orificios de absorción se encuentran en una ladera y cuyas resurgencias se hallan situadas en la ladera opuesta de la misma cadena montañosa (como en el ejemplo ya citado de la perforación hidrogeológica). Además de las líneas de división de las aguas, otras características de la superficie del terreno pueden llamar a engaño a quien desee localizar el curso de un torrente hipogeo. Por ejemplo, un torrente que desaparezca bajo tierra (por un vertedero) sólo a veces conserva en su curso hipogeo el sentido y la dirección que llevaba cuando corría por la superficie; es más frecuente que ambos resulten alterados, o bien el sentido en que discurren las aguas se invierte totalmente, a poco de haber desaparecido éstas bajo tierra. Así, el surco de un valle muerto (o sea, que ya no está recorrido por aguas

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superficiales) no siempre indica la dirección seguida bajo tierra por el colector del sistema. Esto sucede cuando el valle se ha originado por fusión de hundimientos alineados por encima del torrente subterráneo. En cambio, cuando el valle ha sido excavado por otros agentes (por ejemplo, por erosión de antiguos glaciares), la dirección del colector subterráneo puede cortarlo transversalmente para ir a salir a otro sitio, a menudo en otro valle, paralelo al muerto y situado en una cota inferior.

Las condiciones geográficas que imponen límites al sistema, en cambio, son las que ya hemos considerado en el caso del tipo cársico profundo u holocarso: el nivel del mar o el nivel (y el curso) de un valle llano activo (es decir, que presente circulación acuática externa, pero teniendo su lecho excavado en roca cársica).

Este es el caso más complicado que puede presentarse al espeleólogo dispuesto a localizar y delimitar un sistema: merece pues que nos detengamos un poco en él, observando al mismo tiempo la figura 3, que representa un sistema delimitado a la derecha por capas impermeables, y abajo y a la izquierda por el fondo de un valle. Posee dos vertederos conectados con la zona de aguas freáticas sumergidas (capa freática o zona de imbibición general). Uno de ellos (R) está siempre en actividad; a través de él las aguas, apenas salidas de la roca, se difunden por el terreno de aluvión del fondo del valle, desapareciendo así por completo a los ojos del observador externo. El segundo vertedero (TP) es una salida de excedencia, visible y situada en el lado opuesto del valle, pero de ella no sale más que una mínima parte del agua del colector. Tras un examen externo se atribuye a TP una cuenca de alimentación muy pequeña y situada en la misma ladera del valle en que se abre TP. Conclusiones evidentemente erróneas, que sólo una prueba basada en el lanzamiento de colorantes -como más adelante se verá- puede corregir.

En la práctica es raro encontrar reunidas todas las complicaciones de este ejemplo, pero al delimitar los sistemas del carso profundo conviene tener presente incluso estas posibilidades.

3. Búsqueda de cavidades en zona de absorción

Los vertederos y las pérdidas se localizan fácilmente examinando los cursos de agua en el punto en que pasan de un lecho de roca impermeable a la roca cársica (véase fig. 3) (utilícese el mapa geológico); el lecho de un torrente que ha quedado en seco después de la absorción puede servir para indicar estas aberturas a quien recorra la zona. Si la pérdida se produce a través de agujeros inaccesibles (demasiado angostos, cubiertos de aluviones, ocupados totalmente por el agua), hay que buscar las antiguas simas absorbentes (fósiles) en el trozo de lecho seco del valle, o bien en los lados de éste. Si no se descubren estos pasos, se puede establecer el curso probable del torrente subterráneo e intentar abrir algunos pozos en su vertical (o sobre sus afluentes subterráneos).

En el carso desnudo de absorción muy fraccionada resulta más difícil hallar aberturas accesibles que en un carso con pocos vertederos (que, al absorber cada uno de ellos las aguas de una superficie bastante extensa, han sido ensanchados aún más por la erosión). Desde luego, las simas más prometedoras son las que se abren en el fondo de grandes depresiones, pero con frecuencia y a causa de su misma situación están obstruidas por materiales clásticos o de aluvión. En tal caso ofrecen mejores posibilidades aquellas cavidades (de tipo fósil) situadas en las laderas, que se presentan como antiguos vertederos (señales de erosión en las paredes, pozos helicoidales o gateras que forman meandros).

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El carso desnudo, especialmente por encima de los 1000 m, presenta a veces pozos de boca muy amplia; no se crea por este motivo que deban dar acceso a cavidades profundas, porque su ensanchamiento (en el caso de absorción fraccionada) es debida a la gran acción corrosiva que desarrollan inicialmente las aguas meteóricas, acción que se puede aplicar también a fracturas poco profundas y que en cualquier caso termina a los pocos metros. En nuestras búsquedas deberemos fijarnos sobre todo en el tamaño de las fracturas en las que se abren los orificios. En una superficie cársica la corrosión, al ensanchar sus bordes, pone bien en evidencia las fracturas de la roca; suelen abundar las diaclasas poco profundas, dispuestas paralelamente a tres direcciones dominantes. Las pocas fracturas que no siguen estas direcciones acostumbran ser las más profundas y ofrecen la posibilidad de un notable desarrollo subterráneo: albergan a menudo el colector del sistema, que sigue precisamente su dirección.

4. Búsqueda de cavidades en zona de afloramiento

Si se quiere penetrar en un sistema partiendo desde abajo, es preciso recordar que las salidas de agua activas sólo son penetrables directamente en el caso del carso superficial (y no siempre). En el tipo cársico profundo, en cambio} se presentan fuentes vaucIusianas, no accesibles por medios normales.

Mejores posibilidades ofrecen las salidas de desbordamiento y las salidas fósiles (aunque a veces estén muy lejos de las activas; en este caso no hay que confundir las fuentes vauclusianas con pozos absorbentes). Esas hay que buscarlas retrocediendo y subiendo (en dirección a la zona de absorción) a lo largo del accidente geológico (falla, junta de estratificación, etc.) o geográfico (fondo del valle) que determina la salida activa.

Dejando aparte la posibilidad de penetrar más o menos al interior del sistema, el examen de las salidas puede dar algunas indicaciones generales útiles: por el análisis de los materiales de aluvión acarreados por las aguas subterráneas (en el caso de que contengan minerales característicos de un determinado nivel estratigráfico o de un afloramiento conocido) se puede establecer la procedencia de las aguas que los han transportado, o sea, localizar la cuenca de alimentación del sistema o la zona de escurrimiento.

El volumen del agua emitida por las salidas puede dar una idea de la extensión que ocupa la cuenca de alimentación del sistema. Este punto no se puede establecer de una manera absoluta, porque es imposible tener en cuenta todos los factores (cantidad de la precipitación, agua evaporada, utilizada por los vegetales, agua de condensación interna, salidas ocultas, etc.), pero puede ser un dato indicativo si se compara con el alcance de salida de sistemas análogos y ya conocidos que se encuentran en las cercanías.

Otras indicaciones las proporcionan las variaciones de la capacidad.

Ante todo, este es un medio que sirve para averiguar si una resurgencia es cársica o no: las simas emisarias cársicas emiten grandes cantidades de agua y presentan enormes oscilaciones de volumen.

Si a consecuencia de unas fuertes lluvias un gran aumento del caudal se transmite lentamente desde la zona de absorción a las salidas, de ello se debe concluir que por lo menos se cumple una de las condiciones siguientes:

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4. Continuación en la zona de imbibición general.A = segmento de rama fósil que permite superar el primer sifón.S = pequeña galería que durante el funcionamiento a pleno de la purga del depósito situado más arriba sirve para “saltar" el segundo sifón.B y B': segmento de la galería fósil cerrado por obstrucciones. Su existencia se presume por el descubrimiento del segmento A. El segmento B se puede alcanzar subiendo por la chimenea C.

1. En la cuenca de recogida hay una cobertura de roca impermeable o de terreno vegetal.

2. El torrente interior no tiene una gran pendiente.

3. En su interior posee mecanismos reguladores particulares. Se pueden considerar como tales grandes cuencas de depósito que sólo se llenan en crecida, corriente arriba de un estrechamiento, cuando el agua no puede ser absorbida por éste en su totalidad. Con frecuencia, sin embargo, el nivel sube hasta alcanzar galerías semiactivas, a través de las cuales el agua continúa circulando libremente, de modo que la transmisión de la crecida sólo consigue retrasarse. Semejante configuración interna permite que en los períodos de estiaje se puedan superar angosturas y sifones a través de los pasos superiores semiactivos (véase fig. 4).

En cambio, si las crecidas se transmiten velozmente, esto significa que:

1. La cuenca de recolección es en gran parte un carso desnudo.

2. El colector debe de tener una gran pendiente.

3. No posee mecanismos reguladores particulares.

Esto no quiere decir que no albergue también grandes depósitos subterráneos en su interior, sino únicamente que éstos siguen llenos incluso en períodos de estiaje.

Para saber si existen o no estos depósitos subterráneos, es preciso observar el tiempo que emplea un colorante en recorrer el sistema, puesto que la presencia de un depósito o lago subterráneo retrasa siempre su propagación.

5. Busca de continuaciones en la zona de escurrimiento

Después de haberse metido por una abertura cualquiera del sistema, hay que descubrir en su interior las continuaciones, a fin de atravesarlo completamente, si esto

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es posible. Damos a continuación una lista de los principales obstáculos que se pueden encontrar y que indicarán con qué equipo debe emprenderse la exploración.

a. Penetrando en el sistema por las salidas (o bien descendiendo por el torrente, en el caso de la perforación hidrogeológica): depósitos llenos casi totalmente de agua, sifones (a veces sólo temporales), obstrucciones por depósitos de aluvión en las ramas serniactivas o por concreciones en las ramas fósiles, angostas gateras, a menudo de forma laberíntica: saltos que hay que escalar: cascadas, caminos.

b. Bajando por los vertederos de absorción: pozos recorridos o no por el agua, oclusiones por conos de derrubios de procedencia externa, por amontonamiento de bloques caldos, a veces cementados por concreciones, oclusiones de nieve y hielo (con frecuencia temporales), estrechas hendiduras meandriformes entre un pozo y otro, laminadores y estrechamientos en general.

Siguiendo el colector son preferibles las galerías superiores a las activas, pues éstas suelen presentar sifones. Si el sifón está producido por un estrechamiento del conducto, aunque en la caverna falten galerías superiores propiamente dichas es posible encontrar gateras que permiten salvar providencialmente el sifón (fig. 4). Estas presentan las características de las conducciones abiertas a presión (conducción forzada) y hay que probarlas, aunque sean angostas y difícilmente practicables.

Las galerías de la sección fósil, antiguamente comunicadas entre sí, pueden hallarse incomunicadas a causa de diversas obstrucciones. Basándose en la disposición de los tramos aún abiertos y sabiendo que estas galerías siguen el curso de las activas subyacentes, se puede deducir la existencia y la posición de las partes incomunicadas: con frecuencia éstas se pueden alcanzar a través de agujeros o «caminos» que ponen en comunicación un plano de galerías inferiores accesibles con la galería superior inexplorada (comunicaciones originadas muchas veces por hundimientos Y reveladas por los amontonamientos de bloques rocosos en el piso de la galería inferior) (véase fig, 4).

6. Observaciones sobre el aire de las cavernas

La circulación aérea en el interior de una cavidad puede estar producida a veces por bruscas variaciones de la presión atmosférica (fenómenos que en general son de breve duración e irregulares), por arrastre de aire operado por un torrente que se infiltra bajo tierra, por la acción del viento en la superficie cársica exterior, por movimientos locales producidos por una cascada, etc. Con excepción del primero y el último caso, cuando advirtamos la presencia de una corriente de aire continua es lícito deducir que existe una comunicación entre dos o más aberturas exteriores de un mismo sistema subterráneo.

El caso más común Y que más nos interesa es el que resulta de las siguientes condiciones:

a. Existe diferente densidad entre el aire interior de la caverna y el aire exterior (a causa de la diferencia de temperatura y humedad); esto se verifica prácticamente siempre.

b. La cavidad presenta dos aberturas a diferente altitud. Se crea entonces una corriente de aire que puede ir de abajo arriba o viceversa.

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El primer caso se produce en invierno, cuando el aire interior (de temperatura constante durante todo el año) es más caliente que la atmósfera exterior; al producirse en verano el fenómeno contrario, el aire circula de arriba abajo. A menudo, en las estaciones intermedias, la corriente invierte su sentido, pasando por ejemplo del día (aire exterior más caliente) a la noche (aire exterior más frío). Existen momentos, naturalmente, en que la velocidad del aire es nula.

Observando atentamente todas las corrientes de aire (sentido, intensidad, lugar, hora, estación), se pueden sacar deducciones importantes sobre la existencia de otras aberturas y su posible ubicación, recordando -además de lo que ya se ha dicho- que la violencia de la corriente en el caso que se considere será tanto mayor cuanto mayor sea el desnivel entre ambas oquedades, mayor la diferencia de temperatura y en consecuencia de densidad entre las dos columnas de aire (la interior y la exterior), y cuanto más anchas sean las galerías que recorre el aire, y en cambio, comparado con éstas, estrecho sea el punto en que se observa la corriente. Recuérdese además que esta circulación no se verifica tan sólo entre simas absorbentes y exutorios, sino también entre dos o más entradas situadas a diferentes altitudes, etc. (fig. 5).

Además de las susodichas corrientes de aire, conviene tener en cuenta a veces la temperatura del aire, que varía según si una caverna comunique con cavidades profundas o bien quede cerrada al poco trecho. En este último caso, si la caverna es descendente se recoge en ella un aire más frío que la temperatura media anual del lugar, pero si es ascendente, este aire es más cálido. Si no se cumplen estas condiciones, la cavidad resulta prometedora desde el punto de vista de la exploración; por ejemplo, los pozos en los cuales la nieve se deposita hasta muy avanzado el verano si no poseen corriente de aire presentan escaso interés, mientras que en una zona de absorción rica en oquedades para localizar las aberturas comunicantes con cavidades profundas conviene efectuar un reconocimiento externo cuando la superficie esté recubierta de nieve reciente a fin de localizar los pocos orificios abiertos gracias al aire caliente interior que ha fundido la nieve.

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5. Circulación del aire en una sima de montaña (según esquema de P. Chiesa).

Asimismo, una cavidad ascendente que en verano sopla aire frío es probablemente la salida fósil de un sistema subterráneo, o en cualquier caso una caverna de bastante extensión. Esas corrientes de aire frío y húmedo que surgen de las cavernas se advierten en verano incluso a notable distancia de la entrada, y es muy conveniente seguirlas. Las aberturas que las emiten se distinguen además por la vegetación particular que crece en torno al orificio.

Otras preciosas indicaciones sobre la comunicación de aberturas exteriores con cavidades profundas vienen proporcionadas por la medición de la radiactividad del aire, que en las partes más profundas de la caverna es notablemente superior a la de las partes exteriores. Esta radiactividad se puede medir con contadores Geiger o calculando cuánto tiempo tarda en descargarse un electrómetro cuyas láminas o hilos están en contacto con el aire de la caverna. La descarga se produce más rápidamente cuanto más ionizado esté el aire; dicha ionización está producida por las partículas radiactivas. En las superficies de absorción dispersas se pueden efectuar interesantes aplicaciones de este método cuando se deba escoger una abertura que requiera desobstrucción o un ensanchan1iento artificial.

7. Empleo de colorantes; diversos consejos

Un medio particular para establecer una comunicación entre cavidades recorridas por el agua es el de la coloración, método muy empleado en las investigaciones hidrológicas y también a veces para resolver problemas de espeleología: su empleo en este terreno únicamente se ve limitado por el elevadísimo costo de los colorantes. El más empleado de éstos es la fluoresceína, consistente en unos polvos color naranja, que al disolverse en el agua adquieren una tonalidad verde fluorescente. Un kilo de esta sustancia, según Trombe, colorea 40000 metros cúbicos de agua. Aunque la coloración no sea evidente, puede hacerse visible mediante reactivos químicos (amoniaco). Si el agua es turbia, la coloración se hace visible después de haberla filtrado. Además, este colorante puede permanecer en el agua durante meses antes de perder su efecto.

Para establecer la cantidad que se debe emplear, Martel halló la fórmula siguiente: N = L X M (N = kg de fluoresceína, L = km de recorrido subterráneo supuesto, M = metros cúbicos de agua por segundo). En la práctica es conveniente aumentar las cantidades, porque la fórmula anterior solamente es válida para recorridos que tengan una buena pendiente, sin grandes depósitos interiores (cuya existencia, como ya hemos visto, no puede adivinarse por la mayor o menor rapidez con que se transmiten las crecidas, y no pasa de ser una mera conjetura cuando se trata del tipo cársico profundo). Para que el efecto sea bueno, la fluoresceína (mejor si se presenta ya en solución concentrada) se lanza toda de golpe en un punto donde el agua no se embalse, y, a ser posible, no en un afluente, sino en el propio colector del sistema, a fin de que no sufra excesivas diluciones sucesivas. Acto seguido y sin pérdida de tiempo deben efectuarse observaciones en las diversas resurgencias por donde se supone que pueda salir el agua. A veces esto se produce al cabo de varias semanas: durante este período hay que tomar muestras de agua con regularidad, aunque ésta no parezca coloreada; a partir de los primeros días las observaciones se pueden hacer cada 12 horas, por ejemplo, puesto que éste será el tiempo mínimo durante el cual la res urgencia emitirá agua coloreada. (Es posible que la coloración provoque alarma entre los habitantes de los lugares atravesados por el curso del agua; sin embargo,

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puede decirse a éstos que el colorante no es nocivo para las personas que la beben el agua ni para los cultivos).

8. Batidas

Si se quieren descubrir todas las cavidades de una zona y no solamente las simas comunicantes con las partes profundas del sistema, es preciso efectuar batidas, consistentes en recorrer y registrar palmo a palmo toda la superficie exterior (especialmente las zonas de absorción), para explorar luego sistemáticamente todas las cavidades, pequeñas o grandes, que se vayan localizando.

La batida es una ocasión única de explorar cavidades que, especialmente si son pequeñas, posiblemente nunca hayan sido visitadas: por consiguiente, es necesario no pasar por alto ninguna de ellas. Para este fin conviene dividir al grupo de exploración en dos partes: una que precede y busca las cavernas; y si descubre alguna que supere los 5 m de desarrollo lo (véase capitulo 9) las señalará con pintura o con banderolas. El segundo grupo, siguiendo las indicaciones del primero, marcará la posición exacta de cada caverna y los datos catastrales externos. En una segunda etapa ambos grupos se repartirán la exploración de las cavernas descubiertas y el levantamíento topográfico interior.

Una labor de batida bien hecha, además de permitir el descubrimiento de todas las cavidades de una zona y facilitar a veces el hallazgo de al de algunas de ellas muy profundas, etc., debe permitir asimismo trazar el plano de cada una. Aconsejo esta tarea a quien quiera ejercitarse en las operaciones topográficas y catastrales descritas en los capítulos 8 y 9.

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Equipo necesario para la exploración

Empecemos por una simple ojeada al equipo de base, cuyo empleo se expondrá en los dos capítulos siguientes.

No todos los materiales cuya lista vamos a dar a continuación son indispensables para desarrollar una actividad espeleológica normal. Es posible consagrarse a ella poseyendo sólo una parte no muy costosa de dicho material. No obstante, deben observarse las precauciones siguientes:

1. Emplear un equipo sumario solamente cuando éste no signifique una disminución de la seguridad personal;

2. No afrontar la exploración de cavidades complejas sin el equipo y la experiencia necesarios;

3. Mantener en buen estado de conservación el equipo y eliminarlo así que no presente garantías de seguridad.

1. Equipo normal

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Traje: debe ser un mono o buzo de una sola pieza, de tela fuerte, no impermeable, salvo en algunos casos, que comentaremos, pues de lo contrario impediría la transpiración; reforzado en los puntos de mayor desgaste; debe dejar libres los movimientos sin que por ello sea demasiado holgado.

Se puede aprovechar también un uniforme de soldado, eliminando los bolsillos inferiores y asegurando la parte baja de los pantalones con una tira elástica que pase bajo los pies. Los botones forrados, del tipo militar, son preferidos a los cierres de cremallera. Si se quiere que el traje dure, es preciso lavarlo después de cada exploración para limpiarlo de arcilla y barro, poniéndolo a secar luego.

Ropa interior: es aconsejable un pelele completo de lana, que deja libertad de movimientos; es particularmente apto para cavernas frías y puede llevarse también bajo el traje de goma Algunos emplean calzoncillos y camisetas corrientes de punto.

Prendas de recambio: en un saquito de cierre hermético y solamente para aquellas exploraciones en que haya la posibilidad de quedarse completamente empapados.

Calzado: en general botas de montaña con suela tipo vibram. Importante: en exploraciones con escalas, las botas deben tener ojales para los cordones y no corchetes que, al engancharse en los escalones, podrían provocar situaciones peligrosas.

En cavernas secas o poco profundas se pueden calzar alpargatas. En cavernas con agua no profunda y también en cavernas muy húmedas, es preferible emplear botas de goma de media caña, o hasta debajo de la rodilla. Si hay que recorrer pequeños torrentes, las botas altas de goma son muy útiles. Pero en cualquier caso no debe cometerse jamás la imprudencia de penetrar en las cavernas con calzado de suela de goma lisa.

Guantes: de piel o tela muy fuerte, no acolchados (tipo trabajo), o incluso de goma indispensables para ciertas maniobras con cuerdas y escalas, en exploraciones muy largas y para proteger a las manos de la arcilla cuando hay que tomar apuntes.

Casco: por lo general, sirve para evitar los golpes' en lo pozos y en la escalada libre para proteger al espeleólogo (hasta cierto punto) de la caída de piedras. Tiene además la función de sostener una lámpara frontal. Para el primer caso es suficiente un casco de goma de espuma prensada o de aluminio ligero bien forrado. Son buenos los cascos de minero, de materia plástica, con ala no demasiado ancha, y no tan buenos los de motorista, que son demasiado calurosos y cuyas fibras se alteran con la humedad.

Iluminación: por lo general, hoy se prefiere la clásica lámpara de carburo a la luz eléctrica. La verdad es que el acetileno proporciona una luz potente y más difundida que la eléctrica, pues en el caso de esta última la mirada debe seguir, con notable fatiga, el estrecho haz luminoso proyectado por la lámpara. Además, el carburo de calcio (que produce el gas por reacción con el agua) es baratísimo, comparado con el elevado precio que alcanzan las pilas secas y los acumuladores ligeros. En consecuencia, la luz eléctrica (constituida por un pequeño fanal de lámpara eléctrica, hilo, interruptor y batería de 4,5 V del tipo normal), únicamente se empleará en casos de .emergencia, cuando el acetileno se haya consumido o cuando se deba sondear con el haz luminoso a gran distancia.

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6. Croquis de un frontal de acetileno.

La lámpara de carburo (véase fig. 6) se compone esencialmente de un quemador montado en el casco y un bote donde se genera el gas, sujeto a la cintura. Como puede verse en la figura, en el casco está montado un soporte de la boquilla de latón; en éste se atornilla la boquilla propiamente dicha (de 14 o 21 litros de consumo horario), fijándolo con masilla, esmalte o cinta aislante; al soporte de la boquilla se enchufa un tubo flexible de plástico (de polivinilo, que no se endurece bajo la acción del frío) y que, pasando bajo el traje, está unido a la salida correspondiente del generador. Se discute sobre la conveniencia de colocar un reflector detrás de la llama. Dicho reflector debe ser inoxidable, parabólico; su utilidad es indudable, pero aumenta notablemente el peso del casco. Las lámparas de acetileno, llamadas también de carburo, se encuentran en el comercio, pero deben sufrir ciertas modificaciones para adaptarlas a la espeleología, Ante todo hay que escoger el tipo de lámpara de cierre atornillado, en vez del tipo de bayoneta, cuya conservación siempre deja bastante que desear Hay que sustituir luego el tapón del agua por una bomba' (del mismo tipo que las empleadas en los soldadores de gasolina), y el depósito se hace completamente estanco haciendo pasar el eje del grifo por un prensaestopas o una junta toroidal de goma. Esta disposición permite alimentar a voluntad el goteo del agua sobre el carburo (y, en consecuencia, la presión del acetileno) y de inclinar la lámpara, sin que se derrame el agua que contiene, Naturalmente en el punto de salida del gas es necesario soldar un tubo de goma análogo al que está montado en el casco.

