DETECTIVE - edebe.com · por todo el cuerpo hasta ponerme rojo como un tomate. Y no era porque...
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DETECTIVEY LO S M I S T E R I O S D E « ATA R D E C E R »
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Para Nico, nuestro compañero de juegos preferido.
© 2014 del texto, Pilar Lozano Carbayo© 2014 del texto, Alejandro Rodríguez© 2014 de la ilustración, Claudia Ranucci
© Edición cast.: EDEBÉ, 2014Paseo de San Juan Bosco, 6208017 Barcelona www.edebe.com
Atención al cliente 902 44 44 [email protected]
Dirección editorial: Reina DuarteEditora: Elena ValenciaGestión editorial: Elisenda Vergés-BóDiseño de la colección: Book & Look
Primera edición, septiembre 2014
ISBN 978-84-683-1187-6Depósito Legal: B. 00000-2014Impreso en España
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DETECTIVEY LO S M I S T E R I O S D E « ATA R D E C E R »
PILAR LOZANO CARBAYO
ALEJANDRO RODRÍGUEZ
ILUSTRACIONES DE CLAUDIA RANUCCI
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PERSONAJES
DETECTIVE
Vivo en el zoo, un lugar aparentemente muy tranquilo..., aparentemente, porque ¡siempre hay algún caso misterioso que resolver!Y entre caso y caso, me dedico a mis actividades preferidas: cuidar de mis magníficos CUERNOS, jugar al ajedrez, meditar y, sobre todo, ¡meter las patitas en mi estupenda CHARCA bien embarrada! ¡No hay nada como un buen baño!
PAPAGAYO
Soy ayudante del detective Rino, porque, si no fuera por mí, ¿cómo iba a investigar Rino? Es listo, pero es taaaaan lentooooo. Yo soy RAPIDÍSIMO y me puedo meter sin que me vean en cualquier agujero. Miro, escucho, espío… Sí, vale, soy un poco DESPISTADO y, sí, también soy muy NERVIOSO, pero es que me altero porque ¡es tan emocionante ser detective!
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Una br isa fresqui ta recorría mi parcela recordándome que la primavera había llegado.
«Humm, qué agradable olor a flores», murmuré para mí.
Estaba feliz. ¡Me encanta el GRAN DÍA DE ACOGIDA! Una vez al año nuestro zoo recibe animales que traen desde África y, después de estar una semana con nosotros, los reparten por zoos de toda Europa. Sí,
efectivamente, se conoce a gente muy interesante. Y yo me preparaba a conciencia para disfrutar
del gran día.
CAPÍTULO 1
ATAGDECEG, DIGO ATARDECER
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Bañadito, dientes limpios, pelo cepillado, ropa recién lavada… y ya estaba en el momento de mi aseo en el que más me gusta recrearme: sacando brillo a mis cuernos. Una pasadita por aquí, otra por allá y un poco de cera extra que guardo para las grandes ocasio…
¿Había oído una risita detrás de mí? ¡ALGUIEN, totalmente DESCONOCIDO, se había tumbado panza arriba sobre MI charca!
Me acerqué a comprobar si era cierto lo que estaba viendo.
Y lo era. —¿Qué? ¿Has acabado de ponegte guapo? —me
soltó con una extraña pronunciación.Noté cómo un ardor subía desde mis patas traseras
por todo el cuerpo hasta ponerme rojo como un tomate. Y no era porque estuviera furioso por ocupar mi charca. No, tengo que confesarlo. Era porque me dio mucha vergüenza.
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Intenté disimularla lanzando un fuerte rugido. —Si quieres, puedes bañagte conmigo —dijo sin
inmutarse.Quien me lo decía era una rinoceronta. Una
rinoceronta que no sabía pronunciar la letra «R». Y sí, esto también tengo que confesarlo: era preciosa. Me hice el enfadado y me di la vuelta sin contestarle.
