Desigualdad, Diversidad Y Logro - Omegalfa

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Mariano F. Enguita DESIGUALDAD, DIVERSIDAD Y LOGRO Biblioteca OMEGALFA

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Mariano F. Enguita

DESIGUALDAD,DIVERSIDAD

Y LOGRO

BibliotecaOMEGALFA

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Mariano F. Enguita

DESIGUALDAD, DIVERSIDAD Y LOGRO

Procedencia del texto: UNIVERSIDAD DE SALAMANCA -DEPARTAMENTO DE SOCIOLOGIA- MATERIALES DETRABAJO- SERIE ANALISIS- Documento - A/03 97

Si la política educativa ha adoptado como uno de sus objeti-vos centrales, tal vez el más importante, la igualación de lasoportunidades educativas, podemos tratar de juzgarla —aun-que, en aras de la brevedad, sea algo sumaria y, por tanto,algo superficialmente— contrastando sus resultados en tornoa las principales fracturas o fuentes de desigualdad sociales.1

Entiendo que éstas son, en sociedades como la nuestra, lasdivisorias marcadas por la clase, el género y la etnia. Cabríaañadir las diferencias territoriales, pero se trata de desigual-dades de naturaleza distinta. La diferencia consiste en queunas son interterritoriales, otras intraterritoriales. Las prime-ras son lógicamente menos visibles para los individuos, mien-tras que las segundas permean la totalidad de su vida coti-diana.

1 Texto preparado para el encuentro “Propuestas: Espacios de Pedagogía”,organizado por la Fundación Santa María en Almagro, el 22 y 23 de no-viembre de 1996. Este trabajo se apoya en buena medida en otro ante-rior, “Desigualdad social, diversidad cultural y política educativa”, pre-sentado como ponencia a la V Conferencia de Sociología de la Educación,Tarragona, 19-22/IX/96.

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El alcance y la evolución de las desigualdades interterrito-riales depende, en el plano supranacional, de la división inter-nacional del trabajo, y, en el nacional, de las característicasgeográficas e históricas del país, en particular del proceso deformación y consolidación del Estado. Así, resulta elementalque, para un nivel de desarrollo similar, los países de mayorextensión pueden presentar diferencias más agudas entre lasregiones, o que la separación entre la ciudad y el campo esinversamente proporcional a la distancia y al despliegue de lascomunicaciones. La mayoría de los países tienen su propio“norte” y su propio “sur” interiores, aunque la aplicacióneconómico-social de la metáfora no obedezca necesariamentea la distribución geográfica de los polos. Estas diferenciaspueden ser especialmente notorias en países todavía en cons-trucción, como los iberoamericanos en general, o que sólo seincorporaron parcialmente a la corriente de la primera revolu-ción industrial, como sucede con la periferia sur del continen-te europeo. Pero, a la larga, el Estado tiende —entre otrascosas porque es parte de su propio asentamiento— a homo-geneizar la oferta educativa por encima de las fronteras regio-nales y a reducir las desigualdades, dentro de los límites técni-ca y económicamente factibles, entre la ciudad y el campo.

Cuadro I: Clase, género y etnia

Desigualdad CLASE GÉNERO ETNIA

Relación necesaria Explotación Discriminación Discriminación/

segregación

Relación eventual Discriminación Explotación Explotación

Presunta base Capacidad Sexo Raza

Grupos en desventaja Trabajadores Mujeres Minorías

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Muy diferente es el caso de las desigualdades de clase,género y etnia. Primero porque ante ellas la ampliación de laoferta educativa y los recursos escolares es solamente unaparte de la solución, ya que éstos son solamente una parte delproblema. Segundo, porque, al tratarse de desigualdades máspatentes para todos y cada uno, ya que se manifiestan en unacomparación, por decirlo así, con el vecino o con el hermano,la inquietud que despiertan involucra más fácilmente a la po-blación en general y a los agentes sociales en particular. Lamejor prueba de ello está en el contraste entre las toneladasde literatura que se han escrito sobre estas formas de des-igualdad educativa y el tratamiento mucho más parco de lasdesigualdades territoriales. Como si quisiera abundar en ello,pero sobre todo por la limitación intrínseca a vivir y trabajaren un país en el que el Estado ha logrado, a estos efectos (no aotros, por cierto), una implantación homogénea, voy a ocu-parme precisamente de estas desigualdades intraterritorialese interindividuales.

Cabe señalar, además, que este tipo de desigualdades y nootras son las que normalmente asociamos, de forma confusa,a la idea de diversidad. Va de suyo que los grupos étnicos son,por esencia, diversos, lo que implica algún reconocimiento desu derecho a la diferencia, y la mayoría de los estudiosos acep-tarían hoy que hombres y mujeres, siendo biológicamentedistintos, pueden transitar por procesos de desarrollo diferen-tes. Menos clara resulta la cuestión de si hay algo en las dife-rencias de clase que pueda ser considerado mera diversidad, osi hacerlo así no sería sino encubrir con un eufemismo unaforma de desigualdad. En este texto intentaremos argumen-tar, inter alia, cómo el no reconocimiento de la diversidad,particularmente la creencia en la existencia de una sola y úni-ca cultura —la de la escuela, por supuesto— y el tratamiento

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igualitariamente formalista de situaciones desiguales puedenconducir y conducen a la creación de un eficaz mecanismo dedesigualdad. Sin embargo, no entraremos en la cuestión, sinduda más difícil, de qué parte de esa diversidad debe ser res-petada y qué otra parte no es sino la consecuencia de la des-igualdad. “Iguales pero diversos” fue no hace mucho, creorecordar, el lema de alguna campaña institucional, y si no lofue podría haberlo sido o podría serlo ahora o en el futuro.Todo el mundo parece aceptar que la desigualdad es malapero la variedad es buena, pero, ¿dónde termina una y dóndeempieza otra?

Existen, finalmente, una desigualdad y una diversidad delas que no vamos a ocuparnos. La primera es la que conciernea las diferentes capacidades individuales, naturales; la segun-da, la que atañe a las distintas inclinaciones, actitudes, etc.,también individuales. Atender a esta desigualdad/ diversidadindividual se supone el cometido de una educación o, al me-nos, una tutela y una orientación individualizadas. Nuestroproblema no está ahí, sino en las formas colectivas de des-igualdad que la escuela legitima tan a menudo como mera-mente individuales y en las manifestaciones igualmente colec-tivas de diversidad que la institución sólo sabe asimilar comosingulares.

Pasados y procesos similares

Aunque las desigualdades de clase, género y etnia son rea-lidades distintas y requieren tratamientos diferentes, presen-tan importantes paralelismos que, en combinación con loscontrastes asociados, permiten, creo, una mejor comprensióntanto de las desigualdades en sí como de las políticas con quehan sido afrontadas.

