Diagnóstico de la calidad de vida en la Ciudad de México

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Descripción, análisis y comprensión de las dinámicas urbanas del Distrito Federal

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“Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el

hogar público” Enrique Tierno

Galván

García García Edgardo Leonel

González Corona Marcela

Hernández Díaz Jesús David

Olivares Becerril Melany

Vásquez Chávez Oscar Alejandro

Facultad de Ciencia Políticas y Sociales de la UNAM Materia: Política Urbana Profesor: Mtro. Pedro Ortíz Antoranz

México, D.F., a 7 de diciembre de 2010

Índice

Introducción…………………………………………………………………………………………. 3

1. Breve recuento histórico…………………………………………………………………… 4

2. Consideraciones conceptuales………………………………………………………….. 5

2.1Calidad de vida………………………………………………………………………. 5

2.2 Espacio público…………………………………………………………………….. 5

2.3 Habitabilidad…………………………………………………………………………. 5

2.4 Vivienda………………………………………………………………………………… 6

2.5 Autoconstrucción………………………………………………………………….. 6

3. Panorama de la calidad de vida en el DF……………………………………………. 6

4. Espacio público y Habitabilidad………………………………………………………….. 7

5. Calidad de vida: vivienda y autoconstrucción…………………………………….. 10

5.1 Vivienda y Habitabilidad………………………………………………………… 12

5.2 Déficit habitacional………………………………………………………………… 14

5.3 Políticas de vivienda en la Cd. de México……………………………….. 16

5.4 Vivienda autogestionada: El fenómeno de la autoconstrucción en la Ciudad de México………………………………………………………….……. 18

6. Análisis sistémico de la calidad de vida……………………………………………. 21 7. Lista de recomendaciones priorizadas……………………………………………… 22 Bibliografía…………………………………………………………………………………………… 23

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ESPACIO PÚBLICO, HABITABILIDAD, VIVIENDA Y AUTOCONSTRUCCIÓN: DIAGNÓSTICO DE LA CALIDAD DE VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO

La cuestión urbana en el mundo actual es un tema imprescindible que requiere ser analizado. Ante ello, nos enfrenta-

mos a la necesidad de conocer el panorama actual de las dinámicas urbanas que se presentan en las ciudades. Por tan-

to, es preciso ahondar en cuestiones fundamentales como el espacio público, habitabilidad, vivienda y el fenómeno

de la construcción en la ciudad de México.

El análisis de los temas mencionados atraviesa por un corte transversal en el que la calidad de vida se convierte

en el hilo conductor del presente diagnóstico. Éste amplio concepto permite observar la forma en que estas figuras de

la vida urbana cumplen o no con ciertos parámetros que se han establecido bajo organismos internacionales y al mis-

mo tiempo nos ayudan a comprender la importancia y el por qué de fenómenos como el de la auto-construcción, el

cual representa una solución con fuerte carga cultural y que da respuesta a un déficit de vivienda ocasionada por facto-

res económicos, sociales y políticos.

Así, en la primera parte se la establece una relación entre calidad de vida, habitabilidad y espacio público, don-

de se define la vida de la ciudad de forma interna y externa. La realidad nos arroja datos que nos indican que existe un

desgaste de ambos y que en la ciudad existe un abismo extenso entre lo ideal y lo real. La habitabilidad de la ciudad

para la mayoría de la población se ha visto sacrificada por el desplazamiento de los habitantes hacia terrenos poco ap-

tos para ser ocupados, al mismo tiempo se ha dado un desgaste del espacio público al perderse un equilibrio entre éste

y el crecimiento demográfico, el cual se evidencia en la perdida de su calidad.

En la segunda parte del texto, la relación que se liga a la calidad de vida deviene de dos puntos más concretos:

la vivienda y el fenómeno de la autoconstrucción. En este punto se muestra la existencia de una situación de decaden-

cia, déficit y sobre todo problemática ligada con el fenómeno de la auto-construcción el cual es una forma autogestiva

poco organizada de concederse por parte de los mismos ciudadanos un lugar “digno” dentro de sus posibilidades. Estas

formas en que la población resuelve el problema de vivienda llevan implican un alto costo, tanto para el Estado como

para el ciudadano pues en la habitabilidad los lugares que habitan poseen condiciones precarias.

En un tercer apartado, el diagnóstico de la calidad de vida constituye una guía que permite construir las debilida-

des, fortalezas, oportunidades y amenazas de estos aspectos en la Ciudad de México. Finalmente, la importancia de

reunir datos que nos permitan conocer la situación de estos puntos es vital para entender a la ciudad pues nos otorga

visión y capacidad de análisis que nos permiten sugerir desde una perspectiva integral ciertas mejoras así como ideas

que aporten posibles soluciones a una serie de problemas que se encuentran alrededor de estos conceptos. Los puntos

que se abordan nos otorgan un punto de partida para reflexionar no sólo acerca del presente sino también sobre el

futuro, el cual se tiñe de incertidumbre para la mayoría de los habitantes de esta ciudad.

I. Introducción.

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ESPACIO PÚBLICO, HABITABILIDAD, VIVIENDA Y AUTOCONSTRUCCIÓN: DIAGNÓSTICO DE LA CALIDAD DE VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO

1. Breve recuento histórico.

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ESPACIO PÚBLICO, HABITABILIDAD, VIVIENDA Y AUTOCONSTRUCCIÓN: DIAGNÓSTICO DE LA CALIDAD DE VIDA EN LA CIUDAD DE MÉXICO

La cuestión urbana en el mundo actual es un tema im-prescindible que requiere ser analizado. Ante ello, nos enfrentamos a la necesidad de conocer el panorama actual de las dinámicas urbanas que se presentan en las ciudades. Por tanto, es preciso ahondar en cuestio-nes fundamentales como el espacio público, habitabili-dad, vivienda y el fenómeno de la construcción en la ciudad de México.

El análisis de los temas mencionados atraviesa por un corte transversal en el que la calidad de vida se convierte en el hilo conductor del presente diagnóstico. Éste amplio concepto permite observar la forma en que estas figuras de la vida urbana cumplen o no con ciertos parámetros que se han establecido bajo organismos in-ternacionales y al mismo tiempo nos ayudan a compren-der la importancia y el por qué de fenómenos como el de la auto-construcción, el cual representa una solución con fuerte carga cultural y que da respuesta a un déficit de vivienda ocasionada por factores económicos, socia-les y políticos.

