Dia de Los Muertos

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DIA DE LOS MUERTOS. Por Vinka. PARTE I. Faltaba una hora todavía, su corazón comenzaba a latir apresuradamente ante la proximidad de la cita y todo lo que su imaginación presentía que iba a ocurrir. "Calma", pensó. "Eres una mujer inteligente, todo saldrá bien, igual que el año pasado, debes relajarte". Durante el día se arregló con esmero, su piel era muy suave pero ella la quería aún más, tomó un baño de tina con sales balsámicas para aromatizar sutilmente su cuerpo y no tener que usar su perfume característico, repasó su sexo depilado, arregló coquetamente sus manos y pies eligiendo esta vez un tono oscuro para el esmalte y seleccionó una delicada lencería que al tacto se sintiera muy sensual. Le había tomado gran parte de la tarde maquillar su rostro con una palidez que pareciera real, encubrir sus facciones, pintar sus labios de un granate fino e intenso y peinar su cabello hacia atrás muy pegado. Lo más difícil había sido delinear sus cejas y adherirse un delgado bigote que le daba a su rostro un aspecto algo varonil pero encantador. Su ropa descansaba impecable en el colgador. Con lentitud deliberada comenzó a vestirse el pantalón negro que lucía una perfecta línea planchada en el medio, y que, a pesar de su corte masculino, no lograba disimular su preciosa curva posterior ni sus torneadas caderas. "Vaya", pensó divertida, mientras se miraba al espejo, acostumbrada a los jeans gastados y ajustados, "jamás usaría pantalones así". Continuó con una fina camisa blanca con vuelos, una faja de raso negra y zapatos de charol dedicadamente lustrados. Una magnífica capa bruna, forrada interiormente de rojo furioso, completaba la perfecta caracterización de aquel elegante príncipe de las tinieblas, que en media hora debía dirigirse al lugar del encuentro. Se miró una vez más al espejo y, por unos instantes, se figuró que no veía el reflejo de su imagen, sonrió ante tan infantil idea, sus latidos le hicieron sentirse ansiosa indicando que ya era hora de salir.

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  • DIA DE LOS MUERTOS. Por Vinka.

    PARTE I.

    Faltaba una hora todava, su corazn comenzaba a latir apresuradamente ante laproximidad de la cita y todo lo que su imaginacin presenta que iba a ocurrir.

    "Calma", pens. "Eres una mujer inteligente, todo saldr bien, igual que el aopasado, debes relajarte".

    Durante el da se arregl con esmero, su piel era muy suave pero ella la quera anms, tom un bao de tina con sales balsmicas para aromatizar sutilmente sucuerpo y no tener que usar su perfume caracterstico, repas su sexo depilado,arregl coquetamente sus manos y pies eligiendo esta vez un tono oscuro para elesmalte y seleccion una delicada lencera que al tacto se sintiera muy sensual.

    Le haba tomado gran parte de la tarde maquillar su rostro con una palidez quepareciera real, encubrir sus facciones, pintar sus labios de un granate fino eintenso y peinar su cabello hacia atrs muy pegado. Lo ms difcil haba sidodelinear sus cejas y adherirse un delgado bigote que le daba a su rostro unaspecto algo varonil pero encantador.

    Su ropa descansaba impecable en el colgador. Con lentitud deliberada comenz avestirse el pantaln negro que luca una perfecta lnea planchada en el medio, yque, a pesar de su corte masculino, no lograba disimular su preciosa curvaposterior ni sus torneadas caderas.

    "Vaya", pens divertida, mientras se miraba al espejo, acostumbrada a los jeansgastados y ajustados, "jams usara pantalones as".

    Continu con una fina camisa blanca con vuelos, una faja de raso negra y zapatosde charol dedicadamente lustrados. Una magnfica capa bruna, forradainteriormente de rojo furioso, completaba la perfecta caracterizacin de aquelelegante prncipe de las tinieblas, que en media hora deba dirigirse al lugar delencuentro.

    Se mir una vez ms al espejo y, por unos instantes, se figur que no vea elreflejo de su imagen, sonri ante tan infantil idea, sus latidos le hicieron sentirseansiosa indicando que ya era hora de salir.

  • Orden todo y guard su ropa en un bolso que dej sobre la banqueta del bao.Se at un listn de finsima seda negra a la mueca, se puso los guantes blancos,tom el botn de rosa roja, el elegante bastn y sali del cuarto rumbo a la calle.

