Dialnet-LoSocialEnLaVidaYEnElPensamiento-767376.pdf

68
LO SOCIAL en la vida y en el pensamiento 1 Leopold von Wiese INDICE: General (4).—I. Lo individual y lo colectivo (7-42): 1. Delimitación del concepto: lo social (7-8). 2. Contenido del concepto: lo social (8-10). 3. El yo (10-11). 4. La filosofía de los pronombres personales (12-13). 5. Lo inconsciente (13-16). 6. Los otros (16-19). 7. El par (diada) y el trío (triada) (19-26). 8. Los grupos mayores y los grandes grupos (26-31). 9. La masa (31-33). 10. Los círculos y la atmósfera social (33-35). 11. Las corporaciones (35-37). 12. La sociedad (38-41).—II. El ámbito privado y público en la vida humana (43-74): 1. Observaciones previas (43). 2. La relación antagónica del ámbito público y del privado (43-47). 3. Aclaración de las palabras: público y privado; definición de ambos conceptos (47-51). 4. Dependencia y autonomía (51-54). 5. El sobrepoder de la public(o)idad (54-56). 6. La fama (57-61). 7. La pro- fesión (61-68). 8. La economía del dinero (68-69). 9. El incremento de la población (70-72). 10. La tarea de la nivelación (72-74).—III. Anquilosamiento y plenitud como principios fundamen- tales de dos sistemas sociales (75-79): 1. Dos necesidades contrapuestas (75-76). 2. La tendencia al tránsito de la tesis a la antítesis (76-77). 3. Liberalismo (77). 4. El mundo occidental y oriental (78-79). 5. Los dos peligros para Occidente (79). 1 Leopold VON WIESE, Das Soziale im Leben und im Denken, Westdeutscher Verlag, Köln und Opladen, 1956. En el Indice colocamos para cada apartado, entre paréntesis, las páginas correspondientes al original alemán. También hemos adjuntado, entre paréntesis y en cursivas, algunos términos alemanes especialmente «intraducibles» o de contenido sociológico preciso. Los subrayados (en cursiva negra) son, por supuesto, del propio Wiese. Por otro lado, las notas a pie de página las reproducimos inalteradas, según aparecen en el original. Para más aclaraciones, o de cara a mayores detalles bibliográficos, remito a mi escrito de presentación de este ensayo. 64/93 pp. 247-313

Transcript of Dialnet-LoSocialEnLaVidaYEnElPensamiento-767376.pdf

  • LO SOCIALen la vida y en el pensamiento1

    Leopold von Wiese

    INDICE: General (4).I. Lo individual y lo colectivo (7-42): 1. Delimitacin del concepto: losocial (7-8). 2. Contenido del concepto: lo social (8-10). 3. El yo (10-11). 4. La filosofa de lospronombres personales (12-13). 5. Lo inconsciente (13-16). 6. Los otros (16-19). 7. El par(diada) y el tro (triada) (19-26). 8. Los grupos mayores y los grandes grupos (26-31). 9. La masa(31-33). 10. Los crculos y la atmsfera social (33-35). 11. Las corporaciones (35-37). 12. Lasociedad (38-41).II. El mbito privado y pblico en la vida humana (43-74): 1. Observacionesprevias (43). 2. La relacin antagnica del mbito pblico y del privado (43-47). 3. Aclaracinde las palabras: pblico y privado; definicin de ambos conceptos (47-51). 4. Dependencia yautonoma (51-54). 5. El sobrepoder de la public(o)idad (54-56). 6. La fama (57-61). 7. La pro-fesin (61-68). 8. La economa del dinero (68-69). 9. El incremento de la poblacin (70-72).10. La tarea de la nivelacin (72-74).III. Anquilosamiento y plenitud como principios fundamen-tales de dos sistemas sociales (75-79): 1. Dos necesidades contrapuestas (75-76). 2. La tendencia altrnsito de la tesis a la anttesis (76-77). 3. Liberalismo (77). 4. El mundo occidental y oriental(78-79). 5. Los dos peligros para Occidente (79).

    1 Leopold VON WIESE, Das Soziale im Leben und im Denken, Westdeutscher Verlag, Klnund Opladen, 1956. En el Indice colocamos para cada apartado, entre parntesis, las pginascorrespondientes al original alemn. Tambin hemos adjuntado, entre parntesis y en cursivas,algunos trminos alemanes especialmente intraducibles o de contenido sociolgico preciso. Lossubrayados (en cursiva negra) son, por supuesto, del propio Wiese. Por otro lado, las notas a piede pgina las reproducimos inalteradas, segn aparecen en el original. Para ms aclaraciones, ode cara a mayores detalles bibliogrficos, remito a mi escrito de presentacin de este ensayo.

    64/93 pp. 247-313

  • I. LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO

    1. Delimitacin del concepto: lo social

    Es preciso que un autor declare con la mayor claridad posible lo queentiende con el ttulo de su libro. Con frecuencia, el lector vincula los trmi-nos sobre el tema, escogidos por el autor, con determinados prejuicios e inter-pretaciones que le van a acompaar en la sucesiva lectura pero que le son aje-nos por completo al autor del libro. Por ello, si ste no declara desde el princi-pio el sentido que da a las palabras del ttulo pueden surgir confusiones ymalentendidos fatales. He escogido el ttulo de la manera ms sencilla posible,pero el mismo contiene palabras de significado polivalente: lo social!Advierto inmediatamente que he elegido con premeditacin el neutro y no hedicho la sociedad, la estructura social o los sistemas sociales. Ello hubieraentrado en contradiccin con la idea fundamental que se extiende a travs detodas las pginas que siguen.

    La expresin lo social tampoco se equivale, de ningn modo, con unaque resulta de exposiciones ms limitadas sobre temas ms o menos afinescomo, p. ej., lo sociopoltico, entendido como lo comunitario, el bienestar,la asistencia social o la cuestin laboral.

    Pero las expresiones social y sociologa se han visto sometidas tambina otro acotamiento ms en su uso cotidiano extracientfico y, sobre todo,desde la esencia de la prensa que habra que evitar aqu: con alguna frecuen-cia, parece como si el mbito de lo social abarcara tan slo a los estamentos ylas clases, de modo que si alguien habla desde el punto de vista sociolgico seentiende en el estrecho sentido de que adopta una ptica dirigida a explicar laformacin de capas sociales dentro de un pueblo. Por supuesto que todo estoes esencial y el socilogo debe ocuparse de ello; pero no constituye sino unaparte dentro de un campo suyo de trabajo mucho ms amplio.

    Con lo social nos referimos a algo mucho ms general, fundamental,antropolgico por antonomasia. Queremos es mi propuesta adentrarnosen las cuestiones nucleares de la existencia humana, las que por su significa-cin (que atraviesa todo nuestro ser) colocan en un plano muy lejano a cual-quier problema puntual sobre la configuracin organizativa de la vida pblicaactual.

    En realidad, no hay para el hombre sino tres ncleos de problemas esencia-les: su relacin con la deidad, lo que es decir las cuestiones religiosas; siguien-do con la configuracin de su vida interior la constitucin del alma y delespritu, para acabar precisamente con lo social, o sea, con la conexinentre los hombres. Las tres reas de problemas mantienen una mltiple depen-dencia; en cuanto dominios cientficos, teologa, psicologa y sociologa secompletan. Pero si bien es muy necesario no desconsiderar ni en la vida ni enel pensamiento esta vinculacin y buscar finalmente una sntesis que coroneesos tres mbitos, tambin es importante no confundirlos conceptualmente en

    LEOPOLD VON WIESE

    248

  • los anlisis previos, sino, por el contrario, elaborar mediante un proceso de iso-lacin aquello de lo que se trate en cada uno de los tres casos. Por supuestoque durante esta tarea los resultados y observaciones obtenidos desde un domi-nio ayudan en la investigacin del otro. Tambin es cierto que la esfera religio-sa se nos queda en ello un tanto al margen, pero una teologa que trabaje cien-tficamente tampoco podr prescindir del anlisis de la interioridad humana.Las cuestiones de la convivencia entre los hombres se tornan insolubles si noprofundizamos en el mbito de la psyche, de igual modo que una buena partede la psicologa no puede obviar los resultados de la exploracin de las relacio-nes entrehumanas2. Pero las cuestiones fundamentales que no hay que perderde vista son distintas. All, desde la exploracin del alma: qu acontece en elinterior del hombre?; aqu, en cambio: cmo actan unos hombres sobreotros? Al investigador slo le concierne aquello de entre los resultados de otroscampos que no pueda eludir si quiere esclarecer la problemtica del suyo. Enocasiones, ste tiene que hurgar en los mbitos vecinos an ms profundamen-te que los propios especialistas, ser ms psiclogo que socilogo o ms socilo-go que psiclogo; pero volver a arrodillarse ante su otro altar. Simplementedicho: aquellas observaciones son para l tan slo un material, no su objetivoobligado. A menudo, el socilogo debe hablar del alma, del espritu y del cuer-po del hombre, pero slo porque se constata la necesidad de que exista unaAntropologa (entendida la palabra en el sentido ms amplio, no slo en unsentido meramente cientfico-naturalista), si ha de darse Sociologa alguna.

    No es siempre fcil atenerse a la exigencia de dejar algo de lado en sus fun-damentos y, sin embargo, reasumirlo en la exposicin, reconciliando con ellolos dos enfoques contrapuestos.

    2. El contenido del concepto: lo social

    He anticipado todo lo anterior porque creo que as puede quedar ms claroel significado que damos aqu al trmino lo social. Con l me refiero a todasy cualquiera de las actuaciones (Einwirkungen) que partiendo de un hombre seejercen sobre otro hombre o sobre las mayoras humanas, as como, viceversa,las que se ejercen desde estos constructos sobre las personas. La preposicin que

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    249

    2 Nota del traductor: El viejo (altmodisch) y magistral idioma alemn empleado por Wiesenos obliga a hacer aqu unas mnimas aclaraciones bsicas. El trmino alemn en singular es el dezwischenmenschlich. Habitualmente es traducido como interhumano. Sin embargo, se ajustamucho mejor a la estructura semntica y sintctica del texto teniendo en cuenta tanto las prin-cipales pretensiones tericas de Wiese como los mltiples nfasis explcitamente terminolgicosque impone a sus escritos desde su relacionismo sociolgico hacer su traduccin desde uncastellano que recurra tambin directamente a la preposicin entre, es decir: zwischen. Aunpudiendo parecer un tanto atpica, la traduccin realizada aqu es la que mejor refleja tanto elespritu como el tono discursivo de Wiese y la que permite mostrar adecuadamente las caracters-ticas de su peculiar esfuerzo conceptualizador. As, frente a la traduccin ms habitual deEinwirkung por influencia, hemos preferido la de actuacin.

  • mejor explica relativamente semejantes relaciones es entre y que slo tiene elinconveniente de que tambin se usa en sentido contrario al mencionado.Cuando se dice que algo acontece entre dos hombres puede uno precisamen-te dar a entender que es algn tercer elemento extrao que se erige entre ellos(en este sentido: que se constituye entre ellos) el que les mantiene alejadosentre s. Precisamente es a esto a lo que no nos referimos, sino a lo que son lasfuerzas mismas que de A transitan a B. Pero stas no son slo fuerzas agregado-ras, conexionantes, sino tambin fuerzas de la disgregacin, que provocan ladisolucin, la separacin. Por eso no podemos utilizar, en vez de la expresinentre s, la de mutuamente, porque slo remitira a las fuerzas diga-mos de la agregacin en positivo, de la congregacin.

