Destellos en el cristal

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Antología de microrrelatos de espejos

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Destellos en el cristal

Internacional Microcuentista

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Destellos en el cristal Antología de microrrelatos de espejos

Internacional Microcuentista Revista de microrrelatos y otras brevedades

2013

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! #!

ÍNDICE

Una invitación a cruzar el espejo 6

Destellos – Primera parte

Al otro lado, Santiago Eximeno 9

La venganza del fantasma, Rony Vásquez Guevara 10

Cama con espejos, Isabel Wagemann Morales 11

Prejuicios, Leonardo Dolengiewich 12

Medusa, Antonio Tuya 13

Constatación, David Vivancos Allepuz 14

Eleanor Glanville, Beto Benza 15

El pez y el emperador amarillo, Antonio Cruz 16

Desaparecida, Lola Sanabria García 17

atodcènA, Ana Vidal 18

El duelo, Marcial Fernández 19

De monstruos y bellezas, Diego Muñoz Valenzuela 20

Punto de fuga, Agustín Martínez Valderrama 21

Identidades, Rocío Romero 22

Evasiones, Pedro Peinado Galisteo 23

Cuarta dimensión, Maite García de Vicuña 24

Simetrías, Rosana Alonso 25

Mala suerte, Marcos Rodríguez Leija 26

Espejo de baño, Miguelángel Flores 27

Boceto, Fernando Sánchez Ortiz 28

Separados e inseparables, Luisa Hurtado González 29

La diferencia, Julio Estefan 30

La ventana, Sandro Bossio Suárez 31

El “yo”, Manuel Espada 32

El espejo electrónico, José Luis Sandín 33

Casa de los espejos, Saturnino Rodríguez Riverón 34

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! $!

Paranoico afortunado, Fabián Vique 35

El futuro es un reflejo, Mar Horno 36

Espejo, Harold Kremer 37

Valeria y los espejos, Sandro Walter Centurión 38

Espejos de vanidad, Amélie Olaiz 39

Sincronía, David Roas 40

El reflejo, Martín Gardella 41

De los reflejos, Édgar Ómar Avilés 41

Cruzando, Gabriel de Biurrun Baquedano 43

El espejo de azogue, Gemma Pellicer 44

Reflejo, Pedro Sánchez Negreira 46

Vecindad, Antonio Serrano Cueto 48

Espejo – Segunda parte

A media ceja, Dominique Vernay Juillet 51

Reflejos – Tercera parte

Cuestión de reflejos, Ginés Cutillas 55

Pastrana, Javier Perucho 57

Presencias, Nana Rodríguez Romero 59

Cuentos de infancia, Giselle Aronson 61

Sin imagen, Carlos Meneses 62

Añicos, Susana Camps 63

Esos enanos, Elysa Brioa Escudero 64

Rarezas de la reflexión, Esteban Dublín 65

Frío, Claudia Sánchez 66

El espejo, Ángel Olgoso 67

Reflexiones post delitus (xxiv), William Guillén Padilla 68

Reflejos del otro lado, Fernando Micros 69

Confianza rota, Carlos Alberto Vigil Vásquez 70

Ana ! anA, Javier Jiménez Domíguez 71

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! %!

Casa con fantasma, Humberto Jarrín 72

Instrucciones de uso, Patricia Esteban Erlés 73

Mar adentro, Patricia Nasello 74

Persistencia, Dina Grijalva Monteverde 75

203, Ana María Shua 76

Abandonado, Víctor Lorenzo Cinca 77

Espejos IV, Juan Romagnoli 78

Última visita, David Figueroa 79

Ella buscaba un espejo, Rosalba Campra 80

Expejo, Lilian Elphick 81

Bloody Mary, Juan Manuel Montes 82

Fotofobia, Alejandro Bentivoglio 83

Lapidario, Sergio Gaut vel Hartman 84

La talega, Orlando Mazeyra Guillén 85

El deseo, Alberto Sánchez Argüello 86

El lunar, Henry Ficher 87

Las miradas, Umberto Senegal 88

Tres generaciones en pugna, Luisa Valenzuela 89

Incondicional, Elisa de Armas 90

Buena memoria, José Manuel Ortiz Soto 91

Al otro lado, Ricardo Álamo 92

El espejo desbordado, Javier Tafur González 93

Día 7 11:59, José Luis Zárate 94

El desconocido, Gabriel Bevilaqua 95

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! &!

Una invitación a cruzar el espejo

El espejo, ese objeto mágico que nos permite duplicar la realidad,

o escapar de ella, ha fascinado desde tiempos pretéritos a muchos

escritores y ha dado pie a multitud de historias. De la mano de Lewis

Carroll, Alicia lo cruzó para descubrir un nuevo mundo. La malvada

reina le preguntó a un espejo quién era la más bella y la respuesta no

fue de su agrado. Narciso, antes de caer y convertirse en flor, se

enamoró de su imagen repetida en las mansas aguas. Los vampiros, por

su parte, llevan siglos intentando en vano reflejarse en él. Incluso

Perseo utilizó uno, en forma de escudo, para evitar convertirse en

piedra. Y estos pocos ejemplos no son más que una breve muestra, una

ínfima porción, de la influencia del espejo en la literatura.

Sin embargo, pese a todo lo escrito, todavía hoy el espejo fascina

a gran número de autores. Es por ello, entre otros motivos, que la

Internacional Microcuentista ha decidido lanzar otra de sus antologías

para reunir, en un volumen sin volumen, microrrelatos cuya temática

es ese objeto cargado de un enorme poder de atracción.

En esta breve antología, setenta y siete autores, de distintas

procedencias y nacionalidades, se enfrentan al espejo. Cada uno a su

manera. Cada uno con su estilo. Pero con una única condición: la

brevedad. En esta recopilación, organizada —como no podía ser de otra

forma— a modo de espejo, cargada de simetrías, se mezclan autores

consagrados de microrrelatos con otros, noveles o inéditos, que luchan

por hacerse un hueco en este breve género. Quizás, sin saberlo, unos

sirvan de inspiración a otros; quizás unos sean el reflejo de otros.

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! '!

Aunque jamás hayan osado colocarse delante de un espejo, a

medianoche, para repetir tres veces el nombre de Verónica, sean ahora

valientes, no se corten y crucen estas páginas, este cristal, y accedan a

un mundo plagado de fabulosas historias. No se arrepentirán.

Comité Editorial

Internacional Microcuentista

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Destellos Primera parte

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! )!

Al otro lado

Mi hermana gemela cruzó al otro lado del espejo y desde entonces

vive allí, atrapada para siempre. Me cuesta muchísimo maquillarme.

Santiago Eximeno

Madrid, España

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! *+!

La venganza del fantasma

Deprimido por no reflejarse en todos los espejos del mundo,

decidió desaparecerlos en desquiciada venganza. Los espejos siguen

intactos.

Rony Vásquez Guevara

Lima, Perú

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! **!

Cama con espejos

A Don Gonzalo Rojas

Reflejados infinitamente en los espejos de uno y otro lado de la

cama, hicimos todas esas veces el amor.

Isabel Wagemann Morales

Valdivia, Chile

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! *"!

Prejuicios

Él pasa horas frente al espejo. Quienes no lo conocen,

sentencian que es un tremendo narcisista. En cambio, sus familiares,

todos vampiros como él, saben que solo es un simple e inofensivo

esquizofrénico.

Leonardo Dolengiewich

Mendoza, Argentina

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! *#!

Medusa

El reflejo sigue siendo atroz. Estampada en el escudo, se puede

calibrar mejor para acertarle el golpe definitivo. Cada vez más cerca de

cortarle la cabeza, me angustia pensar que mis manos sean de piedra.

Antonio Tuya

Lima, Perú

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! *$!

Constatación

De todos los trabajos aburridos y monótonos que uno pueda

imaginar, no existe en el mundo otro comparable, créanme porque lo

digo por propia experiencia y con conocimiento de causa, al de ser

espejo de Mr. Dorian Gray.

David Vivancos Allepuz

Barcelona, España

Page 16: Destellos en el cristal

! *%!

Eleanor Glanville

En los últimos años de su vida, cuentan que todo lo que soplaba

se convertía en mariposas de colores iridiscentes, metálicos, azules y

verdes.

Una mañana se puso frente al espejo y sopló fuerte. Al instante

empezó a agitar sus alas y emprendió su vuelo por el campo.

Beto Benza

Lima, Perú

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! *&!

El pez y el emperador amarillo

Inmóvil, durante largas horas de cada día, el Emperador Amarillo

contempla el espejo. El amanuense se pregunta por qué lo hace,

aunque no se atreve a expresar su desconcierto. Ni siquiera puede

imaginar que el Emperador Amarillo espera a que el pez despierte para

que él pueda escuchar el rumor de las armas que nacerá desde el fondo

mismo del espejo.

Antonio Cruz

Santiago del Estero, Argentina

Page 18: Destellos en el cristal

! *'!

Desaparecida

Descubrí una estrella de puntas irregulares. Rasqué un poco con

la uña. La estrella perdió las aristas y se transformó en círculo. Lo cubrí

con el dedo y noté que el cristal se ablandaba. Presioné y entró la yema.

Metí un brazo, detrás el otro, después una pierna, y luego la otra. Todo

mi cuerpo pasó al otro lado del espejo. Y encontré a la niña.

Lola Sanabria García

Madrid, España

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! *(!

atodcènA

Aquella mañana los reflejos se despertaron primero. Salieron en

una algarabía de biselados, marcos de forja, de madera y dorados,

algunos con la lamparita superior del baño aún colgando, otros con

restos de pasta de dientes o te quiero al vapor. Afortunadamente, los

retrovisores no atropellaron a nadie, desprovistos de ruedas, y todo

quedó en una anécdota de espejos que ningún noticiario reflejó jamás.

Ana Vidal

Breña Baja, España

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! *)!

