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    Castilla. Estudios de Literatura, 4 (2013): 1-18 ISSN 1989-7383

    CUESTIONAR EL CONSENSO:RICARDO PIGLIAREESCRIBE EL CANON ARGENTINO

    EWA KOBYLECKA-PIWONSKAUNIVERSIDAD DE D

    El ardor del debate sobre el canon literario, atizado por lairrupcin de los nuevos acercamientos tericos, llamados culturales

    por sus seguidores y tildados de Escuela del Resentimiento (Bloom,1994: 30) por sus detractores, se ha apaciguado considerablemente enlos ltimos aos, habiendo conmovido, no cabe duda, los cimientos de

    los estudios literarios. No obstante, en las latitudes ms perifricas,donde el consenso sobre qu obras deberan ser objeto de lainterpretacin ha sido siempre mucho ms vacilante vacilacinderivada, ciertamente, de la que all sufre la nocin misma deidiosincrasia nacional esta polmica sigue en pie. En Argentina, lacontroversia acerca de qu autores seran dignos representantes de laargentinidad o, simplemente, insoslayables puntos de referencia,naci junto con la misma literatura nacional y, hoy en da, siguedemostrando su productividad, ante todo para los escritores que, comoRicardo Piglia, no cavilan tanto sobre cmo y qu narrar, sino ms

    bien sobre desde dnde hacerlo, cmo posicionarse frente a lasimponentes tradiciones del pasado para no terminar convirtindose ensu humilde epgono. En el presente artculo se estudiar cmoentiende Piglia la nocin de canon y su correlato, la tradicin; en qucontexto socio-poltico se iba formando la lista de autores cannicosen Argentina y qu repercusiones puede tener la cuestin de lacanonicidad en la sociedad moderna.

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    1.CANON Y TRADICIN

    En sus prolijas reflexiones sobre la formacin del canonargentino, diseminadas tanto en los textos crticos como narrativos, sies que esta distincin en su obra no carece de fundamento, Piglia seinserta en las lneas dominantes del debate que ha sacudido el mundoacadmico en las ltimas dcadas del siglo XX. Y as, empieza pordistinguir el canon de la tradicin, viendo entre ellos unantagonismo irreconciliable. Canon es letra muerta, lectura escolar,una categora que manejan los mass media y que tiende a definirse

    ms en trminos de autores que de libros, ms en relacin con elnombre de los escritores que en relacin con los textos mismos(Piglia, 2008: 163). La canonizacin sentencia a muerte, embalsamacon glosas y entierra en un museo, por lo cual es preferible huir de ellaque perseguirla.1El canon es, pues, un orden cristalizado, difcilmentemutable, que se perpeta moviendo los mejor o peor definidos juiciosde valor, detenidos por un agente regulador (la institucin, comoacademia o escuela) que, por su parte, necesita el canon parasobrevivir.2Esta institucin lectora ejerce un peculiar terrorismo delgusto (Bourdieu, 1967: 139) sobre la masa de los no iniciados,vehiculando de este modo una ideologa oficial que, como quedadicho, tambin sustenta a la misma institucin.3Ntese al margen deestas reflexiones la primera paradoja de las crticas dirigidas a lacanonicidad literaria: las denuncias del carcter usurpatorio del poderinterpretativo de la academia, tuviera este o no un saludable efectoafianzador para la cultura, vienen formuladas, y perpetuadas, por losrepresentantes de la misma.

    Volviendo a la disyuntiva arriba sealada, cabe esclarecer ahorasu segundo componente:

    1

    Vanse, por ejemplo, sus comentarios acerca de la obra de Arlt (Piglia, 2006a:21) o la entrevista realizada por Aulicino y Muleiro (2004: 42).2Cfr. Frank Kermode (1998: 91-112). En comparacin con Kermode, Piglia se

    muestra mucho ms escptico acerca de los posibles beneficios provenientes de laperpetuacin de la Institucin, a la que el canon garantiza una tcita autoridadinterpretativa.

    3 El papel de la lectura cannica y su posible deconstruccin es una cuestinbastante ms compleja de lo que puede abarcar el presente trabajo. Para mayorinformacin, vase, por ejemplo, el estudio de Pozuelo Yvancos y Aradra Snchez(2000).

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    [La tradicin es] el residuo de un pasado que se filtra en el presente.La tradicin es como una huella, un rastro en la tierra, un rumbo quedefine la marcha: su clave es la localizacin. Boedo y Florida, paraponer un ejemplo conocido, importan porque definen el lugardesdedonde se escribe (y se lee). La literatura est situada, y por tanto latradicin es una posicinen el doble sentido del trmino: un lugar yuna actitud (Piglia, 2008:162).

