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    103Revista Internacional de Direito e Cidadania, n. 1, p. 103-135, junho/2008

    RESUMO: O artigo aborda os direitos huma-nos enquanto processo, questionando o que so,sua razo e finalidade. O autor discute a com-plexidade dos direitos humanos: sua nova cul-tura, sua nova perspectiva e as condies e de-veres bsicos para uma teoria realista e crticade sua realidade contempornea.

    Palavras-chave: complexidade dos direitos hu-manos, teoria crtica contextualizada, finalida-de dos direitos humanos

    ABSTRACT: The article approaches humanrights as a process, questioning their nature,reason and purpose. The author discusses the

    complexity of the human rights: their newculture, new perspective and the conditions andbasic duties for a realistic and critical theory oftheir contemporary reality.

    Keywords: complexity of the human rights,contextualized critical theory, purposes of thehuman rights.

    1.Vivimos en un nuevo contexto

    Los derechos humanos se han convertido enel reto del siglo XXI1. Un reto, tanto tericocomo prctico. En primer lugar, nadie puedenegar el gigantesco esfuerzo internacional rea-lizado para llegar a formular jurdicamente unabase mnima de derechos que alcance a todoslos individuos y formas de vida que componenla idea abstracta de humanidad.

    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOSHUMANOS. BASES TERICAS PARA UNAREDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    Joaqun Herrera Flores*

    * Director del Programa de Doctorado en Derechos Humanos y Desarrollo de la Universidad Pablo de Olavide, Sevilla y Presidente de la FundacinIberoamericana de Derechos Humanos (www.fiadh.org)

    1 Cfr. Herrera Flores, J ., Los Derechos Humanos como productos culturales. Crtica del humanismo abstracto, Libros de la Catarata, Madrid, 2005.

    Artigo

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    FLORES, J. H.

    Basta con citar textos internacionales comoLa Declaracin Universal de los Derechos Hu-manos2, el Pacto Internacional sobre derechossociales3 y el Pacto Internacional sobre derechosciviles4, para que tengamos una buena prueba

    de lo que decimos.Desde 1948 hasta nuestros das, hemos

    asistido cotidianamente a ese trabajo llevado acabo por la comunidad internacional para quelos seres humanos puedan ir controlando susdestinos. Sin embargo, y como iremos viendoms adelante, el contexto en el que surgieronlos textos arriba citados (1948 y 1966) es muydiferente del que tenemos hoy en da (2005). LaDeclaracin y los Textos se situaban en el con-

    texto de la guerra fra entre dos grandes siste-mas de relaciones sociales enfrentados por con-seguir la hegemona mundial; y, asimismo,dichos textos surgieron en una poca en la quese ponan en prctica polticas pblicas decidi-damente interventoras sobre las consecuenciasms perversas de la aplicacin del mercado a lasociedad. Por aquellos tiempos proliferaban lasempresas pblicas, las negociaciones estatalesentre sindicatos y gobiernos sobre las condi-

    ciones de trabajo de los trabajadores y, porsupuesto, una labor legislativa tendente areconocer cada vez ms derechos a las ciuda-danos y los ciudadanos de los pases, sobre todo,ms desarrollados. Adems, los textos citadostuvieron que convivir con el final de los procesosdescolonizadores y la progresiva aparicin denuevas nacionalidades y nuevos actores interna-cionales.

    Hoy en da, estamos ante un nuevo contexto

    social, econmico, poltico y cultural que, porponer una fecha de inicio, se despliega poltica-mente a partir de la cada del Muro de Berln yla proclamacin del fin de la historia por par-te de los auto-proclamados vencedores de laguerra fra. En este nuevo contexto, se ha dadouna paralizacin de esas medidas interventoraspor parte del Estado con respecto a las activi-dades econmicas. Si hace cuatro dcadas el

    Estado controlaba las consecuencias del merca-do (polucin, destruccin del patrimonio hist-rico-artstico) aplicando medidas interven-toras; en la actualidad, es el mercado el que estimponiendo las reglas a los Estados desde insti-

    tuciones globales como la Organizacin Mun-dial del Comercio.

    De un modo sutil, pero continuado, hemosasistido durante las ltimas dcadas a lasustitucin de los derechos conseguidos (esdecir, de las garantas jurdicas para el acceso adeterminados bienes, como el empleo o las for-mas de contratacin laboral) por lo que ahora sedenominan libertades (entre las que destacala libertad de trabajar: que, como tal, no exige

    polticas pblicas de intervencin).En definitiva, hemos entrado en un contexto

    en el que la extensin y la generalizacin delmercado ha provocado que los derechos huma-nos comiencen a considerarse como costessociales de las empresas que hay que ir supri-miendo en nombre de la competitividad.

    Toda esta nueva problemtica hace que granparte de la literatura vertida sobre los derechos(desde su etapa de internacionalizacin conla Carta de San Francisco de 1945, hasta los l-timos informes del Programa de Naciones Uni-das para el Desarrollo PNUD5, exija unateora que parta de una atencin especial a loscontextos concretos en que vivimos y unaprctica educativa y social acorde con elpresenteque estamos atravesando.

    El deterioro del medio ambiente, las injus-ticias propiciadas por un comercio y por un con-

    sumo indiscriminado y desigual, la continuidadde una cultura de violencia y guerras, la realidadde las relaciones trans-culturales y de las defi-ciencias en materias de salud y de convivenciaindividual y social, nos obligan a pensar y, porconsiguiente, a ensear los derechos desde unaperspectiva nueva, integradora, crtica ycontextualizada en prcticas sociales emanci-padoras.

    2

    (http://laurel.datsi.fi.upm.es/~rpons/personal/hrights.php)3(http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/a_cescr_sp.htm)4(http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/a_ccpr_sp.htm)5http://unstats.un.org/unsd/statcom/doc05/2005-13s.pdf

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    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. BASES TERICAS PARA UNA REDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    Nuestro compromiso, como personas quereflexionan sobre y se comprometen con losderechos humanos, reside en poner las frasesa las prcticas sociales de individuos y gruposque luchan cotidianamente para que esos

    hechos que se dan en los contextos concretosy materiales en que vivimos puedan ser trans-formados por otros ms justos, equilibrados eigualitarios. Por eso, la verdad la ponen los queluchan por los derechos. A nosotros nos com-pete el papel de poner las frases. Y este es elnico modo de ir complementando la teora conla prctica y las dinmicas sociales con lasreflexiones intelectuales.

    1.

    Qu son y qu significan los derechos hu-manos?: derechos o practicas por el acceso alos bienes?.-

    2.

    En esta materia, como en cualquier otra, esmuy importante saber distinguir entre lo que elfenmeno que estudiamos es y lo que dichofenmeno significa. Es decir, diferenciar elqu (lo que son los derechos) del por qu ydel para qu (lo que los derechos significan).

    Como veremos, la perspectiva tradicional yhegemnica de los derechos confunde ambosplanos en la misma Declaracin Universal delos Derechos Humanos de 1948. En elPrembulo de la Declaracin se nos dice primeroque los derechos humanos son un ideal a con-seguir. Concretamente se dice que estamos anteel ideal comn por el que todos los pueblos ynaciones deben esforzarse, a fin de que tantolos individuos como las instituciones, inspirn-dose constantemente en ella, promuevan, medi-ante la enseanza y la educacin, el respeto aestos derechos y libertades, y aseguren, pormedidas progresivas de carcter nacional e in-ternacional, su reconocimiento y aplicacinuniversales y efectivos, tanto entre los pueblosde los Estados Miembros como entre los de losterritorios colocados bajo su jurisdiccin6.

    Y, justo unos prrafos despus, en losfamossimos artculos 1 y 2 de la Declaracin,ya no se nos habla de ideal a conquistar, sinode una realidad ya conseguida: artculo 1.- to-dos los seres humanos nacen libres e iguales en

    dignidad y derechos y, dotados como estn derazn y conciencia, deben comportarse frater-nalmente los unos con los otros. Y, en el artcu-lo 2.1, se dice: toda persona tiene todos losderechos y libertades proclamados en estaDeclaracin, sin distincin alguna de raza,color, sexo, idioma, religin, opinin poltica ode cualquier otra ndole, origen nacional o so-cial, posicin econmica, nacimiento o cual-quier otra condicin.

    Fijmonos bien, pues esto es muy importan-te para nuestros objetivos de construir una teoranueva sobre esta materia. Para la reflexin te-rica dominante: los derechos son los derechos:es decir, los derechos humanos se satisfaran sitodos tenemos los derechos. Los derechos, pues,no seran ms que una plataforma para obtenerms derechos. Y esto es as, pues, desde dichaperspectiva tradicional, la idea de qu son losderechos se reduce a la extensin y genera-lizacinde los derechos.La idea que inunda todoel discurso tradicional reside en la siguiente fr-mula: el contenido bsico de los derechos es elderecho a tener derechos. Cuntos derechos!Y los bienes que dichos derechos deben garan-tizar?

    Estamos ante una lgica bastante simplistaque, sin embargo, tiene consecuencias muy im-portantes, puesto que conduce a una concepcina priori de los derechos humanos. Si estamosatentos, esta lgicahace pensar a todas y a to-dos quetenemoslos derechos, an antes de tenerlas capacidades y las condiciones adecuadas parapoder ejercerlos. De este modo, las personas queluchan por ellos acaban desencantadas, pues, apesar de que nos dicen que tenemos derechos,la inmensa mayora de la poblacin mundial nopuede ejercerlos por falta de condiciones mate-riales para ello.

    6Dejemos de lado, por el momento, la ltima frase de este texto, pues una Declaracin que se presenta como Universal acepta desde el primer momento

    la realidad del colonialismo: tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdiccin. Y elloen un momento en que ya comenzaba a hablarse de procesos descolonizacin. El colonialismo ha sido y sigue siendo una de las mayores violacionesa la idea de derechos humanos, pues coloca a unos, los colonizadores, en el papel de superiores y civilizados y a los otros, los colonizados, en el papelde inferiores y brbaros.

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    Nosotros queremos salir de ese crculo vicio-so en el que nos encierra el aparente simplis-mo de la teora tradicional que comienzahablndonos de los derechos y terminahacindolo de los derechos. Es que no hay nada

    fuera de los derechos? Sirve de mucho tenercada vez ms y ms derechos si no sabemos porqu surgen y para qu se formulan?

