D.F. Printed in Mexico y -...
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Primera edición: agosto de 2006 D.R. O Suprema Corte de Justicia d e la Nación Av. José María Pino Suárez, Núm. 2 C.P. 06065, México D.F.
ISBN 970-712-631-0
Impreso e n México Printed in Mexico
La edición d e esta obra estuvo al cuidado d e la Dirección General de la Coor- dinación d e Compilación y Sistematización d e Tesis d e la Suprema Corte d e Justicia de la Nación.
La compilación del material estuvo a cargo d e la Dirección General del Centro d e Documentación, Análisis, Archivos y Compilación d e Leyes d e la Suprema Corte d e lusticia d e la Nación.
Centro de Consulta de @ ,.f..,b;;;;;;;
' Es Doctor en Derecho y Magistrado del Tribunal Constitucional de España;
es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Madrid
(actualmente en servicios especiales); es miembro de la Academia Nacional de
Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, Argentina; es miembro de la Junta
Directiva de la Asociación de Constitucionalistas Españoles; es fundador de la
Revista Espanola de Derecho Constztucional. Pertenece al Consejo de redacción
de dicha revista y de las revistas de Estudios Politicos y Documentación
Administrativa, a s í como del Anuar io de Derecho Constitucional y
Parlamenfario; ha publicado más de 150 trabajos especializados en diversas
materias de Derecho Constitucional, principalmente sobre interpretación y justicia
constitucional, derechos fundamentales, fuentes del derecho, derecho parlamen-
tario y electoral, autonomía territorial y derecho constitucional económico.
Ministro Mariano Azuela Güitrón Pm.~tdente
Primera Sala
Ministro José Ramón Cossío Díaz Presidente
Ministro José d e Jesús Gudiño Pelayo Ministra Olga Sánchez Cordero d e García Villegas
Ministro Juan N. Silva Meza Ministro Srrgio A. Valls Hernándrz
Segunda Sala
MiniSra Margarita Beatriz Luna Kamos Presidenta
Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano Ministro Juan Díaz Romero
Ministro Genaro David Góngora Pimentel Ministro Guillermo 1. Orriz Mayagoitia
Comité de Publicaciones y Promoción Educativa
Ministro Mariano Azuela Güitrón Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos
Ministra Olga Sánchez Cordero d e García Villegas
comite ~ d i t ~ r i a ~
rir. Ediiardo Ferrer M a c - G r e ~ o r Pc>isr,t Seireiario E,ecutc~o/i~n'dico Admiritrrrotiio
Mira Cielito L(olí\.ar iiallndr, i>weirorn General de la Coordrnuclon de Compiiaiion L. Sxrrirnntirni~~n de 7esis
Lic. Laurn \:er<jnica Camacho Squisiaa Direciova Ge:rnernf di Dx/z<cxori
~ M r o Cesar de Jesús Malina Siiárcc Dxrecior Gerirrul de Cesar de la Cuiiura/un'dica
1. tstudlos Ht.sl6ricor
Dr. Salvador Cárdenas GiitiCrrrz Dirrifur deAn<iii,ii r ini'e.~ecigaiidvi Hiitbriio Doci~menlril
. , Presentacion ............................................................................................... 9
. , Introduccion ............................................................................................. 11
Conferencia Magistral La Suprema Corte de Justicia
de México como Tdbunal Constitucional, impartida por
....................................................... el Magistrado Manuel Aragón Reyes 15
a Constitución es la fuente de donde emana el sistema jurídico
mexicano y la Suprema Corte de Justicia tiene como labor fun- 2 damental la interpretación de sus postulados, a fin de resolver la compe-
tencia y actuación de los poderes y niveles de gobierno en beneficio de
los gobernados.
Hablar de esa labor no es sencillo, sin embargo, el Magistrado Manuel
Aragón Reyes, constitucionalista reconocido a nivel internacional,
compartió con nosotros su valiosa experiencia al impartir una conferencia
sobre la Suprema Corte de Justicia, con una visión externa, en la que refirió
las semejanzas que existen entre el Tribunal Constitucional Español y
nuestro Máximo Tribunal.
Ello nos hace recordar que nuestro sistema jurídico tiene su fuente
en el sistema jurídico español, y que si bien es cierto, a partir de 1821,
nuestro país tomo un nuevo rumbo y se consagró como estado indepen-
diente, la influencia española nos ha acompañado hasta nuestros días.
A partir de 1995, año que marca una nueva etapa en la historia de
nuestro más Alto Tribunal de Justicia, se ha consolidado su trabajo y su
definición como Tribunal Constitucional, lo que le ha impuesto una mayor
responsabilidad, pues al ser el Máximo intérprete de la Constitución,
también está sujeto a sus propias disposiciones. Llama la atención que tan
prestigiado constitucionalista, haya afirmado que en México se ha
encontrado la fórmula de un Tribunal Constitucional con las ventajas de
los demás Tribunales Constitucionales del mundo y sin sus inconvenientes
como lo que se ha identificado como "guerra de las Cortes".
Quede esta memoria como constancia del evento académico que cerró
la conmemoración de una década de nuevos retos y perspectivas, que
han consolidado a la Suprema Cone de Justicia de la Nación como un
Tribunal Constitucional, con el único objeto de fortalecer el desarrollo
de la iusticia constitucional en México.
Ministro Mariano Azuela Güitrón
Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura Federal
1 Poder Judicial de la Federación se ha transformado acorde
con las exigencias de la sociedad, desde su creación en 1825; sin
embargo, uno de los puntos medulares de su evolución es la reforma
constitucional de diciembre de 1994, cuyo objeto consistió en reforzar
a la Suprema Corte de Justicia como un Tribunal Constitucional, con la
supresión de facultades administrativas y de gobierno y con la creación y
el fortalecimiento de garantías para la defensa de la Constitución.
La nueva estmctura constitucional ha permitido la distinción entre
órganos jurisdiccionales y administrativos, al consolidar la labor del
máximo Tribunal de la Nación y crear el Consejo de la Judicatura Federal.
Con la nueva organización llegaron nuevas responsabilidades; nuestro
máximo Tribunal constituye un equilibrio entre los poderes públicos y
tiene la encomienda de vigilar la supremacía constitucional.
Esa función lo caracteriza como un órgano supremo, según se señala
en esta obra, pues al detentar el monopolio de rechazo de la ley incons-
titucional y de la interpretación constitucional, sus decisiones crean pre-
cedentes vin~ulantes para todos los jueces y tribunales.
En este orden de ideas, es posible afirmar que la Suprema Corte
de Justicia de la Nación es un auténtico Tribunal Constitucional, al tener
a su cargo la jurisdicción constitucional y resolver las cuestiones de am-
paro, las controversias constitucionales entre órganos y poderes públicos,
así como las acciones de inconstitucionalidad.
Es de resaltar la singular conjunción que opera al seno de nuestro
máximo Tribunal, en el que recaen la jurisdicción ordinaria y la jurisdic-
ción constitucional, lo que representa una ventaja para el sistema jurídico
mexicano, pues ambas funciones conviven, sin afectar la administración
de justicia pues, más aún, ello fortalece la seguridad jurídica.