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Mis cuidadores ya habían colocado hierbas bien fresquitas para el desayuno. Pero no pude saborearlo. ELLA, en cuanto vio que iba a comer, salió de la charca y se puso a mi lado, charloteando sin parar mientras comía:
—El viaje ha sido pesado, muy pesado. Yo venía con unos monos. Han dejado el camión pegdido de suciedad. Chillaban todo el tiempo y se gascaban la panza y la cabe… ¿Tú no hablas, o qué?
—¡Claro que ha…! —intenté inútilmente contestarle.—Pues lo que te decía, unos guagos. A mí los
monos no me han gustado nunca…, ¿y a ti?—Bueno, pues…—A mi hegmana tampoco le gustan… ¿Hay más
heno?
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Se acababa de zampar mi ración enterita. Decidí dejagla, digo dejarla, allí e irme a conocer al resto de los animales de acogida. Cuando abrí la puegta, digo la puerta, oí que me decía:
—¿Qué pasa? ¿Dónde vas?—Pues verás…—Voy contigo. Adonde sea… ¿Quieges?Y esto último lo dijo dejando caer los párpados y
poniendo los morritos de una manera… que no pude negarme. De todos modos, hubiera sido inútil porque, sin esperar respuesta, se puso a mi lado.
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Empecé mi camino por la avenida del zoo.—¡Espégame! —dijo, agarrándome del brazo.Allí estaba yo, avanzando confundido, mientras ella
saludaba a todos los animales con una sonrisa. Me pareció que empezaba a oírse un murmullo…
Oía palabras sueltas: pareja..., nueva…, Rino…, enamorado… ¿Hablaban de nosotros? Me lo aclaró la jirafa Josefina gritando:
—¡¡¡Rino se ha echado novia!!!Resonó por todo el zoo. Se me pasaron las ganas de ir a conocer a los
nuevos inquilinos. Esa rinoceronta me había estropeado el GRAN DÍA DE ACOGIDA. Me di la vuelta hacia casa. Esta vez corriendo. Por detrás oía sus gritos:
—¡Espégameee!
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Cuando llegué a la parcela, vi a Paco Papagayo, mi ayudante, muy nervioso, dando brincos sobre una piedra.
—Rino, Rino ¡no sabes qué gran noticia! ¡Ni te la imaginas!
Por un momento, me intrigó e hizo que me olvidara de mi disgusto:
—¿Sí? Dime, dime, ¿qué noticia?—¡Es genial! ¿No te has enterado?—¿De qué? ¡Habla ya!—¡TÚ, Rino, te has echado noviaaaaa! ¿Quién es?
¿Cómo se llama?—NADIE, se llama NADIE y NO es mi novia
—contesté muy enfadado.—¿NO es tu novia? Y ¿cómo es que lo sabe todo
el zoo menos tú? Me estás vacilando, ¿eh? Pero mira, Rino, ¡quién viene por aquíiii!
Y Paco, emocionado, abrió la puerta para dejar pasar muy amablemente a mi novia, digo a la rinoceronta.
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—¡Bienvenida! ¡Encantado de conocerte, Nadie! Mi nombre es Paco Papagayo. Pasa, pasa.
—Ggacias, veo que todavía queda gente amable —contestó ella, mirándome con ojos de reproche.
—¡Claro que sí! Siéntate aquí, Nadie, a la sombrita del árbol, como le gusta a Rino.
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—Ggacias, Paco. Y no me llamo Nadie, mi nombre es… Atagdeceg.
¿Había querido decir «Atardecer»? ¡Mi momento preferido del día! ¡Qué nombre más bonito! Me volví para verla mejor y allí estaba, ocupando mi sitio favorito, hablando y riéndose con Paco Papagayo.
¿Qué era eso tan divertido que hablaba con Paco? Se suponía que era MI novia, no la suya, pero ¡qué tonterías estoy diciendo! Un bañito de relajación y ahí se quedan. Ya estaba metiendo las patitas cuando escuché a Atardecer gritar:
—¿DETECTIVE? ¿ES DETECTIVE? ¡Qué emocionante!
En ese momento supe que la rinoceronta me iba a dar problemas, pero…, humm, ¡qué risa tan bonita tenía! La brisa de la primavera inundó de nuevo mi parcela. Hummm.
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