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  • 7/24/2019 Dialnet-PensamientoAfrochocoanoEnViaDeExtincion-4895314

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    RNI S

    Prof. JAIME AROCHA RODRGUEZ

    Antroplogo

    Universidad Nacional de Colombia

    PENS MIENTO

    FRO HO O NO

    EN V DE EXTIN IN

    In t roducc in

    ste artculo versa sobre los procesos mentales desarro-

    llados por los afrodescendientes del valle del ro Baud,

    porque en Colombia las ciencias sociales los han desco-

    nocido y porque comienzan a extinguirse. En efecto,

    desde hace tres aos, los pueblos ancestrales de todo el Choc bio-

    geogrfico atestiguan la propagacin de formas de violencia que no

    conocan y que los amenazan con el destierro o el aniquilamiento.

    Fundamento mi narrativa en interpretaciones que Gregory Bate-

    son formul (1991). La primera de ellas se refiere a la mente, en cali-

    dad de [ ... ] conjunto operante de acontecimientos y objetos [con]

    la complejidad de circuitos causales y [de] relaciones de energa

    [adecuados para procesar] informacin, [entendiendo] que un

    bit de informacin [consiste en] la diferencia que hace una dife-

    rencia ( b i d .: 3 4 5 ) .

    Esta desantropomorfizacin de lo espiritual tiene que ver con tres

    apreciaciones de Lamarck:

    (1) [ ...] no se [le] pueden atribuir a ningn ser capacidades [es-

    pirituales] para las cuales no [tenga] rganos ; (2) [ . ..] los procesos

    mentales deben tener siempre representacin fsica y (3) [...]la com-

    plejidad del sistema nervioso est relacionada con la complejidad de

    la mente

    ( b i d . : 4 5 9 ).

    La segunda interpretacin es la de sistema como unidad que

    contenga estructuras de retroalimentacin competentes para proce-

    sar informacin. Hay sistemas ecolgicos y sistemas sociales, adems

    del que forma el individuo ms su ambiente (Bateson 1992: 260). Y

    la tercera, la de la localizacin de la inmanencia mental: La mente es

    inmanente en el circuito. Estamos acostumbrados a pensar que de

    alguna manera la piel del organismo contiene la mente, pero la piel

    no encietra a los circuitos [mentales]

    ( b i d . : 2 6 1 ).

    2 6

    N os. 5 6 A O M CM XC VII

    u. N AC IO NA L D E C OL OM BIA

    BOGOTA D.C.

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    IME AROCHA RODRGUEZ

    PENSAMIENTO AFROCHOCOANO EN VA DE EXTINCiN

    Los datos que presentar pro-

    ienen del proyecto titulado L os

    eos: c onv i venci a y po l i f on a

    cuyas aspiraciones in-

    uyen: (1) describir la creatividad

    on la cual los afrochocoanos se

    an adaptado al pasado hostil y al

    biente complejo y,de ese modo,

    perar la obstinacin acadmica

    adicional por la marginalidad,la

    obreza y las carencias en salud,

    ucacin y empleo. (2)Retratar la

    volucin de los procesos menta-

    s afrocolombianos como resulta-

    o de memorias de africana, y re-

    istencia a la esclavitud y a la

    ispanizacin, y no tan slo como

    fecto de la abolicin oficial y de

    as enseanzas de los espaoles, y

    )combinar los mtodos de la his-

    oria natural con los de la historia

    ltural, para comprender, descri-

    ir y, de ese modo, reforzar los pa-

    rones de convivencia intertnica

    ambiental que los afrodescen-

    ientes venan evolucionando en

    l Choc biogeogrfico, por lo me-

    os durante los ltimos 250 aos.

    No obstante el que la irrup-

    in de la guerrilla hubiera impe-

    ido continuar con el trabajo etno-

    rfico y etnobotnico

    niciado a mediados de

    en el bajo Baud, la

    nvestigacin ha permi-

    ido entender de qu

    materias primas estn

    echas aquellas solucio-

    es dialogantes por me-

    io de las cuales los afro-

    audoseos han usado

    l entorno y, al mismo

    empo, resuelto desave-

    encias territoriales con

    us vecinos emberes.

    ntre esas materias pri-

    as figura la metfora.

    rtiendo de interrogan-

    es sobre la forma como

    os baudoseos juegan

    tbol, mostrar cmo se

    ga ella con los circuitos

    el sistema social. Lue-

    go, aproximando ritos de inicia-

    cin, me referir a la inmanencia de

    los sistemas individuos-animales-

    plantas y enfocando lamuerte, ilus-

    trar la inmanencia del sistema gen-

    te-tiempo.

    M et for as e I nm anenci a

    Ind i v i duo O t ros

    Cholo y Mello eran dos ado-

    lescentes de Chigorod (Choc).