En este contexto, para compartir la celebración de diez anos de
trabajos dirigidos a la consolidación del Tribunal Constitucional en México,
contamos con la distinguida participación del Dr. Manuel Aragón Reyes,
Magistrado del Tribunal Constitucional Español, conferencia d e gran
significación por constituir el cierre magistral a una serie de eventos
organizados por este Alto Tribunal, durante el 2005 y, además, por repre-
sentar una visión externa sobre la naturaleza de la Suprema Corte de
Justicia de la Nación.
La visión desde el exterior de un importante jurista y juez constitu-
cional, toca aspectos de sumo interés sobre los Tribunales Constitucionales
y el Derecho Constitucional. Brinda una explicación sobre el sistema
constitucional europeo y español, para terminar con una compat-ación
entre ambos y el sistema jurídico constitucional mexicano, específicamente
con la Suprema Corte de Justicia.
Sea esta obra un reconocimiento a quienes han contribuido al desa-
rrollo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como un Tribunal
Constitucional, desde una perspectiva teórica y práctica.
Los miembros de la Comisión Coordinadora del Décimo Aniversario
de la Reestructuración de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, agrade-
cemos muy cumplidamente al Magistrado Manuel Aragón Reyes su valiosa
participación.
Comisión Coordinadora
Ministro Decano Juan Díaz Romero Ministro José Ramón Cossío Díaz
Ministro Guillermo 1. Ortiz Mayagotia
COMO TRIBUNL C O N S ~ C I O N A L Magistrado Manuel Aragón Reyes
uenas tardes a todos. Mi saludo primero debe ser para el Ministro
Presidente, Mariano Azuela Güitrón, al que le agradezco su amable
invitación, que tanto me honra, para los dos Ministros que me acompañan
en la mesa y para los demás Ministros que están sentados en el salón y,
además, para el resto de los asistentes a este acto, que me imagino que
son letrados o secretarios de esta Suprema Corte.
Yo tenía un compromiso que me alegra mucho cumplir hoy, porque
me comprometí con esta Suprema Corte y con el Dr. José Ramón Cossío
a que iba a venir en el mes de febrero pasado para participar en un
importante encuentro intelectual que organizaron con motivo de la cele-
bración del décimo aniversario de la reforma de la Suprema Corte. Pero
no pudo ser, por causas ajenas a mi voluntad, exactamente porque fueron
problemas de salud, que afortunadamente se resolvieron. Así que hoy,
aunque tardíamente, estoy muy a gusto aquí, muy satisfecho, porque es
un honor venir a esta sede a ocupar este sitio y estar rodeado de colegas
tan afectuosos como se han mostrado hasta este momento, y tan
respetados por mi. Además, al fin y al cabo, aún estamos dentro del año
en que se cumple el décimo aniversario, por lo que mi intervención se
inscribe, de este modo, en los actos de celebración que con ese motivo
se han venido efectuando, lo que me permite sumarme al homenaje que,
estoy seguro, esta Suprema Corte se merece por la excelente labor que ha
venido desarrollando.
Ya hemos hablado, en una reunión que mantuvimos hoy al medio
día de nuestras respectivas jurisdicciones y hemos constatado que
compartimos los mismos problemas, los mismos agobios de trabajo, es
decir, compartimos prácticamente casi todo, tanto que le decía de broma
a uno de ustedes que podíamos realizar un intercambio: nosotros les
mandábamos algunos de nuestros asuntos, y ustedes nos mandaban
alguno de los suyos. Es posible que entonces, de llevarse a cabo ese inter-
cambio, a lo mejor unos y otros no erráramos demasiado al resolver tales
asuntos, porque una de las grandezas del Derecho, y sobre todo del
Derecho Constitucional de nuestros tiempos, por fortuna, es que tenemos
una especie de Derecho común donde las categorías son iguales, al margen
de diferencias singulares de cada ordenamiento, de cada Constitución.
En el fondo, los problemas que nos planteamos, las respuestas que les
damos a los asuntos, las categorías jurídicas que utilizamos, son las mismas.
Esto de que son las mismas, las categorías jurídicas y los instrumentos
que utilizamos, me lleva a dar un paso más, y es que, salvando también
algunas diferencias, los órganos que nos dedicamos a impartir justicia cons-
titucional también somos prácticamente los mismos, en el sentido de que
solemos tener más o menos las mismas funciones.
Se me pidió que les hablara de la Suprema Corte como Tribunal
Constitucional, y estuve pensando jcómo voy a enfocar este asunto?
En primer lugar, deseché de entrada la tentación que todo profesor tiene
de pronunciar una conferencia erudita, porque no tiene sentido, pues ni
ustedes necesitan saber cosas que ya saben de sobra, ni yo necesito
presumir de que he escrito libros, artículos, o dictado cursos, conferencias,
etcétera. Llevo dando clases desde 1970, ininterrumpidamente, hasta junio
del año pasado cuando, al llegar al Tribunal Constitucional, ya no pude
seguir dando esas clases en la universidad, no solamente porque no
puedo por ministerio de la ley, sino porque de,facto no tengo tiempo.
Es cierto, yo soy sobre todo profesor, con una larga vida en la docencia,
pero ello no es título del que yo pueda presumir, porque sencillamente
es mi profesión, aunque a esa profesión se superpone ahora la de miembro
del Tribunal Constitucional español, que es lo que más me aproxima a ustedes.
l'or ello decidíque era mejor hablarles como magistrado constitucio-
nal, con claridad, sin pretensiones profesorales, sino de colega a colega,
para comentarles cuáles pueden ser los parecidos entre el Tribunal Consti-
tucional, en el modelo europeo, especiTiicamente el español, y esta Suprema
Corte de Justicia.
Aunque mis conocimientos son mayores sobre el modelo europeo y,
claro está, sobre el modelo español, puedo hablar también d e esta
Suprema Corte como Tribunal Constitucional, no con la capacidad con la
que puedo hablar del Tribunal Constitucional español, o del sistema euro-
peo, al que he dedicado tantos años de reflexión (la mayor parte de mis
publicaciones lo son sobre la justicia constitucional), pero s í con algún
conocimiento, porque sé bastantes cosas de México. Llevo viniendo a
México desde 1980 y raro era el año en que no viniera una o dos veces.
He dado cursos, seminarios, conferencias múltiples, soy miembro como
investigador extraordinario u honorario del Instituto de Investigaciones
Jurídicas, y he seguido muy de cerca la vida jurídica mexicana.
