Destellos en el cristal
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Destellos en el cristal
Internacional Microcuentista
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Destellos en el cristal Antología de microrrelatos de espejos
Internacional Microcuentista Revista de microrrelatos y otras brevedades
2013
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ÍNDICE
Una invitación a cruzar el espejo 6
Destellos – Primera parte
Al otro lado, Santiago Eximeno 9
La venganza del fantasma, Rony Vásquez Guevara 10
Cama con espejos, Isabel Wagemann Morales 11
Prejuicios, Leonardo Dolengiewich 12
Medusa, Antonio Tuya 13
Constatación, David Vivancos Allepuz 14
Eleanor Glanville, Beto Benza 15
El pez y el emperador amarillo, Antonio Cruz 16
Desaparecida, Lola Sanabria García 17
atodcènA, Ana Vidal 18
El duelo, Marcial Fernández 19
De monstruos y bellezas, Diego Muñoz Valenzuela 20
Punto de fuga, Agustín Martínez Valderrama 21
Identidades, Rocío Romero 22
Evasiones, Pedro Peinado Galisteo 23
Cuarta dimensión, Maite García de Vicuña 24
Simetrías, Rosana Alonso 25
Mala suerte, Marcos Rodríguez Leija 26
Espejo de baño, Miguelángel Flores 27
Boceto, Fernando Sánchez Ortiz 28
Separados e inseparables, Luisa Hurtado González 29
La diferencia, Julio Estefan 30
La ventana, Sandro Bossio Suárez 31
El “yo”, Manuel Espada 32
El espejo electrónico, José Luis Sandín 33
Casa de los espejos, Saturnino Rodríguez Riverón 34
! $!
Paranoico afortunado, Fabián Vique 35
El futuro es un reflejo, Mar Horno 36
Espejo, Harold Kremer 37
Valeria y los espejos, Sandro Walter Centurión 38
Espejos de vanidad, Amélie Olaiz 39
Sincronía, David Roas 40
El reflejo, Martín Gardella 41
De los reflejos, Édgar Ómar Avilés 41
Cruzando, Gabriel de Biurrun Baquedano 43
El espejo de azogue, Gemma Pellicer 44
Reflejo, Pedro Sánchez Negreira 46
Vecindad, Antonio Serrano Cueto 48
Espejo – Segunda parte
A media ceja, Dominique Vernay Juillet 51
Reflejos – Tercera parte
Cuestión de reflejos, Ginés Cutillas 55
Pastrana, Javier Perucho 57
Presencias, Nana Rodríguez Romero 59
Cuentos de infancia, Giselle Aronson 61
Sin imagen, Carlos Meneses 62
Añicos, Susana Camps 63
Esos enanos, Elysa Brioa Escudero 64
Rarezas de la reflexión, Esteban Dublín 65
Frío, Claudia Sánchez 66
El espejo, Ángel Olgoso 67
Reflexiones post delitus (xxiv), William Guillén Padilla 68
Reflejos del otro lado, Fernando Micros 69
Confianza rota, Carlos Alberto Vigil Vásquez 70
Ana ! anA, Javier Jiménez Domíguez 71
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Casa con fantasma, Humberto Jarrín 72
Instrucciones de uso, Patricia Esteban Erlés 73
Mar adentro, Patricia Nasello 74
Persistencia, Dina Grijalva Monteverde 75
203, Ana María Shua 76
Abandonado, Víctor Lorenzo Cinca 77
Espejos IV, Juan Romagnoli 78
Última visita, David Figueroa 79
Ella buscaba un espejo, Rosalba Campra 80
Expejo, Lilian Elphick 81
Bloody Mary, Juan Manuel Montes 82
Fotofobia, Alejandro Bentivoglio 83
Lapidario, Sergio Gaut vel Hartman 84
La talega, Orlando Mazeyra Guillén 85
El deseo, Alberto Sánchez Argüello 86
El lunar, Henry Ficher 87
Las miradas, Umberto Senegal 88
Tres generaciones en pugna, Luisa Valenzuela 89
Incondicional, Elisa de Armas 90
Buena memoria, José Manuel Ortiz Soto 91
Al otro lado, Ricardo Álamo 92
El espejo desbordado, Javier Tafur González 93
Día 7 11:59, José Luis Zárate 94
El desconocido, Gabriel Bevilaqua 95
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Una invitación a cruzar el espejo
El espejo, ese objeto mágico que nos permite duplicar la realidad,
o escapar de ella, ha fascinado desde tiempos pretéritos a muchos
escritores y ha dado pie a multitud de historias. De la mano de Lewis
Carroll, Alicia lo cruzó para descubrir un nuevo mundo. La malvada
reina le preguntó a un espejo quién era la más bella y la respuesta no
fue de su agrado. Narciso, antes de caer y convertirse en flor, se
enamoró de su imagen repetida en las mansas aguas. Los vampiros, por
su parte, llevan siglos intentando en vano reflejarse en él. Incluso
Perseo utilizó uno, en forma de escudo, para evitar convertirse en
piedra. Y estos pocos ejemplos no son más que una breve muestra, una
ínfima porción, de la influencia del espejo en la literatura.
Sin embargo, pese a todo lo escrito, todavía hoy el espejo fascina
a gran número de autores. Es por ello, entre otros motivos, que la
Internacional Microcuentista ha decidido lanzar otra de sus antologías
para reunir, en un volumen sin volumen, microrrelatos cuya temática
es ese objeto cargado de un enorme poder de atracción.
En esta breve antología, setenta y siete autores, de distintas
procedencias y nacionalidades, se enfrentan al espejo. Cada uno a su
manera. Cada uno con su estilo. Pero con una única condición: la
brevedad. En esta recopilación, organizada —como no podía ser de otra
forma— a modo de espejo, cargada de simetrías, se mezclan autores
consagrados de microrrelatos con otros, noveles o inéditos, que luchan
por hacerse un hueco en este breve género. Quizás, sin saberlo, unos
sirvan de inspiración a otros; quizás unos sean el reflejo de otros.
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Aunque jamás hayan osado colocarse delante de un espejo, a
medianoche, para repetir tres veces el nombre de Verónica, sean ahora
valientes, no se corten y crucen estas páginas, este cristal, y accedan a
un mundo plagado de fabulosas historias. No se arrepentirán.
Comité Editorial
Internacional Microcuentista
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Destellos Primera parte
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Al otro lado
Mi hermana gemela cruzó al otro lado del espejo y desde entonces
vive allí, atrapada para siempre. Me cuesta muchísimo maquillarme.
Santiago Eximeno
Madrid, España
! *+!
La venganza del fantasma
Deprimido por no reflejarse en todos los espejos del mundo,
decidió desaparecerlos en desquiciada venganza. Los espejos siguen
intactos.
Rony Vásquez Guevara
Lima, Perú
! **!
Cama con espejos
A Don Gonzalo Rojas
Reflejados infinitamente en los espejos de uno y otro lado de la
cama, hicimos todas esas veces el amor.
Isabel Wagemann Morales
Valdivia, Chile
! *"!
Prejuicios
Él pasa horas frente al espejo. Quienes no lo conocen,
sentencian que es un tremendo narcisista. En cambio, sus familiares,
todos vampiros como él, saben que solo es un simple e inofensivo
esquizofrénico.
Leonardo Dolengiewich
Mendoza, Argentina
! *#!
Medusa
El reflejo sigue siendo atroz. Estampada en el escudo, se puede
calibrar mejor para acertarle el golpe definitivo. Cada vez más cerca de
cortarle la cabeza, me angustia pensar que mis manos sean de piedra.
Antonio Tuya
Lima, Perú
! *$!
Constatación
De todos los trabajos aburridos y monótonos que uno pueda
imaginar, no existe en el mundo otro comparable, créanme porque lo
digo por propia experiencia y con conocimiento de causa, al de ser
espejo de Mr. Dorian Gray.
David Vivancos Allepuz
Barcelona, España
! *%!
Eleanor Glanville
En los últimos años de su vida, cuentan que todo lo que soplaba
se convertía en mariposas de colores iridiscentes, metálicos, azules y
verdes.
Una mañana se puso frente al espejo y sopló fuerte. Al instante
empezó a agitar sus alas y emprendió su vuelo por el campo.
Beto Benza
Lima, Perú
! *&!
El pez y el emperador amarillo
Inmóvil, durante largas horas de cada día, el Emperador Amarillo
contempla el espejo. El amanuense se pregunta por qué lo hace,
aunque no se atreve a expresar su desconcierto. Ni siquiera puede
imaginar que el Emperador Amarillo espera a que el pez despierte para
que él pueda escuchar el rumor de las armas que nacerá desde el fondo
mismo del espejo.
Antonio Cruz
Santiago del Estero, Argentina
! *'!
Desaparecida
Descubrí una estrella de puntas irregulares. Rasqué un poco con
la uña. La estrella perdió las aristas y se transformó en círculo. Lo cubrí
con el dedo y noté que el cristal se ablandaba. Presioné y entró la yema.
Metí un brazo, detrás el otro, después una pierna, y luego la otra. Todo
mi cuerpo pasó al otro lado del espejo. Y encontré a la niña.
Lola Sanabria García
Madrid, España
! *(!
atodcènA
Aquella mañana los reflejos se despertaron primero. Salieron en
una algarabía de biselados, marcos de forja, de madera y dorados,
algunos con la lamparita superior del baño aún colgando, otros con
restos de pasta de dientes o te quiero al vapor. Afortunadamente, los
retrovisores no atropellaron a nadie, desprovistos de ruedas, y todo
quedó en una anécdota de espejos que ningún noticiario reflejó jamás.
