Despertar la conciencia y construir la · Al parecer, a los hombres de seguridad del alcalde les...

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Trayectorias de dolor y resistencia V Despertar la conciencia y construir la

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Trayectorias de dolor y resistencia

V

Despertar la conciencia y construir la

Trayectoria de vida

Yo perdí todo, yo tenía formas de vivir bien

Es que una cosa es contar y otra es estar en

medio de esas personas. Es que no son gente,

esos son demonios, son demonios, ¡eso es

espantoso, espantoso!

Entrevistado No. 10

Cada vez que cuento eso me toca llorar

Son las cinco de la tarde. Después de una larga jornada de trabajo en el

pueblo, él se dirige a la vereda donde vive con su esposa y sus hijos. Va en su

moto, pensando en las labores del día siguiente, en los niños y la casa, mientras

mira las montañas y una fresca brisa le acaricia el rostro. De repente, ve que justo

frente a él se encuentran estacionadas unas camionetas y varias motos, lo que

parece ser una comitiva de seguridad. Varios días después se entera de que se

trataba de un acto de campaña electoral en el que participa el alcalde del pueblo.

Cuando se acerca lo suficiente, varios hombres armados le ordenan

detenerse. Él obedece la orden y en ese instante y sin mediar palabra, lo toman

del cuello y de un empujón lo tiran al piso.

Bueno, estaban todas las camionetas ahí estacionadas. Cuando yo llegué ahí se

me botó uno y me agarró de aquí de la camisa y me bajó de la moto, incluso la

moto me la tumbó [Llanto] Mano, es tan duro contar eso... [Llanto] Cada vez que

cuento eso me toca llorar.

Al parecer, a los hombres de seguridad del alcalde les genera sospecha la

ruta tomada y la zona de donde viene, lo que les hace pensar que se trata de un

subversivo que baja de la vereda. Sin darle oportunidad de explicar nada, lo

detienen y con golpes e insultos lo obligan a subir a otro hombre en su moto, que

poniendo un arma en su espalda lo obliga a conducir al lado de la comitiva de

camionetas del alcalde.

Sí, me hicieron el pare y cuando yo paré de una vez me echaron mano y me

cogieron de aquí de la camisa y me botaron de una vez al piso y eso fueron los

escoltas del Alcalde, los que estaban allá, el Ejército. Y me botaron al piso y lo

que traía todo me lo dañaron, todo.... La ropa y cosas que traía para la casa, me

lo dañaron. Y bueno, qué no me dijeron ahí. Bueno, se montaron todos en la

camioneta. Como diez más o menos… cuatro… diez camionetas… como cuatro

de esas cuatro puertas cerradas, y seis camionetas de estaca de carrocería. Y

me dijeron: “Bueno, súbase a la moto y vamos”. Se me subió... yo me tocó traer

en la moto un man, se me vino ahí. Yo en medio de todos los carros y un man

ahí con una Mini Uzi en las costillas ahí, el man ahí con la Mini Uzi en las

costillas mías. Y los otros hágale pa’ ‘rriba, hágale. Y cuando llegamos a un

sitio... me dijo… el man que iba atrás de último llamó al primero por radio, que

pararan porque a mí no me iban a sacar para arriba, que de ahí no pasaba.

Entonces le dijo un man al otro: “No, echémo’lo por este ramal, llevémo’lo por

este ramal, echémolo pa’ llá, por el ramal”. Pero uno pierde el miedo, ya uno

no… a mí ya no se me daba nada, yo no… Y resulta que entonces el que iba

adelante le dijo: “No, saquémo’lo hasta [nombre de lugar] paramos y miramos a

ver que vamos a hacer con él”. ¿Sí?, ya no… yo dije: “Ya no llegó”, “Ahí ya fue”,

“Eso ya no es más na’a”. Bueno, pararon en… Llegaron y... paró. Él que iba

adelante paró, ahí les tocaba parar todo todos los que iban....

Entonces paró un man y se fue pa’ donde un muchacho que tenía un

montallantas. No recuerdo ahorita el nombre de él, yo era muy amigo de él: le

vendía pesca’o, ropa, me vendía gasolina, me despinchaba la moto. Y llegó y le

dijo ese man al muchacho al del montallantas, le dijo: “Llevamos un muñeco”,

aunque yo estaba vivo todavía, le dijo: “Llevamos un muñeco”, y dijo: “¿Eso

dónde?, ¿quién?, ¿qué?”, dijo: “No, uno que llevamos por allí porque nos toca

que ajusticiarlo”, dijo así. Entonces el man se quedó mirando. Y él sabía, él sabía

que ellos venían de [nombre de la vereda] y toda la gente de [nombre de la

vereda] amigos de él porque todo mundo para ahí… paraban a echar gasolina, a

desmontar las llantas, muchas cosas. Entonces a él se le hizo como raro. Le

preguntó, le dijo: “¿Me dejan verlo?”, le dijo el muchacho al hombre al jefe, el

que iba mandando el grupo, le dijo: “Sí, véalo, ahí ‘tá, allá va en la moto”.

