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DESIGUALDADES SOCIALES EN LA SALUD INFANTIL Y ADOLESCENTE
EN EL PAÍS VASCO: ¿HERENCIA DE LAS DESIGUALDADES EN SALUD?
Yolanda González-Rábagoa,b, Unai Martína,b,
a Departamento de Sociología 2, Universidad del País Vasco UPV/EHU, Leioa
b Grupo de Investigación en Determinantes Sociales de la Salud y Cambio
Demográfico-OPIK
Autora de contacto:
Yolanda González-Rábago. [email protected]
Departamento de Sociología 2 Universidad del País Vasco
Barrio Sarriena s/n 48940 Leioa Bizkaia
Resumen:
La etapa infantil es considerada un periodo crucial para el desarrollo de una vida
longeva y saludable en la cual los factores genéticos y familiares interactúan con los
factores ambientales y otros determinantes sociales que producen una combinación
compleja de efectos y resultados sobre la salud. La teoría de la perspectiva vital ha
mostrado la importancia de una temprana privación social y material en la
predisposición a tener mala salud en las primeras etapas y sobre el establecimiento de
conductas perjudiciales para la salud que se repiten a lo largo de toda la vida y que,
finalmente, predisponen a la mala salud en la edad adulta, y a la mortalidad prematura.
Pero además, una desigual distribución de los determinantes sociales produce
desigualdades sociales en salud desde la infancia. Así, el objetivo de la comunicación es
analizar la salud y las desigualdades sociales en salud en la población infantil y
adolescente en el País Vasco.
A partir de los datos de la Encuesta de Salud del País Vasco 2013, se realizó un estudio
transversal sobre la población menor de 15 años en el País Vasco (n=1.516), en dos
grupos de edad, 0-6 años y 7-15 años. Se utilizaron como variables resultado la
autovaloración de la salud, el padecimiento de problemas crónicos, el sobrepeso y la
obesidad; y como variables independientes la clase social familiar, el nivel de estudios
de la madre y del padre y lugar de nacimiento de la madre y del padre. Se calcularon las
prevalencias de las variables de salud según los tres ejes de desigualdad y se realizaron
los análisis desagregados por sexo.
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Los resultados muestran desigualdades en el estado de salud de los dos grupos de edad,
especialmente relevante en relación a la autovaloración de la salud y la obesidad, siendo
más frecuente una peor salud y mayor obesidad entre los menores hijos/as de
progenitores de clase social más desfavorecida, de nivel de estudios más bajo y de
origen inmigrante. La influencia del origen y del nivel de estudios de la madre fue más
importante que la del padre.
Un adecuado conocimiento sobre la salud de esta población y sobre sus determinantes,
es fundamental para el desarrollo de intervenciones efectivas que aseguren una vida en
buenas condiciones de salud y una reducción de las desigualdades sociales en salud no
sólo en los niños/as sino también a lo largo de todo el ciclo vital.
Palabras clave: salud infantil, salud adolescente, desigualdades sociales en salud, País
Vasco
Agradecimientos: Este trabajo ha sido financiado por el Departamento de Salud del
Gobierno Vasco dentro del proyecto “Desigualdades sociales en la salud de la población
infantil y análisis del cuidado informal: estudio a través de los datos de la Encuesta de
Salud de la CAE”.
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Salud infantil y adolescente: la importancia de los determinantes sociales de la
salud
La etapa infantil es considerada un periodo crucial para el desarrollo de una vida
longeva y saludable. La infancia es una etapa de gran vulnerabilidad en la cual los
factores genéticos y familiares interactúan con los factores ambientales y otros
determinantes sociales que producen una combinación compleja de efectos y resultados
sobre la salud (Rajmil, Díez y Peiró, 2010). Así, esta etapa se encuentra muy
influenciada por factores externos que condicionan la salud durante la misma pero que,
además, determinan un desarrollo óptimo y la consecuente salud durante la etapa adulta.
Es durante la primera infancia cuando se constituyen las bases sobre las que se asienta
el desarrollo posterior de una vida plena y sana (Pillas et al., 2014). La Organización
Mundial de la Salud (OMS) ha establecido el óptimo e igualitario desarrollo de una
primera infancia como un elemento clave para reducir las desigualdades en salud a nivel
mundial. Así, la Comisión de Determinantes Sociales de la Salud de la OMS establece
en su documento Subsanar las desigualdades en una generación (OMS. Comisión de
Determinantes Sociales de la Salud, 2009) que “el desarrollo de la primera infancia, en
particular el desarrollo físico, socioemocional y lingüístico-cognitivo, determina de
forma decisiva las oportunidades en la vida de una persona y la posibilidad de gozar de
buena salud, pues afecta la adquisición de competencias, la educación y las
oportunidades laborales. A través de esos mecanismos y de forma directa, la primera
infancia influye en el riesgo posterior de obesidad, malnutrición, problemas de salud
mental, enfermedades cardiacas y delincuencia.”
Además, las condiciones de vida durante la infancia resultan claves para entender no
sólo la salud de los niños y niñas sino también su futura salud en el periodo adulto, su
esperanza de vida y, en concreto, su esperanza de vida en buena salud. Así, las
consecuencias de una deficiente salud en la etapa infantil no pueden entenderse solo en
sus efectos presentes o futuros sobre el individuo, sino que deben considerarse
fundamentales para el desarrollo de la sociedad en su conjunto, siendo muy relevantes
sus efectos sobre la salud poblacional (OMS. Comisión de Determinantes Sociales de la
Salud, 2009).