    Si en lugar de la palabra social usamos el trmino equivalente deentrehumano, entonces ello nos exige que lo interpretemos en el sentido queacabamos de indicar; a la hora de su aplicacin tenemos tambin que evitarotras dos acepciones unilaterales del mismo; por un lado, la que comete elerror de quedarse slo con las relaciones interpersonales: desatenderamosentonces la circunstancia de que, a partir de las relaciones entrehumanas, sur-gen, por distintas vas, grupos (tomada la palabra grupo en ese su signifi-cado ms amplio mediante el que sta se vuelve equiparable a la de colectivida-des, mayoras o conjuntos), y que semejantes constructos sociales ejercen lamayor influencia sobre las meras relaciones; una teora de los vnculos socialesabarca, pues, esos constructos. El otro error, prevalente hoy, es opuesto al ante-rior: tomar por objeto, cuando nos ocupamos de lo social, slo a las colectivi-dades; de manera que la Sociologa se reduzca a mera teora de los grupos,dejando al margen a la interdependencia existente entre yo y t, a la red delos procesos sociales en formacin. Nosotros explicamos los constructos par-tiendo de los procesos sociales que les preceden o que con ellos se despliegan,pero no dejamos de tener en cuenta que el ser mismo de la presencia y efectivi-dad de los constructos influye, a su vez, de nuevo sobre los procesos sociales.

    Confundiramos la Sociologa con un rechazable sociologismo si pretendi-ramos ampliar el campo de las fuerzas sociales en detrimento de los poderesindividuales. Por importante que sea para nosotros lo social, de ningunamanera podemos reducir los procesos que tienen lugar en el alma de cada indi-viduo a meras reacciones maniobradas desde el exterior; los hechos de la vidapsquica de los hombres seguirn siendo siempre, propiamente y en ltima ins-tancia, lo decisivo. El socilogo no debe dejar en manos exclusivas del psiclo-go la consideracin del cmo el alma y el espritu asumen los influjos delmundo entorno, ni del cmo la voluntad reelabora esas representaciones de lasimgenes en actos. Con razn nos ense C. G. Jung a buscar en las pulsionesinconscientes aquello que gua la accin.

    De ello hablaremos luego. Por lo pronto y acerca de lo social:Los sucesos que yo resumo en este trmino constituyen un crculo sin prin-

    cipio ni fin; la serpiente se muerde la cola; ello dificulta la representacin de losocial: tenemos que arrancar de un principio para culminar, tras un desarrollo

    LEOPOLD VON WIESE

    250

  • progresivo, en una cima o, a la inversa, descendiendo de los constructos msembarullados y complejos, llegar a los contactos entre personas individualesparticulares? Por dnde empezar entonces?

    He escogido el camino que me parece relativamente ms seguro, esto es: elque me desve lo menos posible hacia especulaciones y afirmaciones indemos-trables por ser el que ms de inmediato se puede comprobar en experienciasefectivas; el que lleva de lo concreto a lo abstracto; el camino que va desde elindividuo de carne y hueso desde el yo perceptivo y sentiente, que experi-menta sufrimientos y alegras hasta los constructos sociales meramenterepresentados, asentados en el mundo de las ideas; en definitiva, hasta el esta-do, el pueblo, la iglesia, el crculo cultural, la humanidad.

    Cierto: la afirmacin de que el yo sea lo concreto y un a modo de quan-tum que surge listo y clausurado en el crculo de lo social precisa de una inter-pretacin restrictiva. Por de pronto, recurdese la mencionada maraa de rela-ciones recprocas que hace que el yo est expuesto permanentemente al influ-jo de las fuerzas sociales y que, por lo tanto, jams se halle como un ser yalisto en el comercio entrehumano.

    3. El Yo

    Tras estas observaciones delimitadoras querra atreverme a escoger comopunto de partida en mi ocupacin con lo social el yo: esto es, y por lopronto, cada persona en particular3; lo que suele denominarse con el aborreci-ble trmino de individuo. Digo aborrecible porque suscita la representacin deuna especie de mecanismo que se anuncia a s mismo como totalidad y nosaleja de la imagen de un ser vivo y sensorial. Ni tampoco puede decirse que laimpartibilidad (valga la expresin) sea una caracterstica del ego; si bajo ciertopunto de vista se nos puede aparecer como una totalidad circunscrita por lapiel del cuerpo, bajo otro punto de vista se nos desgarra ms bien su naturalezaen mltiples partes; el individuo se nos convierte en dividuo (Dividuum).

    Por eso hace ya tiempo que propuse reemplazar un nombre tan spero yfalso como se por el de singular (Singulare), justo porque para el socilogoel problema fundamental estriba en su contraposicin al plural de la mayorahumana.

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    251

    3 Nota del traductor: El trmino Einzelne que entre el amplio elenco terminolgico em-pleado por Wiese es el ms abstracto e incluyente pensamos que ha de verterse al castellanocon la locucin de individuo-particular; o, mejor an, con la de particular-individuo, resal-tando as ms las nociones de partcula y de indiviso, a la vez que se nos sugiere esa significa-cin coloquial castellana que se le confiere al trmino cuando se emplea para tratar de caracteri-zar a una persona como personaje, en tanto que individuo-peculiar o individuo-singular.En las lneas que siguen, as como en el resto del ensayo, se ver cmo todo este entramadosemntico se encuentra, adems, detrs de las categorizaciones tericas wiesianas, lo que nosobliga, por lo dems, a seleccionar en cada caso muy cuidadosamente cada vocablo de nuestroidioma entre sus sinnimos u homnimos.

  • Otras denominaciones que podran escogerse, aptas para determinadasconsideraciones pero no para todas, seran las de: hombre (Homo), uno mismo(das Selbst), persona o, especialmente, la persona-particular (Einzelperson) o elhombre-particular (Einzelmensch). El hecho de que este hombre-particularposea el carcter de ser nico (o singular) podra llevarnos a error, ya quesemejante nico es un tipo de ser viviente que se da entre millones de ejem-plares y que comparte caractersticas muy esenciales (Artmerkmale) de unaespecie con otros hombres; semejante singular est muy lejos, en muchosaspectos, de ser nico, siendo ms bien intercambiable: todo ello deberaprohibirnos el uso de tales denominaciones, al menos mientras no hayamosaclarado un poco ms el complejo problema de las relaciones, en la existenciahumana, entre lo singular y lo plural. Pero, a falta de denominaciones con sig-nificado ms estricto, bastara con que al usar yo, persona, hombre-parti-cular, pensramos en esa especie de viviente biolgicamente determinable quese nos ofrece a la percepcin en la figura de cada uno de nosotros homines yque cada cual experimenta en s mismo de la manera menos mediatizada, justocomo yo. En este sentido, antes de adentrarnos en lo social, nos hemos deocupar en primera instancia del yo.

    Desde hace muchos siglos, el yo ha sido uno de los objetos ms tratadospor la filosofa y cuya investigacin, o determinacin conceptual sin ms, se haido haciendo ms embrollada y compleja. Superara mis fuerzas con mucho lapretensin de informar aqu en su totalidad sobre las teoras del yo: romperael marco de este pequeo escrito. Erwin Metzke enumera en su Handlexikonder Philosophie hasta doce concepciones diferentes. Si se las pone a pruebahabra que reconocer que ninguna es indispensable. Pero aqu, como en losestudios ms profundos y exhaustivos de los grandes pensadores Aristteles,Agustn, Hume, Hobbes, Kant, sobre todo; los idealistas (Fichte en particular);los modernos como Freud, C. G. Jung, Rothacker, Lersch, Holzschuher (porslo citar algunos entre muchos), nos encontramos siempre con una luchadesesperada por aprehender la configuracin constantemente huidiza y fantas-mal de este yo, sin conseguirlo; apenas si se pueden aprehender determina-dos rasgos y caractersticas que, en efecto, resultan ser correctas e ilustrativas;pero no hay modo de lograr, con la seguridad y claridad del pensamiento dis-cursivo, una visin conjunta del yo conceptualmente delimitada. El yo seanuncia pero sigue escondido. Hecho inquietante que no debera llevarnos a sunegacin. Justo lo ms esencial, que determina nuestra vida, resulta ser siemprelo ms indefinible. Ha de bastarnos con aprehenderlo en sus formas de anun-ciarse. Desde ellas el yo se convierte en algo cotejable, adems de que esas mis-mas expresiones (Bekundungen) pueden tambin al ser confrontadas concep-tualizarse de un modo inteligible.

    Para la tarea que nos hemos asignado no es necesario en absoluto ir trastodas esas manifestaciones del yo tan fuertemente detectable en la intuicin yen los sentimientos; nuestra participacin en el mismo alcanza tan slo en loque remite a la relacin (Verhltnis) del yo, del singular (es precisamente el yo

    LEOPOLD VON WIESE

    252

  • el que nos amarra en tanto que singular), hacia el otro o los otros hombres. Yaen esta ptica sociolgica se nos ofrecen numerosas posibilidades de excavarcanales que penetran profundamente en la figura, indescriptible como un todopero efectiva, del yo.

    4. La filosofa de los pronombres personales

    A los problemas bsicos de la Sociologa se les podra designar como filoso-fa de los pronombres personales: cmo se las ha el yo respecto del t, nos-otros, vosotros, ellos, ello (Es)? El empleo de la palabra yo es el que hace alnio aprender a manejarse paulatinamente con correccin, donde se expresabsicamente la impresin o la conciencia de que el hombre, circunscrito por lapiel de su cuerpo y por ello perceptible, se diferencia desde su internalidad desu mundo entorno. El yo es detectable merced a su distancia del t. Ms con-fusa e intransparente es la relacin al nosotros; constituye el objeto fundamen-tal de la psicosociologa. Tiene, por lo dems, su importancia el si lo que seopone al yo como partner es simplemente el t singular o el vosotros. Menossubjetivo, ms bien rayando en lo objetivo, es la distancia del yo respecto de latercera o terceras personas, que encuentra su expresin en palabras tan simplescomo l/ella (en singular) o ellos/as (en plural).

    Desde Freud se habla mucho del ello (Es). Se ensea que, subyaciendoa la parte consciente del alma humana, se halla el llamado ello; se reserva asel uso de la palabra yo a la regin superior de la conciencia entendida casisiempre como el reino de la Ratio, no quedando claro si abarca tambin a lossentimientos ms elevados.

    Se trata, por tanto, de la teora, rica en problemas, de la estratificacin delalma humana. De nuevo nos hallamos ante una anttesis: constituye el hom-bre una unidad o se halla escindido en regiones que se completan o inclusocompiten entre s? Slo hay una respuesta: ambas cosas. La percepcin externay la dependencia social que responsabiliza siempre de sus actos a la personaen su conjunto nos muestran que existe la unidad personal. Pero semejantepersona, aparentemente tan cerrada, se nos brinda al anlisis a travs de dife-rentes planos que deberan ocupar al socilogo, puesto que ste precisamentese interesa por las relaciones del yo con los dems hombres (del presente o delpasado).

