Dialectología del español

download Dialectología del español

of 50

description

orígenes del español latín vulgar, latín cultolenguas romances

Transcript of Dialectología del español

CANO AGUILAR , RAFAEL(1988) EL ESPAOL A TRAVS DE LOS TIEMPOS

CANO AGUILAR , RAFAEL(1988) EL ESPAOL A TRAVS DE LOS TIEMPOS.Madrid, Arco/Libros, S.A.

PRIMERA PARTE

CAPTULO I

LOS ORGENES DEL IDIOMA.

Desde cundo existe la lengua espaola (o castellana, conflictiva dualidad que veremos en su momento)? No es fcil responder a una pregunta como sta. Slo sabemos con cierta seguridad desde cundo hay textos escritos en una forma lingstica a la que podemos denominar as. Pero es indudable que ya entonces llevara siglos de vida: las lenguas suelen tardar mucho tiempo en pasar a la escritura (y la inmensa mayora de las que existen o han existido no lo ha conseguido). Ese momento inicial slo puede inferirse por conjeturas, en las que, adems, habr que hacer intervenir datos diferentes a los avatares de la propia lengua.Por otra parte, tampoco la pregunta es adecuada, ni parece responder a ninguna realidad. Por lo que sabemos del modo en que cambian las lenguas, cualquier decisin en este sentido contendra una elevada dosis de arbitrariedad (aunque todas puedan justificarse, en mayor o menor grado). Si bien es cierto que pueden producirse discontinuidades y transformaciones abruptas, tambin lo es el que nunca podemos decir que en un momento dado de la historia de una comunidad lingstica su lengua deja de ser, p. ej., latn para empezar, p. ej., castellano (o cualquier otra lengua romnica). Lo nico que podemos saber, y no siempre con precisin, es cundo una lengua ya formada empez a utilizarse en un nuevo mbito (p. ej. el latn en la Pennsula Ibrica, el castellano en el Valle del Guadalquivir, o el espaol en las tierras americanas).Por todo ello, la historia de una lengua ha de incluir, necesariamente, su prehistoria. En primer lugar, porque hemos de reconstruir las etapas primitivas de las que no tenemos documentacin escrita directa. En segundo lugar, porque para entender su gnesis y desarrollo debemos conocer sus antecedentes no slo saber de qu otra lengua se origin y cmo, sino tambin en qu lugares se fragu, a cules y cmo se extendi, y, muy especialmente, con qu otras formas lingsticas entr en contacto, incluyendo entre stas aquellas anteriores a su antecesora inmediata y que existieron en el mismo entorno geogrfico.

LA APARICINDEL IDIOMA CASTELLANO.

El castellano es una de las varias lenguas romances, romnicas o neolatinas, surgidas del latn: en su origen no debi ser sino una ms de las variantes dialectales que esa lengua importada adquiri en ciertas zonas y entre ciertos hablantes de la Pennsula Ibrica y que, al ir desarrollando y consolidando sus rasgos propios, acab siendo una entidad lingstica suficientemente diferenciada.

La conciencia de esta gnesis es ya antigua en Espaa: empieza a formularse a finales de la Edad Media, adquiriendo la forma de la tesis de la corrupcin , tan reiterada en los Siglos de Oro, segn la cual el castellano no es sino latn degenerado por el contacto con gentes brbaras (godos, rabes, etc.), aunque muy pocos intentaran precisar los modos concretos de tal corrupcin (los eruditos que en el s. XVII defendieron la idea de un castellano primitivo independiente del latn, no tuvieron, lgicamente, continuadores). Como vemos, pues, la Filologa romnica, disciplina ya cientfica, no ha hecho en los ss. XIX y XX sino llevar al extremo la lnea de investigacin indicada.

Primitivos dialectos castellanos

Las primeras muestras histricas de esta lengua son de ndole muy dispar. En algn caso hay referencias a la lengua de los castellanos en textos escritos en otra lengua: as, el conocido verso del Poema de Almera (h. 1150); dato, pues, algo tardo) la copara con el resonar de tambores y trompetas de guerra (illorum lingua resonat quasi tympano tuba); otras alusiones coetneas citadas por los historiadores son demasiado vagas y generales.Mayor inters tiene su aparicin directa, en principio en forma de palabras o frases insertadas en textos latinos y, por fin, de manera ya exclusiva, constituyendo textos propiamente castellanos. Esto ltimo tardar tambin bastante en producirse: de hecho, no ocurre hasta fines del s. XII y principios del XIII. La presencia del romance castellano se da, en progresin creciente desde el s. X en los documentos de tipo jurdico: privilegios y fueros reales y nobiliarios, contratos de compra y venta, etc., hasta arrinconar el latn a meras frmulas estereotipadas en los documentos de finales del XII. En la centuria siguiente el uso del romance castellano se consagrar definitivamente, no ya slo en este tipo de textos, sino en casi cualquier otro. Es una situacin muy distinta a la del francs, que aparece en un texto completo ya en 842 (con los Juramentos de Estrasburgo), pero bastante parecida a la de las otras lenguas peninsulares, cuyas primeras manifestaciones plenas surgen tambin entre los siglos XII y XIII.

Hay, ciertamente, textos anteriores a esta poca en zonas que eran o acabaran siendo castellanas, pero que sin embargo presentan rasgos lingsticos no castellanos: los ms notables son las famossimas Glosas Emilianenses (del monasterio riojano de San Milln de la Cogolla) y Glosas Silenses (de Santo Domingo de Silos, el Este de Burgos), compuestas a fines del s. X o principios del XI, y dotadas de fuerte impronta dialectal riojana o navarra; varios textos de fines del XII tampoco son castellanos stricto sensu; en algunos hay elementos mozrabes (el habla romance de la Espaa musulmana), como en el Fuero de Madrid; en otros se dan rasgos orientales: en la Fazienda de Ultramar, un relato de viajes por Tierra Santa mezclado con traducciones bblicas, se dan cita elementos occitanos, catalanes y aragoneses; otros, por fin, como el Auto de los Reyes Magos, compuesto en Toledo, tienen una huella no castellana difcil de precisar (mozrabe, gascn, cataln?).En cuanto al Cantar de Mio Cid, considerado el primer texto literario castellano, hay que admitir que, lingsticamente, parece pertenecer ms bien al s. XIII que a la poca de 1140 propuesta por Menndez Pidal (lo que no impide que contenga numerosos arcasmos de lenguaje) Otros textos literarios primitivos muestran tambin en su forma presente abundantes caracteres ajenos al castellano: as, la Razn de Amor, poema juglaresco, es aragonesa, y otros poemas del mismo tipo, aunque de contenido religioso (Vida de Santa Mara Egipciaca, Libre dels tres Reys dOrient (o Libro de la Infancia y muerte de Jess), ofrecen numerosos aragonesismos grficos, si bien se atribuyen a los copistas, no a su forma originaria; el poema pico Roncesvalles tiene rasgos navarros; y los Anales Toledanos contienen numerosos mozarabismos, propios de su lugar de composicin; aun el primer poeta castellano de nombre conocido, Gonzalo de Berceo, incluye formas propias de su Rioja natal. Es decir, hasta mediados del s. XIII no hubo una escritura propiamente castellana, lo cual nos dice mucho de cmo se fue configurando la tradicin literaria espaola.

Geografa del castellano primitivo.