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Los trabajadores, las mujeres y las minorías étnicas han se-guido procesos hasta cierto punto similares en relación con laescuela. Primero fueron simplemente excluidos de unas es-cuelas que eran de la pequeña y media burguesía, para varo-nes y no mujeres y para la etnia dominante. Es impensable darcuenta detallada aquí de esto, pero permítanseme algunaspistas. Las escuelas nacieron como un fenómeno urbano, limi-tado a la burguesía —en sentido primigenio— acomodada y aun sector de la pequeña burguesía vinculado o candidato avincularse a funciones eclesiásticas, burocráticas o militares.Los demás, los campesinos y, en buena medida, los artesanos,por no hablar ya del resto —los que no tenían ni tierras ni ofi-cio, el protoproletariado de las ciudades—, estaban excluidosde derecho o de hecho. Las mujeres, por su parte, fueron ex-cluidas de hecho —se criaban con sus madres— o incorpora-das a “escuelas” en las que ni siquiera se les enseñaban lasprimeras letras, sino tan sólo disciplina, piedad y buenas cos-tumbres. Las minorías étnicas, en fin, han acumulado episo-dios de exclusión expresa hasta muy recientemente: entrenosotros, por ejemplo, los gitanos fueron excluidos primero dederecho —lo mismo que de los gremios y otras instituciones—y luego, en gran medida, de hecho, pues siempre se encontra-ban en las bolsas de no escolarización en las zonas rurales po-bres, las periferias urbanas más marginales, etc.

Hay dos buenos indicadores de esto, normalmente ignora-dos por esa historia de la educación que se confunde con lahistoria de las doctrinas pedagógicas. El primero está en laspropias doctrinas: contra lo que a veces se afirma y casi siem-pre se deja entender explícitamente, la Ilustración, oleada delpensamiento a la que podemos situar justamente en los orí-genes de la pedagogía de la época contemporánea, no fue unmovimiento inequívocamente favorable a la educación de lostrabajadores, las mujeres y las minorías étnicas o los pueblos

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de las colonias. Si acaso, fue más bien todo lo contrario. Lamayoría de los philosophes, entre ellos algunos tan destacadoscomo Voltaire, Mirabau o Destutt de Tracy, fueron abierta-mente hostiles a la educación popular, y otros la ignoraron ohablaron de la educación de la nobleza y la alta burguesía co-mo si fuera la educación en general, indicando así que, paraellos, el mundo civilizado terminaba donde esas clases socia-les, como era el caso de Rousseau (algo perfectamente claroen el modelo nobiliario de la Educación del Emile o en las dis-quisiciones sobre si la baja nobleza debía o no educarse juntoa la alta en las Consideraciones sobre el gobierno de Polonia);y, por supuesto, la otra corriente del pensamiento ilustrado,los economistas (y, con ellos, los filósofos ingleses), nunca tu-vieron la menor duda de que las clases populares no debíanser sino disciplinadas y capacitadas para el trabajo. En cuantoa las mujeres, sólo Condorcet, entre todos los ilustrados deprimera fila, abogó firmemente por su educación en términosequiparables a los del varón. Por último, las doctrinas sobre laeducación de la razón humana no eran aplicables de ningunaforma a los pueblos “salvajes”, cosa que en la época iba desuyo y no hacía falta siquiera mencionar, pero que se encargóde recordar, precisamente, un ilustre ministro del ramofrancés con una larga experiencia en la administración colo-nial, Jules Ferry, al afirmar que la Declaración de los Derechosdel Hombre no había sido escrita para ellos.

La segunda pista la da la historia del magisterio, concreta-mente el reclutamiento o la formación de maestros especialespara esos grupos: trabajadores, mujeres, minorías. En el sigloXIX, los inspectores de industria británicos llamaban la aten-ción sobre el hecho de que los maestros de las escuelas domi-nicales, las únicas a las que por ley tenían que acudir los niñostrabajadores, a menudo tenían dificultades para escribir sunombre o no sabían hacerlo en absoluto, pues se trataba en

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realidad de obreros retirados del trabajo manual por su avan-zada edad, o por incapacidad física, a los que la empresa des-tinaba a esos menesteres, que tenían que aceptar a falta dealternativas. En España, existió durante un período lo que unainvestigación reciente denominaba, lacónicamente, “la maes-tra analfabeta”, unas maestras que no sabían leer ni escribir,porque su objetivo era educar a las niñas, y éstas podrían bas-tarse con la piedad, las buenas costumbres, la sumisión y lainiciación en las labores del hogar. También en el sur de losEstados Unidos hubo durante largo tiempo centros especialesdedicados a la formación de unos maestros especiales quedarían clase a los niños negros en escuelas especiales, y creoque podrían encontrarse multitud de ejemplos en relación conotras minorías en otros lugares.

Cuadro II: El proceso de incorporación

Desigualdad CLASE GÉNERO ETNIA

Fase deexclusión

No escolarizacióninternamiento,

aprendizaje

No escolarización,educación domés-

tica

No escolarización,evangelización

Fase desegregación

escuela popular escuelas separa-das

escuelas-puente

Fase deintegración

Comprehensivi-dad

Coeducación Integración

Incorporacióna escuela

De clase media Masculina Nacional, paya, etc.

En realidad Asimilación Escuela mixta Aculturación

En una segunda etapa, estos grupos fueron escolarizadosde forma segregada. Los trabajadores y las clases populares lofueron en las “escuelas alemanas” (así llamadas en Italia), laspetites écoles, las escuelas populares, las Volkschülen, etc.,

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que inicialmente no fueron el nivel primario de un sistemaunificado, sino el único nivel y tipo de educación al que acce-dían, mientras que sus coetáneos de las clases privilegiadasacudían a los institutos, liceos, Gymnasia, public schools, etc.,que contaban con sus propias clases preparatorias para los demenor edad. Este dualismo está fuertemente presente todavíaen el lenguaje escolar, no sólo en la conservación de algunostérminos mencionados, sino también en otros pares de con-ceptos que han perdido en parte su sentido, pero que nos re-cuerdan que la diferencia de grado actual entre primaria ysecundaria fue, antaño, una diferencia de clase: maestro/ pro-fesor, escuela/colegio, alumno/estudiante, instrucción/ ense-ñanza… A esta divisoria se superpuso después, en muchoscasos, la que separa a la escuela privada de la escuela pública,la primera normalmente reservada a los grupos sociales másfavorecidos.

Las mujeres fueron escolarizadas durante mucho tiempo encentros separados, una situación que en numerosos países seprolongó hasta hace relativamente poco. Si había recursosmateriales y económicos y una densidad de población sufi-ciente, se creaban centros diferentes para cada sexo ya desdela escuela primaria. Si no, se separaba a niños y niñas en clasesdistintas dentro de la misma escuela, o cuando menos se po-nía a los niños a cargo del maestro y a las niñas, aparte, a car-go de una maestra, o de la esposa del maestro, que no ne-cesariamente lo era también. Esto iba acompañado de pro-gramas de estudio al menos parcialmente distintos ya en laescuela primaria, y más aún en la secundaria.