Me acuerdo de las reformas de 1988, de lo mucho que aquíhablamos
de aquellos proyectos d e reforma, en el Instituto de Investigaciones
Jurídicas, con el maestro Fix-Zamudio; de esa primera decisión de dar
entrada en la Suprema Corte a la resolución de asuntos constitucionales;
y de cómo ello cuajó en la reforma de finales de 1994, con la conversión
de las Suprema Corte en un auténtico Tribunal Constitucional. Por lo tanto,
las cosas de México me llegan muy cerca, pero claro, no puedo tampoco
decir que conozco esto como ustedes, pues soy en cuanto al Derecho mexi-
cano, un simple aficionado, pero un aficionado afectuoso que ha vivido
de cerca las cosas de México, incluso me acuerdo como participé en la
celebración del 75 aniversario de la Constitución de 1917 en Querétaro;
allí estuve presente, en el teatro, y di una de las conferencias.
Hecho este recuento un poco sentimental, pero que explica el porqué
no solamente voy hablar del Tribunal espatiol sino también voy hablar
de ustedes, y permítanme que tenga esa osadía, voy a comenzar la charla,
mas que estrictamente conferencia, que quiero exponerles.
Para poder comparar primero hay que conocer, y no es que yo venga
ahora a explicarles a ustedes cuál es el modelo de justicia constitucional
en Europa, pues ustedes lo conocen sobradamente, pero me van a permitir
que recuerde algunas cosas, sobre todo para poner en situación la posible
comparación que después haré.
Como saben ustedes muy I~ien, la justicia constitucional que no es
más que la aplicación judicial de la Constitución. La justicia constitucional
se inicia, como todos sabemos, con la actividad del Tribunal Supremo
norteamericano a finales del siglo XVIII, porque a fines de ese siglo ya
hay sentencias d e Tribunales d e los Estados miembros aplicando la
Constitución, pero será en la famosa Sentencia del Tribunal Supremo de
1803 cuando toma carta de naturaleza la justicia constitucional federal y
se inicia un proceso de extraordinaria importancia, que es, ni más ni
menos, que tomarse la Constitución en serio como Derecho que impone
obligaciones incluso al propio legislador.
Si la Constitución es Derecho, y si ese Derecho es supremo, cualquier
otra norma que esté en contradicción con la Constitución no puede preva-
lecer sobre la Constitución misma. Ese es el silogismo que se expuso en
la famosa Sentencia de 1803 y que inició allíla justicia constitucional.
En Europa no va a existir justicia constitucional tan inmediatamente,
y habrá que esperar hasta el siglo XX, aunque ya, a finales del siglo XIX,
aparezcan algunas manifestaciones de justicia constitucional en Suiza y
Alemania sobre todo, en la resolución de controversias territoriales, pero
será, realmente, a partir de las ideas de Kelsen, cuando se establezca en
Europa el termino "Tribunales Constitucionales" y aparezca el primero
de ellos en Austria en 1920 (precisamente de la mano del propio Kelsen).
Este breve recordatorio conduce a lo siguiente: a que el modelo europeo
de justicia constitucional va a consistir en la creación de un tribunal espe-
cial con jurisdicción concentrada y separado de la jurisdicción ordi-
naria. Es idea de Kelsen que este Tribunal Constitucional, separado de la
justicia ordinaria, se caracterizaría por dos notas: una, que solo éste apli-
caría la Constitución; y otra, que su único objeto de control serían las
leyes; con lo cual el modelo primigenio de Kelsen, el que se establece en
1920, en la Constitución austriaca, es un modelo que se basa en la exis-
tencia de dos jurisdicciones separadas: la jurisdicción ordinaria, que aplica
sólo la ley y no la Constitución, y la jurisdicción constitucional, que
aplica sólo la Constitución y que solamente puede controlar al legislador.
Todo ello de acuerdo con la idea de Kelsen de que la Constitución es
norma jurídica, pero que sólo impone obligaciones jurídicas al propio
legislador, y que de ella, en cambio, no se derivan derechos para los
particulares.
Ese esquema, sin embargo, no va a funcionar. De ahíque ese primer
modelo europeo, basado en dos jurisdicciones completamente separadas,
no haya existido prácticamente nunca. Asíya en 1929 se realizó una refor-
ma de la Constitución austriaca para dotar a los tribunales superiores de
la competencia de plantear cuestiones de inconstitucionalidad, lo que venía
a mostrar que también, al menos los altos tribunales, estaban sometidos a
la Constitución y no sólo el Tribunal Constitucional, y que en caso de
disparidad entre la Constitución y una ley no deberían de aplicar la ley sino
plantear la cuestión. Al mismo tiempo, se abre paso en Austria, también
desde el primer momento, el recurso de amparo. Aunque un tipo de
amparo muy distinto al alemán y al espaAol de muchos años después.
Hay un segundo paso: el de la Constitución republicana española de
1931, que establece un Tribunal Constitucional que se llamará Tribunal
de Garantías Constitucionales, pero donde también se faculta a todos los
órganos judiciales (aunque con el filtro del Tribunal Supremo) para plan-
tear cuestiones de inconstitucionalidad, creándose además un recurso de
amparo mediante el cual el propio Tribunal Constitucional podría tutelar
los derechos y libertades consagrados en la propia Constitución
Todo esto significa que ya no va a existir en Europa el modelo de la
separación estricta entre dos jurisdicciones, ni siquiera en el primer tercio
del siglo XX. Pero después de la segunda guerra mundial el sistema euro-
peo da un paso más: la Constitución alemana de 1949, entonces Ley
Fundamental de Bonn, y la Constitución Italiana de 1947, crean Tribunales
Constitucionales, pero se trata de Tribunales Constitucionales algo dis-
tintos del Tribunal austriaco de 1929 o del Tribunal espanol de la segunda
República. Van a seguir siendo, por un lado, tribunales especiales hiera
del Poder Judicial, separados del Poder Judicial ordinario, pero con una
característica que viene a provocar una verdadera revolución en el orde-
namiento iurídico.
La Constitución alemana de 1949 y la Constitución italiana de 1947
serán Constituciones que asímismas se proclaman (o que la doctrina inme-
diatamente las proclama) como Derecho aplicable por todos los poderes
públicos, apartándose, de esa manera, del concepto kelseniano de Consti-
tución. Se recibe, pues, en realidad, el concepto norteamericano de
Constitución, que llega, por fin, a Europa en la segunda mitad del siglo
XX. En consecuencia, aunque el Tribunal Constitucional no va a formar
parte de la jurisdicción ordinaria y habrá una jurisdicción ordinaria y una
jurisdicción constitucional a cargo del propio Tribunal Constitucional, ya
no van a existir dos jurisdicciones separadas, sino dos jurisdicciones
conectadas, interconectadas; en primer lugar porque todos los jueces y
tribunales deberán aplicar la Constitución y no sólo el Tribunal Constitu-
cional; en segundo lugar, porque el Tribunal Constitucional no sólo va a
aplicar la Constitución, sino que también va aplicar leyes; y, en tercer
lugar porque, sobre todo en Alemania, al establecerse un recurso de amparo,
el Tribunal Constitucional se convierte inevitablemente en el Tribunal
Supremo de todas las jurisdicciones, ya que podrá anular sentencias de
cualquier tribunal (incluido el Supremo) de la jurisdicción ordinaria.