La zona originaria del castellano, a juzgar por sus primeros testimonios escritos, se nos presenta bastante bien delimitada: la Montaa cntabra al Norte, el Pisuerga al Oeste y el Pas Vasco y la dicesis de Oca al este enmarcaban lo que desde el ao 800 empieza a denominarse Castilla ( Ebro), del vasco ibai, ibar ro (pero era esta palabra originariamente vasca?). Por otra parte, la presencia cltica fue tambin importante en la zona vasca, aunque quiz no en la estructura propiamente lingstica, sino slo en nombres de lugar o persona (aparte de influencias culturales de otro tipo): vascones parece tener raz cltica.Por ltimo, no hay que olvidar las colonias orientales establecidas en las costas del Sur y en Levante. Las ms antiguas son las fenicias, en general factoras comerciales; del mismo tipo lingstico, aunque ya de carcter militar, son los enclaves pnicos o cartagineses. Por otro lado, las colonias griegas (establecidas por diferentes ciudades). Unas y otras podan entremezclarse, aunque los griegos fueron los nicos en fundar poblaciones en la costa mediterrnea ms al Norte (Valencia y Catalua).La herencia de las lenguas prerromanas

El conocimiento de la situacin lingstica prelatina en la Pennsula tiene para nosotros un inters relativo; ninguna de estas lenguas, con excepcin del vasco, sobrevivi al Imperio Romano (al menos, no tenemos ningn datos de ello), por lo que su influjo en la formacin del castellano, o de cualquier otra lengua romance, no puede ser ms que indirecto. Esto es, precisamente, lo que ms atrae a los investigadores: la imagen ms extendida es que los romanos invasores (soldados, colonos, comerciantes, magistrados, etc.) impusieron el latn a todos los hispanos, lo que en la mayora de los casos se logr tras una larga etapa de bilingismo, suficiente para que penetraran en el habla latina triunfante al final muchos de esos rasgos primitivos; as, tales rasgos, en ltimo trmino, son vistos como responsables de la ruptura del latn, de su evolucin, y de la existencia de determinados procesos de cambio en el romance hispnico. Nos hallamos, pues, ante lo que la Lingstica histrica viene llamando sustrato desde el siglo pasado.

Es evidente que esta imagen est bien fundada: sabemos que el latn no se impuso de golpe ni a fuerza de decretos, sino a travs de un largo proceso en el que hay que tener en cuenta la mayor o menor prontitud con que las distintas zonas se integran en el mundo romano; tambin es importante el tipo de latn que se difunde, debido a qu gentes romanas se instalan en cada zona: un habla ms vulgarizante estar ms abierta a influencias de las lenguas indgenas que otra de carcter ms culto; por ltimo, hay que considerar el nivel social y cultural de las poblaciones romanizadas: la latinizacin fue mucho ms intensa en las provincias que tenan un grado alto o aceptable de cultura, mientras que sera slo superficial en las ms incultas (que coincidan, por cierto, con la ms tarde conquistadas). Ciertamente, la pervivencia de los elementos prerromanos parece garantizada por el hecho de que los romanos realizaron la divisin administrativa de Hispania, respetando las fronteras tnicas existentes; es posible que as se transformaran las diferencias lingsticas primitivas en diferencias dialectales dentro del latn adquirido.No obstante, el recurso al sustrato como elemento explicativo de la evolucin latino-romnica presenta muchos problemas. En primer lugar cuando no conocemos la lengua primitiva difcilmente podremos sealar qu de ella pas al latn y pervive en romance; en muchas ocasiones, deducimos los rasgos de esa lengua sustrato precisamente a travs de hechos romnicos inexplicables de otro modo, y que suponemos pueden deberse a esa causa; incluso se da el caso de que los romanistas postulen la existencia de un sustrato a partir de situaciones de este tipo, sin que haya ninguna otra justificacin histrica para ello. Esto es precisamente lo que encontramos en la Pennsula Ibrica: las inscripciones ibricas, las ms abundantes, han podido ser ledas, pero no interpretadas; de las lenguas pre-clticas slo tenemos nombres propios (de dioses, de lugar, etc.) y poco ms (en cambio, la documentacin celtibrica es abundante). Nada hay, por el contrario, de las dems.Por otra parte, el sustrato ha de interesarnos por su presencia en romance (y en latn previo). En este sentido, hemos de distinguir si lo que se transmiti fue un proceso lingstico vivo, o un elemento cualquiera, que sigui actuando o produjo determinadas reacciones; o, por el contrario, fueron elementos ya fijados en su forma (palabras, sufijos sin capacidad expansiva, etc.); prcticamente imposible de determinar es si hay otras huellas de sustrato, tales como preferencia por ciertos tipos de sonidos, ciertas formas de ordenacin sintctica, etc.

Son abundantes las reliquias prerromanas conservadas en castellano. Como tales, se trata casi siempre de palabras sueltas o de algn que otro sufijo: entre las primeras, predominan, como es usual, los topnimos, y tambin ciertas denominaciones de elementos fsicos caractersticos de la Pennsula.. Los topnimos, por su fijeza, han sido utilizados para delimitar las reas tnico-lingsticas; sin embargo, no necesariamente han de reflejar la lengua hablada en esa zona (pueden responder, por ejemplo, a estratos anteriores). En cuanto a los dems trminos, por lo general menos limitados geogrficamente, los que ms dificultades plantean son los preindoeuropeos, dada nuestra ignorancia sobre cmo eran las lenguas no clticas de la Pennsula. Incluso las palabras que tienen correspondencia en vasco no tienen por qu ser vascas: pueden pertenecer a un estrato anterior al vasco conocido, que podra ser de tipo ibrico o preibrico; o pueden ser prstamos vascos a lenguas que tuvieran algn contacto geogrfico con l (o prstamos antiqusimos de esas lenguas al vasco), no hay que olvidar, adems, que el vasco ha seguido coexistiendo, primero con el latn y luego con el romance: hay tambin vasquismos de poca muy posterior. Por ltimo, es tambin difcil de explicar la presencia de algunos de estos trminos prerromanos fuera de la Pennsula (salvo, naturalmente, los de raz indoeuropea): suelen darse en torno al Mediterrneo o en Crentroeuropa, y han dado lugar a todo tipo de especulaciones sobre pueblos y movimientos migratorios primitivos.