    En noviembre de 1992, para iniciar

    un viaje a Bogot, me subieron en

    su canoa por las aguas del ro Bau-

    d y me guiaron en el ascenso por

    la serrana del mismo nombre. A

    medida que caminbamos y trep-

    bamos monte, hablaban de cam-

    peonatos de ftbol, citando esta-

    dsticas de goles y hazaas excep-

    cionales. Cuando paramos bajo un

    samn para descansar y tomar

    agua, comenzaron a secretearse y

    por fin el Cholo venci la timidez,

    preguntndome si sera posible

    que a mi regreso de Bogot les tra-

    jera un baln y uniformes para

    ellos dos. Respond que hara todo

    lo posible y les pregunt cmo que-

    ran los uniformes. Mello me dijo

    que como el del Nacional y Cholo

    como el del Amrica de Cali, sus

    dos escuadras predilectas.

    -

    ustedes no juegan en el

    mismo equipo? -les pregunt.

    -Claro que si-, afirmaron, de-

    jndome abrigar una sospecha

    que confirmara das ms tarde al

    regresar con baln y uniformes:

    para ellos y para sus espectadores,

    a la hora de ingresar a la cancha,

    parece no importar tanto la identi-

    dad del equipo alrededor de la si-

    militud de las indumentarias,

    como la identificacin de los juga-

    dores con los smbolos de sus do-

    los. Entendida como epistemolo-

    ga 10cal,,2, la cultura afrobau-

    dosea parece haber desarrollado

    una lgica que gua a la mente para

    participar o seguir el desarrollo de

    un encuentro futbolstico, sin con-

    fundir las identidades de los juga-

    dores en calidad de miembros de

    los dos equipos de Chigorod.

    Nosotros formamos la igual-

    dad de un equipo mediante la nor-

    ma referente a que, exceptuando al

    portero, cada uno de sus miem-

    bros debe vestir camiseta, pantalo-

    neta, medias y guayos cuyas com-

    binaciones de color sean

    idnticas a las que visten

    los otros miembros del

    mismo equipo. El que la

    camiseta roja sea Amri-

    ca y verde Nacional, con-

    tribuye a que los especta-

    dores se involucren emo-

    cionalmente con sus

    equipos respectivos, al

    extremo de que si algn

    jugador comete un desa-

    fuero, se dice que l des-

    honr a su camiseta .

    Para formular esta califi-

    cacion el espectador

    iguala equipo y camiseta,

    como lo hace el patriota

    equiparando los smbo-

    los patrios con la patria.

    Bandera y nacin perte-

    necen a tipos lgicos de

    1. Esta investigacin tuvo sus orgenes en dos expediciones etnogrficas

    al alto Baud que se llevaron a cabo en 1992 con el auspicio de la Asocia-

    cin Campesina del Baud (Acaba), Codechoc y la Facultad de Ciencias

    Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. A partir de enero de

    1995, comenz el trabajo investigativo con apoyos de Colciencias, el Cen-

    tro Norte Sur de la Universidad de Miami, UNESCO y el CINDEC de la

    Universidad Nacional de Colombia. Adems de la coinvestigadora prin-

    cipal, la historiadora Adriana Maya, el equipo cont con los etngrafos

    Javier Moreno y Jos Fernando Serrano, los historiadores Orin Jimnez

    y Sergio Mosquera, y la biloga Stella Surez.

    2. Defino epistemologa de acuerdo con Gregory Bateson como [...]

    agregado de presupuestos que subyacen a todas las interacciones y comu-

    nicaciones entre personas [...] (Bateson y Bateson 1988:97),y concuerdo

    con l en que:

    Es una torpeza referirse constantemente a la epistemologia y a la onto-

    logia, y es correcto considerar que sean separables en la historia natural

    humana. No parece existir una palabra adecuada para cubrir lacombina-

    cin de estos dos conceptos. Las aproximaciones ms cercanas son es-

    tructura cognitiva o estructura del carcter , pero estos trminos no

    logran sugerir que lo importante es un cuerpo de suposiciones habituales

    o premisas implcitas en la relacin entre el hombre y el ambiente, y que

    esas premisas pueden ser verdaderas o falsas. Usar, por ello, en el pre-

    sente ensayo el trmino nico de epistemologa para abarcar ambos as-

    pectos de la red de premias que gobiernan la adaptacin (o mala adapta-

    cin) al ambiente humano y fsico. Para emplear elvocabulario de George

    Kelly, son stas las reglas mediante las cuales un individuo construye

    su experiencia (Bateson 1991: 344).

    REVISTA

    COLOMBIANA

    DE PSICOLOGIA

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    CRNICAS

    3. Recuerdas qu le dijo el Caballero Blanco a Alicia? Alicia est ms

    bien cansada de or canciones y al ofrecrsele otra, pregunta su nombre.

    El nombre de la cancin se llama Haddocks Eyes , dice el Caballero

    Blanco , Es ese elnombre de la cancin? dice Alicia. No, tu no entien-

    des , dice elCaballero Blanco , ese no es el nombre de la cancin, sino lo

    que llaman al nombre? (Bateson y Bateson 1988:21).

    diferente nivel, pero se identifican

    de modo tal que, para el fantico,

    quien pisotea la bandera ofende a la

    patria. Otros ejemplos de los llama-

    dos errores de tipificacin lgica'?',

    consisten en la confusin del mapa

    con el territorio, del nombre con el

    objeto nombrado o del nombre del

    nombre con el nombre.

