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ELECTO URQUIZO
Historia de vida de un criollo entre 1850 y 1870
Autor: Omar Gabriel Avalos
Correo Electrónico: [email protected]
Formación: cursando seminario de tesis correspondiente a la Licenciatura en
Historia.
Tema: Historia de vida de un criollo, de origen humilde, llamado Electo Urquizo
que hacia comienzos de la década de 1870 se asienta como pulpero en la tribu de
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los indios de Coliqueo. Dicho oficio lo consolida económicamente a tal punto de
ser el fundador del nuevo pueblo de Los Toldos.
Beca: Tipo A. Formación en docencia e investigación del departamento de
Ciencias sociales
Director del becario: Judith Farberman
Nombre del Proyecto de Investigación en el que participa el Director: Programa
de historia de las relaciones entre estado, sociedad y cultura en Argentina.
CEHCMe (Centro de Estudios en Historia, Cultura y Memoria): tanto el becario
como su directora forman parte de los seminarios mensuales que se realizan en
dicho centro, el cual a su vez es la unidad de radicación del Programa de Historia
de las relaciones entre Estado, Sociedad y Cultura.
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Introducción
Electo Urquizo, nacido en 1847, fue un tucumano de origen humilde que a fines de la
década de 1860 decide emprender viaje a Buenos Aires. Luego de instalarse en la zona
de Los Toldos, en la frontera bonaerense, abre allí una pulpería llamada El Argentino,
diferenciándose así de los demás pulperos que eran españoles. Fue tal el éxito
comercial, que tuvo la posibilidad de abrir varias sucursales en otros lugares. Sobre la
base de esta actividad, Urquizo se consolida económicamente, a tal punto de ser el
fundador del nuevo pueblo de Los Toldos.
Entendemos que su éxito se encuentra íntimamente ligado a la relación (amistosa)
que Urquizo entabló con grupos de indios fronterizos, en particular con los indios de
Coliqueo. En este sentido, nuestro protagonista se encuentra inmerso en una red de
relaciones entre Coliqueo y otros grupos, con las ventajas de aumentar sus negocios por
una parte y las desventajas de ser víctima de ataques de tribus indígenas enfrentadas.
De esta manera, se buscará articular la historia de vida (por cierto poco usual en
cuanto a su ascenso social) de Electo Urquizo, con un contexto particular: el del ocaso
de la frontera bonaerense. Además, resulta necesario destacar que esta articulación se
encuentra enmarcada en la coyuntura de la formación del Estado argentino, la cual
incide directamente en la relación que nos proponemos investigar, teniendo en cuenta
que las políticas estatales se orientaron a la expropiación de tierras que se encontraban
habitadas por indígenas.
Para llevar a cabo tal investigación nos basaremos en el análisis de las memorias del
protagonista central, publicadas bajo el nombre de Memorias de un pobre diablo (Hux:
1983). A esta fuente principal le sumaremos otro escrito del monje benedictino
Meinrado Hux, Coliqueo El Indio Amigo De Los Toldos (2009).
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La juventud de Urquizo
El 8 de febrero de 1847 nace en el pueblo de Monteros, provincia de Tucumán,
Electo Urquizo, hijo de Josefina Urquizo y Ceferino Molina. Su madre era sirvienta
doméstica y su padre arriero. Antes de que naciera Electo su progenitor los abandona y
desde ese entonces, tanto él como su madre comienzan una vida dura y llena de
“miserias”. Estas se encuentran en las narraciones que dan cuenta acerca de la falta de
atuendos para vestirse, ya que hasta los 6 años de edad sólo se vestía con una camisa de
lienzo y andaba descalzo (recién a los 14 años se calzaría los zapatos). Sin embargo,
según nuestro monterino, además de las penurias monetarias lo más difícil de tolerar
eran las diferencias que sufría por ser huérfano. Tal desamparo hizo que su madre lo
entregara a un comerciante del pueblo llamado Telesforo García. Allí se desempeñó
como cadete y aprendió varias tareas, así lo recuerda en sus memorias:
“a los tres meses de estar en casa de don Telésforo (…) ya era útil, pues había
aprendido a barrer, a lavar los platos, a fregar los cubiertos, a cebar mate, a sacudir la
tienda, hasta sabia andar a caballo (…). Al año de estar con mi patrón sabia cocinar,
planchar, ordeñar y hacer quesos. (….). Hasta mi lenguaje se había
transformado.”(Hux, 1983, 32).