A ese vocabulario preindoeuropeo pertenecen nombres de accidentes geogrficos como cueto cerro. Barranco, alud, barro, arroyo, charco, balsa; de plantas como chaparro mata de encina o roble, carrasca, encina, mata conjunto de rboles o arbustos; de animales como sapo, becerro; y otras como legaa, sarna o, quiz, sobaco (relacionadas con el hombre), objetos como abarca, cama, etc. En varios casos la palabra castellana procede directamente del altn, pero los autores antiguos nos hablan de su origen hispnico, sera el caso de CUSCULIUS (>coscojo), CUNICULUS (>Conejo), GURDUS necio (> gordo), PLUMBUS (> plomo), etc.Tambin forma parte de este estrato ciertos sufijos, aislables por repetirse en diversas palabras, pero ya sin vitalidad. Como nos muestra el que no presentan un sentido claro ni hay nuevas formaciones con ellos. Se trata de -rro (baturro, cacharro?), -ieco, -ueco (mueca, morueco, Batuecas), -itano o -etano, usado mucho en pueblos de este tipo (aquitanos, lusitanos, carpetanos, etc.); muy discutido es el origen patronmico espaol en -z (Ferraz, Gmez, Muiz, Muoz, Ferruz), al que se le han supuesto races ibricas, vascas, gticas y arbigas, sin que an se haya llegado a ninguna conslusin. Por ltimo, son tambin prerromanos, aunque no slo hispnicos sino propios del Mediterrneo occidental, los sufijos tonos -ala, -ara, -aga, -ana, -ama, presentes en topnimos: Lngara, Cutara, ant. BRACARA, BRACANA, BRACALA (>port. Braga), Sstago, y en trminos comunes: lgamo o lgano, carmbano o carmbalo, (a)rreppalo, zngano, galpago; llegaron a incorporarse a lexemas latinos: cinaga (< CAENUM > cieno), relmpago, lucirnaga, mdano, cscara, vstago, murcigano y murcigalo (>murcilago), y atraer a otros sufijos de contextura fnica semejante: cerncalo (por CERNICULUM > cerncolo o cerngolo en castellano medieval), pmpano (cabaa), PALANTIA (>Palencia), y algn otro; para algunos, tambin lama cieno, aliso o nava tierra llana entre montaas tienen este origen; conocida es la procedencia ligur atribuida al sufijo -asco, frecuente en el Norte peninsular (Velasco. Biosca, Benasque, , etc.). Naturalmente, hay que descartar los numerosos celtismos del latn difundidos desde ste al romance (camisa, cerveza, legua, carro, carpintero, etc.). Por otro lado, siempre habr que contar con que los celtas trajeran a la Pennsula voces no indoeuropeas, o con que en sta existieran ya trminos que en otras zonas europeas haban sido incorporados por los celtas: en ninguno de los dos casos se tratara de celtismos propios.Hechas estas salvedades, del lxico celta peninsular parecen proceder unas pocas palabras (en menor nmero, ciertamente, que de otras procedencias): lamo, huelga huerta a la orilla de un ro (hoy slo subsiste en el topnimo Las Huelgas), comba, brezo, gren y grea, quiz porra, colmena, gancho, huero y bro, uno de los pocos trminos no materiales de origen prerromano. El sufijo -iego; andariego, mujeriego, gallego, manchego, labriego, etc., es tambin considerado cltico (aunque en l hayan confluido luego elementos latinos, y aun posteriores); su mayor presencia parece haberse dado en el Noroeste de la Pennsula.La toponimia cltica es ms abundante, y delimita bastante bien la zona indoeuropea peninsular: as, los nombres con -briga (fortaleza) abundan en todo el Oeste (an llegaron a formarse en poca romana: Juliobriga, Flaviobriga, etc., todos en el rea occidental), con alguna incursin en el Levante (segbriga, en Valencia); los nombres con Seg- (victoria) se hallan tambin en el Centro y Oeste: Segovia, Sigenza; en cambio, son escasos los topnimos con -dunum, que parecen responder a una invasin cltica posterior (curiosamente, stos se dan ms en Catalua y Aragn). El resto de la toponimia cltica: los derivados de Clunia (como Corua) o los compuestos con Argant- plata (Arganda, etc.), y otros, presentan la misma distribucin geogrfica que los primeros: aqu la atribucin cltica es siempre mucho ms segura.

La colonias fenicias, pnicas y griegas dejaron slo unos pocos topnimos, aunque entre ellos figuren algunos muy conocidos. De origen fenicio parece ser el primer nombre de la Pennsula, el adoptado por los romanos (frente a la Iberia de los griegos): Hispania procede de *i-sephan-mi isla (costa) de conejos; tienen la misma procedencia Cdiz (< GADIR), Mlaga, medina, Sidonia (donde se reconoce el Sidn fenicio), etc. De origen cartagins son Cartagena (con el ibrico -ena aadido), Mahn o Ibiza.De los nombres que los griegos dieron a sus enclaves costeros quedaron pocos: Ampurias, Rosas, etc. Pero ningn helenismo del espaol pertenece a este primer contacto del mundo griego con la Pennsula.

Mucho ms compleja y discutible parece la nocin de sustrato cuando lo que se le atribuye no es la presencia de tales o cuales elementos (que, hasta ahora, slo son de naturaleza lxica) sino la puesta en marcha de determinados procesos de cambio en la lengua que sobrevive: lo que a veces se llama reaccin sustratstica. En este punto hemos de conocer muy bien, por un lado, si dicho proceso se daba, y cmo, en la lengua de sustrato; y, por otro, las razones por las que se insert, y cmo actu a partir de entonces, en la otra lengua. En el campo de los sustratos prerromanos raramente puede cumplirse la primera condicin. Tampoco se ha tenido en cuenta la mayor o menor proximidad estructural y gentica entre las lenguas en contacto: como ha sealado A. Tovar, es mucho ms probable la influencia sobre el latn por parte de lenguas de la misma familia (las indoeuropeas) que por otras de tipo estructural diferente.Sin embargo, como ya sealamos ms arriba, la accin de los diferentes sustratos en las comunidades del Imperio Romano en su proceso de latinizacin ha sido una de las causas que con mayor insistencia se han aducido para la fragmentacin del latn. Los sustratos estaran, principalmente, en la base de los caracteres distintivos de las lenguas romnicas entre s. En este punto, y atenindonos al espaol, habra que diferenciar:

-Procesos de cambio originados por la existencia en la otra lengua de elementos de su estructura o de su realizacin que, al incorporarse a la nueva lengua, provocan en ella determinados procesos de transformacin. En nuestro caso, se tratara ms bien de casos de ausencia: la inexistencia de fonemas labiodentales en vasco, ibrico o en la lengua cntabra sera la responsable de la aspiracin y prdida de f- latina (filu > hilo), o de la confluencia fonolgica de b- y v- (baca pronunciado igual que vaca).-Procesos de cambio existentes en un alengua y que se transmiten a aquella con la que entra en contacto. Sera el caso de la sonorizacin de las consonantes sordas intervoclicas (APOTHECA > bodega), fenmeno incorporado de las lenguas clticas, o el de la metafona o inflexin voclica por vocal cerrada final (FECE > hice).

Si bien adelantamos que parecen mejor fundadas las explicaciones del segundo tipo, dejaremos la discusin de estos posibles fenmenos de sustrato para la consideracin en cada caso de los diferentes cambios.

La romanizacin

La incorporacin de la Pennsula ibrica al mundo poltico dominado por Roma es un proceso relativamente bien conocido tanto en el aspecto militar de la conquista como en el de la aculturacin de los pueblos peninsulares segn los moldes romanos. A partir de 218 a. C. el Levante (la zona ibrica) y el Sur (la zona tartesia) son rpidamente sometidos al podero romano: tras la rebelin de 197, pronto sofocada, estas provincias (la Citerior y la Ulterior) quedarn integradas de forma definitiva. A lo largo del siglo II a. C. se produce la conquista de las zonas indoeuropeas, mucho ms pobres y belicosas; las guerras lusitanas (155-139) y celtibricas (153-151 y 143-133) sern los perodos culminantes de esta etapa. En el s. I a.C. se sucedern las guerras civiles romanas que tienen su reflejo en la Pennsula: la rebelin del itlico Sertorio en Huesca, y la contienda entre los partidarios de Csar y pompeyo (muy abundantes stos en la Pennsula). Por fin, entre el 29 y 19 a.C. se producen las guerras contra cntabros, astures y galaicos; tras ellas, Hispania ser ya una provincia pacata (provincia pacificada).

La romanizacin lingstica y cultural fue paralela a este proceso, y tuvo en cuenta la naturaleza de los pueblos que se iban incorporando a Roma. sta combinaba, para traerse a los indgenas, los procedimientos represivos y la seduccin pacfica, en especial de la aristocracia y las capas dirigentes nativas. Sabemos que la romanizacin fue completa en las zonas que ya eran ms cultas a la llegada de los romanos: el Sur y el Este, y en cambio fue superficial en el Centro, y mnima en el Norte y Noroeste. Hay abundantes datos de que en plena poca imperial sobrevivan la organizacin social, las costumbres (a veces brbaras), las creencias, los nombres personales y las mismas lenguas de esos pueblos; as nos lo indican inscripciones en lenguas clticas o en alfabeto ibrico, noticias de historiadores romanos como Tcito; incluso parece que pervivencias de este tipo pueden rastrearse en plena poca visigtica. De hecho, una de esas lenguas: el vasco, ha llegado hasta nuestros das. Por el contrario, sabemos que en la Btica deba hablarse un latn muy puro, pues el gramtico Varrn ( s. I a.C.) cita a Crdoba entre varias ciudades italianas que conservan elementos latinos antiguos; ciertamente, esto parece contrariar lo que nos dice Cicern sobre el acento de los poetas cordobeses (pinge sonantes et eperegrinum), o con la noticia de que el emperador Adriano (s. II d.C.) despert las risas de los senadores romanos por su acento regional.Todo esto no slo tiene que ver con la mayor o menor facilidad para la transmisin para la transmisin de rasgos lingsticos indgenas (la cuestin del sustrato) sino tambin con la mayor o menor propensin a sufrir transformaciones y a dejar en libertad los impulsos disgregadores de origen interno: una lengua simplificada, fuera de presiones normativas de raz cultural (. Tovar ha llegado a hablar de un latn pidgin como propio de esas situaciones), acabar siendo muy diferente a su forma a su forma original importada. Ahora bien, en este sentido no hay que olvidar que fue en las zonas monolinges latinas (en especial Italia) donde brotaron, en pocas ms o menos tardas, muchas innovaciones, mientras que en zonas bilinges el latn se mantuvo mejor, gracias a su carcter de lengua aprendida en la escuela.