Al montar la lámpara de acetileno es necesario tener en cuenta algunos detalles, para no correr el riesgo de sufrir los efectos de un descuido. El depósito destinado al carburo no debe llenarse más que en 3/4 partes de su capacidad, pues de lo contrario la cal que se forma a consecuencia de la reacción, al hincharse, podría presionar contra las paredes más débiles, desoldando el grifo del agua. Los tubos de goma deben hallarse en perfecto estado, y el tornillo de cierre apretado fuertemente, para evitar peligrosas fugas de gas. Si se vierte excesiva cantidad de agua en el carburo, se producirá una cantidad de gas también excesiva, con una llama tubular, o bien se quemará la masilla de sujeción, que dejará escapar el gas por todas partes. En este caso es inútil cerrar el grifo del agua, que ya habrá caído sobre el carburo, siendo conveniente, por el contrario, dejarlo abierto, destornillando también algo la bomba, para dar salida al exceso de gas. La presión de éste debe mantenerse de manera que proporcione una llama blanca, porque una llamita insuficiente ensucia la espita de

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humo negro (que será necesario eliminar con un finísimo hilo metálico). De vez en cuando es necesario limpiar también el carburo, retirando la cal que se haya formado. De esta manera una carga de carburo (de 250 gramos) proporcionará una luz excelente durante más de seis horas.

El defecto principal que presenta la lámpara ele acetileno es el de apagarse, con facilidad, a causa de un choque, una gota de agua en la llama o una fuerte corriente de aire; por esta razón es necesario tener siempre a mano un mechero o cerillas secas, y emprender el recorrido de galerías muy inclinadas (y especialmente pozos) con el farol eléctrico de emergencia ya montado en el casco y encendido.

Completa el equipo personal un cinturón de seguridad y una cuerda personal. El cinturón debe ser muy sencillo y práctico, sin toda esa infinidad de anillos y colgadores que se les suele poner; debe estar hecho de una sola tira de tejido de nilón, que forme, pasando por una simple hebilla, dos anillos, uno de los cuales pasa en torno a la cintura y otro entre los muslos. Este cinturón se emplea exclusivamente como arnés de seguridad. Muchos más usos tiene la cuerda personal (de nilón trenzado y de 6 a 7 mm de diámetro), que, además de servir de braga, se emplea para el autoaseguramiento, para el descenso y la subida por pequeñas simas, para asegurar las escalas en torno a un saliente, etc. Para este fin, la cuerda debe medir entre 7 y 12 metros. A ella o al cinturón se colgará la lámpara de acetileno y algunos mosquetones.

En el equipo normal del espeleólogo se incluirá también: una lámpara de reserva, por ejemplo, una linterna eléctrica de dos elementos, de preferencia recubierta de goma; un botiquín, una o varias cajitas que contengan (protegidos de golpes y de la humedad) pilas y bombillas de recambio, cerillas o encendedor, un reloj, tubito s de plástico irrompibles para guardar hallazgos ocasionales, una agenda, lápiz, una pequeña brújula, etc.

Otros objetos igualmente útiles: cinta aislante, interruptores e hilo eléctrico de recambio, un destornillador, unas pinzas pequeñas, quemadores de acetileno y agujas para desobstruirlos, cuchillo-sierra, cordel, alambre, etc. Todos estos objetos tienen que estar siempre a mano. Para exploraciones de larga duración hay que llevar una buena provisión de carburo ya roto a pedacitos y en recipientes herméticos, así como una buena reserva de pilas perfectamente protegidas de los choques y puestas de manera que no puedan descargarse solas, al estar en contacto entre sí. También es útil llevar un paquete de víveres energéticos.

2. Equipo de descenso

Escalas: si se presentan pozos, será necesario el empleo de escalas de descenso (y especialmente para la salida: constituye una ilusión muy peligrosa suponer que se puede salir de un pozo bastante profundo trepando por una cuerda, aunque para ello se empleen varios artificios). Actualmente se emplean tan sólo escalas metálicas muy ligeras, divididas en secciones. Cada sección mide exactamente 10 m (esto es indispensable para poder medir los pozos), estando compuesta de 33 peldaños de una aleación ligera (duraluminio u otra similar) distanciados entre sí de 30,3 cm y fijados con anillos de cobre batido en orificios de acero de unos 3 mm de diámetro y de elevada resistencia (con una carga de ruptura de 800 kg por lo menos). El peso de cada sección es ligeramente superior a 1 kg. Las diversas secciones se unen entre sí con anillos cortados, pernos o mosquetones (es preferible la solución presentada por la anilla atornillable: véase fig. 7).

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Las escalas van lubricadas, especialmente en el interior de las cuerdas: bañadas en aceite para automóvil, nafta, petróleo, etc. Hay que comprobar constantemente el estado de las cuerdas y descartar la escala cuyos peldaños hayan sufrido aplastamientos que puedan producir su rotura al plegarla; si una filástica se ha roto, si presenta fibras rotas con cierta frecuencia y si, al no haber sido lubrificada, está enmohecida interiormente, y también si las filástica s están muy aflojadas. Conviene además señalar con un número cada escala y tener en cuenta el desgaste que hayan podido experimentar.5

A veces las escalas tienen que fijarse con clavijas de roca y martillo. En ocasiones es necesario también recurrir a una escarpa y un mazo o a una barrena para practicar el agujero del clavo (de hierro dulce y sección circular). Para la sujeción de la escala sirven trozos de cuerda o mejor de alambre de acero fuerte, de algunos metros de largo. En los pozos más anchos y profundos es útil disponer de un centenar de metros de cable de acero para instalar teleféricos volantes.

En algunos pozos se emplea un tipo particular de teléfono ligero que permite al que desciende comunicarse (mediante auriculares o mejor laringófono) con el equipo que ha quedado en la boca de la sima.

7. Detalle de un peldaño de escala

Para poder prolongarlo a placer hacia abajo, el que desciende puede llevar colgado de su espalda el hilo arrollado a una bobina, y lo irá desarrollando durante el descenso.

Cuerdas: Para el aseguramiento se emplean cuerdas de nilón (o fibras similares) que por sus cualidades (resistencia, imputrescibilidad) han sustituido actualmente a las cuerdas de cáñamo. Pueden ser de diversos tipos: trenzadas, torcidas, en cable, las mejores para espeleología son las torcidas por fuera: sin embargo, es preciso tener cuidado para que una piedra no corte los hilos internos, dejando intacta la malla de protección. Los diámetros más convenientes son de 8 - 9 mm para la escalada: se emplean secciones de 100 m de largo e incluso más.

5 Las escalas de cuerda han sido sustituidas totalmente por las llamadas escaleras de electrón, portátiles y arrollables. Generalmente están construidas con cable de acero de 1,5 mm y peldaños de duralurninio de sección circular o en forma de D, que vienen a tener una longitud ce 20 cm. Unos anillos de ingenioso sistema colocados en los extremos permiten empalmar varias piezas con tanta facilidad como resistencia. (N. del T.)

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No hay que temer descartar las cuerdas demasiado usadas éstas pueden servir para izar mochilas y otras piezas del equipo. Después de una expedición hay que limpiar cuidadosamente las cuerdas de la arcilla que las echaría a perder. En la maniobra de las escalas tienen mucha importancia los cordeles de recuperación y de sondeo (de nilón diámetro 2-3 mm) de 30 a 150 m de largo y arrollados en sólidas bobinas. Se emplean a veces poleas en las cuales la cuerda no debe salir de la ranura ni encallarse. Deben poder abrirse para permitir el paso de nudos y ser de extrema ligereza (de duraluminio).

Una pieza útil para el aseguramiento es el rombo autoseguro llamado artigas, ideado por el escalador catalán José Artigas. Consiste en un anillo de hierro en forma de rombo de tamaño aproximado al del mosquetón. Los dos ángulos abiertos están unidos por una pieza curva en forma de puente y en su parte superior tiene soldada una fuerte anilla de un diámetro interior de 13 mm. El espeleólogo que efectúa una escalada se encuentra normalmente con una sola cuerda y anuda a ésta la pequeña anilla del rombo, lo más cerca posible de la cintura, inmovilizándose el aparato a cosa de un palmo de su cuerpo. El resto de la cuerda pasa por el rombo, de modo que forme un pequeño seno. Una vez colocada la primera clavija con su correspondiente mosquetón, se pasa por éste la cuerda normalmente, y después por el seno formado por el rombo. En esta posición puede iniciarse la escalada, debiéndose dar una cantidad de cuerda doble que la altura del tramo de ascensión y pasando siempre por los mosquetones que vayan colocándose por la parte de cuerda que sale del rombo. Así, en caso de caída, el círculo cerrado que forma la cuerda pasada por una o varias clavijas retendrá al escalador con un frenado suave, pues el escalador caerá a una velocidad que irá decreciendo gradualmente hasta cesar por completo.

Para descender con cuerda por largos trechos verticales, en vez de mosquetones, que desgastarían demasiado la cuerda, conviene emplear un descensor, que se sujeta a la cintura. En el comercio se encuentran bastantes tipos. Uno muy bueno es el formado por dos poleas superpuestas, una de ellas con guía de sección elíptica, que sirve para el frenado, y la otra normal, que elimina el roce excesivo de la cuerda contra el bastidor. La velocidad de descenso se puede modificar a voluntad variando con la mano el ángulo de incidencia de la cuerda en la segunda polea: con un ángulo muy agudo se logra la detención. Inútil es decir que el empleo de este medio de descenso está reservado tan sólo a quien ya ha adquirido suficiente práctica con ejercicios en una escuela de escalada.

Para el aseguramiento en grandes tramos verticales se emplea una pequeña polea desmontable, construida con accesorios especiales y materiales ligeros, pero de empleo demasiado especializado para tratarlo aquí.

El palo desmontable está compuesto por segmentos tubulares que miden de 1,5 a 2 m, que se empalman hasta formar una pértiga rígida de 10 y más metros. He probado uno de estos tubos con resultados discretos. Era de acero trefilado en frío, de 45-50 mm de diámetro. Se construyen también en duraluminio (de mayor diámetro). Los empalmes pueden ser de tipo enchufe, de manguito, ir fijados con tuercas, etc.

3. Equipo para cavernas inundadas

Botes neumáticos: Tipos: biplazas o, si el espacio es limitado, monoplazas ligerísimos. La utilización de botes en lagos y cursos de agua subterráneos presenta las siguientes desventajas: peligro de averías (en evitación de desgarrones, se aconseja forrarlos con tela), transporte engorroso en los trayectos secos, largos transbordos, y que no siempre sean utilizables con facilidad (véase capítulo 6). Al hincharlos, hay que tener cuidado de que no entre arena o arcilla en la válvula.

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Después, hay que secarlos, espolvorearlos por dentro y por fuera con talco y conservarlos en un lugar fresco y seco. Juntamente con el bote es aconsejable e incluso indispensable el empleo de un chaleco salvavidas que permita libertad de movimientos.

Trajes isotérmicos: existen dos tipos de trajes para la espeleología subacuática: los trajes de goma y los trajes de neopreno6 ambos en el comercio para la pesca submarina y la inmersión. Los primeros se endosan sobre un pelele de lana (o dos, en caso necesario). Este tipo de trajes presenta la desventaja de rasgarse fácilmente (pero se pueden reparar con parches y disolución), resulta muy trabajoso ponérselos y quitárselos (emplear talco en abundancia para que entren con más facilidad), y además retienen la transpiración del cuerpo en su interior. Por este motivo muchos prefieren hoy día los trajes de neopreno grueso, forrados de nilón, que se llevan sobre la piel desnuda. Cuando son bien ajustados apenas dejan entrar el agua fría, manteniendo perfectamente el calor del cuerpo, incluso en aguas heladas, sobre todo con traje de plancha de neopreno de 5 mm de grosor.

Ambos tipos de trajes se protegen mediante un mono normal de tela. Deben calzarse escarpines de neopreno con suela adhesiva.

4. Materiales diversos

Martillo y escoplo son utilísimos para ensanchar un paso impracticable, a veces mediante un trabajo mínimo (eliminar un saliente, romper concreciones que obstruyen un paso, etcétera). En caso de trabajos prolongados se puede emplear una escarpia o se utilizará una pequeña lima para afilar el escoplo, pues si éste se embota los resultados son mucho menores.

Mencionaremos también los ensanchamientos efectuados con explosivos.

Estas operaciones no son de realización fácil, siendo necesario un permiso especial para la adquisición y empleo de explosivos. Además, si no existe corriente de aire o si ésta se produce en dirección al operador, su empleo no es posible, a causa de los gases generados por la explosión, que son peligrosísimos, especialmente el monóxido de carbono (0,5 % de éste en el aire es ya mortal).

Otra causa de imposibilidad puede ser también la existencia de desplomes de las rocas en que se abre la caverna. Una explosión podría provocar nuevos desplomes. Por este y por otros motivos el empleo de explosivos queda absolutamente reservado a los expertos en su manejo; en todos los demás casos debe descartarse.

Durante la marcha de acercamiento al exterior o en lugares .fáciles, el material puede ser transportado en grandes mochilas militares. Pero durante la exploración hay que distinguir: si el transporte es efectuado por el propio equipo de punta, se emplearán mochilas más ligeras y pequeñas, similares a las empleadas en la montaña por los escaladores, que un espeleólogo puede llevar consigo incluso a través de pasos angostos y largos pozos, haciendo sólo excepcionalmente la «cadena» y ganando así un tiempo precioso. Petates exteriormente lisos se utilizan cuando el transporte va a cuenta de un equipo de sostén. No conviene exagerar la dimensión de estos sacos, porque en general es más cómodo llevar bastantes de ellos no muy

6 El primer tipo de traje prácticamente no se emplea en España. (N. del T.)

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grandes (por ejemplo de 35 X 60 cm) que unos pocos grandes y engorrosos. Se preveen medíos de embalaje particulares para los objetos más delicados (bolsas forradas de goma espuma para instrumentos topográficos y fotográficos, cajitas de latón y saquitos impermeables para los víveres, fiambreras de aluminio, cajas especiales para las baterías eléctricas auxiliares, etc.).

En cavernas con agua y también en circunstancias normales son muy útiles los bidones estancos de plástico ligero y suficientemente rígido para proteger su contenido de los choques.

Para las comunicaciones normales se emplean teléfonos de campana (es excelente el americano, formato 20 X 22 X 9 centímetros), porque son muy sólidos. Para la espeleología deben estar perfectamente aislados. Funcionan con pilas para linterna eléctrica de 1,5 voltios. El hilo construido expresamente para espeleología es difícil de encontrar en el comercio: como recurso se emplea hilo eléctrico normal revestido de plástico, robusto y no demasiado pesado. Se enrolla en bobinas, por ejemplo, de 500 m cada una.

Para exploraciones prolongadas hay que llevar un hornillo de gasolina o un primus, para preparar bebidas calientes. Un saco de tela ligera engomada ofrece el mínimo de comodidad para un vivac, pero en cavernas frías, si se desea realmente recuperar las fuerzas, es necesario el saco de dormir o al menos el plumífero, prenda utilísima para montaña y espeleología y que consiste en una chaqueta de plumón (siempre con revestimiento impermeable); lo mismo puede decirse para descansos prolongados «en apoyo»; en tal caso, y siempre en cavernas muy frías, un infernillo de gas butano con su pequeña bombona adjunta puede ofrecer un mínimo de 6 horas de agradable calor.

Mayor organización y material más importante se precisan para instalar un campamento subterráneo, que debe reservarse para los raros casos en que sea indispensable para llevar a cabo la exploración. Sin necesidad de extendernos demasiado sobre este tema complejo, diremos que el campamento subterráneo tiene valor en cuanto consigue crear en el interior de las tiendas («canadienses» muy ligeras), un ambiente lo más parecido posible al del exterior, a fin de permitir un descanso verdaderamente reparador. Esto se consigue en la práctica con un oportuno aislamiento del terreno y disminuyendo la humedad relativa del aire dentro de las tiendas mediante la elevación de la temperatura (por ejemplo, con un pequeño radiador sin llama, que funcione a base de gas líquido con la bombona situada en el exterior, que sirva también como infernillo y para secar la indumentaria de los espeleólogos), o aunque sólo sea con una vela puesta en el interior. El campamento deberá instalarse únicamente en un lugar donde exista una activa ventilación, porque con la respiración y el empleo de combustibles se produce mucho anhídrido carbónico.

El equipo y los instrumentos para levantamientos topográficos, fotografías, recogida de muestras y diversas medidas, se describen en los capítulos 8 y 10.

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Consejos generales sobre la exploración

1. Dificultades ambientales Incluso una caverna poco complicada (sin paredes verticales ni cursos de agua) presenta dificultades, debidas principalmente al ambiente.

La humedad del aire, que suele aproximarse al 100 %, impide al sudor que se evapore, y en las cavernas el menor ejercicio físico se acompaña de una abundante transpiración. La ropa interior queda pronto empapada y lo propio le ocurre también a la exterior, puesta en contacto con las paredes y el suelo mojados: en tales condiciones el frío se deja sentir apenas el espeleólogo se detiene. Es aconsejable llevar ropas ligeras mientras se está en movimiento, para ponerse un jersey de lana durante las paradas. El rendimiento de quien no procura defenderse del frío y la humedad se reduce enormemente al cabo de varias horas de exploración subterránea: se pueden aplicar piezas impermeables en el interior del traje, pero sólo en los puntos en los que éste tiene que apoyarse en el suelo o en las paredes; durante las largas exploraciones conviene preparar bebidas calientes e ingerir alimentos sustanciosos.

En la selección de los víveres opino que cada cual debe seguir sus propios gustos; sin embargo, son preferibles los alimentos de fácil digestión, y, en previsión de los esfuerzos físicos a realizar, aquellos que no aumenten demasiado la producción de calorías por parte del organismo (como ocurre con las grasas y la carne). En exploraciones superiores a las 8 o 10 horas, sin embargo, no hay que limitar la dieta solamente a los alimentos energéticos (pan, galletas, azúcar, chocolate, mermelada, fruta seca y en almíbar, etc.): a éstos pueden añadirse queso y carne sin grasa, que se llevará en una fiambrera. En el capítulo de las bebidas podemos indicar: chocolate, café y té con leche. Durante las exploraciones conviene excluir las bebidas alcohólicas salvo en casos excepcionales. Es preferible hacer colaciones frugales pero frecuentes.

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Es importante que los víveres estén protegidos contra golpes, de la humedad y divididos ya en raciones.

El aire es generalmente respirable, aunque a menudo contenga mucho más anhídrido carbónico que en el exterior (donde su proporción es de 0,03 %). Si este gas se halla presente en grandes porcentajes, la llama de la lámpara de carburo tiende a apagarse, cualquier esfuerzo produce gran fatiga, se tiene impresión de calor y se respira afanosamente. Cuando el anhídrido carbónico supera el 20 %, se puede producir la muerte por asfixia, Estos casos extremos son raros pero no hay que descartarlos, especialmente en las cavernas en que no se advierte circulación de aire y que contengan depósitos de restos orgánicos.

Quien penetra en una caverna por primera vez recibe una viva impresión de desorientación al encontrarse encerrado en un punto desconocido y en las entrañas de la tierra. Sabe además que la única vía de salida está constituida por la que ha recorrido al entrar, y al cabo de unos cuantos centenares de metros ya no tiene una idea bien clara de dónde se encuentra. En tales ocasiones el espeleólogo bisoño suele experimentar pánico (infundado en la mayoría de los casos), pues teme no hallar el camino del retorno, encontrarlo obstruido o perecer sepultado bajo un derrumbamiento: son éstos síntomas clarísimos de claustrofobia. Esta especie de obsesión puede asaltar también al espeleólogo experimentado (en este caso, tan sólo tras una prolongada permanencia en el hostil ambiente subterráneo), manifestándose entonces como una imperiosa necesidad de dar media vuelta y salir de nuevo al aire libre.

El éxito de las exploraciones en las que hay que superar muchos obstáculos sucesivos, vivaquear, establecer campamentos subterráneos, etc., depende de cómo se sepa afrontar esta opresión psicológica causada por el ambiente: es una facultad esencial para el espeleólogo explorador, que sólo se adquiere con el entrenamiento y no debe confundirse con la temeridad de quien supera muchos riesgos porque no calcula el peligro.

Otra facultad esencial del espeleólogo debe ser la de saber bastarse a si mismo: un equipo compuesto por elementos que cuando convenga sepan actuar por su cuenta y sustituirse entre sí, puede subdividirse, lo cual resulta con frecuencia muy cómodo para agilizar las operaciones, o cuando se hace necesario a veces en situaciones críticas. Alguna que otra visita solitaria a cavernas no difíciles, efectuada por un espeleólogo ya experto y adoptando todas las precauciones, constituye un excelente entrenamiento.

Con frecuencia explorar una caverna significa tener la posibilidad de descubrir un paso allí donde parecía que “terminaba". Muchísimas cavidades, visitadas durante centenares de años por inexpertos, tras una atenta exploración han revelado la existencia de prolongaciones desconocidas, de una longitud y profundidad notables. Esto se consigue no sólo estudiando la constitución de la caverna de acuerdo con los elementos que facilitamos en el capítulo 3, sino también operando de una manera sistemática y deliberada. De todos modos no hay que contentarse con la rápida ojeada que pueda dar un solo espeleólogo llegado hasta el fondo (a menudo soñoliento y deseoso de regresar al exterior) para sacar la conclusión de que la caverna no continúa.

2. Gateras y estrechamientos

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En todas las cavernas existen intestinos, hendiduras, laminadores y estrechamientos que obligan a avanzar a gatas o arrastrándose, ejercicio éste que cuenta entre los más fatigosos, especialmente si se efectúa sin técnica, o sea, con un rozamiento excesivo contra las paredes.

Los orificios más estrechos se superan con un brazo tendido hacia adelante y el otro pegado al cuerpo, a fin de que los hombros se dispongan oblicuamente. Antes de franquearlo, estudiar la forma del pasadizo y disponer el cuerpo por la parte que se adapte mejor a éste; para el regreso, si no se puede dar la vuelta, repetir exactamente los mismos movimientos realizados a la ida: si es necesario, hacer varios intentos sin perder jamás la calma. Querer pasar a la fuerza equivale las más de las veces a quedarse bloqueado.

Antes de introducirse en pasos angostos es aconsejable vaciar los bolsillos y quitarse cinturones y otras piezas del equipo que se lleven sobre el cuerpo, llegando incluso a eliminar el casco y la ropa interior; algunos espeleólogos con madera de faquir, llegan a desnudarse completamente para poder pasar. Si se lleva un traje de dos piezas, demasiado ancho o roto, se corre el riesgo de quedar encallado. Además, aconsejamos que no sean muchos los que se introduzcan por una gatera inexplorada, porque esto haría muy laborioso un eventual regreso.

En los pasos angostos conviene avanzar con la cabeza por delante, siempre que no tengan demasiada inclinación hacia abajo. Tales pasos, y aún más las hendiduras verticales, son peligrosos porque resulta fácil dejarse resbalar haciendo presión sobre las paredes, mientras que a veces es casi imposible volver a subir por ellos a causa de lo liso de sus paredes o de su estrechez, que no permite escalarlos según la técnica de la oposición, doblando brazos y piernas.

Son verdaderas trampas las angostas aberturas que comunican con un pequeño pozo acampanado (buzón de cartas): se baja muy fácilmente a ellas con un salto, pero para salir es necesaria la ayuda de un compañero que haya quedado fuera con una cuerda.

A menudo hay que recorrer en el sentido de la longitud una hendidura muy alta, pero tan estrecha que sólo es accesible en algunos puntos, por lo general a media altura.

Entonces se avanza haciendo presión sobre las paredes (pies-rodillas-espalda, o con el cuerpo de través, hombros-codos-rodillas). No hay que fiarse de las piedras incrustadas en estas hendiduras.

Al tener que atravesar a media altura una grieta más ancha, se avanza en «ramonaje», técnica frecuentísima en las cavernas y procedente de la escalada.

Antes de disponerse a introducirse entre dos bloques de un derrumbamiento es conveniente observar sus condiciones: esto se puede intentar si el derrumbamiento está bien asentado, especialmente cuando los bloques están unidos entre sí por concreciones calcáreas; en cambio, si es inestable, hay que renunciar a toda tentativa, pues este es uno de los peligros más graves que puede acechar al espeleólogo.

A veces se puede intentar la desobstrucción de la galería retirando los bloques de roca. Esta operación es delicada y, aunque el derrumbamiento sea estable, no hay que excavar el paso por el interior de éste, sino entre el derrumbamiento y la bóveda de la cavidad. Los peñascos se desplazarán sin peligro ejerciendo tracción a distancia con cables de acero o cuerdas.