    3) Vayamos precisando a travs de tres pla-nos de trabajo.-

    Primer plano.- el qude los derechos

    Desde el punto de vista de una nuevateora, las cosas no son tan aparentemen-

    tesimples. Los derechos humanos, ms quederechos propiamente dichossonprocesos; esdecir, el resultado, siempre provisional, de lasluchas que los seres humanos ponen en prcticapara poder acceder a los bienes necesarios parala vida. Por tanto, nosotros no comenzamos porlos derechos, sino por los bienes exigiblespara vivir: expresin, confesin religiosa,educacin, vivienda, trabajo, medio ambiente,patrimonio histrico-artstico

    Por eso, cuando hablamos de derechos, msque de objetos obtenidos de una vez parasiempre, hablamos de dinmicas sociales quetiendena conseguir determinados objetivos ge-nricos: dotarnos de medios e instrumentos, seanpolticos, sociales, econmicos, jurdicos oculturales, que nos induzcan a pensar losderechos humanos desde una teora en la quelas verdades las ponen las prcticas sociales queintentan da tras da conseguir el acceso de to-

    das y todos a los bienes materiales e inmaterialesque se han ido conquistando en el proceso dehumanizacin.

    Segundo plano.- el porqude losderechos

    Por tanto, una vez establecido el qu sonlos derechos: esos procesos dirigidos a laobtencin de bienes materiales e inmateriales,tenemos que preguntarnos el por qu de todas

    estas luchas.La teora tradicional se queda en el quson los derechos, pues para los que la defienden

    se habla de algo ya conseguido que no tiene porqu ser objeto de mayor investigacin, ni decontextualizacin histrica, social, cultural ypoltica. Como hemos visto, nos lo dicen elprembulo y los dos primeros artculos de la

    Declaracin Universal de 1948: todos tenemoslos derechos reconocidos en esta Declaracin.Sin embargo, para nosotros, es muy importanteampliar el anlisis y trabajar en el por qu detodos estos procesos. Cuestin que ya no ataea lo que son los derechos, sino a su significado.

    Por qu luchamos por los derechos?

    Nuestra respuesta tiene unas bases muy con-cretas. Abrimos procesos de derechos humanos,primero, porque necesitamos acceder a los

    bienes exigibles para vivir y, segundo, porqueestos no caen del cielo ni van a fluir por los rosde miel de algn paraso terrenal. El acceso alos bienes, siempre y en todo momento, ha esta-do inserto en un proceso ms general que haceque unos tengan ms facilidad para obtenerlosy que a otros les sea ms difcil o, incluso,imposible de obtener.

    Hablamos, por consiguiente, de los procesosde divisin social, sexual, tnica y territorial del

    hacer humano. Segn la posicin que ocupe-mos en tales marcos de divisin del hacer hu-mano, as tendremos una mayor o una menorfacilidad para acceder a la educacin, a lavivienda, a la salud, a la expresin, al medioambiente, etctera. Ocupan la misma posicinen dichos sistemas de divisin del hacer huma-no los habitantes de Noruega que los que hannacido en Somalia? Algo ocurre para que estono sea as.

    Comenzamos a luchar por los derechos, por-que tenemos que vivir, y para ello necesitamoscondiciones materiales concretas que permitanacceder a los bienes necesarios para la existencia.

    Tercer Plano.- el para qude losderechos

    Si afirmamos que los derechos sonprocesos de lucha por el acceso a los bienespor-quevivimos inmersos en procesos jerrquicos y

    desiguales que facilitan u obstaculizan suobtencin, la pregunta es cules son los objeti-vos de tales luchas y dinmicas sociales? Es

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    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. BASES TERICAS PARA UNA REDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    decir, entramos en el para qude tales prcticassociales Luchamos por la obtencin de losbienes nica y exclusivamente para sobrevivirsean cuales sean las condiciones de esa super-vivencia? O bien, luchamos por la creacin de

    condiciones materiales concretas que nospermitan una satisfaccin digna de losmismos?

    Estamos, pues, dirimiendo la direccin quedeberan tomar esas luchas por el acceso a losbienes: la mera supervivencia, o la dignidad. Esdecir, estamos marcando los fines a los queten-der a la hora de llevar adelante dichas prcticassociales. Como puede verse, hemos aadido unnuevo elemento en nuestro primer acercamientoa los derechos, el cual podemos llamar dignidadhumana.

    De este modo, los derechos humanos seranlos resultados siempre provisionales de lasluchas sociales por la dignidad. Entendiendo pordignidad, no el simple acceso a los bienes, sinoque dicho acceso sea justo y se generalice porigual a todas y a todos los que conforman la ideaabstracta de humanidad. Hablar de dignidadhumana no implica hacerlo de un concepto idealo abstracto. La dignidad es un fin material. Unobjetivo que se concreta en dicho accesoigualitario y generalizado a los bienes que hacenque la vida sea digna de ser vivida.

    Nuestro objetivo no es acabar con el conjun-to de buenas intenciones de los que luchan porlos derechos siguiendo las pautas de la teoratradicional. Como veremos ms adelante, lalucha jurdica es muy importante para unaefectiva implementacin de los derechos. Conlo que queremos acabar es con las pretensiones

    intelectuales que se presentan como neutralescon respecto a las condiciones reales en las quevive la gente. Si no tenemos en cuenta ennuestros anlisis dichas condiciones materiales,los derechos aparecen como ideales abstractosuniversales que han emanado de algn cieloestrellado que se cierne trascendentalmente so-bre nosotros. Y, realmente, lo que ocurre es quese est imponiendo una sola forma deentenderlos y llevarlos a la prctica: la forma y

    la prctica dominantes, que se va eternizandoapesar de que los hechos las contradigan una yotra vez.

    Si existe un fenmeno que se resiste a lasupuesta neutralidad cientfica, es el de losderechos humanos. Sobre todo, para una teoracomo la nuestra que se compromete a reflexionarintelectualmente y a proponer dinmicas sociales

    de lucha contra los procesos hegemnicos dedivisin del hacer humano, los cuales dividen elmundo entre los que tienen fcil el acceso a losbienes y los que de un modo o de otro ven difi-cultado tal fin. Qu neutralidad podemos de-fender si nuestro objetivo es empoderar a laspersonas y a los grupos dotndolos de los mediose instrumentos necesarios para que, plural ydiferenciadamente, puedan luchar por la digni-dad: es decir, por los bienes materiales e

    inmateriales que estn desigual e injustamentedistribuidos entre los seres humanos por losprocesos de divisin social, sexual, tnica yterritorial del hacer humano. De ah, nuestrainsistencia en que una visin actual de losderechos tenga que partir de nuevas bases teri-cas e inducir a prcticas renovadas en las luchasuniversales por la dignidad.

    Por lo tanto, y esquemticamente, estas seranlas bases de la teora que proponemos:

    1- Debemos comenzar reconociendo quenacemos y vivimos necesitando la satisfaccinde conjuntos culturalmente determinados debienes materiales e inmateriales. Segn el en-torno de relaciones en el que vivamos, assern los bienes a los que intentaremosacceder. Pero, lo primero no son los derechos,sino los bienes.

    2- En un segundo momento, hay que poner so-bre el tapete que tenemos que satisfacer

    nuestras necesidadesinmersosen sistemas devalores y procesos que imponen un accesorestringido, desigual y jerarquizado a losbienes. Lo cual se materializa a lo largo de lahistoria a travs de los marcos hegemnicosde divisin social, sexual, tnica y territorialdel hacer humano.

    3- La historia de los grupos marginados y opri-midos por esos procesos de divisin del hacerhumano, es la historia del esfuerzo por llevar

    adelante prcticas y dinmicas sociales delucha contra los mismos. De ah, que anosotros nos corresponda poner las frases de

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    los derechos, pero admitiendo que la verdadde los mismos radica en estas luchas raramen-te recompensadas con el xito.

    4- El objetivo fundamental de dichas luchas noes otro que el de poder vivir con dignidad.

    Lo que en trminos materiales significa ge-neralizar procesos igualitarios de acceso a losbienes materiales e inmateriales que confor-man el valor de la dignidad humana

    5- Y, al final si tenemos el poder poltico ylegislativo necesario establecer sistemas degarantas (econmicas, polticas, sociales y,sobre todo, jurdicas) que comprometan a lasinstituciones nacionales e internacionales alcumplimiento de lo conseguido por esasluchas por la dignidad de todas y de todos.

    Como se ve, para nosotros, el contenido b-sico de los derechos humanos no es el derecho atener derechos (crculo cerrado que no ha cum-plido con sus objetivos desde que se declarhace casi seis dcadas). Para nosotros, elcontenido bsico de los derechos humanos serel conjunto de luchas por la dignidad (cuyos re-sultados, si es que tenemos el poder necesario

    para ello, debern ser garantizados por las nor-mas jurdicas, las polticas pblicas y unaeconoma abierta a las exigencias de la digni-dad).

    De este modo, nos atreveramos a proponeruna nueva redaccin de los primeros prrafosde la Declaracin Universal en los siguientestrminos:

    Prembulo: reconociendo que los

    derechos humanos no constituyen un idealabstracto que como todo horizonte se aleja amedida que nos acercamos, proclamamos quetales derechos son el conjunto de procesos quelos individuos y los grupos humanos ponenen marcha cotidianamente para acceder a losbienes exigibles para una vida digna de servivida

    Artculo 1.- Todos los seres humanosdeben tener los instrumentos, medios y

    condiciones necesarias para poder poner enprctica procesos de lucha por la dignidadhumana

    Artculo 2.- La dignidad humana es el finperseguido por los derechos humanos. Ladignidad consiste en la obtencin de un accesoigualitario a los bienes tanto materiales comoinmateriales que se han ido consiguiendo en

    el constante proceso de humanizacin del serhumano

    Artculo 3.- Para conseguir lo anterior, losseres humanos en lucha por abrir procesos dedignidad deben tener el suficiente poder indi-vidual y colectivo para exigir a las institucioneslegislativas, tanto internacionales comonacionales, un sistema de garantas (polticas,sociales, econmicas y jurdicas) que lespermitan disfrutar del resultado de sus luchas.

    A tal efecto, se declaran como garantas mni-mas las que a continuacin se relatan

    Comparemos el prlogo y los dos primerosartculos de la Declaracin Universal de losDerechos Humanos de 1948 y la nueva redac-cin que proponemos, teniendo siempre presenteque, como cualquier produccin cultural, losderechos humanos hay que entenderlos yponerlos en prctica en sus contextos histricosconcretos.

    Acudamos a dos links de internet con el ob-jetivo de complementar este primer texto condos ejemplos de lucha por los derechos hmanos:el de los pueblos indgenas y el de las mujeres.

    La cuestin a responder sera la siguiente:tenemos los derechos o hay que luchar porconseguirlos?

    http://www.sipaz.org/documentos/ghandi/burguete_esp.htm

    http://www.chasque.net/cotidian/1998/cladem27.htm

    II- Los derechos humanos en su complejidad:una nueva cultura de los derechos humanos.