La romanizacin del interior de Hispania parti, como es lgico, de las zonas ya romanizadas: las provincias Btica (el Sur, antes tartesio, pero con reas ibricas, clticas y pnicas) y Tarraconense (originariamente, el Levante ibrico). Ambas desarrollaron un tipo diferente de latn: la Btica, urbana y culta, acogi en general a romanos de mayor nivel social (magistrados, etc.), por lo que su latn fue ms conservador y puro (hemos visto que incluso un gramtico romano lo reconoca); el peso de la escuela y la instruccin como medio de difusin del latn debi ser en ella mucho mayor. Por el contrario, la tarraconense fue habitada sobre todo por soldados, colonos del sur de Italia, comerciantes, etc.; era una zona ms abierta a la comunicacin con Galia e Italia, atravesada por vas que venan de Roma; su latn fue ms vulgar y receptivo a las innovaciones que procedan del centro del Imperio; al mismo tiempo, se afirma que afirma que contena numerosos dialectalismos suritlicos, introducidos haca poco en el latn por antiguas hablantes oscos, sabinos, lucanos, etc.: fueron muchas las gentes del Sur de Italia que, por razones econmicas o a consecuencia de las guerras civiles del s. I a.C. en Italia, emigraron a esta provincia hispana.Este primer germen de diferenciacin en el latn hispano (aparte de los sustratos, que en estas dos provincias no parecen haber actuado) se propag al resto de la Pennsula a medida que se produca su conquista: el latn de la Btica ascendera por el Oeste y llegara hasta las zonas galaicas, astures, incluso cntabras: de esta forma, el conservadurismo de los dialectos romnicos nacidos en estas zonas heredara el carcter conservador del latn btico. Por el contrario, el latn popular de la Tarraconense se difundira por el centro, hasta chocar con la corriente en la zona donde, precisamente, al cabo de los siglos brotara el romance castellano, que, por tanto, tomara elementos de ambos.

3.3.1.1. Esta tesis, desarrollada por harri Meier, aceptada por Menndez pidal y la mayora de los hispanistas, presenta sin embargo algunos inconvenientes. Aparte de fiar en exceso los caracteres de los dialectos romnicos la situacin latina (y prelatina) no parece que algunas de esas caractersticas, de las utilizadas como apoyo para esta imagen de la latinizacin hispnica, encajen adecuadamente en ella. Uno de los rasgos diferenciales sealados era el carcter dialectal del latn importado a la Tarraconense, con evoluciones que luego pasaran al cataln, aragons o castellano, pero no al portugus o a los dialectos occidentales. Entre esas evoluciones H. Meier seal las monoptongaciones AU > o (TAURU > toro), AI > e (PRIMARIU > PRIMERO), MB > m (LUMBU > lomo, ND > n (slo en cataln y aragons: GERUNDA > Girona; ste es el nico fenmeno verdaderamente extendido en las lenguas itlicas y en el latn del Sur de Italia), -U > -o: Menndez Pidal cit tambin la asimilacin LD > ll (espordica en varias zonas de la Pennsula: HERMENEGILDUS > Armillo), y ciertas sonorizaciones tras nasal o lquida que se hallan en el Pirineo aragons (cambo, aldo, parde, etc.). Otros investigadores aadieron numerosas concordancias lxicas entre el Sur de Italia y la pennsula Ibrica, en especial en las lenguas y dialectos centrales y orientales; tambin se incluyeron aspectos sintcticos, tales como la preposicin a ante Objeto Directo personal (he visto a tu padre), el desplazamiento de HABERE por TENERE (como verbo de posesin y como auxiliar), el empleo de FUI tambin como pretrito del verbo que signifique ir, etc. A todo esto habra que aadir la abundante toponimia comn (el caso ms llamativo, aunque no deje de ser discutido, sera OSCA > Huesca) y las viejas relaciones desde la poca romana (que tuvo su cumbre en la rebelin del osco Sertorio en esta zona). Sin embargo, estos fenmenos ya no muestran una coincidencia tan ntida: p. ej. los sintcticos se dan tambin en portugus, aparte de en otros puntos de la Romania; incluso varios de los fenmenos sealados ms arriba presentan graves problemas (escasa o nula documentacin latina y prelatina en Italia, dificultades de cronologa, etc.) para ser aceptados sin ms como herencia de ese latn dialectal en el Centro y Este peninsulares.En otros dos cambios peninsulares, ha sido defendido ardientemente el origen suritlico, pero su distribucin geogrfica viene a contradecir la tesis de meier. La metafona, o cierre de la vocal tnica por una vocal cerrada final (TOTU > port. tudo, perro > ast. Pirru), se da en portugus (no en gallego) y asturiano central; en ste la metafona interviene en el llamado neutro de materia, de modo que los sustantivos individuales presentan metafona (un pilu), pero los colectivos o de materia no (el pelu) (por otro lado, estos sustantivos pueden no seguir la concordancia formal, si son femeninos: lagua est bueno). Ambos fenmenos ocurren tambin en el Sur de Italia, pero ste no es el reparto que se daba en los otros casos.Ms complicado es lo que ocurre con lquidas y nasales. En todas las lenguas peninsulares, salvo el gallegoportugus la geminadas latinas -LL- y -NN- se palatalizan, en lo que coinciden de nuevo con el Sur de Italia. Sin embargo, la coincidencia ms asombrosa es la de las articulaciones cacuminales para los herederos de estos grupos latinos, articulaciones que aparecen en Asturias occidental y central, quiz existieran en el Pirineo aragons, y se encuentran tambin en el Medioda italiano y sus islas (naturalmente, esto no implica identidad fontica ni distribucional entre las dos zonas). Tambin se seala, como rasgo comn de base, el refuerzo de L- en ll- (leons y cataln: LINGUA > AST. llingua, cat. llengua) y de N- en - (frecuente en leons: udo, ariz); ese refuerzo puede ser cacuminal en las mismas zonas que lo tienen para -ll-. En cambio, el refuerzo de R- en rr-, tambin suditaliano, es comn a toda la Pennsula Ibrica. De ninguna de estos cambios hay muestras en la poca latina; aparte de ello, en su distribucin vuelven a no coincidir por entero con los otros cambios a los que se atribua origen suritlico.

