Derecho a la no-autoincriminación en el proceso penal

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    La Corte Suprema de Justicia de la Nacin y la extraccin de sangre a

    vctimas de delitos sin su consentimiento.Por Gabriel Ignacio Anitua

    La Corte Suprema de Justicia de la Nacin ha vuelto a expedirse, recientemente, sobre la cuestin de las extracciones desangre en los casos en que intenta descubrirse la verdad sobre un delito y ponerle fin, an contra la voluntad de la supuestavctima.

    Me refiero a los precedentes Gualtieri Rugnone de Prieto, Emma Elidia y otros s/ sustraccin de menores de 10aos, causa G. 1015. XXXVIII, sentencia del 11 de agosto de 2009 (en adelante Prieto 1) y Gualtieri Rugnone de Prieto,Emma Elidia y otros s/ sustraccin de menores de 10 aos, causa G. 291. XLIII, sentencia del mismo da (en adelantePrieto 2).

    Tales pronunciamientos nos retrotraen a otros fallos y precedentes sobre el punto, y del mismo tribunal, quesostienen interpretaciones divergentes. Asimismo, fijan estndares para proceder en casos similares que, adems, hanincidido en la posterior regulacin legal de la cuestin.

    An cuando el tema en s mismo reviste crucial importancia y una actualidad que excede el de los comentarios jurdicos (porla importancia dada ante la opinin pblica por una empresa de medios cuya propietaria aparece vinculada a un caso

    similar), me parece que excede la puntual cuestin probatoria.No es el supuesto de la extraccin de sangre el nico caso en que se someten los derechos y la voluntad de la vctima a losfines del derecho y del proceso penal. En verdad, todas las vctimas y testigos ceden razonablemente sus derechos por laintervencin de la potestad punitiva y por la bsqueda de la verdad en el proceso penal. Es claro que queda cercenada lalibertad ambulatoria de aquel a quien se lo intima a acercarse a menudo varias veces- para declarar como testigo en unacausa, pudiendo ser llevado incluso por la fuerza pblica. Lo mismo puede decirse de su mbito de intimidad, que quedacercenado al ser sometido, por regla general, a los fines especficos de la publicidad del juicio. Y tambin cede la libertad deexpresin, pues se conmina al testigo a declarar la verdad incluso con amenaza penal si es que no lo hace, cuando quiz suvoluntad libre lo llevara a decir cualquier otra cosa. Todo ello resulta no slo razonable sino tambin imprescindible para larealizacin de la justicia material sobre un hecho pasado. Mucho ms importante resulta frente a un grave hecho delictivoque est ocurriendo y que las autoridades tienen obligacin de poner fin.

    Los antecedentes:

    Ni la persecucin penal ni los derechos individuales que puedan ser opuestos frente a los rganos del Estadoencargados de realizarla son absolutos e ilimitados. Evidentemente, al que puede ser perjudicado por esa investigacin elordenamiento jurdico le concede ciertos lmites, llamados garantas, que los testigos, en cambio, no tienen. Pero incluso eneste ltimo caso debera hacerse siempre un anlisis sobre la necesidad de la medida restrictiva de derechos para con el finde descubrir o impedir un delito, puesto que una intromisin innecesaria o excesiva, no es nunca legtima.

    Como haba sealado, la ponderacin sobre esa necesariedad y razonabilidad en situaciones como la del fallo que secomenta aqu ya haba sido efectuada por la Corte Suprema en casos anteriores, en los que adems se haba hecho unjuicio de proporcionalidad en el que se dejaba en claro que en una prueba de extraccin de sangre no queda vulnerado elderecho a la vida o a la salud de quien a ella ser sometido, as como tampoco su integridad corporal.

    En casos en que estaba en juego la identidad de un individuo todava menor (Fallos 318:2518, H., G. S.; y 319:3370,Guarino) dijo la Corte Supema que La realizacin de la prueba de histocompatibilidad no afecta derechos fundamentales

    como la vida, la salud, o la integridad corporal, porque la extraccin de unos pocos centmetros cbicos de sangre, si serealiza por medios ordinarios adoptados por la ciencia mdica, ocasiona una perturbacin nfima en comparacin con losintereses superiores de resguardo de la libertad de los dems, la defensa de la sociedad y la persecucin del crimen.Incluso sealaba all la Corte que tampoco haba agravio en lo que hace al derecho a disponer del propio cuerpo puesto queLa extraccin de sangre a un menor, dispuesta en una causa criminal, a fin de realizar un estudio mdico inmunogenticode histocompatibilidad, no constituye una prctica humillante o degradante y se encuentra justificada por los artculos 178,207 y 322 del Cdigo de Procedimientos en Materia Penal (Idem).

    Tan claras afirmaciones fueron modificadas por la Corte Suprema el 30 de septiembre de 2003, en la causa Evelin KarinaVzquez Ferr (Fallos 326:3758)[1]. La mayora de la Corte, con poco acierto tanto desde los puntos de partida pues nose consider la desaparicin forzada que sigue sufriendo la supuesta vctima- como en el concreto anlisis de necesidad,razonabilidad y proporcionalidad de la prueba, la revoc. Los ministros Belluscio y Lpez entendieron que es vlida lanegativa de la persona mayor de edad a prestarse a que su cuerpo sea utilizado para extraer elementos de prueba queposibiliten la condena de aquellos a quienes la ley procesal autoriza a proteger mediante la negativa a declarar. En igual

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    sentido, los ministros Petracchi y Molin O'Connor (y tambin Fayt aunque con algn agregado no sustancial) consideraronque si bien la extraccin de sangre representara slo una afectacin nfima de la integridad corporal, tiene, sin embargo, uncarcter degradante relacionado con la compulsin hacia quien podra negarse a declarar como testigo contra aquellos aquienes su conciencia autorizaba a proteger. De esa forma, dicen, se est produciendo una invasin en el mbito ntimo delos lazos afectivos de la recurrente. Para el ministro Boggiano las reglas aplicables a las declaraciones testificales noresultaban trasladables a la extraccin de sangre. Pero como tambin crey que la medida de prueba impugnada no eraindispensable para averiguar la verdad de lo ocurrido, seal que el inters pblico no se vea afectado por la negativa de larecurrente a practicarla y que por tanto deba prevalecer. Vzquez reconoci que los precedentes de la Corte sealaban locontrario de lo que decida la mayora, pero justific el cambio de criterio en la condicin de mayor de edad que permitainvocar por s misma la vulneracin de su intimidad, integridad fsica y dignidad como persona, as como tambin en lamencionada normativa procesal utilizada por los otros votos y que est destinada a preservar la cohesin familiar y evitaral testigo la disyuntiva entre suministrar al Estado los medios para castigar a aquellos con quienes tiene lazos afectivos, ode mentir-. Hubo un voto disidente, el del ministro Maqueda, quien relacion la situacin de la vctima en esa ocasin con ladel acusado en otras causas, y luego distingui la naturaleza eminentemente comunicativa o testifical de las declaracionesverbales de acusados o testigos respecto de las pruebas de carcter material que hipotticamente puedan obtenerse de suscuerpos, en tanto no se vean afectados los derechos a la intimidad y a la salud. Luego justific la necesidad de practicar laprueba en este caso.