Ana Vidal
Breña Baja, España
! *)!
El duelo
Decidí jugar la última carta: compré una pistola para hacerle
frente. De noche, en mi habitación, cara a cara y a pocos pasos el uno
del otro, nuestros dedos, con nerviosismo, recorrían las fundas de
nuestras armas. Mis gestos eran sus gestos. Su mirada era mi mirada.
Entonces, levanté el revólver; le apunté a la frente; jalé del gatillo; pero
todo fue en vano, la bala que salió del espejo fue más rápida que la mía.
Marcial Fernández
México, D. F.
! "+!
De monstruos y bellezas
El monstruo llora frente al espejo de la feria de diversiones
porque su imagen se deforma y adquiere una apariencia grotesca. La
hermosa muchacha con ojos de océano mira divertida su figura
horripilante en el mismo espejo. Ella descubre a su príncipe azul en el
espejo. Él cruza una mirada de amor con la maravillosa monstrua. Se
enamoran perdidamente, y desde ese instante viven felices, juntos: la
bella, el monstruo y el espejo.
Diego Muñoz Valenzuela
Santiago, Chile
! "*!
Punto de fuga
Justo lo adviertes tras cerrar la puerta. Antes de volver a entrar,
salir, entrar, salir, entrar; a saber. Nunca sin dejar atrás el espejo que
dejas atrás y que, otra vez, hallas sujeto a la misma pared de la misma
pared de la misma pared. Aquí, allá, aquí y allá. Y así hasta detenerte en
el umbral, de perfil, y mirar a un lado y a otro hasta descubrir que
ambos en realidad sois uno, solo uno, a cada lado.
Agustín Martínez Valderrama
Gavá, España
! ""!
Identidades
Desde que encontré a mi hermana en aquel pozo, me encuentro
con sus ojos abiertos en el espejo. Claro que estoy triste y sigo llorando
hasta quedarme dormida. Pero no es eso. Mi gemela me mira, parpadea
a destiempo, me sonríe, finge que se lava los dientes cuando lo hago yo.
Lo mejor de todo es que no me siento tan sola como cabría
esperar. Meriendo junto a su reflejo en la luna del vestidor y charlamos
como siempre. Lo peor es que mamá sigue llamándome por su nombre.
Rocío Romero
Santurtzi, España
! "#!
Evasiones
Espejos que regalan al gigante una prestancia como de príncipe
de encantamiento. Bien proporcionadas las extremidades; armoniosos
los rasgos de la cara; desenmarañada la pelambre; remendadas y en
almidón las vestiduras estropajosas; acariciantes las
palmas escarpadas; segadas las fosas nasales; recta la espalda y los
hombros firmes; sonrientes los labios tristes; soñadora la mirada y
hasta, se diría que insinuada, una enigmática aura de galán
conquistador. Pero el gigante sueña despierto. Si alguna vez mira su
reflejo en el remanso de un arroyo es para que la corriente se lo
arrebate.
Pedro Peinado Galisteo
Madrid, España
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Cuarta dimensión
Irene se peinaba mientras observaba su imagen reflejada en el
espejo. Con manos hábiles, adiestradas por el hábito, colocaba cada
rizo de su larga melena en el sitio más idóneo. Con cuidado, proseguía
el ritual diario, maquillando la cicatriz de su barbilla para que resultara
inapreciable.
Eneri se peinaba mientras observaba su imagen reflejada en el
espejo. Con manos hábiles, adiestradas por el hábito, colocaba cada
rizo de su larga melena en el sitio más idóneo. Extrañada, se
preguntaba por qué cuando se miraba en aquel cristal, la cicatriz de su
barbilla se volvía imperceptible.
Maite García de Vicuña
Vitoria-Gasteiz, España
! "%!
Simetrías
Todas las mañanas se miran, cada uno desde su lado del espejo.
Sacan la lengua, se lavan los dientes, se afeitan, los días pares, y se
peinan. Luego se observan durante unos minutos, se acercan casi hasta
rozarse, se alejan, se dan la espalda y se marchan convencidos de que el
otro tiene una vida mucho mejor en su lado, seguros de la felicidad del
otro, envidiosos incluso, con la sospecha de que el uso de la otra mano
genera una historia llena de éxitos y aventuras, justo la que ellos no
tienen, siempre la que tiene el otro.
Rosana Alonso
Madrid, España
! "&!
Mala suerte
Nunca creyó en supersticiones. Dos veces rompió espejos por
accidente pero no le dio importancia a la supuesta maldición de siete
años de mala suerte que trae quebrarlos.
Manuel tenía dos vicios irremediables: el póquer y el alcohol. A
eso atribuyó sus vicisitudes: su esposa le exigió el divorcio, llevaba ocho
semanas sin empleo y estaba a punto de perder su casa por saldar una
deuda de juego.
Desesperado, una mañana el coraje lo invadió en el baño. De un
puñetazo rompió el espejo del botiquín. Curiosamente no hirió su
mano, fluyó sangre de su rostro fragmentado.
Marcos Rodríguez Leija
Tamaulipas, México
! "'!
Espejo de baño
Cuando el espejo se empaña por el vapor de la ducha, dejo de
verme. Se borra la pared de enfrente, el albornoz colgado, el secador.
También la puerta del fondo, esa por la que se sale y se entra. Lo mismo
ocurre cuando se apaga la luz, que todo se ausenta. Todo menos yo, que
me quedo aguardando aquí, entre estas cuatro paredes alicatadas, a
oscuras. Y espero a que vuelva a encenderse para verme aparecer por la
misma puerta y entonces, volver a perder en un instante la noción de
quién es quién, de cuál es el baño verdadero.
Miguelángel Flores
Sabadell, España
! "(!
Boceto
Posa delante de mí. Dice:
—¿Qué tal estoy?
Y yo:
—Preciosa.
—No, en serio, ¿qué tal estoy?
Y yo:
—Preciosa.
No es una historia en sí. Solo un acontecimiento que se repite una
y otra vez frente al espejo de un camerino. Si el lector se esfuerza,
puede deducir la narración anterior y posterior a este momento.
Si se esfuerza, puede llegar a distinguir con nitidez su imagen en
el espejo y a mí en el marco, a sus pies, mirándola con embeleso.
Por desgracia, no hay tiempo ni especie que se esfuerce en leer y
dice:
—¿Qué tal estoy?
Y yo:
—Preciosa.
Fernando Sánchez Ortiz
Alicante, España
! ")!
Separados e inseparables
La convivencia había sido larga y, con excesiva frecuencia, nada
fácil. Un día descubrió en él la primera arruga, una minúscula pata de
gallo; y tras esa muestra de dejadez y renuncia, se había propuesto
dejar de mirarlo.
Así, durante años, estuvieron vigilándose de reojo, evitándose,
esquivándose, hasta que el tiempo surtió su efecto y aquel pliegue en la
piel quedó olvidado. Ese día levantó el rostro hacia el espejo y buscó en
él a su eterno y silencioso acompañante. La vida había dejado huellas
en su rostro; parecía cansado; pero su reflejo le sonreía y su gesto era
amable.
Luisa Hurtado González
Madrid, España
! #+!
La diferencia
a Eliseo Diego, in memoriam
Después de romper el espejo y asesinar a su dueño, la imagen
ocupó su lugar en la casa, con su mujer y sus hijos.
En el trabajo nadie notó nada, excepto yo. Hablé primero con
nuestros compañeros de la oficina. Luego se lo dije al gerente: “¡No ven
la diferencia! ¡Ahora es zurdo! Yo, que lo conozco de la escuela, les
aseguro que siempre fue diestro”. Todos me miraban como si me
hubiese vuelto loco. Nadie me creyó.
Pero ahora comprendo. Escribo esto por si algo similar me
sucede. En la oficina hay un número creciente de zurdos.
Julio Estefan
Tucumán, Argentina
! #*!
La ventana
Los crímenes fueron espeluznantes. Las calles del tranquilo
barrio se llenaron con cabezas rodantes, torsos mutilados, lagunas de
sangre espesa.
El delegado Volturno, experimentado sabueso del mundo
criminal, entrevistó a un testigo clave. Se trataba de un dócil estudiante
de medicina que vivía en el segundo piso del vecindario.
—Es un hombre salvaje que usa capa —dijo este—. Sale por las
noches con una motosierra silenciosa. Todo lo he podido ver por esta
gran ventana.
El delegado miró al muchacho con murria, con misericordia, y
ordenó que lo apresaran:
—Pobre —dijo después buscando la capa—. Cree que ese viejo
espejo vienés es una ventana.
Sandro Bossio Suárez
Huancayo, Perú
! #"!
El “yo”
Me quité las vendas cuidadosamente, como un pintor cuando
retira la tela que cubre su obra maestra. Me habían operado para
eliminar las horribles cicatrices de nacimiento que me produjo aquel
parto tan traumático. Estaba guapo. Impresionante. Incluso me habían
hecho un hoyito en la barbilla, a lo Kirk Douglas. Mi hija entró en la
habitación entusiasmada. —¡Papá! —gritó. Cuando me giré hacia la
niña, se quedó perpleja. —¿Te gusta mi nueva cara? —pregunté.
Reconoció mi voz y rompió a llorar. Quise consolarla, pero salió
corriendo. —¿Tú quién eres? —gimió antes de salir de la habitación.
Miré mi nuevo rostro fijamente, rompí el espejo de un puñetazo y cogí
el trozo más afilado.