La Pennsula Ibrica fue la primera conquista romana en la Europa occidental (excepcin hecha de las islas: Sicilia, Cerdea y Crcega, ocupadas desde mediados del s. III a. C.). Es cierto que hasta finales del s. I a. C. no acab de ser sometida, pero tambin lo es el que desde principios del s. II a.C. ya estaban dominados por completo los puntos desde donde partira la ocupacin del resto. Por tanto, la presencia del latn en la Pennsula es antigua: arranca de un perodo que no es an la poca clsica, y en el que existen formas que desaparecern o sern arrinconadas por el desarrollo posterior de la lengua latina. En suma, el latn que se implanta en Hispania es de tipo arcaico, y pese a conservar los vnculos con en resto del mundo romano mantendr numerosos arcasmos que luego subsistirn en los romances hispnicos.Es probable que ese carcter arcaizante se deba tambin a que Hispania era una zona lateral, si no marginal, del Imperio (tal como afirman los lingistas italianos): ello implicara las numerosas coincidencias, de orden lxico sobre todo, entre los romances hispnicos y el rumano (precisamente la lengua romnica de abolengo ms moderno: Dacia fue conquistada en el s. II d.C.). En este caso, los arcasmos han de remontar a una poca latina ms tarda: simplemente, la anterior a la separacin de Dacia del resto del Imperio (271 d.C.). Pero tanto en uno como en otro tipo de arcasmos la Pennsula Ibrica se muestra en oposicin con el francs y el italiano, que heredan al latn central mucho ms innovador; por el contrario, coincide con el Sur de Italia y con las islas as como con el rumano.Ciertamente, el arcasmo de los romances hispnicos dentro del mundo romnico no deja de ser discutible: ni toda Hispania puede considerarse rea marginal del mundo romano (menos an provincias como la Tarraconense) ni de esas reas pueden considerarse excluidas las innovaciones. Por otra parte, los arcasmos ataen casi slo al lxico; en la evolucin fontica y morfosintctica el panorama es muy distinto: aqu los romances hispnicos son igual de avanzados, o ms, que el italiano, bastante menos que el francs, y, salvo algn caso, no suelen coincidir con el rumano

Son bastantes los arcasmos hispanos que remontan a la poca de la conquista; entre ellos algunos aparecen en autores romanos que estuvieron en la Pennsula: podemos ver as cmo en Hispania se asent este tipo de latn. A esta capa pertenecan: LABRUM > lebrillo, POCILLUM > pocillo, ROSTRUM pico, hocico > rostro, CAPITIA (de CAPITIUM capucha, orificio superior de la tnica)> cabeza, PERNA pernil > pierna APTARE > atar, etc. Otros arcasmos caractersticos, bien conocidos, son COVA > cueva, CUIUS-A-UM > cuyo, -a, y quiz los indefinidos ninguno, nada.En otros casos, son las formas clsicas las que perviven en Hispania (acompaada a veces de otras zonas romnicas), mientras que el Centro del Imperio prefiri innovaciones ms tardas. Son los casos de AUDIRE > or, MULIER > mujer (persona de sexo femenino y esposa), , COMEDERE > comer, CRAS > cras maana, EQUA > yegua, y muchos otros (p. ej., ciego, cuna, herbvir, rogar, queso, etc.); dentro de las formas gramaticales: MAGIS ms (para la comparacin), la terminacin -AGINTA (> -aenta, -enta), el mantenimiento del sistema ternario en los demostrativos, o la conservacin del antiguo pluscuamperfecto de indicativo y del futuro perfecto, si bien con notables desplazamientos de valor (amara, amare). Algunos investigadores aaden, dentro del nivel fnico, el idtico tratamiento de las vocales en slaba libre y trabada (Hispania, Sur de Italia y rumano): NOVUS > nuevo = PORTA > puerta, frente a su diferenciacin en francs e italiano (cfr. neuf/porte). Incluso hay quien asigna a este momento la ausencia de articulacin labiodental para /f/ (y la nueva /v).Por ltimo, ocurre tambin que en la Pennsula hallamos innovaciones respecto del latn clsico, pero anteriores a las que triunfaron en el Centro de la Romania. Es en estos casos donde, principalmente, suelen coincidir los romances hispanos y el rumano. Se trata, entre otros, de: FABULARI > hablar, AFFLARE > hallar, FORMOSUS > hermoso, etc. A estas innovaciones tempranas y arrinconadas pertenecen tambin querer (desear y amar), PERCONTARI > preguntar, CAMPSARE > cansar, y otros.

De acuerdo con todo lo anterior, no podemos esperar demasiadas innovaciones peculiares en el latn de la Pennsula Ibrica. Muy pocas, adems, se atestiguan en poca latina; entre ellas estn dos de amplio alcance en la estructura gramatical la eliminacin de la conjugacin en -ERE -la primera e es breve- (no slo el trasiego de verbos entre conjugaciones, segn ocurra en otras zonas) y el desarrollo de a (< AD) ante ciertos Objetos Directos. En cambio, s se citan neologismos lxicos; en poca imperial. FORMACEUS > hormazo pared, y, ms tardamente (los cita Isidoro de sevilla), ANTE-NATUS > alnado (o entenado), CAPTARE > catar ver, AMARELLUS (< AMARUS) > amarillo, etc. Carcter innovador de Hispania, frente a un mayor conservadurismo de la zona central, puede verse en unos pocos casos: GERMANUS > hermano, SERARE > cerrar, tener con valor posesivo, etc. Los neologismos que se aducen, casi siempre lxicos, han de ser inferidos del romance como tal,, sin que sepamos, pues, si la novedad es latina o romnica.

DE LA ANTIGEDAD LATINA AL MEDIEVO ROMNICO

El latn instalado en Hispania debi de presentar, segn hemos visto, particularidades notables, debidas a causas diversas (lenguas antiguas, tiempo de difusin, etc.). No obstante, era la misma lengua del resto del Imperio, la que Roma, su cuna, haba difundido por casi todo el mundo entonces conocido. En la poca imperial se nivelaran muchas de las diferencias que hemos supuesto: Hispania se comunicaba con las reas centrales (galia, Italia) a travs de los Pirineos, y con frica por el estrecho de Gibraltar.La latinizacin de Hispania fue, en lneas generales, completa: ello no slo se muestra en la floracin de autores latinos (Sneca, Marcial, Columela, Lucano, etc.) y en la existencia de grandes focos de latinidad (Hispalis, Corduba, Emerita, Tarraco, etc.), sino muy especialmente en que era el latn la nica lengua empleada hasta en los escritos ms humildes. Es dese latn hablado por todos popular o vulgar (frente a la modalidad literaria ms fijada), de donde surgieron las lenguas romances y, entre ellas, el castellano.

El latn vulgar

Con el nombre latn vulgar se viene denominando esa forma lingstica no literaria, madre de todas las lenguas romnicas. Es un concepto antiguo, nacido con la Filologa Romnica: fue acuado por F.Diez y consagrado por H. Schuchardt; desde entonces se ha convertido en una categora utilizada de forma universal. En realidad, sus antecedentes son del mismo latn: Cicern menciona el plebeius sermo, o lengua popular, que puede emplearse, p.ej., en las cartas, y el vulgaris sermo, la manera corriente de hablar (que Cicern recomienda no olvidar), nombrada tambin a veces sermo cotidianus. Diferenciacin sociocultural unida a la geogrfica era la que establecan sermo urbanus frente a sermo rusticus (pues en ste podan quedar formas dialectales itlicas): haba, adems, entre ellos una clara distincin dde valor (positivo el primero, negativo el segundo), tal como se observa en Cicern o Quintiliano. Un paso ms parece ser el que dan autores como Sneca en el s. I d.C. o Agustn de Hipona en el s. IV, al oponer latine a vulgo, con lo que se implica que la forma no vulgar era la latina por antonomasia. Los humanistas del renacimiento tenan tambin muy clara, aunque erraran al explicarla, la diferenciacin de las dos lenguas latinas.

Latn vulgar, pese a su antigedad, no es en absoluto un concepto unvoco; su polisemia lleva, incluso, a muchos lingistas a proponer su eliminacin: Paul M. Lloyd ha sealado trece significados atribuidos en diversos momentos a dicho trmino. Los latinistas nunca han estado muy de acuerdo con l, ya que acenta en demasa el elemento no literario del latn y supone una separacin excesiva de los distintos niveles lingsticos. Varios lingistas actuales consideran que la rgida dicotoma entre latn clsico y latn vulgar responde a una visin superada del funcionamiento y el cambio de las lenguas, que no tiene en cuenta la heterogeneidad y variacin existentes en toda comunidad lingstica. En realidad, latn vulgar es un concepto negativo: indica todo lo que no pertenece a la lengua codificada para uso de la escritura literaria desde el s. I a.C. De ah la diversidad de sus sentidos, que pueden agruparse segn las siguientes perspectivas:- En primer lugar, el latn diferenciado socialmente: a ello responden vulgar, popular, etc. Ahora bien, en este punto se mezclan diferencias sociales y culturales de los hablantes latinos (los miembros de las distintas clases y estamentos no hablaran igual) con variaciones estilsticas, debidas a la situacin: esto ltimo es lo que intentan recoger denominaciones como latn familiar o latn coloquial (el sermo cotidianus de Cicern). ste es, por cierto, el valor de vulgar como nombre de la forma no literaria del latn.

