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Desea guardar los cambios? Propiedad intelectual y tecnologas digitales: hacia un nuevo pacto social Rodrigo Alonso Leandro Rodrguez Medina Alberto Lpez Cuenca George Ydice Carlos M. Correa Jos Miguel Onaindia Compilacin Paula Beaulieu, Alberto Lpez Cuenca Prlogo Pancho Marchiaro Coordinacin por el CCE.C Cecilia Moltoni Cuidado de edicin Mari Biain Diseo martino

DESEA GUARDAR LOS CAMBIOS?_Propiedad intelectual y tecnologas digitales: hacia un nuevo pacto social

1 edicin Crdoba: Ediciones del Centro Cultural Espaa-Crdoba 2009 176 pginas, 21 x 15 cm ISBN 978-987-24322-5-6 1. Propiedad Intelectual. 2. Tecnologas Digitales. I. Rodrigo Alonso II. Lpez Cuenca, Alberto, comp. III. Biain, Mari, ed. lit. IV. Pancho Marchiaro, prolog. CDD 346.048 Primera edicin, diciembre de 2009, Crdoba, Argentina Centro Cultural Espaa.Crdoba Queda hecho el depsito que marca la ley 11.723 Libro de edicin argentina

Se autoriza la reproduccin parcial de esta obra previo permiso expreso por escrito del Centro Cultural Espaa.Crdoba. Solicitarlo a [email protected]

Centro Cultural Espaa-Crdoba, Ao 2009

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Las discusiones se hacen papel (por un momento) Pancho Marchiaro Presentacin Paula Beaulieu Tu computadora es un campo de batalla. Tensiones tecnolgico-poltico-culturales en la era de las TIC Rodrigo Alonso Apuntes para una geopoltica del conocimiento Leandro Rodrguez Medina A quin protege el derecho de autor? Sujeto y ontologa de la cultura digital Alberto Lpez Cuenca La Web 2.0 y el pacto social George Ydice Acceso a la cultura y derecho de propiedad intelectual: la bsqueda de un nuevo equilibrio Carlos M. Correa Cultura y desarrollo: la urgencia de un nuevo pacto social Jos Miguel Onaindia

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LAS DISCUSIONES SE HACEN PAPEL (POR UN MOMENTO)

Cuando un libro tiene varios textos introductorios, el lector sospecha. De hecho si se intentara recurrir a la metfora de la cebolla y sus capas, el lector slo tomara esta metfora de forma lacrimgena. Pero esta publicacin, resultado de literalizar algunas de las ponencias del ciclo El seor de los archivos - Debates sobre autora, titularidad y derechos, demanda de varias perspectivas y reclama acotaciones de ndole institucional. Desde el Centro Cultural Espaa-Crdoba hemos manifestado inters por la problemtica en torno a la autora y sus titularidades, as como las zonas conflictivas entre acceso a la cultura y productores de contenidos, desde nuestra ms tierna infancia institucional,

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all por 1998. Y es que en nuestro primer ao de vida, cuando gestionbamos la comunicacin armados con un fax y una Olivetti Lettera 35 aporreada ocho horas diarias por nuestro entonces director, Daniel Salzano, ya incluamos actividades que hablaban de ese territorio de debate y negociacin entre quienes queran ver y quienes queran mostrar. Han pasado casi 12 aos y ms de 100 proyectos que de una u otra forma han tocado el tema. Resultado de ello miles de creadores y cientos de miles de asistentes generaron en el CCEC una bisfera apta para reflexionar sobre los procedimientos que hacen a la creacin, circulacin, distribucin y consumo de objetos culturales en tiempos de postproducciones y estticas relacionales (Bourriaud). La metfora cinematogrfica nos dice que antes de la bisfera, en la tierra estall un relmpago y que esa casualidad qumica/elctrica dio lugar a la vida. En la realidad de nuestro Centro, esa centella imprescindible provino de la Direccin de Relaciones Culturales de la AECID, que aprob un programa especial para abrir este debate, luego de alentar en varias ocasiones su abordaje. Para muchos militantes de la causa, el ciclo fue una invitacin teraputica a empresas e instituciones que gestionan derechos de copyrights para que superen el momento (lo teraputico, en el pas del psicoanlisis no debera exigir muchas explicaciones ms). Por

otro lado -desde la perspectiva de esas organizaciones gestoras de titularidades- el ciclo represent una posibilidad de hacer escuchar su voz a la altura de los odos de los consumidores. Pero la evolucin natural de esas conversaciones de carne y hueso tuvo lugar en el ciberespacio: tipear el nombre del ciclo en Google devolver al curioso una avalancha con cientos de miles (s, no hay exageracin de por medio) de espacios que se han hecho eco de la iniciativa. Programas de radio virtuales o propios del ter, foros, blogs, reportajes y un sinfn de consecuencias desarrolladas rizomticamente, son las primeras reverberaciones de este proyecto cuando han pasado puado de semanas de su cierre. Es fundamental reconocer que el programa tuvo una importancia amplificada por la participacin del diario La Voz del Interior, la Fundacin Va Libre, y la propia Municipalidad de Crdoba (que sin ir ms lejos, incluy la problemtica sobre el tipo de software que debe ensearse en las escuelas pblicas, a instancias de un efusivo Richard Stallman). Se sum tambin, la propia Universidad Nacional de Crdoba con toda su potencia acadmica y su participacin en la coedicin del presente libro, y el colectivo Modular que le aport la cuota de independencia y crtica que demanda este tipo de proyectos.

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Desde la institucin reconocemos el carcter vectorial que esta accin tiene en nuestra programacin, as como una viralidad que le es intrnseca y que radica, justamente, en los miles de nodos de irradiacin -este libro no es ms que una versin anloga de esos nodos de debate- cuyo trabajo consiste en diversificar opiniones y construir puentes para discutir sobre ellos. Si se no es el rol de un programa en un Centro Cultural, siga pelando la cebolla y dgame cul es.

Pancho Marchiaro Director del Centro Cultural Espaa.Crdoba Crdoba, noviembre de 2009

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PRESENTACIN

No existe una naturaleza humana independiente de la cultura. Los hombres sin cultura no seran los hbiles salvajes de Lord of the Flies de Golding, entregados a la cruel sabidura de sus instintos animales, ni seran aquellos nobles salvajes de la naturaleza imaginados por la Ilustracin y ni siquiera, como lo implica la teora antropolgica clsica, monos intrnsecamente talentosos que de alguna manera no lograron encontrarse a s mismos. Seran monstruosidades poco operantes con muy pocos instintos tiles, menos sentimientos reconocibles y ningn intelecto. Como nuestro sistema nervioso central se desarroll en gran parte en interaccin con la cultura, es incapaz de dirigir nuestra conducta u organizar nuestra experiencia sin

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la gua suministrada por sistemas de smbolos significativos De manera que esos smbolos son no meras expresiones o instrumentos o elementos correlativos de nuestra existencia biolgica, psicolgica y social, sino que son requisitos previos a ella. Sin hombres no hay cultura por cierto, pero igualmente, y esto es ms significativo, sin cultura no hay hombres. Clifford Geertz, La interpretacin de las culturas1

bienes econmicamente valiosos que deben supeditarse a las condiciones de mercado, ya sea en situacin de creacin, produccin, circulacin o consumo. El paso siguiente es asociarlos con bienes de lujo a los que unos pocos en el mundo global pueden acceder por disponibilidad de ingresos, educacin y formacin. La cultura es un derecho universal y humano porque, tal como reza el epgrafe, sin ella hombres y mujeres no seramos humanos sino una monstruosidad. Devolver la cultura, sus manifestaciones y sus producciones al lugar de condicin humana, a la condicin natural de los seres humanos, ms que una demanda social o poltica se torna un compromiso intelectual para cada individuo. Y es desde aqu de donde deberamos comenzar a repensar los desequilibrios actuales. Como seala Jacques Attali, slo 22 pases, con el 14% de la poblacin mundial, concentran la mitad del comercio mundial y ms de la mitad de las inversiones globales, mientras que los 49 pases ms pobres, habitados por el 11% de la poblacin mundial, reciben en conjunto slo el 0,5% de la produccin global, casi lo mismo que los ingresos de los tres hombres ms ricos del planeta. El 90% de la riqueza total del planeta est en manos del 1% de sus habitantes. Esta impresionante concentracin de la riqueza, que se refiere a la econmica,

Sera curioso decir en el primer prrafo que propiedad intelectual y tecnologas digitales invitan a reflexiones ineludibles en el actual estado de situacin en que nos encontramos. Sera curioso sencillamente porque todava existe una fuerte tendencia social a desplazar de las agendas locales, nacionales e internacionales los temas culturales, enfrentndolos comparativamente, sobre todo en Latinoamrica, a los problemas de pobreza, exclusin, desempleo, desnutricin infantil, epidemias, falta de agua potable, desertificacin, cambio climtico Esta tendencia social va de la mano de la idea simplista de que la cultura es un sector productivo y como tal sus producciones son1. Geertz, Clifford (2005). La interpretacin de las culturas. Barcelona: Gedisa Editorial, p. 55.

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a la vez genera otro tipo de concentraciones y polarizaciones polticas, sociales y culturales. La virtud de los textos que se encuentran reunidos en esta edicin tal vez sea que elaboran una matriz de anlisis de los hechos contemporneos donde los conflictos, los intercambios, las tensiones nunca se acomodan a una descripcin sencilla en trminos de opuestos, y exhiben la topografa detallada de un terreno analtico, intelectual y a la vez pragmtico. Se puede advertir en ellos que los problemas tratados bajo ttulos aparentemente distantes estn intrnsecamente relacionados y se orientan, explcita o implcitamente, a la pobreza, la exclusin y a la forma en que el entramado econmico, financiero, poltico global se impone en Latinoamrica y otros lugares perifricos condicionando estructuralmente su vida socio-cultural. La idea de reunir a estos autores y sus textos surgi inicialmente en diciembre de 2008, ms que como una idea como una posibilidad, cuando el equipo del Centro Cultural Espaa-Crdoba decidi abordar el tema de propiedad intelectual y derechos de autor, retomando el perfil de los debates que se venan sucediendo en Europa y en algunos lugares de Latinoamrica, y me propusieron desarrollar un proyecto que permitiera retomar la discusin

internacional a la vez que propiciar un marco de reflexin en el nuevo entorno tecnolgico. Los distintos debates que se haban sucedido sobre derechos de autor enfatizaban dos problemticas. Una relacionada con el resultado de la produccin artstica y cultural gracias a la utilizacin de la tecnologa y los soportes informticos, que expanden tanto las posibilidades de creacin como las de recreacin y consumo. La otra focalizada en los aspectos legales que relacionan los derechos individual, cultural, pblico y privado con las distintas controversias que surgen a partir de los vacos legales o de la superposicin y contradiccin de intereses. Los enfoques que subyacen en estas reflexiones producen tensiones y puntos de encuentro entre Estado, instituciones formales e informales, empresas, artistas, intermediarios y ciudadanos. Pero estos mismos enfoques trascienden la informtica, la tecnologa, el derecho y la economa. Impactan en las reflexiones sobre la sociedad y la cultura global y las formas actuales de creacin artstica: obra de arte, soportes, brecha entre creador y pblicos. Tambin afectan a la relacin entre cultura, ciencia y conocimiento: produccin de conocimiento, conocimiento pblico o privado, acceso al conocimiento y sus producciones. Finalmente