Y, las minorías étnicas, lo mismo; inicialmente de derecho,como las escuelas para negros del sur de los Estados Unidos, yluego de hecho, como en las escuelas de los barrios negros delnorte (no por nada la campaña de los derechos civiles tuvo suprueba de fuerza en la política de busing, de transporte en

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autobús de los niños negros a escuelas de los barrios blancos).En España, los gitanos fueron durante los setenta y los prime-ros ochenta concentrados en las llamadas escuelas-puente;incluso hoy, la incorporación forzosa a la escuela sin una pa-ralela incorporación plena a la economía dominante está pro-duciendo un nuevo fenómeno, lo que empiezan a llamarse“colegios públicos con gitanos”, o sea, colegios públicos en losque se concentran en gran proporción los gitanos y minoríasétnicas de origen inmigrante, porque están ubicados en zonaspobres y/o de asentamiento, y de los que se van entonces lospayos o simplemente los nacionales —como en la white flightpatrocinada por los blancos norteamericanos cuando a susescuelas llegaron los negros—, con lo que se riza el rizo y ter-minan por constituirse enclaves o ghettos escolares étnicos.

En una tercera etapa, todos estos grupos fueron o estánsiendo incorporados a lo que consideramos escuelas ordina-rias. De ello se han ocupado tres reformas a las que se ha bau-tizado con nombres distintos: comprehensividad, coeduca-ción, integración. Pero estas escuelas “ordinarias” son tam-bién las escuelas de la pequeña y media burguesía, de los va-rones, de la etnia dominante. Podemos decir, entonces, quelos trabajadores fueron incorporados a la escuela burguesa,las mujeres a la de los hombres y los gitanos a la de los payos.

No hicieron falta para ello conspiración ni plan perverso al-gunos. No es que nadie se propusiera hacer una escuela hostila los nuevos grupos, sino simplemente que se había configu-rado previamente a la medida de los otros. Después de todo,los otros, o sea, la clase media y alta, el género masculino y lamayoría étnica no sólo estaban allí desde tiempo atrás, sinoque a los mismos grupos pertenecía ya el profesorado, y tantomás las autoridades con capacidad de decisión tanto en cadacentro como en la administración educativa general. Pero,sobre todo, su cultura, sus actitudes, sus valores, sus formas

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típicas de comportamiento, sus visiones del mundo, de sí y delos demás eran, como todavía son en gran medida, las domi-nantes en la sociedad global y, muy particularmente, entre susélites. Más aún: la escuela se había fundado y extendido, pue-de decirse, para propagarlas: para difundir y legitimar la “cul-tura culta”, o sea, el modo de vida de la clase media; para so-cializar con vistas a las instituciones económicas y políticasextradomésticas, o sea, la mitad del mundo por entonces ne-tamente masculina; en fin, para construir una identidad na-cional, vale decir diferenciada del exterior y sin diferenciasinternas, y para fomentar el progreso y el avance de la civiliza-ción, esto es, para ahondar las distancias con las culturas pre-industriales.

Reformas equiparables con resultados dispares

Sin embargo, los procesos y los resultados de estas refor-mas han sido muy distintos, y no siempre en el sentido espe-rado, al menos inicialmente. La reforma comprehensiva sinduda es la que más atención ha requerido, la que ha estadomás en el centro de los debates educativos, la que antes seemprendió y la que ha tenido tras de sí agentes colectivos másactivos y con mayor claridad de propósitos. Piénsese, simple-mente, en cómo se llegó durante mucho tiempo a identificarla desigualdad con la desigualdad de clase, o en el papel pre-dominante de la izquierda y de su discurso, y su vinculaciónpreferente a la clase trabajadora. La reforma coeducativa hasido normalmente posterior, aunque no siempre, y en todocaso mucho más discreta y silenciosa; no ha contado congrandes valedores organizados equiparables a los partidos deizquierda (en cuyo discurso y cuyos programas ocupaba y to-davía ocupa un papel menos importante) o los sindicatos. Lareforma integradora de las minorías étnicas es mucho más

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reciente, aunque en algunos casos bastante sonora, y los co-lectivos afectados mantienen actitudes muy diversas, desde lareivindicación y el activismo de los negros norteamericanoshasta el rechazo o la pasividad entre los gitanos españoles.

Cuadro III: Procesos, resultados y agentes de las reformas

Desigualdad CLASE GÉNERO ETNIA

Reforma Comprehensividad Coeducación Integración

Proceso Largo, antiguo(desde los 50-60)

Más reciente(desde los 70)

Muy reciente(Europa en los 80)

Lugar Central, prioritario En segundoplano

Marginal,seccional

Nivel de organiza-cion del grupo

Muy alto, sobretodo en Europa

Comparativa-mente muy bajo

Alto en países deasentamiento,bajo en resto

Resultado(alcance)

Mediocre Brillante Pésimo

Resultado(homogeneidad)

Media(desigual)

Alta(uniforme)

Baja(casuístico)

Los resultados aún difieren más. Los más brillantes son, sinduda, los de la incorporación de las mujeres. Hoy presentantasas de retención, acceso y promoción superiores a las de loshombres en todos los niveles educativos, aunque no accedantodavía a las mismas ramas y especialidades. Aunque un tra-tamiento más detallado exigiría una mayor diferenciaciónsegún el tipo de capacidades, ramas de la educación, etc., engeneral hay que señalar que las mujeres obtienen mejoresresultados, tanto en términos formales (calificaciones, creden-ciales) como reales (pruebas “objetivas”, o sea, tests y otras

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pruebas al margen de la evaluación regular), que los hombres.De manera general, puede decirse que las mujeres están lo-grando una educación similar a la de los hombres de su clase yetnia (hay algunos bastiones masculinos y, ciertamente, otracosa es el acceso al mercado de trabajo), lo que equivale aafirmar que los resultados de las reformas han sido positivosen general, para todas las mujeres, con independencia de suclase y su etnia.

Los efectos de la reforma comprehensiva han sido, en cam-bio, medianos o mediocres por doquier, a pesar de su máslarga duración y del mayor énfasis puesto en ella. Aunque sinduda ha mejorado mucho la educación de los que menos reci-ben, y aunque puede afirmarse que han aumentado las opor-tunidades de movilidad educativa, el origen de clase sigue pe-sando fuertemente sobre las oportunidades escolares (y tam-bién, después, sobre los efectos de estos resultados en el mer-cado de trabajo). Aquí hay que añadir, no obstante, que losefectos de las reformas no son para los trabajadores, comopara las mujeres, urbi et orbe, sino bastante variados: no atodas las clases les ha ido igual, ni proporcionalmente igual, yprobablemente han mejorado más el rendimiento y las opor-tunidades de la pequeña burguesía urbana o los trabajadoresde los servicios que los del campesinado o la clase obrera in-dustrial. En cuanto a las minorías étnicas, hay que comenzarpor decir que los resultados son mucho más dispares, perotambién con mayor tendencia al desastre.