Manuel Espada
Madrid, España
! ##!
El espejo electrónico
Tras ponerlo en funcionamiento, jugó algunos minutos con el
retraso de movimiento de su imagen reflejo. Milésimas de segundos,
pero lo notaba. Y así, hasta que vibró una de las esquinas de la pared
blanca del fondo y la alta definición de su cara se convirtió en
cuadraditos. "Pixelado", le puntualizó la persona de atención al cliente.
Le dijo que no se preocupara, porque esto se debía a la calibración del
dispositivo, y en poco tiempo dejaría de notarlo.
En efecto, a la semana vio que más personas habían comprado un
espejo como el suyo y todos iban muy contentos, por lo que dio por
zanjado el asunto de la reclamación. Más que nunca estuvo de acuerdo
en que, después de todo, el humano es un ser fragmentario.
José Luis Sandín
Hermosillo, México
! #$!
Casa de los espejos
Si usted se llama Narciso, adelante.
Si se nombra diferente, pase.
Aquí encontrará los espejos usados en Siracusa. Los speculum
medievales. El de la malvada madrastra. El espejo de paciencia. El que
Stendhal arrastraba por los caminos. Los de virtud. Con un poco de
imaginación, hallará el espejo de Alicia, la maravillosa. Los
abominables espejos de Borges, que junto a la cópula multiplican la
cifra de hombres. Los espejos jázaros: el rápido y el lento.
Tienen las puertas abiertas los feos, los bien parecidos; los ni una
cosa ni la otra, entren. No discriminamos sexo, credo o color. Para que
se vea tal como es; también tal y como no es. Gordos, flacos, altos,
bajitos. Abierto para todos sin importar la edad.
Abstenerse fantasmas y vampiros. No garantizamos imagen.
Saturnino Rodríguez Riverón
La Habana, Cuba
! #%!
Paranoico afortunado
Desconfiaba de todo. Del mozo que le servía el café (¿por qué me
mira así?), de la niña que bajaba por la escalera de la plaza con un
paraguas en la mano (¿un arma?).
Decidió abandonar el bar. Miró a todas partes y salió (¿qué está
buscando esa mujer con la bolsa?), amagó ir hacia a la derecha y fue
hacia la izquierda, estrategia de distracción imprescindible.
Caminó por el casco antiguo de la ciudad (hay poca gente, eso
parece mejor pero es peor), se detuvo en una tienda de regalos en cuya
vereda había un espejo móvil.
Sin darse cuenta de que lo que estaba viendo era su propio
reflejo, juzgó al personaje definitivamente sospechoso. Desenfundó la
38 y le descerrajó cuatro tiros. Los vidrios estallaron.
Del otro lado cayó el sicario que, escondido detrás del espejo,
aprontaba su rifle para asesinarlo.
Fabián Vique
Morón, Argentina
! #&!
El futuro es un reflejo
Extraños azares acechan detrás de carpas, carruseles y tómbolas
de un parque de atracciones. Yo me solté de la mano y me perdí en la
Casa de los Espejos cuando era pequeño. El tiempo se hizo largo allí y
deambulé mientras oída voces lejanas. Me observé gordo, viejo, tuerto,
flacucho, cúbico, amorfo, giboso, incluso elefante. Me rescató una vieja
estrafalaria y antes de sacarme de aquel laberinto de lunas cristalinas,
me regaló un espejito de bolso. —No lo pierdas, en él podrás ver por
delante y no recordar nada por detrás. Así que pronto supe cuál sería
mi profesión, qué zona de la ciudad se declararía urbanizable, el
accidente que sufriría mi padre, con quién me casaría, el nombre de
mis dos hijos y lo guapa que sería mi amante. Sin embargo, no podría
asegurar que alguna vez no aumentara una dosis de somníferos,
sobornara a ciertas personas o manipulara unos frenos.
Mar Horno
Jaén, España
! #'!
Espejo
Cuando usted sale de su casa obsesionado con la idea de
comprarse un espejo, se puede decir que ha dado por vez primera un
gran paso en su vida. Pero si a más de dicha decisión descubre que no
desea un espejo cualquiera, sino uno especial que se adapte a su
temperamento, su carácter y su figura, se podría decir que usted sabe lo
que quiere de la vida. Y si después de recorrer toda la ciudad, de pronto
se descubre en un viejo barrio judío discutiendo el precio de un
insignificante y carcomido espejo, usted pensará que la vida y el destino
han sido pródigos al brindarle esa oportunidad. Y si al llegar a su casa
con el espejo se va directo al baño, lo cuelga, lo cuadra y luego se mira
durante un largo instante en él, tratando de encontrar su imagen que
no aparece por ningún lado, entonces usted tendrá que aceptar la
realidad de su muerte.
Harold Kremer
Buga, Colombia
! #(!
Valeria y los espejos
Valeria me dice que lo último que vio fue la acostumbrada
ingratitud de un rostro maltrecho por la noche, por los hombres, por
los años, al fin y al cabo ese era su rostro. Entonces, sin querer, Valeria
me asegura que fue sin querer, un par de lágrimas se le escaparon,
como los años, y cayeron sobre su espejo, el que solía llevar en la
cartera, el redondo, el de siempre, que tal vez de tanta lágrima que le
había caído encima, esa noche terminó por quebrarse, de una buena
vez, como su vida. Y sus restos quedaron esparcidos en la vereda.
Desde entonces, dice Valeria que no ha vuelto a ver su rostro, que ya no
le preocupa, que tal vez ya no quiere saber cómo la vemos los demás.
Por eso se enoja y me ruega que no la mire a los ojos. Para no verse
reflejada en los míos. Apaga la luz y adivino su cuerpo en la oscuridad.
Sandro Walter Centurión
Formosa, Argentina
! #)!
Espejos de vanidad
Han salido manchas de vaho en el espejo y no se borran. Mi
abuela, experta en cosas de otro mundo, dice que son ánimas atrapadas
en un instante de vanidad. Asegura que debo tener precaución porque
suelen poseer a quien las contempla demasiado. Dice que tengo el
compromiso de traer un cura que les hable para que descansen en paz.
En cuanto la abuela se marcha cojo mi bloc de notas y me siento frente
a ellas para transcribir sus historias.
Han salido manchas que parecen letras en las hojas. Mi abuela,
experta en cosas de otro mundo, dice que son ánimas atrapadas en la
vanidad de las palabras. Asegura que debo tener precaución porque
suelen poseer a quien las contempla demasiado. Dice que tengo el
compromiso de traer un cura que descifre pecados para que descansen
en paz. En cuanto la abuela se marcha saco mis pinceles para ilustrar
las letras.
Han salido manchas que parecen ánimas en la pintura…
Amélie Olaiz
México, D. F.
! $+!
Sincronía
Hace unas semanas mi espejo empezó a retrasar. Me había
colocado ante él, como siempre, para afeitarme y tuve la impresión de
que mi imagen no iba acompasada con mis movimientos. No me
equivocaba: el espejo devolvía mis gestos con un ligerísimo atraso.
Como era el único que había en casa pensé que iba a ser un engorro
tener que afeitarme a ciegas, así que salí y compré otro que funcionase
bien.
Pero no he tirado el espejo rebelde. De vez en cuando siento la
necesidad de sentarme ante él y comprobar si coincido, por fin, con mi
reflejo. Pero eso nunca sucede. Y entonces cronometro cuánto tarda en
aparecer mi imagen. Una imagen que viene del pasado (hoy el retraso
es ya de una hora) y en la que me veo sentándome frente al espejo y
mirándolo (mirándome) fijamente. El resto del espectáculo ya no me
interesa: verme sentado ahí, inmóvil, durante muchos minutos resulta
ridículo, y al mismo tiempo inquietante. Entonces me levanto y me
miro en el otro espejo, donde todo está en sincronía. Y respiro feliz.
David Roas
Barcelona, España
! $*!
El reflejo
Desperté de golpe sin saber quién soy. Una mujer duerme a mi
lado. Es bella, pero ignoro quién es y cómo llegó hasta aquí. Tampoco
sé donde estoy ni por qué me encuentro en este lugar. Me miro al
espejo ubicado en una de las paredes del ambiente. Veo un rostro de
ojos verdes que me resulta desconocido. Abajo, dos senos redondos,
perfectos, y un par de piernas largas, infinitas. Observo atentamente a
la dama que aún dormita, y me sorprende notar que tiene un cuerpo
idéntico al que acaba de mostrarme el espejo. Ella abre los ojos y me
mira con curiosidad. Luego, comienza a hablarme naturalmente, como
si no le asombrara la situación, ni nuestra increíble identidad física. Me
dice que mi nombre es Angelina, que tengo treinta y ocho años, y que
deberé ocupar su lugar tan pronto como la enfermedad terminal que
sufre acabe con su vida. Hasta que eso ocurra, ella me transmitirá todo
lo que necesite saber, para convertirme en un reflejo exacto de su
existencia. También me enseñará a amar al hombre que nos observa
sonriente del otro lado del vidrio, su marido, mi futuro esposo, el
artífice absoluto de su exitosa clonación.
Martín Gardella
La Plata, Argentina
! $"!
De los reflejos
Corrí tan rápido que pude verme la espalda, entonces llegué a la
orilla del mundo y me encontré conmigo de frente.
—¡Con que ése soy yo! —me dije mientras asentía sorprendido—.
¡Quién lo hubiera imaginado!
“¿Y los espejos?”, pensé de pronto, “¿qué es lo que he visto en los
espejos?”.
