Desde El Mirador de La Guerra II

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LA VANGUARDIA Página 3. Sábado 14 de mayo de 1938 Desde el mirador de la guerra Cuando vemos desde el mirador de la gue- rra la llamada política conservadora que domina hoy los Estados, no las naciones, de las llamadas democracias, advertimos claramente toda su ceguera, toda su insu- perable estolidez. Los hombres que repre- sentan esta política (poned aquí los nom- bres que queráis, sin reparar en su filia- ción de partido), no vacilan en divorciarse de sus pueblos, en permitir que sean éstos amenazados, lesionados y hasta invadidos, con tal de poner a salvo los intereses de una clase privilegiada. La posición es un poco absurda; porque una clase privilegiada no puede llegar hasta el sacrificio... de todas las demás; pero, al fin, no es tan nueva en el mundo, que sea para nosotros motivo escándalo. Lo verdaderamente monstruoso es que esos hombres sigan simulando echar sus viejas cuentas, como si entre el año 14 y el ario 38 de nuestro siglo no hubiera pasado nada sobre el mísero planeta que habita- mos. Su actitud ante una posible (para ellos inevitable) guerra grande es, agravada por el tiempo, aproximadamente la misma que tuvieron en vísperas de la guerra europea. Ellos nos hablan, como entonces hablaban, en nombre de sus respectivos países, como si ellos fueran los representantes legítimos de entidades compactas, suficientemente uni- ficadas para ser arrastradas a una guerra mortífera, bajo el mismo uniforme y la mis- ma denominación (franceses, ingleses, etcé- tera), sin cambio algún» de la estructura so- cial, en el momento de ser atacadas por otras naciones no menos compactas, no me- nos unificadas, donde las discordias inte- riores se apagan al sonar los primeros tam- bores. En el año 14 la guerra, con todos sus horrores, fue una admirable simplificación de las contiendas íntimas, una tregua san- grienta dé la paz. El mismo crimen que eli- minó a Jaurés se silbó por superfluo. Jauría era ¡cuántas veces se dijo! francés antes que socialista, y nada había que temer de su influencia sobre las masas proleta- rias.: Pero los políticos conservadores de nuestros días saHen muy bien que esto ya no es posible. Lo saben y ni siquiera tienen el pudor de ocultarlo. Siguen, no obstante, y seguirán ahuecando la voz para hablar como antaño: «En los momentos decisivos para los cuales activamente nos apercibi- mos, contamos con enorme provisión de ma- terias primas destinadas a industrias de guerra, con fábricas cuyo trabajo para la guerra será incesante, el enorme poder de nuestras escuadras, la fecundidad de nues- tras mujeres, y el material humano, difícil de mantener en la paz, pero de oportuno empleo y fácil consumo en las horas mar- ciales. Y todo ello arderá en la gran ho- guera cuando llegue su día. Que nadie aten- te a la integridad de nuestro territorio, a la independencia de nuestra nación, a la in- tangibilidad de nuestro imperio colonial, o sea obstáculo a su futuro engrandecimien- to». Todas estas palabras suenan hoy a re- tórica hueca, puesto que no contienen ya un átomo de verdad en labios de quienes las pronuncian. Porque sus pueblos saben, y ellos mismos no ignoran, lo siguiente: Primero. —- Que estos políticos conserva- dores sólo representan a una clase qae lleva el escudo al brazo, una plutocracia en posición defensiva, cuyo cimiento no tiene la firmeza que tuvo en otros días. Segundo. '—- Que sus adversarios, los po- líticos que definen, alientan o impulsan una política amenazadora (un Mussolini, im Hitler) son algo más cínicos que ellos, pero acaso menos estúpidos, y que les asiste, en sus pueblos, tina corriente de opinión más considerable. Son hombres, también, con el escudó al brazo, pero representan el momen- to de suprema tensión defensiva de la bur- guesía (fascio), que se permite el lujo de la agresión. Espíritu de miedo envuelto en ira, que dijo nuestro Herrera. Tercero. — Que ellos, los políticos conser- vadores de las grandes democracias, tienden a simpatizar, necesariamente, con los jefes francamente imperialistas de los países ad- versarios, porque son lobos de la misma carnada, dicho ds otro modo: defensores de una misma causa: el apuntalamiento del edificio burgués, minado en sus cimientos. Cuarto. — Que el pacto a que ellos tien- den es un pacto entre entidades polémicas, un pacto entre fieras, y las fieras sólo pue- den ponerse de acuerdo en dos cosas: o para devorar al débil o para devorarse entre PÍ. Quinto. — Que ellos, dadas su ideología y sn estructura moral, y dado el ambiente en que oneran, no pueden escaparse de esta tr,,..;Mp alternativa. e v«,> rVnp <?