Desarrollo Como Conflicto Institucionalizado a Roig

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80 El desarrollo como conflicto El desarrollo como conflicto institucionalizado* institucionalizado* Estado y sociedad * Agradezco por sus atentas lecturas y comentarios a Ana Castellani, Pablo Figueiro y Lucía Vera. Este artículo es una versión del que se publicará en Pérez Sosto Guillermo y Novick Marta (coord.), El Estado y la reconfiguración de las protecciones sociales, Siglo XXI, Buenos Aires. ** IDAES - UNSAM, [email protected] El desarrollo es uno de los conceptos más paradójicos de la retórica académica y política: es incuestionable, aunque carezca de una defini- ción unívoca y consensuada. El desarrollo no es el único concepto que sufre o goza de polisemia. El problema no radica en la pluralidad o en la contradicción de sus definiciones sino en los usos políticos que de él se hacen. Como si al pronunciar esta palabra todos acordaran en un significado homogé- neo, desmentido sin embargo por las distintas definiciones posibles. La multiplicación de adjetivos que lo califican - “sustentable”, “dura- dero”, “humano”, “equitativo”, “inclusivo” - no hacen más que apor- tar a su confusión conceptual. Un atributo deseado no alcanza para establecer una definición. Todas estas acepciones se convierten en perspectivas más morales que analíticas, que si bien pueden ser defendidas desde un punto de vista político pecan de inconsistencia desde un punto de vista analítico. Dicho de otra forma, pueden tener valor de programa gubernamental pero no se les puede otorgar el esta- tus científico que estas definiciones pretenden. Encontramos ahí uno de los principales desafíos planteados por este concepto: la experien- cia colectiva sabe de los riesgos que acarrea sustituir la decisión y por ende la responsabilidad política, por la “ciencia” y sus postulados. A partir de esta premisa, ¿cómo entender entonces un modelo de desarrollo? Alexandre Roig**

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Alexandre Roig

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El desarrollo como conflictoEl desarrollo como conflictoinstitucionalizado*institucionalizado*

Estado y sociedad

* Agradezco por sus atentas lecturas y comentarios a Ana Castellani, Pablo Figueiro yLucía Vera. Este artículo es una versión del que se publicará en Pérez Sosto Guillermoy Novick Marta (coord.), El Estado y la reconfiguración de las protecciones sociales,Siglo XXI, Buenos Aires.

** IDAES - UNSAM, [email protected]

El desarrollo es uno de los conceptos más paradójicos de la retóricaacadémica y política: es incuestionable, aunque carezca de una defini-ción unívoca y consensuada.

El desarrollo no es el único concepto que sufre o goza de polisemia.El problema no radica en la pluralidad o en la contradicción de susdefiniciones sino en los usos políticos que de él se hacen. Como si alpronunciar esta palabra todos acordaran en un significado homogé-neo, desmentido sin embargo por las distintas definiciones posibles.La multiplicación de adjetivos que lo califican - “sustentable”, “dura-dero”, “humano”, “equitativo”, “inclusivo” - no hacen más que apor-tar a su confusión conceptual. Un atributo deseado no alcanza paraestablecer una definición. Todas estas acepciones se convierten enperspectivas más morales que analíticas, que si bien pueden serdefendidas desde un punto de vista político pecan de inconsistenciadesde un punto de vista analítico. Dicho de otra forma, pueden tenervalor de programa gubernamental pero no se les puede otorgar el esta-tus científico que estas definiciones pretenden. Encontramos ahí unode los principales desafíos planteados por este concepto: la experien-cia colectiva sabe de los riesgos que acarrea sustituir la decisión y porende la responsabilidad política, por la “ciencia” y sus postulados.

A partir de esta premisa, ¿cómo entender entonces un modelo dedesarrollo?