Así, en la primera parte se la establece una rela-ción entre calidad de vida, habitabilidad y espacio públi-co, donde se define la vida de la ciudad de forma inter-na y externa. La realidad nos arroja datos que nos indi-can que existe un desgaste de ambos y que en la ciudad existe un abismo extenso entre lo ideal y lo real. La habi-tabilidad de la ciudad para la mayoría de la población se ha visto sacrificada por el desplazamiento de los habi-tantes hacia terrenos poco aptos para ser ocupados, al mismo tiempo se ha dado un desgaste del espacio públi-co al perderse un equilibrio entre éste y el crecimiento

demográfico, el cual se evidencia en la perdida de su calidad.

En la segunda parte del texto, la relación que se liga a la calidad de vida deviene de dos puntos más concretos: la vivienda y el fenómeno de la autocons-trucción. En este punto se muestra la existencia de una situación de decadencia, déficit y sobre todo pro-blemática ligada con el fenómeno de la auto-construcción el cual es una forma autogestiva poco organizada de concederse por parte de los mismos ciudadanos un lugar “digno” dentro de sus posibilida-des. Estas formas en que la población resuelve el pro-blema de vivienda llevan implican un alto costo, tanto para el Estado como para el ciudadano pues en la habitabilidad los lugares que habitan poseen condi-ciones precarias.

En un tercer apartado, el diagnóstico de la cali-

dad de vida constituye una guía que permite cons-truir las debilidades, fortalezas, oportunidades y ame-nazas de estos aspectos en la Ciudad de México. Fi-nalmente, la importancia de reunir datos que nos permitan conocer la situación de estos puntos es vital para entender a la ciudad pues nos otorga visión y capacidad de análisis que nos permiten sugerir desde una perspectiva integral ciertas mejoras así como ideas que aporten posibles soluciones a una serie de problemas que se encuentran alrededor de estos conceptos. Los puntos que se abordan nos otorgan un punto de partida para reflexionar no sólo acerca del presente sino también sobre el futuro, el cual se tiñe de incertidumbre para la mayoría de los habitan-tes de esta ciudad.

2.1 Calidad de vida.

El término “calidad de vida” se ha generalizado dentro del vocabulario común de diversas disciplinas e instituciones; por tanto, no existe un consenso respecto a éste ya que perte-nece a un universo ideológico y no tiene sentido si no es en relación con un sistema de valores; además, su definición depende de la idea de “desarrollo” que cada sociedad po-sea, las metas que pretenda alcanzar y sobre todo, de los indicadores que se utilicen para medirla.

La aproximación empírica del estudio de la representación social de la calidad de vida ha derivado en dos posturas: a) una cualitativa, relacionada con indicadores tales como el tiempo libre, relaciones interpersonales o participación social y b) un aspecto cuantitativo relacionado con la calidad del ambiente atmosférico, el ruido, la calidad del agua o el in-greso económico. Para solucionar esta disparidad en la observancia de la calidad de vida la ONU ha propuesto un Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual se centra en tres aspec-tos: esperanza de vida, tasa de alfabetismo e ingreso. Bajo este enfoque, el diagnóstico de la calidad de vida en la ciudad de México que aquí se propone integrará los índices o indicadores con las políticas públicas que adoptan los go-biernos para incrementarla en los siguientes aspectos: habitabilidad, espacio público, vi-vienda y autoconstrucción.

Antes de comenzar el diagnóstico resulta indispensable esclarecer brevemente los referentes conceptuales median-te los cuales nos acercaremos a la reflexión de algunos elementos de la dinámica urbana. Los conceptos que se muestran a continuación no deben entenderse como “camisas de fuerza” sino como puntos de partida y guías teóri-cas que permitan mayor precisión en el análisis de los fenómenos urbanos de la Ciudad de México.

2. Consideraciones conceptuales.

El diagnóstico de la calidad de vida en el Distrito Federal consiste

en observar: El grado de satisfacción de la demanda de necesidades y/o

aspiraciones por parte de individuos que ocupan un espacio urbano, obtenido

mediante estrategias ordenadoras que actúan

directamente sobre el componente físico espacial del

área considerada, e indirectamente sobre los

componentes social, económico, político y cultural;

estableciendo relaciones de calidad entre los

mismos” (Benavidez Oballos, 1998, citado en Leva, 2005: 18).

2.2 Espacio público. En la realidad social no representa únicamente la limitación geográfica jurídicamente reco-nocida o la utilización de un área urbana de recreo, sino que implica la fusión de las dos an-teriores. En primer lugar podemos señalar dos perspectivas del espacio público: Como un concepto jurídico: “un espacio sometido a una regulación específica por parte de la administración pública y que garantiza su accesibilidad a todos y fija las condiciones de su utilización y de instalación de actividades”. Como concepto socio-cultural: “un lugar de relación y de identificación, de contacto entre

las gentes, de animación urbana, a veces de expresión comunitaria” (Borja, 1998: 14).

El espacio público debe tenerse en cuenta como “un espacio del y para el intercambio comu-nicacional generalizado, en el que se produce y es producido por una colectividad sin morfo-logía estable” (Manuel Delgado, 2005: 54). Ante ello, y dada la gran diversidad de áreas y lugares que engloba la definición de espacio público, nos centraremos sólo en aquellos espa-cios que han sido creadas por el Estado con el fin de ser públicos.

En suma, consideraremos a los espacios públicos como aquellos que se encuentran dentro de un área determinada para abastecer a un cierto número de población. Siguiendo la mis-ma lógica, la calidad del espacio público implica el hecho de dar abasto a un cierto número de personas para que pueda disfrutarse de manera satisfactoria. Por lo tanto, el espacio público en una zona urbana será analizado considerando áreas recreativas; es decir, par-ques, zonas de juegos infantiles, áreas deportivas, plazas, entre muchas otras.

2.3 Habitabilidad.

El concepto de habitabilidad se desarrolla en dos dimensiones des-de las será analizada: Las condiciones materiales y es-

tructurales de los espacios construidos que son habitados.

Una “manifestación concreta de un conjunto de relaciones socia-les que transforman el habitar en espacios habita-bles” (Velázquez, 2010), es decir, el uso y aprovechamien-to que las personas le dan a ese espacio y la satisfacción que obtienen de este.

De tal manera, la habitabilidad en una ciudad está conformada por sus condiciones físicas, la calidad, equipamiento y acceso a servicios en las viviendas, además del uso y experiencia que los individuos tie-nen dentro de ésta.