« posición es hov más *dl- •MM^B rnSc falsa v más» débil que ,,.».,rroníct')C! loo if.fpc¡ de las na- > . ,, . •. •..,r<»í •r nr>íi>.¡n!p<5 Por- fPnníirfTi R°nrp3pntar¡ plutocracias engas- tadas nn rtuphlns dp tendencia realmente li- beral v democrática v no pueden aspirar a cambiar el sentido de la corriente más impetuosa y profunda de sus pueblos. Séptimo. — Que su actuación política es, no ya superflua, sino perjudicial a sus na- ciones, porque ella oscila necesariamente entre la amenaza y la claudicación, la ame- naza, que irrita al enemigo y refuerza sus resortes polémicos, y la claudicación, que deshonra a los pueblos y los entrega mo- ralmente vencidos al adversario. Octavo. — Que ellos no pueden responder a estas preguntas: ¿A dónde vamos? ¿Qué camino es el nuestro en el futuro histórico? Que ellos contribuyen a poner un tupido velo de mentiras ante los ojos de sus pueblos. Porque ellos ignoran — o aparentan igno- rar — el hecho ingente de la Revolución rusa, y pretenden que se vea en ella un poder demoníaco y un foco de infección que puede contaminar a sus pueblos, en lo cual están de perfecto acuerdo con los llamados fascistas. Y pretenden, sobre todo, que na- die vea en Moscú, el aborrecido Moscú, el faro único de la Historia que hoy puede iluminar el camino futuro. Les aterra sobre todo reparadlo bien — que la gran Revo- lución rusa haya pasado de su período de- moledor al creador y constructivo y que lo que allí se hace sea la experiencia maravi- llosa de una nueva forma de convivencia humana. Noveno. Que, honradamente, sólo pue- den hacer una cosa: retirarse a su vida pri- vada de cazadores aristocráticos o de no me- nos distinguidos pescadores de caña, y dejar loa puestos de pilotos que hoy ocupan a los hombres que tengan la conciencia integral de sus pueblos, de su ruta y de su porvenir, porque sólo a éstos incumben la heroica faena y la terrible responsabilidad del timón. Y no sigo, por ahora, enumerando, por- que no aspiro a los trece puntos, número sagrado para nosotros, después del insupe- rable manifiesto del doctor Negrín. Dejemos para otro día el tratar de la di- plomacia conservadora, que tanto hubiera hecho reír a un Maquiavelo, y quetanto nos recuerda los versos del coplero español: Cuando los gitanos tratan, es la mentira inocente: se mienten y no se engañan. 'ANTONIO MACHADO LAS FINANZAS REPUBLICANAS El balance del Banco de España La Gaceta publicó ayer, conforme había pro- metido el ministro de Hacienda en sus declara- ciones a la Prensa, el balance del Banco de Es- paña. Tenemos que subrayar la claridad con que ©1 Gobierno de la República expone ante el país, siguiendo su norma de conducta, todo lo relativo a la efectiva situación, tanto en los frentes de guerra como de la política en todos los órdenes. Al comunicar hoy los datos de la si- tuación financiera, es un testimonio más de esta lealtad de conducta para con los ciuda- danos españoles, que de este modo han servido para granjearles su confianza; pero, además, tenemos que subrayar también que esta lealtad es a la vez un acierto, puesto que ha valido para despejar muchas informaciones tendencio- sas y para que los medios financieros que hayan tenido conocimiento de los datos del balance del Banco de España, hayan experimentado la firmeza de la situación financiera del país sobre números claros y precisos, tal como repe- tidas veces había anunciado, en declaraciones, el Presidente del Consejo de ministros, cuando regentaba la Cartera de Hacienda. No nos corresponde hacer un análisis técnico del balance del Banco de España; quede esta labor para los órganos de Prensa de carácter profesional, pero interesa del mismo destacar aquellos datos fundamentales que deben llegar a conocimiento del público. Era muy frecuente apreciar, como consecuencia de informaciones tendenciosas y las más de las veces procedentes del campo faccioso o de los enemigos de la República, el que España estaba sosteniendo !a guerra con una inflación violenta y a ex- pensas de un aumento en las emisiones de bi- lletes del Banco de España y, al propio tiempo, se cifraban éstas en cantidad fabulosas, que hoy queda claro lo desviados que se hallaban de la realidad. También se hablaba