Esta situación ya no tiene nada que, ver en absoluto -y el que no lo
entienda asíno se ha enterado del modelo europeo-, con las concepciones
erróneas que todavía algunos tienen del modelo concentrado. Por supuesto
que concentrado, pero hasta cierto punto. Estos Tribunales Constitucio-
nales europeos sólo conservan de jurisdiccibn concentrada, es decir, de
monopolio, de exclusividad jurisdiccional, visto desde el punto de vista
material, únicamente dos funciones: una, el llamado monopolio de rechazo
de la ley, esto es, si>lo el Trihunal Constitucional y no los jueces y trihu-
nales ordinarios podrán anular la ley por contraria a la Constitución (ahí
sigue habiendo jurisdicción concentrada exclusiva y excluyente), y otra,
sólo el Tribunal Constitucional es el supremo interprete de la Constitución.
El Trihunal Constitucional tiene, pues, el monopolio de rechazo de
la ley y tiene el carácter de supremo interprete de la Constitución, lo que
significa necesariamente que sus decisiones sobre la interpretación de la
Constitución crean precedente en el auténtico sentido del término, es
decir, son vinculantes para todos los jueces y tribunales.
Salvo esas dos funciones que el Tribunal Constitucional ejerce en
concentración y en monopolio, las demás funciones, desde el punto de
vista material, son compartidas con la jurisdicción ordinaria. Así, la tutela
de los derechos fundamentales mediante el recurso de amparo es com-
partida con la jurisdicción ordinaria, tan compartida que, como el amparo
es subsidiario, para llegar al Tribunal Constitucional antes hay que haber
pasado por la jurisdicción ordinaria. En consecuencia, cuando el Tribunal
Constitucional anula una sentencia d e la jurisdicción ordinaria está
diciéndole al órgano judicial que debió hacer lo que el Tribunal Constitu-
cional ha hecho, esto es tutelar el derecho fundamental, lo que significa
materialmente realizar la misma función; la única diferencia es que el
supremo, ahí, es el Tribunal Constitucional.
Algo parecido ocurre con los conflictos de competencia territorial.
También la jurisdicción ordinaria, en el orden jurisdiccional de lo conten-
cioso-administrativo, puede anular un reglamento o un acto del Estado o
de una entidad territorial autónoma por vicio de incompetencia territorial,
lo que supone igualmente una coincidencia de jurisdicciones, de manera
que no pueden separarse, materialmente, jurisdicción constitucional y
jurisdicción ordinaria.
Ambas jurisdicciones, pues, ejercen "justicia constitucional". Y es que
la "justicia constitucional" no es otra cosa que la aplicación judicial de la
Constitución, por ello, en el ejercicio de esa justicia, participan tanto
el Tribunal Constitucional como todos los demás jueces y tribunales.
La "jurisdicción constitucional", en cambio, es la atribuida a un órgano
especial, el Tribunal Constitucional que sólo él la pude desempeñar, y
que, respecto de ella, tiene el monopolio. En ese sentido no debe confun-
dirse la justicia constitucional (el todo) con la jurisdicción constitucional
(la parte).
Este sistema va experimentando también alguna nueva modificación
en cuanto que, además de confiársele al Tribunal Constitucional la tutela
de los derechos fundamentales y la resolución de conflictos territoriales
(esto último inevitable en un Estado compuesto), también se le atribuye
al Tribunal Constitucional la resolución de conflictos entre órganos cons-
titucionales. En Alemania, así, literalmente, la resolución de conflictos
entre "órganos constitucionales", mediante los cuales se controla no la divi-
sión territorial del poder (que ello es objeto de los conflictos territoriales
de competencia a los que antes ya alud17, sino el control de la división
horizontal o funcional del poder. Y en Italia también se le atribuirá al
Tribunal Constitucional la resolución de este tipo de conflictos, pero allí
no entre órganos constitucionales, sino entre los supremos poderes del
Estado, lo que no es enteramente igual, diferencia muy interesante, pero
sobre la que aquí no puedo extenderme por razones de tiempo. Estoy
haciendo, simplemente, una especie de recorrido cronológico acerca de las
transformaciones sufridas por el modelo europeo de justicia constitucional.
Reanudando la secuencia de mi exposición, les decía que nos encon-
tramos pues, con una función nueva, la de solución de conflictos entre
órganos constitucionales o entre supremos poderes del Estado, que en
principio parecería exclusiva y excluyente, pero que examinada más a
fondo no lo es tanto. S í en cuanto que a través d e esos conflictos se
enjuicien actos del parlamento, porque dada la autonomía de que gozan
las cámaras parlamentarias, se entiende que sus actos sólo pueden ser
controlados por la jurisdicción constitucional, no por la jurisdicción ordi-
naria, salvo en materias puramente administrativas que s í puedan ser
enjuiciadas por esta última jurisdicción.
En cambio, en materias no administrativas, esto es, en actos políticos
parlamentarios, la autonomía de las cámaras (no la vieja "soberanía" parla-
mentaria, pues en el Estado constitucional ninguno de sus órganos puede
ser soberano) impide su sometimiento a control por los jueces y tribunales
ordinarios. En ese sentido, el control de los actos político-parlamentarios,
mediante los conflictos entre órganos, solamente lo puede realizar el Tri-
bunal Constitucional. Aquí la función es de desempeño exclusivo por la
jurisdicción constitucional. Por el contrario, ello no ocurre cuando, con
ocasión de esos conflictos, se enjuicien actos del Gobierno, cuyo control
puede realizarlo el Tribunal Constitucional, pero también los jueces y
tribunales ordinarios, máxime después del largo recorrido que la cultura
jurídica en el mundo civilizado ha seguido para delimitar cada vez más
estrictamente, más necesariamente, la vieja teoría de los actos políticos
del Gobierno no susceptibles de control jurisdiccional,
En el orden jurisdiccional contencioso-administrativo, como sabemos
todos, poco a poco, y cada vez más, se va controlando la discrecionalidad
administrativa, con lo cual, aquíya no es tan claro que estemos en presen-
cia de una función exclusiva y excluyente de la jurisdicción constitucional.
También, por medio de la resolución de estos conflictos se pueden
controlar por la jurisdicción constitucional los actos de la jurisdicción
ordinaria (así en Italia) o los actos del órgano de gobierno de los jueces (así
en Alemania o en Esparia, además de que en estos dos países las resolu-
ciones judiciales cabe controlarlas a través del recurso de amparo). Pero
igualmente todos esos actos son también controlables por la propia juris-
dicción ordinaria. No hay tampoco, e n consecuencia, un monopolio
material por parte del Tribunal Constitucional.
Por tanto, tenemos sólo dos funciones muy claras de ejercicio exclu-
sivo por los Tribunales Constitucionales: la supremacía en la interpretación
constitucional y el monopolio d e rechazo d e las leyes. Y otras donde
la conexión entre ambas jurisdicciones es también clara: tutela de derechos
fundamentales y conflictos territoriales. Y, por último, otra función donde
la exclusividad ya lo es sólo en parte: resolución de conflictos entre órga-
nos constitucionales o, como en el caso de Italia, entre poderes supremos
del Estado.