—Nunca creas en ellos… —me dijo serenamente aquel que no era
sino yo mismo—. Solo guardan la mentira de seres que aspiran a un día
ser reales. Y poco a poco te van robando la vida. Hasta que una mañana
despiertas y al irte a peinar descubres que estás condenado a vagar tras
los espejos en espera de una existencia. Él te eligió cuando eras niño y a
ti te tocará elegir a otro pequeño.
Me observé por largo tiempo, descubriendo mis formas
verdaderas. Tras un silencio que se me figuró como de siglos, me
despedí con una sonrisa muda, comprendiendo que los espejos son una
forma del engaño.
—Antes de beber agua, agítala, para sacarle los reflejos —me
advirtió en un ruego.
Regresé sobre mis pasos, corriendo, sabiendo que nunca, nunca
más volvería a verme.
Édgar Omar Avilés
Morelia, México
! $#!
Cruzando
Enormes fragmentos de espejo roto flotan a la deriva en un mar de
mercurio. Dalma gatea extraviada sobre el cristal; una mano se le hunde
en el líquido y la retira veloz, con asco, con rabia. Las gotas de mercurio
retroceden desde sus dedos y caen de nuevo, pacientes, sabedoras de que
volverán. Dalma gatea en círculos, en zig-zag, en vano. Hunde otra vez un
dedo, un codo; hasta el hombro ahora. Su rostro descansa en el filo del
espejo, y su boca roza el suave mercurio, que la acaricia, que la acuna.
Dalma gira el rostro y lo introduce allí, despacio, con las manos
apoyadas en una postura de leona sedienta derrotada. Y aspira, bebe,
traga, esnifa el mercurio, que tarda en entrar pero vuela al seguir
entrando. Sus brazos sienten el nuevo peso que la posee y la envuelve y la
recorre hasta teñir de azogue las uñas de los dedos de sus pies.
Plateada, conquistada, Dalma mantiene esa apariencia de bebedora
de charca. Y entonces sopla, grita, escupe y vomita con todas sus fuerzas;
hasta que el cuerpo de carne comienza a salir del disfraz de mercurio.
Al otro lado, Alice, sentada en la hierba junto al lago, observa el
agua hincharse, el surtidor plateado; ve salir una lengua larva que tantea
el mundo nuevo, una boca crisálida que la sigue y la encierra; un cuello
que pasa alrededor de la boca, una cabeza metamorfosis alrededor del
cuello. Y ve a Dalma brotar, parirse marcha atrás en la superficie del lago
con un suspiro de termómetro roto.
-Diecisiete, conejo. Ya son diecisiete —dice Alice—. Están viniendo
todos.
Gabriel de Biurrun Baquedano
Pamplona, España
! $$!
El espejo de azogue
Aunque sepa que la riña no va con él, no puede evitar sentirse
implicado. No está muy seguro de su papel, pero en cualquier caso ha
decidido dar su opinión para que nadie cuestione sus buenas
intenciones: “Yo sólo soy un pobre espejo antiguo”, empieza a decir con
la esperanza de llegar a captar, cuando menos, la benevolencia del
lector. “Pero ya estoy cansado, harto, a decir verdad, de que ese uno y
ese otro me atribuyan, sin venir a cuento, especulaciones,
reverberaciones y hallazgos brillantes que jamás ha sido mi propósito
reflejar, ni ahora ni en el pasado, y que discutan como salvajes, como si
les fuera en ello la vida”.
“Me resulta humanamente imposible contentarlos a ambos. Sus
desatados egos no permiten que ninguno quiera atenerse a razones;
sólo la sugerente apariencia, cuyo brillo no puedo dejar de propagar,
los seduce y convence.
“Sabido es de todos que tengo un solo cuerpo de material bruñido
por artesanas manos y mis aguas nítidas han buscado, desde siempre,
reflejar la vida que acontecía ahí afuera con la mayor exactitud y
fidelidad de que eran capaces, sin partidismos espurios, ni falsas
lealtades de ningún tipo, sin prejuicios ni intereses creados que
pudieran empañar mi servicio a la verdad y, con ella, al bien de los
hombres.
“Cuando fui creado, me dijeron que mi primer cometido consistía
en reproducir la realidad sin pretender vanamente duplicarla, ni
mucho menos suplantarla, deformarla o falsearla. Pero está visto que
los deseos de un azogue viejo como yo de poco o nada sirven frente a
! $%!
las caprichosas voluntades de los hombres. De veras que lo lamento, no
lo saben ustedes bien, pero las cosas se han revelado así: en verdad tan
sólo alcanzo a ser espejo de la fortuna”.
Gemma Pellicer
Barcelona, España
! $&!
Reflejo
Después de catorce horas preparando un informe que le explique
al Comité Ejecutivo qué hemos de hacer para mejorar “de forma
sustancial y notoria” el resultado presupuestado para este ejercicio,
llego a casa y descubro que no es la mía. Una mujer, que se parece a mi
mujer pero que no lo es, me sonríe y me dice “Hola, mi amor”. Sin
articular palabra, veo pasar a un veinteañero que me escupe un “¿Cómo
estás, viejo?” desganado. Mi hijo tiene tres años, ¿éste quién es? Por el
respaldo de un sofá burdeos que no he visto en mi vida se pasea un gato
siamés que me clava sus pupilas envueltas en un azul desconfianza.
Habrá olido que detesto a los gatos. “¡Murakami, sal de ahí! ”, oigo que
le ordena —en tono maternal— la mujer que no es mi mujer, antes de
apoyar sus manos en mis hombros y preguntarme “¿Te cambias y
cenamos?”. Dejo mi abrigo sobre un sillón orejero —horrible, por
cierto— y, al tiempo que deshago el nudo de mi corbata y tiro de ella
con cansancio fingido, me pregunto dónde estará el baño. Decido
aventurarme por el pasillo por el que se ha perdido el joven —que no es
mi hijo— con la esperanza de encontrar un baño —aunque no sea el de
mi casa— rogando que tenga una ventana por la que escapar sin tener
que dar explicaciones, ni a esa mujer —que no es mi mujer—, ni al
chaval —que no conozco, aunque me llame viejo—, ni a Murakami —
aunque estoy convencido de que este maullaría de alegría si dijera que
me voy—. Enciendo la luz del pasillo y el reflejo de los halógenos en un
espejo inmenso me descubre adónde he de ir. Al entrar y apoyarme en
la puerta que cierro a mis espaldas noto el sudor que me empapa
cuando descubro que este baño no tiene ventanas. “¡Papá, que nos
! $'!
morimos de hambre. Venga!”, me apremia el chico —que insiste en
querer ser mi hijo— tamborileando con sus dedos en la puerta mientras
pasa, supongo, camino de la cocina. Intento relajarme y pensar, pero
me sobresalta un ruido agudo, extraño, que identifico como las uñas de
ese gato —que no es mío— arañando el marco desde el otro lado. Me
decido a abrir el grifo porque necesito lavarme la cara y es entonces
cuando me veo en el espejo. El reflejo me devuelve a un hombre que no
soy yo, que se me parece, pero que no. O sí, si entre esta mañana y
ahora hubiesen pasado veinte años.
Pedro Sánchez Negreira
La Coruña, España
! $(!
Vecindad
Seamos sinceros. A pesar de que siempre coincidimos en el
ascensor, entre usted y yo no ha fraguado una verdadera relación de
vecindad. No digo que no hayamos cruzado algunas palabras, pero, si
usted analiza bien esos encuentros ascendentes y descendentes, nos
hemos limitado a convenir sobre el estado del tiempo y a veces, como
signo de variación, a cotejar el pulso horario. Todo ello impuesto por
ese incómodo silencio que se apodera de los espacios demasiado
estrechos, donde las respiraciones se tocan sin pretenderlo y las
miradas se evitan sin lograrlo.
No, ese no es nuestro caso. Nosotros jamás bajamos la mirada. Yo
lo miro a los ojos y usted me corresponde, siempre me corresponde. Sin
embargo, algo molesto, como una lámina de azogue, se ha interpuesto
siempre entre nosotros. Y le confieso que en todos estos años, y muy
especialmente cuando me correspondió por turno rotatorio ejercer de
administrador de la finca, me hubiera gustado verle alguna vez en las
reuniones de la junta de propietarios. Créame, son un buen
termómetro de la temperatura del estado vecinal y un estupendo
campo de cultivo de alianzas —y también de enemistades y sinsabores,
por qué no decirlo— que surgen en la defensa o el rechazo públicos de
una propuesta. Connivencias sobrevenidas en algún punto del orden
del día con el oficinista del primero izquierda y la universitaria del
cuarto derecha nos han allanado el camino para compartir más tarde
otras actividades de la común convivencia, como las compras en el
supermercado y el disfrute de alguna que otra velada festiva en las
noches estivales del barrio.
! $)!
Le digo todo esto y pienso que quizás usted sea de esas personas
que desdeñan las juntas por considerarlas inservibles pero, no
obstante, no renuncian a su derecho de exigir que el edificio funcione
perfectamente.
Lo admirable, lo que no deja de sorprenderme, es que sea usted
tan semejante a mí en los perfiles humanos, y me cuesta creer que no
podamos llegar a ser incluso mucho más que vecinos. Es posible que la
solución sea romper la barrera que se empeña en separarnos, este
maldito espejo que tantas veces nos acerca y otras tantas nos distancia
en el ascensor.
Antonio Serrano Cueto
Cádiz, España
! %+!
Espejo Segunda parte
! %*!