de los gastos (le la guerra sobre cifras inverosímiles que hacían temer al observador propicio a estas depresiones de espíritu, o que no habría posi- bilidad de mantener la guerra durante mucho tiempo o que se entraría en una situación ecc- nómica ruinosa. El balance del Banco de España demuestra con la claridad de sus números dos cosas: qua la circulación de billetes que en 18 de julio de 1936 era de 6.000 millones de pesetas, sola- mente ha aumentado en unos 3.000 millones. La elocuencia de estas cifras es de por sí bastante para desvirtuar todos los equívocos. Claro es, que los gastos de guerra, tal y como se reflejan en el Balance del Banco de España por los saldos de la cuenta de Tesore- ría, suman una cifra mucho mayor, pero gra- cias al buen funcionamiento del mecanismo bancario crediticio del país, que ha dado prue- bas de una eficacia que no puede ser mejorada por ningún país en circunstancias análogas a las que atraviesa nuestro pueblo y, sobre todo, a la confianza de los españoles, y lo que es más expresivo aún. a la confianza del dinero, que ha vuelto a las cajas del Banco de España, por la vía de los ingresos, en las cuentas co- rrientes y en los depósitos bancarios. Y así, la cifra total de lo gastos de la guerra puede con- siderarse distribuida en dos partidas: una, la menor, el aumento de la circulación, y otra, la más cuantiosa, el aumento de los depósitos y cuentas corrientes en. el Banco de España, como consecuencia del aumento de los depósitos bancario» Es tan expresiva esta cifra como prueba de confianza del dinero en las institu- ciones bancarias que funcionan bajo el impulso y dirección del Gobierno de la República, que el volumen de cuentas corrientes en él Banco de España, que en 18 de julio de 1936 era, aproximadamente, de unos 1.000 millones de pesetas, es hoy seis veces mayor y, por consi- guiente, como decíamos, la parte más impor- tante áe los gastos de la guerra ha vuelto oirá vez al Banco de España para servir al acervo común de la economía nacional. Si hacemos cifras comparativas podremos ver, que mientras en España a los 22 meses de guerra el aumento de la circulación representa solamente un 41 por ciento de los préstamos del Banco de España al Tesoro, en otros paí- ses, como Francia en 1918, el incremento de la circulación de billetes representaba un 126 por ciento de los anticipos del Banco de Francia. Nada más expresivo puede decirse de una política en período como el que nuestro país atraviesa, ni nada más expresivo tampoco del patriotismo de los españoles que, sin ninguna clase de solicitaciones y simplemente sirviendo a la confianza que les merecía ej mecanismo de crédito regido por el Gobierno de la Re- pública, han contribuido con sus ingresos en cuentas corrientes, a mantener una situación fi- nanciera, que si bien no puede ser brillante, como no puede serlo la de ningún país en guerra, revela una firmeza a prueba de sacri- ficios y unas posibilidades de resistencia que no es preciso encarecer más. SE COMPRENDE, por Bagaría DEPURACIÓN DE LA RETAGUARDIA l (Franco ha firmado un decreto dejando sin efecto legal todos los matrimonios civiles.) —¡No quiero más parejas civiles que las del tricornio! La especulación desmandada La campaña represiva de las autoridades con- tra la especulación se ha intensificado a última hora, en la misma medida que los agiotistas, roto el miramiento postrero, se precipitaban por los despeñaderos de la inmoralidad, vendiendo sus géneros a un precio que triplicaba o cuadru- plicaba el de coste. Parecía —diríamos mejor pa- rece, porque el abuso está lejos todavía de ha- ber sido parado en seco— que la guerra y la re- volución hablan estallado obedeciendo a una mis- teriosa confabulación de mercaderes sin con ciencia para batir el arecord» de \os negocios pingües. La ocultación de los artículos mds solicitados por el público la denunció la Prensa ya en los primeros meses de la crisis convulsiva en que nos estamos debatiendo, en plena euforia de los comités revolucionarios, en aquella etapa pinto- resca en que la categoría individual de los ciuda- danos podía medirse, a primera vista, por el ca- libre de las pistolas que ostentaban en el lugar más visible de su pergeño. Sorprendió que coin- cidiera con la entrada en funciones de los Comi- tés de empresa y de control, algunos de los cua- les parecían querer demostrar de este modo el avanzado desarrollo de su espíritu mercantil, de su