Cuando él me ve, me dice: “¿Qué le pasó?,¿qué?”, yo dije: “No, pues aquí me

llevan, no sé qué…”. Entonces el man le dijo al hombre: “No, pero ¿por qué?,

¿qué le van a hacer?”-dijo- “No, este muchacho es gente trabajadora, aquí viene

a comprar gasolina. Y yo lo distingo y yo doy testimonio de él, de que él vive es

del trabajo, y el trabajo de él es ganarse la vida honestamente” -dijo-, le dije…

“Se me hace raro que ustedes lo hayan traído así como lo traen”. Le dijo: “Y

¿usted puede responder por él?, ¿puede darme testimonio de él y puede

responder por él, por lo que suceda?”, dijo: “Claro, yo respondo por él. Cualquier

cosa que digan de él, aquí estoy yo, vienen y me buscan a mí. Vienen y me

buscan” -dijo- “Yo soy el dueño de este montallantas. Vienen acá y aquí estoy

yo”. Entonces le dijo el man a los otros, dijo: “Bájelo de la moto y tráigalo pa’ cá”.

Entonces me llevaron allá pa’ donde estaba él donde estaba el muchacho, y le

dijo: “Bueno, usted responde por este muchacho y nosotros nos vamos. Dentro

de diez minutos se va usted, no se puede ir antes ni después” -dijo- “Nosotros

nos vamos”. Y me dejaron ahí. Y él hombre me salvó la vida. Pero me andaron

más o menos como diez o quince kilómetros con esa tortura.... Huy no, una cosa

increíble. Y yo sabiendo, yo dándome de cuenta allá como matan… como

mataban la gente, uich, fuera que lo mataran a uno de un disparo pero que, esas

groserías lo torturan a uno.

Este acontecimiento marca su vida y a pesar de que han pasado muchos

años, él lo sigue recordando como uno de los momentos de más angustia y temor

que ha vivido. Para esa época se vive duramente el conflicto en el pueblo y es

común escuchar de torturas, desapariciones y asesinatos. Es por eso que cuando

un grupo de hombres armados lo obligan a acompañarlos en su propia moto,

siente que su vida llega a su fin. A pesar de ser un hombre sencillo, que se dedica

a la sastrería y eventualmente a la venta de mercancía en las veredas, sabe que

eso poco importa para los grupos paramilitares que llevan años asolando la

región.

Sin embargo, en este caso lo que parece causarle más impacto, es que el

alcalde hubiese estado enterado de la agresión y la hubiese permitido, ya que no

solo se encuentra en el lugar, sino que al parecer está enterado del procedimiento

y las intenciones de sus hombres. Este hecho le revela con total claridad la forma

como el Estado trabajaba conjuntamente con grupos paramilitares y que los

funcionarios públicos, que han sido elegidos por la gente para velar por su

bienestar, se encuentran implicados en las acciones de violencia de los grupos

paramilitares.

Les tocaba que esconderse cuando en veces salían esos tipos por ahí y les

tocaba que salisen de la casa y mete’se por allá en el monte

Su vida empieza más de cuarenta años atrás, en una vereda de un municipio

santandereano. Sus padres se conocen en plena época de la violencia de mitad

de siglo e incluso su padre es víctima de persecución por su declarada simpatía

liberal. Ellos deciden criar a sus hijos con el trabajo que realizan en una de las

tantas fincas de la zona. A su descendencia, un día le cuentan sobre la muerte y el

temor que alguna vez ronda por aquellas montañas.

En esas tierras campesinas crece al lado de sus once hermanos y sus

padres, viviendo y trabajando en la finca de uno de los más acaudalados

propietarios del pueblo. Junto con otras cuatro familias de campesinos, se dedican

a trabajar la tierra y cuidar el ganado. Su trabajo en el campo empieza siendo muy

niño. Con tan solo siete años ya acompañaba a su padre y a sus hermanos a

trabajar. De aquella época recuerda la cacería, la pesca, la tranquilidad y belleza

del campo y las visitas al pueblo.

Somos doce hermanos, y cuando eso trabajábamos jornaleando, nos

ganábamos la vida jornaleando. Empezamos desde muy temprana edad tirando

machete, tumbando rastrojo, desyerbando yuca, sembrando yuca, maíz, íbamos

a pescar, íbamos a cacería [Risa leve]. En el campo cuando eso había mucha

cacería, entonces teníamos… yo tenía una escopeta y me iba a cacería, a matar

ñeques, ardillas, unos animales que se llaman cientaros. Y de eso vivíamos

también, porque nos quedaba muy lejos el pueblo a tres horas de camino, y

cuando eso yo estaba muy pequeño también... Y así empezó hasta cuando ya

fuimos creciendo y el tiempo iba pasando y nos hicimos ya personas adultas y

cada cual cogió su rumbo.