    As pues, la tradicin es dinmica y espontnea: un textotradicional, ms que santificar y conservar intactos ciertos vestigios

    del pasado, es capaz de suscitar la atencin y de mantener sucontigidad con el presente, modificando las lecturas heredadas yminando el legado de los clsicos.4 La tradicin es, asimismo, unlugar, es decir, un contexto en el cual uno decide situarse y desde elcual elabora su proyecto creador: un texto es punto de partida de unatradicin, pero no porque luego se pueda repetir su modo de escribir,sino porque [] permite pensar toda una cultura (Piglia, 2008: 163-164). Huelga decir que en este continuum literario todos los puntosson iguales, o igualmente vlidos, no hay posiciones cntricas queautoricen juicios de valor ms objetivos o acertados, por lo cual lasrelecturas de la tradicin son siempre polmicas. Piglia concibe el

    campo literario (convergiendo en este aspecto, y en algunos ms, queir sealando, con la teora de Pierre Bourdieu) como un campo defuerzas donde, al no haber una instancia que pueda dictaminar, entono magistral, sobre el valor de una obra y establecer jerarquasvigentes, cada nuevo gesto literario, imponindose, socava lossistemas de valores ya existentes, los absorbe y vence. Pigliaconcluye: Un escritor siempre tiene enemigos, porque su obra anula y cuestiona otras poticas (Fornet, 2000: 27). Por ello, le resultan aPiglia tan caras las poticas de Arlt y Gombrowicz, dos autores querescata, del olvido o del exilio, para la tradicin argentina. Ambas sefundamentan en la exaltacin del conflicto tome este la forma de

    duelo, traicin o de calumnias dirigidas hacia otros profesionales de laliteraturasin cuidarse demasiado de no caer en un tono pendencieroy arrogante. Los escritores construyen la tradicin, contrariamente alcanon, que es obra de los crticos literarios, de los acadmicos y de los

    4 Cfr. Frank Kermode (1985: 114-115). La patente diferencia entre ambos radicaen que Kermode s le concede a la institucin acadmica la facultad de exponer unainterpretacin contundente.

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    profesores de literatura. Para ella, el atractivo o la efectividad de unapotica se cimienta sobre su poder subversivo o perturbador: ququiere decir el valor? Cmo se constituye? se pregunta Piglia Omejor sera decir: contra qu se constituye el valor? (2006a: 159-160, cursiva ma) Se constituye, pues, en una tensin entre dosextremos indeseables: por un lado, contra la lectura desde un lugarequivocado este peligro se conjura preparando la recepcin de laobra, colocndola en un determinado contexto de precursores yafiliados y por otro, contra la cristalizacin de ciertos clichsvalorativos, o sea, contra el apresamiento en el canon.

    Por ms congruente y cautivadora que parezca, la disyuntivaentre canon y tradicin peca de una inherente contradiccin, queno sele escapa a Piglia: un nuevo canon se construye inevitablemente desdelos textos no canonizados. Los clsicos por excelencia, comoCervantes o Shakespeare, fueron, en su momento, los excluidos, porresistir su lectura a una estabilizacin del significado.5El propio Piglia

    parece haber cruzado, a pesar suyo, la frontera de la canonicidad. Noen vano los crticos han forjado expresiones como sistema Piglia(Fornet, 2007: 7) o hablan directamente de la jugada de Piglia(Aulicino y Muleiro, 2004: 7), imputndole una muy lcida operacinde no solo la revisin del canon, sino tambin de la colocacin de la

    propia obra en su centro. Sea esta una acusacin exagerada o no, bastaver el lugar que ocupa la obra de Piglia en el espacio acadmico y lafuerza con la que se ha impuesto all su relectura de los clsicos paracomprobar el grado de su canonicidad. Y si el autor de Respiracinartificialproclama la necesidad de la huida, no es puro coqueteo; laconstante reescritura del corpus, costumbre heredada, sin duda, deBorges, le sirve precisamente para ello: imposibilita fijar el original ysaldar de una vez por todas su lectura. Otra paradoja, o trampa, queencierran las crticas del canon, al menos tal y como las formulaPiglia, es que la nica manera de evitar la petrificacin interpretativa

    es fracasando como escritor. Y, efectivamente, en el universo de susprecursores y familiares literarios, abundan escritores que naufragan

    5Es interesante, al respecto, la observacin de Yuri Lotman, segn el cual cadacanon, adems de precisar de una organizacin interna, precisa tambin de un caosexterno, una amenaza de la no-cultura que consolide la compacidad del canon(consltese Pozuelo Yvancos y Aradra Snchez, 2000: 91-94). La literaturaargentina facilita generosamente ejemplos de dicha amenaza de los brbaros:

    primero la encarnaron los indios, y despus, los inmigrantes europeos.

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    en realidad o a los que se les carga adrede con este naufragio: el inglsRatliff, una suerte de gran escritor fracasado, si es posible eloxmoron o si la definicin no es una tautologa (Piglia, 2006a: 89);el Roberto Arlt del cuento que lo homenajea y en el que resulta ser unescritor frustrado que no duda en plagiar a otro (Piglia, 2002); elGombrowicz-Tardewski de Respiracin artificial, que no consigueacabar ningn libro, sin hablar del reconocimiento en amplios crculosliterarios.