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perturban los claroscuros globales: pobreza, desigualdad, discriminacin, conectividad, analfabetismo tecnolgico. Semejante coyuntura invitaba a desafiar la imaginacin y pensar un espacio que no fuera un mero encuentro entre actores que exponen sus puntos de vista, a la manera de un grupo de amigos que se rene en una mesa de caf a discutir la poltica de Estado y cuando se despiden el mozo recoge los ceniceros llenos, las tazas vacas y los residuos de ideas utpicas. Y este desafo se convirti en el ciclo El Seor de los Archivos que se desarroll desde el 23 de agosto al 16 de septiembre de 2009. Si unas lneas ms arriba se indic que el debate actual produce acuerdos, tensiones y desencuentros entre Estado, empresas, artistas y otros actores sociales, fueron estos actores los responsables de organizar este ciclo: universidad, empresas, organizaciones no gubernamentales, Estado. La estructura de actividades ideada permiti dar lugar a artistas y creadores que trabajan en procesos creativos utilizando o incorporando las nuevas tecnologas, a travs de talleres y muestras artsticas, empresas, emprendimientos e instituciones que adems de expresar su punto de vista sobre la problemtica, presentaron las distintas soluciones que ofrecen a la

produccin y el consumo cultural. Fue importante considerar que pases europeos y de manera incipiente algunos pases latinoamericanos, como Chile y Mxico, en los ltimos aos han venido desarrollando un intenso debate alrededor de derechos de autor y propiedad intelectual. En el caso de la Argentina todava la cuestin se circunscribe a artistas y tericos familiarizados con estos debates internacionales, pero no se ha producido una discusin y apertura social desde mbitos acadmicos, polticos o a travs de los medios de comunicacin. As result interesante pensar las actividades del ciclo en dos frecuencias, presencial y virtual a la vez. El espacio real fue el Centro Cultural Espaa-Crdoba. El espacio virtual fue y es la www.plataformaddaa.org La plataforma, que estuvo activa dos meses antes del inicio del ciclo presencial, incluy textos, videos preexistentes, un programa radial con la participacin de los disertantes. A partir del 23 de agosto se transmitieron on line todas las actividades que se desarrollaban en el CCEC. En la actualidad esta plataforma virtual se ha convertido en una herramienta permanente de consulta y de referencia sobre la temtica. El ciclo dio lugar a dos conferencias. La primera a cargo de Richard Stallman,

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representante del movimiento del software libre, quien propuso en su disertacin un marco de referencia moral, poltico y legal como alternativa al desarrollo y distribucin del software no libre y privativo. George Ydice disert sobre las nuevas prcticas de consumo y la exigencia de un nuevo pacto social. Las jornadas de debate, coordinadas acadmicamente por Alberto Lpez Cuenca, propusieron tres mesas de discusin que orbitaron en torno a tres temas centrales: las nuevas cuencas sociales de produccin, las herramientas de la produccin y la distribucin cultural contemporneas, y las nuevas prcticas de consumo y apropiacin cultural. Dos cuestiones fueron las que ms slidamente quedaron expuestas durante el desarrollo del ciclo El Seor de los Archivos, especialmente en las mesas de debate: la geopoltica del conocimiento y la necesidad de un nuevo pacto social cultural. Y si en diciembre de 2008 este libro era una posibilidad, al cierre del ciclo fue unnime la decisin de retomar estas cuestiones convocando a los autores a reflexionar sobre ellas en esta publicacin. La cuestin de la geopoltica del conocimiento, si se consideran las oportunidades que abren las TIC para producir, distribuir y acceder a la informacin, pero

que no necesariamente rompen con las actuales condiciones en las que se genera y accede a la cultura y al conocimiento, se traduce en un interrogante: pueden las TIC replantear la actual geopoltica del conocimiento? La necesidad de un pacto social cultural implica revisar el concepto de cultura como recurso, asociada casi exclusivamente a la industria del ocio y del entretenimiento. As entendida la cultura como recurso, nuestra condicin de ciudadanos se ve reducida nicamente a la condicin de consumidores. Slo aquellos consumidores, es decir aquellos que dispongan de trabajo e ingresos, podrn acceder a la formacin, al entretenimiento, la diversin, el confort, el bienestar, al esparcimiento. Y en estos trminos slo los consumidores tendrn estatus de ciudadanos, con lo que se contribuye a reproducir las diferencias y desigualdades sociales y a reducir el espacio social a la nica posibilidad de intercambio de bienes y servicios. Pero las nuevas tecnologas revisadas a la luz de nuevas prcticas, ideas y valores abren enormes posibilidades para la cultura, la educacin, la creacin y la sociabilidad. Pensadas originalmente como herramientas que facilitan, amplan y promueven la intercomunicacin humana, en la actualidad la

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capacidad de estas tecnologas no est en ahorrar o mejorar nada que el ser humano haya hecho ya con anterioridad, sino que el ordenador se usa para algo que no podra crearse sin l. A partir de este enfoque Rodrigo Alonso replantea la dinmica de las transformaciones culturales actuales. Un hecho cultural corresponde a un proceso creativo intervenido por un ser humano y la tecnologa. Este hecho cultural se inserta en un espacio (real o virtual) social que produce tensin y pone en cuestin el curso de estas transformaciones. Alberto Lpez Cuenca puntualiza que no slo se trata de transformaciones en la recepcin, sino tambin en el modo de producir y distribuir contenidos, lo que hace posible cambiar los papeles tradicionales e incluso diluirlos entre creador y receptor. ste es uno de los aspectos que ponen en duda la legitimacin de la cultura como bien de consumo y al derecho de autor como prioritario sobre el derecho de acceso a la cultura. Las sucesivas legislaciones y modificaciones tendientes a proteger los derechos de autor y restringir el uso y acceso por parte de los usuarios benefician a las grandes productoras y distribuidoras de contenido, sin que este beneficio alcance al creador y/o receptor, a la vez que limitan las posibilidades que

facilitan las TIC para la educacin, el conocimiento, la cultura y el desarrollo social en Latinoamrica. La otra cara de la misma moneda son las condiciones de produccin y circulacin del conocimiento cientfico, tecnolgico y filosfico que estn determinadas por factores sociales y polticos. Las caractersticas actuales de estas condiciones son revisadas por Leandro Rodrguez Medina, que entre otros puntos relevantes analiza crticamente cmo la estructura de centros y periferias se refleja tambin en el mbito acadmico, concentrando su produccin en los primeros y relegando a la condicin de usuarios a los segundos. El trabajo intelectual de producir conocimiento en la periferia est condicionado a aceptar los estndares de calidad de los espacios intelectuales centrales y enfrenta el dilema de hacer lo mejor posible en un entorno que no premia de ninguna manera la innovacin, el desarrollo cientfico, artstico y suele tener Estados ms preocupados por minucias cotidianas que por la planificacin estratgica. Encerrados en un callejn sin salida como parece serlo la periferia, George Ydice analiza dos casos que articulan el derecho libre al acceso de contenidos mediante el uso

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de licencias Creative Commons y la promocin de la diversidad de formas y prcticas culturales nacionales, a partir de la utilizacin de la Web 2.0 combinada con instancias presenciales de intermediacin comunitaria. Overmundo y Muchogustocentroamerica.net, los casos que presenta el autor, promueven un sistema alternativo de produccin y distribucin cultural, el trabajo en red con otros emprendimientos y actores sociales, y contribuyen a la sinergia de la construccin de cohesin social. Estos proyectos pueden entenderse como una alternativa a la presin de los grandes consorcios mediticos de controlar, restringir y apropiarse del entorno digital. Sin embargo se torna indispensable dotar de presupuestos para promover la produccin de contenidos y generar polticas que tiendan a mejorar y facilitar el acceso de los ciudadanos latinoamericanos a las nuevas tecnologas y sistemas de conectividad. Generar polticas implica replantear, ms que revisar, los modelos legales y el sistema de patentes. Carlos Correa revisa los orgenes del derecho de autor y pone en tela de juicio la equiparacin de ste como derecho humano. Considera adems que los derechos exclusivos reducen drsticamente los derechos de acceso a la cultura y de esta forma se frena el

desarrollo cultural. Tal es el caso de la Argentina, que cuenta con instrumentos y mecanismos para la proteccin de los primeros en contraposicin a la inexistencia de una instrumentacin de los segundos. Miguel Onaindia revisa el sistema jurdico argentino en lo concerniente a cultura, identidad y diversidad cultural y libertad de expresin. Sostiene, asimismo, que cultura y desarrollo no deben ser una mera enunciacin normativa, ambos implican una interpretacin dinmica, compatibilizando la variedad de facultades de las que dispone el Estado con el respeto estricto a la pluralidad ideolgica y de opinin, coordinando la actuacin de reas de cultura, educacin y desarrollo para asegurar a los ciudadanos la formacin necesaria para decidir su participacin y goce de las expresiones artsticas y culturales. Hay, evidentemente, en los puntos de vista y las reflexiones intelectuales sobre el impacto de las nuevas tecnologas, cultura, derechos de autor y propiedad intelectual una demanda de revisar legislaciones, de proponer polticas sociales y culturales acordes a los cambios y transformaciones contemporneas a fin de construir un espacio social ms igualitario y ms inclusivo. Evidentemente es un reclamo al poder poltico. Pero si estamos hablando de un nuevo Pacto Social, entonces

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cada uno de nosotros debe afrontar su responsabilidad de cara a la sociedad. En este sentido, abocados a cuidar nuestras pertenencias, convencidos de que slo dependemos de nosotros mismos, que el desafo, el crecimiento y el bienestar es el premio al esfuerzo individual, al mismo tiempo que abandonamos el espacio pblico nos convencimos de que poco y nada podamos hacer por el otro si el Estado como principal responsable de velar por el bien comn progresivamente se repliega sobre s mismo y muestra signos de seria decadencia estructural: ineptitud, corrupcin y connivencia con los grupos de poder. De nada vale esperar el domingo de misa para pedir perdn por pecados de omisin a cambio de un padrenuestro y diez avemaras. Son prcticas que uno suele abandonar de nio, entonces sera razonable que cada uno como ciudadano, asuma la responsabilidad y acepte el desafo de construir un bienestar general.