Recuerda también que aunque sus padres lo envían a estudiar a una escuela

rural, él y sus hermanos prefieren quedarse jugando por el camino. La escuela

queda a más de tres horas y para ellos esto significa tener que regresar a casa

cuando ya está anocheciendo y enfrentarse a los peligros nocturnos. Las historias

que proliferan en el campo, y que son transmitidas por sus propios familiares,

inspiran tanto temor en los niños que prefieren faltar a la escuela para no tener

que regresar de noche.

Eran tres horas bajando y tres horas subiendo. Entonces nosotros no íbamos

porque cuando nos íbamos en la mañana llegábamos tarde, y cuando nos

soltaba la profesora para la casa entonces nos agarraba la noche y eso era muy

peligroso... porque en un caño nos asustaron. Salía esa berriona y ahí nos

asustaron.... no íbamos a la escuela, nos íbamos por allá pa’ un río y allá

estábamos en el río.

Fruto del trabajo diario en la finca, su padre empieza a pagarle a él y a sus

hermanos un pequeño salario, que a pesar de sus recomendaciones, ellos

terminan gastando cada vez que bajan al pueblo y especialmente en las ferias y

fiestas decembrinas. En la infancia destina este dinero a la compra de pólvora y

juguetes, pero con el paso de los años, la cerveza y la ropa ocupan sus

preferencias.

La gente del campo, los muchachos son mucho vivos y muy perniciosos. Por

ejemplo yo ya me iba por allá pal pueblo y me gastaba por ahí la plata por ahí. Y

lo que más gastábamos la plata era… la ahorrábamos para cuando llegaba

diciembre, pal 24. Eso era desde mitá de año, todos guardando la plática para

comprar aviones, eso… volcanes. Claro que yo sí, ¿para qué?, y todo mis

hermanos, gastábamos lo que teníamos que gastar y ahorrábamos. Sacábamos:

“Bueno Tanta plata para llevar pan, chocolate…” a mi mamá, y lo que nos

quedaba nos lo jartábamos, y ya. Y nos íbamos por ahí a las cuatro de la tarde

cogíamos camino pa’ la casa. Y él nos decía mucho que no gastáramos la plata

en cerveza, que eso no era bueno.

Sin embargo, el espíritu trabajador y los buenos consejos de su padre se ven

empañados por los malos tratos que éste le da a su madre. Son comunes los

regaños, insultos y ultrajes a los que ella, la madre, se ve sometida, incluso ante la

mirada de sus propios hijos. Con el paso del tiempo, son los mismos niños,

mientras van creciendo, los que enfrentan al padre y evitan la continuación de las

agresiones.

Mi papá era siempre maluco con mi mamá, peliaban mucho. Que yo recuerde:

peliaban. Y ya endespués que nosotros estuvimos grandes, lo parábamos a él y

ya lo trancamos que no maltratara a mi mamá, entonces ya se calmó, pero

cuando estuvimos pequeños era muy pelión con mi mamá –que yo recuerde-....

Y ella le tocaba que, por ejemplo, salir a la montaña, era montaña grandísima

salir a traer la leña, a ir a arrancar la yuca, porque nosotros sembrábamos cortes

de yuca grandes inmensos, y ella le tocaba ir a hacer eso.

De este modo, su infancia está marcada por el trabajo, las visitas ocasionales

al pueblo, la compañía de sus hermanos y una que otra leyenda que impregnan a

la vida de temores y fantasías. A pesar de la dificultad del trabajo, reconoce que

éste le sirve a él y a sus hermanos para forjar su carácter y convertirlos en

hombres y mujeres de bien. Además por esa época la vida es tranquila y en el

pueblo todavía no se conoce la guerra.

Era tenaz. La vida del campo es así, eso es todo el mundo trabajando, todo

mundo, y uno… Pero gracias a Dios porque eso le sirve a uno de mucho. Si

nosotros no hubiéramos… si mi papá no nos hubiera colocado a trabajar desde

pequeños pues no… seríamos personas que no… Porque todo mundo, mis

hermanos, mis hermanas, son muy trabajadores todos, no es que tengan plata

pero tienen sus casitas también y gracias a Dios tienen sus trabajos. Entonces

de algo sirvió ser… tener carácter duro.

Me ganaba la plata sin necesidad de embarrarme las manos

Cuando él, el protagonista, cumple los diecisiete años, su padre, cansado del

trabajo en la finca bajo las órdenes del patrón, decide abrirse camino y partir junto

con sus hijos hacia otra vereda en donde han conseguido una finca propia.