    Mi principal cometido no es separar sinovincular, lo cual me interesa sobre todo poruna razn metodolgica: filosficamente lasformas de la cultura son hbridas, mezcladas,impuras, y ha llegado el momento, para el

    anlisis de la cultura de volver a ligar elanlisis con sus realidades

    (Edward W. Said, Cultura e imperialismo)

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    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. BASES TERICAS PARA UNA REDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    La objetividad siempre acta en contradel oprimido

    (F.Fanon, Los condenados de la tierra)

    The best lack all conviction, while the

    worst are full of passionate intensity(W.B. Yeats,The Second Coming)

    1.- La complejidad de los derechos en 9puntos bsicos.-

    1) En primer lugar, en los derechos huma-nos se da una confluencia estrecha entre elemen-tos ideolgicos (que se presentan como

    universales) y culturales (que tienen con vercon los entornos de relaciones particularesdonde la gente vive).

    Como veremos a lo largo de todo el texto,vamos a partir de una afirmacin muy impor-tante para comenzar a comprender los derechoshumanos desde su complejidad: los derechoshumanos, como tales,han surgido en Occidentecomo respuesta a las reacciones sociales y filo-sficas que supuso la conciencia de la expansin

    global de un nuevo modo de relacin social:concretamente, la basada en la constanteacumulacin de capital. Recurdese la polmicasobre el Nuevo Mundo del siglo XVI y losesfuerzos de Francisco de Vitoria por extenderlo que se denomina el ius commercii: es decir,el derecho a establecerse comercialmente en lastierras conquistadas. Desde el siglo XVI hastanuestros das, la cuestin acerca de la nuevanaturaleza que iba asumiendo la condicin hu-

    mana en el marco de un nuevo contexto de re-laciones ha sido un tema recurrente. Talespolmicas confluyeron en el siglo XX con lacategorizacin de lo humano bajo el conceptoaparentemente universal de derechos huma-nos.Concretamente fueron formulados porprimera vez, bajo esta denominacin, en laDeclaracin Universal de Derechos Humanosde 1948 (anteriormente se hablaba de losderechos del hombre y del ciudadano). Vis-

    tos los desastres a los que haba conducido eldesacuerdo de las, por aquel entonces, grandespotencias en el reparto del botn colonial, los

    procesos de des-colonizacin y de formulacinde independencias nacionales de los antiguospases sometidos a los caprichos de las metr-polis, y, situada en los primeros balbuceos de loque se denomin durante cuarenta aos la guer-

    ra fra, la DeclaracinUniversalconstituye, anhoy, un hito importantsimo en la lucha pro elproceso de humanizacin de la humanidad. Sinembargo, no podemos ocultar que sus fundamen-tos ideolgicos y filosficos, es decir, culturales,son puramente occidentales. Esta constatacinno quita un pice a la importancia del texto. Pero,nos ayuda a colocarlo en su contexto concreto,lo cual, en momentos posteriores, puede servir-nos para explicarnos algunas de las dificultades

    que encuentra para su implementacin prcticareal. No podemos analizar los derechos huma-nos desde fuera de sus contextos occidentales.Pero, tampoco debemos olvidar su enormecapacidad de generar esperanzas en la luchacontra las injusticias y explotaciones que sufregran parte de la humanidad. Han sido estasluchas las que, en realidad, han logrado quedicho concepto se universalice como base ti-ca y jurdica de toda prctica social dirigida a

    crear y garantizar instrumentos tiles a la horade poder acceder a los bienes materiales einmateriales exigibles para vivir con dignidad.

    De este modo, un concepto que ha surgidoen un contexto cultural particular (Occidente),se ha difundido por todo el globo como si fuerael mnimo tico necesario para luchar por ladignidad. Es fcil, pues, ver la complejidad delos derechos, pues, en gran cantidad de ocasio-nes se intentan imponer a concepciones

    culturales que ni siquiera tienen en su bagajelingstico el concepto de derecho, sino, porejemplo, el de justa exigencia. Esto generagraves conflictos de interpretacin con respectoa los derechos humanos que hay que sabergestionar sin imposiciones ni colonialismos.

    2- En segundo lugar, esa complejidad seagudiza cuando vemos que el fundamento quejustifica la universalidad de los derechos sesustenta en un pretendido conjunto depremisas

    empricas: los seres humanos tienen todos losderechos reconocidos en los textos interna-cionales por el mero hecho dehaber nacido. Los

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    derechos se presentan como un hecho que estah, dado de una vez por todas. Adems, es algoque tenemos todos sin tomar en consideracinnuestras circunstancias particulares. Esto puedeser visto como algo positivo, pues parece ge-

    neralizar a todos y a todas lo que se dice en laDeclaracin Universal. Es como si nos dijeran,todos tenis los instrumentos y los medios paraconstruiros vuestro palacio de cristal. Dospreguntas surgen inmediatamente cuando parti-mos de la complejidad del concepto: Por qu,entonces, no todos podemos construirlo? E, in-cluso, no habr pueblos en los que sus habitan-tes no quieran el palacio de cristal prometidopor los derechos, sino una pequea tienda en

    medio del desierto, pero, claro est!, situadacerca o al lado de una fuente de agua potable?.Las cosas no son fciles. Intentemos explicarnoscon un poco ms de detalle.

    Por mucho que una norma (sea el reglamentode la circulacin, sean los textos internacionalesde derechos humanos) diga que tenemos losderechos para conseguir, por ejemplo, la igual-dad de trato en la carretera o en los palacios dejusticia, de pronto nos encontramos con la reali-

    dad, con los hechos concretos que vivimos y elresultado definitivo puede ser muy diferente paraunos que para otros. Todo depender de lasitua-cin que cada uno ocupe en los procesos quefacilitan u obstaculizan el acceso a los bienesmateriales e inmateriales exigibles en cada con-texto cultural para alcanzar la dignidad.

    Veamos brevemente lo que ocurre con eltrabajo de las mujeres. A pesar del inmensodesarrollo econmico y social de nuestras de-

    mocracias, an no se consigue considerar eltrabajo domstico como una actividad creadorade valor social, sino, simplemente como unaobligacin familiar que les corresponde, so-bre todo, a las mujeres (trabajen fuera de casa olo hagan nicamente en el interior de los domi-cilios conyugales: lugares donde la violenciamachista se despliega con toda su brutalidad).Se tienen los derechos en el mbito privado?

    Esto nos lleva a otras cuestiones aplicables a

    otros mbitos. Por ejemplo, a los mbitoslaborales. Si vemos las recientes formas de con-tratar a las personas y la reproduccin continua

    de situaciones de desempleo, puede decirse queexiste realmente igualdad de trato en el marcoempresarial, cuando los trabajadores y trabaja-doras no tienen seguridad de mantener su puestode trabajo? Segn las estadsticas oficiales, a

    pesar de que en todas nuestras constitucionesdemocrticas se consagra el principio de igual-dad formal de todos y todas ante la ley, por unlado, constatamos que la realidad salarial de lasmujeres an sigue estando por debajo de la delos hombres (partiendo de las mismas condi-ciones y titulaciones) y, en segundo lugar, elmbito del antiguo derecho laboral est siendosustituido por el concepto de libertad detrabajar (es decir, hay que ir reduciendo las po-

    lticas pblicas de empleo y dejar que sea elmercado, en el que confluyen individuos libresel que decida quin y cmo se trabaja)..

    Como puede verse las cosas no son tanfciles. No podemos quedarnos tranquiloscreyendo que con la existencia de una norma yatenemos el acceso a los bienes, (incluso si nosreferimos a la situacin de los derechos en lospases desarrollados econmica y jurdicamente).Puede que la norma no pueda aplicarse por falta

    de medios econmicos. Puede que no se quieraaplicar por falta de voluntad poltica. O, quizse d el caso de que una persona o de un grupopartan de coordenadas culturales que impidansu puesta en prctica. Qu hacer con un instru-mento que tenemos si no podemos ponerlo afuncionar por falta de medios, por falta de pol-ticas pblicas o por razones que apelan a algunatradicin considerada inamovible?

    3- A este grado de complejidad hay que aadir

    algunas consideraciones jurdicas. Muy nece-sarias, puesto que los defensores de los dere-chos humanos luchan por extender poltica yjudicialmente que estamos ante normas jurdi-cas integralmente exigibles frente a los tribuna-les. Si esto es as y de hecho ocurre de estamanera en el caso de algunos derechos, comolos individuales: libertades de expresin, infor-macin, de concepcin religiosa, etcteradebemos detenernos un momento para saber un

    poco ms acerca de lo que es una norma jurdi-ca. Quiz esto nos explique las razones por lascuales los derechos individuales (civiles y pol-

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    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. BASES TERICAS PARA UNA REDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    ticos) son inmediatamente aplicables y losderechos sociales, econmicos y culturales sonslo principios para orientar las polticaseconmicas.

    Aunque parezca algo redundante, toda nor-

    ma sea jurdica o moral, tiene una naturalezanormativa. Esto puede parecer un juego depalabras, pero no es as. Las normas, sean de landole que sean, nunca describen hechos. Unanorma nunca dice estoesas. Excepto, claro est,las normas programticas que no pueden llevarseante los tribunales (por ejemplo, Art.1 de laConstitucin Espaola de 1978: Espaa es unEstado social y democrtico de derecho). Lasnormas jurdicas siempre postulan undeber ser,

    nunca un ser, pues, si no fuera as, no serannormas, sino descripciones sociolgicas opropuestas ideolgicas dominantes en el momen-to en que se formulan.

    Una norma, y esto hay que reconocerlo des-de un principio, no es ms que un medio, uninstrumentoa partir del cual se satisfacen, de unmodo normativo, las necesidades y demandasde la sociedad. Una norma nada puede hacer pors sola, ya que siempredependedel conjunto de

    valores que impera en una sociedad concreta.Son de los sistemas de valores dominantes dedonde surgen las normas y de donde surgen loscriterios ms importantes para su justificacin,interpretacin o legitimacin frente a losciudadanos y ciudadanas que estn obligados acumplirlas.

    A partir de dicho sistema, las necesidades yexpectativas humanas se satisfarn de un modoconcreto y no de otro. Si dicho sistema de valo-

    res defiende lo pblico como un espacio nece-sario de intervencin institucional para procu-rar una satisfaccin igualitaria de dichasnecesidades y expectativas, as sern las normasque los actores que defienden dicho sistemaintentarn imponer (caso de los famosos, peroahora considerados como especies en extensin,estados de bienestar). Pero, si el sistema devalores que predomina es contrario a dichasatisfaccin igualitaria, y afirma que la mejor

    forma de satisfacer las necesidades es integrn-dose en el marco de la competencia privada porla acumulacin creciente de beneficios (lo que

    ahora se denomina neo-liberalismo), los actoresque tengan el poder y que defiendan dicho sis-tema de valores intentarn denodadamenteimponer las normas es decir, la forma de satis-facer las necesidades y expectativas humanas

    que ms les convengan para reproducirlo lo msposible.

