DESDE EL LEJANO ORIENTE. Hace 110 años que empezó la inmigra

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24 GENTE C asi sin darnos cuenta los peruanos hemos adoptado varias costumbres y tradiciones que los japoneses tra- jeron al Perú hace 110 años. Para muestra un botón. Las famosas “juntas” o “panderos” que los peruanos orga- nizan para ahorrar dinero solidariamente en grupos de 10, 12 ó 15 personas, tienen su origen en los llamados tanomos- hi, de ancestral origen oriental. El periodista Alejandro Sakuda, en su libro “El futuro era el Perú” publicado en 1999, relata la primera experiencia del “pandero” en el Perú. El okinawense Sentei Yaki, fue quien introdujo esa modalidad de ahorro y ayuda grupal durante la primera década del siglo pasado. De ese modo, decenas de japoneses que habían abando- nado las haciendas azucareras debido a las malas pagas y los maltratos, pudieron juntar dinero para montar los primeros negocios de encomenderías, bodegas y peluquerías. Podría decirse que el tanomoshi fue el factor primordial de muchísimos emprendimientos económicos que, con los años, florecieron hasta convertirse en grandes empresas que subsisten y siguen fomentando empleo en el país. La modalidad japonesa de ahorro se expandió en el Perú con el nombre de “panderos” o “juntas” que ahora se prac- tican entre grupos de amigos y compañeros de trabajo. Ese fue también el origen de las cooperativas de ahorro y crédito que hasta ahora existen en diversas ciudades peruanas La unión es la fuerza El tanomoshi es la expresión de la solidaridad, una carac- La comunidad nikkei en el Perú celebró por todo lo alto el 110 aniversario de la inmigración japonesa a tierras cholas. Razones no le faltan. En poco más de cien años, los descendientes de los hijos del Sol Naciente se han constituido en un importante núcleo humano que ha brindado aportes significativos al Perú en diversos ámbitos. Los ejemplos abundan. Ciento diez años DESPUÉS Escribe: Víctor Tipe Sánchez Buque “Sakura Maru”, en el que llegaron los primeros 790 japoneses al puerto del Callao. Era el comienzo de un largo proceso que llegó a una fusión cultural en el Perú. El presidente Alan García y el presidente de la Asociación Peruana Japonesa, Carlos Saito, en la ceremonia principal en el 110 aniversario de los primeros inmigrantes. REPORTAJE

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REPORTAJE La unión es la fuerza El tanomoshi es la expresión de la solidaridad, una carac- La comunidad nikkei en el Perú celebró por todo lo alto el 110 aniversario de la inmigración japonesa a tierras cholas. Razones no le faltan. En poco más de cien años, los descendientes de los hijos del Sol Naciente se han constituido en un importante núcleo humano que ha brindado aportes significativos al Perú en diversos ámbitos. Los ejemplos abundan. 24 Escribe: Víctor Tipe Sánchez

Transcript of DESDE EL LEJANO ORIENTE. Hace 110 años que empezó la inmigra

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GENTE

Casi sin darnos cuenta los peruanos hemos adoptado varias costumbres y tradiciones que los japoneses tra-jeron al Perú hace 110 años. Para muestra un botón.

Las famosas “juntas” o “panderos” que los peruanos orga-nizan para ahorrar dinero solidariamente en grupos de 10, 12 ó 15 personas, tienen su origen en los llamados tanomos-hi, de ancestral origen oriental.

El periodista Alejandro Sakuda, en su libro “El futuro era el Perú” publicado en 1999, relata la primera experiencia del “pandero” en el Perú. El okinawense Sentei Yaki, fue quien introdujo esa modalidad de ahorro y ayuda grupal durante la primera década del siglo pasado.

De ese modo, decenas de japoneses que habían abando-nado las haciendas azucareras debido a las malas pagas y los maltratos, pudieron juntar dinero para montar los primeros negocios de encomenderías, bodegas y peluquerías.

Podría decirse que el tanomoshi fue el factor primordial de muchísimos emprendimientos económicos que, con los años, florecieron hasta convertirse en grandes empresas que subsisten y siguen fomentando empleo en el país.

La modalidad japonesa de ahorro se expandió en el Perú con el nombre de “panderos” o “juntas” que ahora se prac-tican entre grupos de amigos y compañeros de trabajo. Ese fue también el origen de las cooperativas de ahorro y crédito que hasta ahora existen en diversas ciudades peruanas

La unión es la fuerzaEl tanomoshi es la expresión de la solidaridad, una carac-

La comunidad nikkei en el Perú celebró por todo lo alto el 110 aniversario de la inmigración japonesa a

tierras cholas. Razones no le faltan. En poco más de cien años, los descendientes de los hijos del Sol

Naciente se han constituido en un importante núcleo humano que ha brindado aportes significativos al

Perú en diversos ámbitos. Los ejemplos abundan.

