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DESACUERDOS EN EL CONCEPTO DE TOLERANCIA· René González de la Vega-- En la actualidad, el debate sobre la tolerancia se encuentra dividido por una serie de posturas irreconciliables en cuanto a su concepto y fundamentación. En la literatura de filo- sofía moral y política, podemos encontrar posturas tan disímiles como las siguientes: 1) A nivel conceptual, (a) los que sostienen que el concepto de tolerancia es un concepto «valorativamente neutral»1 aplicable a todos los casos donde haya divergencia u oposi- ción; frente a (h) los que sostienen que la tolerancia es un concepto nonnativo que sólo aplica a casos donde hay divergencia u oposición moral. 2 2) A nivel justificativo, (e) los que sostienen que la tolerancia es el menor de dos males; un «cálculo» y no «un valof));3 un «engendro motivado por el miedm>, «amedrentado [ ... ] por la desconfianza en el propio poder o por el temor al poder del otro»;4 frente a (d) los que argumentan que la tolerancia, por tratarse de un valor moral, sólo puede justificarse a través de razones del mismo tipo. 3) A nivel instrumental, (f) los que argumentan que la tolerancia no tiene un valor intrínseco sino que sirve como un medio para realización de otros valores, y (g) los que piensan que la tolerancia es un valor en sí mismo. 5 4) A un nivel teorético, (h) los que * Este trabajo es una pequeña parte de mi tesis doctoral. aún no defendida. sobre la tolerancia. Estoy consciente de quc de las cuestiones que aquí trato levantan muchos problemas filosóficos que aquí no abordo con profundidad, como lo trato de hacer en el resto de la tesIs. u Universidad Iberoamericana. 1 Véase, por ejemplo, Annette Schmitt en "Las Circunstancias dc la tolerancia", [)oxa. Cuadernos de}ilosof/a del derecho, NO.II, Ahcante, España, 1992, págs. 71-85. Andrew Jason Cohen, "What ToJeration is' I ", Ethics No. 115, October 2004, University ofChicago, págs. 68-95. 2 Véase, por ejemplo, Pcter Nicholson, "Toleration as a Moral Ideal", John Horton, Susan Mendu;; (ed.), Aspecls o(Tuleratiol1, LondreslNueva York, 1985. Rodolfo Vázquez en Liberalismu. Estado de Derecho y minorías ". Paidos-Facutlad de Filosofia y Letras UNAM, México, 2001. Ernesto Garzón Valdés (1992) "No pongas tus sucias manos sobre Mozart. Algunas consi- deraciones sobre el concepto de tolerancia". en /Jerecho. éticu y política. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993 0.0. Raphael, "The intolerable", Susan Mendus (ed.), Justifying Tolemlion. Conceptual and Historical Perspectivi"s. Cam- bridge University Press, 1988, págs. J 37-53 3 Jesús Silva-Hcrzog, "Razones para la tolerancia", en Rodolfo Vázquez (comp.) Tulerancia y pluralismo. Ediciones Coyoa- cán, México, 2005, pág. 85. 4 Aurelio Arteta, "La tolerancia como barbarie", en Manuel Cruz (comp.) Tolerancia o barbarie. Gedisa, Barcelona, 1991;, pág. 53. Entre los que sostienen esta postura se encuentran, por ejemplo, Richard Vernon y Samuc\ LaSelva en "JustiIYing Tolerancc", en Canadian Journal 0.1 Pofitical Science. 1984. 5 T.M. Scanlon, "The Oifficulty of ToJerance", DaVId Heyd (ed.), op cit .. págs. 226-240. John Horton, "Toleralion as a Virtue", Ihídem. págs. 28-43. 373 www.juridicas.unam.mx Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.bibliojuridica.org DR © 2007, Universidad Iberoamericana

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DESACUERDOS EN EL CONCEPTO DE TOLERANCIA·

René González de la Vega--

En la actualidad, el debate sobre la tolerancia se encuentra dividido por una serie de posturas irreconciliables en cuanto a su concepto y fundamentación. En la literatura de filo­sofía moral y política, podemos encontrar posturas tan disímiles como las siguientes: 1) A nivel conceptual, (a) los que sostienen que el concepto de tolerancia es un concepto «valorativamente neutral»1 aplicable a todos los casos donde haya divergencia u oposi­ción; frente a (h) los que sostienen que la tolerancia es un concepto nonnativo que sólo aplica a casos donde hay divergencia u oposición moral. 2 2) A nivel justificativo, (e) los que sostienen que la tolerancia es el menor de dos males; un «cálculo» y no «un valof));3 un «engendro motivado por el miedm>, «amedrentado [ ... ] por la desconfianza en el propio poder o por el temor al poder del otro»;4 frente a (d) los que argumentan que la tolerancia, por tratarse de un valor moral, sólo puede justificarse a través de razones del mismo tipo. 3) A nivel instrumental, (f) los que argumentan que la tolerancia no tiene un valor intrínseco sino que sirve como un medio para realización de otros valores, y (g) los que piensan que la tolerancia es un valor en sí mismo.5 4) A un nivel teorético, (h) los que

* Este trabajo es una pequeña parte de mi tesis doctoral. aún no defendida. sobre la tolerancia. Estoy consciente de quc varia~ de las cuestiones que aquí trato levantan muchos problemas filosóficos que aquí no abordo con profundidad, como lo trato de hacer en el resto de la tesIs.

u Universidad Iberoamericana.

1 Véase, por ejemplo, Annette Schmitt en "Las Circunstancias dc la tolerancia", [)oxa. Cuadernos de}ilosof/a del derecho, NO.II, Ahcante, España, 1992, págs. 71-85. Andrew Jason Cohen, "What ToJeration is'I ", Ethics No. 115, October 2004, University ofChicago, págs. 68-95.

2 Véase, por ejemplo, Pcter Nicholson, "Toleration as a Moral Ideal", John Horton, Susan Mendu;; (ed.), Aspecls o(Tuleratiol1, LondreslNueva York, 1985. Rodolfo Vázquez en Liberalismu. Estado de Derecho y minorías ". Paidos-Facutlad de Filosofia y Letras UNAM, México, 2001. Ernesto Garzón Valdés (1992) "No pongas tus sucias manos sobre Mozart. Algunas consi­deraciones sobre el concepto de tolerancia". en /Jerecho. éticu y política. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993 0.0. Raphael, "The intolerable", Susan Mendus (ed.), Justifying Tolemlion. Conceptual and Historical Perspectivi"s. Cam­bridge University Press, 1988, págs. J 37-53

3 Jesús Silva-Hcrzog, "Razones para la tolerancia", en Rodolfo Vázquez (comp.) Tulerancia y pluralismo. Ediciones Coyoa­cán, México, 2005, pág. 85.

4 Aurelio Arteta, "La tolerancia como barbarie", en Manuel Cruz (comp.) Tolerancia o barbarie. Gedisa, Barcelona, 1991;, pág. 53. Entre los que sostienen esta postura se encuentran, por ejemplo, Richard Vernon y Samuc\ LaSelva en "JustiIYing Tolerancc", en Canadian Journal 0.1 Pofitical Science. 1984.

5 T.M. Scanlon, "The Oifficulty of ToJerance", DaVId Heyd (ed.), op cit .. págs. 226-240. John Horton, "Toleralion as a Virtue", Ihídem. págs. 28-43.

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sostienen que la tolerancia surge de un compromiso con el escepticismo ético;6 frente a (i) los que sostienen que la tolerancia sólo puede ser invocada por aquellos que defien­den un objetivismo moral. 7

y para darnos bien cuenta del vasto panorama de tendencias, encima de esto, habrá también que añadir a la lista todo un entramado de ramificaciones que se derivan de cada una de estas posturas.

El propósito que me he impuesto en este trabajo es presentar de manera breve y es­quemática un análisis de los problemas que a partir de estas posturas surgen con relación al concepto y a la fundamentación de la "tolerancia". Debido a ese carácter general y esquemático que le atribuyo a las ideas que aquí expongo, muchos de los problemas que presento, sin duda, no gozan del trato que se merecen, En otras palabras, mi interés en este trabajo. si se quiere más modesto, está únicamente dirigido a presentar un esquema de problemas y visiones sobre el concepto de tolerancia. Ahora bien, para desarrollar este propósito, primero, presentaré los desacuerdos que hay en relación con la construc­ción formal del concepto de tolerancia, partiendo del esquema conceptual propuesto por Anuette Schmitt y Peter Nicholson. Segundo, analizaré las distintas interpretaciones que se han dado de las llamadas «circunstancias de la tolerancia», para mostrar los funda­mentos de estos desacuerdos, Esto me va a servir, también, para fcñalar algunas de las disputas relativas a los distintos mecanismos de justificación de la tolerancia,

1. Sobre el concepto de tolerancia

Ernesto Garzón ilustra, a través del pasaje de un cuento de Manuel Vicent publicado en 1983, las bases conceptuales de la tolerancia. Vicent describe:

«un padre dispuesto a soportar los hábitos de sus hijos, no obstante la aversión que aquéllos pro­

vocaban en su sensibilidad de izquierdista moderado con residuos de herencia burguesa. En aras

del libre desarrollo de la personalidad y del diálogo abierto, toleró durante años que la alcoba de su

hija se [llenara] con una panda de amigos que traían una calaña bastante atroz. No era lo peor que

pasaran por delante de sus narices y que no se dignaran saludarle, sino el olor a cabra que dejaban

en la sala. Que se limpiaran las botas en la alfombra, que se abatieran sobre las estanterías y mano­

searan sus libros con las uñas sucias, que se bebieran el whisky y que mearan sin tirar la cadena.