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3. Escalada

Existe en espeleología una tendencia quizás algo exagerada a superar los obstáculos mediante técnicas «artificiales» (escalas, palos desmontables, etc.), mientras que la técnica propiamente de escalada sólo se utiliza en los casos más sencillos, que por otra parte se presentan continuamente recorriendo las cavernas. Con todo, es preciso recordar que el problema de la exploración de las cavernas más profundas es difícil y sobre todo es un problema de tiempo; un método excelente para aumentar la velocidad es precisamente el que consiste en utilizar al máximo la técnica de la escalada, adaptándola a las exigencias de la espeleología, lo que hasta hoy solamente se ha hecho en parte. Se puede llegar a prescindir de una parte del equipo, cuyo transporte requiere mucho tiempo y fatiga, y ejecutar las diversas maniobras con mayor desenvoltura y libertad de movimientos lo que también es sinónimo de mayor seguridad.

En las cavernas, a diferencia de lo que ocurre en el exterior, la roca caliza es muy accidentada, pero muchas presas están «podridas» a causa de los procesos de corrosión que actúan constantemente: hay que asegurarse siempre muy bien de su segundad antes de utilizarlas.

Algunas paredes de roca están recubiertas de una fina película de arcilla enormemente resbaladiza: en este caso son preferibles los tramos recorridos por velos de agua; por que en este caso el agua aumenta la adherencia, Esta es buena especialmente en las coladas calcáreas que revisten las paredes con superficies algo gibosas o granulosas; cuando se hacen verticales, estas «cascadas de piedra» suelen presentar presas invertidas buenas para las manos. En algunas coladas calcáreas, como las formadas por la llamada «leche de la luna», la roca es muy tierna y pueden cavarse fácilmente escalones en ella. Hay que desconfiar de los apoyos y presas, aunque sean grandes, formados por concreciones que descansan en capas de arcilla.

En espeleología no es posible escalar sin una lámpara frontal. E incluso así la iluminación es bastante escasa; con una fuente luminosa única se obtiene una imagen más' bien falsa de la pared. Antes de iniciar la ascensión conviene observarla iluminándola desde diversos ángulos y estudiando atentamente el recorrido.

No hay que efectuar escaladas demasiado importantes: vistiendo por ejemplo el traje de goma, o botas altas, o una indumentaria que resulte, en general, engorrosa.

La técnica alpina tal vez más frecuente en las cavernas es la de chimenea, que, aunque la pared sea lisa, permite ascender sosteniéndose, por oposición de diversas partes del cuerpo: Si es lo suficientemente ancha se puede subir ramoneando, con las piernas separadas y oponiendo los pies y las manos. Si la chimenea se hace más angosta, entran en acción todas las partes del cuerpo que sirven para subir ejerciendo presión en las paredes opuestas, del mismo modo como se ha visto para la progresión a lo largo de hendiduras.

Vamos a recordar unos cuantos puntos más de contacto con la técnica de escalada en montaña: subir con agilidad, valiéndose más del sentido del equilibrio que de la fuerza. Coordinar bien los movimientos propios. Izarse y apoyarse principalmente en los miembros inferiores, sirviéndose tan sólo de las manos para mantener el equilibrio o para hacer fuerza en oposición con los pies. Mantener las piernas siempre algo separadas. No buscar presas demasiado altas con las manos. No valerse de las

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rodillas, ni dejarse resbalar a lo largo de las paredes, sino mantenerse separado de ellas lo suficiente para ver dónde se ponen los pies, con el cuerpo bien aplomado.

Donde falten salientes para apoyarse normalmente, se debe recurrir a las o posiciones de las manos con los pies y de éstos entre sí, apuntalándolos contra pequeños salientes. Sobre todo es necesario apoyarse siempre sobre tres puntos seguros antes de pasar al cuarto.

Es raro encontrar hielo en las cavernas, pero cuando esto ocurra (en pozos y grutas de la alta montaña), se debe recurrir con frecuencia a las piquetas, los crampones y los clavos para el hielo, y, naturalmente, a la técnica de escalada en hielo, sin olvidar una indumentaria adecuada, especialmente los guantes.

Cuando se quieran remontar paredes verticales, la ascensión será efectuada por dos «escaladores» que formen parte del equipo y que, una vez alcanzado el punto más alto, asegurarán el ascenso de los restantes miembros, poniendo si es necesario una cuerda fija o una escala para facilitar la maniobra.

Los dos primeros subirán encordados (con nudo que no pueda escurrirse) a 10-20 m de distancia, porgue las paredes que hay que escalar en las cavernas sólo excepcionalmente son muy altas y además, dentro de estos límites, siempre suelen presentar un rellano de descanso. El primero de la cardada debe estar dispuesto a implantar clavijas, si encuentra las grietas adecuadas, teniendo en cuenta que el «purismo» no existe en espeleología, pues la escalada tiene una intención puramente exploradora. La cuerda se hará pasar por mosquetones sujetos a estos pitones a fin de reducir la longitud de una posible caída del primero y permitir, al que ya está asegurado, que pueda retenerlo.

Cuando asciende el segundo y después el resto de equipo, el aseguramiento puede hacerse de vanas maneras. Pasarse la cuerda por los hombros es conveniente si se ha encontrado un buen rellano, si se pueden apoyar bien los pies en la pared y se asume exactamente la posición representada en la figura 8 d. Si el que asegura se halla demasiado expuesto, puede hacer pasar la cuerda por un mosquetón sujeto a una clavija o bien sujetarse él mismo a una clavija con mosquetón y cuerda personal o utilizar estalagmitas, columnas o salientes sólidos, desprovistos de superficies cortantes.

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Técnica especial de la exploración

1. Cavidades de desarrollo vertical: descenso

La mayor parte de los pequeños saltos verticales o casi verticales se descienden como ya se ha dicho, en técnica de escalada libre, siempre que el ascenso se presente igualmente fácil. En otros casos (resbaladeros inclinados) es suficiente la cuerda personal fija. Cualquier pozo de descenso en el vacío y en general los de gran profundidad se descienden exclusivamente mediante escalas y cuerdas. Muchas veces los intentos efectuados por espeleólogos inexpertos con una simple cuerda lisa o de nudos han terminado en desastre. Para ilustrar la técnica del descenso seguiremos el orden de las operaciones.

a. Sondeo. Se puede hacer:

1. Echando una piedra en el pozo y calculando intuitivamente su profundidad, o bien calculándola de acuerdo con la tabla que damos a continuación (válida únicamente cuando la caída se produce por completo en el vacío):

Tiempo (s) Profundidad (m) Tiempo (s) Profundidad (m)1234

4184060

5678

85113142170

(según Trombe)

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El tiempo se calcula a partir del momento en que se deja caer una piedra (de regular tamaño) hasta aquél en que se oye su impacto en el fondo.

2. Con una plomada, o sea, atando un cordel que hará las veces de sonda un peso por lo menos dos veces superior al del propio cordel (notar cuando toca el fondo). La clásica bola metálica ofrece mayores garantías de no quedar retenida en un posible rellano. En los pozos pequeños se puede ver el fondo tirando a él un periódico encendido.

b. Limpiar los bordes del orificio de pedruscos, peñascos en equilibrio y de todo aquello que amenace con precipitarse en el pozo durante las operaciones que se van a emprender: operaciones importantísimas que se realizarán hasta el punto donde, a pocos metros de profundidad, la roca deje de presentarse compacta. Estas operaciones tienen que ser particularmente cuidadosas en los puntos que habrá que franquear con la escala y en aquellos donde la cuerda de aseguramiento roce contra las paredes. Esta operación de limpieza tiene que hacerse enseguida y con carácter definitivo, no pudiendo repetirse tras la instalación del equipo, en el pozo o sima pues las piedras, al caer, podrían dañarlo. El primero que descienda efectuará idéntica operación en todos los rellanos o cornisas que encuentre en las paredes de la sima, retirando ante la escala si cuelga por debajo de estos rellanos.

c. Instalación y sujeción de la escala. Para las simas abiertas al exterior se utilizarán los árboles próximos a su boca o una viga puesta de través sobre ella, o bien salientes o anillos de roca, que, si es necesario se adaptarán para este fin con el martillo. A falta estos recursos naturales se implantarán una o varias clavijas en las fisuras de la caliza. La clavija segura se reconoce por el ruido que hace al penetrar: además, la tracción que se le aplique debe actuar en el sentido de su penetración, forzándola entre las paredes de la fisura (conviene llevar consigo clavijas o pitones de varias dimensiones). En ausencia de grietas o fisuras, se pueden clavar con martillo o taladro; en este caso, se emplearán clavijas de sección circular, que incluso podrán fijarse mejor con un poco de cemento. Debe evitarse sujetarlas a bloques de piedra empotrados entre las paredes de una grieta, porque se mueven si se tira de un extremo de ellos.

Exceptuando el caso de un simple reconocimiento, es conveniente escoger con cuidado la posición de la «sujeción», con vistas a un descenso cómodo y seguro. Si la vertical que une el punto fácilmente accesible de la entrada con el fondo de la sima está recorrida por el agua, tiene caídas de piedras o coincide con un lado de la sima particularmente incómoda, conviene efectuar la «sujeción» en otro lado de la boca de la sima, aunque esto acarree mayores dificultades. Hay que tener además en cuenta que los peldaños queden en posición horizontal, pues de lo contrario el descenso, además de incómodo, resulta peligroso, pues la mayor parte del peso se haya soportado por un lado del peldaño. Estos posibles inconvenientes serán observados por el primero en descender, y según sus indicaciones la sujeción podrá modificarse.

d. Sujeción mediante cuerdas. No se trata, naturalmente, de una sujeción fija como la de la escala, sino de un punto fijo sobre el cual la cuerda puede escurrirse durante las maniobras.

Esto sirve ante todo al encargado del aseguramiento, para dominar mejor el tirón producido por una posible caída de un compañero que descienda (empieza a tener utilidad en las simas que midan más de 10 m de profundidad): se puede dar una vuelta a la cuerda en torno a un árbol o a una sólida columna estalactítica (esto, sin embargo, desgasta la cuerda), o se puede hacerla pasar por un mosquetón sujeto a una clavija o

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sujeto sólidamente por cualquier otro medio, y mejor aún mediante una polea con autobloqueo.

Otras veces, la sujeción citada tiene por finalidad eliminar un roce excesivo de la cuerda contra la roca: se dispone entonces una polea o un simple mosquetón lo más aplomadamente posible sobre la vertical libre del pozo. Esto se puede hacer bastante bien efectuando la sujeción a una viga, por ejemplo, mas como esto es raro poder hacerlo, se ata la polea a una cuerda que penda de la pared de la sima opuesta a aquella, desde la cual se ejerce tracción, de manera que cuando se tienda la cuerda de seguridad, la polea se disponga en el centro del orificio. Evítese colocar a la polea en esta posición mediante una cuerda tendida a través de la boca de la sima y fija por sus dos extremos, puesto que se le aplicaría una fuerza de diez a veinte veces mayor que el peso que debe sostener, lo cual podría producir fácilmente su rotura.

e. Colocación de las escalas. Para disponer la escala a lo largo de las paredes del pozo o sima hay que desenrollarla, y hacerla bajar paulatinamente por un extremo hasta el fondo, sacudiéndola para que no se enganche en salientes o pequeños rellanos.

Cuanto más concienzudamente se ejecute esta operación, menor será el nesgo que correrá el primero en descender. No hay que enviar a la sima la escala enrollada, esperando que esta se desenrolle por sí sola, porque corrientemente quedará enganchada a mitad de camino, obligando al primer espeleólogo a efectuar maniobras a menudo peligrosas.

El tendido de la escala solamente resulta simple en los pozos poco profundos o cuando la escala cae verticalmente en el vacío. Los más frecuentes, sin embargo, son los casos de oquedades accidentadas. Si la escala pasa sobre placas lisas a. las que se adhieren los peldaños, o sobre depósitos de arcilla en los que éstos penetren, o bien si termina en acanaladura estrecha donde no puede alcanzarla con los pies el que desciende, conviene cambiar el punto de «sujeción».

Es muy complejo el caso del pozo con rellanos (es importante limpiarlos adecuadamente de detritus). En ellos suele detenerse o engancharse la escala que se larga desde la boca de la cueva. Tirar el rollo al pozo desde el rellano es peligroso, especialmente si se trata de escalas pesadas, porque darían un fuerte tirón y podrían formarse líos. Lo aconsejable es ir largando siempre la escala paulatinamente.

Si el rellano es de cierta amplitud, puede efectuarse en él una segunda sujeción -como se ve en la figura 8b - para evitar que la escala (por su propio peso o porque se haya enganchado por abajo) se disponga como en la figura 8a y quede por lo tanto inutilizable. En las simas muy profundas se efectuará una sujeción para la escala y para la cuerda a cada rellano que permita efectuar una parada ele aseguramiento. De esta manera, una sima que tenga hasta más de 100 m de profundidad y que, por lo tanto, sea bastante difícil, puede tratarse como una serie de saltos menores relativamente fáciles, en los que se efectúe aseguramiento del uno al otro, evitando así roces de la cuerda y pasándola más fácilmente de un rellano superior al inferior. Además, de tal manera pueden subir más personas por la sima (una por cada tramo de escala que tenga una sujeción autónoma), con gran ahorro de tiempo; en cambio, todo esto no se puede hacer si en la sima «llueven» piedras, puesto que serían demasiados los espeleólogos que quedarían expuestos a su caída al mismo tiempo.

El hilo del teléfono se dispondrá en una sima de manera que siga un recorrido distinto al de la escala y la cuerda, a fin de evitar que se enrede durante las maniobras.

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f. Descenso y subida por las escalas. Recuérdese que el equipo consiste en un casco resistente, un «mono» atado bajo los pies y guantes, con cinturón o una cuerda personal en torno a la cintura o, en simas profundas, sujeto a modo de arnés de paracaidista, con botas sin corchetes, mosquetones para sujetarse a la cuerda de seguridad, otro mosquetón libre para anclarse a la escala en caso de detención forzosa, y un silbato para dirigir las maniobras de la cuerda de aseguramiento. Para bajar y subir bien hay que eliminar adminículos colgantes o abultamientos en torno a la cintura.

Por cada tramo de escala correspondiente a una sujeción, sólo debe descender un hombre. La técnica del descenso difiere según que la escala cuelgue en el vacío o esté adosada a las paredes.

En el primer caso hay que recordar que la escala, por su flexibilidad, tiende a «separarse» hacia adelante bajo los pies ele quien sube, con el resultado de que el peso del cuerpo tiene que ser sostenido casi todo él por los brazos, lo que no es racional ni posible por mucho tiempo. Para evitar esta posición hay que adherirse lo más posible a la escala con el tronco, para hacer que ésta permanezca vertical y, por consiguiente, el esfuerzo mayor se haga con los músculos de las piernas, mucho más fuertes que los de los brazas.

Estos deben rodear la escala para asir con las manos los peldaños por la parte opuesta. Al doblar las piernas se deben apartar lateralmente las rodillas, para subir sin separar el cuerpo de la escala. Los pies se introducirán con las puntas vueltas oblicuamente hacia abajo, para que no sea el tacón el que se apoye contra el peldaño; el peso se distribuirá aún mejor si los pies se introducen en los peldaños por la parte opuesta. La ascensión debe ser regular y no demasiado veloz, para que quede armonizada con la tracción de la cuerda de aseguramiento. El descenso (v especialmente la subida) por una escala que cuelgue en el vacío en verticales superiores a 20 m es un ejercicio fatigoso, que requiere entrenamiento, pero que por sí mismo no presenta ningún peligro particular.

El descenso contra una pared difiere del descenso en el vacío porque los pies, una vez introducidos (siempre de punta) en el peldaño, se apoyan contra la roca y el cuerpo permanece así vertical sin mayor esfuerzo. Conviene asir los peldaños por la parte del que sube y mantener el cuervo separado de la escala. La subida en estas condiciones es cómoda si la pared tiene una pendiente aunque sea mínima pero regular, mas se hace difícil y relativamente peligrosa si hay salientes rocosos que separen a la escala de la pared e impidan a manos y pies hacer presa en los peldaños, sin dar un apoyo suficiente para mantener la posición vertical.

En un pozo-hendidura resulta a menudo imposible subir con la cara y la espalda vueltas hacia las paredes, porque su estrechez no permite doblar las rodillas. Hay que ladear entonces el cuerpo, haciéndolo girar de 90º para que la escala quede perpendicular respecto a las paredes.

El primero en descender debe poseer gran entrenamiento y experiencia, pues a menudo tiene que continuar la limpieza del poza, desenredar la escala y efectuar nuevas sujeciones, si fuese necesario (por ello descenderá con martillo, clavijas, mosquetones y secciones de cuerda).

El peligro más grave en los pozos y las simas está representado por la caída de piedras, particularmente en los pozos oblicuos y con rellanos, donde al rebotar en las paredes en las que se apoya el equipo, pueden golpear a los espeleólogos o incluso

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cortar la cuerda y la escala. Piedras de pocos gramos de peso se convierten en auténticos proyectiles después de una caída de 20 o 30 metros: hay que protegerse bien las manos, pues si fuesen alcanzadas, podrían soltar su presa. Al llegar al fondo de la sima o el pozo es siempre aconsejable resguardarse en un entrante o nicho.

Los pozos de «descarga» son relativamente pocos (y generalmente exteriores) y las piedras caen al moverlas durante las maniobras: de ahí la importancia de una buena limpieza de ellas. Hay que desconfiar de las cornisas formadas por piedras encajadas entre las paredes del pozo, porque pueden hundirse bajo el peso del espeleólogo.

g. El aseguramiento. Puede tratarse de aseguramiento simple o de tracción. Para evitar accidentes hay que distinguir bien entre ambos, queriendo decir con esto que una sola persona no puede hacerlos bien los dos al mismo tiempo, a menos que se sirva de un autobloqueo con polea del tipo Dressler. Si hay que escoger entre aseguramiento y tracción, en una sima accidentada o con caídas de piedras y, en general, en el descenso, es preferible el aseguramiento simple, que garantiza poder dominar en cada instante con la cuerda el peso del compañero. Esto se consigue, además de disponer, como ya se ha dicho, una sujeción para la cuerda, encajándose el que efectúa el aseguramiento en una hendidura y haciéndose pasar la cuerda por detrás del cuerpo de manera que un posible tirón tenga únicamente el efecto de encajarlo aún más en la hendidura.

El simple aseguramiento tipo rappel, o sea, pasando la cuerda por los hombros, no siempre es aconsejable en espeleología, y, de todos modos, si la posición es expuesta conviene anclarse en la pared, por ejemplo con una buena clavija, mosquetón y cuerda personal (fig. 8 e).

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8. Colocación de escalas en un pozo o sima con viras o rellanos. a) equivocada; b)acertada; posición correcta, de aseguramiento; d) aseguramiento con doble cuerda desde aba¡o: e) recuperación de escalas en simas accidentadas; f) escalada con palo desrnontable (observése el anclaje en la base y en el extremo del palo y el aseguramiento con doble cuerda).

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Si se quiere añadir al aseguramiento la tracción de la cuerda, a menudo necesaria en las grandes verticales para ayudar a quien sube, conviene operar por lo menos de dos en dos. Obsérvese que la tracción elimina una buena parte de las causas que podrían determinar la caída del que se encuentra en la escala. Para ser eficaz no debe ser continua, sino que debe armonizarse con el «paso» del que sube.

En la ascensión de los tramos únicos de escala superiores a 80-100 m, el aseguramiento normal sólo puede ser empleado por parte de espeleólogos muy entrenados. En general, en estos casos conviene emplear (juntamente con las escalas) la polea que permite en caso necesario izar a peso a una persona.

El aseguramiento es muy importante en los casos en que, por error en el sondeo, la escala no alcance al fondo de la sima. Si queda un breve trecho por descender y existiendo la posibilidad de alargar más la escala, el que forma el equipo de punta puede hacerse descender a peso por la cuerda; esto, en el caso de que no se alcance el rellano más próximo para esperar que, desde arriba, se proceda a largar más cuerda.

En un equipo cuyos miembros estén poco compenetrados existe gran diversidad de pareceres en la manera de considerar las cosas entre los que se ocupan del aseguramiento y los que atienden a las escalas. A veces estos últimos se encuentran -o creen encontrarse- en situaciones difíciles, mientras los compañeros que han quedado en la boca de la sima se cuentan historietas, interrumpiéndolas tan sólo cuando a alguno de ellos le parece que el que está abajo pide algo. Esto, a veces sucede, cuando el pobre diablo se ha quedado sin aliento soplando en un silbato o desgañitándose para llamar a sus compañeros, y es evidente que esta clase de incidentes no ayudan precisamente a mantener la calma necesaria para conducir a buen término las maniobras del descenso. En una palabra, el equipo que se encarga del aseguramiento debe desarrollar su trabajo de la manera más concienzuda.

h. Recuperación y recogida de la cuerda. La recuperación de la cuerda desde arriba se efectúa tras el descenso de todos los componentes de la cardada y no presenta dificultades, ni siquiera en el caso de un pozo accidentado, si se tiene cuidado en deshacer los nudos de la cuerda y no se olvida en su extremo el mosquetón, que durante la recogida podría engancharse en las paredes.

Cuando ha salido un miembro del equipo, se envía de nuevo un cabo de la cuerda al fondo de la sima, para que otro pueda proceder a asegurarse. Esto es fácil en las simas poco profundas o con descenso en el vacío, pero si la sima es accidentada no conviene tirar la cuerda, ya sea porque a veces por más intentos que se hagan no es posible hacerla llegar, o bien porque, al caer con fuerza sobre una losa rocosa, es fácil que quede dañada.

El primero en subir se atará entonces a la cintura el cabo de otra cuerda, que le será largada por los compañeros que han quedado en el fondo de la sima (para esto se emplea un cordel de llamada, o cuerda guía), al que se atará el extremo de la cuerda de aseguramiento, al llegar a la boca de la sima; esta última podrá ser fácilmente «recuperada» tirando del cordel desde abajo.

Una vez «recuperada», la cuerda se mantiene bien separada de la escala, porque si se enreda en ella el ascenso ya no puede ayudarse con la tracción, provoca roces y el que sube debe desatarse a la mitad del ascenso para hacer pasar la cuerda en torno a la escala, hasta liberarla (téngase en cuenta que esta maniobra sólo debe hacerse después de haberse asegurado con mosquetones a la escala).

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i. Sistemas de «apoyo». El descenso de una serie de pozos profundos comporta normalmente el empleo de un equipo de sostén, cuyos componentes permanecerán escalonados en «apoyo» a la boca de los diversos pozos, para asegurar el descenso y la subida de los compañeros que prosiguen la exploración. Este ingrato cometido, que lo es especialmente si la espera se prolonga durante horas en posiciones incómodas, puede evitarse en muchos pozos cuya conformación (verticales o contra paredes lisas) permite efectuar el aseguramiento desde abajo con doble cuerda: el último del equipo en bajar y el primero en subir estarán asegurados por los compañeros que permanecen en el fondo del pozo con una extensión de cuerda doble a la profundidad que tenga el pozo, cuerda que correrá en una polea o un mosquetón fijado en la boca del pozo (fig. 8 d); la sujeción de la doble cuerda generalmente no se hace en ella para la escala. Si no se dispone de una cuerda sola suficientemente larga se pueden anudar dos, dejando la más corta y, por lo tanto, el nudo en la parte del que efectúa el aseguramiento.

Otro método consiste en dejar colgar en la sima, al lado de la escala, una cuerda fija, por la que se hará correr un auto bloqueo Dressler atado a la cintura del que baja el último y del que sube el primero.

Estos sistemas pueden presentar imprevistos y requieren un buen entrenamiento en el primero que sube. Sólo pueden ser practicados por espeleólogos experimentados.

1. Transporte de sacos y mochilas. Esta es una operación relativamente fácil durante el descenso, tanto si se llevan a la espalda o se bajan mediante cuerdas. Durante el ascenso conviene, mientras sea posible, llevar la ropa a la espalda, en las mochilas ligeras exprofesas para escalada, ayudando al que sube con oportunas tracciones; así se evita pérdida de tiempo, desgaste de la cuerda y complicaciones a menudo fatigosas y arriesgadas.

Cuando es necesario izar la ropa se emplean -como ya se ha dicho- sacos tubulares del tipo petate, lisos externamente, y polea (si la cuerda tiene roces). Si la sima presenta rellanos, es necesario que durante la maniobra de los sacos haya un espeleólogo en cada rellano. Si al izar los sacos la cuerda se enreda con la escala es preferible retirar esta última de la sima durante todo el tiempo que dure la maniobra. Si la escala no se ha retirado, conviene sacudirla y tensarla antes de subir, porque si se hubiese enganchado en un saliente podría tenderse de repente durante la salida, dando un tirón.