Paula Beaulieu Crdoba, noviembre de 2009

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TU COMPUTADORA ES UN CAMPO DE BATALLA . TENSIONES TECNOLGICOPOLTICOCULTURALES EN LA ERA DE LAS TIC_1

Rodrigo Alonso28 29

El terreno de las operaciones

Las transformaciones tcnicas y tecnolgicas han sido, a lo largo de los aos y en diferente grado2, el motor de profundas mutaciones sociales, polticas y culturales. La literatura histrica est plagada de ejemplos significativos. Es bien conocida la forma en que la imprenta, al estabilizar la escritura y ampliar el terreno de su difusin, incide en el desarrollo de la cultura y el conocimiento, reformando jerarquas, valores y mbitos disciplinares; o el efecto de la notacin musical, y su posterior registro, sobre la organizacin del universo esttico sonoro, que no slo modific la composicin, interpretacin y reproduccin musical, sino que adems trastoc el propio estatuto de la msica, al desplazarla desde su funcin ritual originaria hacia el producto mercantil que es hoy en da3. Esas transformaciones nunca son inmediatas o incluso evidentes. Cuando se trata de la modificacin de conductas o hbitos culturales, sus efectos pueden tardar mucho tiempo en aparecer, en la medida en que tales procesos implican, por lo general, una evolucin prolongada. Por otra parte, muchas veces la propia dinmica de la innovacin tecnolgica lleva implcita la dificultad inicial de su adaptacin social, debido a la novedad del campo de aplicaciones que introduce. Este hecho ha producido diferentes tipos de desviaciones, dislocaciones y retrasos en la genuina4 utilizacin de un medio o artefacto novedoso, que slo

1. El ttulo hace referencia a la consigna feminista Tu cuerpo es un campo de batalla plasmada magistralmente en la obra de Barbara Kruger que defiende el derecho de las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos. 2. Aunque estamos acostumbrados a los anlisis que resaltan el impacto de cada nueva tecnologa sobre el mundo y la sociedad, existen tambin innovaciones tecnolgicas que no han tenido una influencia relevante. Es el caso en el terreno del arte de la holografa, el cine tridimensional y la realidad virtual (en su versin de la dcada de 1980). Quizs la principal falla de stas fue el intento de reemplazar el universo fsico o incrementar el grado de realismo de las representaciones tradicionales, sin considerar la construccin de nuevas experiencias estticas (vuelvo sobre este tema ms adelante en el texto). As, se demostraron como versiones empobrecidas de una realidad mucho ms rica y prometedora. 3. Vase: Attali, Jacques (1977). Ruidos. Ensayo sobre la economa poltica de la msica. Valencia: Ruedo Ibrico. 4. Utilizo la palabra genuina en el sentido en que lo hace Sybille Krmer en su ensayo Interaccin ldica. Reflexiones acerca de nuestra relacin con las herramientas (ver ms adelante en el texto; referencia bibliogrfica en la nota 6).30 31

la perspectiva histrica permite evaluar. As, cuando Edison patent el fongrafo en 1877, no pens en la posibilidad de emplearlo en la produccin, distribucin y comercializacin musical, a pesar de ser el medio ideal para tal fin. Crey, ms bien, que servira para almacenar discursos polticos, lecciones ejemplares, voces familiares e incluso msica, pero con el nico propsito de conservarlos, no de distribuirlos ni de reproducirlos sin cesar5. A pesar de su mentalidad extremadamente mercantil, no pudo prever unos usos que slo apareceran con el tiempo, en una etapa posterior del capitalismo industrial. En otros casos, los nuevos dispositivos tecnolgicos slo pudieron ser aprehendidos inicialmente recurriendo a los parmetros rectores de los medios afines previos. De tal forma, las primeras fotografas siguieron las normas compositivas de la pintura, las primeras pelculas bebieron en la tradicin de la literatura y el teatro, y los primeros videos encontraron su correlato en la produccin televisiva6. En sus comienzos, la Internet no fue sino una gran enciclopedia, y el correo electrnico un mero sucedneo de la correspondencia escrita y la comunicacin telefnica. Estos ejemplos ponen de manifiesto que las transformaciones culturales potenciales de cualquier tecnologa slo surgen tras una ardua negociacin con el contexto en el que aquella aparece. Aunque retrospectivamente solemos referirnos al impacto cultural de tal o cual innovacin tecnolgica, lo cierto es que ese impacto slo es posible si sus implicancias son de alguna manera cooptadas por la sociedad, y a travs de ella, por el sistema poltico-econmico que en sta prevalece.Las capacidades genuinas de las nuevas tecnologas

Nada diferente sucedi con las tecnologas de la informacin y la comunicacin (TIC) contemporneas. Desde sus orgenes fueron pensadas como herramientas que facilitaran, ampliaran y promovieran la intercomunicacin humana, allanando tareas realizadas previamente con otros medios. Su potencial actual y el que todava queda por descu5. Vase: Attali, Jacques, op.cit., pp. 183-188. 6. Para ampliar este tema, consltese mi ensayo A propsito de la hibridez de los nuevos medios, en Troyano 0.3. Instalando/Installing. Arte y cultura digital/Art and Digital Culture. Santiago de Chile:32

brir slo aparece cuando este pensamiento cede a medida que se consideran las propiedades especficas de sus dispositivos. Segn Sybille Krmer: Las primeras dcadas en el uso de la informtica estuvieron dominadas por la interpretacin del ordenador como herramienta. Pero, precisamente desde esa perspectiva, los usos del ordenador quedaron circunscriptos a las fronteras de un territorio determinado por tcnicas precedentes [...] Considerar el uso del ordenador personal en el horizonte del aprovechamiento instrumental significa, por tanto, realizar con el ordenador una serie de tareas que el ser humano puede efectuar tambin sin l, pero que pueden realizarse con mayor facilidad o eficacia gracias a l. No se modifica el esquema bipolar antropomrfico de una equivalencia de funciones entre ser humano y mquina, que genera una escala en la cual lo que se reserva el ser humano y lo que debe realizar la mquina es reasignado con cada nueva invencin. Surge as la sospecha de que esta perspectiva no permite que se manifiesten las capacidades genuinas del ordenador; genuinas porque no tienen paralelos, esto es, no se ahorra o mejora nada que el ser humano haya hecho ya con anterioridad, sino que el ordenador se usa para algo que no podra crearse sin l7. Las dificultades para el desarrollo de esas capacidades genuinas de la informtica no se deben exclusivamente a la incapacidad de los diseadores, programadores o usuarios para descubrir unas propiedades intrnsecas todava oscuras. Se debe tambin, y en gran medida, a que ese desarrollo implicara modificar ciertas funciones, usos y valores fuertemente arraigados en los dominios de la produccin cultural. La Internet favorece el intercambio ilimitado de productos digitalizados como ningn otro medio lo hizo con anterioridad. Las limitaciones a ese intercambio descansan hoy casi con exclusividad en la defensa de figuras y prerrogativas pertenecientes a los sistemas de produccin cultural que la informtica debera reemplazar si pudiera desarrollar esas capacidades genuinas. Por otra parte, estn las resistencias de la propia inercia cultural y lasLom, 2007. Disponible en: http://www.ccespana.cl/cce09/publicaciones/instalando_book.pdf 7. Krmer, Sybille (1999). Interaccin ldica. Reflexiones acerca de nuestra relacin con las herramientas, en Giannetti, Claudia (Ed.), Arte facto & ciencia. Madrid: Fundacin Telefnica.33

que imprimen las dinmicas sociales que dan marco a los procesos de internalizacin, acumulacin y circulacin de la informacin y el conocimiento, factores esenciales en los mbitos geogrficos donde la distribucin tecnolgica es escasa o desigual. La inercia cultural no se refiere exclusivamente a la persistencia de la escritura y la lectura como los modos privilegiados de acceso al universo tecnolgico, sino tambin a las imposiciones de una economa de mercado que todava considera a la Internet como una gran tienda de compras virtual y a la distribucin digital de productos culturales como una amenaza para los beneficios mercantiles. Las dinmicas sociales juegan un rol central que pocas veces se tiene en cuenta cuando se habla de las cualidades de las sociedades del conocimiento sin ms. El problema de gran parte de las teoras sobre las nuevas tecnologas y el mundo contemporneo es que suelen no estar situadas, y consideran la persistencia de las tradiciones grficas y orales como meros residuos del progreso tecnolgico. El mapa es, por supuesto, mucho ms complejo, no slo por la deficiencia y la desigualdad en la distribucin de las TIC, sino principalmente, porque en muchas regiones del mundo todava no se han desarrollado los procesos de alfabetizacin de los que depende la productividad de estas tecnologas. En amplios sectores de Amrica Latina, por ejemplo, la currcula escolar todava no incluye la alfabetizacin informtica, bsicamente porque las escuelas no cuentan con la infraestructura tecnolgica para impartirla. Pero en las escuelas donde esta infraestructura existe, se ensea a los alumnos a utilizar la computadora para redactar informes o a la Internet para la bsqueda de datos enciclopdicos. Se persiste en el carcter instrumental de las nuevas tecnologas, en su uso como herramienta, desestimando esas potencialidades genuinas en el sentido de Krmer. Por todo esto, no puede pensarse en las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin aisladas de los contextos sociopolticos en los que se manifiestan. Estos ponen de relieve una tensin permanente, una friccin entre el desarrollo tecnolgico y los marcos socioculturales

del conocimiento, unas tensiones y fricciones que deberan ser el punto de partida para una teora legtima del mundo contemporneo, y no el anexo de formulaciones especulativas basadas en las dinmicas de los pases desarrollados.Tecnologa, representaciones y valores