    "Y si no llega?" No, no poda pensar en eso. Llevaba exactamente un aoesperando este reencuentro, 365 das deseando que esta noche llegara. Nadapoda fallar.

    Afuera la gente comenzaba a llenar las calles, la mayora llevaba disfraces tanridculos como el de ella, iban y venan, riendo, gritando, celebrando quin sabepor qu a los muertos. Saba que era una antigua tradicin que se habadistorsionado tanto con la comercializacin, que nunca haba comprendido ni lehaba gustado hasta que se top con ella, la mujer de sus sueos.

    Jams imagin el vuelco que daran las cosas cuando se acerc a aquellamuchacha disfrazada de condesa que, sentada en la banca ms alejada delparque, vea con expresin melanclica el jolgorio de los paseantes.

    Bastaron pocas palabras y una mirada para quedar prendada de aquella hermosafigura de ojos melanclicos, como si una mgica conexin se hubiera instaladoentre ellas. Probablemente el anonimato de sus disfraces les dio el valor que notenan para confesar sus deseos y acabaron, en el amplio sentido de la palabra,amndose con pasin en el hotel de la cuadra. Aceptaron jugar a ser amantes, assin ms, sin preguntas, sin compromisos, slo una noche y prometieron no indagarni buscarse, hasta el prximo da de los muertos, si acaso una vez lospensamientos de una la transportaban hacia la otra.

    Al ao siguiente volvieron a encontrarse en el mismo lugar, tal vez ambas seesperaban pero nunca lo admitieron. Fue entonces cuando se dio cuenta de quinera la "condesa" en realidad y sinti pnico de que su diosa descubriera que suamante apasionada y misteriosa era ella. Por eso cuidaba en extremo cada detalleque pudiera traslucir su identidad.

    Y aqu estaba, con el disfraz de siempre, esperndola otro ao y muchsimospensamientos despus.

    La primavera haba comenzado hace tiempo, sin embargo, no era una nochecalurosa. Apresur sus pasos para entibiar el cuerpo y deshacer de alguna forma laincertidumbre que la estaba matando.

    Lleg al parque y divis, apenas alumbrada por el farol, la vieja banca de fierrogris. Estaba vaca.

    Tratando de recuperar el paso y la respiracin, cerr los ojos un instante e inspirprofundamente, como si de esa forma pudiese volver a la calma que le faltaba.

    "Uffff! Y si no viene?" Mir la hora, faltaban 10 minutos todava.

  • Se sent en el respaldo de la banca y apoy los pies en el asiento, mientras sumente se trasladaba hacia una poca anterior, hace exactamente dos aos. Cadavez que pensaba en ella, miles de mariposas aladas revoloteaban su estmago,como si el recuerdo las despertara de su letargo. Al principio hasta senta unasensacin nauseosa pero con el tiempo se haba ido acostumbrando a estosviolentos ataques de emocin.

    Un ruido a sus espaldas la sac de sus ensoaciones, los pasos en la hierba eraninconfundibles para ella, cerr los ojos sin atreverse a respirar cuando sinti eldelicado roce de unos labios en el lbulo de su oreja izquierda. Era la seal queesperaba, por la que morira sin dudar un segundo, su cuerpo se tens y un granescalofro la recorri velozmente. Su pecho comenz a moverse ostentosamentecomo si el aire fuera insuficiente, cuando una mano se pos atrevida en su senopara sentir los latidos de su corazn.

    Mi amada, veo que an guardas mi corazn en tu pecho reson la vozaorada en su odo, usando un lenguaje artsticamente engalanado.

    Si no fuera por l, no sobrevivira el resto del ao, por lo que se haconvertido en mi ms preciado tesoro.

    Diciendo esto cubri con su mano enguantada aquella que se posaba insolente,apretndola firmemente contra su cuerpo, al tiempo que sinti la calidez de unossenos adosarse a su espalda. El contacto con aquellas blandas protuberancias leestremeca. Se paraliz unos segundos antes de decidirse a rodear la banca paraquedar frente a ella.

    Hace exactamente 365 das de nuestra ltima cita. Acaso me has echadode menos, amor?

    Cada segundo de cada minuto de cada hora de cada da

    Se acerc hacia ella despacio, mientras senta sus piernas debilitarse y una oleadade calor invadir sbitamente sus mejillas.