    En el caso de las reglas que ri-

    gen el ftbol afrobaudoseo, el

    error de tipificacin lgica reba-

    sa la identificacin entre elnombre

    del smbolo (rojo), con el del equi-

    po local del jugador. El nombre del

    color se asocia con dos identidades

    diversas: la del jugador baudose-

    o y la del jugador del Amrica o

    del Nacional. Es como si el nom-

    bre de la camiseta se mezclara de

    tal modo con su portador original,

    que el portador actual resultara

    confundido con el portador origi-

    nal. Desde una perspectiva orto-

    doxa, esta operacin mental es

    aberrante. Sin embargo, si se la

    aprecia desde la epistemologa lo-

    cal, la metfora forma un circuito

    emocional entre el individuo, la

    comunidad local y los equipos na-

    cionales.

    I nmanenc ia

    I nd i v i duo P l an t as A n i m a l es

    La forma como los afrobaudo-

    seos celebran el inicio de una

    vida seala el que la inmanencia

    mental tambin est en el sistema

    formado por los individuos con su

    ambiente. Entre las palmas de

    coco alrededor de las casas de

    Cholo y Mello, hay unas que ellos

    sealan como sus ombligos (Se-

    rrano 1994). Esta otra metfora se

    origina en el rito que tiene lugar

    inmediatamente despus del naci-

    miento de un nio o una

    nia, cuando la madre

    entierra la placenta y el

    cordn umbilical, junto

    con la semilla germinan-

    te de una palma de coco

    218

    Nos. 5 6 AO MCMXCVII

    U. NACIONAL DE COLOMBIA

    BOGOTA D.C.

    o de otro rbol, de tal modo que

    rbol y persona crezcan juntos. De

    ah en adelante, ese nio o esa nia

    llamar su ombligo a la palma o

    al rbol. Por su parte, la herida que

    deja el ombligo al desprenderse, se

    cura esparciendo sobre ella polvos

    que se preparan macerando algu-

    na parte de aquel animal de cuyas

    caractersticas los progenitores

    consideran que el recin nacido

    deber apropiarse a lo largo de su

    vida

    bid. .

    Ningn afrobaudoseo me ha

    expresado que por los ritos de om-

    bligada se sienta hermanado

    con rboles y animales. Sin embar-

    go, hay conductas que le hacen

    pensar a uno que all s existe una

    relacin ms fraternal entre la gen-

    te y la naturaleza. El abuelo de

    Cholo, don Justo Daniel Hinestro-

    sa, es lo que los afrobaudoseos

    llaman un mdico raicero -un

    sabio en la botnica, y en curar en-

    fermedades y picaduras de cule-

    bra-. Una maana, cuando cami-

    naba hacia uno de sus sembrados

    de arroz, don Justo se detuvo junto

    a una enorme ceiba, se quit el

    sombrero y rez una plegaria. Jos

    Fernando Serrano, miembro de

    nuestro grupo de investigacin,

    acompaaba al sabio anciano y se

    qued estupefacto ante lo sucedi-

    do. Comprendi que se trataba de

    un saludo respetuoso al ombli-

    go de uno de los padres del ancia-

    no, cuando l explic que, hace

    ms de cincuenta aos, en se re-

    llanito se levantaba la casa donde

    haba nacido.

    D i l ogo y P ol i fon a

    Estas maneras de construir

    metforas y afirmar la inmanencia

    del circuito gente-entorno coinci-

    den con conductas que -no obs-

    tante las actuales fricciones territo-

    riales intertnicas- fraternizan la

    existencia de los afrobaudoseos

    con sus vecinos emberes y con su

    ambiente. En Boca de Pep, bajo

    Baud, conocimos a un mdico

    raicero a quien los jaibanaes invi-

    tan a cantar jai con ellos (Arocha

    1996). La entrega a una persona

    negra de los secretos ms sagrados

    de los emberes atestigua la con-

    fianza que ha imperado entre am-

    bos pueblos. Confianza que no es

    de hoy, por cuanto el padre del rai-

    cero mencionado tambin conce-

    lebraba con los indgenas, apren-

    da sus formas de curar y diagnos-

    ticar la enfermedad y les enseaba

    a ellos las de los afrodescendientes

    (Arocha 1996).

    Dentro de este contexto el que

    los hombres negros bauticen nios

    y nias indgenas tambin ha sido

    fuente de una coexistencia, ade-

    ms, constatable observando la

    profunda emocin que los indge-

    nas expresan cuando toman parte

    activa en los funerales de sus com-

    padres negros. Asimismo es rele-

    vante el que la Virgen de la Pobre-

    za, santa patrona de Boca de Pep,

    pueblo de afrodescendientes, se le

    hubiera anunciado y aparecido a

    los indgenas emberes bid. .