Respecto de la educación agrega:
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“Un día, don Telésforo me encontró haciendo números en la pared usando un pedazo
de carbón. Hacía tiempo que yo me ejercitaba en hacer letras y números copiándolos
de algunos papeles. El patrón entonces me compró una pizarrita y me dijo: aquí podrás
copiar y borrar con más facilidad. ¡Aprendé a leer y a escribir si querés prosperar en
tu vida!. (…). Ya ves, mi hijo (recordemos que Urquizo escribe sus memorias como
una especie de consejos para su hijo), que yo nunca estuve en ningún colegio. Por
esta razón no conozco la ortografía. Yo fui mi propio maestro.” (Hux, 1983, 33)
Como veremos Telésforo resultó ser un referente en la juventud de Electo, sin
embargo hacia 1861 se muda con su esposa a una quinta que tenía a las afueras del
pueblo dejándole el negocio a su hermano Pedro. Según relata nuestro protagonista, su
nuevo patrón era la antítesis de Telésforo y en consecuencia se llevaran a cabo una serie
de conflictos entre ambos.
En ese mismo año ante el rumor de una posible invasión del chacho Peñaloza a
Tucumán (y a Monteros), tanto Telésforo como Pedro decidieron trasladar la tienda a la
ciudad de Tucumán. No obstante, dicha estadía no fue positiva ya que las diferencias
entre Pedro y Electo iban en aumento. Una vez que el saqueo del chacho había
concluido deciden volver al pueblo natal. Sin embargo, el negocio iba en detrimento con
lo cual Telésforo, con el fin de evitar nuevas pérdidas, decide venderle la tienda a
Federico López, un empleado de David Ferrari, el comerciante más rico de Monteros.
Pero al no repuntar el negocio Ferrari decide poner en el lugar de López a otro
empleado suyo, Adolfo Ybañez. Cabe destacar que a medida que pasaban los empleados
de Ferrari, Electo mantenía su puesto en la tienda.
Ahora bien, mientras Electo se encontraba al servicio de Ybañez ocurrieron algunos
sucesos que resultan sugestivos. Según cuenta Urquizo, en varias ocasiones, al observar
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que no se concretaban algunas ventas, su patrón le repetía que no debía dejar salir a los
clientes sin venderles nada porque para eso le pagaba ocho pesos bolivianos por mes.
Dicha situación se combina con la llegada en 1862 de un genovés llamado Juan Bautista
Podestá. La particularidad reside en que este le había traído varios libros a Ybañez para
que los leyera. Sin embargo, algunos de ellos los termina leyendo Urquizo, entre los
cuales se encontraba uno que se titulaba La ayuda propia. El argumento principal del
mismo era que no era el patrón el que pagaba a su empleado u operario sino que éstos
eran los que le pagaban al patrón, ya que si este les pagaba, por ejemplo, diez pesos
mensuales o por día, el trabajador regular dejaba a su patrón con su trabajo libre el
importe de su sueldo o jornal, además un 25% sobre el capital y su mantención. De ese
modo el jornalero era el que terminaba pagándole al patrón y no al revés.
De tal modo, Urquizo comenzó a anotar sus ventas, es decir, el costo de la mercancía
y el valor de la venta. Al mes sumó las diferencias y dieron un superávit de 47 pesos
bolivianos. De igual manera calculó lo que costaba su mantención (que incluía en el
desayuno tres mates de leche; en el almuerzo un plato de arroz o de locro con un poco
de carne y una jarra de agua y en la cena consumía lo que sobraba del almuerzo) en total
cinco pesos mensuales. Por lo tanto, según los cálculos de Urquizo sus gastos eran de
trece pesos mensuales (ocho de sueldo y cinco de mantención) pero su trabajo
acumulaba 47 pesos mensuales. Entonces, en el momento que su patrón volvió a
reprenderlo con el mismo sermón, Urquizo le exigió que se aclararan las cuentas. En
consecuencia, este debió dejar el lugar frente a la furia desatada por parte de su patrón.