Ciento diez años DESPUÉSEscribe: Víctor Tipe Sánchez

Buque “Sakura Maru”, en el que llegaron los primeros 790 japoneses al puerto del Callao. Era el comienzo de un largo proceso que llegó a una fusión cultural en el Perú.

El presidente Alan García y el presidente de la Asociación Peruana Japonesa, Carlos Saito, en la ceremonia principal en el 110 aniversario de los primeros inmigrantes.

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GENTEterística fundamental de la cultura japonesa que prioriza la unidad grupal por encima de los personalismos. Es una filo-sofía tan antigua que se remonta al periodo Yayoi, unos 200 años A.C. Cuentan que la escasez de agua para la siembra del arroz obligó a la unión de fuerzas, con tanto éxito que se convirtió en un modo de vida.

La cultura japonesa tiene características peculiares. La ética laboral es indispensable. El ausentismo en los centros de trabajo es mínimo y, se dice, que un japonés falta a su empleo solo cuando está en grave estado de salud. Trabajar muchos es signo de distinción social; aquellos que trabajan poco son mal vistos. Los japoneses no son egoístas; en cual-quier emprendimiento buscan que todos los participantes ganen. Son modestos y la humildad está consagrada social-mente, según el economista Carlos Saito.

Esas fueron las características de los primeros japoneses que llegaron al Perú a partir de 1899. La disciplina, la soli-daridad, el apego al trabajo y su espíritu emprendedor les permitieron superar las dificultades que se presentaron du-rante los primeros años de la inmigración. Y, por su puesto, también mucho después.

Eso explica que solo pocos años después de la llegada de los primero inmigrantes había cerca de 500 negocios japone-ses en el Perú. Por ejemplo, en 1907, de 65 peluquerías que existían en Lima, 25 pertenecían a los hijos de la Tierra del Sol. También eran propietarios de fondas, encomenderías, carpinterías y carbonerías.

El primer gran negocioEl primer gran inversionista que vino al Perú desde el Ja-pón a partir de la gran oleada inmigratoria fue Seguma G. Kitsusani, descendiente de una familia de samuráis que se aventuró a tierras peruanas a los 27 años. Era un hombre culto, dominaba el francés y el inglés, y llegó a Lima en 1900 después de recorrer diversos países como Francia, México, Brasil y Panamá, relata Sakuda.

Su primer gran negocio fue el almacén Casa S.G. Kitsus-ani, de la calle Plateros de San Agustín, que vendía artículos de porcelana, comestibles japoneses, alimentos enlatados, licores y perfumes importados de Europa y Asia. Fue la piedra angular de un gran emporio que lo encumbró en las altas esferas sociales del Perú, hasta tener una amistad estrecha con el presidente Augusto B. Leguía.

Precisamente a propuesta de Kitsusani la colonia japo-nesa obsequió el monumento a Manco Cápac con ocasión del primer centenario de la independencia del Perú.

Kitsusani creó, asimismo, una especie de banco cuando los inmigrantes le encargaban llevar sus ahorros al Japón a través de sus empresas. Emprendió muchos otros negocios en el interior del país. De ese modo, comenzó la exportación de lana y algodón que adquiría en Arequipa y llevaba al Lejano Oriente. Lamentablemente esa actividad lo llevó a la quiebra a causa de diversos accidentes. Finalmente, ya en la ruina, el empresario se suicidó para “lavar su honor”, siguiendo la tradición samurai .

El aporte de los yanaconas Pero no todos los japoneses se trasladaron a las urbes apre-miados por los primeros años de dificultad en las haciendas azucareras. Varias familias se quedaron y asumieron el “yanaconaje”, una modalidad de trabajo con origen en el incanato. Este sistema consiste en la concesión de tierras a cambio de un pago al propietario que puede ser en produc-tos o dinero. Así nació otra expresión de la fusión cultural.

Nikumatsu Okada fue uno de los japoneses que tuvo más éxito con ese sistema de producción agrícola y se con-virtió en todo un potentado en Huaral. Vino al Perú en 1902 para trabajar como brasero, pero en base a esfuerzo, audacia y ahorro logró alquilar la hacienda La Huaca que estaba casi en el abandono y, poco tiempo después, elevó notablemente

Un grupo de japoneses posa en una panadería. Ya se diversificaban las activida-des de los inmigrantes en el Perú

Los japoneses se reunían en las fechas conmemorativas de su país natal. Aquí varios de ellos usan trajes tradicionales del Japón.