Y allá trabajando también. Sembrando papaya, tomate, yuca, y por ahí yo vendía

mercancía también. Y así pasábamos la vida: pescando, íbamos con mis

hermanos, mis papás, mis hermanas, todos a la quebrada a sacar pesca’o. Y

allá teníamos una finquita. Y nos iba pues nos iba más o menos bien, vivíamos

bien, la finca quedaba cerquita a la carretera, y sembrábamos yuca allá también.

De eso vivíamos allá... en esa finca que teníamos.

Con el paso de los años, sus hermanos mayores se van casando y forman

sus propios hogares. Él es uno de los menores y también es uno de los últimos en

irse de la casa familiar. En ese momento, para sorpresa de algunos, decide no

seguir trabajando la tierra como modo de subsistencia. En cambio, opta por la

sastrería, labor a la que se dedica gran parte de su vida adulta.

Yo hice un curso de sastrería, entonces yo me puse fue a hacer pantalón.

Entonces ya como ellos… mi papá tenía era una finca y a mí no me gustaba ya

tirar machete, ni azadón ni nada de eso. Entonces, en ese tiempo la sastrería era

muy bueno, todo era manda’o a hacer: camisa, pantalón, todo era manda’o a

hacer. Entonces a mí me iba muy bien, me ganaba la plata sin necesidad de

embarrarme las manos.

Yo vivía... con una señora que era la dueña de esa tiendita. Claro que no viví con

ella [risa leve] si no que ella me daba la posada ahí. Y yo hice el curso de esa tal

sastrería... y trabajaba allá en esa casa que le digo. Yo hacía pantalón y salía,

venía acá a Bucaramanga a comprar los materiales, y allá hacía todo lo de

pantalonería que salía. Y yo tenía una motico de esas primeras que salieron

cuando ese tiempo. Cuando eso tendría -¿por ahí qué?- veinte años cuando

empecé eso. Y ese era mi trabajo: hacer pantalón, salir a las fincas a venderlo.

Esa vez ni el nombre se lo pregunté

En la sastrería encuentra no solo una forma de obtener su sustento sino

también una actividad que lo satisface. Para él es entretenido y, además, todos los

días se convence de la utilidad y posibilidades de la labor que han escogido. En su

moto recorre las veredas y elabora los pantalones que los campesinos le

encargan. Precisamente, en uno de los almacenes del pueblo donde acude a

comprar lo necesario para la confección de las prendas, conoce a la que sería su

esposa y madre de sus cinco hijos.

Ella tenía una hermana... que tenía un almacén. Ella venía ahí, vino una vez por

ahí, vino por ahí de visita a visitar la hermana ahí... entonces nos conocimos con

ella.... Un día, un domingo la invité por ahí a una discoteca pero como por ir a

tomar, pero yo no era capaz de decirle nada. Recuerdo muy bien que esa vez ni

el nombre se lo pregunté [risa].... Y cuando yo me fui… y cuando ella se fue a ir y

yo me fui a ir, nos fuimos a despedir y ella me dijo: “¿Usted sabe cómo me llamo

yo?”, le dije: “No”, me dijo: “Usted ¿no me va ni siquiera a preguntar? [Risa]

Hasta ese momento, su vida gira alrededor del trabajo y de su propia familia.

Aunque ya ha tenido otras relaciones, esta es la primera vez que siente que ha

encontrado la mujer ideal para conformar su propio hogar. Tal vez es esa

convicción la que le juega una mala pasada y lo invade de nervios en la primera

cita. Los silencios incómodos y las miradas repentinas se hacen presentes y al

final de la cita no pregunta ni siquiera el nombre de su acompañante.

A las incomodidades de la primera cita, se le suma el viaje que ella tiene que

realizar a la capital del país y que los separa justo en el momento en que apenas

empiezan a conocerse.

Eso fue difícil porque nos vimos como una vez más y ella al poco tiempo se

volvió a ir otra vez pa’ Bogotá porque ella trabajaba por allá, se volvió a ir pa’

Bogotá. Entonces apareció un hermano de… un tío de ella, apareció un tío de

ella y yo me hice amigo de él y le pregunté que si no tenía el teléfono de la

sobrina que estaba en Bogotá, me dijo: “Sí. ¿Lo necesita?”, le dije: “Claro”.

Entonces me dio el teléfono. Cuando eso sí ya le hablaba [risa leve] pero porque

estaba lejos.

Durante dos años mantienen una relación a la distancia, mediante frecuentes

llamadas telefónicas, lo cual le permite a él manejar los nervios y entablar

conversaciones mucho más amenas que la sostenida durante su primer

encuentro. Al pasar los dos años, el regreso de ella significa un cariñoso

reencuentro y el inicio de una relación que se mantiene hasta el día de hoy y que

ha lidiado con numerosos obstáculos.

Se van a vivir a una vereda y se dedican a las labores del campo. Él continúa

con su trabajo de sastre, entregando los pedidos en su moto y aprovechando

también para vender pescado y distintos productos. Su primera hija, la primera de

los cinco que tiene total, nace poco tiempo después, precisamente cuando

emergen los primeros grupos armados de la guerrilla que va recorriendo las

montañas y los caminos.

