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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 1 Dependencia a Consumo de Sustancias Psicoactivas. Una mirada comparativa desde la Psicología Clínica Sistémica y Clínica Comportamental. Germán D. Sicard Arenas, Gloria S. Rubiano Ordoñez & Jorge A. Avellaneda Rincón Alicia del Socorro Durán Echeverri * Trabajo de Grado PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Facultad de Psicología Bogotá D.C, Noviembre de 2015 * Directora Trabajo de Grado. Docente Facultad de Psicología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá D.C. Colombia.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 1

Dependencia a Consumo de Sustancias Psicoactivas. Una mirada comparativa desde la

Psicología Clínica Sistémica y Clínica Comportamental.

Germán D. Sicard Arenas, Gloria S. Rubiano Ordoñez & Jorge A. Avellaneda Rincón

Alicia del Socorro Durán Echeverri*

Trabajo de Grado

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Facultad de Psicología

Bogotá D.C, Noviembre de 2015

*Directora Trabajo de Grado. Docente Facultad de Psicología, Pontificia Universidad

Javeriana, Bogotá D.C. Colombia.

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Dependencia a Consumo de Sustancias Psicoactivas. Una mirada comparativa desde la

Psicología Clínica Sistémica y Clínica Comportamental.

Germán D. Sicard Arenas, Gloria S. Rubiano Ordoñez & Jorge A. Avellaneda Rincón

Resumen

La dependencia al consumo de sustancias psicoactivas es uno de los problemas de salud

pública más importantes en la actualidad, por lo que para su abordaje se requiere contar con

herramientas y propuestas de intervención que permitan generar cambios significativos en la

conducta de los individuos dependientes. En el presente trabajo se ofrece una revisión

sistemática y rigurosa de algunas investigaciones realizadas durante los últimos años, que dan

cuenta de las tendencias en materia de comprensión y tratamiento psicoterapéutico para la

adicción a múltiples sustancias desde dos enfoques de la Psicología Clínica, la sistémica y la

comportamental.

Palabras clave: Dependencia, sustancias psicoactivas, Psicología Clínica, Psicología Clínica

Sistémica, Psicología Clínica Comportamental.

Abstract

Nowadays, psychoactive substances dependence is one of the most relevant problems in

public health. So its approach is required to have tools and intervention proposals that would

generate significant changes in the behavior of dependent individuals. This paper offers a

systematic and rigorous review of some research done in recent years , accounting for trends

in understanding and psychotherapeutic treatment for addiction to multiple substances from

two approaches of Clinical Psychology, such as sistemic and behaviorism.

Key words: Psychoactive substances dependence, Clinical Psychology, Clinical Sistemic

Psychology, Behaviorism.

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Tabla de Contenido

0. INTRODUCCIÓN……………………………………...……………Pág. 4

0.1. Justificación y Planteamiento del problema…………..……………Pág. 6

0.2. Fundamentación Bibliográfica……………………………..…........Pág. 9

0.3 Objetivos…………………………………………………….……..Pág. 56

0.3.1 Objetivo General

0.3.2 Objetivos Específicos

1. MÉTODO…………………………………………………….…….Pág. 57

1.1 Enfoque y Método de Investigación

2. RESULTADOS…………………………………………………….Pág. 58

3. REFERENCIAS………………………….…………………………Pág. 65

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0. INTRODUCCIÓN

Pese a que en la contemporaneidad se tenga conciencia pública e individual en torno a

diferentes fenómenos de carácter sociológico, económico, político, cultural, médico y

psicológico, no significa que éstos sean gestados, exclusivamente, en el seno de la época. La

mayoría de ellos trascienden en la historia y su complejidad aguarda por ser develada. Tal es

el caso de la dependencia a sustancias psicoactivas, siendo la ciencia aún joven en su estudio,

pues ha logrado configurarse y posicionarse como uno de los fenómenos que más retos y

preguntas plantea para la academia y los contextos cotidianos. Su génesis, su tratamiento, su

comprensión y abordaje clínico ha sido una preocupación para la investigación científica en

los últimos años. Con frecuencia se han visibilizado algunos de los rostros del fenómeno

sobre el cual se hace mención, los horizontes humanos que más llega a flagelar y las

diferentes instancias en las que logra inmiscuirse.

La Psicología, en un trabajo multi, inter y transdisciplinar, ha construido perspectivas

diversas y heterogéneas en relación con la forma en la que se comprende la adicción a

sustancias psicotrópicas, pero con mayor ahínco ha sido pionera en la expedición de

metodologías alternas y efectivas en su tratamiento clínico y terapéutico. Empero, la

definición de lo que es una adicción ha sugerido debates epistémicos directos y, a la vez, no

tan directos, aunque permitiendo sostener puntos de encuentro y diálogo. Tanto para la OMS

(Organización Mundial de la Salud), como para la ley colombiana, la adicción es catalogada

como una enfermedad progresiva, fatal y potencialmente mortal, que merece, como cualquier

otra expresión clara de la condición humana, atención y una constante conectividad de redes

que respondan fielmente a las necesidades que demanda la población vulnerada.

Desde la primera mitad del siglo XX se han venido estructurando los intentos por

reconocer los impactos, tanto grupales como individuales, que la dependencia a múltiples

sustancias ha tenido sobre el sujeto.

La terapéutica, con las disposiciones empíricas que la estructuran e instituyen de

acuerdo al orden que las diferentes escuelas de pensamiento han elaborado, la eticidad que la

acompaña y el constante interjuego de relaciones que convergen en ella, se convierte en el

foco de la mirada que convoca a la presente investigación. No obstante, la atención prestada

debe ser delimitada y puesta en escena de modo alcanzable y realista, es por ello que el objeto

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primordial del documento se centrará en la identificación de las tendencias clínico-

terapéuticas con las que se ha abordado la enfermedad de la Adicción en los últimos cinco

años, comparativamente, desde los paradigmas de intervención psicológica sistémica y

comportamental.

Por medio de una selección intencionada se dará lugar al análisis y ejercicio

hermenéutico de la información cualitativa que proveen estas dos escuelas de construcción de

conocimiento clínico y psicológico, en el terreno de las técnicas y comprensiones teóricas que

se encuentren a la vanguardia de los procesos de recuperación de la adicción a múltiples

sustancias.

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0.1 Justificación y Planteamiento del problema

La presente investigación, la cual tiene por objeto identificar las tendencias en cuanto

a comprensión e intervención de la adicción a sustancias psicoactivas desde dos perspectivas

clínicas, pretende además aportar al conocimiento propio de la disciplina psicológica,

pudiendo ser de uso también para profesionales de otras áreas que busquen construir una

visión general y contemporánea acerca de las posturas teóricas y de intervención frente al

abuso de sustancias. El presente estado del arte busca entonces establecer un panorama frente

a las investigaciones y estudios específicos producidos durante los últimos 5 años, y si bien se

retoman conceptos anteriores la mirada crítica se centró en el periodo ya mencionado, dicha

producción además se delimitó a dos enfoques clínicos que desde hace varias décadas y aún

en la actualidad son utilizados para el tratamiento de la drogadicción. Lo anterior resulta un

aspecto novedoso en las investigaciones realizadas en torno al abuso de sustancias y pretende

ser benéfico y útil al ofrecer una mirada comparativa frente a redundancias, tendencias y

vacíos de cada perspectiva de intervención.

Al día de hoy se ha podido identificar que son varios los factores que confluyen en el

desarrollo y el mantenimiento de las adicciones, se sabe que factores genéticos, contextuales,

psicosociales, biológicos y relacionales pueden influir en las conductas adictivas, es

conveniente entonces desde la disciplina psicológica abordar el tema de las adicciones con el

fin de identificar el alcance y la eficacia de las intervenciones clínicas y su interrelación con

los factores previamente mencionados. Además, es conveniente sistematizar la investigación

en dicho campo porque es a través de este ejercicio que se pueden diseñar mapas y rutas para

la construcción y reconstrucción de nuevas comprensiones y nuevas intervenciones.

Ahora bien, la importancia de la investigación en el área de las adicciones también se

puede sustentar a través de cifras sobre su impacto social. La Oficina de Naciones Unidas

contra la Droga y el Delito (ONUDD) indica que para el año 2004 aproximadamente unos

205 millones de personas en el mundo consumían algún tipo de sustancia ilícita, la misma

entidad estima que la carga mundial de morbilidad atribuible al consumo de sustancias

psicoactivas es importante, siendo esta equivalente al 8.9% (OMS, 2004), en adición, la

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ONUDD (2004) resalta el hecho de que las sustancias que muestran una mayor correlación

con la morbilidad son las legales, tales como el alcohol y el tabaco.

La información referente a Colombia presenta cifras preocupantes, como por ejemplo,

las que proporciona el Ministerio de Educación Nacional (2006) las cuales indican que el

80% de los estudiantes en el país consumen alcohol y cerca del 46% consume tabaco

(Ministerio de Educación Nacional, 2006). Respecto a las drogas ilegales el estudio indica

que la de mayor consumo para esta población es la marihuana y después del cannabis la

cocaína es la segunda sustancia ilegal más consumida por los estudiantes en el país.

Cifras más recientes (2014) consignadas en el Estudio Nacional de Sustancias

Psicoactivas en Colombia evidencian que el porcentaje de consumo de alcohol en el país es

alto, el 87% de la muestra reconoció haber consumido alcohol almeno una vez en la vida, por

otra parte se encontró que el grupo etario que posee índices más altos de consumo (49.2%) se

encuentra entre los 18 y los 24 años, en el mismo sentido se observó una tendencia particular

que indica que el consumo de esta sustancia aumenta de manera proporcional al estrato social

pasando del 32.3% en el estrato 1 al 42.1% en los estratos 4, 5 y 6. También se encontró que

la edad promedio de inicio de consumo se encuentra entre los 16 y los 18 años. Frente al

indicador de dependencia las cifras evidencian que el 1.19% de las personas encuestadas

presentaba situación de dependencia lo que equivalía a 276.397 personas con edades de entre

los 12 y los 65 años, pero con prevalencia de los hombres entre los 18 y los 24 años.

Ahora bien, frente al consumo de sustancias psicoactivas ilegales de nuevo se

encontró que el mayor consumo de las mismas durante el año anterior al estudio, se dió en el

grupo etario de los 18 a los 24 años con un tasa del 8.7%, seguido por los adolescentes de 12

a 17 años con una tasa del 4.8%. Así mismo se encontró que en general los grandes centros

urbanos presentan tasas mayores de consumo, superando el millón de sujetos consumidores, y

se evidenció que en promedio la edad de inicio de consumo en hombres y mujeres es 18 años.

Todo el contexto anterior permite justificar la relevancia y la pertinencia de abordar

problemáticas como la del consumo y adicción a sustancias psicoactivas en el país.

La adicción a sustancias psicoactivas se ha convertido en un gran desafío para las

sociedades actuales, ya que ha traído consigo consecuencias tanto individuales como sociales,

que están afectando de manera directa el bienestar y la seguridad de un número cada vez

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mayor de niños, jóvenes y adultos, comprometiendo en gran medida su futuro (Albarracín, D.

G.E. et al. 2009).

De la misma forma, es preocupante el número de individuos que desarrollan

estándares de consumo y de dependencia a las sustancias psicoactivas, lo que causa un

aumento en la demanda de servicios de tratamiento. Esta problemática ha llevado a

reflexionar sobre el papel y el lugar de las familias, los colegios, las empresas, el gobierno y

la sociedad para reducir los riesgos del abuso de las drogas (Albarracín, D. G.E. et al. 2009).

Acerca del tratamiento de la adicción a sustancias psicoactivas, se requiere una serie

de diferenciaciones en cuanto a lo que proponen los distintos modelos que se encargan del

diagnóstico y tratamiento. Lo que realmente interesa del tratamiento, es que, además de

detener el uso de drogas, la persona consumidora vuelva a funcionar productivamente dentro

de la familia, del trabajo y la comunidad (Albarracín, D. G.E. et al. 2009).

Teniendo delimitado el contexto de la drogadicción, para el desarrollo de esta tesis, se

han consultado un total de 30 artículos científicos, en los cuales se ha abordado la

problemática de la drogadicción desde dos enfoques clínicos de la psicología, tales como el

comportamental y el sistémico. Estos escritos abordan la problemática de la drogadicción

usando conceptos, metodología e intervenciones propios de cada enfoque teórico. Debido a la

relevancia social e impacto en cifras y teniendo en cuenta la pertinencia y la importancia del

abordaje del fenómeno de la adicción, se plantea como pregunta problema, ¿Cuáles son las

tendencias actuales en la comprensión y el tratamiento de la adicción a sustancias

psicoactivas desde la perspectiva clínica sistémica y clínica comportamental con el objeto de

analizar comparativamente los factores que permiten el cambio en la conducta adictiva?

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0.2 Fundamentación Bibliográfica

Antes de introducir los aspectos conceptuales más relevantes de los enfoques clínicos

de la psicología, es necesario definir algunos conceptos generales importantes para abordar el

fenómeno de la adicción a las sustancias psicoactivas. En primer lugar se aborda la noción de

adicción, teniendo como base los aportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS,

1994), la cual la define como una “enfermedad física y psicoemocional que crea una

dependencia hacia una sustancia, actividad o relación”. Esta se caracteriza por un conjunto

de síntomas, en los que se involucran factores biológicos, genéticos, psicológicos y sociales.

En pocas palabras, es una enfermedad progresiva y de grandes consecuencias, caracterizada

por episodios continuos de descontrol, distorsiones del pensamiento y negación ante la propia

enfermedad.

Con base en lo anterior, para identificar o diagnosticar la dependencia física y

psicológica de una persona, se deben cumplir tres o más de los siguientes criterios en un

período de 12 meses según la OMS (1994): (a) Fuerte deseo o necesidad de consumir la

sustancia (adicción), (b) Dificultades para controlar dicho consumo, (c) Síndrome de

abstinencia al interrumpir o reducir el consumo, (d) Tolerancia hacia la sustancia, (e)

Abandono progresivo de intereses ajenos al consumo de la sustancia, (f) Persistencia en el

uso de la sustancia a pesar de percibir de forma clara sus efectos perjudiciales.

De la misma forma, desde la mirada del DSM-IV-TR (2003), acerca del fenómeno de

la drogadicción, se exponen unos criterios diagnósticos para la dependencia de sustancias.

Estos parten de un patrón desadaptativo de consumo de la sustancia que conlleva un deterioro

o malestar clínicamente significativos, expresado por tres (o más) de los ítems siguientes en

algún momento de un período continuado de 12 meses:

1.Tolerancia, determinada por características como la necesidad creciente de acceder a la

sustancia para conseguir la intoxicación o el efecto deseado, y la disminución del efecto de

dicha sustancia, luego de un consumo prolongado.

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2. Abstinencia, que involucra el síndrome de abstinencia característico de cada sustancia,

como también el consumo de la misma o una sustancia parecida para aliviar o evitar los

síntomas que se puedan presentar.

3. La sustancia se consume en cantidades y frecuencias cada vez más altas, o durante un

período más largo de lo que inicialmente se pretendía.

4. Existe la presencia de un deseo persistente o esfuerzos infructuosos de controlar o detener

el consumo de la sustancia.

5. Se destina gran parte del tiempo en actividades cuya finalidad desemboca en la obtención,

consumo y recuperación de los efectos de la sustancia.

6. Las actividades sociales, laborales o recreativas se ven reducidas de manera significativa,

como consecuencia al consumo de la sustancia.

7. Se mantiene consumiendo la sustancia a pesar de tener conciencia de las consecuencias

psicológicas y físicas que aparecen como resultado del consumo de la misma.

Desde una mirada más actual, el DSM-V (2013), se retoman los criterios

anteriormente descritos y se introducen cuatro nuevos, que hacen mención a un fuerte deseo,

ansiedad o urgencia de consumir la sustancia; al deficiente desempeño en responsabilidades u

obligaciones propios del área laboral, escolar o familiar, como resultado del consumo

recurrente de la sustancia. También se encuentran consecuencias negativas en la esfera social

e interpersonal, debido a la exacerbación de los efectos del psicoactivo por el continuo uso

del mismo; de la misma forma el consumo recurrente de la sustancia en situaciones

físicamente peligrosas.

Por su parte el CIE-10 (2004) propone sus propios criterios sobre la dependencia a

sustancias (F1x.2 Síndrome de dependencia [Criterios DSM IV]), los cuales hacen referencia

a un:

Conjunto de manifestaciones fisiológicas, comportamentales y cognoscitivas en el

cual el consumo de una droga, o de un tipo de ellas, adquiere la máxima prioridad

para el individuo, mayor incluso que cualquier otro tipo de comportamiento de los que

en el pasado tuvieron el valor más alto. La manifestación característica del síndrome

de dependencia es el deseo (a menudo fuerte y a veces insuperable) de ingerir

sustancias psicotropas (aun cuando hayan sido prescritas por un médico), alcohol o

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tabaco. La recaída en el consumo de una sustancia después de un período de

abstinencia lleva a la instauración más rápida del resto de las características del

síndrome de lo que sucede en individuos no dependientes. ( p.60)

Dentro de las pautas de diagnóstico, el CIE-10 (2004) menciona que el diagnóstico de

dependencia sólo debe hacerse si durante en algún momento en los doce meses previos o de

un modo continuo han estado presentes tres o más de los siguientes rasgos:

1. Deseo intenso o compulsión a consumir una sustancia.

2. Capacidad disminuida para controlar el inicio, la cantidad y la interrupción del consumo de

una sustancia o alcohol.

3. Aparición de síntomas somáticos de un síndrome de abstinencia, que puede ser

característico de la sustancia consumida, o el consumo de la misma sustancia con la intención

de aliviar o evitar los síntomas de abstinencia.

4. Tolerancia, relacionado con el requerimiento progresivo del aumento de la dosis de la

sustancia para conseguir los mismos efectos que inicialmente producían dosis más bajas.

5. Abandono progresivo de fuentes de placer o diversiones alternas, causadas por el consumo

de la sustancia, como también el aumento del tiempo necesario para obtener, ingerir y

recuperarse de los efectos de la sustancia consumida.

6. Persistencia en el consumo de la sustancia a pesar de conocer las secuelas psicológicas o

físicas que conlleva el consumo de la sustancia, como por ejemplo, daños hepáticos por

consumo excesivo de alcohol, estados de ánimo depresivos o deterioro cognitivo secundario

al consumo de la sustancia.

