Teología política y teología de la liberación Sanchez Bernal Dios Tl
DESARROLLO DE LA TEOLOGÍA
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DESARROLLO DE LA TEOLOGÍA
TEOLOGÍA DIALÉCTICA
El epíteto 'dialéctico' de la TEOLOGÍA DIALÉCTICA obedece a su nueva postulación por
Karl Barth:
Tesis: Somos teólogos y, en cuanto tales, debemos hablar de Dios.
Antítesis: Pero somos hombres y, en cuanto tales, no podemos hablar de Dios.
Síntesis: Debemos hacer ambas cosas, y nuestro 'deber' (Sollen) y nuestro 'no-poder'
(Nicht-Können) deben honrar a Dios.
En suma, lo dialéctico de la teología dialéctica, afirma, por un lado, el abismo que separa aquello
de lo que se ocupa el saber teológico y los medios y posibilidades conceptuales humanos y, por
otro, las dificultades de expresarse en un lenguaje apropiado respecto de lo revelado en la fe.
DESARROLLO DE LA TEOLOGÍA
A. Teología escolástica
La escolástica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval, tras la
patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación entre fe y razón, que en cualquier
caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe (Philosophia ancilla theologiae -la
filosofía es sierva de la teología-).
B1. la Teología de la Reforma
era un cuestionamiento profundo en todo el campo de la teología, de la espiritualidad y de la
práctica eclesial. Los reformadores lograron enfocar los temas centrales de la fe cristiana
desde una nueva perspectiva y en una forma accesible para la gente común. Las polémicas de
la Reforma no se hicieron en torres de marfil sino en tratados populares que involucraban a
gente de toda clase en el debate. Mientras los escolásticos se habían perdido en preguntas
secundarias sobre temas especulativos, los reformadores enfrentaban cuestiones en cuanto a
la salvación, la autoridad de la iglesia, y la vida eclesiástica.
C. el escolasticismo protestante
Fue un periodo que, al igual que el escolasticismo medieval, se preocupaba con todo tipo de
preguntas secundarias. Ya no era suficiente saber que nuestra salvación se logró por medio de
la muerte de Cristo en la cruz, sino que había que preguntar si solamente por este medio Dios
nos pudo salvar. Había que definir cómo era posible decir al mismo tiempo que Dios era “acto
purísimo y simplísimo” y que tenía diferentes atributos (porque si Dios tiene diferentes
atributos, y diferentes características, ya está compuesto de diferentes aspectos: pero no
puede ser compuesto porque es “simple”).
En este periodo se producen las confesiones protestantes primigenias, es decir, la luterana, la
calvinista y la anglicana. Se trata, entre los luteranos, de la Confesión de Augsburgo, los escritos
de Martín Lutero y de Melanchton y la Fórmula de Concordia (1577); entre los calvinistas de las
Instituciones Cristianas de Calvino; entre los anglicanos de las 39 Proposiciones (obligatorias por
Ley del Parlamento de 1571) y del Prayer Book. Cualquiera que sea la opinión que esta visión de la
religiosidad cristiana merezca, ella es la que determinó y determinará en qué consiste la diferencia
específica del cristianismo protestante, respecto del católico y del ortodoxo.
El escolasticismo significaba cierto estancamiento y esterilidad en la teología. La preocupación
de los reformadores por la salvación y la relación personal con Dios a través de la fe en Cristo
se vio sustituida por una preocupación con la formulación correcta de la doctrina ortodoxa. En
la predicación del domingo no era tan importante el poder espiritual del mensaje sino la
expresión exacta de la perspectiva confesional, doctrinal de la Iglesia. Inevitablemente esto
produjo una esterilidad nefasta en la teología y estableció de nuevo el abismo entre teología y
creyente común y corriente que la Reforma había logrado superar.
D. EL PIETISMO
es una escuela luterana que rechaza la rigurosidad dogmática, la piedad ceremonial y la
intromisión de la autoridad civil en los asuntos religiosos, para abogar por una religiosidad basada
en el estudio de la Biblia, el sacerdocio de todos los fieles (lo que implicará una organización
congregacionalista de las comunidades religiosas), una religiosidad fervorosa, del corazón, no de la
mente, y la concordia por medio de la oración y la predicación espiritual; impone una moralidad
estricta y la dedicación a actividades caritativas.
Las variaciones correspondientes, como el metodismo de Wesley, el evangelicalismo, los
grandes avivamientos, etc.
Los pietistas enfatizaban la necesidad de una experiencia personal de la conversión, la
búsqueda por la santidad y la expresión de la fe cristiana en una vida de obediencia y servicio.
Era notable el impacto que tenían en cuento a obras sociales (escuelas, orfanatos, hospitales,
etc.) y misión. Aunque no eran anti-intelectuales, ellos consideraban que una teología
especulativa sin aplicaciones para la vida del cristianismo no tenía valor.
B2. El Renacimiento
Al tiempo de la Reforma se daba el movimiento cultural que se llama el Renacimiento. El
Renacimiento se puede resumir como el redescubrimiento de la cultura clásica. Tanto en el
arte, la literatura, la arquitectura, la filología, la filosofía, etc. se está viviendo un nuevo interés
en las obras de los griegos y de lo romanos. Hay una nueva apreciación por la historia y las
personas cultas se dan cuenta que no solamente en la Biblia uno encuentra verdad, sino
también en lo que dijeron filósofos paganos.
Así empieza una emancipación intelectual que lleva al Siglo de las Luces 200 años más
adelante. Se va destacando la teología como un asunto que lleva a guerra e intolerancia, y
se va enfatizando el valor del hombre y de la razón. En el Siglo de las Luces vemos una crítica
abierta del cristianismo.
E. La teología liberal
La teología liberal (liberale Theologie, también theologischer Liberalismus o liberalismo teológico)
es un movimiento de investigación surgido en el seno de la teología protestante que se desarrolló
principalmente en Alemania durante el siglo XIX. Al lado de la teología restaurativa (restaurative
Theologie) y la teología de la mediación (Vermittlungstheologie), la teología liberal constituye la
tercera corriente teológica decimonónica con más incidencia. Se podría decir incluso que en lo que
atañe a la teología, el siglo XIX fue liberal. Con raíces que se hunden en el espíritu de una época
marcada por la ilustración y el historicismo, la irrupción de la teología liberal supuso una serie de
contribuciones importantes a la exégesis bíblica, a la crítica histórica del dogma y, con ello, dejó
programáticamente establecida la agenda de la discusión teológica contemporánea.
Sobre el siglo de las luces
Es durante el siglo XVIII que Hume lanza su ataque contra los milagros, mostrando que nunca
puede haber evidencia suficiente para comprobar que sucedió en milagro. Es más lógico creer
que los testigos del milagro, incluso uno mismo, están equivocados, que creer que se
suspendieron las leyes naturales por un momento. Hume también ataca las pruebas
tradicionales por la existencia de Dios. Por generaciones esas pruebas habían sido parte
integral del arsenal apologético de la teología. Primero Hume y después Kant mostraron que
tales pruebas no tenían lógica y que por lo tanto no eran capaces de comprobar la existencia
de Dios. Además, tanto Hume como Kant argumentaban que era imposible conocer a Dios,
que todo intento de hablar de Dio tenía, automáticamente, que caer en antropomorfismo,
porque no era posible saber cómo era Dios en sí mismo.
Detrás de estos argumentos intelectuales vemos surgir una nueva corriente en el protestantismo. Mucha gente culta, educada, ya estaba cansada de esa religión fanática de los calvinistas y jesuitas, de esa intolerancia que llevaba a guerras de religión. Lo que se quería era una vida moderada, templada, racional, sin tales extremos. No es que se quería echar la fe cristiana, sino evitar su emocionalismo y el dogmatismo de sus teólogos. Juntamente con esto se están viendo algunos progresos notables en la ciencia, demostrando la capacidad de la razón humana de penetrar los secretos del universo. También en el comercio hay éxitos importantes que llevan a una prosperidad más grande de
la clase educada. En este contexto vemos el surgimiento en una religión natural. En oposición
al escolasticismo protestante y el fanatismo religioso surge el llamado “deísmo”. El deísmo
acepta la existencia de Dios, acepta que Dios en un principio creó el mundo pero consideró
que después de iniciar el mecanismo del universo, con sus leyes naturales, prácticamente se
retiró para no mezclarse más de los asuntos de este mundo. El concepto bíblico de Dios que
entra en al historia, que, incluso se hace carne para vivir entre nosotros es inaceptable.