Todo esto estaba dispuesto a tolerar. Hasta que, el 14 de mayo de 1980, su hija salió de la leonera

con el pelo grasiento y los dedos amarillos de nicotina, cruzó la sala, se dirigió a la biblioteca con

la pretensión de llevar a sus compinches la Sinfonía número 40 de Mozart. La tolerancia había lle-

6 Geoffrey Harrison, "Relativism and Tolemnce", Ethics, Vol. 86, No. 2, January 1976, págs. 122-135. Gordon Graham, "Tolemnce, Pluralism, and Relativism", David H~yd (ed.), Toleratio". A" e/usive Virtue, Princeton University Press, New Jersey, 1996, págs. 44-59. Richard Vemon, Samuel V. LaSelva, "Justifying Tolerance", Ca"adian Journal 01 Politica/ Sci­ence. Vol. 17, No. 1, 1984, págs. 3-23.

7 Rodolfo Vázquez, Liberalismo. Estado de Derecho y minorías, Paídos-Facultad de Filosofla y Letras UNAM, México, 2001, págs. 31-81. Rodolfo Vázquez, "Presentación", Rodolfo Vázquez (comp.), Tolerancia y pluralismo. Ediciones Coyoacán, México, 2005, págs. 9~26. Rodolfo Vázquez, Entre la Libertad y la Igualdad. Introducción a la Filosofia del Derecho, Ed. Trotta, Madrid, 2006, págs. 127-161.

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gado a su límite: el padre [ ... 1 saltó del sillón impulsado por un muelle y lanzó un grito estentóreo·

i ¡¡Mozart, no!!!, i ¡¡No pongas tus sucias manos sobre Mozart!! !».H

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La actitud del personaje de Vicent me recuerda mucho a la de Mary Wamock cuan­do dice:

«Soy tolerante si llilO de los amigos de mis hijas usa sandalias con su traje o bastón con su chaque­

ta de tweed y no sólo no aludo a este ultraje, sino que hasta expreso mi satisfacción cuando me

anuncian su intención de casarse. Practico la virtud de la tolerancia si todavía estoy en buenos tér­

minos con mi hijo, a pesar de que cuando está en casa no puedo recoger el desayuno hasta la comida y

no estoy segura de que haya quedado whisky en la botella para cuando llame el cancillen>.~

Tanto la actitud descrita por Vicent como por la Baronesa Wamock coinciden en varios puntos: ambos se encuentran en una posición "jerárquicamente" superior (la dc madre o la de padre) que les pennite ser sujetos de tolerancia frente a sus hijos. Ambos sienten vulneradas ciertas convicciones (en el caso de Wamock, alguna regla de etiqueta y, en el caso de Vicent, reglas mínimas de decencia). Y ambos ejercitan una actitud tolerante frente a sus hijos en aras de un valor que consideran más importante. que en este caso puede ser el libre desarrollo de sus hijos.

Si aceptamos estas condiciones como núcleo conceptual de la tolerancia, entonces, estamos de acuerdo con Annette Schmitt cuando, recogiendo de la propuesta de Pctcr Nicholson, nos dice que un acto de tolerancia se da "si y sólo si una persona A omite, por determinadas razones, intervenir (nonrejection) en contra de la acción Y de una persona B, a pesar de que Y(B) lesiona (deviance) una convicción relevante X de A (disapproval) y A tiene y puede (power) actuar en contra de Y(B) ". lO

Aun siendo que esta definición es la más aceptada por filósofos morales y políticos, las interpretaciones que ellos sujetan de ésta, en la mayor parte de los casos, son de muy marcadas diferencias. Como referí más arriba, en la literatura especializada podemos encontrar, al menos, dos tesis que defienden posturas irreconciliables sobre el concepto de "tolerancia". Diría que estas posturas son: 1. La tesis de aplicación amplia del concep­to de tolerancia y, 11. La tesis de aplicación estrecha. l l

Los autores de la «tesis de aplicación amplia» abogan por un concepto «valorati­vamente neutra})) alejado o independiente de las razones que justifican un acto de tole­rancia. Ontológicamente hablando, para los autores que defienden la tesis de aplicación amplia, la tolerancia es una actitud que para dar cuenta de ella no requiere de una valora-

S Citado a travé~ de Ernesto Garzón Valdes. ··No pongas tus sucIas manos sobre Mo¡;art. Algunas consideraciones "obre el concepto de tolerancia", en Den·cha. ética r política, op. ci/., pág. 401-2. Véase, Manuel Vicent, No pongas 11/.1" sl/cius mu f)O.\ sohre Mo:urt. Madrid. Oehate. 1983.

9 Mar)' Warnock. ·"The limit~ of Toleration··, en Susan Mendus y David Edwards (ed.) On Toli'ration. Clarendon Pres~. Oxford. 191';7. pág. 125. [las traducciones en este teKto de las cItas en inglés me pertenecen.]

10 Annette Schmitt, op ci/ .. pág. 72 Y ss.

II Cfr .. Su~an Mendus, Tolera/IOn and the Limit.\" oj Lihera/¡sm. Macmil!an. Londres. 191';9. pág. 15

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ción positiva o negativa, ni estar sujeta a un marco justificativo en concreto. Con esto pretenden expandir los límites de aplicación del concepto de tolerancia.

En contraste con la anterior tesis, los autores que sujetan la «tesis de aplicación estrecha» sostienen que la tolerancia es un «ideal moral» y que, como tal, su concepto es normativo. La primera característica reduce su ámbito de aplicación sólo a casos don­de están en juego convicciones de tipo moral. De manera que, para ellos la tolerancia es considerada o como una «virtud» o como un «principio» sujetos a un marco justifi­cativo moral.

Ahora bien, ya entrando en materia de desacuerdos, la tesis de aplicación amplia (en donde se inscribe Schmitt), en defensa de su propuesta conceptual, sostiene que para reconocer un acto de tolerancia únicamente es necesario tomar en cuenta dos condicio­nes o «circunstancias» de la tolerancia: i) la existencia de una acción que «lesiona una convicción relevante» y, ii) no ejercer la «competencia)) o el <<poden) que se tiene para actuar en contra de dicha acción.

Esta idea tan simple ha creado calurosos debates entre los partidarios de ambas pos­turas. Pues, para los autores de la tesis estrecha, hablar de «tolerancia» sin contemplar como parte del concepto una tercera circunstancia que considere «la ponderación o el balanceo que hay entre el valor de la convicción lesionada y las razones que justifican la no-intervención>), no es hablar propiamente de tolerancia.

Por lo tanto, reconocer o no esta tercera circunstancia de la tolerancia es la fuente del primer enfrentamiento entre ambas posturas. Quizás, teniendo en consideración los postulados de ambas tesis se podría llegar a argumentar que este conflicto es sólo aparente. Que incluir o excluir la iii) circunstancia de la tolerancia trae aparejadas distintas consecuencias dependiendo del peldaño de donde se formulé el concepto. Si, por un lado, de 10 que se trata es de construir un concepto de tolerancia puramente descriptivo, se puede presumir, que excluir la iii) circunstancia no acarrearía las mis­mas consecuencias, si, por otro, de lo que se trata es de revolver cuestiones de carácter práctico. Antes de llegar a una conclusión, primero hay que saber cuáles pueden ser las consecuencias que acarrearía el incluir o excluir la tercera circunstancia dentro del concep­to de tolerancia.

Algunos autores de la tesis amplia, por ejemplo A. Schmitt, sostienen que frases como "'X' es tolerante" o "la acción 'z' es expresión de tolerancia" no tienen por qué levantar una evaluación positiva o negativa. Que <<una evaluación de 'X' y 'z' sólo es posible si se expresan las razones por las cuales se practica esta tolerancia. Cuando un gobierno, -nos dice Schmitt- por razones de política de seguridad, tolera ciertas minorías, la tolerancia es un instrumento político. Pero, si el objeto del gobierno es proteger la igualdad y la libertad de todos los miembros de la sociedad, entonces practica la toleran­cia en el sentido de un virtud democrática»). 12 Por lo tanto, según estas palabras, el riesgo que se corre es el de comprometer la neutralidad conceptual.

12 Annette Schmitt, op. cit., pág. 84.

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Por el contrario, los autores de la tesis estrecha consideran imposible hablar de tole­rancia sin tomar en cuenta el balanceo de razones que nos llevan a la no-intervención. Quienes sostienen esta tesis, argumentan que si no se toma en cuenta esta faceta de la tolerancia (y otras variantes que más tarde veremos) se corre el riesgo de confundirla con otras actitudes como, por ejemplo, la "transigencia", es decir, el consentir con 10 que no se cree justo, razonable o verdadero a fin de acabar con una diferencia; ° con la "pacien­cia", es decir, con la capacidad de soportar algo sin alterarse; o con la "aceptación", es decir, asumir resignadamente un sacrificio, molestia o privación. 13

Algunos filósofos, como Rodolfo Vázquez, han marcado algunas líneas de dife­rencia entre estas actitudes y la tolerancia. Dejándome llevar por su esquema, me parece que la diferencia entre el transigente y el tolerante es que el primero no tiene ninguna intención de intervenir, por el contrario, desea que la disputa finalice lo antes posible, sin que esto presuponga algún fin utilitario o aprecio a algún valor. En tal caso, el transigente tiene rasgos de indiferente. «El paciente que rechaza una acción no está vinculado con una tendencia a la intervención, sino que actúa en la esperanza o en la certeza de que su objeto tiene una existencia transitoria.}} 14 y, el que «acepta}}, no mantiene su oposición a 10 rechazado, por el contrario, incluye dentro de su sistema de valores o de reglas la proposición antes rechazada, derogando alguna que anteriormen­te prohibia el acto ahora aceptado.

