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QQuuiinnoo VViillllaa BBrruunneedd EEnneerroo,, 22000066
Depresión o Pérdida del Corazón Quino Villa Bruned
Ámame cuando menos lo merezca,
ya que es cuando más lo necesito.
(Proverbio chino).
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Depresión o Pérdida del Corazón Quino Villa Bruned
1. Introducción. La psicología científica se ha enfrentado a retos importantes durante las últimas dé-
cadas; la psicología clínica, en concreto, con el ánimo de abordar las miserias humanas, y
con el peligro de hacerlo desde el cientifismo más deslumbrante, no ha sido consciente de
que ha ayudado a la persona a huir de sus problemas, a huir de sí misma; y la psiquiatría,
como ciencia precursora, aún más si cabe.
–¿Un trastorno bipolar? ¡No problem!, ¡tómeses Ud. esta pócima –tres píldoras dia-
rias– durante equis semanas, y vuelva por mi consulta! –añade, pausadamente uno de tan-
tos feudatarios del Gran Farma, oculto bajo la bata blanca.
A veces, ese ayudar a huir, y aún desde la tecnología psicológica, ocurre de manera
más solapada.
–Creo que podrás salir de ésta –dice el terapeuta, desde sus firmes creencias, a la
pobre mujer que tiene ante sí, hundida en su desdichada miseria.
Cuando escucho eso de creo que podrás salir de ésta, entiendo que se le está di-
ciendo: “Una depresión es algo malo, tal vez una de las peores experiencias a las que se
tenga que enfrentar una persona de por vida; así que me voy a armar de valor y te voy a
mostrar estrategias que ha diseñado una disciplina científica muy seria y que, si las aplicas
de manera sistemática, en cuestión de unos días, comenzarás a experimentar mejoría; y en
cosa de unas pocas semanas, podrás dejar atrás esas vivencias aciagas.”
La ciencia ha producido, durante las últimas décadas, unos avances que hubieran
sido casi imposibles de imaginar unos años atrás; el genoma humano promete llegar a des-
cifrar el Enula Elis, los cohetes espaciales penetran, atrevidos, en el misterio de las ga-
laxias... y nosotros seguimos aquí ocupados en menesteres paradójicamente ociosos: vien-
do cómo la guerra es una estrategia solapada para acaparar más riqueza, o cómo el tráfico
de seres humanos constituye un negocio boyante para seres sin escrúpulos, o cómo des-
aparecen los bosques ante las ansias depredadoras de grandes multinacionales... o
haciéndonos a la idea, día a día, de esa gran brecha entre el Norte y el Sur, entre el despil-
farro de recursos y la pobreza.
Nuestra composición –hidrógeno y otros elementos estelares– se parece mucho más
a la de las galaxias que nos abarcan y circundan, que a la de este pequeño aerolito a la
deriva; efectivamente, somos unos invitados provisionales, nada más, y puede que nuestra
existencia aquí en la Tierra sea producto de un cúmulo de casualidades: ¿tal vez la célula
primordial llegara hasta aquí sobre los lomos de un cometa, y acaso la atmósfera que ahora
taladramos surgiera de una sacudida tremenda que hizo posible las circunstancias favora-
bles para la vida?
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Nuestro cerebro –afirman los neurobiólogos–, con la acción trepidante de cien mil
millones de neuronas, chispeando sobre un número ingente de conexiones sinápticas,
muestra grandes similitudes con nuestra propia galaxia; incluso hasta el número de estrellas
de que se compone es similar.
Cada vez que un cohete espacial parte de nuestra casa hacia órbitas lejanas, me
recuerda, por un lado, que deseamos tender puentes y volver al lugar del que procedemos,
y por otra, que seguimos huyendo de nosotros mismos... porque dentro de cada ser humano
se encuentra todo un universo en constante expansión, inconmensurables galaxias, super-
novas abandonadas a estallidos extraordinarios, y también extensos océanos totalmente
inexplorados.
Sí es verdad que la psicología científica ha ido penetrando en algunas de esas simas
oscuras, ha ido encontrando porqués, ha ido entretejiendo teorías que explican el origen de
los conflictos emocionales, pero no ha sido consecuente con sus descubrimientos, y ha
ayudado –repito– a que las personas sigan huyendo de dichos conflictos, sigan huyendo de
sí mismas.