A pesar de los altos estándares de salud alcanzados en aquellas sociedades más
desarrolladas, en las que las condiciones de vida son buenas y el acceso a los servicios
de salud son universales, la vigilancia y el continuo mejoramiento de la salud en la etapa
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infantil y adolescente es importante para todas las sociedades, en especial, de cara a
disminuir las desigualdades sociales en salud. Es por ello que la Oficina Regional para
Europa de la OMS planteó ya en 2005 una estrategia para mejorar la salud de la
población más joven (WHO, 2005), que recientemente ha sido revisada y renovada para
el periodo 2015-2020 (WHO, 2014). Su objetivo es definir las prioridades para mejorar
la salud infantil y adolescente, poniendo especial hincapié en la lucha contra las
desigualdades en salud y bajo el enfoque de los determinantes sociales de la salud,
destacando la necesidad de políticas públicas integrales y comprehensivas que aseguren
la igual distribución de la salud y el bienestar para los niños, niñas y adolescentes
(WHO, 2014).
Un adecuado conocimiento sobre la salud de esta población y sus hábitos de vida, así
como sobre los factores que la determinan, es fundamental para el desarrollo de
intervenciones efectivas que aseguren una vida en buenas condiciones de salud. Las
principales teorías que explican la salud infantil plantean que todos los factores de tipo
social y biológico relacionados con la familia y el hogar (micro), el entorno (meso) y el
contexto sociopolítico (macro), interactúan en modelar la salud y el desarrollo de los
niños y niñas (Pillas et al., 2014). Intervenir sobre los determinantes de la salud en los
primeros años de vida constituye una oportunidad inigualable para mejorar la salud de
la población en un corto espacio de tiempo y con muchos menos recursos que en otras
etapas de la vida (Irwin, Siddiqi y Hertzman, 2007).
El enfoque de la perspectiva vital
El enfoque de la perspectiva vital, o también llamada del ciclo vital, enfatiza la
dimensión temporal para examinar la salud de la población. Esta perspectiva permite
analizar de forma retrospectiva las experiencias vitales de una persona, de un grupo, o
de varias generaciones, de cara a encontrar las causas que explican las características de
su estado de salud, reconociendo que dichas experiencias son producto de un entorno
social, económico y cultural (OMS, 2000). Desde esta perspectiva, la salud y la
enfermedad son el producto de exposiciones continuadas a diferentes factores de riesgo
que se suceden a lo largo de la vida de las personas, desde la gestación, la niñez, la
adolescencia, la juventud, la edad adulta y la edad madura, y que influencian el riesgo a
padecer enfermedades crónicas y de tener una mayor mortalidad y morbilidad en fases
posteriores de la vida. Por ello, desde esta perspectiva se argumenta que, a menudo, las
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desigualdades sociales en la salud del presente deben explicarse en base a las
condiciones sociales existentes, al menos, durante una generación anterior ya que las
desigualdades sociales en salud se heredan entre generaciones.
En este sentido este enfoque ha mostrado la importancia que tiene la vivencia durante
la etapa de la niñez en un entorno de estatus socioeconómico bajo sobre el
establecimiento de determinadas conductas relacionadas con la salud y en el desarrollo
de determinadas enfermedades en la vida adulta (van de Mheen, Stronks, Looman y
Mackenbach, 1997). En los últimos años, se han comenzado a realizar estudios con una
perspectiva longitudinal que pretenden dar respuesta a qué factores son los más
determinantes y qué riesgos para la salud puede conllevar la exposición continuada a
ellos. El camino hacia la salud comienza con una temprana privación social y material
(económica, educacional, ambiental) que predispone a la mala salud en etapas muy
tempranas de la vida (como en la malnutrición fetal), a la inadecuada actividad física, a
hábitos de vida perjudiciales, lo que predispone a su vez a déficits inmunológicos y
psicológicos, que dan continuidad a las inadecuadas conductas relacionadas con la salud
a lo largo de toda la vida y que, finalmente, predispone a la mala salud, mayores niveles
de morbilidad y a la mortalidad prematura (Starfield, 2008).
Además, un número creciente de estudios muestran que hay periodos especialmente
críticos en el crecimiento y desarrollo de las personas, no sólo limitados a la gestación y
la primera infancia sino también durante la adolescencia, momento en el que se
adquieren las habilidades sociales y cognitivas, los hábitos, las estrategias para afrontar
la vida, las actitudes y los valores y en el cual la exposición a ciertas condiciones de
vida puede ser muy perjudiciales para el desarrollo de sus capacidades y para su estado
de salud en las siguientes etapas de la vida (OMS, 2000).
Así, la estrategia Health 2020 (WHO, 2013), que constituye el marco de políticas de la
OMS para la salud y el bienestar en Europa, pone especial atención sobre la importancia
de adoptar una perspectiva de ciclo vital que sea capaz no sólo de llamar la atención
sobre la salud de los niños y niñas y las estrategias para mejorarla, sino también de
visibilizar la importancia que la salud infantil y adolescente tiene para la salud de la
población en las próximas décadas.