    A partir de esa decisin no hubo otra interpretacin de la Corte Suprema sobre el punto. Existi alguna causa en la que lanueva integracin del tribunal podra haber dicho algo (en Feretton, Carlos Hugo y otros del 5/7/2005) pero, en verdad,son los casos que comentar los primeros en los que se ha expresado y por ello vale la pena detenerse en lo que ha dichoen ellos.

    Los fallos Prieto:

    La causa en la que se plantea la cuestin comienza con la denuncia que hicieron en 1982 las Abuelas de Plaza deMayo sobre la presunta desaparicin de 95 nios que se trataran de los hijos de personas secuestradas durante la ltimadictadura militar. Entre esos casos se encontraban los de dos nios que fueron inscriptos en los registros pblicos por elmatrimonio Prieto-Gualtieri como si fueran sus hijos biolgicos, con los nombres de Guillermo Gabriel, en 1976, y EmilianoMatas, en 1978. Se investiga y sospecha que fueron entregados por oficiales de la Armada. Desde un primer momento, yen reiteradas oportunidades, la jueza federal Mara Servini de Cubra dispuso someter a Guillermo y a Emiliano a unaextraccin de sangre y, adems, luego, orden el allanamiento del domicilio y secuestro de ropas, cepillos de dientes y otroselementos pertenecientes a Guillermo, de los cuales se pudiera extraer el material gentico necesario para hacer un estudiode ADN. La Cmara Federal, en 1996, haba convalidado el uso de esos elementos para realizar los estudios genticos. Enesa misma fecha, siendo ambos menores de 21 aos, la Corte justific el examen de sangre, como ya se ha dicho msarriba, teniendo tambin en cuenta la necesidad de tutelar a los menores. Los jvenes, y el matrimonio Prieto, lograron

    evitar el cumplimiento de esa sentencia y, por el mero hecho de haber alcanzado la mayora de edad pareca que podatener alguna incidencia el criterio del fallo de 2003. De este modo, el caso vuelve a plantearse ante la Corte Suprema,aunque frente a dos supuestos: tanto la razonabilidad de la extraccin de sangre, que vuelve as a ser discutida, como laposibilidad de obtener material gentico por otros medios.

    Esto ltimo es lo que se resuelve en la causa G. 291. XLIII, Prieto 2, donde la Corte convalid la investigacin de laidentidad de la presunta vctima de un delito a travs del anlisis de objetos de uso personal que haban sido secuestradosen un allanamiento.

    La cuestin ya haba sido resuelta en sentido positivo por las instancias inferiores en esta y en otras causas, viniendo aresolver de esta forma las trabas impuestas por la interpretacin de Vzquez Ferr[2].

    En este fallo el dictamen del Procurador Esteban Righi fue contundente, al sealar que no se comprende sobre qu basespredica que la diligencia ordenada no encontrara sustento legal y colisionara con el artculo 19 de la Constitucin (). Enefecto, ninguna disposicin constitucional o infraconstitucional se contrapone a la posibilidad de que, si se cumple con todoslos requisitos legales necesarios, se ingrese a un mbito en principio privado para obtener ciertos objetos y que luego stossean peritados, cotejndolos, p. ej., con una muestra indubitable. Por el contrario, la propia Constitucin admite que la leyautorice en ciertos casos la intromisin de los rganos estatales encargados de la persecucin penal en la libertad, laintimidad, la vida privada y dems derechos de las personas, incluso las no imputadas, cuando se debe salvaguardar elinters de la sociedad en la investigacin y castigo de los delitos.

    Como forma de dar cuenta de la solucin al caso posible en esta medida, seala Righi que tampoco puede perderse devista que la juez no slo estaba facultada a ordenar la medida cuestionada, en virtud de las razones antes expuestas, sinoque incluso estaba obligada a hacerlo. Es que, existiendo en la actualidad mtodos alternativos a la extraccin compulsivade sangre para obtener la muestra de material gentico, la juez deba preferir la alternativa menos invasiva a la vez quedependiente de una medida de coercin menos intensiva, como lo son el allanamiento y el secuestro ordenados de aquellosobjetos personales (cepillo de dientes, peine, etc.) que el apelante pretende que no sean peritados.

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    Lo que dijo la Corte Suprema, entonces, por unanimidad aunque en votos diferentes, es una forma de dar por finiquitada lacuestin. Y parece importante lo que dijeron los ministros que no autorizaron las extracciones de sangre en Vsquez Ferr.

    El juez Fayt no se expidi en el caso, pero el juez Petracchi expres que el derecho a preservar la propia identidad y a queella no sea cuestionada en contra de la propia decisin carece del alcance absoluto que pretende asignarle el apelante. Enparticular, y en lo que aqu interesa, dicho derecho no podra ser invocado para neutralizar el inters de la sociedad en elesclarecimiento y persecucin de los delitos (considerando 14).

    Por su parte, la ministra Argibay consider que el recurso no plantea caso federal alguno ya que las medidas de pruebadispuestas por la jueza federal (allanamiento, secuestro, estudio pericial gentico) estn previstas por normasconstitucionales y procesales vigentes y no controvertidas y, por ello, resultan, en principio, vlidas. Quien pretenda revertiresa presuncin deber aportar argumentos slidos y razonables que lleven a la conclusin de que en el caso la regla no seha cumplido y que la medida dispuesta resulta inconstitucional. Como ha quedado demostrado, lejos ha estado el recurrentede cumplir con tal cometido, y ello sella la suerte de su recurso (considerando 4), por lo que lo declar improcedente.