Me parece que aquí el punto es importante pues aleja conceptualmente a la toleran­cia de la mera aceptación y el mero rechazo, ubicándola en un punto intermedio. Este punto también deja bien claro que el (in)tolerante, por definición, no es un (in)transigente. No hay que perder de vista que las diferencias que hay entre la tolerancia y esta otra clase de actitudes se dan, fundamentalmente, por la idea de mantener como parte del concepto la existencia de una ponderación de valores en el sistema del sujeto tolerante, e.g., entre el valor de una convicción relevante y las razones que se tengan para no inter­venir en contra de la acción que la lesionó.

Antes de sumergirme en las particularidades de esta otra variante que más tarde tra­taré, quiero dejar claro que una de las diferencias importantes entre estas dos tesis es: que para los autores de la tesis amplia, "la tolerancia" es saber que algo d(fiere de nues­tras convicciones y, tener la competencia adecuada para dejarlo pasar o detenerlo. Mientras que, para la tesis estrecha, "la tolerancia" es saber que algo malo va en contra de una de nuestras convicciones más relevantes y, a pesar de tener la competencia para detenerlo, por determinadas razones últimas, lo dejamos pasar.

En otras palabras, el desacuerdo radica en que para la tesis de aplicación amplia las circunstancias i) y ií) son suficientes y necesarias para el concepto de tolerancia, mien­tras que, para la tesis de aplicación estrecha, si bien, son también necesarias, pero no suficientes. Dado que la iii) circunstancia de la tolcmncia también es necesaria pam no con­fundirla con otras actitudes.

13 Diccionario de la Rcal Academia Española. www.rac.cs

14 Rodolfo Vázquez. Liberalismo. Estado de Derecho y minorias. op. n/ pág. 77.

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Ahora bien, regresemos por un momento al punto de partida. Decía que quizás se pueda argumentar que el problema de la exclusión/inclusión de la iii) circunstancia no es "real" o que es un pseudoproblema. Sobre todo, porque los propósitos conceptuales de una postura y otra no son precisamente antagónicos, sino toman rutas metodológicas distintas; bajo este tenor, diría que uno quiere contestar la incógnita ¿cuándo un acto de tolerancia tuvo lugar? y, el otro, ¿cuándo se debe tolerar una acción? o ¿qué acciones deberían ser candidatas a la tolerancia?

Ante esta situación, podría pensarse que sólo caben dos posibilidades: o bien, que el debate no es tal, precisamente, porque cada parte toma una ruta metodológica distinta, y que por esa razón los argumentos de una y otra postura no se encuentran y ambas postu­ras frente al debate permanecen incólumes; o, independientemente de las diferencias metodológicas. pensar que una de ellas tiene razón y. entonces, se tiene que aceptar o rechazar como parte del concepto de tolerancia la ¡ii) circunstancia,

Poniendo las cosas de esta manera, me inclino a pensar que hay una tercera posibi­lidad entremezclada: reconocer que efectivamente ambas tesis pretenden cosas distintas, metodológicamente hablando, pero que, aun asi, una de ellas tiene razón. Esto se debe a dos consideraciones: 1) mencionar las razones de un conflicto es una cosa muy distinta a la de valorar la calidad justificativa de dichas razones; hacer mención de las razones que nos llevaron a tomar un cierto curso de acción no compromete la neutralidad descriptiva, ya que, 2) las razones también pueden servirnos para explicar una conducta si las usa­mos como referencia de las consideraciones que guiaron al agente a tomar dicho curso de acción, 15

Esto mismo se puede explicar de otra manera recurriendo, por ejemplo, a una de las distinciones que H. L. A. Hart hace en su El concepto de derecho. Él distingue entre dos posibles puntos de vista que se pueden adoptar frente a las reglas: uno, es el <<]Junto de vista interno», el otro, «el punto de vista externo», Para Hart, el primero de ellos es pro­pio de aquel miembro de la sociedad que acepta y reconoce las reglas como guías de conducta. El segundo, el punto de vista externo, es el que adopta un observador impar­cial. «Tal observador se satisface simplemente con registrar las regularidades de conduc­ta observables en que parcialmente consiste la conformidad con las reglas», 16

Para Hart, «los enunciados hechos desde el punto de vista externo pueden, a su vez, ser de dos tipos diferentes, Porque el observador puede, sin aceptar él mismo las reglas, afirmar que el grupo las acepta, y referirse así, desde afuera, a la manera en que ellos ven las reglas desde el punto de vista interno»,17

15 Cfr; Joseph Raz, Razón práctica y normas, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, pág. 18. Estoy consciente de que existen numerosos debates acerca de esta apreciación; por ejemplo, autores como Raz o Nino sostienen que ((el con­cepto de razón explicativa presupone o puede analizarse a partir del de razón justificativa: para estos autores, una razón explicativa es una creencia en una razón justificativa, de manera que este último es el concepto primario en términos del cual es posible dar cuenta del aquél»; véase Juan Carlos Bayón Mohino, La normatividad del Derecho: deber jurídico y razones para la acción, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, pág. 49. Puede ser esta la razón por la cual J.e. Bayón, cuando se refiere al concepto de razón explicativa también lo hace bajo el ténnino (motivos)).

16 Cfr., H. L. A Hart, El concepto de derecho, trad. Genaro R. Carrió, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, Argentina, 1963, pág. 111.

l7 H. L. A. Hart, op. cit., pág. 111.

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Si esto es correcto, en ambos supuestos metodológicos, excluir la tercera circuns­tancia puede llevamos a resultados indeseados; en el caso de la tesis amplia, por ejem­plo, se correría el riesgo de hacer una descripción incompleta y, por lo tanto, defectuosa de la tolerancia. En el caso de la tesis estrecha, como es cas: obvio pensar, se correría el riesgo de no saber la calidad (moral, o cualquiera que ella sea) del acto tolerado.

Digamos que los autores de la tesis amplia aceptan esto y dieran el asunto por sal­dado. De todas maneras siguen existiendo otros desacuerdos relacionados con lo que ambas tesis entienden por relevancia de una convicción lesionada y por competencia para intervenir en contra del objeto de tolerancia.

2. Desacuerdos en las «circunstancias de la tolerancia» i) y ii)

2,1 Sobre la relevancia de la convicción lesionada

Sin duda existen distintas clases de lesión. Y, sin duda también cada una de ellas puede variar en sus grados de intensidad. Así, por ejemplo, el Código Penal para la república mexicana reconoce, por lo menos, cuatro distintos grados de lesiones: levísimas, leves, graves y gravísimas; y dos clases de lesiones: fisicas y psíquicas. También algunos orde­namientos jurídicos hablan de lesiones de tipo moral, tal y como las contempladas en casi todos los códigos civiles del mundo (por ejemplo, las lesiones al derecho al honor). En resumen, existen varias clases de lesiones y todas ellas son graduables.

Ahora bien, el concepto de lesión no levanta muchas aristas para nuestro desarrollo. Es cierto que pueden discutirse muchas cosas sobre su naturaleza y rango nonnativo, sin embargo, por ahora, lo tomaré como un concepto poco controvertido. Ya que, por el momento, lo importante es el tipo de "convicción" dañada y no la clase de "lesión" que la dañó.

Aunque es importante no perder de vista que para poder hablar de tolerancia tiene que existir, necesariamente, una «lesión»; y, que la lesión debe ser causada por la acción de otra persona. 18 Es decir, una de las condiciones para poder hablar de toleran­cia es que exista una acción 'Y' que lesione la convicción 'X', y que 'Y' sea produci­da por un agente distinto al que sujeta 'X'. Sin olvidar que 'X' debe ser relevante. No creo necesario apuntalar la imposibilidad lógica de algo así como "auto-tolerarse" o "auto-tolerancia".

Luis Villoro dice que una "convicción corresponde a las creencias que nos importan vitalmente, las que satisfacen nuestros fines y dan sentido a nuestra existencia, las que orientan acciones necesarias para la vida, y no forzosamente a las más probables o pro­badas".19 En otras palabras, una convicción juega un papel importante dentro del sistema de valores o de reglas que la alberga.

18 EntIendo por el término «aCCIÓ!ll) algo que no sólo designa intervenciones positivas «de hacen), sino también omi~lones o de «no hacen)

19 Luis Vilioru. Cree/", saber, conocer, Siglo Veintiuno ed .• México, 19S2, pág. 119.

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Al menos de manera intuitiva, sabemos que una convicción es una creencia arraiga­da en nuestro sistema de valores. Pero, ¿cómo saber qué convicciones son relevantes para la tolerancia?

Según Schmitt, «la importancia de una convicción puede medirse, por ejemplo, ob­servando si el disgusto (o irritación), es decir, el rechazo que provoca su lesión es tan grande que existe una tendencia a responder con una intervención».20 Por lo tanto, se­gún su apreciación, si observamos que la reacción es de tal ma,gnitud que el sujeto lesio­nado se ve forzado a actuar en contra de la acción, ya sea para frenarla, detenerla o prohibirla, lo más probable es que estamos frente a una convicción relevante.

Para los autores del concepto estrecho esto, en rcalidad, no contesta a la pregunta. La intensidad de la reacción del sujeto lesionado no define lo que debemos entender por relevancia. La intensidad de la reacción, tal y como la describe Schmitt, se produce precisamente por la relevancia de la convicción lesionada y no de manera contraria. Esto es, que la reacción ante la lesión haya hecho de la convicción, una convicción relevante. Si la convicción no era relevante antes de que sucediera la lesión, no estaríamos hablan­do de tolerancia de acuerdo con la misma definición sugerida por Schmitt.