Pero vayamos a la primera de las funciones ejercidas en monopolio
por la jurisdicción constitucional, la suprema interpretación de la Constitu-
cicjn, lo que ocurre, por supuesto, tanto en el sistema europeo como en
el sistema norteamericano, aunque aquél sea un sistema difuso. Aquíen esta
función no hay diferencias entre ambos modelos: la supremacía interpre-
tativa de la Constitución la desemperia~l del mismo modo el Tribunal
Supremo norteamericano y los Tribunales Constitucionales europeos.
Respecto de otras funciones hay diferencias entre uno y otro modelo,
pero no tan acusadas como a veces se dice, pues el sistema europeo se
aproxima al sistema norteamericano y el sistema norteamericano, en los
últimos tiempos, se aproxima un poco al sistema europeo; sigue habiendo
distinción entre modelo europeo y modelo norteamericano, por supuesto,
pero ya no tanta como antes.
La supremacía en la interpretación constitucional tiene dos caras, o
dos contenidos: de una parte significa la supremacía en la interpretación
de la propia Constitución, pero de otra parte también significa la supre-
macía en la interpretación constitucional de la ley. Esto último es de una
extraordinaria relevancia, y es lo que en Alemania se denomina 'tfie
Verfassungs konforme Auslegung von Gesetzen: esto es, la interpretación
de las leyes de conformidad con la Constitución, y en los Estado Unidos de
América la interpretación de las leyes ' f n hamony with the Constitution:
que es algo, por lo demás, universalmente aceptado, pues desde el punto
y hora que la Constitución se considera, y se garantiza que sea, la suprema
norma del ordenamiento, se establece necesariamente el principio de que
todo el ordenamiento subconstitucional haya de interpretarse de con-
formidad con ella.
Por tanto, al ser el Tribunal Constitucional el supremo interprete de
la Constitución, es también, inevitablemente, el supremo interprete de la
constitucionalidad de la ley, de tal manera que, cuando el Tribunal Cons-
titucional compara la ley con la Constitución, unas veces declarará
inconstitucional la ley, si es abiertamente contraria a la prescripción
constitucional, pero otras veces, si la ley admite una interpretación confor-
me a la Constitución, no la declarará inconstitucional, sino que la interpre-
tará constitucionalmente y esa doctrina interpretativa de la ley se impone
a la jurisdicción ordinaria.
Ahora bien, esa doctrina se impone según el tipo de sentencias y el
tipo de interpretación que se realiza, ya que es muy distinto que el Tribunal
Constitucional salve la ley diciendo que es susceptible de una determinada
interpretación, pero no diciendo que sea la única interpretación posible,
en cuyo caso, no está claro que esa interpretación se imponga necesaria-
mente como única posible a la jurisdicción ordinaria, que puede encontrar
otra interpretación, igualmente conforme con la Constitución, que cuando
el Tribunal Constitucional dicta las llamadas sentencias interpretativas de
rechazo, por las que estima como inconstitucional una interpretación de la
ley hecha por la jurisdicción ordinaria, pos lo que está declarando, real-
mente, la inconstitucionalidad de una determinada interpretación que, en
consecuencia, nunca podrá ser utilizada por la jurisdicción ordinaria,
precisamente porque el Tribunal la ha expulsado del ordenamiento al
declararla inconstitucional. No ha expulsado una disposición normativa,
un texto legal, pero síuna concreta interpretación del mismo.
Un supuesto más raro pero no imposible, es el que se da cuando
(aunque sólo en casos muy excepcionales, que no conviene repetir mucho)
en una sentencia el Tribunal Constitucional declara una determinada
interpretación de la ley como la única interpretación constitucionalmente
posible, en cuyo caso también esa interpretación se impone a los jueces
v tribunales ordinarios.
¿Por qué les quería decir todo esto? Porque, como ven, el sistema
europeo es complejo, no es nada simple, ya que, realmente, el Tribunal
Constitucional desempeña en el sistema una función, en última instancia,
del tribunal supremo de la justicia constitucional.
Pero ¿qué es la justicia constitucional? Como antes ya recordé, no es
más que la aplicación judicial de la Constitución, pero con eso se dice muy
poco cuando estamos en presencia de una Constitución, como la nuestra
(la española) y la de ustedes (la mexicana) y en general las Constituciones
del último siglo, que contienen una gran cantidad de principios, que
incluyen valores, que tienen una capacidad de comprensión de la realidad
tan amplia que les lleva a regular no sólo al Estado, sino también a la
propia sociedad, de tal manera que, como se ha dicho tantas veces, por
la Constitución pasan todos los hilos del Derecho, puesto que contiene los
principios generales de todas las ramas del ordenamiento. Es una Consti-
tución, pues, que impregna a la totalidad del ordenamiento y, en conse-
cuencia, muchos asuntos que podría entenderse que son simplemente
legales, acaban convirtiéndose en asuntos constitucionales, lo que le da
una capacidad muy amplia de actuación al Tribunal Constitucional, que,
por ello, funciona efectivamente como tribunal último e n todas esas
materias, es decir, como tribunal supremo de esta justicia constitucional
tan ampliamente concebida.
Es cierto que el Tribunal Constitucional, en el modelo europeo, sigue
teniendo jurisdicción especializada, es decir, sigue teniendo determinados
procesos que solamente a él le competen. Una jurisdicción exclusiva en
el sentido procesal, esto es, en el sentido de que determinados procesos
(recurso y cuestión de inconstitucionalidad, recursos de amparo, conflic-
tos de competencia, etc.), sólo a él le competen. Desde el punto de vista
procesal s í hay una distinción clara entre jurisdicción constitucional y
jurisdicción ordinaria, pero desde el punto de vista material, como les
dije más atrás, ya no es tan grande la distinción, al contrario, se va convir-
tiendo cada vez más el Tribunal Constitucional en el auténtico tribunal
supremo.