A media ceja
Mi espejo tenía erratas. Sin embargo, en él y en otros tiempos, se
había mirado mi madre, para recolocar mechones sueltos del moño que
llevaba pegado a la nuca como un bígaro a una roca, mi padre, para
recortar sus cejas hirsutas que grapaban una mirada escurridiza, y
nunca, que yo recuerde, se habían quejado de la falta de precisión de su
reflejo. ¿Qué pasaba con aquel espejo o qué pasaba conmigo para que
me viera equivocada?
Un día, al salir de la ducha, me di cuenta de que me faltaba una
ceja. Tenía claro que había entrado en una edad de hipérboles –mis
orejas, nariz y orejas gustaban cada vez más de la exageración– de
elipsis —mis labios, mínima expresión de lo que habían sido,
subrayaban ahora sonrisas de paradoja— de eufemismos —con arrugas
que surgían del alma— y, por todo esto, a cada día que pasaba me era
más complicado encontrar la trama de mi cara en el vaho de una ducha.
Pero perder una ceja era otra cosa mucho más seria: no se podía
ir por la vida con el ojo derecho circunflejado y el izquierdo no.
Después de intentar dar con la extraviada, me acerqué al espejo por si
se hubiese colado a su otro lado; nunca había creído en el otro lado de
los espejos pero la situación era grave: sin las dos cejas me iba a ser
imposible sorprenderme o asustarme del todo y, con la de cosas
inconcebibles que estaban ocurriendo en el mundo, habría necesitado
mucha más sangre fría de la que disponía.
Con la nariz pegada al espejo que poco a poco se iba
desempañando, creí reconocer, en el fondo de no sé qué otra realidad,
! %"!
dos siluetas algo encorvadas y, agudizando el oído, me llegaron ecos de
una discusión:
—¿No habría que decírselo? —preguntaba una voz masculina de
estilo indirecto.
—¡Que no! —contestaba otra voz, femenina esta y de estilo muy
directo—, se pondrá hecha una furia y seguro que me culpará de lo
ocurrido.
¡Ellos, eran ellos! Mi madre, con su moño-bígaro y él, con su
mirada escurridiza grapada a dos cejas más hirsutas que nunca, la
izquierda sobre todo.
Al extrañarme de un solo lado, la falta de concreción de mi cara
molestó a mis padres que vieron en ella una clara muestra de
indiferencia hacia sus personas.
—¡Por supuesto que me alegro de veros! Pero tenéis que entender
que con una sola ceja es normal que me extrañe, me alegre y me asuste
a la mitad.
Lo entendían y les dio pena verme tan vacía de contenido.
Entonces, me contaron que lo de la ceja había sido un accidente:
—Lo siento mucho, hija, pero somos muchos en este espejo y
ayer, al recortarme la ceja izquierda, confundí la tuya con la mía —
reconoció mi padre—. Ten paciencia, en menos de quince días te
volverá a crecer.
No podía salir de mi asombro ni de mi enfado y decidí tomar
medidas para recuperar mi propio reflejo.
Después de horas de discusión, mis padres y yo establecimos un
horario que prometimos seguir a rajatabla. Ellos podrían ir y venir a su
! %#!
antojo de los dos lados del espejo, siempre y cuando lo dejasen libre de
siete de la mañana a ocho, y de nueve a doce de la noche.
Desde entonces no nos hemos vuelto a encontrar, pero algunos
ecos de peleas que me son familiares llegan hasta este lado, y de vez en
cuando, al peinarme, siento como el roce de una mano en la nuca, de
una mano que intenta recolocar mechones sueltos de un moño que
nunca tuve ni tengo ni tendré jamás.
Dominique Vernay Juillet
Asturias, España
! %$!
Reflejos Tercera parte
! %%!
Cuestión de reflejos
Derrotarle no iba a ser empresa fácil. Así que, después de reunir
cantidades ingentes de café y víveres en la habitación, coloqué el más
cómodo de mis sillones delante del espejo.
Antes de sentarme puse a prueba sus reflejos. La imagen
reprodujo con extrema exactitud cada una de las muecas y extrañas
coreografías que improvisé.
Durante la primera noche tuve que ausentarme al baño, pero
antes reorienté el espejo para poder verlo desde allí. Me pareció que
apartaba la vista por algún extraño sentimiento de pudor. A pesar de
ello, dos días después seguía invicto, repitiendo cada gesto y cada
espasmódico movimiento.
Yo estaba convencido de mi triunfo. Contaba con la ventaja de
que a mi lado los alimentos eran reales. Sólo tenía que esperar.
Cuatro días tuvieron que pasar hasta que detecté un segundo de
retraso en sus movimientos. Emocionado, aparté el sillón y me acerqué
a él. Dos globos rojos se estampaban sobre una barba descuidada. Di
dos pasos atrás y comencé a levantar y a agachar simultáneamente los
dos brazos. Cada vez más rápido. El reflejo intentó seguirme pero la
coordinación le fallaba, hasta tal punto que a veces, incluso descansaba
en sus rodillas para estudiar mis movimientos.
Difería ya de forma clara pero quise que la victoria fuera
aplastante, que fuera él quien se rindiera. Con la comida que me
quedaba y el ánimo renovado, pensé que pasar una noche más no
resultaría difícil. Pero me equivoqué y al amanecer me dormí por unos
! %&!
instantes. Al despertarme sobresaltado, busqué raudo la figura del
hombre en el espejo. No estaba.
Me acerqué a la fría superficie y al tocarla comenzó a ondularse
como agua en un estanque. Me volví y descubrí al hombre que dormía
plácidamente sobre mi cama.
No dejé de vigilarle mientras cruzaba al otro lado.
Ginés Cutillas
Barcelona, España
! %'!
Pastrana
¿¡Qué si soy la mujer más fea del mundo!? ¿Acaso no se han visto
por la mañana en el espejo? Pues háganlo seguido, así entenderán por
qué me cepillo la barba, la cabellera encrespada y el crecido bigote. Las
pilosidades también me crecen en demasía en recodos ignotos, pero eso
a ustedes no les importa, ni les hablaré de ello, aunque sí les aseguro
que tengo quien me atienda esas zonas, no sólo el zopenco de mi
marido, sino también el domador, el acróbata y el contorsionista, pero
ya estoy incumpliendo una palabra empeñada entre las sábanas. Pero
ultimadamente, ¿a ustedes qué les importa mi vida entre colchones?
¿Que no me preguntaron?, entonces sigo con lo mío. ¿Se miraron
cuando enjugaban su rostro en el lavabo? Yo lo hago cada mañana,
durante el ocaso y cuando comparezco ante el inclemente insomnio.
Nada les pasará cuando se miren. Después de contemplarse ya no
querrán salir a la calle blandiendo el cuchillo, ni querrán guarecerlo en
el pecho de su esposa, menos aún empuñar la espada para trozar al
vecino escandaloso.
Apenas me miro en el espejo entiendo por qué me endilgaron los
motes de Mujer Oso, Hembra Lobo, entiendo entonces por qué ladro,
aúllo o gruño mientras contemplo mi rostro en esa planicie cenagosa
intitulada espejo, ese puro azogue que titila una belleza de otro tiempo.
Esta beldad proviene de otras comarcas. En cuanto me ojeo, abandono
la daga que me acompaña y plugo al señor que nadie se espante cuando
vagabundeo por la calle, o que ninguna señora cuchichee en esa lengua
de perros mientras la estilista me recorta el demasiado cabello.
! %(!
Si se asoma el temor en la pupila de los peatones, o bisbisean a mi
paso, yo los maldigo: ¡Infelices, qué no se han visto ante el espejo!
¡Háganlo, Julia Pastrana se los encomienda! Cuando lo hagan,
dispondremos de menos huérfanos, pocas viudas y entierros menos.
Entonces entenderán que ninguna belleza los acompañaba, que debajo
de su piel supura el odio contra sus semejantes. Entonces entenderán
que aún no han aplacado ese maldito mal emboscado. La bella soy yo,
se los digo a ustedes antes de que partan a sus hogares cuando termine
la función. Y antes de que concluya mi acto les pregunto, ¿se miraron
en el espejo por la mañana? Ya lo sabremos en el desayuno cuando el
voceador pregone los muertos abandonados a la vera del camino.
Javier Perucho
Axolotitlan, México
! %)!
Presencias
No tengo miedo de los espectros,
Sólo son terribles los vivos,
Porque poseen un cuerpo
Marguerite Yourcenar
No lo sabía. Apenas su imaginación si alcanzaba para abrir la
ventana y escaparse con el olor que traía la brisa de las cuatro de la
tarde, cuando el mar cambiaba de color y los gritos de las gaviotas y de
los alcatraces de hacían más agudos. Habían transcurrido sesenta y
cuatro días sin que le asaltaran las dudas y los fantasmas que le
esperaban detrás de las puertas, entre los armarios y en especial
cuando levantaba la colcha para entregarse al sueño. Aquella presencia
que se movía por su casa, aquel olor que le paseaba por las mejillas, ese
mirar hacia atrás como si alguien estuviese siempre mirándolo,
acechándolo.
Al comienzo lo tomó como un juego de niños que se emocionan
ante la posibilidad de una casa con fantasmas. Luego pensó que era
producto del cansancio y las tensiones de los últimos días. Después,
ante el asedio, los ruidos y el constante olor a picadura fina que le
despertaba como si un aire le rozara la cara, como si un beso o una
caricia le traspasara el alma, terminó por acostumbrarse a esa
compañía invisible que ya no le producía escalofríos, sino cierta tibieza
agradable, dejándole de preocupar como hecho metafísico.