En las simas con paredes accidentadas hay que hacer un continuo tira y afloja para desenganchar los sacos de los salientes rocosos; en este caso, los sacos tienen que ir atados con mucho cuidado. Maniobrando desde abajo con una cuerda o con un cordel de recuperación se puede mantener el saco separado de las paredes. El cordel de recuperación va atado a cada saco que se iza para poder después «recuperar» la cuerda de abajo. En algunas simas muy anchas conviene tender un cable de acero con una inclinación de 45-60' a lo largo del cual se harán subir y bajar los sacos con facilidad, sujetándolos a uno o a varios mosquetones que se escurrirán por el cable. Hay que sujetar a éste con mucho cuidado y no hay que cargarlo más de 1/20 de su punto de ruptura.

2. Recuperación de las escalas. Se efectúa al término de la exploración y excepcionalmente (desde abajo) incluso durante ella. Normalmente, para retirar el equipo de una sima basta con tirar de la escala desde arriba, pero si la sima es accidentada conviene que el último suba por una cuerda cuyo cabo inferior habrá sido amarrado al extremo de la escala.

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Esta cuerda servirá para izar la escala, desenganchándola si ha quedado prendida en las paredes (fig. 8 e). En las simas con rellanos es misión del último que sube retirar la escala al llegar a cada descansillo.

Puede suceder que en el curso de una exploración el equipo de punta no disponga de las escalas necesarias para descender en el nuevo pozo, en cuyo caso se desarma temporalmente un pozo intermedio, en cuya boca permanecerá algún elemento del equipo de sostén.

2. Escalada artificial y empleo particular de las escalas

Cuando se presentan paredes con desplomes o baumas o vías por las que no se puede ascender en escalada libre, se utiliza el palo desmontable. Antes de transportarlo a la caverna, operación larga y fatigosa, hay que estudiar bien sobre el terreno si su empleo será realmente útil. Para utiIizarlo se enchufan sus diversos tramos, en su extremo se sujeta una pequeña escala flexible, se levanta el conjunto y se apoya su extremo en el punto que se quiera alcanzar; luego se asciende por la escala (véase fig. 8 f). El punto alcanzado puede servir a su vez de base para alcanzar otro rellano más alto, y así sucesivamente, siempre que se encuentren rellanos 10 bastante anchos cada 10-15 m por lo menos.

La base de la larga pértiga se ancla si es necesario con una clavija. La pértiga ofrecerá tanta mayor resistencia y seguridad cuanto más paralela al mismo astil sea la dirección del peso de quien sube. Si el ángulo es demasiado grande, puede doblarse hasta romperse.

No hay que apoyar el palo de manera que apenas se sostenga por su extremo superior, porque la inevitable flexión, al provocar su acortamiento, haría resbalar el extremo de su apoyo, provocando la caída del artilugio. Si el palo no ha podido apoyarse en una acanaladura de la roca en forma de V que haga imposible su desplazamiento lateral para que esto no suceda hay que asegurarlo con una o varias cuerdas que impidan el desplazamiento de su extremo.

Si la pared que hay que escalar no es alta y el transporte del palo hasta ella resulta demasiado engorroso, se puede ascender implantando clavijas con técnica de escalada; son también aconsejables los clavos de expansión. En este caso se emplean las técnicas normales de la escalada artificial.

Un equipo formado por elementos muy experimentados y entrenados puede ganar tiempo descendiendo pozos con la técnica del rappel y también con el descensor ya citado. Esto no impide evidentemente que se deban instalar asimismo escalas en los pozos, porque la ascensión en rappel aún no ha sido inventada y muchos incautos que han intentado ascender por pozos verticales con una cuerda fija han terminado desastrosamente.

Para alcanzar entradas de grutas en paredes verticales o en desplome se puede subir desde abajo en escalada o con el palo desmontable, con escalas de bombero, con andamiajes de madera, etc. Pero a menudo, en cambio, resulta más conveniente bajar desde arriba con una escala, a menos que el techo de la entrada sea saliente con relación al piso de la cavidad: para alcanzar la boca es necesario entonces hacer un péndulo (bien asegurado), o, aún mejor, lanzar al interior de la cavidad una pequeña ancla de hierro sujeta a una cuerda, que haga presa en las piedras o arbustos y permita izarse al interior por medio de la propia cuerda.

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Desaconsejo afrontar graves fatigas y riesgos para alcanzar cavidades que se abran en paredes, a menos que se presenten como resurgencias activas, o de crecida o fósiles: salvo estos casos se trata casi siempre de cavidades que terminan a los pocos metros.

3. Exploración de cursos de agua subterráneos

Hemos dicho ya que en las galerías activas -o sea, recorridas por cursos de agua- no son tan preferibles para la exploración como las galerías secas superiores, porque estas últimas permiten una progresión más expedita. Sin embargo, si éstas no existen o no son accesibles, no queda más remedio que seguir las galerías inundadas o semi inundadas.

En los pequeños arroyos es fácil avanzar pegados a las paredes; a lo sumo, si el agua es muy fría, se pueden calzar botas de goma. Si hay saltos de agua se efectúa la sujeción de la escala al lado de la cascada; durante el descenso, basta un impermeable para protegerse de una posible rociada. Existen pequeños torrentes que se recorren con facilidad en mayor parte de su curso, pero que tienen lagos profundos de vez en cuando, o bien estrechamientos que obligan a arrastrarse con el vientre en el agua, o pequeñas cascadas a las que es imposible evitar la ducha.

Si el agua no es helada incluso resulta divertido tomar 111/11'111 baño (hay que desnudarse y volver a vestirse inmediatamente después, tratando de conservar la ropa seca), pero este sistema, al cabo de un rato, termina por «enfriar» el entusiasmo de proseguir y además hace perder mucho tiempo.

Si los obstáculos se limitan a estanques profundos o lagos, la mayoría de espeleólogos utilizan el bote neumático, pero incluso así se avanza relativamente poco, salvo en los casos en que la caverna es ancha y elevada (de lo contrario, los botes tienen que hincharse y deshincharse cada vez que se pasan galerías estrechas y pozos, con gran pérdida de tiempo).

El equipo ideal para estos casos es el traje de goma o de neopreno (propio de los buceadores), completado siempre que convenga por un chaleco salvavidas. Al ser el traje de goma de dos piezas se llevarán sólo de manera permanente los pantalones, poniéndose únicamente la chaqueta cuando sea necesario efectuar una inmersión completa, evitando así un exceso de transpiración. Sin embargo, el traje completo también se puede llevar puesto durante varias horas seguidas. El equipo e instrumental se transporta en sacos impermeables reforzados, de cierre hermético, que flotan gracias al aire que contienen. Al llevar puestos los trajes isotérmicos es necesario consumir alimentos fácilmente digestibles y pocos cada vez: en realidad, las inmersiones propiamente dichas (prolongadas) no deberían hacerse hasta después de varias horas de haber ingerido alimentos.

Existen luego cavernas inundadas en gran parte de su recorrido, donde si el agua es profunda el empleo de los botes neumáticos no sólo es indispensable, sino que permite una progresión muy cómoda y expedita, con tal de que el número de plazas en los botes sea igual al de componentes del equipo. Además, para agilizar embarcos o desembarcos en posiciones difíciles, es útil que dos componentes del equipo vistan el traje de goma completo a fin de poder meterse en el agua o bien efectuar reconocimientos con máscara, aletas y tubo respirador.

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Los botes neumáticos son bastante frágiles: es aconsejable no poner de pie en el fondo y tener siempre al alcance de la mano todo lo necesario para efectuar reparaciones. No hay que embarcar en ellos con la mochila en la espalda, pues ésta, en el caso de una caída en el agua, se convertiría en un peligroso engorro. Hay que llevar siempre puesto el chaleco salvavidas.

Las exploraciones más difíciles y peligrosas son las de grandes cursos de agua de corriente muy rápida. En este caso, además de los botes, son necesarios trajes impermeables. Las maniobras tienen que hacerse con aseguramiento tanto si se va contra la corriente como a favor de ésta. En este último caso el riesgo es mucho mayor: arrastrado por la corriente el bote puede descender bien o mal, hasta un punto donde después le sea imposible remontarla: para evitar tal percance, hay que ir poniendo cuerdas fijas. A menudo el fragor del agua es tan fuerte que es imposible entenderse a pocos metros, si previamente no se ha convenido un código de señales, de preferencia ópticas. A veces los pasos en la pared, aunque sean muy altos, son preferibles a la vía líquida.

Siguiendo estos cursos de agua subterráneos es fácil perder la ropa porque caiga al agua o porque el bote zozobre. Hay .cosas como los víveres, las pilas de recambio, etc., cuya perdida puede tener consecuencias desastrosas. Para evitarlo todo esto debe ir amarrado al bote (no a las personas), y las piezas mas importantes del equipo repartidas en varios sacos.

Un peligro gravísimo que puede presentarse en la exploración de cursos de agua subterráneos son las crecidas súbitas que siguen por ejemplo a un aguacero: el equipo de punta tiene que procurar permanecer en contacto con el exterior (por teléfono o por otros medios, por ejemplo walkietalkie): el equipo de sostén que queda fuera tiene que estar al corriente de los últimos partes meteorológicos. En caso de crecida de las aguas, en todas las cavernas existen lugares para refugiarse a donde no alcanza el agua: conviene conocer su distribución en la cueva; en los más accesibles de éstos se pueden colocar depósitos de víveres, para el caso 110 infrecuente de que la crecida dure varios días.

Este tipo de inundaciones Son peligrosas incluso en cavernas normalmente secas, corno ciertos vertederos o simas en los que penetran en ciertos casos y durante pocas horas verdaderas trombas de agua.

Los sifones, cuando fallan jodas las tentativas para superarlos por vía indirecta (véase capítulo 3), se pueden superar a veces con técnicas de inmersión autónoma, propias de la espeleología subacuática.

En presencia de un sifón hay que empezar por «sondearlo» con los pies, para comprobar si la bóveda sifonante no vuelve a elevarse poco después. En este caso, se puede superar fácilmente en apnea, o sea, conteniendo la respiración.

En caso contrario, la inmersión debe efectuarse con escafandra autónoma: es ésta una técnica no sólo espeleológica sobre la que no vaya entrar en detalles

En presencia de un sifón, es aconsejable ante todo estudiar la posibilidad de superarlo examinando la morfología de la caverna: si promete ser particularmente largo o profundo, con más de 15-20 m de extensión, se hace dificilísimo su paso. Además debe sopesarse bien el resultado que proporcionaría su exploración: puede suceder, por ejemplo, que a causa del relieve de la caverna se vea que el sifón, muy probablemente desemboca en una parte ya explorada y en este caso es inútil intentar franquearlo.

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Cuando se decida tratar de superar un sifón, aconsejo al espeleólogo no especializado que recabe la ayuda de uno de los muchos centros de exploración submarina existentes, que puedan proporcionarle, en caso necesario, no sólo su colaboración sino el adiestramiento y los consejos que hagan falta. Para los especialistas de la espeleología subacuática estos consejos no hacen falta, pues saben que la exploración hoy día ya no se detiene al llegar ante un sifón, como ocurría anteriormente. Podría dar resultados muy interesantes la exploración de las costas calcáreas, en las cuales, bajo el nivel del mar, se abren grutas inexploradas que pueden tener en su interior partes aéreas, a veces muy extensas.

Quien ya posea experiencia en el buceo normal con escafandra autónoma no debe hacerse ilusiones por ello de que puede convertirse con facilidad en espeleólogo subacuático. En las cavernas reinan condiciones muy particulares, a causa de la oscuridad, la baja temperatura del agua (que ha provocado bastantes muertes por hidrocución), y por la facilidad con que el agua se enturbia a causa del movimiento de las aletas, de los buceadores, hasta perder toda visibilidad, con el nesgo de que se agote el aire de las botellas antes de haber podido encontrar la salida. Por todas estas razones conviene actuar siempre por lo menos en equipos de cuatro: dos en el sifón y dos a la entrada de éste, dispuestos a intervenir. Los dos primeros, además, deben hallarse unidos con sus compañeros de fuera por una cuerda de seguridad, que servirá también para transmitir señales mediante tirones.

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Programas y planes para las expediciones espeleológicas

1. Organización

La exploración o reconocimiento de una caverna constituye una ocasión que por diversos motivos (meteorológicos, tiempo disponible, distancia y económicos) no se presenta al espeleólogo en cualquier momento, y por ello hay que aprovecharla lo más posible. Para ello no hay más remedio que actuar sobre la base de un programa detallado.

La propia expedición debe ser ya el resultado de un programa (anual, por ejemplo) de carácter más amplio, que se proponga alcanzar ciertos objetivos exhaustivos acerca de las cavidades de una zona determinada. Cuando se presenta la posibilidad de efectuar un reconocimiento, el grupo que tenga interés en realizar el programa más general deberá reunirse (incluso los que no se propongan participar en aquella salida particular) para establecer exactamente los objetivos que se deben alcanzar en dicha ocasión, empezando por nombrar un jefe o responsable de la expedición (lo cual es indispensable, aunque se trate de un grupo de amigos). El jefe, de acuerdo con los participantes en la salida, trazará un programa (por ejemplo, según el modelo del que se reproduce al final del capítulo).

Cuando se trate de partes de cavernas ya conocidas el programa es fácil de trazar, pero resulta más bien difícil prever qué equipo será necesario y qué se tendrá que hacer en las partes que se intenta descubrir.

A continuación daremos algunas orientaciones sobre el particular.

En el capítulo 3 hemos dicho ya cómo debe organizarse la búsqueda de nuevas cavidades y hemos aludido a las diversas fuentes que pueden suministrar indicaciones sobre las cavernas que se trata de localizar (mapas topográficos y geológicos, publicaciones, artículos de sociedades, el catastro e informaciones in situ).

Pero al tener que abordar una caverna en la que nunca hayamos estado, incluso teniendo mucha información sobre ella, antes de organizar una expedición propiamente dicha conviene hacer un reconocimiento con equipo ligero, alcanzando o penetrando hasta el primer obstáculo que no se pueda superar, a fin de recoger notas técnicas para la futura exploración (sin olvidar todas las deducciones que se puedan sacar de la morfología, meteorología, etc.). La experiencia enseña que las más de las veces se alcanza así el fondo de la caverna y queda aún tiempo para la recogida de datos catastrales y topográficos.

Pero si la cavidad continúa, su exploración ulterior puede realizarse de varias maneras, según la categoría de la caverna y su accesibilidad.

Se la puede explorar a base de muchas expediciones rápidas y ligeras sucesivas (puntas), a cargo de un equipo único, dejando si conviene la cavidad «armada» para las veces siguientes, Si esto no es deseable o no se puede hacer, se organizará una expedición completa: un equipo de sostén procede con todo el material hasta el límite conocido y dispone ayudas fijas en las galerías. Un equipo de punta alcanza en poco tiempo este límite y procede a la exploración.

Si ésta se hace muy prolongada y profunda se establecerán vívacs o un campamento interior, unid; telefónicamente con el exterior y abastecido por los

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equipos de apoyo. AI propio tiempo, en las partes ya exploradas empezarán a actuar equipos especializados, encargados de levantar planos, hacer investigaciones científicas, tomar fotografías, etc.

Terminada la exploración, la escuadra de sostén «desarma» la caverna. Si la exploración se prolonga durante varios el días, hay que establecer un campamento exterior, unido con el interior y con la base de avituallamiento más próxima (mediante acémilas o jeeps), Dicho campamento está a cargo de un equipo exterior.

Inútil es decir que son rarísimos los casos en que se hace necesario tal despliegue de fuerzas. Lo más frecuente consiste en recurrir a una campaña espeleológica, acampando durante varios días en una localidad abundante en cavernas y poco accesible por otros medios.

Entre el método de la punta, el de la campaña y el de la expedición completa existen muchos términos medios, según los casos.

Téngase presente que en una expedición los resultados no son proporcionales a los medios empleados, o, dicho con mayor precisión: el máximo rendimiento (relación entre medios empleados y resultados obtenidos) se obtiene cuando participan pocos hombre" con escaso material; el mínimo, en cambio, se alcanza en las expediciones más aparatosas. En consecuencia, es preferible evitar este último tipo de expediciones, a menos que no sean absolutamente indispensables.

Se engaña completamente quien cree asegurar el éxito de una expedición multiplicando los equipos, haciendo acopio ele todo el material imaginable y tratando después de utilizarlo a toda costa, aunque se pudiera prescindir perfectamente de él.

Son muy importantes las comunicaciones entre el exterior y el interior de la cavidad mientras la expedición se halla en curso.

Esta comunicación se realiza, corno ya hemos dicho, por medio de teléfono de campaña, walkie-talkie o utilizando únicamente la voz humana, que transmite las órdenes entre los diversos equipos de sostén escalonados a lo largo de las simas y galerías. Estos sistemas de comunicación permiten al jefe de la expedición transmitir sus órdenes a los equipos, señalar peligros (generalmente aumentos en el caudal de los torrentes) para que los que se encuentran en el interior busquen posiciones seguras, coordinar las maniobras de descenso en los pozos, permitiendo también que el equipo de punta pida los materiales y los hombres que le son necesarios para proseguir la exploración.

Gracias a estas ayudas se tiene la seguridad de que no habrá que detenerse por falta de material, y, por otra parte, hace que no sea necesario avanzar con todo este equipo a cuestas. Por este motivo, conviene siempre establecer los depósitos de material, e incluso el campamento lo más cerca posible de la boca de la caverna.

A veces, la prensa se interesa por nuestras exploraciones.

Los periodistas profesionales no suelen tener más que ideas 111UY vagas acerca de lo que es la espeleología; por lo tanto, es necesario, después de haberles informado con la máxima cortesía, respondiendo a sus preguntas, rogarles que nos dejen ver sus notas, para corregir posibles errores que hayan podido deslizarse en ellas. Un artículo serio y documentado puede ayudar a difundir la espeleología, pero los reportajes en que se interpretan mal las verdaderas intenciones de los espeleólogos pueden causar mucho daño.

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2. Programa

Unos consejos más, al tiempo que pasamos revista a los diversos puntos del programa.

Fecha de la expedición: dependerá de las condiciones de accesibilidad de la caverna y de su interior (peligro de crecidas en determinadas estaciones).

Objetivos: cuando los participantes sean muchos, se podrá tratar de alcanzar diversos objetivos al mismo tiempo (pero en diversas partes) por equipos independientes. En cambio, si se dispone de un solo equipo, es perjudicial, a efectos del resultado, sobrecargarlo simultáneamente con demasiados cometidos, y asimismo con excesivo equipo y material.

En tal caso conviene dividir la tarea en tiempos o expediciones sucesivas, recordando que la exploración debe obligatoriamente preceder a las demás operaciones. Y el levantamiento o el trazado topográfico, deben preceder asimismo a los demás estudios, porque éstos deben basarse precisamente sobre el relieve, al referirse a él.

Participantes y cometidos: los componentes se escogerán teniendo en cuenta su capacidad y experiencia, y deben estar en trenados y ser de confianza. Por lo tanto, habrá que limitar la participación de novatos que aún no posean estas calificaciones. Una sola persona debe hacerse responsable de rada misión (aunque ésta se confíe a todo un equipo). Ejemplos de misiones: Preparativos: recogida de informes e indicaciones, puesta a punto del material, preparación de los víveres de punta. Operaciones exteriores: aproximación, transporte, instalación del campamento exterior, redacción de las notas periodísticas, contabilidad de la expedición, investigaciones científicas varias, topografía, documentación exterior, control sanitario, cocina, aprovisionamiento y enlace. En la caverna: anotaciones técnicas, croquis topográficos, equipo (preparación de éste para el transporte, división en paquetes, conocimiento de su contenido), preparación de los pasos, teléfono, sostén, punta, fotografía y cine, investigaciones y estudios varios, mando de los equipos.

El mando de la expedición debe ser confiado a uno solo, pero es conveniente que éste subdivida mucho las responsabilidades y confiera autonomía a los jefes de grupo, porque durante las operaciones no siempre puede comunicarse con todos los participantes.

Informes: cuando haya que redactar un informe sobre una salida, téngase en cuenta que dicho informe será mucho más preciso y completo si se basa en anotaciones lomadas en el lugar mismo. Admito que esto no siempre es fácil ni agradable, especialmente durante largas exploraciones; sin embargo, se encontrarán muchos dispuestos a utilizar el cuaderno de notas si el jefe de la expedición ha confiado ya antes de partir a cada cual el encargo de anotar ciertos datos bien determinados, sobre los cuales versará el informe que se redactará terminada la exploración. Aún es mejor repartir entre los componentes tablas o formularios donde estén indicadas las diversas anotaciones que hay que tomar: este método asegura además cierta uniformidad y sobre todo mayor claridad en los apuntes.

El jefe de la expedición procurará que estos informes se presenten pocos días después de terminada la salida, cuando la memoria de los participantes aún está fresca. Un consejo a este propósito: antes que procurar hacer un extenso informe muy literario es preferible redactar rápidamente un borrador que contenga por lo menos los datos más importantes. Al final de este capítulo damos un modelo de informe sobre

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una expedición de carácter explorativo y técnico, Eso no quiere decir, naturalmente, que un informe tenga que considerar siempre todos los puntos que se citan en este ejemplo.

Plan de acción: consiste en seleccionar las operaciones que se desarrollarán durante la salida, con el tiempo previsto para cada una de ellas. La bondad de este plan y en consecuencia el éxito de la empresa dependerá mucho de una sabia utilización del tiempo. Hay que estudiar previamente todas y cada una de las maniobras previstas, y cada participante debe saber cuál será su misión, de manera que todos los elementos del equipo estén siempre ocupados (si esto no es posible en un solo punto, conviene dividirse momentáneamente o utilizar una parada forzosa para un refrigerio, un vivac, etc.).

Equipo y material: consultando la lista del capítulo 4 se podrá establecer qué material hay que llevar y en cuánta cantidad. En general, es más fácil que una expedición fracase por acarrear material inútil que por la falta de alguna pieza del equipo.

En lo único en que no pueden hacerse economías es en lo que concierne a la seguridad de los espeleólogos, El material que hay que transportar sirve para la parte de caverna ya explorada y para la "punta», El primero puede establecerse con precisión, basándose en un informe técnico sobre la parte ya conocida; el segundo dependerá del género de obstáculos previsibles y del tiempo de que se disponga, que se reducirá, sin embargo, cuanto más aumente la cantidad de material a transportar. Evítese por lo tanto transportar .equipo que ni siquiera se tendría tiempo de emplazar y utilizar, a menos que pueda ser dejado in situ por la "punta» siguiente.

Un material poco eficiente que requiera reparaciones en la caverna puede comprometer el éxito de una expedición. Lo mismo puede decirse de no haberlo subdividido al partir en diversos sacos o también cuando se ignora su contenido. Se consigue un notable ahorro de tiempo teniendo siempre al alcance de la mano los objetos que se utilicen con más frecuencia.

3. Instrucciones para trazar un programa

Fecha en que se realizará la salida.

Objetivos y resultados que se quieran alcanzar (especifíquense detalladamente).

Nombre de los participantes y relación de los materiales varios que cada uno de ellos deberá presentar cuando la salida esté ultimada.

Misiones especificas de cada participante.

Plan de acción: programa detallado de las operaciones a realizar fuera y dentro de la caverna, con el nombre de sus encargados y el horario previsto.

Equipo y material que hagan falta. Hacer una lista dividiéndolo como sigue: disponible en el almacén, para reparar o adaptar, para construir, para adquirir o pedir en préstamo.

Víveres: cuando se tenga que plantar un campamento para varios días o una "punta» muy alejada, conviene preparar víveres de grupo: lista y coste.

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Presupuesto de los gastos sobre el cual se establecerá la cuota que tengan que abonar los participantes en la salida.

4. Instrucciones para redactar un informe de salida

a. Fecha.

b. Nombre exacto de la caverna o las cavernas, o de la localidad (en el caso de un simple reconocimiento externo). Número del catastro. Región. Provincia. Municipio.

c. Copia del programa en el que se indique: objetivos y resultados propuestos; nombre de los participantes y misiones confiadas a cada uno de ellos; lista del equipo y material empleados.

d. Relación cronológica sobre el desarrollo de la operación (historia de la exploración).

e. Notas técnicas:

1. Sobre partes nuevas descubiertas (modo de acceder a ellas con descripción de pasos, galerías, obstáculos y sus medidas, equipo que haga falta, indicación de posibles peligros, croquis indicativos).

