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    CONOSI16

    Revista de FLACSO-Ecuador

    No 16, mayo, 2003

    ISSN

    13901249

    Los artculos que

    se

    publican

    en l revista son de exclusiva

    responsabilidad de sus autores,

    no reflejan necesariamente

    el

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    N 19-26 y

    Av

    Patria

    Telfonos:

    2232 029/

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    Fax: 2566 139

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    Andrs Caizlez*

    El protagonismo de los medios de comunica-cin en el conflicto poltico venezolano tuvorecientemente dos manifestaciones importan-tes: el frustrado golpe de Estado de abril de2002 y el paro cvico opositor que se exten-di durante dos meses desde el 2 de diciem-bre de 2002. Si bien, en la actual coyuntura,el debate est centrado en la polarizacin po-

    ltica en torno a la figura del presidente Hu-go Chvez, sera muy pobre una lectura quese circunscriba a este fenmeno, sin brindarpreviamente un contexto que ubique a prota-gonistas y actores, a lo cual debe aadirse unavisin sobre los distintos elementos que estnen juego. La intencin de este artculo va enesta direccin y est alimentado por la propiaexperiencia del autor como periodista e inves-tigador de la temtica1.

    Contexto necesario

    El presidente Chvez triunf electoralmenteen diciembre de 1998. Esa victoria del te-niente coronel retirado, quien en 1992 habaencabezado una frustrada rebelin militarcon un discurso nacionalista, reafirm lo quecinco aos atrs ya se haba hecho palpable:el sistema poltico venezolano estaba en cri-sis. En 1993 la reeleccin presidencial de Ra-fael Caldera, quien ya haba gobernado en ellapso 1969-74, sin el respaldo de ninguno delos partidos tradicionales, el populista Ac-cin Democrtica (AD) y el socialcristianoCopei, confront al pas con una serie de pa-radojas que la clase poltica se neg a enten-der: Caldera, un viejo caudillo socialcristia-no, gan entre otras cosas gracias a) al des-gaste de las dos agrupaciones que se haba ve-nido repartiendo el poder desde 1958, b) asu oferta de una reforma constitucional y c)a lo que fue su posicin en 1992 cuando no

    conden tajantemente la rebelin de Chvez.El segundo gobierno de Caldera (1994-99)termin siendo una enorme desilusin. Ladebilidad legislativa del partido Convergen-cia, creado por Caldera con fines expresa-mente electorales, oblig a tejer alianzas conuna dirigencia desprestigiada de AD, mien-tras que la reforma constitucional fue archi-vada, entre otros factores, por las presionesde los propios medios de comunicacin queatacaron duramente el proyecto porque se

    incluan cuestiones como el derecho a rpli-ca, el trmino informacin veraz y se esta-

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    Demediadores aprotagonistas

    Crisis poltica, mediosy comunicacin en Venezuela

    * Periodista y Master en Ciencias Polticas, Profesor dela Universidad Central de Venezuela (UCV), Directorde la revista Comunicacindel Centro Gumilla e in-vestigador asociado del Centro de Derechos Humanosde la Universidad Catlica Andrs Bello.Email: [email protected]

    1 Algunos artculos propiamente sobre la crisis polticaescritos por el autor se encuentran en sitios de Inter-net como www.alainet.org y www.noticiasaliadas.orgAsimismo, buena parte de estas reflexiones y segui-miento de la crisis han estado alimentadas por debates

    y artculos en las revistas SIC y Comunicacin delCentro Gumilla www.gumilla.org.ve

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    blecan incipientes principios del derechociudadano a la informacin.

    Chvez se convirti en 1998 en un fen-

    meno electoral, en medio de una sociedadque buscaba figuras nuevas no contamina-das con los polticos tradicionales. Cabe re-cordar el caso de la ex Miss Universo IreneSez, quien lider las encuestas durante largosmeses hasta que recibi el apoyo de Copei yesto desplom completamente su candidatu-ra. Los bruscos cambios en la opinin delelectorado en aquel 1998 reflejaban a las cla-ras que la sociedad, mayoritariamente, apos-taba a un cambio, un cambio en democracia

    (en 1992 dos intentos de golpes de Estado norecibieron el respaldo popular, como espera-ban) y con lderes que no reflejaran vnculoscon el pasado.