    En cuanto al manejo ambien-

    tal, en Boca de Pep volvimos a ha-

    llar comportamientos en aparien-

    cia irracionales. Uno de ellos

    consiste en la siembra y cuidado

    de frutales o maz en claros o fran-

    jas hechos en elbosque secundario

    o monte alzao , Para qu inver-

    tir tanto trabajo en cuidar esas

    plantas, si no hay manera de co-

    mercializar sus cosechas? Para el

    alto Baud, Moreno

    (1994) haba demostrado

    que esos productos si se

    vendan, pero empaca-

    dos en los cerdos-alcan-

    cas que los afrobaudose-

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    JAIME AROCHA RODRGUEZ

    PENSAMIENTO AFROCHOCOANO EN ViA DE EXTINCiN

    os mantienen en semicautiverio.

    Si en el alto Baud no haba sido

    muy evidente el que la gente sem-

    braba para sus marranos y no para

    el mercado, en el bajo Baud suce-

    di algo parecido con las siembras

    que se usan como cebo para facili-

    tar la cacera de animales silves-

    tres. El que esos plantos contribu-

    yan a la reproduccin y preser-

    vacin de la fauna nativa fue algo

    imposible de averiguar, pues la

    guerrilla irrumpi apenas se haba

    formulado la hiptesis.

    Empero, los afrobaudoseos

    humanizan ms a sus perros de ca-

    cera que a sus marranos. Los edu-

    can hasta convertirlos en especia-

    listas en el rastreo de determina-

    das presas. Para mejorar las des-

    trezas -digamos-de un perro gua-

    guero, lo someten a ayuno y absti-

    nencia la noche antes de la

    jornada. Contratan profesionales

    para que le hagan rezos especfi-

    cos o le den baos en noches de

    luna llena con aguas hechas con

    los siete tipos de albahacas que se

    distinguen. Quienes los arreglan

    tambin tienen que intervenir

    cuando los animales pierden sus

    habilidades. As sucede si el can en-

    tra a la cocina, y por accidente, se

    est derramando sobre el fogn el

    agua hirviendo mediante la cual el

    ama de casa prepara la presa que l

    atrap. Entonces, la nica manera

    de salvarlo consiste en llamar a un

    experto para que lo bae con las

    cenizas que recibieron ese lquido

    desparramado

    bid.).

    Los baadores de perro fi-

    guran entre las personas ms apre-

    ciadas de las comunidades. No

    forman parte del normal de la gen-

    te, sino de los crculos de quienes

    cantan alabaos en los velorios y

    novenas, de quienes diagnostican

    y curan. dolencias graves o de

    quienes saben cmo sellar una vi-

    vienda para que no le entren los

    espritus malos. Saben de plantas

    y sus combinaciones y estn dota-

    dos de un armamento de secre-

    tos comparable al de los mdicos

    raiceros para curar a quienes son

    ofendidos por las culebras. A su

    vez, lo secreto de los secretos no

    radica en el encadenamiento sim-

    ple de palabras desconocidas. No

    es difcil comprar hojas en las cua-

    les aparecen escritos o impresos, y

    muchos de ellos, inclusive, consis-

    ten en oraciones frecuentes de la

    liturgia catlica. xito y efectivi-

    dad radican, ms bien, en el nme-

    ro de veces con el cual recitan las

    frases, as como en el ritmo que le

    imparten a la recitacin.

    As pues, en el Baud y quizs

    en todo el Choc, entre los afroco-

    lombianos, ni las plantas ni los ani-

    males existen

    p r s

    sino adiciona-

    dos, complementados y cualifi-

    cados por la mente de las perso-

    nas, mediante la palabra. Empero,

    por s misma, la voz humana care-

    ce de poder. Tiene que ser amplifi-

    cada mediante combinaciones de

    ritmo y nmero que se aprenden

    con otras habilidades mediante

    largos aos de iniciacin. El que

    baadores de perros, mdicos rai-

    ceros, componedores de casas o

    parteras hayan sido iniciados es

    indicio de una permanencia de

    afrcana, acerca de cuyas dimen-

    siones habla el filsofo Hampet

    Ba (1985):

    Gracias a la vivificacin de la

    palabra [...hay], fuerzas [que] se

    ponen a vibrar. En un primer esta-

    dio se convierten en pensamiento;

    en un segundo, en sonido, y en un

    tercero en palabra. La palabra est,

    pues, considerada como la mate-

    rializacin y exteriorizacin de las

    fuerzas

    bid.:189).

    Fundada sobre la iniciacin, la

    tradicin [oral] abarca al hombre en

    su totalidad, y por eso se puede de-

    cirque contribuye a crear un tipo de

    hombre particular y a esculpir el

    alma africana

    b id . : 187) .

    Mediante las inmanencias men-

    tales individuo-otros y gente-en-

    torno, he documentado parte de la

    totalidad a la cual se refiere Ba.

    Queda por explorar el circuito per-

    sona-tiempo, creado por el culto a

    los antepasados.