El punto aquí es, quién o cómo se resuelve la relevancia de una convicción y no la intensidad del daño causado a la misma. Joshua Halberstam afirmó hace algún tiempo que "no toda convicción es un candidato para la tolerancia".21 Precisamente, por ser así, ¿quién decide o cómo se decide la relevancia de una convicción?, ¿debemos aceptar todas las convicciones que un agente considera relevantes como candidatas para la tole­rancia?; me parece que éste es el quid de la cuestión.

Usando como parámetro de referencia los trabajos que he citado de A. Schmitt y M. Wamock, me inclino a pensar que los que sostienen la tesis amplia del concepto contes­tarían a la segunda pregunta de manera afinnativa. Es decir, que para quien sostiene esta tesis, la relevancia de la convicción es determinada por el agente y por el sistema de valores que el mismo agente sujeta. Dando cuenta de dicha relevancia a través de la intensidad de la reacción por el daño causado, lo que no comprometería su postura. Sos­pecho, sin embargo, que esto llevado al ámbito justificativo los orilla a sostener la idea de que la tolerancia es prima hermana del relativismo. Pues aquí no hay otro criterio más de relevancia que los deseos y las preferencias de cada individuo. Por otro lado, pienso que la tesis estrecha, al considerar que la tolerancia es un valor moral, una virtud o un princi­pio, contestaría de manera negativa. Según esta postura, las convicciones tienen que ser relevantes desde un punto de vista moralmente objetivo.

Recordemos nuevamente que para considerar relevante a una convicción, ésta tiene que jugar un papel importante en el sistema del sujeto tolerante. Con esta idea en la cabeza, lo que ahora tenemos que hacer es indagar sobre la clase de sistemas de reglas de los que se derivan dichas convicciones.

20 Annette Schmitt. op. cit .. pág. 73.

21 Joshua Halberstam, "The Paradox ofTolerance", en The I'hilosophlcal Fomm. 1982-83. Vol. XLV:2, pág. 191. Citado en el mismo sentido por Annette Schmitt, op. cit.. pág. 73

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Schmitt distingue seis distintos sistemas de reglas de donde se derivan algunas convicciones, éstos son: l. Mandatos de la estética, 2. Convenciones sociales, 3. Pre­juicios, 4. Principios de racionalidad medio-fin, 5. Convenciones religiosas y 6. Con­venciones morales.

Esta lista me parece un buen punto de partida. Pues, es de suponerse que la tesis amplia considera que todas las convicciones que derivan de estos sistemas son relevan­tes, mientras que la tesis estrecha no considera que las convicciones que derivan de al­gunos de estos sistemas gocen de la relevancia que ellos tienen en mente. Por 10 tanto, esta lista nos da la oportunidad de localizar la diana de nuestras críticas.

Hay que comenzar con las convenciones religiosas, ya que la clase de convicciones que de aquí se derivan son las que históricamente hablando dieron lugar al debate sobre la tole­rancia. También, seguramente, ésta es una de las clases de tolerancia de mayor interés.

Empero, al tratar esta clase de convicciones hay que tener cuenta una cuestión impor­tante que surge como límite a la relevancia de toda convicción. Se trata del hecho de que no podemos tolerar algo que el prevenirlo o detenerlo esté fuera de nuestro alcance (esto lo veremos con más detalle en el siguiente epígrafe). Éste es el caso, por ejemplo, de cuando una conducta, acto o creencia esté explícitamente prohibido(a) o permitido(a) por un sis­tema normativo superior al nuestro; como son, por ejemplo, los derechos humanos. 22

No dejemos de notar que esto sucede sin importar la clase de convicción que ha si­do lesionada. En el caso de las convicciones religiosas, por ejemplo, hoy en día sería dificil (o, al menos, nos sonaría extraño) que alguien trate de argumentar, como lo hizo John Locke en su momento,23 razones por las que debemos tolerar a otras personas que adopten un credo religioso distinto al nuestro, y, sobre todo, nos sonaría aún más extraño que al hacerlo no mencionarán los derechos humanos. ¿Cómo vamos a hablar de tole­rancia a los herejes, a los ateos, a los musulmanes, a los judíos o a los católicos, cuando todos los seres humanos, desde hace varios años ya, tenemos y reconocemos el derecho -universal- de adoptar cualquier creencia religiosa?

Seguramente, alguien podría contraargumentar con algunos de los hechos sucedidos a partir del ll-S y con el desate de lo que varios diarios han llamado "la moderna guerra santa". Con los conflictos religiosos entre Medio Oriente y gran parte del mundo occi­dental, también, con los conflictos que se han dado entre comunidades étnicas y religio-

22 Por derechos humanos entIendo lo mi~mo que Carlos s. Nino. Es decir, que los derechos humanos son una clase de «dere­chos morales». En este sentido, «la alusión a derechos humanos adquiere una importancia radical para cuestionar leye~. instituciones, medidas y acciones, esos derechos no se identifican con los que surgen de normas del derecho positivo sino que, en todo caso, se entiende que los derechos jurídicos así creados constituyen sólo una consagraCIón, reconocimiento o medio de implementación de aquellos derechos que son lógicamente independientes de esta recepción jurídica. Se reclama el respeto de los derechos humanos aun frente a sistemas juridicos que no los reconocen y precisamente porque no /0.1" re· conocen». Ético y Derechos Humano.\". Un ensayu de jimdamentacián. Editorial Astrea. Bueno~ Aires, Argentina, 2Q ed, 2005, pág. 15. Otro aspecto importante de entender así a los derechos (humanos) ha sido resaltada por Ronald Dworkin. cuando dice que «los derechos (aun cuando no sean absolutos y puedan ceder frenle a otros derechos u objetIVOs socialc~ colectivos especialmente urgentes) constituyen un limite o umbral en contra de medIdas fundadas en la persecución de ob­jetivos sociales colectivos», Taking Rights SeriOllsly. Cambridge, Massachusset~. 1977. págs. 91-2. citado a través de Car­los Nino, ibídem, pág. 35. Me parece que esta postura puede aclarar también, y hasta cierto grado, la pregunta de ¿SI

tendríamos la capacidad o no de tolerar alguna regla del derecho positivo que dañe una convicción moralmente relevante?

23 John Locke, Carla sobre la tolerancia. Gernika, Clásicos de Ciencia Política, México, 1997

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sas que habitan dentro de los mismos países europeos: como es el caso de Bélgica, Holanda, Espaíla, Irlanda del Norte y Francia, entre otros.24

Sin embargo, pese a estos ejemplos, y precisamente por el reconocimiento de esta clase de derechos (humanos), estos hechos son criticables." Baso este argumento en el reconocimiento universal de un derecho a la libertad de creencias fundado en los dere­chos humanos.

Para ejemplificar mi dicho, tomemos el caso del periódico danés que recientemente publicó caricaturas del profeta islámico Mahoma. Este hecho llevó a una serie de violen­tas protestas encabezadas por la comunidad musulmana. Las caricaturas fueron acusadas

24 Entre los hechos más significativos que ejemplifican esta clase de conflictos a los que me refiero se encuentran, por ejem­plo: La muerte del cineasta holandés Theo Van Gogh, el 2 de noviembre de 2004, El tomó su bicicleta para dirigirse al lra­bajo; en su camino, un joven de descendencia musulmana, pero de educación holandesa, se le acercó y lo acribilló con varios disparos. Antes de morir, Van Gogh pidió clemencia a Moharnmed Bouyeri, su asesino, diciendo una frase pecu­liarmente holandesa: j(Sin duda, podemos hablarlo)). Moharnmed 8., como lo conoce la prensa holandesa, después de oírlo le corto la garganta de oreja a oreja y le clavo un cuchillo en el estómago dejando un mensaje: j(Ésta es mi última palabra, cifrada en balas, bautizada en sangre)). Su poema continuaba con algunos eslóganes de la yihad y un mensaje dirigido a Ayaan Iris Ali, una polit610ga somalí naturalizada holandesa que habia escrito el guión de la última pelicula de Van Gogh: Sumisión.

El asesinato del cineasta en las calles de la ciudad de Ámsterdam, tolerante poc antonomasia, despertó poc primera vez la ira de sus habitantes en contra de una comunidad que había sido aceptada con todas sus condiciones. Se dice que Van Gogh fue asesinado por denunciar los atropellos que las mujeres musulmanas viven gracias a su religión. Por denunciar que la religión musulmana traia más desastre para sus seguidores que bien. Sin embargo, me parece que Van Gogh también murió por no tole­rar lo intolerable (por ejemplo, aquello zanjado por los derechos hwnanos) y, como dice lan Buruma, por no decir verdades a medias. En fin, a partir de su muerte, la vida de convivencia y tolerancia que había existido entre ambas culturas en esta ciudad, se desvaneció. Ahora, las demostraciones de grupos neo-fascistas y de extrema derecha en contra de la inmigración y, sobre todo, en contra de los inmigrantes musulmanes, son cada vez más cotidianas. Véase Jan Bruruma, Murder in Amsterdam. The Dealh ofTheo Van Gogh and lhe Limits ofTolerance, The Penguin Press, New YorIe. 2006.

Por ejemplo, el20 de febrero de 2005, Filip Dewinter, líder del partido político belga de extrema derecha, Vlaams Be­lang, al pasar por la construcción de una mezquita en el centro de Amberes, comentó alzando los brazos y haciendo gestos de disgusto, a un reportero de la revista Times: jjMira nada más, pero si está a unos cuantos pasos de una Iglesia)). Times Europe, 21 de febrero de 2005. El mismo reportero del Times que acompañaba a Dewinter dice que el politico de extrema derecha es ampliamente conocido en esta ciudad por su política anti-inmigrante. Cuando camina por la ciudad de Amberes recibe tanto gritos de iracista! por parte de africanos y musulmanes como ovaciones por parte de mujeres y hombres de ori­gen belga: "iDewinter, estás haciendo un magnifico trabajo, sigue adelante!" La política del partido de extrema derecha, Vlaams Belang, ha cobrado gran popularidad entre los flamencos no sólo de Bélgica sino también de Holanda, Su polltica se basa en la independencia de los Flandes, en una política de jjcero tolerancia») ante las comunidades no-cristianas y no­europeas y en rechazar el multiculturalismo.