    Por aquellos das, los polticos y sindicalis-tas venezolanos eran sinnimo de corrupcin;la poblacin asociaba a sta con su empobre-cimiento y Chvez, entre otras cosas, prome-ta que si la renta petrolera se administrabacon honestidad los beneficios alcanzaran pa-ra todos. De acuerdo con diversos sondeos,los partidos polticos e instituciones como elCongreso Nacional ocupaban los ltimos lu-gares de credibilidad entre los venezolanos,mientras que en el extremo contrario, de altosniveles de credibilidad, estaban los medios decomunicacin, seguidos de las Fuerzas Arma-das y la Iglesia catlica.

    Sin duda alguna, el modelo de desarrollovenezolano fracas. Eso lo demuestra el ele-vado ndice de pobreza en un pas que ha te-

    nido cuantiosos ingresos petroleros, espe-cialmente en la dcada de los 70 y 80. Altaresponsabilidad tuvieron en ello los lderespolticos que gobernaron al pas desde 1958,cuando cay la ltima dictadura militar delsiglo XX venezolano. A este hecho real, pal-pable para la mayora que se empobreci enla medida en que vea figurar a Venezuelaentre los principales exportadores de petr-leo del mundo, se aadi lo que fue unacampaa sistemtica por parte de los princi-

    pales medios de comunicacin en contra deentidades como partidos polticos y sindica-

    tos. A fines de los 80, por ejemplo, fue unaprctica en algunas redacciones de diariosnacionales destinar reporteros a escarbar, sinestablecer distinciones, en las vidas de diri-gentes, a la par que se hizo comn en las te-levisoras las transmisiones desde el palacio

    legislativo no para mostrar los debates sinopara hacer ver a los diputados como dormi-lones y carentes de normas de urbanidad.Esta sistemtica orientacin por parte de losmedios, que no diferenci actuacin de per-sonas del papel de las instituciones, unida ahechos de corrupcin e ineficiencias, minla confianza de la ciudadana en sus expre-siones legtimas de representacin democr-tica y este proceso termin fortaleciendo alos medios.

    A mediados de los 90, en una serie de en-trevistas que dieron paso a una publicacin,

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    GonzaloVargas

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    Eleazar Daz Rangel2 confirm con los princi-pales editores de diarios del pas que stos es-taban con un poder poltico inusitado, dadopor los elementos mencionados previamente,con lo cual se convertan en formidables acto-res polticos, jueces y en la prctica en defen-sores del pueblo. La importancia de este po-

    der meditico, unido al debilitado poder po-ltico, qued en evidencia cuando se archiv -por presiones de los medios- la reforma cons-titucional que pretenda impulsar Caldera, lacual era ya en los tempranos 90 un clamor dela ciudadana. Posiblemente en aquel mo-mento se sell el triunfo electoral, posterior,de Chvez o de cualquiera otra figura que en-carnara una oferta de cambios y sin vincula-cin con la vieja clase poltica.

    Como hemos dicho, el clmax de la com-pleja relacin entre los medios y el poder po-ltico se ha producido en la actual coyuntura,pero el fortalecimiento de Chvez en el firma-mento presidencial venezolano ya augurabaconflictividades. Durante la campaa electo-ral de 1998, y tras el desplome en las encues-tas de Irene Sez, el apoyo meditico clara-mente se inclin hacia Henrique Salas Ro-mer, quien vena de ejercer la gobernacin enun estado industrial del centro del pas. Du-

    rante meses, la divulgacin de encuestas y losprogramas de opinin, en su mayora, que-ran mostrar la victoria de Salas Romer. Sinembargo, las urnas demostraron lo contrario,pese a que Chvez y su equipo de campaaelectoral recibieron un tratamiento informa-tivo de menor envergadura que su contrin-cante. El nico medio importante que clara-

    mente se coloc con el hoy presidente fue eldiario El Nacional: tal fue esta opcin que enel primer gabinete del gobierno chavista, en1999, un ex director del rotativo y la esposadel editor ocuparon cargos de ministros.