Las TIC introducen otro factor de relevancia que en alguna manera las destaca en relacin con el resto de las tecnologas. A diferencia de gran parte de stas, el usuario no es completamente externo a ellas, sino que est implicado de varias maneras, ya sea a travs de la interaccin, los avatares, los registros de usuario, los mecanismos que permiten incorporar su imagen (como las cmaras web), las representaciones virtuales de su entorno, la creacin de universos digitales personalizados. Las operaciones que se ejecutan en este entorno virtual poseen unas implicancias sobre el mundo fuera de la pantalla que muchas veces pueden lesionar valores, imaginarios, sentidos y normas de convivencia y vida. Cada vez es ms difcil establecer las fronteras entre lo que sucede dentro de una computadora y lo que pasa fuera de ella. Desde la mujer condenada en Japn por contratar a un asesino para matar a su marido en Second Life hasta el canbal que encontr por chat a una persona que se dej comer, abundan los casos ms o menos extremos de interconexiones entre la realidad y su trasposicin informtica, que ponen en juego convenciones, intereses y valores. Cuando estos se encuentran muy arraigados en la sociedad, se entiende que su cuestionamiento sea resistido y, en consecuencia, se genere una resistencia a los efectos indeseables de la tecnologa. De hecho, el universo digital est creando su propio conjunto de reglas y valores, al tiempo que modifica relaciones sociales e interpersonales, modos de actuacin, formas de percibir y comprender la realidad, hbitos culturales, preceptos y jerarquas. En este proceso, muchas valoraciones y prejuicios se disuelven pero otros tambin se crean. Donna Haraway advirti este hecho en su clebre Maniesto para

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cyborgs (1985)8, exigiendo una respuesta poltica a la reinvencin de la naturaleza implcita en las agendas de las nuevas tecnologas. Para la terica norteamericana, si no se adopta un posicionamiento activo frente a las profundas transformaciones culturales emprendidas por stas, con sus intereses mercantiles, sus dudosas escalas de valores y su voluntad de poder, corremos el riesgo de avalar la creacin de un universo basado en los mismos prejuicios, las mismas desigualdades y las mismas relaciones de poder que el que ya conocemos, o incluso peor. Las fricciones entre el desarrollo tecnolgico y los valores culturales vuelven a surgir ah donde este proceso de transformacin pareciera producirse independientemente de todo pacto social. Como sostiene Leo Marx, el reemplazo del sentido social que sola tener la nocin de progreso tecnolgico en el pensamiento humanista, por la nocin tecnocrtica y mercantil de una tecnologa que slo progresa en el sentido de su supervivencia material y del inters capitalista, ha generado una desconfianza y una percepcin pesimista sobre los beneficios del desarrollo tecnolgico9. La consecuencia ms nociva en este proceso es la falta de confianza en la posibilidad de incidir sobre l con el fin de asegurar unos derechos sociales y culturales bsicos que recuperen el sentido social del avance tcnico. El problema de este antagonismo es no comprender que no se trata de que las TIC estn trastocando el universo cultural sino que ellas mismas, quizs en mayor medida que las tecnologas anteriores, son un hecho cultural, y como tal pueden y deben ser investidas socialmente. La historia provee numerosos ejemplos de tecnologas que al no haber sido incorporadas por la gente simplemente desaparecieron o quedaron relegadas a un uso restringido y excepcional: la fotografa estereoscpica, la holografa, el cine tridimensional, la realidad virtual, entre muchas otras. Las supuestas propiedades de las nuevas tecnologas no son un atributo que se pone en prctica o se manifiesta sin ms. Son, ms bien, el resultado de una negociacin con el entorno sociocultural que admite8. Haraway, Donna (1995). Manifiesto para cyborgs: ciencia, tecnologa y feminismo socialista a finales del siglo XX, en D. Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvencin de la naturaleza. Madrid: Ctedra; Universitat de Valncia.36

ciertos usos y descarta otros, en el marco de una experimentacin permanente de los valores, trastornos y beneficios derivados de sus potencialidades. Si se presta atencin a las consecuencias de la introduccin de las nuevas tecnologas en el terreno cultural, es fcil ver cmo gran parte de ellas depende mucho ms de unos usos sociales arraigados que de sus caractersticas intrnsecas. La extensa reproducibilidad de los archivos digitales que est en la base de la piratera de msica, pelculas e imgenes no habra alcanzado la escala actual si no descansara sobre el valor que esos productos han adquirido en el contexto de la sociedad de los medios masivos de comunicacin, previo a la introduccin de las tecnologas digitales. La mayora de los juegos electrnicos se basan en juegos de mesa, deportes, pelculas y vehculos fcilmente reconocibles; un entretenimiento como The Sims tiene su referente en las casas de muecas y el Tamagotchi fue la trasposicin esquemtica y digital de una mascota hogarea. Los reclamos por copyright, la autora colectiva, el crecimiento de las redes sociales o el sexo telemtico, surgen ms bien de los usos sociales de las nuevas tecnologas antes que de las propiedades de stas. Incluso si se piensa en el usuario 2.0, alentado a producir contenidos mediante los recursos de edicin grfica y audiovisual amigables proporcionados por la web 2.0, es evidente que su necesidad de expresin est alimentada mayoritariamente por las limitaciones para manifestarse en el nivel social, la necesidad de construir un espacio de individualidad en el mundo global alienado o los quince minutos de fama de los que hablaba Andy Warhol, que en el acceso a las nuevas herramientas.La negociacin de los derechos y la redefinicin del bien pblico

Esto no significa que las nuevas tecnologas no introduzcan nada nuevo o que todo lo que stas pueden producir en el nivel sociocultural debe estar refrendado con anterioridad en ste. Se trata, ms bien, de una9. Marx, Leo (1995). The Idea of Technology and Postmodern Pessimism, en Ezrahi, Yaron; Mendelsohn, Everett; Segal, Howard (eds.), Technology, Pessimism, and Postmodernism. Amherst: University of Massachusetts Press.37

verdadera negociacin, una tensin a partir de la cual tanto la sociedad como las tecnologas se acomodan, retroalimentan y transforman. Ms all de la influencia ms obvia de las nuevas tecnologas sobre el mundo contemporneo, un fenmeno como la piratera de los productos culturales pone de manifiesto una transformacin profunda de ciertos valores centrales de las sociedades modernas. No me refiero a las violaciones del copyright, que en todo caso es una consecuencia menor de este proceso. Se trata ms bien de la reactivacin de ciertos usos del espacio pblico y la aparicin de una conciencia sobre el derecho a los bienes culturales que llega al lmite de transgredir imposiciones polticas y econmicas nada dbiles, poniendo en cuestin la definicin misma de las prcticas delictivas a travs de un accionar en el que se tensionan los deseos y sus lmites civiles, los derechos y las obligaciones, lo que se considera bien y lo que se considera mal. Los tericos ms importantes del mundo contemporneo han notado cmo las polticas neoliberales han propiciado el abandono del espacio pblico mediante la privatizacin de mbitos otrora comunes, la implementacin de lugares colectivos cerrados y vigilados, los discursos de la inseguridad y el desprecio de una vida urbana crecientemente poblada por los marginales del sistema econmico (vagabundos, mendigos, cartoneros, homeless, manifestantes, etc.)10. Desde esta perspectiva, la solucin a los problemas del mundo actual se ubica en el refugio hogareo, los espacios privados y el consumo individual, entendidos como la panacea de la seguridad y el control. En sus orgenes, la Internet fue un espacio interconectado, interactivo y plural, pero no fue exactamente un mbito pblico. Sus producciones propiciaban la navegacin por bases de datos, las lecturas hipertextuales, el comercio virtual e incluso el intercambio de mensajes, pero no exista un sentido del bien pblico, aunque su acceso fuera multitudinario y global. La web 2.0 mejor las interrelaciones y las formas de creacin y participacin conjuntas e interactivas, aunque esa participacin e interaccin muchas veces fue ms ficticia que real. El verdadero sentido de bien pblico en relacin con la Internet surge10. Vase, por ejemplo, Jameson, Fredric (1991). Ensayos sobre el posmodernismo. Buenos Aires: Imago Mundi.38

del trabajo de los hackers, de los desarrolladores colectivos de programas, de los luchadores por la libertad y el pleno acceso a la red, de los impulsores del copyleft y todas las mltiples formas de compartir la informacin y el conocimiento. Pero al lado de este grupo de entusiastas y activistas, surgi otro dedicado a prcticas muchas veces consideradas delictivas, como los diseadores y colaboradores de sitios para compartir msica, pelculas, textos y programas, las personas que digitalizan y hacen accesible esa produccin, los realizadores y traductores de subttulos, etc. Ms all de las discusiones sobre la legalidad de estas prcticas, lo cierto es que en muchas de ellas aparece un claro sentido de la construccin de un bien cultural pblico mediante las herramientas que ofrecen las nuevas tecnologas. Si bien es cierto que la gran mayora de los usuarios que bajan material cultural lo utilizan luego para su consumo privado, no debe menospreciarse la labor de las personas que trabajan en el convencimiento de colaborar en la distribucin y el acceso pleno a la cultura, la educacin y la historia. As, encontramos sitios dedicados al cine raro o experimental, a la efmera produccin televisiva, al rescate de documentos histricos, a la construccin de un acervo de la msica latinoamericana o al acceso a libros agotados o de escasa circulacin en diferentes idiomas. Sin la labor de toda esta gente, que aporta su tiempo, su trabajo y muchas veces su dinero, quizs no existira propiamente un sentido de la Internet como bien pblico, no ya como un espacio al que todo el mundo puede acceder sino ms bien como sitio de apropiacin cultural, histrica e identitaria. Este proceso se produce en el marco de una legalidad controvertida, donde comienzan a tensionarse, cuestionarse y redefinirse los lmites agudamente elaborados por la sociedad civil moderna, y donde comienzan a salir a la luz las divergencias entre los derechos que las personas creen poseer y los que los Estados y las empresas estn dispuestos a otorgarles. Incluso si no hay conciencia de ello, la atribucin de apropiarse libremente de la produccin cultural, ponerla a disposicin o compartirla (prctica insidiosamente calificada de piratera), pone en acto un cuestionamiento poltico hacia ciertas normas civiles, econmicas y le-

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gales, e insta a su reconsideracin y redefinicin. sta es una de las caractersticas bsicas de la esfera pblica segn Jrgen Habermas11: ubicarse entre lo pblico y lo privado, cuestionar las decisiones tomadas por los Estados en el nombre del pueblo, defender los intereses comunes por encima de los intereses particulares, vigilar al Estado cuando esto no sucede. Uno podra preguntarse por qu est tan extendida la prctica de la piratera a pesar de las mltiples advertencias y acciones en contra de ella. Aunque para el pensamiento liberal pueda ser tan nociva como el aumento de la criminalidad urbana, evidentemente no estamos ante la misma situacin. Ante todo, podramos pensar que la piratera de la produccin cultural involucra una cierta concepcin de la cultura. En mi opinin, aquella slo aparece cuando la sociedad es capaz de comprender que existe un derecho a la cultura y entonces rompe con la legalidad de un sistema que le dificulta el acceso a esos bienes, a pesar de las advertencias sobre el carcter delictivo de su acto. En este movimiento, las nociones de derecho y delito, bien pblico y propiedad privada, limitacin y acceso se abren a una reflexin poltica que pareca adormilada. En el medio se despliegan mltiples incomprensiones y contradicciones. La industria discogrfica sigue editando msica en CD cuando el 80% de los reproductores musicales que se fabrican en la actualidad slo admite archivos en formato MP3. Casi una invitacin a la piratera. El endurecimiento de la defensa del copyright esconde ciertas prcticas sospechosas por parte de la industria, como el uso de las redes sociales para la filtracin de publicidad gratuita e incluso la apropiacin del trabajo libre con fines comerciales (algunas empresas editoras de pelculas realizan los subttulos de sus productos tomando como base los que se encuentran disponibles en la Internet, por supuesto, sin pagar por ese trabajo ni reconocer derechos de autora).