Se trata, pues, de un sistema de jurisdicción constitucional muy
amplio, en donde todo el ordenamiento esta impregnado de la Constitu-
ción y pocos son los problemas del mundo del Derecho que no acaban
teniendo una dimensión constitucional. El modelo espanol pertenece a
ese sistema, pero, con unas características, n o distintas de las generales
del modelo europeo, sino más pronunciadas aún que me la he guardado
hasta este momento de concretarles. Y esas características son, de un
lado, la amplitud de las competencias del Tribunal Constitucional español,
que entiende de los recursos de amparo, los conflictos entre órganos
constitucionales, los conflictos de competencia territorial entre el Estado
y las Comunidades Autónomas, los conflictos en defensa de la autonomía
local, el recurso de inconstitucionalidad, la cuestión de inconstitucio-
nalidad, el control previo y 'Lz posteriori"de los tratados internacionales,
asícomo las impugnaciones por el Gobierno del Estado de las disposiciones
y resoluciones de las Comunidades Autónomas por cualquier infracción
constitucional distinta a la derivada de la distribución territorial de com-
petencias. Respecto de las cuestiones de inconstitucionalidad, sólo debo
señalar que e n el modelo europeo sigue rigiendo el principio de que los
jueces están sometidos al imperio de la ley y, en consecuencia, de que
aunque tienen la obligación de aplicar la Constitución, también tienen la
obligación de aplicar la ley, y, cuando se ven en la tesitura de tener que
aplicar una ley que consideran contraria a la Constitución, ni pueden
inaplicar la ley, porque están sometidos al imperio de la ley, ni pueden apli-
carla incumpliendo la Constitución, porque a ella igualmente (y con mayor
intensidad) también están sometidos. En ese caso suspenden el proceso
antes de la sentencia y elevan la cuestión de inconstitucionalidad de la ley
al Tribunal Constitucional. Ese es el significado, pues, de la cuestión de
inconstitucionalidad en España, en Alemania o en Italia.
Iiecha esta aclaración, vemos, pues, que el Tribunal Constitucional
español tiene una extraordinaria amplitud competencial, aunque en ello
no se diferencia mucho del Tribunal Constitucional alemán (sídel italiano,
cuyas competencias no son tan extensas). Hay, sin embargo, otra caracte-
rística que presta una especial significación al 'Tribunal Constitucional
español en cuanto que; aunque no amplía, s í intensifica su función en
mayor medida que lo que sucede en otros Tribunales Constitucionales
europeos. En España la distribución territorial del poder no está conte-
nida enteramente en la propia Constitución, a diferencia de lo que ocurre
en Alemania o de lo que ocurre en Estados Unidos o de lo que ocurre en
general en los Estados compuestos, sino que, por las peculiaridades que
tuvo nuestro proceso constituyente, se difirió a un momento posterior la C
estructuración territorial del Estado, y aunque la Constitución señaló unos m
principios, unas reglas-marco mínimas, serían unas normas posteriores a m
la Constitución, los Estatutos de Autonomía de las Comunidades Autó- u
nomas, los que concretarían la organización territorial del poder, con lo .S O i
cual la Constitución territorial de España (vamos a llamarla as10 está '2 7 m
integrada n o solamente por la normas constitucionales, sino por la m +
Constitución y los 17 Estatutos de Autonomía ya aludidos, que forman un w f L o = bloque con la Constitución porque son los que concretan qué compe- u L;
tencias tiene cada Comunidad Autónoma. 2 ?? n = V)
De tal manera que, para resolver un conflicto d e competencias
(legislativo, reglamentario o ejecutivo) entre el Estado y una Comunidad
Autónoma, el Tribunal Constitucional no puede aplicar sólo la Constitu-
ción, sino que ha de aplicar la Constitución y el correspondiente Estatuto
de Autonomía, que complementa necesariamente a la Constitución y forma
con ella lo que yo he llamado el "bloque constitucional". Con lo cual, el
Tribunal Constitucional, necesariamente, además de aplicar la Constitu-
ción, tiene que aplicar, como les he dicho, los 17 Estatutos de Auto-
nomía. Pero no acaba ahíla complejidad, pues, la Constitución española,
además, ha previsto que puede haber leyes orgánicas, que no son los
Estatutos, capaces también de transferir o delegar competencias del Estado
a las Comunidades Autónomas y, cuando ello ocurre, el Tribunal Constitu-
cional tiene que tomar como canon 0 parámetro de validez de la ley
estas otras leyes orgánicas.
Pero si quedara la cosa ah íno sería demasiado compleja, pero ocurre
que el problema se complica aún más debido a que en el marco cons-
titucional de distribución de competencias, que después se concreta en
cada Estatuto de Autonomía, se adoptó un sistema, tomado en parte
de Alemania (pero con mucha mayor extensión en España), que hace
girar la distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades
Autónomas, en gran medida, en el concepto de legislación básica.
En el marco constitucional ya aludido, en la mayoría de los casos
están distribuidas las competencias atribuyendo al Estado la legislación
básica y a las Comunidades Autónomas la legislación de desarrollo, con
lo cual, para que el Tribunal Constitucional enjuicie la legislación de
desarrollo de una Comunidad Autónoma por invasión competencial, tiene
que determinar si tal legislación ha infringido la competencia del Estado,
esto es, la legislación básica, lo que significa que ha de tomar también las
leyes básicas como parámetro de control, pero un parámetro no incon-
dicionado, sino condicionado, porque si estuviera en manos del Estado,
al dictar la legislación básica, cubrir completamente la regulación de la
materia, habría dejado la Comunidad Autónoma sin competencia para
desarrollarla.
El Tribunal Constitucional se ve así enfrentado a la inmensa tarea,
cada vez que hay un conflicto de competencias, ya sea un conflicto de
competencias territoriales en sentido propio (originado por reglamentos
o actos), ya sea un conflicto de competencias territoriales encubierto bajo
un recurso d e inconstitucionalidad, que es realmente un conflicto de
competencias legislativas, de tener que utilizar la Constitución, los Esta-
tutos de Autonomía y la legislación básica como contraste de la norma o
acto objeto del contlicto. Y, en el caso de la legislación básica, a utilizarla
condicionadamente, porque tiene que enjuiciar al mismo tiempo esa
legislación básica, ya que, a su vez, sería inconstitucional si huhiere
traspasado lo básico. Y ¿qué es lo básico? el mínimo común normativo
que debe regir en todo el territorio nacional, es decir, dada la amplitud
del concepto, lo que el Tribunal Constitucional determina en cada mo-
mento. La tarea como ven, es ardua.
No paran ahí las cosas, además, la Constitución española señala que
los tratados internacionales en materia d e derechos humanos serán
utilizados como fuente interpretativa de los derechos fundamentales de
la Constitución, con lo cual nuestro Tribunal Constitucional ha de utilizar,
no solamente esos convenios o tratados para interpretar a su vez las nor-
mas de derechos fundamentales de la Constitución, sino sobre todo la
jurisprudencia del tribunal de Estrasburgo, que es el verdadero tribunal
internacional de derechos humanos en el área europea, lo que significa
que el canon de control se integra también por las decisiones judiciales
de un tribunal supranacional, aunque se trata, al mismo tiempo, de un
canon condicionado, porque, como ha dicho el Tribunal Constitucional
español, los derechos de la Constitución deben ser interpretados de
conformidad con el Convenio Europeo de Derechos Humanos, y por
supuesto con la jurisprudencia que dicta la interpretación auténtica de
ese convenio, pero siempre 'En bonusUno "inpeius: es decir en lo que
beneficie al derecho fundamental interno no en lo que lo perjudique. Por
ello, si la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos es
más restrictiva en el derecho fundamental que lo que la Constitución ha
dispuesto, se aplica siempre a favor del ciudadano la interpretación deri-
vada de nuestra propia Constitución. En cambio, si es más ampliatoria del
disfrute del derecho, se aplica, interpretativamente aquella jurisprudencia.