    Una norma, pues, no describe ni crea nadapor s sola. Las normas estn inscritas en siste-mas de valores, a partir de los cuales, por seguircon nuestro ejemplo anterior, en nuestras socie-dades, las mujeres o, por poner otro ejemplo,los trabajadores y trabajadoras migrantes,ocupan puestos de menor responsabilidad y, entrminos estadsticos, cobran menos por el

    mismo trabajo que el que hipotticamente puedarealizar un ciudadano/hombre.

    Por tanto, estamos ante medios, ante instru-mentos que prescriben comportamientos eimponen deberes y compromisos individuales ygrupales, siempre interpretados desde el siste-ma de valores dominante. Por ello, cuandohablamos de derechos humanos como si de unhecho se tratara, podemos llegar incluso aconfundir a los ciudadanos y a las ciudadanas

    de un determinado entorno poltico y cultural,pues puede quecreanque con el slo hecho deque sus expectativas se conviertan en normas,ya tienen asegurado el acceso a los bienes paracuyo acceso esas normasdebieron ser creadas.

    Pero, claro, uno se encuentra con que el sis-tema de valores hegemnico en nuestros das,es mayoritariamente neo-liberal, y, por consi-guiente, pone por encima a las libertades funcio-nales al mercado y por debajo a las polticas

    pblicas de igualdad social, econmica y cultu-ral. De este modo, la aplicacin efectiva de lasnormas reconocidas en las constituciones o enlos diferentes ordenamientos jurdicos no van apoder ser aplicadas en beneficio de un accesoigualitario a los bienes, sino en funcin de losvalores que se postulan desde dicho sistemaeconmico, que tanta influencia ha tenido en eldesmantelamiento de lo que en nuestra consti-tucin se denomina Estado Social.

    De ah, las serias dificultades y obstculoscon que se encuentran determinados grupos depersonas. En primer lugar, como decimos, las

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    mujeres, y, junto a ellas, el resto de grupos hu-manos excluidos de las ventajas de la moder-nidad occidental. Asimismo, podemos referirnosa las dificultades de los sindicatos para imponerconvenios colectivos a nivel nacional, dado que

    lo que predomina es la tendencia a negociarempresa por empresa y, casi, trabajador portrabajador. Lo mismo puede decirse de otrascomunidades, como los pueblos indgenas o loscolectivos de migrantes, o de la gente que hacrecido, a lo mejor al lado nuestro, percibiendoculturalmente el mundo de otra manera diferen-te a como ha crecido un profesor de derechooccidental.

    No todos tenemos por igual los derechos,

    o sea, los instrumentos y medios para llevaradelante nuestras luchas por el acceso a losbienes necesarios para afirmar su propiadignidad.

    Pero y aqu nos estamos acercando ya a losderechos humanos tal y como nosotros propo-nemos, todos los seres humanos deberantener estos medios y tambin otros de mayoralcance (polticos y econmicos) que les dotendel suficiente poder a la hora de ejercer sus

    prcticas sociales en aras de la dignidad: es decir,tengan un acceso igualitario a los bienes y re-cursos materiales e inmateriales que hacen dig-na la vida de las personas.

    4- Como puede verse, la complejidad delconcepto de derechos humanos es alta. Y tal ycomo estamos intentando exponer aqu, dichacomplejidad sube muchos grados cuando con-fundimos, primero, lo emprico (el tener losderechos) con lo normativo (lo quedebemos

    tener todas y todos); y, segundo, las buenasintenciones de entidades e individuos (que estncomprometidos con la generalizacin real yefectiva de los derechos), con las realidades con-cretas y los obstculos, sobre todo, polticos,econmicos y culturales que se interponen en-tre la proclama humanitaria y los resultados con-cretos que se obtienen.

    Al confundir lo emprico con lo normativo,

    parece que los derechos estn desde el primermomento conseguidos e incluidos en la vidaconcreta de las personas. Y, con slo echar un

    vistazo a nuestro alrededor, vemos que esto noocurre as. nicamente acudiendo a los Infor-mes Anuales del prestigioso Programa deNaciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),vemos, muchas veces aterrados, cmo el abis-

    mo entre los pases pobres y los pases ricos crececada ao un poco ms. Incluso, dentro de lospases ricos se estn creando enormes bolsas depobreza y desempleo, ante las cuales las teoraseconmicas y jurdicas no pueden, o no quieren,reaccionar. Y, sin embargo, se sigue diciendo,quiz con buena voluntad, que todos tienenlos mismos derechos por el simple hecho dehaber nacido. Haber nacido dnde?

    Esta complejidad del concepto nos va a

    obligar a realizar dos tipos de anlisis que, a lapostre, clarificarn nuestro fuerte compromisocon la capacidad humana genrica de luchar porla dignidad humana. Por un lado, analizaremoslos elementos empricos de los derechos hu-manos (qu son, cul puede ser su concepto,cmo estn fundamentados y positivizados in-ternacionalmente). Por otro, nunca olvidaremosque estamos en una materia que tiene clarosmatices normativos (qu condiciones habr

    que cumplir para que los serestenganypuedandisfrutar delos derechos). Segn nuestra opcin,no podremos comprender de qu estamos ha-blando sin un anlisis que no parta de dichacomplejidad terica y dicho compromiso huma-no.

    5- Sin embargo, sea por la propia generalidadde sus premisas o por la dispersin de enfoques,gran parte de los acercamientos tericos que hanintentado comprender la naturaleza de los dere-

    chos han cado en puras abstracciones, en vacasdeclaraciones de principios o en meras confu-siones con categoras afines. Cualquier acerca-miento a los derechos que simplifique o reduzcasu complejidad, supone siempre una deforma-cin de peligrosas consecuencias para los quecada da sufren las injusticias de un orden glo-bal basado en la desigualdad y en la invisibi-lizacin de las causas profundas de su empobre-cimiento. Como defenda el gran filsofo alemn

    de la primera mitad del siglo XX, nos referimosa Theodor W. Adorno, los conflictos y desigual-dades se dan a conocer, ms que en sus manifes-

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    taciones institucionales, en las cicatrices yheridas que son la expresin humana de las ofen-sas producidas. No podemos ser indiferentes aesas cicatrices y heridas. No somos cmplicesde todo aquello que nos produce indiferencia?

    Los hechos, a pesar de la enormidad de susefectos, pueden resumirse brevemente. Enprimer lugar, hay que destacar el gran esfuerzoque se realiza cotidianamente por generalizar losderechos humanos a todos los que habitan elplaneta. Este derroche de energas tiene compo-nentes polticos (instituciones encargadas deponerlos en prctica), sociales (entidades quecumplen, tanto un papel de denuncia como depropuestas de solucin), econmicas (desde las

    que se intentan desenterrar teoras y procedi-mientos en el que los derechos no sean vistoscomo costes, sino como derechos) y jurdi-cas (cualquier lego en la materia quedara anona-dado al ver la ingente y grandiosa labor quehacen todos los que luchan diariamente para quelos Estados y las jurisdicciones nacionales reco-nozcan que todos los derechos deben poderexigirse ante un tribunal). De hecho, ah estnya instituciones judiciales importantes, entre las

    que destacaramos la labor de la CorteInteramericana de Derechos Humanos en su la-bor por reconocer las particularidades jurdicasde los derechos indgenas, y la del Tribunal Pe-nal Internacional, como instancia de la que po-demos servirnos para intentar que losculpables de torturas y genocidios se sienten enel banquillo de los acusados. Existe todo uncuerpo jurdico de normas, convenciones y juris-prudencia internacional que no se puede tirar por

    la borda. Ha costado mucho esfuerzo conse-guirlo. Pues, tras ese esfuerzo, laten los corazo-nes y las ilusiones de miles de militantes dederechos humanos repartidos por todo el mun-do. Es un elemento positivo para la historia dela humanidad toda esta lucha por los derechosque se lleva a cabo tanto por parte de los orga-nismos internacionales como de las entidades uONGs dedicadas a la defensa y promocin delos mismos.

    Pero, tambin debemos ser conscientes deque, al lado de toda esta lucha diaria en nombrede los derechos, nos encontramos con una serie

    de obstculos que impiden su plena imple-mentacin. Entre dichos obstculos destacan lossiguientes: la concentracin del poder econ-mico, poltico y cultural en manos de organi-zaciones pblicas y privadas que tienen su sede

    en los pases desarrollados, representandonicamente a un quinto de la poblacin mundi-al que es la que se beneficia del llamado desar-rollo; la destruccin sistemtica de conquistassociales, econmicas, polticas y culturales lo-gradas con tanta y tanta sangre y que ahorapeligra por culpa de las tendencias polticas yeconmicas dirigidas a la desregulacin laboraly social; la situacin de abandono en la quesobrevivenmiles de millonesde personas en lu-

    gares del mundo que no entran en las agendaspblicas de los pases enriquecidos, etctera.

    Estos hechos tanto los positivos como losnegativos nos obligan a una toma de posicinde claros matices normativos (aunque, comovemos, siempre basados en hechos empricos):toda pretensin de objetividad y neutralidad enel estudio y prctica de los derechos humanoses parte de esa mirada indiferente que constituye,en palabras de Eduardo Galeano, el mitoirresponsable de los privilegiados. Sobre todo,porque todo anlisis que se pretende absoluta-mente neutral y/o objetivo viene a ser sinnimode especializacin y formalizacin. Y tanto launa como la otra nos inducen a la pasividad. Sitodo est tan bien formalizado y es tancoherente, pues qu acten los especialistas! Y,sobre todo, en el caso de los derechos humanoslas cosas no son as: son las luchas sociales lasque impulsan a la creacin de nuevas teoras e,incluso, a que las normas jurdicas interna-cionales vayan cambiando de rumbo. Estas pers-pectivas tienden a ver el objeto de investigacinen nuestro caso, los derechos humanos comosi fuera algo autnomo (sin contacto con lasrealidades reales en las que vivimos), neutral(son derechos de toda la humanidad y, por tan-to, en sus fundamentos y en su concepto noentran las diferentes y desiguales condiciones

    en las que se vive) y, en ltimo lugar, conse-guido de una vez por todas (por lo que paraqu luchar por algo queya se tiene?)