- Las diferencias geogrfico-dialectales ya eran conocidas por los romanos: a la oposicin entre sermo urbanus y sermo rusticus (social en su origen) se sumara la diferencia entre el latn de la Urbe y latn de las provincias. Este ltimo presentara numerosas interferencias de las lenguas primitivas de cada zona (los sustratos); pero tambin es cierto que el latn de Italia fue ms popular, lleno de los viejos rasgos itlicos (latinos o no-latinos), mientras que el provincial present mayor homogeneidad (como toda lengua importada), al ser la lengua enseada en la escuela y usada por la Administracin colonial. En todo ello vuelven a interferir consideraciones de orden social: naturaleza y jerarqua de los colonos, modos de la romanizacin, etc.

- Desde el punto de vista diacrnico, como latn vulgar se entiende una realidad coetnea al clsico, diferencia de l segn los parmetros anteriores; o bien el latn tardo, propio del fin del Imperio: aunque hay divergencias en los autores, suele considerarse que en el s. III d.C. termina la poca clsica del latn, despus de la cual ste se degrada continuamente, acogiendo vulgarismos, extranjerismos, innovaciones disgregadoras, etc. Este latn, sin embargo, tendr tambin una modalidad ms cultivada, de la que se desarrollar luego el bajo latn o latn medieval. Hay, adems, otra dimensin dentro de esa perspectiva histrica: en el latn vulgar reaparecen, o continan, tendencias evolutivas, formas, etc., que se daban en la poca arcaica, preclsica, del latn; de este modo, la lengua vulgar parece suponer una continuidad de desarrollo en la que el llamado latn clsico supondra un cierto parntesis o una forma aparte.

- Por ltimo, el latn vulgar puede ser tambin obtenido por reconstruccin a partir de lo que nos ofrecen las lenguas romnicas. La tcnica de la reconstruccin, tanto por comparacin entre lenguas afines (la ms frecuente) como la interna en una lengua, fue uno de los grandes logros de la Lingstica histrica del s. XIX. En el caso de la familia neolatina su actuacin es ms fcil, ya que se conocen el punto de partida y las fases intermedias, si bien stas de forma muy fragmentaria en ocasiones. La necesidad de reconstruccin es clara cuando encontramos muchas formas romances que no pueden explicarse a partir de las formas documentadas en cualquiera de las variantes del latn. Sin embargo, esa lengua reconstruida, abstracta e intemporal, no tiene por qu coincidir con el supuesto latn vulgar hablado por la poblacin del Imperio Romano: muchas formas vulgares documentadas en las fuentes conocidas (inscripciones, textos de gramticos, obras tcnicas, latn cristiano, etc.) no han tenido ninguna herencia en las lenguas romnicas; la reconstruccin a partir del romance tampoco nos proporciona sistemas lingsticos coherentes en un tiempo histrico. Por ello, muchos lingistas llaman a ese sistema, construido a partir de elementos diversos en el tiempo y el espacio, romnico comn o protorromnico, punto de partida ideal sobre cuyo tipo de existencia real no hay por qu pronunciarse.

Muy debatida ha sido la cuestin de la unidad o diversidad del latn vulgar o, en general, la del habla latina en la poca imperial: ello tiene una clara relacin con la gnesis de las lenguas romnicas. As, hay quienes piensan que la diferenciacin interna del latn arranca de la misma poca de su implantacin en las distintas zonas (en relacin con los sustratos y la antigedad de la conquista), por lo que el origen de las lenguas romances podra situarse incluso en el s. I (o II) a.C.; otros, por el contrario, han llegado a afirmar que la unidad lingstica latina llega hasta el s. VIII. Por otra parte, en el problema de la unidad latina hay dos cuestiones: hasta cundo latn clsico y vulgar son formas de una nica lengua?; y hasta cundo los hablantes de latn siguieron compartiendo una misma forma lingstica, y desde cundo hay varias lenguas romnicas? Si bien tales lenguas romnicas? Si bien tales preguntas se refieren a hechos que no tienen por qu coincidir, es habitual pensar que ambos procesos de diferenciacin son paralelos: incluso, suelen presentarse como las dos caras de un mismo fenmeno.Ciertamente, no tenemos textos en latn vulgar (ni puede haber tal cosa): slo tenemos textos latinos con vulgarismos o innovaciones, fenmeno que se va haciendo cada vez ms usual desde el s. III d.C.; no obstante, la presin de los moldes clsicos no dej nunca de actuar, incluso entre los escritores cristianos, que, en un principio, haban preferido emplear la lengua corriente. Ahora bien, la lengua literaria va siendo cada vez ms diferente de la coloquial. (Coseriu seala los siglos III y IV d.C. como punto de partida). Para ello fue decisiva la ruptura de la unidad cultural del mundo romano, paralela a la ruptura de su unidad poltica (primero, con la separacin entre el Imperio de Occidente y el de oriente (395), y luego con las desaparicin de aqul en 476).Esta ruptura, no slo increment el nmero y ritmo de los cambios que separaban la lengua de sus moldes previos, sino que adems permiti el desarrollo, cada vez con menor freno, de los rasgos diferenciales de las distintas zonas del Imperio. Sabemos que el latn conoca variacin dialectal interna, aunque no podamos trazar fronteras claras ni esas diferencias se perpeten en las lenguas romances; pero los centros locales de poder y cultura mantenan una notable unidad: al final del Imperio, sin embargo, empiezan a surgir otros centros (las futuras capitales medievales: Pars, Len, segn seala A. Tovar), menos apegadas a la tradicin culta latina, y que, por ello, van a dejar campo libre a formas vulgares, rsticas (a veces, fruto del bilingismo), a particularismos locales, etc. Frente a ello, la lengua escrita permanece fijada en un estado que corresponde a una situacin ya superada (de ah las numerosas incorrecciones de los textos e inscripciones, que muestran esa falta de correspondencia). Parece iniciarse as una clara disglosia latino-romnica, que, sin embargo, an no es sentida como tal.Con todo ello, puede afirmarse, a partir de la documentacin directa y de la cronologa obtenida por reconstruccin, que hasta 600 d.C. todava puede hablarse de latn, mientras que desde el 800 ya tenemos inequvocamente el romance distinto en cada zona: en esta poca se hacen mayoritarios los elementos diferenciales entre el latn escrito codificado y el habla espontnea de cada regin.