Este hecho que a simple vista puede resultar una anécdota más, a mi entender,
repercute significativamente en la vida posterior de nuestro protagonista, ya que va
despertando una actitud más activa en cuanto a su condición de empleado. Y así fue que
luego de una estadía fracasada en San Juan junto a su padre, que lo había ido a buscar
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porque se encontraba sin empleo y Telésforo le había comentado sobre la capacidad de
Electo para los negocios, decide abrir un pequeño almacén en Monteros la edad de 18
años. Sin embargo al poco tiempo debe cerrarlo porque las ganancias no eran las
deseadas.
En este momento decide intentar forjar su propio camino pero esta vez en la tierra de
sus tan anhelados próceres: Belgrano, Rivadavia, Lavalle y Mitre, entre otros. Cabe
destacar que en reiteradas oportunidades Urquizo se define a sí mismo como un unitario
intransigente. De hecho parte del distanciamiento con su padre tuvo que ver con las
diferencias políticas, ya que a diferencia suya su progenitor defendía fervientemente al
federalismo.
Volviendo a su deseo de viajar a Buenos Aires se traslada a la ciudad de Tucumán en
busca de empleo para poder costear el dichoso viaje. No obstante, era consciente de que
necesitaría ahorrar un par de años para pagar el traslado a Buenos Aires, así que guiado
por sus ansias decidió emprender viaje con lo poco que había recaudado: 130 pesos
bolivianos de los cuales la mitad se los dejo a su madre.
Finalmente el 4 de junio de 1868 partió hacia Buenos Aires. En principio se acopló a
una tropa de carretas que durante el día caminaba a la par de las mismas y durante la
noche podía hacer uso de ellas para descansar. Luego de 56 días de travesía,
prácticamente a pie, llegan a Villa María y allí toma el ferrocarril a Rosario. Una vez
que arriba al lugar busca donde emplearse pero sigue sufriendo las penurias que había
sufrido en su pueblo natal. Esto lo llevaba a repetir la frase de aquel episodio con
Ybañez:” ¡Hágame el servicio de arreglarme mi cuentita, señor!”. Luego de
permanecer dos meses y medio en Rosario se encontraba más pobre que cuando había
llegado. Sin otro recurso más que sus piernas decidió emprender viaje a Buenos Aires.
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Llegada a la tierra prometida y su traslado a Los Toldos
Hacia octubre de 1868 llega a San Nicolás, ayudado de tanto en tanto por personas
que cruzaba en el camino. Sin embargo, tampoco tuvo la suerte que buscaba:
“El 16 de octubre me levanté bien temprano; tomé unos cimarrones y me largué al
pueblo. Me oferté como peón de albañil o como peón de cocina. No encontré empleo.
Fui a los hornos de ladrillos; me oferté por la mitad del sueldo común. Tampoco hubo
trabajo. Buscar un empleo en mi oficio de tendero era inútil. No pude encontrar donde
ganarme el pan. San Nicolás estaba muerto comercialmente, porque el cólera había
diezmado o liquidado casi la mitad de la población en el trascurso de ese año. Así me
resolví seguir mi camino” (Hux, 1983, 91)
Sin embargo, sobre el arroyo Ramallo, en las afueras del pueblo, logró conchabarse
temporalmente en la estancia de Benjamín Zapiola como ayudante de esquilador. Luego
de concluida la temporada, y a pesar del ofrecimiento por parte de su patrón para
quedarse, decidió retomar su viaje a Buenos Aires, pasando por Arrecifes, Carmen de
Areco hasta llegar a Mercedes. Allí el 8 de diciembre de 1868 tomó un tren hacia
Buenos Aires, proveniente de Chivilcoy. Pero su llegada tan anhelada a la ciudad de
Buenos Aires no cambió su desdichada suerte, ya que al poco tiempo de permanecer en
la ciudad, y ante su escaso capital, se conchaba como peón para las cosechas de
Chivilcoy.
Finalmente, este empleo daría los primeros frutos dado que al finalizar la cosecha
Urquizo recibe su primer sueldo abultado (438 pesos bolivianos). De ahí en más la
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suerte de Urquizo comenzaría a transformarse: conoce a su primera esposa, Irene
Ferreira, y se inicia como cigarrero aunque luego vuelve a emplearse en las cosechas.