Adicionalmente especifica que el síndrome de dependencia puede presentarse a una

sustancia específica (por ejemplo, tabaco y diazepam), para una clase de sustancias (por

ejemplo, opiáceos) o para un espectro más amplio de sustancias diferentes (como en el caso

de los individuos que sienten la compulsión a consumir por lo general cualquier tipo de

sustancias disponibles y en los que se presentan inquietud, agitación o síntomas somáticos de

un estado de abstinencia, al verse privados de las sustancias) (CIE-10, 2004).

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Teniendo en cuenta las apuestas de conceptualización en torno a la adicción, desde la

OMS (1994) se identifican cuatro niveles de experiencia y encuentro del sujeto con el

psicoactivo, siendo éstos, la experimentación, el uso, el abuso y la adicción.

1. Experimentación: es el caso donde la persona, guiada por la curiosidad, se anima a probar

una droga, pudiendo posteriormente continuar el consumo o interrumpirlo

2. Uso: el compromiso con la droga es bajo. Se consume los fines de semana y en

oportunidades casuales. No existe deterioro laboral, social o familiar. No presenta episodios

de intoxicación. El consumidor sólo busca un cambio de sensaciones. Sin embargo toda

droga genera dependencia física o psíquica progresivamente y es fácil caer en el abuso.

3. Abuso: el uso se hace regular durante casi todas las semanas y hay episodios de

intoxicación. Ejemplo: en alcohol una intoxicación es cuando ya se presenta una resaca,

lagunas mentales. La droga va dirigiendo progresivamente la vida, se presenta deterioro

académico, laboral, social y familiar. El estado de ánimo es cambiante (una vida normal y

una vida adictiva y desconocida la mayor parte de veces por la familia).

4. Adicción: relación de amigos y familiar se rompe, dificultades académicas y laborales. La

búsqueda de la droga se realiza de forma compulsiva. Es difícil la abstinencia. Hay

compromiso orgánico. Hay conductas de riesgo como: promiscuidad sexual, uso de drogas

intravenosas o combinación de varias drogas, el estado de ánimo depende de la etapa

consumidor/abstinencia, accidentes automovilístico.

En segundo lugar, y con ocasión de perfilar la semántica y semiología de las

adicciones, es relevante aproximarse a la comprensión y/o constructo sobre las sustancias

psicoactivas partiendo de los aportes dados por la OMS (2004) citado por Green Facts.

(2012), según la cual la sustancia psicoactiva es “toda sustancia que introducida en el

organismo vivo puede modificar una o varias de sus funciones alterando los pensamientos,

emociones, percepciones y conductas en una dirección que pueda hacer deseable repetir la

experiencia, pudiendo provocar mecanismos de tolerancia y dependencia” (p. 2)

Siguiendo esta línea, se pueden catalogar como sustancias psicoactivas, por ejemplo,

el tabaco, el alcohol, el cannabis, las anfetaminas, el éxtasis, la cocaína y la heroína. Con

relación al consumo del tabaco, en el informe de consenso científico publicado en 2004 por la

Organización Mundial de la Salud, se menciona que el consumo de esta alucinógeno, se

encuentra un ritmo de aumento acelerado en los países desarrollados y entre las mujeres. El

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consumo promedio de cigarrillos es especialmente elevado en Asia y el Extremo Oriente,

aunque américa y Europa del Este le sigue muy de cerca (OMS, 2004 citada en Green Facts,

2012).

Por otro lado, según el informe anteriormente citado, el consumo de alcohol está

disminuyendo en los países desarrollados mientras que se encuentra en aumento en los países

de la antigua Unión Soviética y en los países en desarrollo, en particular en la región del

Pacífico Occidental (OMS, 2004 citada en Green Facts, 2012). Por último, el mismo informe

destaca que en todo el mundo, cerca de 200 millones de personas consumen algún tipo de

droga ilegal, por lo general cannabis, pero también anfetaminas, opiáceos y cocaína.

Especialmente el consumo de drogas ilegales es más habitual entre los varones y los jóvenes

(OMS, 2004 citada en Green Facts, 2012).

En el contexto Colombiano, se han realizado estudios acerca del consumo de

sustancias psicoactivas, como el que realizó el Gobierno Nacional de la República de

Colombia, a través del Ministerio de Justicia y del Derecho, el Observatorio de Drogas de

Colombia y el Ministerio de Salud y Protección Social; con el apoyo de la Oficina de las

Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la Comisión Interamericana para el

Control del Abuso de Drogas (CICAD) de la Organización de los Estados Americanos

(OEA), y la Embajada de los Estados Unidos en Colombia en el 2013, cuyo propósito fue

actualizar el conocimiento sobre la magnitud del consumo y abuso de sustancias psicoactivas

en el país, el patrón de uso en relación al sexo, edad, nivel socioeconómico, nivel de

urbanización y las variaciones por departamentos.

Los resultados de este estudio muestran que el 42.1% de las personas encuestadas

declara haber fumado tabaco/cigarrillo alguna vez en la vida (53.6% de los hombres y 31.2%

de las mujeres). En cuanto al consumo de bebidas alcohólicas, 87% de los encuestados

declara haber consumido alguna vez en la vida, y 35.8% manifiesta haber consumido en los

últimos 30 días (lo que equivale a 8,3 millones de personas). También se observan claras

diferencias por sexo: mientras el 46.2% de los hombres manifiestan haber consumido alcohol

en el último mes, entre las mujeres la cifra es del 25.9% (República de Colombia, 2013).

Sobre el uso de psicofármacos sin prescripción médica, tiene prevalencias bajas en

Colombia. El 0.5% de la población tomó tranquilizantes en el último año, sin diferencias

entre sexos y en mayor medida las personas que tienen entre 18 a 34 años. Y el 0.04% usó en

igual período algún estimulante y ese uso es mayor entre los varones. El uso reciente o en el

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último año de alguna droga ilícita fue reportado por el 3.6% de los encuestados, lo que

equivale a unas 839 mil personas. El consumo reciente es muy superior entre los hombres

(5.9%) que entre las mujeres (1.4%). El mayor consumo de sustancias ilícitas en el último

año se presenta en el grupo de 18 a 24 años, con una tasa del 8.7%, seguido por los

adolescentes con una tasa del 4.8% y las personas de 25 a 34 años, con una prevalencia del

4.3% para dicho periodo (República de Colombia, 2013).

En cuanto al uso abusivo y los indicadores de uso dependiente se encontraron en unas

484 mil personas, que estarían en condiciones de requerir algún tipo de asistencia para

disminuir o dejar el consumo de drogas. De cinco personas que cumplen criterios de abuso o

dependencia, cuatro son varones y una es mujer. En relación con el grupo de consumidores

del último año, el 57.7% de ellos presenta patrones de uso perjudicial, ya sea dependiente o

abusador. Lo cual quiere decir que en términos generales, de dos consumidores de drogas,

uno tiene algún problema con el consumo, ya sea físico, psíquico, familiar o social. Esta

relación es de mayor gravedad en los hombres (República de Colombia, 2013).

Hablando de la marihuana, al igual que en la gran mayoría de países del mundo, esta

es la sustancia ilícita de mayor consumo en Colombia. El 11.5% de las personas encuestadas

dice haber consumido esta sustancia al menos una vez en la vida, con un 17.6% entre los

hombres y 5.6% entre las mujeres. La cocaína ocupa el segundo lugar entre las sustancias

ilícitas de mayor consumo en Colombia. El 3.2% de los encuestados manifiesta haber

consumido cocaína alguna vez en la vida, siendo muy superior el consumo en los hombres

que en las mujeres, 5.5% versus 1.1%. Respecto al consumo reciente de esta sustancia, el

0.7% declara haber usado cocaína al menos una vez en el último año: 1.2% de los hombres y

0,2% de las mujeres. En otras palabras, cerca de 162 mil personas reconocen haber

consumido cocaína al menos una vez durante los últimos 12 meses (República de Colombia,

2013).

Abordando otras sustancias como el basuco en consumo reciente, se encuentran unas

49 mil personas, de las cuales 45 mil son varones. El uso problemático y dependiente afecta

al 78% de los usuarios del último año. El grupo los consumidores de 25 a 34 años son

quienes presentan un patrón de consumo más problemático, debido a que casi la totalidad de

los mismos serían abusadores o dependientes. En los otros grupos de edades, con excepción

de los adolescentes, más del 70% de los consumidores tienen problemas con este consumo (p.

17). En cuanto a la heroína, 0.14% de los encuestados dijo haber consumido esta sustancia

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alguna vez en la vida, lo que equivale a 31.852 personas en el país; 0.03% de las personas de

la muestra reportaron consumo de heroína en el último año y un porcentaje similar lo hicieron

en el último mes. Las estimaciones indican que en el país hay un poco más de 7.000

consumidores de heroína en el último año, de los cuales la gran mayoría son hombres

(República de Colombia, 2013).

Las estadísticas anteriormente mencionadas, dan cuenta de un aumento progresivo de

personas dependientes y consumidoras de sustancias psicoactivas, que oscilan en edades entre

los 24 y 34 años de edad, aunque existe la tendencia a que cada vez el acceso y consumo de

psicoactivos se presentan en edades cada vez más tempranas, afectando de forma

significativa la calidad de vida de estos consumidores, convirtiéndose, de esta manera, en una

problemática de salud pública. Para finalizar cabe comentar que la mirada general que

ofrecen las estadísticas es que el fenómeno de la adicción ha venido creciendo

exponencialmente a lo largo de las últimas décadas y que viene afectando a diferentes

poblaciones en diversos continentes, de allí la importancia de abordar un fenómeno que ha

venido convirtiéndose en un problema social y de salud pública de gran magnitud

Ya en el ámbito clínico y todo el ejercicio científico de diferentes disciplinas que de

allí se deriva, son también las ramas del poder público en Colombia las que se han

pronunciado sobre el manejo de la adicción a múltiples sustancias. De acuerdo con la Ley

1566 de 2012, el Congreso de Colombia (2012) decreta que tanto el abuso, como el consumo

crónico y la adicción a cualquier tipo de sustancias psicoactivas, bien sean legales o ilegales,

son un problema de salud pública y que, por tanto, afecta el bienestar de las principales

esferas en las que el ciudadano se construye y se desenvuelve; vale aclarar que no solamente

la Ley reza una comprensión sobre la dependencia a sustancias, sino que también legisla

sobre las formas en las que debe garantizarse la atención ante su aparición y permanencia en

el tiempo.

Se pone de manifiesto el carácter de alteración de la salud y, en conformidad con la

Ley, el derecho que cobija a los sujetos en condición de adicción a ser atendidos por las redes

que configuran las instituciones, privadas o públicas, dedicadas en la materia. Según la Ley

1566 de 2012, el Estado es garante del acompañamiento y reconocimiento público de las

ofertas en tratamiento para la farmacodependencia. Dicha responsabilidad que encarna el

ejercicio político de compromiso con los ciudadanos también se encuentra relacionada con

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 16

las normatividades vigentes que son acogidas por el Ministerio de Salud y Protección Social,

tal es el ejemplo de las Políticas Públicas Nacionales en Salud Mental y algunas otras

orientadas a la reducción y prevención del consumo de sustancias psicotrópicas (Congreso de

Colombia, 2012).

La conformación de un Estado de Derecho, entonces, exhorta al cumplimiento de cada

uno de los derechos del ciudadano de manera secuencial, es decir, uno es garante del otro y

para que la satisfacción y el bienestar del sujeto se mantengan en el tiempo es necesario que

exista, en cadena, la exigibilidad de cada uno de ellos. Así, en el marco general del derecho a

la atención y reconocimiento de la adicción a sustancias psicoactivas, se pone de manifiesto

que la enfermedad, al ser también un problema de salud pública, afecta el bienestar de la

familia, altera los funcionamientos psíquicos, emocionales, cognitivos y volitivos de cada uno

de los integrantes, pues son, en últimas, el sistema que recibe los efectos del consumo

desbordante. Por ello, una revisión internacional permita ampliar el marco de compresión en

torno a la adicción a múltiples sustancias.

El Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad (2010) citado por Morell-Gomis

et al. (2011), reconoció que en España la población por rangos etarios entre los 15 y 64 años

de edad ingieren sustancias psicoactivas de la siguiente manera, el 84.4% de los hombres

consumen alcohol y el 72.7% de las mujeres también lo hacen. En cuanto a las drogas ilícitas,

consumidas en menor medida y siendo el cannabis la que ocupa el primer lugar, es el 14.8%

y 6.2% de hombres y mujeres, respectivamente, los que las utilizan; la cocaína es consumida

por el 5.2% de la población general y las diferentes tipologías de hipnosedantes son

empleadas principalmente por la población femenina con el 9.3%, a diferencia de los

hombres de los cuales el 4.6% los consumen con frecuencia.

De otro lado, En una investigación realizada por Berends, Ferris & Laslett (2014), se

encuestó a 2.649 adultos en Australia, personas que por comprensión propia identificaban a

un bebedor compulsivo al interior de la familia. Allí, el 60% de la varianza explicada estaba

compuesta por tres categorías de análisis de resultados, la psicológica, física, social y

práctica. En cuanto a los daños reportados en el terreno de lo psicológico se identificó el

26.1%, para las afectaciones físicas el 11.4%, para identificar las alteraciones en la

vinculación social se encontró el 10.9% de la población y 9.6% en la dimensión práctica.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 17

Como bien puede interpretarse, son múltiples los efectos que conlleva el consumo de alcohol,

tanto para el individuo como para quienes lo rodean.

En el dominio de lo psicológico se incluyen las sensaciones de amenaza, encuentros

confrontadores sin que haya necesariamente expresiones de daños físicos y labilidad

emocional; ya en el dominio de las afecciones directas se encuentran los daños a la

corporalidad y presiones-obligaciones relacionadas con actos sexuales. En cuanto a la

dimensión social, se incluyen las percepciones subjetivas de rechazo interpersonal en

situaciones de conocimiento popular y los puntos en los que el familiar siente que no puede

volver a compartir con su ser querido (Berends, Ferris & Laslett, 2014). Para cuestiones

prácticas del documento, debe aclararse que describir algunas de las consecuencias de la

aparición de la adicción a múltiples sustancias, así como estadísticas que permiten

dimensionar parte de la globalidad de los síntomas de la drogodependencia, permiten ampliar

el marco de comprensión del objeto de estudio.

Entonces, el trabajo de entender los consumos dependientes de sustancias implican, a

la vez, traspasar las barreras de una pregunta somera como ¿Qué son o qué es?, debe

acercarse a las consecuencias que dichas pautas de comportamiento generan en el sujeto y en

quienes lo rodean, aludiendo a preguntas como ¿Hasta, por qué, en qué medida?. Dos

estudios realizados en el Reino Unido, cada uno con muestras poblacionales de 50 y 110

miembros de un sistema familiar en donde se identificaba un integrante adicto o abusador de

sustancias, pretendieron identificar las consecuencias que, en diferentes niveles, impactaban

las vidas de los receptores principales y más cercanos del síntoma del consumo drogo-

dependiente. Según Orford et al. (2002) y Benishek et al. (2011), citados por Berends, Ferris

& Laslett (2014), se encontró que los miembros de la familia adictiva encuentran rangos de

afectación en términos de preocupaciones por la salud, problemas sociales y dificultades

financieras o en los negocios y sostenimiento económico de la unidad familiar.

Igualmente, Benishek et al. (2011) citados por Berends, Ferris & Laslett (2014),

encontraron que también los impactos más resaltados por los familiares de un alcohólico o

consumidor compulsivo de cualquier otra sustancia, radican en las áreas emocional, de

relación, intra-familiar y financiera; teniendo en cuenta que las afectaciones están guiadas por

las constantes batallas y peleas, tanto afectivas como directas, y por la supeditación de las

propias actividades, sueños, metas y logros que cumplir por la concentración de intereses

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 18

obligados y la energía diaria gastada con el objetivo de que el familiar no consuma o reincida,

en cualquier momento, en la ingesta de la sustancias. A la postre, los daños en la salud mental

y física, de familiares o personas que rodean al alcohólico, fueron reportados más por mujeres

que por hombres y se encontró que los gradientes y presencia constante de las dificultades

eran mayores cuando el familiar vivía en el mismo hogar que el integrante adicto.

Empero, y antes de continuar con la descripción y argumentación de los objetivos que

persigue la presente investigación, es relevante entender que la escuela de pensamiento

sistémico lleva sus aportes, en materia académica y de intervención, más allá de lo que le

compete a la familia, o al núcleo primario en el que el sujeto se desenvuelve y desarrolla.

Entender la perspectiva sistémica, tal y como Garciandía (2005) lo sostiene, implica asumir la

confluencia de varios cimientos que la sostienen; esto, a su vez, permitirá acoplar la idea de

que en lo que respecta al consumo de sustancias psicoactivas, y demás síntomas, hay varios

puntos de análisis e interpretación. Para Von Foster (s.f.) citado por Garciandía (2005),

coexisten 3 factores fundantes en el entramado sistémico, siendo estos la cibernética, el

constructivismo y la hermenéutica, aludiendo a la forma en la que se entiende la causalidad

en el paradigma sistémico, los focos a partir de los cuales la realidad es entendida y, además,

la relevancia que encarna el arte de interpretación del lenguaje y el discurso; a lo que

Garciandía (2005) suma un factor para completar un tetraphylum de 4 columnas, el

pensamiento complejo.

Esto significa que, aunque se hace cierto énfasis en las comprensiones, incidencias,

intervenciones y apuntes en torno a la familia del sujeto entrampado en ciclos adictivos, se

reconoce desde ya que son diferentes sistemas, en diversos niveles micro, exo y macro, los

que aportan a la construcción de los síntomas adictivos, desde la familia hasta la misma

cultura circundante. Por ende, la adicción a múltiples sustancias se asumirá en términos de

circularidad lógica en la que el efecto puede ser al mismo tiempo causa, en términos de

complejidad y asumiendo la necesidad de entender las formas discursivas en las que las

personas construyen sus problemas, los mantienen y reafirman dominantemente las

dificultades, tanto al interior de la familia como en el terreno de sistemas más amplios.