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SOBRE EL ESCOLASTICISMO PROTESTANTE
A pesar de que el escolasticismo protestante representa un intento de sistematización, no tiene ni
la amplitud ni la profundidad que es característica del pensamiento religioso católico, por lo que -
para los católicos- la religiosidad protestante resulta abigarrada y hasta contradictoria, y también,
aunque en menor grado, la ortodoxa. Caracterizan al protestantismo ciertas proposiciones: la
fuente de la autoridad religiosa en la Biblia, con escaso recurso a la tradición o a la autoridad
conciliar o pontificia; la justificación por la fe sola; el ministerio sacerdotal de todos los fieles, de
donde se siguen importantes consecuencias sobre la organización de las comunidades religiosas
que se tratarán más adelante; existían otras connotaciones, pero que son de carácter polémico,
respecto de costumbres eclesiásticas consideradas como corrupción del mensaje cristiano original,
casi todas referidas a costumbres piadosas, modos de vida (monasticismo, celibato eclesiástico,
etc.) o modos de orar: el protestantismo en general dará mayor énfasis a la predicación que a la
celebración de la eucaristía, a la salmodia[10] más que a la liturgia, a la sencillez en vez del
rebuscamiento barroco católico, a la eliminación de las vestiduras eclesiásticas; al énfasis en la
lectura de la Biblia, en lugar del rezo del Oficio divino y otras devociones (rosario, adoración del
Santísimo Sacramento, devoción al Corazón de Jesús, culto de los santos, etc.). En los dos siglos
bajo análisis el protestantismo resulta más variopinto, con la aparición de las denominadas sectas
(metodistas, puritanos, cuáqueros, congregacionalistas, presbiterianos, etc.).
En todas y cada una de estas diferencias específicas, cada comunidad protestante, lo que se
reforzará posteriormente, presentará tantos matices cuantos convengan a la creatividad humana,
pues se trata de modos de ponerse en contacto con Dios más individuales y espontáneos, no como
los de los católicos, con sus modalidades predominantemente hieráticas y continuamente sujetas
a examen, por la amenaza de ser considerado disidente, de lo que se encargan férrea y
tenazmente la Inquisición y los confesores.
Por eso muchos de los fundamentos, o supuestos fundamentos, del protestantismo, tienen una
gama que va en unos del radicalismo total hasta otros, para todo fin práctico, católicos.
Precisamente, en la Iglesia anglicana, se dará un movimiento poderoso y luego de grandes
consecuencias en otros países protestantes llamado puritanismo, que fundamentalmente
pretende erradicar todo los vestigios de papismo y catolicismo remanentes en esa iglesia, después
de que ella se convirtió al protestantismo en 1690.
DIVERSOS MODOS DE CONCEBIR LA RELIGIOSIDAD CRISTIANA
Si se analizan las creencias protestantes, se encontrará que tres diversos modos de concebir la
religiosidad cristiana socavarán la escolática protestante en estos dos siglos, originando una
cristiandad enteramente diversa.
Esos diversos modos de ver las cosas fueron:
a. el pietismo (evangelicasmo) y
b. el racionalismo.
Pietismo:[11] es una escuela luterana que rechaza la rigurosidad dogmática, la piedad ceremonial
y la intromisión de la autoridad civil en los asuntos religiosos, para abogar por una religiosidad
basada en el estudio de la Biblia, el sacerdocio de todos los fieles (lo que implicará una
organización congregacionalista de las comunidades religiosas), una religiosidad fervorosa, del
corazón, no de la mente, y la concordia por medio de la oración y la predicación espiritual; impone
una moralidad estricta y la dedicación a actividades caritativas. La religión debe difundirse, más
que por precisiones teológicas, por una pastoral ferviente. Su principal propulsor fue Jakob Spener
(1635-1705), autor de la obra Pia Desideria (1675) y organizador de la facultad de teología en la
Universidad de Halle, que sería el centro del pietismo en Europa. La iglesia mórava fue pietista e
influyó en toda la comunidad protestante europea, en particular en los Wesley y por ello en el
metodismo; en teología se adhiere al arminianismo, doctrina sostenida por Santiago Arminius
(1500-1609) y seguida por la iglesia anglicana y la metodista, según la cual la libertad humana
opera en la obra de salvación, oponiéndose así al radicalismo predestinatorio calvinista. Juan
Wesley (1703-1791) sacerdote anglicano, es acreditado como fundador del metodismo, con la
colaboración de su hermano Carlos; en Oxford, creó un Club Santo para el estudio de la religión,
sus miembros celebraban la eucaristía todos los domingos y ayunaban los miércoles, visitaban las
prisiones y continuamente realizaban exámenes de conciencia; posteriormente Juan fundaría, en
1736, otro club en Norte América, pero sin mayor éxito. Otro metodista influyente, que luego se
retiraría del movimiento por sus convicciones calvinistas, fue el sacerdote anglicano Jorge
Whitefield (1714-1770), quien inició, cuando le impidieron predicar en la iglesia en Bristol, la
predicación al abierto, que habría de ser una modalidad propia del metodismo: se juntaron
inmensas muchedumbres y se formó una nueva sociedad, con asistentes laicos, y predicadores
trashumantes predicando al abierto, y numerosas conversiones durante las prédicas[12]. Juan
Wesley estableció el metodismo en Irlanda, en Escocia; el metodismo, por medio de predicadores
laicos, se difundió velozmente en Norte América, con la característica tan típicamente suya de
hacer gran énfasis en la experiencia religiosa directa y muy poco en cuestiones teológicas. Su
teología era anticalvinista, pues se oponía a la creencia de una gracia avasalladora y,
contrariamente, era partidario del arminianismo. El metodismo, originalmente una sociedad
dentro de la iglesia anglicana, se separó, constituyéndose en iglesia en 1795; tuvo enorme
influencia, sobre todo entre los obreros, y llegaría a ser una de las sectas protestantes de mayor
difusión universal.
Al pietismo se debe la supervivencia del monasticismo, tan combatido en general por los
protestantes, el cual acabará siendo aceptado por los anglicanos a partir del siglo XIX; el
movimiento monástico protestante se debe mayormente a Johann Conrad Beissel (1690-1768)
quien fundó en 1732 una comunidad pietista semimonástica, en Ephrata (Pennsylvania), los
Baptistas del Sétimo Día, con vida en comunidad, y celibato; en Pennsylvania fueron muy
influyentes hasta el siglo XIX.
Racionalismo:[13] la exégesis bíblica católica, desde los Padres de la Iglesia hasta la Reforma,
intentaba desentrañar el significado literal, moral, tipológico (las prefiguraciones, en el Antiguo
Testamento de los tipos del Nuevo Testamento) y alegórico (narraciones empleadas para expresar
un concepto verdadero) de los textos, pero con gran énfasis en lo tipológico-alegórico[14]; Lutero
tuvo otro enfoque, dando énfasis, casi exclusivamente, a la interpretación literal de las Escrituras,
lo que dio gran empuje a la crítica textual, y por ende, a la determinación de cuál fuera el texto
que se analizaba, para luego entender su significado mediante la lectura devota (legendo et
docendo), llegándose así a una interpretación espiritual, en Cristo y por la inspiración del Espíritu
Santo; para Lutero era evidente la claridad de los textos bíblicos. Paradójicamente esto llevó a un
interés cada vez mayor en determinar el texto bíblico y se cayó en manos de investigadores
dedicados a determinar la autenticidad textual; la exégesis bíblica pasó de un diálogo con Cristo a
una investigación antropológica, subrayando asuntos antes ignorados: historia del Cercano
Oriente, su geografía, su arqueología, la historia de las religiones orientales antiguas y de las
helenísticas, un análisis filológico complejísimo en el que los científicos protestantes llevarían la
delantera hasta nuestros días. En las iglesias luteranas estos nuevos planteamientos se dieron en
un ambiente permeado por la Ilustración, lo que pronto acabó en un enfoque puramente filológico
del cristianismo, que lo redujo a una creencia más, entre muchas, en vez de a una investigación
sobre la revelación divina en la historia. La filosofía y las ciencias reinan y gobiernan, en lugar de
ponerse al servicio de la teología; el espíritu de la época, imbuido de mecanicismo, difícilmente
podía aceptar una providencia divina, pues ella era negada por las férreas leyes científicas, eternas
e inmutables, en donde no cabían providencia, revelación ni milagro. Se llegó así, en la misma
Universidad de Halle, a una teología enteramente racional y a una moralidad more geometrico,
como había sido el paradigma perseguido por Baruch (o Benito) Spinoza (1623-77), filósofo no
cristiano, pero que tan al dedo servía a la dogmática protestante (sobre todo a la calvinista) por su
aseveración fundamental de que sólo Dios es libre y que la única libertad concedida al hombre es
la de conocer y amar a Dios. convirtiéndose dicha universidad en centro del racionalismo y de la
teología protestante racionalista. El movimiento racionalista no tuvo consecuencias teológicas
directas en la Iglesia anglicana, pues los filósofos ingleses de esa tendencia no se inmiscuyeron en
asuntos religiosos; pero así no fue Alemania donde el luteranismo sería profundamente
modificado por las corrientes racionalistas. No obstante todo tiene su lado positivo y, por razón
del racionalismo, el protestantismo adquirirá una faz más contemporánea, y desaparecerán
costumbres que hoy en día nos parecen supersticiosas (cacería de brujas, intolerancia, un
replanteamiento de los conceptos de infierno y de cielo).
