Desarrollo de La Metodología en Ciencias Sociales en América Latina- Posiciones Teóricas y...

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11532721008 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Cortés, Fernando Desarrollo de la metodología en ciencias sociales en América Latina: posiciones teóricas y proyectos de sociedad Perfiles Latinoamericanos, núm. 45, enero-junio, 2015, pp. 181-202 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Distrito Federal, México ¿Cómo citar? Número completo Más información del artículo Página de la revista Perfiles Latinoamericanos, ISSN (Versión impresa): 0188-7653 [email protected] Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Desarrollo de la metodología en ciencias sociales en América Latina- posiciones teóricas .Ciencias SocialesAmérica LatinaFernando Cortés

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    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y PortugalSistema de Informacin Cientfica

    Corts, FernandoDesarrollo de la metodologa en ciencias sociales en Amrica Latina: posiciones tericas y proyectos de

    sociedadPerfiles Latinoamericanos, nm. 45, enero-junio, 2015, pp. 181-202

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    pp. 181-202

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    * Profesor emrito de la Flacso Mxico. Investigador del pued, unam.

    Desarrollo de la metodologa en ciencias sociales en Amrica Latina: posiciones tericas y proyectos de sociedad

    Fernando Corts*

    ResumenLa metodologa de las ciencias sociales suele conceptuarse como un campo disciplinario provisto de su propia lgica interna. En este ensayo se muestra que a pesar de ello, al examinar las disputas metodolgicas que han tenido lugar en Amrica Latina en los ltimos sesenta aos (as como las tericas), se observa que han sido influidas por las luchas polticas por imponer proyectos de so-ciedad alternativos. Poltica, teora y metodologa han estado fuertemente imbricadas. Se plantea que hasta fines de los sesenta la metodologa era equivalente a tcnicas de encuesta. En los setenta y parte de los ochenta se redefini por la preocupacin de comprender el cambio estructural desde una epistemologa con fuerte acento marxista. A raz de las crisis de los ochenta y las consecuentes restricciones presupuestarias sobre la investigacin acadmica se ha observado una tendencia a limi-tar la metodologa a un conjunto de herramientas y tcnicas de investigacin, y a discutir conceptos desprendidos de sus cuerpos tericos, ocultando as la diversidad de enfoques y propuestas polticas.

    AbstractThe methodology of the social sciences is often conceptualized as a disciplinary field equipped with its own internal logic. This article shows that in spite of this, when examining method-ological disputes (and theoretical as well) that have taken place in Latin America in the last sixty years shows that have been influenced by political struggles to impose alternative social projects. Politics, theory and methodology have been closely intertwined. It is argued that until the late sixties methodology was equivalent to survey techniques. In the seventies and part of the eight-ies there was a concern to understand the structural change with a strong Marxist epistemology accent. Following the crisis of the eighties and the consequent budgetary restrictions on aca-demic research there has been a tendency to limit the methodology to a set of research tools and techniques, and discuss concepts detached form their theoretical bodies, hiding the diversity of approaches and policy proposals.

    Palabras clave: metodologa de la investigacin social, historia de las ideas, tcnicas de investiga-cin social y relacin teora-metodologa.Keywords: methodology of social research, history of ideas, social research techniques and rela-tionship theory-methodology.

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    Introduccin

    Actualmente, el trmino metodologa es polismico. Cuando en algn pas de Amrica Latina se ofrece un curso de metodologa, su contenido pue-de abarcar desde tcnicas estadsticas para analizar datos, hasta la exposicin y discusin de temas epistemolgicos abstrusos, pasando por cursos de cons-truccin de cuestionarios, mtodos para realizar observacin directa o partici-pante, modelos estadsticos avanzados, lgica de la investigacin, discusiones acerca de la naturaleza supuestamente irreductible de los denominados mto-dos cualitativos y cuantitativos, entre otros. Por una parte, en la docencia se observa bastante autonoma entre temas tericos, tcnicos y metodolgicos; y, por otra, en la investigacin no suelen hacerse explcitos los vnculos que guardan las posiciones tericas, la metodologa y las tcnicas de investigacin, con los problemas que viven nuestras sociedades.

    En este escrito me propongo, en primer lugar, construir una explicacin del porqu de la polisemia del trmino metodologa en las ciencias sociales latinoa-mericanas. Una explicacin que descansa, en gran parte, en la relacin que, en el pasado, han tenido los procesos de transformacin social y de lucha poltica con los problemas tericos y metodolgicos que han preocupado a las ciencias sociales en estas latitudes y longitudes. En segundo lugar, intentar mostrar que esta manera particular de pensar sobre el tipo y dinmica de los problemas me-todolgicos nos ayuda a centrar nuestros intereses con respecto a la lucha ideo-lgica que se despliega en torno a los procesos sociales que vivimos actualmente.

    La dcada de los sesenta

    No es de mi inters hacer un recuento exhaustivo acerca de la evolucin de la metodologa de las ciencias sociales en Amrica Latina, remontndome a la poca en que estas disciplinas no se haban profesionalizado an, sino limi-tarme a tratar algunos temas a mi juicio, centrales que muestran las re-laciones entre los problemas que ha abordado la metodologa, los cambios en los paradigmas tericos y el acontecer social y poltico en la poca moderna, poca que arbitrariamente dato a partir de la dcada de 1960.

    Hasta el primer quinquenio de los sesenta, predominaron sin contrapeso en el plano conceptual el funcionalismo estructural parsoniano y las teoras de alcance medio de Robert Merton, as como las tcnicas de encuesta (survey) en el plano metodolgico. Teora y metodologa se combinaban armnicamente con los instrumentos que en esa poca proporcionaba la estadstica.

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    La informacin emprica que permita contrastar las hiptesis de las inves-tigaciones sociolgicas se obtena preferentemente a travs de muestras que usaban cuestionarios como instrumentos de recopilacin de informacin, por lo que para los cientficos sociales de esos aos, era crucial comprender la teora del muestreo as como sus diversas formas de aplicarla. Sin embargo, para llegar hasta ese punto, era, y es, necesario disponer de un buen nivel de conocimiento de la estadstica descriptiva y de la teora de probabilidades.