Más dispares, porque la dimensión de la etnicidad es, pordefinición, más amplia, son los resultados de los diversos gru-pos étnicos minoritarios. Existen minorías con resultados bri-llantes, como sucede hoy en los EEUU con muchos de los gru-pos de origen asiático o sucedió ayer por doquier con los ju-díos, lo cual parece estar vinculado a su papel de minorías co-merciantes, con una buena situación económica (judíos, indios

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en los puertos francos, chinos en otros países asiáticos), o a suprocedencia de sociedades, aunque muy distintas de las nues-tras, ya de por sí altamente estructuradas y muy alejadas de lasociedad folk y de la economía de subsistencia (en general, lainmigración asiatica, particularmente japonesa, china e indo-china, a países occidentales). Pero junto a éstas están las otrasminorías con resultados desastrosos, como los negros y loshispanos en la Norteamérica de origen dominante anglosajona(pace México), o como los grupos gitanos tradicionalistas en elnuestro. Y, como las minorías de peores resultados suelen serincomparablemente más numerosas que las otras, la diversi-dad tiende en conjunto, como se ha indicado, al desastre.

Cuadro IV: Las desigualdades económicas

Un posible motivo de esto es simplemente económico. Lasfamilias de distintas clases sociales tienen diferentes nivelesde riqueza y de ingresos, y las de distintos grupos étnicos tam-bién, posiblemente en mayor grado, mientras que cualquierfamilia tiene los mismos recursos, en principio, para sus hijosque para sus hijas. El argumento es sólido, pero no debe exa-gerarse su importancia. Primero, porque la generalidad de la

Desigualdad CLASE GÉNERO ETNIA

Resultado Mediocre Brillante Pésimo

Capacidadeconómica

Recursos desigualesentre

Unidades familiares

Recursos igualesen cada

unidad familiar

Recursos desiguales, conposible carencia total

(parias, círculo pobreza)Disposiciónpara usarlos

en laeducación

Distinta valoraciónde la educación

Prioridades enproceso

de equiparación

Distinta valoración, conposibilidad de indiferen-

cia o rechazo

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población accede ya sin demasiados problemas a una mismadosis básica inicial, pero muy considerable, del mismo tipo deescolaridad (equipamiento, medios, programas, profesores)cualesquiera que sean su clase, su género y su etnia, pero encondiciones similares, o muy parecidas, siguen produciéndoseenormes diferencias de resultados.

Segundo, porque afirmar que las familias tienen los mismosrecursos potenciales para sus hijos que para sus hijas es unacosa, pero suponer que se los van a dedicar de forma igualita-ria es otra, ya que significa aceptar como supuesto lo que pre-cisamente era el problema, pues las familias no han necesi-tado evolucionar menos que las escuelas, e incluso puedeafirmarse que lo han hecho y todavía lo hacen más lenta-mente. De hecho, el argumento puede trasladarse parcial-mente al ámbito de las clases y las etnias, pues, lo mismo omás que con distintas dotaciones económicas, es posible queéstas, tanto unas como otras, presentes disposiciones muydistintas ante la educación, o más exactamente ante la opciónde invertir en ella una parte mayor o menor de sus recursos,en dinero como en tiempo. Es un lugar común que la clasemedia da más importancia a la educación que la clase obrera,y sin duda necesitaríamos distinciones mucho más finas quenos permitieran separar a los empleados administrativos delos trabajadores manuales, a los cuadros directivos y profesio-nales de los empresarios, etc.

De modo similar, los grupos étnicos pueden otorgar y otor-gan un valor muy distinto a la educación, según su peculiarcultura y su visión de su propio lugar en la sociedad entorno.Dos ejemplos extremos para mostrar esta gran variabilidad:por una parte, el muy elevado que le conceden los judíos, talvez por su tradición religiosa especialmente apegada a la in-terpretación de las escrituras, por su cosmopolitismo comominoría dispersa entre naciones pero con lazos de solidaridad

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supranacionales y por el hecho de que la educación es, des-pués del oro, el activo más fácil de transportar en caso de hui-da, una experiencia desoladoramente frecuente; por otra, elescaso valor que le conceden los gitanos, con su cultura cla-ramente ágrafa y su modo de vida adaptado a los intersticiosde las sociedades entorno pero basado a la vez en el mante-nimiento de las distancias. La incomparable contribución delos judíos a la cultura occidental sólo puede comprenderse apartir de una fuere identificación con la institución escolar,propia o ajena; el rechazo de los gitanos a la escuela, en fin,resulta perfectamente coherente en la perspectiva de prote-ger y mantener su peculiar modo de vida, en particular sueconomía y su solidaridad grupal.

Culturas, subculturas y papeles

Me parece tanto o más relevante aunque menos frecuen-temente señalada, sin embargo, otra diferencia. Los gruposétnicos se distinguen típicamente unos de otros por su cultu-ra, cualquier cosa que sea ésta; las clases sociales forman par-te de una sola sociedad y una sola cultura, aunque pueden —pero no necesariamente, o no todas, según qué concepto declase utilicemos— alimentar variantes más o menos distintasde la misma, lo que suele llamarse subculturas; hombres ymujeres, sin embargo, pertenecen a una misma cultura y sub-cultura y se diferencian simplemente por los distintos papeleso roles sociales que éstas les asignan.

Al decir que los grupos étnicos son o culturas, o se distin-guen unos de otros por su cultura, no pretendo en modo al-guno entrar el debate sobre el concepto de cultura, ni muchomenos en la ya prolongada discusión sobre si la cultura es algoesencial, o primordial, en función de lo cual se establecen loslímites entre el endogrupo y el exogrupo, o si, por el contrario,

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es el empeño mismo en el mantenimiento de los límites el queexige una y otra vez la reformulación de los elementos cultu-rales que definen al grupo. Al contrario, quiero señalar que, silo cierto es lo primero, resulta suficiente para mi argumento,pero, si lo cierto es lo segundo (añadiré, para los curiosos, queésta es mi opinión sobre lo que realmente sucede en un mun-do en el que ya nadie está aislado), tanto mejor para ello, puesa fortiori habrán de aparecer y de mantenerse estos límites eny ante una institución cuya vocación original es barrerlos de lafaz de la tierra.

Cuadro V: Las diferencias culturales

Desigualdad CLASE GÉNERO ETNIA

Resultado Mediocre Brillante Pésimo

Cultura de losdistintos grupos

SUBCULTURAS(variantes de una

cultura global)

PAPELES(en una cultura y

subcultura únicas)

CULTURAS(distintas, tal vez incluso

contrapuestas)

Composiciónsocial docentes

Alejamiento deltrabajo manual

Feminización Homogeneidad étni-ca,segmentación,

passing

Mentalidadprofesionaldocentes

Culta , escolar,pequeño burguesa

General¿Feminizada?

Universalista,asimilacionista

Las clases sociales en cuanto tales (es decir, si no se super-ponen a los grupos étnicos, como a veces sucede) forman par-te, altas o bajas, dominantes o dominadas, cultivadas o incul-tas, explotadoras o explotadas, de una misma y única culturanacional. Una nación es precisamente eso, en buena medida:la incorporación y asimilación del pueblo a la cultura de la éli-te, de las clases bajas a la de las clases altas. Pero ese proceso

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de fondo requiere mucho más tiempo que el de la simpleconstitución de la nación como unidad de Estado (poder polí-tico) y territorio, por lo que la fisura entre las clases dentro decualquier Estado nacional, incluso del más homogéneo étnicay culturalmente, fisura todavía vigente por doquier en todoslos sentidos, no es simplemente una fisura económica, entreexplotadores y explotados, entre poseedores y desposeídos,entre ricos y pobres, etc., sino también una fisura cultural quesepara a grupos sociales con modos de vida y concepcionesdel mundo nítidamente distintos, al menos en los extremos ypor más que pueda siempre señalarse una zona intermedia deconfusión y ambigüedad. Este es el sentido de hablar de sub-culturas, todas ellas, entendidas como variantes fuertes deuna misma cultura.