Alexandr e Roig**

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El desarrollo es uno de los con-ceptos más paradójicos de la retó-rica académica y política: esincuestionable, aunque carezcade una definición unívoca y con-sensuada. François Perroux(1964) lo definía como “la combi-nación de transformaciones men-tales y sociales de una poblaciónque hacen que ella sea apta parahacer crecer acumulativamente yde manera duradera su productoreal global”. En el famoso informede la Fundación Dag Hammar-skjöld (1975) titulado “¿Quéhacer?”, encontramos una de lasdefiniciones más abiertas, quedefiende que “el desarrollo es untodo; es un proceso cultural inte-gral cargado de valores; englobael medio ambiente natural, lasrelaciones sociales, la educación,la producción, el consumo, el bie-nestar. La diversidad de las víasdel desarrollo responde a la espe-cificidad de las situaciones cultu-rales y naturales; no hay una fór-mula universal. El desarrollo esendógeno; surge solamente delfuero interno de cada sociedad,definiendo soberanamente suvisión o su proyecto, contando enprimer lugar con sus propias fuer-zas, sacando racionalmente pro-vecho de sus propios recursos ycooperando con las sociedadesque comparten sus problemas ysus aspiraciones”. En 1991, en suprimer informe sobre el desarrollohumano, el Programa de las Na-ciones Unidas para el Desarrollopresenta una visión más indivi-dualista y moralizada del desarro-

llo según la cual el “objetivo esampliar la gama de alternativasofrecidas a la población, que per-miten que el desarrollo sea másdemocrático y participativo. Estasalternativas deben ser entendidascomo la posibilidad de acceder alingreso y al empleo, a la educa-ción y a la salud, a un medioambiente limpio y que no repre-sente una amenaza. El individuodebe también tener la posibilidadde participar plenamente de lasdecisiones de la comunidad ygozar de las libertades humanas,económicas y políticas”.

El desarrollo no es el único con-cepto que sufre o goza de polise-mia. El problema no radica en lapluralidad o en la contradicción desus definiciones sino en los usospolíticos que de él se hacen.Como si al pronunciar esta pala-bra todos acordaran en un signifi-cado homogéneo, desmentido sinembargo por las distintas defini-ciones posibles. La multiplicaciónde adjetivos que lo califican - “sus-tentable”, “duradero”, “humano”,“equitativo”, “inclusivo” - no hacenmás que aportar a su confusiónconceptual. Un atributo deseadono alcanza para establecer unadefinición. Todas estas acepcio-nes se convierten en perspectivasmás morales que analíticas, quesi bien pueden ser defendidasdesde un punto de vista políticopecan de inconsistencia desde unpunto de vista analítico. Dicho deotra forma, pueden tener valor deprograma gubernamental pero nose les puede otorgar el estatus

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científico que estas definicionespretenden. Encontramos ahí unode los principales desafíos plante-ados por este concepto: la expe-riencia colectiva sabe de los ries-gos que acarrea sustituir la deci-sión y por ende la responsabilidadpolítica, por la “ciencia” y sus pos-tulados.

A partir de esta premisa, ¿cómoentender entonces un modelo dedesarrollo? ¿Como un esquemade acción que pretende garantizaraquello que lo califica? ¿Quéhacer entonces con el conceptode desarrollo y por ende con el demodelo y estrategia de desarro-llo? No son pocos los que propo-nen, como Serge Latouche (1991)dejar de hablar de “desarrollo” yentrar en el mundo semántico del“post-desarrollo”. Si bien pode-mos acordar en identificar lastrampas que rodean este término,por su carácter dominante y supotencial performativo no pode-mos abandonarlo a los destinosde la acriticidad (Comeliau, 2004).Sin pretender resolver la densaproblemática que envuelve la ideade desarrollo, trataremos en esteensayo de dar algunos elementosque esperamos puedan contribuira esclarecer los debates en tornode este concepto, indagando ensu historia y sus usos dominantespara poder construir una propues-ta de concepto analítico que per-mita un diálogo, y no una sustitu-ción, del punto de vista científicocon la práctica política.