    Una sntesis de lo que se entenda por metodologa en esos aos se encuen-tra en Teora y mtodos de la investigacin social, de Johan Galtung, profesor de metodologa de la Flacso en Santiago de Chile, publicado por la Editorial Universitaria de Buenos Aires en 1966, y que apareci en ingls al ao siguiente con el ttulo Theory and Methods of Social Research, editado por la Columbia University en Estados Unidos.

    En los aos sesenta, gran parte de los desarrollos metodolgicos de punta en la investigacin social se concentraban en el tratamiento de la causalidad en la in-vestigacin no experimental, etapa iniciada por el seero trabajo de Hubert M. Blalock, Causal Inference in Nonexperimental Research, publicado en 1964 por Chapell Hill, en North Carolina, obra que culminaba el tratamiento estadstico inaugurado por el genetista poblacional Wright en 1934, y que inclua el artcu-lo de Lazarsfeld sobre el anlisis de covarianzas, que se present en pblico por primera vez en 1946 en un congreso de la Sociedad Americana de Sociologa en Cleveland, y un trabajo de Simon publicado en 1957. En Francia, fue notable la contribucin de Raymond Boudon (profesor de Metodologa de la investi-gacin y Sociologa de la Educacin en la maestra en Sociologa de la Flacso), quien public en la editorial Plon de Pars, en 1968, L Analyse Mathematique des Faits Socieaux, cuyo tercer captulo est dedicado al anlisis de la causalidad con datos generados por observacin.

    En el segundo quinquenio de los sesenta, el quehacer de los cientficos so-ciales vivi movimientos de mar profundo con la irrupcin del marxismo en las aulas de nuestras universidades. En esa poca se desat una lucha paradigmtica en la que se entreveraron las discusiones propiamente acadmicas, los procesos de transformacin social y poltica, las disputas ideolgicas y el sentido que deba darse a esas transformaciones para construir sociedades ms justas. El camino que abri la revolucin cubana ense a los jvenes de Amrica Latina que s era factible emprender cambios de fondo en nuestras sociedades.

    Dejando a un lado las turbulencias sociales, polticas, ideolgicas y culturales de la poca, y mirado en retrospectiva con el reposo que da el paso del tiempo, se puede decir que eran dos los grandes temas que atravesaban el quehacer de las ciencias sociales de entonces: 1) la lucha entre el paradigma dominante de la modernizacin y el emergente de la dependencia, que se reflejaba en la disputa

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    poltica que sostenan esencialmente la izquierda y la centro izquierda, en la que predominaban los partidos con orientacin cristiana, y 2) las discusiones tericas dentro de la izquierda referidas a la conquista del poder, que surgie-ron despus de la victoria de la revolucin cubana, cuyo amplio espectro se extenda desde la posicin que propona la va armada, hasta la que planteaba el camino de las urnas.

    Mientras dichos temas eran el centro de la disputa en las aulas, los profe-sores dictaban clases sobre la teora de los sistemas sociales de Talcott Parsons, las teoras de alcance medio de Robert Merton, o la economa del bienestar. Pero en los salones de clases, debajo de sus pupitres, los estudiantes lean un mimeografiado (an no existan las fotocopias) que slo era legible despus de un arduo trabajo de rellenado de las letras faltantes debido al desgaste de la matriz, obra que posteriormente sera publicada por siglo xxi con el ttulo Dependencia y desarrollo en Amrica Latina de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faletto; este ltimo, chileno del barrio uoa, donde naci y muri.

    El enfoque1 de la dependencia nacido en el corazn mismo de cepal, asiento institucional de la teora del desarrollo econmico que predomin en la poca, y que se elabor bajo la conduccin de Ral Presbich conocida en el ambiente acadmico como la teora cepalina hizo ver, por una parte, que la comprensin del problema del desarrollo no slo deba analizarse desde el ngulo econmico, sino que tambin haba de considerar su aspecto social; mientras que, por otra, que se requeran de nuevas metodologas para enfren-tar el reto explicativo.

    Surge as la discusin en torno a la investigacin multidisciplinaria cir-cunscrita inicialmente al campo de la economa, la sociologa y la ciencia po-ltica, en medio de profundos procesos de transformacin social y poltica. Es esta la poca en la que se hizo claro que no deba perderse de vista que los problemas sociales no reconocen las fronteras disciplinarias arbitrarias impues-tas por el hombre en su afn de conocer. La realidad an no se ha enterado que para estudiarla la hemos dividido en disciplinas.

    En un intento por adecuar el conocimiento metodolgico y estadstico acumulado a las nuevas circunstancias que vivan las ciencias sociales de la po-ca, Manuel Castells y Fernando Corts se asociaron para analizar los vnculos entre la teora, las hiptesis y las tcnicas estadsticas. Como resultado de este

    1 Es habitual que se hable de la teora de la dependencia, cuando en realidad hubo varias. En este texto, dedicado a tratar principalmente temas metodolgicos, destaco el papel de la versin Cardoso-Faletto. Adems, no uso la palabra teora sino enfoque por respeto a las ideas de Enzo, para quien las teoras deberan no slo ser un conjunto coherente y articulado de enunciados abstractos, sino incluir tambin los mtodos y las tcnicas que permiten hacer observables los conceptos en el plano de la experiencia.

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    trabajo conjunto, escribieron el artculo Anlisis causal y tcnicas estadsticas en la investigacin sociolgica, publicado por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en 1968.

    Nanterre, en 1968, disemin por Amrica Latina el marxismo estructura-lista de origen francs. Para leer el capital, de Louis Althusser, fue traducido al espaol; sus discpulos, que llegaron a Amrica Latina evitando la persecucin poltica, trajeron una propuesta terica y metodolgica que cay en terreno frtil.

    Se propag el dictum que afirmaba que la estructura determina, en lti-ma instancia, la superestructura, de modo que bastaba con cambiar las re-laciones sociales de produccin para desencadenar procesos irreversibles de transformacin social.2

    Dos de las contribuciones ms importantes de los franceses a la discusin terico-metodolgica como se deca en la poca fue poner el acento sobre los modos de produccin y su articulacin en formaciones sociales concretas, as como en la idea de una cierta sucesin histrica de los modos de produccin do-minantes, nunca explcitamente reconocida. Esta perspectiva conceptual, unida a la teora de la dependencia, origin hacia fines de la dcada de los sesenta el anlisis histrico estructural que tuvo fuerte influencia sobre la mayor parte de las comisiones que trabajaban en el seno del naciente Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (clacso) y en la formacin del proyecto proelce, impul-sado conjuntamente por la Escuela Latinoamericana de Sociologa (elas) de la Flacso y el Centro Latinoamericano de Demografa (celade), que puso en el centro de la discusin el papel de la poblacin en los procesos sociales.