    Religiones

    de la a l egr a

    y

    l a v i da

    Si bien es cierto que las prcti-

    cas religiosas de la gente negra

    apelan al rito y a la liturgia cristia-

    nas, aun se desarrollan dentro de

    un espritu compartido por las re-

    ligiones de los antepasados de

    quienes fueron esclavizados du-

    rante la colonia de la Nueva Gra-

    nada: gente akn, ew-fon, yruba

    y bant (Arocha 1996; Serrano

    1994). Los rituales ni son de expia-

    cin de culpas ni pecados, sino de

    celebracin de vida, luz y color

    (Maya 1996b). Dentro de ellos,las

    deidades pueden ser tan comuni-

    cativas y sensuales como la Virgen

    de la Pobreza, la santa patrona de

    Boca de Pep en el bajo Baud

    (Arocha 1996; Serrano 1996). Ella

    est representada en una antigua

    vitela que encontraron unos ind-

    genas emberes de la quebrada de

    Quer

    bid.).

    Anunci su llegada

    por el estruendo de uno de los ca-

    ones con los cuales hizo su apari-

    cin

    bid.).

    Su fiesta del 8 de sep-

    tiembre coincide con la de la

    Virgen de la Caridad del Cobre,

    patrona de Cuba, donde encarna

    al oricha africano Ochn. Ese da

    La Pobreza, mediante una sonrisa,

    le manifiesta a sus fieles su com-

    placencia por la celebracin (Se-

    rrano 1996). Si no est de acuerdo

    con la acostumbrada procesin se

    har tan pesada que los responsa-

    bles de las andas no podrn sacar-

    la de la iglesia. Y si el recorrido sa-

    grado por el pueblo fue satisfac-

    torio, regresar a la iglesia bailan-

    do con su marido

    bid.),

    como dice

    el siguiente verso que cantan quie-

    nes participan en las correras

    que inician dos meses antes de la

    REVISTA

    COLOMBIANA

    DE PSICOLOGIA

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    CRNICAS

    fiesta anual, para recoger los fon-

    dos de la celebracin:

    D e n l e d u r o a l a s c a d e r a s

    Q u e se a c a b e d e r am p

    F o q u e v a a sa l a b a i l

    l a V i r g en y S a n J o s

    ( A r o c h a 1 99 6)

    Algo similar puede decirse de

    San Martn de Porres, en Pie de

    Pat, capital del alto Baud, quien

    se emborracha con sus seguidores

    antes y despus de subirse a la ca-

    noa que lo lleva por los alrededo-

    res del templo (Maya 1992b). Son

    santos y vrgenes a quienes se les

    regaa por no cumplir lo prometi-

    do, se les somete a privaciones y

    castigos si se portan mal con sus

    devotos o se besa y acaricia en

    agradecimiento por un favor con-

    cedido o porque al creyente sim-

    plemente le naci el deseo de ha-

    cerle un consentimiento a la

    imagen, al pasar a su lado. Tam-

    bin a quienes se les habla con la

    misma confianza que se usa para

    dirigirse a los antepasados desa-

    parecidos de la tierra, pero cuyos

    espritus siguen presentes en la co-

    tidianidad.

    La muerte siempre se vaticina

    mediante el canto de pjaros como

    el del guaco, los sueos o la propia

    aparicin del alma de quien parti-

    r (Serrano 1994). Este anuncio de-

    sencadena medidas preventivas.

    Por ejemplo, el mdico raicero

    busca una posible trama , por

    medio de la cual un enemigo pue-

    de estarle causando la enferme-

    dad al afectado

    bid. .

    El hallazgo

    de ese sortilegio es tan importante

    como la curacin propiamente di-

    cha. Si una culebra ofende a un

    cristiano y ste entra en estado

    crtico, tan importante como la

    balsmica 4 apropiada para cu-

    rar, es el encuentro de un tejido de

    ramas debajo de la cama

    del embrujado u otra

    forma de trama que po-

    tencie los efectos del ve-

    neno (Arocha 1996).

    22

    Nos. 5 6 AO MCMXCVII

    U. NACIONAL DE COLOMBIA

    BOGOTA D.C.

    En caso de que el anuncio

    coincida con una enfermedad gra-

    ve, parientes y amigos visitan al

    enfermo o enferma. Conversan

    con l o ella, y le acarician con ter-

    nura; le ofrecen sus alimentos pre-

    dilectos y le dicen frases amorosas

    para que tenga la fuerza necesaria

    para recuperarse (Serrano 1994).

    En otras palabras, se hace lo con-

    trario que en nuestro medio se ha-

    ra con un paciente terminal. All

    se supone que el aislamiento no

    lleva a una buena muerte.

    M uer t os Neci o s

    Ocurrido el deceso, se inician

    los preparativos del velorio (Aro-

    cha 1993a; 1997). En ellos toda la

    comunidad participa. Los nios

    adecuan los espacios donde ten-

    dr lugar la velacin; los hombres

    se turnan la hechura del cajn y la

    excavacin de la tumba en el ce-

    menterio, y las mujeres se encar-

    gan de embalsamar el cadver y de

    arreglar el altar para la velacin.