El problema del conflicto enel campo del desarrollo

En los albores de la RevoluciónFrancesa, Louis de Saint Just afir-maba que “el bienestar es unaidea nueva en Europa”. En tornode esta concepción moral que seinscribe en clara ruptura con losvalores del Antiguo Régimen, searticuló gran parte del devenir delmundo occidental contemporá-neo. Aunque fuera en nombre del“bienestar” que este mismo revo-lucionario francés participó de loque se ha llamado “el Terror”, estevalor se ha convertido en el senti-do incuestionable de la existenciaindividual y colectiva. Un destinosimilar tiene el concepto de desa-rrollo: una “idea nueva” en losbasamentos de toda una comuni-dad, y un estatus de objetivo aalcanzar, aunque no haya acuer-do sobre su contenido.

Esta novedad emerge con el pro-nunciamiento del presidente Tru-man, el 20 de enero de 1949, ensu discurso de investidura comopresidente de Estados Unidos. Laprimera versión de este discursoconsta de tres puntos esenciales:seguir con el Plan Marshall, apo-yar la constitución de las Nacio-nes Unidas, y crear una organiza-ción común de defensa que pocosmeses después se conoceríacomo la OTAN. Uno de sus con-sejeros y colaboradores, propusocrear un cuarto punto que contem-plara la incorporación en el ordeninternacional de aquellos paísesque surgían de los procesos de

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descolonización en curso. Esteproceso consiste principalmenteen “poner a disposición las venta-jas tecnológicas y el progresoindustrial al servicio de la mejora ydel crecimiento de las regionessubdesarrolladas”. Se consideraque esta tarea debería ser una“empresa cooperativa” (should bea cooperative enterprise)”. El textoa su vez hace énfasis en el rol dela democracia en estos procesosy la idea de que el desarrollo dealgunos aprovecha a todos (Rist,2001: 118-121).

Aunque la noción de desarrolloya había sido movilizada en laSociedad de las Naciones (SDN)o inclusive en los textos de Marx,Schumpeter o Lenin, no se habíaconstituido en algo que está enjuego en el sentido de Bourdieu,en un “enjeu”. El concepto de“desarrollo” tal como surge eneste discurso produce de un díapara otro un ordenamiento simbó-lico novedoso. Las naciones delmundo amanecen el 21 de enerode 1949 reencasilladas en la dico-tomía “desarrolladas” o “subdesa-rrolladas”. A partir de ahí se con-forma el campo del desarrollo enel cual se articulan pugnas de sig-nificados, de definición e imple-mentación de políticas públicas,de instituciones que caracteriza-rán lo que es estar o no estardesarrollado y lo que implicadesarrollarse o no.

Hasta ese momento las distintasnociones de desarrollo tenían unadimensión intransitiva, puramente

fenomenológica. El desarrollo erade alguna manera sinónimo de lastransformaciones históricas ob-servadas. A partir del cuarto puntodel discurso de Truman, el desa-rrollo se transforma en un concep-to transitivo, que implica la acciónde unos sobre otros (Rist, 2001).Se crea una relación dialécticaentre “desarrollados” y “subdesa-rrollados”, sea esta una dialécticaconsiderada como virtuosa odenunciada como perversa.

Con el uso dominante de esteconcepto se cristaliza una nuevavisión del mundo. Se postula unaigualdad de principio entre los paí-ses (coherente con la DeclaraciónUniversal de Derechos Humanosde 1948 y el sistema de lasNaciones Unidas). Las jerarquíasde riqueza observadas en el nivelmundial se presentan como “tran-sitorias” y corresponden a unadiferencia de estadio en un esque-ma evolutivo uniforme sobre elcual se sitúan los países, y queplasmará en sus trabajos Walt W.Rostow (1960). El ápex de esteesquema son las naciones ricasdel mundo occidental entre cualesse destacan los Estados Unidos.Estos se convierten en una suertede primus inter pares, forma parti-cular de dominación hegemónicaen el cual el amo invita a ser “imi-tado”, “alcanzado”, meta hacia lacual es imperioso “converger”. Lagran paradoja de esta concep-ción, como lo demuestran los tra-bajos, entre otros, de ChristianComeliau (2000), es que es sim-bólica, política, ecológica y econó-