Con el nuevo siglo, han ido apareciendo sobre el escenario nuevos marcos, nuevos
paradigmas desde los cuales es posible aproximarse al ser humano de un modo más tras-
cendente –cambio de paradigma–; ahí están la psicología de la felicidad, la psicología del
despertar... las ciencias translógicas y transpersonales. Ahora, de seguir obsesionados por
los porqués, tal vez nos perdamos, pero por primera vez en la historia aprenderemos a des-
cubrir en nosotros nuestra verdadera esencia, nuestra vitalidad esencial; y si ello ocurre, en
lugar de huir, el sufrimiento, el dolor... –y también la felicidad, el amor, la ternura...– los per-
cibiremos como una parte de esa energía con la que hay que familiarizarse; efectivamente,
nos iremos haciendo amigos de nuestras emociones, de nuestros sentimientos. Así lo afir-
ma Melvyn Wartella:1
Toda la bondad que sientes eres tú. Todo el cariño que sientes por los
demás eres tú, el amor que sientes es lo que eres, pero tenemos la sensa-
ción de ser alguien a quien le ocurren todas esas cosas.
No obstante, también es posible que extraigamos de ambos paradigmas aquello que
necesitemos; a determinado nivel, la psicología científica puede congeniar con la psicología
transpersonal, y la psicología clínica puede darse la mano con la psicología del despertar.
¿Psicología del Despertar? Sí. Después de tanto tiempo dormitando un sueño irreal de no-
sotros mismos –el sueño del ego–, necesitamos abrir los ojos a una nueva realidad que está
ahí alimentando nuestro hálito vital, necesitamos despertar. Escuchemos otras palabras del
mismo autor:
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Cuando uno despierta verdaderamente del sueño del ego, se da cuen-
ta de que la mente ha construido un universo de ideas, creencias, relacio-
nes, objetos y conceptos sobre todas las cosas, sin darse cuenta jamás de
la falsedad de este proceso... Sólo existe esta Mente Creativa anónima,
que es la Vida, fluyendo de un instante a otro en continuo cambio.
2. El origen de los conflictos emocionales. Ese es el epígrafe de uno de los capítulos de una obra estelar de John Welwood.2
Entre otras cosas, se atreve a afirmar, y a propósito de cómo familiarizarse uno con sus
emociones:
Supongamos que me despierto triste y que, en lugar de sentir la triste-
za y dejar que me ponga en contacto con algo que está ocurriendo en mi
vida, sólo presto atención a lo que amenaza mi sensación de identidad.
.../... Cuando un sentimiento amenaza la imagen que tenemos de nosotros
mismos queremos alejarnos naturalmente de él. Sin embargo, cuando cali-
ficamos negativamente la tristeza y la rechazamos, acabamos estancándo-
la y perdiendo así el contacto con nuestra vitalidad esencial.3
El ciclo depresivo podría comenzar así: yo no me doy permisos para conectar con mi
tristeza; y a medida que ello ocurre, me voy volviendo más triste, voy viendo el mundo que
me rodea con unas gafas cada vez más negras, voy perfilando el futuro con unas expectati-
vas más negativas4... voy hundiéndome, día a día, en la huída desesperada de mí mismo.
1 WARTELLA, Melvyn (2005). Ego, evolución e iluminación. Barcelona. Sirio. 2 WELWOOD, John (2002). Psicología del despertar. Budismo, psicoterapia y transformación personal. Barce-lona. Kairós. 3 Opus cit. (p. 247). 4 Es lo que se denomina tríada cognitiva (Beck).
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3. La pérdida del corazón. Continuamos de la mano de John Welwood. Así define él la depresión: como una
pérdida del corazón, como una pérdida de la apertura. Y ahora debemos recordar que nues-
tra vitalidad esencial clama apertura, autenticidad en definitiva; somos así, y cualquier más-
cara que levantemos en derredor nuestro, será eso, una máscara, una muralla que no deja-
rá fluir –tanto hacia dentro como hacia fuera– esa energía que nos mantiene vivos; más
incluso, una energía en la que nos hallamos misteriosamente atrapados, y de la que inexo-
rablemente formamos parte.