    En tanto, en medio de la agudizacin de lacrisis poltica en 2002 se hizo ms visible una

    polarizacin de la sociedad en torno a la figu-ra del presidente. No parece haber otra op-cin poltica en Venezuela que estar a favor oen contra de Chvez, ambas posturas expresa-das en muchos casos de forma radical. Losmedios de comunicacin no han escapado aeste fenmeno, con lo cual han dejado de sermediadores en la crisis a ser parte de la mis-ma, protagonistas de la conflictividad polti-ca. El discurso meditico aunque critica al de

    Chvez, justamente lo ha reproducido, enotra direccin, y nos encontramos ante undebate poltico pobre, que se expresa desdelos afectos y con visiones simplistas y mani-queas. De forma reiterada, en muchos espa-cios de los medios, se llama tirano o dicta-dor a Chvez, mientras que el presidente loscalifica de golpistas.

    El encendido verbo presidencial

    Chvez ha sido el jefe de Estado venezolanocon mayor obsesin en torno a los medios. Encada uno de los perodos presidenciales ante-riores se vivieron diversas situaciones de con-flictos o confrontaciones entre el gobierno y elmundo comunicacional. Sin embargo, en ca-da uno de ellos lo meditico no ocup el pri-mer plano de las preocupaciones presidencia-les. Una revisin rpida de los 100 primerosprogramas Al, presidente, que semanal-

    mente hace Chvez, evidencia que en aproxi-madamente 90% de ellos, y tambin un por-

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    Chvez ha producido una inclusin simblica de los ms pobres y marginados y

    all radica buena parte de su poder. Las encuestas de oposicin reconocan que

    para 3 de cada 10 Chvez era una esperanza, y l se dirige a ellos desde los

    medios con los que puede transmitir su emotividad:TV y radio, no prensa escrita.

    2 Daz Rangel ha hecho referencia a estas opiniones de

    editores en diversos foros pblicos. De cara a este tra-bajo nos remitimos a un artculo suyo publicado enSIC, No. 637, agosto 2001.

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    centaje bastante alto de sus cadenas nacionalesde radio y televisin, estn destinados a criti-car, cuestionar y en muchos casos amenazar a

    medios, propietarios y periodistas.El discurso presidencial presente en Vene-zuela desde febrero de 1999, desde un puntode vista comunicacional, ha roto -sin duda al-guna- muchos esquemas y prcticas de lo quese entiende por el ejercicio del poder. El jefede Estado es un personaje de extraccin po-pular: habla en pblico tal cual es, suelta re-franes o dichos en cada una de sus interven-ciones, hace uso poltico de una buena me-moria para recordar personas o situaciones,

    suele vestir informalmente y habla largamen-te. En entrevistas que realizamos con perso-nas de los sectores populares que le siguen, seevidencia que ms all de resultados concre-tos de su gobierno, por ejemplo en materiasocial, Chvez ha producido una inclusinsimblica de los ms pobres y marginados enla escena poltica del pas. El presidente hahecho visibles a esos excluidos y all radicabuena parte de su poder. Hasta las encuestaspagadas por sectores de oposicin reconocanque Chvez contaba en febrero de 2003 conun 30 por ciento de respaldo duro. Esos tresde cada 10 venezolanos siguen con Chvezdespus de cuatro aos de empobrecimientodel pas, de ausencia de una poltica social efi-ciente, de mayor desempleo y sin tener en elhorizonte inmediato una perspectiva de me-

    joras sociales o econmicas. Para ellos, Ch-vez es una esperanza, y el presidente se dirigea ellos desde los medios con los que puede

    transmitir su emotividad, por eso apela enforma tan reiterada a la radio y la televisin.