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Desigualdades sociales en salud infantil y adolescente
A pesar de que la salud de la población infantil y adolescente ha experimentado una
mejora muy significativa en las últimas décadas en todo el mundo, y de forma aún más
intensa en los países occidentales, las desigualdades en salud siguen siendo hoy en día
muy importantes. Los esfuerzos de gobiernos e instituciones sanitarias para reducir las
desigualdades en la salud infantil no han logrado reducir las diferencias entre grupos
sociales sino que, más bien al contrario, el gradiente social se está acentuando cada vez
más (Hargreaves, Djafari Marbini y Viner, 2013).
En la actualidad, los gradientes sociales se observan en la prevalencia e incidencia de
diferentes problemas de salud, tanto entre países, como también dentro de cada país en
función de la clase social familiar, el nivel educativo, el nivel de ingresos familiar o el
lugar de nacimiento (Starfield, 2008). Son muy relevantes las desigualdades existentes
en los adolescentes en los indicadores de salud relativos al sobrepeso y a la obesidad
según el estatus socioeconómico familiar, así como también en la adquisición de hábitos
de vida saludables en relación a la alimentación y el ejercicio físico(Rajmil, López-
Aguilá y Mompart-Penina, 2011). Por otro lado, la salud dental constituye otro ámbito
en el que existen claras desigualdades sociales, siendo también desigual el acceso al
sistema sanitario en relación a las consultas al dentista, lo cual muestra la importancia
de asegurar la cobertura total de los servicios sanitarios para lograr la equidad ya desde
edades tempranas (Font-Ribera et al., 2014).
Las desigualdades sociales en salud infantil han sido habitualmente estudiadas en
relación al estatus socioeconómico familiar. La clase social y el nivel educativo de los
padres han sido los indicadores más utilizados para analizar las desigualdades en los
menores, pero recientemente, dados los cambios que nuestras sociedades están
experimentando producto de la llegada de población inmigrante así como también
derivada de la situación de crisis económica, se han comenzado a utilizar también otros
ejes de desigualdad. La etnia y el estatus migratorio constituyen características
esenciales a la hora de analizar las desigualdades en salud, y algunos estudios han
mostrado cómo la condición de migrante de los padres, supone una diferencia en salud
de los menores y, por tanto, una herencia de las desigualdades. De hecho, en relación
con el acceso al sistema sanitario también existen desigualdades según el estatus
migratorio, que se han mostrado incluso con anterioridad a la entrada en vigor del Real
Decreto Ley 16/2012 que excluye del Sistema Nacional de Salud a las personas no
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regularizadas (Font-Ribera et al., 2014). Además, desde el inicio de la crisis económica,
que en nuestro país ha supuesto altos niveles de desempleo y un aumento sustancial de
la población que se sitúa bajo el umbral de la pobreza, las desigualdades en salud de los
menores pueden estar incrementándose, por lo que resulta necesario utilizar indicadores
como el desempleo o la privación material para analizar el gradiente social en salud
(Pillas et al., 2014).
Otro aspecto a tener en cuenta a la hora de analizar desigualdades en salud infantil y
adolescente es la importancia de estudiar por separado los distintos grupos de edad. Las
diferentes fases de desarrollo que configuran esta etapa de la vida implican que las
desigualdades y los efectos sobre la salud puedan variar. Algunas teorías destacan el
efecto acumulativo de las desigualdades en salud mientras otras consideran que existen
fases del crecimiento de los niños y niñas en las que el impacto de las desigualdades
sociales puede ser mayor que en otras (Cohen, Janicki-Deverts, Chen, y Matthews,
2010). De hecho, la OMS ha puesto especial interés en luchar contra las desigualdades
que se producen en la denominada primera infancia, es decir, hasta los ocho años de
edad, por ser un periodo especialmente crítico para el desarrollo del menor, incluyendo
las áreas física, socioemocional y lingüística-cognitiva, y que repercute de forma muy
importante en el aprendizaje básico, el éxito escolar, la participación económica y la
salud futura (Irwin et al., 2007).
Así, toda la evidencia indica que los programas destinados a mejorar el contexto social
y económico en el que los niños y niñas crecen, son claves para conseguir reducir las
desigualdades en salud que se producen a lo largo de toda la vida (Pillas et al., 2014).
Además, se ha demostrado que cuanto más precoces son las intervenciones en este
campo mayor es la probabilidad de que sean coste-efectivas en la reducción de las
desigualdades sociales en salud (Irwin et al., 2007). Un conocimiento preciso sobre los
factores sociales que tienen mayor influencia en el desarrollo de los menores es, por
tanto, un primer paso fundamental para diseñar intervenciones que reduzcan las
desigualdades en salud.
Metodología
Se realizó un estudio transversal a partir de los datos de la Encuesta de Salud de la
CAPV (ESCAV) de 2013. La ESCAV emplea una muestra representativa de la
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población no institucionalizada residente en viviendas familiares en la CAPV. La
información se recoge mediante dos cuestionarios (individual y familiar) que cubren las
principales dimensiones del estado de salud, sus factores determinantes (hábitos,
prácticas preventivas y entorno) y la utilización de servicios sanitarios. En el caso de los
menores de 15 años, la pregunta es respondida por el padre, madre u otro adulto del
hogar.
Para este estudio sobre población infantil y adolescente se tomó la submuestra de la
ESCAV correspondiente a la población en 0 y 15 años. Se subdividió la población
objeto de estudio en dos subgrupos de edad debido a las características diferenciales en
términos de salud de esta población según su edad, así como a los diferentes tipos de
preguntas utilizadas en la ESCAV para cada grupo de edad. Así se analizaron, por un
lado, las variables de salud para los niños y las niñas entre 0 y 6 años y, por otro lado,
para los/as de 7 a 15 años. La submuestra seleccionada para este estudio y restringida a
la población menor de 15 años fue de 1.516 personas (574 de 0 a 6 años y 942 de 7 a 15
años). La metodología de la ESCAV de 2013 se ha descrito de manera detallada con
anterioridad (Departamento de Salud.Gobierno Vasco., 2015).