    Efectivamente, alrededor de los aos setenta, el anlisis histrico-estructural se extiende desde la sociologa y la ciencia poltica a la demografa. Su origen provie-ne de un convenio firmado entre el celade y la elas, del cual surge el Programa elas-celade (proelce) que, encabezado por Susana Torrado, centr su inters en las determinantes sociales de los fenmenos demogrficos. La idea dominan-te en la poca era que a cada modo de produccin le corresponda su propia ley de poblacin. La migracin dej de analizarse como una decisin individual y empezaron a estudiarse vis vis los requerimientos diferenciales de mano de obra segn los sistemas productivos; mientras que las transformaciones en los patrones

    2 Sin embargo, la historia de Chile alrededor de 1973 ense que el traspaso de la propiedad de los me-dios de produccin a los trabajadores y la nacionalizacin de las riquezas naturales en manos de capital extranjero, no se tradujeron en un cambio revolucionario irreversible, sino ms bien en una violenta vuelta atrs en el tiempo. Este hecho oblig a la reflexin sobre lo acontecido: algunos reaccionaron invirtiendo el acento al postular el predominio de la superestructura sobre la estructura o la autono-ma relativa de la superestructura posicin que encontr aval terico en Antonio Gramsci, otros se plantearon la negacin del peso de la teora y la bsqueda descarnada de la realidad, posicin que se aproxima en lo esencial al empirismo lgico de la dcada de 1920.

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    migratorios fueron conceptuadas como respuesta a los cambios en las relaciones sociales de produccin. Del mismo modo, los estudios buscaron establecer vncu-los entre los modos de produccin y los patrones de fecundidad y mortalidad.

    Otro de los temas esenciales para el desarrollo del conocimiento metodol-gico que lleg de Francia fue la idea de que el dato se construye. Hoy se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que, en los sesenta, la sociologa y la ciencia poltica acadmicas tendan a no discutir sus fundamentos filosficos. El posi-tivismo lgico ejerca un dominio legtimo; se hallaba ampliamente extendida la idea de que investigar consista en identificar regularidades en los datos, que a su vez eran la piedra angular del conocimiento vlido en la medida en que eran o representaban la realidad. Plantear en este medio que el dato se constru-ye, y que se construye a partir de conceptos tericos, debera haber provocado un sismo, pues se haca explotar una bomba en los cimientos de la fbrica de conocimientos.

    Sin embargo, los cambios sociales, las nuevas correlaciones polticas que afectaban a varios pases del Cono Sur, y el desmoronamiento de la teora, la metodologa y las tcnicas de investigacin incluida la estadstica, ante los embates del enfoque de la dependencia, el surgimiento del mtodo histrico es-tructural y el predominio del marxismo acadmico, opacaron las consecuencias del dictum el dato se construye.

    No obstante, bajo el imperio de este dictum, acicateado por la propuesta de las Naciones Unidas para crear un sistema de estadsticas sociales y demogr-ficas equivalente al sistema de cuentas nacionales, se inici en el proelce una lnea de investigacin en torno a la idea de que el dato no est dado, sino que se construye. La respuesta a la propuesta de las Naciones Unidas involucr aspec-tos epistemolgicos, tericos e ideolgicos. En las ciencias sociales de Amrica Latina, implcita o explcitamente, se abrazaba la idea empirista de que los datos estn dados. La nueva idea que haba llegado del viejo continente cal profundo en la comunidad acadmica de la poca; en la medida en que la discusin fue avanzando en extensin y profundidad, se fue haciendo cada vez ms claro que la ptica terica es un ingrediente importante en la construccin del dato. Con base en esta nueva conceptuacin, se sostuvo que la propuesta de las Naciones Unidas tena al estructural funcionalismo como marco conceptual y que, por lo tanto, poda verse como una forma de perpetuar en lugar de cambiar las estructuras sociales. Adems, a travs de este argumento, las discusiones so-bre la naturaleza del dato pasaron a formar parte del debate poltico ilustrado.

    La creacin del grupo de trabajo del clacso Sistema de Estadsticas Sociales y Demogrficas, origin una amplia produccin para ilustrar, a travs de inves-tigaciones empricas, las diversas formas como se construye el dato. En esta vasta produccin, se debe destacar el trabajo de Susana Torrado, Emilio de pola, Jos

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    Mara Carrn y Arturo Len, quienes reanalizaron el censo chileno de 1970 a partir de las categoras de la interpretacin althousseriana de El Capital. El re-sultado de esta investigacin mostr que, a partir de la misma fuente de datos, surgan dos imgenes de pas: una que era producto de aplicar las categoras tra-dicionales, basadas en los atributos de las personas cuyo tratamiento divida a la poblacin en estratos sociales, y otra muy distinta, que emerga de centrar la atencin en las clases sociales inscritas en las relaciones sociales de produccin.3

    Hacia finales de la dcada de los sesenta, la preocupacin se centr en cmo pensar y entender el cambio estructural. Este nuevo foco de la preocupacin enraza en la fuerte disputa poltica que irrumpe despus del triunfo de la re-volucin cubana, disputa que abre la posibilidad histrica en varios pases de Amrica Latina y en particular en Chile de que los partidos polticos con orientacin marxista lleguen al poder. Esto trajo como consecuencias: 1) que la corriente sociolgica estructural-funcionalista abocada a estudiar la estabilidad de los sistemas sociales fuese desafiada y expulsada de las aulas en las principa-les escuelas de sociologa y ciencia poltica. Algo similar ocurre aunque en menor medida en las escuelas de economa, donde se sustituye la denomi-nada teora econmica por la economa poltica inspirada en El Capital. Y 2) el cuestionamiento de las tcnicas de anlisis de datos orientadas a tratar in-formacin recabada mediante encuestas por muestreo aplicadas a las personas, que originaba anlisis de secciones cruzadas que no guardaban relacin con el inters en estudiar procesos diacrnicos.