De orden muy diferente es el caso de los papeles (o roles)de género. Es claro que pueden ser papeles abiertamente dis-tintos, sin duda dispares e incluso en gran medida contrapues-tos, pero se trata siempre de papeles asignados y aprendidosen una misma y única cultura (y subcultura), y para ser des-empeñados en su interior. (No quiero decir con ello, sin em-bargo, que las diferencias de papeles de género sean iguales niequiparables en todas las culturas: es manifiestamente menorla desigualdad entre hombres y mujeres, por ejemplo, en lospaíses árabes-islámicos que en los de raíz europea-cristiana,así como, dentro de éstos, en los países escandinavos que enlos latinos.). Los papeles de género pueden ser tremenda-mente desiguales en sí, pero creo que esto no es ya muy rele-vante, hoy día, de cara a la educación; o no en el sentido quehabitualmente se piensa —salvo, claro está, que incluyan defi-niciones expresas del acceso a la educación o tengan conse-cuencias indirectas sobre él, como cuando los gitanos o losmusulmanes exigen que se separe a los jóvenes de distintosexo a partir de cierta edad, incluso en las aulas, y retiran a sus

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hijas de las escuelas mixtas—. En todo caso, la lengua y su usocotidiano, el consumo de bienes y servicios culturales, la valo-ración general de la educación, el nivel escolar de los padres,etc., elementos todos ellos de gran efecto sobre el rendi-miento escolar de la prole, son únicos en y para cada familia y,por tanto, los mismos para sus descendientes de ambos sexos.

Nada de esto tendría importancia si la escuela transmitieray valorara una cultura neutra, o múltiple, o ajena a todos. Pe-ro, como se ha dicho, cada grupo incorporado tardíamente loha sido a una escuela hecha a la medida del que estaba al otrolado de la divisoria, de manera que éste juega siempre conventaja y aquél en desventaja. La cultura escolar no es, comose ha criticado hasta la saciedad, “la” cultura en singular, laúnica cultura posible o la mejor sin duda de todas las imagina-bles, sino una de ellas. Incluso más: es una cultura (étnica),una subcultura (de clase) y tal vez prime un tipo de papeles(de género). No quiero con esto, ni mucho menos, predicar unrelativismo cultural en el que, como en la noche, todos losgatos se vean pardos. Creo firmemente que la cultura occiden-tal es mucho mejor que sus concurrentes, especialmente porsus valores de respeto a la vida, libertad e igualdad, sin dudainsuficientemente realizados pero inequívocamente presentesen ella; creo también que la cultura de la clase media ha dadolugar a creaciones del intelecto y la sensibilidad humanos si-tuadas bastante por delante de lo que quiera que pueda ex-traerse de la llamada cultura popular; y creo, en fin, que lospapeles masculinos contienen un elemento de libertad frentea la naturaleza, la reproducción y la familia que se echa demenos en los papeles femeninos tradicionales. Pero creo tam-bién, con no menor convicción, que cada una de estos logrosse ha obtenido al precio de considerables pérdidas, así comoque las pérdidas resultan precisamente mayores donde loslogros son menores. De este modo, en primer lugar, la opción

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por la cultura occidental no debería llevarnos a menospreciarlos valores de las demás culturas, no ya para quienes formanparte de ellas (como sostiene el nuevo relativismo cultural dela nueva derecha: todo el mundo es magnífico siempre que sequede en su casa), sino para nosotros mismos, ni a olvidar quelos mejores logros culturales han surgido siempre del mestiza-je, en la frontera; en segundo lugar, el reconocimiento de losmejores logros de la cultura de las élites no debe hacernospasar por alto la unilateralidad del modo de vida, los valores ylas visiones del mundo sobre los que ha florecido, por ejemploel menosprecio del trabajo manual; en tercer lugar, el com-prensible deseo y el indiscutible derecho de las mujeres a ac-ceder a la misma condición y posición que los hombres nodebería impedirnos entender que estos mismos las lograronrenunciando a poco menos que la mitad de sí mismos, porejemplo al pleno ejercicio y disfrute de la paternidad.

Lo que sucede, en consecuencia, es que el grado de distan-cia o de oposición frente a la cultura escolar “(pequeño) bur-guesa”, masculina y etnomayoritaria es muy distinto segúnproceda de lo que hemos denominado diferencias culturales,subculturales o de papeles, es decir, según pensemos en lasminorías, los trabajadores o las mujeres. Cualquiera que sea elvalor relativo de cada cultura, cada subcultura o cada modelode papel frente a su(s) posible(s) alternativa(s), el hecho másgeneral y elemental es que son distintos, lo cual implica dis-tancia, y posiblemente opuestos, lo cual supone conflicto. Porconsiguiente, según cuáles sean su cultura, su subcultura y supapel asignado de origen, los alumnos se encontraran en dis-tinta posición ante y relación con la institución escolar.

Del otro lado de la relación pedagógica, la composición so-cial y la mentalidad típicas de los principales agentes de la ins-titución escolar, el profesorado, probablemente hayan abun-dado en el mismo sentido. El magisterio fue, en principio, de

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origen social medio-bajo en términos de clase, masculino y dela etnia mayoritaria. Su procedencia de clase podría implicarcierta proximidad intergeneracional al mundo del trabajo ma-nual, pero su trayectoria fue desde el comienzo la de un pro-gresivo apartamiento del mismo. El profesor de origen humil-de es, quizá, la mejor ejemplificación de lo que Gramsci llama-ba “la traición —de clase— del becario”: un tránsfuga social —lo que casi todo el mundo quiere ser, por otra parte, de mane-ra que no se tome esto como una descalificación colectiva, ymenos aún como un estigma individual. La misma opción porla docencia es, en todo caso, una variante entre otras de laopción más general por el trabajo intelectual frente al trabajomanual, lo que ya de por sí, especialmente en los orígenes dela escolarización universal —cuando el trabajo asalariado, eincluso simplemente el trabajo, era de forma aplastante traba-jo manual en la acepción más estricta del adjetivo—, repre-senta un alejamiento de la clase de origen. Un alejamiento,digámoslo también, presumiblemente mitigado en algún gra-do por el componente vocacional, solidario, incluso misionero,siempre perceptible —aunque no insensible al paso del tiem-po— en la opción por la profesión docente.