2.4 Vivienda. Se considera una vivienda a cual-quier recinto, separado e indepen-diente, construido o adaptado para el albergue de personas. Las viviendas se clasifican en particu-lares o colectivas, teniendo en cuenta el tipo de hogar que las ocupa. Las viviendas colectivas son aquellos espacios que son ocupados cotidianamente por grandes grupos de personas y que son utilizados para actividades diversas, por ejemplo, un edificio de oficinas, una institución edu-cativa, una empresa, etc. Las par-ticulares son aquellas que alber-gan a unidades familiares. Nos centraremos únicamente en el análisis de las últimas, echando mano de datos referentes a su situación infraestructural y social.

2.5 Autoconstrucción.

La autoconstrucción puede enten-derse como aquel proceso que implica el principal involucra-miento del usuario como produc-tor de la vivienda. Jorge Legorre-ta lo define como la gestión indi-vidual amparada de la vivienda, es decir, que implica un proceso caracterizado por ser dirigido y controlado, principalmente, por una unidad familiar (individualidad), y que requiere de la negociación, intermediación o participación de alguna institu-ción pública o privada (amparo). Además, es importante contem-plar la noción de progresividad, es decir, entender dicho proceso conformado por diversas etapas en las cuales se edifica una mora-da. Una vez delimitado este mar-co conceptual a continuación nos centraremos en el diagnóstico de las principales dinámicas impli-cadas en el estado de la calidad

Otro elemento importante es aquella característica del proce-so de autoconstrucción que le otorga un grado mayor de com-plejidad, nos referimos a la irregularidad en la tenencia de la tierra o en las cuestiones directamente relacionadas a la construcción, los cuales se tie-nen que relacionar con los mar-cos jurídicos referentes a la vivienda y las características infraestructurales de las mis-mas.

3. Panorama de la calidad de vida en el DF.

En 2010, Mercer Human Resource Consulting dio a conocer su índice glo-bal de calidad de vida, construido a partir del estudio de 39 indicadores (económicos, culturales, políticos, etc.) en 221 ciudades alrededor del mundo. La Ciudad de México se ubicó en el lugar 123 y la ciudad de Monterrey en el 98; Panamá y Rio de Janeiro obtu-vieron un mejor puntaje, la ciudad me-

En 2005, la consultora The Economist realizó una encuesta acerca de la calidad de vida de los habitantes de 130 ciudades del mundo a partir de los siguientes indicadores: salud, seguridad, cultura, medio ambiente e infraestructura. La Ciudad de México fue calificada en el lugar 106 por debajo de Guatemala, Sao Paulo y Dubai; la ciudad mejor calificada fue Vancouver.

En 2004, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó su infor-me Índice de desarrollo humano municipal en México, el cual mide el grado de desa-

rrollo y desigualdad según el IDH de la ONU en los 2438 municipios y 16 delegaciones del país en los años 2000 y 2005. El país obtuvo un IDH de 0.8070 lo cual lo ubica

entre los países con un alto desarrollo humano (PNUD, 2008). En los resultados

destaca que la Delegación Benito Juárez (3)en el DF es la que tiene el IDH más alto del país (0.9510) y a su vez presenta un grado

de desarrollo 2.18 veces mayor al municipio con el IDH más bajo, Cochoapa, Guerrero.

En resumen, los índices que se muestran abarcan una diversidad de indicadores y representan una medida cuantitativa de la calidad de vida; no obstante, a pesar de algunas limitaciones, son de gran ayu-da para dar un panorama general de la situación de la Ciudad de México respecto a otras ciudades en el país y a nivel internacional. Para complementar esta visión, a continuación abordaremos de ma-nera general los cuatro aspectos ya mencionados en relación a la calidad de vida en el DF.

[Un espacio público de calidad debe facilitar…] la intensidad y la calidad de las relaciones sociales, la fuerza mixturante de grupos y comportamientos y la capacidad de estimular la identificación simbólica, la expresión y la integración culturales.

Jordi Borja.

(3) El PNUD afirma que si se compara este dato con respecto al IDH de los países, la delegación Benito Juárez se asemejaría al índice de Estados Unidos mientras Cochoapa se acercaría al de Zambia (PNUD, 2008: 13). A partir de este ejercicio podemos observar la enor-me distancia entre grados de desarrollo

presente en nuestro país.

4. Espacio público y habitabilidad.

El análisis de la habitabilidad dentro del Distrito Federal refiere a dos dimensiones: a) una externa, relacionada con las condiciones del espacio público, que será la que abordaremos en este apartado y b) una interna, referida a las condi-ciones de la vivienda; en específico, la cobertura y calidad de los servicios básicos y la calidad de los materiales con que están construidas, la cual abordaremos en el apartado siguiente.

En el Distrito Federal, según la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno del DF, para el 2009 los espa-cios públicos representan una extensión de 7,049 hectáreas aproximadamente, de los cuales el 67% son áreas verdes y el 33% restante son plazas y otro tipo de espacios públicos, para una población aproxi-mada de 10 millones de habitantes (INEGI, 2010). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número disponible de espacios públicos debe ser dividido entre la población a la que atiende, y el número estándar mundialmente aceptado debe osci-lar entre los 9m² y los 16 m² por habitante. En el año 2000, el espacio público en la Ciudad de México era de 15m² por habitante, mientras que para el 2005 fue de 14.7m² por citadino para pasar finalmente, en el 2007, a 5.4 m² por habitante (Agenda Ambiental de la Cd. de México, 2007-2012: 33). A continuación se muestra el comparativo, por delegación de espa-cio público, en el periodo 2000-2005.

Nota: El espacio público considerado implica parques, jardines, bosques, corredores ecológicos, camellones y glorietas, más las áreas verdes po-tenciales públicas y privadas, con manejo o sin manejo, ubicadas en barrancas, lomeríos y zonas agropecuarias abandonadas. No se incluye el año 2007 por falta de datos censales.

Como se muestra claramente en la tabla anterior, las zonas en las que el espacio público tiende a reducirse es en las delegaciones que aun pueden crecer y extenderse poblacionalmente, es decir, las delegaciones que se encuentran a las orillas del Distrito Fede-ral. Mientras tanto, las delegaciones céntricas de la ciudad tienden a mantener el promedio del espacio público por habitante. Ahora bien, un indicador general de la calidad de vida consiste en obser-var la superficie de área verde por habitante, lo cual nos indica las zonas de la ciudad en las que los habitantes gozan de una mayor proporción de espacios públicos de este tipo que contribuyen a la potenciación de su calidad de vida.

Ahora bien, los espacios públicos en el DF contrastados en la ciudad de Los Ángeles, California muestran cómo dependiendo de sus características éste presenta dinámicas particulares:

Fuente: Elaboración propia con datos de Monnet, 2001.Esta comparación se basa en el estudio que Monnet (2001) hizo al respecto, to-mando en cuenta la evolución histórica del espacio público del DF y tres espacios públicos de LA: Santa Mónica Promenade, OntarioMills y Universal Citywalk.