    Debe quedar claro que hacia el ltimo quinquenio de los sesenta, la ense-anza del estructural funcionalismo y de las tcnicas de encuesta (survey) no responda a las inquietudes sociales de la juventud de la poca: primaba en ellos el inters por conocer los condicionantes del cambio estructural. Este inters no era slo acadmico: se inscriba en la poltica contingente. Por esos aos, era valorizada la participacin poltica a travs de los partidos y los acadmicos no escapbamos al predominio de este valor. Detrs de la preocupacin por el cambio estructural, estaba la idea de generar conocimientos para transformar la sociedad, cada quin estaba motivado por el inters de provocar los cambios que propugnaba su praxis poltica.

    Adam Przeworski, adems de ensear teora poltica y anlisis de la causa-lidad en la maestra en Sociologa de la Flacso, escriba en Santiago de Chile

    3 La historia tiene misterios. La estadstica, ayer como hoy, tiene una fuerte influencia de la obra de Karl Popper, autor que ha sido calificado como neopositivista. Esta corriente filosfica, ya en la dcada de los treinta, planteaba la incapacidad del sujeto para aprehender directamente el objeto; la relacin sujeto-objeto era mediada, el objeto era construido. Sin embargo, esta idea lleg a travs de los desplazados de Nanterre. Tal vez ello se deba a la casi nula discusin epistemolgica y la muy pronunciada preocupa-cin por las tcnicas de investigacin y la estadstica que predominaban por aquella poca.

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    la versin final del libro The Logic of Comparative Social Inquiry, el cual saldra publicado en 1972 por John Wiley. Al mismo tiempo, y junto con Fernando Corts, Przeworski iniciaba las investigaciones sobre el anlisis de sistemas so-ciales, que culminaran en la publicacin de System Analysis for Social Scientists, obra a la que se agreg en calidad de coautor a John Sprague, profesor de la Washington University en Saint Louis Missouri. El texto sera publicado en 1974 por John Wiley. Uno de sus primeros captulos, escrito en forma de ar-tculo por Corts y Przeworski, apareci en el segundo volumen del ao 1971 dela Revista Latinoamericana de Ciencias Polticas y Administrativas con el t-tulo Sistemas partidistas, movilizacin electoral y la estabilidad en sociedades capitalistas, cuyo tema central era la estabilidad o mirado desde otro pun-to de vista el estudio de las condiciones bajo las cuales el sistema poltico se desestabiliza, generando condiciones favorables para el cambio estructural.

    A partir de las nuevas preocupaciones tericas, emergi la necesidad de en-frentar los nuevos problemas metodolgicos que se derivaban del enfoque de la dependencia, que pona el acento en el anlisis histrico. Como ya hemos di-cho, la metodologa de las ciencias sociales estaba fuertemente dominada por las tcnicas de survey, que entre otras cosas, se caracterizaban por ser esencialmente estticas. Si bien exista ya en la bibliografa la idea de la encuesta de panel, an estbamos lejos de los desarrollos tericos, de los mtodos de anlisis y de las posibilidades de procesamiento de las que disponemos hoy. El estudio estads-tico de series de tiempo se reduca a la identificacin, diferenciacin y cuanti-ficacin de la tendencia, las fluctuaciones estacionales y las variaciones cclicas e irregulares. Los poderosos mtodos con que contamos hoy, encapsulados en los programas que procesan las computadoras personales para tratar eventos cronolgicos, an estaban en el futuro. A su salida de la cepal, Faletto ingre-s a la Flacso con la idea de transformar el enfoque en una teora. El proyecto fue truncado el 11 de septiembre de 1973 por el golpe de estado en contra del gobierno de Salvador Allende.

    El inicio de la metamorfosis. De las dictaduras a la crisis de la deuda externa

    Entre el comienzo de la dcada de los setenta hasta alrededor de la mitad de la dcada de los ochenta,4 la estadstica fue expulsada de los salones de clase y de la investigacin social.

    4 El lmite superior del periodo no es tan ntido como en el anterior, cualquiera que se elija puede ser objeto de controversia, sin embargo, como es bien sabido, toda periodizacin tiene cierta dosis de ar-bitrariedad; los procesos sociales suelen no tener lmites tan marcados.

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    En los primeros aos de la dcada de 1970, los partidos de izquierda de ideologa marxista, en Amrica del Sur, tuvieron avances importantes en la con-quista del poder poltico. En el plano de las ciencias sociales, el surgimiento y predominio de la corriente histrico-estructural forz cambios importantes en los programas de formacin de economistas, socilogos y politlogos. Los te-ricos funcionalistas pasaron al cajn de los recuerdos de la mano de la econo-ma del bienestar; se impuso en cambio el estudio del marxismo y de Marx. Es la poca en que Karl Marx se viste de toga y birrete e ingresa a la Universidad. Las nuevas generaciones de cientficos sociales estudiaban desde diferentes n-gulos cada una de sus obras; se volvieron clsicos los estudios de los marxistas rusos, entre los que destacaban los trabajos de Lenin, y se lean y discutan con avidez las obras marxistas de tercera generacin elaboradas en el seno de la es-cuela francesa.

    La investigacin, en consonancia con las disputas polticas por el poder, se concentr en el estudio del cambio estructural, en la sucesin de los modos de produccin o en la evolucin de las formaciones sociales concretas. El proble-ma central de las ciencias sociales era dar inteligibilidad a los procesos sociales y polticos que estaban aconteciendo y proponer mecanismos para orientarlos hacia objetivos predefinidos. Las preguntas de investigacin indagaban sobre unidades de anlisis agregadas y revestan un carcter eminentemente histrico. Quedaba en el pasado el inters por el estudio del comportamiento, actitudes, valores, percepciones, etc. de los individuos localizados en un punto del tiem-po. El foco de la atencin se haba desplazado a los procesos de constitucin y cambio de los movimientos populares, de la clase obrera o de los campesinos. La naciente sociodemografa estudiaba los flujos migratorios en lugar de la de-cisin de migrar, la relacin entre la fecundidad y las clases sociales, los vnculos entre la dinmica demogrfica y las formaciones sociales concretas. Los aires de la poca dictaban que el inters de la investigacin social deba constreirse al anlisis de la dinmica de la estructura y slo secundariamente al individuo que habitaba un espacio nacional o regional en una poca determinada.

    El avance del marxismo, del anlisis histrico estructural y el enlace entre la investigacin y los procesos de transformacin social que estaban acaeciendo, tuvieron incidencia evidente sobre los programas de estudio de la metodologa y la estadstica social.