Ahora bien, siguiendo el mismo hilo conductor y con ánimos de delimitar aún más el

tipo de comprensiones que son orientadas por la presencia de algún tipo de adicción a

sustancias, es pertinente dimensionar los impactos de los síntomas desde la perspectiva de

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 19

varios integrantes del sistema, pues desde la escuela de pensamiento sistémica esto es de vital

importancia. Una investigación adelantada por Ramírez, Naal, Salinas & Pérez (2014),

apuntó a reconocer las experiencias de difícil manejo por las cuales los hijos de los sujetos

alcohólicos atraviesan, cuáles son los giros en sus perspectivas y roles al interior de la

estructura familiar, así como también las formas de participación en el entramado relacional

del sistema. Según señala el grupo de autores, las investigaciones han demostrado que son los

hijos los que, generalmente, resultan más afectados como consecuencia del tránsito por los

ciclos alcohólicos y/o adictivos de alguno de sus familiares, particularmente del padre. El

estudio es de corte cualitativo, ya que se argumenta que es desde éste enfoque investigativo

que se puede llegar a comprender la complejidad de las vivencias y las construcciones

discursivas que de allí se desprenden.

La investigación tuvo por objeto el análisis de los relatos autobiográficos de 4

estudiantes universitarios, hijos de padres alcohólicos. Allí se encontró que el sufrimiento de

la familia y el sufrimiento del sujeto adicto son, de cierta manera, diferentes aunque

inseparablemente relacionados. De acuerdo con Ramírez, Naal, Salinas & Pérez (2014), las

afectaciones del consumo compulsivo de alcohol se ven acrecentados en los cuerpos y mentes

de los integrantes de la familia, principalmente de los hijos, pues el ambiente o clima que es

propiciado por los circuitos adictivos es percibido como hostil y como aquel que dificulta la

vida en relación.

En medio de las dificultades que se gestan al interior de las experiencias adictivas, se

acota también uno de los factores predisponentes para el consumo compulsivo de alcohol es

que éste se significa como un factor de integración social. De acuerdo con la OMS (2011)

citada por Ramírez, Naal, Salinas & Pérez (2014), en México el alcohol ha generado serias

dificultades en la configuración y construcción del individuo y de la familia, de hecho, según

un estudio realizado por Plos Medicine (2008) el país ocupa el tercer puesto en el ranquin de

consumo de alcohol en el continente americano. (Ramírez, Naal, Salinas & Pérez, 2014). Aún

más, se encuentra que un factor que permite que los patrones desadaptativos del consumo de

alcohol se prolonguen y sean cada vez más visibles es que la sustancia es asequible y se

encuentra en cualquier lugar, llegando a ser la droga estándar o que no puede faltar en la

construcción de vinculaciones sociales.

Ante tan complejo panorama, se ha sumado la dificultad en la que son propuestas las

estrategias de intervención y prevención del consumo de SPA, pues usualmente la dimensión

biológica de la sintomatología ha logrado posicionarse sobre la esfera de relación que la

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 20

compone y se minimizan los efectos producidos en aquellos que acompañan al sujeto adicto,

sus principales y más cercanas redes de apoyo, que generalmente están conformadas por la

familia. Por ello es importante atender al fenómeno a través de una visión sistémica, compleja

y envolvente como producto de la convergencia de las voces de los integrantes de la familia

que de algún modo empiezan a ser parte de lo que Post & Robinson (1998) citados por

Ramírez, Naal, Salinas & Pérez (2014), denominaron como familias alcohólicas faltas de

cohesión y caracterizadas por una desorganización constante.

Al realizar una caracterización de algunos tipos de relación familiar, se quiere, de

igual modo, ir perfilando los contrastes que desde una de las dos escuelas de pensamiento

seleccionadas, en éste caso la Psicología Clínica Sistémica, se tienen en torno a la

problemática que es objeto de ésta investigación. Así pues, dichos estilos de relación también

han aumentado las probabilidades de interacciones violentas al interior de la familia. Para

Cruz, Cadalso y Fernández (2002) citados por Ramírez et al. (2014), el alcoholismo de los

padres representa un factor predisponente para la aparición y mantenimiento de conductas

agresivas en los niños, llegando a demostrarse que los hijos empiezan a percibirse como

objetos expulsados del sistema familiar, rechazados por las situaciones dolorosas en el

tránsito de una familia que se ha visto recluida al funcionamiento de la alcohol-dependencia.

Es como si las expresiones identitarias estuviesen ancladas, principalmente, al problema

adictivo y a los ciclos que la mantienen.

“Cuando aparece el alcoholismo, una de las decisiones que la familia debe tomar es la

de enfrentarse a ese desafío o vivir con él.” (Madrid, 2011 citado por Ramírez et al., 2014).

Sin lugar a dudas, es el reto al que el sistema familiar y cada uno de sus integrantes deben

asimilar, transitando de la desesperación a la esperanza y teniendo en consideración que las

transiciones son significadas de maneras diversas de acuerdo a las formas en las que se

puntúa la comunicación, es decir, dependiendo del miembro de la familia en el cual se piense.

He aquí otro punto de aporte en la comprensión de las adicciones, puesto que la definición de

lo que éstas sean se asume, en parte, como un/nos síntoma/s que aparecen como significados

construidos en el lenguaje, en la comunicación y, como se describía anteriormente, en las

maneras posibles en las que cada integrante significa el problema.

Entonces, desde la perspectiva Clínica Sistémica la estructura familiar se construye y

se deconstruye constantemente en torno a las relaciones que se establecen con el miembro

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 21

alcohólico y/o adicto, con el ambiente hostil y mandatorio que se genera allí. De acuerdo con

Minuchin & Fishman (2004) la familia es entendida como un sistema que entraña unas serie

de jerarquías, fronteras, roles, relaciones con tiempos e intensidades y, también, subsistemas

que componen el entramado relacional del sistema más amplio, éstos son los holones.

Particularmente, los roles en las familias con uno o más miembros alcohólicos tienden a

variar sus dinámicas y a complicar la vida en relación, esto en medio de las dificultades de

construir un sistema familiar, idealmente, abierto y flexible, es decir, adaptativo ante los

nuevos contextos de los ciclos de la familia.

En este sentido, las expresiones de lo patológico están dadas cuando al cambiar las

condiciones y experiencias familiares, las pautas del sistema no se transforman a la par, es

decir, las capacidades de adaptabilidad y moldeamiento en las relaciones tienden a

dificultarse entre los integrantes (Minuchin & Fishman, 2004). Así pues, pueden generarse

hipótesis sobre las causas del consumo desmesurado y compulsivo del miembro alcohólico,

entendiendo que cuando hay transformaciones en los momentos vitales y constitutivos de la

familia, las pautas que se mantienen son las de la ingesta de alcohol y, con ello, el

atascamiento de los integrantes o red de apoyo del bebedor en los mismos patrones y

tendencias con las que previamente se expresaban y asumían las dificultades diarias.

En consonancia con esto, las adicciones son entendidas como un síntoma, o conjunto

de síntomas, que al interior de la familia intentan manifestar algo. A partir de la construcción

del pensamiento sistémico, y de acuerdo con lo que se ha señalado con anterioridad, la

adicción a sustancias psicoactivas se asume en tanto la expresión de ciertas pautas de

interacción que se dan en medio de diferentes sistemas de relación del sujeto, no

exclusivamente el familiar, sino también otros en un nivel más amplio o generalizado. Esto,

por supuesto, sin negar el componente fisiológico que pudiese acompañar la aparición y

mantenimiento de la drogodependencia.

De hecho, al referirse a sistemas más amplios que el familiar, se piensa en sistemas de

orden institucional, propio de las organizaciones, relación de pares, contextos del mundo del

trabajo, etc. Frente a éstas apreciaciones, Yaría (2008) sustenta que la drogodependencia se

constituye como un síntoma que podría ir más allá de lo psicopatológico y de las figuras

diagnósticas, debido a que al ser tan complejas las adicciones, desde una mirada sistémica,

éstas podrían representar un malestar de la sociedad en el marco de la posmodernidad y un

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 22

malestar generalizado que se sostiene y se permea constantemente en la cultura. En medio de

esto, los sistemas familiares se ven flagelados y alterados en su composición, particularmente

en las funciones simbólicas que se supone deben acompañar al sujeto desde la infancia hasta

el logro de su autonomía (Yaría, 2008).

Empero, aquel malestar en la cultura y en la sociedad posmoderna, es representado

por el sujeto adicto como un contexto insatisfactorio y en ocasiones incomprensible. En el

interjuego sujeto-contexto, cuando el sistema de relaciones ha representado más frustración

que satisfacción o vivencias percibidas como positivas a lo largo del desarrollo vital del

individuo, la dosis pareciera resolverlo todo, “La complejidad queda liquidada por la

simplificación que propone la sustancia. Lo abierto queda subsumido en el sometimiento a

culturas cerradas y con códigos y lenguajes simples. La incertidumbre no existe; lo único

cierto es conseguir el próximo pote alucinatorio.” (Yaría, 2008, p. 19). Es decir, el conjunto

de síntomas de la adicción a sustancias psicoactivas representan, en gran medida, una posible

insatisfacción del mundo relacional, expresando aquello que está mal al interior de los

diferentes sistemas en los que el sujeto se mueve.

Así pues, se enfatiza en la comprensión de que el mundo relacional y la ecología de

los contextos incide, circularmente, con el mundo experiencial y vivencial del sujeto y

viceversa. Siendo así, el consumo de sustancias psicoactivas empieza a verse sustentado en

tanto experiencia de carácter colectivo y social, fundamentalmente en los primeros momentos

de la ingesta, aunque con particular acento empieza a entenderse para el sujeto como parte de

una “(…) búsqueda de respuestas a necesidades propias de la edad que no son contenidas en

el mundo de sus relaciones afectivas familiares, y/o como parte de soluciones compensatorias

a frustraciones o carencias que aparecen en su historia personal y relacional.” (Nicholls-Vera,

2008, p. 64).

De ésta manera se continúa argumentando que para la Psicología Clínica Sistémica la

definición de lo que son las adicciones es compleja, problémica y multifactorial, dado que el

conjunto de síntomas pueden intentar expresar diferentes pautas de comportamiento al

interior de la familia o al interior de cualquier otro sistema, y por tanto la gama de lo que

podría estar afectado o que merece ser reparado, es amplia. Se observa que puede haber desde

insatisfacción en la vida de encuentro con el otro, hasta expresiones de frustración y malestar

por los contextos circundantes. No obstante, se asume también que las problemáticas

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 23

asociadas se mantienen a través de la comunicación y el lenguaje, tanto así, que el sujeto

adicto puede subsumirse a narrativas en las que se legitima que en su sistema familiar no hay

un soporte adecuado de sus necesidades y/o deseos y que, por tanto, probablemente en ningún

otro ambiente encuentre eso que busca, llevándolo a arraigar aún más la vía del consumo en

la que dicha insatisfacción mengua.

En consecuencia, tanto los patrones de comportamiento del sujeto adicto como los que

se han insertado en el sistema familiar y en otros sistemas, se asume que podrían buscar el

cambio. De acuerdo con Taitelbaum (2014) la aparición de éste tipo de síntomas debe

entenderse también como el surgimiento de demandas de cambio en la organización familiar

y necesidades múltiples que de allí derivan, es decir, el carácter que encarnan las relaciones

interpersonales en los porqués, cómos, para que de las adicciones etc., es protagónico. Dentro

de las nuevas necesidades y demandas en las estructuras del mundo interaccional del sujeto,

las adicciones representan, entonces, reacciones desadaptativas a los cambios evolutivos y

cíclicos, o bien resistencias al cambio tanto por parte del sujeto como por parte de sus

sistemas circundantes (Taitelbaum, 2014).

Concomitante a ello, en medio del constante tránsito que el sujeto adicto efectúa, entre

la vida en relación y la vida individual y/o social pero en consumo activo, se generan

transformaciones en la ecología de los escenarios que observan dichos tránsitos, es decir, no

se expresan únicamente las incidencias que las alteraciones en los sistemas familiares y otros

más amplios generan en el sujeto, sino también se manifiestan las consecuencias que se

materializan en los contextos susodichos como producto del consumo compulsivo de

sustancias psicoactivas por parte del sujeto (Nicholls-Vera, 2008). Esto es casi como una

constante realimentación y retroalimentación que se sucede en el terreno sujeto-contexto,

contexto-sujeto, ambiente e individuo cumplen con lógicas multidireccionales, circulares y

por tanto no causalistas. Pues, el mundo experiencial puede cambiar, tanto subjetiva como

interpersonalmente, cuando los ambientes se transforman.

Así las cosas, la comprensión del alcoholismo a través de los miembros de diferentes

sistemas, uno de ellos el familiar, argumenta la existencia de una estructura, pero también de

unos roles que no son del todo claros para los integrantes del sistema, pues tal y como

Ramírez et al. (2014) lo exponen, algunos integrantes empiezan a ser triangulados en los

conflictos parentales y buscan, por petición de terceros, bien sea el padre alcohólico o el

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 24

padre no alcohólico, suplir las falencias en la comunicación y estilos de interacción filiales,

cuya causa radica en el síntoma más expreso consumado en el momento en el que se da la

ingesta de la sustancia; aunque el fenómeno llevará a los hijos a imaginar su hogar propio

exento de los sedimentos de la dependencia a cualquier tipo de psicoactivo, es decir, la

percepción de lo que el sujeto quiere que sea su familia, se opone a la observada; familia en

la que ha intentado encajar.

Usualmente, en el terreno de la práctica clínica, la recepción y atención de los casos

que con antelación se relacionan, están guiados por la máxima de que la recuperación es un

viaje ausente de un fin lo suficientemente explícito (Roberts, 2010 citado por Fisher & Davis,

2012). Más aún entendiendo que el mismo sistema familiar es capaz de alterar los contextos

adversos y si se recuerda, también, la constante retroalimentación que hay entre el ambiente y

el individuo. Como ya se explicó, en medio de los circuitos alcohólicos en los que la familia

se mueve, los roles y jerarquías inician un proceso de transformación y de relativización

compuesta por mensajes contradictorios y tormentosos para los integrantes no alcohólicos o

no adictos.

Paulatinamente, entender la adicción a sustancias supone conectar las consecuencias

que ésta genera, bien a nivel intersubjetivo o bien a nivel intrasubjetivo, dado que se

aumentan las posibilidades de acercarse cada vez más al sentido semántico y al trasfondo que

encarnan las adicciones. Y, ¿Por qué mencionar la configuración familiar? Pues aunque allí

se expresan los primeros daños una vez la sintomatología se ha desarrollado, también es el

escenario de relaciones en donde se puede gestar la genealogía de la adicción. Un estudio

realizado por Morell-Gomis, García del Castillo, Gázquez-Pertusa & García del Castillo-

López (2011) en la ciudad de Alicante, España, pretendió construir un instrumento para

medir categorías psicológicas precipitantes para la ingesta compulsiva de psicoactivos. Las

variables trabajadas fueron la comunicación familiar, el apoyo social, las normas de

convivencia y los conflictos dados al interior de la estructura del sistema familiar, incluyendo

subsistemas u holones.

La ingesta de psicoactivos puede tener múltiples orígenes pero, al mismo tiempo,

también múltiples funciones, que para el caso de la escuela Sistémica son de vital

importancia. La percepción subjetiva de intereses incompatibles entre las partes que

componen la estructura familiar, los conflictos desplazados y los pseudoconflictos, así como

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 25

el estrés familiar, pueden mantener y originar los síntomas adictivos, de hecho se ha llegado a

aseveraciones empíricas que indican que vivir en hogares conflictivos, poco adaptativos y

desorganizados en sus comunicaciones, potencian significativamente el consumo de drogas

(Morell-Gomis et al., 2011). Las negociaciones interpersonales y la construcción de identidad

son fundamentales en el mantenimiento de relaciones óptimas para el desarrollo. En el

horizonte de la comunicación, hay herramientas positivas que incluyen empatía, escucha

activa y reflexión mutua, así como también hay instauraciones negativas en la comunicación

tales como mensajes contradictorios o doblevinculares que pueden promover la aparición de

síntomas patológicos.

Los estilos de educación parental se ha encontrado que también influyen, en tanto

factor precipitante, para el consumo de drogas adictivas; dichas interacciones compuestas y

guiadas por las experiencias propias de los padres y transmitidas hacia los hijos, pueden

dinamizar positiva o negativamente las probabilidades de que aparezca, o no, un síntoma a

futuro. “Entre los efectos más destacables, se pueden mencionar las consecuencias en el

autocontrol, autoestima, responsabilidad, agresividad e impulsividad. Se ha indicado que los

patrones educativos de los consumidores adolescentes se caracterizan por reglas flexibles,

poco definidas y con escasas consecuencias si no se cumplen” (García & Segura, 2005

citados por Morell-Gomis, 2011, p. 147).

Claro está que las tradiciones en la terapéutica para las adicciones y, en lo usual,

para cualquier tipo de síntoma o alteración psicológica y de las relaciones, centraban el

problema en el individuo, personificaban la dificultad y la representaban, o bien de manera

innatista o bien enjaulada por la subjetividad del cliente, es decir, las comprensiones y

explicaciones que se le otorgaban a las adicciones también se supeditaban a dicha orientación

(Fisher & Davis, 2012). Aún así, varios esfuerzos confluyeron en dar un giro a los

paradigmas que regían los tipos de tratamiento, para lo cual es importante resaltar que la

escuela de pensamiento de la Psicología Sistémica ha sido una de las que más pautas de

transformación ha incluido en la construcción epistemológica de la Psicología, para arribar en

la perspectiva de la familia y otros sistemas, en llegar a la dificultad a través de la

experiencia, simbolización, comunicaciones e interaccionismos de los integrantes de todo un

complejo humano; esfuerzos que en materia académica se han sumado internacionalmente

para lograr la construcción de la teoría sistémica.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 26

Por ejemplo, Jensen (2013) expone, en una revisión rigurosa y cualificada hacia la

interpretación de la historia de la terapéutica familiar, incluyendo técnicas y comprensiones

epistemológicas, en Noruega, estableciendo un paralelo entre el pasado y la

contemporaneidad que acompaña a los procesos, que en el país nórdico también se solía

centrar la dificultad sintomática en el sujeto, relegando usualmente los productos de la

interacción social y vincular con el mundo exterior. Las influencias fueron transformándose a

partir de la segunda mitad del siglo XX, incorporándose nuevos elementos que la academia

estaba construyendo o repensando.