Pero no acaba ahíla complejidad; aunque parezca mentira, se acentúa
todavía más. Pondré un ejemplo. El control de constitucionalidad formal
de las leyes quiere decir que éstas pueden ser invalidadas, no solamente
porque contradigan prescripciones sustantivas de la Constitución, sino
también porque en su procedimiento de elaboración hayan tenido vicios
de tal entidad que puedan conducir a la nulidad de la ley, esto es, por
vicios 'inprocedendo". Esto da entrada, inevitablemente, en el parámetro
de control, al reglamento parlamentario, porque la Constitución española
(como otras Constituciones) no regula detalladamente el procedimiento
legislativo parlamentario. Regula algunas de sus principales características,
pero no todas, y entonces el Tribunal Constitucional a veces tiene que
integrar no en el bloque constitucional (Constitución y Estatuto), sino en
el bloque de la constitucionalidad, en el parámetro de control, que es
más amplio (leyes orgánicas de transferencia o delegación, legislación
básica, Tratados sobre Derechos Humanos, éstos a título interpretativol
también a los reglamentos d e las cámaras, pero siempre de manera
condicionada, esto es, sólo en la medida en que esos reglamentos sean a
su vez constitucionales.
En fin, como ven, el modelo español es bastante complejo. Añadan a
todo lo dicho la circunstancia de que, en los recursos de amparo, el Tri-
bunal Constitucional también aplica la ley que, en cumplimiento de la
Constitución, desarrolla el derecho fundamental. La vieja (y en el fondo
prácticamente inédita) separación entre dos jurisdicciones: una que aplica
sólo la ley y otra que aplica sólo la Constitución, se ha derrumbado por
completo.
Pero, en fin, me parece que debo ahora concretarles algo sobre las
competencias del Tribunal Constitucional español, que antes sólo enuncié.
Estas son, por un lado, el control de los tratados internacionales, que
tiene dos manifestaciones. En primer lugar el control previo antes de la
ratificacicjn del tratado, mediante el cual cualquiera de las dos Cámaras o
el Gobierno puede plantear al Tribunal Constitucional ese control previo,
antes de la ratificación. En segundo lugar, el control a posteriori, pues
los tratados, una vez incorporados al ordenamiento interno, pueden ser
objeto tanto del recurso de inconstitucionalidad como del planteamiento
por un juez de la cuestión de la inconstitucionalidad, porque, en el sistema
jurídico español, la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional y antes la
propia Constitución en su artículo 95, ha dejado claro que los tratados
internacionales están sometidos a la Constitución.
Ahora bien, en el control %posteriori"de los tratados ha de tenerse en
cuenta que el Tribunal Constitucional no puede, exactamente, anular el
Tratado, sino declararlo inaplicable en España, lo que generaría, claro
está, una responsabilidad internacional del Estado español, derivada del
principio general del derecho internacional pacta sunt servanda? Pero
dicho esto, es claro que, en el ordenamiento interno, no puede prevalecer
el Tratado contrario a la Constitución. Por ello, aunque se generasen
responsabilidades internacionales para el Estado, el Tribunal Constitu-
cional habría de declarar inconstitucional, pese a que ya esté incorporado
al ordenamiento español, el Tratado que vulnera la Constitución (cosa que
hasta ahora nunca se ha producido), sin que ello signifique que "anule"
el Tratado, ya que un órgano jurisdiccional interno no puede anular una
norma que no ha emanado de su propio ordenamiento; lo que anularía
sería el instrumento de ratificacibn, en España, o la ley de convención,
en otros países, mediante el cual se ha integrado en el ordenamiento
interno el Tratado. Eso es lo único que puede anular el Tribunal.
Veamos ahora el recurso de inconstitucionalidad frente las leyes o
normas o actos de ley. Como saben ustedes, ese control es directo, y ya
comenzamos con las comparaciones España-México: la acción de incons-
titucionalidad la tienen ustedes desde la reforma de hace 10 años, en la
que están legitimadas las minorías parlamentarias. En España, para el
recurso, 50 Diputados, 50 Senadores, el Presidente del Gobierno, el Uefen-
sor del Pueblo y los Gobiernos y parlamentos autonómicos. Ustedes
añaden más, los partidos políticos, respecto de la legislación electoral,
paso que nosotros no hemos dado.
Como ven, nuestro recurso de inconstitucionalidad y la acción de
inconstitucionalidad mexicana se parecen bastante. Hay todavía una
diferencia, los efectos de la sentencia en España son muchísimo más
amplios, absolutamente anulatorios, además, una sola sentencia del
Tribunal Constitucional crea jurispmdencia constitucional. Dejando de
lado esas diferencias, el cometido del recurso de inconstitucionalidad y el
cometido de la acción de inconstitucionalidad es el mismo, prácticamente.
Veamos la siguiente competencia, la cuestión de inconstitucionalidad.
Ustedes no la tienen nosotros sí. En España no puede un Juez actuar por
encima de la ley, pero tampoco violentar la Constitución; ante esa doble
vinculación la cuestión es el remedio. Cuando el Tribunal Constitucional
decide la cuestión declara inconstitucional la ley con efectos generales,
no sólo para el caso. Hay otros países donde no existe la cuestión:
Colombia, donde pese a tener un Tribunal Constitucional, siguen conser-
vando también el control difuso y pueden por ello los jueces y tribunales
ordinarios inaplicar la ley; o Portugal, pero de manera distinta a Colombia,
porque allí tiene que haber, con posterioridad a la inaplicación de la ley por
la jurisdicción ordinaria, un recurso necesario ante el Tribunal Constimcional.
Veamos ahora los conflictos territoriales de competencia. Nosotros
tenemos previsto esos conflictos tanto en defensa de la autonomía local
como de la distribución de competencia entre Estado y Comunidades
Autónomas. Ustedes también, porque parte de las controversias cons-
titucionales pueden tener por objeto ese tipo de conflictos.
Igual ocurre con los conflictos entre órganos constitucionales, pues
parte de las controversias constitucionales de ustedes pueden operar en
caso d e conflictos no territoriales, sino entre órganos estatales. Nos
parecemos bastante, incluso existe la posibilidad d e suspensión d e
los actos objeto del conflicto.