    Los instrumentos que ponan la metodologa y la estadstica a disposicin de la investigacin social de esos aos quedaron fuera de foco ante el cambio en el paradigma. No estaban diseados para ayudar a entender el cambio estructural.

    Por otro lado, los nuevos problemas de investigacin tambin provocaron un cambio de contenido en la metodologa de las ciencias sociales. Una parte de la exploracin en busca de mtodos que ayudaran a responder las pregun-

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    tas que se formulaba la nueva investigacin social, se volc hacia el estudio de la filosofa de la ciencia y de la epistemologa. Otro camino que se ensay fue la lectura metodolgica de las investigaciones realizadas por los autores clsicos.

    El muestreo y la inferencia se eliminaron de los programas de la enseanza de la estadstica, as como de cualquier tcnica de investigacin. La estadstica descriptiva se ense como parte de cursos de Fundamentos tcnicos de la investigacin social en los cuales se estudiaba la forma en la que se operaciona-lizaban las relaciones entre los conceptos tericos en investigaciones calificadas como clsicas en esa poca y las de nuevo cuo.5

    Los golpes de estado acaecidos en Amrica del Sur durante los primeros aos de la dcada de los setenta y la persecucin poltica desatada en contra de los acadmicos clausur a piedra y lodo las posibilidades de la docencia y la investigacin de las ciencias sociales en varios pases, aunque se mantuvo un cierto nivel de investigacin acadmica de bajo perfil a pesar de los riesgos en los que incurrieron los investigadores.

    En los pases que escaparon a la barbarie militar, se continuaron desarro-llando las mismas orientaciones metodolgicas pre golpes de estado; al trabajo desarrollado por los profesores investigadores de cada pas, se agreg el aporte de los acadmicos desterrados. Desde el exilio, la preocupacin intelectual se volc sobre la experiencia vivida y el nfasis cambi de lo estructural a lo super-estructural. La dcada de los ochenta estuvo signada por la reflexin acerca del proceso de transformacin del Estado y su autonoma relativa. Sin embargo, fueron contados con los dedos de las manos los estudios concretos, ms all de los ensayos especulativos, realizados en la regin.

    Desde los inicios de los aos ochenta, fue retomado el problema del cam-bio estructural en los seminarios sobre epistemologa gentica encabezados por Rolando Garca y Juan Carlos Marn, pero esta vez desde la perspectiva de los sistemas complejos en los que la nocin de continuidad funcional y disconti-nuidad estructural (etapas del desarrollo cognitivo) permiten analizar el com-portamiento diacrnico de los sistemas, cuyo motor son las contradicciones entre lo que se espera de lo real y su comportamiento (Garca, 2000). Esta idea fue desarrollada en el Centro de Epistemologa Gentica, en Ginebra, y presentada en el libro de Jean Piaget La equilibracin de las estructuras cognitivas. Problema central del desarrollo, publicado en espaol por Siglo XXI en 1978. Esta manera de conceptuar la evolucin de los sistemas complejos fue utiliza-da por Illya Prigogine e Isabel Stengers en La nueva alianza. Metamorfosis de la ciencia, publicado por Alianza Editorial en 1979, y por Jean Piaget y Rolando

    5 Ntese que no uso el trmino de hiptesis terica pues, en esos aos, la palabra hiptesis era reaccio-naria, tena un fuerte tufillo funcionalista.

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    Garca en Psicognesis e historia de la ciencia, publicado originalmente en espa-ol por Siglo XXI en 1982 y traducido a varios idiomas.

    Tomando pie en la idea de que los procesos cognitivos (Piaget), qumicos y fsicos (Prigogine) y la historia de la ciencia (Kuhn y Piaget y Garca) son estructuralmente discontinuos pero funcionalmente continuos, se dirigi la atencin al proceso de investigacin. En la epistemologa gentica, la relacin de conocimiento entre el sujeto y el objeto dista de agotarse en una simple fle-cha, aunque sea bidireccional; lo importante es entender que dicha relacin es la misma para todos los seres humanos, sin importar si es un cientfico, un adulto comn, o un nio.

    En la introduccin al libro Mtodos estadsticos aplicados a la investigacin en ciencias sociales, publicado por El Colegio de Mxico en 1987, de Fernando Corts y Rosa Mara Rubalcava, que a la sazn se desempeaban como profesores investigadores en la Flacso Mxico y en El Colegio de Mxico, respectivamen-te, se encuentran los primeros planteamientos sobre el proceso de investiga-cin social basado en los conceptos precedentes. Se abandona la idea de que la investigacin discurre rectilneamente entre la formulacin del problema, las hiptesis, su contrastacin y la produccin de nuevo conocimiento. Se argu-menta que la mejor representacin grfica del proceso de investigacin sera una espiral en tres dimensiones. En el libro se plantea, y adems se ilustra, que el anlisis de asociacin se puede ver como una tcnica estadstica que permite confrontar la distribucin de los datos que se observaran si fuesen consistentes con la teora, en relacin con los efectivamente observados.

    La idea de representar el proceso de investigacin con una espiral se fue enriqueciendo de manera tal, que 25 aos despus ha culminado en El helicoi-de de la investigacin. Metodologa en tesis de ciencias sociales, publicado por la Flacso Mxico en 2013. Esta es una obra colectiva en que los doctores recin titulados que han pasado por los cursos de Metodologa de la Investigacin en Ciencias Sociales impartidos en las maestras y doctorados de la Flacso, Sede Mxico reflexionan sobre el proceso de investigacin que culmin en sus tesis, apoyados no slo por un conjunto de profesores sino tambin por las crticas, sealamientos e intercambio de experiencias con sus propios compaeros de aventura intelectual.

    Los ltimos treinta aos a partir de la crisis de la deuda externa

    A lo largo de la dcada de los ochenta, tendan a desaparecer los gobiernos de facto en Amrica Latina y a ser sustituidos por otros electos por el voto ciu-dadano; la democracia electoral se extenda como un tsunami por la regin.

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    Este avance democrtico se combin con el estancamiento econmico. La explosin de la crisis del petrleo en 1982 socav las bases del crecimiento en Amrica Latina. La dcada perdida se caracteriz, entre otras cosas, por los severos recortes que sufri el gasto de los gobiernos, al buscar un equilibrio con los ingresos. Ganaba espacio el concepto de dficit cero en el balance contable de las cuentas del gobierno; idea que a la vuelta del tiempo sera uno de los componentes de la primera oleada del Consenso de Washington (Williamson, 1990).