Allí residen hasta 1871, lo cual le permitió, según él, perfeccionar su experiencia de
comerciante, ya que describe a Chivilcoy como un pueblo chico pero comercial. No
obstante, los siguientes meses deambularon entre las zonas de Bragado, 25 de mayo,
Saladillo y Las Flores porque los dueños de las piezas que alquilaban aumentaban su
valor constantemente debido a que la gente de Buenos Aires escapaba de la fiebre
amarilla y se instalaba en las afueras de la ciudad. En ese ínterin Urquizo combinaba el
oficio de mercachifle con el de cosechero.
Mientras se encontraba en 25 de mayo un suceso le cambiará la vida a nuestro
protagonista. En 1872 el Cacique Calfulcurá había invadido La Verde, laguna del
Partido de 25 de Mayo, y había hecho prisionero al Cacique Ralinqueo. En
consecuencia:
“Todos los pueblos fronterizos se pusieron bajo las armas para conjurar este peligro.
Desde el Fuerte La Blanca, hoy Olavarría, hasta el Fuerte Ancalú, hoy General Pinto,
todo se estremeció de espanto. Todas las fuerzas de línea de los campamentos y los
Guardias Nacionales desde Rojas, Junín, Nueve de Julio, Bragado, Veinticinco de
mayo, Saladillo, Alvear y Azul marcharon a La Verde a batir al Rey de la Pampa (…)
Tropas de línea, el Cacique Catriel, de Azul, y Coliqueo, de Los Toldos, pelearon con
sus tribus defendiendo a los cristianos.” (Hux, 1983, 139)
Luego de este episodio, Urquizo es citado para incorporarse a la columna de la
Guardia Nacional para combatir contra los indios de Calfulcurá. Sin embargo, decide
huir y emprender viaje junto a su familia hacia Los Toldos, donde se encontraban los
hermanos de su esposa. Si bien la situación seguía siendo penosa, ya que Electo no
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conseguía empleo y vivían de los trabajos de costura que realizaba Doña Irene, un día
su cuñado le comentó que un señor llamado Hipólito Mercado tenía una tienda y estaba
dispuesto a cederle la mitad a un hombre con familia que quisiera administrarlo, debido
a que el mismo se encontraba al borde de la quiebra. Pero dentro de esta gran
oportunidad existía una particularidad, dicha tienda se encontraba en la tribu de los
indios de Coliqueo y allí no había más autoridad que la del Cacique. Sin embargo, como
afirma nuestro protagonista, la necesidad hizo que aceptaran tal desafío.
Luego de ponerse de acuerdo con Mercado, Electo llevó a cabo el balance del
negocio y rápidamente junto a su esposa se pusieron al frente del mismo. Aquí radica la
importancia de los antes detallado, el mismo Urquizo afirma en sus memorias que sus
experiencias de infortunios le sirvieron de guía para captar la simpatía tanto de los
indios como de los criollos que pasaban por allí. Al respecto alega que “tratándolos con
paciencia y haciéndoles algún servicio, los amansaba. Estos pequeños servicios
consistían, por ejemplo en desensillarles los caballos, cuando se habían embriagado a
fin de que nadie les robara prenda alguna. A los ebrios los arrastraba a la cocina, les
echaba unos cueros de lanar encima y al día siguiente les solía dar un poco de yerba o
café. Con estas pequeñas atenciones los iba amansando. Esos mismos infelices y
desgraciados como lo era yo, me trajeron a otros clientes” (Hux, 1983, 149).
De esta manera, el negocio de Urquizo fue prosperando entre la tribu de Coliqueo a
tal punto que afirma: “en los años que estuve en Los Toldos viejo (tribu de Coliqueo) en
contacto diario con los tres hermanos Coliqueo, jamás sospeché nada respecto a la
fidelidad de ellos .Había llegado a tener tanta intimidad con ellos que no había secretos
para mí” (Hux, 1983, 163). La consolidación de esta relación se manifiesta cuando el
19 de septiembre de 1872 Los Toldos viejo sufre una invasión por parte de otra tribu, a
la cual Urquizo menciona como “los indios malones de la Pampa”. En dicho
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acontecimiento los indios invasores saquean el pueblo, incluyendo las pulperías, y
toman de rehenes a los tres hermanos (Justo, Simón y Antonino Coliqueo) pero en el
transcurso de dicho episodio un indio le grita a Urquizo “¡Váyase a la casa del
Cacique! Nadie le hará nada, porque el Cacique ha pedido por la vida de todos los
pulperos” (Hux, 1983, 161).