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Tiene los rasgos orientales y un limeñísimo lenguaje criollo chispeante. Es la simbiosis de dos mundos que hasta hace 110 años eran dis-

tantes, desconocidos entre sí. Es la encarnación del maridaje cultural entre Japón y Perú. En suma, Humberto Sato es fusión. Y de su creatividad sin límites brota más fusión a través de múltiples y excelsos sabores.

Sato es uno de los principales exponentes de esta mixtura gas-tronómica, un proceso que empezó más de cien años atrás. Es un chef que descubre sus orígenes con orgullo y exhibe sus habilidades y secretos en la cocina con la misma generosidad de sus extraordi-narios potajes.

La llegada de la primera oleada de japoneses al Perú en 1899 es el comienzo de un proceso largo que dio lugar a una rica amalgama cultural que abarcó varios aspectos. Obviamente, uno de ellos fue el gastronómico.

Los padres de Sato, como otros cientos de hijos de la tierra del sol, llegaron con la primera gran inmigración trayendo sus costum-bres y sus sueños de la tierra prometida a cuestas.

Tal vez el primer choque cultural que tuvieron aquellos inmigrantes, más allá de las peripecias del prolongado viaje transoceánico, fue la comida.

Se dice que muchos japoneses que provenían de la zona ru-ral de la isla probaron por primera vez el pan con mantequilla en

el puerto de San Francisco, en Estados Unidos, durante una escala en el viaje hacia el Perú. Otros, habituados a comer solo dentro de sus casas, en los campos agrícolas de lejano oriente, entraron por prime-ra vez a un restaurante cuando llegaron al territorio americano. Así descubrían un nuevo mundo a través de los alimentos.

Las cosas simples de la comidaEs evidente que los primeros inmigrantes sentían la nostalgia por la tierra lejana cuando se sentaban a la mesa. La comida peruana de finales del siglo XIX, con acentuada influencia mediterránea, era casi desconocida para los recién llegados que, por añadidura, tampoco estaban bien económicamente. La necesidad alimentó al ingenio y entonces surgieron las fusiones iniciales. Mejor dicho, aparecieron los recursos creativos para mejorar el alimento de cada día.

El imperio de los sabores

El cau cau y la patita con maní deben su presentación actual a los primeros japoneses que llegaron al Perú y pasaron múltiples apremios.

Humberto Sato, uno de los mejores exponentes de la maravillosa fusión

gastronómica entre Japón y Perú.

su producción. A Okada se le debe la construcción de carre-teras, escuelas, iglesias y otras obras en el Norte Chico.

Los japoneses tuvieron un rol fundamental en el desa-rrollo agrícola del valle del Huaraz. Según el antropólogo peruano, José Matos Mar, los inmigrantes propiciaron el cambio de la explotación individual a la explotación empre-sarial de las haciendas, el desarrollo de la mecanización, la introducción de nuevos cultivos, la optimización en el uso del agua y una mejor administración.

Sin embargo, esa etapa de boom agrícola en el valle de Huaral, con predominio de los japoneses, tuvo su fin con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Okada perdió todas sus propiedades, detenido y llevado a un campo de concen-tración en Estados Unidos. Años después murió en Japón.

Otros aportesDespués de la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría de los japoneses tuvieron que empezar prácticamente de cero. Habían perdido sus propiedades y solo les quedaba trabajar para volver a surgir. Así comenzaron una nueva etapa.

El sentimiento antijaponés que existió por ciclos en el país, obligó a que los nikkeis evitaran matricular a sus hijos en los planteles del país. Así surgieron la Escuela Japonesa de Lima (ahora el colegio Teresa Gonzáles de Fanning), Kairín (actualmente la escuela José Gálvez), Jishurio (hoy Santa Bea-triz), entre otros. En la década del 50 se construyó el Estadio La Unión y en el mismo predio el Colegio Cooperativo La Unión.

El desarrollo alcanzado por Japón durante las últimas décadas del siglo XX favoreció el fortalecimiento de la comunidad nikkei. Y las relaciones entre el Perú y Japón ingresaron a una etapa positiva en los años posteriores. Son numerosas las empresas con capital nikkei que existen en el Perú en diversos rubros. El aporte a la economía nacional y Bodega de japoneses en el centro limeño. Los inmigrantes se acentuaban en el Perú

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Lo primero fue tratar de abaratar los costos y buscar llenar el estómago en base a habilidad, imaginación y, por su puesto, buen sabor.