Voy a describir los pasos que señala Welwood, aclarando esa pérdida del corazón:
1. Nuestro corazón late en la vitalidad esencial, en la bondad.
2. Cuando intentamos reprimir esa energía –cada vez que no asumimos la tristeza, el
resentimiento, el dolor, la pena... como una parte de esa energía–, estamos amordazando el
corazón. Las personas deprimidas han construido murallas –falsas murallas, pero que ahí
están haciendo su función– a fin de retener esa energía reprimida; entrarán en los halos
globulares de esos esquemas negativos una vez y otra, y acabarán creyendo que ellos son
malos, que el mundo también es malo, y que le futuro se promete peor.
3. Es posible que el desencadenante sea una desilusión con una persona especial por
la que se había apostado todo, o la pérdida de una persona querida... o tal vez un nubarrón
que ha oscurecido el cielo sin más y que posiblemente tenga su origen en la infancia.
¡Quién sabe!
4. El bucle maléfico se construye a partir de dos ejes:
Entender que el sufrimiento, en lugar de una forma de energía, es un castigo personal:
“¡No se me está nada mal, porque en el fondo merecía esto!”
Tamizado todo ello, en negativo, por una falta total de control: “¡Soy un desgraciado, qué
le vamos a hacer!”
Ese bucle –dicho sea de paso– retroalimenta la imagen negativa que he construido
artificialmente de mí mismo; pero es que yo no veo otra. ¿Y qué hay de la energía esencial
de la que estoy hecho? Los muros levantados en torno a ella no me permiten verla; así que,
para sentirme seguro, únicamente puedo confirmar la imagen de mí mismo que estoy vien-
do y sintiendo; no importa que sea negativa. Estoy, cara a cara, frente a mi depresión... fren-
te a mi pérdida del corazón.
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El ingenioso Welwood vuelve de nuevo, descendiendo al fondo de nuestros océanos.
¿Cómo construimos la seguridad los seres humanos? A partir de lo que denomina tres marcas de la existencia, y que son:
La impermanencia. Aunque queramos convencernos de lo contrario, nada permane-
ce igual.
Nuestros cuerpos y el mundo físico están en un continuo proceso de
transformación, mientras que, en el plano interno, nuestros estados menta-
les y emocionales nacen y mueren instante tras instante.5
La ausencia de identidad del yo. Tiene que ver con la primera marca: si todo es
provisional, si todo cambia a un ritmo acelerado, ¿quién soy yo? ¿El que era ayer, el que
fue niño un día... el de hace un rato y que parece haberse esfumado ya? Y ante ello, ¿cómo
me sitúo yo? Sin identidad no me puedo sentir seguro, así que antes que asumir mi insegu-
ridad, me fabrico una seguridad de cartón-piedra; no importa que me haga sufrir, el caso es
que me devuelva una imagen fantasma de mí mismo; no importa que dicha imagen sea ne-
gativa, el caso es que me reconozca mínimamente en ella. Aunque también cabría que me
planteara la posibilidad de que mi yo no es sólo mío, que mi yo tiene también algo de ti... y
la energía esencial que me hace ser, posiblemente no sea sólo mía sino compartida; pero
éste es otro cantar.
El sufrimiento que se halla indisolublemente unido a la vida humana. También nues-
tra actitud ante él nos llevará por territorios diferentes: si me aproximo a él y lo reconozco
como una forma de energía, el resultado será uno; si intento huir de él, el resultado será otro
diferente.
Y Welwood concluye diciendo que esas tres marcas de la existencia apuntan hacia
la vacuidad, término budista que hace referencia a la naturaleza inapresable de la realidad.