    Poda advertir su corazn desbocado y cada centmetro de su piel tensarse ante laproximidad de quien era la mujer de sus sueos. Recorri con los ojos brillantessus hombros descubiertos, el generoso escote que se le antojaba acariciar y ellargo vestido que se ajustaba a su cuerpo voluptuoso. Su cabello negro caa atramos sobre su rostro, ocultando las facciones que aquella sensual condesa habamaquillado cuidadosamente.

    Se detuvo a unos centmetros y trag saliva antes de que su necesidad se volvieraurgencia.

    Slo quera tenerla cerca, pero quera atesorar cada momento, no poda cederterreno a la ansiedad, un paso en falso y todo podra arruinarse. Se tom unossegundos para quitarse los guantes, buscando una pausa que calmara la tensin.

  • Su mirada indag la de ella, los ojos se encontraron esperanzados e interrogantes.

    Mi amada, quiero adivinar lo que piensas pero slo veo mi reflejo en tuspupilas.

    Mis ojos te dicen cunta vida he esperado por ti. Al escuchar esto, con unaespecie de nudo en la garganta, slo pudo pensar torpemente: "Si supierascunto te amo".

    Con la flor que llevaba en la mano dibuj el contorno de su rostro, intentando eneste gesto no quebrar el momento, no abalanzarse a su boca.

    La vio cerrar los ojos al sentir tanta ternura. Quiso reprimir unos suspiros, con loque slo consigui que su respiracin se escuchara entrecortada.

    Se perdi en la contemplacin de su bello rostro, cuando sinti las puntas de losdedos amados recorriendo su boca, sus labios instintivamente se movieron en sudireccin para encontrarlos y detenerlos con su hmedo roce.

    Sus rostros estaban muy cerca, tan cerca que respiraban el aire que exhalaba laotra.

    El mundo alrededor desapareci mgicamente cuando los labios se encontraron yno tardaron en reconocerse, como si el tiempo nunca hubiera pasado, como si unao fuese apenas un da y por unos minutos pareci que el universo recuperaba suarmona, esa armona que le haba hecho tanta falta. No poda dejar de besarla,senta que su boca tena vida propia, ya no le perteneca, ante cada movimientoella responda con otro an ms vehemente. Sus labios carnosos la envolvan, lamojaban, la succionaban; sinti su lengua abrirse camino para acariciar lascivacada rincn de su boca y la recibi con una explosin de amor. Rode su cinturacon los brazos y atrajo el cuerpo de su amada hasta sentirlo pegado al suyo,traspasando su calor, contagiando su deseo.

    Llvame a tu escondite esta noche, mi amor.

    Vamos le orden, tomndola de la mano con firmeza y llevndolapresurosa a travs del parque hasta el lugar que haba preparado.

    En cuanto traspasaron el umbral de la puerta, el bastn y los guantes cayeron alpiso y la rosa fue a dar sobre la cama, quedaron inmviles, a medio abrazo,expectantes, como si tuvieran que esperar la seal de la otra para rendirse a susdeseos.

    Su mirada baj delatora hasta sus pechos, que se movan al ritmo de larespiracin, incitantes. "Los comera hasta desfallecer", pens excitada. Su amadasonri al comprender sus intenciones y se acerc a ella ofrecindoselos en ungesto seductor.

  • Dios! Eres hermosa ven aqu sus brazos hicieron el intento de rodearlapor la cintura.

    Pero antes puedes quitarte ese feo bigote le urgi su compaera mientrasle acariciaba suavemente el labio superior.

    Est bien. Voltate, ya conoces las reglas dijo, soltando la cinta de rasoque llevaba en la mueca.

    Se ubic a su espalda para atarle el listn al rostro, cubrindole completamente losojos. Una vez que se hubo asegurado de que no pudiera verla, se deshizo delpostizo de un tirn, reteniendo el aliento para no soltar algn quejido. Hundi sunariz en la nuca de su compaera inspirando profundamente el aroma que en eselugar se le haca tan atractivo y la atrap entre sus brazos para proseguir en elpunto donde se haba quedado. Desliz su mano por su cuello lentamente hastallegar a su barbilla, la tom suavemente y gir su cabeza hacia el costado. Suslabios la buscaron para fundirse en un beso apasionado. En esta posicin, la otramano baj para perderse en sus muslos, acaricindolos, apretndolos, buscando lapiel desnuda hasta subir el borde del vestido a la altura de las caderas. "Siempresers mi mujer", pens sin atreverse a confesar, mientras senta cmo la"condesa" disfrutaba de sus caricias.