El duelo

Decidí jugar la última carta: compré una pistola para hacerle

frente. De noche, en mi habitación, cara a cara y a pocos pasos el uno

del otro, nuestros dedos, con nerviosismo, recorrían las fundas de

nuestras armas. Mis gestos eran sus gestos. Su mirada era mi mirada.

Entonces, levanté el revólver; le apunté a la frente; jalé del gatillo; pero

todo fue en vano, la bala que salió del espejo fue más rápida que la mía.

Marcial Fernández

México, D. F.

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! "+!

De monstruos y bellezas

El monstruo llora frente al espejo de la feria de diversiones

porque su imagen se deforma y adquiere una apariencia grotesca. La

hermosa muchacha con ojos de océano mira divertida su figura

horripilante en el mismo espejo. Ella descubre a su príncipe azul en el

espejo. Él cruza una mirada de amor con la maravillosa monstrua. Se

enamoran perdidamente, y desde ese instante viven felices, juntos: la

bella, el monstruo y el espejo.

Diego Muñoz Valenzuela

Santiago, Chile

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! "*!

Punto de fuga

Justo lo adviertes tras cerrar la puerta. Antes de volver a entrar,

salir, entrar, salir, entrar; a saber. Nunca sin dejar atrás el espejo que

dejas atrás y que, otra vez, hallas sujeto a la misma pared de la misma

pared de la misma pared. Aquí, allá, aquí y allá. Y así hasta detenerte en

el umbral, de perfil, y mirar a un lado y a otro hasta descubrir que

ambos en realidad sois uno, solo uno, a cada lado.

Agustín Martínez Valderrama

Gavá, España

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! ""!

Identidades

Desde que encontré a mi hermana en aquel pozo, me encuentro

con sus ojos abiertos en el espejo. Claro que estoy triste y sigo llorando

hasta quedarme dormida. Pero no es eso. Mi gemela me mira, parpadea

a destiempo, me sonríe, finge que se lava los dientes cuando lo hago yo.

Lo mejor de todo es que no me siento tan sola como cabría

esperar. Meriendo junto a su reflejo en la luna del vestidor y charlamos

como siempre. Lo peor es que mamá sigue llamándome por su nombre.

Rocío Romero

Santurtzi, España

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! "#!

Evasiones

Espejos que regalan al gigante una prestancia como de príncipe

de encantamiento. Bien proporcionadas las extremidades; armoniosos

los rasgos de la cara; desenmarañada la pelambre; remendadas y en

almidón las vestiduras estropajosas; acariciantes las

palmas escarpadas; segadas las fosas nasales; recta la espalda y los

hombros firmes; sonrientes los labios tristes; soñadora la mirada y

hasta, se diría que insinuada, una enigmática aura de galán

conquistador. Pero el gigante sueña despierto. Si alguna vez mira su

reflejo en el remanso de un arroyo es para que la corriente se lo

arrebate.

Pedro Peinado Galisteo

Madrid, España

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! "$!

Cuarta dimensión

Irene se peinaba mientras observaba su imagen reflejada en el

espejo. Con manos hábiles, adiestradas por el hábito, colocaba cada

rizo de su larga melena en el sitio más idóneo. Con cuidado, proseguía

el ritual diario, maquillando la cicatriz de su barbilla para que resultara

inapreciable.

Eneri se peinaba mientras observaba su imagen reflejada en el

espejo. Con manos hábiles, adiestradas por el hábito, colocaba cada

rizo de su larga melena en el sitio más idóneo. Extrañada, se

preguntaba por qué cuando se miraba en aquel cristal, la cicatriz de su

barbilla se volvía imperceptible.

Maite García de Vicuña

Vitoria-Gasteiz, España

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! "%!

Simetrías

Todas las mañanas se miran, cada uno desde su lado del espejo.

Sacan la lengua, se lavan los dientes, se afeitan, los días pares, y se

peinan. Luego se observan durante unos minutos, se acercan casi hasta

rozarse, se alejan, se dan la espalda y se marchan convencidos de que el

otro tiene una vida mucho mejor en su lado, seguros de la felicidad del

otro, envidiosos incluso, con la sospecha de que el uso de la otra mano

genera una historia llena de éxitos y aventuras, justo la que ellos no

tienen, siempre la que tiene el otro.

Rosana Alonso

Madrid, España

Page 27: Destellos en el cristal

! "&!

Mala suerte

Nunca creyó en supersticiones. Dos veces rompió espejos por

accidente pero no le dio importancia a la supuesta maldición de siete

años de mala suerte que trae quebrarlos.

Manuel tenía dos vicios irremediables: el póquer y el alcohol. A

eso atribuyó sus vicisitudes: su esposa le exigió el divorcio, llevaba ocho

semanas sin empleo y estaba a punto de perder su casa por saldar una

deuda de juego.

Desesperado, una mañana el coraje lo invadió en el baño. De un

puñetazo rompió el espejo del botiquín. Curiosamente no hirió su

mano, fluyó sangre de su rostro fragmentado.

Marcos Rodríguez Leija

Tamaulipas, México

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! "'!

Espejo de baño

Cuando el espejo se empaña por el vapor de la ducha, dejo de

verme. Se borra la pared de enfrente, el albornoz colgado, el secador.

También la puerta del fondo, esa por la que se sale y se entra. Lo mismo

ocurre cuando se apaga la luz, que todo se ausenta. Todo menos yo, que

me quedo aguardando aquí, entre estas cuatro paredes alicatadas, a

oscuras. Y espero a que vuelva a encenderse para verme aparecer por la

misma puerta y entonces, volver a perder en un instante la noción de

quién es quién, de cuál es el baño verdadero.

Miguelángel Flores

Sabadell, España

Page 29: Destellos en el cristal

! "(!

Boceto

Posa delante de mí. Dice:

—¿Qué tal estoy?

Y yo:

—Preciosa.

—No, en serio, ¿qué tal estoy?

Y yo:

—Preciosa.

No es una historia en sí. Solo un acontecimiento que se repite una

y otra vez frente al espejo de un camerino. Si el lector se esfuerza,

puede deducir la narración anterior y posterior a este momento.

Si se esfuerza, puede llegar a distinguir con nitidez su imagen en

el espejo y a mí en el marco, a sus pies, mirándola con embeleso.

Por desgracia, no hay tiempo ni especie que se esfuerce en leer y

dice:

—¿Qué tal estoy?

Y yo:

—Preciosa.

Fernando Sánchez Ortiz

Alicante, España

Page 30: Destellos en el cristal

! ")!

Separados e inseparables

La convivencia había sido larga y, con excesiva frecuencia, nada

fácil. Un día descubrió en él la primera arruga, una minúscula pata de

gallo; y tras esa muestra de dejadez y renuncia, se había propuesto

dejar de mirarlo.

Así, durante años, estuvieron vigilándose de reojo, evitándose,

esquivándose, hasta que el tiempo surtió su efecto y aquel pliegue en la

piel quedó olvidado. Ese día levantó el rostro hacia el espejo y buscó en

él a su eterno y silencioso acompañante. La vida había dejado huellas

en su rostro; parecía cansado; pero su reflejo le sonreía y su gesto era

amable.

Luisa Hurtado González

Madrid, España

Page 31: Destellos en el cristal

! #+!

La diferencia

a Eliseo Diego, in memoriam

Después de romper el espejo y asesinar a su dueño, la imagen

ocupó su lugar en la casa, con su mujer y sus hijos.

En el trabajo nadie notó nada, excepto yo. Hablé primero con

nuestros compañeros de la oficina. Luego se lo dije al gerente: “¡No ven

la diferencia! ¡Ahora es zurdo! Yo, que lo conozco de la escuela, les

aseguro que siempre fue diestro”. Todos me miraban como si me

hubiese vuelto loco. Nadie me creyó.

Pero ahora comprendo. Escribo esto por si algo similar me

sucede. En la oficina hay un número creciente de zurdos.

Julio Estefan

Tucumán, Argentina

Page 32: Destellos en el cristal

! #*!

La ventana

Los crímenes fueron espeluznantes. Las calles del tranquilo

barrio se llenaron con cabezas rodantes, torsos mutilados, lagunas de

sangre espesa.

El delegado Volturno, experimentado sabueso del mundo

criminal, entrevistó a un testigo clave. Se trataba de un dócil estudiante

de medicina que vivía en el segundo piso del vecindario.

—Es un hombre salvaje que usa capa —dijo este—. Sale por las

noches con una motosierra silenciosa. Todo lo he podido ver por esta

gran ventana.

El delegado miró al muchacho con murria, con misericordia, y

ordenó que lo apresaran:

—Pobre —dijo después buscando la capa—. Cree que ese viejo

espejo vienés es una ventana.

Sandro Bossio Suárez

Huancayo, Perú

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! #"!

El “yo”

Me quité las vendas cuidadosamente, como un pintor cuando

retira la tela que cubre su obra maestra. Me habían operado para

eliminar las horribles cicatrices de nacimiento que me produjo aquel

parto tan traumático. Estaba guapo. Impresionante. Incluso me habían

hecho un hoyito en la barbilla, a lo Kirk Douglas. Mi hija entró en la

habitación entusiasmada. —¡Papá! —gritó. Cuando me giré hacia la

niña, se quedó perpleja. —¿Te gusta mi nueva cara? —pregunté.

Reconoció mi voz y rompió a llorar. Quise consolarla, pero salió

corriendo. —¿Tú quién eres? —gimió antes de salir de la habitación.

Miré mi nuevo rostro fijamente, rompí el espejo de un puñetazo y cogí

el trozo más afilado.

Manuel Espada

Madrid, España

Page 34: Destellos en el cristal

! ##!