    Hacia finales de la dcada de los ochenta y durante los aos noventa, la mayora de los pases de la regin iniciaron procesos de cambios estructurales tendientes a liberar las fuerzas del mercado; la consigna era ms mercado y menos Estado. A pesar de los pronsticos basados en la teora econmica que apostaban a los efectos beneficiosos sobre las economas de Amrica Latina, stas exhibieron durante los aos noventa inestabilidad y ausencia de crecimiento.6 Era la segunda dcada perdida consecutiva (Williamson, 2003: 1-6).

    La difcil situacin econmica generalizada se dej sentir sobre las insti-tuciones de educacin superior, afectando la investigacin y la docencia. El financiamiento de las investigaciones, proveniente de fundaciones u organis-mos internacionales gan en importancia en algunos pases y tambin tendi a centralizarse en consejos nacionales de ciencia y tecnologa. Hubo pases que crearon becas para complementar salarios en las propias instituciones de edu-cacin superior, o bien financiamiento proveniente de organismos externos a ellas creados ex profeso para impulsar y orientar la investigacin.

    Los escasos recursos se inclinaron y se inclinan actualmente a ser canaliza-dos al estudio de problemas sociales especficos, entre los cuales se privilegia la investigacin social emprica. La cada del poder adquisitivo de los salarios de los acadmicos y los cambios institucionales crearon un contexto cada vez ms desfavorable para los estudios especulativos (entendidos como aquellos que se refieren a los procesos y problemas sociales slo a modo de ejemplo), as como para los genuinamente tericos que haban gozado de alta retribucin y estima social a comienzos de la dcada de los ochenta.

    En este ambiente, la metodologa de las ciencias sociales volvi sobre sus pasos y recuper algunos de los temas de los aos sesenta: tcnicas de muestreo, construccin de cuestionarios, entrevistas, observacin participante, investiga-cin-accin, etc. Tambin recuper tpicos bsicos de lgica de la investigacin.

    Uno de los temas que ha animado la discusin metodolgica en Amrica Latina es la diferencia entre los mtodos cualitativos y los cuantitativos, que do-

    6 Aunque la inestabilidad tambin afect a la economa chilena, tal vez este pas fue la excepcin en la medida en que su economa creci durante estos aos.

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    min el escenario de la metodologa en las dcadas de los ochenta y los noventa, y que an es pasto de enfrentamientos en algunos pases de Amrica Latina. La discusin metodolgica sobre este tema, abordada desde la conceptuacin piagetiana, hace ver que la incompatibilidad no se puede originar en las carac-tersticas diferenciales del objeto de conocimiento (lo que sera una manera de introducir al empirismo por la ventana), ni en diferencias en los sujetos, an ms, ni siquiera en diferencias esenciales de los conceptos usados por las distin-tas teoras (Corts, 2002). Por ello, se ha sostenido que la diferencia es tctica, pero no estratgica (King, Keohane, y Verba, 2000).

    En los ltimos aos hemos asistido a la discusin de conceptos tales como exclusin social, vulnerabilidad, marginacin, cohesin social, capital social, integracin, equidad y algunos ms. En la actualidad, en nuestros pases es-t en el tapete de la controversia la identificacin, tamao y evolucin de las clases sociales, el comportamiento de la movilidad social, las tendencias de la desigualdad y de la pobreza, as como el combate al trabajo informal. Estos son los temas que preocupan a una corriente de pensamiento impulsada desde Estados Unidos que trata de avalar la idea de que el modelo econmico do-minante empieza a rendir frutos debido a que en los pases de Amrica Latina la desigualdad en la distribucin del ingreso ha empezado a declinar (Lustig, y Lpez, 2010), y la sociedad se ha hecho ms fluida y las clases medias han tendido a crecer (Ferreira et al., 2013), lo que significara que la pobreza habra decado, pero que es necesario profundizar las reformas econmicas para abatir el peso del sector informal que impide el crecimiento de la productividad y, por esa va, de la economa (McKinsey, 2014).

    El estado de la cuestin es una consecuencia lgica de la tendencia a dis-cutir conceptos aislados de su contexto terico. No fue as en el pasado: por ejemplo, las disputas en torno a la marginalidad que tuvieron lugar a finales de los aos sesenta y comienzos de los setenta se libraron en el marco de la teora de la modernizacin y del marxismo acadmico, explcitamente vincu-lados a dos proyectos polticos antagnicos (Corts, 2000). Debemos tomar conciencia de que detrs de las diversas perspectivas tericas hay una carga ideolgica no explcita en relacin con el modelo de desarrollo y la poltica social (Yocelevzky, 2013).

    La metodologa de las ciencias ensea que los conceptos pueden ser vagos o precisos, aplicables o inaplicables, iluminadores o no para organizar la experiencia, estriles o fecundos, pero no pueden ser verdaderos o falsos; slo los enunciados, proposiciones o hiptesis pueden serlo. El sentido de un enunciado terico no enraza en su falsacin sino est dado por las proposiciones antecedentes y por las que se derivan de l (Bunge, 1999: 83-95), lo que es equivalente a plantear que el sentido de los conceptos y las proposiciones est dado por la teora en

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    que se hallan situados. El significado pleno de un enunciado est dado no slo por el sentido sino tambin por su clase de referencia, que equivale a la colec-cin de objetos contenidos en los dominios de los predicados que forman parte de la proposicin.

    La reduccin de los enfrentamientos tericos a conceptos desligados de los cuerpos tericos que le dan significado, y su limitacin al campo de los indi-cadores, lleva a que los argumentos se envuelvan en un hlito de objetividad dentro del cual pareciera que las teoras y las posiciones poltico-ideolgicas no intervinieran, y que el problema central se reduce a discusiones tcnicas circuns-critas a las caractersticas que deben satisfacer los buenos indicadores o ndices.

    Si se examinan, a modo de ejemplo, los planteamientos sobre las clases medias encontramos que, desde la economa, se plantea que la estimacin del tamao de la clase media se puede abordar por dos caminos: i) clasificando co-mo clase media a los hogares cuyo ingreso (absoluto) cae dentro de un intervalo previamente definido, ii) o bien, determinando que dicha clase se conforma por los hogares localizados en percentiles preestablecidos de la distribucin del ingreso (relativo).