No existe nada a lo que podamos aferrarnos que nos propor-
cione significado, satisfacción o seguridad duraderos. Nada es lo que es-
perábamos o creíamos que era. Nos casamos con la persona de nuestros
sueños y acabamos dándonos cuenta de que ese matrimonio no nos pro-
porciona la felicidad imaginada; gastamos una fortuna en un nuevo auto-
5 Opus cit. Welwood (2002). (pp. 233).
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móvil y pocas semanas después descubrimos que, después de todo, no
era gran cosa; alcanzamos algo que deseábamos y acabamos descu-
briendo que no nos proporciona la plenitud que imaginábamos. En última
instancia, no sabemos lo que estamos haciendo aquí, ignoramos lo que
realmente queremos y desconocemos el sentido de nuestra vida. Todas
estas experiencias ponen de manifiesto la verdad de la vacuidad, el hecho
de que no hay nada realmente estable fuera del flujo de la realidad, nada a
lo que podamos, en suma, aferrarnos.6
Finalmente, describe a la persona deprimida, y lo hace así:
El deprimido... no deja de culparse a sí mismo por cómo son
las cosas y por el sufrimiento que experimenta cuando descubre que la vi-
da se le escapa de las manos.
La depresión comienza en el momento en que nos sentimos culpables
por no poder mantener a raya el sufrimiento, de sentirnos vulnerables o
tristes, de no poder descansar en los laureles, de que el trabajo, las rela-
ciones o cualquier otra situación mundana no nos proporcione la plenitud.
Si nos diéramos permiso para adentrarnos más profundamente en cual-
quiera de esas experiencias podríamos despertar al fundamento abierto de
nuestra naturaleza esencial, la única fuente verdadera de felicidad y de
alegría. Pero la depresión se empeña en moverse por derroteros diferen-
tes, culpándonos y recriminándonos por no poder controlar la realidad, con
lo cual dejamos de sentirnos agradecidos por la vida tal cual es y perde-
mos toda capacidad de respuesta.
Así que, en conclusión, la persona deprimida debería conectar con su corazón, con
cada uno de los sentimientos negativos que allí se fueron acomodando, sacándolos a la luz,
ablandándolos, familiarizándose con ellos, ya que si surgieron fue por algún motivo. Y si por
un casual logra conectar con ellos, acabará descubriendo que no son sino una forma de
energía esencial; es probable que en cuanto reconozca en ellos su propia oleada de ener-
gía, y se haga una con ellos, el sufrimiento ya no encontrará la manera de hacer sufrir a
nadie. Tendrá lugar la toma de contacto con la propia vacuidad... con la propia esencia.
6 Opus cit. Welwood (2002). (pp. 234-235).
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Cuando un sentimiento amenaza
la imagen que tenemos de nosotros mismos
queremos alejarnos naturalmente de él.
Sin embargo, cuando calificamos negativamente la tristeza
y la rechazamos,
acabamos estancándola
y perdiendo así el contacto
con nuestra vitalidad esencial. (John Welwood)
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AAnneexxoo UUnnaa aapprrooxxiimmaacciióónn aall mmaarrccoo cciieennttííffiiccoo ddee llaa ddeepprreessiióónn
1.Introducción.
La depresión suele convivir con otros problemas (adicciones, ansiedad...).
Afecta a un 12-15 % de la población adulta, y a un nivel como para necesitar ayuda
terapéutica.
La depresión es la causa del 75% de las hospitalizaciones psiquiátricas
El trastorno se origina cuando la persona se siente incapaz de resolver, de un modo
adecuado, un problema.
Los principales síntomas se agrupan en torno al episodio depresivo mayor:
Estado de ánimo depresivo (la persona se siente triste, vacía, llora...).
Disminuye su interés por el placer y por las actividades agradables.
Tienen lugar alteraciones de peso y apetito.
Aparece insomnio o hipersomnia.
También agitación o enlentecimiento psicomotor.
Fatiga o pérdida de energía.
Excesivos sentimientos de inutilidad o culpa.
Incapacidad de concentración, para tomar decisiones...
Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida...
Y esos síntomas están presentes al menos en número de cinco, provocan malestar
significativo, y no son debidos a enfermedad médica, ingestión de drogas o presencia de
duelo.
Al nivel de las tres vías de respuesta, el trastorno depresivo se manifiesta así: Nº Vía de Respuesta Manifestación
1 Comportamental Reducción general de la actividad, de la respuesta.
2 Cognitiva Disminución de la capacidad de procesamiento racional y lógico. Percepción negativa de sí mismo, del entorno y del futuro.