    Sin dejar de abrazarla desde atrs la fue guiando hasta el borde de la cama. Suboca no se despeg un milmetro de su cuello, le gustaba lamerlo, respirar sobresu piel, darle algunas mordidas y dedicarle frases provocadoras, susurrndolas ensu odo para encenderla an ms. Una vez ah, solt con paciencia contenida cadauno de los broches posteriores del vestido, hasta descubrir casi por completo suespalda.

    Haba dejado la luz encendida, haba esperado una eternidad este momento y noquera privarse del mnimo detalle del cuerpo amado.

    Desliz la tela hacia los lados para dejar caer al piso la prenda que le impedasentir la tersura de su piel. Repas con sus labios hmedos la longitud de lacolumna mientras senta cmo su amada se sobresaltaba en una exquisitacontorsin cada vez que los labios daban paso a su lengua. Se detuvo un momentoen el hueco que se forma en la cintura antes de iniciar la curvatura de las nalgas,le gustaba ese lugar, sobre todo cuando se dio cuenta que cada vez que loacariciaba superficialmente con los labios, su amada responda con un pequeogemido.

    Se agach lentamente hasta llegar con el rostro a sus glteos, se abraz a suscaderas y contempl extasiada aquel lunar que adornaba el centro de su nalgaderecha. "Santsimo cielo! Dios debi estar demasiado inspirado para crear untrasero as", pens traviesa al tiempo que no pudo contener el impulso de posar suboca abierta y cerrarla con firmeza sobre aquella zona, atrapando una porcin decarne con sus dientes, provocndole una punzada de dolor a su sensualcompaera.

  • Aquel movimiento brusco hizo que su amada se inclinara, exhalando un agudoquejido, y apoyara sus manos sobre la cama curvando su espalda hacia delante,ofrecindole una celestial visin de la cola ms exquisita que haba mordido en suvida. Pero no se quedara tranquila con eso, ansiaba tanto volver a amarla, sentirsu aroma ms ntimo, la humedad de su piel, quera vivir con el cuerpo, en estanoche especial, lo que tantos das soaba despierta. Se acomod de rodillas, conuna mano tom su cintura al tiempo que con la otra acariciaba y separaba un pocolos glteos. Abri la boca vida y comenz a besar y lamer los bordes de aquelladeliciosa hendidura en toda su longitud, con lentos movimientos de adelante haciaatrs. Sinti los suspiros de su amada y el adictivo nctar salobre que brotaba deella inundando su pelvis y humedeciendo su rostro. No qued rincn que sus labiosno recorrieran ni hubo parte de su sexo que su lengua no torturara.

    Pronto la lengua se hizo insuficiente y un par de dedos la relevaron de aquellaplacentera misin. Acarici la notoria protuberancia del cltoris inflamado y tent laentrada vaginal con caricias incitantes. Los movimientos de su amada buscaron lapenetracin y no detuvieron su vaivn hasta explotar prematuramente en elprimer orgasmo de la noche. Los brazos perdieron fuerza dejando caer el cuerpoagitado sobre la cama.

    Desndate para m, necesito sentir tu cuerpo, aunque no pueda verte dijola "condesa" an estremecida, acomodando su cuerpo frente al de ella ytanteando el aire hasta dar con un extremo de la capa no sabes cunto tehe deseado.

    Esta sbita confesin la turb a tal punto que no supo qu responder. Rpidamenteobedeci, deshacindose del disfraz para quedar completamente desnuda, sinti elaire fresco acariciar su cuerpo y su propia emocin erizarle la piel.

    Y t Tambin me deseas? le pregunt la "condesa" repentinamenteinsegura.

    Demasiado respondi emocionada.

    Se recost a su lado y, con la rosa que yaca junto al cuerpo de su "condesa",dedic tiempo a acariciar el contorno de sus pechos, logrando que sus pezonesreaccionaran irguindose. Pos su boca en ellos, deleitndose con su suavidad ytibieza. Mientras senta las manos de su amada acariciarle tiernamente loscabellos, hundi sus mejillas en aquellos blandos manjares, besndolosalternadamente para luego comenzar a succionarlos con fuerza, hambrienta, hastaque sinti sus gemidos resonar en el cuarto. La imagen de su amada con los ojosvendados, tan bella como desnuda, completamente entregada a sus deseos,sobresaltndose cada vez que sus caricias impactaban la piel de sus pechos, fueexplosiva. No pudo contenerse ms y con sus dientes atrap uno de los pezonescomenzando la deliciosa tortura de estirar y soltar su extremo hasta que laexcitacin nuevamente se apoder de ambas.