    Desde la primera de estas perspectivas basta con identificar los valores de ingreso mnimo (que debe ser superior al de pobreza) y mximo (elevado pero inferior al de riqueza), para determinar si un hogar o una persona pertenece o no a la clase media. Para Banerjee, y Dufflo (2007), sta se encontrara forma-da por los miembros de los hogares que tienen un ingreso per cpita diario de entre dos y diez dlares, mientras que para Ravallion (2009) el rango estara entre los dos y los trece dlares diarios.7

    Con la intencin de disminuir la arbitrariedad en la determinacin del va-lor de los umbrales mnimo y mximo que limitan a las clases medias, Lpez, y Ortiz (2011) han propuesto emplear el concepto de vulnerabilidad, en tanto que Cruces, Lpez y Battistn (2011) el de polarizacin que, en combinacin con criterios estadsticos, permiten identificar los puntos de corte de la distri-bucin. Tambin se ha empleado como cota inferior la vulnerabilidad a la po-breza (Ferreira et al., 2013: 2).

    Quienes han seguido el segundo camino suelen definir como cota inferior de clase media el segundo o tercer deciles, y como cota superior el quintil o decil ms alto de la distribucin del ingreso. La idea es que aquellos hogares cuyos

    7 Los autores usan dlares expresados en la misma capacidad adquisitiva, lo que permite las comparacio-nes internacionales (para uniformar los valores expresados en las monedas nacionales, se usa el tipo de cambio de Paridad del Poder Adquisitivo o en ingls Purchasing Power Parity). Ambos procedimientos de estimacin coinciden en la cota mnima de US$2, que a su vez coincide con el valor de la lnea de pobreza que usa el Banco Mundial para Amrica Latina.

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    ingresos estn por debajo del umbral mnimo no son de la clase media por ser pobres y los que estn por encima del umbral superior, tampoco, por tener un ingreso muy elevado.8 Ahora bien, los umbrales suelen ser distintos para dife-rentes autores; as, por ejemplo, para Barro (1999) y para Easterly (2001) la clase media estara formada por los hogares del cuarto al sexto deciles, mientras que para Solimano (2008), por los del tercero al noveno deciles de hogares, ordena-dos segn el ingreso per cpita. Ntese que si estos diversos criterios se aplicaran a una misma distribucin de ingresos se obtendran tantas clases medias como definiciones. Birdsall (2010) emplea un mtodo hbrido: el umbral inferior es de diez dlares por da y el superior, el percentil de ingreso 95.

    Detrs de esta forma de cuantificar el tamao de las clases medias y su evolucin, subyace la teora del bienestar. La versin ms estrecha de esta teo-ra plantea que el bienestar de las personas depende de su consumo de bienes y servicios, el cual estara determinado por el ingreso y los precios de mercado. Segn esta teora, habra un nivel de bienestar tal que cualquier persona que no lo alcanzara sera pobre, las personas de clase media estaran por encima de ese nivel, y en la distribucin del bienestar habra un punto superior a par-tir del cual finaliza la clase media e inicia la clase alta. La discusin sobre los indicadores hace borrosa la teora subyacente, su forma de concebir lo real y su movimiento.

    Siguiendo con el tema, De la Calle y Rubio, en una publicacin que ha tenido amplias reverberaciones en diversos crculos de Mxico, consideran que los sectores medios estaran conformados por personas que viven en hogares con un nivel de ingreso medio, cuyo jefe tiene escolaridad de preparatoria, un automvil y posibilidad de realizar un viaje al ao; y por personas con ingreso un poco por debajo del ingreso medio, con educacin secundaria y sin auto-mvil.9 Estos mismos autores sostienen que: En suma, la clase media se pue-de concebir como un conjunto de estratos diferenciados cuyas caractersticas comunes son esencialmente culturales, de actitud y de patrones de consumo (De la Calle, y Rubio, 2010: 18). Ahora bien, en este caso al bienestar eco-nmico (medido por gasto) se adicionan los valores y las actitudes. Y agregan que para acadmicos muy formales, esta caracterizacin es sin duda impre-cisa, pero para analistas de fenmenos polticos y estrategas electorales y para no pocos expertos en mercadotecnia, estos elementos pueden hacer la diferencia entre ganar y perder una eleccin, o entre un negocio viable y uno

    8 Por construccin, este camino para definir la clase media no permite registrar su evolucin a lo largo del tiempo, porque se define a partir de una proporcin que no se modifica.

    9 Sus estimaciones se basan en los estratos sociales construidos por la Asociacin Mexicana de Agencias de Investigacin de Mercados y de Opinin Pblica (amai).

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    que no lo es (De la Calle, y Rubio, 2010: 17-18). Nuevamente, lo central son los indicadores aunque tambin esta propuesta descansa en la teora econmica del bienestar y en el agregado de los valores.

    El Instituto Nacional de Estadstica y Geografa (inegi) tambin ha ter-ciado en la discusin y ha calculado que la clase media agrupaba al 39.1% de las personas en el ao 2010 y alcanzaba al 35.2% de la poblacin en el 2000.

    El clculo se realiz empleando tcnicas de aglomeracin multidimensional, utilizando 17 variables de las correspondientes Encuestas Nacional de Ingresos y Gastos. Cabe resaltar que en este estudio nunca se tiene que prejuzgar cules son los umbrales de nivel de vida (sean en trminos de gasto o de ingresos) que separan a las clases sociales ni tampoco los porcentajes que deben haber en ellas de personas con escolaridad o en la jerarqua ocupacional del mercado laboral. Simplemente los resultados de la estratificacin a los que se llega sugieren cuntos y cules son los niveles a tomar en cuenta y el anlisis ulterior verifica en dnde se detectan diferencias cualitativas (instruccin, posicin e insercin laboral y acceso a la propiedad), tras las diferencias meramente cuantitativas (gastos o ingresos). En esto la presente investigacin es radicalmente diferente desde el punto de vista metodolgico a cualquier otra que se ha emprendido con respecto a la informa-cin referida a Mxico ya que no requiere de acotamientos de gasto o de ingreso fijados de antemano o establecidos como una precondicin antes de clasificar los hogares. Dicho de otra manera, las fronteras que se identifican entre los estratos para determinar en cul de ellos comienza y en cul otro termina la clase media son un resultado al que se llega no una premisa de la que se depende en este es-tudio (inegi, 2013).