3 Emocional Sentimientos de inutilidad, desesperanza, miedo, ira... Alteración del sueño, de la alimentación, de la actividad sexual... Reducción general de la reactividad fisiológica normal.
Esto es, el trastorno depresivo afecta a la persona íntegra, y de una manera decisi-
va.
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2. La tríada cognitiva de Beck.
La tríada cognitiva se basa en esquemas elaborados en épocas pasadas, a veces a
partir de determinadas experiencias de la infancia más o menos traumáticas o, al menos,
dolorosas.
Beck explicó que las personas deprimidas, o con tendencia depresiva, se afierran a
un esquema triangular caracterizado por:
Una visión negativa de sí mismas.
Una visión negativa del mundo en el que se hallan inmersas.
Y también una visión negativa del futuro.
Existen diversos enfoques, si bien todos ellos resultan compatibles con el de Beck, y
apuntando hacia la terapia cognitivo-conductual.
3.Evaluación de la depresión.
Contenidos que deben contemplarse en la evaluación:
☯ Nivel de actividad actual de la persona:
A través de información en la entrevista, y a través de autorregistros, a fin de hallar la
relación cuantitativa y cualitativa entre movilización de energía e inactividad. Pueden ayudar
los listados de actividades agradables, como el de Lewinsohn.
☯ La actividad con relación al medio ambiente. Resulta importante:
Su funcionalidad: que la persona entienda que dicha actividad sirve para algo; un buen fin
puede ser el disfrutar, sin más.
Y que sea percibida como agradable, asegurando así el reforzamiento.
Al buscar estímulos reforzadores útiles que puedan movilizar el comportamiento,
resultan útiles los inventarios (como el de Lewinsohn). Se trata de restaurar en la vida de la
persona acciones que en su día resultaron reforzadoras.
☯ Habilidades de la persona: habilidades sociales, habilidades para obtener refuerzos...
evaluando más las competencias que los déficit.
☯ Estrategias de afrontamiento de la persona en relación con el problema, para manejar-
se con el mismo... Aquí intervienen los esquemas cognitivos, los pensamientos automáticos
e irracionales, las cogniciones depresogénicas, las estrategias de resolución de proble-
mas... Pueden ayudar diversos instrumentos diagnósticos.
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4.Estrategias de intervención y tratamiento.
4.1.Programas conductuales. ☯ Para mejorar las habilidades del paciente: entrenamiento en habilidades sociales.
☯ Para posibilitar que la persona se encuentre con más estímulos positivos y reforzadores:
-enriqueciendo el medio ambiente presente.
-permitiéndole el acceso hacia otros ambientes nuevos.
Se puede proponer la realización de un autoregistro sobre las actividades agradables
realizadas durante el día; o también preparar un programa. La programación de actividades
agradables se puede hacer con la ayuda del inventario de Levinsohn.
Pero ¿por qué programar actividades agradables? Por estas razones:
Porque a las personas depresivas les resulta difícil realizar tareas que antes de estar así
realizaban sin esfuerzo.
Porque –se sabe– tienden a evitar tareas complejas, o a abandonar a la mínima dificultad,
mediatizados por expectativas negativas o por atribuciones inadecuadas con respecto a
acciones realizadas anteriormente.
La programación quiere contrarrestar esa baja motivación, al menos a nivel de expe-
rimento (así es como debe proponerlo el terapeuta). He ahí un modelo de programación de
actividades para un día; está en blanco; se señalan las horas; en las celdas pequeñas se
debe anotar tanto el nivel de dominio de la actividad como el nivel de agrado (sentimientos
de placer, diversión, alegría...). El mismo modelo se puede usar como autoregistro de activi-
dades agradables.
Programación de Actividades Agradables. Fecha:
Hora Actividad Nivel de Dominio Previsto (0-10)
Nivel de Agrado Previsto (0-10))
Ideas Negativas presentes (si procede)
7-9 9-10
10-11 11-12 12-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-10
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Pueden ayudar mensajes del tipo:
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–No es tan grave que no se pueda llevar a cabo todo lo programado.
–En caso de que alguna de las actividades programadas no concluya en éxito, es positivo el
haberlo intentado.