Escolástica Para otros usos de este término, véase Escolástica (santa).
La escolástica (del latín scholasticus, y éste a su vez del griego σχολαστικός [aquel que
pertenece a la escuela]) es el movimiento teológico y filosófico que intentó utilizar la
filosofía grecolatina clásica para comprender la revelación religiosa del cristianismo.
La escolástica fue la corriente teológico-filosófica dominante del pensamiento medieval,
tras la patrística de la Antigüedad tardía, y se basó en la coordinación entre fe y razón, que
en cualquier caso siempre suponía una clara subordinación de la razón a la fe (Philosophia
ancilla theologiae -la filosofía es sierva de la teología-).
Dominó en las escuelas catedralicias y en los estudios generales que dieron lugar a las
universidades medievales europeas, en especial entre mediados del siglo XI y mediados del
XV.
Su formación fue, sin embargo, heterogénea, ya que acogió en su seno corrientes filosóficas
no sólo grecolatinas, sino también árabes y judaicas. Esto causó en este movimiento una
fundamental preocupación por consolidar y crear grandes sistemas sin contradicción interna
que asimilasen toda la tradición filosófica antigua. Por otra parte, se ha señalado en la
escolástica una excesiva dependencia del argumento de autoridad y el abandono de las
ciencias y el empirismo.
Pero la Escolástica también es un método de trabajo intelectual: todo pensamiento debía
someterse al principio de autoridad, y la enseñanza se podía limitar en principio a la
repetición de los textos antiguos, y sobre todo de la Biblia (principal fuente de
conocimiento). A pesar de todo ello, la escolástica incentivó la especulación y el
razonamiento, pues suponía someterse a un rígido armazón lógico y una estructura
esquemática del discurso que debía exponerse a refutaciones y preparar defensas.
Evolución
Ideológicamente la escolástica evolucionó en tres fases, a partir de la inicial identificación
entre razón y fe, ya que para los religiosos el mismo Dios es la fuente de ambos tipos de
conocimiento y la verdad es uno de sus principales atributos, de forma que Dios no podía
contradecirse en estos dos caminos a la verdad y, en última instancia, si había algún
conflicto, la fe debía prevalecer siempre sobre la razón, así como la teología sobre la
filosofía.
De ahí se pasó a una segunda fase en que existía la conciencia de que la razón y la fe tenían
sólo una zona en común.
Por último, ya a fines del siglo XIII y comienzos del siglo XIV, en una tercera fase, la
separación y divorcio entre razón y fe fueron mayores, así como entre filosofía y teología.
Cronológicamente pueden distinguirse fundamentalmente tres épocas:
Desde el comienzo del siglo IX al fin del siglo XII la escolástica está marcada por la polémica cuestión de los universales, que opone a los realistas encabezados por Guillermo de Champeaux, a los nominalistas representados por Roscelino y a los conceptualistas guiados por Pedro Abelardo.
Del siglo XII al fin del siglo XIII tiene lugar la entrada de Aristóteles, primero indirectamente a través de los filósofos judíos y árabes, especialmente Averroes, pero en seguida directamente traducido del griego al latín por Alberto Magno y por Guillermo de Moerbeke, secretario de Tomás de Aquino.
La tercera abarca todo el siglo XIV: Guillermo de Occam se decanta por los nominalistas y se opone al Tomismo distinguiendo la filosofía de la teología.
Alta escolástica
Se denomina "alta escolástica" la que tuvo lugar durante los siglos XI y XV, periodo
caracterizado por las grandes cruzadas, el resurgimiento de las ciudades y por un
centralismo del poder papal que desembocó en una lucha por las investiduras.
Anselmo de Canterbury
La figura más descollante de esta época fue san Anselmo de Cantérbury (1033-1109).
Considerado el primer escolástico, sus obras Monologion y Proslogion tuvieron una gran
repercusión, centrada sobre todo en su debatido argumento ontológico para probar la
existencia de Dios.
Pedro Abelardo (1079-1142) renovará la lógica y la dialéctica y creará el método
escolástico de la quaestio —un problema dialecticum— con su obra Sic et non.
En el siglo XII, la escuela de Chartres se renueva con las figuras de Bernardo de Chartres
(muerto en 1124), Thierry de Chartres, Bernardo Silvestre y Juan de Salisbury. Influidos
por el neoplatonismo, el estoicismo y la ciencia árabe y judía, su interés se centró
fundamentalmente en el estudio de la naturaleza y en el desarrollo de un humanismo que
entrará en conflicto con las tendencias místicas de la época representadas por Bernardo de
Claraval (1091-1153).
Hugo de San Víctor, sin embargo, llevará a cabo una conciliación entre misticismo y
escolasticismo, siendo además el primero que escribió una Summa teologica (Suma de
Teología) en la Edad Media.
Dominicos y franciscanos
El apogeo de la escolástica coincide con el siglo XIII, en que se fundan las universidades y
surgen las órdenes mendicantes (dominicos y franciscanos, mayormente), de donde
procederán la mayoría de los teólogos y filósofos de la época.
Los dominicos asimilaron la filosofía de Aristóteles a partir de las traducciones e
interpretaciones árabes de Avicena y Averroes. Los franciscanos seguirán la línea abierta
por la patrística, y asimilarán el platonismo, que era mucho más armonizable con los
dogmas cristianos.
Entre los franciscanos destacan Alejandro de Hales, san Buenaventura (1221-1274) y
Robert Grosseteste, aunque este último perteneció también a la Escuela de Oxford, mucho
más centrada en investigaciones científicas y en el estudio de la naturaleza y una de cuyas
principales figuras fue Roger Bacon (1210-1292), defensor de la ciencia experimental y de
la matemática.
Alberto Magno
Alberto Magno fue el primero en introducir y articular con la fe los textos aristotélicos. Fue
profesor de Santo Tomás de Aquino. Alberto nació alrededor del año 1206 en Lauingen
(hoy, Alemania), cerca del Danubio; hizo sus estudios en Padua y en París. Ingresó a la
Orden de Predicadores, en la que ejerció con éxito el profesorado en varios lugares.
Ordenado obispo de Ratisbona, puso todo su empeño en pacificar pueblos y ciudades. Es
autor de importantes obras de teología, como también de muchas sobre ciencias naturales y
sobre filosofía. Murió en Colonia el año 1280.
Tomás de Aquino
Sin duda, el máximo representante de la teología dominica y en general de la escolástica es
santo Tomás de Aquino (1225-1274). En su magna obra Summa teologica aceptó el
empirismo aristotélico y su teoría hilemórfica y la distinción entre dos clases de intelectos.1
De la filosofía árabe, Avicena tomó la distinción (ajena a los griegos) entre ser de esencia y
el ser. Dios se hace comprensible únicamente a través de una doble analogía.2
Elaboró así una fusión platónico-aristotélica, el tomismo, que con sus argumentos
cosmológicos para demostrar la existencia de Dios: las cinco vías ha sido la base
fundamental de la filosofía cristiana durante muchos siglos. La demarcación entre filosofía
y creencia religiosa llevada a cabo por Tomás de Aquino iniciará el proceso de
independencia de la razón a partir del siglo siguiente y representará el fin de la filosofía
medieval y el comienzo de la filosofía moderna.