iniciativa y de su previsión, dejándose muy atrás en esta aptitud específica para la transac- ción ampliamente remunerativa, a los tiburones de la compraventa que medraban con el anti- guo régimen. Claro que la ocasión hace al ladrón y que una guerra, con las subversiones y desórdenes que le siguen, con el desequilibrio que introduce en. la ley de la oferta y la demanda, es para hacer que se tambaleen las conciencias más firmes y austeras. El hecho es que la regla no falló por la circunstancia de hallarse la> industria y el comercio controlados por comités de trabajado' res, que antes sirvieron de acelerador, no de freno, para la danza ascensional y epiléptica de los precios,.para exprimir el fruto aleatorio que, con relumbres de oro, se vela flotar sobre las revueltas y turbias aguas de la anormalidad. Y este es el punto neurálgico del problema: que se pueda imputar a determinados obreros, día siguiente de haber triunfado sus reivindica- ciones, un afán de ganancia desmedido, que en, nada se distingue, si no es por haber rebasado sus límites, de la codicia individual atribuida al burgués. Ocultaciones, acaparamientos, precios abusivos, resistencia al cumplimiento de las la- sas, desprecio a las reclamaciones del eon$umt dor, todas estas señales de corrupción fueron acentuándose a medida que la guerra se hacía más dura y la facilidad para la especulación au- mentaba. Llegados al puerto de arrebatacapas, tenía el Gobierno que acudir a los resortes de preserva- ción y salud públicoi, y ahí están los Tribunales populares operando como cirujanos sobre este tumor maligno de la retaguardia y haciendo cada día más profunda, con unánime y esperan' zado estremecimiento de los órganos todavía sa- nos, la penetración del bisturí. Multas de 1.000, de 5.000, de 10.000, de 50.000, de soo.ooo pesetas, con tantos más cuantos meses de reclusión sa- nitaria, para los comités desaprensivos que ven- dían a veinte lo que hablan comprado a cinco, hasta llegar, si las circunstancias lo requieren, a escarmientos todavía más rigurosos. La especU' lación inmoral es una fiebre que harán remitir los remedios heroicos y de efecto traumático, sólo aplicados, por supuesto, excepcionalmente, mientras los justifiquen los peligros de la guerra. ¡Ah, la guerra! ¿Cuándo pensaron en ella esos comités de control que vendían zapatos a $90 pe- setas el par, asequibles sólo para los potentados Que la revolución había querido suprimir?. ¿Y¡ esos tsandwichs* homeopáticos, destinados a nu- trir de ilusiones al consumidor desmoralizado por las colas, que no pesaban lo que su coste en papel moneda, no hubieran hecho en pocas se- manas la fortuna de su despreocupado inven- tor,'que así extraía del antifascismo lo que fal taba en sus bocadillos con relación al «sand- wich" normal? La guerra es para sus aprov echador es la era del desafuero ganancioso, mientras la sangre de sus mártires corre a raudales. Pero asi acontece en todos los períodos convulsivos y no debemos desmoralizarnos por ello. Cuando las aguas ha- jan de la montaña en torrentera, están turbias. Mientras esperamos que se canalicen y sedimen- ten, es ineludible deber de todos separar las im- purezas de mayor volumen que flotan en la su- perficie. De lo contrario, sucumbiríamos, aunque sólo fuera por efecto de los miasmas. IRBMSSBI9CS8 Notas vanas de ia mujer Las mv-chachas libertarias celebraré una asamblea mañana, jueves, a las seis üe la tar- de, en el local ele la Federación Local, Puerta» ferrisa, 25, rara tratar de la ocupación de tos puestos de responsabilidad en fábricas, campos y talleres, a fin de dar magnífico ejemplo de desinterés y de abnegación antifascista. Los certificados de enfermedades El Sindicato Único de Sanidad, C.N.T. (Sec- ción Médicos), advierte a sus afiliados que se abstengan en absoluto de atender Jas pe- ticiones de certificación de enfermedades in- existentes, porque ello daría lugar a sancio- nes de gravedad, así por parte del Sindicato como por la de las autoridades de la Repú- blica. Conferencia de Policiano Alonso Mañana, domingo, día 15, a las once y me- dia dP !a mañana, se r&leibrará en 4 Ateneo •1e RT rce'ona Cañirla R. la XVT1 conferencia del ci-ilo organizado por el Ateneo Profesional de Periodistas, a cargo del consejen, regidor del Ayuntamiento de nuestra ciudad . secreta- rio de la Federación Regional de Transportes, don Ponciano Alonso, quien desarroHaTá, eü ta- ma «El transporte y 1\ guerras.