Tecnologas, historia, memoria y libertad

Las discusiones sobre los derechos de autora y reproduccin, los sistemas para compartir archivos digitales o la prctica de la piratera, son los rostros visibles de una discusin ms profunda sobre el derecho a la cultura y la educacin, y sobre el rol de las corporaciones y los gobiernos en esta arena. Aunque se las presenta casi exclusivamente como una cuestin tcnica relativa a las esferas legales y econmicas de forma tal que los poderes polticos puedan desentenderse del caso lo cierto es que exceden ampliamente ese terreno involucrando unos derechos que los Estados estn obligados a reconocer pero no lo hacen, e incluso otros derechos que por tan elementales no suelen estar reglamentados como el derecho a una historia comn y a una memoria compartida. En su obra El lamento de las imgenes (2002)12, el artista chileno Alfredo Jaar cita un par de acontecimientos elocuentes: I. Pensilvania, USA, 15 de abril de 2001. Se ha reportado que una de las ms grandes colecciones de fotografas histricas del mundo ser sepultada para siempre en una vieja mina de piedra caliza. La mina, ubicada en un rea remota al oeste de Pensilvania, fue un refugio anti-bombas en la dcada de 1950 y es hoy la sede de la Iron Mountain National Underground Storage. Los archivos de Bettman y la United Press International, que abarcan una cantidad aproximada de 17 millones de imgenes, fueron adquiridos en 1995 por el dueo de Microsoft, Bill Gates. La compaa privada de Gates ha trasladado las imgenes desde Nueva York a la mina, enterrndolas 220 pies bajo la superficie, en una cmara de almacenamiento de baja humedad y temperatura bajo cero. Se ha pensado que el traslado preservar las imgenes, pero que tambin las har totalmente inaccesibles. En su lugar, Gates planea vender las fotografas escaneadas digitalmente. En los ltimos 6 aos, slo se han escaneado 225.000 imgenes, que representan menos de 2% del total. A esta velocidad, la digitalizacin del archivo completo tomara12. Instalacin presentada en la exposicin Documenta 11 (Kassel, Alemania, 2002).41

11. Habermas, Jrgen (1991). The Structural Transformation of the Public Sphere. An Inquiry into a Category of Bourgeois Society. Cambridge (Mass.): The MIT Press.40

unos 453 aos. La coleccin incluye imgenes de los hermanos Wright en vuelo, de JFK hijo saludando el fretro de su padre, importantes imgenes de la guerra de Vietnam y de Nelson Mandela en prisin. Gates tambin posee otras dos agencias de fotos y ha asegurado los derechos de reproduccin digital de muchos de los museos de arte de todo el mundo. En la actualidad, Gates posee los derechos para exhibir (o sepultar) unos 65 millones de imgenes. II. Kabul, Afganistn, 7 de octubre de 2001 Cuando la oscuridad cae sobre Kabul, los bombarderos norteamericanos realizan su primer ataque areo contra Afganistn, incluyendo bombas expansivas arrojadas desde aviones B-52 volando a 40.000 pies, y ms de 50 misiles crucero. El presidente Bush describi el ataque como una operacin contra blancos cuidadosamente seleccionados para evitar bajas civiles. Poco antes de impulsar el ataque areo, el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos adquiri los derechos exclusivos de todas las imgenes satelitales de Afganistn y de los pases vecinos. As, la National Imagery y la agencia Maping, una unidad ultrasecreta del Departamento de Inteligencia, subscribieron un contrato exclusivo con la compaa Space Imaging para adquirir todas las imgenes de su satlite Ikonos. Aunque sus propios satlites espas eran diez veces ms poderosos que cualquier otro en el comercio, el Pentgono defendi la compra de las imgenes del Ikonos como una decisin de negocios que les proveera de una capacidad superior. El acuerdo produjo tambin un efectivo blanqueo de la operacin, evitando que los medios occidentales pudieran ver los efectos del bombardeo, eliminando la posibilidad de una verificacin independiente o de refutar las afirmaciones gubernamentales. Las organizaciones de noticias en los Estados Unidos y en Europa fueron obligadas a utilizar imgenes de archivo para acompaar sus reportes. El CEO de la compaa Space Imaging asegur Hemos

vendido toda las imgenes disponibles. Nada fue dejado a la vista. Aqu, los derechos de exhibicin o reproduccin de las imgenes funcionan como mecanismos que permiten obturar la historia o bloquear la memoria. Como tales, su discusin dista mucho de ser un caso econmico o legal, o el problema de un individuo o un gobierno. As sucede con muchas otras medidas tendientes a reacomodar la produccin o el mercado ante la introduccin de la tecnologa informtica, como es el caso del famoso canon digital. Este impuesto incide nuevamente no slo sobre el bolsillo de los compradores de artefactos informticos sino tambin, y principalmente, sobre algunos de sus derechos, como la educacin o la libertad. El aumento en el costo de las computadoras, los perifricos y los sistemas de almacenamiento que involucra este canon, determina que estos elementos, fundamentales para la alfabetizacin tecnolgica, estn cada vez ms lejos de las posibilidades adquisitivas de las personas con recursos econmicos limitados e inclusive de las escuelas pblicas impidindoles su acceso a la educacin mnima en las sociedades de la informacin. En qu piensan los legisladores de un pas como la Argentina cuando deciden aplicar un impuesto de esas caractersticas? Piensan en la obligacin que tiene el gobierno de asegurar los derechos bsicos formulados en la Constitucin Nacional, como el derecho a la educacin? Evidentemente no, y eso la gente lo sabe. Por esto, cuando nos enfrentamos a prcticas de desobediencia civil como la piratera o el contrabando de productos informticos: Podemos hablar de la voluntad de personas con nimo de delinquir? O deberamos considerarlos en el marco de su derecho a la educacin y la cultura? Finalmente, el canon se basa en unas supuestas prdidas de las industrias culturales con el advenimiento de las tecnologas digitales, prdidas que se extienden a los usuarios de los recursos informticos ante la posibilidad de que estos incurran en actos de digitalizacin o distribucin de productos culturales. Este razonamiento, en alguna medida, considera a los futuros usuarios de los productos informticos culpables de

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piratera incluso antes de poseer las herramientas que le permitiran hacerlo13. Este pasaje de la norma toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario a todo usuario es culpable sin necesidad de demostracin es una de las afrentas ms perversas a la libertad y los derechos humanos escondidas tras una supuesta defensa de leyes de copyright cuya legitimidad pareciera estar ms all de los derechos ms bsicos de las comunidades y los individuos.He visto el futuro y no se parece al pasado

Las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin han abierto un espectro enorme de posibilidades para la cultura, la creacin, la educacin y la cohesin comunitaria. Pero esas posibilidades no son intrnsecas ni absolutas. Dependen de marcos de pensamiento, de usos y de legislaciones que no siempre se adecuan a cambios y transformaciones, sino que, por el contrario, entran en fricciones y conflictos difciles de sobrellevar. Si algo nos dicen estas tensiones, es que muchas de las prcticas, ideas y valores que rigen nuestras sociedades y nuestros modos de crear y comunicar deben ser redefinidos. Cuando esto suceda, quizs las tecnologas ya no sean nuevas, pero sern diferentes, sin dudas, nuestras formas de vivir y pensar.

Rodrigo Alonso es Licenciado en Artes especializado en arte contemporneo y nuevos medios. Profesor del Instituto Universitario Nacional del Arte, la Universidad de Tres de Febrero, la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y el Media Centre dArt i Disseny (Barcelona). En el marco de la Maestra en Tecnologa y Esttica de las Artes Electrnicas de la Universidad de Tres de Febrero, instrument el primer Seminario de Arte y Tecnologa en Amrica Latina dentro del cual realiza su investigacin ms importante a la fecha. Profesor invitado en universidades, congresos y foros internacionales en Latinoamrica y Europa, orientados hacia las artes tecnolgicas, las producciones digitales y las TIC. Terico e investigador en estas reas, escribe regularmente en libros, publicaciones acadmicas, revistas de arte y catlogos. Entre sus libros se incluyen: Muntadas. Con/textos (2002), Jaime Davidovich. Video Works. 1970-2000 (2004), Inter/activos. Espacio, informacin, conectividad (2006), No sabe/No contesta. Prcticas fotogrficas contemporneas desde Amrica Latina (2008), Prcticas curatoriales para las artes tecnolgicas: Calibrando/diseando contextos (2009). Curador de arte contemporneo de actividad internacional, entre sus exposiciones recientes se incluyen: El futuro ya no es lo que era (Buenos Aires, 2009), Buenos Aires, In & Out (New York, 2009), Tensiones pblicas, Utopas domsticas (Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, 2008), Nuestra hospitalidad (Castell, Espaa, 2007), Resplandores. Poticas analgicas y digitales (Buenos Aires, 2007).