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micamente imposible de realizar. Esta paradoja fundamenta sin

embargo discursos y políticas,modelos de desarrollo homogéne-os y con pretensión homogenei-zante con efectos concretos. En elcorazón de la dinámica que gene-ra el concepto dominante dedesarrollo está la supresión decualquier tipo de conflicto. Comosi la eliminación del conflicto fuerauna condición de posibilidad teóri-ca y política para “alcanzar” o“converger”.

La concepción evolutiva impe-rante en la teoría del desarrollo deRostow (1960) excede amplia-mente los marcos de sus escritos,ya que se encuentra en la granmayoría de la literatura bajo lanoción de convergencia. Segúnesta concepción, a la cual seopuso Gunnar Myrdal (1968),todos los capitalismos convergencon mayor o menor velocidad,siguiendo un modelo único dedesarrollo que varias décadasdespués adoptó el nombre de“consenso de Washington”(Williamson, 1990). Siguiendo tra-yectorias uniformes o la concep-ción de trayectorias paralelas delos neoinstitucionalistas, el puntode llegada es el mismo: la demo-cracia liberal poliárquica y unaeconomía regida por los merca-dos. Si bien para algunos (Stiglitz,1998) hay “resistencias institucio-nales” a este proceso de “moder-nización”, in fine hay una solaforma posible de organizarse polí-tica y económicamente. Defenderun único modelo de desarrollo es

querer imponer un solo tipo deregulación posible de los conflic-tos estructurales, cuya caracterís-tica central y paradójica es la deno asumir el carácter inmanentede la conflictividad social. Lo quese ha llamado el “post-consensode Washington” (Stiglitz, 1998) nodiverge profundamente, a nuestroparecer, de esta concepción.Manifiesta la toma de concienciaentre los miembros de los organis-mos internacionales de la necesi-dad de legitimar políticamente losajustes estructurales, pero sindejar de abogar por esos ajustes.

Esta concepción niega todos losconflictos estructurales que dina-mizan una sociedad, aquellos quese vinculan con la acumulacióneconómica, la acumulación políti-ca y la acumulación simbólica(Théret, 1992). La representaciónque se hace de la sociedad es lade agentes descentralizados quetienen entre sí “problemas decoordinación”, lo cual dista muchode una concepción que pone elconflicto en el corazón de la inteli-gencia de lo social. Las institucio-nes, de las cuales tanto se hablahoy son, según esta representa-ción, formas cuasi contractualesde resolución de un problema(Nielsen, 1989). Los tipos de con-flictos que esta teoría asume noson más que transitorios y cual-quier conflicto se presenta comopatológico. Esta operación depatologización de los conflictossociales se realiza a través de tresconjuntos de discursos que fun-dan a su vez políticas de desarro-

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llo: la “buena gobernancia”, la“lucha contra la pobreza” y lo quellamaremos la “individualizaciónde los derechos humanos”.

La “buena gobernancia” alude alas formas ideales de organiza-ción del orden político. Nacido dela pluma de la Alianza para elProgreso, se actualiza en 1989 enlos foros del Banco Mundial. Laforma más acabada de este dis-curso y el actor más influyentesobre este tema es, sin embargo,el PNUD (Roig, 2001). No sola-mente propone formas singularesde funcionamiento del Estado, envarios puntos contradictorios conlas concepciones más clásicas dela política (como la regla de trans-parencia), sino que plantea todauna concepción del poder en lasociedad. Esta concepción sesimboliza en los informes de esteorganismo internacional, con tresesferas equilibradas que compo-nen la “buena gobernancia”. Elsector privado, encargado decrear las riquezas y de dar traba-jo; el sector público, responsablede garantizar el buen funciona-miento de las actividades del sec-tor privado (la seguridad jurídica,transparencia); y la sociedad civilque opera como árbitro en lasrelaciones que se establezcanentre las otras dos esferas. Enesta concepción funcionalista yorganicista de la sociedad y desus poderes se establece unaclara jerarquía a favor del sectorprivado, en la cual el sector públi-co se subordina a la producciónprivada de riquezas. La “buena