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Artículo de Antonio Machado

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LA VANGUARDIA Página 3. Sábado 14 de mayo de 1938

Desde el miradorde la guerra

Cuando vemos desde el mirador de la gue-rra la llamada política conservadora quedomina hoy los Estados, no las naciones,de las llamadas democracias, advertimosclaramente toda su ceguera, toda su insu-perable estolidez. Los hombres que repre-sentan esta política (poned aquí los nom-bres que queráis, sin reparar en su filia-ción de partido), no vacilan en divorciarsede sus pueblos, en permitir que sean éstosamenazados, lesionados y hasta invadidos,con tal de poner a salvo los intereses de unaclase privilegiada. La posición es un pocoabsurda; porque una clase privilegiada nopuede llegar hasta el sacrificio... de todaslas demás; pero, al fin, no es t an nueva enel mundo, que sea para nosotros motivo déescándalo. Lo verdaderamente monstruosoes que esos hombres sigan simulando echarsus viejas cuentas, como si entre el año 14 yel ario 38 de nuestro siglo no hubiera pasadonada sobre el mísero planeta que habita-mos. Su actitud ante una posible (para ellosinevitable) guerra grande es, agravada porel tiempo, aproximadamente la misma quetuvieron en vísperas de la guerra europea.Ellos nos hablan, como entonces hablaban,en nombre de sus respectivos países, comosi ellos fueran los representantes legítimosde entidades compactas, suficientemente uni-ficadas para ser arras t radas a una guerramortífera, bajo el mismo uniforme y l a mis-ma denominación (franceses, ingleses, etcé-tera), sin cambio algún» de la estructura so-cial, en el momento de ser atacadas porotras naciones no menos compactas, no me-nos unificadas, donde las discordias inte-riores se apagan al sonar los primeros tam-bores. En el año 14 la guerra, con todos sushorrores, fue una admirable simplificaciónde las contiendas íntimas, una tregua san-grienta dé la paz. El mismo crimen que eli-minó a Jaurés se silbó por superfluo. Jauríaera — ¡cuántas veces se dijo! — francésantes que socialista, y nada había que temerde su influencia sobre las masas proleta-rias.: Pero los políticos conservadores denuestros días saHen muy bien que esto ya noes posible. Lo saben y n i siquiera tienen elpudor de ocultarlo. Siguen, no obstante, yseguirán ahuecando la voz para hablarcomo antaño: «En los momentos decisivospara los cuales activamente nos apercibi-mos, contamos con enorme provisión de ma-terias primas destinadas a industrias deguerra, con fábricas cuyo trabajo para laguerra será incesante, el enorme poder denuestras escuadras, la fecundidad de nues-tras mujeres, y el material humano, difícilde mantener en la paz, pero de oportunoempleo y fácil consumo en las horas mar-ciales. Y todo ello arderá en la gran ho-guera cuando llegue su día. Que nadie aten-te a la integridad de nuestro territorio, a laindependencia de nuestra nación, a la in-tangibilidad de nuestro imperio colonial, osea obstáculo a su futuro engrandecimien-to». Todas estas palabras suenan hoy a re-tórica hueca, puesto que no contienen yaun átomo de verdad en labios de quieneslas pronuncian. Porque sus pueblos saben,y ellos mismos no ignoran, lo siguiente:

Primero. —- Que estos políticos conserva-dores sólo representan a una clase qaelleva el escudo al brazo, una plutocracia enposición defensiva, cuyo cimiento no tienela firmeza que tuvo en otros días.

Segundo. '—- Que sus adversarios, los po-líticos que definen, alientan o impulsan unapolítica amenazadora (un Mussolini, imHitler) son algo más cínicos que ellos, peroacaso menos estúpidos, y que les asiste, ensus pueblos, t ina corriente de opinión másconsiderable. Son hombres, también, con elescudó a l brazo, pero representan el momen-to de suprema tensión defensiva de la bur-guesía (fascio), que se permite el lujo de laagresión. Espíritu de miedo envuelto en ira,que dijo nuestro Herrera.

Tercero. — Que ellos, los políticos conser-vadores de las grandes democracias, tiendena simpatizar, necesariamente, con los jefesfrancamente imperialistas de los países ad-versarios, porque son lobos de la mismacarnada, dicho ds otro modo: defensores deuna misma causa: el apuntalamiento deledificio burgués, minado en sus cimientos.

Cuarto. — Que el pacto a que ellos tien-den es un pacto entre entidades polémicas,un pacto entre fieras, y las fieras sólo pue-den ponerse de acuerdo en dos cosas: o paradevorar al débil o pa ra devorarse entre PÍ.