    Ha sido notoria la tendencia de Chvez decolocar a los medios como parte de la conflic-tividad poltica. Las constantes crticas, sea-lamientos y amenazas se explican, en buenamedida, por la ausencia de actores polticosde peso o de organizaciones opositoras org-nicas. Hasta inicios de 2003 la oposicin ve-nezolana, que ha crecido de forma importan-te, segua siendo un estado de nimo, sin en-

    contrar expresiones de organicidad y por tan-to careca de las posibilidades de ofrecer un

    proyecto de pas alternativo al ya fracasadomodelo chavista. La sociedad est hurfanade opciones polticas y por tanto el debate se

    centra exclusivamente en los lemas Chvezvete ya, que exigen los opositores o el Ch-vez hasta el 2021 que proclaman los oficia-listas. El vaco poltico ha sido ocupado porlos medios en un proceso que ya vena desdelos 90, pero que el gobierno y el propio dis-curso presidencial ha potenciado, especial-mente en el ltimo ao.

    El jefe de Estado habla sin cesar y le gustahacerlo a travs de los medios. Cada semanasu programa, que se transmite por la radio y

    la televisin del Estado, se extiende por treshoras y ms, y en este espacio se entremezclandecisiones de Estado, con saludos a familiaresy amigos, canciones en la propia voz de Ch-vez. En la gran mayora de ellos, el presiden-te toma ejemplos concretos de notas periods-ticas o programas informativos para criticar elgolpismo meditico, usualmente se refierepor su nombre a dueos de medios o perio-distas, incluso ha sacado a relucir detalles per-sonales o familiares para desacreditar a unapersona, con la que est en desacuerdo por suopinin o posicin.

    Las cadenas nacionales de radio y televi-sin tambin han terminado por ser una tri-buna abierta de la que Chvez pone y dispo-ne, casi a su antojo. El argumento oficial esque dichas cadenas son una manera de con-trarrestar la desinformacin, pero al revisarlos contenidos de las mismas, gran parte re-producen el mismo esquema ya mencionado

    del programa Al, presidente. El gobiernoha hecho un uso abusivo de este recurso enmedio de la agudizacin de la crisis3. Entre el8 y 9 de abril de 2002, por ejemplo, el gobier-no coloc ms de 30 cadenas nacionales deentre 15 y 20 minutos cada una, en un hecho

    ICONOS 33

    3 Para el Centro de Derechos Humanos de la Universi-dad Catlica Andrs Bello, el autor prepar un dossiersobre la crisis de abril de 2002 y el derecho a la liber-tad de expresin e informacin. En este documentoest una referencia mayor al uso de las cadenas presi-

    denciales. Puede ser consultado en lnea en:www.ucab.edu.ve/investigacion/cddhh/crisis.pdf

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    que fue criticado por la Comisin Interame-ricana de Derechos Humanos. En enero de2003, mientras se desarrollaba el segundo

    mes del paro cvico convocado por la opo-sicin, el presidente Chvez realiz unas 26cadenas con ms de 30 horas de transmisin.El jefe de Estado ha hecho un uso discrecio-nal del mecanismo, a lo largo de su mandato.

    Otro recurso que se ha usado sin criteriospropiamente de Estado, y ms bien respon-diendo a una parcialidad poltica, han sidolos entes comunicacionales pblicos. El Esta-do venezolano cuenta con una televisora, Ve-nezolana de Televisin, y una estacin radial,

    Radio Nacional, ambas con alcance nacional,as como con una agencia de noticias, Ven-pres. Al inicio del gobierno, se implement,con poco xito, la edicin de un diario, ElCorreo del Presidente. Como hemos dichoanteriormente, los destinatarios del mensajede Chvez, los sectores ms pobres y margi-nados, ni leen la prensa escrita y sostienen surelacin con el lder poltico a travs de cana-les en los que se conectan a travs de los afec-tos, y sin duda en esta dimensin la televi-sin, principalmente, y la radio, tienen unpapel primordial.