    En principio hay que distinguir bi- y tri-polaridad. Sin embargo, no esraro amontonarlas confusamente. La divisin bipartita cuerpo/alma parece lams inmediata y sencilla; lo que no impide que se plantee la archidebatidacuestin de si no constituyen una unidad y, en todo caso, son expresiones de lavida estrechamente enlazadas entre s4. Con la triparticin alma, cuerpo,espritu se complica el problema al asocisarse aqulla con la cuestin sobre la

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    253

    4 Cfr. Leib, Seele und Geist, en el revisado 3.er captulo de mi Homo sum, Jena, 1940.

  • validez y la valoracin jerrquica de nuestras facultades de sentir, querer, repre-sentar y pensar. Rehyo entrar en semejante problemtica y me limito a afir-mar la siguiente tesis: sentir, pensar, querer y fantasear se imbrican entre s yno son sino manifestaciones de una sola y misma fuerza espiritual; pero, a lahora de la investigacin cientfica, es necesario separarlas artificiosamente. Esdescaminado adscribirles una escala valorativa. Se dan sentimientos ms eleva-dos respecto de los que el intento de abarcarlos inteligentemente en toda suriqueza resulta lamentable y vano; pero existen tambin productos del poderdel pensamiento cuya claridad deja muy lejos a los sentimientos, con frecuen-cia evanescentes, que les acompaan; y hay imgenes de la intuicin fantasiosaque dejan en ridculo al lenguaje vinculado a la capacidad de pensar. En fin, lavoluntad, detonante de la conducta, depende por completo, es verdad, de sen-timientos y representaciones, lo que no quita para que en ocasiones luche poruna autonoma enrgica frente a los otros influjos interiores.

    Pero esta especie de estratificacin mal llamada as en cuanto implicaalto y bajo: espritu, alma y cuerpo en nada se parece a la contraposicinconsciente/inconsciente, o a la tripolaridad consciente/semiconsciente/incons-ciente. El problema capital estriba aqu en el esclarecimiento del inconsciente yla estimacin de su influencia en la conducta humana.

    5. Lo inconsciente

    Lo inconsciente queda concebido usualmente como una dimensin pro-funda de la vida anmica que acta en el hombre pero que escapa al control ydireccin de su inteligencia y voluntad. Usando imgenes: en el plano superiorde la conciencia las experiencias del yo son elaboradas con cierta claridad ydelimitacin; lo inconsciente, en cambio, se detecta fundamentalmente en lasfiguraciones del sueo.

    De inmediato surge la cuestin: de dnde toma lo inconsciente su conteni-do? C. G. Jung lo contempla como una herencia de las experiencias de los ante-pasados; contendra expresiones del alma colectiva. Para referirse a ellas acu elms bien confuso trmino de arquetipos. Semejante va de esclarecimiento delos procesos vitales de la persona profunda (Tiefenperson) ha de reclamar demanera especial la atencin del socilogo en la medida que esos procesos en elalma de cada hombre-particular son expuestos en conexin con los constructosvitales (Vitalgebilden) de un pasado hondo, con las razas originarias y la existen-cia prehistrica. Estticamente visto, este anclaje de la vida interior individualen experiencias de la humanidad, hace tiempo desaparecida, tiene todo elencanto de la mstica. Sobriamente mirado, debemos reconocer que los impul-sos, impresiones y representaciones dependen de las experiencias de los antepa-sados; dependencia que se extiende a la vida afectiva ms consciente. De otraparte, esa capa del alma a la que se le denomina inconsciente no est constitui-da slo por representaciones colectivas; se nos muestra demasiado diferenciada

    LEOPOLD VON WIESE

    254

  • de hombre a hombre para que ello pudiera ser as; la fuerza con que se expresano es slo una potencia primitiva, animal; sino que se sostiene sobre unanocin del porvenir cargada de sombras; e incluso sobre lo extraterrenal, sobreaquello que se extiende mas all de los confines de nuestra experiencia. Pero noquiero recaer yo mismo en la mstica; me basta la sospecha de que el intentoque hace Jung por esclarecer lo inconsciente se queda corto.

    Ludwig von Holzschuher va por otro lado5. Rechaza la indivisibilidad y seapunta a la teora de la bipolaridad del homo. Distingue un potencial racio-nal y otro primitivo (Ichbewusstsein und Primitivbewusstsein), pero rechaza ladicotoma freudiana yo/ello. En realidad, ocurre que el esquema bsico: aquconsciencia, all inconsciencia, es insuficiente. El potencial primitivo sera pri-migenio, vital, pero tambin simple, retrasado y menesteroso. (Para decirlo deigual manera: esta caracterizacin de Holzschuher, no siempre consecuente-mente mantenida, me parece ser tambin insuficiente.) Pero no sera la perso-na-yo (Ichperson) la que poseera el papel dominante; la persona primitiva(Primitivperson) tendra su propio mbito de conciencia y no se identificaraplenamente con lo inconsciente; la persona-yo y la primitiva tienen, respectiva-mente, una distinguible vertiente de consciencia y otra de inconsciencia. Laconciencia no es el alma, sino un efecto (Wirkung) de lo anmico; tambin elyo tiene su lado inconsciente6. No es que Holzschuher separe a los hombres enyos racionales y personas primitivas; se trata ms bien de una polaridad que seda en cada homo con grados de intensidad muy diversos y variables.

    Por mi parte, rechazara el trmino primitivo, ms adecuado al penosoorgullo de no pocos intelectuales, pagados de su ratio, que a la concepcin,axiolgicamente neutral, de Holzschuher. A este propsito tengo escrito: Larazn se me antoja ms bien enemiga del yo; ordena las manifestaciones espon-tneas de la naturaleza humana en esquemas que el entendimiento ha creado alservicio de la utilidad prctica. Desde luego, no querra caer en la moda dedenigrar el entendimiento y la inteligencia (el caudal intelectual del nuevocerebro); pero determinadas operaciones mentales me parecen mucho msprimitivas que determinadas fuerzas afectivas emergentes de la profundidaddel abismo anmico.

    Personalmente, me he reconocido en Homo sum partidario de la unidad dela persona humana: no hay proceso mental que surja sin el acompaamientode sentimientos, representaciones imaginarias e impulsos de la voluntad7. Hehablado de las manifestaciones triunitarias del yo, aunque en busca de unadicotoma de otro tipo, explicando: preferimos hablar de dos esferas siempreque no se confundan ni con la contraposicin naturaleza/cultura, ni con la dephysis/psyche, ni, sobre todo, la de espritu/alma8. Pretendo trazar la distincin

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    255

    5 Ludwig V. HOLZSCHUHER, Praktische Psychologie, Seebruck am Chiemsee, 1949; 2. ed.,1955.

    6 Cfr. mi recensin en la Klnischer Zeitschrift fr Soziologie, 3 Jahrg., pp. 246 ss.7 O. c., p. 68.8 O. c., p. 70.

  • entre una esfera universal o normal de lo vital y una esfera de vitalidad mselevada y desacostumbrada. A esta segunda la llamo ingenio (Ingenium).Comparando esta biparticin con la bipolaridad de Holzschuher se echa de veruna diferencia esencial: el ingenio no se identifica con el dominio de la raznni la esfera normal con el potencial primitivo. Ms bien, logos y eros se encuen-tran unidos en el ingenio; en cuanto a la esfera normal (expresin desgraciada)se caracteriza porque o el impulso emocional, o el instinto, o la inteligencia, ola ideacin (Scheler) son en exceso dbiles cuando no plidas e inconsistentes.Me gustara destacar la unidad de la vitalidad, que se puede expresar tambinen el pensamiento, frente a la escisin del yo; pero, segn dije, distinguiendoentre una vitalidad ms elevada y otra ms mediana (durchsnittlich-matter).Con lo que, sin menospreciar a la ratio, tampoco se la exalta a un grado msrefinado de la vida interior.

    Lo que pretendo con ello, desde el punto de vista sociolgico, es resaltar laimportancia, para la vida social, de la personalidad fuerte, del singular destaca-do que se alza por encima de la media de la masa humana. (En qu mbitos dela particin espritu/corporal se hace valer semejante vitalidad: si emocional,fantasiosamente o de manera volitiva e inteligente, es problema aparte.) Medesagradara caer, como Carlyle o Nietzsche, en el endiosamiento del super-hombre, de modo que los pueblos no pasaran de ser un rodeo para su surgi-miento; los genios tienen sus defectos y con frecuencia dan no poco trabajo alos psiquiatras9. Pero ms preocupante an que glorificarles es denigrarles:reducirlos en el fondo a mero instrumento pasivo de los colectivos, de lasmasas, de manera que las verdaderas fuerzas que empujan la evolucin residi-ran en ellas y no en los individuos fuertes. Estos, si es caso, tendran un odoafinado para los esfuerzos latentes en los constructos sociales: simplementedesataran su potencial, en busca de ejercicio y realizacin. Tampoco es menoscierto que si los empeos de los (por usar la expresin de G. Tarde) inventeursno conectan con las necesidades, explcitas o latentes, de las grandes mayorasni se corresponden con las tendencias de la poca y de cada pueblo, su efectivi-dad quedar cuestionada. Hay diferencias destacables entre inventeurs e imita-teurs; a menudo el gran agitador apelar en vano a impulsos que los ms anno comprenden; en ocasiones muere antes de que se detecte su influjo; no esraro que tenga xito en otro lugar; pero hay que construir algn puente, y estoes, cuando menos, el trabajo de los hombres creadores.

    Hay alguna vinculacin lgica entre la divisin yo normal/supranor-mal que acabamos de hacer y la teora psicolgico-individual de la estratifi-cacin bi o tripartita del alma? No slo empalmamos aqu la consideracinsociolgica con aquella que estudia el alma; la conjuncin se da tambin en eldominio psicolgico: las capacidades de los supranormales ahondan en lo pro-fundo del alma y desde all impregnan la superestructura del mbito racional.

    LEOPOLD VON WIESE

    256

    9 Cfr. Wilhem LANGE-EICHBAUM, Genie, Irrsinn und Ruhm; eine Pathographie des Genies,4. ed., Mnchen und Basel,1955.

  • Todo lo que llamamos don para la intuicin o el ingenio no enraiza en el apa-rato de la razn lgico/concluyente, sino en lo que se denomina hoy, abusiva-mente, con la palabra irracional. Pero, como dijimos, no deberamos separarla persona conjunta en capas excluyentes; ms bien, los sentimientos y la fanta-sa participan de la fuerza del ingenio e irrumpen desde all hasta la ratio.Depende mucho de la divisin social e histrico-espiritual del trabajo en espe-cialidades (arte, ciencia, religin, poltica, economa, etc.) el que se haga valerms el principio de lo racional o de lo afectivo y perceptivo.

    Al yo le es esencial su mismidad aislada. Salvo que la esquizofrenia u otrasenfermedades anlogas lo impidan, sentir que su cuerpo, su espritu y su almale pertenecen; los dolores y los gozos de su cuerpo y de su alma los siente comopropios y slo por l detectables; sin embargo, los cuerpos y las almas de losotros hombres son un mundo extrao del que apenas se puede formar, graciasa reiteradas sensaciones, ms o menos fatigosa e imperfectamente, una idea lasms de las veces tambin imperfecta. El yo es solitario. Nos damos cuenta deque las impresiones, barruntos, deseos y, sobre todo, temores que en determi-nados momentos nos invaden no son participados por los hombres que nosrodean; de que nos encontramos absolutamente solos en nuestro nicho mater-no (mutterseelenallein), en un mundo que no participa en nada de todo ello; yquienes as lo sienten se llenan de tristeza. El hombre tiene que morir en sole-dad; los espantos de la hora de la muerte por los que atraviesan tales o cuales,aunque no todos, ponen en evidencia nuestro ltimo, profundo abandono.A muy pocos les es dado soportar tan alto grado de soledad del yo. Cuantoms les hayan desplazado aquellos que les sobreviven, ms se agarran muchos ala esperanza de un mundo trascendente, a la redencin del yo culpable. Y aldesaparecer este mundo perceptible busca el moribundo acceso a otro supra-sensible: en cualquier caso, querra escapar al estremecimiento que habita en lasoledad.