A pesar del constante progreso de la diferenciacin interna (vertical y horizontal) en el latn post-imperial, no tenemos derecho a an a hablar ms que de una lengua. Puede afirmarse, incluso, que durante todo este perodo no hay ms que una forma de reflejarla por escrito: el llamado latn tardo no sera ms que la manera de escribir la lengua hablada; ciertamente, de acuerdo con la variacin propia de toda comunidad lingstica, a la hora de escribir se elegiran las formas elevadas (por arcasmo, prescripciones de los gramticos, etc.), sobre todo en el rea morfo-sintctica y en el lxico: pero los textos se leeran con la fontica propia de cada zona (con olvidar que muchos cambios fonticos estaran en plena ebullicin, por lo que habra aqu tambin coexistencia de modos fnicos antiguos y nuevos).Los cambios, sin embargo, eran tantos y tan profundos en la lengua hablada que la conciencia de la diversidad hubo de imponerse. Los romanistas sitan este momento en el reinado de Carlomagno (768-814), poca de revitalizacin cultural, en la que sus sabios (en especial Alcuino de York) crearon un nuevo modo de leer, atenido a la literalidad de lo escrito y distinto ya al habla espontnea (es lo que algunos llaman la invencin del latn medieval); hay que tener en cuenta adems que los cambios lingsticos del Norte de Francia eran mucho ms radicales que los de otros lugares. Esa separacin se muestra expresamente en los Cnones del Concilio de Tours (813), donde, frente a esa pronunciacin latina, se seala que los sermones han de llevarse a la rustica Romana lingua (o a la Thiotisca germnica-, la otra lengua hablada del imperio carolingio). En 842 el habla espontnea adquiere su propia forma escrita en los Juramentos de Estrasburgo; y la Secuencia de Eulalia, de ese mismo siglo, muestra que la divisin era ya irreversible.En otras zonas el desarrollo fue ms tardo: tanto en Italia como la Pennsula Ibrica no hubo nada parecido a la reforma carolingia (quiz porque no hubo una decadencia cultural como la de la Francia merovingia de los siglos VI-VIII); por otro lado, al ser menos avanzadas en su evolucin lingstica, la conciencia de la diversidad no se presenta hasta, al menos, el s. X (o el XI): en Espaa son las Glosas Emilianenses y las Silenses la primera muestra en ese sentido.Desde esta poca el latn queda como un superestrato lingstico; es la lengua de cultura y la lengua ritual, pero ya no slo en aquellos pases donde ha generado nuevas lenguas, sino en todos los de la Europa occidental; su actuacin sobre las lenguas neolatinas ser, en principio idntica a la de otra lengua (aunque en la realidad su influencia haya sido muy superior a la de cualquier otra): suministrar prstamos lxicos (los cultismos), y como lengua de cultura elevada ser modelo digno de imitar en muchos aspectos gramaticales y estilsticos.

4.1.4. Es, pues, evidente que el latn pervivi en las lenguas que surgieron de su variacin interna: francs. Espaol o italiano son el latn de hoy. Al mismo tiempo, una de sus fases qued consagrada, fijada, hasta el punto de quedar como lengua independiente: es sta la nica que, desde los albores de la Edad media, recibe el nombre de latn. Por el contrario, para nombrar la lengua viva latina lingua slo se mantuvo para uno de los dialectos retorromnicos suizos (el ladn de Engadina; los lingistas italianos emplean, no obstante, ladino para todo este dominio); en la Edad Media, e incluso despus, latino, o la forma evolucionada ladino, designaba a cualquier lengua neolatina por oposicin a las de otro origen (en Espaa, ladino se opona a rabe: moro ladino era el que saba romance). La denominacin para las nuevas lenguas arranca de la significacin que lleg a tener Roma. Romanus, de indicar a los naturales de Roma (frente a latinus, aplicado a los dems habitantes del Latium, y que tambin hablaban latn), pas a tener una clara dimensin poltica: ser civis romanus era la mxima dignidad de un habitante del mundo dominado por Roma, y slo fue general en 212 d.C. En la decadencia del Imperio, romanus se opona a barbaerus (extranjero, sobre todo los germanos invasores); en el s. V surge Romania para designar, no tanto una entidad poltica (desaparecida n ese mismo siglo), cuanto una unidad cultural, espiritual, lingstica en ltimo trmino. Este nuevo nombre recuper un arcaico adjetivo romanicus (a la manera romana). Pronto debi de utilizarse como adverbio: fabulare (parabolare) romanice signific hablar al modo de Romania, y de ah fr. romanz; esp. romance, etc., para referirse a la lengua espontnea de cada zona, Sin embargo, no pervivi para designar ninguna lengua especfica, salvo en el Oriente del mundo romnico: rumantsch o romantsch para uno de los dialectos retorromnicos suizos, y rumano, y Rumania, para la antigua Dacia. En el resto del mundo romnico, de mucho mayor peso cultural, tal que acab absorbiendo a los dominadores germanos, las zonas y sus lenguas respectivas mantuvieron los viejos nombres geogrficos (Hispania, Italia) o crearon otros en honor de sus invasores (Francia): aqu, las denominaciones genricas, (lengua) vulgar, o vlidas para toda la familia neolatina, romance, acabaron cediendo ante los nombres basados en realidades polticas ms limitadas (francs, castellano, etc.).

El final mundo latino: los pueblos germnicos

Los invasores de los pueblos llamados brbaros por los romanos tuvieron consecuencias decisivas para la historia poltica, cultural y lingstica de la Europa occidental. Con ellos termin el Imperio Romano y se pusieron las bases de una nueva organizacin, feudal y nacional, que ocup toda la Edad Media y origin con el tiempo las nuevas realidades nacionalidades. Su actuacin lingstica fue doble: en primer lugar, originaron nuevas situaciones de bilingismo, provocando, en mayor o menor grado, interferencias con el habla latina (o romnica ya) de las zonas del Imperio que fueron ocupando; en este aspecto su influencia fue sobre el lxico, aunque tambin transmitieron algn elemento gramatical y determinadas caractersticas fnicas, todo lo cual contribuy al proceso de escisin lingstica que hemos visto antes. Pero de mucho mayor alcance fueron las condiciones que crearon para la evolucin lingstica: el perodo de luchas incesantes que abri su definitiva irrupcin en el Imperio a finales del s. IV y principios del V (en 403 y 406 se producen grandes oleadas y teutones sobre Roma), unido a su bajo nivel cultural, produjo el hundimiento generalizado del mundo espiritual romano, el cual llevaba ya ms de dos siglos de progresiva decadencia; las guerras y los repartos de tierras entre los invasores cortaron, a veces de raz, las comunicaciones entre las distintas partes del Imperio. As la miseria cultural y el aislamiento mutuo permitieron el libre desarrollo de los cambios y las tendencias centrfugas en lo que antes haba sido la lengua latina. La Pennsula Ibrica qued separada del Imperio desde 409, ao en el que entran en ella los pueblos germanos de suevos, alanos y vndalos, quienes se la reparten, con excepcin de la Tarraconense. En 411 llegan a esta provincia los visigodos: subordinados nominalmente al Imperio, eliminan a los alanos, arrinconan a los suevos en el Noroeste y obligan a los vndalos a marchar a frica en 429. El reino visigodo se hace definitivamente hispano a principios del s. VI, cuando pierde Tolosa ante los francos; a finales de ese siglo los suevos de Galicia son sometidos, y a principios del VIII se expulsa a los bizantinos del Sur y Este de la pennsula, zona que haban ocupado setenta aos antes.