Juan Duns Escoto
En el siglo siguiente los franciscanos cobran importancia. De este período sus máximos
representantes son Juan Duns Escoto (1266-1308) llamado Doctor Sutil, y Guillermo de
Ockham (1290-1349), para quien la inteligibilidad del mundo y, principalmente, la de Dios,
serían firmemente cuestionadas; misma línea de pensamiento que sería continuada por sus
sucesores y que daría por resultado la decadencia de la escolástica.
Juan Duns Escoto, franciscano de origen escocés, llega a la idea de Dios: el Ser Infinito,
como una noción alcanzada por vía metafísica; ésta, entendida por el franciscano en su
estricto sentido aristotélico como la ciencia del ser en cuanto ser. Establece así una
autonomía de la filosofía y la teología, pues es claro que cada una de estas disciplinas tiene
su método y objeto propio; aunque para Escoto la teología supone desde luego, una
metafísica.
Guillermo de Ockham
Pero será Guillermo de Ockham el que lleve más lejos este desarrollo. Su famoso principio
de economía, denominado "navaja de Ockham", postulaba que era necesario eliminar todo
aquello que no fuera evidente y dado en la intuición sensible: "El número de entes no debe
ser multiplicado sin necesidad".
En el acto de conocer hemos de dar prioridad a la experiencia empírica o "conocimiento
intuitivo", que es un conocimiento inmediato de la realidad (particular), ya que si todo lo
que existe es singular y concreto, no existen entidades abstractas (formas, esencias)
separadas de las cosas o inherentes a ellas. Los universales son únicamente nombres
(nomen) y existen sólo en el alma (in ánima).
Esta postura, conocida como nominalismo, se opone a la tradición aristotélico-escolástica,
que era fundamentalmente realista. Los conceptos universales, para Ockham, no son más
que procesos mentales mediante los cuales el entendimiento aúna una multiplicidad de
individuos semejantes mediante un término. El nominalismo conduce a afirmar el primado
de la voluntad sobre la inteligencia. La voluntad de Dios no está limitada por nada
(voluntarismo), ni siquiera las ideas divinas pueden interferir la omnipotencia de Dios. El
mundo es absolutamente contingente y no ha de adecuarse a orden racional alguno. El
único conocimiento posible ha de basarse en la experiencia (intuición sensible). La teología
no es una ciencia, ya que sobrepasa los límites de la razón: la experiencia. Después de
Ockham, la filosofía se separará de la teología y la ciencia comenzará su andadura
autónoma. No se preocupa por lo que es el movimiento sino por cómo funciona el mismo.
Éste y otros autores son los precursores de Galileo Galilei.
La escolástica jesuita
Todavía, sin embargo, dará el escolasticismo una gran figura, pero ya en el siglo XVI, en la
persona del jesuita español Francisco Suárez (1548-1617). En su obra más importante, las
Disputas metafísicas (1597), escrita en latín, resume y moderniza toda la tradición
escolástica anterior y sienta las bases del iusnaturalismo o derecho natural de Hugo Grocio.
Su obra, fecunda en inspiraciones ulteriores, fue muy influyente a lo largo del siglo XVII y
XVIII y todavía se pueden encontrar ecos de ella en Hegel e incluso en Heidegger. Si bien
continúa la tradición aristotélica de la filosofía española, añade elementos del nominalismo.
Así, para Suárez la distinción entre esencia y existencia es solamente una distinción de
razón y de hecho cada existencia tiene su propia esencia. Sólo Dios, en tanto que ser en sí,
es capaz de percibir la distinción en el ser en otro, es decir, las criaturas. El cógito de René
Descartes surge de la noción suareciana de sustancia espiritual creada, que razona por
intuición. También la mónada de Gottfried Leibniz (1646-1716) proviene de esta noción.
La distinción entre esencia y existencia como distinción de razón (el concepto de sustancia
de Baruch Spinoza) también tiene su origen en la filosofía de Suárez, y el sujeto
trascendental de Kant se inspira en la noción de analogía de atribución manejada en esta
tradición escolástica.
Neoescolástica
Artículo principal: Neoescolástica
En el siglo XIX se produce un resurgimiento de la escolástica denominado "neoescolástica"
y en el siglo XX surgirá un "neotomismo", cuyas figuras más representativas fueron
Jacques Maritain y Étienne Gilson. Ambos contribuyeron a difundir el tomismo en la
cultura laica. Merecen destacarse también Désiré Joseph Mercier, Desiderio Nys, A.
Farges, Tomasso Zigliara, Fernand van Steenberghen, Leo Elders, M. Grabmann, Armand
Maurer, Charles de Koninck, James A. Weisheipl, Jean-Pierre Torrell, Josef Pieper, Pierre
Mandonnet OP, A. D. Sertillanges OP, Reginaldo Garrigou-Lagrange OP, Odon Lottin
OSB, Gallus M. Manser OP, Cornelio Fabro, John F. Wippel, etc.
El balance del tomismo en el siglo XX es muy positivo. En este siglo merece destacarse la
labor que han realizado los dominicos españoles. Además de los ya citados destacan:
Victorino Rodríguez, Santiago Ramírez O.P., Guillermo Fraile OP y Teófilo Urdánoz O.P.
(autores de Historia de la Filosofía, BAC), Quintín Turiel y Aniceto Fernández. En la
actualidad continúan enseñando la filosofía de Santo Tomás: José Todolí, Juan José
Gallego, Jordán Gallego, Vicente Cudeiro, Armando Bandera, Marcos F. Manzanedo,
Mateo Febrer, Vicens Igual y Juan José Llamedo. Uno de los filósofos más importantes de
los dominicos fue el español Abelardo Lobato, que llegó a ser rector de la Facultad de
Teología de Lugano (Suiza).
También el jesuita español Ramón Orlandis Despuig, fundador de la Schola Cordis Iesu
(1925) e inspirador de la revista Cristiandad (1944), quien formó a Jaime Bofill y a
Francisco Canals Vidal, con quienes se empezó a conocer la Escuela tomista de Barcelona.
Han sido muchos quienes han contribuido al florecimiento del tomismo: Ángel González
Álvarez, Leopoldo Eulogio Palacios, Carlos Cardona y su discípulo Ramón García de Haro.
Asimismo, Antonio Millán-Puelles, Osvaldo Lira, Leonardo Castellani, Julio Meinvielle,
Francisco Canals, Juan Vallet de Goytisolo, Jesús García López, Mariano Artigas Mayayo,
Luis Clavell Martínez-Repiso, Ángel Luis González, Miguel Ayuso, Rafael Alvira, Rafael
Gambra Ciudad, Tomás Melendo, Eudaldo Forment, Armando Segura, Luis Romera,
Alfonso García Marqués, Patricia Moya, y Javier Pérez Guerrero.
En Argentina sobresalen Tomás D. Casares, Octavio Nicolás Derisi, Alberto Caturelli, Juan
José Sanguineti, Juan Alfredo Casaubon, Ignacio Andereggen, Juan R. Sepich (en su
primera época), Guido Soaje Ramos, el jesuita Ismael Quiles y el dominico Domingo
Basso, entre otros.
Notas y referencias
1. Paciente el uno, que recibe la información como fantasma producido por los sentidos. Agente el otro, intuitivo, que hace posible la intelección de las esencias como conceptos
2. Analogía de atribución y analogía de proporcionalidad.
Véase también
Filosofía cristiana Neoplatonismo Teología Filosofía Estética de la luz
Teología liberal
La teología liberal (liberale Theologie, también theologischer Liberalismus o liberalismo
teológico) es un movimiento de investigación surgido en el seno de la teología protestante
que se desarrolló principalmente en Alemania durante el siglo XIX. Al lado de la teología
restaurativa (restaurative Theologie) y la teología de la mediación (Vermittlungstheologie),
la teología liberal constituye la tercera corriente teológica decimonónica con más
incidencia. Se podría decir incluso que en lo que atañe a la teología, el siglo XIX fue
liberal. Con raíces que se hunden en el espíritu de una época marcada por la ilustración y el
historicismo, la irrupción de la teología liberal supuso una serie de contribuciones
importantes a la exégesis bíblica, a la crítica histórica del dogma y, con ello, dejó
programáticamente establecida la agenda de la discusión teológica contemporánea.