13. Las empresas sostienen que no se trata de suponer la culpabilidad del usuario de las herramientas informticas sino de generar unos ingresos que compensen las prdidas producidas por la digitalizacin a travs de un simple impuesto. Pero si eso fuera cierto, se podran gravar bienes suntuarios o no fundamentales, como se hace en otras reas. El hecho de que el impuesto se aplique a los productos informticos lleva implcita la condena a estos como causantes del supuesto problema.44 45

APUNTES PARA UNA GEOPOLTICA DEL CONOCIMIENTO_

Leandro Rodrguez Medina46 47

Introduccin

El presente trabajo estudia las condiciones de produccin y circulacin del conocimiento acadmico (principalmente cientfico, tecnolgico y filosfico), asumiendo que ambos procesos estn insertos en realidades sociales y polticas que fuerzan a pensar en una geopoltica del conocimiento. Para mostrar esto se presenta un argumento en cinco partes. En la primera parte se explora el paso de una visin epistemolgica del conocimiento, enfocada en los productos (teoras, obras de arte, literatura), hacia una sociolgica, centrada en las prcticas (trabajo universitario, condiciones de produccin, relaciones semitico-materiales). En la segunda se analiza cmo el espacio influye en la produccin de conocimiento, indicando la manera en que los espacios micro (como laboratorios o estudios de arte) y macro (como ciudades o regiones) afectan las dinmicas de cientficos y creadores. En la tercera parte se puntualiza el surgimiento, a partir de la espacializacin, de una estructura de centros y periferias, con los primeros como productores de teora y reservorios de conocimiento y las segundas como productoras de datos y usuarias del conocimiento. La cuarta seccin mapea algunas propuestas para entender las relaciones entre centros y periferias, sealando que el vnculo no es slo una cuestin de poder sino la concretizacin de encuentros cognoscitivos y sociales, porque ambas dimensiones son parte constitutiva de la circulacin del conocimiento. La quinta parte, finalmente, presenta unas breves reflexiones sobre la tecnologa, el derecho de propiedad y las prcticas desde la periferia.El conocimiento: de la epistemologa a la sociologa

El predominio de la ciencia, junto con una visin positivista de otras formas de conocimiento, ha dado lugar a una concepcin de la primera como forma de conocimiento universal. Y, por otro lado, ha vuelto paradigmtico el anlisis filosfico de la ciencia a partir del estudio de las teoras, en particular de su estructura lgica y de su correspondencia

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con la realidad. Nagel, por ejemplo, ha argumentado que el hecho de que los procesos sociales varen segn sus marcos institucionales y de que las uniformidades especficas que se encuentran en una cultura no puedan extenderse a todas las sociedades no excluye la posibilidad de que dichas uniformidades sean especializaciones de estructuras relacionadas invariantes para todas las culturas (1968: 417). Enfocndose en la dimensin histrica, Hempel ha sostenido que las leyes generales tienen funciones totalmente anlogas en la historia y en las ciencias naturales, [] son un instrumento indispensable de la investigacin histrica y [] constituyen la base comn de diversos procedimientos considerados a menudo como propios de las ciencias sociales (1996: 233). En este sentido, la universalidad de la ciencia emprica se desprendera de su alcance y de su estructura lgica. La idea de que la lgica de primer orden sera suficiente para describir la estructura de la ciencia fue descartada por los propios positivistas. En lnea con ello, Kuhn (1972) reintrodujo el debate sobre la cuestin prctica, abriendo la posibilidad de una sociologa del conocimiento cientfico. An bajo la influencia del positivismo, Kuhn sigui defendiendo la necesidad de pensar la estructura lgica de las teoras y paradigmas, pero tambin forz a pensar de qu manera la historia de las disciplinas afecta lo que es pensable en un determinado momento histrico. As, si en lugar de mirar el resultado de la investigacin sus teoras nos concentramos en la tarea de producir conocimiento el resultado es muy distinto (Bloor, 2003) y vienen a la luz factores locales (culturales, polticos, econmicos, sociales) que condicionan la aceptacin de una idea como verdadera en un determinado momento. En este cambio, la epistemologa (y su pregunta por qu es lo que produce la ciencia y cmo se relaciona con el mundo) gira as hacia la sociologa (y su pregunta sobre cmo trabajan los cientficos y por qu sus hallazgos pueden ser considerados universales). Y con este giro, cobr importancia el lugar especfico donde el conocimiento es producido:

Hay algo extrao acerca de la ciencia. La investigacin cientfica tiene lugar en sitios altamente especializados laboratorios de alta tecnologa, estaciones de campo remotas, archivos de museos, observatorios astronmicos. Tambin ha sido desarrollada en cafeteras, catedrales, lugares pblicos y granjas, sobre la cubierta de los barcos y en escenarios de exhibicin. Y, an as, el conocimiento adquirido en estos lugares es considerado ubicuo. Los hallazgos cientficos [] son locales y globales (Livingstone, 2003: xi). Esta perspectiva muestra dos aspectos relacionados de la prctica cientfica. Primero, que est microespacialmente localizada, es decir, que la investigacin sucede en sitios especficos donde los practicantes tienen al alcance el instrumental necesario para producir las observaciones y el registro de stas. El segundo aspecto, implcito en el pasaje, es que la ciencia est macroespacialmente situada. Como cualquier otra prctica humana, la ciencia est inserta en un contexto espacial general (una ciudad, un pas, una regin) que brinda las circunstancias econmicas, sociales y culturales que la enmarcan. Estas circunstancias permiten referirnos a la economa europea, la cultura china, la literatura latinoamericana, la poltica sudafricana y la ciencia mexicana. Al sostener que las prcticas estn situadas no se est solamente argumentando a favor de una cierta teora del contenedor donde lo espacial sirve de contexto, de escenario. Situar las actividades humanas incluye un segundo y ms interesante paso: observar cmo esas mismas prcticas contribuyen a configurar un determinado espacio. Porque, como bien ha demostrado ms recientemente la geografa, no slo habitamos espacios materiales. Tambin ocupamos una variedad de espacios abstractos y nos referimos en trminos espaciales a la arena intelectual, social y cultural a travs de las cuales nos movemos (Livingstone, 2003: 6). Cuando se combinan la dimensin material y la

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simblica, el espacio se vuelve un sistema constitutivo de la interaccin humana (Livingstone, 2003: 7). El sistema en cuestin es parcialmente construido a partir de las interacciones a las que el espacio da lugar. Tomemos un simple ejemplo. La aparicin de los cartgrafos reales en la Modernidad, quienes tenan como misin mapear el territorio de un reino, es consecuencia de la delimitacin, material y no-material, de un espacio al que se le asignan caractersticas especficas: una lengua, un gobierno, una historia, una burocracia. Sin embargo, ese mismo espacio requiere de los cartgrafos para continuar desarrollndose, tanto en lo referente a una posible extensin como al conocimiento ms profundo y preciso de sus caractersticas. El estado es, a la vez, causa y consecuencia de los mapas que lo constituyen. El espacio es real precisamente porque es construido (Latour, 2005; Law, 2006; Rodriguez-Medina, 2008a)1. Si el conocimiento est situado es necesario detallar las razones por las cuales es posible afirmar su carcter local. Ms an, introduciendo algunas cuestiones relativas a la distribucin de recursos materiales y simblicos a nivel internacional, es posible mostrar que la preocupacin por el espacio no puede sino llevarnos hacia una geopoltica del conocimiento.Sobre la espacializacin del conocimiento

mente, por la resolucin de problemas locales que se viven en la sociedad en la que estn insertos. Esto no quiere decir, por supuesto, que se estudien los fenmenos sociales sin considerar sus causas y consecuencias internacionales. El problema del narcotrfico en Mxico est directamente relacionado con la existencia de un mercado de consumo en Estados Unidos y con el trfico internacional de armas. (b) El conocimiento se aplica (en el mejor de los casos) localmente, es decir, en sitios especcos. La participacin de los cientficos sociales en el proceso de toma de decisiones es un tema de larga tradicin. Se asume que el desarrollo de las sociedades las ha vuelto ms complejas y, por lo tanto, los tomadores de decisiones cada vez necesitan ms de expertos que los asesoren, cuando no directamente les indiquen qu deben decidir. Esto, sin embargo, puede observarse ms claramente en las sociedades de los pases desarrollados, y no es para nada evidente en las de los pases en vas de desarrollo. En relacin con esto, Kreimer ha sostenido que, frente a una dudosa definicin de relevancia de la investigacin para con la sociedad que lo financia, los proyectos suelen ser aprobados y financiados, sin que exista luego una evaluacin ex post facto sobre la verdadera utilidad social de los conocimientos producidos (2006: 210). El argumento de Kreimer indica que cuando ms internacionalizado un grupo de investigacin de un pas perifrico, es ms alta y prestigiosa su produccin, pero su aporte al desarrollo de las sociedades locales ha sido histricamente y parece acrecentarse hacia el futuro marginal (Kreimer, 2006: 210). (c) La produccin intelectual cientca, humanstica y artstica est mayoritariamente nanciada por agencias pblicas nacionales. Aunque la inversin privada en algunos pases desarrollados sobre todo los Estados Unidos es tan o ms importante que la inversin pblica, en general los Estados son los responsables de sostener los sistemas de ciencia y tecnologa, financiar a sus investigadores y proveer equipamiento y condiciones de trabajo adecuadas a travs de centros de investigacin

Numerosos vnculos pueden extenderse entre el tipo de conocimiento y el mbito en el que se produce. Los siguientes son slo algunos de los que relacionan la produccin intelectual con los espacios micro y macro en los que es desarrollada. (a) El conocimiento responde a problemas locales (a veces de alcance global) y localizados. Los investigadores suelen estar motivados, fundamental1. Algo similar a lo que se afirma aqu de los mapas podra afirmarse de otras actividades, como la literatura y la arquitectura. Ejemplos en literatura son Delaney (2002) y Degiovanni (2007) y en arquitectura Goodsell (1988, 2000).52

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o universidades. Por esta razn, los Estados fijan lneas de investigacin a travs de sus organismos especializados (CONACYT en Mxico, CONICET en la Argentina o CNPq en Brasil) y de ese modo estimulan ciertos temas y ciertas metodologas de trabajo. (d) La inversin en produccin de conocimiento crea reas geogrcas de concentracin de recursos humanos especializados. Las dos Cambridge (en Massachusetts y en el Reino Unido) son habitualmente vistas como polos de desarrollo que concentran empresas conocimiento-intensivas, centros de investigacin de excelencia internacional y recursos humanos altsimamente capacitados. La superposicin de estos factores del conocimiento lleva al establecimiento de regiones especficas donde la innovacin es ms valorada y, por lo tanto, el conocimiento ms necesario. Este fenmeno no slo afecta la produccin y consumo de los saberes, sino tambin reas perifricas relacionadas, como los bienes races, el crecimiento demogrfico de las capas ms capacitadas de la sociedad y la diversidad cultural. De este modo, estas zonas permanecen en un crculo virtuoso que refuerza su papel predominante en la red internacional de la ciencia. (e) Idiosincrasia de las/os investigadoras/es y creadoras/es. La cultura afecta la produccin del conocimiento desde el mismo momento en que se forman los cientficos, ya que estos se encuentran en una sociedad que les transmiti valores y normas. Luchilo (2007), por ejemplo, menciona la necesidad que tiene la economa y el sistema cientficotecnolgico de los Estados Unidos de fsicos e ingenieros chinos e indios. Parte de la explicacin es el desinters de los estudiantes universitarios estadounidenses por esas reas, lo que obliga a cubrir el dficit con profesionales del exterior. Ese mismo desinters genera un hueco en las capacidades de investigacin de los pases del Tercer Mundo, ya que no cuentan con los recursos simblicos ni materiales para atraer estudiantes de otras partes del mundo o incluso retener los propios (Vessuri, 2007).