El espejo electrónico

Tras ponerlo en funcionamiento, jugó algunos minutos con el

retraso de movimiento de su imagen reflejo. Milésimas de segundos,

pero lo notaba. Y así, hasta que vibró una de las esquinas de la pared

blanca del fondo y la alta definición de su cara se convirtió en

cuadraditos. "Pixelado", le puntualizó la persona de atención al cliente.

Le dijo que no se preocupara, porque esto se debía a la calibración del

dispositivo, y en poco tiempo dejaría de notarlo.

En efecto, a la semana vio que más personas habían comprado un

espejo como el suyo y todos iban muy contentos, por lo que dio por

zanjado el asunto de la reclamación. Más que nunca estuvo de acuerdo

en que, después de todo, el humano es un ser fragmentario.

José Luis Sandín

Hermosillo, México

Page 35: Destellos en el cristal

! #$!

Casa de los espejos

Si usted se llama Narciso, adelante.

Si se nombra diferente, pase.

Aquí encontrará los espejos usados en Siracusa. Los speculum

medievales. El de la malvada madrastra. El espejo de paciencia. El que

Stendhal arrastraba por los caminos. Los de virtud. Con un poco de

imaginación, hallará el espejo de Alicia, la maravillosa. Los

abominables espejos de Borges, que junto a la cópula multiplican la

cifra de hombres. Los espejos jázaros: el rápido y el lento.

Tienen las puertas abiertas los feos, los bien parecidos; los ni una

cosa ni la otra, entren. No discriminamos sexo, credo o color. Para que

se vea tal como es; también tal y como no es. Gordos, flacos, altos,

bajitos. Abierto para todos sin importar la edad.

Abstenerse fantasmas y vampiros. No garantizamos imagen.

Saturnino Rodríguez Riverón

La Habana, Cuba

Page 36: Destellos en el cristal

! #%!

Paranoico afortunado

Desconfiaba de todo. Del mozo que le servía el café (¿por qué me

mira así?), de la niña que bajaba por la escalera de la plaza con un

paraguas en la mano (¿un arma?).

Decidió abandonar el bar. Miró a todas partes y salió (¿qué está

buscando esa mujer con la bolsa?), amagó ir hacia a la derecha y fue

hacia la izquierda, estrategia de distracción imprescindible.

Caminó por el casco antiguo de la ciudad (hay poca gente, eso

parece mejor pero es peor), se detuvo en una tienda de regalos en cuya

vereda había un espejo móvil.

Sin darse cuenta de que lo que estaba viendo era su propio

reflejo, juzgó al personaje definitivamente sospechoso. Desenfundó la

38 y le descerrajó cuatro tiros. Los vidrios estallaron.

Del otro lado cayó el sicario que, escondido detrás del espejo,

aprontaba su rifle para asesinarlo.

Fabián Vique

Morón, Argentina

Page 37: Destellos en el cristal

! #&!

El futuro es un reflejo

Extraños azares acechan detrás de carpas, carruseles y tómbolas

de un parque de atracciones. Yo me solté de la mano y me perdí en la

Casa de los Espejos cuando era pequeño. El tiempo se hizo largo allí y

deambulé mientras oída voces lejanas. Me observé gordo, viejo, tuerto,

flacucho, cúbico, amorfo, giboso, incluso elefante. Me rescató una vieja

estrafalaria y antes de sacarme de aquel laberinto de lunas cristalinas,

me regaló un espejito de bolso. —No lo pierdas, en él podrás ver por

delante y no recordar nada por detrás. Así que pronto supe cuál sería

mi profesión, qué zona de la ciudad se declararía urbanizable, el

accidente que sufriría mi padre, con quién me casaría, el nombre de

mis dos hijos y lo guapa que sería mi amante. Sin embargo, no podría

asegurar que alguna vez no aumentara una dosis de somníferos,

sobornara a ciertas personas o manipulara unos frenos.

Mar Horno

Jaén, España

Page 38: Destellos en el cristal

! #'!

Espejo

Cuando usted sale de su casa obsesionado con la idea de

comprarse un espejo, se puede decir que ha dado por vez primera un

gran paso en su vida. Pero si a más de dicha decisión descubre que no

desea un espejo cualquiera, sino uno especial que se adapte a su

temperamento, su carácter y su figura, se podría decir que usted sabe lo

que quiere de la vida. Y si después de recorrer toda la ciudad, de pronto

se descubre en un viejo barrio judío discutiendo el precio de un

insignificante y carcomido espejo, usted pensará que la vida y el destino

han sido pródigos al brindarle esa oportunidad. Y si al llegar a su casa

con el espejo se va directo al baño, lo cuelga, lo cuadra y luego se mira

durante un largo instante en él, tratando de encontrar su imagen que

no aparece por ningún lado, entonces usted tendrá que aceptar la

realidad de su muerte.

Harold Kremer

Buga, Colombia

Page 39: Destellos en el cristal

! #(!

Valeria y los espejos

Valeria me dice que lo último que vio fue la acostumbrada

ingratitud de un rostro maltrecho por la noche, por los hombres, por

los años, al fin y al cabo ese era su rostro. Entonces, sin querer, Valeria

me asegura que fue sin querer, un par de lágrimas se le escaparon,

como los años, y cayeron sobre su espejo, el que solía llevar en la

cartera, el redondo, el de siempre, que tal vez de tanta lágrima que le

había caído encima, esa noche terminó por quebrarse, de una buena

vez, como su vida. Y sus restos quedaron esparcidos en la vereda.

Desde entonces, dice Valeria que no ha vuelto a ver su rostro, que ya no

le preocupa, que tal vez ya no quiere saber cómo la vemos los demás.

Por eso se enoja y me ruega que no la mire a los ojos. Para no verse

reflejada en los míos. Apaga la luz y adivino su cuerpo en la oscuridad.

Sandro Walter Centurión

Formosa, Argentina

Page 40: Destellos en el cristal

! #)!

Espejos de vanidad

Han salido manchas de vaho en el espejo y no se borran. Mi

abuela, experta en cosas de otro mundo, dice que son ánimas atrapadas

en un instante de vanidad. Asegura que debo tener precaución porque

suelen poseer a quien las contempla demasiado. Dice que tengo el

compromiso de traer un cura que les hable para que descansen en paz.

En cuanto la abuela se marcha cojo mi bloc de notas y me siento frente

a ellas para transcribir sus historias.

Han salido manchas que parecen letras en las hojas. Mi abuela,

experta en cosas de otro mundo, dice que son ánimas atrapadas en la

vanidad de las palabras. Asegura que debo tener precaución porque

suelen poseer a quien las contempla demasiado. Dice que tengo el

compromiso de traer un cura que descifre pecados para que descansen

en paz. En cuanto la abuela se marcha saco mis pinceles para ilustrar

las letras.

Han salido manchas que parecen ánimas en la pintura…

Amélie Olaiz

México, D. F.

Page 41: Destellos en el cristal

! $+!

Sincronía

Hace unas semanas mi espejo empezó a retrasar. Me había

colocado ante él, como siempre, para afeitarme y tuve la impresión de

que mi imagen no iba acompasada con mis movimientos. No me

equivocaba: el espejo devolvía mis gestos con un ligerísimo atraso.

Como era el único que había en casa pensé que iba a ser un engorro

tener que afeitarme a ciegas, así que salí y compré otro que funcionase

bien.

Pero no he tirado el espejo rebelde. De vez en cuando siento la

necesidad de sentarme ante él y comprobar si coincido, por fin, con mi

reflejo. Pero eso nunca sucede. Y entonces cronometro cuánto tarda en

aparecer mi imagen. Una imagen que viene del pasado (hoy el retraso

es ya de una hora) y en la que me veo sentándome frente al espejo y

mirándolo (mirándome) fijamente. El resto del espectáculo ya no me

interesa: verme sentado ahí, inmóvil, durante muchos minutos resulta

ridículo, y al mismo tiempo inquietante. Entonces me levanto y me

miro en el otro espejo, donde todo está en sincronía. Y respiro feliz.

David Roas

Barcelona, España

Page 42: Destellos en el cristal

! $*!

El reflejo

Desperté de golpe sin saber quién soy. Una mujer duerme a mi

lado. Es bella, pero ignoro quién es y cómo llegó hasta aquí. Tampoco

sé donde estoy ni por qué me encuentro en este lugar. Me miro al

espejo ubicado en una de las paredes del ambiente. Veo un rostro de

ojos verdes que me resulta desconocido. Abajo, dos senos redondos,

perfectos, y un par de piernas largas, infinitas. Observo atentamente a

la dama que aún dormita, y me sorprende notar que tiene un cuerpo

idéntico al que acaba de mostrarme el espejo. Ella abre los ojos y me

mira con curiosidad. Luego, comienza a hablarme naturalmente, como

si no le asombrara la situación, ni nuestra increíble identidad física. Me

dice que mi nombre es Angelina, que tengo treinta y ocho años, y que

deberé ocupar su lugar tan pronto como la enfermedad terminal que

sufre acabe con su vida. Hasta que eso ocurra, ella me transmitirá todo

lo que necesite saber, para convertirme en un reflejo exacto de su

existencia. También me enseñará a amar al hombre que nos observa

sonriente del otro lado del vidrio, su marido, mi futuro esposo, el

artífice absoluto de su exitosa clonación.

Martín Gardella

La Plata, Argentina

Page 43: Destellos en el cristal

! $"!

De los reflejos

Corrí tan rápido que pude verme la espalda, entonces llegué a la

orilla del mundo y me encontré conmigo de frente.

—¡Con que ése soy yo! —me dije mientras asentía sorprendido—.

¡Quién lo hubiera imaginado!

“¿Y los espejos?”, pensé de pronto, “¿qué es lo que he visto en los

espejos?”.

—Nunca creas en ellos… —me dijo serenamente aquel que no era

sino yo mismo—. Solo guardan la mentira de seres que aspiran a un día

ser reales. Y poco a poco te van robando la vida. Hasta que una mañana

despiertas y al irte a peinar descubres que estás condenado a vagar tras

los espejos en espera de una existencia. Él te eligió cuando eras niño y a

ti te tocará elegir a otro pequeño.