    2.EL ESTADO QUE NARRA

    Volviendo al lugar que ocupan las reflexiones piglianas sobre elcanon en el marco de la teora literaria contempornea, queda patentesu cercana con las concepciones llamadas sistmicas por Pozuelo yAradra, y que postulan la inclusin de la serie literaria en un contextosocial ms amplio, as como el estudio de la evolucin de lasescrituras consideradas cannicas en el decurso del tiempo. Se cuentanentre ellas la teora de Tininov, sobre cuyo carcter revelador Pigliaha llamado la atencin en repetidas ocasiones, y la de Pierre Bourdieu,a la que ya he recurrido en el presente artculo.6 Construyendo suherramienta terica, el ltimo mtodo tambin echa mano demetforas de tipo espacial, sobre todo la de campo literario (Piglia,como se recordar, maneja la nocin de lugar), que define comosector social de la competencia por la legitimidad cultural, donde sefuerzan no solo diferentes proyectos creadores sino tambin diversasinstancias de valoracin y regulacin (academias, crticos, etc.). Elcampo literario, pese a haber ganado cierta autonoma, quedaintegrado en el complejo sistema social, en el que interrelaciona conotros campos, ante todo el de poder, y desde esta perspectiva, o seadesde su aligacin con las estructuras de poder, lo estudia Bourdieu.Piglia, aunque es plenamente consciente de la necesidad de examinar

    la obra en un contexto ms amplio que el de mera historia literaria, seresiste a aceptar la sujecin del campo literario por mucho que seafirme su relativa soberanaal peso del campo de poder. Para Piglia,el vector de la dependencia es justamente inverso: la efectividad del

    6Las teoras sistmicas tambin incluyen a la semitica de la cultura de Lotman,la teora de los polisistemas de Even-Zohar o la de la institucin literaria de Dubois,que me sern, en el presente trabajo, de menor utilidad. Consltese Pozuelo Yvancosy Aradra Snchez, 2000: 77-120.

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    Estado es directamente proporcional a su capacidad de aplicarhbilmente tcnicas narrativas, en vista de que tiene que recurrir a laficcin para imponer una cierta percepcin de la realidad. El podertambin se sostiene en la ficcin. El Estado es tambin una mquinade hacer creer (Piglia 2006a: 105). En la poca de la dictadura, sevehiculaba una especie de relato mdico (el pas gravementeinfectado necesitaba una rpida intervencin sin anestesia) que,despus, cedi paso a la novela psicolgica, cuyo mensaje era an ms

    perverso: la sociedad entera, independientemente de sus culpas reales,tena que someterse a un colectivo examen de conciencia. Hoy en da,

    el Estado lanza una compacta y persuasiva narracin de la cultura demasas, a la que me tocar volver ms adelante. El papel de laliteratura, eterna rebelde, no es el de reflejar las tcitas intrigasnarrativas del poder, sino denunciarlas, reproduciendo abiertamenteestas maquinaciones que convendra, para su mayor eficiencia,mantener en secreto:

    por momentos la ficcin del Estado aventaja a la novela argentina. Losservicios de informacin manejan tcnicas narrativas ms novelescasy eficaces que la mayora de los novelistas argentinos. Y suelen serms imaginativos. El nico que los mantuvo a raya fue Roberto Arlt:

    les capt el ncleo paranoico. El complot, el crimen, la falsificacinson la esencia del poder en la Argentina: eso narra Arlt (Piglia, 2006a:106-107).

    En otro lugar, Piglia formula as el quehacer del escritor: no setrata de ver la presencia de la realidad en la ficcin (realismo), sino dever la presencia de la ficcin en la realidad (utopa) (Piglia, 2006a:123).

    3.TRADICIN ARGENTINA Y SU DOBLE DEPENDENCIA

    En Argentina, la correlacin entre novela y poltica tiene unalarga tradicin que data del siglo XIX, poca de la fundacin delEstado independiente, rabiosamente necesitado de una identidad

    propia. La literatura nacional emerge, entonces, en una dobledependencia: de la poltica por un lado, y de las literaturas extranjeras

    por otro. Todos los escritores claves, segn Piglia, para la tradicinargentina (Macedonio Fernndez, Borges, Arlt, tambin Gombrowicz)

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    tendrn que posicionarse frente a esta circunstancia inaugural,modificndola e invirtiendo la jerarqua de valores establecidos.