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En el DF, los espacios públicos aún funcionan como un ele-

mento integrador ya que per-miten la socialización de diver-sos sectores sociales (La Ala-meda); sin embargo, presen-tan problemáticas graves co-

mo el ambulantaje y la seguri-dad, los cuales limitan su po-

tencialidad.

En LA, los espacios públicos pre-sentan un elemento etno-racial que contribuye a dinámicas se-

gregativas; además, con el ascen-so de la arquitectura de la pos-

modernidad (Davis, 1992) su ac-cesibilidad se ve limitada, un

ejemplo es el caso de Universal Citywalk.

Los espacios públicos en el DF presentan una alta accesibili-dad, es decir, están pensados para la población en general y por lo tanto se construyen en

lugares donde al menos la mayoría de este pueda acce-der a ellos (Monnet, 2001).

En LA, los espacios públicos son construidos como zonas seguras y ordenadas, la regu-lación del Estado elimina la posibilidad de un comercio ambulante como en México

(Monnet, 2001).

Dado el déficit que existe en la extensión de espacios públicos en la ciudad, el gobierno del DF, desde el 2007, ha implementado un programa de “rescate de espacios públicos”, el cual busca mejorar la calidad de estos en cuanto a infraestructura, estética y accesibilidad. Por ello, el gobierno se mueve en razón de los problemas actuales del es-pacio público, como son:

a) Entrega al capital privado de actividades y espacios que antes ocupaba el sector público; b) características de las nuevas formas arquitectónicas y urbanas como centros comerciales, complejos corporativos o unidades resi-denciales cerradas, entre otras; c) ocupación de la calle y las plazas públicas por estacionamientos, comercios informales, etc.; y d) cierre de calles en fraccionamientos inmobiliarios para introducir vigilancia privada. (Gaceta del DF, 2003).

Las acciones del mejoramiento del espacio público del gobierno se ven reflejadas en la práctica en dos vías:

• En la des-capitalización del espacio público, que implica remover a los comerciantes ambulantes de par-ques, centros recreativos, plazas, etc.;

• En la recuperación de la infraestructura del espacio público, con nueva pintura para los inmuebles, mayor

participación ciudadana, nuevos inmuebles, etc.

Podemos decir que la “des-capitalización” del espacio público tiene que ver con la concepción que se tiene del

espacio público. Al concebir el espacio público se viene a la mente la famosa frase “es público porque es de todos, por lo tanto también es mío”. Ante esta concepción, aunado a la crisis económica que México vivió en los últimos 2

años, los comercios ambulantes en los espacios públicos tienden a aumentar.

Según datos del INEGI, en la Ciudad de México existen más de 200 mil comerciantes am-bulantes, que divididos en los espacios públicos disponibles en el DF resultaría un comer-

ciante por cada 644.9m², prácticamente uno o dos am-

bulantes por cada parque, jardín, plaza u otro centro re-

creativo.

El posicionamiento de los comerciantes ambulantes dentro de los espacios públicos ha llevado al gobierno del DF a implementar acciones que vayan en contra de su asentamiento, como por ejemplo la colocación de jardine-ras en las calles de Paseo de las Palmas y Montes Grampianos, para evitar que los comerciantes ambulantes volvieran a poner sus puestos; sin em-bargo, estos últimos, como rechazo ante tales acciones, destruyeron las jardineras y volvieron a asentarse en ese lugar (Reforma, 2010).

5. Calidad de vida: Vivienda y autoconstrucción.

Dentro de la segunda vía, el mejora-miento de la infraestructura, se cen-tra principalmente de dotar de ma-yor estética a los espacios públicos disponibles. En suma los objetivos del Programa de Recuperación de Espacios Públicos (PREP) para el me-joramiento de la infraestructura se sintetizan en la siguiente tabla.

La vivienda en la Ciudad de México representa el 9.6% del total de viviendas el país, de ese total el 33.1% se concen-tra en Gustavo A. Madero e Iztapalapa. En algunas delega-ciones, entre 1990 y el 2000 el número de viviendas parti-culares disminuyó fundamentalmente a causa del cambio de uso suelo, como en el caso de las delegaciones Cuau-htémoc, y Miguel Hidalgo, con una tasa de crecimiento negativa de -0.6% y -0.3% respectivamente (SEDESOL, 2001). Existe otro grupo de delegaciones en donde se ob-servó un aumento del número de viviendas y de ocupan-tes, como Milpa Alta, Xochimilco, Cuajimalpa de Morelos, Iztapalapa, Tlalpan y Tláhuac, esta última destacó ya que de 39,359 viviendas ascendió a 70,473* en el mismo perio-do, lo que representa un crecimiento de las periferias y un despoblamiento del centro.

La ciudad central tiene como base:

Una economía terciariza-da, acompañada de

"despoblamiento", y la periferia suburbana ofre-

ce la posibilidad de "restituir" la pérdida de

vivienda que ha sido sus-tituida por establecimien-

tos comerciales o por oficinas esto representa para la población despla-zada un mayor gasto de energía, tiempo y dinero para ir a desempeñar sus labores porque la distan-cia entre el lugar de resi-

dencia y de trabajo es cada vez mayor. Las dos delegaciones más pobla-

das del DF son las que presentan los déficit de vivienda más altos (Vite,

1998).

La conformación de la vivienda en la ciudad de México es el resultado de un proceso histórico que dio paso a una diferenciación entre las formas en que la población ubicaba su vivienda y la forma en que la construía, co-mo un reflejo de la polarización económica que se vivía dentro de la zona conurbada, lo cual generó una serie de condiciones excluyentes para los ciudadanos. Como factor de bienestar social, la vivienda hoy implica no solamente un problema de adquisición sino también de calidad. Entre 1990 y 2000 el “parque habitacional” tuvo un aumento de 1 798 067 a 2 131 410 unidades, lo que significa casi el doble para una ciudad que en vez de aumentar su población la disminuyó, generando así que en vez de 4.6 habitantes por vivienda (como suced-ía en la década de los noventa) la cifra se redujera a 4 habitantes. Según datos de Horbath (2003) en la Ciudad de México se requerían anualmente más de medio millón de viviendas, resultando un déficit global de 1.5 mi-llones anuales.

La problemática de la acción habitacional en la zona metropolitana ha tenido que ver con los siguientes factores:

La insuficiencia de recursos para la inversión en vivienda social, situación que se ve reflejada en la última década pues ésta se mantuvo en 0.9% del PIB en contraste con 1994 y 1997, donde llegó a 1.1% y a 0.7%, respectivamente.

