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R oberto Follari es Doctor en Psicología, actualmente profesor titular de Episte- mología de las Ciencias Sociales y di- rector de la Maestría en Estudios Latinoame- ricanos en la Universidad Nacional del Cuyo. Ganador del Premio Nacional sobre Derechos Humanos y Universidad, otorgado por el Ser- vicio Universitario Mundial. Ha sido asesor de la OEA, UNICEF y CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Uni- versitaria). También se ha desempeñado como director de la Maestría en Docencia Universi- taria de la Universidad de la Patagonia. Es miembro del Comité Académico de diversos posgrados. Ha sido componente de las comi- siones evaluadoras de CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas - Argentina). Tu libro La Selva Académica. Los silenciados laberintos de los intelectuales en la universi- dad tiene como propósito liberar parte de lo no-dicho de la cotidianidad de los académi- cos en las universidades actuales. ¿Cuáles son las prácticas y los discursos que se silencian en el interior de la academia? Se silencian por sobre todo los propios intere- ses. La imagen pública del intelectual está liga- da al ejercicio de la búsqueda de la verdad de una manera supuestamente desinteresada o en todo caso, a la defensa de intereses que sostie- nen el bien de la humanidad, que van más allá de los intereses sectoriales o los intereses perso- nales. Entonces, tales intereses personales que están presentes necesariamente en cualquier conducta social, allí se disimulan; aunque en realidad pueden estar presentes bastante más que en otros ámbitos sociales. La universidad tiene algo de invisibilidad, de escurrirse del espacio público, lo cual hace que comporta- mientos bastante aviesos puedan pa-sar desa- percibidos. ¿Cómo propones establecer una teoría siste- mática sobre la auto-representación de los in- telectuales a partir de tus dos premisas: el pla- tonismo intrínseco y la doble ideología? Tú haces alusión a estas dos grandes categorí- as, que son las principales que planteo desde el punto de vista explicativo. Lo platónico, en el sentido de comprensión de nuestra práctica; los intelectuales tomamos el mundo simbólico Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 34, Quito, mayo 2009, pp. 117-121 © Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador. ISSN: 1390-1249 Los intelectuales y el espacio público María Belén Albornoz Profesora-investigadora de FLACSO-Ecuador. Fecha de recepción: marzo 2009 Fecha de aceptación y versión final: marzo 2009 A la izquierda, Roberto Fallari en la presentación de su libro La Selva Académica. Los silenciados laberintos de los intelectua- les en la universidad.

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conversaciones con Robert Follari

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Roberto Follari es Doctor en Psicología,actualmente profesor titular de Episte-mología de las Ciencias Sociales y di-

rector de la Maestría en Estudios Latinoame-ricanos en la Universidad Nacional del Cuyo.Ganador del Premio Nacional sobre DerechosHumanos y Universidad, otorgado por el Ser-vicio Universitario Mundial. Ha sido asesor dela OEA, UNICEF y CONEAU (ComisiónNacional de Evaluación y Acreditación Uni-versitaria). También se ha desempeñado comodirector de la Maestría en Docencia Universi-taria de la Universidad de la Patagonia. Esmiembro del Comité Académico de diversosposgrados. Ha sido componente de las comi-siones evaluadoras de CONICET (ConsejoNacional de Investigaciones Científicas yTécnicas - Argentina).

Tu libro La Selva Académica. Los silenciadoslaberintos de los intelectuales en la universi-dad tiene como propósito liberar parte de lono-dicho de la cotidianidad de los académi-cos en las universidades actuales. ¿Cuáles sonlas prácticas y los discursos que se silencianen el interior de la academia?