    No es nuevo en Venezuela que la televiso-ra o la radio estatal estn al servicio del go-bierno de turno. Ha sido una vieja prcticaque atenta contra la implementacin efectivade un servicio de carcter genuinamente p-blico, en el que encuentren cabida la plurali-dad de voces y sectores que conforman la so-ciedad venezolana. Sin embargo, en los lti-

    mos aos esta vieja costumbre se ha potencia-do y en buena medida la radio y la televisinestatal han terminado por ser cajas de reso-nancia gubernamentales. Sus programacionesson frecuentemente alteradas para dar cabidaa intervenciones pblicas, de cualquier tipo yen algunas ocasiones de discutida importan-cia, en las que el presidente muchas veces sepasea por hechos de su niez o se dedica aatacar a sus adversarios polticos.

    Sin duda, la pugnacidad en el discurso

    presidencial ha sido un elemento clave paraentender la crisis venezolana. La importancia

    que le concede el mandatario a la repercusinmeditica de sus acciones, y la misma necesi-dad expresa de que su discurso se expanda (y

    por ello apela a las cadenas) nos hablan de laestrecha relacin sobre cmo se construye lapoltica en nuestros das. La discusin a travsde la televisin que Chvez le da a algunas de-cisiones suyas, llegando al extremo de que al-gunos colaboradores se enteraron que habansido despedidos a travs de la pantalla chica,lo lleva a esta categora: los medios no soloson el canal para articular la poltica, sino quela poltica misma se construye desde la di-mensin meditica.

    De un lado no, en el medio

    El encendido discurso del jefe de Estado ve-nezolano ha tenido su contracara en unaabierta posicin opositora por parte de losprincipales medios de comunicacin privadosdel pas. Las expresiones ms evidentes de es-to se han dado justamente en momentos deagudizacin de la crisis poltica, momentosen los cuales la ciudadana debera haber con-tado con una cobertura informativa equili-brada que le permitiera acceder a diferentespuntos de vista y contrastar posiciones.

    El desarrollo de esta difcil relacin entremedios y poder poltico, en Venezuela, tendrun hecho que sin duda lo ha marcado. Se tra-ta del da que callaron los medios. En abril de2002 el conjunto de empresas periodsticasdel pas desplegaron un importante dispositi-

    vo para dar cobertura a lo que se esperaba co-mo el desenlace de la crisis. Un paro generalconvocado por las organizaciones sindicales yempresariales, unido a una paralizacin, in-dita a la fecha, en el sector petrolero tuvieronuna amplia y favorable cobertura. Prctica-mente hubo una reproduccin acrtica de lasposiciones opositoras, en la mayora de los ca-sos los medios fueron canales de divulgacinde las acciones contra Chvez, y durante va-rios das literalmente no haba otros espacios

    mediticos diferentes al tratamiento e infor-macin de la crisis.

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    Canales de televisin con histricas rivali-dades comerciales pasaron a intercambiarimgenes e informacin, dentro de una estra-tegia comunicacional destinada a demostrarla contundencia del paro entre el 8 y 11 deabril. Este ltimo da, las seales de televisinburlaron una medida oficial que pretenda in-

    terrumpir las transmisiones y ya haban im-plementado un dispositivo para dividir laspantallas de televisin, ante el uso continuode las cadenas nacionales de radio y televisinpor parte del presidente Chvez.

    El enorme despliegue meditico acompa,minuto a minuto, el desarrollo de la crisis quedesemboc en la destitucin del jefe de Estadopor parte de su alto mando militar y el apoyode ste al empresario Pedro Carmona para queen la madrugada del 12 de abril asumiera la

    presidencia. Salvo excepciones, los medios nocuestionaron o pusieron en duda la versin da-da de que Chvez haba renunciado y hastacensuraron al fiscal general, Isaas Rodrguez,cuando ste cuestion el proceso y seal quese haba producido un golpe de Estado.