    Para ello, colocan un lazo negro en

    forma de mariposa, del cual pen-

    den velos blancos

    bidl.

    El cono

    que se forma uniendo dos tringu-

    los equilteros por su vrtice, tam-

    bin figura en los altares yorubas

    de Cuba, Hait y Brasil, entre otros

    lugares de Amrica Latina, donde

    simboliza el hacha del oricha

    Chang (Thomson 1993).

    Terminados los preparativos,

    todos se unen en el espacio sagra-

    do dentro del cual se alcanza el

    trance cantando alabaos, bebiendo

    aguardiente y caf, y fumando ta-

    baco o Pielroja. Al da siguiente

    tendr lugar una procesin fne-

    bre que recorre hitos del pueblo y

    pasa frente a las casas de familia-

    res y allegados. Como entre los

    bantes, este paseo ritual no slo

    busca el que la gente se despida

    del.difunto, sino que le exija expli-

    caciones acerca de su partida

    (~chwegler en Arocha 1993a).

    Siempre se considera que el occiso

    hubiera podido poner ms de su

    parte y no haberse marchado. As,

    cada quien le puede hacer repro-

    ches por haber abandonado el

    mundo

    bid. .

    M uer t os accesi b les

    Al llegar al cementerio, y

    cuando el fretro comienza a des-

    cender hacia la tumba, se pueden

    or.gritos como los de aquella hija,

    qUlen se aferraba al cadver de su

    madre, repitiendo: Hazme un

    campito en la canoita que te lleva-

    r a tu largo viaje (Arocha 1997).

    De tanto reiterar los mismos senti-

    dos, en medio de canto y llanto, a

    esta mujer le sucedi lo que a otros

    deudos: cay en trance

    bid. .

    Fue

    asistida por sus familiares y ya

    ms tranquila se uni a las canta-

    doras

    bid. .

    A medida que cada

    quien recoge tierra para echarla

    sobre el atad, puede pintarse una

    cruz de barro en la frente (Serrano

    1994). Esta otra huella de africana

    (Maya en Arocha 1993a) demues-

    tra la inmanencia del circuito men-

    tal formado por deudos, campo-

    santo, y tierra. Cubierto el cajn, se

    planta una palma de Cristo so-

    bre el montculo fnebre. Esta

    siembra tambin tiene un pasado

    africano y marca la conclusin de

    un ciclo vital, cuyo inicio qued se-

    alado por la palma-ombligo que

    fertiliz la placenta enterrada.

    Adems, la palma de Cristo le ser-

    vir de albergue a las distintas al-

    mas del difunto {bid. . La repre-

    sentacin fsica del antepasado

    facilita la comunicacin

    futura con l y su presen-

    cia en la comunidad.

    Esa presencia ser de

    particular importancia

    4. Sustancias que, segn la curacin requerida, se preparan con yerbas y

    partes de animales disueltas en biche, las cuales adems se rezan y se

    almacenan en botellas especiales o rezadas.

    5. En Boca de Pep reemplazaron el moo por una mariposa negra de

    madera, en cuya cabeza dibujan una calavera.

  • 7/24/2019 Dialnet-PensamientoAfrochocoanoEnViaDeExtincion-4895314

    6/8

    JAIME AROGHA RODRGUEZ

    PENSAMIENTO AFROCHOCOANO EN VfA DE EXTINCiN

    6. El 4 de julio de 1997, E l E s p e c ta d o r public una encuesta de opinin

    sobre elfracaso de laconstitucin de 1991.Entre las preguntas formuladas

    no figur ninguna sobre el artculo sptimo, referente al~arcter plurit-

    nico y multicultural de la nacin colombiana. Esta orrusion es indicativa

    de la poca conciencia que, aun en los medios, existe sobre las implicacio-

    nes que esa seccin de la carta tiene sobre la identidad nac~onal.

    7. Etnnimo chocoano para referirse a las poblaciones tnetrucas prove-

    nientes del departamento de Crdoba.

    durante el novenario, cuando

    aquellos que no pudieron estar en

    el velorio y en el entierro, de la

    misma manera que quienes si es-

    tuvieron, se congregan alrededor

    del altar que se hace en el espacio

    escogido para los rezos de las nueve

    noches. Presidido por la iconografa

    que rememora al hacha de Chang,

    a este sagrario se le da el nombre de

    tumba y tambin se usa para ai-

    rear reclamos adicionales.

    La novena noche es tan solem-

    ne como la que presidi al entie-

    rro. Congrega a familiares yami-

    gos de todos los pueblos a lo largo

    del ro y es impensable sin el canto

    de alabaos durante toda la noche,

    sin los rezos, sin las lgrimas, sin

    tabaco y sin la ingestin de aguar-

    diente, caf y comidas sagradas de

    animales del monte, pero ep espe-

    cial sin la despedida final. Esta tie-

    ne lugar al amanecer, cuando los

    deudos desarman la tumba y el

    oficiante --amanera de comunin-

    se toma el agua de albahaca blanca

    del vaso que siempre estuvo en el

    altar, junto con una veladora en-

    cendida

    bid. .