Parte de las transformaciones mencionadas y la incorporación de apuestas teóricas

más envolventes que desde la Clínica Sistémica se han propuesto, se encuentran guiadas por

las comprensiones en el trabajo con adicciones que se resumen en una constante vinculación

y engranaje entre el mundo subjetivo, el self, compuesto por las dimensiones biológica,

emocional, cognitiva, en segundo lugar, el mundo del sistema familiar y todas las personas o

redes de apoyo significativas para el sujeto consumidor de la sustancia y, por último, se

encuentra la articulación con el mundo institucional que oferta servicios y algún tipo de

tratamiento a las personas en las que se expresa la problemática. Además, y queriendo ser

explícitos, se recalca que desde la Psicología Clínica Sistémica se moviliza el síntoma y se le

otorga, no exclusivamente al individuo, sino a todos los integrantes que componen sus

sistemas. No hay, entonces, tal individualización del problema (Flores-Albán, 2010).

Como el síntoma se encuentra repartido en las relaciones, aunque aparentemente sea

en el sujeto adicto más clara su materialización, y en consonancia con la indudable

retroalimentación que se gesta entre ambiente e individuo, para Berstain (2008) citado por

Flores-Albán (2010), las adicciones se entienden como el producto de convergencias y

diferentes transformaciones en las pautas de interacción, simbolización y comunicación;

siendo estas las coaliciones intergeneracionales, los problemas conyugales, la presencia de un

progenitor sobre-vinculado, la incongruencia en el establecimiento de las jerarquías de la

familia, fronteras y límites borrosos o no claramente establecidos y los mensajes doble

vinculares, entre otros. También, como en otras expresiones sintomáticas, desde la escuela

sistémica se entiende que la conceptualización en adicciones guarda relación con la

identificación de los mensajes de aprobación y desaprobación constante, mensajes que no

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 27

guardan coherencia al interior de la familia y que son dirigidos al sujeto en el que el síntoma

se expresa.

Si se observa detenidamente, desde lo sistémico el trabajo estructural con los

sistemas del sujeto, uno de ellos la familia, es importante para la praxis clínica con dicha

problemática. Aún así, habiendo definido el qué y el por qué de las adicciones desde algunas

posturas sistémicas e intentos de conceptualización, es necesario comprender las pautas que

influyen en que la decisión de cambio, tanto para la familia como para el sujeto, se vea

alterada y haya de nuevo un consumo activo de la sustancia; pues estos son los sedimentos y

miedos que también quedan insertos en la comunicación y vida de los acompañantes del

sujeto adicto y de él mismo, es decir, que los síntomas llegasen de nuevo a una reproducción

continua y prolongada en el tiempo.

Al proceso sobre el que se hace mención se le suele llamar recaída, o bien la situación

en la que el momento del cambio se ve truncado y recluido a la reproducción de lógicas

sintomáticas que ya empezaban a transformarse o a tomar un curso distinto al del sufrimiento.

Acá, la escuela sistémica aporta en términos de entender la recaída como la representación de

una de las partes de los ciclos adictivos, ciclos en los que “(…) hay una dinámica establecida

por el individuo, que incluye el consumo, los períodos de abstinencia y las emociones en éste

período generado y por último la recaída que vuelve a dar inicio a la dinámica.” (Flores-

Albán, 2010, p. 61). Esto es, sin embargo, no solamente producto del sujeto adicto sino

también de la inclusión de las incidencias de la red de apoyo significativa para éste.

En medio de los ciclos adictivos, la recaída en su relación con el proceso de

cambio es para Shiffman (1989) citado por Flores Albán (2010), la obstaculización y fin del

esfuerzo realizado para el cambio que se orienta hacia la abstinencia, acotando que hay otro

proceso, la caída. Esta última se entiende como un consumo puntual en el que no se supone

un total estancamiento al comportamiento de consumo que prevalecía antes de que la

decisión de cambio existiera y fuera ejecutada por el sujeto. A diferencia de la recaída que si

implicaría la vuelta a un estado anterior del ciclo adictivo, en el que las pautas que habían

empezado un camino de transformación se volcasen de nuevo hacia el síntoma que sigue

intentando expresar diversas problemáticas y/o alteraciones en los sistemas. Se explica que la

distinción es necesaria en el terreno de una teoría que asume el cambio como un proceso,

dado que el quebranto de la norma auto-impuesta de estar abstemio puede representar un

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 28

momento de retroceso, no de recaída total o de ruptura total del proceso de cambio iniciado

(Marlatt & Gordon, 1985, 1986 citados por Flores-Albán, 2010, p. 56).

De hecho, pensar en los factores que permiten el cambio y su mantenimiento en el

tiempo, es una acción que se encuentra íntimamente ligada con aquellos factores que

dificultarían dicho proceso de cambio. A parte de la recaída o de la caída, para Sánchez

(2004) citado por Flores-Albán (2010), otros factores que aportan a que el proceso se vea

entrampado en los ciclos adictivos son, la presencia de cuadros sintomáticos a parte de la

adicción y síntomas que sobrepasen y coexistan en el abuso y/o dependencia hacia la

sustancia, en segundo lugar se encuentra la adhesión o adherencia al tratamiento, de otro lado

las respuestas asociadas a la relación terapeuta-consultante, dado que los individuos se puede

sentir mas cómodos o hallar respuestas más efectivas frente a diferentes terapeutas y/o

tratamientos; también, y como aspecto positivo encaminado hacia el cambio, se encuentra la

duración de los tratamientos y la utilidad de las asistencias pos-tratamiento que resultan

efectivas para mantener la abstinencia.

En cuanto a éste último factor, es pertinente indicar la expresión de las asistencias

pos-tratamiento en términos del concepto de red social y su relación con la adicción a

múltiples sustancias, aspecto que para el trabajo y comprensiones sistémicas es de vital

importancia. El concepto de red es trabajado por Sluzki (1998) citado por Flores-Alban

(2010) en tanto que “(…) describe la red social personal como un conjunto de seres con

quienes se interactúa de manera regular, se conversa, se intercambian señales que corporizan

y hacen a los seres humanos reales.” (p. 72). Así, la construcción de una red social se

fundamenta como una experiencia coherente para el sujeto, en la que converge también la

posibilidad de expresar y fortalecer su identidad, construida y reconstruida constantemente a

lo largo del ciclo vital (Flores-Alban, 2010).

En las apreciaciones y postulados que Sluzki (1989), citado por Flores-Albán (2010),

esgrime, también se hace una crítica interesante al nivel epistemológico y de la praxis clínica

que desde el enfoque Sistémico debe tenerse en especial consideración. En general para las

comprensiones de lo humano y lo relacional, que es constitutivo del sujeto, y particularmente

para el caso de las adicciones, se ha tendido a tomar como significativas únicamente las

relaciones familiares, apartando el resto del mundo social y redes construidas por el sujeto

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 29

que también son significativas y significadas desde diversas posturas y que además aportan al

cambio.

Por ende, al incluir, tal y como ya se había mencionado anteriormente, la relación del

sujeto con los diferentes sistemas en los que se mueve permite ampliar la descriptiva y

observancia de procesos que antes no podrían ser reconocidos o siquiera tomados en cuenta.

Por todo lo anterior, y enfatizando en el concepto de red social conceptualizado por Sluzki

(1989) citado por Flores-Albán (2010), a continuación se relacionan claros ejemplos de lo

que significa la construcción de redes significativas en el terreno de las adicciones, también

con miras a ampliar el marco de comprensión de las mismas.

En Noruega se impulsaron los grupos de reflexión como metodología novedosa en la

práctica clínica, trabajados por Andersen & Caillé (s.f.) citados por Jensen (2013). El deseo

por la eliminación de las comprensiones causalistas y subjetivistas provenía de una serie de

insumos que resonaron en las mentes de muchos terapeutas, desde la terapia estratégica, las

perspectivas de las escuelas de Palo Alto y Milán, hasta el corpus teórico de la terapia

narrativa y del discurso. Todo esto para comentar que en el Rogaland A-senter, ubicado en

Stavanger, costa oeste de Noruega, se ha promovido e instaurado un modelo terapéutico de

trabajo para las adicciones a través de la perspectiva de las familias. El trabajo lo compone,

en gran medida, la terapia familiar e individual, usualmente centrada en los niños si los hay al

interior del sistema. Aunado a ello, se ha creado una línea de intervención para clientes

ambulatorios en cuyo seno familiar hay problemas de abuso de sustancias. Entonces, el

trabajo en relación, incluyendo interdisciplinariedad, se ha convertido en pionero para el

abordaje de las adicciones a sustancias.

Además de las comprensiones que se derivan del trabajo con familias, Kelly &

Yeterian (2011) realizan un estudio interpretativo sobre cómo los grupos de autoayuda

(MHGs Mutual Help Groups), o de ayuda mutua, permiten extender el marco general de los

procesos de recuperación en adicciones a múltiples sustancias. Entre ellos se destacan los

grupos de Alcohólicos Anónimos (A.A.) y Narcóticos Anónimos (N.A.) como aquellos que

mayor impacto han generado en los Estados Unidos de Norteamérica y el mundo. La

confraternidad de A.A. tiene más de 53.000 grupos de autoayuda a lo largo del país, con un

promedio de poco más de 1.2 millones de miembros, esto referenciando las estadísticas que

datan del año 2008.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 30

No obstante, y pensando en los objetivos que guían la presente investigación, es

importante aclarar que aunque las experiencias e historias de recuperación producto del

trabajo con los grupos de autoayuda en el contexto particular de las adicciones, no se ubiquen

con claridad en una tradición gestada en la academia, y con ello en alguna escuela de

pensamiento en la disciplina psicológica, son importantes de ser mencionados. Así, una

aproximación a las explicaciones sobre su conformación y consecuencias positivas en el

tratamiento de las poliadicciones resulta pertinente y de gran relevancia en la configuración

de un estado del arte que pretende analizar comprensiones y técnicas de intervención para la

problemática ya mencionada, es decir, se otorga contexto y se amplia el marco de referencia

desde el cual la Psicología, y muchas otras disciplinas científicas, han intentado aunar

esfuerzos para hacer frente a la complejidad humana y clínica que allí converge.

En una investigación desarrollada para demostrar la efectividad de los MHGs, que

desde hace 78 años han salvado millones de vidas en los Estados Unidos, previamente

encadenadas por los cuadros clínicos de la adicción y sus derivados, se tuvo por objeto el

análisis de los procesos de prolongación de la abstinencia del consumo de sustancias con una

población de 3.018 hombres que hacían parte de 15 departamentos diferentes de programas

de intervención para su problemática. Se encontró y se validó que los consultantes que

asistieron a grupos de autoayuda de los 12 pasos de A.A., por el término de un año, tuvieron

más posibilidades de extender sus procesos de recuperación y de mantenerse sobrios, a

diferencia de los pacientes que recibían únicamente tratamiento ambulatorio (Kelly &

Yeterian, 2011).

Un seguimiento de dos años más a 2.319 hombres de la misma muestra mencionada

con anterioridad, y a través de la utilización de ecuaciones estructurales, pretendió examinar

los vínculos existentes y causales entre los estilos de participación y desenvolvimiento de los

miembros en los MHGs de A.A. y el uso de la sustancia de predilección (Mckellar et al. 2003

citados por Kelly & Yeterian, 2011). Acá, los resultados demostraron que el

desenvolvimiento y participación activa en los grupos de A.A. disminuía las tendencias de

reincidencia al consumo de alcohol, así como los problemas psicopatológicos relacionados

con la sustancia, después de tener en cuenta el control de la comorbilidad de alteraciones

(Kelly & Yeterian, 2011).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 31

El involucramiento en los grupos de autoayuda no solamente permite extender los

tiempos en los que los asistentes alcohólicos y farmacodependientes se abstienen de consumir

su sustancia de predilección, de hecho permiten generar procesos de resignificación de la

propia experiencia a través del relato de otros, por medio de la generación de un compromiso

psicológico, en tiempo y espacio, con una confraternidad de sujetos unidos por una misma

causa, la recuperación del alcohol y las drogas; bien sea porque sus motivaciones están

ancladas al sufrimiento experimentado y observado tanto en sus familias como en sí mismos,

o bien para marcar la pauta definitiva que evitará que los síntomas se mantengan en el

tiempo, en las relaciones y en las formas de comunicación que articulan la subjetividad con el

simbolismo de las transacciones hecha con el mundo exterior.

En medio de dichos compromisos psicológicos, en medio del constante deseo por

mantener viva la decisión de cambio y los esfuerzos que se suman para no caer de nuevo en

los ciclos adictivos, es importante comprender, concomitante a ello, que reflexionar y

conceptualizar en torno al consumo de sustancias debe también invitar a visualizar el

panorama del surgimiento de las adicciones y el proceso de cambio como una constante

modificación de la subjetividad del individuo. Subjetividad entendida, desde algunas

corrientes de al escuela sistémica de Psicología, como una construcción narrativa y puntuada

en el lenguaje a lo largo del ciclo vital y en el terreno del entramado relacional que acompaña

al sujeto, pues los debates semánticos, imaginarios y creencias a partir de los cuales el sujeto

con consumo problemático de sustancias entiende la problemática, será directamente la forma

en la que los problemas o síntomas se mantengan en el tiempo (Grippaldi, 2015).

No obstante, en medio de los compromisos que se mencionan y en medio de la

consolidación de unas redes sociales cada vez más sólidas para el sujeto entrampado en ciclos

adictivos, el lenguaje cumple una función medular. Para Garciandía (2005) el lenguaje

permite organizar la experiencia, se erige como el engranaje primordial para que el sujeto se

vincule con la sociedad y viceversa. El lenguaje provee al sujeto, a las relaciones y al

encuentro con el otro un aparato simbólico complejo y compuesto por conocimientos, previos

y renovados de manera transformadora en el presente. De hecho, la hermenéutica, entendida

como el arte de la interpretación, es uno de los pilares fundamentales que sostienen el corpus

teórico y epistémico de la escuela de pensamiento sistémico y, como bien lo expone

Garciandía (2005), no es posible hablar de lenguaje sin hablar de hermenéutica y,

concomitantemente, no es posible concebir la hermenéutica sin concebir el lenguaje.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 32

El lenguaje permite el camino hacia una construcción social de lo humano, le permite

al individuo y a su mundo circundante gestar una dimensión intersubjetiva (Garciandía,

2005). Por esto, en el tipo de prácticas comunitarias y de fortalecimiento de las redes sociales

a través de los Grupos de Autoayuda, en el caso de las adicciones a múltiples sustancias, se

podría aportar la edificación de lenguajes de cambio y discursos que empiezan a tener fuertes

incidencias sobre las identidades y creencias de los asistentes o miembros de las

confraternidades, en términos de arraigar la decisión de cambio de quienes han asumido el

reto y, por supuesto, se tendrían consecuencias positivas en tanto que los problemas se

piensen y se nombren de maneras alternas a las dominantes.

Ahora bien, con relación al abordaje del fenómeno de la drogadicción, en el marco de

lo sistémico, existen diferentes modelos de intervención cuyo énfasis está, en el trabajo y

tratamiento de la familia del drogodependiente, afectando los ciclos relacionales que

mantienen o refuerzan la conducta altera del paciente. El principio básico de estos modelos,

consiste en asumir que el abuso de drogas termina convirtiéndose en el eje central, del cual se

organiza la vida de las familias; es por esto que, cualquier solución a largo plazo, requiere de

la colaboración e implicación de la familia en el tratamiento (Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández, 2009).

Como se menciona anteriormente, dentro del enfoque sistémico existen diferentes

modelos de intervención orientados a la familia. El primero de ellos es el modelo estructural,

el cual parte de los planteamientos de Minuchin (1974) acerca de la importancia de la

organización familiar para su adecuado funcionamiento y bienestar de sus integrantes. Desde

esta perspectiva, los síntomas en el marco de las adicciones, se caracterizan por ser

reacciones desadaptativas a los cambios ambientales o transiciones entre los ciclos vitales;

de la misma manera centra su atención en el análisis de las dificultades de la jerarquía

familiar y los problemas de fronteras que puedan existir entre los subsistemas de padres e

hijos (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009). La base de la intervención terapéutica

estructural, radica en la reparación o modificación de los patrones organizativos

disfuncionales, con la finalidad que las familias puedan desarrollar eficazmente sus tareas

funcionales básicas y afrontar con éxito las tensiones cotidianas que se puedan producir.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 33

El segundo de los modelos de intervención es el estratégico, este tipo de modelo

centra su mirada en la situación social inmediata del paciente, teniendo presente que los

síntomas son una respuesta a una situación familiar disfuncional al igual que el modelo

estructural. Este modelo plantea que las familias actúan de la forma en la que lo hacen, bien

sea porque consideran que es la más adecuada o porque desconocen otras alternativas

(Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009). De esta manera la intervención debe dirigirse a

interrumpir las soluciones ineficaces que se están usando y proponer otras que faciliten el

correcto funcionamiento; teniendo presente la necesidad de conocer las creencias, el lenguaje,

las ideas de cada familia. En el marco de este modelo estratégico, se tiene en cuenta que el

modelo de familia ideal o normales, son definidas como familias flexibles, con un amplio

repertorio de conductas para manejar los inconvenientes (Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández, 2009).

Dentro del modelo estratégico, la terapia que se usa con mayor frecuencia, es la

Terapia Familiar Breve Estratégica. Esta terapia es una intervención breve, que con mayor

frecuencia es utilizada en adolescentes que consumen drogas, y consiste en una terapia

sistémica breve y estratégica, cuya duración está entre 8 y 24 sesiones. De este modo el uso

de drogas se concibe como una señal de malestar del funcionamiento familiar, por lo que la

intervención se centra en la función que cumple este síntoma en el sistema familiar. Según

Szapocznik, Hervis y Schwartz (2003); Szapocznik y Williams (2000) citado por Marcos-

Sierra y Garrido-Fernández (2009), este tipo de terapia breve se basa en dos principios

generales: el primero hace referencia a que la familia es un sistema y, por lo tanto, lo que

afecta a un miembro de la familia, afecta a todos los miembros del sistema, de esta manera el

abuso de sustancias es una señal que muestra un funcionamiento inadecuado entre los

integrantes; el segundo menciona que los patrones de interacción familiar, influyen en el

comportamiento de cada miembro de la familia.

Otro tipo de terapia utilizado dentro del modelo estratégico, es la terapia centrada en

soluciones, caracterizada por desviar la atención de los patrones problemáticos, a las

soluciones que pueden funcionar, de manera que se presta poca atención a la naturaleza de los

problemas o la forma en la que aparecieron. Este tipo de intervención tiene como base una

serie de presupuestos para trabajar con las familias, planteados por De Shazer, 1982, 1988

citado por Marcos-Sierra y Garrido-Fernández (2009), los cuales son: (a) es cambio es

inevitable, (b) sólo se necesita un pequeño cambio, (c) los pacientes cuentan con la fuerza y

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 34

los recursos necesarios para cambiar, (d) los problemas son intentos fallidos de resolver los

conflictos, (e) no es necesario saber mucho sobre el problema para resolverlo, (f)existen

muchas maneras de enfocar una situación, ninguna es más correcta que la otra, (g) centrarse

en lo que es posible y puede cambiarse y no en lo que puede ser imposible e intratable.