    El impulso bsico hacia la comunidad enraiza en la vida misma en la exi-gencia de no quedarnos solos. A primera vista, parece tener xito la vida encomn; incluso se dira que hoy es hasta tal punto la regla que el hombre sen-sible suspira por estar a solas consigo mismo y llega a experimentar, en ocasio-nes al menos, el placer de aislarse de cualquier tipo de compaa. Es verdadque la soledad genera el trato con dudas, fantasas o deseos de perfeccin,cuando las neurosis no despiertan espectros demonacos; de modo que el cora-zn compungido reclama de nuevo ser librado de una soledad a cuya altura nose encontraba.

    Slo una fuerza espiritual puede liberar al yo del tormento de la soledad: elamor. Su autntico gozo consiste, valga decir, en tener la certidumbre o hacersela ilusin de poder adentrarse en la con-pasin (Mitempfinden) de una criatura.Lo decisivo no es slo el convencimiento de que hombres de otro tipo sientencon el propio yo, sino el que se desarrolle la capacidad misma de sentir alotro yo como equivalente al de uno; y es la fuerza con la que se hace valer estacomn soledad verdadera y profunda la que nos hace conscientes de lo aban-

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    257

  • donado que se encuentra, en el fondo, el hombre que no ama. Esto vale tam-bin para el sexo y eros.

    El amor sexual anula la soledad del cuerpo. En las confesiones del estafadorFelix Krull (tambin en algunos pasos de su Doktor Faustus) lo ha dibujadocon gran elocuencia Thomas Mann. Recuerdo el dilogo del genial lebrel Felixcon su Zouzou, en el que, entre otras cosas, observa lo siguiente: Es verdad: elhombre vive aislado y separado en su piel no slo porque deba, sino porque noquiere que sea de otro modo. El otro, cualquier otro bajo su piel, le resulta enrealidad repelente y slo la persona propia, exclusiva y nica, no le es repug-nante. Y qu es lo que, para asombro del mundo entero, elimina la separacinentre una corporeidad y otra, entre yo y t? El amor. Es la proximidad, la msprxima proximidad, tan sin fronteras como sea posible, justo aquella proximi-dad que bajo otra circunstancia resultaba ahogante hasta la asfixia.

    Pero es esta maravillosa transformacin de la nusea ante el cuerpo de otrohombre en la exigencia de unin de los cuerpos la que pone de manifiesto lafrecuente interdependencia de sexo y eros. Tambin las almas se afanan porunirse. Al hacerlo buscan con frecuencia mucho menos la igualdad de metas desus sentimientos y representaciones que la mutua complementacin, perfeccio-namiento y justificacin. Siempre, la ruptura de la soledad se vive como unaliberacin de lo maldito, como una maravillosa realizacin del propio ser. Elotro o la otra no es ahora ya el adversario insensible y a combatir, sino el sal-vador.

    Sera ir demasiado lejos si pretendiramos ahondar ms en las exterioriza-ciones de este triunfador sobre la prepotencia de la soledad que es el amor. Deotro modo tendramos que mencionar cmo la cabal fuerza de la salvacin porel amor choca contra mltiples obstculos tanto en el sexo como en eros.Apenas si puede desplegar toda su capacidad idealizadora en un breve espaciode tiempo. El amor sexual es sobre todo un hijo del instante, si bien las ms delas veces se recupera tras su desencanto. Pero tambin la comunin anmico-espiritual tiene que volver a luchar enseguida contra el tirn hacia la soledad y,con ella, hacia la separacin. La renovada crtica al t puede llevar a hombresfcilmente influenciables a tener por ilusa o, cuando menos, exagerada la subli-macin que supone la entrega; siendo de nimo variable acrecientan ante s yante la pareja su desengao, lo viven como desaliento e intentan romper launin; el amor se les antoja engao. Quienes tienen ms en cuenta las caren-cias de la naturaleza humana y saben que hay que cultivar y cuidar muy biensus ventajas, no ignoran que la permanencia de la tormentosa pasin del pri-mer estadio no est garantizada por la fuerza de la voluntad; pero que es posi-ble, aun cuando regrese o contine un resto de soledad individual, hacer quedure no poco de la intimidad y veracidad del amor.

    Tambin la amistad es una fuerza que atena la mismidad del yo. Cuandopenetra en las almas en las que mora el eros vale para ella lo que vale para elamor. Por regla general, slo resuelve la situacin de soledad en lo que se refie-re a los planos ms superficiales de la vida. Es un alivio precioso y estimulante

    LEOPOLD VON WIESE

    258

  • en la lucha diaria por la existencia, en la profesin, en casa y en la vida corrien-te. All donde, por lo dems, se enfrentan intereses bajo la forma de una luchaconcurrencial, la amistad tiende un puente a esta confrontacin y convierte enpropio lo ajeno. La simpata es el sentimiento que la sustenta; mediante aqu-lla, uno se da cuenta de que, pese a todo, no hay una extraeza radical entre elyo y el t; de que es posible aligerar la soledad del esfuerzo en la vida social; yde que no hay que estimular y apoyar el trabajo de los otros slo porque unaorganizacin adecuada de la comunidad laboral sea ms eficiente, sino porqueas el esfuerzo del otro o de los otros puede quedar justificado tanto como el deuno mismo. Se rompe as la soledad en el mbito de la actividad exterior.Hasta qu punto el calor de una camaradera voluntariamente dispensada seacapaz de lograr, adems, una superacin de la profunda soledad del yo, es algoque no puede afirmase con carcter general. Pero, en cambio, la circunstanciade que no sea tan clida como la ertica la preserva tambin con mayor fre-cuencia de la repentina demolicin a la que se ve sometido el amor; suele serms consistente y suaviza las asperezas de la pelea en pro/contra tan propias deste. La amistad aminora la soledad; pero justo porque sentimos que la manoconsoladora del hermano o de la hermana mitiga pero no nos libera del aban-dono es por lo que ste se nos manifiesta a veces con ms fuerza en el fondo denuestra alma.

    Cuanto venimos diciendo sobre el amor y la amistad no vale sino para lossupranormales. Se requiere una cierta fuerza de nimo que no es comn.Tambin los ms barruntan la fuerza opresiva o gratificante de la soledad, peroen menor medida; y, en todo caso, no en el trajn de la cotidianidad. Cierto:sienten su carga instintivamente acaso con ms fuerza que aqullos; pero dis-ponen de numerosos medios para ahogar tal sentimiento. Su vida exterior entima transcurre en la superficie de la existencia de la que ya hablamos. Noconsienten a su yo que se desarrolle con autenticidad y autonoma, sino quebuscan disolverle en la figura refleja de su ser social. Son lo que el entornohace de ellos. La compaa y/o el trabajo no dejan aflorar los efectos de la sole-dad. Esta no es para ellos ningn problema. La confunden con el aburrimien-to. Cuando se aburren, lo que acontece con frecuencia, escapan rpido enbusca de relaciones tan mltiples como superficiales con otros hombres; hacialos grupos pequeos sobre todo. El eremita les resulta ininteligible; su hogar sehalla entre las grandes multitudes: en los campos de deporte o en las concen-traciones populares.

    7. El par (diada) y el tro (triada)

    Con las reflexiones sobre la soledad me he plantado ya de lleno en lasegunda cuestin: qu pasa con el l, o los, otro/s? Por lo pronto, no que-remos an reflexionar sobre los partners en los grupos que rebasan numrica-mente la relacin a dos, sino, justo, sobre el grupo par y, con l, en los otros.

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    259

  • La denominacin el otro resalta la diferencia: el ser-otro; en la palabra par,en cambio, la idea de que hay tambin un anti-par en el que dos hombresestn unidos por ciertas fuerzas cede el paso a la de unidad y complementa-cin. La otridad nos hace presente que, a menudo, en la relacin a dos latendencia a la contraposicin es ms efectiva y originaria que la inclinacin aformar pareja en sentido positivo; esto es, para ayudarse, apoyarse, amarse10.

    En el grupo de dos el partner es tambin el ms prximo: se puede ver enl el obstculo, el competidor ms o menos valioso que uno, el elemento extra-o y hostil al yo; pero se le puede ver tambin, a l o a un tercero junto a l,como camarada, colaborador, incluso como quien nos libera de la soledad. Seadvierten entonces no slo las diferencias, sino tambin y especialmente lassimilitudes e igualdades: es un hombre como yo!; sus deseos, esperanzas,temores, son como los mos; sus metas, dones y carencias, emparentados con-migo. Quiero extenderle mi mano de manera que atravesemos juntos los ries-gos de la existencia.

    Nos hallamos aqu ante las dos anttesis de toda relacin entrehumana: elpro recproco y el contra recproco (Zu/Gegen-einander). Los grupos a dos pue-den mostrarse proclives a la unin pero tambin a la separacin. Ambas ten-dencias se mezclan de modo muy vario: los miembros del par lo mismo pue-den estimularse y completarse que enfrentarse, obstaculizarse y, en todo caso,limitarse. Este esquema bsico tiene, sin embargo, su articulacin. En el pro sepuede tratar de la mera utilidad individual: se estima la capacidad del compa-ero y se tiene claro que la duplicacin del trabajo es ms que la simple adi-cin 1 ms 1. Pues bien: ya esta fra consideracin utilitarista trae consigo elque haya que tener en cuenta al otro, atender a sus intereses y garantizarle sulibertad de accin. El grado de xito de semejante atencin depender de lasrelaciones de poder de ambos. Por lo regular, uno est ms obligado al otro.Semejante desigualdad de poder acarrea la posibilidad de utilizacin y hasta deexplotacin; y as el pro (zu) inicial contiene grmenes de contra (aus-). Y si lasobrecarga del partner ms dbil, que no puede liberarse, se acenta, el explo-tador corre peligro de debilitarle, y la atenuacin de esa capacidad repercutedesfavorablemente sobre su propia situacin de ms fuerte.

    La simpata, constituida a partir de una unin ms estrecha entre los part-ners, crea un vnculo tambin ms fuerte en la relacin a dos. La simple cos-tumbre de trabajar juntos con eficiencia similar trae consigo las ms de lasveces una aproximacin emocional. Sobre todo si el pequeo grupo se enfrentaa un entorno indiferente o adverso, nuestros dos hombres se unirn en estre-cha camaradera. La lucha por existir les une.

    Junto a la pareja amorosa, el matrimonio y la familia, la consanguinidad yla consexualidad constituyen un tercer elemento positivo. La familia es el prin-cipal tipo de anclaje firme de los pequeos grupos. De ah que el estallido de la

    LEOPOLD VON WIESE

    260

    10 Para lo que sigue, cfr. tambin el cap. IV (Vom Schickschale des weiblichenGeschlechts) de mis Sptlese, Kln und Opladen, 1954, pp. 55 ss.

  • misma por la oposicin de caracteres sea tanto ms destructivo. El matrimoniopuede convertirse en spera antipareja; la oposicin de las generaciones puedetrocarse en conflicto atormentador y destructivo entre padre e hijo, madre ehija; los hermanos pueden enfrentarse hasta el aborrecimiento. En cualquiertipo de vinculacin basado en la simpata, vaya de amigos o camaradas, existe,tras algn tiempo, el peligro del extraamiento y aun de la hostilidad, esto es:el trnsito, tambin aqu, al anti-par, una de las tendencias ms dolorosas ydainas. Tanto ms firme y fecundo es el mantenimiento de la lealtad, siempreque sea sincera y voluntaria.