Cierto atardecer de tormenta eléctrica un rayo quebró los espejos
de la casa, formando charcos de imágenes quebradas. Entonces la
! &+!
presencia desapareció, los ruidos se callaron, el olor de la pipa se
desvaneció. La incertidumbre y la soledad se apoderaron de la casa.
Pasaron sesenta y cuatro días. Vistió la casa con espejos nuevos
para tener la sensación de compañía. Instantáneamente apareció de
nuevo la presencia deseada.
¡Lo atrapaban los espejos!
Nana Rodríguez Romero
Tunja, Colombia
! &*!
Cuentos de infancia
Solo ahora, mirando a través del tiempo, descubro por qué me gustaba
tanto ir a lo de Doña Carmen, como llamaba mi madre a esa amiga suya a la
que a mí me encantaba visitar.
Durante años creí que la razón estaba en la torta de manzanas que
preparaba especialmente por nuestra llegada, quizás porque, en la galería
junto a la ventana de vidrios de colores, jugaba con la gata de Doña Carmen
entre haces de luz que volvían todo irreal. O tal vez porque siempre nos
llevábamos de vuelta un frasco de mermelada casera, también de manzanas,
regalo de la señora.
Sin embargo, recordando esas tardes, ahora ya mayor, descubro la
verdadera razón que hacía que yo insistiera en acompañar a mi mamá en sus
visitas.
Doña Carmen había trabajado como empleada doméstica en la casa de
Borges, durante algunos años cuando él era un niño. De esos tiempos, la
mujer tenía numerosas anécdotas que repetía cada vez que yo se lo pedía:
momentos especiales de su infancia, detalles de la casona, los gustos y
rarezas de la familia. Pero había un relato en particular, uno mágico y
misterioso que Doña Carmen dejaba como cierre final para cada ronda de
historias porque sabía que era la que más me interesaba, la que me intrigaba.
Yo escuchaba el tren de narraciones repetidas solo para llegar a la
última: contaba que algunas tardes, cuando Jorge Luis leía en el jardín, a
Doña Carmen la parecía oír la voz de la madre del niño —algunas veces en
inglés— en un llamado curioso: ¡Jorgito, basta de leer por hoy. Vení ya y
entrá al espejo!
Giselle Aronson
Buenos Aires, Argentina
! &"!
Sin imagen
Había comprado el espejo de mano en una almoneda de Rumanía.
Se miró antes de pagar y se encontró bella. Cubrió el precio con
satisfacción. De vuelta a casa colocó el espejo sobre un mueble de su
alcoba y aprovechó para volverse a mirar. El espejo no reflejó nada.
Disgustada lo dejó abandonado y prefirió mirarse en sus espejos antiguos.
Sus relaciones maritales no iban bien y sus disgustos por esa razón eran
continuos. Meses después volvió a intentar verse en el espejo rumano y
ocurrió lo mismo, no reflejaba ninguna imagen. Lo maldijo, lo tiró al
suelo, pero no se rompió. Prefirió no contar a su marido lo que ocurría.
Las discusiones con el esposo iban en aumento, ella confió a una amiga
que ya no lo aguantaba, que le amargaba la vida tratando de imponerle su
voluntad. Sin proponérselo se volvió a encontrar con el espejo de
Rumanía. Se miró en él, la respuesta fue la misma, lanzó una maldición,
tiró el espejo contra la pared, tensa como estaba tuvo una nueva discusión
con el marido, ella desesperada metió sus pertenencias en una enorme
maleta, llamó un taxi y abandonó la casa conyugal. Meses más tarde halló
el espejo en el forro de su maleta. Lo cogió con rabia, no pudo evitar la
curiosidad de mirarse una vez más, lo que vio fue la cara de su marido. Al
día siguiente ocurrió lo mismo, y las sucesivas consultas que hizo tuvieron
igual respuesta. Volvió frenética a la casa de él. Lo encontró afeitándose,
no le dijo nada, le disparó tres tiros, el hombre cayó ensangrentado al
suelo y con la cara enjabonada. Se miró en el espejo y se vio muy bella.
Carlos Meneses
Lima, Perú
! &#!
Añicos
Hipólito avanza por el salón tratando de evitar los cristales que
siembran peligrosamente el suelo. Ni su único pie ni la muleta deben
pisar unos fragmentos que le harían resbalar. No ha podido contener el
arrebato de furia; ha muerto madame y, al entrar en el salón y verse
reflejado en el bufé junto al que fue operado, al reconocer su cara
envejecida por el dolor, ha lanzado la pierna ortopédica contra el
espejo.
Recuerda cuando le tendieron sobre la mesa. Recuerda la frase no
te costará nada. Evoca el miedo en los ojos del médico: desde un
ángulo secreto, desde donde todos creían que no alcanzaba a ver
porque los candiles multiplicaban su luz y las dobles llamas cubrían
casi toda la imagen de lo que estaba sucediendo, Hipólito supo del
miedo de Charles. Sin embargo no se resistió. El olor a desinfectante lo
llenó todo. Vio un bisturí y ahora el chasquido seco del tendón al ser
cercenado resuena en su cabeza cada noche, como las palabras del
farmacéutico.
No tiene nada que perder: busca entre los triángulos de espejo
esa mirada cobarde. En algún lugar, quizá en un destello apenas, pueda
recobrar el fragmento de tiempo que le falta y recomponer la escena
que le robó para siempre su vida imperfecta.
Susana Camps Perarnau
Barcelona, España
! &$!
Esos enanos
Sé que estoy soñando, lo sé, pero tengo miedo. Desde que mi
madrastra me regaló este espejo mis noches se han vuelto una
pesadilla. Yo no lo quería en mi habitación, pero ella insistió. Ver el
gesto de tristeza en el rostro de mi padre me llevó a ceder, no sería yo
quién rompiera una armonía familiar que se sostenía en un suspiro.
Decidió incluso la ubicación, en la cabecera de mi cama. Las
primeras noches me despertaron las voces, una cacofonía sibilina que
me erizaba todo el vello del cuerpo. Lo peor vino después cuando
extrañas sombras se arrastraban desde su oscuro reflejo y rondaban
alrededor de mi lecho, el terror colapsaba mis músculos impidiéndome
la huida.
Sé que estoy soñando, lo sé, pero estos siete enanos que han
cargado conmigo hasta el interior del espejo, me aterrorizan. Que me
miren fijamente, a través de la urna de cristal donde me han colocado,
hiela mi sangre y agarrota el grito que quiere escapar de mi garganta.
¡Quiero despertarme!
Elysa Brioa Escudero
Valencia, España
! &%!
Rarezas de la reflexión
A pesar de todas las invenciones que se han creado alrededor de
los espejos, siempre me fue imposible dejar de pensar que cada vez que
me alejaba del que adornaba mi pared, una vida paralela se
desarrollaba detrás del cristal. Con el alba, y antes de que sonara mi
despertador, corría hasta el baño a ver si lograba sorprender a mi otro
yo en alguna de sus andanzas. Sin embargo, el resultado siempre era el
mismo: una réplica exacta y simultánea de todos y cada uno de mis
movimientos. Pasaron muchos años antes de que descubriera lo que
me temía desde el principio, pero cuando ya había dado por olvidado el
tema, pasó algo inusual. Una mañana, cuando miré mi rostro, me vi
pálido, ojeroso, con esa imagen del sufrimiento que trae consigo el
fantasma del desamor. Incrédulo ante cómo me veía, me acerqué y, sin
advertirlo, leí labios de mi necio reflejo, que suplicaba desde su mudez:
“Por favor, sácame de aquí”.
Esteban Dublín
Bogotá, Colombia
! &&!
Frío
Yo sabía que ese espejo era un portal de entrada a otra
dimensión. A veces, cuando me miraba en él, percibía como una onda a
mis espaldas, como una ráfaga que quitaba el polvo de las cosas y
dejaba todo más brillante.
Nunca me había animado a tocarlo, pero podía sentir un calor
que emanaba de él al acercar mis manos.
Curiosa por naturaleza y atenazada por el duro invierno y el
hambre de la guerra, decidí probar mejor suerte cruzando al otro lado.
Primero probé con una mano, que saqué rápidamente
comprobando que había tomado un leve color rosado y estaba tibia.
Pensé que en aquel lugar definitivamente no hacía frío y
seguramente tendrían comida. Crucé de un salto.
No podía definir el lugar, pero allí no tenía hambre, ni sed, ni frío.
Solo una sensación de paz y bienestar.
Al volverme hacia el espejo, me asombró ver a una niña parecida
a mí recostada en el suelo, cubierta de escarcha.
Claudia Sánchez
Buenos Aires, Argentina
! &'!
El espejo
El barbero tijereteaba sin descanso. El barbero afilaba una y otra
vez la navaja en el asentador. Clientes de toda laya acudían al local del
barbero, abarrotándolo. El barbero manejaba las tijeras, el peine y la
navaja con velocísimos movimientos tentaculares. Ser barbero precisa
de unas cualidades extremas, formidables, exige la briosa celeridad del
esquilador y el tacto sutil del pianista. Sin transición, el barbero
despojaba a la nutrida clientela de sus largos mechones, de sus
desparejas pelambres, señalizaba lindes en el blanco cuero cabelludo,
se internaba en sus orejas y en sus fosas nasales, sonreía, pronunciaba
las palabras justas, apreciaciones que sabía no serían respondidas,
mientras los clientes miraban sin mirar el progreso de su corte en el
espejo, coronillas, nucas, barbas cerradas, sotabarbas, patillas de
distinta magnitud, luchanas, cabellos que planeaban incesantemente
en el aire antes de caer formando ingrávidas montañas: el barbero
nunca imaginó que el pelo de los cadáveres pudiera crecer con tanta
rapidez bajo tierra.