La carencia, desde fines de la década de los ochenta, de una política habita-cional con contenido social. “En estos años, la acción de los organismos esta-

tales ha sido contemplada como un apoyo o impulso a la econom-ía (básicamente por la creación de empleos que esta actividad supone) y

no como una actividad importante para el bienestar de la pobla-ción” (Villavicencio, 2000).

En consecuencia, los programas habitacionales, especialmente los de vivien-da nueva terminada, son cada vez menos accesibles para las familias de ba-jos ingresos que, según datos oficiales (INEGI, 2001), para el año 2000 cons-tituían cuando menos el 41% de los hogares del país, los que reciben ingre-

sos menores a 3 salarios mínimos.

El tipo de suelo disponible y la existencia o no de una administra-ción que orientara, planificara y controlara el proceso de desarro-llo urbano fueron determinantes para la localización de la vivien-da social y su complemento: la vivienda popular autogestionada en la Ciudad de México. Así, mientras el DF tuvo suelo barato o reservas territoriales de propiedad pública disponibles, la vivien-da social nueva se ubicó principalmente en las periferias y en zo-nas céntricas como resultado de procesos de renovación urbana (años cincuenta y sesenta) o de reconstrucción (después de los sismos de 1985). Cuando este suelo disminuyó, los organismos públicos y sus programas de vivienda nueva se dirigieron hacia el norte de la ciudad, concentrándose en algunos municipios conur-bados (Naucalpan, Ecatepec, Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli).

Además, en la Ciudad de México nos encontramos con un déficit de vivienda como resultado de la priorización del uso de suelo comercial, según la Asociación de Desarrolladores Inmobiliarios la mayor parte de los metros cuadra-

dos que se construyen son destinados a oficinas y no a vivienda. Un claro ejemplo es el corredor de Paseo de la Reforma, donde hay proyectos inmobiliarios que tendrán uso habitacional (en su minoría), comercial y de oficinas, así como hoteles y que, según el gobierno capitalino, se le imprimirá un nuevo rostro para “convertirlo en el polo de desarrollo más importante de América Latina”. En el caso de Reforma, en donde también se tienen varios pro-yectos, el año pasado se frenaron las inversiones por la crisis económica, pero el sector no se vio afectado seria-

mente porque prácticamente ya se reactivaron. Polanco y Santa Fe siguen en crecimiento (Excélsior, 2010), el sec-tor inmobiliario se está recuperando en la Ciudad de México pero de forma desigual.

5.1. Vivienda y habitabilidad. Se calcula que en 65 ciudades de América

latina y el Caribe existen un promedio

de 18% de “viviendas no ade-

cuadas”.

Uno de los productos principales de la autoconstrucción y la falta de políticas públicas eficientes es la generación de “viviendas no adecuadas”, es decir, aque-llas que se construyen con “materiales de calidad insuficiente según los estánda-res de cada país” (Lora, 2008).

Como puede observarse, en el sector de más bajos ingresos se concentran la ma-yor parte de viviendas inadecuadas (40%), es decir con una baja calidad de vida. Aho-ra bien, si tomamos en cuenta la cobertu-ra de servicios básicos como un indicador de este tipo de viviendas, según los datos oficiales, se afirma que está cubierta en un porcentaje elevado en todas las delegacio-nes. Lo que nos permite observar que los problemas más notables dentro del tema de la vivienda se relacionan con otras cuestiones como la propiedad, la carencia de financiamiento y asesoría técnica.

La habitabilidad dentro de una vivienda está definida por elementos materiales y espaciales, siendo los principa-les indicadores el material con que está fabricada, el acceso a bienes y servicios y la distribución del espacio entre sus habitantes; por lo tanto los principales problemas de habitabilidad en la vivienda son : espacio habitacional insuficiente, el saneamiento inadecuado y el déficit de equipamiento.

imágenes VECINDADES

En cuanto a la condición de las viviendas el 17.2 % del total de los habitantes del DF se alojaba en viviendas rentadas; mientras que en vivienda propia residía el 72.7% de la población; sin embargo, éstas no siempre cumplen con las condiciones básicas para ser consideradas una vivienda digna; uno de los parámetros para me-dir esa situación de precariedad es el tipo de piso que exista en la vivienda, es decir, si este es de tierra es considerada como una vi-vienda precaria, las viviendas con estas características se redujeron a 1.2 porciento en la ultima década; sin embargo la ubicación de éstas es un reflejo del alto contraste durante la década pasada la delegación Milpa Alta contaba con el 15% de este tipo de viviendas mientras que en la delegación Benito Juárez tan solo era el 0.1%

Las viviendas con techo de lamina y asbesto representaban el 17.4% sin embargo esta cifra disminuyo hasta 12.3% pero de nuevo surge el contraste entre delegaciones lo cual nos indica que hay un abandono por parte

del gobierno hacia ciertas zonas pues existe una cierta preferencia por atender las zonas de clases sociales más altas; el reflejo de lo anterior ha dado como resultado que actualmente dos de cada tres habitantes de la ciudad viva en zonas marginales. Más de 3 millones de personas en la ciudad de México viven en 550 colonias ubicadas en zonas catalogadas como de alta y muy alta marginación. Carecen de drenaje, agua potable, pavi-mentación, alumbrado o transporte público, y subsisten con menos de un salario mínimo” esto con datos de

la SEDESOL, secretaría que agrega que también tiene ubicadas 319 colonias de media marginación, con lo que se llega a 64 % de la población (5 millones 440 mil habitantes) en zonas marginadas.

La secretaría de Desarrollo social considera colonias de alta, muy alta y media marginación aquellas zonas de la ciudad que carezcan de servicios –pavimentación, transporte y electricidad– o infraestructura –drenaje o agua potable, o ambas-, esto deja de lado completamente otras necesidades como parques o zonas de recreo.

En términos geográficos, la Ciudad de México posee un total de 284 ha. de superficie de cuerpos de agua, 850 mm de precipitación pluvial anuales; su localización rodeada de montañas le brinda un clima estable (Hartman, 2006) ya que la protegen de ciclones, huracanes y tormentas tropicales. Su composición física puede observar-se en el gráfico.