    Lorenzetti y Zaffaroni, aunque disintiendo en relacin a los efectos jurdicos de la medida, tambin la convalidaron en elentendimiento de que no lesionaba ningn precepto constitucional. Su voto es, a mi juicio, muy confuso, y ms propio de unensayo que de un acto jurisdiccional. Pero parece til para intentar tomar una decisin lo que dicen en el considerando 14:Que si bien no sera jurdicamente relevante plantear un conflicto de derechos, invocando el de la presunta vctima

    secuestrada a preservar su integridad fsica, porque sera insignificante, tanto la extraccin como la cantidad de torrentesanguneo a extraer, lo cierto es que no cabe duda alguna acerca de que sera prudente que el Estado evitase el penosoespectculo del ejercicio de coercin fsica sobre una persona adulta para hacerle sufrir una lesin subcutnea que, enverdad, y cualesquiera sean los antecedentes de legislacin comparada, no se halla previsto en la ley.

    De cualquier manera, esto puede obviarse, pues tcnicamente existen en la actualidad medios que permiten recogermuestras sin invadir fsicamente a la persona, de los que el Tribunal puede y debe echar mano antes de llegar al extremo dela coercin fsica, tal como ha acontecido en el presente caso, en donde se secuestraron objetos personales de los que seobtuvieron muestras de material biolgico sobre las que se practic un anlisis de ADN para la realizacin de un estudio dehistocompatibilidad.

    Mejor fundado, ms razonable y coherente con lo dicho en otras ocasiones, es, segn mi criterio, el voto del ministroMaqueda que vino a coincidir tambin con el de la ministra Highton.

    Highton y Maqueda recordaron que los derechos consagrados en nuestra Constitucin Nacional no tienen carcter absoluto

    y admiten restricciones razonables para la necesaria eficacia de la persecucin penal, entre las que se encuentra la presente(considerando 11 y 9, respectivamente).

    En los considerando 20 y 21 del voto de la jueza Highton se concluye Que sobre la base de lo expuesto, la sentenciaimpugnada no se muestra como violatoria de los derechos y garantas constitucionales, por cuanto su produccin no oca-siona una restriccin de los derechos de quien aparecera como una de las vctimas del hecho y porque, adems, encuentraadecuado fundamento en la necesidad de salvaguardar el deber del Estado de investigar y sancionar los hechos reputadoscomo delitos, mxime cuando, como en la especie, el objeto procesal de autos aparecera en principio vinculado con undelito de lesa humanidad cual es la desaparicin forzada de personas.

    Que cabe afirmar que igual solucin correspondera en el hipottico caso de que, frente a una situacin de hecho anloga,debiera procurarse la muestra en cuestin a travs de una extraccin de sangre de la supuesta vctima del hecho. En efecto,aun cuando ello s derivara en alguna restriccin de sus derechos, lo cierto es que, de acuerdo con lo dicho ms arriba,dicha restriccin sera nfima, se verificara dentro de un marco de razonabilidad y proporcin con relacin al objeto procesalque es materia de la causa, y estara fundamentada en las legtimas facultades estatales de restringir el ejercicio de algunos

    derechos, en un marco razonable, en aras de procurar la necesaria eficacia en la persecucin del crimen. Claro est quedicha prctica debera traducirse en una intrusin mnima en el cuerpo de la vctima, llevarse a cabo con intervencin depersonal mdico y en debidas condiciones de asepsia e higiene, y su efectiva concrecin quedara subordinada a lainexistencia de eventuales razones de salud que, debido a su gravedad, pudieran obstaculizar momentneamente suproduccin.

    Superada esta primera cuestin, es decir, admitida la facultad del Estado de investigar la identidad de una persona cuandose trata de esclarecer un delito con los mtodos habituales de allanamiento, requisa, etc., y sin importar la opinin de lasvctimas sobre lo que se haga con lo obtenido, en la causa G. 1015. XXXVIII, Prieto 1 la Corte se ocup de analizar si laextraccin de una muestra de sangre contra la voluntad de la persona era un medio constitucionalmente admisible para elmismo fin.

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    Si bien en el caso concreto, y dada la resolucin que el mismo da se daba a Prieto 2, la mayora se pronunci en sentidocontrario a la medida, es preciso analizar los fundamentos expuestos en los distintos votos a fin de determinar cul es elestndar o criterio general fijado por la Corte Suprema para casos similares, y que se menciona tambin en el fallo arribamencionado.

    Debe recordarse que esta cuestin s haba sido resuelta anteriormente por el tribunal. Y es por ello que los jueces Petracchiy Fayt se pronunciaron en sentido contrario a la medida remitindose a sus respectivos votos en el precedente VzquezFerr. Tal postura no fue seguida por los restantes miembros del tribunal, con lo que puede colegirse que la Corte Suprema,en su actual composicin, ha abandonado la doctrina fijada en aquel precedente del ao 2003.

    El voto de los jueces Lorenzetti y Zaffaroni, es sustancialmente similar al de la causa Prieto 2, lo que ampla lo criticable

    del mismo al no atender a la distinta naturaleza de lo planteado. En todo caso, y sin perjuicio de las manifestaciones querealizaron a modo de obiter dictum referidas a los efectos jurdicos de la medida, el argumento decisivo para justificar surechazo consiste en que en el caso concreto no se haban agotado otros medios menos lesivos para la averiguacin de laverdad. As, los magistrados expresaron que tcnicamente existen en la actualidad medios que permiten recoger muestrassin invadir fsicamente a la persona, de los que el Tribunal puede y debe echar mano antes de llegar al extremo de lacoercin fsica. (considerando 14). Luego agregaron que, en principio, la coercin fsica sobre la vctima presuntamentesecuestrada se evitara si se agotasen previamente las posibilidades de tomar las muestras de manera no invasiva en elcuerpo de sta, lo que aparece a todas luces como ms respetuoso de su dignidad y acorde con los principiosconstitucionales argentinos (considerando 20). Y una vez ms insistieron con que en la causa no se han agotado lasposibilidades de obtener material gentico por medios menos lesivos que la intervencin fsica sobre la vctima, por lo cualresultara violado el criterio de menor ofensividad antes sealado (considerando 27). Como puede observarse, segnLorenzetti y Zaffaroni la toma de mnimas muestras de sangre o saliva, incluso sin el consentimiento de la persona, sejustificara slo como ultima ratio ante la inexistencia de otros medios menos lesivos igualmente eficaces que permitanaveriguar la verdad.