Para el análisis de las desigualdades sociales se utilizaron tres variables relativas a los
progenitores de los menores analizados. En primer lugar, como variable de posición
socioeconómica se utilizó la clase social familiar, que se midió a partir de la última
ocupación laboral remunerada presente o pasada de alguno de los dos progenitores (la
más alta de los dos). En el caso de las personas que nunca hubieran tenido una
ocupación de estas características se asignó el valor correspondiente a la persona de la
que dependían económicamente o a la persona de la unidad familiar con una clase social
más elevada. La clasificación seguida fue la propuesta por el Grupo de Trabajo de
Determinantes de la Sociedad Española de Epidemiología(Domingo-Salvany et al.,
2013) que consta de cinco categorías, a partir de la cual se recategorizó en dos,
diferenciando entre clase social manual (clases sociales IV y V) y clase social no
manual (clases sociales I, II y III).
En segundo lugar, se utilizaron dos variables relativas al nivel de estudios de los
progenitores, diferenciando el nivel de estudios del padre y de la madre por separado,
considerando tres niveles: primario, secundario y terciario.
Y en tercer lugar, se utilizó el país de nacimiento de los progenitores para definir el
estatus migratorio y se utilizaron dos variables al respecto, la primera referida al lugar
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de nacimiento del padre y la segunda al lugar de nacimiento de la madre. Se diferenció
entre autóctonos, es decir, progenitores cuyo lugar de nacimiento fuera el Estado
español, e inmigrantes, recogiendo a los progenitores nacidos en un país extranjero de
renta baja. Se seleccionaron únicamente a los menores de origen de países de renta baja
de acuerdo al objetivo de mostrar la relevancia de la desigual distribución de los
determinantes sociales de la salud en comparación con la población autóctona, lo cual
podría resultar neutralizado si se hubieran incluido en la muestra a los hijos e hijas de
progenitores procedentes de países de rentas altas. Se definieron como países de renta
baja aquellos con un Índice de Desarrollo Humano en 2011 inferior al obtenido por el
Estado español. No se utilizaron para el análisis aquellos casos de niños y niñas cuyos
padres fueran nacidos en el extranjero pero en un país de renta alta.
Como variables de salud se utilizaron el estado de salud percibido, la limitación crónica
de la actividad, el padecimiento de problemas crónicos, y el sobrepeso y la obesidad
infantil. En relación a la primera se diferenció entre quienes tienen ‘muy buena salud’ y
el resto, y para definir el sobrepeso y la obesidad infantil se siguió el criterio descrito en
la literatura internacional (Ogden, Carroll y Flegal K., 2010) en base a los percentiles
poblacionales, que fueron en este caso tomados de la Fundación Orbegozo (Sobradillo,
Aguirre, Urresti et al., 2004) para cada año de edad y se analizó únicamente a partir de
la edad de dos años.
Se calcularon prevalencias brutas y estandarizadas para las variables de salud según los
tres ejes de desigualdad considerados (clase social, nivel de estudios y lugar de
nacimiento). El análisis estadístico de los resultados se llevó a cabo de manera
desagregada por sexo, excepto a hora de analizar las desigualdades por lugar de
nacimiento de los progenitores debido al tamaño muestral.
Las desigualdades sociales en salud de los niños y niñas entre 0 y 6 años
A continuación se presentan los resultados de salud con el foco de atención puesto en
las desigualdades que se producen en función de los tres ejes de estratificación social
considerados: la clase social familiar, el nivel de estudios de la madre y del padre, y el
estatus migratorio del padre y de la madre.
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Estado de salud percibido
En primer lugar, en el caso de la salud percibida, indicador que ha demostrado estar
muy relacionado con la calidad de vida, el padecimiento de enfermedades y el uso de
servicios sanitarios(Idler y Benyamini, 1997; Patrick y Bergner, 1990), el patrón social
marcado por el nivel de estudios, la clase social o el lugar de nacimiento fue claro.
Comenzando por las desigualdades asociadas a la clase social, la salud de los niños y
niñas muestra claras diferencias según la clase social familiar a la que pertenecen. Así,
los menores pertenecientes a las clases más empobrecidas presentaron una peor salud
que los de familias más ricas. Un muy buen estado de salud es declarado para el 64,7%
de los niños de clase social no manual, mientras que este porcentaje se reduce al 49% en
los de clase social manual, habiendo, por tanto, 15,7 puntos entre los niños de clase
social favorecida y clase social desfavorecida. Y de igual manera ocurre en las niñas,
cuya proporción con muy buena salud entre las clases más ricas se sitúa en 64,4%,
mientras en las clases sociales más pobres este porcentaje desciende al 52,5%, es decir,
11,9 puntos menos.