    La primera supeditacin viene a ser muy elocuente al tomar enconsideracin que en el mismo periodo, es decir, a mediados del sigloXIX, la literatura francesa, la norma y modelo para los argentinos,alcanza el ms alto grado de autonoma. En la disonancia entreFlaubert y Sarmiento se cifra el retroceso de la cultura argentina conrespecto a la europea, desajuste que se traducir en una posicin

    perifrica de aquella, tan repudiada por unos como alabada por otros(Piglia, 1998: 19-23). Hasta el viejo dilema entre civilizacin y

    barbarie encuentra, para Piglia, una lectura en trminos de la relacinentre literatura y poltica. En la sociedad indgena, el poder del jefe,carente de una autoridad asentada en la violencia y por ello fcilmentecuestionable, depende enteramente de sus habilidades persuasivas: eltalento verbal es una condicin y un instrumento del poder poltico. El

    jefe es el narrador de la tribu (Piglia, 2006a: 120). La tradicinliteraria (siendo tal vez forzado hablar de canon en el contexto deuna sociedad primitiva) es, pues, correlato del poder, lo sustentaabiertamente, sirvindole de herramienta muy sutil de manipulacin.El civilizado estado moderno, en cambio, pretende deshacerse de estaincmoda y primitiva supeditacin e invierte la relacin entre ficciny poder:

    uno podra decir que la dificultad de la autonoma en la literaturaargentina se manifiesta bajo la forma de una resistencia a la ficcin.Desde el comienzo mismo de la literatura nacional se dice que laficcin es antagnica con un uso poltico del lenguaje (Piglia, 1998:22).

    La eficacia del poder queda asociada con la palabra verdadera,mientras que la ficcin, relegada al espacio femenino, viene aconnotar el ocio, mentiras y derroche de sentido. Cuenta la ancdota

    que el discurso inaugural de la presidencia de Sarmiento fuerechazado y termin escribindoselo su ministro: el canon literario yel poltico quedan divididos para muchos aos, hasta la aparicin deMacedonio Fernndez.

    La segunda sujecin (la de las lenguas y literaturas extranjeras)deriva, en realidad, de la primera, en la medida en que la cuestin dela independencia se desplegaba en el mbito lingstico: cmo era

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    posible expresar la idiosincrasia nacional el suelo, la naturaleza, lascostumbresrompiendo a la vez con el espaol mediante las lenguas ylas literaturas europeas? Cuando se frustra el proyecto inmigratorio delos romnticos (el cosmopolitismo acaba desvindose en una nueva

    barbarie) se vuelve muy apretada la necesidad de encontrar unatradicin genuina y se impone con fuerza la cuestin de la legitimidad:quin tiene derecho a escribir y hacer traducciones?, a quin admitiren el canon? Estos interrogantes de ndole aparentemente literariatienen, en realidad, un profundo sentido poltico que Sarlo denominasucintamente cuestin de la polifona:

    cuntas voces y qu voces producen un texto cultural que noaparezca desgarrado por conflictos sociales ideolgicos y culturales?,cunta diversidad admite una nacin cuyo pasado no es ni tan rico nitan extenso como para garantizar la unidad de las diferencias?, qulugar tiene la voz del otro en la cultura que todava no ha terminado deorganizar el mito de la voz propia? (1997: 275)

    Durante las tres primeras dcadas del XX, el problema de laconstruccin del canon tiene, pues, una clara lectura socio-poltica yalimenta debates ardientes sobre el grado de la diversidad admisible.

    Por un lado, se va marcando e implantando el consenso acerca de quvalores seran constitutivos para la cultura argentina, pero por otro,simultneamente, este pacto social se ve socavado por la actividad delas vanguardias que se resistena acatarlo. En el artculo Teora delcomplot, Piglia enfatiza todava el paralelismo entre la serie literariay el campo de poder, traduciendo la arriba debatida oposicin entrecanon y tradicin en una oposicin meramente poltica, entreliberalismo y vanguardias. Mas antes de adentrarme en la exposicinde los argumentos piglianos, conviene pararse en la figura deGombrowicz que le sirve al autor de Respiracin artificial como elmejor ejemplo del llamado complot vanguardista.

    4.GOMBROWICZ,EL MEJOR ESCRITOR ARGENTINO

    He usado la expresin figura de Gombrowicz muy apropsito, puesto que Piglia trabaja ms bien con el mito del escritorque con el escritor real. En otras palabras, la lectura que le da a la obradel polaco poco tiene que ver con las que esta suele recibir: se la ha

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    interpretado en diferentes claves (nacional, homosexual, de exilio, derelatos de viaje, etc.) pero nunca en la de un conspiradorrevolucionario. Esta perspectiva ha sido poco visitada por lagombrowiczologa tradicional, muy recordadora del repudio que elautor de Ferdydurkemanifestaba ante su involucracin en el debate

    poltico de aqu y ahora. La crtica extranjera (o sea, no polaca)interesada en este autor tampoco acostumbra a adentrarse en lascuestiones de ndole lingstica, ya que Gombrowicz, contrariamente aConrad, por ejemplo, nunca abandon su lengua materna, e inclusosigui forzando a extremos sus posibilidades expresivas.7 De modo

    que sera ms legtimo hablar de estrategias de uso que delecturas, ya que Piglia no suele acatar las directivas interpretativasde las que Gombrowicz abasteca generosamente a sus lectores, sino