Se nos descompuso la situación

La guerrilla empieza a verse rondando en las montañas, hablando con la

gente y convenciéndola de unirse a su causa. Una de sus primeras misiones es la

construcción de caminos, lo que es bien visto por los pobladores que tienen que

sufrir las dificultades de movilizarse y transportar sus productos por las trochas

que comunican las veredas con el pueblo. Sin embargo, junto con estas acciones

vienen también la extorsión, el amedrentamiento y el control que conlleva la

presencia de hombres armados en un determinado territorio.

[...] en ese tiempo se nos descompuso la situación porque como llegaron los

grupos armados de unos y otros entonces ya no podíamos trabajar, ni teníamos

libertá para nada porque se nos desarregló la situación, no podíamos salir con

libertá ni andar con libertá porque era problemas, éramos muy vigilados por

todos esos grupos armados allá.... salían a patrullar, ellos salían a patrullar. Sí

porque, por ejemplo… a los pueblos no, si no, por ejemplo, cuando yo salía por

ahí para el asunto de… a vender la mercancía a las veredas, a las fincas, era

donde se encontraban. Pero no tan tupidos como se hubieron endespués que

ya, por ejemplo en el ’90 ya era demasiado, era demasiado.

Los guerrilleros empiezan a pedir a los ganaderos y comerciantes la

contribución obligatoria de recursos como dinero o comida y distintos bienes, algo

que para ellos hace parte del sostenimiento normal de su organización armada. En

su caso, para los guerrilleros no pasa desapercibido su trabajo como sastre y

después de observarlo por unas semanas, le imponen su propia contribución:

“siete pantalones y siete camisas cada quince días” que deben ser entregados al

comandante insurgente.

A todo mundo le sacaban plata, a todo mundo, a todos los afincados, a todos,

eso ahí no se les escapaba nadie. Por ejemplo mi hermano que tenía… él tenía

una tienda, él le tocaba que pagarle la cuota. Los afinca’os: unos señores de

apellido…... Bueno, no recuerdo... eran los veteranos de allá, los propios

caciques, los más ricachones de allá, porque esa gente estaban podridos de

plata, y ellos les tocaba que transportarlos en la camioneta. Le llegaban: “Bueno,

lléveme a… tal parte”, “Necesito que hoy me lleve para tal parte”, y ahí le tocaba

que mandarle el mayordomo a trastiarlo con armamento y todo.

Las diferentes acciones de la guerrilla comienzan a generar sentimientos

encontrados en la población. Por un lado, aquellos que se ven obligados a prestar

servicios o entregar dinero para facilitar el funcionamiento de la organización

armada, manifiestan su descontento y malestar, especialmente teniendo en cuenta

que en muchos casos ni siquiera simpatizan con sus ideas. Por otro lado, para

muchas personas, el discurso justiciero y el trabajo por el mejoramiento de vías

genera apoyo e incluso en algunos casos acercamiento y alistamiento voluntario.

Ellos decían que el motivo para ellos hacer esas reuniones, y para ellos estar

armados, y ser un grupo armado: que tenían que tomasen el -¿cómo se llama?-

el mando, ellos tenían que tomasen el mando, que ellos tenían que ejercer el

mando como cualquier gobierno, que ese era el motivo para ellos empuñar las

armas y salir a la guerra, era ese: tenían que dar la lucha hasta ganar la

guerra.... Y esa gente habla muy bien, ellos tienen, ellos tienen… ellos se

expresan muy bien, es gente estudiada, eso le hablaban a uno muy bien, todo

muy bien expresado, y todo bien.

Por su parte, él y su familia tratan de seguir con su vida normal. Él sigue

haciendo la ropa que le encargan y movilizándose en su moto de vereda en

vereda. Sin embargo, su continuo traslado de un lugar a otro y su trato con

diferentes personas empieza a traerle problemas. Para la guerrilla este

comportamiento es sospechoso y significa que posiblemente él hace las veces de

informante o colaborador de sus enemigos. Al no estar en un lugar fijo, les es

difícil de controlar y pronto empiezan las restricciones a su trabajo.

Eso ya no podía uno, mano, ya no podía usted bajar porque eso le ponían… era

que lo perseguían. Por ejemplo yo tenía que pasar por ese puesto del Ejército...

y una vez bajé y me hicieron parar -el ejército- y yo venía con un poco de

pesca’o porque yo también vendía pesca’o. Y de una vez el man me paró... Y me

llamó un guerrillero y me dijo: “Ah ya, usted le está vendiendo pesca’o al ejército,

¿no?”, le dije: “Pues me compran”, dijo: “Me compran’ no” -dijo- “Usted no tiene

que vende’le al ejército nada. Usted si va a trabajar con nosotros, es a trabajar” -

dijo- “Si nosotros le dijimos: ‘Tráiganos pesca’o’, nos trae a nosotros pero usted

al ejército no, no le vende, ni nada, nada, nada, nada. Usted con el ejército no se

meta” -dijo- “Si quiere seguir trabajando para este la’o, y si no, no puede seguir

por acá”. Entonces me tocó dejar de bajar por allá

Pero además de las sospechas que su trabajo le genera en la guerrilla, sus

viajes en moto le traen como consecuencia verse atrapado en medio de los

combates entre la guerrilla y el ejército.