    A estas fuerzas del pro y del contra, enraizadas tanto en el mbito indivi-dual/psicolgico como en la organizacin social racional, se les suma la bendi-cin moral y religiosa que suele dispensarse a los pequeos grupos. La idea decaritas (en su sentido ms amplio) apunta sobre todo al prjimo. El amor alprjimo constituye el eslabn ms firme de esta vinculacin. Es verdad que, enel evangelio, a la pregunta quin es mi prjimo? se responde: aquel que pade-ce necesidad, por muy ajeno que nos pueda ser. Pero, ms all del auxilio allejano, no hay que olvidar la solicitud por quienes pertenecen al propio grupo;es en el transcurso de la vida cotidiana, en las relaciones de pareja y en elpequeo grupo, donde encuentra su campo de accin, propiamente, el deberdel amor al prjimo.

    Pero es dudoso que all donde falten los intereses egostas y la simpatalibremente dispensada baste, para afianzar de forma efectiva los pequeos gru-pos, el anclaje de lo social en el deber tico-religioso. Afirmar, sin embargo,que en ste se trata de algo simulado, sera suponer un cinismo inhumano,cuando en realidad es pura frmula.

    Vayamos al antipar11. Estaramos aqu ante grupos de a dos unidos, internao externamente, por la fuerza, aunque ambos quisieran separarse. Sobre estotengo escrito: las relaciones de confrontacin tienen amplio espacio en elhabrselas de la pareja. Sobre todo en circunstancias de la vida duras; es enton-ces, p. ej. ante preocupaciones econmicas, cuando se amontonan los roces deaqulla. Quienes se sienten socialmente oprimidos, impotentes, enojados yfrustrados derivan hacia su compaero de pareja toda la rabia que no hanpodido satisfacer en la lucha general por la vida. No entendiendo, debido a suscortedades, suficientemente las relaciones de la vida social, buscan algn culpa-ble y creen encontrarlo en su compaero (partner). Precisamente porque laintimidad de tal grupo apenas experimenta trastornos exteriores pueden, entrelas cuatro paredes, volcar sobre el compaero el peso de su tortura, el desenga-o de su ambicin o de su terrible vanidad; pueden escarnecerle o atormentar-le, amontonar sobre l culpabilizacione; pero tan mezquino comportamientoles hace an ms miserables; a menudo despus, cuando no demasiado tarde,

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    261

    11 Cfr. para esto, as como para la teora general del par, del tro y de los otros grupos peque-os, el 3.er captulo de la 3. parte de mi System der Allgemeinen Soziologie, 3. ed., Berln, 1955,pp. 447 ss.

  • sienten remordimientos12. Podramos distinguir tambin aqu distintos tipos ygrados de confrontacin. As, en el compaerismo profesional o de los nego-cios, personas indiferentes, e incluso desagradables entre s, pueden a vecesunirse por el comn inters. El fin objetivo y la ventaja de su unin puede sertan fuerte para ambos que apenas les estorbe la falta de comunin interior.Hasta puede ocurrir, una vez ms por la costumbre misma, que la antipatadisminuya hasta el punto de que progresivamente vayan prevaleciendo los ras-gos positivos de la comunidad.

    All donde, como en la vida familiar, las amistades o grupos de confianza(Vertrauensgemeinschaften), la vinculacin afectuosa sera precisamente la base,la confrontacin latente de los partners llega a crear una atmsfera de insinceri-dad que, aun cuando escondida largo tiempo, puede irrumpir con fuerza ani-quiladora en un instante de enajenacin, destruyendo, duraderamente o condifcil remedio, la cohesin del grupo.

    Con el grupo a tres (Dreiergruppe) nos enfrentamos a la mstica del nme-ro trino; nmero que nos sale al paso no slo en el mbito religioso de la doc-trina de la divina trinidad (Padre, Hijo y Espritu Santo), sino, muy especial-mente, donde el tercer elemento es un producto de la unin de otros dos(padre, madre, nio): es aqu donde tiene una misteriosa fuerza. Por doquier senos muestra como algo esencial: polticamente, en la divisin tripartita de lospoderes (legislativo, judicial, ejecutivo), de Montesquieu; filosfica e histrica-mente, en la dialctica de tesis, anttesis y sntesis. Los triunviratos fueron fre-cuentes en diferentes etapas de la historia de los estados, en base a la experien-cia de que el tercer elemento poda frenar a los otros dos a la hora de formarpareja y su resultante predominio; tambin es posible formar mayora de doscontra uno.

    Es en la vida social, privada o pblica, donde se pone de manifiesto elhecho muy frecuente de que la entrada de un tercero cambia la relacin a dos,debilitndole o fortalecindole. Lo vemos a diario: nio recin nacido ypadres; suegra y pareja; amigo de casa y familia; dos amigos y novia o amigas yprometido; padres mayores e hijo criado; huspedes, empleados del hogar, etc.Con frecuencia, en estos casos va de dos contra uno. Cada uno de los partnersreacciona de forma distinta ante la aparicin del tercero; dgase otro tanto deste respecto de uno y otro. A veces destruye la armona, a veces la fortalecejusto cuando la pareja cansada amenazaba disolucin13. A partir del grupo atres puede constituirse un doble par cuando el tercero venido a menos buscasustituto y fuerza fuera del grupo vigente.

    No puedo demorarme mucho en los pares y los tros. Lo dicho aqu sepuede completar ampliamente con lo escrito en mi Sistema de Sociologa.Ahora se trata para m menos de una contribucin al conocimiento de las rela-ciones de intimidad que de la introduccin a la exposicin sobre los grupos

    LEOPOLD VON WIESE

    262

    12 O. c., p. 472.13 Cfr. System, p. 437: Die Dreiergruppe; en particular, pargrafo 14: la pareja y el tercero.

  • mayores; mucho de lo que caracteriza a stos pero que resulta difcil de anali-zar podemos observarlo con mayor claridad ya en los grupos muy pequeos.Primero, porque en stos se ven tanto mejor las implicaciones del con- y delcontra, la polaridad de atraccin y repulsin, cuanto que constituye la fuerzadeterminante en el conjunto de la vida entrehumana. Segundo, porque tam-bin aqu se reconoce la esencia de la vida propiamente social, que luego, en laforma de imgenes/constructos de la sociedad, se hace ms opaca para la inves-tigacin. Cuanto ms el observador de la diada tenga ante s, una y otra vez, laespecificidad anmica y la totalidad de la persona que el psiclogo estudia,tanto menos servir la mera psicologa individual para llegar a la comprensindel pequeo grupo, ni tampoco del par. Aun cuando el par sea lo ms personalque hay en todos los constructos sociales y sea en l donde se produce laaccin del individuo sobre el individuo, vale la pena advertir que la diadaacta siempre de modo distinto a como cada uno de sus miembros en particu-lar, o al menos el ms pasivo de ambos, habra actuado. El personal influjo(hacia el exterior) de cada uno en particular sobre un tercero suele acentuarsedesde la relacin a dos; pero, a su vez, aqul queda transformado, disminuido,debilitado, por el mismo hecho de que la interaccin sea con un otro. A menu-do las decisiones y tomas de posicin de A respecto de un tercero se debenmenos a su actitud ntima originaria que a las preferencias o aversiones delpartner B. El influjo de Eva sobre Adn es todo un smbolo. Pero no se trata enabsoluto del mero influjo de la mujer o de la amada sobre el varn, como si lasolucin del misterio viniera dada por el cherchez la femme y el desplazamientode todo el problema a la esfera de lo sexual; en muchas ocasiones la erticapuede de hecho ser una explicacin suficiente de la conducta; pero con mayorfrecuencia es del conjunto de esta relacin de par como tal (acaso totalmenteasexual) de donde emana el hecho de tratarse o el de abandonarse14.

    Las actuaciones de A sobre B y de B sobre A crean una relacin a dos en laque se mezclan de forma peculiar las manifestaciones personales de cada uno,pero casi nunca a partes iguales; el partner ms activo determina las ms de lasveces las actuaciones y las dejaciones del par; depende en buena parte de losaspectos de la vida misma: quien en uno es ms activo puede ser ms pasivo enotro. Con frecuencia, tales influjos son desconocidos de entrada por ambos,habida cuenta de que, con la creciente intimidad, se aprende pronto a mirar elmundo tambin con la mirada del otro; a menos que la estupidez o el orgullodificulten la entrega al compaero. Tales actuaciones pueden fortalecer o debi-litar el sentimiento del yo; pueden elevar o humillar; destruir y aniquilar. Enmis lecciones sobre los grupos pequeos traigo a veces a colacin un tristesuceso de la historia criminal de Colonia: una pareja de jvenes estudianteshaba disparado a un cobrador y su casera; lo digo expresamente: la parejacomo tal haba matado a su vctima. Los disparos incluso, segn supe, habansido hechos por el varn; pero en una conversacin previa haban concebido

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    263

    14 Cfr. o. c., p. 470.

  • los dos el plan y se haban persuadido recprocamente para llevar a cabo el ase-sinato. Conoca a la joven por mi seminario. Lo que menos poda pensar yo esque hubiera sido capaz de cometer un asesinato por robo de ese modo. Dehecho, se podra afirmar: ella sola no hubiera osado dar semejante paso. Y elcaso es que su marido daba, durante el proceso, la misma impresin. Pero surecproco influjo les llev a los dos a ahogar progresivamente los escrpulosque podran tener. Como si se dijeran: puesto que t lo piensas, es posiblehacerlo. Se descargaba as cada uno de su responsabilidad, distancindose,poco a poco o de repente, del propio yo. Eso fue lo fatal. Igual que a la depra-vacin, tambin la dependencia a dos puede llevarnos a acciones nobles quejams habramos hecho por separado. En dos palabras: la vinculacin a doscrea una nueva base de comportamiento: muestra, es verdad, los elementos deA y de B, y hay que analizarla psquico/individualmente, pero el todo (en estecaso la conducta de la pareja) no es igual a la suma de las partes (esto es: a lainvidualidad de A y de B ): contiene tambin influjos sociales, fuerzas deriva-das de la unin de A con B. No vale decir: el todo es ms que la suma de suspartes, si por ms se quiere significar un grado superior de valor; puede ser,en efecto, que el rendimiento de un trabajo compartido sea superior, y el resul-tado, cuando interactan, ms grande de lo que hubiera sido la suma de lasactuaciones por separado de A y de B. Pero no siempre es se el caso, nimuchsimo menos. Prescindiendo de la valoracin tica que pueda darse a lapalabra ms, la actuacin conjunta puede tambin disminuir las capacidadespsquicas o espirituales. Si el ms capaz depende de la estulticia del ms dbil,la accin conjunta estar por debajo del nivel que hubiera alcanzado por sepa-rado el ms hbil.

    Si me demoro en la consideracin del par es porque, como dije, es en losgrupos pequeos donde mejor trasparece la esencia propia de lo social y, conella, la de los constructos entrehumanos de todo tipo, hasta la de los colectivosms abstractos. Se reprocha en ocasiones a los psiclogos que no tengan nin-gn rgano para la comprensin de lo social, y que conviertan la sociologa enpsicologa social. Pero no es posible reducir ni los constructos ni las relacionessociales, simplemente, a la idiosincrasia de los que en ellos participan; puesactan bajo la presin de coerciones sociales, no de su mera libertad personal.Cuando se trata de las grandes corporaciones (pueblo, estado, iglesia, comuni-dad cultural), la coercin no procede slo de individuos particulares concretos,sino que son fuerzas ideales y suprapersonales las que imponen a los hombrescomportamientos que les llevarn muy lejos de sus impulsos e inclinaciones15.