    En este voto tambin se repar en la ausencia de una norma legal especfica que admitiera la injerencia ordenada. En estesentido, se expres que sera prudente que el Estado evitase el penoso espectculo del ejercicio de coercin fsica sobreuna persona adulta para hacerle sufrir una lesin subcutnea que, en verdad, y cualesquiera sean los antecedentes delegislacin comparada, no se haya previsto en la ley (considerando 14; ver asimismo Prieto 2, considerando 14).

    El ltimo voto que integr la mayora fue el de la jueza Argibay, quien entendi que en el caso se vea comprometido elderecho a la vida privada resguardado por la garanta prevista en el art. 18 de la CN y en diversas disposicionesinternacionales. Sin embargo, la magistrada aclar que la decisin de encuadrar constitucionalmente el derecho de Prieto aoponerse a la extraccin compulsiva de sangre dentro de la proteccin del artculo 18 de la Constitucin Nacional tiene unaimportante consecuencia que debe ser ponderada, pues dicha garanta admite que en ciertos supuestos el Estado puedainterferir en distintos aspectos de la vida privada de una persona. Esta posibilidad est dada por la necesaria intervencin deun juez que deber estimar si la medida es razonable, es decir, si tan grave interferencia en los derechos individuales estjustificada en orden a obtener los elementos de juicio imprescindibles para fallar el caso (considerando IV.4). De ello sederiva que una medida de injerencia sobre el cuerpo de la persona para obtener una muestra de sangre o saliva seraadmisible si, y slo si, es razonable e imprescindible, cuestin que debe ser determinada en el caso concreto por el juez

    de la causa. Como puede verse, el criterio que sigue el voto es el de proteger al mximo la intimidad de la persona,reservando una medida de injerencia slo para supuestos extremos. Cabe aclarar, asimismo, que en el caso concretoArgibay no analiz si esas circunstancias estaban presentes debido a cuestiones formales. En este sentido, expres encuanto a las razones que ha dado el Sr. Procurador General al momento de dictaminar a favor de la realizacin del estudio,debe indicarse que tales motivos no fueron invocados ante los jueces de la causa para que ellos pudiesen evaluar suprocedencia y tampoco los magistrados de primera y segunda instancia los han incluido como fundamento de susdecisiones (considerando citado, ltimo prrafo).

    En minora y segn su voto se pronunciaron los jueces Highton y Maqueda, quienes convalidaron la medidaimpugnada por entender que no constitua una restriccin irrazonable ni desproporcionada de los derechos de la personainvolucrada. En esta lnea, la ministra Highton expres que la extraccin compulsiva de sangre en las condiciones en quese ha planteado en el presente proceso no se revela como una medida que afecte sustancialmente los derechos invocadospor el apelante, toda vez que existen indicios suficientes que avalan la adopcin de la medida cuestionada, ella guardainmediata vinculacin con el objeto procesal materia de la causa, resulta propia del proceso de investigacin penal e idneapara alcanzar la verdad material de los hechos investigados y porque, adems, se traduce en una intrusin mnima en elcuerpo de la vctima, deber realizarse con intervencin de personal mdico, en condiciones de asepsia e higiene, y suefectiva concrecin quedar subordinada a la inexistencia de eventuales razones de salud que, debido a su gravedad,pudieran obstaculizar momentneamente su produccin. Y concluy sobre la base de lo expuesto, la sentencia impugnadano se muestra como violatoria de los derechos garantas constitucionales por cuanto, aun cuando se concreta en unarestriccin de los derechos de quien aparecera como una de las vctimas del hecho, lo cierto es que lo hace dentro de unmarco de razonabilidad y proporcin, que encuentra adecuado fundamento en la necesidad de salvaguardar el deber delEstado de investigar y sancionar los hechos reputados como delitos, mxime cuando, como en la especie, el objeto procesalde autos aparecera en principio vinculado con un delito de lesa humanidad cual es la desaparicin forzada de personas.(considerando 19 y 20).

    En trminos similares el juez Maqueda expres que la extraccin compulsiva de sangre en las condiciones del presenteproceso no se revela como una medida que afecte los derechos invocados por la apelante al existir indicios suficientes quejustifiquen la adopcin de medidas propias del proceso de investigacin penal y que suponen una intrusin mnima en el

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    cuerpo de la vctima con intervencin de personal mdico, en condiciones de asepsia e higiene y siempre que no seinvoquen serias y comprobadas razones de salud que obstaculicen la adopcin de la medida.

    Segn se desprende de los prrafos transcriptos, para la minora la extraccin compulsiva de sangre, an cuandoimplica una restriccin de los derechos de la persona, se justifica si se trata de una medida razonable, idnea,proporcionada y necesaria. Como puede advertirse, la diferencia sustancial entre estos votos y los de Lorenzetti, Zaffaroni yArgibay radica en el estndar de necesidad fijado para la procedencia de la medida. As, mientras los primeros la consideranadmisible cuando es necesaria a los fines de la investigacin, los otros slo la admitiran cuando no existiesen otros mediosmenos lesivos para averiguar la verdad, es decir, cuando resultase imprescindible.

    En resumidas cuentas, de lo hasta aqu expuesto es posible concluir que, segn lo resuelto por la Corte Suprema en

    la causa G. 1015. XXXVIII, aqu Prieto 1, la obtencin de muestras hemticas sin el consentimiento de la presunta vctimaslo sera constitucionalmente admisible cuando se hubieren agotado todos los medios disponibles para averiguar la verdad,que resulten menos lesivos que una injerencia directa sobre el cuerpo de la persona (principio de ultima ratio).

    Las consecuencias:

    Es verdad que las decisiones de todo rgano jurisdiccional, incluso la Corte Suprema, son aplicables solamente ypara decidir en el caso concreto. Es de la mayor importancia, en verdad, no slo ordenar qu hacer en el caso (en el queaqu se analiza, extraer la sangre o no, aceptar que se utilice para la prueba el producto del allanamiento o no), sinotambin convencer a las partes, a la sociedad en general y al pblico especializado en lo jurdico, sobre la legalidad,razonabilidad, solidez, justicia y utilidad social de lo decidido. Con ello no slo obtiene, el tribunal en concreto y porextensin el Poder Judicial, legitimidad y aceptacin, sino que tambin, voluntariamente o no, fija pautas a futuro para quela sociedad, los rganos estatales u otros tribunales, puedan prevenir, pacificar o resolver situaciones iguales o parecidas.