Posteriormente, la feminización de la docencia supuso nosólo el cambio de su composición de género —que es otronombre para lo mismo— sino también un cambio en su com-posición de clase. El maestro varón de origen de clase humildefue progresivamente sustituido por la maestra mujer de ori-gen de clase medio o media-alto (a la que su familia habíahecho estudiar Magisterio, o alguna licenciatura conducente ala enseñanza, mientras al varoncito le hacían estudiar algo conmejores perspectivas económicas); maestra que, sin embargo,o precisamente por ello, contraería matrimonio con un varónde estatus ocupacional y una clase social posiblemente supe-riores a los de su propia ocupación de destino y equiparables a

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su clase de origen . En otras palabras, tanto en origen como endestino, la clase social de la maestra está más alejada de laclase obrera o de las clases trabajadoras que la del maestrovarón. Pero, en términos de género, esto sin duda ha signifi-cado una mayor proximidad y comprensión entre los —ahora,en gran proporción, las— docentes y las discentes, así comouna oportunidad inusual, para las niñas, de ver a mujeres enpapeles extradomésticos.

En lo que concierne a la composición étnica, pueden darsemuchas variantes, pero las más probables entre los gruposétnicos autóctonos son dos: una, la consistente en que, al te-ner el grupo minoritario sus propias escuelas, tenga tambiénsu propio magisterio, pero que al integrarse en un único sis-tema escolar éste resulte más o menos preterido (v.g. los ne-gros en los EEUU); otra, que el grupo no logre tener ningunapresencia significativa en el magisterio (v.g., las poblacionesnativas en los países de colonización anglosajona y los gitanosen España). En el primer caso, además, es muy plausible quelos miembros de la minoría incorporados al magisterio regis-tren cierta tendencia a adherirse a los valores del grupo domi-nante, incluso a renegar abiertamente del propio de origen: la“traición” de clase del becario tiene su correlato étnico en elconformismo del tío Tom. Los inmigrantes, por la propia natu-raleza de su relación con la sociedad de acogida, difícilmenteencontrarán a semejantes étnicos en la institución escolar,pues para hacerlo habrían de esperar, por lo menos a la ter-cera generación (la segunda generación son los hijos de losinmigrantes originales que se escolarizan por vez primera en elpaís anfitrión, y, en la medida en que algunos de éstos lleguena desempeñar la docencia, sus hijos podrán ver de lejos o decerca a maestros y profesores de la propia minoría), y posi-blemente a la cuarta o más (pues el acceso a la profesión do-cente implica cierto grado de éxito escolar —aunque no nece-

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sariamente social— que, como venimos argumentando, nomenudea entre las minorías). Los inmigrantes, pues, han deesperar a que una parte de ellos, al menos, se convierta enautóctona para poder verse a sí mismos sobre la tarima.

En suma, la composición social del magisterio habría va-riado en detrimento de los alumnos de clase baja y en favor delas mujeres, pero manteniéndose siempre muy desfavorablepara las minorías étnicas.

En términos culturales, de mentalidades, el balance puedeser parecido. Un docente es, por definición, alguien que hasobrevivido a la escuela y que ha decidido quedarse en ella, loque quiere decir que se siente, o se ha sentido en algún mo-mento, relativamente a gusto entre sus paredes. Es poco pro-bable, pues, que comprenda fácilmente a quienes rechazan lacultura, las pautas de comportamiento, los valores y las pro-mesas de la escuela en nombre de los propios de la fábrica,del trabajo manual, etc. Por otra parte, el docente es educadoen una cultura en parte real y en parte pretendidamente uni-versalista, pero en todo caso con esa vocación, lo cual puedeconvertirse —y, a menudo, se convierte— en un serio obstá-culo para su aceptación de otras culturas. Sin embargo, losvalores de orden, convivencia, trabajo en equipo, comunica-ción verbal, etc. característicos de la escuela y necesarios parasu funcionamiento regular, quizá por el mero hecho de seruna institución que ocupa tantas horas de la vida de la infan-cia, podrían resultar más favorables a las pautas de comporta-miento típicas del género femenino que a las del constructomasculino. Además, la feminización de la docencia podría su-poner, al menos potencialmente, un conflicto entre segmen-tos de rol para los niños (subordinados como niños, etc., perodominantes como varones frente a la maestra en posicióninversa) y no para las niñas.Diversidad + evaluación = desigualdad (al menor descuido)

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No voy a entrar aquí en sofisticadas disquisiciones sobre laevaluación sumativa, formativa, etc., de resultados o de pro-ceso, ni otras distinciones similares. Mi argumento será másde andar por casa, casi de sentido común, y se reduce a quealgunos de los factores más importantes que, al parecer, sub-yacen a la valoración de los alumnos por los profesores sonfactores fuertemente relacionados con las desigualdades degénero, clase y etnia, pero más con las de etnia que con las declase y más con éstas que con las de género. La expresión “alparecer” no es muy precisa, pero sirve como elipsis para nomencionar aquí la multitud de estudios sobre los factores defondo del rendimiento escolar. El lenguaje no sólo es el ele-mento vehicular omnipresente del proceso educativo, sinoque es el objeto mismo de éste de forma apabullante en losprimeros años de escolaridad y de forma muy relevante en lossiguientes. “Capital cultural” es una expresión deliberada-mente vaga con la que pretendo designar el conjunto de co-nocimientos, capacidades, destrezas, familiaridades, etc. pre-viamente adquiridas, la mayoría de las veces casi por ósmosis,sin un proceso específicamente encaminado a ello, y funda-mentalmente en la familia y el entorno social inmediato, queponen al alumno en mejor o peor posición de partida, y re-nuevan constantemente esta posición, frente a los requeri-mientos cognitivos de la institución escolar. La “disciplina”,caída en desgracia en el discurso escolar —aunque última-mente recuperada, tal vez tarde, como “convivencia” o comoparte de las “actitudes”—, es una preocupación de la institu-ción escolar y de sus agentes, los maestros y profesores, aun-que sólo sea porque se trata de una organización complejaque no puede considerar garantizada la conformidad de supúblico, el alumnado; aunque no figure ya en los boletines de“notas”, como antaño, creo que no cabe dudar de su promi-nente consideración por los profesores a la hora de evaluar.

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Los “modos de autopresentación” —o, si se prefiere, el as-pecto exterior— han sido señalados reiteradamente como unelemento de gran eficacia en la formación de las expectativasiniciales, pero duraderas y resistentes al cambio, en todo con-texto de interacción social, y particularmente en la escuela.Finalmente, por “actitud hacia la escuela” podemos entenderel conjunto de actitudes hacia los tipos básicos de requeri-mientos que forman parte de o rodean a ésta: creencia en lasvirtudes de la cultura y los diplomas escolares, disposición aposponer la gratificación, actitud hacia el grupo, etc.

En la medida en que estos elementos sean evaluados,explícita o implícitamente, con criterios uniformes y unitariospara todos, producirán desigualdad, y no cualquier desigual-dad. Producirán desigualdad, precisamente, a lo largo de lastres dimensiones una y otra vez mencionadas: la clase, elgénero y la etnia. Aunque, eso sí, con consecuencias muy dis-tintas en cada uno de los casos.