Si en el campo de las instituciones, el derecho, la liturgia o, segn se ha dicho, la poesa pica el elemento gtico va a ser muy importante, en cambio, la evolucin lingstica peninsular parece deberle poco. Los visigodos llegaron a Hispania muy impregnados ya de la cultura romana: su lengua desaparece a lo largo del s. VI, por lo que el perodo de bilingismo fue breve; si a esto aadimos que la poblacin goda era escasa, entenderemos por qu la lengua gtica no actu como un verdadero superestrato del hispanorromnico ni condicion su desarrollo (frente a lo que ocurri con el galorromano respecto del idioma frncico). Salvo prstamos de vocabulario, su influjo fue slo indirecto; lo mismo puede decirse de los suevos, que, al aislar a Galicia, dejaron campo libre a ciertos fenmenos muy vulgares. Por otro lado, la Hispania visigtica fue el ms culto de los nuevos reinos germnicos: de ah la mejor calidad de sus escritos (que traslucen poco de la evolucin verncula) y, quiz el ritmo ms pausado de esa evolucin. Los godos mantuvieron la misma estructura regional y los mismos centros de cultura de la poca romana, si bien aadieron uno nuevo, Toledo. Es de suponer, pues, que la evolucin se hara, orgnicamente, a partir de la situacin legada por los romanos (y que, en muchos casos, perpetuaba viejsimas divisorias autctonas). Sin embargo, tanto los vulgarismos de los textos litrgicos como la escritura ms brbara de las pizarras del Centro y Noroeste slo nos ofrecen unos pocos rasgos evolutivos poco especficos (confusiones voclicas, sonorizacin de conconantes sordas, analogas en formas verbales, etc.). los grandes cambios constitutivos de las lenguas iberorromnicas deberan estar inicindose, y con ello la escisin respecto de la antigua norma latina; pero casi nada de ello se nos testimonia directamente. La aportacin directa gtica es muy escasa; es posible que muchos de esos elementos gticos hubieran sido ya incorporados al latn tardo (muy pocos son los exclusivos de nuestra pennsula). En el vocabulario los ms optimistas dan un centenar de trminos de origen godo (otros no admiten ms de dos o tres decenas): entre ellos se citan sacar, sayn (lxico jurdico), guardin, espa (lxico militar), casta, esquila, esquilar, ganso (vocabulario de pastoreo de animales), y otros como gana, ropa, ataviar, etc.; fuera de ah slo proporcion el sufijo -engo, de valor jurdico (realengo, abadengo, abolengo; hay variante -enco: mestengo/mostrenco, podenco). Tambin nos legaron muchos topnimos, y aun stos haban pasado ya por el latn: as, los que nombraban sus primitivos reductos propios (Godos, Godones, Gudn, etc., frente a los Romanos, Romanones, etc. de sus dominados); y, sobre todo, los que derivan del nombre en genitivo latino que indicaba al seor del lugar: pueden aglutinarse a un genrico latino 8CASTRUM SIGERICI > Castrogeriz, etc.: se concentran sobre todo en el N.O. peninsular). El nico topnimo germano de cierto alcance no es godo sino vndalo: Al-Andalus (>Andaluca fue la adaptacin rabe de Portus Vandalus o Portus Vandalusius, el lugar (hoy, Tarifa) donde este pueblo embarc para frica.Sin embargo, el desarrollo de las lenguas peninsulares, y entre ellas el castellano, no poda entenderse nunca slo a partir de estos antecedentes. Al revs de lo que ocurre en Francia o Italia, la estructura lingstica de la Pennsula no contina el latn desarrollado orgnicamente sobre sus asentamientos originarios. La llegada en 711 de los rabes trastorn por completo la situacin que hemos venido describiendo y motiv una historia lingstica imprevisible de otro modo.

Puede verse un buen estudio de esta cuestin en: W. BAHNER, La Lingstica espaola del Siglo de Oro (trad. De J. Munrriz), Madrid: Ciencia Nueva, 1966. Sobre el Poema podemos sealar, de entre la abundantsima produccin de MENNDEZ PIDAL: En torno al Poema del Cid, Barcelona: Edhasa, 1970; vase tambin F. LPEZ ESTRADA, Panorama crtico sobre el Poema del Cid, Madrid: Castalia, 1982. La primera documentacin directa del vasco es del s. X, precisamente en las ya citadas Glosas Emilianenses. Para el sustrato, vase la reciente y exhaustiva obra de D. SILVESTRI, La teora del sostrato. Metodi e miraggi, 3 vols., Napoli: Gaetano Macchiaroli De., 1977-82; excelente recopilacin de artculos tericos y empricos es la de R. KONTZI, Substrate und Superstrate in den romanischen Sprachen, Darmstadt: Wissenschafliche Buchgesellschaft, 1982. R. MENNDEZ PIDAL. Sufijos tonos en el Mediterrneo occidental, en Toponimia prerromnica hispnica, Madris: Gredos, 1968. Naturalmente, hay que excluir de aqu la toponimia vasca del Norte de castilla surgida al inicio de la Reconquista (de la que son muestra los Villabscones, etc.); no obstante, es difcil decidir si los topnimos vascos de la Rioja y zonas colindantes son medievales o proceden de un estrato primitivo. Vase, para todas estas cuestiones, Ma. T, ECHENIQUE, Historia lingstica vasco-romnica, Madrid: Paraninfo, 1987. A este respecto se cita la oposicin entre el lusitano Bletisama < *PLETISAMA y el celtibrico Ledaisama (> Ledesma) Vanse M. C. DAZ y DAZ, El latn de la Pennsula Ibrica. Rasgos lingsticos, en Enciclopedia lingstica Hispnica, I, Madrid: C.S.I.C., 1960, 153-197, y El latn de la Pennsula Ibrica. Dialectalismos, Ibid. 237-250; S. MARINER BIGORRA, El latn de la Pennsula Ibrica. Lxico, Ibid., 199-236. Los estudios sobre la metafona asturiana son numerossimos: vase una completa relacin bibliogrfica en R. LAPESA, Historia de la lengua espaola, 9. ed. Madrid: Gredos, 1981 # 119, n. 20; puede aadirse. C: BLAYLOCK, Hipanic Metaphony, Romance Philology, XVIII, 3, 1965, 253-271. Se llama consonante cacuminal (con mayor frecuencia denominada retrofleja y, menos corrientemente, cerebral) a la consonante en cuya articulacin se da un contacto entre el revs de la punta de la lengua y la parte superior del paladar (J. Dubois y otros, Diccionario de Lingstica (trad. de I. ORTEGA y A. DOMNGUEZ), Madrid: Alianza Editorial, 1979). R: MENNDEZ PIDAL, Dos problemas iniciales relativos a los romances hispnicos, ELH, I, LIX-CXXXVIII. Vase discusin y bibligrafa en: K. BALDINGER, La formacin de los dominios lingsticos en la Pennsula Ibrica (trad. de E. Lled y M. Macau), 2. ed., Madrid: Gredos, 1971. No parece, sin embargo, contra lo afirmado por bastantes romanistas desde fines del XIX, que la mayor o menor antigedad de la implantacin del latn en las distintas provincias se tradujera automticamente en las diferencias que llevaran a las lenguas romnicas. Vase A. TOVAR, Latn de Hispania aspectos lxicos de la romanizacin, discurso de ingreso en la R.A.E., Madrid, 1968. La bibliografa sobre el latn vulgar es inmensa; una buena seleccin, as como valiosas precisiones, nos ofrece A. NICULESCU, El latn vulgar. Consideraciones sobre un concepto. Anuario de Letras, XVII, 1979, 243-255. Es la tesis desarrollada por R. Wright, Late Latin and Early Romance in Spain and Carolingian France, France, Liverpool: Francis Cairns, 1982 (aunque ya apareci en H: LDTKE, Historia del lxico romnico (trad. De M. Martnez Hernndez), Madrid: Gredos, 1974). Es una idea razonable, que puede apoyarse en lo que ocurre hoy en rabe, ingls o francs entre la lengua hablada y la escrita; sin embargo, es muy discutible prolongar esa situacin en Espaa hasta el s. XII (o XIII). Recurdese que Alfonso X emple varias veces nuestro latn para referirse al castellano, con lo que parece evidente que poda considerar an la identidad esencial de ambas formas lingsticas; vase H. J. NIEDEREHE, Alfonso X el Sabio y la Lingstica de su tiempo (trad. De Carlos Melches), Madrid: SGEL., 1987, pgs. 101-103 (con discusin de las opiniones de A. G. Solalinde, el primero que analiz tan curiosa expresin). A la hora de valorar la importancia del elemento gtico en espaol hay que destacar, naturalmente, los germanismos de orgenes varios incorporados al latn tardo y que, como latn, siguieron en romance (aunque a veces tuvieran un tratamiento fontico especial); otros germanismos entraron por distintas vas; as, el francs medieval suministr bastantes, y es posible que los mismos visigodos nos transmitieran trminos de procedencia distinta. En realidad, todo este vocabulario germnico es ms numeroso y tiene mayor entidad que el exclusivamente gtico.