Supuestos generales
La teología liberal no tuvo, en cuanto movimiento, una fisonomía claramente unitaria, pero
al menos pueden distinguirse una serie de rasgos distintivos comunes y una meta bastante
clara: colocar a la teología dentro de los cánones del humanismo moderno, de la ciencia y
de la crítica histórica, y en conjunción con esto, abjurar de toda dependencia respecto de
dogmas fundamentalistas, de tradiciones eclesiales asumidas autoritariamente y de
contenidos meramente fideístas. En el fondo, de lo que se trataba era de esclarecer el
cristianismo desde un punto de vista moderno. Las consignas básicas de la teología liberal
son asimismo el insertar a la iglesia en la cultura y sobre todo el secularizar los contenidos
mitológicos del cristianismo (lo que, consecuentemente, implicaba el desmitologizarlos), a
saber, todos aquellos contenidos de la fe cristiana (por ejemplo, los relatos de eventos
milagrosos que a todas luces disputan contra las leyes férreas de las ciencias naturales) que
resultan inaceptables para un hombre moderno con cierto grado de educación y cultura. Se
trataba de mantener una fe cristiana actual que no implicara de suyo el sacrificium
intellectus. La teología liberal es, pues, una corriente típicamente moderna y, en este
sentido, saca provecho de las consecuencias más extremas de la ilustración y de la crítica de
la superstición y del dogmatismo acrítico, que fueron por antonomasia las banderas izadas
por la crítica del supernaturalismo tan sintomático de la modernidad que se apegaba al lema
de Kant: Sapere Aude!
La designación "teología liberal", por lo demás, aparece por primera vez en Institutio ad
doctrinam Christianam liberaliter discendam de J. S. Semler (1725-1791) y se convirtió en
una expresión consuetudinaria y bastante extendida en su uso a mitad del siglo XIX
(también en el siglo XX si bien, en este caso, para mentar un movimiento que debía de ser
atacado y superado). Pero es claro que como tal encuentra su antecedente en aquella
libertad de conciencia (Gewissensfreiheit) que Martín Lutero reclamaba para el cristianismo
en su crítica de la autoridad dogmática del catolicismo. En este sentido, la teología liberal
es una consecuencia extrema de la libertad hermenéutica surgida a partir de la asunción de
ciertos postulados de la reforma protestante (como el sacerdocio universal del creyente) y,
por ello, no resulta extraño que haya sido Alemania el lugar donde la teología liberal
floreció con más naturalidad.
Como figuras fundantes, suele contarse también al deísta Reimarus y a Lessing (quien, por
cierto, se atrevió a publicar los controvertidos fragmentos de Reimarus), y Friedrich
Schleiermacher, el autor de unos famosos discursos Sobre la religión (Über die Religion.
Reden an die Gebildeten unter ihren Verächtern, 1799) suele ser denominado el 'padre de
la teología liberal' (Vater der liberalen Theologie). En efecto, el año 1799 se considera la
fecha fundante de la teología liberal, precisamente por la publicación de los mencionados
discursos de Schleiermacher, dirigidos - según reza el sibtítulo de la obra - a los
menospreciadores cultivados de la religión.
La teología liberal se nutre de la ilustración y toma de ella la confianza en la razón y el
progreso, y del idealismo, aprovecha el camino hacia la interioridad y la idea de la libertad
religiosa. De tal forma, emplaza la crítica bíblica y dogmática dentro de los cánones
ilustrados, saluda el criticismo kantiano, lo mismo que el subjetivismo de Schleiermacher y
la filosofía histórico-especulativa de la religión de Hegel. A partir de estos supuestos, se
erige lo que bien podría denominarse la pregunta central de la teología liberal: ¿Cómo es
posible hacer comprensible la verdad de la fe cristiana en términos del pensamiento
moderno? El pensamiento moderno se siente extrañado respecto de una visión del mundo
básicamente mitológica y antigua. Hace falta, por ello, una suerte de traducción, de modo
que se comprenda aquello esencial del cristianismo que aún queda por más que se deba
renunciar a ciertos contenidos fideístas inaceptables. En esto la influencia de
Schleiermacher es notable, puesto que en sus discursos la religión no aparece como un
saber o algún tipo de conocimiento de verdades dogmáticas, ni tampoco como alguna
acción que deba ser efectuada, sino como provincia exclusiva del sentimiento (Gefühl). En
su Glaubenslehre (1821), en efecto, Schleiermacher había definido la religión como «el
sentimiento de dependencia incondicional» (Gefühl der schlechthinnigen Abhängigkeit);
definición que, sin duda, significa un cambio bastante marcado de dirección en
comparación con la dogmática tradicional, puesto que las proposiciones doctrinales
pretendidamente objetivas del saber teológico se convierten ahora en proferencias de fe que
son del dominio exclusivo de la experiencia religiosa. Así, la influencia de Schleiermacher,
como lo demuestra su designación de "Padre de la Iglesia del siglo XIX" (pace Karl Barth),
es enorme. El último defensor de esta teología del sentimiento fue el teólogo de la
Universidad de Marburgo, Wilhelm Herrmann (1846-1922), quien también fuera uno de los
profesores de Rudolf Bultmann y de Karl Barth.
No obstante, ni Schleiermacher ni los teólogos influenciados por Hegel se llamaban a sí
mismos teólogos liberales. La voz 'teología liberal' llegó entrado el siglo XIX de la mano de
los racionalistas tardíos, que también entretuvieron ideas políticas de naturaleza más liberal.
Por ello, es dable pensar que la teología liberal pertenece a un espectro de ideas más
amplio: aquel que buscaba un protestantismo cultural (Kulturprotestantismus) más acorde
con los tiempos, de la misma forma que con la idea de una nueva nación. En este respecto,
la teología liberal obedece al ideal de secularizar la religión; algo que, según las
pretensiones de la época, coadyuvaría con la secularización del mismo estado.
Fases de la teología liberal
La primera fase de la teología liberal se caracteriza por la crítica encarnizada del dogma y
de los textos bíblicos, y esto de la mano de la filosofía especulativa del idealismo alemán
(sobre todo, por influencia de la filosofía de la religión de Hegel). En la segunda fase el
filósofo central es Kant por el influjo de la teología de Albrecht Ritschl, mientras que en la
tercera fase la 'escuela de la historia de la religión' (religionsgeschichtliche Schule) se
convierte en la dirección investigativa principal. Estas 'fases' de la teología liberal, desde
luego, no pueden distinguirse estrictamente dado que no se trata de compartimentos
estancos, ni mucho menos. Lo usual es que las fases se hallen yuxtapuestas y mezcladas.
Tampoco pueden delimitarse nítidamente respecto de la teología de la mediación
(Vermittlungstheologie)y del librepensamiento.
Crítica bíblica y crítica del dogma
Ferdinand Christian Baur (1782-1860), cuenta como el fundador de esta fase y como el
seguidor más destacado de J. S Semler (1725-1791). Para Baur, el fundador de la Escuela
de Tubinga, los epítetos 'histórico' y 'crítico' significan exactamente lo mismo, es decir,
remitirse a los textos bíblicos con una actitud histórica significa, al mismo tiempo, ser
crítico respecto de los textos que son el objeto de estudio. El método histórico y filológico
que se utiliza para investigar textos antiguos profanos debe ser también utilizado, y de la
misma forma, con los textos sagrados.
Tanto Baur, como la Escuela de Tubinga, dependen filosóficamente de las contribuciones
de Hegel y, en general, del historicismo decimonónico. Tan radical como Baur fue su
principal discípulo, David Friedrich Strauß (1808-1874). En su Leben Jesu (1835), Cristo
es presentado como la misma encarnación de la idea de Cristo. Para Strauß, el dogma no es
ninguna verdad revelada divinamente, sino que ha surgido históricamente y por tanto debe
ser, de la misma forma, investigado por medio del método histórico y crítico. En este
respecto, según reza la afamada citación de Strauß, «la verdadera crítica del dogma no es
más que su historia» (Die wahre Kritik des Dogmas ist seine Geschichte).
El influjo de Strauß es bastante ingente, tomando en cuenta que puede ser considerado el
fundador de la investigación de la búsqueda del Jesús histórico (Leben-Jesu-Forschung).