Cuadro VI: Algunos aspectos susceptibles de evaluaciónMujeres Trabajadores Minorías

Lenguaje Unico en cada familiaMayor orientación

verbal de las mujeres

Menor verbalismo o“código restringido”

Posibilidad de otralengua materna

Capitalcultural

Idéntico o, al menos,similar, absorbido en

familia común

Diferente y/o menorsegún las normas

escolares

Cultura distinta, y“menor” si son pobres

o tradicionales

Disciplina Mayor, por papeldoméstico y por

interés contextual

Posible rechazo,formas de indisciplina

más aparentes

Posible rechazo,conducta propiaest igmatizable

Modo de auto-presentación

Más cuidado,conformista

Menos convencional,tal vez deficiente

Idiosincrásico, tal vezchocante

Actitud haciala escuela

Adhesiónincondicional

Condicional: entreadhesión y rechazo

Muy variada: adhesióny rechazo extremos

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Las dos primeras filas del Cuadro VI no hacen sino expresaren términos más propios del análisis de la educación lo que yase había dicho al hablar de diferencias que separan entre sí alos roles, a las subcultu ras o a las culturas. Parece bastanteobvio, por ejemplo —y sin entrar aquí a discutir su valor des-criptivo ni analítico—, que no podría aplicarse al binomiovarón/mujer una distinción como la que tan popular ha hechoBernstein entre lenguaje “público” y “formal” o entre códigos“restringido” y “elaborado”, ni así ni en su inversión laboviana.

En el extremo opuesto, el aprendizaje en una lengua vehi-cular que no sea la lengua materna supone en todo caso unafuerte dificultad adicional y puede conducir con facilidad a unuso inadecuado de la primera; además, en la medida en quelos grupos étnicos formen comunidades más o menos cerra-das es posible que, incluso si su lengua es ya o ha sido siemprela común, se generen giros idiomáticos poco apreciados por laescuela.

El capital cultural de hombres y mujeres será igual o similara menos que las familias se propongan más o menos conscien-temente diferenciarlo, y parece sensato decir que esto sucedecada vez menos en lo que concierne a aquellos aspectos delacceso al conocimiento y a la cultura que pueden resultar lue-go pertinentes en y ante la escuela. No suele haber en las ca-sas dos bibliotecas, ni dos turnos para visitar museos distintosen razón del sexo, ni aparatos auriculares individualizadospara escuchar música separada por el mismo motivo, etc. Encambio, los gustos artísticos y las formas de consumo culturalde las clases sociales suelen ser abiertamente distintos, al me-nos en el peso relativo de cada componente dentro de la cestaglobal. El análisis de la relación entre clase social y logro esco-lar ha sido precisamente el escenario privilegiado de los estu-dios sobre el “capital cultural”, y no vamos a repetir aquí lo

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que ya se ha hecho suficientemente conocido de la mano deautores como Bourdieu, Passeron, Grignon, DiMaggio o, entrenosotros, Lerena. Huelga casi añadir que, en el caso de losgrupos étnicos, la diversidad cultural, medida por la vara deletnocentrismo, convertiría automáticamente a unos en “po-seedores” y a todos los demás en “desposeídos” o, para de-cirlo más en la jerga, “carentes” o “deficitarios”.

La disciplina puede entenderse en dos sentidos: para con-sigo mismo y con vistas a la cooperación con los demás en uncontexto dado. Es un lugar común que las niñas suelen sermás “tranquilas” o más “paradas” que los niños, según mire osegún se quiera ver. Si esto obedece a características asocia-das al sexo (a la diferencia biológica de partida) o al género (alas diferentes expectativas sociales desplegadas en torno aellos), es algo en lo que no precisamos detenernos ahora, puespara la escuela tal diferencia aparecería en todo caso comoalgo dado —aunque susceptible de ser reforzado o contrarres-tado—. Tal vez tenga que ver con la más temprana asunciónde responsabilidades domésticas por las niñas y el más pro-longado periodo de carencia que se concede a los niños. Entodo caso, una vez en la escuela las niñas encontrarán con-forme a su interés adherirse a las normas del “buen funciona-miento” de ésta, puesto que el orden y la disciplina colectivosen el aula y en el centro son un mecanismo de protección —elmejor a su alcance— contra las probables pretensiones dedominio de los niños varones. En cuanto a los niños (incluidaslas niñas) de la(s) clase(s) trabajadora(s), no hay motivos parapensar a priori que su capacidad de disciplinarse a sí mismos ode actuar en un contexto ordenado sean menores que los delas demás clases —a pesar de la vieja tradición que, desdeMalthus y otros, ha visto siempre a las “clases trabajadoras”,lo mismo que a las mujeres y a los pueblos coloniales, comoindisciplinados, imprevisores, desordenados, etc.—, pero es

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muy posible que algunas de sus formas típicas de conducta—por ejemplo, el volumen de voz— sean vistas como manifesta-ciones de un comportamiento inadecuado o indisciplinado porlos profesores. En lo que concierne a las minorías étnicas, porúltimo, si se trata, como a menudo se trata, de grupos relati-vamente anclados en formas de vida más tradicionales, espoco probable que acepten bien y que encuentren sentido a ladisciplina organizada y rutinaria de la escuela, propia de unasociedad urbana, industrial y burocrática; en el extremoopuesto, una tradición cultural que otorga un lugar central a ladisciplina podría contribuir a explicar el extraordinario nivel delogro de algunas minorías étnicas (por ejemplo, los asiáticosen Norteamérica).

Los modos de autopresentación también pueden actuarcomo elementos favorables para las mujeres, algo desfavora-bles para las clases subordinadas y muy desfavorables para lasminorías étnicas. Cualquier familia probablemente cuide másel aspecto de sus hijas que el de sus hijos, aunque sólo sea porla connotación sexual que habitualmente se atribuye al as-pecto exterior de las mujeres. El aspecto exterior de los alum-nos de clase obrera y otras clases populares no asombrará anadie, pero es bien conocida la larga tradición de menosprecio(“gañanes”, “horteras”, “carreteros”, etc.) hacia su modo me-nos convencional de autopresentación, desde el punto de vis-ta de las clases media y alta. Por último, la autopresentaciónde los alumnos de las minorías étnicas, en particular si com-prende hábitos en el vestir manifiestamente propios y distin-tos, o símbolos religiosos distintivos, y tanto más si se apoyaen otras concepciones de la higiene y la limpieza, es más queprobable que produzca una reacción de rechazo en el profeso-rado adscrito y autoadscrito a la clase media y culta.

Por último, la actitud hacia la escuela o, en un ámbito máscotidiano, la disposición más o menos favorable u hostil hacia

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las propuestas y los requerimientos del maestro, sin duda pe-sará fuertemente sobre la valoración por éste de sus alumnos.En la sección siguiente explicaremos, precisamente, la estre-cha conexión entre esta actitud y las divisiones y relaciones degénero, clase y etnia.