El tercer modelo de intervención familiar es el estructural estratégico, el cual fue

definido de esta manera por Stanton y Todd en 1982, debido a que parten de los principios

básicos de estos dos modelos de terapia familiar, al mismo tiempo que introducen aspectos

característicos propios. Este tipo de intervención consiste en aplicar la teoría estructural como

paradigma orientador, mediante la utilización de sus técnicas y al mismo tiempo se aplica el

modelo estratégico en cuanto que se enfatiza en un plan específico (Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández, 2009).

Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, con relación a la adicción, lo que primero

se debe hacer es encargarse de la triada compuesta por el adicto y los progenitores, con la

finalidad de trabajar la individuación del drogodependiente. Adicionalmente Stanton y Todd

(1982) citado por Marcos Sierra, J., Garrido Fernández, M. (2009), destacan los importantes

aportes a la intervención, por parte de la participación de otros sistemas implicados como

amigos, parientes o personas cercanas del ámbito laboral, escolar o legal. En este tipo de

intervención se establecen tres metas como: (a) el abandono del abuso de las drogas, (b) uso

productivo del tiempo y (c) que el adicto consiga una situación estable y autónoma.

Como cuarto modelo de intervención familiar, son los modelos sistémico-

constructivistas, sus inicios se desarrollaron con Hoffman (1993) y Sluzki (1985), quienes

mediante la adopción de una perspectiva constructivista, han producido un importante cambio

al pasar de secuencias de conducta a la co-creación del significado. De esta forma la terapia

familiar desde este modelo, el interés se centra en el plano de los significados familiares;

explicando los problemas como mitos, premisas o sistemas de creencias familiares que son

coherentes con las conductas sintomáticas ( Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009). De

acuerdo con Hoffman (1996) citado por Marcos-Sierra y Garrido-Fernández (2009), el

enfoque sistémico-constructivista posee las siguientes características: (a) no hay una creencia

en la realidad objetiva, (b) cambio del foco de conductas a ideas, (c) el problema crea el

sistema, (d) el terapeuta está por todos y para todos, (e) relativa ausencia de jerarquía, (f)

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 35

menos énfasis sobre aspectos del poder y del control y (g) tendencia a inhibir la

intencionalidad.

En el marco de este modelo sistémico-constructivista, se deriva el equipo reflexivo

como una propuesta de intervención aportada por Tom Andersen (1991); la cual parte de una

posición sistémica clásica, de entender los procesos de interacción de los sistemas humanos

como circulares y sometidos a las leyes de la cibernética; pero con la técnica constructivista.

La intervención desde esta perspectiva, consiste en un sistema de entrevista en el que un

grupo de terapeutas observa la sesión de otro u otros terapeutas mantienen con el o los

pacientes en otra sala; en un momento el equipo que observa pasa a dialogar ante los

pacientes acerca de lo acontecido durante la sesión (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández,

2009).

Luego de abordar algunos de los modelos de intervención de enfoque sistémico,

dirigidos hacia el tratamiento de las adicciones por medio de las terapias familiares, es

momento de abordar el tema de la eficacia de estos en el abordaje de la drogadicción.

Tomando como referente a Marcos-Sierra y Garrido-Fernández (2009), se han encontrado

dificultades para evaluar objetivamente la eficacia de los diferentes modelos de terapia

familiar, resaltando particularmente las limitaciones a nivel metodológico que poseen los

estudios que se han realizado sobre este tema. Sin embargo, los trabajos que se han

desarrollado han demostrado que incluir a la familia, como componente importante en el

tratamiento de las adicciones, consiguen aumentar el compromiso y adherencias de los

pacientes y sus familias con los programas de tratamiento; como también se ha logrado

disminuir el uso de sustancias postratamiento y mejorar el funcionamiento familiar y la

normalización de los pacientes, en cuanto a su incorporación social, como lo pueden mostrar

las investigaciones y estudios realizados por Girón y Cols (2002), Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández (2009), Garrido Fernández, Torrado Val y Marcos Sierra (2010), Becoña,

Martínez, Calafat, Montse, Duch y Fernández (2012), Rubio, Martínez, Ponce, Quinto,

Jurado y Jiménez (2012).

Adicionalmente el trabajo realizado por Ozechowski y Liddle (2000), en el que se

hace una revisión de 16 ensayos clínicos y 4 estudios que evalúan la eficacia de las

intervenciones familiares para el tratamiento de adolescentes y jóvenes adictos; obtuvo

resultados que posteriormente se corroboran en la revisión realizada por Becoña y Cortés

(2008) tales como: en primer lugar, las terapias basadas en la familia logran un grado mayor

de compromiso, en el tratamiento de jóvenes drogodependientes que las intervenciones

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 36

estándar. En segundo lugar, las intervenciones desde la perspectiva familiar, logra mayor

adherencia y permanencia al tratamiento (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

En tercer lugar, las terapias de perspectiva familiar, consiguen reducir el nivel de

consumo de drogas después del tratamiento, arrojando mejores resultados, en cuanto a

eficacia, que la terapia individual, la terapia de grupo y la psico-educación familiar. Por

último, las intervenciones familiares realizadas con adolescentes drogodependientes,

alcanzaron un mejor rendimiento escolar, con respecto a aquellos que realizaron tratamientos

alternativos (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

Partiendo de la revisión realizada por Becoña y Cortés (2008) citado por Marcos-

Sierra y Garrido-Fernández (2009), con relación a la eficacia de algunas de las terapias de

orientación familiar, enmarcadas en el enfoque sistémico, se ha encontrado que la Terapia

Familiar Breve Estratégica, favorece el compromiso de las familias en el tratamiento y

mejora del funcionamiento familiar. Por otro lado, la Terapia Familiar Multidimensional y la

Terapia Familiar Multisistémica mejoran la retención de los pacientes, reducen el consumo

de drogas y conductas problema, mejoran la dinámica familiar y la disminución de riesgos.

Como complemento, y con ocasión de ampliar la perspectiva de la terapia familiar, se

abordan otros modelos de intervención que parten de modelos conceptuales diferentes como

el conductual, los cuales comparten dos principios fundamentales: (a) hacen especial énfasis

en la importancia de las normas familiares y de los procesos de comunicación en la familia y

(b) se considera a la familia como contexto de aprendizaje. En pocas palabras se puede decir

que este tipo de modelo, se centra en las condiciones bajo las cuales se aprende, se influencia

y se cambia la conducta. Desde este enfoque la intervención terapéutica, se basa en el

aprendizaje de conductas, en direccionar a los miembros de la familia hacia el aprendizaje de

modos más efectivos de relacionarse, por medio del cambio de las consecuencias de la

conducta interpersonal o las contingencias del reforzamiento (Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández, 2009).

Dentro del tratamiento de las adicciones enfocado en los modelos conductuales, se

encuentran la terapia conductual familiar y de pareja; como también, la terapia familiar

multidimensional y la terapia familiar multisistémica. Con relación a la primera de estas

terapias, según Becoña y Cortés, 2008 citado por Marcos-Sierra y Garrido-Fernández (2009),

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 37

consiste en el entrenamiento de habilidades de comunicación y en el incremento de la tasa de

reforzamiento positivo en las relaciones familiares del fármaco dependiente.

La segunda de las terapias familiares de corte conductual, consiste en un tratamiento

enfocado en examinar, cómo se produce el uso o el abuso de drogas de los consumidores en

términos de redes de influencias. De esta forma el trabajo terapéutico es orientado a reducir el

comportamiento no deseado, en este caso el consumo de sustancias, y aumentar los

comportamientos deseados generalizándolos en otros contextos y situaciones. Por último, la

tercera de estas terapias, considera la conducta como el resultado de las interacciones de

carácter recíproco, entre los consumidores y los sistemas interconectados en los que se

construye la identidad; de esta manera la intervención radica en identificar los factores

individuales y familiares que puedan influir en las conductas de consumo, integrando a su

vez, otros sistemas relacionales como la escuela, amigos y la comunidad (Marcos-Sierra y

Garrido-Fernández, 2009).

Otro de los enfoques dentro de las intervenciones familiares, corresponde al

psicoeducativo, cuyos modelos basan en la premisa que la familia es un instrumento valioso y

fundamental en el proceso terapéutico, de esta manera la intervención se orienta en el sentido

de apoyar y educar a la familia, en cuanto a maneras correctas de actuar en determinados

problemas. Las terapias dirigidas hacia la drogadicción que se enmarcan bajo este modelo,

tiene como objetivos (a) disminuir la vulnerabilidad del paciente apoyándose en tratamientos

farmacológicos, y (b) incrementar la estabilidad familiar, reduciendo la ansiedad y

preocupación por el paciente (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

Desde el enfoque psicoanalítico en la intervención familiar, los modelos

psicodinámicos conceptualizan la interacción familiar en términos de relación entre objetos,

internalizaciones relacionadas y procesos de introyección y proyección. Con relación al

fenómeno de la adicción, según Ackerman (1958) citado por Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández (2009), las toxicomanías se deben a procesos proyectivos familiares compartidos,

que provienen de conflictos pasados no resueltos o, quizás, de pérdidas en la familia de

origen. Con base en lo anterior, el miembro sintomático puede ser utilizado como víctima

expiatoria, de los conflictos familiares no resueltos.

La intervención bajo este modelo, tiene como objetivo, la resolución de los conflictos

y pérdidas de la familia de origen, la resolución de los procesos de proyección familiares,

como también, la reunión y reconstrucción de las relaciones en pro del pleno desarrollo

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 38

personal y familiar. En términos metodológicos, el proceso terapéutico se orienta hacia la

introspección, uniendo la dinámica pasada y presente (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández,

2009).

Con relación al enfoque psicoanalítico en las terapias familiares, se encuentra el

modelo psicodinámico de tipología familiar de Cancrini (1993), el cual aborda la

drogadicción diciendo que la droga no es la que produce el sufrimiento, sino que éste ya

existía previamente. De esta manera, el uso de estas sustancias por parte del toxicómano,

desde un plano motivacional, se puede catalogar como un intento evasivo y equivocado de

autocurarse o autoterapia. Este mismo autor propone cuatro tipos diferentes de toxicomanía

como las traumáticas, en la que la adicción es vista como un acontecimiento traumático; las

que se generan a partir de neurosis actual, la cual se da en un escenario de crisis parental

atrayendo la tensión familiar y distrayendo la de sus padres; las de transición, donde la

adicción compensa o cubre rasgos de personalidad inmadura y, finalmente, las sociopáticas,

cuya característica en que el conflicto psíquico, se expresa a través del acting-out,

adquiriendo actitud desafiante, frialdad en un ambiente hostil y conductas antisociales previas

al consumo (Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

Por último se encuentran los modelos vivenciales de terapia familiar, los cuales

sostienen que los sentimientos y conductas de una persona, son una consecuencia natural de

experiencias vitales propias; por lo que sus alteraciones se propagan o se fortalecen, por las

interacciones que se producen a su alrededor en el presente. El objetivo de estas formas de

intervención, consiste en ampliar el autoconocimiento y la autoapreciación en relación con

los demás, mediante la adquisición de intensas experiencias afectivas en la comunicación,

alejada de sentimientos y diferencias. Este tipo terapias se utilizan en pro del crecimiento

personal de cada miembro de la familia como un todo, con mayor

interés que a la resolución de problemas específicos como principal meta del tratamiento

(Marcos-Sierra y Garrido-Fernández, 2009).

Ahora bien, para poder discutir sobre la adicción a sustancias psicoactivas y su

intervención, es necesario reseñar a los referentes teóricos y conceptuales de los cuales se

derivan las apuestas terapéuticas contemporáneas de la psicología comportamental y

cognitivo comportamental, uno de estos referentes en la psicología comportamental es B.F

Skinner, pionero del conductismo radical, y uno de los psicólogos estadounidenses más

destacados del siglo XX (UNESCO, 1999), fue siempre innovador y original con sus

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 39

postulados teóricos y para él ninguna cuestión fue demasiado compleja de explicar desde la

perspectiva de la conducta. (UNESCO, 1999). Influenciado por Pavlov, Thorndike y Watson,

Skinner, fue autor de múltiples obras cuyo legado continúa aún hasta nuestros días. Algunas

de sus obras más conocidas incluyen The Behavior of Organisms (La Conducta de los

Organismos), Science and Human Behavior (Ciencia y Conducta Humana), Verbal Behavior

(Conducta Verbal), Walden Two (Walden Dos) y About Behaviorism (Sobre el Conductismo).

Los conceptos acuñados por Skinner resultan hoy de vital importancia para la

explicación de la conducta humana, actúan como un puente entre los conductismo de segunda

generación y resultan también claves en los modelos actuales de intervención (Pérez Acosta,

Guerrero y López López, 2002). Uno de los conceptos principales planteados por Skinner, es

el concepto de conducta operante. La conducta operante “es un proceso (...) a través del cual

la persona maneja de manera eficiente el ambiente nuevo” (Skinner, 1994, p.39), el

comportamiento operante ocurre cuando la persona actúa sobre el ambiente para lograr un

resultado determinado. Uno de los ejemplos que plantea Skinner para la explicación de este

concepto son las conductas con fines de supervivencia, es decir aquellas emitidas en función

de elementos ambientales (Skinner, 1994), esta conducta se mantiene y tiene una mayor

probabilidad de ocurrencia por el tipo de consecuencias que genera; es decir, buscar comida o

agua son conductas mantenidas por una consecuencia que es la supervivencia (Skinner,

1994).

De dicha relación entre conducta y consecuencia, devienen avances conceptuales y

prácticos importantes. El primer concepto clave es el de refuerzo, un refuerzo puede definirse

como cualquier acontecimiento que mantiene o incrementa la posibilidad de que una

conducta ocurra (Myers, 2005), existen concepciones erróneas frente a este principio que

sugieren que un reforzador es una recompensa cuando en realidad un reforzador puede ser,

prácticamente, cualquier cosa y su definición se mide en función de sus efectos sobre la

conducta. En este sentido se puede clasificar un reforzador de dos maneras (refuerzo positivo

-refuerzo negativo) cuando un evento “refuerza una respuesta al presentar un estímulo por lo

general agradable” (Myers, 2005, p. 325) se denomina que dicho acontecimiento es un

reforzador positivo, Skinner lo plantea de la siguiente manera: “cuando un organismo

hambriento exhibe un comportamiento que produce alimento, las consecuencias refuerzan

este comportamiento y, por tanto, éste tiene mayor probabilidad de ocurrir” (Skinner, 1994, p.

40).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 40

Por otra parte en el reforzamiento negativo se “refuerza una respuesta al reducir o

eliminar un estímulo desagradable” (Myers, 2005, p.325), un ejemplo sería la relación entre

la medicina y el dolor, el que desaparezca el dolor refuerza negativamente la conducta de

tomar los medicamentos. Además de esta clasificación primaria, los reforzadores pueden

categorizarse según su naturaleza, existen en este sentido reforzadores primarios y

reforzadores secundarios. Los reforzadores primarios son innatos, generalmente relacionados

a factores biológicos y asociados a la satisfacción de necesidades básicas (Myers, 2005).

Como reforzadores primarios pueden categorizarse a la comida, el agua, el sueño, el sexo.

Por otra parte los reforzadores secundarios son aprendidos, “obtienen su poder de la

asociación con los reforzadores primarios” Myers, 2005, p. 325), como ejemplo de los

reforzadores secundarios están el dinero, las buenas calificaciones, las buenos resultados en el

trabajo, etc (Myers, 2005).

Otro de los concepto clave acuñados por Skinner, es la noción de castigo. El castigo

según Myers (2005) es “toda consecuencia que reduce la frecuencia de un comportamiento”

(p.328). El castigo positivo implica la administración contingente de un estímulo aversivo

como un correctivo verbal, por otra parte, el castigo negativo implica el retiro de un estímulo

agradable, por ejemplo, restringir el contacto con sus hijas/os a un padre adicto hasta que no

cese su consumo. Ahora bien, para Skinner también fue clave el concepto de contingencia,

que se refiere a la relación explicativa existente entre un estímulo antecedente, una conducta

y su consecuencia.

Esta premisa que relaciona a la conducta y a las consecuencias es generalizada a

diversos contextos y a diversas clases de conducta, del marco teórico anterior también

devienen explicaciones y formas de intervención enfocadas en las adicciones. Según lo

planteado por Skinner (1994) la conducta es mantenida a través de una serie de

consecuencias, para el caso de los adictos la premisa sobre la cual parten diversas apuestas de

intervención (García-Rodriguez, O., Secades-Villa, R., García Fernández, G., Sánchez-

Hervás, E. & Zacarés-Romanguera, F, 2009; Almazán Antón, G., González Biber, M. &

Rocha Díaz, M., 2012, Sánchez-Hervás, E., Zacarés, F., Secades-Villa, R., García Rodriguez-

O., García-Fernández, G & Santoja, FJ, 2009) basadas en el Manejo de Contingencias más

Terapia de Incentivos, o en terapias de Tercera generación como la Terapia Dialéctico

Conductual, la terapia Analítico-Funcional o la terapia de Aceptación y Compromiso, es que

el adicto recibe una serie de “beneficios” (reforzamiento positivo) a través de su conducta de

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 41

consumo, tal es el caso del adolescente que recibe aprobación por su grupo de pares al

consumir sustancias psicoactivas.

En el mismo sentido, la conducta adictiva podría explicarse a través del reforzamiento

negativo, esto es, el adicto consume para alejarse o evitar situaciones que resultan aversivas.

Como ejemplo de esta premisa está el consumo de alcohol asociado a situaciones

emocionales difíciles que devienen de situaciones tales como pérdidas de seres queridos,

pérdidas económicas o rupturas afectivas; otro ejemplo más específico es la conducta de

consumo emitida por un adicto cuando se encuentra experimentando el síndrome de

abstinencia, desde la perspectiva de la persona que se encuentra experimentando el síndrome

de abstinencia el consumo se justifica porque ayudaría a reducir los efectos físicos

desagradables propios de esta condición médica.