    Esto ltimo es de trascendental importancia y es lo que obliga a realizar comentarios como el presente, con el fin deinterpretar o clarificar dichas pautas o estndares.

    Dichas pautas, siempre surgirn de una ponderacin, ya que no existen derechos absolutos. En la ponderacin entra enjuego una jerarqua mvil de derechos y valores contrapuestos, que deben ser objeto de contraposicin, y que bajoespecficas condiciones se obtenga la prevalencia fundamentalmente condicionada de unos derechos sobre otros[3].

    Esto usualmente es realizado por la ley, pero en determinados casos, la sentencia judicial fija estndares en base a laponderacin.

    Ya en un caso de similares caractersticas al presente haba concluido una comentadora que, La primera aproximacin auna propuesta de regla podra sintetizarse en la necesidad de ponderar el grado de intromisin al mbito de derechosprotegidos constitucionalmente que ocasiona la medida dispuesta, en relacin con las condiciones de idoneidad, de

    necesidad y de proporcionalidad que acredita la misma para asegurar lo ms integralmente posible los finesconstitucionalmente legtimos que guiaron su imposicin y el fundamento de razonabilidad que encuentra dentro del sistemaconstitucional[4].

    Como ya se ha adelantado, la regla que creo se extrae de estos dos fallos en comentario, en punto a la extraccincompulsiva de muestras de sangre para realizar pruebas de sangre a testigos o presuntas vctimas indica que slo seraconstitucionalmente admisible cuando se hubieren agotado todos los medios disponibles para averiguar la verdad.

    A igual conclusin llega Piol Sala: del anlisis de ambos fallos queda abierta la posibilidad de que una mnima extraccinde sangre tambin pueda realizarse contra la voluntad de la vctima, en ciertos casos, como ultima ratio, aunque es claroque la mayora de los ministros requiere que se agoten previamente las vas alternativas menos lesivas de obtencin deADN en caso de oposicin de la vctima. Slo los ministros Petracchi y Fayt estaran en contra de la medida de extraccin desangre compulsiva, Highton y Maqueda estn decididamente a favor, mientras que el resto de los miembros de la corte lodeja supeditado a la razonabilidad en el caso concreto. Luego del anlisis concluye la comentadora que no existe dudaalguna de que hay consenso actual en la Corte en cuanto a la utilizacin de las muestras de ADN obtenidas para realizar el

    examen gentico a fin de satisfacer el derecho a la verdad de la familia biolgica sobre la identidad de la vctima, inclusocontra la voluntad de ella y, con ello, queda resuelto el conflicto de intereses a favor de la obligacin del Estado de restituirla identidad a las vctimas de desaparicin forzada[5].

    En verdad, tal conclusin es posible, pero no la nica, dada la expresa y voluntaria imprecisin o ambigedad del decisivovoto conjunto de Lorenzetti y Zaffaroni. En el anlisis del alcance de este voto radica la posibilidad de estar a la mencionadapauta o estndar interpretativo de este fallo en tanto precedente[6].

    Una diferente interpretacin propicia Ernesto Ferreira, para quien la extraccin compulsiva quedara vedada, y deposita unaconfianza en que esta no sera necesaria para solucionar los problemas de la negativa: entiendo que la alternativa cientfica(rastros con vestigios genticos) a la extraccin sangunea permite despejar el dilema tico en el que se colocara a lavctima-apropiada al exigrsele que preste su consentimiento en diligencias que lo involucran directa y personalmente(extraccin de sangre) y que tienen por objeto la recoleccin de elementos de cargo contra quienes lo han criado. Acaso elavance tecnolgico es el que en esta problemtica permite superar la apora, pues por esa va la vctima que se opone a la

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    extraccin sangunea no interviene en modo alguno en la tarea persecutoria estatal[7].

    Esta interpretacin, a mi juicio, es ingenua y equivocada. Ingenua porque no admite la posibilidad de la subsistencia delconflicto, que por el contrario queda evidenciada en la causa que da lugar a estos fallos y en otros casos conocidospblicamente. Un buen estndar frente al conflicto debe evaluar y contemplar todas las posibilidades que podran darse enla prctica. Y tambin es equivocada, porque el voto de Lorenzetti y Zaffaroni s prev ese caso, aunque evidentemente nolo desea.

    Ese voto, junto a los votos de Maqueda y Highton, constituye la mayora suficiente que impone, bajo ciertos lmites,la constitucionalidad de someter la voluntad de la vctima u otro testigo a la obligacin estatal de reconstruir la verdad sobreun ilcito pasado y tambin de poner fin a uno presente, cuestin que por tanto compete no slo a la funcin estatal

    represiva sino tambin a la preventiva[8].

    La consecuencia ms importante de este fallo creo que radica en la forma en que influy sobre la ley que reform lanormativa procesal para que se tuviera en cuenta esta especial situacin.

    Ya se haba sealado que la Corte haba sentado, en estos fallos, algunos lineamientos centrales que deben guiar a losjueces en el modo de tomar decisiones respecto de la validez de la extraccin compulsiva de ADN. Y que el proyecto de leyhaba recogido esos lineamientos, en general, y remita al juez el anlisis fundado de los casos dudosos[9].

    Lo cierto es que, luego de este precedente, el poder legislativo sancion la ley 26.549 (B.O. 27/11/2009), que incorpor alCdigo Procesal Penal de la Nacin el artculo 218 bis, con el objeto de regular especficamente la facultad estatal deobtener ADN de las personas en el marco de una investigacin judicial. Como se ver a continuacin, el texto legal haresuelto el conflicto de intereses que se plantea en estos casos, recogiendo el estndar fijado por la Corte Suprema deJusticia en Prieto 1 y Prieto 2.

    En primer lugar debe sealarse que los legisladores sancionaron la ley siguiendo lo indicado en el considerando 14 de losdos votos de los ministros Lorenzetti y Zaffaroni. All se seala lo negativo de una omisin legislativa, que tambin habasido advertida por la doctrina nacional, la que la sealaba, en algn caso, como un obstculo de peso para la procedencia deuna extraccin compulsiva de sangre, en tanto atentara contra del principio de reserva de ley o nulla coactio sine lege[10].

    Entiendo que tal legislacin especfica no era necesaria, en tanto la situacin debe resolverse de acuerdo a las reglasgenricas para los testigos o vctimas, y que incluso en el caso de los acusados o familiares, cuyas restricciones para serpresentados como prueba de cargo son lgicamente mayores, no tienen legal oposicin a ser utilizados como pruebapasiva.