Las delegaciones que cuentan con el mayor porcentaje de viviendas en el DF, según datos del INEGI 2000, son Iztapalapa (19.1%), la Gustavo A. Madero (14%), Coyoacán (7.7%) y la Cuauhtémoc (7.1); si las ubicamos en relación al cuadro ante-rior, se observa cómo la mayor proporción de vi-viendas en el Distrito Federal se encuentra en zo-nas de riesgo, las dos delegaciones con mas vivien-das se encuentra en una zona de suelo lacustre, es decir, un tipo de suelo que complica la construc-ción. La delegación Iztapalapa destaca por encon-trase en una zona potencialmente inundable y la Álvaro Obregón por la presencia de pendientes y zonas de alto riesgo en las que las viviendas se en-cuentran expuestas a deslaves o derrumbes.

En suma, la zona norte de la Ciudad presenta mayores limitaciones al desarrollo de viviendas, por sus características geográficas; sin embargo, esta es la zona más poblada del DF y en la que se encuentran la mayor parte de las viviendas de la ciudad, lo cual nos indica que la calidad de vida de estas delegaciones está poten-cialmente condicionada por factores físicos pero que en el desarrollo de políticas públicas deben ser tomados en cuenta por parte de las autoridades.

5.2 Déficit habitacional.

La falta de vivienda dentro de la ciudad es un problema que se ha tra-tado de solucionar por medio de la ocupación "irregular" del suelo en la periferia urbana, ya que las transacciones realizadas en la compra-venta de terrenos o predios están al margen de la legislación y los cos-tos de esa urbanización recaen sobre los colonos. Sin embargo, tam-bién para las autoridades es un costo porque los asentamientos "irregulares" han surgido en suelos no aptos para la vivienda, por ejemplo: barrancas, cañadas. El llamado problema habitacional invo-lucra las condiciones precarias de habitación de una población: haci-namiento, ausencia de servicios urbanos básicos, viviendas deteriora-das y construidas con materiales poco duraderos.

En el cuadro que se muestra se observan las principales acciones en materia de vivienda y se da cuenta del esta-do de esta problemática en la que el rezago se incrementa de manera constante.

Al respecto, algunos datos indican:

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Centro

Latinoamericano y Caribeño de Demo-grafía (CELADE) (1996) calculaban que en 1995 el déficit total (cuantitativo y

cualitativo) en todos los países de Amé-rica Latina y el Caribe ascendía a 53 mi-llones de viviendas (Lora, 2008: 195).

Según un estudio de 65 ciudades latinoamericanas realizado por Cristini y Moya (2008) la Ciudad de

México presentaba un déficit habitacional del 3.6% de hogares, 15.8% de viviendas inadecuadas y 6.2%

de hogares sin agua o saneamiento; además, los autores calcularon que el costo de las políticas ne-cesarias para solucionar estas situaciones era de

1.7%, 3.6% y 0.3% del PIB de la ciudad, respectiva-mente.

El problema habitacional en la Ciudad de México se ha transferido a los municipios suburbanizados, lo que ha sido costoso. Sin embargo, es importante dotar a los organismos de vivienda en mecanismos financieros efectivos ya que los sectores de ingresos medios y bajos de la población tienen poca probabilidad de ser suje-tos de crédito de interés social, ya que para adquirir la vivienda más baja del mercado se requiere de un in-greso del orden del 6.3 salarios mínimos diarios además existe la presión social que ejerce la población gene-rando cada año una demanda de 35 mil viviendas nuevas y 45 mil mejoramientos.

El déficit habitacional de la Ciudad de México puede sinteti-zarse en el siguiente párrafo:

Oficialmente se reconoce que en el año 2000, con una po-blación total de 97.483.412 personas y 21.942.535 vivien-

das particulares, existía un rezago de 4 millones 291 mil acciones; es decir casi 20% del inventario existente. Adicio-

nalmente desde el año 2000 hasta el año 2010 se requerirán por lo menos 731,500 nuevas viviendas anualmente lo cual duplica lo que se ha efectuado hasta ahora aún en los años de mayor auge económico en el país.(Villavicencio, 2003).

5.3 Políticas de vivienda en la Ciudad de México.

Ante la ley todo ciudadano mexicano tiene derecho a una vivienda digna, es a través de ese principio que el Estado ha creado diversos programas para el apoyo a la vivienda; el más antiguo de ellos es el INFONAVIT, programa que presenta serias limitaciones para la adquisición de una vivienda entre la población. Estos apo-yos estatales no han sido suficientes pues la evolución histórica que muestra la vivienda hasta nuestros días es el reflejo de una mala gestión pública de la misma lo que ha dado pie a una gestión equivocada de parte del ciudadano y la iniciativa privada.

En general, el principal problema que se observa es la carencia de una política concisa de vivienda, la cual, en el caso del INFONAVIT limita severamente el combate al déficit inmobiliario ya que al no ser de carácter universal y constituirse como una red burocrática enorme, los avances en esta materia quedan su-mamente socavados y las ciudadanía carece de instrumentos y herramientas efectivas de gestión de sus vi-viendas. Se estima que el “…70% de la población del país está excluida de los programas tanto de dotación del suelo urbano y asesorías técnicas y legales como de fiananziamiento a corto plazo y adecuado a su capa-cidad de pago…” (Gutiérrez, 2004, pág. 101).

Por lo anterior, es necesario contrastar qué se está haciendo en América Latina al respecto. El pro-

grama brasileño llamado “Minha casa, minha vida” (Mi casa, mi vida) fue lanzado en el 2009 por el ex presi-dente Luiz Inácio Lula da Silva para contrarrestar las consecuencias de la crisis, esta política anti-cíclica des-embocó en la solución de uno de los grandes déficits existentes en Brasil: el de la vivienda. De esta forma se busca responder a la problemática generando una política pública libre de trámites largos destinada a quie-

"Minha Casa, Minha Vida” está tomando forma concreta

con la construcción de departamentos financiados en parte por sub-sidios para familias de bajos ingresos que ganan menos de 500 dóla-res mensuales. En los estados pobres del noreste como Pernambuco, el auge de la construcción refleja cómo una clase media emergente está impulsando a Brasil -antes un país con bajo rendimiento crónico que luchaba para estar a la altura de su potencial- al estatus de na-ción desarrollada.

El objetivo es llegar al millón de departamentos fincados para fin de año, según el estatal banco Caixa Economica Federal, el mayor prestamista hipotecario de Brasil. La entidad espera que para fin de año hayan sido construidos 140,000 departamentos más. “Se estima que el costo de la primera fase del progra-ma para construir 1 millón de unidades para familias con un ingreso mensual de hasta 10 salarios básicos (unos US$2.700) es de 34.000 millones de reales (US$19.200 millones). Una segunda fase, con el objetivo de construir otras 2 millones de casas, fue anunciado en marzo con un costo de 80.000 millones de reales (US$45.200 millones)” (Américaeconomía, julio 2010).