Relacionado con esto, son sumamente representativos los hechos sucedidos el 5 de octubre de 2005. cuando cientos de seguidores del Vlaams Belang se reunieron en el centro del la cuidad de Amberes (en la Grand place) para tratar de poner fin a las políticas de inmigración belgas bajo el lema jjPor un Amberes habitable)). Muchos de los seguidores del partido Vlaams Belang cargaban pancartas que decian: jda ciudad es demasiado bella para estar tan sucia)); mientras que Dewinter se dirigía a ellos a través de los micrófonos diciendo: «Un Flandes independiente hoy, es la herramienta del manana para luchar contra los verdaderos problemas [aludía a la comunidad de musulmanes en Amberes]»). Todo esto cargado de un ambiente de ira, racismo y odio. Es significativo también, que Bart De Wever, presidente de la alianza nacionalista flamen­ca, tras este acto afrrmaba que ni los grupos neonazis, ni el frente nacionalista de Le Pen en Francia, ni la alianza naciona­lista italiana, ni la Fro austriaca son tan extremistas como el Vlaams Belang: j(Le VB est, en realite, le parti populiste le plus extrémiste d'Europe)). Véase Le Monde, Domingo 8 y Lunes 9 de octubre de 2006. En Espana también hay ejemplos de actos xenofóbicos y de racismo hacia los inmigrantes. El último fin de semana del mes de enero de 2007, varias bandas de lati­noamericanos y españoles empujados por el odio se enfrentaron en Alcorcón, cerca de la ciudad de Madrid. Siete jóvenes­dos ecuatorianos, dos dominicanos, un colombiano y un espaftol- murieron en este enfrentamiento. Paulo Bricefto, de Co­lombia, comentó que (jel domingo vinieron (a la plaza de Alcorcón] muchos jóvenes, algunos iban armados con bates, es­taba claro que si encontraban a un sudamericano, lo linchabam). En enero de 2000 habla sucedió algo similar en El Ejido. donde los espadoles se amotinaron contra los marroqules que allí vivían tras la muerte de dos agricultores que se le atribu­yeron a un inmigrante africano. Véase El Pais, 22 de enero de 2007, BBC Wor/d, 22 de enero de 2007. Gran parte de esto sucede, como argumento arriba, porque algunos individuos aún no toma en serio los derechos humanos.

25 Carlos S. Nino, op. dI" pág. 15,

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por ellos de ser insultos culturales, islamofóbicas, blasfémicas y de llevar consigo la intención de humillar a la minoría musulmana que habita en Europa. Por otra parte, algunos simpatizantes del periódico danés argumentaban que éste tiene el derecho de expresarse libremente.

Repárese que en este caso estamos frente a convicciones consideradas moralmente relevantes, y que la opinión pública citaba continuamente la palabra "tolerancia" y el papel que ésta juega en las sociedades multiculturales. Sin embargo, no considero que este problema, en la actualidad, involucre actos de tolerancia, sino, más bien, se trata de un problema de conflicto de derechos (entre la libertad religiosa y la libertad de expre­sión) y de su efectiva aplicación. 26

Si aceptamos que nuestras convicciones personales tienen esta clase de límites normativos fincados por un sistema normativo considerado superior al de cualquier individuo, creo que sera más fácil delimitar el marco de convicciones relevantes. Una postura que tome en serio a los derechos humanos limitará sus posibilidades para no tolerar ciertas acciones, conductas y creencias de otras personas aunquc ésta las juzgue crróneas. Además, tengamos en cuenta que esta vía es de doble sentido e.g., tampoco le será posible tolerarlo todo. Los mismos derechos humanos marcarían los límites de 10 que es tolerable e intolerable.

No obstante, aun teniendo en cuenta estos límites normativos, no acabamos de ex­plicar la cuestión de la relevancia de todas aquellas convicciones que quedan fuera del alcance de esta esfera normativa. Tengo además la impresión de que la clase de límites que vengo discutiendo quedan claros hablando de tolerancia dentro de lo que llamamos "ámbito público", pero que en el "ámbito privado", su claridad se tiende a desvanecer; se pierde. Pues es correcto pensar, por ejemplo, que quien sostiene una creencia religiosa tiene la certeza de saber cuál es nuestro destino divino. Y, sin duda, para ese individuo, esta clase de creencias tienen en su vida una relevancia de tipo ético-normativo. Sin embargo, creo que para él valen también estos límites. Límites que, además, marcan níti­damente una línea que distingue entre el creyente, es decir, alguien que mantiene una posición más modesta frente su doctrina o grupo de creencias, y el fanático, quien por definición mantiene una postura inamovible frente a su doctrina y piensa que cualquiera que mantenga una postura contraria a la de él esté destinado a la perdición. 27

26 Ya, qué tanto peso se esté dispuesto a atribuirle a cada uno de estos derechos. es cueshón de otra discusión. Pues, si bien esto en gran parte también depende desde qué peldaño interpretemos los derechos en cuestión. es decir, cuál es más impar· tante o de mayor peso. Este punto ha sido discutido recientemente por Manuel Atienza, "Las caricaturas de Mahoma", W Información, 21 de marzo de 2006.

27 Varios filósofos morales, como R. M. Hare en la línea mglesa, o Eduardo RIvera López en la latinoamericana, aeeptatian cste argumento. Pard Hace, por ejemplo, todos estamos eqUIpados con cierto conocimiento sobre 10 que está bien y 10 que está mal, y esto nos sirve para resolver algunas disyuntivas morJles. A este nivel básico le llama nivel «intuicionista)), Sin em­bargo, eómo resolver si las intuiciones que tenemos frente a una disyuntiva son las correctas. En este punto el nivel básico da de ~í. Se requiere de un nivel más elevado de pcnsamiento moral. «que pueda criticar las mtUlclOnes; un nivel «critico» en el que podamos considerar diversas intuiciones opuestas, ya sea de la misma persona, o de personas diferentes, y juzgar­las, para dilucidar cuál dc ellas es mejom. Véase Richard M. Hare, "Cómo resolver los problemas morales racionalmente". en León Olivé (comp.), Racionalidad. Ensayos sohre la racionalidad i!n ética y política. ÓenCII.l y recnología. Siglo XXI· UNAM. México, 1988, págs., 58-75, específicamente, pág. 69.

Por otro lado. F.. Rivera López nos habla de un plano "epistémico" muy cercano a una espeóe de escepticismo éllco, pero quc no sc debe confundir con un esceptIcIsmo dogmático. Él llama a cste nivel falibilismo ético, Este consiste en lo si-

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Decía antes, que los límites a la tolerancia se podían llegar a desdibujar en el «ám­bito privado» y, sin duda, éstos pueden llegar a cambiar según el caso. Pues bien, el ejemplo de la Baronesa Warnock puede servirnos corno punto de partida para conocer los argumentos que cada una de las tesis ofrece para conocer la relevancia de las convic­ciones candidatas a la tolerancia dentro de este "ámbito".

En pocas palabras, Warnock nos dice que si ella presenciara que «uno de los ami­gos de su hija usa sandalias con su traje o bastón con su chaqueta de tweed» en una cir­cunstancia diferente (en la que él no tuviese la intención de casarse con su hija) 10 consideraría un «ultraje» no tolerable.

Una lectura de este ejemplo nos da buena pauta para analizar los mandatos de la es­tética. Wamock tolera este «ultraje» porque considera más importante la felicidad de su hija que el reducido sentido estético de su novio. La otra lectura nos dice que más bien Warnock se encuentra enfrascada en un prejuicio, según el cual los hombres que visten de tal manera no son hombres de "bien" u hombres de "éxito", lo que sí la hace conside­rar si debe o no tolerar esta situación puesto que el hombre "mal vestido" piensa casarse con su hija.

Warnock formula este ejemplo tan claramente trivial de manera intencionada para mostrar la inefectividad de la tesis estrecha. Ya que, según ella, adoptar la tesis estrecha es una forma de reducir innecesariamente el ámbito de aplicación del concepto de tole­rancia, pues esta tesis sólo permite hablar de aquellos casos en los que hay cuestiones moralmente relevantes en juego. Para Warnock, la realidad es otra. Según ella, en la vida cotidiana este ténnino se usa en muchas otras situaciones en las que no puede hacerse una clara distinción entre los gustos e inclinaciones y 10 que se considera moralmente relevante. En palabras de Warnock:

«[ ... ] simplemente, no puedo creer que pueda trazarse una distinción [ .. ] entre lo moral y lo no­

moral, basada en la pretensión de que lo moral es racional, u objeto de argumentos, y lo no-moral

una cuestión de sentimientos y emociones». 28

Por esta razón, la Baronesa Warnock prefiere distinguir entre dos clases de concep­tos de tolerancia: un concepto débil, mediante el cual pueda hablarse de tolerancia frente a algo que afecte gustos y preferencias (no morales); y un concepto fuerte, mediante el cual pueda hablarse de tolerancia frente a algo que desaprobamos moralmente. La pro­puesta de un doble concepto, o mejor dicho, de una doble función del concepto, me parece inútil. Primero, porque si 10 que deseaba la Baronesa era evitar la ambigüedad del término, con esta doble función que le atribuye éste se vuelve más confuso y dificil de manejar. Así pues, hay que tomar en cuenta también muchas otras distinciones del con­cepto de tolerancia como: "tolerancia privada", "tolerancia pública", "tolerancia horizon-

guiente: ~~un individuo racional que, por tanto, toma en cuenta seriamente las dificultades de juzgar, tendrá una posición de no total certeza en el plano epistemológico. En otras palabras, seráfalibilista en materia moral. ¿Por qué? Porque no existe ninguna razón para pensar que estas dificultades sólo alcanzan a las doctrinas de los otros pero no a la propia». Véase Eduardo Rivera López, Ensayos sobre liberalismo y comunitarismo, Fontamara, BEFDP No. 58, México, 1999, pág. 22.