2. Sobre la organización de la salida (posibles deficiencias del programa, errores y modo de subsanarlos) y sobre materiales o técnicas particulares probados durante la exploración.

f. Descripción de cada caverna (o al menos de sus partes nuevas), con referencia al croquis indicativo o croquis hecho con la brújula o levantamiento topográfico anexo. A éste se añadirán otras indicaciones, como nombre de los operadores, instrumentos empleados, etc., que se indican en el capítulo 8, además de la lista de medidas poligonales.

g. Lista de datos útiles para completar el plano de la caverna visitada (véase capítulo 9) e indicaciones recogidas relativas a nuevas cavernas inexploradas existentes en la zona. Nombre, localidad, itinerario, tipo de cavidad, posibilidad de prosecución e interés que presenta.

h. Observaciones y medidas varias, materiales recogidos (lista numerada, con referencia al diseño de la caverna según la modalidad indicada en el capítulo 10).

i. Copia de las fotografías tomadas, con posibles indicaciones acerca de la técnica fotográfica.

l. Lista de las publicaciones (o simples informes) consultadas, que tratan de la caverna visitada (señalando los posibles errores que contengan).

Para redactar más fácilmente este tipo de informes y al propio tiempo para ordenar debidamente el material recogido, los datos enumerados anteriormente se pueden subdividir en dos fichas-tipo.

La primera recoge los datos que se refieren a la expedición (a, b, c, d) y contiene de forma resumida una lista de los resultados obtenidos y de los materiales recogidos en cada caverna visitada durante la expedición.

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La segunda ficha, en cambio, reúne los datos que se refieren a cada caverna aislada. Esta ficha se completa y pone al día cada vez que se efectúe una visita a la caverna de referencia.

Debe contener, pues, los apartados b, e-1, f, g, h, i, l. Los apartados g, h, l, se pueden desarrollar siguiendo las indicaciones que se dan en los capítulos 9 y 10.

La ficha del primer tipo constituye en sí misma la documentación de la actividad desarrollada en la salida. La del segundo tipo (ordenada por zonas) es la documentación técnico científica de cada caverna.

Todo aquello que no pueda indicarse en esta última, por razones de espacio, puede añadirse después, en otra hoja, como indicaciones adjuntas.

A fines de una fácil consulta, es importante que tanto las fichas como los documentos anejos tengan las mismas dimensiones.

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Cómo se levanta el plano de una caverna

Levantar el plano de una caverna significa representarla de manera esquemática, aproximada y a escala reducida, lo cual en la práctica se obtiene trazando su planta o planimetría y su sección vertical longitudinal.

Es preciso además determinar la exacta ubicación geográfica de la entrada (latitud, longitud y altitud), siendo también necesario que del croquis o de los cálculos se pueda deducir la situación de cualquier otro punto de la caverna.

Nadie se halla en condiciones de trazar el plano de una cavidad tras haberla recorrido sumariamente, puesto que una simple visita no puede proporcionar un conocimiento exacto de aquella; por lo tanto, la verdadera exploración consiste en efectuar el estudio topográfico de la cavidad, porque sólo así se podrá observar y medir cada una de sus partes.

Las características del plano cambian según los fines a que se le destine. Vamos a ver la manera de levantar un plano que dé una idea adecuada de los diversos lugares, que permita orientarse en la caverna incluso a los que nunca la han visitado, y que además posea aquel mínimo de precisión necesaria para proporcionar las indicaciones fundamentales para el estudio de la cavidad.

1. Los instrumentos

Para medir las distancias lineales se emplea la cinta métrica (que se lleva arrollada), doble decámetro en tela encerada reforzado interiormente por finos hilos de acero, enrollada en el interior de una caja metálica. Al arrollarla hay que ir limpiando la cinta cogiéndola entre los dedos antes de que entre por la hendidura del estuche; hay que lavarla y secarla después de cada expedición. Raramente se recurre a los telémetros de precisión, porque son muy engorrosos y frágiles y en el mundo subterráneo, donde la luz es escasa, se adaptan mal a este tipo de medidas.

La dirección de los diversos segmentos de la caverna en el plano horizontal viene indicada por la brújula. Un tipo de brújula conveniente para nuestras exigencias es difícil de encontrar. Por lo menos debe ser robusta y poco engorrosa, con una sensibilidad mínima de un grado (cuadrante dividido en 360 partes), con un pequeño nivel adjunto para poder utilizarla en posición rigurosamente horizontal. Debe adaptarse de manera que pueda fijarse mediante un tornillo a un trípode; como lo más frecuente es que se tenga que emplear manualmente, hay que procurar que un sistema de prisma y lente, por ejemplo, permita mirar y al propio tiempo leer los grados. El sistema de mira debe permitir observar con inclinaciones de hasta 60° (con la brújula en posición horizontal, naturalmente). Si el punto de mira es una hendidura, procúrese que al desplazar lateralmente el ojo mientras se observa, éste no abarque un ángulo visual superior a la sensibilidad de la brújula (por ejemplo, superior a un grado si el cuadrante está dividido en 360°). Procúrese también que la línea de mira sea rigurosamente paralela a la línea N-S del cuadrante fijo y, en caso contrario, téngase en cuenta el error sistemático que de ello se deriva. La lectura se hará respecto al N magnético y no respecto a una señal que tienen algunas brújulas, que corresponde a l N geográfico. Una brújula de menor precisión sirve para I "azar el plano de derivaciones cortas o para hacer un croquis sumario después de la primera exploración.

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9. Nivel de Abney

Para obtener la altimetría de la caverna el altímetro debe descartarse porque, si se usa a la buena de Dios, puede dar errores de 50 metros y más, y, si se emplea correctamente, requiere un trabajo desproporcionado a los resultados obtenidos. Un instrumento muy adecuado es el nivel de Abney (fig. 9).

Un pequeño anteojo (C) lleva adaptado un semicírculo graduado (S) dispuesto verticalmente: sobre él gira un indicador (I) que se acciona mediante el botón (B) y está sincronizado con un pequeño nivel de burbuja de aire (L). Si se observa un punto a través del aparato óptico, éste toma cierta inclinación () respecto a la horizontal. Para averiguar cuántos grados tiene dicha inclinación se maniobra (mirando en el espejito colocado en el interior del anteojo) hasta que el nivel L esté horizontal, y se hace entonces la lectura correspondiente del indicador móvil. Este es el cero de un nonio que da la aproximación de 10', correspondiente a la sensibilidad del nivel. Este instrumento es un poco costoso, pero puede ser sustituido por el goniómetro, representado en su forma más simple y práctica en la figura 10. Al construirlo téngase cuidado de que el punto de sujeción de la plomada se encuentre rigurosamente en el centro de la circunferencia del goniómetro.

Según el sistema clásico, realizado por ejemplo al efectuar la topografía de las minas, el goniómetro se suspende en el centro de un bramante fuerte, tendido entre los dos extremos del segmento cuya inclinación se quiere medir. Si en vez de los ganchos de la figura 10 utilizamos un sistema de mira, podremos conocer la inclinación del segmento, situándonos en un extremo y mirando desde allí al otro extremo. Así nos evitaremos el tendido del cordel, operación larga y no siempre posible.

Para hacer las cosas con la debida precisión es conveniente, en este último caso, montar el goniómetro sobre un trípode a fin de que gire alrededor del centro del círculo graduado y pueda ser bloqueado con un tornillo, cuando se haya tomado la puntería exacta. Luego puede llevarse a un lado y hacer la lectura con comodidad.

Normalmente, cuanto mayor sea el círculo graduado más exactitud tendrá la medición resultante (siempre que el instrumento esté bien construido, se utilice con cuidado y sepa manejarse: véase páginas 103-104).

El trípode sobre el que se fijarán la brújula, el goniómetro o nivel y la linterna buscadora, debe ser sólido, de latón, con cabeza atornillable; totalmente desprovisto de partes férreas. Completan el equipo del espeleólogo-topórafo: mapas topográficos al 25000 (se encuentran en las librerías), en los que figuran la entrada de las cavidades y plintos de referencia próximos: dos linternas eléctricas que servirán de punto de mira (punto luminoso que se buscará en los instrumentos); pintura y pincel

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para señalar las bases (también puede hacerse con negro de humo de la lámpara de carburo); un metro de madera plegable y un I cuaderno (formato 20 X 30 cm con hojas cuadriculadas) para cada miembro del equipo topográfico; un cuaderno más pequeño para los que manejan los instrumentos (sin olvidar Iápiz, goma de borrar y cortaplumas). A menudo durante el levantamiento del plano, resulta oportuno efectuar otras medidas y recogidas de muestras: véase, según los casos, el equipo que se aconseja en el capítulo 10. Los topógrafos deben disponer, finalmente, de buenas fuentes luminosas, especialmente lámparas de acetileno, que dan una luz difusa: la lámpara frontal es indispensable para los que emplean el nivel de Abney o brújulas sin trípode.

10. Goniómetro

2. Señalamiento de la entrada

Para hallar las coordenadas de la boca o entrada hay que referirse a puntos característicos y ya conocidos de las cercanías, es decir, que ya estén señalados y citados en el mapa al 25 000 del I.G.M.: puntos trigonométricos, torres, iglesias, puentes, etc. El modo de operar variará según la posición respectiva de la entrada y los puntos circundantes.

Primer caso: Existe un punto de referencia accesible y próximo a la caverna. En este caso se procede mediante una triangulación cerrada (véase más adelante): entrada-punto de referencia-entrada, sirviéndose de un goniómetro de tipo militar para mediciones rápidas o, a falta de este instrumento, que es muy apropiado, de instrumentos para topografía espeleológica (en cuyo caso el polígono de ida no debe medir más de 200-400 m, para dar un resultado suficientemente exacto).

Segundo caso: Existen dos o, mejor aún, varios puntos de referencia que pueden observarse desde la caverna, comprendidos dentro de un ángulo visual mínimo de 90º (mejor si es mayor). Se efectúan entonces dos o más irradiaciones; es decir, se sitúa la brújula sobre trípode ante la entrada de la cavidad y se miran sucesivamente los diversos puntos de referencia, leyendo en el instrumento el acimut7 correspondiente.

Incluso efectuando la lectura con la máxima precisión, nunca se localizará exactamente el punto observado, sino un arco (en el que se hallará comprendido dicho

7 El acimut es el ángulo que la recta N.S. que pasa por el punto de observación (recta proporcionada por la aguja imantada) forma con la recta que une el propio punto de observación con el punto observado. Este ángulo va de 0º a 360º y se calcula en el sentido de las agujas del reloj.

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punto) de valor igualo superior al ángulo correspondiente a la sensibilidad de la brújula (por ejemplo, arco mayor o igual a 30' si el cuadrante está dividido en medios grados). La longitud (l) de este arco representa también cierto error de cierre, tanto angular como de distancia, y que puede afectar a la determinación: el valor máximo que puede alcanzar dicho error crece al aumentar el ángulo (a) correspondiente a la sensibilidad de la brújula y si aumenta la distancia (R) de la entrada al punto observado, siendo

( en grados)

Cuando se emplee una brújula dividida en medios grados, al observar un punto situado a 1 km la determinación de la boca de la caverna puede sufrir un error de hasta 9 m (si los puntos observados son más de dos y las lecturas se han hecho con la máxima precisión). Teniendo en cuenta que en el mapa topográfico dos puntos ya se distinguen si su distancia mínima entre sí es de 0,3-0,4 mm correspondiente a 7-10 m sobre el terreno, resulta que una determinación del punto de entrada menos aproximada de la que figura en el ejemplo que hemos dado no sería, en rigor, suficientemente precisa para el objetivo que nos proponernos.

Las mediciones con la brújula se hallan también sujetas a otros errores mucho más graves cuando se efectúan en zonas de anomalías magnéticas (zonas indicadas en el mapa de 25 000), si en la roca existen yacimientos de minerales magnéticos o si se producen súbitas perturbaciones magnéticas durante las operaciones topográficas. Estos errores se evitarán empleando un goniómetro (por ejemplo, el de tipo militar ya citado); con él se pueden establecer puntos de observación en dos o más puntos trigonométricos P, desde los cuales sea visible la entrada de la caverna, y midiendo 1 ángulo que forma el segmento P-entrada con otro segmento de dirección conocida P-P' (P' = otro punto trigonométrico visible desde P). Las radiaciones con el nivel de Abney sólo dan un resultado satisfactorio cuando el punto observado está próximo y casi a la misma cota de la entrada (desde el momento en que la medición se basa en la distancia entrada-punto observado, distancia que sólo se puede hallar en el mapa a 25 000, gracias a las determinaciones hechas con la brújula y por consiguiente muy imprecisas).

Con altímetro de precisión calibrado antes de su empleo se consigue una aproximación superior a 0,05 %, pero en general, si se desea obtener un resultado preciso en la determinación directa de la altitud (y asimismo de las otras coordenadas), el instrumento más seguro es el teodolito. Normalmente la cota de entrada se obtiene, corno veremos, en el mapa topográfico.

Tercer caso: No existen puntos de referencia próximos ni accesibles, ni visibles desde la entrada. Se traza una poligonal (a menudo es suficiente un solo segmento) desde la entrada hasta un punto en que sea posible efectuar las proyecciones, y desde allí se procede corno en el caso anterior.

Quien no disponga de los instrumentos adecuados o del tiempo necesario para señalar con la precisión debida la situación de la entrada, no debe por ello renunciar a establecer a grosso modo en qué punto del mapa se abre la caverna, dando así unas coordenadas que siempre pueden ser útiles en una primera aproximación. En tal caso hay que indicar siempre el valor de esta aproximación (por ejemplo: la boca de la caverna se encuentra en un radio de 50 m en torno al punto indicado, y a una cota comprendida entre ± 20 m. de la indicada).

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Para obtener rápidamente estos resultados, obsérvese por ejemplo si la caverna se encuentra poco más o menos sobre' la alineación de dos puntos señalados en el mapa. Paro establecer la altitud se pondrá el índice del nivel a cero y se verá entonces qué puntos citados en el mapa pueden ser observados así aproximadamente: su cota será (poco más o menos) la misma que la de la caverna.

3. Topografía subterránea: principios generales

Señalado un punto A correspondiente a la entrada, se puede localizar un punto B situado en el interior de la caverna y visible desde A midiendo la distancia de A a B (obtenida con la cinta métrica), la dirección de AB respecto al norte o al acimut (con la brújula), la inclinación de AB respecto a la horizontal (con el nivel o con el goniómetro). Asimismo una vez situado B, se puede localizar otro punto C situado más al interior de la caverna, y así sucesivamente hasta llegar al fondo de la cavidad. Los puntos así señalados se llaman puntos de observación y son los vértices de una línea poligonal o quebrada que sigue el desarrollo de la cavidad. Dicho de otro modo, se miden la longitud, la dirección y la inclinación de cada segmento, o sea, de cada lado del polígono.

Si acaso la caverna tuviese forma anular, el polígono resultará cerrado, porque el último punto de exploración coincidirá con el primero, o sea, con el de la entrada. Si no tiene esta forma, el plano topográfico de la caverna se levantará mediante una línea poligonal abierta, que puede ser cerrada, si se desea, en el sentido de que una vez llegados al fondo, se puede rehacer el camino recorrido trazando un polígono de regreso (con puntos de referencia diferentes de los que se tomaron a la ida) hasta cerrar la línea poligonal en el punto de entrada (fig. 11).

11. Línea poligonal

El levantamiento topográfico mediante polígonos cerrados presenta la ventaja de revelar (una vez pasado al mapa) si el trazado está afectado de un error tolerable, es decir, no superior al que se obtendría sumando los errores que se pudiesen cometer para cada lado del polígono, a causa de la escasa sensibilidad de los instrumentos y la aproximación asimismo escasa de las lecturas. En este caso el error de cierre se supone subdividido proporcionalmente entre los diversos lados y se corrige en consecuencia. En cambio, si el error de cierre supera los límites antedichos, esto significa que se han producido errores debidos a otras causas (instrumentos no calibrados, no empleados correctamente, transcripciones erróneas de las mediciones, etc.). Estos errores, especialmente 10s más burdos, que invalidarían todo el trabajo, pueden localizarse y corregirse volviendo al lugar para rehacer las mediciones equivocadas. Un medio para darse cuenta de estos errores inmediatamente durante

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los trabajos de topografía consiste en rehacer dos veces cada sector, en sentido inverso: con el instrumento en A se observa B, y con el instrumento en B se observa A, y así sucesivamente.

12. Representación de la caverna en planta. A, B, e, D, E: puntos de referencia de la línea poligonal en el espacio. A', D', e', D', E': los mismos proyectados en el plano horizontal.

Este método, que es muy laborioso, sólo se aplica íntegramente en algunos casos; pero una doble medición en sentido inverso como se ha dicho conviene hacerla al principio y al fin de toda operación fotográfica para comprobar cualquier posible error de calibrado del nivel o del goniómetro, porque estos errores afectarían todas las mediciones hechas con el nivel durante los trabajos, y por ello es preciso corregirlas en consecuencia. Lo mismo se debe hacer con la brújula, para asegurarse de que la aguja imantada no sufre la influencia de los minerales magnéticos contenidos en la roca.

El simple polígono trasladado, en planta y sección, a una hoja, nos dará una idea del desarrollo de la cavidad. Pero deseamos conocer también su forma, o sea, en la planta el trazado que siguen las paredes, y en la sección el perfil del suelo y de la bóveda. Esto se obtiene con el dibujo efectuado in si tu, operación de descripción algo compleja, pero que resulta bastante sencilla tras algunos experimentos prácticos.

Para trazar el dibujo en planta (fig. 12) hay que imaginar la caverna cortada por una serie de planos consecutivos, diversamente inclinados y orientados (), cada uno de los cuales está localizado en un lado del polígono y por segmentos horizontales, ortogonales a aquéllos (a, b, c, d, etcétera). La intersección de estos

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planos con las paredes de la cavidad está representada por dos líneas, más o menos> sinuosas, que dan una idea del trazado de las paredes (líneas más marcadas en la figura 12). El trazado definitivo en planta se obtiene proyectando después estas dos líneas (que como hemos dicho, siguen planos diversamente inclinados) sobre una única horizontal (a').

Para diseñar la sección, en cambio, es preciso suponer la caverna .cortada por planos verticales sucesivos, dispuestos en vanas direcciones (como símil, puede pensarse por ejemplo en un biombo). Cada uno de estos planos comprende un lado del polígono (véase fig. 13). Las dos líneas creadas por la intersección de estos planos con el suelo y la bóveda representan el perfil (o diseño en sección vertical longitudinal) de la caverna. Estos planos verticales no se proyectan, como sucede con la planta, sino que se diseñan como si hubiesen sido «extendidos» sobre un plano único (piénsese de nuevo en el biombo).

13. Representación de la caverna en sección longitudinal

En algunos puntos conviene trazar secciones verticales transversales, a saber, los contornos de la cavidad que vienen dados por la intersección de las paredes, suelo y techo con un plano vertical que corta la galería transversalmente (véase fig. 14).

En la práctica, en estas operaciones topográficas hay que repetir, a veces algunas mediciones en determinados lados del polígono. Describiremos a continuación un sistema para levantar el plano de una caverna coordinando la acción de cuatro operadores que se repartirán los siguientes cometidos: A = brújula, B = nivel, C = trazado en planta, D = trazado en sección. A veces (especialmente en lugares angostos) conviene actuar a base de dos equipos de dos operadores cada uno (A = brújula y planta, B = nivel y sección), que partirán de la entrada y del fondo, respectivamente.

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14. Sección vertical transversal

4. Operaciones: trazado de la línea poligonal

El operador A se sitúa con brújula sobre trípode en el punto de observación n," 1 y coloca en él un extremo de la cinta métrica, sujetándolo; el operador B la desenrolla avanzando por la caverna hasta colocar el trípode con el nivel en el punto n," 2, que se habrá escogido en un sitio que sea bien visible desde el n," 1 y de manera que la cinta métrica, que representa el lado del polígono 1-2, pase grosso modo por el centro de la cavidad. Se tiende a continuación la cinta métrica, a fin de medir la distancia entre ambos puntos; después de esto se suelta la cinta, que queda tendida en el suelo (para indicar a los topógrafos C y D la posición que ocupa el lado del polígono 1·2 respecto a las paredes de la galería). En cada uno de los trípodes se fija la linterna de referencia, procurando que no influya en la aguja imantada (en cuyo caso se retira durante la lectura). Los operadores A y B apuntan sus instrumentos a sus respectivos objetivos luminosos y acto seguido efectúan la lectura de la brújula y del nivel (o goniómetro). Al leer la brújula, hay que procurar que esté completamente horizontal y no acercarse a ella llevando encima objetos de hierro; el nivel de Abney puede emplearse simplemente posándolo sobre el trípode.

Mientras el operador B anota las medidas, el operador A se mueve con trípode y brújula del punto nº 1 en dirección al nº 2, donde toma nuevamente la cinta métrica y continúa desenrollándola a lo largo del eje de la galería, avanzando hasta un punto desde el cual aún sea visible la señal luminosa del nº 2: allí establecerá el punto de referencia nº 3.

Entre tanto, el operador B permanecerá en el nº 2, limitándose tan sólo a volver hacia el nº 3 el foco de la lámpara de referencia, que antes estaba vuelto hacia el n," 1, procurando que después de esta operación el punto luminoso ocupe la misma posición que antes. Se efectúa entonces la medición de la distancia 2-3, Y se hacen las lecturas y las anotaciones como antes, después de lo cual el operador B se traslada al punto n." 4, mientras el operador A se limita a volver hacia este punto la lámpara de referencia, y así sucesivamente. Los puntos de referencia se señalan con pintura o con el humo de la lámpara de acetileno, con sus números correspondientes, su proyección sobre el terreno y su altura sobre el suelo (en la pared más próxima), de manera que sea posible rehacer en caso necesario una medida errónea, sin tener que repetir todas las demás.

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De los polígonos de la rama principal de la caverna se hacen partir después polígonos secundarios para trazar el plano de las ramificaciones, haciendo coincidir el punto de referencia inicial de éstas con un punto del polígono' principal, La mayor o menor precisión de los polígonos secundarios dependerá, naturalmente, de la importancia y longitud de las ramificaciones: hay que trazar cuidadosamente I(¡$ polígonos de las ramificaciones donde se encuentre el punto más alto o más bajo de la cavidad (respecto a la entrada), puesto que se trata de datos métricos particularmente importantes, Algunas galerías tienen su fondo ocupado por aguas estancadas durante tramos de notable longitud: en este caso conviene renunciar a las medidas con el nivel, y referirse a la superficie del agua, que es completamente horizontal.

En muchas ocasiones no existe la posibilidad de hacer las cosas con la precisión necesaria para obtener un auténtico trazado topográfico: no por esto hay que renunciar a dibujar en situ una, representación de la caverna, aunque solo sea muy aproximada, en espera de levantar su plano definitivo. Se obtiene un simple croquis dibujando directamente en el cuaderno de notas las direcciones que siguen los lados del polígono, después de haberlo orientado respecto al norte, poniendo sobre él una pequeña brújula. Las distancias se miden por pasos o con un metro de madera plegable, y los desniveles, refiriéndose a la propia talla del espeleólogo. Un croquis de este tipo puede tener casi la misma precisión de un trazado topográfico en el caso de una cavidad vertical o casi vertical, medida mediante las escalas.

Durante el camino de regreso después de una "punta" hay que hacer siempre el croquis esquemático de las nuevas partes exploradas, acompañado de precisas notas técnicas, de manera que sirva de base para programar una próxima expedición.

5. Dibujo y topografía de detalles

Después que los operadores A y B hayan medido el lado del polígono 1-2, los operadores C y D trazarán en su propia hoja, y a escala (por ejemplo, 2 cuadrículas == 1 m), un segmento de una longitud correspondiente y la dividirán en tramos de 1 m. Este segmento será trazado por el operador e con su dirección respecto al norte (señalado aproximadamente en un ángulo de la hoja) y por el operador D con su inclinación aproximada respecto a la horizontal (puede utilizarse eventualmente un pequeño goniómetro de celuloide).

Acto seguido, para dibujar el trazado de la planta se empieza midiendo la distancia que hay desde el punto de observación nº 1 a las dos paredes de la caverna. Estas distancias se miden perpendicularmente al lado del polígono 1-2, sirviéndose del metro de madera plegable.

Las dos distancias medidas se pasan después a escala a la hoja, señalando los dos puntos correspondientes a las paredes, uno a la derecha y otro a la izquierda del punto nº 1. En la hipótesis de que la caverna tenga forma de conducto cilíndrico, bastará con que el operador e tome las mismas medidas laterales refiriéndose 'al punto n," 2 y que una los dos puntos así localizados con los ya señalados y que corresponden al punto nº 1, para obtener la planta de aquel sector de la caverna. Por desgracia, estas circunstancias tan afortunadas para el topógrafo raramente se cumplen, puesto que las paredes se presentan con huecos y gibosidades que cuando tengan cierta importancia tendrán que reproducirse en el plano. Esto se puede hacer a ojo, si las paredes están próximas y el topógrafo tiene ya experiencia: éste, mientras dibuja, debe avanzar por la galería sin detenerse en un punto determinado, desde el cual la forma de las paredes se presentaría falseada, al verse en perspectiva.