A pesar de ser un programa pensado de forma universal debemos ver que hay un camino largo por reco-rrer pues la construcción de estas vivienda no supera a las favelas, prueba de ellos es un déficit en la vivienda que afecta a 7 millones en un país de 190 millones de habitantes; en contraste con México, esta medida es im-pulsada desde el gobierno como una forma de responder al déficit de vivienda.

En nuestro país, a pesar de no contar con una política pública como la de Brasil, existen formas que bus-can resolver este problema, medida que parece urgente cuando las cifras indican que en las próximas 2 décadas en el Distrito Federal la demanda de vivienda será en promedio de 27 mil casas o departamentos anuales, lo que perfila un crecimiento acelerado de condominios por lo que urge revisar, ordenar y actualizar la legislación; es por ello que instituciones como el INVI (Instituto Nacional de la Vivienda) otorgan créditos para la construcción o incluso comienzan a pensar en la creación de viviendas autosustentables como una forma de combatir la vivien-da precaria.

En lo que se refiere al programa de ayuda a la mejora de vivienda, el INVI canaliza las acciones por me-dio de sus programas: el programa de vivienda en con-junto y el programa de mejoramiento de la vivienda. A través de ellos, se atiende prioritariamente la demanda de la población más necesitada y que no está en posibi-lidades de tener acceso a este satisfactor básico. La polí-tica de vivienda que el INVI desarrolla busca aprovechar el territorio consolidado de la ciudad, así como el suelo destinado a la vivienda en zonas con infraestructura apta para el crecimiento urbano.

De enero a julio del 2010 el Instituto de Vivienda del Distrito Federal, INVIDF, generó a través de los Programas de Vivienda Nueva o en Conjunto y de Mejoramiento de Vivienda, 1 116 créditos con una inver-sión de 543.7 millones de pesos y 9,185 créditos con una inversión de 398.5 millones respectivamente, dis-tribuidos en 976 unidades territoriales, de las cuales 78% presentan algún grado de marginalidad. El total de créditos otorgados representa 47% de la meta anual programada. El 80% de las familias beneficiadas perci-ben ingresos de 1.6 a 5 salarios mínimos diarios (Programa de Mejoramiento de Vivienda) y 86% (Vivienda en Conjunto). Finalmente, el 86% de la población beneficiada a través de este último corresponde a grupos vulnerables, tales como adultos mayores, madres solteras y jefas de hogar.

5.4 Vivienda autogestionada: El fenómeno de la autoconstrucción en el DF.

La vivienda auto-gestionada ha sido la alternativa habi-tacional más importante para la población de bajos ingresos misma que también se ubicó en los munici-pios conurbados del oriente de la Ciudad de México (Nezahualcoyotl, Chimalhuacán, Chalco) debido a que en la capital existía un mayor control por parte de las autoridades y una menor oferta de suelo. Dada la mala calidad de la vivienda que, por lo general, caracteriza en sus orígenes a estos procesos informales, es en es-tas zonas donde debieran concentrarse los programas oficiales de mejoramiento de vivienda o de apoyo a la vivienda progresiva.

La iniciativa de los habitantes urbanos de construir sus propias viviendas no parece ser un problema en sí mismo, lo que hace de la autoconstrucción un tema urgente de abordar es la forma en la que este proceso cobra forma.

En palabras de Horbath esto se debe principalmente: […] al urbanismo informal y sus siete etapas: 1) llega la gente, 2) construyen sus casas con lo que encuentran, 3) antes de tener servicios se pavimentan las calles para satisfacer las necesidades de transporte, 4) después hay que romper el pavimento para introducir la infraestruc-tura subterránea, 5) se crean servicios y áreas comercia-les sobre vialidades que no cuentan con capacidad de flujo suficiente, 6) las áreas habitacionales crecen por sistema de autoconstrucción, y 7) al final se hace un plan maestro para ver dónde quedó cada cosa. (Horbath, 2003: 12).

En cuanto al fenómeno de la autoconstrucción el Arqui-tecto José María Gutiérrez Trujillo, especialista en mate-ria de vivienda en el Distrito Federal, nos dice que la si-tuación al respecto se caracteriza por dos elementos principales:

La enorme dimensión de la demanda. En el año 2000 existían en las áreas urbanas 48 millones de personas, habitando 12 millones de viviendas, en el año 2020 exis-tirán 46 millones de habitantes, para los que se requerirán 24 millones de viviendas.” Segundo, “… la capacidad de pago de la mayor parte de las familias que demandan su vivienda es escasa, ya que el 65% percibe mensualmente menos de 3 veces el salario mínimo. (Gutiérrez, 2004, pág. 101)

Gutiérrez Trujillo (2004) nos dice que “… en los últimos 20 años más del 70% de todas las inversiones emplea-das en la producción de la vivienda y su hábitat para toda la población se han realizado mediante la autopro-ducción y el autofinanciamiento de la vivienda popular…” esto se puede comoprobar ante la afirmación de los principales productores de cementos del país, quienes han declarado que su más importante ingreso (70%) se

Según los datos manejados por Gutiérrez Trujillo, “…

conforme al censo del año 2000 existen en la misma

área metropolitana cerca de 4.5 millones de viviendas, de las cuales más de tres millo-nes han sido autoproduci-

das por la población de me-nores recursos económi-

cos” (Gutiérrez, 2004, pág. 102).

Hay que recordar que la autoconstrucción de la vivienda tiende a carac-terizarse por la irregularidad y la precariedad, además de edificarse me-diante un proceso progresivo mismo que implica que en algún momen-to las necesidades básicas no se podrían satisfacer adecuadamente. Algunos datos más que pueden ayudar en el análisis de la situación ac-tual con respecto son aquellos proporcionados por el INEGI en el 2005: el 50.7 % de las vivendas cuentan con piso de cemento o firme, el 47.2% tienen piso de madera, mosaico u otro material, mientras que el 1% cuenta con piso de tierra (INEGI, 2009). En cuanto a los materiales utili-zados para la construcción de techos y paredes podemos encontrar que los primeros destaca la losa de concreto o la bóveda de ladrillo (86.7%) y un elevado 9% de lámina de asbesto o metálica. Las paredes se ubican en un 97.3% construido con tabique, tabicón, block, etc. (Dirección de Política Poblacional, GDF, 2000, págs. 97-101).

Los datos antes mencionados son importantes señales respecto a los materiales más utiliza-dos, por su bajo costo y su accesibilidad, para construir una casa promedio. Las familias capi-talinas tienen facilidad en el consumo de mate-riales comercializados en distribuidoras menu-distas o mediomayoristas ubicadas en todos los barrios y colonias del Distrito Federal.