    El estruendo informativo que se habaproducido entre el 8 y 11 de abril, tuvo el 12un seguimiento absolutamente favorable delos primeros pasos del gobierno de facto de

    Carmona, quien incluso en su breve paso porel palacio de gobierno sostuvo muy pocasreuniones, una de ellas con los propietarios delos principales medios de comunicacin. Elsiguiente paso fue el silencio, absolutamenteinexplicable, sobre la serie de hechos que sedieron desde el 12 mismo y que el 13 fueronclaramente favorables al regreso de Chvez alpoder. En concreto se produjeron pronuncia-mientos militares y manifestaciones de calle,esto no tuvo eco meditico, las seales de te-

    levisin mostraban dibujos animados y docu-mentales sobre pases europeos, cuando en las

    calles -especialmente de Caracas- se produ-can estos hechos que terminaron siendo de-cisivos e inclinaron la balanza a favor del pre-sidente, quien retorn al poder en la madru-gada del 14 de abril.

    Este silencio informativo, que se vivi entelevisin, radio y prensa, ha sido explicado

    por propietarios y periodistas tanto por razo-nes de seguridad para poder desarrollar su co-bertura, como por la precaucin de que se ex-tendiera la violencia en la capital venezolana.En numerosos debates que han tenido lugar alo largo de estos meses, ha sido claro que laorientacin poltica de empresas y comunica-dores prim por sobre la responsabilidad deinformar. Efectivamente en algunos puntospopulares de Caracas se vivieron situacionesviolentas en aquellas horas, pero la cobertura

    que dieron corresponsales extranjeros y algu-nos medios nacionales, pusieron en evidenciaque s era posible ofrecer informacin sobre eldesarrollo de la crisis.

    El colofn de esta abierta parcialidad, conlo cual los medios se colocan del lado de unbando en la polarizada crisis venezolana, sedio durante el paro cvico que entre diciem-bre de 2002 y enero de 2003 convoc la opo-sicin y que tuvo su expresin de mayores se-

    cuelas para el pas, en la paralizacin de la in-dustria petrolera. En decisiones sin preceden-tes para el sector meditico de Amrica Lati-na, el conjunto de medios radioelctricos sus-pendi su programacin regular durante dosmeses (la prensa se achic y se dedic exclusi-vamente al paro), y pas a brindar una infor-macin completamente informativa y de opi-nin, con lo cual durante dos meses la mayo-ra de poblacin del pas, que no posee servi-cios de suscripcin, literalmente no tena op-

    ciones de entretenimiento (que estn dadosfundamentalmente por la televisin).

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    Las expresiones ms evidentes de la oposicin poltica de los medios se han dado

    justamente en momentos de agudizacin de la crisis, en los cuales la ciudadana

    debera haber contado con una cobertura informativa equilibrada que le permi-

    tiera acceder a diferentes puntos de vista y contrastar posiciones.

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    De forma tambin indita, se suspendi laprogramacin comercial regular en radio y te-levisin, y esos espacios fueron donados a la

    oposicin, as las cosas, solo se comunicaba lorelacionado con la crisis, desde lo informativoy tambin desde la propaganda, pero todo en-filado en una direccin, sin criticar a la opo-sicin, ms bien sirviendo de altavoces parasus consignas, y centrando sus cuestiona-mientos en el gobierno de Chvez.

    Todo ello coloca a la ciudadana y a la ma-yora de periodistas, bajo un fuego cruzado enel plano meditico, con un presidente com-pletamente excedido en sus funciones y con

    unos medios literalmente dentro de la arenade la confrontacin poltica. Este fenmenotal vez sea el rasgo distintivo y expresin im-portante de la propia crisis poltica. Los me-dios han dejado de ser los canales mediadorespor los cuales se hace (y se conoce) el relato dela crisis, para ser protagonistas de ese relato.

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