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    6- Por ello comenzamos estas pginas con eltexto de Edward W. Said. Las formas de la cul-tura, de las que los derechos humanos son unaparte inescindible en estos inicios de siglo, sonsiempre hbridas, mezcladas e impuras. No hay

    formas culturales puras o neutrales, aunque estasea la tendencia ideolgica de gran parte de lainvestigacin social. Nuestras produccionesculturales y, en consecuencia, aquellas contrascendencia jurdica y poltica, son ficcionesculturales que aplicamos al proceso de cons-truccin social de la realidad. Reconocer quenuestras categoras e instituciones se basan enficciones culturales, no implica degradar sunaturaleza de instrumentos, de tcnicas adecua-

    das para llevar a la prctica nuestra concepcinde la sociedad. Al contrario, es precisamente unaforma de saber cul es su verdadera naturalezay poner en evidencia que si han sido creadas porseres humanos, stos pueden cambiarlas si loconsideran conveniente y tienen el suficientepoder para ello. Lo que queremos resaltar es algomuy importante para el dilogo y la capacidadde transformacin de lo real: todas estasconstrucciones estn determinadas por la historia

    y por la labor interpretativa de la humanidad.Por algo en la raz etimolgica del trminoficcin est el verbo hacer. Como afirma elgran escritor norteamericano Ray Bradbury, elpeligro de los seres humanos no reside en quecreen ficciones, sino en queles otorgan realidadseparada de s mismos y son capaces de matarsepor ellas.

    Cuando nos introducimos en el estudio delos derechos humanos (tanto de un modo

    emprico como normativo), estamos entrando enun mbito de ficciones necesarias y de construc-ciones sociales, econmicas, polticas y cultu-rales entrecruzadas y complejas. Los derechoshumanos, como cualquier producto cultural quemanejemos, son producciones simblicas quedeterminados grupos humanos crean parareaccionar frente al entorno de relaciones en losque viven. Por tanto, es una grave irrespon-sabilidad hacer anlisis neutrales de los mismos.

    Confundiendo neutralidad con seriedad cien-tfica. Los derechos humanos, si queremos acer-carnos a ellos desde su intrnseca complejidad,

    hay que entenderlos, pues, situados en un mar-co, en un contexto, en un sistema de valores apartir del cual ser ms difcil o ms fcil suimplementacin prctica.

    7- Por ello, no nos cansaremos de repetir que

    en nuestro mundoa pesar de la influencia de lafilosofa platnica y su divisin de la realidaden un mundo de esencias puras y otro deapariencias impuras, no hay cabida paraesencialismos de uno u otro tipo. Todo esencia-lismo, sea de la clase que sea, es el resultado deuna tendencia filosfica, desgraciadamente muyextendida, a consideraruna forma de reaccionarfrente al mundo por encima de cualquier otromodo de percibir y actuar en l. Postular esencias

    consiste, por tanto, en superponer a la pluralidadde significados y smbolos que los seres huma-nos proponemos para entendernos mutuamenteuna esfera unitaria y homognea de productosculturales que reduce la complejidad de lo real.Esta tendencia, al final termina en alguna formade dogmatismo a partir del cual unos los privi-legiados por l quieren o pretenden conven-cer a los desfavorecidos de que, aunque seanvctimas de un determinado orden, esto no es

    ms que una apariencia o un momento temporalque acabar culminando por s mismo en lafelicidad universal. En definitiva, el esencialismode los derechos humanos (los seres humanostienenya los derechos) propicia la ignorancia yla pasividad, en lugar de promover el conoci-miento y la accin.

    La bsqueda filosfica de la esencia, nosinduce a encontrar la sustancia de los fen-menos, en algn lugar sagrado o trascendente.

    Lugar alejado de nuestra condicin humana,desde el cual se juzgar externamente a nuestraimpura e incierta naturaleza de animalesculturales todos nuestros actos.

    Sin embargo, nosotros, en vez de buscar esastrascendencias separadas de lo humano, inda-garemos en la sustancia real y material de losderechos, en lo que est debajo, en lo quesubyace, en lo que soporta todo el edificio deesas luchas mencionadas ms arriba. Es decir,

    investigaremos el fondo necesario desde el queentenderlos y ponerlos en prctica. El cual, paranuestro punto de vista, no es otro que el contex-

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    to social, econmico, poltico y cultural en elque tales derechos, como productos culturalesque son, se dan. Utilicemos algunas metforas:Las estrellas no pueden ser conocidas si previa-mente no conocemos qu es el espacio. Ellas

    estn situadas y son una funcin del espacio.Del mismo modo, los campesinos estn situa-dos en la tierra, en sus diferentes formas deapropiacin y de produccin, e, incluso, en suamor y respeto por el territorio donde y para elcual viven. Los trabajadores y trabajadorasindustriales estn situados en una especfica for-ma de producir que, como veremos ms adelante,influir decisivamente en sus relaciones indivi-duales y colectivas.

    De ah, quegeneralizando los derechos hu-manos no puedan ser comprendidos fuera de loscontextos sociales, econmicos, polticos yterritoriales en los que, y para los que, se dan.

    Por ello, para conocer un objeto cultural,como son los derechos humanos, se debe huirde todo tipo de metafsicas u ontologas trascen-dentes. Antes que eso es aconsejable una investi-gacin que saque a relucir los vnculosque dichoobjeto tiene con la realidad. Con esto, abando-

    namos toda pretensin de pureza conceptual ylos contaminamos de contextos. Mundani-zamos el objeto, para que el anlisis no se quedeen la contemplacin y control de la autonoma,neutralidad o coherencia interna de las reglas,sino que se extienda a descubrir y potenciar lasrelaciones que dicho objeto tiene con el mundohbrido, mezclado e impuro en el que vivimos.

    Por desgracia, esta contextualizacin de losderechos no es algo que predomine en los

    anlisis y convenciones internaciones a ellosdirigidas. El contexto de los derechos no esvisible. Cada da se celebran ms y ms reunio-nes y se leen ms y ms argumentos que procla-man formalista, especializada y esencia-listamente el xito del sistema, su carcternico e inmodificable. Estamos como aquelmarinero escocs que, despus de haber toma-do bastantes pintas de cerveza, buscaba sucartera bajo la luz del nico farol que iluminaba

    la acera. En ese momento, se le acerca otromarinero, menos afectado por la mezcla dewhisky y cerveza, y le pregunta qu hace ah y

    qu est buscando. Nuestro marinero borrachndice que busca su cartera. El otro mira a sualrededor y no vindola por ningn lado le diceque all no hay ninguna cartera. Eso ya lo sabanuestro personaje. Se le haba olvidado en la

    mesa de la taberna donde sin duda alguien se lahaba encontrado haca tiempo. Nuestromarinero, a pesar de las nubes etlicas, saba contoda seguridad que su cartera no iba a estar all,pero tambin saba que erael nico lugar ilumi-nado en muchos kilmetros a la redonda.

    Efectivamente, despus de casi tres dcadasde ofensiva neoliberal y conservadora, seguimosbuscando respuestas en los lugares donde los quenos han robado la cartera han colocado su farol.

    Sabiendo que all no encontraremos nada,estamos empeados en mirar nicamente dondese nos indica, con lo que las sombras que seextienden alrededor de nuestra forma de conocerel mundo son mucho ms amplias que las lucesque pretendidamente iluminan nuestras pregun-tas. Desde las sombras de un orden global notransparente ni sometido a controles democrti-cos nos gobiernan, y nosotros seguimos empe-ados en mirar en el lugar equivocado.

    8- Las preguntas son muchas. Veamosalgunas: Podemos hoy entender los derechosdel mismo modoque lo hacan los que redactaronla Declaracin de 1948? Dada la situacin actualde predominio global de grandes corporacionesempeadas en apropiarse de lo pblico en subeneficio privado. Nos podemos sentir satis-fechos ante anlisis puramente formales ydescontextualizados de los derechos? Si respon-demos afirmativamente a tales cuestiones, sur-

    ge otra an ms inquietante: Estamos buscan-do en el lugar adecuado? Llegaremos algn daa recobrar nuestra cartera?Nos situamos enun lugar seguro o ms bien nos tambaleamoscomo marionetas en manos de magnficos y po-derosos creadores de opinin?

    Recurramos a nuestra mitologa para encon-trar una referencia que aclare la posicin quetenemos en este mundo de sombras. EnDespusde Babel, el gran maestro George Steiner,

    afirmaba lo siguiente: en casi todas las lenguasy ciclos legendarios encontramos un mito delenfrentamiento de rivales; duelo, lucha cuerpo

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    a cuerpo, confrontacin de enigmas, cuyo pre-mio es la vida del perdedor7. Nuestro enigmaviene representado por dos figuras, la de Anteoy la de Heracles. Anteo, hijo de Poseidn (diosdel mar) y de Gea (diosa de la tierra), precursor

    de la enigmtica ciudad de Tnger, seguro deser el protegido de su madre la diosa de la tierra,obligaba a todos los viajeros que se adentrabanen su territorio a luchar contra l. Anteo erainvulnerable siempre que sus pies tocasen laTierra, su madre. Se senta seguro e invenciblemientras mantena el contacto con su mundo decertezas. El gigante se enfrentaba al mundo sinplantearse el enigma que, como afirma Steiner,domina todas las historias legendarias; es decir,

    actuaba creyendo con toda seguridad que nadacambia, que todo permanece igual a s mismo.

    Pero en este escenario aparece la otra figuraportadora tambin de su propio enigma; un enig-ma que asume el cambio y la transformacincomo formas de lucha contra todo tipo de certe-zas y de deseos de inmutabilidad. Heracles, ensu camino hacia las manzanas de oro situadasen el anhelado Jardn de las Hesprides, se topacon Anteo. Los dos enigmas se enfrentan: el

    mundo de las certezas, de los que no creen uocultan ideolgicamente que las cosas cambien;el mundo de los que manejan la historia a suantojo estableciendo como universal su modelode accin y de conocimiento. Y el mundo de laastucia; del que sabe que con su accin puedetransformar hasta misma voluntad de los diosesy nos pone en evidencia que podemos ser sereshumanos completos si somos capaces de llevara la prctica nuestra capacidad humana genri-

    ca de transformacin de las cosas existentes.Heracles conoca el poder que puede otorgarnosesa conviccin y actuaba en consecuencia. Comoera de esperar, Anteo desafi al intruso y ambosse enzarzaron en la pelea. Rpidamente Heraclespercibi el enigma de Anteo. Con un movi-miento certero lo alz sobre sus hombros sepa-rndolo de la base sobre la cual radicaba todosu poder, y logr vencerlo con toda facilidad.