Con el objetivo de tener algún referente que nos ayude a contextualizar de mejor manera la información vertida anteriormente mencionamos brevemente algunos datos de la situación del fenómeno de la auto-

construcción en la Ciudad de Monterrey a finales de los años 80: de la muestra contemplada, el 67.9% hab-ían echado mano de la fuerza de trabajo del autoconstructor (jefe de familia), familiares, amigos y vecinos.

En cuanto a los materiales utilizados en el proceso de edificación de viviendas duraderas se destacan el block y tabique (muros), concreto o barroblock (techos). En las viviendas semiduraderas se utilizaron lámi-

nas de asbesto por su accesibilidad y bajo costo. En cuanto al último tipo de morada, se ubican todos los ma-teriales de desecho (cartón, lámina usada, madera de segunda o tercera, etc.) con un importante 14% del

total. Consideramos que las condiciones en las cuales se muestra este amplio diagnóstico son relativamente similares a lo que se puede observar en la Ciudad de México, aunque considerando el factor clima, la situa-

ción de la precariedad de la vivienda autoconstruida en Monterrey es más grave (Villarreal Diana, 1986, págs. 111-142).

Por otro lado, mostramos un mapa en cual se pueden observar la cantidad de sucursales que tiene una impor-tante empresa distribuidora de materiales para la construcción, cuestión que nos puede guiar en cuanto a la compra y distribución de dichas materias primas al menudeo. Es importante señalar también que la cantidad de tiendas independientes del mismo giro es muy grande, en cualquier barrio o colonia que se recorra se podrán encontrar pequeños o medianos comerciantes dedicados a dicho ramo.

La distribución territorial de estas empresas dedicadas a la venta de materiales para construcción obedece a la lógica de la autoconstrucción. Como podemos ver en la imagen 4, la mayor concentración de estas empresas se encuentra en la zona céntrica de la Ciudad de México, es decir, en donde los espacios disponibles para construir nuevas edificaciones son prácticamente inexistentes y en donde, por lo tanto, las em-presas privadas inmobiliarias no tienen cabida. Por tal razón, la autoconstrucción representa el único medio para la produc-ción de nuevas viviendas, gentrificando los espacios disponi-bles y dotanto de mayor construcción a las ya existentes. Es el fenómeno de crecimiento urbano al interior, a través de pe-queñas viviendas y remodelaciones intermitentes, en suma, la construcción de la esperanza.

Si analizamos esta misma lógica, podemos dar cuenta de que tanto la disminución del espacio público, el aumento de viviendas y los índices en calidad de vida y habitabilidad dependen de la relación que estos guardan con la zona geográfica que se analice, la dinámica poblacional que en ésta se reproduzca y los fenoménos sociales que le subyacen.

Hasta este punto hemos recuperado cuestiones que a nuestro parecer permiten dibujar un panora-ma de la calidad de vida urbana en el DF. Cabe destacar que la estructuración que le hemos dado al trabajo responde a cuestiones analíticas y hemos tratado de no perder de vista el análisis sistémico que permite una mayor compresión de las temáticas. A continuación expresamos dicha visión en un análisis FODA que intenta resumir lo expuesto hasta ahora.

6. Análisis sistémico de la calidad de vida en el Distrito Federal.

7. Lista de recomendaciones priorizadas.

El diagnóstico de los temas urbanos: calidad de vida, habitabilidad, espacio público y autoconstrucción no pretende señalar únicamente las problemáticas sino a partir de su análisis proponer algunas líneas de acción, que no son más que afirmaciones generales que tratan de tomar en cuenta el carácter sistémico de los te-mas expuestos por lo que cada una de ellas necesitará de una posterior profundización. Éstas se encuentran dirigidas a los diversos actores de la urbanidad en la Ciudad de México:

Promover una relación interinstitucional eficaz

que permita enfrentar los problemas urbanos de ma-nera estratégica y coordi-nada, evitando desfases

entre programas y políticas

Promover la intervención de la sociedad civil en la

toma de decisiones al res-pecto de la cuestión urba-

na, difundiendo los canales de participación ciudadana

existentes, como son las asambleas de barrios y

comités vecinales, expresa-dos en la Ley de Participa-

ción Ciudadana del DF.

Mejorar los programas de producción social de vivienda ya existentes a través de:

a) creación de un sistema de evaluación perma-nente.

b) capacitación técnica sobre materiales y cons-trucción.

c) un programa de subsidios, enfocado directa-mente en el mercado hipotecario.

d) participación de las instituciones de vivienda como el INFONAVIT, FOVISSTE e INVI.

e) universalizar los programas de acceso a la vivienda.

Establecer indicadores, ge-neralizados a todos los pro-gramas y políticas publicas,

que determinen un nivel básico de habitabilidad y

calidad de vida, lo cual gene- Rescate de la infraestructu-ra existente de los espacios públicos. En el caso de los deportivos, la renovación

de sus elementos estructu-rales generará un efecto

multiplicador de la calidad de vida de las colonias ale-dañas a través de progra-

mas efectivos, coordinados y fomentados desde las

instituciones públicas y la ciudadanía.

Reconocimiento, apoyo y

regulación de la auto-construcción como una

dinámica útil para dismi-nuir el déficit de la vivien-da en la Ciudad de Méxi-

co. En caminar dicho fenómeno a través de las

instituciones públicas permitirá aprovechar el capital social generado para proyectos destina-dos a la mejora de las

viviendas autogestiona-

La mejora de la calidad del espacio público no se encuentra en la criminalización del ambulantaje sino en su tratamiento espe-cializado orientado hacia la regulación, or-denamiento y disminución a través otros

frentes como el aumento de las oportunida-des de empleo formal.

Priorizar el equi-librio entre el

espacio público y el crecimiento

poblacional.

La vivienda y autoconstruc-ción deben temas centrales en la agenda pública a fin de mejorar la calidad de vida y habitabilidad para los habi-

tantes.

Transparentar las acciones del Estado en relación con la construcción de vivien-da en el campo del uso de suelo, mercado inmobilia-rio e hipotecario y la ges-tión de recursos, lo cual

promoverá cierto grado de responsiveness. Esta ac-

ción debe centrarse en las delegaciones, en las cuales los trámites burocráticos y la corrupción desincenti-van la gestión social de la

urbanidad.

Hacer de cono-cimiento públi-co la relación

entre el Estado y las inmobilia-rias involucra-das en la cons-trucción de la

vivienda social.

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