    LEOPOLD VON WIESE

    264

    15 Esta relacin entre sociologa y psicologa ha sido elaborada, entre otros, por TheodorAdorno en su ya mencionada contribucin a la obra colectiva Soziologica, Frankfurt a.M., 1955.Cito de ella: que las tendencias sociales se abren camino sobre las cabezas de los hombres (seimponen a los hombres), que stos no las reconocen como propias, es lo que constituye el velosocial. Sobre todo aquellos cuyo trabajo les mantiene con vida, a s y al conjunto, cuya vida noobstante depende confusamente del todo, no pueden reconocer que la sociedad es tanto su quin-taesencia como su contrario (p. 20).

  • Es verdad que, con la creciente cosificacin que va desde el par, a travs delos grandes grupos, hasta las corporaciones, se manifiesta, con ms fuerzacada vez, el poder determinante de lo social en la vida, a costa de lo personal.Slo que hay que precaverse de caer en la representacin mstica de la sociedadcomo un constructo universal todopoderoso. Tendr ocasin de repetir en loque sigue que no existe en absoluto semejante universo. Pero la antiqusima,primigenia y creciente interdependencia de los hombres (de tipo positivo onegativo) ha creado un reino de ideas con poder sobre las cabezas y los corazo-nes humanos, en lucha con las fuerzas individuales de la vida y del alma. Elpensamiento abstractivo del investigador es capaz de separar este reino derepresentaciones y presentimientos del de las almas individuales, y de conce-birlo como un quantum (Grsse) autnomo: lo social, precisamente; pero conel riesgo de cometer la falta inversa a los psiclogos, esto es: aislar en exceso losocial y verlo como lo que domina sobre todo. En las vivencias, lo psquico ylo social estn estrechamente unidos.

    Este algo difcilmente abarcable que llamamos lo social es ms fcil de cap-tar si, como hicimos arriba, mostramos, ya en el par, su penetracin en elcrculo del yo. No es en los grupos mayores, las corporaciones o la masa dondeprimero aparece: est ya en la vinculacin de un yo con un t.

    8. Los grupos mayores y los grandes grupos

    Estamos ya preparados para aplicarnos al estudio de los grupos mayores,bien entendido que, como hasta ahora, no adopto la expresin grupo paracualquier tipo de constructo social; en el sentido estricto que vengo utilizandorepresenta ms bien un tipo. Distingo grupo de crculo, de masa, de corpora-cin. A diferencia de la masa, el grupo muestra una duracin y organizacin,esto es: reparto de tareas relativas entre sus miembros. En la masa, la sociali-zacin llega hasta donde y mientras prevalecen los instintos y deseos de loshombres particulares; el grupo, en cambio, se sobrepone con su organizacin alas cambiantes exteriorizaciones de las individualidades; lo social trae en jaqueen mayor grado lo anmico/individual. Hay que diferenciar tambin entre losgrupos organizados y los crculos: vinculaciones entrehumanas, latentes, peroque se manifiestan en determinadas situaciones; dgase, p. ej., la gente sencilla,el proletariado, la buena sociedad, el pblico; en realidad, nunca estn organi-zadas pero pueden constituir la base para organizaciones diversas. Las corpora-ciones, en fin, son socializaciones de mxima potencia. Las tenemos imperso-nalmente por portadoras de valores duraderos no uncidos al transcurso delplazo vital de los hombres en particular; estados e iglesias, esto es, colectivos dela vida poltica y religiosa, representan las corporaciones ms importantes.

    Pero nuestra atencin se dirige por lo pronto a los grupos grandes y mayo-res diferentes de los pequeos grupos de a dos y de a tres estudiados ya. Lospares (diadas) y los tros (triadas) se distinguen de los grupos que constan de

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    265

  • ms de tres o de cuatro en que, por su misma pequeez, se configuran demanera ms personalizada que los grupos grandes, ms cosificadores (die sach-licher wirken). La fuerza especfica, extrapsquica, que llamamos lo social sehace valer en ellos frente a lo anmico en mayor medida (justo gracias a laorganizacin). El principio del orden encadena el capricho de los hombres.Esto que, como vimos, se apuntaba ya en el par, se acenta ms y ms. En loscrculos y masas no es tan manifiesto; lo que en stos hay de anmico es ms deorigen colectivo; lo que prevalece no son las diferencias individuales del instin-to o del sentimiento, sino lo comunitario de la vida instintiva, lo que tiene dehorda. Por eso se ocupa de su estudio la psicologa y, dentro de ella, la psicolo-ga social.

    Lo que conviene considerar en los grupos mayores y grandes, que abrevia-damente llamo grupos B, es que (en mucha mayor medida que en el parmedio) su conducta, con relacin a la de los hombres particulares por separa-do, es diferente. Hablar aqu de conducta de grupos no deja de ser una expre-sin abreviada. Los constructos sociales como tales no pueden, en absoluto,comportarse, pues no son sino conglomerados de procesos sociales, y stos(los procesos, los sucesos), no las personas, son sus elementos. Conducirse lohacen los hombres de carne y hueso, no los constructos representados ideal-mente. Los constructos son construcciones (Gebilde sind Bilder)16. As, el

    LEOPOLD VON WIESE

    266

    16 Nota del traductor: Gebilde ha sido traducido, al hilo de su empleo por autores afines, msfrecuentemente mediante la palabra configuracin. Pero los distintos trminos han de ser dife-renciados con la mxima nitidez posible, si queremos evitar comprensiones defectuosas; pensa-mos que ha de traducirse al menos desde Wiese con el trmino castellano de constructo,ya que ste cubre simultneamente dos aspectos de nuestra tarea: contiene una mayor literalidaden su acepcin y refleja esa vacuidad semntica que Wiese desde consideraciones metodol-gicas exige en un primer momento al concepto sociolgico como tal, motivo, adems, por elcual explcitamente dice escoger este trmino alemn frente a otros. En ocasiones muy puntuales,puede tambin traducirse incluso como imaginario, cuando Wiese se refiere enfticamente a sufuncin ideal, idealizadora o ideologizante que las Formungen Wiese suele recurrir tambinal trmino alemn Formung (formacin) adquieren cuando penetran las relaciones sociales:al reconstituirse en representaciones ideales o imgenes; su traduccin por formatos, cua-dros o marcos, podra ser otra opcin vlida, cuando por influencia simmeliana Wiese remitemetafricamente a ellas en tanto que imgenes plsticas. La misma posibilidad de atribuir altrmino varias traducciones confirmara el logro de aquella vacuidad pretendida desde Wiesepara la propia terminologa sociolgica, donde la polivalencia semntica que queda subsumidaen el concepto sera ya el resultado mismo de las concepciones no cientfico-sociolgicas que sevan realizando, a medida que van forjndose relaciones humanas, en el sentido ms amplio. Es lareiteracin de tal acontecer la que asienta definitivamente determinadas esferas de lo humano,que en su circularidad se nos presentan no slo como cosmovisiones, sino como cosmorrealiza-ciones de lo, ahora ya, inter-humano. Desde las que, a su vez, cada particular se ve abocado areactuar ya con ese entre formalizable, reelaborando algn tipo de formacin social que, deentrada, le con-formaba. Y ello a modo de resultado personal de confluencias situacionalesredefinibles; de emergencia abstracta desde aquella vasta y firme red de cosmorrelaciones quepresituaba al individuo en un espacio dinmico pero preciso y le colocaba a una distancia con-cretable de otros hombres. Bilder queda traducido, pensando en esta lgica discursiva wiesiana,como construcciones.

  • comportamiento de los grupos slo puede significar comportamiento dehombres asignados o asignables a un grupo. Lo decisivo aqu es la representa-cin de que se pertenece a un grupo, es decir: se est dominado por la ideade un determinado tipo de vinculacin con otros hombres; puede llegarseincluso a la ficcin de un espritu de grupo (Gruppengeistes) unitario posee-dor de una cierta existencia propia en un mundo inmaterial.

    Ahora bien: resulta insostenible la consideracin del hombre particularcomo parte de un grupo, aunque slo sea porque pertenece las ms de lasveces a muchos, a muchsimos grupos. Jams un hombre es asumido en sutotalidad, con todas sus capacidades espirituales, por ningn grupo; puede, encambio, pertenecer, por instantes, totalmente a una masa. Y, sin embargo, elinflujo de una cierta dependencia de grupo sobre su pensamiento y su sentirpuede ser tan fuerte que le domine coactivamente perdiendo toda vergenza yautocontrol (como en la masa, por lo dems). El deseo de entrega al grupo sus-tituye a la conciencia inquisitiva y crtica. No es tan raro que bajo su presin elhombre se haga muy primitivo moralmente. En tal estado no reconoce msvirtud que la obediencia al grupo que le procura modelos, imperativos y esca-las. Se impone la tendencia a la subordinacin. Es verdad que son las grandescorporaciones las que, en definitiva, imponen la obediencia, pero lo hacen atravs de los grupos, ms prximos a (aunque a la vez lejos de) las personasparticulares: asociaciones, ligas, cliques, tertulias (Stammtische), crculos, sindi-catos; son tales grupos los que, de entrada, median la dependencia de los indi-viduos con las grandes corporaciones17. La multitud de grupos es inabarcable.Existen infinitas asociaciones polticas, clubes deportivos, cliques, clulas,organizaciones econmicas, grupos literarios, agrupaciones cientficas. Paraordenarlas habra que empezar distinguiendo entre grupos de libre opcin(Wahlgruppen) y grupos por obligacin (Zwangsgruppen)18, por ms que a vecesse imbriquen. Son las corporaciones las que suscitan los grupos forzados, p. ej.en las secciones del ejrcito o en las clases de las escuelas. La pertenenciavoluntaria a los grupos depende de la decisin, efectiva o aparentemente, libre

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    267

    17 Cfr. System, p. 488.18 Nota del traductor: Detrs de esta diferenciacin est el concepto sociolgico de Tnnies

    de Willkr, que caracterizara a los especficos procesos de formacin (formas de voluntad enTnnies) de la Gesellschaft. Sin embargo, p. ej., frente a la inversin de la lgica explicativa querealiza Mannheim y que queda cifrada en su trmino alternativo de Krwille, con el que pre-tende enfatizar el carcter primigenio de lo arbitrario frente a lo voluntario, Wiese trata deponer el nfasis en la presin situacional como definitoria del carcter diferencial de laGesellschaft. De ah que traducimos el concepto de Wahlgruppe por grupo de libre opcin (msliteralmente: grupo de eleccin), en el sentido de que el individuo dispone de la opcin deaceptar o rechazar las caractersticas de un grupo, y en el lmite hasta de seguir perteneciendo a lpor voluntad autnoma o librrima, sin sentirse sometido por ello a presin alguna; yZwangsgruppe, por grupos por obligacin, poniendo el nfasis en la situacin del individuo: stese encuentra ante, frente o con la obligacin de asumir aquellas caractersticas por el mismohecho de que no puede evitar hacerse, de algn modo, partcipe de la voluntad mayoritaria delgrupo, so pena de ser castigado o expulsado de su entorno vital.

  • de las personas. Pues el concepto de decisin libre es equvoco. Puede no darseun forzamiento propiamente tal; pero la tradicin, el qu dirn, la seduccinretrica, las exigencias y convenciones profesionales, las relaciones familiares...pueden ejercer tal influencia sobre el yo, aunque en parte se resista, que con-vierten la opcin pretendidamente libre en pura ilusin. Pero en la medida enque efectivamente se propugne la adscripcin a, o la permanencia en, un grupohay dos fuerzas anmicas sobre las que se debe llamar la atencin si se quiereentender lo social: son los deseos y los temores del hombre, que imprimen suhuella en gran medida a todas las ideas, convicciones y decisiones en la vidacotidiana.