Se silencian por sobre todo los propios intere-ses. La imagen pública del intelectual está liga-da al ejercicio de la búsqueda de la verdad deuna manera supuestamente desinteresada o entodo caso, a la defensa de intereses que sostie-nen el bien de la humanidad, que van más alláde los intereses sectoriales o los intereses perso-nales. Entonces, tales intereses personales queestán presentes necesariamente en cualquierconducta social, allí se disimulan; aunque enrealidad pueden estar presentes bastante másque en otros ámbitos sociales. La universidadtiene algo de invisibilidad, de escurrirse delespacio público, lo cual hace que comporta-mientos bastante aviesos puedan pa-sar desa-percibidos.

¿Cómo propones establecer una teoría siste-mática sobre la auto-representación de los in-telectuales a partir de tus dos premisas: el pla-tonismo intrínseco y la doble ideología?

Tú haces alusión a estas dos grandes categorí-as, que son las principales que planteo desde elpunto de vista explicativo. Lo platónico, en elsentido de comprensión de nuestra práctica;los intelectuales tomamos el mundo simbólico

Íconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 34, Quito, mayo 2009, pp. 117-121© Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador.

ISSN: 1390-1249

Los intelectuales y el espacio públicoDiálogo con Roberto FollariMaría Belén AlbornozProfesora-investigadora de FLACSO-Ecuador.

Fecha de recepción: marzo 2009Fecha de aceptación y versión final: marzo 2009

A la izquierda, Roberto Fallari en la presentación de su libroLa Selva Académica. Los silenciados laberintos de los intelectua-les en la universidad.

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como si éste estuviera desgajado del espaciomaterial. Nosotros no producimos desde lamaterialidad primaria, pues la materialidadsimbólica es de otro orden; quiero decir, traba-jar con la materialidad ligada a la produccióndirecta, no es lo que nosotros hacemos. Demodo tal que inevitablemente vivimos elmundo de las significaciones como si fuera in-dependiente del mundo de la materialidad.Esto nos vuelve inevitablemente idealistas –demanera automática–, es decir, nos vuelve pla-tónicos. En ese sentido, es que en relación alos intelectuales de izquierda, y por qué no,también a los intelectuales de derecha, se sue-le, por ejemplo, hablar de la institucionalidadideal (que no existe en el mejor de los mundos,pero que pretenden aplicarla a casos comoEcuador o Argentina de manera automáticacomo si estuviéramos en Suecia). Por cierto,muchos intelectuales de izquierda pretendenhallar en la realidad una izquierda perfecta, unsocialismo salido de los libros de Marx, que loslleva a nunca estar conformes con lo que serequiere y que efectivamente sucede en la rea-lidad, por lo cual finalmente su actitud políti-ca es idealizante y puramente intelectual. Porello, su influencia suele ser inexistente desde elpunto de vista político, cuando no los lleva aser furgón de cola de la derecha; es el caso, deuna parte importante de los universitarios deVenezuela que se han asumido en un definidoantichavismo que carece de fuerza, esto parano ser absorbido por la fuerza pro-empresarialmayoritaria antichavista dentro de la oposi-ción.

Sostienes que el predominio de la imagen so-bre el pensamiento, el gusto por lo episódicoy fragmentario ha ido desplazando al intelec-tual del espacio mediático. Sin embargo, túvinculas esta retirada del intelectual a una re-nuncia a su rol de constructor de hegemo-nías alternativas.

Sí, creo que hay una mezcla de ambos factores.Fíjate que nuestra fascinación por la imagen

está produciendo efectos de sentido que sonlamentables. En estos días en Argentina la de-manda por seguridad pública contra la delin-cuencia y la violencia, que es una demandarazonable, se expresa en los términos más bur-dos; por ejemplo, en la consigna: “Hay quematarlos a todos”. Se expresa en términos demano dura, de pena de muerte. Y esto estásiendo capitaneado por personas del espaciomediático como Susana Giménez, una vedettecon una pasmosa desinformación e ignoran-cia. Se ha perdido el sentido del ridículo, y asíesta persona es líder de opinión de un país quetuvo una importante cultura letrada como esArgentina. Entonces, sí hay un desplazamien-to del anterior peso de los intelectuales por elmundo mediático; pero también, hay de partede los intelectuales una incapacidad para res-ponder al reto. No hay decisión ni compromi-so para intentar presentar alguna batalla en losmedios, para enfrentar sus sentidos comunesmayoritariamente conservadores, esa densavulgata que algunos periodistas y otros perso-najes mediáticos presentan.