(f) El conocimiento se produce en entornos fsicos especcos. La similitud de los sitios donde se hace ciencia (sitios como el laboratorio) no siempre permite observar las diferencias entre la ciencia producida en diferentes lugares. Kreimer (2000) ha mostrado cmo un laboratorio de la Argentina en conexin con otros en Inglaterra y en Italia juega un papel dependiente (de informacin, marcos tericos, muestras, capacitacin tcnica) que impide obtener la visin general de la investigacin que slo se tiene en el laboratorio principal. Algo similar sucede en ciencias sociales cuando, por ejemplo, las instituciones de pases en desarrollo no pueden adquirir software especializado para el anlisis cualitativo o cuantitativo de datos (como SPSS o Atlas.ti). El resultado es que, an teniendo los recursos para generar datos primarios, dicha informacin rara vez puede ser utilizada con la profundidad y el alcance que permiten esos programas. Por ello, es comn que en la formacin doctoral o postdoctoral, los estudiantes de pases perifricos traten de adquirir este tipo de habilidades (y, de ser posible, tambin la tecnologa) para desarrollarlas en sus pases de origen. (g) Los datos primarios se producen en las lenguas locales. Aunque el sistema internacional de publicacin acadmica est concentrado en dos reas (Estados Unidos y Europa Occidental), los datos primarios con los que debe lidiar un/a investigador/a son generados en las lenguas que se hablan en sus sociedades. Incluso la informacin cuantitativa frecuentemente requiere contextualizacin que involucra el manejo de la/s lengua/s local/es. La cuestin lingstica es especialmente relevante en aquellos pases donde no se habla ingls como lengua oficial, ya que fuerza a muchos investigadores a traducir la informacin conseguida y encuadrarla en un idioma y una estructura argumentativa que no siempre permite ser fiel al sentido original (Montgomery, 2000; Canagarajah, 2002). Este desacople es mayor all donde los acadmicos no tienen revistas y publicaciones disponibles en su propio idioma, lo que obliga necesariamente a la traduccin (Cetto y Hillerud, 1995).

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(h) Las redes acadmicas e intelectuales estn espacialmente limitadas. Si bien es indudable que Internet y las tecnologas de la comunicacin han aumentado la velocidad de circulacin de las ideas, de ninguna manera han alterado radicalmente el hecho de que la posibilidad de concretar vnculos est condicionada por el tipo de entorno material en el que se est investigando. En relacin a la literatura especializada, la posibilidad de acceder a revistas online no supera la principal limitacin de las bibliotecas pblicas y privadas de muchos pases: la falta de presupuesto para comprar dicho acceso (Rodrguez Gallardo, 2007). Esto a su vez condiciona la revisin bibliogrfica que es condicin indispensable para publicar en las ms prestigiosas revistas del mundo, limitando las posibilidades de aquellos que trabajan en la academia de pases perifricos (Canagarajah, 2002). En lo que respecta a la colaboracin acadmica, es cierto que el e-mail ha favorecido los vnculos internacionales, pero algunos estudios sealan que estas relaciones estn determinadas en parte por la cercana geogrfica entre los investigadores, como as tambin por la existencia de un idioma comn o vnculos histrico-culturales (De Filippo et al., 2007; Katz, 1994). (i) La produccin de conocimiento (y ms an la teorizacin) exige la generacin sistemtica de datos por parte de los Estados. Una regla puede resumir claramente este punto: cuanto menor desarrollo socio-econmico de un pas, menor inversin en producir datos cuantitativos y cualitativos sobre su poblacin y, consecuentemente, menor la posibilidad de que se haga ciencia social empricamente valiosa. Un ejemplo histrico bastar para mostrar esto. Preocupado por desarrollar una sociologa emprica de sesgo estructural-funcionalista, el socilogo italiano Gino Germani se vio limitado por la escasa informacin disponible para anlisis estadsticos complejos entre variables sociales bsicas que permitieran explicar uno de sus principales problemas de investigacin: las migraciones internas2. Como resultado, se involucr personalmente y en representacin del Instituto de Sociologa de la Universidad de2. Las migraciones internas en la Argentina de mediados del siglo XX eran un elemento clave para comprender no slo la conformacin de los grandes centros urbanos (Buenos Aires, Rosario, Crdoba) sino, a partir de all, entender el origen social y geogrfico del peronismo, el fenmeno poltico ms relevante del pas en ese entonces (Germani, 2004).56

Buenos Aires en la preparacin del censo que se realiz en la Argentina en 1949 y, de esa manera, consigui que el Estado produjera la informacin requerida para un anlisis emprico de la sociedad (Germani, 2004: 85-88). La investigacin social seria demanda informacin que slo los pases desarrollados suelen generar en tiempo y forma como para que los cientficos sociales hagan aportes relevantes al quehacer cotidiano y a la planificacin de mediano y largo plazo. Estas notas han intentado mostrar hasta qu punto la produccin del conocimiento est imbricada en una red de instituciones, personas e ideas que lo sitan, lo que a su vez nos permite sostener que es necesario prestar especial atencin al lugar donde el conocimiento es producido para explicar, en parte, por qu una determinada explicacin de la realidad aparece, fluye y se consolida. Pero en la medida en que el lugar importa, tambin se vuelve significativo el diferencial de recursos simblicos y materiales que los lugares presentan. En otras palabras, el espacio es importante porque los recursos no estn igualmente distribuidos y, por lo tanto, una preocupacin por la dimensin espacial es a la vez un reconocimiento de las relaciones de poder que ese espacio crea y reproduce. Livingstone (2003) no est equivocado al defender una geografa de la ciencia, pero se queda a mitad de camino.Condiciones y consecuencias de la concentracin de conocimientos: centros y periferias

Altbach (2007) sostiene que, por ms que se esfuercen, los pases en vas de desarrollo no podrn tener algo como Harvard, Oxford o Heidelberg. Por qu? Porque estas universidades son productos de entornos institucionales sistemas de educacin superior y de ciencia y tecnologa que brindan las condiciones necesarias para su aparicin y consolidacin. Desde becas hasta fondos privados para investigacin, pasando por bibliotecas actualizadas y salarios competitivos a nivel internacional para los investigadores, estas instituciones se erigen en centros de redes

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de alcance global por las que circula el conocimiento, pero generalmente en una sola direccin: hacia el norte. La capacidad de algunos lugares de volverse centros donde la informacin se genera y procesa, se guarda y se difunde los convierte en lo que Latour (1987) ha llamado centros de clculo. Este proceso socio-cognitivo arroja como resultado ms llamativo la capacidad de generar en un lugar conocimiento por encima de otros lugares (alejados) y, consecuentemente, de imponer sobre estos ltimos las categoras y conceptos que en aquellos se producen. Una de las consecuencias ms importantes es que los centros pasan a producir teora, mientras que los lugares perifricos slo brindan datos: la materia prima del conocimiento (Latour, 1987; Richards, 1998; Alatas, 2003; Connell, 2006). Al concentrar informacin y al producir teora cuya aplicabilidad universal est garantizada desde el comienzo esos centros se vuelven atractivos para los investigadores que buscan desarrollar sus actividades a tiempo completo y en forma profesional. La migracin de jvenes investigadores cuyas condiciones de trabajo no satisfacen mnimos imprescindibles y de alumnos doctorales y postdoctorales que buscan insertarse en las redes globales de acadmicos da lugar a una concentracin de recursos humanos calificados que, en muchos casos, terminan por abastecer las economas ms desarrolladas. Aunque hay casos relativamente exitosos de aprovechamiento por parte de los pases expulsores de los cientficos emigrados (ver Luchilo, 2007), en general la fuga de cerebros es un proceso por el cual los pases ms pobres subvencionan indirectamente los sistemas cientfico-tecnolgicos de los ms avanzados. Desde los centros productores del conocimiento tambin se proyectan los conceptos, metodologas y supuestos epistemolgicos bajo los cuales se juzga la buena y mala ciencia. El prestigio, capacidad organizativa y alcance de distribucin de las publicaciones del Primer Mundo no tienen comparacin con los intentos desarticulados, espordicos, individuales y escasamente financiados que se reproducen en los pases

en vas en desarrollo (Cetto y Hillerud, 1995). Y esas publicaciones no son slo el canal de expresin de las ideas cientficas, son tambin modelos de lo que es la excelencia en investigacin y, por ello, constituyen un parmetro contra el cual las publicaciones de todo el mundo se comparan (Meadows, 1997). Como modelos que son, los conceptos propuestos en esas publicaciones se intentan aplicar a realidades diferentes de aquellas en las cuales fueron producidos, dando lugar a fenmenos como el imperialismo de las categoras (Rudolph, 2005) o la irrelevancia acadmica de los estudios sociales (Alatas, 2001). Importantes como son para la difusin de ideas, las revistas acadmicas no estn solas en su tarea de desplazar el pensamiento producido en los centros hacia las periferias. Instituciones de alcance global como UNESCO, el Banco Mundial, el FMI o el PNUD tambin llevan, en forma de reportes tcnicos, conceptos y marcos de anlisis hacia gobiernos del mundo en desarrollo (Fine, 2007)3. El camino contina y vuelve a esas categoras ejes de las polticas pblicas y, por eso mismo, esquemas para entender la realidad local. Uno de los resultados ms comunes termina siendo la necesidad de los gobiernos de adaptar esa realidad local (indicadores econmicos, sociales, culturales) a la teora (conceptos propuestos por los organismos internacionales) producida en el mundo desarrollado. Finalmente, cabe destacarse que las ciencias tanto de los pases en desarrollo como las de los pases desarrollados han jugado un papel importante en la conceptualizacin del espacio. Desde la geologa hasta la ciencia poltica, pasando por la geografa y la fsica, las ciencias han buscado etiquetar para delimitar, esto es, buscar conceptos que cierren espacios (ms o menos permeables) y que permitan establecer relaciones al interior de dichos espacios y entre ellos. Esto se debe, en parte, a que3. Los medios globales de comunicacin como CNN tambin aportan a esta circulacin de ideas a travs de los analistas y los periodistas especializados que explican realidades de pases perifricos a partir de la conceptualizacin con la que dan cuenta de las de los pases centrales. El efecto sobre las ciencias sociales de pases en desarrollo no es menor, en tanto los medios contribuyen fuertemente a una homogeneizacin cultural (Chomsky y Ramonet, 2006) y, por lo tanto, transforman el objeto de estudio de los cientficos sociales de los pases perifricos.59

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la idea de espacio ha estado continuamente presente como objeto de estudio en el discurso de las ciencias sociales y naturales. Pero tambin se debe a que el espacio ha permeado en el proceso de elaboracin de ese mismo conocimiento, dando un contexto que condiciona no slo las ideas, sino tambin a quienes las elaboran.El dilogo olvidado: pueden conversar centros y periferias?