    Es en la fe donde mejor se pone esto de manifiesto. La fe prescinde porcompleto de la percepcin, que es la que, por lo dems, constituye el caminoadecuado para nuestro conocimiento. Se dice en el evangelio: si no veis signosy maravillas no creis. Pero el nmero de hombres que hacen depender su fede sus sentidos es exiguo. Ms general es la conviccin: creo puesto que noveo. Actitud que puede llevarse al extremo, por no pocos compartido, deTertuliano: creo porque es absurdo. La fe, como tambin muchos juicios yopiniones, no enraiza en la percepcin, sino, precisamente, en deseos y mie-dos. Su influencia alcanza a los sistemas ms abstractos de la filosofa y est enlucha constante con las constataciones objetivas del conocimiento que querraliberarse de su dominacin. Y cuando miedos y deseos son arrojados del mbi-to del pensamiento se refugian en los rincones ms desapercibidos del espritu.

    En el caso de los grupos de libre opcin lo decisivo es que constantemen-te acecha la exigencia a la par que el temor de que, a travs de la mera vidaentrehumana, stos no logren cobrar realidad. Podemos resumir los deseos encuatro grupos19. Muchos han colaborado en la configuracin de esta teora; yomismo20: la exigencia de seguridad, de correspondencia, de reconocimiento yde nuevas experiencias. A estas tendencias hacia la socializacin correspondenlas angustias de: quedarse solo y abandonado sin adscripcin a grupos; noencontrar quien simpatice con nosotros; o en tercero y cuarto lugar, que no senos reconozca y valore, caer en el aburrimiento.

    Es verdad que el propio grupo (es decir: los otros hombres unidos en l)exige del miembro voluntario (Willigen) situarse en un orden y obediencia almismo. Succiona de esta voluntariedad (Willigkeit) de las personas lo que con-tiene de conciencia de s mismo junto con ese egosmo, a menudo tan sorpren-dentemente intenso. Por regla general, el egosmo de grupo es fuerte y acusadohasta donde el restante mundo social lo consiente. Desvergonzado hasta dondees posible, se tiene por el ombligo del universo; como dijimos, saca su fuerzade la voluntad de subordinacin de sus miembros. El grupo reclama de taleshombres el cumplimiento del deber hacia l; libera a sus miembros de la ver-

    LEOPOLD VON WIESE

    268

    19 W. J. Thomas es el primero que lo ha hecho en su Polish Peasant in Europe and America yen Unadjusted Girl (1923).

    20 O. c., pp. 167 ss., 255 ss.; sobre todo, en relacin con la teora de los grupos, pp. 493 ss.

  • genza y de su tendencia a crearse remordimientos puesto que, como yo inten-t expresarlo: el miembro individual podra decirse: lo que hago no lo hagoinmediatamente para m, sino para mi crculo social; as, le sirvo. En la vidapersonal la conciencia del hombre exige una conducta que, ms o menos, res-ponde al ama a tu prjimo como a ti mismo. Tu prjimo es no obstantecualquiera que padezca necesidad. En la vida de grupo el ideal es: ama a tugrupo ms que a ti mismo; odia cuanto se le oponga; ms an: odia a todo loque no le sea afn21.

    La fuerza que le lleva al logro de semejante validez la toma el grupo deaquello que constituye su caracterstica propiamente sociolgica: el criterio deorientacin o la regla (Richtmass) 22. Si, como dijimos, necesita de la organiza-cin para anunciarse como un especial variante de constructo, su constitucininterior y el influjo sobre sus miembros se explica principalmente porque actamediante el smbolo de un modelo (Vorbild). Con mayor o menor claridadexige que sus miembros se formen segn esta regla; ella es la objetivacin totalo parcial de la meta del grupo. En ocasiones, esta regla lo es a modo de unapersona, viva o muerta, conocida por los miembros del grupo; en ocasiones, amodo de una visin de futuro a la que se aspira; a veces se objetiva en la formade cosas elevadas a smbolo: bandera, cruz, emblema. Si se quiere entender aun grupo hay que esforzarse por entender, en cualquier caso, su regla.

    Caracterizar al grupo por su egosmo y su capacidad de vencer el senti-miento de vergenza de los individuos conscientes de su inseguridad, no signi-fica que la vida de grupo rebaje moralmente siempre a la persona. Al margende su egosmo colectivo, aqulla apunta adems hacia otro peligro: la tenden-cia contra todo lo que supere a la media (berdurchschnittlichen). Es ya unasuerte si la actitud grupal se atiene a la de una media penosa; especialmentecuando se da un gran nmero de miembros tiende a hacer concesiones a lo queest por encima de la media (Unterdurchschnittlichen). Donde sobre todo fallaes en cuestiones de gusto, de capacidad para distinguir el bien del mal, de dife-renciacin de las impresiones; a no ser que la regla se establezca a un nivel demesura tan elevado que incluso los elementos ms valiosos puedan sentirseacomodados en el grupo. Pero a menudo los miembros ms sensibles de laorganizacin sienten repulsin por la grosera de juicio y de trato que dominaen el gremio; el nivel les resulta harto ordinario. El cuadro es diferente si se

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    269

    21 O. c., p. 488.22 Nota del traductor: El trmino Richtmass(e) es sinnimo de Eichmass(e), por lo que puede

    ser entendido como medida de la regla, medida legal, medida que gua con mayor preci-sin. Y ello porque, adems, como en numerosas ocasiones Wiese hace confluir la etimologa deltrmino con el contenido sociolgico pretendido, intenta dejar a sus trminos la posibilidadabierta de convertirse en categoras sociolgicas de medicin, que puedan ajustarse, a su vez, asu pretensin simultnea de encontrar un ltimo criterio tico correlativo: la mesura. Lo traduci-mos aqu por la regla, recogiendo metafricamente las connotaciones matemtico-geomtri-cas y jurdico-normativas que puede contener en distintos contextos; en el preciso sentido deque la regla marca los criterios mensurables para juzgar con mesura, y por lo tanto el Criteriopara juzgar a los miembros de un grupo y para orientarse en el mismo simultneamente.

  • mira desde el punto de vista de los que estn por debajo de la media y de losque precisamente se ajustan todava a esa media. Hombres que van tirando sinadscripcin a grupos, y que reducidos a s mismos apenas seran eficientes,empiezan a recibir del grupo que les admite metas, energa y buena voluntad.El ejemplo de los juiciosos y la fuerza de la regla les hace caer en la cuenta, porvez primera, de que tambin ellos son capaces de hacer algo y que podran serfactores tiles, que podran poseer una autoconciencia merecida.

    Aqu reside lo propiamente social: en su capacidad de transformar a laspersonas en buen o mal sentido. Partiendo del par para llegar hasta las corpo-raciones, y con particular claridad en los grupos B, se podra distinguir entreun yo personal y un yo social. Con el primero me refiero al ncleo esencial(Wesenskern) del Homo, invariable al destino y a cualesquiera influjos de lascircunstancias; la especfica singularidad de la persona que no est determina-da por los otros, indefinible e inderivable pese a los constantes y fuertes influ-jos de los dems y de los constructos sociales. Slo cuando amamos a otrohombre penetra nuestra mirada hasta este yo oculto; en la cotidianidad deltrato habitual no nos apercibimos ni en nosotros ni en los dems de este yopersonal, sino ms bien de ese producto-entorno (Umweltprodukt): el yo socialcuya conducta depende de la situacin. De l escrib: se configura segn lasexigencias sociales, est expuesto a la coaccin de la sociedad, sucumbe alinflujo de los modelos, se sirve de mscaras, se anquilosa en tipos (erstarrtzum Typus), es independiente de relaciones categricas: es un producto delentorno. Pero, a mi entender, el hombre muestra siempre como una colora-cin de la conducta que no est determinada por los otros. En el hombresocial puede pasar desapercibida; pero en personalidades fuertes y singularespuede irrumpir en determinados momentos poderosa y acaso supraterrestre23.Al hablar (abreviando) de egosmo de grupo, metas de grupo, etc., debe recor-darse una vez ms que semejantes constructos no descansan sino sobre unahipostatizacin, es decir: sobre cosificaciones; recordamos que nos encontra-mos ante acontecimientos, no ante sustancias ni suprapersonas con metas yautonoma. Son siempre los hombres adscritos a los constructos los quesienten y piensan as; pero en los embrollados procesos de mutuo acomodosurge una relativa similitud en las reacciones que se nos aparece con unacaracterstica de totalidad a la que llamamos grupo. Si uno o pocos particula-res se enfrentan a su grupo se oponen efectivamente a la mayora de los miem-bros o a los representantes de esa mayora que se equivaldra en mayor o enmenor medida a la esencia del grupo. Cuando analizamos supuestas caracte-rsticas o comportamientos del grupo, stos acaban siempre disolvindose enprocesos anmicos o anmico/corporales de los hombres. Lo social no es nin-guna fuerza mstica o suprapersonal; siempre es reducible a la peculiaridad dehombres presentes o pasados, pero que, repito, no pueden explicarse con lapsicologa profunda a partir slo de la naturaleza individual, sino partiendo

    LEOPOLD VON WIESE

    270

    23 O. c., p. 142.

  • de una peculiar dimensin del alma: lo social. Lo que aqu acontece tiene susreglas propias. Slo ciertas fuerzas anmicas son aptas para someterse a estatransferencia (bertragung); el yo personal permanece intacto. Nadie puedeagotarse nunca en cada uno de sus grupos; stos no asumen sino lo que resultaadecuado para ser luego transmutado sobre otros (hinberwechseln). Tan justocomo afirmar que la habitual consideracin de la psicologa individual nobasta para esclarecer al grupo, lo es decir que el sociologismo se reduce a ms-tica indemostrable cuando atribuye a los constructos una fuerza sui generisque trasciende lo anmico.

    Hay que destacar, por otra parte, que si, p. ej., queremos explicarnos unaconjura de diez personas simplemente mediante el anlisis, en una tras otra, dela peculiaridad de cada una de ellas, no lo lograremos; porque para la conclu-sin, a la que llegan, de cometer el atentado es decisivo saber la influenciamayor de alguno de los diez, quin pudo acallar ciertos miedos, cmo se crela situacin... y muchas otras cosas que dependen del entorno, del momento yde la regla que seorea en el grupo. Todo esto y mucho ms constituye losocial. La capacidad o el riesgo del singular de dejarse influir o dirigir, en laconciencia o en la conducta, por el grupo vara segn los casos. De ello dire-mos algo ms en un captulo posterior dedicado a la consideracin del mbitopblico y del privado.