    Se acomod sobre ella al mismo tiempo que coma a besos su boca. Mientras conun brazo se apoyaba para no cargar todo el peso sobre su cuerpo, su otra mano seencargaba de seguir estimulando sus pechos. Desliz su muslo entre las suaves

  • piernas amadas y se dio cuenta de que su propio sexo chorreaba profusamente,como si la abundancia de fluidos fuera un indicador del inslito nivel de excitacinque estaba experimentando.

    Sinti unas manos en su espalda marcando con las uas el trayecto hasta susnalgas. Las oleadas de pasin aumentaron cuando ambos sexos hicieron contactoy comenzaron una apasionada y rtmica embestida, cada vez ms intensa. Suscaderas se vieron aprisionadas en un ceido abrazo de piernas, posicin queelevaba la pelvis de su amada y permita que ambos cltoris se frotaranexquisitamente facilitados por la abundante lubricacin que ambas producan.

    De pronto sinti que su cuerpo ya no le perteneca, lleg a ese momento en quepoda continuar solo, sin que nada lograse detenerlo, hacia aquel anheladoorgasmo que amenazaba con inundar su ser.

    Dej de besarla y volte ligeramente la cara hacia un costado, para escuchar cadamomento exhalado de los labios de su amada. Le gustaba sentir ese instante. Losgemidos del clmax se clavaron en su odo, como millones de oleadasintermitentes, hasta desbordarse en un sinfn de contracciones nacidas de supropio centro, una y otra vez, hasta que su cuerpo tembloroso y exhausto sedesplom sobre el de su amada, permaneciendo as por algunos segundos.

    Se sinti ms suya que nunca mientras acariciaba tiernamente su cuerpo. "Podraestar as durante horas", pens enamorada, acomodndose a su lado para besarlaal tiempo que recuperaba el aliento.

    Cielo, si tan slo pudiramos

    Shhh, no digas nada se apresur a decir antes de que termine la frase sabes bien que debo irme antes del amanecer.

    Lo s respondi con un tono apagado son "las reglas" aunque sus ojosestaban cubiertos por el listn de seda, poda adivinar la tristeza en sumirada.

    La sinti acomodarse dndole la espalda y abraz su cuerpo por detrs, quedandoambas recostadas sobre su lado izquierdo. En esta posicin de "cucharita" podasentir el roce de sus glteos contra su pelvis, pegar sus pechos a su espalda yrespirar en su cuello mientras su mano, en un gesto posesivo, se depositabasuavemente en su pecho. Cerr los ojos disfrutando la placidez que le provocabasentir a su amada cubierta por su piel, hasta desvanecerse en un dulce ensueo.

    Despert sin ganas de dejar la tibieza que la acompaaba. Su cuerpo se resista aobedecer lo que su mente le ordenaba.

    "Vamos, es hora de irse", se dijo, mientras se odi a s misma por no atreverse aromper con el juego y se odi an ms por haberse enamorado perdidamente desu "condesa".

  • Movi el brazo que rodeaba su cintura y deposit un suave beso en los labiosenrojecidos de tanto amar, desat cuidadosamente la negra cinta de seda delrostro dormido y lo at con un par de vueltas en la mueca derecha de su amada.

    Mir por ultima vez el cuerpo dormido de su "condesa", tena una expresin dulce,demasiado encantadora, la palidez de su maquillaje no lograba ocultar sus mejillasencendidas, su pecho suba rtmicamente y de tanto en tanto, un suspiro volva amarcar el ritmo de sus respiraciones. La sbana apenas cubra parte de su cuerporelajado, por lo que su muslo reposaba sensualmente desnudo sobre la cama.Repas su contorno sin tocarlo, como queriendo grabar esta imagenprofundamente en su corazn para que perdurara el resto del ao "Tal vez, parael prximo da de los muertos tenga el valor de decirle quin soy..."