Me observé por largo tiempo, descubriendo mis formas

verdaderas. Tras un silencio que se me figuró como de siglos, me

despedí con una sonrisa muda, comprendiendo que los espejos son una

forma del engaño.

—Antes de beber agua, agítala, para sacarle los reflejos —me

advirtió en un ruego.

Regresé sobre mis pasos, corriendo, sabiendo que nunca, nunca

más volvería a verme.

Édgar Omar Avilés

Morelia, México

Page 44: Destellos en el cristal

! $#!

Cruzando

Enormes fragmentos de espejo roto flotan a la deriva en un mar de

mercurio. Dalma gatea extraviada sobre el cristal; una mano se le hunde

en el líquido y la retira veloz, con asco, con rabia. Las gotas de mercurio

retroceden desde sus dedos y caen de nuevo, pacientes, sabedoras de que

volverán. Dalma gatea en círculos, en zig-zag, en vano. Hunde otra vez un

dedo, un codo; hasta el hombro ahora. Su rostro descansa en el filo del

espejo, y su boca roza el suave mercurio, que la acaricia, que la acuna.

Dalma gira el rostro y lo introduce allí, despacio, con las manos

apoyadas en una postura de leona sedienta derrotada. Y aspira, bebe,

traga, esnifa el mercurio, que tarda en entrar pero vuela al seguir

entrando. Sus brazos sienten el nuevo peso que la posee y la envuelve y la

recorre hasta teñir de azogue las uñas de los dedos de sus pies.

Plateada, conquistada, Dalma mantiene esa apariencia de bebedora

de charca. Y entonces sopla, grita, escupe y vomita con todas sus fuerzas;

hasta que el cuerpo de carne comienza a salir del disfraz de mercurio.

Al otro lado, Alice, sentada en la hierba junto al lago, observa el

agua hincharse, el surtidor plateado; ve salir una lengua larva que tantea

el mundo nuevo, una boca crisálida que la sigue y la encierra; un cuello

que pasa alrededor de la boca, una cabeza metamorfosis alrededor del

cuello. Y ve a Dalma brotar, parirse marcha atrás en la superficie del lago

con un suspiro de termómetro roto.

-Diecisiete, conejo. Ya son diecisiete —dice Alice—. Están viniendo

todos.

Gabriel de Biurrun Baquedano

Pamplona, España

Page 45: Destellos en el cristal

! $$!

El espejo de azogue

Aunque sepa que la riña no va con él, no puede evitar sentirse

implicado. No está muy seguro de su papel, pero en cualquier caso ha

decidido dar su opinión para que nadie cuestione sus buenas

intenciones: “Yo sólo soy un pobre espejo antiguo”, empieza a decir con

la esperanza de llegar a captar, cuando menos, la benevolencia del

lector. “Pero ya estoy cansado, harto, a decir verdad, de que ese uno y

ese otro me atribuyan, sin venir a cuento, especulaciones,

reverberaciones y hallazgos brillantes que jamás ha sido mi propósito

reflejar, ni ahora ni en el pasado, y que discutan como salvajes, como si

les fuera en ello la vida”.

“Me resulta humanamente imposible contentarlos a ambos. Sus

desatados egos no permiten que ninguno quiera atenerse a razones;

sólo la sugerente apariencia, cuyo brillo no puedo dejar de propagar,

los seduce y convence.

“Sabido es de todos que tengo un solo cuerpo de material bruñido

por artesanas manos y mis aguas nítidas han buscado, desde siempre,

reflejar la vida que acontecía ahí afuera con la mayor exactitud y

fidelidad de que eran capaces, sin partidismos espurios, ni falsas

lealtades de ningún tipo, sin prejuicios ni intereses creados que

pudieran empañar mi servicio a la verdad y, con ella, al bien de los

hombres.

“Cuando fui creado, me dijeron que mi primer cometido consistía

en reproducir la realidad sin pretender vanamente duplicarla, ni

mucho menos suplantarla, deformarla o falsearla. Pero está visto que

los deseos de un azogue viejo como yo de poco o nada sirven frente a

Page 46: Destellos en el cristal

! $%!

las caprichosas voluntades de los hombres. De veras que lo lamento, no

lo saben ustedes bien, pero las cosas se han revelado así: en verdad tan

sólo alcanzo a ser espejo de la fortuna”.

Gemma Pellicer

Barcelona, España

Page 47: Destellos en el cristal

! $&!

Reflejo

Después de catorce horas preparando un informe que le explique

al Comité Ejecutivo qué hemos de hacer para mejorar “de forma

sustancial y notoria” el resultado presupuestado para este ejercicio,

llego a casa y descubro que no es la mía. Una mujer, que se parece a mi

mujer pero que no lo es, me sonríe y me dice “Hola, mi amor”. Sin

articular palabra, veo pasar a un veinteañero que me escupe un “¿Cómo

estás, viejo?” desganado. Mi hijo tiene tres años, ¿éste quién es? Por el

respaldo de un sofá burdeos que no he visto en mi vida se pasea un gato

siamés que me clava sus pupilas envueltas en un azul desconfianza.

Habrá olido que detesto a los gatos. “¡Murakami, sal de ahí! ”, oigo que

le ordena —en tono maternal— la mujer que no es mi mujer, antes de

apoyar sus manos en mis hombros y preguntarme “¿Te cambias y

cenamos?”. Dejo mi abrigo sobre un sillón orejero —horrible, por

cierto— y, al tiempo que deshago el nudo de mi corbata y tiro de ella

con cansancio fingido, me pregunto dónde estará el baño. Decido

aventurarme por el pasillo por el que se ha perdido el joven —que no es

mi hijo— con la esperanza de encontrar un baño —aunque no sea el de

mi casa— rogando que tenga una ventana por la que escapar sin tener

que dar explicaciones, ni a esa mujer —que no es mi mujer—, ni al

chaval —que no conozco, aunque me llame viejo—, ni a Murakami —

aunque estoy convencido de que este maullaría de alegría si dijera que

me voy—. Enciendo la luz del pasillo y el reflejo de los halógenos en un

espejo inmenso me descubre adónde he de ir. Al entrar y apoyarme en

la puerta que cierro a mis espaldas noto el sudor que me empapa

cuando descubro que este baño no tiene ventanas. “¡Papá, que nos

Page 48: Destellos en el cristal

! $'!

morimos de hambre. Venga!”, me apremia el chico —que insiste en

querer ser mi hijo— tamborileando con sus dedos en la puerta mientras

pasa, supongo, camino de la cocina. Intento relajarme y pensar, pero

me sobresalta un ruido agudo, extraño, que identifico como las uñas de

ese gato —que no es mío— arañando el marco desde el otro lado. Me

decido a abrir el grifo porque necesito lavarme la cara y es entonces

cuando me veo en el espejo. El reflejo me devuelve a un hombre que no

soy yo, que se me parece, pero que no. O sí, si entre esta mañana y

ahora hubiesen pasado veinte años.

Pedro Sánchez Negreira

La Coruña, España

Page 49: Destellos en el cristal

! $(!

Vecindad

Seamos sinceros. A pesar de que siempre coincidimos en el

ascensor, entre usted y yo no ha fraguado una verdadera relación de

vecindad. No digo que no hayamos cruzado algunas palabras, pero, si

usted analiza bien esos encuentros ascendentes y descendentes, nos

hemos limitado a convenir sobre el estado del tiempo y a veces, como

signo de variación, a cotejar el pulso horario. Todo ello impuesto por

ese incómodo silencio que se apodera de los espacios demasiado

estrechos, donde las respiraciones se tocan sin pretenderlo y las

miradas se evitan sin lograrlo.

No, ese no es nuestro caso. Nosotros jamás bajamos la mirada. Yo

lo miro a los ojos y usted me corresponde, siempre me corresponde. Sin

embargo, algo molesto, como una lámina de azogue, se ha interpuesto

siempre entre nosotros. Y le confieso que en todos estos años, y muy

especialmente cuando me correspondió por turno rotatorio ejercer de

administrador de la finca, me hubiera gustado verle alguna vez en las

reuniones de la junta de propietarios. Créame, son un buen

termómetro de la temperatura del estado vecinal y un estupendo

campo de cultivo de alianzas —y también de enemistades y sinsabores,

por qué no decirlo— que surgen en la defensa o el rechazo públicos de

una propuesta. Connivencias sobrevenidas en algún punto del orden

del día con el oficinista del primero izquierda y la universitaria del

cuarto derecha nos han allanado el camino para compartir más tarde

otras actividades de la común convivencia, como las compras en el

supermercado y el disfrute de alguna que otra velada festiva en las

noches estivales del barrio.

Page 50: Destellos en el cristal

! $)!

Le digo todo esto y pienso que quizás usted sea de esas personas

que desdeñan las juntas por considerarlas inservibles pero, no

obstante, no renuncian a su derecho de exigir que el edificio funcione

perfectamente.

Lo admirable, lo que no deja de sorprenderme, es que sea usted

tan semejante a mí en los perfiles humanos, y me cuesta creer que no

podamos llegar a ser incluso mucho más que vecinos. Es posible que la

solución sea romper la barrera que se empeña en separarnos, este

maldito espejo que tantas veces nos acerca y otras tantas nos distancia

en el ascensor.

Antonio Serrano Cueto

Cádiz, España

Page 51: Destellos en el cristal

! %+!

Espejo Segunda parte

Page 52: Destellos en el cristal

! %*!

A media ceja

Mi espejo tenía erratas. Sin embargo, en él y en otros tiempos, se

había mirado mi madre, para recolocar mechones sueltos del moño que

llevaba pegado a la nuca como un bígaro a una roca, mi padre, para

recortar sus cejas hirsutas que grapaban una mirada escurridiza, y

nunca, que yo recuerde, se habían quejado de la falta de precisión de su

reflejo. ¿Qué pasaba con aquel espejo o qué pasaba conmigo para que

me viera equivocada?