Quinto. — Que ellos, dadas su ideología ysn estructura moral, y dado el ambiente enque oneran, no pueden escaparse de estatr,,..;Mp alternativa.

e v«,> rVnp <?« posición es hov más *dl-• •MM^B rnSc falsa v más» débil que

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fPnníirfTi R°nrp3pntar¡ plutocracias engas-tadas nn rtuphlns dp tendencia realmente li-beral v democrática v no pueden aspirara cambiar el sentido de la corriente másimpetuosa y profunda de sus pueblos.

Séptimo. — Que su actuación política es,

no ya superflua, sino perjudicial a sus na-ciones, porque ella oscila necesariamenteentre la amenaza y la claudicación, la ame-naza, que irrita al enemigo y refuerza susresortes polémicos, y la claudicación, quedeshonra a los pueblos y los entrega mo-ralmente vencidos al adversario.

Octavo. — Que ellos no pueden respondera estas preguntas: ¿A dónde vamos? ¿Quécamino es el nuestro en el futuro histórico?Que ellos contribuyen a poner un tupido velode mentiras ante los ojos de sus pueblos.Porque ellos ignoran — o aparentan igno-rar — el hecho ingente de la Revoluciónrusa, y pretenden que se vea en ella unpoder demoníaco y un foco de infección quepuede contaminar a sus pueblos, en lo cualestán de perfecto acuerdo con los llamadosfascistas. Y pretenden, sobre todo, que na-die vea en Moscú, el aborrecido Moscú, elfaro único de la Historia que hoy puedeiluminar el camino futuro. Les aterra sobretodo — reparadlo bien — que la gran Revo-lución rusa haya pasado de su período de-moledor al creador y constructivo y que loque allí se hace sea la experiencia maravi-

llosa de una nueva forma de convivenciahumana.

Noveno. — Que, honradamente, sólo • pue-den hacer una cosa: retirarse a su vida pri-vada de cazadores aristocráticos o de no me-nos distinguidos pescadores de caña, y dejarloa puestos de pilotos que hoy ocupan a loshombres que tengan la conciencia integralde sus pueblos, de su ruta y de su porvenir,porque sólo a éstos incumben la heroicafaena y la terrible responsabilidad deltimón.

Y no sigo, por ahora, enumerando, por-que no aspiro a los trece puntos, númerosagrado para nosotros, después del insupe-rable manifiesto del doctor Negrín.

Dejemos para otro día el tratar de la di-plomacia conservadora, que tanto hubierahecho reír a un Maquiavelo, y que tanto nosrecuerda los versos del coplero español:

Cuando los gitanos tratan,es la mentira inocente:se mienten y no se engañan.

'ANTONIO MACHADO

LAS FINANZAS REPUBLICANAS

El balance del Banco de EspañaLa Gaceta publicó ayer, conforme había pro-

metido el ministro de Hacienda en sus declara-ciones a la Prensa, el balance del Banco de Es-paña. Tenemos que subrayar la claridad conque ©1 Gobierno de la República expone anteel país, siguiendo su norma de conducta, todolo relativo a la efectiva situación, tanto en losfrentes de guerra como de la política en todoslos órdenes. Al comunicar hoy los datos de la si-tuación financiera, es un testimonio más deesta lealtad de conducta para con los ciuda-danos españoles, que de este modo han servidopara granjearles su confianza; pero, además,tenemos que subrayar también que esta lealtades a la vez un acierto, puesto que ha validopara despejar muchas informaciones tendencio-sas y para que los medios financieros que hayantenido conocimiento de los datos del balancedel Banco de España, hayan experimentadola firmeza de la situación financiera del paíssobre números claros y precisos, tal como repe-tidas veces había anunciado, en declaraciones,el Presidente del Consejo de ministros, cuandoregentaba la Cartera de Hacienda.

No nos corresponde hacer un análisis técnicodel balance del Banco de España; quede estalabor para los órganos de Prensa de carácterprofesional, pero sí interesa del mismo destacaraquellos datos fundamentales que deben llegara conocimiento del público. Era muy frecuenteapreciar, como consecuencia de informacionestendenciosas y las más de las veces procedentesdel campo faccioso o de los enemigos de laRepública, el que España estaba sosteniendo!a guerra con una inflación violenta y a ex-pensas de un aumento en las emisiones de bi-lletes del Banco de España y, al propio tiempo,se cifraban éstas en cantidad fabulosas, quehoy queda claro lo desviados que se hallabande la realidad. También se hablaba de losgastos (le la guerra sobre cifras inverosímilesque hacían temer al observador propicio a estasdepresiones de espíritu, o que no habría posi-bilidad de mantener la guerra durante muchotiempo o que se entraría en una situación ecc-nómica ruinosa.