gobernancia”, desconsidera cual-quier otra forma de organizaciónsocial del poder que, por defini-ción, por no ser “buena gobernan-cia”, entra en el mundo de la“mala gobernancia”. Cualquierdiscurso o política que venga a lacentralidad de la producción priva-da de riqueza es inmediatamentesancionada moralmente por esteesquema. Asimismo, esta visiónniega la concepción misma de“negociación”. La negociaciónimplica que algunos conflictos nose resuelven definitivamente sinoque se estabilizan provisoriamen-te en función de las relaciones defuerza en presencia. Se patologi-zan así los conflictos políticos,acuñando como única forma degobierno el “consenso” y la ges-tión de los “problemas de coordi-nación”. El conflicto es el centrodel temor y la política un peligroque los “gestores” tratan de elimi-nar, subordinando el Estado a losintereses del sector privado.

Si hacemos una rápida genealo-gía del discurso de la “lucha con-tra la pobreza”, podemos afirmarque emerge en los trabajos deAmartya Sen quien, además deser el intelectual orgánico delPNUD, inspiró el informe de desa-rrollo mundial del Banco Mundialen el año 2001, que lanzó los pro-gramas de “lucha contra la pobre-za” al rango de forma legítima deacción en ese campo de interven-ción. En sus textos se describe lapobreza como una forma de noacceso al mercado y la lucha con-tra ella se limita a crear las opor-

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tunidades de acceso eliminandobarreras, fortaleciendo lo que elautor llama “capabilidades” de losindividuos (Sen, 1999). Dos con-secuencias surgen de este plan-teo. En primer lugar niega elhecho de que la pobreza sea elfruto de una relación excluyente,forma actualizada de explotaciónextrema del siempre vigente ejér-cito de reserva. Transforma laexplotación en algo deseable acontrapié de la concepción propiaa los sistemas de protecciónsocial elaborados en la segundamitad del siglo XX que reconocenuna “deuda” colectiva hacia lossectores subalternos por la exclu-sión y la explotación. En segundolugar, al individualizar la pobreza,se eliminan las concepciones con-flictivas que se articulan en tornode los procesos de acumulacióneconómica que generan pobrezay exclusión.

De más reciente corte es la indi-vidualización de los discursossobre los derechos humanos.¿Dónde más buscar la construc-ción del consenso si no es en latransformación misma de los valo-res fundamentales de la civiliza-ción occidental post-holocausto?Los derechos humanos, desde suorigen en 1948, son por definicióncontradictorios, y asumen el con-flicto valorativo de nuestra civiliza-ción. Son la síntesis de una comu-nidad en que el derecho a la pro-piedad coexiste con el derecho altrabajo, los derechos individualesse enfrentan tantas veces a loscolectivos, la libertad se sienta al

lado de la igualdad. Sin embargo,en un proceso iniciado a fines delos años ‘90 y plasmado en elInforme de Desarrollo Humano de2001 del PNUD, se observa unareformulación de los derechoscolectivos como derechos indivi-duales en donde el derecho al tra-bajo, a la educación, a la salud, ala cultura, se transforman en dere-chos individuales otorgados por elmercado. Cabe recordar que ensu libro Development as Freedom,Amartya Sen (1999: capítulo 6)propone añadir al corpus de losderechos humanos, el hecho devivir en una economía de merca-do. Los conflictos que puedenexistir en torno de los valorescomunes de una sociedad se venahí en gran medida vaciados.¿Cómo pensar un modelo dedesarrollo si no se puede nisiquiera ponderar con más fuerzalos derechos colectivos?