Gráfico 1. Prevalencia (%) de muy buena salud percibida según clase social familiar y sexo en población
de 0 a 6 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
El estado de salud de la población de 0 a 6 años también se vio marcado por el nivel de
estudios de los progenitores. En los gráficos 2 y 3 se puede apreciar el gradiente social
existente, aunque con ciertas diferencias entre niños y niñas según sea el padre o la
madre. Así, entre los niños, vemos que el nivel de estudios del padre marcó mayores
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diferencias que el de las madres, siendo más pronunciadas las diferencias en el estado
de salud entre los padres de estudios primarios (36,8%) y terciarios (84,6%), que entre
las madres de estudios primarios (37,8%) y terciarios (70,7%), aunque también muy
relevantes. Por su parte, entre las niñas, el impacto del nivel educativo de cada
progenitor fue el contrario al de los niños, ya que en ellas las diferencias según nivel de
estudios del padre, aunque también importantes, son mucho más reducidas que las
diferencias según los estudios de la madre. Así, la muy buena salud en las niñas fue 8,3
puntos más prevalente en aquellas cuyo padre tiene estudios terciarios frente a
primarios, mientras que la distancia entre madres de estudios terciarios frente a
primarios fue de 26,1 puntos.
Gráficos 2 y 3. Prevalencia (%) de muy buena salud percibida según nivel de estudios del padre y de la
madre y sexo en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
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Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Finalmente, el estatus migratorio también supuso importantes diferencias en el estado
de salud percibido de los niños y niñas vascas. Aquellos menores hijos/as de padres
inmigrantes tuvieron un estado de salud notablemente peor que el de sus pares de padres
autóctonos. Así, solo el 36,3% de los descendientes de padres nacidos en un país de
renta baja tuvieron un muy buen estado de salud, mientras este porcentaje fue del 61,7%
en el caso de los hijos/as de autóctonos. Asimismo, el lugar de nacimiento de la madre
marcó diferencias similares e incluso algo mayores en el estado de salud de sus hijos e
hijas, con un 64,2% de los autóctonos que presentan muy buena salud frente a sólo el
32,1% de los hijos/as de inmigrantes.
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Gráficos 4 y 5. Prevalencia (%) de muy buena salud percibida según lugar de nacimiento del padre y de la
madre en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Padecimiento de problemas crónicos
En segundo lugar, se van a analizar las desigualdades sociales en relación al
padecimiento de problemas crónicos. En este caso también la clase social familiar
continuó marcando importantes desigualdades en el estado de salud de los niños y niñas
de la CAPV. Mientras que casi el 8% de los niños de clase social no manual padece
problemas crónicos, este porcentaje asciende al 15,7% en los de clase social manual. De
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la misma forma, en las niñas, mientras el 6% de clase social más favorecida tiene
problemas crónicos, es el 10,8% entre las niñas de clase social desfavorecida.
Gráfico 6. Prevalencia (%) de problemas crónicos según clase social familiar y sexo en población de 0 a 6
años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Al analizar la influencia del nivel de estudios del padre y de la madre por separado, los
resultados son ambivalentes. Pasar de tener padres con estudios secundarios a terciarios
parece reducir la prevalencia de problemas crónicos. Sin embargo, entre los menores
cuyas madres tienen un mayor nivel de estudios son más frecuentes los problemas
crónicos que entre aquellos con madres de nivel educativo medio.1
1 Seguramente, la baja prevalencia de niños con problemas de salud mental cuyas madres o padres tienen un nivel de estudios primario, esté produciendo resultados muy afectados por unos pocos casos.
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Gráfico 7 y 8. Prevalencia (%) de problemas crónicos según nivel de estudios del padre y de la madre y
sexo en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Por último, en relación a las desigualdades asociadas al estatus migratorio, vemos que
de nuevo esta condición de los padres y madres se muestra relacionada la salud, en este
caso con el padecimiento de problemas crónicos. La proporción de niños y niñas con
estos problemas de salud es mucho mayor entre los descendientes de inmigrantes
procedentes de países de renta baja que entre los autóctonos, y ello sucede tanto si es el
padre como si es la madre quien ha migrado, aunque la distancia es algo mayor entre
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menores descendientes de padres inmigrantes y autóctonos (9,2 puntos), que en el caso
de las madres (7,6 puntos).
Gráficos 9 y 10. Prevalencia (%) de problemas crónicos según lugar de nacimiento del padre y de la
madre y sexo en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
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Sobrepeso y obesidad
El exceso de peso en la población infantil no es sólo constituye un problema de salud en
el momento actual del ciclo de desarrollo del menor, sino que supone un factor de riesgo
asociado a un peor estado de salud general y a numerosas enfermedades durante la edad
adulta. A continuación se muestra que, según los datos de la ESCAV 2013, existe un
importante gradiente social tanto en el sobrepeso como en la obesidad ya desde etapas
muy tempranas del desarrollo de los niños y niñas del País Vasco.
Comenzando por analizar el sobrepeso según la clase social familiar, se aprecia que las
diferencias entre clases se producen únicamente entre las niñas, siendo mucho más
frecuente, casi el doble, el sobrepeso entre las niñas pertenecientes a familias de clase
social más desfavorecida (manual) con un 10,6%, frente a las de clase social más
favorecida (no manual) con un 5,7%.
Gráfico 11. Prevalencia (%) de sobrepeso (colores claros) y obesidad (colores oscuros) según clase social
familiar y sexo en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
El mismo patrón se reproduce en términos de obesidad, siendo similar la prevalencia
entre los niños de diferentes clases sociales, alrededor del 20%, pero existiendo una
importante distancia entre clases en el caso de las niñas, pasando del 26,2% en la clase
social no manual al 32,7% en la clase social manual. Por tanto, la desigualdad por clase
social en el exceso de peso la encontramos únicamente entre las niñas.