Y si examinamos el recurso de amparo, hay que decir que existe en
los dos países, aunque no sea exactamente igual. Si bien es cierto que el
amparo mexicano es muy peculiar por su amplitud, no creo que haya
duda en que, en uno y otro lugar, el amparo protege los derechos funda-
mentales. Mediante el recurso de amparo el Tribunal Constitucional
español controla a todos los poderes del Estado que vulneren los derechos
fundamentales. Por ello, a través del recurso de amparo se controlarán
incluso los actos parlamentarios sin valor de ley (frente a las leyes sólo
cabe el recurso de inconstitucionalidad). Así, el Tribunal Constitucional
ha controlado la inadmisión de enmiendas en el procedimiento legislativo
parlamentario, la inadmisión de proposiciones de ley, la inadmisión de
preguntas parlamentarias, la negativa del Gohierno de enviar información
al parlamento y, en general, la actividad interna de las Cámaras, en cuanto
que pueda producir una vulneración de derechos fundamentales, espe-
cialmente del derecho de los parlamentarios y de los grupos parlamen-
tarios a ejercer sus funciones representativas en plenitud. Todo eso lo
puede controlar el Tribunal Constitucional a través del recurso de amparo
frente a actos parlamentarios. Como igualmente puede controlar los actos
judiciales que vulneren derechos fundamentales (o que no remedien la
vulneración producida por la Administración e incluso los particulares).
Cabe el recurso de amparo, pues, frente a actos del ejecutivo, del
legislativo y del poder judicial, o dicho más extensamente, frente a actos
de todas las autoridades públicas, centrales, autonómicas o locales. Ahora
bien, el recurso de amparo no cubre la totalidad de todos los derechos
fundamentales, pues en España son susceptibles de amparo sólo las
vulneraciones que se refieren a los derechos fundamentales más impor-
tantes; hay otros derechos fundamentales, entre ellos el de propiedad, o
el de libertad de empresa, que no son susceptibles de amparo, pero ello
no quiere decir que no estén protegidos: todos los jueces y tribunales ordi-
narios tienen que tutelar la totalidad de los derechos y, además, a través
de los recursos y cuestiones de inconstitucionalidad, al controlar la ley, tam-
bién se pueden controlar vulneraciones producidas por la misma ley.
Por último, en España hay un procedimiento muy especial que es la
capacidad que tiene el Gobierno para impugnar directamente ante el Tribu-
nal Constitucional actos o resoluciones de las Comunidades Autónomas,
por motivos distintos de la distribución territorial del poder, es decir, por
cualquier otra infracción constitucional, lo que ha de entenderse como un
privilegio que tiene el Gobierno del Estado, una especie de cierre del sistema.
Recapitulando, tenemos, en España y en México, una jurisdicción
constitucional (nos olvidamos ahora de la justicia constitucional en sentido
amplio). Esta Suprema Corte, a partir del ano 1995 y a partir de la interpre-
tación que ella misma, como ocurre en todos los Tribunales Constitucio-
nales, ha dado a sus funciones, actúa como Tribunal Constitucional, igual
que los demás Tribunales Constitucionales. Pongamos un ejemplo: la
suplencia de la queja. Eso no es privativo de México, pues también existe
en las demás jurisdicciones constitucionales. Así, en España el artículo
39 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional establece que podrá
fundarse la declaración de inconstitucional en la vulneración de cualquier
precepto constitucional, haya sido o no alegado por las partes. Aunque
la utilización de la suplencia de la queja tiene sus límites, pues en España
no se permite a través de ella ampliar el objeto del petitum.
En fin, ustedes son un Tribunal Constitucional, y ello no me ofrece
dudas. Conservan, también, alguna condición inevitable d e tribunal .o .- ordinario, pero incluso en esa función no se apartan, en el fondo, de lo %
Z que hacemos los demás Tribunales Constitucionales (al menos el alemán m
w s y el español), pues la función de anulación de sentencias y de unificación o p m de doctrina de los tribunales inferiores también la realizamos nosotros :E 2
E mediante el recurso de amparo, corrigiendo a la jurisdicción ordinaria y ; m
aplicando, además, el artículo 14 de nuestra Constitución, que proclama 3 w -
la igualdad en la aplicación de la ley, en cuyo caso estamos resolviendo 5 O
(remediando), e n el fondo, muchas veces, criterios judiciales contradicto- * 2 rios, no de los Tribunales de Circuito, como aquí, sino de todos los g Tribunales y, a su cabeza, del propio Tribunal Supremo ordinario. %
m
Quiero repetir, pues, que ustedes son un Tribunal Constitucional,
quizá con algún añadido más, porque en ustedes se confunden la doble
condición de Suprema Corte de la Nación y de Tribunal Constitucional a
la manera americana. Ya s é que aquí hay algunas propuestas doctrinales
y políticas acerca de la posibilidad de completar, diríamos, la dimensión de
Tribunal Constitucional de esta Suprema Corte, implantando la cuestión
de inconstitucionalidad, y potenciando algunas de sus otras competencias.
También existen propuestas en contrario, que intentan reducir su función
a la de un tribunal casacional, y crear un Tribunal Constitucional al margen
de la Suprema Corte. Me van a permitir que opine sobre ello.
La Suprema Corte tiene una ventaja que no convendría que desapro-
vecharan ustedes: no tienen dos jurisdicciones que, aunque hoy estén
interconectadas y no están separadas, no obstante, crean problema de
conflicto y de roce. En Espana ha ocurrido así con el Tribunal Supremo;
en Colombia ocurre también en algunas ocasiones con la Suprema Corte.
Cstedes tienen una situación que nosotros no teníamos en 1978: una
Suprema Corte que ya está ejerciendo muy bien funciones constitucio-
nales, de Tribunal Constitucional. Es mejor aprovechar, pues, lo que se
tiene, que no crear una dualidad de jurisdicciones que pueden traer
consigo problemas de interconexión, por no hablar también de problemas
que podrían surgir de una diferente composición. Ustedes son un Tribunal
Constitucional sin ninguna duda. ¿Qué puede, la Suprema Corte, ser más
Tribunal Constitucional? evidentemente. Ese, quizás, sería el mejor camino.
Todos los Tribunales Constitucionales pueden mejorarse. Nuestra Ley
Orgánica, al paso de 25 anos de experiencia, está necesitada de reformas,
y en ese sentido hay un proyecto de modificación de esa Ley para lograr
una mejor concreción de determinadas funciones, con el objetivo de
mejorar el Tribunal Constitucional espanol.
De igual manera se puede redondear la función de esta Suprema
Corte como Tribunal Constitucional. Por supuesto que se puede optar por
establecer un Tribunal Constitucional separado de la Suprema Corte, y
cada país es muy dueño de adoptar sus decisiones, no voy a ser yo quien
les diga lo que deben hacer. Pero únicamente les advierto que se lo
piensen, porque creo que esa creación %x nouo"de un Tribunal Constitu-
cional en México, desaprovechando lo que la Suprema Corte ya ha venido
realizando, puede tener más desventajas que ventajas.
Y aqu í termino, agradeciéndoles la paciencia que han tenido al
escucharme.
Esta obra se terminó d e imprimir y en- cuadernar e n agosto d e 2006 e n los talleres d e Editorial Color, S.A. d e C.V.. Xaranjo núm. 96-BIS, Col. Santa María la Kil~era, Delegación Cuauhtémoc, C.P. 06400, México, D.F. Se utilizaron tipos Garnet d e 10, 11 y 22 puntos y Shelley Andante BT d e 38 puntos. La edición consta d e 1,500 ejemplares impresos en papel cciuché niate dos caras de 100 grs.