28 Mary Warnock, op. cit., pág. 25-26.

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tal", "tolerancia vertical", etc; la distinción de Warnock tan sólo multiplicaría al doble esta situación: "tolerancia débil pública", "tolerancia fuerte pública", "tolerancia débil vertical", "tolerancia fuerte vertiea!". etc. Segundo, porque la propuesta de Wamock nos regresa fatalmente al punto de partida. ¿Qué diferencias puede haber entre el sentido débil de Wamock y la tesis amplia o entre el sentido fuerte y la tesis estrecha? Me parece que ninguna. Al contrario, esta situación nos ubica bajo la misma encrucijada: o aceptamos que la tolerancia sc use para cualquier tipo de rechazo en el que no intervengamos y convertirla en un concepto moralmente trivial, o aceptamos que la tolerancia es un valor moral, el cual sólo entra en acción frente a casos que desaprobamos moralmente a costa de reducir su ámbito de aplicación.

Regresando a los ejemplos de Warnock. frentc a la primera lectura los autores de la tesis estrecha dirían que la convicción está en juego por basarse en gustos de la moda, los cuales, desde un punto de vista moral, son irrelevantes. Y dejándome guiar por la tesis estrecha, veo que no sólo son irrelevantes desde un punto de vista moral, sino tam­bién desde el punto de vista de lo que es la tolerancia. Pues, según esta tesis, las razones que justificaron suprimir la intervención en contra del objeto tolerado son de naturaleza moral. En tal caso, no se entiende la manera en que podemos explicar la existencia de un conflicto genuino de valores que haya dado píe para hablar de tolerancia; en todo caso, podría hablarse más bien de un sentimiento de disgusto o resignación que de un acto de tolerancia.

Es importante tomar nota de esta cuestión, pues, si la convicción lesionada es una convicción moral, las razones para frenarse de actuar en contra de la acción objeto de tolerancia deberán ser también. y necesariamente, de tipo moral. Más tarde abordaré este tema en detalle, sin embargo, aquí adelanto que esto se debe a que las razones morales son consideradas como razones últimas. También digo que es importante, ya que ahí encontramos un Se6'1lndo desacuerdo, los tipos de razones que ambas tesis tienen en mente para justificar un acto como tolerante.

Para la tesis del concepto estrecho, las razones que se dan para no intervenir ante la lesión de una convicción relevante deben ser, exclusivamente, razones de tipo moral por el tipo de relevancia de la convicción lesionada que tienen en mente. De lo contrario, no se podría hablar propiamente de la tolerancia como una «virtud» o un «principio». La tesis amplia considera que las razones para no intervenir. es decir. las razones que justi­fican una conducta como tolerante, pueden ser de varios tipos: morales, prudenciales. basadas en creencias e, incluso, en prejuicios.

Por ejemplo, si tomamos de la mano a la tesis amplia, la segunda lectura puede ori­llamos a pensar que, aunque la convicción de Wamock esté basada en un prejuicio, es decir, en una falsa creencia, sí se crea un conflicto de valores dentro de su sistema de reglas: la felicidad inmediata de su hija a costa de una vida llena de penurias y limitacio­nes (de donde parte el prejuicio) frente a la felicidad futura de su hija con el inevitable dolor inmediato producido por el desencanto de su prohibición de casarse.

Sin embargo, al tratarse de gustos y prejuicios. la relevancia de la convicción está en juego. Podría argumentarsc junto con Peter Nicholson, un campeón del concepto cstrc-

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cha, que si «la tolerancia es un asunto de elección moral [ ... ] nuestros gustos o inclina­ciones son irrelevantes»,29 En este caso, el problema se centra en que las razones que respaldan la convicción de Warnock no pueden ser extensibles a otras personas por su carácter subjetivo. Dificilmente. algo que bajo la perspectiva de un solo individuo sea considerado como correcto le otorga a éste la posibilidad moral de imponerlo a otra persona o de rechazar su acto. 30 Sin esta posibilidad de prohibir, frenar, imponer o re­chazar el acto causante de la lesión, de acuerdo a la definición inicial, tampoco existe la posibilidad de hablar de tolerancia.

El meollo de todo esto está en que, mientras la tesis amplia no considera que exista un conflicto en la elección de los distintos valores, la tesis estrecha sostiene que la tole­rancia encierra un «conflicto trágico» genuino y que tal clase de conflicto es "casi" (digo "casi", pues para no todas las teorías morales que hablan sobre tolerancia aceptarían la existencia de esta clase de conflictos) un requisito sine qua non para poder hablar de tolerancia.3

] De ahí que los partidarios de la tesis estrecha digan que la definición más aceptada de la tolerancia contemple la expresión «convicción relevante».

Líneas atrás decía que la intensidad del rechazo es una fonna de definir la relevan­cia de una convicción para los autores de la tesis amplia, y que los autores de la tesis estrecha argumentaban que la intensidad no nos decía nada sobre lo que deberíamos entender por relevancia de la convicción dañ.ada. Ahora, pensemos, si la intensidad del rechazo no nos dice nada, siguiendo ese punto de la tesis estrecha, ¿qué nos podrá decir el tipo de rechazo producido?

En la literatura anglosajona se distingue entre dos tipos de rechazo: dislike (disgus­to) y disapproval (desaprobación). Esta distinción, sin duda, nos puede ayudar a com­prender el tipo de convicciones fundamentadas en una relevancia moral y, en otra, no­moral. Generalmente, por "desaprobación" se entiende un rechazo basado en razones morales, mientras que, por "disgusto", un rechazo irracional o no moral. 32 Si entendemos a la tolerancia como un valor moral, nos dice la tesis estrecha, debemos excluir el recha-

29 Cfr., Peter Nicholson, "Toleration as a Moral Ideal", John Horton, Susan Mendus (ed.), op. cil., pág. 160.

30 Este impedimento es válido desde cualquier punto de vista moral que yo adopte. Ya sea un objetivista o un relativista. El objetivista sabe que es moralmente irracional tratar de imponer creencias de carácter meramente subjetivo, mientras que, el relativis­ta en aras de defender su propia doctrina, sabe que no puede imponer una creencia a otra persona pues, desde su punto de vista, esto sería moralmente incorrecto; es decir, según ellos dos personas pueden emitir juicios morales distintos sobre un acto y ambos ser considerados válidos.

31 Estoy consciente de que en la literatura filosófico-jurídica y filosófico-moral existe un amplio debate sobre la existencia de los llamados "conflictos trágicos" o "dilemas morales" de carácter genuino. No obstante, ahora no pretendo argumentar a favor de ninguna de estas posturas. Sin embargo, por "conflicto trágico" o por "dilema moral" entiendo la caracterización que Guillermo Lariguet hace en "Conflictos trágicos y ponderación constitucional. En tomo a algunas ideas de Gustavo Zagrebelsky y Riccardo Guastini", Dirilto e questioni pubb/iche, No. 5, Universita degli Studi di Palenno, 2005, pág. 67. Lariguet expone que la idea de «conflicto trágico suele presentarse cuando i) el conflicto no tiene resolución racional posi­ble, por ejemplo por que los valores o principios contenedores son considerados mutuamente inderrotables o incomparabl~s o ii) el conflicto podría ser resuelto eligiendo uno de los principios, pero esta elección entrañaría sacrificio o perdida mo­ral.» Más adelante se verá con mayor claridad por qué los califico como 'trágicos' o como 'dilemas'. Hay que tener presen­te que no todas las teorias morales creen en la existencia de conflictos trágicos y que, por esta razón, muchas veces a esto se le ha llamado <da paradoja de la tolerancia». Más adelante trataré de justificar por qué llamó al conflicto que se da en la tolerancia <<trágico», sin embargo, por el momento, sólo quedémonos con esta idea.

32 Peter Nicholson, op. cit., pág. 160.

11 r-

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zo basado en disgustos y aceptar, únicamente, el rechazo basado en una desaprobación para la aplicación del concepto.

Esto cobra sentido si tomamos en cuenta que, para una de las posturas, la existencia de conflictos trágicos genuinos entre valores o principios es una consecuencia de la tolerancia y para la otra no lo es. La tesis amplia no descarta el tipo de rechazo por des­aprobación, pues, como hemos visto, para ellos la tolerancia abarca desde casos de desapro­bación moral hasta casos de disgustos estéticos, y las razones que pueden llegar a justificar la no intervención tampoco tienen que ser necesariamente razones de tipo mo­ral. De lo contrario, según ellos, se reduciría el ámbito de aplicación y el poder explica­tivo del concepto de tolerancia.

Ahora bien, según la tesis estrecha, esta postura trivializa la idea que está detrás de este concepto. Es decir, la idea según la cual la tolerancia se basa i) en un conflicto de valo­res (entre la conducta rechazada y el principio que justifique la no intervención) y ii) en la virtud del tolerante de saber elegir justificadamente entre ellos (basándose en razones últimas) o en el deber de respetar el derecho de otro para dictar sus propias acciones.