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En segundo lugar, respecto al nivel de estudios de los progenitores, se aprecia que, entre
los niños, son los de que tienen padres y madres con estudios secundarios los que tiene
sobrepeso más frecuentemente (un 12%), mientras en las niñas, el sobrepeso es más
prevalente entre aquellas con padres y madres con estudios primarios (entre un 15% y
un 25%), seguidas por las de estudios terciarios (alrededor de un 10%). Teniendo en
cuenta la obesidad, un nivel de estudios terciarios del padre supone para los niños una
menor frecuencia de obesidad, mientras que para las niñas apenas existe reducción al
aumentar los estudios del padre.
Gráfico 12 y 13. Prevalencia (%) de sobrepeso (colores claros) y obesidad (colores oscuros) según nivel
de estudios del padre y de la madre y sexo en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
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6,615,2
7,1 9,9
39,716,5
15,9
32,5
28,7 21
0
10
20
30
40
50
60
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres Mujeres
Madre
18
En el caso de la madre, pasar de estudios primarios a secundarios reduce la prevalencia
de obesidad en niños y niñas, aunque más acusadamente entre los primeros (una
reducción de 23,2 puntos); mientras que pasar de estudios secundarios a terciarios
también reduce la frecuencia de obesidad, aunque el efecto es mayor esta vez en las
niñas (7,7 puntos).
Finalmente, el lugar de nacimiento de los padres volvió a marcar claras diferencias en la
salud de los menores, esta vez en relación a su peso. Sin embargo, el patrón que se
aprecia depende de qué nivel de exceso de peso analicemos. Así, en cuanto al
sobrepeso, los hijos e hijas de padres inmigrantes tuvieron una prevalencia de sobrepeso
del 6,6% mientras los de padres autóctonos fue mayor, alcanzando el 10,1%. Las
diferencias en el caso de ser la madre la persona inmigrante son algo mayores, pasando
del 2,9% al 10,12% en el caso los hijos o hijas de madres autóctonas.
Gráficos 14 y 15. Prevalencia (%) de sobrepeso (colores claros) y obesidad (colores oscuros) según lugar
de nacimiento del padre y de la madre y sexo en población de 0 a 6 años. CAPV 2013
10,16,6
22,5
38,8
0
5
10
15
20
25
30
35
40
Autóctono/a País de renta bajaPadre
19
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Sin embargo, el patrón inverso se aprecia al analizar la obesidad, siendo mucho más
prevalente en el caso de los menores con padres y madres inmigrantes procedentes de
países de renta baja que en los de los autóctonos/as. De hecho, la obesidad alcanza el
38,8% en los hijos e hijas de padre nacido en el extranjero y el 34,1% en los de madre
nacida en el extranjero, mientras que en padres y madres autóctonos/as la prevalencia es
del 22,5% y de 21,1% respectivamente. Así, podemos decir, que aunque el sobrepeso
afecta más a los hijos e hijas de padres autóctonos, la obesidad, que supone un paso más
allá en el exceso de peso, es un fenómeno que afecta en mucha mayor medida a los
menores de padres y madres inmigrantes.
Los resultados que se han presentado muestran que la posición social marcó claras
diferencias en el estado de salud de la población infantil de 0 a 6 años, tanto medido a
través del estado de salud percibido, como de la existencia de problemas crónicos y
también en términos de sobrepeso y obesidad, y según cualquiera de los tres ejes de
estratificación seleccionados.
10,1
2,9
21,1 34,1
0
5
10
15
20
25
30
35
40
Autóctono/a País de renta bajaMadre
20
Las desigualdades sociales en salud de los niños y niñas entre 7 y 15 años
A continuación se analizan las desigualdades en salud en relación a los tres ejes de
estratificación social ya utilizados con la población menor de 7 años, es decir, clase
social familiar, el nivel educativo de los progenitores y el lugar de nacimiento de los
progenitores.
Estado de salud percibido
En el caso de la salud percibida, los tres ejes de estratificación mostraron la existencia
de desigualdades. En primer lugar, la clase social familiar se vio relacionada con el
estado de salud, siendo más prevalente la muy buena salud entre los hijos e hijas de
familias de clase social no manual (niños 57,7%, niñas 62,3%) que en aquellos de clase
social manual (niños 53,9%, niñas 59,3%). Es destacable también que la muy buena
salud es más frecuente entre las niñas, e incluso entre las de clase social menos
favorecida en comparación con los niños que son hijos de familias de clase social más
favorecida.
Gráfico 16. Prevalencia (%) de muy buena salud percibida según clase social familiar y sexo en población
de 7 a 15 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
En segundo lugar, el nivel de estudios también mostró desigualdades en salud en los
menores vascos. Así, un mayor nivel de estudios de los progenitores está relacionado
con un mejor estado de salud de los niños y niñas, aunque esta relación es más clara
0
10
20
30
40
50
60
70
No manual Manual No manual Manual
Hombres Mujeres
21
respecto al nivel de estudios de la madre. Se observa que el estado de salud de los niños
y niñas mejora de forma clara cuando la madre tiene estudios terciarios (niños 58,9%
niñas 72%), respecto a secundarios (niños 56,3%, niñas 57,2%) y primarios (niños
45,5%, niñas 51,2%) y que esta mejora es más acusada entre las niñas. Sin embargo, el
nivel educativo del padre tiene un efecto menos claro, siendo peor la salud de los hijos
de padres con estudios secundarios y de las hijas de padres con estudios primarios,
mientras que la salud de los menores con padres de estudios terciarios no mejora
sustancialmente respecto a las de estudios secundarios en el caso de las niñas ni a las de
estudios primarios en el caso de los niños. Por tanto, podríamos decir que el nivel
educativo de las madres si parece marcar diferencias en el estado de salud de los
menores en la CAPV, y sin embargo, el nivel de estudios de los padres no parece tener
un efecto claro ni fuerte sobre ello.