    Entonces, el culto a los antepa-

    sados aporta ms evidencias de

    que, mediante la metfora -un

    error de tipificacin lgica-, la

    epistemologa afrobaudosea ade-

    ms es fuente de inmanencia tem-

    poral. Sumada a la inmanencia de

    los circuitos gente-gente e indivi-

    duo-entorno, la que el culto a los

    antepasados forma con el sistema

    gente-tiempo habla de unas men-

    tes que po acusan la fragmenta-

    cin de las nuestras. Empero, hoy

    como nunca, la integridad de los

    procesos mentales afrobaudose-

    os est en peligro.

    M u er to s a usen tes

    Con la muerte vio-

    lenta, en especial si el

    cuerpo no aparece, la funebria

    afrochocoana enmudece. Ni se

    puede acariciar al enfermo, ni de-

    cir las frases de aliento para la ago-

    na, ni las de reclamo de la proce-

    sin fnebre o de la tumba del

    novenario. En el cementerio hay

    un vaco que no puede marcarse

    con la palma de Cristo y, en conse-

    cuencia, se frustran las comunica-

    ciones con el antepasado. Siendo

    los ritos fnebres los eventos ms

    significativos de la cultura afroco-

    lombiana del litoral Pacfico, es

    evidente que all el impacto del te-

    rror tiene una capacidad de ani-

    quilamiento cultural quizs sin

    equivalentes entre otros pueblos

    colombianos.

    Este insuceso no se compade-

    ce con la voluntad ciudadana a fa-

    vor de redefinir nuestra identidad

    nacional. En efecto,la constitucin

    de 1991 convirti en patrimonios

    para el porvenir a la diversidad

    cultural de los colombianos y a la

    de los paisajes y territorios crea-

    dos por ellos (Arocha 1993b)6.As,

    abri la posibilidad de superar la

    nocin de progreso que el estatuto

    de 1886 equiparaba con el que to-

    dos llegramos a ser de la misma

    raza, religin y lengua y, adems,

    sustituyramos selvas y bosques

    por potreros. La reforma ret al

    Estado para que originara y regla-

    mentara nuevas leyes que le die-

    ran aceptacin y validez nacionales

    a prcticas ancestrales de autono-

    ma poltica y territorial, y de desa-

    rrollo sustentable (Arocha 1997).

    Dentro de ese paquete figura la ley

    70 de 1993que legitima el dominio

    colectivo sobre aquellos territorios

    ancestrales que las comunidades

    negras venan construyendo des-

    de los inicios del siglo XVIII.

    M u er te v i ol en ta y ape r t u ra

    Infortunadamente, los presi-

    dentes Gaviria y Samper estuvie-

    ron ms conscientes de implantar

    la apertura econmica, que de re-

    glamentar y aplicar con prontitud

    y eficacia las leyes referentes al

    porvenir de tolerancia y desarro-

    llo sostenible, incluyendo reorde-

    namiento territorial, territorios co-

    lectivos de comunidades negras y

    manejo del medio ambiente. A la

    expansin de carreteras, puertos,

    explotaciones madereras, mine-

    ras, camaroneras, agro industria-

    les y ganaderas que vena desde

    1982 (Gonzlez 1990), se agrega-

    ron el inters mundial por la ex-

    plotacin gentica de la biodiver-

    sidad selvtica y riberea (Redac-

    cin EE970209, Presidencia 1996),

    el programa de integracin con los

    pases de la cuenca del Pacfico

    (Ministerio de Relaciones Exterio-

    res 1996, Presidencia 1996), el re-

    lanzamiento del proyecto de cons-

    truir una conexin interocenica

    uniendo al ro Atrato con el Pacfico

    por la va del ro Truand (Fonade

    970216; Redaccin EE 970209) Yla

    propuesta de prolongar la Carrete-

    ra Panamericana por el llamado

    Tapn del Darin (EFE970216).

    Paralelamente a la propaga-

    cin del modelo neo liberal, au-

    ment la inmigracin paisa y

    chilapa

    7

    y con ella las presiones

    sobre la territorialidad ancestral

    de indgenas y afrodescendientes;

    a finales de 1994, en el alto Baud,

    irrumpi un grupo guerrillero po-

    siblemente afiliado con el

    EPL y con l los ajusticia-

    mientos pblicos, las de-

    sapariciones, el boleteo,

    la vacuna y el desplaza-

    miento de familias ente-

    ras que buscaron refugio

    haciendo barrios de inva-

    REVISTA

    COLOMBIANA

    DE PSICOLOGIA

    22

  • 7/24/2019 Dialnet-PensamientoAfrochocoanoEnViaDeExtincion-4895314

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    CRNICAS

    sin en Quibd s. Si bien es cierto

    que esta agrupacin sali del rea

    a mediados de 1995, seis meses

    ms tarde apareci el Benkos Bioj

    en el bajo Baud y hoy por hoy,

    grupos paramilitares figuran

    como los causantes de operaciones

    de la llamada limpieza social y, en

    consecuencia, de imponer ms

    formas de terror y destierro.