    Se levant despacio, sin hacer ruido recogi sus prendas dispersas por lahabitacin y se dirigi al cuarto de bao. Se visti con prisa, en contraste con laparsimonia de la tarde anterior, como si de esta manera fuera ms fcil irse. Tomel bolso que haba dejado en la banqueta horas antes, sali del pequeo cuarto, lelanz al aire un silencioso "te amo" a su amada, apag la luz y cerr la puerta trasde s.

    En la semiclaridad del alba slo se distingui una sombra que abandonaba elcuarto de aquel motel

    PARTE II

    Mariana despert sobresaltada.

    Demonios, nooooo! No puedo llegar atrasada. grit, saltando de la cama.

    Tena 45 minutos para llegar a la oficina, rpidamente se dirigi al bao e hizocorrer el agua de la ducha. Mientras miles de agujas mojaban su piel, evitabacerrar los ojos, ya que cada vez que lo haca, las imgenes de una nocheapasionada se instalaban en su mente.

    Visti sus jeans gastados y un top ajustado que la haca verse muy bien. Dej sucabello ondulado ya que no tena tiempo para alisarlo como le gustaba y maquillsu rostro suavemente, tratando de disimular la incipiente irritacin que habadejado el pegamento en su labio superior.

    "Mierda, el prximo ao s que me lo pintar!", prometa mientras se observabaen el espejo y se acomodaba unas gafas de sol para ocultar la cara de trasnoche.

    Lleg justo a tiempo, sacrificando su desayuno, lo que la pona de un humorterrible, as que para remediar en parte el pesado da que se vislumbraba, fue a lacocina y se sirvi un jarro de caf. Daba pequeos sorbos mientras trataba dedespabilarse y pensaba Por qu cresta siempre me hace trabajar despus de unferiado?

  • Mariana, la jefa quiere verte para comenzar con el proyecto! grit desdela puerta una de sus compaeras de trabajo.

    Mierda! En seguida voy contest mientras apuraba el ltimo sorbo,sintiendo cmo el lquido caliente se deslizaba ms all de su boca.

    Dirigi sus pasos hacia el despacho de Carmen.

    Una punzada en el pecho se intensificaba a medida que se aproximaba a la puerta,las mariposas en el estmago comenzaban a revolotear nuevamente. S, hacemucho tiempo que amaba a esta mujer, prcticamente desde que lleg a trabajara la oficina, pero era demasiado cobarde para intentar algo o demasiado sensatapara hacerlo. Carmen era una persona de carcter fuerte, una profesionalimplacable y jams se involucrara con alguien del trabajo. Tom una granbocanada de aire antes de golpear la puerta.

    "Mejor ser que te tranquilices", se recrimin mentalmente por ensima vez,sabiendo que ningn gesto deba delatarla.

    Pasa aquella conocida voz casi la derrite Vaya, tenemos mala cara hoy!

    Sin comentarios, es el ltimo "post feriado" que aguanto que me hagasvenir a trabajar. Lo que me emputece es que no respetes mi tiempo dedescanso. Eres una explotadora dijo con fingida molestia.

    Uffff, qu genio! Parece que no te fue muy bien anoche dijo Carmenirnicamente como respuesta al reclamo.

    Bueno, no puedo decir lo mismo de ti, Carmen, ya que es poco habitualverte con esa sonrisa. Acaso lleg tu novio viajero? mejor se detenaaqu con sus sarcasmos y comenzaba a trabajar antes de que Carmenenganchara como habitualmente lo haca con su agresividad. Hoy, paravariar, no senta nimo de pelea.

    Bueno, bueno, ya que no se te puede decir nada, ser mejor quecomencemos el trabajo de una vez, en una de esas, logramos terminartemprano y, con suerte, no nos tenemos que soportar todo el da.

    Mariana respondi con una especie de gruido, antes de sentarse junto a su jefa yobservarla, embelesada, como sola hacer cuando ella no lo notaba. De verdadluca preciosa esta maana y tena ese brillo especial en la mirada.

    Acomod en orden los papeles de la propuesta sobre el escritorio y le cost muchsimo contener una sonrisa al notar que Carmen se encontraba demasiado distrada. Inclinaba su cabeza hacia la derecha, como siempre lo haca cuando pensaba (o cuando besaba) y por un instante le pareci distinguir un leve rubor ensus mejillas, mientras acariciaba distradamente aquel listn de raso negro que traa atado a su mueca.