Un argumento bastante usual de la tesis amplia para incluir los disgustos como par­te del concepto de tolerancia es que, de 10 contrario, se excluirían cuestiones como el prejuicio racial. Peter Nicholson argumenta en contra de esto diciendo que: "añadir 'dis­like' puede que sea importante para el estudio histórico o sociológico de la tolerancia, donde la tolerancia es un término descriptivo. Sin embargo, una definición del ideal moral debe excluir 'dislike' [ ... ] el ideal moral de la tolerancia sólo debe verse en térmi­nos de 'disapproval', e.g., sobre la base de juicios y de razones que sólo tienen lugar dentro de una argumentación moral". 33

No sé hasta qué punto sea importante incluir los disgustos, tales como el prejuicio racial, dentro del concepto de tolerancia. ¿Sensatamente se puede hablar de tolerancia hacía los negros, judíos o latinos por cuestión de raza? No olvidemos que para hablar de tolerancia no es únicamente necesario que exista un rechazo hacía 'Y' sino tener el po­der o la competencia para prevenir, detener o prohibir 'y'. Me parece que en el caso de prejuicios raciales no es posible encontrar esta condición.

Una postura que dibuja claramente la idea de la relevancia de nuestras convicciones basada en una desaprobación moral es la expuesta por D. D. Raphael. Este autor inglés, partidario de la tesis estrecha, dice que la relevancia de nuestras convicciones deriva del hecho de que el acto objeto de tolerancia es moralmente reprobable. Y, de hecho, cuando nuestra convicción esta moralmente justificada, este simple hecho nos otorga una espe­cie de competencia sobre el objeto de tolerancia. Según Raphael:

~iEsto significa que la inclinación de prohibir [el acto] no debe ser el resultado de un antojo o de un

disgusto arbitrario, sino tiene que estar razonablemente fundamentado en una desaprobación de la

que puedas esperar sea con otras personas compartida. Desaprobar algo significa que lo juzgas

33 PeterNichobon. op. cit" pág. 160

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como malo. Un juicio tal, no expresa una preferencia puramente subjetiva, sino que tiene una pre­

tensión de universalidad. Pretende ser aceptado por cualquier agente racionab).34

De aquí se desprenden dos ideas importantes: que la relevancia de una convicción tiene que estar moralmente justificada, y que a partir de ella, por tener esa calidad moral, se desprende una especie de competencia para actuar en contra del objeto tolerado. Los filósofos de la tesis estrecha, por ejemplo D, D, Raphael y Peter Nicholson, definen la relevancia de las convicciones con base en una competencia moral. Por ejemplo, Nichol­son dice que «quien tolera reclama que su desaprobación está moralmente justificada y que, por 10 tanto, tiene el derecho de actuar en favor de ella: él no sólo tiene el poder, sino la autoridad para hacerlo».35

No hay que apresuramos en aceptar esta postura. Me cuesta trabajo aceptar de in­mediato que, dado que nuestra convicción tenga una pretensión de universalidad, eso nos otorgue la competencia necesaria para no tolerar algo. En tal caso, estaríamos dispuestos a decir que los esclavos están en condición de no tolerar a sus amos. Ya que la esclavi­tud, al ser algo tan moralmente reprochable, éstos tendrían una especie de competencia moral sobre aquellos. Seguramente, decir algo como esto desvanecería todas nuestras ideas y objeciones sobre la esclavitud, o serviría de buen ejemplo para los esclavos vo­luntarios que presenta Mary Gibson,36

Probablemente, en la época de la esclavitud ésta no se tomaba corno algo moral­mente reprochable (ubiquémonos, por ejemplo, en la antigua Grecia) y, por lo tanto, decir esto no cobraría ningún sentido. Pero ¿podemos decir lo mismo en la actualidad? Creo que no. En la actualidad «no es tolerancia lo que generalmente queremos promover hacía las diferencias raciales, sino el reconocimiento de la irrelevancia moral intrínseca que hay en las diferencias raciales.»37 Siguiendo esta misma línea de pensamiento, de­bemos ver, entonces, si en realidad los prejuicios raciales tienen cabida en el ámbito de lo (no)tolerable. Siguiendo a Bemard Williams, podemos decir que «si un grupo sim­plemente odia a otro, como en una vendetta entre clanes o en los casos de puro racismo, no es realmente tolerancia lo que se necesita; los involucrados tienen más bien que des­hacerse de su odio, de su prejuicio o de sus recuerdos implacables, Si le estamos pidien­do a la gente que sea tolerante, estarnos pidiendo algo más complicado que esto».38

Zanjado el problema de los prejuicios raciales por el momento, supongamos otra si­tuación que ponga a prueba la propuesta de D, D. Raphael. Imaginemos que un grupo 'A' considerara inmorales las creencias de otro grupo 'B'. Y que los creyentes de 'A' son mayoría dentro de su territorio y consideran que sus creencias deben ser adoptadas por los demás o impuestas por la fuerza al resto de grupos, En tal caso' A', debido a que su convicción es aceptada por la mayoría, contaría con la «competencia adecuada» para

34 D. D. Raphael, op. cit., pág. 139. Los corchetes son míos.

35 PeterNicholson, op. cit., pág. 16L

36 Cfr" Mal)' Gibson, "Rationality", Philosophy & Pub/k Affairs, Vol. VI, No. 3, 1977, pág. 207.

37 John Horton, "Toleration as a Virtue", David Heyd (ed.), op. cit., pág. 34.

38 Bemard Williams, "Toleration: An Impossible virtue?" en David Heyd (ed.), op. cit., pág. 19.

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(no)tolerar las creencias y formas de vida de otro grupo. Me parece que éste cs cl tipo de casos de competencia a los que Bemard W illiams se refiere cuando acepta que el sujeto superior en número tiene la capacidad o competencia de tolerar al inferior. Esto se debe a que Williams entiende por "tolerancia" la actitud que tiene un grupo más fuerte, o mayoritario, sobre otro grupo menos fuerte, o minoritario".39 O sea, que para él, la tole­rancia es un lujo que únicamente los físicamente más poderosos se pueden dar.

Estoy seguro que ésta no es la idea de relevancia que Raphael tiene en mentc. Al­gunos párrafos atrás comenté que uno de los límites más relevantes para la tolerancia son aquellos basados en los derechos humanos. Me parece que la universalidad moral que D. D. Raphael tiene en mente es similar a la que fundamenta a esta clase de derechos. Una universalidad similar, o muy cercana, al categórico kantiano o, en su versión más mo­derna, a la «regla de oro» de R. M. Harc.

Si es así, la respuesta de Raphael ante este conflicto sería algo como esto: si el gru­po 'A' no aceptará la posibilidad de que en algún momento detenninado de la historia surgiera un grupo 'X' con mayor número de adeptos que 'A' y que, por esa razón, tuvie­ran la competencia adecuada para imponerles sus creencias, la convicción de 'A' no estaría moralmente justificada a la hora de (no)tolerar al grupo 'B'. Esto es, las razones a las que aludc Raphael para fundamentar la universalidad de las convicciones candidatas a la tolerancia se basan, también, en una actitud de imparcialidad. Esta idea de Raphael hace juego con aquella otra de Rodolfo Vázquez cuando dice que «una ética de la impar­cialidad es una ética de la tolerancia».40

Si prestamos atención, la nota de superioridad sigue apareciendo a cada paso que damos, probablemente sea mejor que antes de continuar con esta discusión vea­mos las condiciones que se tienen que dar para poder hablar de «competencia ade­cuadm~ para ser tolerantes.

2.2 Sobre la «competencia» o «poder» para rechazar la cond ccta tolerada

En párrafos anteriores hemos tenido oportunidad de apreciar que la mayoría de los auto­res que hablan sobre el concepto de tolerancia hacen referencia al poder o competencia necesaria para detener, frenar o prevenir el objeto de tolerancia. Tal es el caso, por ejem­plo, de Annette Schmitt, quien considera que sin esta «circunstancia>~ no se podría hablar pro­piamente de tolerancia; o de Peter Nicholson, quien asegura que «el tolerante tiene el poder de tratar de suprimir o prevenir (o, al menos, de oponerse u obstaculizar) lo que es tolcra­dm>;41 también es el caso de Rodolfo Vázquez, quien dice que «la persona tolerante debe poseer [ ... ]Ia competencia o facultad que le permita fácticamente intervenir en contra de una acción que lesiona sus convicciones» 42 o, de Mary Wamock, quien cree tolerar al amigo de su hija por tener una cierta influencia sobre ella.

39 Bemanl Williams, up. ci!" pág IX

40 Rodolfo Vúquel., Liherall.\mO Estado de IJ!'Yaho .. up. cit .. pág. 74.

41 Peter Nicholson, Ihldem

42 Rodolfo Vá..:quez, of!. di" pág. 76.

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Básicamente, la idea que está detrás de esta circunstancia es la imposibilidad de tolerar algo que se encuentre fuera de nuestra esfera de competencias. Pero ¿que debe­mos entender por "competencia"? Sin duda, el término "competencia" entraBa la idea de reglas regulativas y de derechos. Siguiendo a Robert Alexy, la idea de «competen­cia adecuada» es una situación en la que «el status deóntico es opuesto al de suje­ción».43 Esto es, que el sujeto tolerante está en una situación de superioridad conforme al objeto de tolerancia.44 Por ejemplo, no es posible tolerar una tormenta o una ola fuerte de calor, como tampoco lo es, tolerar un terremoto. En principio, no se puede decir que un empleado tolere a su jefe. De estas cosas se dice que se soportan o que se aguantan, pero no que se toleren. Esto se debe a la imposibilidad de hacer algo en contra de ellas. Es decir, de acuerdo con la definición de Alexy, en estos casos uno se encuentra en estado de sujeción.

Suele también decirse que, dependiendo de los tipos de competencia que se acep­ten, pueden ampliarse o reducirse las fronteras de la tolerancia. Pues si la única clase de com­petencia que se acepta está basada en la superioridad fisica o numérica como la de B. Williams, por ejemplo, los débiles no tendrían ninguna posibilidad de tolerar. Esto, sin duda, reduciria el ámbito de la tolerancia a un grupo muy limitado de personas.