Un día, al salir de la ducha, me di cuenta de que me faltaba una

ceja. Tenía claro que había entrado en una edad de hipérboles –mis

orejas, nariz y orejas gustaban cada vez más de la exageración– de

elipsis —mis labios, mínima expresión de lo que habían sido,

subrayaban ahora sonrisas de paradoja— de eufemismos —con arrugas

que surgían del alma— y, por todo esto, a cada día que pasaba me era

más complicado encontrar la trama de mi cara en el vaho de una ducha.

Pero perder una ceja era otra cosa mucho más seria: no se podía

ir por la vida con el ojo derecho circunflejado y el izquierdo no.

Después de intentar dar con la extraviada, me acerqué al espejo por si

se hubiese colado a su otro lado; nunca había creído en el otro lado de

los espejos pero la situación era grave: sin las dos cejas me iba a ser

imposible sorprenderme o asustarme del todo y, con la de cosas

inconcebibles que estaban ocurriendo en el mundo, habría necesitado

mucha más sangre fría de la que disponía.

Con la nariz pegada al espejo que poco a poco se iba

desempañando, creí reconocer, en el fondo de no sé qué otra realidad,

Page 53: Destellos en el cristal

! %"!

dos siluetas algo encorvadas y, agudizando el oído, me llegaron ecos de

una discusión:

—¿No habría que decírselo? —preguntaba una voz masculina de

estilo indirecto.

—¡Que no! —contestaba otra voz, femenina esta y de estilo muy

directo—, se pondrá hecha una furia y seguro que me culpará de lo

ocurrido.

¡Ellos, eran ellos! Mi madre, con su moño-bígaro y él, con su

mirada escurridiza grapada a dos cejas más hirsutas que nunca, la

izquierda sobre todo.

Al extrañarme de un solo lado, la falta de concreción de mi cara

molestó a mis padres que vieron en ella una clara muestra de

indiferencia hacia sus personas.

—¡Por supuesto que me alegro de veros! Pero tenéis que entender

que con una sola ceja es normal que me extrañe, me alegre y me asuste

a la mitad.

Lo entendían y les dio pena verme tan vacía de contenido.

Entonces, me contaron que lo de la ceja había sido un accidente:

—Lo siento mucho, hija, pero somos muchos en este espejo y

ayer, al recortarme la ceja izquierda, confundí la tuya con la mía —

reconoció mi padre—. Ten paciencia, en menos de quince días te

volverá a crecer.

No podía salir de mi asombro ni de mi enfado y decidí tomar

medidas para recuperar mi propio reflejo.

Después de horas de discusión, mis padres y yo establecimos un

horario que prometimos seguir a rajatabla. Ellos podrían ir y venir a su

Page 54: Destellos en el cristal

! %#!

antojo de los dos lados del espejo, siempre y cuando lo dejasen libre de

siete de la mañana a ocho, y de nueve a doce de la noche.

Desde entonces no nos hemos vuelto a encontrar, pero algunos

ecos de peleas que me son familiares llegan hasta este lado, y de vez en

cuando, al peinarme, siento como el roce de una mano en la nuca, de

una mano que intenta recolocar mechones sueltos de un moño que

nunca tuve ni tengo ni tendré jamás.

Dominique Vernay Juillet

Asturias, España

Page 55: Destellos en el cristal

! %$!

Reflejos Tercera parte

Page 56: Destellos en el cristal

! %%!

Cuestión de reflejos

Derrotarle no iba a ser empresa fácil. Así que, después de reunir

cantidades ingentes de café y víveres en la habitación, coloqué el más

cómodo de mis sillones delante del espejo.

Antes de sentarme puse a prueba sus reflejos. La imagen

reprodujo con extrema exactitud cada una de las muecas y extrañas

coreografías que improvisé.

Durante la primera noche tuve que ausentarme al baño, pero

antes reorienté el espejo para poder verlo desde allí. Me pareció que

apartaba la vista por algún extraño sentimiento de pudor. A pesar de

ello, dos días después seguía invicto, repitiendo cada gesto y cada

espasmódico movimiento.

Yo estaba convencido de mi triunfo. Contaba con la ventaja de

que a mi lado los alimentos eran reales. Sólo tenía que esperar.

Cuatro días tuvieron que pasar hasta que detecté un segundo de

retraso en sus movimientos. Emocionado, aparté el sillón y me acerqué

a él. Dos globos rojos se estampaban sobre una barba descuidada. Di

dos pasos atrás y comencé a levantar y a agachar simultáneamente los

dos brazos. Cada vez más rápido. El reflejo intentó seguirme pero la

coordinación le fallaba, hasta tal punto que a veces, incluso descansaba

en sus rodillas para estudiar mis movimientos.

Difería ya de forma clara pero quise que la victoria fuera

aplastante, que fuera él quien se rindiera. Con la comida que me

quedaba y el ánimo renovado, pensé que pasar una noche más no

resultaría difícil. Pero me equivoqué y al amanecer me dormí por unos

Page 57: Destellos en el cristal

! %&!

instantes. Al despertarme sobresaltado, busqué raudo la figura del

hombre en el espejo. No estaba.

Me acerqué a la fría superficie y al tocarla comenzó a ondularse

como agua en un estanque. Me volví y descubrí al hombre que dormía

plácidamente sobre mi cama.

No dejé de vigilarle mientras cruzaba al otro lado.

Ginés Cutillas

Barcelona, España

Page 58: Destellos en el cristal

! %'!

Pastrana

¿¡Qué si soy la mujer más fea del mundo!? ¿Acaso no se han visto

por la mañana en el espejo? Pues háganlo seguido, así entenderán por

qué me cepillo la barba, la cabellera encrespada y el crecido bigote. Las

pilosidades también me crecen en demasía en recodos ignotos, pero eso

a ustedes no les importa, ni les hablaré de ello, aunque sí les aseguro

que tengo quien me atienda esas zonas, no sólo el zopenco de mi

marido, sino también el domador, el acróbata y el contorsionista, pero

ya estoy incumpliendo una palabra empeñada entre las sábanas. Pero

ultimadamente, ¿a ustedes qué les importa mi vida entre colchones?

¿Que no me preguntaron?, entonces sigo con lo mío. ¿Se miraron

cuando enjugaban su rostro en el lavabo? Yo lo hago cada mañana,

durante el ocaso y cuando comparezco ante el inclemente insomnio.

Nada les pasará cuando se miren. Después de contemplarse ya no

querrán salir a la calle blandiendo el cuchillo, ni querrán guarecerlo en

el pecho de su esposa, menos aún empuñar la espada para trozar al

vecino escandaloso.

Apenas me miro en el espejo entiendo por qué me endilgaron los

motes de Mujer Oso, Hembra Lobo, entiendo entonces por qué ladro,

aúllo o gruño mientras contemplo mi rostro en esa planicie cenagosa

intitulada espejo, ese puro azogue que titila una belleza de otro tiempo.

Esta beldad proviene de otras comarcas. En cuanto me ojeo, abandono

la daga que me acompaña y plugo al señor que nadie se espante cuando

vagabundeo por la calle, o que ninguna señora cuchichee en esa lengua

de perros mientras la estilista me recorta el demasiado cabello.

Page 59: Destellos en el cristal

! %(!

Si se asoma el temor en la pupila de los peatones, o bisbisean a mi

paso, yo los maldigo: ¡Infelices, qué no se han visto ante el espejo!

¡Háganlo, Julia Pastrana se los encomienda! Cuando lo hagan,

dispondremos de menos huérfanos, pocas viudas y entierros menos.

Entonces entenderán que ninguna belleza los acompañaba, que debajo

de su piel supura el odio contra sus semejantes. Entonces entenderán

que aún no han aplacado ese maldito mal emboscado. La bella soy yo,

se los digo a ustedes antes de que partan a sus hogares cuando termine

la función. Y antes de que concluya mi acto les pregunto, ¿se miraron

en el espejo por la mañana? Ya lo sabremos en el desayuno cuando el

voceador pregone los muertos abandonados a la vera del camino.

Javier Perucho

Axolotitlan, México

Page 60: Destellos en el cristal

! %)!

Presencias

No tengo miedo de los espectros,

Sólo son terribles los vivos,

Porque poseen un cuerpo

Marguerite Yourcenar

No lo sabía. Apenas su imaginación si alcanzaba para abrir la

ventana y escaparse con el olor que traía la brisa de las cuatro de la

tarde, cuando el mar cambiaba de color y los gritos de las gaviotas y de

los alcatraces de hacían más agudos. Habían transcurrido sesenta y

cuatro días sin que le asaltaran las dudas y los fantasmas que le

esperaban detrás de las puertas, entre los armarios y en especial

cuando levantaba la colcha para entregarse al sueño. Aquella presencia

que se movía por su casa, aquel olor que le paseaba por las mejillas, ese

mirar hacia atrás como si alguien estuviese siempre mirándolo,

acechándolo.

Al comienzo lo tomó como un juego de niños que se emocionan

ante la posibilidad de una casa con fantasmas. Luego pensó que era

producto del cansancio y las tensiones de los últimos días. Después,

ante el asedio, los ruidos y el constante olor a picadura fina que le

despertaba como si un aire le rozara la cara, como si un beso o una

caricia le traspasara el alma, terminó por acostumbrarse a esa

compañía invisible que ya no le producía escalofríos, sino cierta tibieza

agradable, dejándole de preocupar como hecho metafísico.

Cierto atardecer de tormenta eléctrica un rayo quebró los espejos

de la casa, formando charcos de imágenes quebradas. Entonces la

Page 61: Destellos en el cristal

! &+!

presencia desapareció, los ruidos se callaron, el olor de la pipa se

desvaneció. La incertidumbre y la soledad se apoderaron de la casa.