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Por otra parte, conviene medir de vez en cuando la distancia de las paredes al polígono: éste estará indicado por la cinta métrica dejada en el suelo por los operadores A y B (naturalmente, hay que suponer que la cinta se halla tendida entre los dos puntos de observación, siguiendo una línea imaginaria a cierta altura sobre el suelo). Las diversas distancias de las paredes se indican a escala a izquierda y a derecha del polígono, correspondiendo al punto de éste a que se refiere la medida. Dicho punto se localiza mediante la distancia existente desde uno de los puntos de referencia entre los cuales está comprendido, distancia que se lee en la cinta métrica tendida en el suelo y que en la hoja se señala fácilmente donde se subdivide el lado poligonal en sectores correspondientes a 1 metro. Todos los puntos así señalados a derecha e izquierda del lado del polígono se unen después con dos líneas, que tratarán de reproducir la curva que las paredes presentan entre estos puntos.

Lo que antecede se aplica también a la tarea que debe desarrollar el operador B, el cual, naturalmente, mide y dibuja la distancia que hay del polígono al suelo y a la bóveda de la cavidad, o sea, a la sección de ésta.

Del mismo modo como se traza el perfil de las paredes, el suelo y la bóveda, así se van dibujando, refiriéndose siempre al polígono, los diversos detalles existentes en la cavidad, ateniéndonos a lo que se expone a continuación.

Se presentan a veces casos particulares, en los que es preciso actuar de manera distinta a lo anteriormente expuesto.

15. Medición de la altura de la bóveda en una sala. BO = CO + CA tang a. Medir CA horizontal y CO vertical. Iluminar B con linterna eléctrica y apuntarlo con Abney o goniómetro desde A.

Cavidades muy vastas: las distancias y la dirección perpendicular precisa del polígono a las paredes son difíciles de medir; otro tanto puede decirse respecto a la bóveda de la caverna, cuando ésta es muy alta. En tales casos, es necesaria la colaboración de los operadores A y B, los cuales harán radiaciones o bien medirán el perímetro de las salas con una línea poligonal secundaria. La altitud de la bóveda se puede medir como se indica en la figura 15.

Cavidad de contornos muy irregulares (como resultan, por ejemplo, de la sección transversal 1.ª de la figura 16).

Teniendo en cuenta lo que se ha dicho, la distancia que media entre las paredes y la poligonal (P) en este punto de la caverna debería venir proporcionada por los segmentos PA y PB, Y la distancia a la bóveda por PD. Un trazado que en planta y en

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sección contuviese estas medidas daría sin embargo la impresión de que la cavidad tiene la forma representada en la sección transversal 2.ª, que es muy distinta de la realidad. Para evitarlo conviene tomar como distancia al polígono los segmentos PA y PB' para la planta, PC y PD' para la sección longitudinal. El perfil del escalón B puede señalarse con una línea más fina (que se señalará, como las restantes, respecto al polígono). En la planta y en la sección longitudinal no conviene tener en cuenta el punto D", porque escaparía al observador que recorriese la caverna a la altura del polígono. En sustancia, pues, estas adaptaciones del trazado deben procurar que el plano ofrezca al observador una visión general correspondiente al aspecto de conjunto de cada cavidad.

16. Adaptación al dibujo de planta y sección de una cavidad de contornos irregulares

En las cavidades en que esto no puede hacerse con los medios citados o cuando convenga poner de relieve particularidades morfológicas se representarán secciones transversales verticales. A este fin, si la cavidad no es muy ancha hay que basarse en el segmento imaginario horizontal y perpendicular al polígono en aquel punto (AA' en la figura 14) si este segmento no está señalado (refiriéndose al polígono). Un buen plano debe abundar en secciones transversales aunque sean simplemente esquemáticas.

Asimismo, al levantar el plano de un pozo conviene no contentarse con trazar la planta del orificio y la del fondo, sino que conviene añadir algunas secciones transversales horizontales esquemáticas tomadas en varios puntos a lo largo del pozo.

6. Anotaciones Y signos convencionales

En el cuaderno de los topógrafos A y B (que suele llevar el segundo, que tiene más tiempo libre para anotaciones), se señalarán, a ambos lados del polígono: 1. Números de los puntos de referencia comprendidos en aquel lado, escritos; en el orden correspondiente al sentido de la progresión (véase ejemplo); 2. Longitud del lado en metros (m); 3. Lectura (o lecturas si son repetidas) de la brújula (B); 4. Lectura del nivel (o del goniómetro) (L).

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Ejemplo:

N m B L1-22-12-33-2etc.

12,55

7,40

--------

54°

206º

- 13º 20’- -0º 30’

Los números deben escribirse muy claramente, y, en caso contrario, deberán volver a copiarse apenas terminado el trabajo. Las hojas de este cuaderno irán unidas y numeradas, precedidas por las siguientes indicaciones generales:

Nombre de la caverna. Fecha. Operadores y misión de cada uno. Instrumentos empleados (especificar su sensibilidad). Posibles errores en el calibrado del nivel o el goniómetro hallados al comienzo y al final de los trabajos de topografía.

En otras dos libretas o cuadernos, al comienzo de los trabajos se escribirá: nombre de la caverna, fecha, nombre del topógrafo, escala gráfica adoptada, planta o sección (en el primer caso, indíquese en cada hoja la dirección aproximada del norte); en es tas mismas libretas se pueden también anotar, para comodidad del topógrafo y para control, los datos de los operadores A y B.

Deben señalarse particularmente bien:

Los puntos de referencia de la línea poligonal, con su número progresivo y su altura exacta del suelo, los lados del polígono.

Las líneas marcadas que reproducen el desarrollo de las paredes (planta), del suelo y de la bóveda (sección).

Líneas de trazo más fino comprendidas entre las precedentes que representen: bordes de escalón; proyección en planta del arco de entrada a la caverna; bordes de pozos y «aceras» (en planta); bordes de torrentes y lagos.

Todos los demás detalles con sus símbolos convencionales (véase figura 17, al término del capitulo).

Las secciones transversales de puntos característicos. Las dimensiones de las salas y galerías se deben inferir únicamente de la escala a que se haya trazado el plano y 'esto para evitar una abundancia excesiva de números, que se prestaría a la confusión: sin embargo, se darán las dimensiones cuando se trate de detalles importantes, como salas muy grandes (acimut y distancia de las radiaciones efectuadas) o de pasos estrechísimos, profundidad exacta de los pozos, cascadas, chimeneas, paredes verticales, etc.

7. Trabajos para la mesa de dibujo: coordenadas de la entrada

Bastará con dar unas breves indicaciones, puesto que se trata de tareas bastante sencillas, corrientes para muchos.

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Ante todo se establecerán las coordenadas del punto de entrada.

Si éste ha sido determinado en el lugar con instrumentos de precisión, se procede mediante cálculos trigonométricos; de lo contrario, se localiza el punto correspondiente en el mapa y se miden sobre éste las coordenadas.

Para el caso en que la entrada haya sido señalada mediante una línea poligonal, ésta se dibuja (como se verá más adelante) a la escala adecuada sobre papel milimetrado. Esto permite deducir la longitud y la dirección del segmento que une el punto de referencia a la entrada, y se pasa al mapa topográfico después de haber reducido la longitud a la escala 1: 25 000 y corregido la declinación magnética.

Si se ha operado mediante radiaciones, se trazan los acimuts correspondientes sobre papel transparente, se corrige la declinación magnética, se superpone la hoja al mapa topográfico de manera que la dirección del Norte coincida con ella y al propio tiempo cada lado de las radiaciones pase por uno de los puntos de referencia que se han tomado como mira: el vértice común a todos los acimuts coincide con el punto buscado (operar con mucha precisión).

Las coordenadas geográficas (latitud v longitud) o las coordenadas U.T.M. se hallan fácilmente con las escalas gráficas y las instrucciones que figuran en cada hoja al 25000. Las coordenadas polares vienen dadas: a) Dar el ángulo que el meridiano que pasa por un punto de referencia (señalado en el mapa y próximo a la cavidad) forma con la línea que une dicho punto con la entrada de la caverna. Se cuenta en sentido horario y va de 0º a 360º; b) por la distancia que hay (en proyección) del punto de referencia a la entrada. Ejemplo: distancia 1 525 m en dirección 272º 30' de la cima cota 1219.

La cota de la entrada, si no ha sido determinada por trigonometría, se halla trazando una línea poligonal basada en una escala gráfica (véase párrafo siguiente); también puede hacerse por interpolación entre las dos curvas de nivel que comprenden el punto de entrada que ha sido localizado en el mapa topográfico: se traza para tal fin la línea de máxima pendiente que une las dos curvas de nivel pasando por la entrada y se considera uniforme la pendiente de este breve tramo (la pendiente se averigua midiendo la longitud de la línea que se considere y leyendo al pie del mapa cuál es la equidistancia, es decir, el desnivel constante entre las curvas de nivel, que suele ser de 20 m).

8. Cálculo y dibujo del trazado interior

Este trabajo debe seguir lo antes posible las operaciones de topografía efectuadas en la caverna.

Se empieza por volver a copiar las medidas, corrigiendo en ellas los posibles errores debidos al calibrado del nivel (o del goniómetro). Junto a los diversos datos recogidos en la caverna (columnas, N, m, L, B) se escribe también la longitud en proyección de cada lado y el desnivel existen te entre los correspondientes puntos de referencia sucesivos.

Estos datos se sacan de la longitud (m) y de la inclinación (N) de cada lado del polígono, o se obtienen mediante elementales cálculos trigonométricos (empléese una regla de cálculo), o, aún de manera más sencilla, sobre un gráfico que reproduzca a la escala de 1:50, por ejemplo, segmentos de 20 m que salgan de un mismo punto de

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origen v estén diversamente inclinados de 0ª a 60º-70º, uno cada 20'. Esta clase de gráficos están en venta, pero también se pueden preparar fácilmente con una hoja de papel milimetrado, con un goniómetro dividido en trozos de 20'.

Estos cálculos permiten conocer 'la longitud exacta en proyección del eje de la caverna y de cada uno de sus tramos, y la altura de cada punto de referencia con relación a la altitud de la entrada. Estas medidas definitivas, si en el trabajo de topografía se ha utilizado con cuidado el nivel de Abney y la cinta métrica, sólo podrán sufrir un error máximo de 1 %.

El dibujo se efectúa a la escala de 1: 100 al: 1000, según la precisión con que haya sido ejecutado en la propia caverna.

Se empieza por construir la línea poligonal por separado en sección y planta, en una hoja de papel milimetrado a la que se pasan las medidas de cada lado: para la sección es suficiente un doble decímetro, con el que se marcan las longitudes y los desniveles. Para la planta se emplea además un goniómetro de la misma sensibilidad que la brújula utilizada en las operaciones, tomando los ángulos en el mismo sentido de la graduación de ésta, o sea, casi siempre de izquierda a derecha.

El cero del goniómetro, es decir, la dirección del norte, se hará coincidir siempre con una de las direcciones de la cuadrícula (la que consienta una mejor disposición del dibujo).

En la planta, como longitudes de los lados del polígono se señalarán las proyecciones de las longitudes espaciales, ya calculadas previamente, como hemos dicho.

Construida la línea poligonal se dibujan en torno a ella los contornos de la cavidad y los diversos detalles de su interior, reproduciendo fielmente las formas y las dimensiones del dibujo ejecutado in situ y ateniéndose a los símbolos convencionales. En el dibujo hay que sacrificar siempre los detalles en aras a la claridad y por lo tanto debemos ser esquemáticos: tres estalactitas pueden simbolizar trescientas y por ello no es caso de dibujar todos los bloques de un derrumbamiento para dar una idea de su existencia. Junto a la planta y sección se copian asimismo las posibles secciones transversales, que se referirán a las precedentes con un segmento que las corte en el punto donde se ha efectuado la sección ideal.

El plano se pasa luego a una hoja de papel transparente (papel de calco) con tinta china, de manera que sea posible sacar copias heliográficas con poco gasto, En esta copia definitiva ya no se dibujan los lados de la línea poligonal (señalando con exactitud, eso sí, los puntos de referencia con sus números sucesivos). En la sección, al lado de los pozos, se suele indicar su profundidad y también la profundidad total de la cavidad, si ésta es una sima de tipo vertical. En cada dibujo se indicará si se trata de planta o de sección longitudinal o de sección transversal. En la planta se indicará claramente la dirección del norte magnético. La sección se orientará de manera que la línea de base represente la horizontal.

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17. Principales símbolos convencionales y su empleo

El dibujo completo ostentará además las siguientes indicaciones: Nombre de la caverna, N, sigla del catastro, provincia, municipio, fecha del trazado, nombre de los participantes y del delineante, escala numérica del plano por ejemplo, 1: 500) y escala gráfica correspondiente.

Todo deberá dibujarse el y escribirse de manera que resulte bien visible y legible aunque el plano se reduzca 4-5 veces, para reproducirlo, por ejemplo, en la prensa o en una publicación.

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La ficha del catastro espeleológico

El catastro de la Sociedad Espeleológica Italiana (S.S.I.) recoge en sus fichas las noticias más importantes respecto a cada cavidad natural. Se trabaja en esta obra, en la que colaboran todos los amantes de la espeleología, desde el año 1927. En 1956 la Sociedad Espeleológica Italiana procedió a la reorganización del catastro de cavernas, emitiendo un nuevo tipo de fichas mucho más completo del que se había empleado hasta la fecha, tipo que se reproduce al final del capítulo. El Instituto Italiano de Espeleología y el Instituto Geográfico Militar publican otras fichas espeleológicas más reducidas. La S.S.I. ha dado asimismo las instrucciones necesarias para rellenar estas fichas,8 que reproducimos (véase pp. 128-129) para comodidad del lector. Las fichas se envían a todos los grupos espeleológicos que lo soliciten y allí pueden consultarse por quien quiera compilar nuevas fichas. Todos los grupos espeleológicos cuentan con un encargado del catastro, nombrado por la Sociedad Espeleológica, el cual tiene además la misión de revisar las fichas de su grupo.

Además de la ventaja que representa el hecho de constituir una base para toda la actividad espeleológica, las fichas del catastro de grutas Son una guía para el espeleólogo, por cuanto le indican cuáles Son las cosas más importantes que hay que observar durante la visita de una caverna determinada.

Es importante señalar que una ficha es válida aunque no contenga todas las indicaciones requeridas. Sin embargo, siempre debe contener: el nombre, la posición exacta (coordenadas y referencia al mapa topográfico al 25000 del Instituto Geográfico Militar),9 y la cota de entrada.

Otras convenciones importantes: en el catastro pueden figurar las cavidades naturales con un mínimo de 5 m de longitud, salvo aquellos casos que presenten un interés científico particular, aunque la cavidad sea menor.

Pasemos al examen detallado de la ficha.

El nombre oficial será el topónimo dialectal más empleado. Donde falte nombre local, lo acuñará el descubridor con referencia a la localidad en que se abre la caverna. Evítese dar el mismo nombre a cavernas de la misma zona. En castellano se emplean los siguientes términos:

Sima (cat., avenc): serie de cavidades verticales subsiguientes o cavidad vertical única de considerable profundidad (ít., abisso; fr., aven).

Gatera (it., cunicolo): cavidad de boca angosta, de curso sinuoso en forma de intestino.

Caverna (ít., caverna): cavidad subterránea que comunica con el exterior a través de una amplia abertura.

8 CONCI, C., 1956, La scheda della Societa Speleologica Italiana per il Catasto delle grotte d'Italia, «Rass. Spel. It.», Como, VIII, 3-4, p. 245.9 En España existen los mapas del Instituto Geográfico y Catastral, a escala 1:25 000. Sin embargo, en ellos sólo están señaladas las bocas de las cavidades más importantes por su interés histórico o geográfico (por ejemplo, las Cuevas de Altamira). Para Cataluña existen los mapas publicados por la Editorial Alpina, a escala 1 : 50000, que en sus últimas ediciones ya reseñan la ubicación de muchas cavidades de interés para el espeleólogo. (N. del T.)

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Grieta o hendidura (It., fessura): cavidad vertical o inclinada cuya entrada se presenta muy estrecha y alargada (en el interior de las cuevas recibe también el nombre de laminador).

Gruta (it., grotta): en castellano, sinónimo de caverna.

Sistema (it., grotte): varias cavidades intercomunicantcs y que forman un complejo subterráneo muy extenso.

Vertedero (ít., inghiottitoio): cavidad en la que se vierte CUl curso de agua con carácter permanente o temporal.

Pozo (it., pozzo): cavidad vertical u oblicua, de sección casi circular.

Abrigo (it., riparo): cavidad formando baume o desplome, poco desarrollada y generalmente de ancha entrada, constituida por el saliente de un techo rocoso.

Siglas

Número: las cavidades de cada región se distinguen mediante un número determinado. Ciertas regiones italianas (Lombardía, Piamonte) se divíden en subzonas, cada una de las cuales posee numeracíones propias.

Siglas regionales: A = Abruzzos y Molise; B = Basilicata; Cb = Calabria; Cp = Campanía; E = Emilia; Fr = Fríuli; La = Lacio; Li = Liguría; Lo = Lombardía; Ma = Marche; Pi = Piamonte; Pu = Apulia; Sa = Cerdeña; Si = Sícilia; Te = Toscana; U = Umbría; V = Veneto; VG = Venecia Julia; Vt = Trentino Alto Adígio.

Las siglas provinciales corresponden a las matrículas de los automóviles.

Posición

Mapa topográfico: las indicaciones necesarias figuran en el borde superior de la hoja al 25000. Ejemplo: folio: 39; cuadrante: IV; hoja: NE; nombre o título: Pordenone.

Nos hemos referido ya a las diversas coordenadas en el capítulo 8. Para hallar más fácilmente en el mapa topográfico el punto correspondiente a la entrada de la gruta, se añade a la ficha del catastro un papel de copia con dos líneas perpendiculares. La intersección de ambas coincide, superponiéndola al mapa, con la entrada de la caverna. En esta misma hoja se pueden señalar otros puntos de referencia del mapa.

Datos métricos

Los términos: profundidad, desnivel, desnivel total, están ya definidos en la ficha y se ven claramente en la figura 18. Siempre refiriéndonos a ella: la longitud de la rama principal en proyección es la suma de los segmentos AB, BC, CD (= cero), DE, EF, según resultan en la planta. La longitud de la rama principal, espacial, es la suma de los mismos segmentos AB, BC, CD, DE, EF, según resultan en la sección. El desarrollo completo con ramificaciones es = longitud + segmentos G' H' (= cero), y H' I' o bien GH y HI según que el desarrollo se considere en proyección o bien espacial; en esta suma sólo se tienen en consideración las ramificaciones que midan más de 5 metros, y en general no se tienen en cuenta las gateras entre masas derrumbadas.

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18. Datos métricos para la ficha del catastro (según Conci)

Como pozo, en cuanto se refiere a la ficha del catastro, se entiende «un tramo vertical donde el equipo (cuerda o escala) es indispensable y que se halla comprendido entre un rellano superior suficiente para la maniobra del material antedicho y un plano inferior más que suficiente para sostener a más de un hombre» (Binda). Considero que el mismo criterio puede aplicarse a la expresión desnivel que hay que remontar.

Al hacer la lista del material necesario para la exploración (incluso para alcanzar cavidades que se abran en paredes), yo aconsejaría una minuciosidad extrema y que se tuviese en cuenta el plano de la cavidad y el número de pozos que ésta contenga. Si el espacio disponible resulta, suficiente, se añade un anexo. La fecha de la exploración debe referirse, en mi opinión, al día en que se exploró por primera vez la caverna o parte de ella, En cuanto a los datos topográficos, recuérdese lo que se ha dicho en el capítulo 8. Una copia del plano o al menos un croquis de la caverna debe adjuntarse también a la ficha.

Itinerario: indíquese detalladamente el recorrido, el tipo del camino de acceso, los puntos de referencia característicos, así como si la entrada se ve llegando a ella o bien está oculta; si es de fácil acceso o no, etc. Hay que prescindir de detalles accidentales, teniendo en cuenta que muchos lugares cambian de aspecto según la estación del año, la tala de bosques, etc.

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SOCIEDAD ESPELEOLOGICA ITALIANA CATASTRO DE LAS GRUTAS DE ITALIA

DENOMINACION DIALECTALSINONIMOS DIALECTALESNOMBRE ITALIANO

NÚMEROSUGLA REGIONALSIGLA PROVINCIAL

Región Provincia Municipio Distrito Localidad

Mapa topog. I.G.M., 1:25 000 Folio N. Cuadrante Hoja Nombre

Coordenadas geográficas: Longitud: Latitud:

Coordenadas polares: Distancia m en dirección de (indíquese un el mapa topog. 1 : 25 000)

Coordenadas U. T .M.

Altitud: Cota entrada m: especifiquese el instrumento empleado para la determínación)

Nombre, apellido y señas del propietario, en fecha de:

Profundidad (de la entrada al punto más bajo) m

Desnivel (de la cota de entrada al punto más alto) m

DesniveI total (del punto más alto al punto más bajo) m

Longitud rama principal, en proyección, m espacial (real) m

Desarrollo completo con ramificaciones, en proyección m espacial (real) m

Dlrección principal: horizontal, vertical, ascendente, descendente, compleja.

Recorrido interno: fácil difícil dificilísimo peligroso

Pozos: exterior m ; pozos interiores: I m II m III m

Desniveles de salida:

Equipo necesario para la exploración

Exploración completa ¿Parcial? ¿No efectuada?

Elxploración realizada en el: por:

Topografía efectuada por: en el:

Con .los instrumentos: Escala del plano:

publicado (indiquese autor, título de la obra, publicación)

Itinerario para llegar hasta la cavidad, partiendo ce la población más próxima a la que se pueda llegar en automóvil.

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Descripción de la cavidad (se aconseja añadir en hoja aparte el plano en sección, en planimetría, o en su defecto reproducir un croquis indicativo).

Fotografía de la boca de la cavidad vista desde el exterior (fotografía tomada, siempre que sea posible, perpendicularmente a la boca)

Señales características (que permitan localizar la cavidad):

Naturaleza de la roca en que se abre la cavidad

Naturaleza del suelo de la cavidad (terroso, detrítico, cascajo, arenoso, arcilloso, caos de bloques, roca)

en la boca en el interior

Concreciones:

Notas geomorfológicas

¿Cursos de agua? (perennes, temporales, salientes o entrantes en la caverna o sólo con recorrido subterráneo)

¿Lagos? dimensiones

¿Pequeñas cubetas? dimensiones

¿Cascadas? ¿Sifones?

¿Existe nieve? (especificar cuándo y si es perenne o temporal) ¿Existe hielo? (especificar cuándo y si es perenne o temporal)

Notas hidrológicas

Corrientes de aire (indíquese la dirección, en qué sitio de la cavidad y la fecha de la observación)Temperaturas (indíquese la zona y la época, del aire - el agua - el terreno)

Fauna y Flora

Paleontología

Paleontología

Folklore (mitos, leyendas)

BIBLIOGRAFIA

COMPILADOR DE LA FICHADel Grupo EspeleológicoFecha

Firma del responsable del Catastro Espeleológico local

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La descripción debe ser necesariamente sumaria, prescindiendo de aquello que ya se vea claramente en el plan u, o de lo que se refiera a la morfología cársica. Son indispensables señales características en el caso de cavidades próximas y muy parecidas, para distinguirlas: lo más aconsejable es escribir en rojo el número de la cavidad junto a su boca.

Al rellenar la tercera página de la ficha, que comprendo los datos de interés científico, hay que exponer con suma concisión tan sólo los datos más importantes y definitivos. En casos particulares se pueden añadir anexos. El capítulo siguiente se ocupa de estos datos.

Al citar la bibliografía, es decir, la lista de publicaciones que tratan de la cavidad en cuestión, es necesaria mucha precisión. En algunas regiones existen índices bibliográficos completos, en cuyo caso basta referirse a ellos, citando autor, año y página. En caso contrario, puede seguirse este modelo proporcionado por Conci:

BINDA, A., 1954, La Grotta dei Remeron (Bus di Remeron) 2205 Lo, Rass. Spel. It., Como, VI, 4, pp. 189-197, 7 figs., 1 tab.

Es decir: autor, año de publicación, título completo, revista, lugar de publicación, volumen, fascículo, páginas, figuras, tablas. Para los trabajos no aparecidos en publicaciones periódicas después del título se indicará el editor, el lugar de publicación, páginas, figuras y tablas.