    No estar preparado para pensar y actuar en

    un mundo donde las certezas y las seguridades

    de antao han pasado a mejor vida, nos dejaindemnes frente a los que conociendo nuestradebilidad se aprovechan y consiguen sus objeti-vos. Enel vuelo de Anteo, se reproduce simb-licamente la imagen de investigadores y actores

    sociales que se quedan nicamente con la luzque procede de un solo foco ideolgico ydesprecian el amplio mundo de sombras quese proyecta ms all de nuestra mirada. Estatendencia nos hace sentir seguros en nuestro rei-no particular que consideramos el nico, el uni-versal, el inmutable. Sin embargo, con slolevantarnos de ese suelo repleto de ficciones elevadas a dogmas quedamos a merced de losque conocen bien el contexto en el que nos mo-

    vemos. Ya no habr dos enigmas. Habitaremosen uno solo. Nos han movido de la base y nostambaleamos de ac para all sin saber adndedirigir nuestras miradas. La derrota est asegu-rada.

    Bien para vencer, bien para vender caranuestra derrota, proponemos asumir la tarea deinvestigar y poner en prctica los derechos hu-manos desde toda su complejidad y desde todoel compromiso que nos exigen. Los derechos

    humanos, como, por lo general, todo fenmenojurdico y poltico, estn penetrados por interesesideolgicos y no pueden ser entendidos almargen de su trasfondo cultural y contextual.Sin embargo, como ocurre cuando un fenmenose reconoce jurdicamente, se comienza a ne-gar su carcter ideolgico, su estrecha vincu-lacin con intereses concretos, y su carcter cul-tural; es decir, se le saca del contexto, seuniversaliza y, por ello, se le sustrae su capacidad

    y su posibilidad de transformarse y transformarel mundo. Esta tendencia es la que permite queel derecho pueda ser objeto exclusivamente deanlisis lgico-formales y est sometido a cierresepistemolgicos que lo separan de los contex-tos y los intereses que necesariamente subyacenal mismo.

    Si por ideologa entendemos un saber lagu-nar, es decir, una forma de presentar nuestrasperspectivas e interesesocultandolo fundamen-

    tal de las mismas. Y, por cultura, planteamos la7 Steiner, G., Lecturas, obsesiones y otros ensayos, Alianza, Madrid, 1990, p. 543

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    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. BASES TERICAS PARA UNA REDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    malla compleja de significados, smbolos y for-mas de conocimiento que constituyen la matriz,el trasfondo de la conciencia y de la accin8. Losderechos humanos deben ser estudiados yllevados a la prctica, primero, desde un saber

    crtico que desvele las elecciones y conflictosde intereses que se hallan detrs de todo debatepreado de ideologa, y, segundo, insertndolosen los contextos sociales, culturales y polticosen que necesariamente nacen, se reproducen yse transforman. Slo de esta manera podremosadaptarnos a las situaciones cambiantes y poderluchar con ms armas que el conjunto de certe-zas heredado de una visin del mundo caduca eirreal. Frente a hechos nuevos, nuevas formas

    de resistencia. As la derrota de Anteo preanun-ciar nuestra victoria.

    9- Por lo que respecta a nuestro tema, losderechos humanos en el siglo XXI, el enfren-tamiento entre Heracles y Anteo nos advierte dedos cosas: primero, no debemos anquilosar eldiscurso y la prctica de los derechos en las d-cadas de influencia de la economa keynesianay su correlato poltico de Estado benefactor.Desde los aos 70, con las llamadas teoras

    neocontractuales de la justicia, el orden capita-lista ha cambiado radicalmente el contexto en elque vivamos. Los no tan nuevos amos delmundo han aprendido de aquel procnsulbritnico para Oriente Medio que escribi losiguiente: nosotros no gobernamos Egipto; slogobernamos a sus gobernantes9. El papel regu-lador del Estado ha cambiado, pues, de un modoradical. Lo mismo ocurre con el trabajo, comoforma de accin humana creadora de valor

    social. En este cambio de contexto, el trabajoproductivo y todos los valores a l asociados hanpasado a ser algo secundario con relacin a laespeculacin financiera y al afn predatorio deempresas transnacionales que, amparadas bajoel principio liberal de lo que no est expresa-mente prohibido est permitido, actan mundial-mente trastocando e impidiendo cualquier pol-tica de redistribucin social de la renta. Estamosante otro contexto. Ya no nos podemos sentir

    seguros del universo conceptual de certezas quepredominaban en los 60 y 70. Nos han levanta-do del suelo y no debemos seguir dando patadasal aire.

    Y, segundo, el vuelo de Anteo nos advierte

    de otra cosa. Pensar que el nico mbito delibertad es el mercado, supone otro orden decertezas al cual debemos y podemos atacar. Deser anteos debemos pasar a ocupar el papel deheracles. Nuestra labor de denuncia y nuestroactivismo contra las injusticias que cada da co-mete el orden global surgido de la reformulacinneoliberal de Bretton Woods (es decir, lareordenacin del orden global representado porlas acciones integradas de las siguientes

    instituciones: Banco Mundial, Fondo MonetarioInternacional y Organizacin Mundial del Co-mercio), debe servir de acicate para que entretodos podamos levantar al gigante de su mundode certezas y vencerlo en todos sus frentes. Lalucha ideolgica, cultural, asociativa y, por quno, sindical y poltica, an tiene su campo deaccin, tal y como se est demostrando en lasanuales reuniones de decenas de miles de enti-dades sociales que se celebran en el denomina-

    do Foro Social Mundial.Rebelarnos es asumir el testigo de la historia.

    Como dijo Cortzar, la esperanza no nospertenece a nosotros, sujetos cambiantes y, amenudo, indiferentes; la esperanza afirm elautor deRayuelale pertenece a la vida, es lavida misma defendindose. Incluso de nuestrapeligrosa tendencia a la pasividad y al abando-no de la lucha. Activemos lo que nos hace serseres humanos completos. Echmosle una

    mano a la esperanza.

    2. Cuatro condiciones y cuatrodeberes bsicos para una teorarealista y crtica de los derechoshumanos.

    Pretendemos, pues, plantear las bases de unateora realista de los derechos que no se quede

    8 Herrera Flores, J ., El Proceso Cultural. Materiales para la creatividad humana, Aconcagua Libros, Sevilla, 2005; y, del mismo autor, Los derechoshumanos como productos culturales. Crtica del Humanismo Abstracto, Libros de la Catarata, Madrid, 2005.

    9Al-Sayid, A.L., Egypt and Cromer, Praeger, N.Y., p. 68.

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    encerrada entre los barrotes de la jaula de hierrode la teora tradicional. Vamos en busca de unaexterioridad desde la que plantear nuevasreflexiones y nuevas prcticas. Por exterio-ridad entendemos la necesidad de salirnos del

    crculo vicioso en el que han cado las procla-mas idealistas acerca de los derechos humanos.Desde estas idealizaciones de lo jurdico seproponen cada vez ms y ms textos y conven-ciones de derechos humanos y, paralelamente, yesta tendencia convive con cada vez ms y msviolaciones de los mismos. Antes de comentarlas cuatro condiciones de nuestra teora crtica,veamos un ejemplo paradigmtico de esabsqueda de exterioridad a los principios de una

    teora tradicional de los derechos puedeencontrarse en la Carta de Principios que dirigelas actividades del Foro Social Mundial10.

    I- Las cuatro condiciones.-

    1) La primera condicin es asegurar unavisin realista del mundo en el que vivimos ysobre el que deseamos actuar utilizando losmedios que nos aportan los derechos humanos.Es decir, es nuestro objetivo profundizar en elentendimiento de la realidad para poder orien-tar racionalmente la actividad social. En esteaspecto, el pensamiento crtico cumple su co-metido cuando resulta esclarecedor, cuando nu-tre nuestra lucidez. Optamos, pues, por plantearuna predisposicin positiva a la hora de enfren-tar los mltiples problemas con los que nos en-contramos todas y todos los que estamos com-prometidos con los derechos humanos. En otrostrminos, pretendemos generar la capacidad paracaptar aquello que nos resulta ms propicio a lahora de reforzar una voluntad de hacer frente alos problemas de acceso a los bienes.

    Queremos ser conscientes de las dificultadesy obstculos con los que nos vamos a encontrar.Una mala noticia, la misma mala noticia, puedeser abordada de manera diferente segn sea estenimo. Una actitud pesimista no es ms que elproducto del reconocimiento de la impotenciafrente a la ideologa hegemnica, es decir, do-

    minante. El pesimismo hace que la propiarealidad pierde su carcter realy se conviertaen algo as como una cosa que no podemoscambiar o un ideal que nunca podremosalcanzar. Nosotros defenderemos que toda

    realidad es susceptible de quiebra y transfor-macin. No hay, pues, realidades totales o ab-solutamente construidas. Como deca el poe-ta Gabriel Celaya, todo est por inventar.

    Apostamos, por consiguiente, por una actitudoptimista y realista a partir de la cual apuntardecididamente por el cambio y la transformacinde los procesos de divisin del hacer humanoque facilitan a unos el acceso a los bienes y aotros les pone trabas infranqueables. Partimos,

    pues, del reconocimiento de nuestra humanacapacidad de hacer y des-hacer los mundos quenos vienen dados. Con ello, asumimos una visinestrictamente real de la realidad, pues somosconscientes de las quiebras, fisuras y porosidadesdel mundo en que nos ha tocado vivir. Ser rea-listas significa, pues, saber en donde estamos yproponer caminos hacia donde ir. Ser realistassupone, por tanto, apostar por la vida4

    2) Pero el pensamiento crtico va ms all.Es un pensamiento de combate. Debe, pues,desempear un fuerte papel de concienciacinque ayude a luchar contra el adversario y areforzar los propios objetivos y fines. Es decir,que sea eficaz con vistas a la movilizacin.

    No basta con el empleo del llamado lenguajepolticamente correcto, es decir, con el uso deuna forma de hablarque no resulte ofensiva paralos grupos oprimidos (sean etnias o minoras,

    mujeres, personas con diferentes opcionessexuales a las consideradas normales, inmi-grantes, medio ambiente, personas y grupos queejercen su derecho a migrar, etctera). El lengua-je polticamente correcto no es un fenmenosimple. Por un lado, muestra los avances que sevan imponiendo en la superacin de muchasopresiones. Adems, el cambio de lenguajeproduce tambin, de rebote, un efecto positivo:a fuerza de nombrar a las cosas de otra formapuede modificarse la manera de verlas.

    10http://ciudadanosporsegovia.iespana.es/documentos.htm11(http://ciudadanosporsegovia.iespana.es/documentos.htm)

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    Pero, por otro lado, tiene algunas vertientesno tan positivas, como por ejemplo la superfi-cialidad formalista. Se cambian las palabras msrpidamente que las mentalidades, y no siemprepor conviccin o por motivos de transformacin

    de los procesos de opresin, sino para evitar pro-blemas con los grupos de presin que defiendenel nuevo lxico. En realidad, el xito del lenguajepolticamente correcto, junto a sus puntos posi-tivos, denota un seguidismo acrtico haciaaquellos grupos de presin que consiguen unaposicin de fuerza en el interior de un camposocial o de una sociedad.