Esta breve presentación de lastentativas de eliminación de losconflictos estructurales pretendendar cuenta de que éstas son cons-titutivas del modelo de desarrollodominante, que implica gobernardesde la negación del conflicto yno desde la negociación. La pos-tura que sostendremos a conti-nuación es que estos conflictos nopueden ser ni resueltos ni elimina-dos, ya que son inmanentes atoda sociedad capitalista y porende hay que pensar el desarrolloa partir de ellos.

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La inmanencia del conflictoen el desarrollo

¿Qué implica afirmar el carácterinmanente del conflicto al pensarel desarrollo? En primer lugar, talcomo lo demostraron ampliamen-te los trabajos regulacionistas(Boyer y Saillard, 1996) no seobserva históricamente una con-vergencia entre los capitalismossino una heterogeneidad de capi-talismos. El capitalismo alemánno es el mismo que el norteameri-cano, el argentino, el coreano o elsueco. Cada capitalismo se carac-teriza por una configuración deformas institucionales específicasque responden a los procesos denegociación histórica que se die-ron en cada uno de ellos. Las for-mas monetarias no son las mis-mas, los niveles de apertura delas economías son variables, lossistemas fiscales y de protecciónsocial varían, etc. Esto implicaque la mundialización financieraatraviesa los capitalismos enforma heterogénea y que cadaespacio nacional tiene que pensarsu propia transformación.

En segundo lugar, el carácterinmanente del conflicto implicapensar las instituciones que regu-lan las sociedades como conflic-tos estabilizados. Es decir que lasinstituciones como conjunto dereglas se forman y se transformansegún la relación de fuerzas enpresencia, ellas mismas expresio-nes de los conflictos estructurales(de acumulación económica, polí-tica o simbólica). En este sentido,

cada institución es fruto de un pro-ceso de negociación. La trama deinstituciones que configuran loscapitalismos es la resultante delconjunto de estos procesos. Laactividad política en este esque-ma no consiste meramente engestionar y resolver los problemasque aparecen sino en poder inter-venir sobre la base del entendi-miento de la dinámica social quesurge de los procesos de regula-ción de los conflictos estructura-les. Los conflictos estructurales nose resuelven en el marco del capi-talismo, sino que se contienenbajo la bóveda de intereses radi-calmente contradictorios.

Entendido de tal forma, el “desa-rrollo” se desmoraliza: no es nipositivo ni negativo, ni bueno nimalo. Volvemos así a una concep-ción intransitiva del desarrollo enla cual cada país tiene una trayec-toria de desarrollo propia y singu-lar llamada modo de desarrollo.

Pero la comparación entremodos de desarrollo no implicauna jerarquización normativa – enel sentido de cuál fue el mejor o elpeor modo de desarrollo – sinoque permite una comprensión dela dinámica y las lógicas de loscapitalismos en análisis. Mirar al“otro” no implica entonces subor-dinarse o dominar, sino buscarentender su propio proceso. Eneste sentido la categorización depaís desarrollado o país subdesa-rrollado o en vías de desarrollopierde sentido y merece ser aban-donada. Solo así se podrá esca-

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par de la jaula semántica en lacual nos encerró el punto IV deTruman sesenta años atrás.Efectivamente, se puede darcuenta de los procesos de domi-nación y jerarquización internacio-nal sin tener que posicionar y porlo tanto subordinar simbólicamen-te una nación en un ranking dePIB, de IDH u otros indicadoresque no hacen más que reincorpo-rar una escala de valoración delos países en un universo discursi-vo que, sin embargo, afirma laigualdad de principio entre losEstados. Se puede dar cuenta dela explotación de los países cen-trales y de la desigualdad interna-cional analizando nuestros pro-pios modos de desarrollo. Si vol-vemos a un paradigma estructura-lista e institucionalista del análisisdel desarrollo podremos definir unmodo de desarrollo como el pro-ceso de transformación de las ins-tituciones que surgen de la diná-mica de los conflictos estructura-les. Cada modo de desarrollo essingular ya que los conflictosestructurales se expresan históri-camente en forma singular encada ámbito nacional. No hayteleología en el modo de desarro-llo aunque si la hay en un “mode-lo de desarrollo”.