Teniendo todo esto en mente, es más fácil comprender de dónde se desprenden es­tas «situaciones» de superioridad. Para los partidarios de ambas tesis, los casos típicos para la fundamentación de competencias del sujeto tolerante se encuentran en sistemas de reglas: juridicas, morales y sociales.

El caso de la superioridad o competencia fundamentada en reglas jurídicas se puede ejemplificar con el caso del jefe de una empresa que no permite fumar dentro de sus instalaciones. Según esta perspectiva, el empleado fumador no tiene la competencia necesaria para tolerar o no las reglas de su jefe; si no lo hace, le puede costar el puesto. Ahora, imaginemos el caso contrario, que el jefe, a pesar de su declarada aberración al cigarrillo, permitiera fumar en las instalaciones de su empresa. En tal caso se diría que es una persona tolerante.

Supongamos que la empresa a la que me refiero se trata de una empresa donde se procesa petróleo crudo o donde se almacena dinamita, o de una mina. En tal caso, la prohibi­ción de fumar no se podría ver como un acto de intolerancia por parte del jefe hacía los empleados fumadores. De hecho, el permitir fumar seria un acto de irresponsabilidad (jurídica y moral) de su parte. Aquí se trata, más bien, de un acto de coherencia con las reglas de un sistema jurídico que prohíbe el uso de cigarrillos en lugares de alto riesgo como las minas, las gasolineras o las fábricas de productos inflamables.

Antes vimos que el personaje de Vicent se presenta como una persona sumamente tolerante con sus hijos, al igual que Mary Wamock. Ambos saben que tiene una cierta superioridad moral (la de padre o la de madre) frente a ellos, pues presumen que pueden influir de alguna manera en la rectitud (moral o social) de los actos de sus hijos. Por ello,

43 Robert Alexy, Teoría de los derechos fundamentales, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1993, págs. 234 Y ss.

44 Cfr., Javier de Lucas, "¿Para dejar de hablar de la tolerancia?", Doxa. Cuadernos defilosofia del derecho, No. 11, Alicante, España, 1992, pág. 120.

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se puede hablar de que el personaje de Vicent permite que manoseen sus libros y que se beban el whisky. Es claro que sin esta clase de competencia no estaría en posición de no tolerar que su hija les lleve a sus compinches la Sinfonía número 40 de Mozart y que Mary Wamock tolere que el novio de su hija use bastón con su chaqueta de tweed.

Me parece sumamente complicado pensar en una situación de tolerancia en la que no se manifieste una situación de superioridad. Como hemos visto, el tolerante siempre se encuen­tra en una situación de superioridad frente al tolerado, y la tolerancia, por lo tanto, no se da entre iguales; tal y como lo argumenta, por ejemplo, Ernesto Garzón Valdés. 45 La toleran­cia implica estar en una posición desde la cual se pueda permitir deliberadamente algo que se desaprueba. Por lo tanto, sólo puede predicarse un acto de tolerancia cuando el sujeto tolerante tiene el poder de prohibir o detener lo que es objeto de tolerancia. Creo que estos requisitos hasta ahora han quedado claros.

Sin embargo, aún me cuesta trabajo creer que todas las situaciones de competencia queden tan tajantemente reguladas como las antes vistas. Por lo menos, sospecho que hay situaciones en las que la superioridad de un agente frente a otro es tan sólo temporal o pasajera. Sería un tipo de superioridad basada en (roles» de tipo social o moral. Este tipo de situaciones, basadas en una especie de "convencionalismos sociales", des­dibujan los supuestos casos de tolerancia entre iguales que algunos de los autores consi­deran posibles.

Afirmar esta posibilidad se debe a que hay que tener en consideración las diferen­cias que pueden negar a generarse entre personas iguales pero encontradas en circuns­tancias de desigualdad. Es decir, yo puedo tener un estatus igual Uuridiea, moral, social, no importa a cual nos refiramos ahora) frente a mi amigo, de hecho, tengo el mismo estatus que él en todos los aspectos; sin embargo, no es lo mismo encontrarme en su casa que encontramos en la mía. No es lo mismo encontramos en su oficina que en la mía a encontramos en un parque público o en el pasillo de la universidad. No resulta lo mismo tratamos en una reunión de amigos, que tratamos cuando él preside un comité académi­co. Esta clase de circunstancias cambian nuestra percepción sobre el estatus de superioridad­inferioridad y por lo tanto cambian el rol de sujeto-objeto de tolerancia.

El trasfondo de esta idea es el make up psicológico que todos los hombres usamos en distintas situaciones: en nuestros roles como padres, como amigos, como profesiona­les, como compañeros, etc. Esta clase de situaciones logran cambiar nuestra percepción y, con ella, cambia también nuestra impresión sobre el rango de supra-subordinación. Pero también disminuye nuestra capacidad de apreciación sobre qué actos son y cuáles no son actos de tolerancia. Y esta vulnerabilidad a la que me refiero se incrementa si compaginamos la idea de superioridad basada en «roles}) con la postura que sostienen autores como Raphael y Nicholson sobre la competencia derivada de la relevancia moral de nuestras convicciones.

Supongamos que alguien se encuentra en una posición socialmente aceptada co­mo superior (la de dueño de la casa), y que alguien (un invitado a cenar) afecta una de

45 E. Uardm Valdés, tlp. dr

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sus convicciones (llegar con las manos vacías después de haber prometido que llevaría el postre); ¿cuál sería la calidad que le da competencia para no tolerar esta conducta: la de dueño de la casa o la de sostener un regla moral que prohíbe el incumplimiento de promesas?

Ahora imaginemos otra situación, que el dueño de la casa es un fumador compulsi­vo, y que su invitado llega a cenar a su casa con su hijo recién nacido, ¿acaso en esta circunstancia, el padre del niño no tiene la competencia (derivada de una convicción moralmente relevante: la salud de su hijo) de no tolerar, a pesar de estar en casa de su amigo, a que éste le fume a su hijo en las narices? O ¿la única salida que tiene es la de salir con el niño de la casa o no llevarlo a cenar? ¿no serían ante nuestros ojos las dos opciones actos de no tolerancia?

La competencia basada en «Toles», creo, sólo nos sirve como una pista de cuándo se tiene competencia para tolerar. Pero, sin duda, no es una pista sin importancia, y puede fortalecerse al ser complementada con la competencia basada en una relevancia moral de la convicción dañada.

Sin embargo, no es claro que si aceptamos esta propuesta eso nos haga partidarios de la tesis estrecha. Ya que tanto la tesis estrecha como la tesis amplia, de acuerdo con sus presupuestos teóricos, están dispuestas a aceptar todas las posibilidades que he pre­sentado de «competencia adecuada» para ser sujeto de tolerancia. No pienso, por ejem­plo, que los partidarios de la tesis amplia, al contrario de lo que podría pensarse a primera vista, estén en contra de incluir una competencia basada en la relevancia moral de las convicciones como la expuesta por D. D. Raphael; pero hay que estar conscientes de que esto es, precisamente, parte del desacuerdo más fuerte entre ambas posturas.

Ya puestas las cartas sobre la mesa, ¿quién tiene razón en esta batalla? Sobre la cuestión de contemplar las razones de la tolerancia como parte del concepto, a mi juicio, es necesario a pesar de las distintas rutas metodológicas, es decir: a) dar cuenta de una manera «valorativamente neutral» del concepto que histórica o sociológicamente hablando se ha dado de "tolerancia"; o 2) proponer un concepto nonnativo de tolerancia que sirva para responder preguntas prácticas del tipo: ¿qué debemos tolerar?, ¿por qué debemos tolerar?, ¿cuándo debemos tolerar?, etc. En ambos casos, la tercera circunstan­cia me parece necesaria para que las tareas sean teórica y prácticamente útiles. En caso de omitirla, creo, los autores de la tesis amplia ni siquiera podrían dar cuenta de los ca­sos de Vicent o Warnock como actos de tolerancia.

Ahora bien, si nuestro objetivo es encontrar respuestas a problemas prácticos, queda pendiente resolver la cuestión de si la convicción lesionada tiene que ser mo­ralmente relevante; es decir, basada en una «desaprobacióm> y no en un «disgusto», para ser candidata a la tolerancia y, también, la cuestión de si a partir de ella, por su carácter moralmente justificado, se deriva una especie de «competencia adecuad3)) para ser sujeto de tolerancia.

En este caso, al parecer, las posturas de ambas tesis son irreconciliables. He sugerido, en sintonía con Peter Nicholson, que la única respuesta posible ante este desafio es la que propuse al enfrentarme con el argumento de Mary Warnock: o aceptamos que la tolerancia

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se aplique para cualquier tipo de rechazo (desaprohación o disgusto) en el que no inter­vengamos, y convertirla así en un concepto trivial o parasitario de la filosofía moral por entrar cn juego en situaciones de poca valía ética, o aceptamos que la tolerancia es un ideal moral que sólo entra en acción frente a casos que desaprobamos moralmente a costa dc reducir su ámbito de aplicación a cuestiones éticamente relevantes.

Sea cual sea la decisión que tomemos, ésta tendrá graves repercusiones prácticas. Pues, si se acepta la primera hipótesis, los mecanismos para justificar una acción toleran­te pueden basarse en diversas clases de razones: desde aquellas que son de naturaleza prudencial hasta las de tipo moral. Pero si aceptamos la segunda, los mecanismos de justificación sólo podrán basarse en razones que cuenten con la misma calidad jerárquica de las convicciones relevantes, es decir. una calidad moral.

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