Para teólogos posteriores que trabajaron bajo el embrujo de Strauß, una investigación
verdaderamente histórica de la vida de Jesús no podía derivarse solamente del estudio de
los evangelios. Así pensaron Franz Overbeck (1837-1905), William Wrede (1859-1960),
Rudolf Bultmann (1884-1976) y Albert Schweitzer (1875-1965), para quienes una
comprensión adecuada de los textos bíblicos implicaba de suyo una familiarización con
otros textos antiguos.
La crítica histórica del dogma y de los textos bíblicos permaneció como la dirección
dominante dentro de la teología liberal hasta mitad del siglo XIX.
Ritschl, Herrmann, von Harnack
Si bien la Escuela de Tubinga estuvo sobre todo influenciada por Hegel, la teología liberal
de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se nutrió, sobre todo, de fuentes
kantianas. Esto, claro está, es coincidente con el hundimiento del idealismo alemán (que
implicó la desconfianza en los sistemas idealistas metafísicamente fundados) y con el
surgimiento correlativo del neokantismo.
En esta fase, es de gran importancia e influencia Albrecht Ritschl (1822-1889), quien
quebró con la teología de la Escuela de Tubinga. Para Ritschl, el llamado de Cristo consiste
en fundar el reino de Dios en 'el más acá', y esta fundación debe comprenderse como el
verdadero propósito de la historia. Aquí hay una afinidad notable con la creencia en el
progreso típicamente decimonónica y con ideas de Baur.
Wilhelm Herrmann (1846-1926), aunque tuvo acentuaciones y acuñaciones propias, siguió
expandiendo la influencia de Ritschl. En especial, porque en su teología, Cristo era descrito
como un caso ejemplar de moralidad, y porque los efectos de la fe deberían reflejarse de la
misma forma en la moralidad de la sociedad. Rudolf Butlmann, un estudiante de Herrmann
y luego famoso profesor en Marburgo, muestra cierta influencia herrmanniana en su
teología kerigmática (Kerygma-Theologie), por lo cual, y con razón, suele categorizarse a
Bultmann bajo el marbete de teólogo neoliberal. Para Bultmann, el encuentro con Dios no
aporta ninguna mostración del 'Jesús histórico', sino sólo un encuentro con la proclamación
de Jesús, la cual provee una nueva comprensión de lo que significa liberarse del mundo
(Entweltlichung)). En cualquier caso, se trata siempre de reinterpretar el evangelio a la luz
de la inmanencia e historización modernas.
Entre los discípulos más reputados de Herrmann hay que contar a Adolf von Harnack
(1851-1930). Harnack es muy conocido por su inmensa obra Lehrbuch der
Dogmengeschichte (3 Vols. 1886–1890), en que caracterizó el dogma como la
manifestación de la helenización del cristianismo. La esencia del cristianismo (título de otra
de sus obras: Das Wesen des Christentum) consiste entonces en la simplicidad del
evangelio del Jesús histórico; la simplicidad del mensaje moral de Jesús que no constituye
ningún peligro para la conciencia del hombre moderno. El 'reino de Dios' es la conciencia
religiosa y la convicción del valor del alma humana. La tarea de los hijos del amante Dios
padre es hacer su voluntad. De ahí se derivan para Harnack responsabilidades morales y
cívicas que le competen exclusivamente a la comunidad cristiana. Esta es la incipiente
concepción de un cristianismo cultural (Kulturprotestantismus) que Harnack ayudó a forjar
y que estuvo en boga en el cambio del siglo XIX al siglo XX.
La escuela de la historia de la religión
A la Escuela de la historia de la religión (Religionsgeschichtliche Schule) pertenecieron
investigadores como Hermann Gunkel (1862-1932), Wilhelm Bousset (1865-1920),
Wilhelm Heitmüller (1869-1926), Johannes Weiß (1863-1914) y, hasta cierto punto,
también Ernst Troeltsch (1865-1923) y Albert Schweitzer (1875-1965). Su propósito fue
contextualizar los textos bíblicos a partir de su mundo circundante (Umwelt) pero
precisamente con un fin positivo: el no perder la originalidad y particularidad irreductibles
del mensaje neotestamentario. Desde el punto de vista de esta escuela, la investigación
sobre el mito debe verse con cierto recelo porque no resaltó suficientemente la
particularidad (Eigentümlichkeit) del mensaje cristiano.
Troeltsch, Rothe, Schweitzer
En un sentido amplio, Ernst Troeltsch y Albert Schweitzer deben ser considerados dentro
del espectro de la Escuela de la historia de la religión, mientras que Richard Rothe (1789-
1867) ha seguido la dirección iniciada por Ritschl, a pesar de toda independencia. Ernst
Troeltsch (1865-1923) ha opinado que, por razones históricas ampliamente fundamentadas,
debe negarse el 'carácter absoluto' del cristianismo (Absolutheit des Christentums). En
concordancia con Troeltsch, la modernidad no principia con la reforma protestante, sino
que en primerísimo lugar con la ilustración. Por lo general, Troeltsch se adscribe a las
usuales posturas de la teología liberal: una comprensión del reino de Dios a partir del 'más
acá' (diesseitig), la subjetividad de la fe, etc. Sin embargo, se ha vuelto cada vez más
pesimista respecto a las posibilidades de que la ética pudiera aún tener efectos en la
historia. Troeltsch ha subrayado posteriormente la personalidad cristiana y ha permanecido
fiel a la imagen del cristianismo subjetivista: «Lo que queda - y este es el resultado más
amplio - es el reino de Dios, que es interno a nosotros» (inwendig in uns).
Albert Schweitzer (1875-1965) ha de ser considerado tanto dentro de la teología liberal en
un sentido amplio, como de la Escuela de la historia de la religión, pero ello porque con su
obra Geschichte der Leben Jesu Forschung (1906) ha contribuido a diagnosticar la crisis
del movimiento. Schweitzer incluso ha desconstruido la imagen de Jesús forjada dentro de
los círculos de la teología liberal. Para Schweitzer, Jesús no es ningún maestro de sabiduría
humana, del que pudieran derivarse algunas enseñanzas prácticas valiosas para las
sociedades modernas - como parecía ser el requerimiento del Kulturprotestantismus. Se
trataba, más bien, de un profeta apocalíptico. En efecto, el cristianismo primitivo se
caracteriza por la esperanza de una pronta venida del reino de Dios. De esta forma, queda
cuestionado el supuesto de la teología liberal según el cual el reino de Dios no es más que
una cuestión interna y subjetiva.
No fueron ni Ritschl y sus discípulos, ni los autores pertenecientes a la Escuela de la
historia de la religión quienes se llamaron a sí mismos 'teólogos liberales'. Esta designación
les fue impuesta desde los conventículos conservadores y ortodoxos anteriores a la primera
guerra mundial. Contra estos, se agruparon los teólogos liberales en la 'Liga protestante
alemana' (Deutsche Protestantenverein) para contrarrestar la influencia de la ortodoxia
luterana y del estado restaurativo, afirmando a contrapelo la coincidencia entre el
liberalismo eclesial y el político.
Contribuciones histórico-exegéticas
Exégesis bíblica
La exégesis y la crítica bíblica son dos pilares fundamentales de la teología liberal. La
exégesis, como interpretación crítica de los textos veterotestamentarios y
neotestamentarios, ya había sido una contribución del espíritu humanista de la reforma
protestante, y exigía - en contraposición con el afán dogmatizante del catolicismo que
pretendía simplemente partir del texto latino de la Vulgata - que toda interpretación de los
textos bíblicos debía comenzar por una familiarización del intérprete con los idiomas
originales en que fueron escritos los textos. Esto, desde luego, con el fin de evitar
anfibologías innecesarias y faltas de comprensión básicas fácilmente superables mediante el
dominio de dichas lenguas (en el caso de los textos bíblicos, se trata del hebreo, del arameo
y del griego koiné) y del contexto lingüístico que dicho dominio aportaría. En el caso de la
teología liberal, se trataba de sacar provecho de los avances de ciertas ciencias (la historia,
la filología y la lingüística, principalmente) y de los aportes de la filosofía moderna para
interpretar los textos bíblicos, es decir, no había ningún método de interpretación
exclusivamente "cristiano". Los textos antiguos de la Biblia debían consiguientemente ser
interpretados de la misma forma y con los mismos insumos investigativos que se utilizan
para interpretar otros vetustos textos de la antigüedad. No habría, de esta forma, una
diferencia formal para interpretar e investigar textos homéricos, por ejemplo, y textos
bíblicos.