Siguiendo dicha línea teórica se han diseñado diversas apuestas de intervención

basadas en el Manejo de Contingencias, el Reforzamiento Comunitario (CRA) y en la

Terapia de Incentivos (García-Rodriguez, Secades-Villa, García Fernández, Sánchez-Hervás,

& Zacarés-Romanguera, 2009; Sánchez-Hervás, Zacarés, Secades-Villa, García Rodriguez,

García-Fernández, & Santoja, 2010), el programa de Reforzamiento Comunitario se diseñó

en principio para la adicción al alcohol pero se ha demostrado su efectividad para el

tratamiento de la adicción a la cocaína, el objetivo fundamental de dicha apuesta interventiva

es la abstinencia en el consumo de cocaína, esta investigación se realiza en un contexto

hospitalario controlado. Esta estrategia tiene seis subcomponentes que incluyen la terapia de

incentivos, habilidades de afrontamiento, asesoramiento en relaciones de pareja, consumo de

otras drogas y tratamiento de otros trastornos (García-Rodríguez et all, 2009).

Los programas de reforzamiento comunitario van orientados a cambiar la función de

los reforzadores naturales (profesionales, familiares, sociales) en la conducta del alcohólico,

partiendo del supuesto de que cuando una persona adicta consume, su conducta puede ser

explicada en gran medida por la ausencia o el distanciamiento de dichos incentivos. Los

programas de reforzamiento comunitario también ofrecen entrenamiento en habilidades en

diversas áreas de la vida del paciente (área de pareja, área paterna, área laboral) de tal modo

que a través del modelamiento, la representación de papeles y los reforzadores verbales los

pacientes puedan emitir conductas adecuadas en sus contextos y conductas alternas al

consumo de alcohol (Leitenberg, 1982).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 42

El manejo de contingencias deviene de los presupuestos teóricos y prácticos de

Skinner que demostraron la relación de control entre las conductas y los estímulos

antecedentes y consecuentes. En este sentido según Gerrig y Zimbardo (1971) el manejo de

contingencias “se refiere a la estrategia general del cambio de conducta a través de la

modificación de sus consecuencias” (p. 521), esto es, el cambio de conductas a través de la

administración contingente de reforzadores o castigo. De allí se derivan diversas apuestas de

intervención que buscan generar cambios en patrones de conducta, técnicas como el

modelamiento en el cual se refuerza la aproximación sucesiva a una conducta deseada, la

economía de fichas donde se desarrolla un sistema de puntos que actúan como reforzadores

que son administrados al emitir ciertas conductas, la extinción que implica el retiro de

reforzadores para eliminar una conducta, y el ensayo conductual que requiere la “puesta en

escena” de un grupo de comportamientos para entrenar habilidades o emular las

consecuencias que las mismas tendrían en la vida real.

La terapia de incentivos funciona como un sistema de economía de fichas en el cual el

paciente recibe bonos o puntos por cada muestra de orina libre de droga, dichos puntos actúan

como representantes de un reforzador específico (actividades al aire libre, deportivas, o bonos

de compra), esta estrategia no solo se utiliza para controlar la conducta en el corto plazo sino

que en ella también se administran incentivos de mayor magnitud para periodos de

abstinencia más largos. Esta intervención ha mostrado tasas significativas de efectividad tanto

en retención, como en tasas de abstinencia (Higgins, 1994 citado en García-Rodriguez et al,

2009), sin embargo, los programas de incentivos representan un reto a nivel monetario por el

costo que implica la consecución y el mantenimiento de los reforzadores, ya sean estos bienes

o servicios (García-Rodríguez et all, 2009).

Los resultados del estudio realizado por los autores mencionados previamente

presentan como un elemento clave la magnitud de los reforzadores en el tratamiento de las

adicciones, en este caso, el concepto de magnitud se refiere al valor monetario del reforzador

y a su influencia en los resultados del tratamiento. Para realizar dicha medición se separó a

los participantes en dos grupos, en el primer grupo el valor de los incentivos era

significativamente menor (50%) que en el segundo grupo, los resultados evidenciaron que

dicha diferencia repercutió en el porcentaje de pacientes que terminaron el tratamiento en un

grupo y otro (53% vs 69%) y también en los índices de abstinencia mantenidos en los seis

meses posteriores a la intervención (García-Rodríguez et all, 2009).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 43

En una línea de intervención similar Sánchez-Hervás, Zacarés, Secades-Villa, García-

Rodríguez, García-Fernández y Santoja (2010), realizaron una investigación basada también

en el Reforzamiento Comunitario (CRA), para el caso de esta intervención los

subcomponentes incluían habilidades para el rechazo de consumo de drogas, cambios en el

estilo de vida, terapia conductual de pareja, tratamiento del abuso de otras drogas y el

abordaje de la psicopatología asociada. Para este estudio se quiso comparar la efectividad de

un tratamiento cognitivo conductual estándar versus la efectividad del Programa de

Reforzamiento Comunitario más terapia de incentivos, y comparar los resultados de un grupo

al que solo se le administró reforzamiento comunitario versus un grupo que tuvo

reforzamiento comunitario más terapia de incentivos.

Los indicadores de éxito incluían la retención (referente a la cantidad de pacientes que

se mantenían adherentes al tratamiento), la abstinencia continuada (referente al porcentaje de

pacientes que se mantenían abstemios de manera prolongada después de finalizado el

tratamiento) y las analíticas negativas (porcentaje de pacientes con resultados de consumo

negativos durante el periodo evaluado). Los datos finales evidenciaron que el grupo al que se

le administró CRA más terapia de incentivos obtuvo mejores indicadores de resultados, el

grupo de CRA más incentivos tuvo un porcentaje de retención más alto (66.7% vs 57.9%),

obtuvo un porcentaje más alto de abstinencia continuada (44.4% vs 21.1%) y mejores

resultados en las analíticas negativas (83.55% vs 78.19) (Sánchez-Hervás et al, 2010).

Además de las intervenciones en contextos controlados y con grupos de sujetos, en la

intervención en adicciones puede darse el tratamiento individual, Almazán Antón, González

Biber y Rocha Díaz (2012), utilizaron dicho método para evaluar e intervenir a una paciente

con un problema de adicción al alcohol, se requirieron cuatro sesiones de evaluación, una

sesión de devolución de análisis funcional y quince sesiones de tratamiento (Almazán Antón

et al, 2012). El primer momento de la evaluación incluyó el análisis funcional que abarcó el

estudio de las variables personales, situacionales y contextuales de la paciente. Según Ferster

(1965) el análisis funcional permite establecer la relación entre la conducta y los factores

ambientales que la controlan, en este sentido, el análisis funcional “describe la relación de la

conducta con el ambiente y especifica los sucesos ambientales predominantes que son

potencialmente manipulables” (Citado en Leitenberg, 1982, p. 244).

Dicho análisis se llevó a cabo por Almazán Antón et al (2012), teniendo en cuenta

que el sujeto de caso (“C”) era una mujer de 58 años quien voluntariamente decidió ponerse

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 44

en un tratamiento psicológico por su consumo de alcohol, la paciente había perdido

recientemente a su esposo y se había enfrentado a problemas de salud importantes lo que

había afectado su calidad de vida y su nivel de actividad. Almazán-Antón et al reseñan en su

investigación algunos factores psicológicos y emocionales que suelen coexistir con los

problemas de adicción, dichos factores incluyen la ansiedad y un bajo estado de ánimo

(Petrakis, González, Rosenkeck y Krystal, 2002 citados en Almazón-Anton et al, 2012). En el

caso de “C”, uno de los factores adyacentes a las conductas de consumo era la depresión

caracterizada, según Beck (2002), por una visión negativista del futuro y de uno mismo y por

pocos niveles de actividad lo que a su vez se traduce en pérdida de reforzadores y un bajo

estado de ánimo (Citado en Almazán Antón et all, 2012).

Del análisis anteriormente mencionado, deviene el diseño de la intervención. La

intervención fue ambulatoria por lo que tuvo que recurrirse al núcleo familiar de la paciente

para lograr mejores resultados, los pilares de la apuesta terapéutica fueron la intervención

sobre el consumo de alcohol y sobre el estado anímico de “C”. Debido al historial médico de

la paciente, se decidió que en este caso la meta debería ser la abstinencia total, se le informó a

“C” acerca de los síntomas del síndrome de abstinencia y se le entrenó para la emisión de

conductas incompatibles con el consumo de alcohol. Lo anterior se realizó con base en una

lista de posibles actividades gratificantes que la paciente construyó y a través del

moldeamiento de la conducta.

Según Myers (2005) el moldeamiento es un método para establecer repertorios de

conducta, “con este método de aproximaciones sucesivas se recompensan las respuestas que

cada vez se acercan más al comportamiento deseado ignorando las demás respuestas” (p.

324). Ahora bien, Almazán Antón et al (2012) también hicieron uso del control de estímulo

para disminuir el consumo de alcohol en la paciente, procurando que la misma no tuviera

contacto con estímulos desencadenantes de la conducta de consumo tales como las

verbalizaciones negativas sobre sí misma. En adición se utilizó el reforzamiento contingente

para la abstinencia a través del control telefónico y el uso de mensajes de texto. Por otra parte

“C” fue instruida en técnicas de respiración para manejar mejor los síntomas de la ansiedad

derivados de la abstinencia, se buscó además alterar la función de los estímulos

discriminativos asociados con el consumo de alcohol a través de la realización de actividades

incompatibles con el consumo y a través de ejercicios graduales de exposición que fueron

realizados dos o tres veces por semana.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 45

El segundo pilar de la intervención fue la mejora del estado anímico, mejora que se

logró a través del aumento general de actividad en la vida de la paciente lo que derivó en un

incremento de estímulos condicionados asociados a emociones positivas. Se realizó una

planificación de actividades y un entrenamiento para llevar a cabo y mantener dichas

actividades. La paciente disminuyó el consumo de alcohol a medida que su proceso

terapéutico fue evolucionando, disminuyó la cantidad de verbalizaciones negativas que emitía

sobre sí misma y su futuro, mejoró su estado de ánimo e incrementó su nivel de actividad.

Ahora bien. otras líneas de intervención se enfocan hacia áreas como el autocontrol y

la impulsividad, la reestructuración conductual y la activación social. Obando-Posada y Peña

(2013) realizan una intervención en tres sujetos adultos hombres quienes reportaron consumo

problemático de alcohol, la premisa desde la que parte su apuesta terapéutica es que las

personas con problemas en el consumo de sustancias psicoactivas tienen dificultades en su

autocontrol. Según los autores el autocontrol se describe como “la elección de una alternativa

a largo plazo pero más valiosa para la persona, sobre otra alternativa de menor valor, pero

que se obtiene a más corto plazo” (Obando-Posada y Peña, 2013, p.14), en el mismo sentido

la impulsividad implicaría la elección de las alternativas más inmediatas, pero menos valiosas

o significativas. El objetivo fundamental de la intervención en autocontrol es que si el sujeto

decide que su elección valiosa es permanecer sobrio, pueda obtener estrategias para mantener

esa decisión en el tiempo.

Rachlin (2000) plantea que las actividades más valiosas son aquellas que se

mantienen como un patrón de conducta en el tiempo y que la interrupción de dicho patrón por

un placer momentáneo debe tener un costo alto, como una alternativa para dicha impulsividad

Rachlin plantea al compromiso cómo “la opción actual que restringe el rango de futuras

elecciones” (Obando Posada y Peña, 2013, p. 15).

Los autores realizaron un estudio cuasiexeperimental, intrasujeto, de series

temporales intraseries con diseño A-B-A-BC, lo anterior indica que la implementación de la

intervención se desarrolló en varias fases. En una primera fase (A) de observación y

descripción se logró establecer la línea de base de la conducta objetivo (consumo de alcohol),

sin implementar todavía ninguna técnica d intervención, en una segunda etapa se implementó

(B) la técnica de reestructuración, posteriormente se retiró el tratamiento de reestructuración

(A), finalmente se implementa nuevamente la técnica de reestructuración acompañada de la

técnica de activación social (AB).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 46

Como instrumentos de evaluación en dicho estudio se utilizaron diversos formatos

como el formato de entrevista conductual inicial, el formato de auto-registro, el formato de

análisis funcional y el formato de compromiso moderado. En la etapa inicial de evaluación se

realizó la entrevista conductual inicial (de forma individual) y se capacitó a los participantes

para hacer uso de los formatos de autoregistro, paralelo a este proceso se realiza el análisis

funcional de la conducta impulsiva, posteriormente se hace la retroalimentación del análisis

con el participante y se diligencia el formato de compromiso moderado. El formato de

compromiso establece el tiempo de abstinencia (en términos de días, meses o años), las

actividades alternativas al consumo y el coste del incumplimiento del compromiso.

Los resultados evidenciaron mejoras en los tres participantes, las cuales se reflejaron

en la disminución de la frecuencia del consumo (en comparación con la línea de base), el

aumento de actividades incompatibles con el consumo (trabajar, hacer ejercicio, seguir rutina

de estudio, etc.) y finalmente también disminuyeron las horas invertidas en el consumo de

alcohol y la cantidad de alcohol (gramos) ingerido.

Algunos resultados hallados como consecuencia de la aplicación de las terapias

cognitivo conductuales, se encuentran en los artículos realizados por Casares-López, M. J.,

González-Menéndez, A. M., Fernádez-García, M. P., & Villagrá, P (2012) y Estela Rojas,

Tania Real, Sarah García-Silberman, María Elena Medina-Mora (2011). quienes encontraron

una reducción significativa en el consumo de psicoactivos, luego de iniciar dichas terapias;

sin embargo, encontraron que a medida que pasaba el tiempo, luego de finalizar los procesos,

aumentaba el riesgo de recaída influenciado principalmente por factores sociales, personales

y del contexto en el cual interactúan. Finalizando dichos artículos, los autores exponen la

necesidad de abordar terapéuticamente aspectos conductuales y psicológicos, que no

pudieron ser abordadas mediante la aplicación de este tipo de terapias

De otra parte, López-Hernández Ardieta (2014) plantea un panorama sobre el estado

actual de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), intervención perteneciente al

grupo de terapias de tercera generación derivada del paradigma del contextualismo funcional

y la teoría de los marcos relacionales, ACT incluye una amplia gama de patrones

conductuales relacionados con la evitación y la inflexibilidad psicológica. Desde la

perspectiva de Aceptación y Compromiso dichos patrones de evitación e inflexibilidad

pueden llegar a configurar un trastorno de evitación experiencial, el cual se desarrolla a través

de una historia de aprendizaje en la cual la conducta ha estado orientada al alejamiento y la

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 47

evitación del malestar, siendo el malestar, según los desarrolladores de ACT, un elemento

inherente a la vida.

Concretamente el trastorno de evitación experiencial se materializa cuando una

persona “no está dispuesta a entrar en contacto con experiencias privadas aversivas y se

comporta deliberadamente para alterar la forma o la frecuencia de dichas experiencias

produciendo una importante limitación en la vida personal” (López-Hernández Ardieta, 2014,

p,100). Dicho patrón evitativo resulta uno de los componentes principales que explicarían la

adicción (Boulanger, Hayes, Pistorello, 2010 citados en López-Hernández Ardieta, 2014)

teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos los sujetos adictos usan las sustancias

psicoactivas para sentirse mejor o para afrontar situaciones difíciles.

Lo anterior se puede explicar como un reforzamiento positivo que facilita el consumo

de los psicoactivos, cuyo efecto es determinado según el significado o historia personal, que

el hecho de consumir tenga para la persona; como por ejemplo relacionar el consumo con la

habilidad de hacer cosas, salir de un problema familiar; como lo muestra la investigación

relacionada con el consumo de sustancias psicoactivas en niños y niñas escolarizados entre 8

y 12 años, realizada por Grigoravicius, M., Bradichansky, L., & Nigro, V. (2012); o con la

pertenencia a un grupo (Luciano, C., Páez-Blarrina, M., & Valdivia-Salas, S. 2010). En este

sentido, el objetivo principal de la intervención en ACT es aumentar la flexibilidad

psicológica ante los eventos privados, y lograr que la elección conductual del individuo no

esté determinada por sus eventos privados (como tristeza, o ideas de consumo) sino por las

situaciones que él mismo considera como valiosas.

La forma que plantea ACT para aumentar la flexibilidad psicológica, consiste en en

romper la reacción literal ineficaz, establecida socialmente en la historia personal del adicto,

entre lo que piensa, lo que siente y lo que hace; dando como resultado una reacción en los

eventos privados más flexible y ajustable a las demandas del contexto, de manera que la

persona no tenga que evitar o escapar de lo que siente o piensa, sino que pueda elegir

apropiadamente las forma de actuar en cada circunstancia (Luciano, C., Páez-Blarrina, M., &

Valdivia-Salas, S. 2010). Específicamente en el tratamiento de las adicciones, el objetivo

central radica en ayudar al adicto, a establecer contacto con la raíz de sus dificultades o del

problema en sí, para que por medio de un tratamiento sistemático dirigido a afrontar las

barreras cognitivas y emocionales, ligadas a dejar de consumir, pueda construir un sentido de

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 48

vida dotado de valores apropiados o funcionales para su contexto (Luciano, C., Páez-Blarrina,

M., & Valdivia-Salas, S. 2010)

López-Hernández Ardieta también reseña en su texto diversas investigaciones que

utilizaron la terapia de Aceptación y Compromiso (Luciano, Gómez, Hernàndez y Cabello,

2001; Heffner, Eifert, Parker, Hernández y Sperry, 2003; Batten y Hayes, 2005; Twohig,

Shoenberger y Hayes, 2003) que han arrojado resultados positivos relacionados con la

abstinencia total o con la reducción de los eventos de consumo, con la disminución en las

cantidades consumidas, con el aumento de las actividades encaminadas a los valores y con la

disminución de conductas evitativas. En el mismo sentido las investigaciones han demostrado

que ACT resulta significativamente más efectivo comparado con otras aproximaciones

terapéuticas como la terapia sustitutiva. En una investigación realizada por Gifford et al

(2004) se evidenció que para sujetos adictos a la nicotina ACT permitió tasas de abstinencia

más altas en el periodo de seguimiento (35% vs 15% después del primer año). Otro estudio

comparativo (Hayes et al, 2004) demostró que en sujetos policonsumidores ACT posibilitó

un mayor grado de abstinencia en el periodo de seguimiento, comparado con el protocolo de

los 12 pasos (42% vs 19%).