La compilación de las fichas del catastro es una de las aportaciones más importantes que el espeleólogo, aunque sea un simple aficionado, puede hacer para el progreso de los conocimientos espeleológicos de su región. Invito desde aquí a todos aquellos que se dispongan a explorar una caverna desconocida o parte de ella, que procuren recoger con precisión los datos catastrales, por lo menos los más esenciales, pasándolos después a la ficha correspondiente.

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Recogida de documentación científica

Este capítulo se dirige al que tenga la intención de recoger material para el estudio de las cavernas que explore, tarea que requiere dotes de observación y que se puede realizar durante paradas forzosas en el curso de la exploración misma, o bien simultaneándola con las operaciones topográficas. Sea como fuere hay que acostumbrarse -durante las diversas actividades que se desarrollan en el mundo subterráneo- a una continua observación que permita recoger indicaciones útiles. Así que sea posible, hay que anotar cuidadosamente dichas observaciones.

Como ya hemos dicho en el capítulo 3, algunas de estas mediciones y observaciones son utilísimas incluso para los fines de la propia exploración.

La recogida de materiales de estudio es naturalmente facultativa, pero en cambio es absolutamente necesario no destruir alocadamente a nuestro paso elementos que pueden servir para el estudio de la caverna, por ejemplo la forma de los depósitos arcillosos y las concreciones en el suelo, sobre todo cuando contengan o recubran huellas o restos de la prehistoria humana.

En cavernas vírgenes, que se suponga puedan contener restos de este género o bien osamentas o utensilios prehistóricos, hay que avanzar con los ojos muy abiertos y suspender inmediatamente la exploración al primer hallazgo.

En realidad, éste es el único caso en que los estudios especializados deben tener preferencia sobre todas las restantes operaciones (exploración, topografía, etc.), porque durante éstas se podrían dañar materiales y restos preciosos.

Quien encuentre objetos de este tipo en una caverna inexplorada y sea un auténtico espeleólogo y no un saqueador, debe notificar el hallazgo inmediatamente a las autoridades competentes, o sea, a las autoridades arqueológicas, sin tocar ni llevarse nada.

Conviene observar que la ley castiga con penas severas a quien se apropie de estos materiales, los destruya o simplemente haga excavaciones sin la correspondiente autorización. Quien desee consagrarse a esta clase de estudios, sin embargo, lo puede hacer, aunque se trate de un simple aficionado, pero solicitando la debida autorización al delegado de Excavaciones Arqueológicas, que además le suministrará útiles consejos.

Salvo este caso, la aportación que el espeleólogo puede hacer a los estudiosos con recogida de muestras, mediciones y observaciones efectuadas por su propia iniciativa, será siempre útil. Estos trabajos deben referirse siempre exactamente al plano de la caverna o al menos a un croquis provisional.

1. Mediciones

Temperatura: se emplearán termómetros graduados, por ejemplo de -5 a +25' C, divididos en medios grados o mejor en quintos, protegidos por estuches sólidos. De vez en cuando hay que contrastarlos.

Temperatura del aire: el bulbo del termómetro debe hallarse completamente expuesto al aire durante la medición y absolutamente seco. El termómetro se deja en

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estas condiciones durante cinco minutos, alejado de la llama de lámparas y de las personas. La lectura deberá efectuarse rápidamente para no influir en la altura de la columna de mercurio con el propio calor o el de la lámpara (entrenarse previamente a hacerlo). Para asegurarse de que la columna de mercurio se ha estabilizado, se harán tantas lecturas,'01110 convengan, hasta que den un valor constante.

Temperatura del agua: la lectura se hará con el bulbo sumergido en ella; en algunas cubetas, la temperatura varía según la profundidad.

Temperatura de la roca: hay que hacer un orificio bastante profundo en ella y de la misma longitud y anchura que el termómetro. Como expediente se puede operar en las angostas fisuras llenas de arcilla (anótese la profundidad del bulbo).

Anotaciones: tipo de termómetro empleado, lectura, fecha, hora, nombre de la cavidad, su lugar exacto (referido al plano: es importante la cota interna, referida a la de la entrada).

Humedad relativa: se mide con un higrómetro de cabello o con un psicrómetro. Este último es más seguro: consta de dos termómetros, que se instalan en el mismo lugar, uno con el depósito de mercurio seco, mientras el otro lo tiene húmedo. Las temperaturas indicadas por ambos termómetros diferirán tanto más entre sí cuanto más seco sea el lugar (porque a una evaporación más activa en el segundo termómetro corresponderá un mayor descenso de la temperatura de éste). Una tabla permite obtener a partir de la temperatura el estado higrométrico del aire. A menudo oscila entre valores que van de 95 a 100 % de humedad, por lo cual el psicrómetro empleado deberá ser sensible a variaciones comprendidas entre estas dos cifras. A veces, e incluso sin instrumentos, se descubre la existencia de zonas que, pese a ser profundas, poseen escasa humedad (paredes secas o sólo con simples manchas de humedad) que conviene anotar.

Anotaciones: como para la temperatura.

El higrómetro de cabello se contrasta antes de utilizarlo: envolverlo en un trapo mojado y transcurridos unos minutos poner el indicador en el 100 %, haciendo girar el tornillo correspondiente. Las medidas de temperatura y humedad se tomarán a ser posible al mismo tiempo, tanto en el interior corno en el exterior de la caverna (a la sombra y en un lugar no. expuesto a la posible corriente de aire que surja de la cavidad). Para el exterior sirve un termómetro menos sensible pero con escala más amplia.

. En el interior; las mediciones se tomarán con mayor frecuencia al comienzo de la cavidad y luego, en lo que al aire respecta, donde el ambiente de la caverna presente cambios, ensanchamientos, salas, ramificaciones, gateras, corrientes de aire, en presencia de aguas corrientes o inmóviles, en el fondo de los pozos, etc. Dejando aparte los bruscos cambios en el ambiente, las mediciones se ordenan en función de la distancia y profundidad a partir de la entrada.

Se pueden obtener datos interesantes con termómetros de máxima y de mínima, aunque no sean muy sensibles dejados en la cavidad durante muchos días consecutivos. '

Corrientes de aire: además de medir su temperatura y humedad, debe observarse su velocidad (se consigue una medición precisa con un anemómetro, pero es un aparato demasiado delicado para emplearlo corrientemente): hacer humo, por ejemplo con una cerilla antiviento, y, cuando el humo se haya enfriado, calcular, reloj en mano, cuanto

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tiempo emplea para recorrer un tramo determinado en el que la galería sea de dimensiones regulares. Anótense luego las dimensiones medias de ésta, el sentido de la corriente SI es de progresión regular o pulsante o a ráfagas irregulares; la fecha, la hora exacta, el lugar de la caverna (con referencia al plano). Efectuando estas observaciones en varios puntos se debe llegar a saber cómo circula el aire en las diversas partes de la cavidad; si dicha circulación es abierta o bien un circuito cerrado en la propia caverna (ejemplo: agua puesta en movimiento en una cascada). En las cavernas horizontales de fondo cegado el aire suele circular en una dirección junto al techo y en sentido contrario junto al suelo: desplazamientos lentísimos de este tipo pueden ser revelados con las medidas de temperatura.

A estas medidas meteorológicas se acompañan y se refieren las siguientes observaciones: depósitos de nieve o hielo (perennes o temporales, magnitud, duración, ubicación), superficies en las que se observa condensación de gotitas de agua (magnitud y ubicación), presencia de niebla, etc. (véase fig. 4) Y otras observaciones relativas a la morfología y la hidrología (véase apartado siguiente).

Caudal de los cursos de agua: escójase una sección del lecho de forma y dimensiones lo más regulares posibles y en el que el agua discurra sin formar remolinos, o sea, sin demasiada velocidad. Se establecerá en dicho tramo cierta distancia (d) Y se calculará el volumen (V) del tronco o segmento del curso de agua de una longitud correspondiente. Acto seguido se tomará un flotador de densidad apenas inferior a la del agua (es decir, de manera que flote pero quedando casi totalmente sumergido). El flotador se abandonará a la corriente en un punto situado bastante más arriba del segmento elegido, y de manera que la recorra manteniéndose en el centro; acto seguido se calcula varias veces cuánto tiempo (t) emplea el flotador en recorrer el tramo d. El caudal se obtiene dividiendo el volumen V (en dm3, o sea, en litros) por la media del tiempo t (en segundos); el resultado, expresado en l/seg, se multiplica por 0,7 (porque el agua de los bordes tiene una velocidad menor). Si el curso de agua no discurre sobre un fondo de roca impermeable, es probable que bajo su lecho tenga canalizaciones a través de las cuales una parte del agua circulará en conducción forzada, sustrayéndose a la medición. Algo semejante ocurre cuando el fondo es de arena o cascajo. En estos casos hay que repetir las mediciones en varios puntos.

2. Observaciones

Daremos a continuación una simple lista de las cosas que se pueden observar (véanse también los capítulos 2 y 3).

a) Geología

Terreno en que se abre la cavidad: tipo de roca en que se abre la entrada, rocas de otro tipo que puedan aflorar en las cercanías, su disposición recíproca, hundimiento e inclinación de las capas del terreno (véase fig. 19). Rocas del interior de la cavidad. Indíquese en todas ellas el período geológico a que corresponden (mapa geológico) y las características litológicas.

Si éstas no pueden determinarse in situ, tómense muestras, a ser posible no demasiado pequeñas.

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Fractura en la cual se abre la caverna: desde la entrada y en el interior (entre las juntas de las capas, diaclasas, fallas) su dirección10 e inclinación. Intensidad y dirección general (del plano: obsérvese la disposición de las galerías, a menudo abiertas en un sistema de fracturas paralelas o en varios sistemas, cortándose en ángulos regulares, etc.). Se observará como de la disposición de las fracturas depende la forma de la cavidad: por ejemplo, los ensanchamientos corresponden al encuentro de varias fracturas, etc.

b) Formas cársicas

Aspecto de la superficie que se extiende sobre la cavidad: roca desnuda o recubierta de detritus (de falda, morrénicos, de aluvión) o de humus o tierra, con vegetación arbórea, pastos o cultivos, etc.

Formas cársicas presentes: dolinas, poljes, vertederos, campos surcados, bocas de otras cavidades y su tipo. Perfil de la superficie externa correspondiente al desarrollo de la cavidad (del plano y de mapas topográficos).

Entrada de la caverna: dimensiones, forma, posición (sobre cresta, sobre dorsal, en el fondo de una cuenca, en pared, al comienzo de un curso de agua seco, etc.).

19. Disposición de un estrato. El borde rectilíneo de la brújula apoyada en la superficie del estrato indica su dirección. La pendiente es perpendicular a la dirección, en el sentido de la inclinación (es la línea de máxima pendiente del estrato). La inclinación (es el ángulo que forma esta línea con el plano de la brújula (horizontal).

Pertenencia de la cavidad a un sistema cársico: extensión y forma. Indicar de qué parte del sistema se ha formado la cavidad (zona de absorción, zona de filtración, zona de escurrimiento, zona de afloramiento o de resurgencia). Indicar si la caverna comprende partes activas, semiactivas o fósiles del sistema. En el caso de cavidades de tipo fósil, qué modificaciones puede haber sufrido su aspecto primitivo (por ejemplo: la antigua existencia de dos galerías superpuestas donde ahora hay una sola cavidad se deduce por la presencia en el suelo de un amontonamiento de bloques caídos, a los que corresponden señales de erosión en la bóveda. O bien conductos que en otro tiempo estuvieron comunicados pueden hallarse separados actualmente por depósitos de sedimentos, derrumbamientos o concreciones: véase figura 4. Para otros ejemplos de modificaciones sufridas, véanse las figuras 20 y 21).

Obsérvese también en las diversas partes de la caverna: la forma de las secciones de los conductos; véase figura 20 (elíptica, circular, en barranco, etc.), su desarrollo

10 La dirección de una diaclasa o de una falla viene dada por la íntersección en que se halla con un plano horizontal.

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(rectilíneo o sinuoso), la mayor o menor regularidad de sus dimensiones, la forma de los pozos (acampanados. cilíndricos, ahusados, etc.); obsérvese si el fondo de los pozos es de roca viva o si está formado por derrubios.

El aspecto de las superficies rocosas internas: 1. Superficies afectadas por la corrosión: superficies rugosas por las impurezas residuales, recubiertas por una pátina de arcilla de descalcificación (de color blanquecino, rojizo, etc.): 2. Superficies afectadas por la erosión: si ésta ha sido producida por aguas que circulan en conducción forzada se tendrán superficies lisas y regulares, a veces modeladas con pequeñas conchas y con «marmitas» en el techo debidas a la erosión turbinosa (evorsión): si ha sido efectuada en paso libre por arroyuelos o torrentes, se producen profundas acanaladuras (especialmente en los pozos), superficies irregulares, tanto lisas como con láminas de roca, picos, dientes, relieves a veces muy sutiles y perforados, marmitas de gigantes suelo: 3. Superficies de fractura: aquéllas de las cuales se han desprendido bloques rocosos: presentan diedros cóncavos y convexos de ángulos vivos.

20. Observaciones sobre la sección transversal de una galería. De arriba abajo son visibles tres fases de la evolución de la cavidad (croquis basado en una fotografía tomada en el Antro di Corchia, N. 120 T, Prov. de Lucca. hacia los 100 m de prof.).

c) Depósitos

Amontonamientos de bloques: forma, volumen total y por bloques aislados: su distribución en la cavidad (del plano); forma y aspecto de las superficies de las paredes y las bóvedas en presencia de los bloques; aspecto de la superficie de los propios bloques (véase fig. 21).

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21. Agentes y efectos de los derrumbamientos (croquis basado en observaciones hechas en la Salma di Rio Martino, N. 1501 Pi, Prov. de Cuneo).

Depósitos de arcilla, sedimentos de arena o cascajo (cementados o no): disposición, forma, volumen (se recogerán muestras). En general 'se observará siempre la constitución del suelo: si es de roca viva, concreciones o mantillo, etc.

Formaciones calcáreas cristalinas (estalactitas, estalagmitas, coladas estalagmíticas en el suelo, revestimientos en las paredes, cubetas con incrustaciones, «cascadas de piedra», concreciones pisolíticas u ooIíticas, llamadas también «perlas de las cavernas», estalactitas excéntricas, concreciones sub acuáticas en «coliflor», «esquejes», etc.). Su magnitud y distribución en las diversas partes de la caverna. Recogida de pequeñas muestras sólo cuando se las pueda transportar sin dañarlas.

d) Hidrología

Hidrografía externa de la superficie que se extiende sobre la cavidad (cursos de agua o lagos: permanentes o temporales, su disposición).

Función hidrológica de la entrada de la cavidad, tanto si aún se realiza como si se realizó en el pasado (ejemplos: absorción en masa: vertedero, pérdida. Cavidad escasamente absorbente: pozos y oquedades de la zona de filtración que recogen tan sólo alguna destilación (absorción dispersa). Cavidad de salida de las aguas: de tipo vauclusiano o bien laminador o galería sobre fondo de roca impermeable, pozo artesiano, etc.).

Hidrología interna: presencia de cursos de agua subterráneos, reconstrucción de su recorrido incluso en las partes inaccesibles (basarse en el plano), cubetas, sifones, cascadas a lo largo de su recorrido; sus posibles afluentes. Lagos y cubetas cerradas

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y origen de sus aguas (procedentes a través de sifones de una zona de escurrimiento sumergida, o bien aguas residuales de las crecidas, o aguas de filtración); tratándose de cavernas «secas», indíquense también los posibles puntos de gran goteo o velos de agua que recubran las paredes.

Magnitud y mecanismo de las crecidas: para poder comprobar el punto exacto alcanzado en las diversas cavidades por las crecidas, disponer en aquéllas y a alturas diversas varios flotadores; regresando a ellas después de la crecida, se observa hasta qué altura han sido transportados por el agua, Obsérvese también si estos lugares temporalmente invadido por las aguas están provistos de mecanismos sifonantes que funcionen como desagües; calcúlese la capacidad de estos depósitos temporales, y obsérvese en la resurgencia si permiten explicarse como función reguladora del caudal.

Trátese de establecer en una primera aproximación cuál es el depósito de origen de las aguas subterráneas que circulan por la caverna (véanse capítulos 2 y 3).

Hemos citado muchos ejemplos de observaciones posibles no porque se tengan que hacer todas en cada cavidad que se explore: de vez en cuando se escogerán las que parezcan más importantes respecto al tipo de la caverna examinada, y sobre todo que se presenten más claras y evidentes. Para hacer un buen trabajo hay que trasladar las indicaciones de las diversas observaciones que hay que hacer a fichas preparadas exprofeso, que se consultarán y rellenarán durante las visitas a la cavidad.

Hemos aludido ya a las diversas muestras que conviene recoger; a ellas se añadirán las cosas que por cualquier motivo se consideren de interés y cuyo transporte fuera de la cavidad pueda ser efectuado sin que sufran daños, a condición de que luego se sometan al examen de un entendido, que pueda decir de qué se trata. Para recoger muestras sirven cajitas de hojalata, tubitos de plástico o algunos saquitos de tela, además de un martillo y un pequeño escoplo por si hay que desprenderlas.

Anótese el lugar exacto donde se ha encontrado cada muestra. Algunas veces, en vez de llevarse el material, es más cómodo fotografiarlo en el mismo sitio (véase más adelante).

Flora y fauna cavernícolas

Las cavernas constituyen un ambiente particularísimo y por lo tanto los seres que en ellas viven presentan un interés biológico extraordinario. Las condiciones ambientales pueden resumirse en una total oscuridad, una humedad elevadísima y una temperatura constante o casi constante. Estas condiciones se encuentran a cierta distancia de la entrada, aunque sea pequeña. Por lo tanto, al penetrar en una cavidad, antes de llegar al punto donde principie la oscuridad total, se empieza por encontrar un buen número de plantas; pueden hallarse también ejemplares de fauna, pero ésta aún no es todavía verdaderamente cavernícola. Adentrándonos en la caverna cuando la oscuridad sea total, dejaremos de encontrar plantas verdes y la flora estará representada únicamente por hongos, o, como se dice vulgarmente, por moho. En cambio, se encontrarán siempre animales cavernícolas, los que, si bien indiferentes a la oscuridad total, son sensibilísimos al grado de humedad, a la temperatura y a las corrientes de aire. Al faltar las plantas, estos animales son saprofitos (es decir, se nutren de sustancias orgánicas en descomposición) o bien carnívoros. Requieren un elevado grado de humedad: en realidad, se hallan ausentes o son muy escasos en las cavernas secas, y son muy sensibles a las variaciones de temperatura, hasta tal punto que si se les saca vivos al exterior mueren al poco tiempo.

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En consecuencia, el medio ambiente tiene gran interés.

Teniendo en cuenta, sin embargo, que los estudiosos no siempre pueden efectuar investigaciones bajo tierra y que además un gran número de cavidades sigue todavía inexplorado o ha sido explorado apresuradamente por espeleólogos que no se proponían realizar estudios biológicos, es preciso reconocer que los espeleólogos tienen aún mucho que hacer y que sin duda aún les esperan muchas sorpresas. En realidad, en un antro jamás hollado por el hombre aún puede esperarse hallar un animalillo jamás visto en ningún lugar de la tierra: tal descubrimiento permitiría describir una especie nueva para la ciencia, o acaso un nuevo género zoológico.

Con frecuencia los animales cavernícolas reciben el nombre de fósiles vivientes, por su afinidad con especies que vivieron en épocas geológicas muy lejanas y que han conseguido perdurar en el particular ambiente subterráneo. En ocasiones, gracias a su presencia, se puede determinar en qué época se levantó un macizo montañoso o una isla. Así se ha podido confirmar, por ejemplo, que la Apulia es una reliquia de la antigua Egeida (ciertos troglobios sólo se encuentran en las Murge y en los Balcanes), que Cerdeña emergió mucho antes que los Apeninos, y también que los montes Lessini (Verona) no estuvieron sumergidos durante el hundimiento de la Tirrénida, acaecida hacia la mitad del mioceno.

Si se tiene en cuenta que un factor limitativo de la flora está constituido por la iluminación solar, se encuentran poco representadas las fanerógamas (plantas de flores vistosas), algunas de las cuales pueden encontrarse cerca de la entrada de la cavidad, especialmente si ésta es amplia o a cielo abierto, como en los pozos, simas, etc. Cuanto más escasea la luz más aplanadas se hacen las yemas, más finas, transparentes, pequeñas y delicadas las flores, como las que se ponen en invierno en lugares oscuros, y así se llega al llamado límite de las fanerógamas, situado en un 1/200 de luz normal (con 1/80 ya cesan de florecer). En las dolinas se produce el curioso fenómeno de la inversión de la vegetación: mientras en su borde crecen diversas latifolias (castaños, alisos, nogales, etc.), a medida que se desciende encontramos sauces, alisos enanos, mirtos, muguetes, rododendros, árboles pequeños y raquíticos, y más abajo aún solamente hierbas, luego musgos y por último líquenes: el mismo fenómeno que se observa en la montaña a medida que se asciende, pero aqui al revés.

Después del límite de las fanerógamas, se encuentra el de los helechos, que está a 1/300 de luz para la reproducción y 1/700 para la supervivencia. Viene después el límite de los musgos, que llegan hasta el 1/2000, pero estériles, filiformes y casi irreconocibles. Las plantas verdes que alcanzan mayor profundidad son las algas 1/2000-1/2500, límite de las plantas verdes). Más allá pueden encontrarse líquenes, por lo general pulverulentos, y hongos, que en aquel ambiente tan favorable se desarrollan fácilmente si sus esporas pueden entrar en contacto con sustancias orgánicas. Acerca de los hongos (microflora) aún quedan por hacer muchos estudios.

La fauna

Parece a primera vista que en las cavernas no tenga que haber nada que comer, pero no es así: las aguas arrastran y depositan detritus orgánicos a veces casi microscópicos (hojas, briznas de hierba, etc.), sobre los cuales se desarrollan mohos que son pasto a su vez de minúsculos animales, que también pueden devorar los propios detritus. Estos pequeños animales, a su vez, sirven de alimento a otros mayores. Además, el fango de las cavernas contiene sustancias nitrogenadas con las que se nutren los cavernícolas; por último están los murciélagos, que depositan sus excrementos y sus propios cadáveres.

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Sin embargo, antaño se creía que en las cavernas no existía vida. El estudio de la bioespeIeología comenzó en 1831, con el descubrimiento de un coleóptero ciego en las grutas de Postumia. Confirieron gran impulso a estos estudios el rumano Racovitza y el francés Jeannel.

Los cavernícolas en general se clasifican en tres grandes grupos: trogloxenos, troglófilos y trogoblios.

Los trogloxenos se encuentran en las cavernas por casualidad, y, por lo tanto, morfológicamente no cambian tanto si están dentro como fuera de ella (cornejas, cuervos, grajos, palomos, palomas torcaces, civetas, búhos, zorros, erizos, tejones, sin mencionar especies ya desaparecidas, como el oso, el león y la hiena de las cavernas, el glotón, etc.).

Los troglófilos tienen tendencia a preferir las cavernas, pero están también fuera si las condiciones son favorables: los murciélagos y los guaciarios (pájaros de América del Sur) están en las cavernas durante el día, los mosquitos y las moscas durante el invierno o en busca de temperaturas más suaves; diversos parásitos entran en ellas siguiendo a sus huéspedes, y otros animalillos (moscas, etc.) atraídos por el guano del que se alimentan.

Los troglobios, finalmente, no salen jamás de las cavernas, están muy especializados y en consecuencia evolucionados, y son los que atraen principalmente al espeleólogo. Han adquirido características de gran adaptación a las espacialísimas condiciones ambientales en que se encuentran: no poseen pigmentos, algunos son transparentes, son ciegos o los ojos semiatrofiados, pero en compensación tienen altamente desarrollados algunos órganos de los sentidos como los palpos sensoriales, las antenas, las patas, los palpos bucales; las alas han desaparecido casi del todo; el ritmo vital es muy lento; la fecundidad es muy baja y falta un ritmo reproductor estacional; mueren con bruscas variaciones de temperatura y de humedad, por lo que su presencia es rara en las cavernas propiamente dichas, prefiriendo vivir en grietas diminutas.