Pasaron sesenta y cuatro días. Vistió la casa con espejos nuevos

para tener la sensación de compañía. Instantáneamente apareció de

nuevo la presencia deseada.

¡Lo atrapaban los espejos!

Nana Rodríguez Romero

Tunja, Colombia

Page 62: Destellos en el cristal

! &*!

Cuentos de infancia

Solo ahora, mirando a través del tiempo, descubro por qué me gustaba

tanto ir a lo de Doña Carmen, como llamaba mi madre a esa amiga suya a la

que a mí me encantaba visitar.

Durante años creí que la razón estaba en la torta de manzanas que

preparaba especialmente por nuestra llegada, quizás porque, en la galería

junto a la ventana de vidrios de colores, jugaba con la gata de Doña Carmen

entre haces de luz que volvían todo irreal. O tal vez porque siempre nos

llevábamos de vuelta un frasco de mermelada casera, también de manzanas,

regalo de la señora.

Sin embargo, recordando esas tardes, ahora ya mayor, descubro la

verdadera razón que hacía que yo insistiera en acompañar a mi mamá en sus

visitas.

Doña Carmen había trabajado como empleada doméstica en la casa de

Borges, durante algunos años cuando él era un niño. De esos tiempos, la

mujer tenía numerosas anécdotas que repetía cada vez que yo se lo pedía:

momentos especiales de su infancia, detalles de la casona, los gustos y

rarezas de la familia. Pero había un relato en particular, uno mágico y

misterioso que Doña Carmen dejaba como cierre final para cada ronda de

historias porque sabía que era la que más me interesaba, la que me intrigaba.

Yo escuchaba el tren de narraciones repetidas solo para llegar a la

última: contaba que algunas tardes, cuando Jorge Luis leía en el jardín, a

Doña Carmen la parecía oír la voz de la madre del niño —algunas veces en

inglés— en un llamado curioso: ¡Jorgito, basta de leer por hoy. Vení ya y

entrá al espejo!

Giselle Aronson

Buenos Aires, Argentina

Page 63: Destellos en el cristal

! &"!

Sin imagen

Había comprado el espejo de mano en una almoneda de Rumanía.

Se miró antes de pagar y se encontró bella. Cubrió el precio con

satisfacción. De vuelta a casa colocó el espejo sobre un mueble de su

alcoba y aprovechó para volverse a mirar. El espejo no reflejó nada.

Disgustada lo dejó abandonado y prefirió mirarse en sus espejos antiguos.

Sus relaciones maritales no iban bien y sus disgustos por esa razón eran

continuos. Meses después volvió a intentar verse en el espejo rumano y

ocurrió lo mismo, no reflejaba ninguna imagen. Lo maldijo, lo tiró al

suelo, pero no se rompió. Prefirió no contar a su marido lo que ocurría.

Las discusiones con el esposo iban en aumento, ella confió a una amiga

que ya no lo aguantaba, que le amargaba la vida tratando de imponerle su

voluntad. Sin proponérselo se volvió a encontrar con el espejo de

Rumanía. Se miró en él, la respuesta fue la misma, lanzó una maldición,

tiró el espejo contra la pared, tensa como estaba tuvo una nueva discusión

con el marido, ella desesperada metió sus pertenencias en una enorme

maleta, llamó un taxi y abandonó la casa conyugal. Meses más tarde halló

el espejo en el forro de su maleta. Lo cogió con rabia, no pudo evitar la

curiosidad de mirarse una vez más, lo que vio fue la cara de su marido. Al

día siguiente ocurrió lo mismo, y las sucesivas consultas que hizo tuvieron

igual respuesta. Volvió frenética a la casa de él. Lo encontró afeitándose,

no le dijo nada, le disparó tres tiros, el hombre cayó ensangrentado al

suelo y con la cara enjabonada. Se miró en el espejo y se vio muy bella.

Carlos Meneses

Lima, Perú

Page 64: Destellos en el cristal

! &#!

Añicos

Hipólito avanza por el salón tratando de evitar los cristales que

siembran peligrosamente el suelo. Ni su único pie ni la muleta deben

pisar unos fragmentos que le harían resbalar. No ha podido contener el

arrebato de furia; ha muerto madame y, al entrar en el salón y verse

reflejado en el bufé junto al que fue operado, al reconocer su cara

envejecida por el dolor, ha lanzado la pierna ortopédica contra el

espejo.

Recuerda cuando le tendieron sobre la mesa. Recuerda la frase no

te costará nada. Evoca el miedo en los ojos del médico: desde un

ángulo secreto, desde donde todos creían que no alcanzaba a ver

porque los candiles multiplicaban su luz y las dobles llamas cubrían

casi toda la imagen de lo que estaba sucediendo, Hipólito supo del

miedo de Charles. Sin embargo no se resistió. El olor a desinfectante lo

llenó todo. Vio un bisturí y ahora el chasquido seco del tendón al ser

cercenado resuena en su cabeza cada noche, como las palabras del

farmacéutico.

No tiene nada que perder: busca entre los triángulos de espejo

esa mirada cobarde. En algún lugar, quizá en un destello apenas, pueda

recobrar el fragmento de tiempo que le falta y recomponer la escena

que le robó para siempre su vida imperfecta.

Susana Camps Perarnau

Barcelona, España

Page 65: Destellos en el cristal

! &$!

Esos enanos

Sé que estoy soñando, lo sé, pero tengo miedo. Desde que mi

madrastra me regaló este espejo mis noches se han vuelto una

pesadilla. Yo no lo quería en mi habitación, pero ella insistió. Ver el

gesto de tristeza en el rostro de mi padre me llevó a ceder, no sería yo

quién rompiera una armonía familiar que se sostenía en un suspiro.

Decidió incluso la ubicación, en la cabecera de mi cama. Las

primeras noches me despertaron las voces, una cacofonía sibilina que

me erizaba todo el vello del cuerpo. Lo peor vino después cuando

extrañas sombras se arrastraban desde su oscuro reflejo y rondaban

alrededor de mi lecho, el terror colapsaba mis músculos impidiéndome

la huida.

Sé que estoy soñando, lo sé, pero estos siete enanos que han

cargado conmigo hasta el interior del espejo, me aterrorizan. Que me

miren fijamente, a través de la urna de cristal donde me han colocado,

hiela mi sangre y agarrota el grito que quiere escapar de mi garganta.

¡Quiero despertarme!

Elysa Brioa Escudero

Valencia, España

Page 66: Destellos en el cristal

! &%!

Rarezas de la reflexión

A pesar de todas las invenciones que se han creado alrededor de

los espejos, siempre me fue imposible dejar de pensar que cada vez que

me alejaba del que adornaba mi pared, una vida paralela se

desarrollaba detrás del cristal. Con el alba, y antes de que sonara mi

despertador, corría hasta el baño a ver si lograba sorprender a mi otro

yo en alguna de sus andanzas. Sin embargo, el resultado siempre era el

mismo: una réplica exacta y simultánea de todos y cada uno de mis

movimientos. Pasaron muchos años antes de que descubriera lo que

me temía desde el principio, pero cuando ya había dado por olvidado el

tema, pasó algo inusual. Una mañana, cuando miré mi rostro, me vi

pálido, ojeroso, con esa imagen del sufrimiento que trae consigo el

fantasma del desamor. Incrédulo ante cómo me veía, me acerqué y, sin

advertirlo, leí labios de mi necio reflejo, que suplicaba desde su mudez:

“Por favor, sácame de aquí”.

Esteban Dublín

Bogotá, Colombia

Page 67: Destellos en el cristal

! &&!

Frío

Yo sabía que ese espejo era un portal de entrada a otra

dimensión. A veces, cuando me miraba en él, percibía como una onda a

mis espaldas, como una ráfaga que quitaba el polvo de las cosas y

dejaba todo más brillante.

Nunca me había animado a tocarlo, pero podía sentir un calor

que emanaba de él al acercar mis manos.

Curiosa por naturaleza y atenazada por el duro invierno y el

hambre de la guerra, decidí probar mejor suerte cruzando al otro lado.

Primero probé con una mano, que saqué rápidamente

comprobando que había tomado un leve color rosado y estaba tibia.

Pensé que en aquel lugar definitivamente no hacía frío y

seguramente tendrían comida. Crucé de un salto.

No podía definir el lugar, pero allí no tenía hambre, ni sed, ni frío.

Solo una sensación de paz y bienestar.

Al volverme hacia el espejo, me asombró ver a una niña parecida

a mí recostada en el suelo, cubierta de escarcha.

Claudia Sánchez

Buenos Aires, Argentina

Page 68: Destellos en el cristal

! &'!

El espejo

El barbero tijereteaba sin descanso. El barbero afilaba una y otra

vez la navaja en el asentador. Clientes de toda laya acudían al local del

barbero, abarrotándolo. El barbero manejaba las tijeras, el peine y la

navaja con velocísimos movimientos tentaculares. Ser barbero precisa

de unas cualidades extremas, formidables, exige la briosa celeridad del

esquilador y el tacto sutil del pianista. Sin transición, el barbero

despojaba a la nutrida clientela de sus largos mechones, de sus

desparejas pelambres, señalizaba lindes en el blanco cuero cabelludo,

se internaba en sus orejas y en sus fosas nasales, sonreía, pronunciaba

las palabras justas, apreciaciones que sabía no serían respondidas,

mientras los clientes miraban sin mirar el progreso de su corte en el

espejo, coronillas, nucas, barbas cerradas, sotabarbas, patillas de

distinta magnitud, luchanas, cabellos que planeaban incesantemente

en el aire antes de caer formando ingrávidas montañas: el barbero

nunca imaginó que el pelo de los cadáveres pudiera crecer con tanta

rapidez bajo tierra.