    En todos estos casos la prueba de extraccin de sangre y la mnima vulneracin a la intimidad que conlleva- no slo esrazonable sino que tambin es necesaria e imprescindible. Tambin es proporcionada puesto que aun considerando lasconsecuencias dolorosas para la vctima que podra acarrear el conocimiento aportado por la prueba[11], resultan de mayorentidad los valores que se promueven al perseguir para poner fin a una accin tan grave que incluso ha merecido recepcinen la legislacin de entidad constitucional. La prctica de sustraccin de nios hijos de desaparecidos, y ellos mismos de esaforma desaparecidos, adems de configurar un delito en el derecho interno, constituye una violacin a normasfundamentales de derecho internacional de los derechos humanos, principalmente aquellas que tutelan el derecho a laidentidad de las vctimas directas y protegen a su familia (artculo 8 de la Convencin de los Derechos del Nio y artculos16.3 de la Declaracin Universal de Derechos Humanos, 23.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos, V y VIde la Declaracin Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y 11 y 17.1 de la Convencin Americana sobreDerechos Humanos).

    No obstante ello, la ley 26.549 se hace eco del criterio ms acotado y que surge de los fallos Prieto.

    El primer prrafo del art. 218 bis del Cdigo Procesal establece el principio general que faculta al juez a ordenar la obtencinde ADN del imputado o de otra persona, cuando ello fuere necesario para su identificacin o para la constatacin decircunstancias de importancia para la investigacin, y prescribe, bajo pena de nulidad, que la medida deber dictarse porauto fundado donde se expresen los motivos que justifiquen su necesidad, razonabilidad y proporcionalidad en el casoconcreto.

    Los prrafos siguientes se ocupan de regular los medios a travs de los cuales est permitido realizar dicha investigacin.As, el segundo prrafo establece las medidas de injerencia admitidas para la obtencin del ADN y el tercero prescribe elmodo en que las mismas deben instrumentarse, con el objeto de asegurar que se ocasione la menor restriccin posible delos derechos de la persona que deba soportar la medida: Para tales fines, sern admisibles mnimas extracciones desangre, saliva, piel, cabello u otras muestras biolgicas, a efectuarse segn las reglas del saber mdico, cuando no fuere detemer perjuicio alguno para la integridad fsica de la persona sobre la que deba efectuarse la medida, segn la experienciacomn y la opinin del experto a cargo de la intervencin.

    El cuarto prrafo establece que Si el juez lo estimare conveniente, y siempre que sea posible alcanzar igual certeza con elresultado de la medida, podr ordenar la obtencin de cido desoxirribonucleico (ADN) por medios distintos a la inspeccincorporal, como el secuestro de objetos que contengan clulas ya desprendidas del cuerpo, para lo cual podrn ordenarsemedidas como el registro domiciliario o la requisa personal. De all se desprende que, siguiendo el principio de razonabilidadel tribunal que est obligado a obtener la muestra de ADN puede recurrir a medios alternativos, siempre y cuando dichos

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    medios permitan alcanzar igualmente el resultado al que se arribara mediante la obtencin directa de las muestras en elcuerpo de la presunta vctima.

    Debe entenderse entonces que, por el contrario, si los mtodos alternativos no son aptos para alcanzar la misma certezaque se lograra mediante la obtencin directa de las muestras, entonces el tribunal carece de la facultad de optar por dichosmtodos y debe ordenar la medida conforme a lo previsto en los prrafos segundo y tercero.

    En el quinto prrafo del artculo de mencin se contempla especficamente la situacin de la presunta vctima del delito,siguiendo las pautas que, entiendo, surgen del fallo: A tal efecto, si la vctima se opusiera a la realizacin de las medidasindicadas en el segundo prrafo, el juez proceder del modo indicado en el cuarto prrafo.

    Aqu surge la cuestin del consentimiento y queda evidenciado que para el legislador el consentimiento de la presuntavctima es relevante para la determinacin del modo a travs del cual se obtendr la muestra biolgica necesaria para laaveriguacin de la verdad.

    As, si el sujeto pasivo de la muestra de ADN no presta su conformidad para la extraccin de sangre, entonces el tribunaldebe, siempre segn el cuarto prrafo del articulado, proceder de la manera en que ya se ha indicado.

    Es un caso ante el cual el tribunal ya no tiene la opcin sino la obligacin de elegir un mtodo alternativo. Pero siempre ycuando dichos mtodos sean conducentes para el esclarecimiento del hecho. De acuerdo a lo ya dicho al analizar el cuartoprrafo del artculo 218 bis, si en el caso concreto no existiesen mtodos alternativos que aseguren el mismo resultado quese lograra mediante el anlisis de una muestra obtenida en forma directa, la nica alternativa ser la extraccin de mnimasmuestras de sangre del modo previsto en los prrafos segundo y tercero, an sin el consentimiento de la personainvolucrada.

    Siguiendo el estndar fijado en Prieto 1, la norma establece que las medidas de injerencia para la obtencin de ADN de lapresunta vctima del delito slo proceden como ultima ratio, esto es, cuando no existen otros mtodos menos lesivos quesean igualmente tiles para averiguar la verdad. La ley, as, intenta resguardar los derechos especficos de la presuntavctima del delito, aunque se afecten mnimamente, siempre que ello no impida el esclarecimiento de los hechosinvestigados, poniendo fin al delito y logrando el eventual castigo de sus responsables.

    En conclusin, el artculo 218 bis del CPPN fija idntico estndar que la Corte Suprema e impone que en el caso de que lapresunta vctima no preste su consentimiento para la extraccin de una muestra de sangre para obtener el cdigo gentico,el tribunal deber optar por otros medios alternativos menos lesivos e igualmente aptos, y que en el caso de no ser posiblela realizacin de dichos medios, o que estos no se revelasen tiles, est facultado para obtener un mnima muestra biolgicaan sin el consentimiento de la persona afectada.

    Los primeros comentarios a la ley tambin sealaban, en referencia a la opcin del prrafo cuarto del artculo 218 bis, quela circunstancia que la vctima decida rehusarse al examen de ADN, no obliga al magistrado a tomar decisin alguna, sinoque lo libera de esa difcil tarea, al indicarle que su nica opcin es proceder de acuerdo al cuarto prrafo del artculo 218bis. Y esto lejos de ser una interpretacin antojadiza, se funda tambin en el trmite parlamentario de la ley 26.549[12]. Elautor cita luego a algunos de los diputados que se oponan al texto principalmente por dicha medida de ultima ratio con lacual la ley cierra todo hipottico conflicto de oposicin a la extraccin de muestras de ADN.