Respecto a los demás animales vivientes, los cavernícolas constituyen una exigua minoría, un número completamente despreciable; no todas las clases se hallan representadas entre ellos. Entre los troglobios no figuran los platelmintos (planarias), los anélidos (lombrices). No puede decirse lo mismo de los moluscos, los crustáceos, los arácnidos (arañas, ácaros), los insectos (que dominan numéricamente a los demás animales) y los vertebrados. Entre los insectos no se hallan representados todos los órdenes: así, no existe ningún lepidóptero o himenóptero, salvo como trogloxenos, y ningún díptero troglobio; se encuentran algunos tricópteros (las friganias), colémbolos, pocos ortópteros, pero abundan más los coleópteros, algunos de los cuales son interesantísimos. Entre los vertebrados suelen faltar los peces (se tiene noticia de peces ciegos en grutas brasileñas) y los reptiles. Entre los anfibios figuran algunos troglófilos, como los geotritones, y en Europa vive un solo troglobio: el famoso Proteus anguinus, de las aguas subterráneas del carso triestinoistriano (Dalmacia y Herzegovina). Las aves son todas trogloxenas, salvo el guaciario suramericano, que es troglófilo. Entre los mamíferos son troglófilos algunos quirópteros, que invernan y pasan las horas diurnas en las cavernas, en busca de humedad.

Los murciélagos viven en colonias numerosísimas. Son anillados para estudiar su longevidad, sus desplazamientos, migraciones, lugares de invernada, variaciones de peso, etc. Se les fija en la pata una pequeña lámina de aluminio, con sigla y número,

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anotando la especie, el sexo, la edad (joven o adulto), si tiene parásitos, fecha, localidad, a veces el peso, etc.

Recogida y conservación

No hace falta ser biólogo para recoger ejemplares de fauna y flora en las cavernas, aunque el especialista se ve ayudado en esta tarea por cierta experiencia (posee «vista») y sobre todo por sus conocimientos en la biología de las formas cavernícolas, que sabe dónde hay que buscarlas para encontrarlas. Muchas veces, sin embargo, el profano puedo hallarse en presencia de interesantes ejemplares que, una vez recogidos, pueden ser un precioso regalo para el biólogo. No obstante, hay que saber efectuar la recogida.

Los ejemplares vegetales se recogen fácilmente. Las fanerógamas y los helechos se arrancan con las raíces y basta con meter estas plantas en bolsitas de plástico; luego, al llegar a casa, se ponen a secar y se conservan como en los herbarios; sin embargo, conviene que las vea un especialista cuando aún están frescas. Los líquenes se transportan en cajitas o tubitos, se ponen a secar y luego se conservan en sobres. Las algas se rascan y luego se meten en tubos de vidrio. Los hongos es imposible, o casi imposible, conservarlos; con todo, si se tiene cuidado se pueden recoger las esporas, que luego se hacen germinar en laboratorio. El polen requiere un estudio especial, pues en las cavernas se encuentra polen de plantas aún existentes o de especies ya desaparecidas: su recogida no es difícil, pero su estudio, de momento, está reservado a unos poquísimos especialistas.

Existen varios métodos para recoger ejemplares de la fauna. Los más pequeños y no acuáticos se capturan con el aspirador (véase fig. 22), Y los de mayor tamaño con pinzas, con los dedos mojados o mediante diversos artificios. Si los ejemplares son muy pequeños se puede recoger todo el substrato sobre el que se encuentren (terreno, madera podrida, etc.), que luego se examinará en el laboratorio. Si está previsto volver a la misma caverna se pueden instalar cebos, () incluso trampas, si se piensa regresar al cabo de muy poco tiempo. Para ciertos crustáceos se emplean redecillas especiales o nasas de malla metálica muy fina con un cebo en su interior. Los coleópteros y los ortópteros, una vez capturados, se meten en frasquitos de vidrio que contengan trocitos de corcho empapado en éter.

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22. Aspirador

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La conservación, salvo en el caso de los coleópteros y de los ortópteros, que se preparan en seco, se hace por lo general introduciendo los ejemplares en tubito s de vidrio llenos de alcohol al 75-80 %. Dentro del tubito se mete además un trocito de papel en el que se anotará con lápiz de mina de grafito la caverna y la fecha de captura, con otros datos de interés. Los gusanos se tratan con un fijador antes de introducirlos en el alcohol. Los tubitos no deben contener burbujas de aire y se cierran con un tapón de algodón bajo el de corcho.

Conviene anotar en un cuaderno los datos que se consideren esenciales, como la exacta localización de la caverna donde se ha efectuado la recogida, la naturaleza del substrato, la temperatura del aire, y, naturalmente, la caverna, la fecha y el nombre del que ha capturado el ejemplar.

Los ejemplares capturados deben enviarse a quien pueda estudiarlos, si de ello no se ocupa quien los ha recogido: el depositario tendrá la obligación de someterlos a los respectivos especialistas, para su determinación y ulterior estudio.

4. Fotografía

Aparato fotográfico: ni demasiado delicado ni engorroso, de fácil manejo, con un sistema de mira sencillo (es excelente el reflex). Existen en el comercio muchos tipos apropiados: depende de lo que se esté dispuesto a gastar. Se emplean objetivos normales y a veces es útil el gran angular.

Trípode con tornillo para fijar la cámara, y muy robusto.

Un soporte adaptable provisto a su vez de sujeción para dos aparatos permite hacer simultáneamente fotografía en color y en blanco y negro o dos fotografías con distintos diafragmas.

Lámparas del flash: blancas para película en blanco y negro y azules para película en color (para luz diurna). La corrección de la luz demasiado amarillenta del magnesio se puede obtener asimismo con un filtro puesto ante el objetivo.

Funcionan con una corriente de 3 a 24 voltios, y también con la de las pilas secas normales. La utilización de las lámparas está regida por el número guía = diafragma X distancia (véase esquema de la fig. 23). El número guía varía ele acuerdo con el tipo de lámpara, la sensibilidad ele la película y la duración ele la exposición. En nuestro caso utilizamos todo el flujo luminoso de la lámpara, y por ello nos sirven los números guía indicados por el fabricante para el 25º de segundos.

Flash: los tipos que existen en el comercio son costosos y delicados y teniendo en cuenta que a nosotros no nos importa la sincronización, nos conviene construirnos un tipo mucho más sencillo, con un estuche de lámpara eléctrica y un reflector ele 15-20 cm, tanto con sujeción a bayoneta o por tornillo (Edison), para utilizar las bombillas de los dos tipos.

Un dispositivo excelente es el constituido por un largo cable eléctrico revestido de goma, del que parten cables paralelos que terminan en pequeños carretes destinados a llevar las lámparas del flash. Así éstas pueden ser encendidas simultáneamente por quien maneja el aparato fotográfico (empléese una batería de pilas secas conectada a fin de obtener 4 voltios para cada bombilla).

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Flash electrónico: es un aparato más bien delicado. Funciona con acumuladores (tipo para profesionales) o con pilas secas (200 destellos cada carga). Para obtener una iluminación uniforme, se coloca siempre a cierta distancia del objeto, porque «quema» sus primeros planos. Funciona a alto voltaje y por eso puede ser peligroso, especialmente en las cavernas, debido a la humedad. Proporciona un tipo de luz excelente para la fotografía en color.

Polvos de magnesio: son baratísimos v se transportan con facilidad, pero presentan el defecto de hacer gran humareda. Existen polvos que no producen humo, pero que sepamos, solamente se expenden en Alemania. Conviene preparar cargas de diversos calibres (1 cucharadita = núm. guía 50-60) en bolsitas de papel muy fino sometidas previamente a un baño impermeabilizante de celuloide disuelto en acetona, provistas de una mecha de pólvora de salvas o una mecha de minas (impermeable).

Un método más rudimentario consiste en verter directamente el polvo de magnesio de un frasquito sobre una bandejita seca y encenderlo mediante una mecha (hay que actuar rápidamente o de lo contrario se humedece).

Películas: conviene que tengan una gama de exposición lo más amplia posible. Además, es mejor escoger un tipo de determinada sensibilidad y utilizarlo siempre.

No insisto en la importancia que tiene envolver y transportar cuidadosamente aparatos y materiales, transportándolos embalados con espuma de goma antes de introducirlos en cajitas metálicas. Estas precauciones permiten utilizar en las cavernas aparatos costosos, sin miedo de romperlos durante el trayecto.

También son útiles para encuadrar las lámparas eléctricas las lámparas de carburo con reflector.

Entremos ahora en la caverna. Lo primero que observamos es que su interior está oscuro como boca de lobo. ¿Es esto una desventaja? En absoluto, porque:

1. Al hacer una fotografía a la luz del sol muchas veces nos vemos obligados a incluir en la imagen detalles que no nos, interesan y que sólo sirven para distraer y crear confusión, En el mundo subterráneo gozamos de mucha mayor libertad, porque iluminamos y, por lo tanto, captamos en la película solamente lo que nos interesa.

. 2. De ello se deduce cuán equivocado se halla el principiante, preocupado tan sólo de iluminar la caverna como si estuviese en pleno día, Con la evidente intención de reproducir en el mundo subterráneo las condiciones en que está acostumbrado a trabajar a la luz del sol, sin pensar que si en el exterior la realidad está representada por la luz, en la caverna la realidad son las tinieblas.

. Escogido pues el tema, nos preocuparemos por estudiar la mejor iluminación para hacer resaltar la imagen o la idea que queramos representar. A guisa de primera prueba dispondremos las lámparas de acetileno en el punto desde donde dispararemos el flash. Si el efecto conseguido es satisfactorio, sustituimos las lámparas por los flashes, apagamos todas las luces del campamento, y, una vez colocado el aparato sobre un trípode, abriremos el objetivo. Accionaremos después los diversos flashes y acto seguido dispararemos el obturador. Este sistema, cuya aplicación es sólo posible cuando el sujeto se halla completamente a oscuras, recibe el nombre de open-flash.

A decir verdad, no importa que los distintos flashes se enciendan simultáneamente, pero si en el campo visual hay una persona es necesario que se

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mantenga bien quieta, y si no puede (por ejemplo, si se encuentra en una escala) hay que sincronizar todos los flashes o disparar con uno solo siempre es conveniente que aparezca una persona o una referencia humana en la imagen, para dar idea de las proporciones y prestar más animación a la escena. A veces la actitud del personaje sirve para subrayar lo que se quiere poner en evidencia. En cualquier caso, hay que tener cuidado de que esta actitud sea natural. Se obtienen excelentes efectos utilizando al personaje para iluminar todo o parte del sujeto con un flash disfrazado de lámpara normal.

En nuestras fotografías, todo deberá respirar naturalidad. Las luces deben hallarse situadas a la altura de los espeleólogos o proceder del suelo, no de arriba. Los flashes se dispondrán de manera que hagan resaltar con un oportuno sombreado la plasticidad y el relieve de los objetos aislados (véase croquis) y la profundidad de salas enormes y largas. Estas se obtienen iluminando por separado los diversos planos, con lámparas dispuestas a lo largo y ocultas por salientes, rocas o personas. Conviene particularmente crear un primer plano oscuro o en la penumbra, posiblemente formado por el perfil de un saliente rocoso o un accidente similar. En cambio, no pueden tener valor las fotografías obtenidas con una fuente luminosa única colocada junto al aparato fotográfico.

Las fotografías espeleológicas se pueden dividir grosso modo en tres categorías:

1. Fotos de ambientación; 2. De documentación técnica; 3. De documentación científica.

Todo cuanto antecede es válido especialmente para las dos primeras categorías, en que para obtener efectos buenos es necesario operar con la colaboración de un equipo de ayudantes.

En el primer caso, la permanencia en la caverna se dedica exclusivamente a la fotografía y se puede emplear un día entero para hacer apenas una docena de fotografías (por lo que conviene actuar con varios aparatos fotográficos diversamente cargados, regulados y dispuestos). La fotografía de documentación técnica reproduce fases de exploraciones, prefiriéndose naturalmente las más espectaculares y emocionantes. Son las imágenes más difíciles de captar porque se hacen de prisa y corriendo con exposiciones a menudo precarias, durante «puntas», y por consiguiente en momentos en que no se puede detener el equipo en su avance. Además, el material fotográfico que transporta el espeleólogo en este caso es muchísimo más reducido y sobre todo debe ir bien embalado.

En la fotografía científica, en cambio, se sacrifica la espectacularidad a la exactitud. Las luces de efecto, sin embargo, son también aquí utilísimas para poner de relieve características físicas o particularidades morfológicas (partes suaves o rugosas, estratificaciones de la superficie rocosa, transparencia, brillo, etc.) y para dar plasticidad a los objetos. Son importantes los puntos de referencia para dar idea de las dimensiones (por ejemplo, un metro de madera plegable). Son interesantes los fotomontajes a base de fotografías contiguas, ampliadas a tamaño natural o vistas con lupa (cristales, insectos, vegetales, etc.). Para la iluminación de éstas va muy bien el magnesio en cintas, que quema lentamente, o la simple lámpara de carburo.

Estas fotografías irán acompañadas de las indicaciones correspondientes sobre el lugar exacto en que se tomaron y detalles del objeto fotografiado.

Como en el mundo subterráneo sólo se obtienen buenas fotografías después de algunas pruebas, aconsejo empezar por los casos más sencillos, resumidos en los

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croquis de la figura 23, donde las fuentes luminosas tienen todas el número guía 3D con película de 17 DIN y open-flash.

Estos croquis han sido trazados ex profeso por alumnos de mi colega de grupo Carla Tagliafico, con quien he tenido el placer de colaborar muchas veces, aprendiendo de él gran parte de las nociones que he expuesto acerca de la fotografía.

23. Esquema guía para fotografías. Resultados supuestos:A. Primer plano sombreado sobre fondo luminoso;B. Primer plano y fondo luminoso (la luz de efecto tiene por misión aclarar las sombras);C. Efecto de contraluz, fondo oscuro, primer plano apenas iluminado, para eliminar el efecto de «silueta";D. Primer plano perfectamente iluminado, sobre el fondo oscuro adrede. La posición del aparato fotográfico favorece un ligero efecto plástico.

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Datos complementarios

Las cavidades de más desarrollo del mundo [m]

1) Flint Ridge Cave System (Kentucky), EE.UU. 120000

2) Holloch (Muotathal), Suiza 109000

3) Mamrnoth Cave (Kentucky), EE.UU. 77 000

4) EisriesenweIt (Tennengebirge), Austria 42 000

5) Ozernaja pesctschera (Podolien), URSS 26 360

6) Sistema de Ojo Guareña, España 24 796

7) Greenbrier Caverns (Virginia), EE.UU. 24 300

8) Réseau de la Dent de Crolles (Isere), Francia 23 150

9) Paradla-Barlanf-Jaskyna Domica, Hungría 22 000

10) Jewel Cave (South Dakota), EE.UU. 21 000

Las diez cavidades españolas de mayor desarrollo

1. Sistema de Ojo Guareña (Burgos) 20 000

2. Cueva de Mairue!egorreta (Alava) 10 000

3. Cueva de la Cullalvera (Santander) 6 300

4. Cueva de los Verdes (Lanzarote, Canarias) 6 100

5. Sistema Hundidero-Gato (Málaga) 4000

6. Cueva de! ReguerilIo (Madrid) 4 000

7. Goba grande de Tertanga (Alava) 3 100

8. Cueva de Arrikrutz (Guipúzcoa) 2 900

9. Coventosa (Santander) 2 500

10. Cueva de Loptrilla (Santander) 2 500

La Cueva de los Verdes, desarrollada en las coladas de lava del volcán La Corona, es por su longitud y profundidad (- 230 m) la mayor cueva volcánica explorada hasta el presente en todo el mundo.

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Las cavidades de más desarrollo de Italia

1) Gruta del Monte Cucco (Umbría) 11 000

2) Gruta de San Giovanni Su Anzu (Cerdeña) 8 435

3) Abisso M. Gortani (Friuli) 7 560

4) Gruta de Su Bentu (Cerdeña) 7 000

5) Complejo de Piaggia Bella (Piamonte) 5 800

6) Complejo Spipola-Acqua Fredda (Emilia) 5 670

7) Gruta del Bue Marino (Cerdeña) 5 365

8) Gruta de Castelcivita (Campania) 4 200

9) Buso della Rana (Véneto) 4 000

10) Gruta Nuova di VilIanova (Friuli) 3 665

11) Gruta delle Vene (Piamonte) 3 500

12) Gruta de Su Mannau (Cerdeña) 3 460

Las cavernas más profundas dei mundo

1) Sima de la Piedra de San Martín, España -1150

2) Gouffre Berger (Isere), Francia -1 140

3) Abisso Michele Gortani, Italia - 920

4) Spluga della Preta, Italia - 875

5) Complejo Félix Trombe (H. Garonne), Francia - 820

6) Abisso del Monte Cucco, Italia - 810

7) Kriska - 780

8) Jaskinia Sniezna (M. Tatra), Polonia - 770

9) Hólloch (Muotathal), Suiza - 750

10) Juhue - 745

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Simas españolas que sobrepasan los -200 m de profundidad

1. Sima de la Piedra de San Martin (Navarra) -1150

2. Sima de Ormazarreta (Navarra) - 373

3. Torca del Carlista (Vizcaya) - 355

4. Sima del Marboré (Huesca) - 310

5. Sima de Lezandi (Vizcaya) - 301

6. Sima de la Seguía (Vizcaya) - 290

7. Sima de Aitzbeltz (Guipúzcoa) - 278

8. Sima Echalecu (Navarra) - 245

9. Sima de Sesiarte (Guipúzcoa) - 240

10. Cueva de los Verdes (Lanzarote, Canarias) - 230

11. Sima de Cantabera (Guipúzcoa) - 220

12. Sima Txomín 1 (Navarra) - 220

13. Avenc Montserrat Obach (Lérida) - 218

14. Cueva del Agua (Granada) - 215

15. Cueva de Mairuelegorreta (Alava) - 210

16. Avenc de la Feria (Barcelona) - 209

17. Avenc de L'Esquerra (Barcelona) - 205

18. Sima de Lezaun ur Txulo (Alava) - 200

Las cavidades en cursiva son aquellas que han sido sucesivamente la marca de España de profundidad.

En la actualidad el Avenc de la Feria aparece obstruido a - 184 m, debido a un hundimiento.

Las grutas más profundas de Italia

1) Abisso Michele Gortani (Friuli) - 920

2) Spluga della Preta (Véneto) - 875

3) Abisso del Monte Cucco (Umbría) - 810

4) Complejo Caracas-Piaggia Bella (Piamonte) - 689

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5) Abisso di Bifurto (Calabria) - 683

6) Antro del Corchia (Toscana) - 668

7) Abisso Cesare Prez (Friuli) - 627

8) Abisso Eugenio Boegan (Friuli) - 624

9) Abisso Raymond Gaché (Piamonte) -558

10) Abisso Gianni Ribaldone (Toscana) - 523

11) Buco del Castello (Lombardía) - 520

12) Gruta de Chiocchio (Umbría) - 514

Apéndice bibliográfico

1. Tratados y manuales generales

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MARINELLI, O., «Fenomeni carsici nelle regioni gessose d'Italla», Mem. Geografiche, núm. 34, Florencia, 1917.

MARTEL, E. A., La France ignorée, 2 vol., Librería Delagrave, París, 1930.-, Les Causses Majeurs. Gorges du Tarn et Cévennes, canyons et ruinítor, mes, abtmes et cavernes, riviéres souterraines et résurgences, Artíeres et Maury, Millau, 1936.

ORTOLANI, M.; MORETTI, A., Il Gran Sasso d'Italia (versante meridionale}, Tipografía Mareggiani, Bolonia, 1950.

PASA, A., Carsisrno e idrograiia carsica nel gruppo del M. Baldo e nei Lessini Veronesi, Tipografía Mareggiani, Bolonia, 1954.

PAVAN, M., «Speleologia Lombarda. Parte 1. Bibliografia ragionata», Mem, Rass. Spel. Ital., núm. 1, Como, 1955.

PERCO, G. A.; S. GRADENlCO, Postumia ed el fantastico mondo sotterraneo delle sue celebri grotte, Posturnia, 1927.

PLATIEN, G., The British Caves, Bd. Roherfields, New Milton, Hants, 1949.

PRACCHI, R .. Contributo alla conoscenza del fenomeno carsico in Lombardía, Pubblicazione dell'univ. Cattolica, Serie X, vol. IlI, Vita e Pensiero, Milán, 1943.

SEGRE, A. G., l fenomeni carsici e la speleologia del Lazio, Pubblicazione dell'istituto di Geografía dell'Universita di Roma, Serie A, núm. 7, Roma, 1948.

STRINATI, P., Grottes et paysages de l'Atlas au Taurus, Georg. Ed., Ginebra, 1956.

T.C.l., L'Italia Física, Ed. Touring Club Italiano, Milán, 1957.

TONGIORGI-LAMBOGLIA, La Grotta di Toirano, Ist. Intern. Studi Liguri, Bordighera, 1963.

VEROLE BOZZELLO, V., Le grotte d'Italia, Guida al turismo sotterraneo, Bonecchi, Florencia, 1970.

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Page 104: Dematteis Manual de Espeleología

6. Principales revistas, memorias y series

Annales de Spéléologie, publicación de la Société Spéléologique de France y del Comité Scientifique del Club Alpin Francais (Spelunca, 3.a serie) (desde 1940 en adelante).

Bulletin of the Nationa! Speleological Society (EE.UU., Washington, desde 1940 en adelante).

Cave Science (Inglaterra, Settle, desde 1947 en adelante). Die Höhle (Austria, Viena, desde 1950 en adelante).

Inventaire spéleologique de la France (Ed. Bureau de Recherches géologiques et mínieres, París (desde 1966), serie de volúmenes dedicados a varios departamentos de Francia).

Le Grotte d'Ltalia desde 1927 a finales del año 1928, como órgano oficial de la Azienda Autonoma di Stato de las R.R. Grutas de Postumia; luego, hasta 1944, también del Istituto Italiano di Speleologla de Posturnia.

Le Grotte d'Italia, revista del Istituto Italiano di Spelcologta, sección delIstituto di Geología de la Universidad de Bolonia. Se ha publicado un solo fascículo que reproduce íntegramente las actas ya publicadas del VI Congreso Nacional de Espeleología de Trieste.

Memorias de la Rassegna Speíeologica Italiana:

Memoria 1, Pavan M., Pavan, M., Speleologia Lombarda. Parte l. Bibliografia ragionata, Como, 1955.

Memoria H, Balazuc, J., Spéleoiogie du departernent de l'Ardeche, Como, 1956.

Memoria III, Actas del VlI Congreso Nacional de Espeleología, Como, 1956. Memoria IV, Tomo 1, Actas del VIII Congreso Nacional de Espeleología, Como, 1958.

-, Tomo II, Actas del VIII Congreso Nacional de Espeleología, Como, 1958. Rassegna Speleoíogica Italiana, revista trimestral editada desde 1949 hasta hoy.

Speíeon (España, Oviedo, de 1950 en adelante).

Spelunca (Francia, de 1895 a 1913, de 1930 a 1943 y de 1961 en adelante). Statactite (Suiza, Sion, de 1951 en adelante).

7. Cartografía

BONTE, A., Lntroduction a la lecture des cortes geologiques, Masson et Cie., París.

FRANCHI, N., Elementi di cartografía, Istituto Geográfico Militare, Florencia.

Segni convenrionali e loro uso: Cartografia alla escala 1:25000 in nera e 3 colori, Instituto Geografico Militare, Florencia.

Segni convenzionali e loro uso: Cartografía alla escala 1:25000 a 5 colori, Istituto Geografico Militare, Florencia.

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Cartografía del Istituto Geografico Militare, Florencia.

Mapa topográfico de Italia a escala 1 :25 000- - - 1:50000. - - -1:100000.

Mapa magnético de Italia a escala 1:2000 000.

Cartografía del Uiiicio Geologico, Roma:

Mapa geológico de Italia a escala 1:100 000 (para la casi totalidad de la hoja existen notas explicativas).

Mapa geológico de Italia a escala 1:1 000 000.

CONTRATAPA

Desde que a fines del siglo pasado la práctica de la exploración subterránea fue tomando un carácter organizado, adquiruiendo carta de naturaleza científica y deportiva, la espeleología no ha cesado de suscitar practicantes y de aportar descubrimientos. En este libro G. Dematteis, profesor de Geografía en la Universidad de Turín y dirigente de actividades espeleológicas, ofrece al lector interesado en el tema, una descripción total y perfectamente compendiada de las tres grandes caras de que presenta la espeleología. Esta actividad, como es sabido, participa a un tiempo de la disciplina cienífica y de la práctica deportiva, y para poderla llevar a cabo son necesarias una serie de técnicas propias.Todos estos aspectos son los que el profesor Dematteis estudia y presenta en el presente manual, cuya lectura constituye una base indispensable tanto para el conocimiento como para la práctica de la espeleología.

Editorial Labor S. A.

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