    Cuando un grupo determinado de personaso un movimiento social alternativo que encauza

    la accin de las mismas en una direccin dife-rente a la impuesta por el orden hegemnico,alcanzan esa posicin de fuerza que les permitehablar en su propio lenguaje, nos estamos acer-cando a algo muy importante para una teoracrtica de los derechos humanos: el empode-ramiento ciudadano. De todo lo cual, se deducela necesidad de complementar la adopcin deesa forma de hablar polticamentecorrectaconun tipo de acciones polticas, sociales y cultu-

    rales incorrectas, es decir, no susceptibles deser absorbidas por el leviathan de turno, sea elEstado o las Grandes Corporaciones Transna-cionales. Veamos una prueba de pensamiento decombate en la siguiente declaracin que denun-cia el abandono por parte de las Naciones Uni-das de la lucha contra las violaciones de derechosque imponen las empresas transnacionales y lanecesidad de un control sobre las actividades delas mismas12

    3) En tercer lugar, el pensamiento crtico viveen colectividades sociales determinadas, quenecesitan de l para configurar una visin del

    mundo y sentirse seguras y cohesionadas. LucBoltanski y ve Chiapello, en su libro sobreElnuevo espritu del capitalismo13 llaman justa-mente la atencin sobre el hecho de que duranteveinte aos el capitalismo se ha visto favoreci-

    do por el debilitamiento de la crtica que hasupuesto la separacin absoluta entre losacercamientos crtico/sociales14 y los queBoltanski y Chiapello denominan acercamientoscrtico/artistas15. Estamos entrando en un nuevoperodo en el que ambas crticas deben unirse9,como nico paso para enfrentarse a las polticasliberales y a la mundializacin de una sola for-ma de entender las relaciones sociales: laneoliberal.

    Los desarrollos econmicos, sociales,culturales y tcnicos del mundo contemporneose mueven en el sentido de la complejidad y noponen las cosas fciles a la labor crtica.

    Vase, por ejemplo, el caso del derecho comoarma o como obstculo para una accin crticaafirmativa y constructiva. Como afirmaba elmismo Max Weber, el derecho formal delobrero a contratar con el empresario no supone

    para el obrero la menor libertad en cuanto a ladeterminacin de las condiciones de trabajo,puesto que en el mercado, dominado por losintereses acumulativos del capital, el empresarioes quien dispone de la capacidad y la posibilidadde imponerlas16.

    Sin embargo, la existencia de unas normasjurdicas garantizadoras de los derechoslaborales es algo importantsimo. Desde ellas,podemos hacer evidentes las situaciones de

    desventaja en que nos sitan las puras relacio-nes de mercado. Asimismo, con una legislacinlaboral garantizadora de los derechos de los

    12(http://www.cetim.ch/oldsite/2000/00FS04R4.htm)13Le nouvel esprit du capitalisme, Pars: Gallimard, 1999, p. 415. Hay traduccin al castellano con el ttulo de El nuevo espritu del capitalismo, Akal,

    Cuestiones de Antagonismo, Madrid, 2002.14Esta crtica social tendra dos vertientes: 1) El capitalismo como fuente de miseria de los trabajadores y de desigualdades de alcance desconocido en

    el pasado; y 2) el capitalismo como fuente de oportunismo y de egosmo que, favoreciendo solamente intereses particulares, acta como destructorde los lazos sociales y de las solidaridades comunitarias, en particular de una solidaridad mnima entre ricos y pobres.

    15Esta crtica artista tendra, asimismo, dos vertientes: 1) El capitalismo como fuente de desencanto y de inautenticidad de los objetos, de las personas,de los sentimientos y, en general, del tipo de vida que se encuentra a l asociado; y 2) El capitalismo como fuente de opresin, en la medida en quese opone a la libertad, a la autonoma y a la creatividad de los seres humanos sometidos bajo su imperio, por un lado, a la dominacin del mercado

    como fuerza impersonal que fija los precios, designa los hombres y los productos-servicios deseables y rechaza al resto y, por otro, a las formas desubordinacin de la condicin salarial (disciplina de empresa, estrecha vigilancia por parte de los jefes y encuadramiento mediante reglamentos yprocedimientos).

    16Boltanski y Chiapello, op. cit. pp. 84 y ss (de la edicin en castellano).

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    trabajadores y trabajadoras podremos denunci-ar las situaciones legitimadas por principios dejusticia que, desde sus fundamentos, estnsesgados en beneficio de un solo grupo, el cualtransgrede continuamente los procedimientos

    reconocidos pblicamente como vlidos enfuncin de sus propios intereses.

    Nunca debemos olvidar que el derecho es unproducto cultural que persigue determinadosobjetivos en el marco de los procesos hegem-nicos de divisin social, sexual, tnica yterritorial del hacer humano. Las normas jurdi-cas no estn ah por casualidad o por la voluntadabstracta de un legislador. Las normas jurdi-cas establecen una forma precisa a partir de la

    cual se satisfar, o se obstaculizar, la satisfac-cin de los bienes exigibles para la dignidad.Por tanto, es importante generar concepcionesy prcticas que trabajen poltica, econmica,cultural y jurdicamente para transformar esoscontextos que condicionan la satisfaccin de lasnecesidades humanas en aras de un acceso msigualitario y generalizado a los bienes sociales.Esto nos permite dejar de lado la consideracinde los derechos que defiende lo que est

    reconocido aqu y ahora como si lo estuvieraadaeternum, impidiendo, con ello, la adaptacinde las normas a las nuevas luchas sociales quepugnan por una transformacin del sistemaeconmico y poltico dominante.

    Una teora crtica del derecho debe soste-nerse, pues, sobre dos pilares: el reforzamientode las garantas formales reconocidas jurdi-camente, pero, asimismo, en el empoderamientode los grupos ms desfavorecidos a la hora de

    poder luchar por nuevas formas, ms igualitariasy generalizadas, de acceso a los bienes protegi-dos por el derecho.

    Es decir y en trminos de Boltanski yChiapello, debemos unir la crtica social a lacrtica artista y cultural. La fuerza del derechose manifiesta bsicamente en la posibilidad quetengamos de huir de las propias constricciones

    que impone la forma dominante de considerarla labor jurdica, con el objetivo de crear nuevasformas de garantizar los resultados de las luchassociales. En la medida en que nos vamosconvirtiendo en crticos del formalismo, que slo

    ve el derecho en s mismo (sin contacto con loscontextos en los que vivimos), cada vez nos va-mos a conformar menos con regulaciones con-cebidas desde el punto de vista interno (o puro)de la lgica jurdica, y ms atenderemos aexigencias normativas externas que se apoyenen definiciones revisables de lo que se entiendepor bien comn y su sometimiento a los procesosde divisin social, sexual, tnica y territorial delhacer humano. Consltense como informacin

    aadida las siguientes reflexiones sobre cmogestionar los bienes comunes de la humanidad11.

    4- Por tales razones, el pensamiento crticodemanda la bsqueda permanente deexterioridad al sistema dominante. Esto no sig-nifica de ningn modo que en la accin socialdebamos partir siempre de cero. Todo movi-miento o corriente vive en buena medida de ideasheredadas. De ah la necesidad de afinar bienantes de tomar como propia una idea, de someter

    a crtica las concepciones que nos llegan,discriminarlas, quedarnos con lo mejor o al me-nos con lo que resulta ms aceptable para nuestraconcepcin de cmo se debe acceder a losbienes. Es decir, planteamos la construccin deuna plataforma de crtica que sea consciente dela complejidad grupal en la que vivimos y en laque tenemos que desplegar nuestra voluntad detrabajar activamente en nuestra realidad, salin-donos cuanto podamos del marco hegemnico

    de ideas y valores.La crtica, tanto social como cultural supone,pues, la construccin de voluntades que nosempoderen a la hora de elegir lo que es ms con-veniente para conseguir objetivos de dignidad.Ser crticos de un determinado orden es siempreuna actitud abierta a nuestra capacidad humanade indignacin. Lo distintivo del pensamiento

    10 Weber, M., Sociologa del Derecho, Comares, Granada, 2001. Ver, como complemento crtico, Supiot, A., Du bon usage des lois en matire

    demploi, Droit Social, 3, 1997, pp. 229-242; Thvenot, L., Les investissements de forme en Conventions conomiques, Cahiers du Centredtudes de lEmploi, Paris, PUF, 1985; Garca, M.F., La construction sociale dun march parfait: le march au cadran de Fontaines-en Sologne,Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 65, 1986. Cfr. Boltanski y Chiapello, El nuevo espritu del capitalismo, op. cit. pp. 524 y ss.

    11http://www.eurosur.org/futuro/fut54.htm

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    crtico es, pues, y valga la redundancia, sufuncin crtica, es decir, su riqueza en el rigorcon el que acomete esta tarea de aumentarnuestra indignacin y en su potencialidad deexpandirse multilateralmente, tanto en lo que se

    refiere a las cuestiones de justicia como a las deexplotacin.

    Criticar no consiste en destruir para crear oen negar para afirmar. Un pensamiento crticoes siempre creativo y afirmativo. Y, al afirmar yal crear, se distancian de lo que impide a lamayora de los seres humanos ejercer sus capa-cidades genricas de hacer y de plantear alter-nativas al orden existente. Por tanto, ser crticosupone, afirmarse en los propios valores como

    algo que es preciso implementar en luchas ygarantizar con todos los medios posibles. Y, pa-ralelamente, mostrar las contradicciones y lasdebilidades de los argumentos y las prcticas quese nos oponen. Es, primero, apuntar la debilidadde una idea, de un argumento, de un razona-miento, inclusive de los nuestros cuando no sonconsistentes, intentando corregirlos para refor-zarlos. Pero no consiste en la destruccin de loque no nos conviene como resultado de una

    pasin ciega, sino como el despliegue de unaaccin racional necesaria para poder avanzar.

    Como deca Ernst Bloch, crticar no consis-te nicamente en decir no, sino en afirmar uns a algo diferente.

    Slo en este caso la crtica deja de ser unaafirmacin que subyace a una negacin y seconvierte en una negacin que subyace a unaafirmacin. La afirmacin de algo nuevo nosdebe servir para negar lo que rechazamos, y no

    al revs: negar para afirmar. Lo previo es laafirmacin productiva de nuestros valores, delo que se deducir como consecuencia lanegacin de lo que no es conveniente a nuestrosesfuerzos por superar las condiciones de lasinjusticias y las explotaciones que sufrimos.