Ángel Olgoso

Granada, España

Page 69: Destellos en el cristal

! &(!

Reflexiones post delitus (xxiv)

Después del asalto el hombre llegó muy cansado al lujoso hotel.

Prendió la Tv, reposó la ametralladora detrás de la puerta y se dejó caer

en la cama de colcha dorada. Cuando trató de ver las noticias algo le

llamó poderosamente la atención: no se reflejaba en ninguno de los

grandes espejos que cubrían las paredes de la habitación.

Nada entendió hasta que dieron la primicia en el canal

internacional: el asalto al Banco de Perú tuvo un trágico saldo de siete

personal muertas, todos pertenecientes al grupo delictivo que intentó

asaltarlo.

El hombre ya no sintió angustia alguna, solo un vacío que lo

desvaneció hasta acabar en el Infierno conversando con sus seis

hermanos de lo dura e inesperada que fue la vida en la Tierra y de lo

mal que en su nueva residencia se la pasaba, pues el único banco que

allí había lo regentaba y cuidaba el mismísimo Satanás.

William Guillén Padilla

Hualgayoc, Perú

Page 70: Destellos en el cristal

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Reflejos rotos del otro lado

Él me mira con insistencia, pretendiendo que le muestre un

destino que sólo está en su mano. Ella me mira con coquetería desde su

manto de fresa del otro lado. Él se sabe ajeno en un mundo hostil que

no le entiende. Ella se sabe centro de su propio universo. Él quisiera no

ser él. Ella mantiene viva la esperanza de llegar a ser alguna

vez. Él asoma sus ojos brillantes de miedo. Ella entorna los suyos. Él

tuerce la boca en mueca agreste. Ella sonríe con la dulzura de la

comprensión. Él alza el puño. Ella, la mano. Él descarga toda su rabia y

yo caigo al suelo, estallo en mil añicos de mala suerte. Mil reflejos rotos

de él se alejan en su cuerpo indeseado. La luz se apaga. Ella ha

desaparecido y nunca existirá, y él continuará existiendo en la mitad

cobarde de su vida.

Fernando Micros

Barberà del Vallès, España

Page 71: Destellos en el cristal

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Confianza rota

Y creí que era mi amigo. Todos mis secretos le confié. Pero hay

cosas que solo el alma sabe. ¿Dónde fueron a pasar los mejores años de

mi vida? Aún tengo sueños y me siento un niño.

Ahora, frente a él, una vez más he liberado mis confidencias.

Nunca esperé como respuesta un remedo. Le reclamé su ironía. ¿Cómo

debí interpretar su silencio? Todo fue mentira. Tanto tiempo creí en sus

lisonjas. ¿Por qué también él se ha sumado a los que de mí hacen

escarnio? ¡Cuántos necios van por la vida creyendo que el mundo es tal

como lo ven! El limón no es agrio hasta que lo pruebas.

Había cosas en mí que no conocía. Mi ira, por ejemplo. Estrellé

mi puño en su burlona mueca y, aún herido, me destrozó la mano. La

confianza ya quedó rota. Mañana tendré que comprar otro espejo.

Carlos Alberto Vigil Vásquez

Chota, Perú

Page 72: Destellos en el cristal

! '*!

Ana ! anA

A los veinticinco años tuve una hermana gemela. Todo empezó

una mañana en el cuarto de baño, delante del espejo. Se negó a pintarse

los ojos y vestirse con la bata azul. Se puso terca. Yo me marché al

trabajo en la fábrica de conservas y ella se quedó diciéndome: “No

quiero envejecer igual que todos”. Desde entonces ha llevado su propia

existencia. Dado que somos gemelas, no hemos necesitado hablarnos

para saber cómo nos iba la vida. Supe que viajaba mucho y que de vez

en cuando pasaba por casa, pues me encontraba cucharillas de

ciudades de diversos países y alguna postal sin escribir. También la

biblioteca se fue llenando de libros de viajes.

Ahora, con sesenta y cinco años nos hemos vuelto a espejear en

el envejecido cristal. “No has cambiado nada”, me dice. “Pues yo a ti no

te reconozco”.

Javier Jiménez Domínguez

Madrid, España

Page 73: Destellos en el cristal

! '"!

Casa con fantasma

Esta casa es muy singular, y al contrario de mi inicial propósito —

movido quizá por alguna antiquísima razón vengativa de la cual ya no

me acuerdo—, he terminado por quererla.

Hay que ver las horas sin control —cercanas a la eternidad— que

paso en el Cuarto de los Relojes. Como ellos, igual debió latir mi

corazón en plena madurez. Hay que ver lo bien que me siento en el

Cuarto de la Flores. Así de lozana y perfumada debió abrirse mi

juventud.

Pero claro, cuando llego al Cuarto de los Retratos, a pesar de lo

divertido que resulta siempre mirar las circunspectas generaciones que

han pasado, ya comienzo a inquietarme, y como por naturaleza le temo

a los fantasmas, por acto reflejo cierro los ojos cuando por alguna razón

tengo que pasar por el Cuarto de los Espejos.

Humberto Jarrín

Cali, Colombia

Page 74: Destellos en el cristal

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Instrucciones de uso

Su primera mujer, la que lo dejó viudo del pie derecho, me fue

dando instrucciones desde el espejo del baño. Al parecer se había

quedado a vivir allá adentro y él me dijo que debería acostumbrarme a

lavarme los dientes bajo su atenta mirada. Como comprenderás, no

puedo decirle que se vaya ni cambiar de espejo, me explicó encogiendo

los hombros, qué descortesía. Así que el día de mi boda ella estuvo allí

todo el tiempo, indicándome cómo debía pintarme los labios y

aconsejándome que utilizara unas cuantas horquillas más para

ajustarme el velo. Cuando pensaba que ya no podía ser peor, extendió

su mano de muerta enguantada por encima del lavabo y me pasó una

liga, a través del cristal. Algo prestado, querida, para que tengas mucha

suerte.

Patricia Esteban Erlés

Zaragoza, España

Page 75: Destellos en el cristal

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Mar adentro

El agua no tuvo relación alguna con el horror que la dejó como

única habitante de la casa, sin embargo, “falta agua” es lo que escribe

ella con mano temblorosa y gesto vencido.

Él la observa repetir una y otra vez la misma expresión, sudar en

el cuarto celosamente clausurado, debilitarse; cada partícula del cristal

que lo constituye tiembla: la ama desde que era una niña.

Una ráfaga fría le revuelve el pelo, atónita, levanta el rostro.

Donde el espejo debería mostrar su imagen está el mar, varias gaviotas

quiebran la línea del horizonte disputándose unos restos miserables.

Como quien se encuentra a pocos pasos del borde de un acantilado,

hacia ese mar se dirige con una agilidad que supuso perdida.

Patricia Nasello

Córdoba, Argentina

Page 76: Destellos en el cristal

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Persistencia

La compra con todos sus muebles antiguos. Despierta su

curiosidad el hecho de que hubiera durado tantos años sola y así se

entera de que tras la muerte de la joven recién casada, el marido no

quiso saber nada de la casona, herencia de sus padres.

Cuando finalmente se la entregan, todo luce impecable. En la

acogedora alcoba, llama su atención el enorme espejo frente a la cama,

cubierto por un paño de seda.

Al levantar el lienzo, el espejo refleja unas sombras extrañas, tal

vez necesita una limpieza, murmura. Después de limpiarlo, las sombras

de convirtieron en la imagen de un crimen: el antiguo dueño

estrangulando a su esposa.

Dina Grijalva Monteverde

Culiacán, México

Page 77: Destellos en el cristal

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203

Nada de gestos grandilocuentes, de espectaculares rebeldías:

sabiamente sutil es la venganza del espejo. Consiste en minúsculas pero

constantes modificaciones en esa imagen que creemos nuestro mero

reflejo y que en realidad reflejamos. Una mañana notamos cierta

debilidad, cierta fatiga en la comisura de los labios. Otro día

descubrimos que pueden verse, aún con el gesto en reposo, un par de

finísimas líneas que parten de los lados de la nariz hacia la boca. Esos

cambios, que comienzan en la imagen del espejo, se proyectan

inmediatamente sobre nuestro cuerpo. Algunos (los que no admiten la

aguda sensibilidad moral de los espejos) creen envejecer.

Ana María Shua

Buenos Aires, Argentina

Page 78: Destellos en el cristal

! ''!

Abandonado

Un despertar abrupto en una cama desértica. Dos párpados que

se abren con pereza y miedo. Un recuerdo de ayer que aún duele. Dos

pies descalzos que bajan de la cama. Un espejo, enorme, en el rincón

del dormitorio. Dos tipos ojerosos, despeinados, en pijama, que se

miran con lástima, frente a frente. Una absurda idea que se cristaliza,

que corta, que parece arreglarlo todo. Dos pasos hasta el cajón de la

mesilla y una mano que aferra el arma antes de situarse de nuevo

delante del espejo. Dos pistolas apuntándose a la sien. Un disparo. Un

cuerpo que cae. Otro que huye.

Víctor Lorenzo Cinca

Balaguer, España

Page 79: Destellos en el cristal

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Espejos IV

Creo que el espejo del baño me refleja tal como soy más por

costumbre que por lealtad hacia la ley de refracción. Yo mismo no soy

más que una costumbre: cuando me acerco al lavabo para

higienizarme, el espejo está ahí y doy por sentado lo que reflejará: mi

cara, mis gestos, mis señas particulares. Pero a veces, en esas mañanas

en las que me siento raro, ajeno, y no me reconozco, me doy cuenta de

que el espejo se toma su tiempo, unas fracciones de segundo, para

reacomodar la imagen. Como si, para estar seguro, tuviera que ponerse

los lentes; mis lentes.

Juan Romagnoli

Buenos Aires, Argentina

Page 80: Destellos en el cristal

! ')!