La situación recién mencionada nos revela un dato importante ¿Por qué el Cacique
pide por la vida de los pulperos? ¿Por qué pedir por ellos y no, por ejemplo, por las
mujeres que también fueron secuestradas? La respuesta necesariamente la tenemos que
buscar en el contexto que atravesaba la Argentina de ese entonces: la formación del
Estado Nacional.
Consideraciones finales
Tan vasta es la bibliografía que da cuenta del proceso de formación del Estado
Nacional que nos conformaremos con mencionar que la ley215 del 13 de agosto de
1867 marcó el inicio de una nueva etapa respecto de la situación fronteriza. Hasta ese
momento la relación entre el Estado y las tribus amigas gozaban de una relación
pacífica. Esta se manifiesta en varios ejemplos: por un lado, el gobierno de Buenos
Aires es el que les cede el territorio para que la tribu de Coliqueo se instale en Los
Toldos viejo , por otro lado, Ignacio Coliqueo, fallecido en 1871, había sido Coronel
del ejército argentino. Pero lo que realmente representaba el trato pacifico entre ambas
partes era el sistema de raciones que proveía el Estado a las comunidades indígenas.
Sin embargo, este trato pacifico no estaba destinado a perdurar mucho más tiempo,
ya que las políticas estatales, luego de la ley 215, se proponían avanzar sobre las
fronteras hasta el Rio Negro y de esa manera conquistar las Pampas. Esto recién pudo
llevarse a la práctica una vez concluida la Guerra del Paraguay, momento en el cual el
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ejército se convierte en la principal herramienta para consolidar el Estado Nacional, ya
sea para derrotar a las montoneras como para avanzar sobre las comunidades
aborígenes.
Entonces, en el contexto en el que el Estado decide interrumpir el sistema de raciones
y avanzar sobre la frontera, pulperos como Urquizo son de suma utilidad para abastecer
a las comunidades indígenas, en este caso a la tribu de Coliqueo. Nuestro pulpero dedica
unas líneas al tema cuando afirma que las raciones que el Estado les había acordado
eran cada vez más irrisorias. Asimismo, en otro pasaje, da cuenta acerca del avance de
la frontera al mencionar que “A don Ataliva (oficial mayor de las Guardias Nacionales),
le habría gustado que los Coliqueo se hubieran sublevado o que el Jefe de la Frontera
los hubiese desparramado a fin de coparse las seis leguas cuadradas de campo” (Hux,
1983, 166).
En este sentido, creemos que si bien la frontera era un lugar inseguro debido a la
constante amenaza de ser víctimas de ataques como los que mencionamos,
simultáneamente era generadora de oportunidades económicas como las de Urquizo. De
hecho posteriormente su oficio de pulpero en la tribu le posibilitó llevar a cabo un
ascenso económico-social. Y a pesar de que tuvo que sufrir varios saqueos más, la
verdad es que las bases del negocio ya estaban cimentadas debido a que la apertura de
varias pulperías en otros pueblos le permitía recomponerse económicamente de los
ataques.
Por otro lado, si bien toda historia de vida se enmarca dentro de un contexto que, en
cierta medida, lo condiciona, también todas sus desdichas le permitieron forjar su
experiencia, partiendo de su actitud autodidacta que le dio la posibilidad leer y escribir
para después adquirir algunos conocimientos, por ejemplo, de cómo llevar a cabo un
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balance de las tiendas. Cuestiones que moldearon su experiencia de buen comerciante, a
tal punto de ser buscado para ponerse al frente de algunos negocios, como en el caso de
su padre o de la tienda en Los Toldos que se encontraba al borde de la ruina.
Por tal motivo, creemos que la consolidación económico-social de Electo Urquizo no
es el mero reflejo de un contexto sino más bien el resultado de una combinación entre
un contexto particular y su historia de vida.
Bibliografía
Hux, Meinrado (2009), Coliqueo. El indio Amigo de Los Toldos. Buenos Aires.
Elefante Blanco.
Fuentes
Hux, Meinrado (1983), Memorias de un pobre diablo, Buenos Aires, Ediciones
Culturales Argentinas.
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