En este distanciamiento del intelectual con lasociedad, ¿cómo explicas su débil interven-ción en el espacio público desde las nocionesde campo y de habitus bourdieanos?

Bourdieu lo explica muy bien, como una de las“maniobras” en el campo académico, a través-de la cual algunos intelectuales de poca montautilizan los medios para intentar saltarse loslugares de ascenso establecidos en el campo,usando un procedimiento ajeno a los mecanis-mos propios de lo académico. Por cierto,Bourdieu propone claramente una oposiciónfrontal entre el mundo de los medios y elmundo de los intelectuales, la cual creo es de-masiado fuerte. Es cierto que la consagraciónintelectual no cabe que se realice gracias a laparticipación en los medios. La consagraciónse hace dentro de la comunidad científica através de las publicaciones, de la investigación,de las intervenciones, de las actividades docen-

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María Belén Albornoz

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tes, con calidad en los cursos de postgrado;pero también es cierto, que actualmente la dis-cusión pública se realiza también por vía me-diática, en ese espacio donde los intelectualesno han tenido nunca buena llegada. Hoy endía esos medios no son lo que eran hace trein-ta años, cuando eran pocos; ahora hay muchosmedios, hay radios FM, hay todo un universode targets segmentados, de televisión comercialy estatal. Pero para apropiarse desde lo intelec-tual del lenguaje mediático, hay que tener ungenuino interés en la lucha político-ideológica;no priorizar la propia carrera profesional, quepara nada se implica en lo ideológico o quepeor, utiliza lo ideológico como mascaradapara legitimarse.

Criticas la neutralidad del intelectual comouna postura que evade afrontar los conflictosde la realidad en nombre de la ciencia y larazón y por tanto, es carente de compromisoy está distanciada de la política práctica.

Así es. Por supuesto que las nociones clásicasde la neutralidad valorativa de la ciencia noson aplicables al conocimiento sistemático,mucho menos en el caso de las ciencias socia-les, donde constitutivamente tomar partidopor una teoría es ya tomar partido por unaideología: nadie podría ser funcionalista si esuna persona de izquierda, nadie podría apelara Foucault si es una persona de derecha (por lomenos, no de una manera genuina). Pero esclaro que puede sostenerse tal neutralidad deun modo perverso. Dado que la ciencia sociales intrínsecamente valorativa, es necesario quese asuma explícitamente cuáles son los valoresy la dirección que nutren la toma de posiciónteórica. Mucho más, si se tiene en cuenta queninguna ideología es más efectiva que aquellaque no se explicita como tal, esto es, una ide-ología que está disimulada; que dice “las cosasson así”, una ideología que se niega a sí misma;pues desde ella se asume que la realidad esexactamente como esa ideología la describe.Una ideología disimulada porque no se pre-

senta como tal, sino como una simple lectura“natural” de la realidad, es hipócrita, pero pue-de ser muy efectiva.

Los intelectuales y la política. Cuéntanos unpoco sobre estas relaciones peligrosas.

Obviamente que no son fáciles, ni tienen porqué serlo para el intelectual. Yo asumo lo quedice Max Weber acerca de las muy diferentescaracterísticas personales que hay que poseerpara tener éxito en la política, y para tenerloen la academia. Diría que poseer ambas a lavez es un privilegio que debe ser extremada-mente raro y excepcional, además de que hayque dedicarse mucho a cada una de ellas paraser exitoso. De modo que aun cuando unotenga la posibilidad de estar en ambas –lo cuales muy poco común– no es fácil hacerlo.Ahora, dicho esto, uno no le pide al intelectualque deje de serlo para convertirse en un políti-co, sino que propone un intelectual que seacapaz de intervenir en el debate sobre temassocialmente relevantes. Por supuesto que unintelectual también puede –cómo no, hay al-gunos casos– intervenir directamente en polí-tica. Pero lo que yo estoy pidiendo es menosque eso: se trata de intervenir en el debate pú-blico, debate que hoy se da predominante-mente en el espacio mediático, pero tambiénpor vías más tradicionales que aún se practicany son necesarias. Se trata de hacerse cargo deldebate público y no de regirse por la impor-tancia que las intervenciones tengan respecto a