    proponer lecturas desviadas, alejadas del contexto en el que la obradel polaco suele moverse. Leyendo a Gombrowicz, Piglia se loapropia, como se ha apropiado de Borges y Arlt, para servirse de l ensu propio proyecto crtico que consiste en batallar por lareorganizacin del canon. Sera razonable preguntarse por qu unescritor polaco iba a formar parte de la jerarqua literaria argentina, eincluso a transformarla, y qu es lo que le incita a Piglia a elogiarTransatlntico como, valga el tono de provocacin, una de lasmejores novelas escritas en este pas [Argentina] (2001: 71). Elsiguiente pasaje explica la licencia crtica que le permite dichausurpacin de Gombrowicz para la tradicin argentina:

    la discusin contempornea sobre la literatura que llevan adelante losescritores en la lucha de poticas y en la prctica poltica va a buscaren el pasado ciertos textos que son trados a la discusin

    7Es cierto que dos traducciones de Ferdydurkela espaola, llevada a cabo en

    un bar bonaerense por un grupo de traductores-amigos de Gombrowicz, y la

    francesa, elaborada en gran parte a partir de la versin castellanapasaban por casiperfectas traducciones autoriales o incluso, siendo esta una valoracin tal vezantittica, pero igualmente entusiasta, por nuevas, modernizadas versiones deloriginal. No obstante, la reciente crtica polaca, habiendo comparado las tresversiones del texto, ha demostrado que la espaola y la francesa son, en realidad,

    bastante simplificadas e incluso pecan de algunos deslices debidos a laincomprensin del original. Gombrowicz, muy poco flexible con sus editores

    polacos, fue mucho ms condescendiente cuando se trataba de las publicacionesextranjeras de sus textos, viendo seguramente en ellas una posibilidad de hacerseescuchar en el mbito internacional (Miecznicka, 2007: 769-806).

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    contempornea y reledos desde ese punto de vista y el valor que estah, es un juicio de valor a la vez literario y poltico que supone negarotros textos que han sido hasta ese momento considerados losrepresentantes del canon. Si el canon es cerrado y breve como elnuestro, hay que releer y cambiar de lugar siempre a los mismosescritores, es muy difcil renovarlo, slo se puede releer desde otrolugar (Piglia, 2006a: 157).

    La relectura, desde otro tiempo y lugar, es, pues, unaherramienta de renovacin que, en el caso de una serie literaria corta ycompacta recurdense los debates sobre el grado de heterogeneidadadmisible, resulta insuficiente. De ah la necesidad de buscar en otroespacio, excavar entre los exiliados extranjeros en su momento noreconocidos, ensanchando posteriormente el crculo de los escritorescannicos. As entra Gombrowicz, un poco a su pesar: son notoriossus desdeosos comentarios acerca de la elite cultural argentina, comoque es un pas al revs, donde un mocoso vendedor de una revistaliteraria tiene ms estilo que todos sus colaboradores, donde lossalonesplutocrticos o intelectualeshorrorizan por su mediocridad(Gombrowicz, 2011: 111). El texto gombrowicziano ms productivo ala hora de debatir la cuestin del canon, en su vinculacin con la

    poltica y la lengua, es la conferencia Contra los poetas, dictada enBuenos Aires en 1947. Piglia le dedica dos textos suyos: La lenguade los desposedos, publicado en La Nacinen 2008, y Teora delcomplot, cuya primera versin se elabora en 2000 .8 El primeroversar ante todo sobre el uso que Gombrowicz le da a la lenguacastellana, mientras que el segundo se centrar en las relaciones entreliteratura y Estado.

    5.IDIOMA DE LA DESPOSESIN

    Hacia el ao 1947, Gombrowicz no logra todava salir de los

    apuros econmicos que sufra desde su llegada a Argentina dato, atodas luces, relevante para Piglia, puesto que lo menciona en ambostextos. La librera Fray Mocho, en la que se da la conferencia, es,desde la perspectiva de la cultura alta y oficial, un lugar de segunda, sino tercera, categora. Para enfatizar todava esta carencia del capitalcultural, Gombrowicz se decide a darla en castellano, haciendo caso

    8En el presente artculo trabajo con una ampliada versin posterior del ao 2006.

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    omiso a la usanza de aquel entonces, que invitaba a optar por elfrancs, lengua que, dicho sea de paso, manejaba muy bien. Al igualque en el caso de Arlt, la pobreza de la lengua duplica la falta dedinero, la precariedad en la que vive (Piglia, 2008). El autor de

    Ferdydurkese decide, pues, a hablar una lengua que solo chapurrea,aprendida en los bares de mala muerte de Retiro, donde jvenesobreros y marineros ejercan de profesores, una lengua de contactocon desconocidos, el idioma de la desposesin o de lacontraeducacin, nada equiparable al ingls de Borges o Nabokov,cincelado a la perfeccin con las institutrices britnicas (Piglia, 2008).