[...] Y yo bajaba cuando estaban ahí. Porque antes hay un man bien alante

atajando la gente para que no se metan, para que ellos puedan echar plomo a

gusto, para que no se metan motos, carros ni civiles, nadie, si no ellos pode’sen

entender entre ellos. Huich, y se forma esa plomacera, mano, y esa hilera de

carros. Eso botaban bombas por todos los lados, granadas. Y todo mundo le

tocó mete’se debajo de los carros, de los camiones, a como diera lugar. Pero es

impresionante, es una cosa… Mano, esas balas silbaban, eso silban, hacen

como una chicharrita. Tienen un… cuando pasan así, cerca de uno, eso suenan

finitico y suave como una chicharrita, y eso vuelan. Cuando caían al cemento,

huich...

Los que más mataron gente fueron ellos

La situación no puede ser peor. Al “impuesto” que le cobra la guerrilla a

cambio de la posibilidad de transitar por las carreteras del municipio, se suman

ahora los combates con el ejército que ponen en peligro su propia vida. Es difícil

trabajar y vivir en esas condiciones y aun así, todavía no ha conocido los

verdaderos alcances del conflicto colombiano. Falta la arremetida de los

paramilitares, como bien lo recuerda el narrador, que son quienes siembran el

terror y acaban con la vida y la tranquilidad de toda la población. Para esa época

los campesinos, incluido él, ya llevan varios años conviviendo con la guerrilla y lo

quisieran o no, han establecido relaciones con ella, teniendo que prestar servicios

y colaborar en distinta medida con la actividad de los guerrilleros.

Desde el principio, la llegada de los paramilitares deja dos cosas claras: en

primer lugar, que no actúan solos ni de forma espontánea, ya que son evidentes

los vínculos entre estos grupos y las fuerzas militares, vínculos propiciados por los

ganaderos y hacendados quienes se muestran incómodos por la presencia

guerrillera. Y en segundo lugar, que su objetivo no es la guerrilla, sino los civiles,

los campesinos desarmados que empiezan a ser acusados, amenazados,

desaparecidos, torturados y asesinados de manera indiscriminada.

Para los paramilitares, que son personas nunca antes vistas en la región,

según cuenta el entrevistado, todos aquellos que en algún momento hayan

interactuado con la guerrilla, son claramente sus simpatizantes e incluso son

señalados como guerrilleros encubiertos. Bajo estas premisas, se inicia una

campaña de exterminio que incluye el asesinato de cientos de personas, en

muchos casos mediante terribles actos de sevicia.

Los que más mataron gente fueron ellos. Ellos sí mataron porque los que sabían

que eran… aliados de la guerrilla no, si no que tenían ese vínculo con la guerrilla

porque eso era obligatorio a todos les iban dando, a todos. Eso allá mataron,

huy, hicieron un pozo... un pozo un jagüey que llaman... que los llenan de agua-.

Bueno, a ese jagüey le echaron ciento cincuenta caimanes, caimanes, y los

criaron ahí hasta que se pusieron grandes. Bueno, ya a lo que se pusieron

grandes ya ese era...

Investigador 2: ¿Quién los cultivó?, ¿quién cultivó esos caimanes?

Entrevistado: Los paracos, los paramilitares. Iban preguntando, y el que…, fallita

que vieran o que fueran… que tuvieran un roce con cualquier guerrilla con las

FARC, con el EPL o con los elenos lo cogían y lo botaban allá. Lo amarraban a

usted de una mano, de una mano y lo tiraban al pozo, y los caimanes se lo

comían lento, lento, poquito a poquito lo devoraban.

Al igual que el pozo de los caimanes al que las personas son arrojadas y

devoradas estando vivas, los paramilitares utilizan los descuartizamientos también

como forma de asesinato de campesinos. Estas dos prácticas, relatadas por el

narrador, han sido ampliamente registradas y comprobadas en múltiples estudios

sobre el paramilitarismo a lo largo y ancho del país.

[...] Él era pesero. A él lo cogieron y lo sentaron en una silla y lo despresaron con

una motosierra de esas pequeñitas una 180 -de la pequeñita-. Todo por

pedacitos, pedacitos, pedacitos así. Lo dejaron ñoco acá, este brazo, botaron

este, y endespués empezaron por los pies. Y lo echaron en una caja de

aguardiente de esas donde va el aguardiente... de ese botellón de ese grande…

botellón, garrafa, en una caja de garrafa grande. Ahí cupo el tal [nombre de la

persona] en esa caja. Y se lo mandaron aquí a la mamá y al papá aquí a

Bucaramanga en el camión lechero... Ahí lo trajeron. Yo lo digo porque yo me di

cuenta de todo eso, todo.