El balance del Banco de España demuestracon la claridad de sus números dos cosas: quala circulación de billetes que en 18 de juliode 1936 era de 6.000 millones de pesetas, sola-mente ha aumentado en unos 3.000 millones.La elocuencia de estas cifras es de por síbastante para desvirtuar todos los equívocos.

Claro es, que los gastos de guerra, tal y

como se reflejan en el Balance del Banco deEspaña por los saldos de la cuenta de Tesore-ría, suman una cifra mucho mayor, pero gra-cias al buen funcionamiento del mecanismobancario crediticio del país, que ha dado prue-bas de una eficacia que no puede ser mejoradapor ningún país en circunstancias análogas alas que atraviesa nuestro pueblo y, sobre todo,a la confianza de los españoles, y lo que esmás expresivo aún. a la confianza del dinero,que ha vuelto a las cajas del Banco de España,por la vía de los ingresos, en las cuentas co-rrientes y en los depósitos bancarios. Y así, lacifra total de lo gastos de la guerra puede con-siderarse distribuida en dos partidas: una, lamenor, el aumento de la circulación, y otra,la más cuantiosa, el aumento de los depósitosy cuentas corrientes en. el Banco de España,como consecuencia del aumento de los depósitosbancario» Es tan expresiva esta cifra comoprueba de confianza del dinero en las institu-ciones bancarias que funcionan bajo el impulsoy dirección del Gobierno de la República, queel volumen de cuentas corrientes en él Bancode España, que en 18 de julio de 1936 era,aproximadamente, de unos 1.000 millones depesetas, es hoy seis veces mayor y, por consi-guiente, como decíamos, la parte más impor-tante áe los gastos de la guerra ha vueltooirá vez al Banco de España para servir alacervo común de la economía nacional.

Si hacemos cifras comparativas podremosver, que mientras en España a los 22 meses deguerra el aumento de la circulación representasolamente un 41 por ciento de los préstamosdel Banco de España al Tesoro, en otros paí-ses, como Francia en 1918, el incremento dela circulación de billetes representaba un 126por ciento de los anticipos del Banco deFrancia.

Nada más expresivo puede decirse de unapolítica en período como el que nuestro paísatraviesa, ni nada más expresivo tampoco delpatriotismo de los españoles que, sin ningunaclase de solicitaciones y simplemente sirviendoa la confianza que les merecía ej mecanismode crédito regido por el Gobierno de la Re-pública, han contribuido con sus ingresos encuentas corrientes, a mantener una situación fi-nanciera, que si bien no puede ser brillante,como no puede serlo la de ningún país enguerra, revela una firmeza a prueba de sacri-ficios y unas posibilidades de resistencia queno es preciso encarecer más.

SE COMPRENDE, por Bagaría

DEPURACIÓN DE LA RETAGUARDIA

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(Franco ha firmado un decreto dejando sin efecto legal todos los matrimonios civiles.)—¡No quiero más parejas civiles que las del tricornio!

La especulacióndesmandada

La campaña represiva de las autoridades con-tra la especulación se ha intensificado a últimahora, en la misma medida que los agiotistas,roto el miramiento postrero, se precipitaban porlos despeñaderos de la inmoralidad, vendiendosus géneros a un precio que triplicaba o cuadru-plicaba el de coste. Parecía —diríamos mejor pa-rece, porque el abuso está lejos todavía de ha-ber sido parado en seco— que la guerra y la re-volución hablan estallado obedeciendo a una mis-teriosa confabulación de mercaderes sin conciencia para batir el arecord» de \os negociospingües.

La ocultación de los artículos mds solicitadospor el público la denunció la Prensa ya en losprimeros meses de la crisis convulsiva en quenos estamos debatiendo, en plena euforia de loscomités revolucionarios, en aquella etapa pinto-resca en que la categoría individual de los ciuda-danos podía medirse, a primera vista, por el ca-libre de las pistolas que ostentaban en el lugarmás visible de su pergeño. Sorprendió que coin-cidiera con la entrada en funciones de los Comi-tés de empresa y de control, algunos de los cua-les parecían querer demostrar de este modo elavanzado desarrollo de su espíritu mercantil, desu iniciativa y de su previsión, dejándose muyatrás en esta aptitud específica para la transac-ción ampliamente remunerativa, a los tiburonesde la compraventa que medraban con el anti-guo régimen.