Grados de identificación y estrategias

Por último, pero quizá lo más importante, debemos pasarde considerar a los grupos afectados en términos puramentepasivos, como objeto de los agentes de la institución, comorepresentación involuntaria de una cultura, una subcultura oun estatus que los sitúan más lejos o más cerca de la culturaescolar, para pasar a contemplarlos como protagonistas deestrategias individuales y grupales. Creo que podemos hacerloa partir de sus presumibles (y, según diversos estudios al res-pecto, observables y fundamentados) grados de identificaciónexpresiva e instrumental con el medio y la cultura escolares.Simplificando bastante, diré que llamo identificación expresivaa la identificación con la escuela como un fin, por sí misma,como un contexto en el que el alumno se encuentra a gusto oa disgusto sin necesidad de otras consideraciones; alternati-vamente, identificación instrumental sería la confianza en ellacomo un medio, como instrumento para lograr alguna otracosa considerada como un fin, probablemente para conservaro conseguir un buen empleo, un buen matrimonio, una posi-ción social, etc. Siempre con cautela, podría decirse que lamayor o menor identificación instrumental deriva de conside-raciones racionales (acertadas o desacertadas), mientras quela mayor o menor identificación expresiva lo hace de motiva-ciones afectivas y estéticas.

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Cuadro VII: Estrategias de los actores

Desigualdad CLASE GÉNERO ETNIA

Los grupos son SUBCULTURAS PAPELES CULTURAS

Identificaciónexpresiva

Baja para la claseobrera, alta para la

clase media

Alta en todo caso,En comparación

con familia o trabajo

Variable según distanciacultural, relaciones gru-pales, grado de cierre...

Identificacióninstrumental

Baja o alta segúncreencia en movili-dad, con cierta in-dependencia de la

clase

Alta en todo caso,como mejor meca-nismo de acceso a

mercado de trabajoy al matrimonial

Alta en algunos inmi-grantes, baja en grupos

fuertemente marginados

Racionalidadinstrumental

individual

Movilidad: promesacierta para el indi-viduo, falsa para el

colectivo

Promesa cierta por laexpansión del trabajoterciario y cuaternario

Depende del tipo de in-corporación del grupo:

ej. judíos vs gitanos

Creo que el nivel más bajo en ambos tipos de identificaciónes el que puede darse en algunos grupos étnicos, aunque nonecesariamente en todos. En general, la identificación expre-siva será baja para cualquier grupo étnico, salvo que se tratede individuos especialmente decididos a olvidar sus raíces (loque puede llegar a ser el caso de algunos grupos de inmigran-tes) y, aun entonces, con el límite de que no se cambia de len-gua, cultura, etc. como de chaqueta. En todo caso, será lógi-camente inferior para las minorías que para el grupo étnicodominante (y, a fortiori, para una mayoría dominada que parauna minoría dominadora: piénsese en la lucha de la mayoríanegra en Sudáfrica contra la enseñanza en afrikaner. Su iden-tificación instrumental, en cambio, puede variar desde cotasmuy elevadas, si aceptan el modo de vida dominante y espe-cialmente si arden en deseos de incorporarse a él (como lomuestra el éxito de la americanización de los inmigrantes através de la escuela en los Estados Unidos de América), hasta

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cotas mínimas si quieren mantenerse apartados de él (en ge-neral, los grupos desaventajados en esa relación que algunosantropólogos llaman eufemísticamente “pluralismo estructu-ral”, o sea, económicamente segregados en el empleo y en elmercado y resignados a la segregación). Esto podría explicar,por ejemplo, que la integración y los resultados escolares denumerosos grupos gitanos españoles estén por detrás de, porejemplo, los de los inmigrantes magrebíes más recientes.

Para las clases sociales, la cosa puede ser más complicada,a pesar de su aparente sencillez. Me limitaré a señalar que losalumnos de clase obrera pueden presentar un bajo nivel deidentificación, tanto expresiva como instrumental, con la es-cuela a diferencia de sus colegas de clase media. La baja iden-tificación expresiva es fácil de comprender: su uso del len-guaje, sus valores, sus formas de comportamiento, sus gustosculturales, etc. estarán más alejados de los de la escuela, queson precisamente los de la otra clase. En cierto modo, paraellos, identificarse con la cultura escolar es abandonar la pro-pia, algo que los demás niños suelen hacer sentir en forma derechazo hacia el “pringado”, el “gafotas”, el “membrillo”, el“cabezón”, etc. Más importante todavía es señalar que, encontra de lo que supone el mundo de la enseñanza, y en parti-cular en la mayoría del profesorado y de los “expertos” en ma-teria educacional, puede haber una elevada dosis de racionali-dad también en la baja identificación instrumental. Por unlado, la promesa de movilidad social que la escuela les pre-senta es, por su propia esencia, cierta en términos individualespero falsa en términos colectivos. Tal como vaticinó el evan-gelio, son muchos los llamados, pero serán pocos los elegidos.Si el individuo calcula el valor del juego, ponderando lo que sele ofrece por las oportunidades realistas de conseguirlo, pue-de ser muy racional no participar (si bien con ello aumenta lasoportunidades de otros y, por tanto, también contribuye indi-

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rectamente a hacer más racional la decisión de esos otros departicipar).

Finalmente, en el caso de las mujeres todo invita a un altogrado de identificación y, por tanto, de compromiso con laescuela. Por una parte, si consideramos los tres grandes esce-narios posibles que se despliegan ante una joven en el períodode su vida en que debe tomar las decisiones fundamentalessobre su trayectoria escolar: la escuela misma, el hogar y elempleo, salta a la vista que la primera es, con mucho, y cua-lesquiera que sean las críticas que se le puedan hacer en sen-tido contrario, la más igualitaria y la que mejor resultadosproducirá para su autoestima; hogar significa trabajo domés-tico y subordinación, y empleo quiere decir salario bajo, cuali-ficación escasa y discriminación, tanto más cuanto antes seincorpore a ellos; la escuela, en contraste, es el único lugardonde, al menos por un tiempo, podrá medirse con los hom-bres y lo será por los mismos baremos —o casi— que loshombres, hasta el punto de permitirle mostrar y demostrarque es igual a ellos e incluso mejor que ellos. Por otra parte,una mínima visión y previsión del mercado de trabajo le diráque sus empleos posibles están normalmente en los sectoresterciario y cuaternario, que suelen requerir una educaciónformal superior, y que para conseguir el mismo empleo que unhombre necesitará más y mejores capacidades y/o credencia-les que él, por lo que la decisión más adecuada por su parte esarmarse, mientras pueda, de conocimientos y diplomas. En elpeor de los casos —en el que yo no puedo evitar considerar elpeor, si bien no todo el mundo compartirá esta opinión—, enfin, permanecer en la institución escolar es permanecer en lamejor de las lonjas matrimoniales. El éxito femenino en laeducación y el éxito de la reforma coeducativa, pues, no de-ben considerarse como productos de una sorprendente y afor-tunada casualidad ni, según pretenden algunos, como el efec-

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to perverso de la combinación entre el autoritarismo escolar yla sumisión femenina (que, ¡ ojo al argumento!, muy extendi-do entre cierta izquierda machista tan radical en lo uno comoen lo otro, explicaría el éxito de las alumnas, mujeres, comouna lastimera dádiva a cambio de su indigna sumisión y el fra-caso comparativo de los alumnos, varones, como un abyectocastigo a su saludable rebeldía), sino como resultados acumu-lativos de estrategias individuales muy activas en un contextorelativamente favorable. ■

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