Ángel Olgoso
Granada, España
! &(!
Reflexiones post delitus (xxiv)
Después del asalto el hombre llegó muy cansado al lujoso hotel.
Prendió la Tv, reposó la ametralladora detrás de la puerta y se dejó caer
en la cama de colcha dorada. Cuando trató de ver las noticias algo le
llamó poderosamente la atención: no se reflejaba en ninguno de los
grandes espejos que cubrían las paredes de la habitación.
Nada entendió hasta que dieron la primicia en el canal
internacional: el asalto al Banco de Perú tuvo un trágico saldo de siete
personal muertas, todos pertenecientes al grupo delictivo que intentó
asaltarlo.
El hombre ya no sintió angustia alguna, solo un vacío que lo
desvaneció hasta acabar en el Infierno conversando con sus seis
hermanos de lo dura e inesperada que fue la vida en la Tierra y de lo
mal que en su nueva residencia se la pasaba, pues el único banco que
allí había lo regentaba y cuidaba el mismísimo Satanás.
William Guillén Padilla
Hualgayoc, Perú
! &)!
Reflejos rotos del otro lado
Él me mira con insistencia, pretendiendo que le muestre un
destino que sólo está en su mano. Ella me mira con coquetería desde su
manto de fresa del otro lado. Él se sabe ajeno en un mundo hostil que
no le entiende. Ella se sabe centro de su propio universo. Él quisiera no
ser él. Ella mantiene viva la esperanza de llegar a ser alguna
vez. Él asoma sus ojos brillantes de miedo. Ella entorna los suyos. Él
tuerce la boca en mueca agreste. Ella sonríe con la dulzura de la
comprensión. Él alza el puño. Ella, la mano. Él descarga toda su rabia y
yo caigo al suelo, estallo en mil añicos de mala suerte. Mil reflejos rotos
de él se alejan en su cuerpo indeseado. La luz se apaga. Ella ha
desaparecido y nunca existirá, y él continuará existiendo en la mitad
cobarde de su vida.
Fernando Micros
Barberà del Vallès, España
! '+!
Confianza rota
Y creí que era mi amigo. Todos mis secretos le confié. Pero hay
cosas que solo el alma sabe. ¿Dónde fueron a pasar los mejores años de
mi vida? Aún tengo sueños y me siento un niño.
Ahora, frente a él, una vez más he liberado mis confidencias.
Nunca esperé como respuesta un remedo. Le reclamé su ironía. ¿Cómo
debí interpretar su silencio? Todo fue mentira. Tanto tiempo creí en sus
lisonjas. ¿Por qué también él se ha sumado a los que de mí hacen
escarnio? ¡Cuántos necios van por la vida creyendo que el mundo es tal
como lo ven! El limón no es agrio hasta que lo pruebas.
Había cosas en mí que no conocía. Mi ira, por ejemplo. Estrellé
mi puño en su burlona mueca y, aún herido, me destrozó la mano. La
confianza ya quedó rota. Mañana tendré que comprar otro espejo.
Carlos Alberto Vigil Vásquez
Chota, Perú
! '*!
Ana ! anA
A los veinticinco años tuve una hermana gemela. Todo empezó
una mañana en el cuarto de baño, delante del espejo. Se negó a pintarse
los ojos y vestirse con la bata azul. Se puso terca. Yo me marché al
trabajo en la fábrica de conservas y ella se quedó diciéndome: “No
quiero envejecer igual que todos”. Desde entonces ha llevado su propia
existencia. Dado que somos gemelas, no hemos necesitado hablarnos
para saber cómo nos iba la vida. Supe que viajaba mucho y que de vez
en cuando pasaba por casa, pues me encontraba cucharillas de
ciudades de diversos países y alguna postal sin escribir. También la
biblioteca se fue llenando de libros de viajes.
Ahora, con sesenta y cinco años nos hemos vuelto a espejear en
el envejecido cristal. “No has cambiado nada”, me dice. “Pues yo a ti no
te reconozco”.
Javier Jiménez Domínguez
Madrid, España
! '"!
Casa con fantasma
Esta casa es muy singular, y al contrario de mi inicial propósito —
movido quizá por alguna antiquísima razón vengativa de la cual ya no
me acuerdo—, he terminado por quererla.
Hay que ver las horas sin control —cercanas a la eternidad— que
paso en el Cuarto de los Relojes. Como ellos, igual debió latir mi
corazón en plena madurez. Hay que ver lo bien que me siento en el
Cuarto de la Flores. Así de lozana y perfumada debió abrirse mi
juventud.
Pero claro, cuando llego al Cuarto de los Retratos, a pesar de lo
divertido que resulta siempre mirar las circunspectas generaciones que
han pasado, ya comienzo a inquietarme, y como por naturaleza le temo
a los fantasmas, por acto reflejo cierro los ojos cuando por alguna razón
tengo que pasar por el Cuarto de los Espejos.
Humberto Jarrín
Cali, Colombia
! '#!
Instrucciones de uso
Su primera mujer, la que lo dejó viudo del pie derecho, me fue
dando instrucciones desde el espejo del baño. Al parecer se había
quedado a vivir allá adentro y él me dijo que debería acostumbrarme a
lavarme los dientes bajo su atenta mirada. Como comprenderás, no
puedo decirle que se vaya ni cambiar de espejo, me explicó encogiendo
los hombros, qué descortesía. Así que el día de mi boda ella estuvo allí
todo el tiempo, indicándome cómo debía pintarme los labios y
aconsejándome que utilizara unas cuantas horquillas más para
ajustarme el velo. Cuando pensaba que ya no podía ser peor, extendió
su mano de muerta enguantada por encima del lavabo y me pasó una
liga, a través del cristal. Algo prestado, querida, para que tengas mucha
suerte.
Patricia Esteban Erlés
Zaragoza, España
! '$!
Mar adentro
El agua no tuvo relación alguna con el horror que la dejó como
única habitante de la casa, sin embargo, “falta agua” es lo que escribe
ella con mano temblorosa y gesto vencido.
Él la observa repetir una y otra vez la misma expresión, sudar en
el cuarto celosamente clausurado, debilitarse; cada partícula del cristal
que lo constituye tiembla: la ama desde que era una niña.
Una ráfaga fría le revuelve el pelo, atónita, levanta el rostro.
Donde el espejo debería mostrar su imagen está el mar, varias gaviotas
quiebran la línea del horizonte disputándose unos restos miserables.
Como quien se encuentra a pocos pasos del borde de un acantilado,
hacia ese mar se dirige con una agilidad que supuso perdida.
Patricia Nasello
Córdoba, Argentina
! '%!
Persistencia
La compra con todos sus muebles antiguos. Despierta su
curiosidad el hecho de que hubiera durado tantos años sola y así se
entera de que tras la muerte de la joven recién casada, el marido no
quiso saber nada de la casona, herencia de sus padres.
Cuando finalmente se la entregan, todo luce impecable. En la
acogedora alcoba, llama su atención el enorme espejo frente a la cama,
cubierto por un paño de seda.
Al levantar el lienzo, el espejo refleja unas sombras extrañas, tal
vez necesita una limpieza, murmura. Después de limpiarlo, las sombras
de convirtieron en la imagen de un crimen: el antiguo dueño
estrangulando a su esposa.
Dina Grijalva Monteverde
Culiacán, México
! '&!
203
Nada de gestos grandilocuentes, de espectaculares rebeldías:
sabiamente sutil es la venganza del espejo. Consiste en minúsculas pero
constantes modificaciones en esa imagen que creemos nuestro mero
reflejo y que en realidad reflejamos. Una mañana notamos cierta
debilidad, cierta fatiga en la comisura de los labios. Otro día
descubrimos que pueden verse, aún con el gesto en reposo, un par de
finísimas líneas que parten de los lados de la nariz hacia la boca. Esos
cambios, que comienzan en la imagen del espejo, se proyectan
inmediatamente sobre nuestro cuerpo. Algunos (los que no admiten la
aguda sensibilidad moral de los espejos) creen envejecer.
Ana María Shua
Buenos Aires, Argentina
! ''!
Abandonado
Un despertar abrupto en una cama desértica. Dos párpados que
se abren con pereza y miedo. Un recuerdo de ayer que aún duele. Dos
pies descalzos que bajan de la cama. Un espejo, enorme, en el rincón
del dormitorio. Dos tipos ojerosos, despeinados, en pijama, que se
miran con lástima, frente a frente. Una absurda idea que se cristaliza,
que corta, que parece arreglarlo todo. Dos pasos hasta el cajón de la
mesilla y una mano que aferra el arma antes de situarse de nuevo
delante del espejo. Dos pistolas apuntándose a la sien. Un disparo. Un
cuerpo que cae. Otro que huye.
Víctor Lorenzo Cinca
Balaguer, España
! '(!
Espejos IV
Creo que el espejo del baño me refleja tal como soy más por
costumbre que por lealtad hacia la ley de refracción. Yo mismo no soy
más que una costumbre: cuando me acerco al lavabo para
higienizarme, el espejo está ahí y doy por sentado lo que reflejará: mi
cara, mis gestos, mis señas particulares. Pero a veces, en esas mañanas
en las que me siento raro, ajeno, y no me reconozco, me doy cuenta de
que el espejo se toma su tiempo, unas fracciones de segundo, para
reacomodar la imagen. Como si, para estar seguro, tuviera que ponerse
los lentes; mis lentes.