Claro que la ocasión hace al ladrón y que unaguerra, con las subversiones y desórdenes que lesiguen, con el desequilibrio que introduce en. laley de la oferta y la demanda, es para hacerque se tambaleen las conciencias más firmes yausteras. El hecho es que la regla no falló porla circunstancia de hallarse la> industria y elcomercio controlados por comités de trabajado'res, que antes sirvieron de acelerador, no defreno, para la danza ascensional y epiléptica delos precios,.para exprimir el fruto aleatorio que,con relumbres de oro, se vela flotar sobre lasrevueltas y turbias aguas de la anormalidad.

Y este es el punto neurálgico del problema:que se pueda imputar a determinados obreros, s ídía siguiente de haber triunfado sus reivindica-ciones, un afán de ganancia desmedido, que en,nada se distingue, si no es por haber rebasadosus límites, de la codicia individual atribuida alburgués. Ocultaciones, acaparamientos, preciosabusivos, resistencia al cumplimiento de las la-sas, desprecio a las reclamaciones del eon$umtdor, todas estas señales de corrupción fueronacentuándose a medida que la guerra se hacíamás dura y la facilidad para la especulación au-mentaba.

Llegados al puerto de arrebatacapas, tenía elGobierno que acudir a los resortes de preserva-ción y salud públicoi, y ahí están los Tribunalespopulares operando como cirujanos sobre estetumor maligno de la retaguardia y haciendocada día más profunda, con unánime y esperan'zado estremecimiento de los órganos todavía sa-nos, la penetración del bisturí. Multas de 1.000,de 5.000, de 10.000, de 50.000, de soo.ooo pesetas,con tantos más cuantos meses de reclusión sa-nitaria, para los comités desaprensivos que ven-dían a veinte lo que hablan comprado a cinco,hasta llegar, si las circunstancias lo requieren, aescarmientos todavía más rigurosos. La especU'lación inmoral es una fiebre que harán remitirlos remedios heroicos y de efecto traumático,sólo aplicados, por supuesto, excepcionalmente,mientras los justifiquen los peligros de la guerra.

¡Ah, la guerra! ¿Cuándo pensaron en ella esoscomités de control que vendían zapatos a $90 pe-setas el par, asequibles sólo para los potentadosQue la revolución había querido suprimir?. ¿Y¡esos tsandwichs* homeopáticos, destinados a nu-trir de ilusiones al consumidor desmoralizadopor las colas, que no pesaban lo que su coste enpapel moneda, no hubieran hecho en pocas se-manas la fortuna de su despreocupado inven-tor,'que así extraía del antifascismo lo que faltaba en sus bocadillos con relación al «sand-wich" normal?

La guerra es para sus aprov echador es la eradel desafuero ganancioso, mientras la sangre desus mártires corre a raudales. Pero asi aconteceen todos los períodos convulsivos y no debemosdesmoralizarnos por ello. Cuando las aguas ha-jan de la montaña en torrentera, están turbias.Mientras esperamos que se canalicen y sedimen-ten, es ineludible deber de todos separar las im-purezas de mayor volumen que flotan en la su-perficie. De lo contrario, sucumbiríamos, aunquesólo fuera por efecto de los miasmas.

IRBMSSBI9CS8

Notas vanasde ia mujer

Las mv-chachas libertarias celebraré unaasamblea mañana, jueves, a las seis üe la tar-de, en el local ele la Federación Local, Puerta»ferrisa, 25, rara tratar de la ocupación de tospuestos de responsabilidad en fábricas, camposy talleres, a fin de dar magnífico ejemplo dedesinterés y de abnegación antifascista.

Los certificados de enfermedadesEl Sindicato Único de Sanidad, C.N.T. (Sec-

ción Médicos), advierte a sus afiliados que seabstengan en absoluto de atender Jas pe-ticiones de certificación de enfermedades in-existentes, porque ello daría lugar a sancio-nes de gravedad, así por parte del Sindicatocomo por la de las autoridades de la Repú-blica.

Conferencia de Policiano AlonsoMañana, domingo, día 15, a las once y me-

dia dP !a mañana, se r&leibrará en 4 Ateneo•1e RT rce'ona Cañirla R. la XVT1 conferenciadel ci-ilo organizado por el Ateneo Profesionalde Periodistas, a cargo del consejen, regidordel Ayuntamiento de nuestra ciudad . secreta-rio de la Federación Regional de Transportes,don Ponciano Alonso, quien desarroHaTá, eü ta-ma «El transporte y 1\ guerras.