    En el muy sesudo anlisis que se ha hecho del fallo y de la ley por Piol Sala se llega a la misma conclusin, pues se sealaque en caso de oposicin de la vctima a la medida, el juez debe proceder a ordenar medios distintos a la inspeccincorporal, tales como el secuestro de muestras ya desprendidas del cuerpo mediante allanamiento o requisa, siempre que sepueda alcanzar igual xito en la medida, aclarando que estas medidas menos invasivas se privilegian frente a la extraccincompulsiva, la que quedara reservada slo como ultima ratio[13].

    Y Filippini y Tchrian sealaron que el artculo 218 bis, CPPN, en definitiva, reglament expresamente una prctica que losjueces ya realizaban. El modo en que la ley trata los principales intereses en juego nos parece razonable, y si bien puede serobjeto de crticas de acuerdo con la importancia relativa que demos a los distintos derechos en juego, es difcil imaginar unasolucin alternativa que regule esta controvertida cuestin de un modo incontestablemente mejor[14].

    Mejor o peor, lo que se quiere sealar aqu es que esta solucin, que permite un estndar de cierre o quecontemple todos los supuestos estaba ya en los fallos mencionados.

    Ya antes, cuando se discuta el proyecto luego sancionado como ley se dijo tambin que: El proyecto en estudio,precisamente, obliga al juez a realizar la ponderacin que indican los ministros pues el juez debe justificar la necesidad,razonabilidad y proporcionalidad de la orden de extraccin de muestras de ADN en el caso concreto. Los ministros Lorenzettiy Zaffaroni agregaron que, antes de ordenar la extraccin compulsiva de muestras de ADN del cuerpo de la vctima, primerodeben agotarse las posibilidades de tomar esas muestras de modo no invasivo en el cuerpo de la vctima. El proyectotambin recoge este lineamiento porque en caso de que la vctima se niegue a la extraccin, el juez deber ordenar elsecuestro de objetos[15].

    En definitiva, el criterio general fijado por la Corte Suprema en Prieto 1 es que la extraccin de una muestra desangre sin el consentimiento de la presunta vctima slo procede cuando resulta indispensable y se han agotado todos losmedios disponibles que sean menos lesivos (ultima ratio).

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    Ello pone en evidencia el inters superior que tiene en el caso la misin de poner fin al delito e incluso averiguar la verdadreal y sancionar a los autores de determinados hechos que constituyen graves violaciones a los derechos humanos.

    Debe recordarse, al respecto, la doctrina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que le impone al Estado cumplircon el compromiso asumido de sancionar en el mbito de su jurisdiccin a los responsables del delito de desaparicinforzada de personas. Al respecto, aquel tribunal ha dicho que la investigacin de los hechos debe tener un sentido y serasumida por el Estado como un deber jurdico propio y no como una simple gestin de intereses particulares que dependade la iniciativa procesal de la vctima o de sus familiares o de la aportacin privada de elementos probatorios, sin que laautoridad pblica busque efectivamente la verdad... (caso Velzquez Rodrguez, 29/7/1988, prr. 177; caso Nios de la

    Calle, 19/11/99, prr. 226; caso Bmaca Velzquez, 22/02/02, prr. 212; y caso Juan Humberto Snchez, 7/06/03, prr.144).

    Tambin debe tenerse especialmente en cuenta que el 1 de noviembre de 2010 la CIDH adopt el Informe No. 160/10 pormedio del cual aprob el acuerdo de solucin amistosa, suscrito entre la Asociacin Abuelas de Plaza de Mayo y el EstadoArgentino el 11 de septiembre de 2009 (aprobado por Decreto 1800/2009), en el marco de la peticin 242-03, InocenciaLuca de Pegoraro y otros, que fuera iniciada como consecuencia de lo resuelto por la Corte Suprema en el caso VzquezFerr. All la Comisin destac la promulgacin por parte del Estado Argentino de la ley 26.549 donde se establece elprocedimiento para la obtencin de muestras de ADN y mediante el cual, finalmente, no se admite obstculo para procederde acuerdo a dicho compromiso, que no slo tiene en miras la represin de los delitos de desaparicin forzada sino, y conmayor rigor, ponerles fin restituyendo la identidad de los que an son desaparecidos.[16]

    De este modo, los organismos internacionales de aplicacin de la Convencin Americana de Derechos Humanos reconocen eldeber del Estado de avanzar en la bsqueda de la verdad histrica y la obtencin de justicia en casos como estos, sin queello implique desconocer los derechos individuales de las personas involuntariamente involucradas[17]. En sintona con ello,

    el estndar fijado por la Corte Suprema y receptado por la legislacin procesal nacional tiende a resguardar en la mayormedida posible los derechos de las presuntas vctimas del delito, sin renunciar a los fines del proceso ni desconocer lasobligaciones internacionales del Estado.

    [1] Un ms extenso comentario crtico en ANITUA, Gabriel Ignacio Las medidas de prueba en la bsqueda de jvenesapropiados y su constitucionalidad en Ensayos sobre enjuiciamiento penal, Buenos Aires, del Puerto, 2010.

    [2] HAZAN, Luciano Problemas de derecho procesal penal. Los anlisis genticos despus del fallo

    Vzquez Ferr de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin en http://www.pensamientopenal.com.ar/16082009/procesal03.pdf

    [3] PRIETO SANCHS, Luis, Neoconstitucionalismo y ponderacin judicial, en Anuario de la Facultad de Derecho de laUniversidad Autnoma de Madrid, nro. 5, 2001, p. 13.

    [4] CAYUSO, Susana, Prueba compulsiva de sangre y los derechos y garantas constitucionales. Confrontacin o armona

    en LA LEY 2003-F, pp. 963 y ss.

    [5] PIOL SALA, Nuria, La obligacin del Estado de restituir la identidad a las vctimas de desaparicin forzada, en revistaJurisprudencia Penal de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, nro. 8, Buenos Aires, Hammurabi, 2010, p 312.