Última visita

Estaba nerviosa, intuía que iba a aparecer de un momento a otro,

nunca avisaba sus visitas, pero yo siempre las presentía. Hacía algún

tiempo que no venía, pero las heridas que me dejó su última aparición

aún estaban abiertas, la verdad es que desde la primera vez que se

inmiscuyó en mi vida nunca se habían cerrado. Me escondí en un

rincón de una habitación secreta y permanecí inmóvil, casi sin respirar,

apretando los párpados con fuerza. Y ella estaba allí, esperando con

una mueca burlesca a que yo abriera los ojos, y me encontrara con los

suyos, a través del espejo.

David Figueroa

Cali, Colombia

Page 81: Destellos en el cristal

! (+!

Ella buscaba un espejo

Ella suele aparecerse a los vendedores de los mercados dentro de

un sueño con columnas rojas que forman parte de un templo en ruinas.

Los vendedores la reconocen porque ya la han visto en ciertos antiguos

espejos de bronce que cada tanto alguien desentierra. Eso es

precisamente lo que ella busca, uno de esos espejos. Los vendedores

fingen que revuelven entre los otros objetos mágicos, le dicen que no,

que por ahora no tienen ninguno, que más adelante. No soportarían

quedarse sin verla. Entonces ella regresa a su casa, se despierta, y

olvida, hasta que la sueñan otra vez.

Rosalba Campra

Córdoba, Argentina

Page 82: Destellos en el cristal

! (*!

Expejo

Malvada se mira al espejo y pregunta lo que todos conocemos. No

hay reflejo ni respuesta. Enfurecida, la mujerona lo lanza por los aires y

éste no se rompe. Luego, lo echa al fuego. Nada. Le pide al cazador que

le dé un hachazo. Imposible. Malvada llama a un experto en espejos. El

hombrecillo constata: —Esto no es un espejo. —¡¿Y qué demonios es?!,

aúlla enloquecida. —Es usted, señora, usted misma convertida en

piedra. Riéndose, Malvada espeta: —¡Entonces, yo soy Blancanieves! —

Lamentablemente no —responde él—. Usted es solo un recuerdo, una

ficción desvanecida; para ser más claro, un expejo.

Lilian Elphick

Santiago, Chile

Page 83: Destellos en el cristal

! ("!

Bloody Mary

Siendo niño, por curiosidad y diversión, había llevado a cabo el

ritual: prendió tres velas y llamó repetidamente al espíritu. Creyó ver

un rostro en la oscuridad del espejo.

Luego de años de un amor clandestino, su esposa murió en un

accidente junto a sus tres hijos. Se casó siete meses después. Ya en la

luna de miel, comenzó a sentirse descompuesto.

Débil, en su internación domiciliaria, la llamó unas siete o nueve

veces antes de que apareciera. María llegó, le secó la frente con un

trapo y otra vez lo obligó a tragar un líquido ensangrentado.

Juan Manuel Montes

Mendoza, Argentina

Page 84: Destellos en el cristal

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Fotofobia

Cuando veo fotos de mí, pienso que me veo extraño en todos esos

instantes congelados y que probablemente poco haya de verdadero en

esas poses que buscan individualizarme en un paisaje o en una

situación que, en general, olvido con facilidad. Pero sin embargo, allí

estoy, siempre joven, y con esa mirada que parece buscarme a través de

las épocas haciéndome pensar que quizás yo no sea ese que me mira y

que mucho menos soy este que no se refleja en los espejos, que no

necesita dormir, que tiene una inconfesable admiración por blancos,

venosos cuellos ajenos.

Alejandro Bentivoglio

Buenos Aires, Argentina

Page 85: Destellos en el cristal

! ($!

Lapidario

—¿Lo conozco de algún lado? —dijo mi imagen mientras me

afeitaba—. Me parece que sí, lo recuerdo perfectamente.

—No lo creo —respondí.

—Entonces asesiné a su hermano mellizo.

—En ese caso —refuté— debería llamarlo suicidio.

—Está loco, desvaría. Lo asesiné, le digo.

—Si yo estoy loco el agujero en su pecho es producto de mi

imaginación. —Mi reflejo metió un dedo en el hoyo y lo sacó limpio.

—¿Ve? —se rió—. No hay tal suicidio.

—¡Le digo que sí! —exclamé, airado y caí redondamente muerto.

Sergio Gaut vel Hartman

Buenos Aires, Argentina

Page 86: Destellos en el cristal

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La talega

Ese anciano de mirada perdida siempre camina arrastrando una

pesada talega color cereza. Los cuentistas del vecindario dicen que

adentro lleva tres enormes espejos. Dos de ellos ya están rotos: el

primero lo rompió cuando descubrió su primera arruga; y el segundo

fue a parar al suelo cuando contempló su primera cana. El tercer espejo

sigue intacto… Algunos arguyen que su avanzada ceguera le impide dar

cuenta del último espejo. Yo creo que se romperá cuando el viejo esté

cara a cara con la Muerte.

Orlando Mazeyra Guillén

Arequipa, Perú

Page 87: Destellos en el cristal

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El deseo

Al atardecer, después que los trolebuses habían cesado su

ronronear y las aves su vuelo a los nidos subterráneos, el Azaleón

apareció ante mí. Estaba exhausto, perladas de sudor sus escamas

plateadas y cubiertos sus ijares de sangre verdeazulada. Me quedé ahí,

sin decir nada, petrificado ante el horror de que su retorno significara

que había conseguido mi imposible deseo. Con sus últimas fuerzas

abrió las fauces y uno a uno fueron cayendo los reflejos de todos los

espejos del universo.

Alberto Sánchez Argüello

Managua, Nicaragua

Page 88: Destellos en el cristal

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El lunar

Ahí estaba, como siempre, refutando la perfección de su rostro.

Desde el fondo del espejo, fruncido el ceño, la mujer arrojó contra su

imagen un pote de crema. Los vecinos, alarmados por el ruido, forzaron

más tarde su entrada, pero solo hallaron el espejo hecho añicos sobre

las baldosas y unas pocas gotas de sangre. “Estaba descalza”, dedujo el

más observador. Pero tampoco él advirtió, agazapado en un fragmento

filoso, el reflejo repugnante del lunar.

Henry Ficher

Bogotá, Colombia

Page 89: Destellos en el cristal

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Las miradas

Decidido a descubrirse a sí mismo, en aquella ocasión el espejo no

buscó otros espejos para observarse.

Fue hasta donde se encontraba el vampiro para mirarlo cara a

cara.

Este lo recibió sonriente. Y entonces se miraron. Varios días y

semanas. Durante el día.

Durante la noche se miraron, hasta descubrir con profunda e

intemporal melancolía, espejo y vampiro, que nada ni nadie había en la

habitación.

Solo vacío.

Umberto Senegal

Calarcá, Colombia

Page 90: Destellos en el cristal

! ()!

Tres generaciones en pugna

En su camino por el bosque hacia la casa de la abuela,

Caperucita Roja encontró entre las malezas uno de esos clásicos

espejos. Se agachó, lo alzó, y no pudo menos que dirigirle la ya clásica

pregunta:

—Espejito, espejito ¿quién es la más bonita?

—¡Tu madre, boluda! Te equivocaste de historia —le contestó el

espejo negándose a reflejarla.

Luisa Valenzuela

Buenos Aires, Argentina

Page 91: Destellos en el cristal

! )+!

Incondicional

Al alba él se asoma a su superficie con paso vacilante. Ella,

robando un rayo de sol, torna dorado el cabello cano y recompone,

medida por la brisa, los dientes perdidos y el rostro abotargado.

Narciso marcha ufano; ella aguarda el próximo amanecer para ofrendar

nuevamente al amado su fingido reflejo.

Elisa de Armas

Sevilla, España

Page 92: Destellos en el cristal

! )*!

Buena memoria

Esta mañana al rasurarme no me encontré en el espejo. La

reacción lógica esperada habría sido gritar, llorar, maldecir… Pero

recordé que hace tiempo —desde que desconfío de mis visiones— me

saqué los ojos.

José Manuel Ortiz Soto

México, D. F.

Page 93: Destellos en el cristal

! )"!

Al otro lado

La niña del espejo ya no me escupe. Ni sus insultos de verraca ni

sus afiladas burlas me acobardan.

Ahora soy yo, dentro del espejo, la que espera la llegada de otra

niña a la casa.

Ricardo Álamo

Sanlúcar de Barrameda, España

Page 94: Destellos en el cristal

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El espejo desbordado

Las aguas del espejo se fueron desbordando, como se deslíe el

hielo, y en su corriente pasaban antepasados, personas, rostros, gestos,

que en él se copiaron.

Javier Tafur González

Cali, Colombia

Page 95: Destellos en el cristal

! )$!

Día 7 11:59

Terminado el universo, Dios limpia la mesa de trabajo y guarda

en los espejos todo el infinito que le sobró.

José Luis Zárate

Puebla, México

Page 96: Destellos en el cristal

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El desconocido

Cuando el espejo —harto de sus crímenes— decidió reflejarlo, el

vampiro se escabulló ante tan inhumana presencia.

Gabriel Bevilaqua

Zárate, Argentina

Page 97: Destellos en el cristal

! )&!

Destellos en el cristal Antología de microrrelatos de espejos es una edición digital de

Internacional Microcuentista, revista de microrrelatos y otras brevedades.

Comité Editorial

Martín Gardella (Argentina), Esteban Dublín (Colombia), Víctor Lorenzo (España),

Fernando Sánchez Ortiz (España), José Manuel Ortiz Soto (México)

y Rony Vásquez Guevara (Perú)

Publicación no venal para descarga gratuita desde internet.

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Todos los derechos de autor que aparecen en esta antología pertenecen al autor que se

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Diseño y selección de textos: Comité Editorial de Internacional Microcuentista.

Prohibida su comercialización.

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