    Como se aprecia en esta cita, de nuevo el nfasis est puesto en los indica-dores y en la tcnica utilizada para hacer hablar a los datos (Yaschine, 2014), manteniendo la apariencia de neutralidad. Hemos vuelto a la nocin que crea-mos superada de que el dato est dado.

    Ahora bien, en contraposicin con estas aproximaciones modernas a las cla-ses sociales, hay que recordar que la divisin de la sociedad en clases ha sido una de las preocupaciones centrales de la sociologa. En esta disciplina se observa con claridad que el concepto adquiere sentidos distintos en teoras diferentes. Segn Marx, en el modo de produccin capitalista, la propiedad de los medios de produccin divide a la poblacin activa en propietarios (burgueses o capi-talistas) y no propietarios (trabajadores o proletarios) que slo disponen de su fuerza de trabajo. Sin embargo, el mismo Marx reconoce (en su tratamiento de la plusvala) que el propio desarrollo del capitalismo generara la necesidad de actividades de control y, por lo tanto, de puestos de gerentes y supervisores,

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    y para asegurar la circulacin del capital, de trabajadores improductivos co-mo servidores pblicos, trabajadores de las finanzas y la banca. Esta parte de la teora marxista ha quedado sepultada por la visin de la sociedad organizada en torno a las dos clases fundamentales (Benza, 2012: 21).

    Por otra parte, para comprender cabalmente la nocin de clase expuesta por Weber, es necesario precisar algunos conceptos. La situacin de clase es una for-ma de divisin social que refleja las relaciones de poder en la esfera mercantil, y agrupa a los individuos con una situacin de mercado comn en funcin de sus bienes y sus capacidades. El volumen, tasas de usos y precios de mercado de los activos fsicos, financieros y de sus capacidades laborales valorizables en el mercado, determinan sus oportunidades de vida, entendidas como el con-junto de probabilidades tpicas de provisin de bienes, de posicin externa a sus fuentes de ingreso y de destino personal. En sntesis, la situacin de clase va ms all de los individuos y est conformada por las relaciones de produccin y de adquisicin en el mercado. La clase social corresponde a un conjunto de situaciones de clase, pero por su movilidad social inter e intrageneracional se acercan a un estamento.

    El funcionalismo estructural emplea la nocin de estrato en lugar del con-cepto de clase social, que al formar parte de una pirmide social da la idea de un continuo que atraviesa desde la base hasta la cspide. De acuerdo con esta concepcin, los roles ocupacionales que gozaran de mayor estimacin social seran los que mayor importancia tendran para la reproduccin del sistema social. Como consecuencia, la jerarqua de reconocimientos y retri-buciones seran poderosos alicientes para que los individuos ms talentosos ocupen las posiciones ms importantes garantizando la eficiencia en el fun-cionamiento del sistema.

    Esta concepcin supona que la evolucin de las sociedades industriales aumentara constantemente los empleos que requieren de personal tcnico y profesional altamente calificado, y que este proceso estara acompaado por una alta movilidad social. Como consecuencia de ambos procesos, tendan a elimi-narse las diferencias de clase limando as una de las causas de la conflictividad.

    Conclusin

    El recuento que se ha presentado sobre la metodologa de las ciencias socia-les vis vis las diversas posiciones tericas y los proyectos de sociedad en los ltimos cincuenta aos, permite ver que su contenido actual recoge las capas que se fueron agregando a lo largo del tiempo. A travs de las denominadas tcnicas de encuesta (survey) predominantes en los inicios, la metodologa se

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    vinculaba estrechamente con la estadstica al punto que los libros de texto ms utilizados solan incluir algunos temas estadsticos. El enfrentamiento pa-radigmtico de los aos sesenta y parte de los setenta trajo el predominio de las preocupaciones epistemolgicas y los intentos de establecer los vnculos con la investigacin emprica. En los tiempos que transcurren, los problemas metodolgicos se vuelven a relacionar estrechamente con los desarrollos de la estadstica, disciplina que, junto a los avances de la computacin y la dispo-nibilidad de poderosos paquetes de programas de cmputo, proporciona los instrumentos para trabajar grandes bases de datos, que contienen muchos ca-sos y un gran nmero de variables.

    El campo de la metodologa entendida como el conjunto de operaciones que permiten ligar las teoras con la evidencia (observacin, experimentacin, medicin, diseos de investigacin) parece perder terreno en la medida en que se impone la idea de construir teoras a partir de los indicadores y de los datos. La estrategia de investigar pescando regularidades en los datos, hoy se ve facilitada por la creciente disponibilidad de informacin y las facilidades de procesamiento. No es novedosa en absoluto, fue el punto de partida del em-pirismo lgico, pero tambin su final, pues nunca se pudo generar evidencia para sostener empricamente que la realidad es directamente observable (Ayer, 1965: 19). El ejemplo de las clases sociales que presentamos en la cuarta sec-cin es til tambin para ilustrar que la eleccin de las variables, as como el tratamiento que se da a los datos, estn influidos por decisiones que toma el investigador. Aunque profese y aplique criterios de objetividad, sus resul-tados variarn de acuerdo con las opciones que seleccion. Por qu elegir la variable ingreso para hacer observable el concepto clase social? Por qu no el gasto? La posesin de automvil? La posicin en la ocupacin? El nivel educativo? Una vez que el investigador ha seleccionado una o ms variables, qu tratamiento les dar? Ya vimos que en el caso ms simple de elegir un slo indicador emprico (el ingreso) se pueden generar varias soluciones de acuerdo a los criterios que se decide emplear para establecer la relacin entre los valores de las variables y las clases sociales.

    Por ltimo, el recuento que se ha presentado a lo largo de este texto mues-tra que la aplicacin adecuada de conceptos bsicos de la metodologa permite trazar el derrotero que debe seguirse para, a partir de las variables empleadas, develar las teoras implcitas, adems de intervenir en las discusiones tcnicas sobre indicadores y su tratamiento estadstico. Una vez que se identific el cuerpo terico que orient la investigacin, es posible inferir su correspon-diente paquete de valores, lo que permite contrastar esos resultados con los que presentan otras investigaciones y, de ser el caso, proceder a la discusin crtica con fundamento.

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