Gráficos 17 y 18. Prevalencia (%) de muy buena salud percibida según nivel de estudios del padre y de la
madre y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres MujeresPadre
22
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
En tercer lugar, en relación al estatus migratorio de los padres y madres, el estado de
salud de los menores presenta importantes diferencias. Mientras que el 42% los niños y
niñas cuyos padres son inmigrantes tiene un muy buen estado de salud, este porcentaje
asciende hasta el 58,6% entre los hijos/as de padres autóctonos. De igual manera, el
estatus migratorio de la madre también marcó diferencias, encontrando que el 45,8% de
los menores de origen inmigrante tienen muy buen estado de salud frente al 59,4% de
los autóctonos.
Gráficos 19 y 20. Prevalencia (%) de muy buena salud percibida según lugar de nacimiento del padre y de
la madre y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
0
10
20
30
40
50
60
70
80
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres MujeresMadre
0
10
20
30
40
50
60
70
Autóctono/a País renta bajaPadre
23
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Padecimiento de problemas crónicos
A pesar de que la población infantil y adolescente vasca no presenta una muy alta
prevalencia de problemas crónicos, resulta de interés conocer si estos problemas de
salud se encuentran distribuidos de forma desigual en esta población. Así, en primer
lugar, comenzando por la clase social de la familia, vemos que no existen grandes
diferencias en función de si el menor pertenece a una clase más o menos desfavorecida,
habiendo sólo un punto de diferencia entre ambos grupos.
Gráfico 21. Prevalencia (%) de problemas crónicos según clase social familiar y sexo en población de 7 a
15 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
0
10
20
30
40
50
60
70
Autóctono/a País renta bajaMadre
0
5
10
15
20
25
No manual Manual No manual Manual
Hombres Mujeres
24
En relación al nivel de estudios de los padres, si se aprecian mayores diferencias en la
prevalencia de problemas crónicos aunque no siguiendo un patrón muy marcado. Entre
los niños son los de padres y madres con nivel educativo medio, los que mayor
prevalencia tienen, siendo los de nivel educativo más bajo los que destacan por menores
problemas de salud. Y entre las niñas, un mayor nivel educativo del padre aumenta
ligeramente (3,7 puntos más) la prevalencia de problemas, mientras que el de la madre
las reduce (2 puntos menos).
Gráficos 22 y 23. Prevalencia (%) de problemas crónicos según nivel de estudios del padre y de la madre
y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
0
5
10
15
20
25
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres MujeresPadre
0
5
10
15
20
25
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres MujeresMadre
25
Por último, al analizar los problemas crónicos según el lugar de nacimiento de los
padres y madres encontramos que son los hijos e hijas de padres y madres autóctonas
los que en mayor medida presentan enfermedades crónicas. Mientras los menores de
origen inmigrante tienen una prevalencia del 13% o 14%, según escojamos al padre o la
madre respectivamente, los hijos e hijas de personas autóctonas presentan este tipo de
problemas crónicos en el 17,6% y el 16,8% de los casos.
Gráficos 24 y 25. Prevalencia (%) de problemas crónicos según lugar de nacimiento del padre y de la
madre y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
Autóctono/a País renta bajaPadre
0
2
4
6
8
10
12
14
16
18
Autóctono/a País renta bajaMadre
26
Sobrepeso y obesidad
En tercer lugar, respecto al exceso de peso, los niños y niñas vascas presentan mayor
sobrepeso aquellos/as pertenecientes a clases sociales más desfavorecidas, con una
prevalencia que alcanza el 11% entre las niñas de clase social manual.
Gráfico 26. Prevalencia (%) de sobrepeso (colores claros) y obesidad (colores oscuros) según clase social
familiar y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Respecto a los niveles de obesidad, el patrón social se reproduce, siendo un problema
que afecta en mayor medida a las clases sociales desfavorecidas, tanto en los niños
como en las niñas. Sin embargo, en estas últimas la desigualdad es mayor, llegando a
duplicarse, ya que la obesidad está presente en el 7,8% de las niñas de clase social alta y
en el 14,4% de las de clase social baja.
6,4 8,5 7,111
6,9
8,67,8
14,4
0
5
10
15
20
25
30
No manual Manual No manual Manual
Hombres Mujeres
27
Por otro lado, en relación al nivel de estudios, éste marcó también importantes
diferencias en términos de sobrepeso y obesidad. Existe un claro gradiente en el caso de
las niñas, entre las que es más baja la prevalencia de sobrepeso al aumentar el nivel
educativo tanto de los padres y como de las madres. En los niños, son los que tienen
padres y madres con un nivel de estudios terciarios los que presentan menor sobrepeso,
pero la prevalencia es muy similar entre los estudios secundarios y primarios.