    Una tensa relacin mantenida con la lengua de expresin, sea estamaterna o elegida, es la caracterstica que Gombrowicz comparte conotros escritores argentinos: la extraeza es la marca de los dosgrandes estilos que se han producido en la novela argentina del sigloXX: el de Roberto Arlt y el de Macedonio Fernndez. Parecen lenguasexiliadas: suenan como el espaol de Gombrowicz (Piglia, 2001: 75).Resulta significativa la ausencia de Borges: su estilo sirve comogaranta de la correccin escolar, pero se vuelve improductivo a lahora de querer innovar en la lengua. A este propsito son rentables loslenguajes basados en el error o la carencia: el de Arlt, cuyos fallosllegaron a ser legendarios, o caso an ms tajante el deGombrowicz, hablante de un castellano infantil. As explica l mismosu precaria condicin lingstica:

    Sera ms razonable de mi parte no meterme en temas drsticosporque me encuentro en desventaja. Soy un forastero totalmentedesconocido, carezco de autoridad y mi castellano es un nio de pocosaos que apenas sabe hablar. No puedo hacer frases potentes, nigiles, ni distinguidas ni finas, pero quin sabe si esta dietaobligatoria no resultar buena para la salud? A veces me gustaramandar a todos los escritores al extranjero, fuera de su propio idiomay fuera de todo ornamento y filigrana verbales para comprobar qu

    quedar de ellos entonces (Piglia, 2008).9

    9 Es el nico fragmento que Piglia cita directamente de la conferenciagombrowicziana y hecho que no nos debera pasar inadvertido es un fragmentono cannico, es decir, no incluido en la ltima versin, publicada en el Diario

    polaco. Piglia prefiere citar del texto titulado Contra la Poesa, publicado en larevista Ciclnde La Habana en 1955 y reeditado posteriormente en Gombrowicz,2009: 11-23.

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    Esta lengua que expresa la inmadurez y la ignorancia, incluso sealardea de expresarlas, resulta ser realmente frtil y capaz de minar elcanon. La poesa contra la que se vuelve Gombrowicz es justamente el

    baluarte de la jerarqua literaria basada en unos juicios de valorconsagrados e indiscutibles, cuya oquedad y artificio se denuncian enla conferencia. La voz ms idnea para la crtica de una autoridad es,evidentemente, la de un bufn que, perfectamente desposedo de todo,hasta de la capacidad de hablar correctamente, poco o nada tiene que

    perder.Otro dato relativo a la cuestin lingstica que Piglia destaca en

    su texto es el del castellano como lengua perdida de la cultura(Piglia, 2008). Resulta paradjico, pues, que su estatus como lenguade la cultura fuera elevado precisamente por Gombrowicz, cuyodominio del castellano fue an ms deficiente que el de la masainmigratoria, en aquel entonces ya bien arraigada. Gombrowicz loincluy, sostiene Piglia, en el circuito cultural europeo gracias a queFranois Bondy, el primer propagador del escritor polaco en Francia,leyFerdydurkeen castellano e, impresionado, inici su traduccin alfrancs, que se realiz a partir de la versin argentina. El cdigo deuna cultura inferior molde el de una cultura superior. Y, lo que esms, Piglia llama la atencin sobre una significativa coincidenciatemporal: Contra los poetas es coetnea del texto Qu es laliteratura? de Sartre en el que no nos dejemos engaar por ladisparidad del tono tambin se formula, aunque desde posicionesmuy distintas, un tcito reproche contra la poesa que, por esencia, esincapaz de comprometerse. As, otra vez, el discurso gombrowicziano,intuitivo de los dilemas estticos que estaban por debatirse en elprimer mundo cultural, logra poner al da la crtica literariaargentina.

    El artculo La lengua de los desposedos se cierra con unaancdota, que condensa redes mltiples de la cultura argentina, y no

    solo de la cultura argentina (Piglia, 2008). Se cuenta cmoGombrowicz, en 1960, rechaza la posibilidad de la reedicin deFerdydurke(y, junto con ella, un nada desdeable cheque de dinero)por una muy prestigiosa editorial bonaerense con el solo motivo deque esta se niega a publicar simultneamente su Diario argentino. Enesta historia, vuelve a asomarse el Gombrowicz legendario,intransigente, solo comprometido con su arte. Asimismo puedelersela como una metfora de la huida del canon: de haber aceptado

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    la propuesta de la editorial, se hubiera encontrado en compaa demaestros tales como Faulkner, Butor o Chandler. Finalmente, en estaancdota se deja intuir tambin, crucial para el texto que estudiar enadelante, la tensa y desconfiada relacin de Gombrowicz con elEstado que administra a su provecho el pacto cannico.