Hasta entonces los peruanos tenían el hábito de servir los guisos separados del arroz. Los japoneses los juntaron en un solo plato y surgió la presentación que se conoce hasta la actualidad y que se emplea en una variedad increíble de potajes adoptados ahora como suyos por los peruanos.

Después -o tal vez antes- algún japonés decidió cambiar el corte de la papa en los guisos y lo cocinó en pequeños trozos cúbicos como se hacía en la Tierra del Sol; de ese modo, cuando la comida se servía parecía ser más abundante. El hábito se ex-tendió de tal manera que varios platos criollos, como el cau cau y la patita con maní, se preparan actualmente cortando la papa en cuadraditos.

Se dice que hace décadas, la costumbre era comer el peruaní-simo cebiche mucho tiempo después de la preparación, a veces, hasta después de una hora o dos. Por su puesto, el sabor era totalmente distinto a causa de esa larga espera. Los japoneses im-pusieron lo contrario. Comenzaron a comerlo apenas terminaban de hacerlo y el sabor alcanzó otras dimensiones. Actualmente,

degustar el cebiche recién preparado es el mandato de todo buen paladar.

Un secreto de la cocina japonesa que el famoso Humberto Sato comparte es el corte. Dicen que el corte vertical potencia el sabor del pescado y el diagonal u oblicuo el de los ingredientes.

Todos los saboresEl hijo predilecto del maridaje entre la gastronomía japonesa y la peruana es el tiradito, un plato que tiene variantes increíbles a partir del boom de la gastronomía criolla de los últimos años. Sin embar-go, no es el único.

Hay otro potaje tan popular que se prepara en casi todos los hogares peruanos: el tallarín saltado. Desciende del Yaki Soba, un manjar tradicional en el Japón, que se elabora a base de fideos sal-teados solo con verduras. En el Perú, tomó otro cariz y se le agregó carne de res, pescado, pollo o cerdo.

Varios ingredientes de la comida nikkei ya forman parte tam-bién de la culinaria popular. El caso más evidente es el sazonador que tiene el nombre comercial de Ajinomoto y que no es más que el glutamato monosódico, una sal que se encuentra en forma natural en varios vegetales y que se usa para potenciar los sabores de los alimentos.

El lomo saltado también tiene el aporte japonés. Se dice que la mejor versión de este sabroso potaje sale cuando se usa como ingrediente el sillau japonés que guarda notable diferencia con el chino.

El nuevo estilo de la comida japonesa en el Perú se difundió a través de las fondas que numerosas familias orientales establecieron como negocios en varias ciudades de la costa central peruana du-rante las primeras décadas del siglo XX. De ese modo se expandió alcanzando tal impacto que ya forma parte de la gastronomía criolla y ahora se está haciendo mundialmente famosa.

Esta es parte de la historia del sabor de la que, seguramente, aun todavía hay muchísimas páginas por escribir.

El tallarin saltado con carne de res o pollo fueron inventados por los japoneses. El tiradito, el emblema de la fusión de la gastronomía japonesa y la peruana.

el fomento de nuevos puestos de trabajo es innegable.Actualmente la balanza comercial entre Perú y Japón es favorable a nuestro país. Las importaciones peruanas son del orden de los US$ 1,143 mientras que las exportaciones ascienden a los US$ 1,857.

En las últimas décadas, la bonanza económica en el país del Sol Naciente ha provocado que los hijos de los antiguos inmigrantes japoneses hayan optado por hacer el viaje de regreso a la tierra de sus antepasados en busca de mejores oportunidades.

Obviamente, las circunstancias son diferentes y los retos son otros en un mundo globalizado como el actual.

Datos para recordar La comunidad nikkei actualmente no es de las más grandes en el Perú,

pero es una de las más dinámicas.

La comunidad está conformada por unas 100 mil personas. El 50 % permanece en el país y el resto está en el Japón por diversas razones.

Es la segunda colonia más numerosa en Sudamérica, después de Bra-sil.

El 50 % de los peruanos de ascendencia nikkei mayores de 16 años tiene educación superior (tercera generación), muy por encima del promedio general internacional.

Actualmente, los nikkeis que están en el Japón envían remesas al Perú que superan los US$ 4,500.

Ajinomoto es la inversión empresarial japonesa más antigua en el Perú. Está cumpliendo 100 años.

Centro Cultural Peruano-Japonés, construcción emblemática de la fusión cultural.

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