Un modelo de desarrollo es, porlo contrario, una forma idealizaday orientada hacia el futuro de loque se quiere y se desea. Elmodelo de desarrollo no es unproceso histórico como el modo,pero sí un proyecto histórico. Sucarga moral es inmediata y explí-

cita tal como se evidencia en la“buena gobernancia”, la luchacontra la pobreza o en la indivi-dualización de los derechoshumanos. El modelo de desarrolloes un programa de acción endevenir, es el desarrollo en sudimensión transitiva. Cualquiermodelo de desarrollo es eminen-temente político.

La relación entre modo de desa-rrollo y modelo de desarrollo sepuede analizar en dos niveles. Enprimer lugar el análisis de losmodos de desarrollo contemplalos modelos de desarrollo que his-tóricamente se impusieron en laspugnas de significado sobre loque era “desarrollarse”.

En segundo lugar cualquier refle-xión sobre un modelo implicaríatomar en cuenta el análisis de losmodos de desarrollo, aunquequeda claro que ese análisis sesomete a los criterios de la her-menéutica del análisis científico.El modo de desarrollo no imponeun modelo, sino que marca ladependencia de sendero (Ferrer,2004) en el cual la determinaciónde las configuraciones institucio-nales y de los modos históricos deexpresión de los conflictos estruc-turales definen el campo de losconflictos posibles.

Este último punto se remite a larelación que se establece en elcampo del desarrollo entre cienciay política. La ciencia puede escla-recer el análisis de un modo dedesarrollo pero no puede sustituirel proceso político de elaboración

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de un modelo de desarrollo. Seapor decisión autoritaria, por laorganización de un plan que impli-que un diálogo permanente entrepolíticos y técnicos o por consul-tas populares, el modelo de desa-rrollo es una proyección históricasobre la base del análisis de unproceso histórico

Si retomamos la concepción delos conflictos estructurales podría-mos diferenciar modos y modelosde desarrollo de la siguientemanera. Un modo de desarrolloson las formas históricas de insti-tucionalización de los conflictosestructurales. El modelo de desa-rrollo es el conjunto de formasdeseadas, proyectadas, de la ins-titucionalización de los conflictosestructurales. Es decir, todomodelo de desarrollo puede serentendido como una forma espe-cífica de organización de la con-flictividad social cuyo resultado,en parte incontrolado, es un modode desarrollo. En esta concep-ción, las estrategias de desarrollono son más que movilizaciones delos recursos necesarios para larealización del modelo.

La institucionalización delconflicto y la reconstrucción de unEstado de ProtecciónSocial

En el proceso nacional actual,que presenta los niveles de acu-mulación más importantes de lahistoria de la Argentina, una de laspugnas políticas centrales gira en

torno de la redistribución de lariqueza. La misma puede tener,en nuestra opinión, dos sentidosposibles. Una primera interpreta-ción consiste en afirmar que es unmedio de contención social quepuede mejorar transitoriamentelas condiciones materiales dealgunos sectores de la población.En este caso sería simple estrate-gia de desconflictualización socialen coherencia con los designiosde la era del post-consenso deWashington.

Una segunda interpretación con-siste en considerar la redistribu-ción de la riqueza como un objeti-vo en sí, fundado en la justiciasocial y el afán de crear unasociedad más igualitaria en la cuallos individuos gozarían plenamen-te de sus derechos ciudadanos.En este caso ese objetivo alcanzaal rango de elemento nuclear deun modelo de desarrollo.Podríamos decir que estamosfrente al proyecto de reconstruc-ción de un Estado de ProtecciónSocial o Estado de Bienestar,según como se quiera llamarlo.