    6.PRCTICA POLTICA DE LA VANGUARDIA

    En Teora del complot, Piglia sigue trabajando el concepto decanon, esta vez abordndolo desde sus condicionamientos socio-

    polticos, o sea, vindolo como herramienta que sirve para sustentar yconservar un orden social establecido. Para ello, recurre a la idea delcomplot, que define como un punto de articulacin entre prcticas deconstruccin de realidad alternativas y una manera de descifrar ciertofuncionamiento de la poltica (Piglia, 2006b). Armar el complot es,

    pues, la operacin de proponer mundos regidos segn otras leyesdistintas a las reales, lo cual, a su vez, presupone una penetracin

    previa en el ordenamiento profundo de la realidad circundante,impuesto por el detentador del poder, o sea, el Estado. Obviamente, nose trata de un orden social manifiesto o unas reglas de convivenciaconscientemente aceptadas, sino de los manejos turbios en los queincurre el Estado, ese gran conspirador que manipula y ordena lasrelaciones sociales (Piglia, 2006b). En esta direccin ha trabajado laidea del complot la novela argentina (Arlt, Borges, MacedonioFernndez) que ha sabido captarlo como nudo de la prctica polticaen este pas y poner al descubierto lo mucho que le deben a la ficcinlas estrategias de interpretacin planteadas por el Estado.

    El complot es, pues, un punto de resistencia contra el poderoficial y todo lo que este supone, sobre todo, un cierto rgimeneconmico. En la historia argentina, la mayor inflexin de estaactividad clandestina cae en la poca de la vanguardia que coincide, a

    su vez, con la crisis de la tradicin liberal instaurada por losromnticos y basada en la idea de una convivencia armnica en elseno de una sociedad multicultural. A partir de la primera dcada delXX, se frustra la ilusin del consenso social y emerge, en sudetrimento, la prctica cultural y poltica de la vanguardia, que Pigliadefine como

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    una respuesta poltica propia, especifica, al liberalismo, a losprocedimientos de construccin del poder poltico y cultural implcitosen el liberalismo, una respuesta a la idea del consenso y el pacto comogarantas del funcionamiento social, la visibilidad del espacio pblico,la nocin de representacin y de mayora como forma de legitimidad.La vanguardia vendra a cuestionar estas nociones con su poltica desecta, de intervencin localizada y secreta, con su percepcinconspirativa de la lgica cultural y de la produccin del valor, comoguerra de posiciones (Piglia, 2006b).

    La nocin de vanguardia deja de pertenecer, pues, al mbito dela historia literaria y cobra un sentido claramente politizado, un viraje,

    por cierto, del todo previsible teniendo en cuenta la asiduidad con laque el Estado recurre a prcticas genuinamente literarias. En el ideariovanguardista, se suprime el falso modelo social del consenso y, juntocon l, la nocin de representacin y de mayora como gestora delegitimidad, a favor de otro, cuyo ncleo es la batalla: la sociedadentera, al igual que el campo literario, es vista como una red detensiones y luchas. Uno de los cortes ms fuertes corre a lo largo de lalnea que separa al artista del resto de la sociedad que se cree duea devalores objetivos o, en otras palabras, se erige como guardadora del

    canon, es decir, del acuerdo comn acerca del valor esttico. En estesentido, la actividad conspirativa de la vanguardia se trama paraquebrar el canon e imponer una nueva jerarqua de valores. Paradescifrar el cmo se lleva a cabo esta operacin subversiva, resultamuy esclarecedora, otra vez, la conferencia Contra los poetas deGombrowicz.

    7.LA MONEDA POTICA

    Para empezar, Gombrowicz encarna a la perfeccin la figura delconspirador: son bien conocidas sus maniobras de imposicin de su

    propia obra, tramadas ms o menos abiertamente en el Diarioy casisiempre aderezadas con un tono de provocacin. Contra los poetases, evidentemente, una intervencin o, mejor dicho, una performanceque se inscribe muy bien en este complot personal del escritor polaco,en esta ocasin armado para darse a conocer en Argentina. La idea

    principal de la conferencia consiste en cuestionar la posibilidad deidentificar un texto como potico o, en general, literario, a base de unelemento distintivo, como, por ejemplo, un uso peculiar del cdigo

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    lingstico. Para Gombrowicz, la poesa consiste en unapredisposicin, mostrada tanto por el artista como por su pblico, deacercarse a un texto como potico, una predisposicin a menudoforzada por las circunstancias, por la Forma que obliga a sentiradmiracin y respeto. No es casual, por cierto, que en la conferenciase ataque justamente la poesa (aunque bien podra decirse lo mismosobre otras actividades artsticas), siendo la literatura en general unarte ms plenamente consagrado y dotado de unas instancias delegitimizacin ms firmes, como la universidad o la academia(Bourdieu, 1967: 161-163).10Para describir la recepcin de una obra

    potica, Gombrowicz, al igual que Bourdieu, recurre irnicamente ametforas del mbito religioso un rito celebrado ante un altar,vocacin del Poeta, fe en la Misin Potica (Gombrowicz, 2011:318-31911) para destacar el papel que detenta una autoridad,usurpada por los que se creen entendidos en la materia, en laformacin del gusto. Las diferentes teoras del canon literario, dichosea de paso, tambin han enfatizado, no siempre festejando, el

    paralelismo entre este y el canon bblico: ambos comparten una fuerteautoridad normativa, cierto esoterismo interpretativo y sirven desoporte para una institucin (Pozuelo Yvancos y Aradra Snchez,2000: 44 y 52-54).