Continúa López-Hernández Ardieta (2010), en un línea de investigación similar,

reseñando la efectividad de las terapias de tercera generación en el tratamiento de adicciones,

más específicamente de la terapia de aceptación y compromiso. Esta vez a través de un

estudio de caso de un sujeto varón de 30 años, su ocupación es mecánico, y acude

voluntariamente a un centro de drogodependencia, alegando problemas con el consumo de

alcohol y cocaína, refiriendo consumo continuo desde que tenía 18 años. El sujeto refiere que

su consumo de cocaína se limita a los fines de semana, cuando se encuentra con amigos

después de trabajar “con el fin de despejarse” (López- Hernández Ardieta, 2010, p. 39), pero

indica que se encuentra preocupado porque este patrón le está generando inconvenientes en

su área laboral, de pareja, familiar y de salud y se se ha encontrado consumiendo en otros

espacios (contexto familiar, frente a su hija) dónde antes de abstenía.

Al realizar el análisis funcional se identifica que las condiciones estimulares que

elicitan el consumo son las situaciones asociadas con el malestar (cansancio, tensión laboral,

sensaciones derivadas de inconvenientes familiares), y se evidencia que el consumo como

conducta operante produce un cierto”alivio” de dicho malestar. En el mismo sentido, se

encontró que algunos contextos estaban condicionados hacia las conductas de consumo, de

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 49

tal modo que el sujeto al encontrarse allí experimentaba sensaciones fisiológicas y conductas

encubiertas que anticiparon el consumo de alcohol y cocaína. El sujeto presentaba una

tendencia a dejarse llevar por dichas sensaciones, en lugar de encaminar su conducta hacia las

direcciones que para él son valiosas (López-Hernández Ardieta, 2010).

Como objetivos de intervención se planteó la necesidad de alterar el patrón funcional

de evitación expuesto por el cliente, y la necesidad de que él mismo lograra relacionarse de

forma diferente con sus eventos privados, lo anterior con el fin de producir la abstinencia en

el consumo de alcohol y cocaína. Para el logro de los objetivos anteriormente mencionados se

realizó la clarificación de los valores del sujeto, entendiendo los valores como los horizontes

a través de los cuales la vida del paciente gana significado, también se buscó deliberadamente

exponer al cliente con situaciones de “desesperanza” creativa a través de las cuales se

pretende “la normalización del malestar como una parte consustancial a la vida cotidiana”

(López- Hernández Ardieta, 2010, p.42), teniendo en cuenta que desde la perspectiva de la

Terapia de Aceptación y Compromiso se pretende evitar la patologización del malestar al

considerar que el mismo podría estár conectado con los valores del paciente. Parte de la

intervención también implicó limitar el control que buscaba ejercer el cliente frente a sus

eventos privados, bajo la premisa de que el control estereotipado y las respuestas

estereotipadas (consumir para eliminar el malestar) emitidas frente a ese malestar constituían

el principal problema (López- Hernández Ardieta, 2010).

Los resultados del estudio fueron positivos, ya que a través de controles de orina se

logró determinar que el paciente se mantuvo abstinente a partir de las primeras dos semanas

de tratamiento y en el transcurso de los siguientes 5 meses y medio, por primera vez, en 18

años. Por otra parte se logró flexibilizar la conducta del cliente y aumentar su nivel de

tolerancia al malestar, y él mismo pudo encaminarse hacia sus áreas valiosas mejorando la

relación con su familia, y su estado general de salud.

Ahora bien, desde la perspectiva de Griffiths (1988) citado en Pedreros (2009)

cualquier comportamiento puede resultar adictivo si cumple las siguientes características: el

comportamiento adquiere altos niveles de relevancia en la vida del individuo, se producen

significativas modificación del humor, aumento de la tolerancia frente a la actividad, altos

niveles de conflicto y propensión hacia la recaída.

La relevancia se refiere al nivel de importancia que tiene dicho comportamiento en la

vida de la persona, la modificación del humor se refiere a los cambios subjetivos que

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 50

experimenta el sujeto al tener contacto con la actividad en cuestión (ej. consumir alcohol o

drogas), la tolerancia se refiere al nivel de “resistencia” que desarrolla la persona frente a la

actividad adictiva la cual le demanda invertir más tiempo o utilizar ´cada vez mayores dosis

para obtener los mismos efectos que al principio.

En el mismo sentido el conflicto se refiere al nivel de dificultades que el

comportamiento adictivo genera en la vida del sujeto a nivel personal y social, finalmente la

recaída se refiere a la incapacidad del individuo para poder vivir sin dicho hábito o

comportamiento ocasionando la repetición de los patrones de conducta adictiva.

El autor afirma que la conducta adictiva puede explicarse como una tendencia

impulsiva y dichas conductas tendrán una función instrumental de tal modo que no es raro

que existan casos de individuos poliadictos que al abstenerse de consumir una determinada

sustancia, incrementen el consumo de otras sustancias psicoactivas (Pedreros, 2009).

Pedreros (2009) también comprende la adicción como “un proceso que sigue una progresión

desde una respuesta reforzada hasta un hábito en el que prima una supraselección de

asociaciones estímulo-respuesta que queda fuera del control cognitivo voluntario” (p.16), lo

anterior implica que la adicción se podría configurar en un principio como una conducta

voluntaria a través de la cual el individuo obtiene una satisfacción y gradualmente dicho

comportamiento va aumentando su regularidad y frecuencia hasta convertirse en un patrón

sobre el cual el individuo tiene poco control, dicha pérdida de control sería explicable a

través de los cambios de actividad en ciertas áreas del cerebro que permiten la formación de

hábitos (Pedreros, 2009).

La tesis de Pedreros es que las conductas adictivas no se limitan a un único contexto

sino que en un porcentaje significativo de los casos las persona con problemas de adicción a

las sustancias psicoactivas pueden presentar patrones de conducta adictiva en actividades

como el juego o el uso de internet, en su investigación el autor pretendió probar la utilidad de

un instrumento de medición de conductas adictivas (conductas diferentes al consumo de

sustancias psicoactivas) en adictos a sustancias que se encontraban recibiendo tratamiento

(Pedreros, 2009), los resultados de su estudio mostraron que el 20% de los sujetos

presentaban juego patológico, el 5% uso excesivo de internet y el 4% uso excesivo de

videojuegos.

Como una orientación para el tratamiento de las adicciones en general, Pedreros

sostiene la necesidad de buscar abordajes terapéuticos que atiendan a los patrones globales de

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 51

conducta con el fin de evitar fortalecer posibles patrones adictivos secundarios en los cuales

los pacientes puedan recaer una vez se abstienen de la adicción principal (2009).

En una línea de investigación afín García-Rodríguez, Weidberg, Ho Yoon, García-

Fernández y Secades-Villa (2013) realizaron un estudio con el fin de comparar la ejecución

en una tarea de Delay Discounting (DD) entre un grupo de sujetos dependientes de la cocaína

y un grupo de sujetos controles no dependientes de dicha sustancia, el indicador de DD es

una razón que “analiza hasta qué punto el sujeto prefiere un reforzador inmediato de menor

magnitud frente a otro reforzador demorado de mayor valor o magnitud” (García- Rodríguez

et al, 2013, p.24). La premisa comprensiva de la cual parten García-Rodríguez et al (2013) es

que existe una relación entre la impulsividad y la conducta adictiva, siendo la impulsividad

entendida como a) una predisposición a responder apresuradamente ante los estímulos, b)

como un tendencia a actuar irreflexivamente para la satisfacción de un deseo y como c) una

relativa insensibilidad a las consecuencias negativas de las acciones (Kreek, Nielsen,

Butelman, y LaForge, 2005; Moeller, Barratt, Dougherty, Schmitz, y Swann, 2001 citados en

García-Rodríguez et al, 2013).

En la investigación mencionada se construyó la muestra con 30 sujetos hombres, 15

de ellos eran sujetos no adictos y 15 de ellos eran sujetos adictos a la cocaína. La tarea de DD

consistía en facilitarle ordenadores a los participantes, se les explicaba que la tarea consistía

en un ejercicio de toma de decisiones en el cual debían elegir entre recibir varias cantidades

de dinero en diversos lapsos de tiempo (un día, una semana, un mes, seis meses, un año,

cinco años y veinticinco años), realmente los participantes no recibían el dinero sino que

estaban expuestos a situaciones hipotéticas. Los resultados de la tarea demostraron

diferencias significativas entre los dos grupos, observándose que el grupo de los sujetos

adictos mostraban tasas más altas de pérdida de valor del reforzador en el tiempo, lo anterior

significa que “los sujetos dependientes de la cocaína tienen una mayor tendencia a elegir los

reforzadores inmediatos de menor valor que los demorados de mayor valor cuando sus

resultados son comparados con el grupo control” (García- Rodríguez et al, 201, p.29).

Los autores resaltan la importancia clínica de sus hallazgos, pues se evidencia que

para las personas adictas a la cocaína, tanto los castigos (problemas legales y económicos)

como los reforzadores (mejoras en las relaciones familiares y sociales) ubicados en el largo

plazo tienen poco impacto en la conducta de consumo, por lo que los autores recomiendan

como viables las técnicas de intervención basadas en el manejo de contingencias debido a que

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 52

las mismas aportan reforzadores tangibles e inmediatos que son más efectivos a la hora de

producir modificaciones en la conducta; como lo indica Higgins (1997) y Higgins et al (1994)

citado en García Rodríguez et al 2013 los reforzadores tangibles y ubicados en el corto plazo

“compiten con los efectos reforzantes a corto plazo de la sustancia y modifican la tendencia

de los sujetos dependientes a decantarse por el consumo inmediato de la sustancia en lugar de

por la abstinencia. Estos cambios de contingencias a corto plazo redundarían en mayores

beneficios a medio-largo plazo en el funcionamiento del sujeto” (p.29).

Otra de las investigaciones reseñadas realizada por De la Torre, Escarabajal y Agüero

(2013), indican que factores genéticos y ambientales podrían explicar la transición entre el

consumo moderado de alcohol y la adicción. Se explicita que en estudios con ratas y

humanos (Broadbent, Muccino y Cunningham, 2002, y Pautassi, Camarini, Quadros, Miczek,

e Israel, 2010) se ha podido establecer que existen variaciones genéticas que influyen en la

adicción al alcohol, del mismo modo la perspectiva de los autores sostiene que uno de los

factores ambientales que incide más en la propensión al consumo de alcohol es el estrés.

Los autores clasifican los factores de estrés en dos categorías, la primera son los

factores denominados estresores algógenos, la segunda son los factores no algógenos los

cuales podrían actuar como detonantes para el consumo de alcohol al activar diferentes

circuitos neuronales. Los estresores algógenos se refieren a factore que generan un malestar o

incomodidad física (como el dolor) , los estresores no algógenos se refieren a factores de tipo

social o psicológico (como el aislamiento, la derrota social, etc), el primer grupo produce una

activación de las vías eferentes viscerales y somatosensoriales, mientras que el segundo

grupo produce la activación de los circuitos límbicos que conectan el hipocampo, complejo

amigdalino y corteza prefrontal (De la Torre et al, 2013)

De la Torre et al (2013) indican que “la vulnerabilidad al abuso del alcohol es

principalmente influenciada por el balance entre sus efectos motivacionales” (p.936), lo que

quiere decir que el abuso de esta sustancia puede ser explicado a través de las propiedades

reforzantes y aversivas que él mismo produce, como reforzadores positivos se encuentran los

efectos placenteros que subsigue al consumo y que implican la liberación de dopamina y de

opioides endógenos, en el mismo sentido el alcohol reduce estados displacenteros como la

ansiedad y la disforia, siendo estos los efectos que refuerzan negativamente el consumo o

abuso de dicha sustancia (2013).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 53

Coincide el presente estudio con investigaciones anteriores, en las cuales se utilizan

algunos modelos animales para explicar la propensión por el consumo, tales modelos son el

condicionamiento a lugar y la autoadministración. A través de experimentos realizados con

ratas se hizo evidente que los procedimientos clásicos y operantes mencionados

anteriormente, están mediados por un factor individual que incide y es la sensibilidad a los

efectos aversivos del alcohol, lo que implica que la propensión a la adicción también estaría

determinada por la capacidad de resistencia que un organismo tenga frente a los efectos

fisiológicos del consumo tales como molestias gastrointestinales y efectos sobre el sistema

nervioso.

Otro de los factores que podría incidir en una mayor propensión al consumo de

alcohol es la etapa del ciclo vital, pues los autores refieren que en investigaciones realizadas

con ratas y con humanos los especímenes adolescentes reflejan un mayor consumo de dicha

sustancia. Para finalizar los autores esbozan una comprensión funcional que explicaría el

consumo de etanol y que indica que el consumo de alcohol en condiciones de estrés se da

como una respuesta de afrontamiento a dichos estímulos estresores sean estos internos (dolor,

incomodidad física) o externos (condiciones de rechazo o castigo social).

Ahora bien, resulta pertinente también abordar las comprensiones y apuestas de

intervención orientadas al consumo de tabaco por ser esta una de las drogas más consumidas

en el mundo de acuerdo con datos aportados por la Organización Mundial de la Salud en el

2010 (OMS, citada por Pastor, Vásquez, Corapi y Bernabeu, 2013). Pastor, et al realizaron

un resumen sobre las investigaciones actuales sobre los efectos de la nicotina en el sistema

nervioso, desde la perspectiva de los autores las adicciones son explicadas, en un porcentaje

importante de los casos, a través de factores genéticos y epigenéticos y también a través de la

combinación de lo anterior con factores individuales (como el nivel de tolerancia del

organismo ante la sustancia) y ambientales (como la interacción con contextos que inciden en

el consumo).

Para empezar los autores señalan que el consumo de drogas cambia la morfología y el

funcionamiento del cerebro produciendo que desde la primera oportunidad de consumo las

vías de recompensa del cerebro se vean activadas produciendo placer, y posteriormente con la

repetición de la conducta adictiva, el desequilibrio de las funciones en áreas específicas del

cerebro. Para el caso del tabaco se identifica que su principal componente adictivo es la

nicotina, la cual es responsable de la alta tasa de recaídas que tiene esta sustancia psicoactiva,

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 54

el síndrome de abstinencia del tabaco genera problemas como la irritabilidad, dificultades en

el sueño, náuseas, estados depresivos y ansiedad; en el mismo sentido los excesos en el

consumo de tabaco generan también náuseas y malestar entre otras consecuencias (Pastor,

2013).

Los autores citan dos modelos explicativos para la conducta adictiva, basados en

modelos animales. El primer modelo se denomina autoadministración, el cual se encuentra

basado en los principios de condicionamiento operante de B.F Skinner (1938), la

autoadministración implica que el animal por medio de la emisión de unas conductas

específicas (tales como picar o introducir el hocico en cavidades) recibe una dosis de droga,

lo que se constituye en la vía del condicionamiento operante (p.63). El segundo modelo es el

Condicionamiento de Preferencia al Lugar (CPP) dicho modelo plantea que se puede producir

un condicionamiento clásico frente a los efectos de la droga, esto es, el animal puede

asociar el ambiente en el cual le fueron administradas las drogas con los efectos de la misma,

es decir el animal experimenta los mismos efectos reforzantes o aversivos ante un estímulo

incondicionado como lo era el ambiente de administración (p.63)

Dichos modelos permiten explicar en gran medida las dinámicas de consumo en los

humanos ya que las sustancias psicoactivas consumidas en humanos son autoadministradas y

el contacto con el contexto de administración (por ejemplo, reuniones sociales) puede actuar

como un factor detonante para el consumo de drogas.

Ahora bien, como se mencionó en un principio los autores sostienen que la

vulnerabilidad frente al consumo de drogas puede estar influenciada por factores biológicos

hereditarios, o por factores contextuales (Pastor et al, 2013), según datos aportados por el

Instituto Nacional de Drogas de Abuso en los Estados Unidos, los factores genéticos y

epigenéticos explicarían entre un 40% y un 60% de la vulnerabilidad a las adicciones (NIDA

2008 citado por Pastór, 2013, p.64). Según información aportada por los autores, la etapa del

ciclo vital también podría ser un factor contribuyente a la vulnerabilidad, según estudios

como los realizados por, Adriani et al., 2003; Belluzi, Lee, Oliff & Leslie., 2004; Koob & Le

Moal, 2008; NIDA, 2008 y Pascual et al., 2009, las ratas adolescentes son más propensas a

ser dependientes de la nicotina, bien sea por los mecanismos de autoadministración o por

CPP.

Otro factores influyentes en el consumo de sustancias psicoactivas son los trastornos

mentales (como la depresión, la bipolaridad y la esquizofrenia), al parecer quienes padecen

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 55

enfermedad mental tienen un mayor nivel de predisposición al consumo que el resto de la

población (Koob & Le Moal, 2008; NIDA,2008 citados en Pastor et al, 2013).

En el mismo sentido, es importante señalar que la mayoría de autores consultados

coinciden en que, cuando existe un estado de dependencia avanzado y para lograr mejores

resultados en los tratamientos psicológicos, es muy importante el trabajo interdisciplinar que

aborde los efectos fisiológicos del consumo como el síndrome de abstinencia. El abordaje

interdisciplinar implica un tratamiento farmacológico para el síndrome de abstinencia, el

objetivo principal de dicho tratamiento es “la reducción de los síntomas agudos de manera

segura y facilitar la incorporación a un programa de tratamiento a largo plazo” (Ortíz de

Zárate San Agustín, Alonso Durana, Ubis González y Ruíz de Azúa Velasco, 2011, p.24). El

síndrome de abstinencia se configura por la aparición de una serie de síntomas como

nerviosismo, sudoración, náuseas, vómito, diarreas, calambres, temblores, dilatación pupilar,

espasmos, deseo intenso por la droga, ansiedad, aumento de la sensibilidad al dolor, calor,

taquicardia, etc. (Redolar-Ripoll, 2008).

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 56

0.1 Objetivos

0.1.1 Objetivo General

Identificar las tendencias actuales en la comprensión y el tratamiento de la adicción a

sustancias psicoactivas desde la perspectiva clínica sistémica y clínica

comportamental con el objeto de analizar comparativamente los factores que permiten

el cambio en la conducta adictiva.

0.1.2 Objetivos específicos

Identificar las tendencias en la comprensión de la adicción a sustancias psicoactivas

desde la perspectiva clínica sistémica y clínica comportamental.

Caracterizar las tendencias en el tratamiento de la adicción a sustancias psicoactivas

desde la perspectiva clínica sistémica y clínica comportamental.