Investigador 1: A ese señor ¿por qué le hicieron eso los paramilitares?, ¿lo

acusaban de qué?

Entrevistado: Porque allá llegó la guerrilla a hacer almuerzo, él era pesero, y allá

les tocaba que hace’les el almuerzo. Cuando le llegaban allá: “Bueno,

necesitamos almuerzo pa’”… tanto. Ahí le tocaba que hace’les el asado. Y hubo

alguien que les contó de eso, y le llegaron.

Bueno, tiene que irse pero es ya

Estos hechos llenan de temor e incertidumbre a la población que sabe que

en cualquier momento, y ante el menor indicio, pueden sufrir una muerte horrible

como ya le ha ocurrido a algunos de sus amigos y conocidos. Para él y su esposa,

estas historias ya superan cualquier límite y en un intento por protegerse y sacar a

sus pequeños hijos de ese escenario de muerte y terror, se muda a un municipio

cercano. Una vez allí, intentan continuar con sus vidas. Así como él, su esposa

también se dedica a la confección de ropa y una vez en el pueblo, suman

esfuerzos por salir adelante y dejar atrás las espeluznantes escenas vividas en la

vereda.

Ahí fue que me llegó la orden, que llegaron a buscarme.... Pues yo como me la

pasaba trabajando... Llegaron dos personas armadas a la casa, a buscarme, que

me daban 24 horas pa’ que me fuera de ahí, que no me querían ver en esa zona

de Santander que no me querían ver,... que tenía que salir inmediatamente.

Investigador 2: ¿Se identificaron ellos?

Entrevistado: No.

Investigador 2: Entonces ¿usted quienes cree que fueron?

Entrevistado: Los paramilitares porque a mi hermano sí le dijeron. A mi hermano

le dijeron que si yo no me iba durante ese tiempo que se alistaran pa’ que me

fueran a recoger. Entonces mi hermano salió todo angustia’o que me fuera, pero

era ya Entonces ahí fue cuando salí...

Este es su primer desplazamiento forzado fuera del municipio donde ha

nacido, crecido, trabajado y conformado su hogar. Atrás dejar su amado campo,

sus conocidos de toda la vida e incluso a su familia, con su esposa y sus hijos se

va a otro pueblo a tratar de empezar de cero.

La casa que tenía... me tocó darla a menos de mitad de precio para poder

conseguir para comida, para trasteos, para estar andando de un lado para otro.

Todo eso. Las máquinas de sastrería, cortadura, todo eso, todo eso me tocó

vender pa’ poder salir de allá

La llegada al nuevo pueblo está marcada por las dificultades previsibles. El

esfuerzo por conseguir nuevamente vivienda y trabajo se ve afectado por la

pobreza, el notable cambio de entorno y la melancolía abrumadora de haberlo

dejado todo atrás. A todo esto se le suman acciones de violencia en el nuevo

espacio, que los hacen sentirse nuevamente en peligro.

Allá también en ese pueblo se formó una plomacera y mataron… Incluso en ese

momento estaba un policía mandando hacer un traje en la casa. Y salió, salió

para el parque. Y la mujer mía estaba también en el parque por ahí sacando los

niños por ahí a pasear. Cuando el policía iba para... porque el puesto de Policía

queda al frente del parque, cuando iba pasando el parque le salió la guerrilla y lo

mataron ahí. Mataron dos. Y la niña... ella quedó traumatizada.... Tenía cuando

eso más o menos seis añitos. Huy, pero fue impresionante, mano, lo mataron en

todos los ojos de ella. Y ella en ese tiempo fue como para un diciembre, huy eso

no nos dejaba dormir porque cuando se formaba esa echada de pólvora totes y

todo eso... huy, eso formaba esa gritería. Esa niña era como loca porque ella

quedó con eso. No podía oír nada de que era plomo, ni pólvora.

Los días pasan, a él y a su esposa se les hace cada vez más difícil acoplarse

al lugar. El clima no le sienta bien a ella y a los niños, acostumbrados a un clima

totalmente distinto. Además, la violencia continúa. El asesinato de un policía en

pleno parque del pueblo, presenciado por los niños, da cuenta del conflicto que

atraviesa el nuevo contexto de estos desplazados que intentan huir de los actores

armados. Ellos procuran seguir con el trabajo y con la crianza de los niños,

mientras el deseo de irse los embargaba poco a poco.