¿Cuáles serían las implicanciasde esta segunda interpretación sila analizamos desde la concep-ción del desarrollo como institu-cionalización del conflicto?

La primera de ellas es la dereinstaurar a la política en el altarde la negociación, iluminada poruna ciencia humilde en sus pre-tensiones pero cada vez más exi-gente en su coherencia. La cien-cia tendría que volver a reencon-

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trar los criterios internos de valida-ción que garantizan su autonomíacomo discurso crítico, en estecaso en el análisis de los modosde desarrollo. Sin el respeto de laautonomía de la ciencia, no sola-mente se verá afectado el propiopensamiento crítico sino que lapolítica volverá a perder el sentidoque encuentra en la propia acción,en la pugna. La legitimación, sinconflicto, se convierte en unaparadoja que fundamenta el auto-ritarismo del consenso. Si la cien-cia pretende ser el foro sustitutode la discusión política será cóm-plice en primer grado de las peo-res formas de dominación. Si unrasgo puede describir el modelode desarrollo de los años ‘90 esque se construye sobre la idea deque era imposible transformarsede otra manera, idea impuestadesde la propia “ciencia” (Roig,2007).

Sin duda, la segunda conse-cuencia es reinstaurar como valorcentral la concepción general dela sociedad como tejido de deu-das sociales y de conflictos laten-tes. Porque lo que sostiene valo-rativamente la protección sociales un esquema moral singularsegún el cual mientras sigahabiendo explotación, la sociedadpermanecerá en deuda con losexplotados, mientras siga habien-do desempleados, la sociedadseguirá estando en deuda con susdesempleados, mientras sigahabiendo pobreza, la sociedadseguirá estando en deuda con losmás pobres, mientras haya desi-

gualdad los que más tienen segui-rán estando en deuda con los quemenos tienen. Los sistemas fiscal,de salud, de educación, de jubila-ción se deducen de este principio.La existencia del conflicto y laorganización social de los explota-dos aun con toda su heterogenei-dad, son la mejor garantía del res-peto de las obligaciones contraí-das en el propio proceso de explo-tación capitalista. Son la condicióndel mantenimiento de la subver-sión del orden establecido comoposibilidad.

En este sentido reconstruir elEstado de Protección Social es ensí un modelo de desarrollo ya quegenera una concepción generalde un vivir juntos, de compartir unlazo común que sostiene solidari-dades sobre la base de los con-flictos estructurales. Las formasactuales de manifestación de lasdeudas sociales que surgen delmodo de desarrollo, son las quepueden orientar las formas pro-yectadas de institucionalizaciónde los conflictos.

El modelo de desarrollo de lareconstrucción del Estado deProtección social se opone térmi-no a término con el modelo dedesarrollo del post-consenso deWashington. En él, a diferencia dela “buena gobernancia”, se vuelvea poner al Estado como represen-tante de la colectividad, enten-diéndolo como garante de lasdeudas sociales. El corazón de suacción social no es la “lucha con-tra la pobreza”, sino la lucha con-

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tra las desigualdades. Los dere-chos de los trabajadores vuelvena ser colectivos en el sentido deque se vuelven a inscribir en unatrama de obligaciones recíprocasque asumen los colectivos entresí. La sociedad se recrea a travésde sus conflictos centrales asumi-dos.

Tal como lo había concebidoMarcel Mauss en sus conclusio-nes morales del ensayo sobre eldon (1927) :“Toda nuestra legisla-ción de seguridad social, estesocialismo de Estado ya realiza-do, se inspira en el principio

siguiente: el trabajador ha dado suvida y su labor a la colectividadpor un lado, y a sus patrones porotro y, si tiene que colaborar conla obra de seguridad, aquellos quese beneficiaron con sus serviciosno se liberan de sus deudas haciaél con el pago de un salario; y elEstado, como representante de lacomunidad le debe, junto con suspatrones y con sus propios apor-tes, cierta seguridad en la vida,contra el desempleo, contra laenfermedad, contra la vejez y lamuerte”.

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