Analizar comparativamente los factores que permiten el cambio en la conducta

adictiva.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 57

1. MÉTODO

1.1. Enfoque y Método de Investigación

Este es un trabajo de grado fundamentado en una revisión bibliográfica y es de

carácter exploratorio. Se pretendió tener en cuenta el análisis de algunos artículos científicos

alusivos a las comprensiones y tendencias terapéuticas que desde la Psicología se han

propuesto en el tratamiento de la adicción a sustancias psicoactivas. La mirada se concentra

en dos enfoques propios de la disciplina, siendo estos el de la Psicología clínica sistémica y el

de la Psicología clínica comportamental.

Para la configuración del presente trabajo de grado, se emplearon Resúmenes

Analíticos Especializados (RAE) que permitieron ser insumo para el análisis de la

información recopilada de 28 artículos científicos. Para la construcción de dichos resúmenes

se consultaron diversas bases de datos tales como Dialnet, EbscoHost, Redalyc y Publimed,

utilizando como criterio de búsqueda las palabras adicción, intervención, psicología

comportamental, psicología sistémica, alcoholismo, familia, tratamiento y alcohólicos

anónimos. Adicionalmente, se revisaron otros textos para configurar el marco conceptual de

cada uno de los enfoques y dar solidez al análisis posterior.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 58

2. RESULTADOS

A través del análisis exhaustivo y sistemático realizado en el presente trabajo de

investigación fue posible reconocer las tendencias en materia de comprensión e intervención

para la adicción a sustancias psicoactivas desde los enfoque clínico comportamental y clínico

sistémico, la revisión de los artículos reseñados permitió evidenciar que las tendencias en

materia de comprensión desde la psicología clínica comportamental indican que desde la

comunidad científica la adicción es entendida como un proceso de conducta aprendida, y

mantenida o eliminada a través de las contingencias y consecuencias que de la misma se

derivan. Dicho patrón se explica a través de varios modelos de aprendizaje, pero

principalmente la adicción desde los artículos revisados se explicó a través de los principios

del condicionamiento clásico, el condicionamiento operante y el aprendizaje vicario.

Más específicamente, desde la perspectiva de autores como Sánchez-Hervás, et al

(2010) y García-Rodríguez et al (2009) la adicción es explicada a través de la función de

control que tienen cierto tipo de reforzadores (aquellos menos valiosos, pero más asequibles

en el corto plazo) sobre la conducta y que evidencian que la actividad de consumo ofrece

cierto tipo de “recompensas” que, desde la perspectiva del adicto, tienen un mayor valor que

otro tipo de actividades. Desde otras perspectivas como la de López-Hernández Ardieta,

(2010 y 2014) y la de Almazán Antón et al (2012) la adicción sería una muestra conductual

de inflexibilidad psicológica, la cual se explica como una tendencia al rígido control de los

eventos privados sobre la conducta del individuo, esto es, el sujeto no está dispuesto a

experimentar eventos privados desagradables y genera cambios en su conducta para evitar

experimentar los mismos o busca maneras alternativas para mitigar los mismos.

Finalmente la tercera comprensión de la adicción se remite a las nociones de

autocontrol e impulsividad, desde las posturas y los hallazgos de García-Rodríguez et al

(2013) y Obando-Posada y Peña-Correal (2013), las personas con problemas de adicción

tienen una tendencia a orientar su conducta a reforzadores con una menor magnitud pero que

estén orientados en el corto plazo, desde la perspectiva de Obando-Posada et al, la elección

de la conducta de consumo por sobre otras actividades implica en los individuos una

tendencia comportamental a la inmediatez y una relativa insensibilidad a las consecuencias

negativas en el corto plazo.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 59

En contraste, para el enfoque sistémico las adicciones a sustancias psicoactivas

trascienden de las figuras diagnósticas o propias de las comprensiones en materia de

psicopatología, pues podrían expresar también un malestar en la sociedad y cultura (Yaría,

2008), cuya consecuencia es el flagelo de los sistemas más próximos en los que el sujeto

entrampado en ciclos adictivos se encuentra, así como la interpretación de que los contextos

son cada vez más insatisfactorios o incomprensibles. Esto es, cuando los sistemas de

comunicación y relación representan más frustración que satisfacción para el sujeto, las dosis

de consumo parecen resolverlo todo.

Desde la escuela sistémica de pensamiento, la revisión de los artículos permitió

identificar tendencias de comprensión en torno a la adicción como un conjunto de síntomas

que intentan expresar determinados significados construidos en el lenguaje, comportamientos

y/o estilos de comunicación en diferentes niveles de desarrollo y relación del sujeto en medio

de los sistemas en los cuales se mueve. Sistemas que varían de un nivel micro a un nivel

macro, es decir, en la adicción convergen formas de vinculación del individuo tanto con su

familia como con la cultura circundante. Ahora bien, a diferencia del enfoque conductual,

para la escuela de pensamiento sistémica la adicción no es, entonces, un conjunto de patrones

de comportamiento aprendidos y mantenidos o eliminados por consecuencias o

contingencias, más bien es un conjunto de síntomas que se mantienen o transforman de

acuerdo a los cambios tanto individuales, en términos de creencias, imaginarios, formas de

lectura de la realidad, como los cambios que en la comunicación y en las relaciones se

suceden.

Aunado a ello, para el enfoque sistémico el consumo de sustancias psicoactivas, dado

que se fundamenta en la expresión de un conglomerado de síntomas, se asume también que la

adicción responde a una búsqueda constante de respuestas que no son contenidas por el

mundo de las relaciones interpersonales del sujeto, bien sea en una dimensión afectiva, de

pares y/o familiar. Así, de acuerdo con Nicholls-Vera (2008) los momentos de consumo

tienden a cumplir una función que permite suplir las frustraciones y, aparentemente,

compensar las carencias que surgen en el mundo relacional, cambiante y de comunicación

para el sujeto.

Ahora bien, respecto a las tendencias de intervención se pudo identificar a través de la

revisión que las terapias utilizadas en los últimos años son el de Manejo de Contingencias

junto con el Reforzamiento Comunitario y la Terapia de Incentivos, la terapia de Aceptación

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 60

y Compromiso, la Reestructuración de la Conducta y la Activación Social. En dos de las

investigaciones reseñadas se utilizan los modelos del manejo de Contingencias junto con el

Reforzamiento Comunitario y la Terapia de Incentivos, las anteriores apuestas de

intervención refuerzan sistemáticamente las conductas de abstinencia a través de la

administración contingente de recompensas no monetarias como el acceso a bienes o

servicios, también desde esta perspectiva se trabaja para fortalecer las habilidades de

afrontamiento de los individuos ante las posibilidades de consumo y para fortalecer las

relaciones con el núcleo familiar del sujeto adicto. Los resultados de estas intervenciones

indican que los reforzadores con mayor magnitud tienen un mayor efecto sobre la conducta

en el sentido en que permiten que la conducta de abstinencia se mantenga más en el largo

plazo, también se evidencio que las intervenciones que cuentan con los tres componentes

(manejo de contingencias, terapia de incentivos y reforzamiento comunitario) ofrecen

mejores resultados que aquellas que utilizan sólo uno o dos de los componentes.

Por otra parte las intervenciones centradas en la Terapia de Aceptación y Compromiso

trabajan a través de la exposición a los eventos privados aversivos y la orientación conductual

hacia los valores del cliente, en este caso los objetivos terapéuticos están orientados a

flexibilizar los patrones de comportamiento de los sujetos de tal manera que sus opciones de

acción no estén orientadas a la evitación sino al logro de sus objetivos vitales. Para lograr lo

anterior se utilizan herramientas como las metáforas para ejemplificar la relación entre los

eventos privados aversivos y los valores, ejercicios escriturales que sirven como episodios de

exposición que permiten aumentar la tolerancia, y el distanciamiento de los eventos privados

con el fin de disminuir el poder de las mismos sobre la conducta. La terapia de aceptación y

compromiso muestra cifras de efectividad importantes que implican el mantenimiento de la

abstinencia en periodos posteriores al tratamiento y la disminución del consumo, tanto en

estudios de caso único (Heffner, Eifert, Parker, Hernández y Sperry, 2003; Twohig,

Shoenberger y Hayes, 2007, citados por López-Hernández Ardieta, 2010) como en

investigaciones realizadas con grupos (Gifford et al, 2004 y Hayes et al, 2004 citado por

López-Hernández Ardieta, 2010).

La apuesta de intervención de Obando-Posada et al (2013) implica la reestructuración

de la conducta del consumidor a través de su organización en patrones temporales,

procurando que la escogencia de los comportamientos esté orientado hacia actividades que

ocupen unidades de tiempo más largas y más valiosas, desde esta perspectiva se retoman los

conceptos de Rachlin (2002) quien sugiere que el compromiso y el coste de respuesta son

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 61

elementos clave para poder mantener conductas de abstinencia en el largo plazo. En este

sentido las intervención basada en reestructuración conductual y autocontrol apuntan al

desarrollo en el individuo de otro tipo de actividades diferentes a la actividad de consumo y a

la ponderación de un cierto tipo de actividades por sobre la actividad de consumo, lo anterior

se complementa a través de un proceso de activación social que implica la participación en

actividades de tipo social. Para el caso de este estudio en particular se evidenció la

efectividad de las técnicas pues en la etapa de seguimiento, los tres participantes reportaron

haber disminuido su consumo de alcohol y la frecuencia de su participación en actividades

alternas aumentó (Obando-Posada & Peña, 2013).

Con relación a las tendencias de intervención desde el enfoque sistémico, dirigidas a

atender el fenómeno de la drogadicción, los artículos revisados dan cuenta de la preferencia a

utilizar la terapia familiar como principal proceso psicoterapeutico, teniendo variaciones

según el enfoque dentro de la misma escuela, de acuerdo con Marcos-Sierra y Garrido-

Fernández (2009) ya sean modelos de tipo estructural, estratégico, estructural-estratégico y

sistémico-constructivistas; los cuales se enmarcan dentro de los modelos orientados a la

resolución de problemas, caracterizados por ser prácticos y focalizados y cuyo desarrollo se

ha fortalecido en las últimas cuatro décadas.

En lo referente a los efectos y resultados de estos modelos de intervención, se

encontró que generalmente hay un aumento en el compromiso de los pacientes y sus familias

en lo que concierne a los programas de tratamiento, posibilitando un aumento en la eficacia y

adherencia al proceso y decisión de cambio. Así las cosas, se resalta que la terapia familiar

disminuye las probabilidades de que la reincidencia en el consumo de sustancias psicoactivas

en un período de pos-tratamiento vuelva a repetirse como experiencia del consultante, es

decir, éstas técnicas de tratamiento permiten dar solidez a funcionamientos que promuevan

relaciones y estilos de comunicación coherentes y más saludables al interior de los sistemas

en los cuales el individuo esté inmerso.

Según Stanton & Shadish (1997) citados por Marcos-Sierra & Garrido-Fernández

(2009), los consultantes que siguieron un programa de intervención familiar sistémica

reportaron una significativa disminución en el uso de psicoactivos posterior al término del

tratamiento, a diferencia de aquellos que no recibieron un proceso psicoterapéutico enfocado

en las relaciones, principalmente familiares. De igual modo, al hacer comparación con otros

estilos de intervención familiar, principalmente en materia psicoeducativa, se menciona que a

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 62

partir del enfoque sistémico se logra mejorar la integración social del individuo adicto, en un

período pos-tratamiento, así como la promoción de la mejoría en las relaciones parentales y

conyugales.

No obstante, debe hacerse énfasis en factores diferenciales que evidencian los tipos de

objetivos que persigue cada enfoque en materia de intervención, desde el enfoque

comportamental el éxito puede estar determinado en algunos casos por la sola disminución de

la conducta del consumo mientras que en el enfoque sistémico la recuperación no solo se

evidencia en materia de disminución de conducta sino que se persiguen objetivos de cambio

“interno” a nivel de las cogniciones, las narraciones, creencias o las emociones del individuo

y también a nivel de las dinámicas familiares y relacionales con otros sistemas. Además,

desde el enfoque comportamental se esbozan factores de riesgo o de predisposición, tales

como la etapa del ciclo vital o la exposición a condiciones psicosociales estresantes, desde la

óptica de la psicología clínica sistémica no se encontró explícitamente a través de la revisión

realizada la mención de factores de riesgo o predisponentes, aunque se podría deducir a

partir de la exploración de los trabajos de investigación que desde esta perspectiva clínica

cierto tipo de estructuras familiares y momentos del ciclo vital de la familia y de la persona,

actuarían como un factor predisponente para el consumo de sustancias psicoactivas.

Entonces, más allá de los cambios mencionados que son relevantes para la Psicología

Clínica Sistémica, pueden diferenciarse dos procesos en los que la decisión de recuperación

puede verse alterada o no lograda, siendo estos la recaída y la caída. La caída se asume como

un consumo puntual en el que no se supone una total presencia del comportamiento de

consumo que prevalecía antes de que la decisión de cambio existiera y fuera ejecutada por el

sujeto y sus sistemas circundantes. A diferencia de la recaída, que sí implicaría la vuelta a un

estado anterior del ciclo adictivo (Shiffman, 1989 citado por Flores-Albán, 2010), es decir,

implicaría el reinicio o reintegro de la circularidad adictiva en la que el sujeto y sus sistemas

se encontraban.

Por esto, desde la escuela sistémica, los factores que permiten el cambio no tienen que

ver exclusivamente con la privación total del consumo, dado que si existe la experiencia de la

“caída” las herramientas adquiridas y los cambios en las relaciones podrían verse afectados

pero no disminuidos o eliminados en su integralidad . Es decir, hay diferencias significativas

entre la experiencia que el sujeto vivencia, bien en un consumo crónico o bien en un consumo

puntual que no signifique un abandono total de la decisión de cambio y logros alcanzados.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 63

Esto es de vital importancia para comprender que el cambio es, precisamente, un proceso,

con retrocesos y avances pero no estancamientos en el sistema o sistemas.

Ya en comparación con la perspectiva clínica comportamental, en cuanto a las formas

en las que se entiende el cambio, la recuperación y las posibilidades de que la mejoría y

transformación de los síntomas perduren, para el enfoque sistémico el concepto de red social

(Sluzki, 1998 citado por Flores-Albán, 2010) es fundamental para considerar el terreno del

proceso de cambio, su mantenimiento en el tiempo y sus expresiones en un período de pos-

tratamiento. Esto debido a que la experiencia de la red social despierta para el sujeto la

posibilidad de expresar y construir constantemente su identidad, la posibilidad de ser

reconocido y validado frente a otros, así como el constante intercambio simbólico y vivencial

que allí converge; teniendo en cuenta que el fortalecimiento de la red social para el sujeto

adicto no necesariamente tiene que ver con las relaciones familiares sino con todas aquellas

que para éste sean significativas y valoradas de maneras diversas.

Ahora bien, como factores diferenciales entre el enfoque clínico sistémico y clínico

comportamental, en materia de comprensión e intervención, se evidencia que cada

perspectiva propone niveles de análisis diferentes y herramientas diferentes, se encuentra de

una parte la “preferencia” por la investigación cuantitativa y el análisis estadístico y

numérico, y de otra parte, más propia del enfoque sistémico, la investigación cualitativa y los

análisis descriptivos e interpretativos pero sin mucho correlato estadístico. En las

investigaciones del enfoque comportamental se utilizan cuestionarios, formatos, registros y

autorregistros y se hace uso del análisis funcional y el planteamiento de hipótesis para la

definición de la estrategia de intervención, además en la mayoría de los casos se sustenta la

efectividad del tratamiento a través los datos estadísticos que comparan la situación del o los

individuos previa al tratamiento.

En contraste, se evidencia también que desde las dos perspectivas una coincidencia en

el carácter multicausal de la adicción, y si bien uno prioriza más los factores contingenciales

y otro los factores relacionales, las dos perspectivas reconocen que la adicción no puede ser

explicada a través de una única causa. Igualmente, se evidencia desde las dos perspectivas un

déficit en el reconocimiento de los correlatos fisiológicos de la adicción, en este sentido se

explicita el correlato y se reconoce su influencia pero en la mayoría de las intervenciones

reseñadas no se realiza el trabajo interdisciplinar que implica la intervención médica y

farmacéutica para el tratamiento.

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DEPENDENCIA A SUSTANCIAS EN PERSPECTIVA DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA

SISTÉMICA Y CLÍNICA COMPORTAMENTAL. 64

En complemento de la idea anterior se encontró que las dos perspectivas valoran y

priorizan el contexto, para el caso del enfoque sistémico en la terapia familiar se evidencia

que las personas que hacen parte del núcleo del adicto pueden influir en su mejoría o recaída.

Para el caso de el enfoque comportamental el contexto puede ser un factor clave que detona

el consumo, entendiendo el contexto como familia o amigos, y a su vez puede ser el factor

que le permite al adicto comprometerse, puede ser el valor que le permite modificar su

conducta. También el contexto de relación es clave en materia del nivel de afectación, siendo

generalmente este el que reporta un grado de afectación más significativo.

Para ambas escuelas de pensamiento es relevante, tanto en materia de

conceptualización como en el terreno que le es propio a las intervenciones clínico-

terapéuticas en torno a la adicción a múltiples sustancias, la comprensión de las funciones

que cumplen los contextos y los comportamientos, pautas de comportamiento para el caso

sistémico, en el mantenimiento y/o transformación de una conducta. Para el enfoque

sistémico la atención se centra en las transformaciones y cambios que se viven a nivel

relacional y en materia de narrativas, discursos y formas de construir tanto los problemas

como la propia identidad, no necesariamente en modelos de aprendizaje y/o encadenamiento

entre comportamientos y sus consecuencias.

Ya en lo concerniente a los artículos revisados para la presente investigación, se

encontró que a pesar de las constantes innovaciones en materia de intervención clínica que

desde cada enfoque se abordan e implementan, aún siguen teniendo vigencia y amplia

utilización modelos y técnicas clásicas propias de cada escuela de pensamiento; metodologías

que han sido fundantes tanto para lo sistémico como para lo conductual. Sin embargo, se

resalta que aunque confluyen innovación y empleo de modelos clásicos, no hay una

metodología de evaluación clara o lo suficientemente objetiva, en los artículos reseñados,

como para dar cuenta de los resultados y eficacia que en términos estadísticos, longitudinales

y correlacionales, pudiera tener el trabajo psicoterapéutico en cuanto a adicción a múltiples

sustancias se refiere.

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