Cuando toman la decisión de irse, lo hacen por separado. Mientras su

esposa se va con los niños al pueblo donde vive su familia, él se muda a una

ciudad cercana. Allí consigue un apartamento en arriendo y después de unos

meses, cuando ya está instalado, ella se le une. Él deja atrás su trabajo como

sastre y empieza a dedicarse a la jardinería. Ella, encargada del cuidado de los

niños, sigue con la modistería. Por esos días, cuando apenas empiezan a

acomodarse, les llega la noticia de la invasión de un lote cercano. Se trata de

cientos de familias, acosadas por la pobreza y el hacinamiento, que empiezan a

ver en aquel lote la posibilidad de construir una vivienda y aliviar en algo la presión

del arriendo.

El lote es grande y está totalmente desocupado. Todos suponen que debe

pertenecer a alguien, pero aun así, las apremiantes condiciones de vida les

indican que no solo es justo sino necesario, que aquel lugar sea usado como

vivienda por las personas que lo requieren. Organizados como comunidad,

deciden actuar. Cada familia toma un pedacito de tierra y allí construyen sus

ranchos. Tablas de madera, plásticos y tejas, son transportadas de un lado a otro

en los primeros días del asentamiento. Él se encarga por su lado de adecuar su

precaria vivienda para albergar a su familia. Después de tantos años, están

nuevamente allí, en medio de la pobreza y tratando de comenzar de nuevo.

Y eso me tocó todos los domingos porque yo no sacaba sino solamente el

domingo, que era que me quedaba libre pa’ hacer la explanación. Y por ahí

enveces le pagaba por ahí a unas personas que me ayudaban. Y hice la

explanación, una explanación grande, eso era como nueve por dieciocho de

largo, y ahí hice la enramada esa que hice para vivir.

Después de algunos años viviendo en el lote, un candidato a la alcaldía de la

ciudad acude a ellos en busca de votos. A cambio del apoyo electoral, les promete

la reubicación de todas sus familias en un nuevo barrio en donde a cada uno les

sería entregada una vivienda propia. La propuesta seduce a los habitantes del

asentamiento que se muestran dispuestos a apoyar al candidato. Las elecciones

llegan, el candidato obtiene la victoria, y finalmente les cumple.

Uno que viene del campo pa’ la ciudad y no sabe uno hacer absolutamente

nada, es difícil vivir

Las obras de construcción del nuevo barrio y las viviendas tardan algunos

meses pero finalmente les son entregadas. Sin agua, sin luz, sin puertas, el inicio

fue difícil, pero la alegría de tener por fin una casa propia después de tantos años

de vivir bajo la incertidumbre y la precariedad, les permite hacer frente a los

nuevos desafíos.

Con paciencia y esfuerzo, poco a poco cada familia va armando su propia

casa. Él lleva materiales y con su trabajo construye la casa donde viven en la

actualidad. Allí termina de criar a sus hijos y allí también disfruta actualmente de

sus nietos. Allí ha encontrado la tranquilidad que no siente hace mucho tiempo y

así ha podido reflexionar sobre los sacrificios, las pérdidas, los tropiezos y los

nuevos comienzos de la vida que le ha tocado vivir.

Es duro hablar de ese desplazamiento. Pero que solución de, por ejemplo, que

nos vayan a dar algo por el asunto del desplazamiento… Porque yo perdí todo,

yo tenía formas de vivir bien, yo vivía muy bien, ¿para qué?, yo tenía cultivos de

papaya, tomate, buenas mercancías, tenía una casa... Vivía, yo vivía muy bien,

pero a raíz de eso acabé con todo, con todo, con todo. Me tocó fue venirme de

vigilante de la calle, porque en eso fue que trabajé cuando eso, en esos tiempos

acá.... para poderme ganar el sustento. Y eso es amargo, mano, de uno coger la

calle arriba y calle abajo pa’ gana’se uno la vida, mientras que uno ha vivido

bien, la situación no en abundancia pero vivía muy bien.

La añoranza de su tierra y de los buenos tiempos que alguna vez pudo vivir,

los alivia con trabajo. Para él, el trabajo no solo es una forma de subsistencia, es

también una forma de distraer la mente y no dejarse llevar por tristezas y

amarguras. Sus manos son reflejo de ese trabajo. Las mismas manos que antes

hacen los pantalones de los campesinos de su vereda, las mismas manos con las

que vela por su familia, la protege de la violencia y las carencias, las mismas

manos que tantas veces le conducen en su moto por tierras hermosas y serenas,

esas mismas manos que hoy le siguen permitiendo trabajar sin descanso.

La vida cambió, me cambió. Pero es que yo trabajo muchísimo, usted no me

está preguntando [risa] pero yo trabajo muchísimo [risa leve], muchísimo, Para

mí no hay domingo, no hay Semana Santa, no hay… a mí me interesa es

trabajar, y me gusta trabajar, porque en eso me distraigo. Yo me estoy aquí en la

casa y se pone uno a pensar lo que no debe de hacer, lo que no debe de

pensar. Entonces se da uno a trabajar.