Las consecuencias de la crítica filológica e histórica aplicada a la investigación de los
textos bíblicos dio como consecuencia la postulación de novedosas teorías respecto de la
autoría de los libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, los cuales se habían
mantenido como documentos intocados pertenecientes al canon de escritos
pretendidamente inspirados. De estas teorías, las más conocidas son dos: (1) La hipótesis
documental, propuesta por Julius Wellhausen, que hacía trizas la suposición de la autoría de
Moisés del Pentateuco. El Pentateuco o la Torá (a saber, Génesis, Éxodo, Levítico,
Números y Deuteronomio), sería el producto de una combinación de documentos que
provienen de cuatro fuentes diferentes: la tradición yahvista, la tradición elohísta, la
tradición deuteronómica y la tradición sacerdotal (para más información, cf. Hipótesis
documental). Y (2) la teoría de las formas, que investigaba el texto bíblico a partir de su
correspondiente género literario y que, de la misma forma, desperdigaba los textos a partir
de una serie de perícopas que serían más originarias que otras. Los textos bíblicos son un
producto, una plasmación escrita de formas orales anteriores, las cuales no proceden todas
necesariamente de la misma tradición. En el desarrollo de la teoría de las formas, fueron
importantes investigadores Rudolf Bultmann y Martin Dibelius.
La búsqueda del Jesús histórico
En cualquier caso, estas investigaciones enriquecieron grandemente el acervo del
conocimiento bíblico, pero condujeron a consecuencias negativas para la fe cristiana aún
aferrada a creencias premodernas. La consecuencia más sentida fue quizá la que aportó el
proyecto de investigación del Jesús histórico: la denominada búsqueda del Jesús histórico
(Leben-Jesu-Forschung). Dicho proyecto encuentra sus inicios en la ilustración, en
personajes como Hermann Samuel Reimarus y su discípulo Gotthold Ephraim Lessing. A
decir verdad, si bien el proyecto inicia con las suposiciones de Reimarus que cuestionan la
verdad histórica de lo que dicen los evangelios de Jesús de Nazaret, se extiende hasta bien
entrado el siglo XX. Se trataba de optar por métodos creíbles, esto es, básicamente
científicos para reconstruir la verdadera vida de Jesús y, consecuentemente, desconfiar de
los escritos bíblicos que - se suponía -, no sólo habían sido puestos en cuestión por teorías
como la documental y la de las formas, sino que no admitían credibilidad por su carácter
sesgado. Es decir, de los textos bíblicos no se puede decir que se trate de documentos
estrictamente históricos, sino que obedecen a la intención de promover un cierto mensaje
religioso. Tal como Albert Schweitzer definió la búsqueda del Jesús histórico, el proyecto
puede comprender la transición que abarca desde Reimarus en el siglo XVIII y que llega
hasta los aportes de William Wrede en el siglo XIX.
La progresión argumentativa suele dividirse en etapas y es bastante compleja, pero puede
reseñarse como sigue: Reimarus escribió un tratado rechazando los milagros como historias
inventadas y no creíbles. Lessing publicó los fragmentos de Reimarus. La biografía de
Jesús llevada a cabo por D. F. Strauß, puso en curso la crítica bíblica de los evangelios en
su acepción moderna. Esto puesto que Strauß explicó los eventos sobrenaturales y
milagrosos de los evangelios como hechos naturales que fueron malentendidos por los
testigos. Ernest Renan fue el primer escritor que tuvo el coraje de representar a Jesús como
un personaje meramente humano. Albrecht Ritschl mantuvo reservas respecto del proyecto,
pero sus aportes constituyen un punto central de toda la teología liberal. Martin Kähler
protestó al respecto, argumentando que el verdadero Cristo es aquel de quien se habla en
toda la Biblia y no ninguna hipótesis histórica. William Wrede cuestionó la fidelidad
histórica del evangelio de Marcos. Albert Schweitzer demostró cómo todas las biografías
de Jesús eran explicaciones sesgadas, pues no era extraño encontrar un Jesús romántico o
un Jesús kantiano, incluso uno hegeliano. Y por último, cabría recordar que la teología
dialéctica de Karl Barth, Rudolf Bultmann y Friedrich Gogarten repudió el optimismo
epistemológico de la teología liberal y la desfiguración de la fe cristiana que tuvo lugar
durante todo el período de su dominio. Conclusiones que parecen retrotraerse de alguna
forma a los pensamientos de Franz Overbeck, quien, como su amigo Nietzsche, también
desconfiaba de la falta de sesgos de la empresa científica y del optimismo del
esclarecimiento.
Crisis y agotamiento de la teología liberal
Existen desacuerdos sobre la exactitud de la información en este artículo o sección.
En la página de discusión puedes consultar el debate al respecto.
Ya en las obras de Troeltsch y de Schweitzer se había anunciado la crisis de la teología
liberal. Pero hubo incluso críticas más tempranas; críticas que podrían llamarse
intempestivas como las de Overbeck, D. F. Strauß y Jakob Burckhardt, tanto como las
críticas de espíritus radicales como Bruno Bauer (1809-1882).
Desde el punto de vista de la historia del siglo XX, las consecuencias de la primera guerra
mundial fueron fatales para la teología liberal, sobre todo por sus presupuestos optimistas
apegados a la idea del progreso de la humanidad. El optimismo y la creencia en el progreso
se mostraron materialmente como insostenibles.
En el siglo XX, la teología liberal fue devastadoramente criticada desde la teología
dialéctica, denominada también neoortodoxia, llevada a cabo especialmente (y con matices
que deberían distinguirse claramente) por Karl Barth, Rudolf Bultmann y Friedrich
Gogarten.
Aunque es cierto que en la actualidad ni la secularización de los contenidos de la fe, ni los
propósitos ulteriores perseguidos por la teología liberal parecen resultar aceptables, lo
cierto es que se han quedado para siempre sus aportes a la investigación crítica, histórico-
filológica, de los textos bíblicos. Los prejuicios liberales que concebían a Jesús como un
hombre enteramente moderno, es decir, el afán por acercar la antigua fe y actualizarla, ya
no resultan aceptables a estas alturas de la historia. Pero la estricta aplicación y disciplina
en la investigación y la actitud desmitologizadora de la teología liberal, son aportaciones
que cambiaron la investigación exegética para siempre.
Personajes importantes
Teólogos liberales
Johann Salomo Semler (1725–1791) (Crítica del canon bíblico) Raymund Dapp (1744–1819) Friedrich Schleiermacher (1768–1834) (Teología de la experiencia) Ferdinand Christian Baur (1782–1860) (Escuela de Tubinga) David Friedrich Strauss (1808–1874) (Escuela de Tubinga) Alois Emanuel Biedermann (1819–1885) Albrecht Ritschl (1822–1889) Wilhelm Herrmann (1846–1922) Adolf von Harnack (1851–1930) Heinrich Lang (1826–1876) Ernst Friedrich Langhans (1829–1880) Ernst Troeltsch (1865–1923) Albert Schweitzer (1875–1965) Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) Rudolf Bultmann (1884–1976) Paul Tillich (1886–1965) Fritz Buri (1907–1995) John A. T. Robinson (1919–1983) Hans Küng (nacido en 1928) John Shelby Spong (nacido en 1931) Wilhelm Gräb (nacido en 1948) Jörg Lauster (nacido en 1966)
Críticos de la teología liberal
Karl Barth William Lane Craig Thomas C. Oden James Innell Packer Francis Schaeffer Cornelius Van Til Benjamin Breckinridge Warfield Maurice Arthur Ponsonby Wood Nicholas Thomas Wright
Bibliografía
Ulrich Neuenschwander: Die neue liberale Theologie. Eine Standortbestimmung, Bern: Stämpfli, 1953.
Manfred Jacobs: Art. Liberale Theologie. In: Theologische Realenzyklopädie 21 (1991), S. 47–68.
Liberale Theologie. Eine Ortsbestimmung, Hrsg. von Friedrich Wilhelm Graf (Troeltsch-Studien 7), Gütersloh: Gütersloher Verlagshaus Mohn, 1993.
Hartmut Ruddies: Karl Barth und die Liberale Theologie. Fallstudien zu einem theologischen Epochenwechsel, Univ. Göttingen, Diss. theol. 1994.