Gráficos 27 y 28. Prevalencia (%) de sobrepeso (colores claros) y obesidad (colores oscuros) según nivel
de estudios del padre y de la madre y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
7,1 8,55,6
20,2
6,94,3
18,3
7,9
1,3
4,4
11,3
6,5
0
5
10
15
20
25
30
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres Mujeres
Padre
8,7 8,54,4
13,59,6
5,1
9,1 7,6
5,8
3,9 11,4
6,6
0
5
10
15
20
25
Primarios Secundarios Terciarios Primarios Secundarios Terciarios
Hombres Mujeres
Madre
28
Sin embargo, en términos de obesidad, el patrón social es menos claro en el caso de las
niñas. Si bien en los niños, aquellos cuyos padres y madres tienen un menor nivel
educativo parecen tener mayor obesidad y ser cada vez menos frecuente entre los hijos
de padres y madres con estudios secundarios y terciarios; en el caso de las niñas, son
aquellas que pertenecen a familias cuyos padres y madres tiene estudios secundarios las
que mayor prevalencia de obesidad presentan, alrededor del 11%.
Finalmente, el estatus migratorio también supuso importantes diferencias en el exceso
de peso de los niños/as y adolescentes vascos, muy especialmente en términos de
obesidad. Respecto al sobrepeso, las diferencias en las prevalencias según el lugar de
nacimiento sólo se observan cuando analizamos el estatus migratorio de las madres,
pero no en el caso de los padres. Así, los hijos e hijas de padres autóctonos e
inmigrantes tiene la misma proporción de sobrepeso, un 7,7%. Sin embargo, los
descendientes de madres inmigrantes tienen el doble de sobrepeso que los de madres
autóctonas, un 15,7% frente a un 7,3%. Por tanto, podríamos decir, que el estatus
migratorio de la madre si marca desigualdades en el sobrepeso.
Gráficos 29 y 30. Prevalencia (%) de sobrepeso (colores claros) y obesidad (colores oscuros) según lugar
de nacimiento del padre y de la madre y sexo en población de 7 a 15 años. CAPV 2013
7,7 7,7
7,8
17
0
5
10
15
20
25
30
35
40
Autóctono/a País renta bajaPadre
29
Fuente: elaboración propia a partir de la ESCAV 2013
Por otro lado, en términos de obesidad, el patrón social no solo se produce cuando las
madres son inmigrantes sino que también el estatus migratorio de los padres está
asociado con la obesidad. Así, más del 7,5% de los hijos e hijas de padres y madres
autóctonos presentaron niveles de obesidad, mientras que en el caso de los hijos/as de
autóctonos/as la prevalencia se duplican, siendo entre el 15,1% y el 17%.
De esta manera, entre el 24,7% y el 30,8% de los niños y niñas de origen inmigrante
(según escojamos el padre o la madre) tienen exceso de peso, ya sea sobrepeso u
obesidad; y en el caso de los hijos e hijas de progenitores autóctonos el porcentaje se
sitúa entre el 14,8% y el 15,5%.
Conclusiones
Esta comunicación presenta los resultados relativos a las desigualdades sociales en
salud de la población infantil y adolescente vasca. A través de tres ejes de estratificación
social fundamentales, como son la clase social familiar, el nivel de estudios de los
padres y madres, y el lugar de nacimiento de los progenitores, se han analizado algunos
indicadores de salud con el objetivo de conocer si existen desigualdades en la
distribución de las condiciones de salud de la población infantil y adolescente vasca.
En este sentido, los resultados muestran que la posición social de la familia tiene un
gran impacto en la salud de los niños y niñas y en sus hábitos de vida. Así, la clase
social ha marcado importantes diferencias en el estado de salud de los menores siendo
7,3
15,77,5
15,1
0
5
10
15
20
25
30
35
40
Autóctono/a País renta bajaMadre
30
mejor la salud de aquellos pertenecientes a familias de clase social más favorecida.
Además, el sobrepeso y la obesidad también siguen un patrón de clase, siendo más
frecuentes entre los niños y niñas de clase social menos favorecida.
Igualmente el análisis sobre el nivel de estudios de los padres también visibilizó
diferencias en la salud entre grupos sociales. Sin embargo, este eje de estratificación
social mostró resultados más ambivalentes en algunos indicadores no estableciendo
grandes diferencias entre aquellos menores con padres o madres con estudios primarios
y con estudios secundarios. Sin embargo, el hecho de tener progenitores con estudios
terciarios si se mostró como un factor protector de la salud de los niños y niñas,
especialmente importante entre los 7 y los 15 años en relación al sobrepeso y la
obesidad.
Y, por último, los resultados indican que el estatus migratorio es un eje de desigualdad
en salud de gran relevancia. Todos los indicadores de salud indican que los niños y
niñas de familias de origen inmigrante tienen peor salud que aquellos/as de familias
autóctonas. Tanto entre los menores de 7 años como entre los de 7 y 15 años, el estado
de salud percibido, los problemas crónicos, y especialmente, el sobrepeso y la obesidad,
muestran peores resultados para los niños, niñas y adolescentes hijos/as de progenitores
nacidos en países de renta baja.
La existencia de desigualdades sociales en salud que se han evidenciado en los
resultados nos obliga a pensar en la necesidad de combatirlas a través de la mejora de
los determinantes intermedios de la salud, que redundará, sin duda, en una mejora
sustancial de la salud, no solo en aquellos grupos sociales que tienen peor salud, sino
también, y como consecuencia de ello, a nivel poblacional.
31
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