Juan Romagnoli
Buenos Aires, Argentina
! ')!
Última visita
Estaba nerviosa, intuía que iba a aparecer de un momento a otro,
nunca avisaba sus visitas, pero yo siempre las presentía. Hacía algún
tiempo que no venía, pero las heridas que me dejó su última aparición
aún estaban abiertas, la verdad es que desde la primera vez que se
inmiscuyó en mi vida nunca se habían cerrado. Me escondí en un
rincón de una habitación secreta y permanecí inmóvil, casi sin respirar,
apretando los párpados con fuerza. Y ella estaba allí, esperando con
una mueca burlesca a que yo abriera los ojos, y me encontrara con los
suyos, a través del espejo.
David Figueroa
Cali, Colombia
! (+!
Ella buscaba un espejo
Ella suele aparecerse a los vendedores de los mercados dentro de
un sueño con columnas rojas que forman parte de un templo en ruinas.
Los vendedores la reconocen porque ya la han visto en ciertos antiguos
espejos de bronce que cada tanto alguien desentierra. Eso es
precisamente lo que ella busca, uno de esos espejos. Los vendedores
fingen que revuelven entre los otros objetos mágicos, le dicen que no,
que por ahora no tienen ninguno, que más adelante. No soportarían
quedarse sin verla. Entonces ella regresa a su casa, se despierta, y
olvida, hasta que la sueñan otra vez.
Rosalba Campra
Córdoba, Argentina
! (*!
Expejo
Malvada se mira al espejo y pregunta lo que todos conocemos. No
hay reflejo ni respuesta. Enfurecida, la mujerona lo lanza por los aires y
éste no se rompe. Luego, lo echa al fuego. Nada. Le pide al cazador que
le dé un hachazo. Imposible. Malvada llama a un experto en espejos. El
hombrecillo constata: —Esto no es un espejo. —¡¿Y qué demonios es?!,
aúlla enloquecida. —Es usted, señora, usted misma convertida en
piedra. Riéndose, Malvada espeta: —¡Entonces, yo soy Blancanieves! —
Lamentablemente no —responde él—. Usted es solo un recuerdo, una
ficción desvanecida; para ser más claro, un expejo.
Lilian Elphick
Santiago, Chile
! ("!
Bloody Mary
Siendo niño, por curiosidad y diversión, había llevado a cabo el
ritual: prendió tres velas y llamó repetidamente al espíritu. Creyó ver
un rostro en la oscuridad del espejo.
Luego de años de un amor clandestino, su esposa murió en un
accidente junto a sus tres hijos. Se casó siete meses después. Ya en la
luna de miel, comenzó a sentirse descompuesto.
Débil, en su internación domiciliaria, la llamó unas siete o nueve
veces antes de que apareciera. María llegó, le secó la frente con un
trapo y otra vez lo obligó a tragar un líquido ensangrentado.
Juan Manuel Montes
Mendoza, Argentina
! (#!
Fotofobia
Cuando veo fotos de mí, pienso que me veo extraño en todos esos
instantes congelados y que probablemente poco haya de verdadero en
esas poses que buscan individualizarme en un paisaje o en una
situación que, en general, olvido con facilidad. Pero sin embargo, allí
estoy, siempre joven, y con esa mirada que parece buscarme a través de
las épocas haciéndome pensar que quizás yo no sea ese que me mira y
que mucho menos soy este que no se refleja en los espejos, que no
necesita dormir, que tiene una inconfesable admiración por blancos,
venosos cuellos ajenos.
Alejandro Bentivoglio
Buenos Aires, Argentina
! ($!
Lapidario
—¿Lo conozco de algún lado? —dijo mi imagen mientras me
afeitaba—. Me parece que sí, lo recuerdo perfectamente.
—No lo creo —respondí.
—Entonces asesiné a su hermano mellizo.
—En ese caso —refuté— debería llamarlo suicidio.
—Está loco, desvaría. Lo asesiné, le digo.
—Si yo estoy loco el agujero en su pecho es producto de mi
imaginación. —Mi reflejo metió un dedo en el hoyo y lo sacó limpio.
—¿Ve? —se rió—. No hay tal suicidio.
—¡Le digo que sí! —exclamé, airado y caí redondamente muerto.
Sergio Gaut vel Hartman
Buenos Aires, Argentina
! (%!
La talega
Ese anciano de mirada perdida siempre camina arrastrando una
pesada talega color cereza. Los cuentistas del vecindario dicen que
adentro lleva tres enormes espejos. Dos de ellos ya están rotos: el
primero lo rompió cuando descubrió su primera arruga; y el segundo
fue a parar al suelo cuando contempló su primera cana. El tercer espejo
sigue intacto… Algunos arguyen que su avanzada ceguera le impide dar
cuenta del último espejo. Yo creo que se romperá cuando el viejo esté
cara a cara con la Muerte.
Orlando Mazeyra Guillén
Arequipa, Perú
! (&!
El deseo
Al atardecer, después que los trolebuses habían cesado su
ronronear y las aves su vuelo a los nidos subterráneos, el Azaleón
apareció ante mí. Estaba exhausto, perladas de sudor sus escamas
plateadas y cubiertos sus ijares de sangre verdeazulada. Me quedé ahí,
sin decir nada, petrificado ante el horror de que su retorno significara
que había conseguido mi imposible deseo. Con sus últimas fuerzas
abrió las fauces y uno a uno fueron cayendo los reflejos de todos los
espejos del universo.
Alberto Sánchez Argüello
Managua, Nicaragua
! ('!
El lunar
Ahí estaba, como siempre, refutando la perfección de su rostro.
Desde el fondo del espejo, fruncido el ceño, la mujer arrojó contra su
imagen un pote de crema. Los vecinos, alarmados por el ruido, forzaron
más tarde su entrada, pero solo hallaron el espejo hecho añicos sobre
las baldosas y unas pocas gotas de sangre. “Estaba descalza”, dedujo el
más observador. Pero tampoco él advirtió, agazapado en un fragmento
filoso, el reflejo repugnante del lunar.
Henry Ficher
Bogotá, Colombia
! ((!
Las miradas
Decidido a descubrirse a sí mismo, en aquella ocasión el espejo no
buscó otros espejos para observarse.
Fue hasta donde se encontraba el vampiro para mirarlo cara a
cara.
Este lo recibió sonriente. Y entonces se miraron. Varios días y
semanas. Durante el día.
Durante la noche se miraron, hasta descubrir con profunda e
intemporal melancolía, espejo y vampiro, que nada ni nadie había en la
habitación.
Solo vacío.
Umberto Senegal
Calarcá, Colombia
! ()!
Tres generaciones en pugna
En su camino por el bosque hacia la casa de la abuela,
Caperucita Roja encontró entre las malezas uno de esos clásicos
espejos. Se agachó, lo alzó, y no pudo menos que dirigirle la ya clásica
pregunta:
—Espejito, espejito ¿quién es la más bonita?
—¡Tu madre, boluda! Te equivocaste de historia —le contestó el
espejo negándose a reflejarla.
Luisa Valenzuela
Buenos Aires, Argentina
! )+!
Incondicional
Al alba él se asoma a su superficie con paso vacilante. Ella,
robando un rayo de sol, torna dorado el cabello cano y recompone,
medida por la brisa, los dientes perdidos y el rostro abotargado.
Narciso marcha ufano; ella aguarda el próximo amanecer para ofrendar
nuevamente al amado su fingido reflejo.
Elisa de Armas
Sevilla, España
! )*!
Buena memoria
Esta mañana al rasurarme no me encontré en el espejo. La
reacción lógica esperada habría sido gritar, llorar, maldecir… Pero
recordé que hace tiempo —desde que desconfío de mis visiones— me
saqué los ojos.
José Manuel Ortiz Soto
México, D. F.
! )"!
Al otro lado
La niña del espejo ya no me escupe. Ni sus insultos de verraca ni
sus afiladas burlas me acobardan.
Ahora soy yo, dentro del espejo, la que espera la llegada de otra
niña a la casa.
Ricardo Álamo
Sanlúcar de Barrameda, España
! )#!
El espejo desbordado
Las aguas del espejo se fueron desbordando, como se deslíe el
hielo, y en su corriente pasaban antepasados, personas, rostros, gestos,
que en él se copiaron.
Javier Tafur González
Cali, Colombia
! )$!
Día 7 11:59
Terminado el universo, Dios limpia la mesa de trabajo y guarda
en los espejos todo el infinito que le sobró.
José Luis Zárate
Puebla, México
! )%!
El desconocido
Cuando el espejo —harto de sus crímenes— decidió reflejarlo, el
vampiro se escabulló ante tan inhumana presencia.
Gabriel Bevilaqua
Zárate, Argentina
! )&!
Destellos en el cristal Antología de microrrelatos de espejos es una edición digital de
Internacional Microcuentista, revista de microrrelatos y otras brevedades.
Comité Editorial
Martín Gardella (Argentina), Esteban Dublín (Colombia), Víctor Lorenzo (España),
Fernando Sánchez Ortiz (España), José Manuel Ortiz Soto (México)
y Rony Vásquez Guevara (Perú)
Publicación no venal para descarga gratuita desde internet.
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Todos los derechos de autor que aparecen en esta antología pertenecen al autor que se
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