Matthias Wolfes: Protestantische Theologie und moderne Welt. Studien zur Geschichte der liberalen Theologie nach 1918, Berlin - New York: de Gruyter, 1999.
Mark D. Chapman: Ernst Troeltsch and liberal theology. Religion and cultural synthesis in Wilhelmine Germany, Oxford: Oxford Univ. Press, 2001.
Véase también
Teología secular
Enlaces externos
'Auge y Aporías del Historicismo Decimonónico' por Jethro Masís 'Teología Liberal' en Mercabá 'Liberalismo y Teología Liberal' en Mercabá 'Teología Liberal' por Paulo Arieu
Kant y la escolástica protestante*
Aparte del pietismo, la dogmática protestante también ha influido en Kant en su vertiente
más conocida como "escolástica protestante". La influencia de esta corriente fue más sutil,
pero no por ello menos importante para la constitución del pensamiento kantiano.
La escolástica protestante fue un movimiento teológico que surgió por evolución natural de
la Reforma del siglo XVI. Por lo general, puede caracterizarse como un delineamiento y
endurecimiento de las categorías de la dogmática protestante tanto en su variedad luterana
como calvinista. En lo metodológico puede decirse que es producto en mayor o menor
grado de la aplicación de las categorías del pensamiento aristotélico-tomista a los dogmas
protestantes, utilizándose estas categorías como un instrumento de la teología polémica y
apologética que estaba en permanente controversia con posiciones sostenidas por otros
sectores del espectro teológico. Por supuesto, ello implicaba una objetivación radical de la
dogmática y de lo revelado, llegando a veces hasta el racionalismo.
Aunque el pietismo representó una respuesta potente y duradera contra los excesos más
obvios de la escolástica protestante, esta no desapareció y sigue siendo una fuerza potente
aun hoy, e inclusive dentro de las denominaciones protestantes caracterizadas por su
pietismo. Sus principales exponentes fueron el luterano Johann Gerhard (1582-1637), y los
calvinistas Teodoro Beza (1519-1605), Petrus Ramus (1515-1572), Pedro Mártir Vermigli
(1499-562), François Turretin (1623-1687), y Gijsbert Voetius (1589-1676).
Al echar un vistazo a las cuestiones más disputadas dentro del escolasticismo protestante,
es posible establecer puntos de influencia con el pensamiento kantiano. Sólo
consideraremos algunos puntos que resultan más evidentes.
1. En primer lugar, vemos que Kant trata en el Libro I de La religión dentro de los límites
de la mera razón con la cuestión de la extensión de la depravación introducida por el
pecado. Esta fue una cuestión intensamente debatida en todos los círculos de la escolástica
protestante y especialmente en la apología contra la Iglesia Católica Romana, que sostenía
que la depravación producida por el pecado no hacía al ser humano incapaz de todo bien, a
diferencia del protestantismo, especialmente el calvinismo, que postula la depravación total
del ser humano1. De manera que quizá resulte sorprendente, Kant admite la corrupción
radical de la voluntad, algo que es prácticamente inaudito dentro del ambiente deísta de la
Ilustración. Sin embargo, ello no es una concesión al calvinismo escolástico, pues rechaza
las doctrinas de expiación substitutiva, que fueran formuladas por Anselmo de Canterbury
y adoptadas por la escolástica protestante. En contraste, insiste en que a pesar de la
depravación radical de la voluntad, el individuo debe ser capaz de obedecer la ley moral.
Esta postura es llamativa por las aporías que genera; se esperaría que Kant adoptase una
posición más acorde al deísmo racionalista y optimista de su época antes que un postulado
prácticamente tomado de la dogmática calvinista.
2. Una cuestión relacionada, y una de las más ardientemente disputadas dentro de la
escolástica protestante es la cuestión del libre albedrío. Haciendo eco a la controversia
pelagiana de los siglos III y IV, la cuestión se avivó luego de la polémica sostenida entre
Erasmo de Rotterdam, quien defendiera la plena libertad del ser humano en De Libero
Arbitrio (1524), y Martín Lutero, quien abogara por una versión más determinista de la
voluntad humana en De Servo Arbitrio (1525) 2. La controversia -que en ciertos círculos
sigue hasta nuestros días- fue abiertamente ridiculizada por muchos exponentes del
pietismo por inútil y carente de utilidad. Por ello, es llamativo que en la Dialéctica
Trascendental de su Crítica de la Razón Pura, Kant utilice la vieja cuestión debatida por los
escolásticos protestantes como su tercera antinomia
3. Lo más probable es que la segunda antinomia de la razón pura no sólo sea una aporía
insuperable de la cosmología racional, sino también una burla más o menos velada al
espíritu pendenciero de los escolásticos protestantes, cuya crítica pudiera haberle llegado
mediada por sus profesores de la facultad de Teología.
Si bien es posible, como vimos, señalar vínculos entre la escolástica protestante y Kant,
¿por qué hacerlo? La cuestión se plantea por el hecho de que es evidente que la exposición
de Kant a la escolástica protestante fue sólo mediante el uso de la misma como "lenguaje de
segundo orden". Quiero ofrecer tres posibles razones.
1. Un examen de La religión dentro de los límites de la mera razón muestra una enorme
cantidad de citas de la Sagrada Escritura. Ello es sintomático; la Biblia es para la ortodoxia
protestante el principium cognoscendi externum, la fuente de la revelación, y el uso copioso
de la Escritura muestra a Kant no como un hereje y un innovador teológico, sino como
alguien que desea insertarse dentro de la historia intelectual del pensamiento cristiano; en
otras palabras, Kant deseaba mostrar que su pensamiento no era en modo alguno
anticristiano o perjudicial, sino esencialmente ortodoxo.
Obviamente que desde cualquier apreciación objetiva, los resultados a los que Kant arribó
están muy alejados de la ortodoxia protestante. 2. El uso de temas controversiales como
punto de partida o ejemplo de ciertos rasgos de su pensamiento muestra que Kant sigue el
interés pietista en la superación de las controversias religiosas, y también muestra que para
Kant las barreras denominacionales en la religión (y barreras nacionales en la política) eran
una aporía prácticamente insuperable. Es más; me atrevería a insinuar que de no ser por
aquella aporía, aquel escollo insalvable, Kant no abandonaría la ortodoxia pietista
protestante.
3. Finalmente, el empleo de temas que figuraban de modo prominente en la polémica
luterano-calvinista, como es el caso de la depravación de la voluntad, y el intento de dar
una solución "salomónica" concediendo algo a ambas partes -la depravación total a los
calvinistas, la posibilidad innata de obedecer una ley moral a los luteranos y católico
romanosilustra también la decisión política del Electorado de Prusia de unificar su Iglesia
estatal. En efecto, era visible una tendencia a la unificación, la que fue sancionada con
fuerza de ley e impuesta aun a la fuerza un poco más adelante, en 1817 (el tercer centenario
de la Reforma), por orden de Federico Guillermo III. Estimo que Kant aprobaba dicha
tendencia y quiso apoyarla con la publicación de La religión dentro de los límites de la
mera razón.
Es posible afirmar más allá de toda duda que Kant fue influido en mayor o menor grado por
la ortodoxia escolástica protestante, ocupándose de tópicos altamente controvertidos entre
distintos bandos. Es posible que Kant haya escrito sobre dichos tópicos de dogmática para
alentar la superación de divisiones y barreras denominacionales.
Es difícil valorar hasta qué punto esta influencia fue fundamental y decisiva. Aun cuando la
influencia de la dogmática protestante pudiera ser considerada como discutible, es
innegable que la admisión por parte de Kant de la depravación radical de la voluntad del ser
humano llama poderosamente la atención y se constituye en el caso más probable de dicha
influenci.
Facultad de Lenguas Vivas, UEP, Iglesia Bautista de Villa Morra
* Una versión más extensa de este texto fue presentada en la Semana de Kant, en la
Facultad de Filosofía de la UNA, en agosto de 2004.
1 Cf. J. Calvino, Institución de la Religión Cristiana, II: I-III; L. Berkhof, Systematic
Theology (Grand Rapids: Eerdmans, 1996) pp. 219-261.
2 Véase Olson, The Story of Christian Theology, p. 364ss; Latourette, Historia del
Cristianismo, II, p. 69ss.
3 Kant, Crítica de la razón pura, I, II: División II (Dialéctica trascendental), libro II, ii. En
la edición de Orbis/Hyspamérica el texto se halla en las pp. 332-335.