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Los intelectuales y el espacio público

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la acumulación de prestigio dentro del campointelectual únicamente. Desde el punto de vis-ta de los avances dentro del campo académico,se puede llegar a tener relevancia como inves-tigador/a con total inobservancia de la inter-vención en la discusión social y política.

En este sentido, ¿quiénes son para ti, enton-ces, los intelectuales comprometidos?

Primero, tiene que ser un intelectual queconozca las reglas de la política, tiene que ha-ber tenido en algún momento de su vida unaparticipación política relevante. O por lo me-nos, conocer las leyes de lo político; no hablodesde la mirada jurídica, sino del conocimien-to de las reglas de juego inmanentes de lo polí-tico. Alguien que tenga la capacidad para en-tender mejor lo que sucede en ese ámbito,pues la mirada intelectual al respecto sueleunir desprecio ético con notoria incompren-sión de que lo político no es reductible (sólo)a esos términos éticos.

¿Si los intelectuales han perdido su relacióncon lo político al crear mecanismos opacossobre sí mismos, cómo planteas que la acade-mia renuncie al espacio “seguro” que ha cons-truido en torno a sí y recupere su rol crítico?

El espacio de la universidad es poco conocidopor la sociedad, de modo que permite “escon-der” los propios mecanismos de auto-legitima-ción (a menudo muy poco confesables) confacilidad. Cuando digo “propios” digo perso-nales, individuales, a menudo mezquinos.Aunque también es cierto que lograr relevan-cia social implica mayores riesgos que la vidamuelle de la academia, pero también logrosmás sustantivos y reconocimientos más con-tundentes. Es satisfactorio advertir que la pala-bra propia puede alumbrar programas sociales,puede ser citada en la discordia política, puedevenir a cuento de los disímiles actores sociales.De tal manera que la “salida hacia lo social”tiene también un aspecto atractivo para los

intelectuales: puede hacer menos monocorde,a la vez que más fecundo, el trabajo de loscientíficos sociales.

Mirar desde dentro las universidades, desen-marañar los mecanismos de “selva” que hantejido de manera tupida en estos últimosaños, ¿qué propósito cumple este ejercicio deautocrítica? ¿Quiénes son los interlocutoresde esta auto-reflexión?

Sin duda que hacer explícito lo siempre acalla-do, hace posible que pase a formar parte deldiscurso público. Todo lo que se rumorea enpasillos como chisme, podría comenzar a serformalizado como análisis de mecanismos deauto-sostén en la academia, como moldes in-deseados, como estereotipos a rechazar quepueden ser dichos en voz alta y denunciadossin que ello aparezca como pura cuestión deconflictos interpersonales. Es –salvando lasdistancias– lo que Bourdieu realizó con su teo-ría sobre los campos intelectuales: no se tratade que los mecanismos de que se habla vayana desaparecer (ello sería como pedir a las insti-tuciones y los sujetos una subversión de sí mis-mos que es obviamente imposible), sino deponer a esos procesos bajo examen sistemático,de modo que dejen de operar en la pura repe-tición y automatismo. Como se ve, hay en elloalgo de lo que se juega en la terapia psicoana-lítica: hay que poner palabra a lo inconsciente.

Bibliografía de Roberto Follari

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2008, La selva académica. Los silenciados labe-rintos de los intelectuales en la universidad,Homo Sapiens, Rosario.

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María Belén Albornoz

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Los intelectuales y el espacio público