    Por fuera del Baud, el evento

    ms dramtico ha consistido en los

    cientos de familias quienes, despa-

    voridas por los enfrentamientos

    entre el ejrcito y la guerrilla, hu-

    yeron del bajo Atrato hacia Muta-

    t, Pavarandocito y Panam (Padi-

    lla y Varela 1997: 16-19). Adems

    de la tragedia implicada por la

    emigracin forzosa, la severidad

    de estos hechos tiene que ver con

    la proximidad entre la zona de

    combate y el curso medio del ro

    Truand. All, con todo y que hay

    puntos de incalculable inters

    para las empresas madereras, en

    marzo de 1997, el INCORA otorg

    los primeros ttulos colectivos a

    comunidades negras sobre cerca

    de 70.000 hectreas. A los pocos

    das, cay abatido por las balas el

    presidente de uno de los consejos

    comunitarios que haba iniciado

    los trmites de titulacin (Villa

    970220, 970303).

    Es posible que miembros de

    este grupo excepcional de propie-

    tarios colectivos no hubiera hecho

    parte de los desplazados del bajo

    Atrato (Atocha et al. 1997). Tam-

    bin que sea cierto el alegato del

    gobierno en el sentido de estar ha-

    ciendo todo lo posible para que los

    desplazados puedan volver a sus

    lugares de origen, y de

    estar dndole un nuevo

    hlito a la titulacin co-

    lectiva para las comu-

    nidades negras (Garca

    1997). Sin embargo, la

    E l

    maana

    222

    Nos. 5 6 AO MCMXCVII

    U. NACIONAL DE COLOMBIA

    8OGOTA D.C.

    irrupcin de formas de terror que

    no tenan antecedentes en esa par-

    te del pas, as como de las crnicas

    que se elaboran alrededor de ellas,

    (1) hacen que la gente considere la

    posibilidad de buscar en la ciudad

    la seguridad que las selvas y los

    ros comienzan a negarle; (2) di-

    suaden a los afrodescendientes de

    seguir haciendo las diligencias a

    las cuales la ley 70 de 1993 les da

    derecho, para legitimar los espa-

    cios comunitarios humanizados y

    legados por sus antepasados, y (3)

    incorporan de manera irreversible

    al Choc biogeogrfico al mapa de

    las regiones cuyos pobladores pa-

    decen los conflictos armados.

    Persuadidos de la integridad

    de la mente afrobaudosea, quie-

    nes hicimos parte del proyecto que

    he enfocado, imaginamos que cul-

    minaramos el trabajo con una et-

    nografa de paz . En ella mostra-

    ramos la leccin que la gente del

    Baud tena para quienes han

    reemplazado las palabras por las

    balas, en aras de resolver conflic-

    tos territoriales con personas de

    otra etnia: al margen de los apara-

    tos estatales, partidistas y sindica-

    les, es posible desarrollar hbitos

    de convivencia pacfica. Supona-

    mos que la nueva constitucin co-

    lombiana potenciara la divulga-

    cin y adopcin de modelos como

    el que estudibamos. Hoy consta-

    tamos que la modernizacin eco-

    nmica que elmismo estatuto pro-

    picia, as como el neoliberalismo

    que le sirve de contexto, coadyu-

    varon a borrar el nombre de refu-

    gio de paz con el cual habamos

    caracterizado al valle del ro Bau-

    primera vez en mayo de 1992:que

    nuestra etnografa sirva de cons-

    tancia histrica de un mundo que

    no ser posible \}J

    B i b l i og ra f a

    Arocha, Jaime et al. 1997, C o m u n i c a d o

    p a r a e l P r e s i d e n t e d e l a R ep bl i c a en

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    ptulo 8., pgs. 185-221. Pa-

    R .

    Paraloschocoanos,ste es eliniciodel final.Las accionesque desde rs: UNESCO.

    tiempoatrs venan realizandolasFarcenel readeRiosucioeran perci-Bateson, Gregory. 1992. S a c r e d

    bidas comoproblema de Urab y las del ELNen el San Juan no hacan U n it y F u r th e r S t e p s t o a n E co -

    parte de una imagen de crisis.Quizs esta particularidad se deba a que . ,

    enelBaud, por primera vez,la poblacincivilresult severamenteafee- l o gy o f M i n d. Obra postuma

    tada (Mosquera1997). a cargo de Rodney Donald-

    d. As, nuestro libro tendr un

    objetivo que no vislumbrbamos

    cuando visitamos la regin por

  • 7/24/2019 Dialnet-PensamientoAfrochocoanoEnViaDeExtincion-4895314

    8/8

    JAIME AROCHA RODRGUEZ

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    REVISTA

    COLOMBIANA

    DE PSICOLOGIA

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