del poder, sustentada en siglos de dominio econmico, social y poltico (Quijano, 2003). Esta colonialidad tiene, entre otras consecuencias, la capacidad de convertir a ciertas regiones en modelos que categorizan hacia dnde se deben dirigir las sociedades y, por lo tanto, cul es el papel del conocimiento en ese camino. Las sociedades perifricas suelen tener sus referentes fuera de s mismas, en el mundo desarrollado que le transmiti, entre otras cosas, las categoras para pensar(se). Lo interesante de ambas posiciones es que ninguna supone un dilogo en la diferencia. Los herederos del positivismo creen que las similitudes en la produccin intelectual hacen que todos los integrantes de una comunidad cientfica, intelectual, artstica sean iguales, una suerte de ciudadanos de la Repblica de las Letras. Esa igualdad reemplaza el dilogo en la diferencia por el monlogo de los pares. Los segundos, en cambio, reconocen diferencias profundas en las condiciones de produccin, pero argumentan que quienes son conscientes de dichas diferencias rara vez pueden establecer un dilogo con el mainstream de las disciplinas. El pensar-desde-la-frontera (Mignolo, 2000, 2002) es un ejercicio que, aunque necesario, casi nunca permite permear las ideas de la periferia en la academia metropolitana. Cuando se piensa desde la frontera se produce cultura, no conocimiento (Richards, 1998). Las propuestas superadoras de ambos son obvias. Los primeros creen que la periferia dejar de serlo cuando produzca ms y mejor conocimiento. Los segundos sostienen que la periferia produce otro tipo de conocimiento lo que Sousa Santos (2009) denomina epistemologa del sur que no siempre encuentra cabida en las publicaciones, exposiciones y presentaciones en el mundo desarrollado. Alertando sobre las consecuencias de posiciones intermedias, este captulo sostiene que la periferia se caracteriza, precisamente, por la incapacidad institucional de formalizar el conocimiento, es decir, la inhabilidad para (o falta de inters en) desarrollar una estructura material y simblica que permita la expresin del conocimiento localmente producido y que, una vez canalizado, permita un dilogo con otras reas. Mientras no exista dicha

La produccin y circulacin de conocimiento ha sido abordada, en lneas generales, de dos maneras contradictorias. Por un lado, influidos por el positivismo y otras doctrinas universalistas, algunos tericos han afirmado que las diferencias nacionales o locales en la prctica de la ciencia o la creacin intelectual no afectan sustancialmente los resultados de estas ltimas. As, el conocimiento producido por la qumica no vara entre Nigeria y Canad, como no debera hacerlo tampoco el que produce la sociologa o la filosofa de esos mismos pases. En los estudios de la ciencia, por ejemplo, estos autores suelen orientar sus intereses hacia la colaboracin entre cientficos y a comprender las disparidades entre reas geogrficas como una cuestin de escala que, al final, se transforma en una jerarquizacin entre centros y periferias (Schott, 1993, 1998; Wagner et al., 2001; Wagner and Leydesdorff, 2005). Del otro lado del espectro, los poscolonialistas han presentado un panorama tambin caracterizado por la jerarquizacin, generalmente como producto de la disciplinarizacin del conocimiento y su encuadre institucional en las universidades (Castro-Gmez, 2007). Otros, en una perspectiva histrica, han buscado una explicacin de la estructura de centros y periferias basada en la exportacin de una epistemologa eurocntrica que, a partir de dicotomas estructurantes (como hombre/ mujer, sagrado/profano, europeo/no-europeo), configur la prctica intelectual de las colonias, an despus de su independencia formal. En general, los poscolonialistas han argumentado que la colonialidad del saber no es otra cosa que la traduccin epistemolgica de la colonialidad

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estructura, cualquier intento por epistemologizar el problema (algo que es habitual en el poscolonialismo) es defender la habitual postura perifrica que indica que s se puede hacer investigacin sin bibliotecas, s se puede producir conocimiento sin personas dedicadas a ello en forma profesional, s se puede innovar sin invertir en laboratorios. En cambio, si dicha estructura existiera y si el mundo desarrollado no quisiera establecer un dilogo, cul sera el problema? Es necesario entonces un mapeo terico que permita conocer qu disciplinas o reas del conocimiento pueden arrojar luz en el (difcil) proceso de establecer dilogos a manera de puentes geogrficamente situados entre sitios de produccin del conocimiento. No se asume, por supuesto, que el dilogo es el resultado natural de ningn encuentro, sino el producto de condiciones polticas, sociales, econmicas y culturales que configura un terreno epistemolgico ms o menos frtil para el intercambio. Son pocos, sin embargo, los que se han adentrado en este desafo de pensar el encuentro entre la produccin metropolitana y su contraparte perifrica aceptando, a la vez, que la disparidad de recursos simblicos y materiales tienen efectos cognoscitivos profundos. Nuestro mapa ubica las obras de Galison (2001), Latour (1987, 2005) y Star y Griesemer (1989) en el paisaje de la circulacin de ideas y conocimiento, complementndose estas teoras con una sensibilidad poscolonial que, en general, se ignora o subestima (Anderson y Adams, 2008). En sus estudios de las culturas cientficas dentro de la fsica, Galison (1997, 2001) ha propuesto tres conceptos que, tomados de la lingstica, permiten la comprensin del fenmeno de dilogo intercultural. El primero de esos trminos es lenguaje de intercambio (trading language) que son estructuras lingsticas altamente especficas que se sitan entre dos o ms lenguajes (2001: 184). Este lenguaje est compuesto de palabras ms o menos desarticuladas que permiten la comunicacin entre grupos culturalmente diversos. Lenguaje hbrido (pidgin) se refiere, en cambio, a un lenguaje ms desarrollado, con suficiente es-

tructura para permitir modos de intercambio ms complejos entre los hablantes. Generalmente, el lenguaje hbrido se caracteriza por una estructura fontica, sintctica y lxica ms regular que la de las lenguas madres que la hbrida conecta (2001: 184). Finalmente, cuando este lenguaje se desarrolla completamente puede dar lugar aunque no necesariamente a un lenguaje criollo que tiene la suficiente estructura para permitir a la gente crecer (2001: 184) dentro de l. Hay, para Galison, un elemento importante que debe complementar esta perspectiva lingstico-antropolgica: los instrumentos u objetos que tambin se desplazan entre culturas. Adscribimos significado a las mquinas como lo hacemos a los smbolos matemticos. Y en nuevos contextos materiales y funcionales, el significado de las mquinas puede alterarse tambin (2001: 185). Esta preocupacin por lo material, una tendencia reciente en los estudios de la ciencia y la tecnologa, le permite a Galison plantear el concepto de lenguajes hbridos silenciosos (wordless pidgins) y de lenguajes criollos silenciosos (wordless creoles), con los que busca mostrar que no slo las palabras o las estructuras lingsticas viajan entre diferentes contextos culturales sino que tambin objetos y la interpretacin de estos forman parte constitutiva de la tarea comunicativa. Armado con este aparato conceptual, Galison (2001) se pregunta de qu forma acta la des-localizacin del conocimiento, esto es, cmo es posible que en un mundo con diferencias culturales profundas el conocimiento sea capaz de viajar, de generar lenguas hbridas y lenguajes criollos que, finalmente, son parte esencial del progreso cientfico-tecnolgico. Provee dos respuestas bsicas. La primera refiere a la multiplicacin de contextos, un proceso por el cual el contexto original (el lugar material y simblico donde el conocimiento aparece) es impuesto en otros sitios y los moldea, adaptndolo a las necesidades epistemolgicas de los instrumentos y del saber terico. As, por ejemplo, Latour (1988) ha mostrado de qu manera los laboratorios de Pasteur en Pars fueron trasladados a las colonias, para producir all el mismo conoci-

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miento que en la metrpolis. Por su parte, Shapin y Schaffer (1985) ejemplifican esto en su estudio de la difusin de la bomba de vaco creada por Boyle en Inglaterra y sostienen que la circulacin de la teora del vaco demandaba simultneamente la de la bomba y la de la(s) persona(s) apta(s) para manipularla efectivamente. La segunda se concentra en la actividad de interpretacin que tiene lugar en el lado receptor de los objetos, tcnicas o textos [] No importa cun poderoso el conjunto de tcnicas, el sitio de su aplicacin fundamentalmente altera el modo en que esas tecnologas se manifiestan (Galison, 2001: 188). En este sentido, Galison se enfoca en una hermenutica de la cultura material segn la cual dos preguntas bsicas deben guiar el anlisis: cmo es el proceso por el cual las circunstancias locales son removidas? Y luego cmo tiene lugar la reintegracin en un nuevo contexto? (2001: 188). An cuando el objeto de estudio de Galison son las subculturas de los fsicos, es posible observar que su entramado conceptual permite lidiar con situaciones de intercambio de ideas, conocimiento u objetos entre mbitos estructuralmente desiguales. En un extremo, los dos lenguajes entran en contacto en un estado equilibrado de poder. Lingsticamente tales situaciones tpicamente resultan en hbridos en los cuales la mezcla lexical de ambos lenguajes es marcadamente heterognea. [] En el otro extremo, en el cual un grupo es mucho ms poderoso que el otro, se pueden esperar estructuras lingsticas muy diferentes. Por ejemplo, en un desequilibrio de poder, es comn hallar que el lxico emerge mayoritariamente desde el lenguaje superordinario y una estructura sintctica restringida y regularizada desde el lenguaje menos poderoso. Tambin ha sido documentado que en situaciones muy desiguales, los lenguajes hbridos pueden ser reabsorbidos en algunos de los lenguajes

superordinarios. [] La multiplicacin de contextos es el caso lmite de coordinacin interlingstica slo cuando el desequilibrio de poder es tan pronunciado que los valores constitutivos y las prcticas tcnicas de los recipientes fueron totalmente subordinadas, o donde valores locales relevantes no fueron tomados en cuenta (2001: 190-191). Star y Griesemer (1989) han ahondado en las caractersticas de los objetos que pueden trasladarse de un mundo social a otro y sufrir transformaciones a la vez que mantener su identidad. Los autores han llamado estos elementos objetos-frontera. En cada mundo social, diferentes actores interpretan los objetos y textos que all se encuentran en una suerte de monopolio hermenutico. Sin embargo, cuando un objeto pertenece simultneamente a dos o ms mundos sociales, el problema se complejiza. Cuando los mundos de estos actores se intersectan la dificultad aparece. La creacin de nuevo conocimiento cientfico depende de la comunicacin como tambin de la creacin de nuevos hallazgos. Pero debido a que estos objetos y mtodos significan diferentes cosas en diferentes mundos, los actores se enfrentan a la tarea de reconciliar estos significados