    [6] En tanto el voto de Argibay se cierra en un silencio formalista; los de Petracchi, aun cuando se aparan de lo asentado enVazquez Ferr se remiten al mismo en el punto de la extraccin de sangre, como sucede con el de Fayt; y los de Maqueda yHighton estn por la constitucionalidad de la medida, en todo caso. Desde ya debo aclarar que considero ms razonablesestos ltimos criterios. Ver ANITUA, Gabriel Ignacio Las medidas de prueba en la bsqueda de jvenes apropiados y suconstitucionalidad en Ensayos sobre enjuiciamiento penal, Buenos Aires, del Puerto, 2010.

    [7] FERREIRA, Ernesto Reflexiones acerca de los fallos Vazquez Ferr y Prieto de la Corte Suprema de Justicia. Deaporas y principios superadores en http://intercambios.jursoc.unlp.edu.ar/intercambios14/pdfs/

    aportes_producciones/Ernesto_Ferreira.pdf

    [8] Como ha dicho el Procurador General de la Nacin en el caso Prieto 1: la extraccin de sangre para comprobar elvnculo entre las vctimas directas y los familiares no es slo un medio para la persecucin penal, sino tambin el ejerciciode la potestad estatal de llevar a cabo actos que prima facie sean idneos para hacer cesar la ejecucin de delitos. Estapotestad es ms amplia y requiere menores estndares de justificacin que la que se vincula con establecer la verdadmediante un juicio penal o hacer cesar meramente los efectos de un delito pasado. En efecto, que el hecho delictivo esttodava ocurriendo implica que la prueba previa necesaria para justificar la intervencin no necesita ser exhaustiva; en todocaso, el riesgo contrapuesto (no haba delito en progreso y la intervencin lesion algn derecho) es considerado preferibleal dao cierto que provoca no realizar la medida (prolongacin, necesariamente, del delito). En otras palabras: los requisitosde la prevencin de los delitos son ms laxos que los de la represin.

    [9] CENTRO INTERNACIONAL PARA LA JUSTICIA TRANSICIONAL Obtencin de muestras de ADN en el proceso penal.Memorndum para el Senado de la Nacin Argentina del Centro Internacional para la Justicia Transicional, 19 de noviembrede 2009, en http://www.ictj.org/images/content/1/8/1854.pdf

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    [10] GUARIGLIA, Fabricio, Concepto, fin y alcance de las prohibiciones de valoracin probatoria en el procedimiento penal,Del Puerto, Buenos Aires, 2005, pg. 204

    [11] Algo que puede discutirse, pero que, adems, podra evitarse si se usa la prueba solamente para los fines preventivos ypenales y no otros. Esto es, slo para poner fin al delito y avanzar en el proceso, pero no para declarar cuestionessentimentales o familiares, ni establecer derechos filiatorios, ni reparar daos o lograr compensaciones, ni tampocodeterminar nombres o identidades. No obstante, esto ltimo va necesariamente unido al hecho de poner fin al delito. Entodo caso, es muy clara la distincin que hace la jueza Highton entre el mbito pblico de la investigacin penal y el mbitoprivado de la persona para relacionarse o no con su familia biolgica. En este sentido, en el considerando 16 de su votoafirma que Que por otra parte, lo cierto es todo aquello derivado de los eventuales nuevos vnculos biolgicos que podanllegar a determinarse, queda reducido exclusivamente al terreno afectivo y privado. De modo tal que su encauzamiento y

    manifestacin externa es una materia ajena a cualquier decisin o injerencia de los tribunales, quedando comprendidodentro del lmite consagrado por el artculo 19 de la Constitucin Nacional.

    [12] BONGIOVANNI SERVERA, Jos G.: La extraccin compulsiva de ADN del cuerpo de la vctima y el derecho de defensadel acusado, La Ley del 8/4/2010, p. 1.

    [13] PIOL SALA, Nuria, La obligacin del Estado de restituir la identidad a las vctimas de desaparicin forzada, en revistaJurisprudencia Penal de la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, nro. 8, Buenos Aires, Hammurabi, 2010.

    [14] FILIPPINI, Leonardo y TCHRIAN, Karina: ADN: el nuevo art. 218, CPPN, Revista de Derecho Pernal y Procesal Penal,Abeledo Perrot, Buenos Aires, Mayo 2010, p. 842/847.

    [15] CENTRO INTERNACIONAL PARA LA JUSTICIA TRANSICIONAL Obtencin de muestras de ADN en el proceso penal.Memorndum para el Senado de la Nacin Argentina del Centro Internacional para la Justicia Transicional, 19 de noviembrede 2009, en http://www.ictj.org/images/content/1/8/1854.pdf

    [16] La cuestin en ANITUA, op. cit. y PIOL SALA, op. cit.. Con respecto al conflicto que aqu subyace, ya lo resolva con suhabitual claridad Bernardo Beiderman: La legitimidad de la identidad de una persona no depende de la voluntad de quien lainvoca: una cosa es el derecho a la identidad y otra es el derecho a la disponibilidad de la identidad. El de la identidad es unbien jurdico no disponible. Nadie puede, vlidamente, renunciar a ella, permutarla, cambiarla, cederla o modificarla. Laidentidad personal interesa al orden pblico y su determinacin, en caso de fundado cuestionamiento, no puede quedarlibrada a la mera voluntad de quien la afirma a su favor o de quien se la impone a otro. De aqu lo ineludible de una decisinjudicial sobre bases probatorias inequvocas, BEIDERMAN, Bernardo, columna de opinin Saber es necesidad de todos endiario Clarn del lunes 29 de mayo de 2000, y en Justicia: rostros y mscaras. Vivencias de un penalista, Buenos Aires, delPuerto, 2010.

    [17] A mi juicio la doctrina de la Corte IDH y de la CIDH no dan lugar a una interpretacin como la sostenida en elconsiderando 13 del voto de los jueces Zaffaroni y Lorenzetti. Si bien resulta evidente que la obligacin de averiguar laverdad y castigar a los responsables de graves violaciones a los derechos humanos no puede llevarse a cabo a costa dedesconocer completamente los derechos de las presuntas vctimas o incluso los imputados, no es menos cierto que losderechos consagrados en los instrumentos internacionales de derechos humanos tampoco revisten carcter absoluto yadmiten restricciones legtimas siempre y cuando sean estrictamente necesarias y razonables. Este principio general estestablecido en el art. 29.2 de la Declaracin Universal de Derechos Humanos. Al respecto, ver el trabajo de PINTO, MnicaEl principio pro homine. Criterios de hermenutica y pautas para la regulacin de los derechos humanos, en La aplicacinde los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, Buenos Aires, Centro de Estudios Legales y Sociales delPuerto, 1997, pp. 163 y ss.

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