    Es difcil decirlo mejor de como lo hizoWalter Benjamin en sus notas sobre el esacapacidad humana genrica de hacer y des-hacermundos. El filsofo alemn afirmaba que si pre-

    tendemos superar los condicionamientos con los

    que nos encontramos en la accin social, loprimero que tenemos que hacer es no ver nadacomo eterno e inmutable. Esta forma de encararel pensamiento crtico nos permitir ver y cons-truir caminos por todas partes. Donde otros

    tropiezan con muros o con montaas, nosotrosvemos tambin un camino. Concretamente, diceBenjamn: (el pensamiento crtico) hace escom-bros de lo existente, (pero) no por los escom-bros mismos, sino por el camino que pasa a tra-vs de ellos12.

    II- Los cuatro deberes bsicos.-

    Para construir ese camino sin imposicionescolonialistas ni universalistas y que tenganpuesta la vista siempre en la necesidad de generarespacios de lucha por la dignidad debemos arti-cular esas cuatro condiciones previas a una seriede deberes que nos induzcan a prcticasemancipadores basadas en las luchas por ladignidad.

    Compromisos y deberes, pues, que debenconstituir la plataforma desde la que desplegarla voluntad de encuentro necesaria para la

    construccin de zonas de contacto emanci-padoras, es decir, de zonas en las que los que seencuentren en ellas puedan disfrutar de posicio-nes de igualdad en el acceso a los bienes necesa-rios para una vida digna.

    En primer lugar, el reconocimiento de quetodos debemos tener la posibilidad de reaccionarculturalmente frente al entorno de relaciones enel que vivimos.

    En segundo lugar, el respetocomo forma de

    concebir el reconocimiento como condicinnecesaria, pero no suficiente a la hora de laconstruccin de la zona de contacto emanci-padora; a travs del respeto aprendemos a dis-tinguir quin tiene la posicin de privilegio yquin la de subordinacin en el hipotticoencuentro entre culturas.

    En tercer lugar, la reciprocidad, como basepara saber devolver lo que hemos tomado de losotros para construir nuestros privilegios, sea de

    los otros seres humanos, sea de la misma12Benjamn, W., El carcter destructivo, Discursos Interrumpidos I, Taurus, Medrid, 1973, pp. 160-161.

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    naturaleza de la que dependemos para lareproduccinprimariade la vida.

    Y, en cuarto lugar, laredistribucin, es decir,el establecimiento de reglas jurdicas, frmulasinstitucionales y acciones polticas y econmicas

    concretas que posibiliten a todos, no slo satis-facer las necesidades vitales primarias ele-mento, por lo dems, bsico e irrenunciable,sino, adems, la reproduccinsecundaria de lavida, es decir, la construccin de una dignidadhumana no sometida a los procesos depreda-dores del sistema impuesto por el capital, en elque unos tienen en sus manos todo el control delos recursos necesarios para dignificar sus vidasy otros no tienen ms que aquello que Pandora

    no dej escapar de entre sus manos: la esperanzaen un mundo mejor.

    Slo de este modo podremos construir unanueva cultura de derechos humanos que tiendaa la apertura y no al cierre de la accin social.

    En primer lugar, una apertura epistemo-lgica: todas y todos, al compartir las caracte-rsticas bsicas de todo animal cultural, esdecir, la capacidad de reaccionar culturalmen-te frente al entorno de relaciones en el que se

    vive, tendrn la posibilidad de actuar, desde suspropias producciones culturales, a favor de pro-cesos de divisin social, sexual, tnica y terri-torial del hacer humanos ms igualitarios y jus-tos.

    En segundo lugar, unaapertura intercultural:no hay una sola va cultural para alcanzar talesobjetivos. En nuestro mundo coexisten muchasformas de lucha por la dignidad. Si existe algnuniversal es ste: todas y todos luchamos poruna vida ms digna de ser vivida. Slo tenemosque estar atentos a las mismas y construir lospuentes necesarios para que todos puedan hacervaler sus propuestas.

    Y, en tercer lugar, unaapertura poltica: todoesto no va a venir por s solo, ni va a derivarsedel cumplimiento de reglas procedimentalesideales o trascendentales a la praxis poltica delser humano. Es preciso, pues crear las condicio-

    nes institucionales que profundicen y radicalicenel concepto de democracia, complementando losnecesarios procedimientos de garanta formal

    con sistemas de garantas sociales, econmicasy culturales en los que la voz y el voto se lleve ala prctica a travs de la mayor cantidad posiblede participacin y decisin populares.

    Para nosotros, este es el nico camino para

    una nueva cultura de los derechos que actualiceel principio de esperanza que subyace a todaaccin humana consciente del mundo en quevive y de la posicin que ocupa en l.

    Veamos dos links adonde se trata de la pro-blemtica de los derechos sociales, econmicosy culturales como medios e instrumentos paraimplementar una teora crtica de los derechoshumanos en general. La cuestin sera la siguien-te estamos en realidad en el fin de la historia

    o cabe alguna plataforma para construir un Sa algo diferente, tal y como deca Bloch?

    http://www.attacmadrid.org/d/3/021221220627.php

    http://64.233.161.104/search?q=cache:chPGKHnuxvsJ:www.eurosur.org/acc/html/revista/r58/58ceds.pdf+%22derechos+sociales%22&hl=es

    III- La nueva perspectiva de losderechos humanos.-

    I- Actitudes tericas ante la realidadcontempornea de los derechoshumanos.-

    I.1)- Los derechos humanos, en la actualidad,deben entenderse de un modo diferente a comofueron establecidos en 1948 en la Declaracin

    autoproclamadaUniversal. Necesitamos, pues,una perspectiva nueva, en cuanto que el con-texto es nuevo. Para los redactores de laDeclaracin Universal de los Derechos Huma-nos de 1948, el problema principal era ladescolonizacin de los pases y regionessometidas al poder de las grandes metrpolis yla consolidacin de un rgimen internacionalajustado a la nueva configuracin de podersurgida tras la terrible experiencia de las dos

    guerras mundiales, que confluy en la GuerraFra entre dos sistemas contrapuestos. Paranosotros, a finales de siglo, y despus de la ca-

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    LA COMPLEJIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS. BASES TERICAS PARA UNA REDEFINICIN CONTEXTUALIZADA

    da de uno de los dos sistemas en confrontacin,el desafo radica en defendernos de la avalan-cha ideolgica de un neoliberalismo agresivo ydestructor de las conquistas sociales tan trabajo-samente conquistadas durante las luchas de los

    aos 60 y 70 del siglo pasado.En los momentos actuales se ve preciso

    armarse de ideas y de conceptos que nos permi-tan avanzar en la lucha por la dignidad humana,comenzando por asegurar las conquistas socialesconseguidas en las dcadas de brillo del llamadoEstado del Bienestar. Incluso en los pases don-de ste tuvo alguna virtualidad, dichas conquis-tas sociales se ven cada da ms amenazadas.Qu decir de aquellas otras regiones y pases

    que ni siquiera gozaron de los medios y oportu-nidades necesarios tanto polticos como econ-micos para lograr un desarrollo equitativo eintegral que les permitiera re-distribuir de unmodo ms igualitario sus propios recursos. Lasituacin es trgicamente paradjica, pues enlas regiones ms desfavorecidas por el ordeneconmico global es de donde estn surgiendolos capitales que financian gran parte delinmenso desarrollo de los pases y regiones del

    mundo desarrollado. Es lo que la famosa mili-tante por los derechos humanos, Susan George,ha llamado la trampa de la deuda, pues lospases endeudados no pueden dedicar sus yaexiguos presupuestos nacionales para favorecermedidas sociales de integracin y de redis-tribucin de sus propios recursos. Sus obliga-ciones internacionales hacen que gran partede los mismos se dediquen a la devolucin delos intereses de una deuda que supera ya

    cualquier lmite pensable hace tan solo unosaos. Todo ello, sin contar con la omnipresentecorrupcin que impone un sistema donde loscapitales circulan con total libertad, mientras quelas personas encuentran cada vez ms obstcu-los para ir de un lado a otro. Cualquiera que estinteresado en constatar tal hecho, no tiene msque informarse de los sucesos que estnocurriendo en la recientemente pacificada An-gola. Entre la rapia de las elites corruptas y la

    apropiacin de las minas de diamante y las re-servas de hidrocarburos por parte de los gran-des capitales internacionales, sobrevive unapoblacin en absoluto estado de pobreza y emer-gencia humanitaria. Solamente la presin del

    pago de los exorbitantes intereses de la deudaexterna, llega en algunos pases a alcanzar msdel 30% de su PIB13.

    Esto nos induce a la exigencia de rearmarnosde ideas, conceptos y prcticas a partir de lascuales poder luchar contra un orden globalbasado en la rpida y desigual obtencin debeneficios econmicos que fluyen, no de activi-dades productivas, sino de movimientos decapitales financieros que forman una burbuja

    invisible casi imposible de controlar por partede los gobiernos nacionales.

    Desde principios de los aos setenta, estamosasistiendo a la consolidacin de un nuevo ordenglobal que se basa en la reestructuracin del sis-tema propuesto por John M. Keynes en BrettonWoods, cuyo objetivo bsico era evitar el abis-mo econmico entre ricos y pobres en el marcodel Estado Nacin y en el mbito de las relacio-nes internacionales. Hoy en da, Bretton Woods

    ha sido reformulado14 y sus instituciones bsi-cas como el Fondo Monetario Internacional y elBanco Mundial han quedado sometidas a laspremisas neo-liberales del bosque de reglas,principios y valores que componen lo que sedenomina la Organizacin Mundial del Comer-cio (la famosa OMC) que est impidiendo, en-tre otras muchas cosas, que los Estadosnacionales puedan sacar del mercado algunosservicios esenciales para la comunidad, como,

    por ejemplo, el agua potable o lo recursosenergticos. Desde la implantacin efectiva dela OMC en 1994, cualquier empresa puedaapropiarse de tales servicios y sacar tajada de loque deben ser bienes comunes a todas y a todoslos que habitan las ciudades y regiones del pla-neta15.

    Pero, asimismo, estamos asistiendo alrenacimiento de nuevas luchas contra este nuevo

    13(http://www.eurosur.org/deudaexterna/)14(http://www.boell.org/spanish/431.html)15(http://www.tni.org/archives/bello/wsf-s.htm)

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    orden global. Los nombres de Seattle, Gnova,Porto Alegre..., son ya smbolos de esas nuevasluchas y estn entrando, aunque con dificultades,en las agendas de los medios de comunicacinmundiales. Estos nuevos movimientos se estn

    esforzando por construir lo que se viene deno-minando the globalization from bellow