    Hasta ahora, nos hemos movido en el mbito estrictamenteliterario (poesa como metfora del canon), pero el paso siguiente dePiglia consiste en establecer una correspondencia entre poesa ymercado. La idea de asociar estas dos esferas de la actividad humanano es nueva en el pensamiento pigliano basta con recordar laeconoma literaria de Arlt (Piglia, 1973), y se debe al simple hechode que, en el mundo contemporneo, el poder de mercado ha venido a

    10 Bourdieu distingue entre las artes plenamente consagradas, como msicaclsica, pintura, escultura, literatura y teatro, artes que aspiran a la consagracin,

    como cine, fotografa o jazz, y los productos culturales situados fuera de la culturalegtima, todava abandonados a lo arbitrario individual (como alta costura, cocina,decoracin, etc.)

    11Tambin denuncia el carcter cerrado y excluyente de los grupos poticos, enlos que un cantor excita al otro, uno consolida al ot ro en su obstinado y frenticocanto, dndose signos de una admiracin recproca (2011: 315). La retrica deBourdieu resulta, en este aspecto, sorprendentemente afn: escribe sobre sociedadesde bombos mutuos, pequeas sectas cerradas en su esoterismo,una actitud devota,ceremonial y ritualizada, la aproximacin sacramental, los fieles de la culturalegtima, etc. (1967: 146, 163).

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    sustentar, si no suplantar, el poder del Estado. La as nombradaeconoma potica es, pues, un sistema de crdito, esto es, decreencias, cuya moneda es la palabra del poeta, con un valor siemprearbitrario, porque es dependiente de un acuerdo social. La poesa escomo el dinero, circula, se desvaloriza, se atesora, hay usura, hayinflacin, hay escasez, hay un rgimen impuesto de valor (Piglia,2006b). El artista, consciente de que el valor de la moneda potica es

    pactado, deja de buscarlo en la originalidad del texto mismo paraencontrarlo en la prctica o intriga social: en los usos que se le dan,en las manipulaciones que sufre. El complot vanguardista consiste en

    rastrear estas tramas sociales y actuar sobre ellas, interponerse,construyendo una mirada (no una obra) artstica alternativa,antagnica a la comnmente aceptada. La lgica econmica que guala actividad de la vanguardia va a contracorriente de la basada en larentabilidad: el artista, tal como lo entiende Piglia, es un sujetoimproductivo segn las leyes del mercado liberal, porque su arte esilegible, o sea, mina el orden social en vez de sustentarlo. El queGombrowicz conociera al presidente del Banco Polaco justamente latarde de la conferencia le parece a Piglia una coincidencia alegrica:consigue entonces un cmodo puesto en una institucin financiera quele permite escribir Transatlntico, texto en que se agredenabiertamente los valores ms intrnsecos de dicha institucin.

    El debate sobre el canon, al ser llevado a un contexto quetrasciende el meramente literario, resulta sintomtico de toda una seriede conflictos ideolgicos que sacuden la sociedad moderna, como lacuestin de la identidad nacional, la autoridad del Estado y diferentesmaneras de imponerla o, incluso, la apropiacin del debate pblico porel lenguaje econmico. El caso argentino viene a ser muy ilustrativode esta amplitud socio-poltica que puede cobrar la cuestin de lacanonicidad, dado que su literatura se iba formando en una estrecharelacin con el Estado, por un lado, y con los canones extranjeros por

    otro. Piglia construye alrededor de ella toda una red de repercusionessociales que haciendo ya caso omiso a si estas deliberadamenteapuntan a instalar su propio sistema en el centro de un nuevocanonhan conseguido, no cabe duda, alterar un orden interpretativocristalizado. Son de sobra conocidas sus reinterpretaciones de Arlt,Borges y Macedonio Fernndez, siendo mucho menos comentadas porla crtica sus lecturas de Gombrowicz que suelen quedar reducidas,muy dainamente, a la glosa de Tardewski de Respiracin artificial.

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    Ahora, como hemos visto, su interpretacin de la conferencia Contralos poetas le permite plantear el problema de la rebelin contra elcanon en trminos de mercado y complot: la poesa, vista como unvalor que debera renegociarse, es mermada por la intrigavanguardista, que intenta imponer una nueva mirada en las obrasconsideradas como cannicas. Este complot de la vanguardia vadirigido contra la sociedad, ya que pretende socavar los mitos que lasustentan. As, el texto de Gombrowicz resulta absolutamente clave

    para comprobar toda la complejidad que cobra para Piglia el conceptode canonicidad, y eso por muy paradjica que pueda parecer la

    trascendencia de un escritor polaco para la revisin del canonargentino.

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