–Es al final del día cuando se deben programar las actividades del día siguiente.
Autoregistro de Actividades Agradables Realizadas. Fecha:
Hora Actividad Nivel de DominioConseguido
Nivel de Agrado Conseguido
Ideas Negativas presentes (si procede)
7-9 9-10
10-11 11-12 12-1 1-2 2-3 3-4 4-5 5-6 6-7 7-8 8-10
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Tanto a través del autoregistro como de la programación de actividades agradables
se intentará cuestionar la ideación recurrente de que no es capaz de hacer nada agradable,
que la vida es un asco...
Así mismo, el paciente va cayendo en cuenta de la satisfacción que cada una de
dichas actividades le proporciona.
En caso de anticipar dificultades, se puede trabajar con la técnica denominada prác-tica cognitiva:
se pide al paciente que imagine sucesivamente los distintos pasos de que se compone la
realización de una tarea.
incluso puede identificar posible obstáculos, anticipando estrategias adecuadas.
4.2.Terapia cognitiva. Atiende, fundamentalmente, a los esquemas cognitivos. La más conocida es la de
Beck.
☯ ¿Por qué terapia cognitiva?
Porque las personas depresivas piensan de modo idiosincrático: introduciendo grandes
sesgos, en su manera de verse a sí mismos, el mundo y el futuro.
Porque interpretan los acontecimientos también de un modo sesgado, a fin de confirmar
su estado depresivo.
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☯ ¿Cómo detectar los pensamientos automáticos?
Pidiendo que los verbalice.
Registrándolos al final del día (dedicando unos 15 minutos a ello).
Acompañar al paciente a situaciones especialmente perturbadoras, y pedir que verbalice
dichos pensamientos.
Extraerlos de algún inventario cumplimentado.
Con la ayuda de listados ya elaborados, como los pensamientos irracionales de Ellis.
☯ ¿Cómo debatir pensamientos automáticos inadecuados?
A través de técnicas de reatribución: Es posible que una persona se culpe a sí misma por
algo; se puede analizar la situación, y ver si todo estaba bajo su control.
A través de la búsqueda de soluciones alternativas: Las personas depresivas –se sabe–
tienden a rechazar algunas alternativas, o incluso dejan de buscar otras nuevas, a fin de
confirmar la irresolubilidad el problema.
5. Errores cognitivos más frecuentes. Nº Error Cognitivo Actuación de la persona depresiva
1 Sobregeneralización Se puede generalizar si otro caso es similar. La persona depresiva generaliza sin atender a criterios.
2 Abstracción selectiva Se mide en función de los errores y los fracasos. Atiende a los fracasos, y obvia los éxitos.
3 Responsabilidad excesiva Se siente responsable de todos los fracasos.
4 Asume la causalidad tempo-ral.
Se dice que si en el pasado así, así continuará siempre. No analiza los factores del pasado que dieron lugar a...
5 Auto-referencias Se siente el centro de atención de las conductas negativas. Se siente causante de todas las desgracias.
6 Catastrofismo Piensa siempre lo peor, y cree que es lo que tiene más probabilidades de ocurrir.
7 Pensamiento dicotómico Las cosas son blancas o negras (extremos). Seguidamente creerá que lo negro va con él.
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El deprimido... no deja de culparse a sí mismo por cómo son las cosas
y por el sufrimiento que experimenta
cuando descubre que la vida se le escapa de las manos.
La depresión comienza en el momento en que nos sentimos culpables
por no poder mantener a raya el sufrimiento, de sentirnos vulnerables o tristes,
de no poder descansar en los laureles,
de que el trabajo, las relaciones o cualquier otra situación mundana
no nos proporcione la plenitud.
Si nos diéramos permiso para adentrarnos más profundamente
en cualquiera de esas experiencias
podríamos despertar al fundamento abierto de nuestra naturaleza esencial,
la única fuente verdadera de felicidad y de alegría.
Pero la depresión se empeña en moverse por derroteros diferentes,
culpándonos y recriminándonos por no poder controlar la realidad,
con lo cual dejamos de sentirnos agradecidos por la vida tal cual es
y perdemos toda capacidad de respuesta. (John Welwood)
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