    9. La masa

    Vayamos ahora del grupo a la masa. De ella se podra decir mucho, sobretodo bajo el punto de vista sociopsicolgico. Para una investigacin ms com-pleja de este constructo debo remitirme, sin embargo, a mi Sistema24. En otrotiempo distingu, dentro del concepto masa, entre masa concreta y masa abs-tracta. Pero ahora he eliminado esta distincin llamando a la masa abstractacrculo, tratndola aparte. De ella dir algo todava ms abajo. Tratndose de lamasa concreta, masa a secas digo ahora, hay que evitar confundirla con lamultitud (Menge): sta ni siquiera remite a un concepto sociolgico, pues nosignifica ningn proceso de relacin entrehumano; pero tan pronto como den-tro de la multitud actan (einwirken) hombres sobre hombres, tenemos lamasa. Lejos de estar organizada como el grupo, en sus estados iniciales, carecede gua. Y slo cuando un lder crea orden y reparte funciones se aproxima lavariante masa al concepto de grupo. Pero se diferencia de l en que no pasa deser resultado de un instante; no posee duracin mayor alguna. Lo que conectaa los hombres amontonados en forma de masa son los afectos, inflamadaspasiones e instintos. Lo que hasta entonces se mantena ms o menos conteni-do y oculto irrumpe, dada la situacin adecuada, como una conducta inmedi-tada. Instantneamente y con gran rapidez entra en juego la imitacin. Los

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    271

    24 Cfr. o. c., pp. 407 ss.

  • vacilantes son arrastrados por los impetuosos al frente. Semejante rpido com-portamiento es posible slo porque, en mayor o menor grado, se han ido acu-mulando en las almas de todos los participantes sentimientos similares hastaentonces represados.

    Pero no podemos investigar ms el aspecto psicolgico. Lo que aqu nosconcierne es la cuestin de cmo se anuncia lo social en el comportamiento delas masas emparejado con otros factores psquico-individuales: la autoenajena-cin de la persona, el dominio de lo extra-yo (Ausserich) sobre lo interior, laelevacin de la voluntad individual hasta convertirse en energa colectiva quedesborda la mera suma de las capacidades individuales; y, sobre todo, la resolu-cin de lo latente y semiconsciente en forma de un acto unitario, ante el cualuno tiene la impresin de que ya no son los individuos vacilantes, sino unafuerza de choque (Stosskraft) unitaria e indiferenciada la que acta. La masanos produce la impresin de algo demonaco, tanto ms impersonal cuantoque las pasiones alcanzan en los participantes un grado de inflamacin quejams muestran ni antes ni despus en la vida cotidiana, en absoluto; y ello lomismo si aqulla se forja para llevar a cabo conductas nobles, desinteresadas,tal que una cruzada o la liberacin de presos (asalto a la Bastilla), como si serene bajo el afn de destruccin. Actan como posesos. Junto a semejantesarrebatados no faltan tampoco las ms de las veces elementos ms pasivos quecolaboran: en parte por la presin de los otros, en parte por curiosidad, enparte por instintos que, sin embargo, no tendran fuerza suficiente para adue-arse de su conducta si tales personas no se esforzaran en imitar a los msimpulsivos.

    Por mucho que ambas fuerzas se imbriquen, hay que separar de nuevohasta donde sea posible lo social de lo anmico-individual. Pero en esta ocasinlo csico no se manifiesta ntidamente a modo de algo csico junto a lo perso-nal, sino que acta como una fuerza impulsora en la psyche. En experienciasanteriores con otros hombres (p. ej., en la relacin ricos/pobres), en el comndestino, en desengaos y resentimientos, en las relaciones con los empresarios,los vecinos, la familia, etc.: ah residen los autnticos motores para los senti-mientos previos a la conducta y para el acto suscitado por la situacin.

    10. Los crculos y la atmsfera social

    Las consideraciones sobre la masa nos llevan as a ocuparnos con los crcu-los (a los que, como dije, design como masas abstractas por su parentescocon las concretas; pero es una palabra discutible y acaso fuera mejor llamarlaslatentes, como han hecho Geiger, Vleugels y otros). Librarnos de la denomina-cin de la palabra masa para los constructos de los que vamos a ocuparnosahora parece preferible habida cuenta de su mal uso y de que despierta todotipo de representaciones afines pero que no tienen nada que ver.

    Digamos, pues, crculos. Segn acabo de decir, en ellos se prepara, bajo

    LEOPOLD VON WIESE

    272

  • ciertas circunstancias, la accin repentina de las masas. Los crculos se mues-tran como constructos de duracin indeterminada cuya preexistencia se da enparte en los acontecimientos masivos, pero que a la vez son, tambin en parte,fundamento para los grupos y las corporaciones. En ellos acta el secreto deuna alianza anmica. Destino semejante, disposiciones similares heredadas,educacin parecida y vivencias previas iguales: todo ello crea una coincidenciade visiones y modos de sentir, sin que se d (como en los grupos) una depen-dencia organizada. En tanto que tipos de estos constructos amorfos nombrabayo ya a: la gente sencilla, el proletariado, la buena sociedad y para aadir unconstructo particularmente difcil el pblico.

    Quien quiera pensar y, en correspondencia, actuar efectivamente de unmodo sociolgico no debera dejar de considerar a estos crculos ms difcilesde abarcar y etiquetar. Desde el punto de vista jurdico, no se los tiene encuenta al no estar organizados ni poseer estatutos. Pero polticos, moralistas,economistas harn bien en ocuparse de la presencia y la efectividad de estasformaciones nebulosas (Wolkenbildungen) sociales y observarlas muy a fondo,pues nos pueden traer tormentas o buen tiempo. Si no nos queremos dejar sor-prender por los acontecimientos, debemos disponer de un rgano para los pro-cesos ocultos en estos mbitos sociales.

    Para entender estos crculos debemos echar mano de un nuevo concepto: laatmsfera social 25. Precisamente los crculos se caracterizan por la atmsfera enellos reinante. Todo constructo social de alguna duracin, no slo los crculossino tambin los grupos, tiene su propia atmsfera. Hay una atmsfera decuartel, de empresa, de oficina, de caf, etc. Un caf viens y una cafetera lon-dinense, una pera internacional y un pequeo teatro urbano tienen diversasatmsferas. Y cmo se diferencian la del despacho y la del hogar!

    Cmo surge este estrato de aire social (soziale Luftschicht)? Para nuestroobjeto es de gran importancia, ya que las peculiaridades de lo social vienendadas precisamente por la atmsfera entrehumana. En parte intervieneninfluencias naturales, externas al hombre, lo fsico. Los lugares en que se desa-rrollan los procesos sociales, el ambiente y la iluminacin, el grado de ruido ode sosiego; en resumen: los infinitos factores del mundo fsico influyen pode-rosamente en el transcurso de los procesos sociales. Se aaden a ello las fuerzasprovenientes de los crculos de relacin entrehumana: costumbres, usos y orde-namientos normativos. El esfuerzo mismo por adecuarse a los fines, por ser tilen la prctica, conduce a la formacin de una base de trato, entre los hombresde un determinado crculo, que imprime carcter a las relaciones prevalentes.Una vez ms, la concepcin meramente individual-psicolgica de los hechosno es suficiente. Alguien, p. ej., puede ir a una reunin de una asociacin conun determinado propsito y una actitud prevista y proceder all segn suforma de pensar y sus convicciones; se propone hablar con cierto nfasis de loque le preocupa. Pero cuando se encuentra ante la caterva de compaeros

    LO SOCIAL EN LA VIDA Y EN EL PENSAMIENTO

    273

    25 Cfr. mi citado ensayo en Klner Zeitschrift fr Soziologie, 5 Jahrg., pp. 34 ss.

  • constata que el estado de nimo de stos es contrario a sus propsitos. Cedeante esa atmsfera y calla. O al revs: uno se halla apocado y oprimido en uncierto instante; sin mayores previsiones, se dirige a una asamblea, pero ensegui-da el ambiente animado y excitante aunque slo fuera por la ornamentacinde la solemne sala le arrebata. Se siente otro: lo social le ha encumbrado.

    Vemos, pues, cmo esta fuerza llamada lo social es algo que acta desdefuera sobre los hombres. Pero nada podra si sus almas no fueran receptivas atales influjos. La interioridad humana es un rgano social preformado desdelos orgenes, y que muestra una mayor o menor receptividad a las impresionesde la esfera entrehumana. De nuevo la consideracin sociolgica y la psicolgi-ca se imbrican. All el camino transcurre de fuera a dentro; aqu, de dentro afuera.

    Pero a la hora de explicar los crculos y la atmsfera social resulta errneotrabajar con la idea de totalidades msticamente intuidas, preexistentes en unaregin autnoma e independiente de la vida anmica del homo, y que dirigenmisteriosamente a los seres humanos cuyos sentimientos slo en aparienciaseran autnomos. La atmsfera social es siempre el resultado del sentir y delpensar de antepasados que imprimieron su hacer idiosincrsico a la posteridady delegaron su aparataje de objetos (lugares, documentos, etc.). De no habertradicin sera difcil crear una atmsfera social. No est dada de una vez portodas, sino que se desarrolla a travs de costumbres. Pero, en definitiva, acabaejerciendo una fuerte influencia sobre la conducta de las personas; conductaque siempre est influida por las dos fuerzas que la penetran: la conformacin(Artung) personal y lo extra-yo (Ausserich); lo que se expresa, mejor que nada ytan inadvertida como efectivamente, a travs de la atmsfera del espacio social.

    11. Las corporaciones

    Al pasar de los grupos y los crculos a las corporaciones (a las que en otrotiempo llam colectivos abstractos), la esencia de lo social trasparece con cre-ciente claridad. Son ms detectables las mltiples presiones que ejercen sobrelas personas y grupos; pero tambin son ms indirectas, universales y menosperceptibles que los influjos que parten de los grupos. Aunque las corporacio-nes aparezcan como suprapersonales, no hay que caer en la idea, tan frecuente,de que se trata de sustancias ideales o metafsicas. Las fuerzas humanas queactan en ellas son las mismas que en todos los constructos sociales. Ya puedenser bien las imgenes idealizadas (Idealbilder) que se constituyen desde nuestrapretensin de crear un orden social perfecto, bien conformaciones posterioresde pasajes religiosos reiteradamente soados (como en el caso del Reino deDios, de la Isla de los Justos, el Elseo): la realidad de los estados, iglesias yotras asociaciones nos muestran todos los rasgos propios de las debilidades, losvicios y las brutalidades del hombre; pero tambin los del esfuerzo por perfec-cionarse y por conjuntar la fuerza de voluntad y el anhelo de una vida comuni-

    LEOPOLD VON WIESE

    274

  • taria. Las corporaciones son logros caractersticos de los hombres que las cons-truyeron en el pasado y siguen an rehacindolas en la actualidad. Si queremosentender las fuerzas del estado, el pueblo, la iglesia, el crculo cultural, debe-mos quedarnos siempre en el mbito del comportamiento humano. Sobre estoescrib en mi Sistema: Del trato interhumano no pueden emerger fuerzas mssublimes, moralmente mejores, que aquellas que puedan surgir desde las mis-mas almas de los hombres. El mismo hecho de la existencia de las agrupacionesy formaciones de constructos duraderos es el que logra fortalecer las potenciashumanas preexistentes. La comunidad (Gemeinschaft) no es, propiamente, nin-guna nueva potencia axiolgica (Wertpotenz). Ello siempre depende de en quconsista y para qu se d la asociacin. Puede ser sublimante y motivadora. Laglorificacin que hoy suele hacerse de la socializacin y de la unin, sin ms, estan falsa como lo sera el elogio a secas de la soledad. Es bueno para el xito deun trabajo ponerse de acuerdo. Pero si lo que se propone lograr en comn esuna canallada, contiene ms valor el asumir una contradiccin que desgarre laconcordia26.

    Pero una cosa es la apreciacin tica, que no puede ni sobre ni subestimara las coporaciones lo que tampoco debe hacer esa apreciacin a la hora dedirigir la atencin a lo bueno o lo malo del hombre concebido como tipo yotra su consideracin como ncleos de fuerza (Kraftkerne), almacenamientosde