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Televisión y audiencia penal Juan José LOPEZ ORTEGA 1. LAS NOTICIAS JUDICIALES EN LOS MEDIOS DE COMUNICACION En la sociedad de nuestros días, la publicidad que se desenvuelve, indirectamente, a través de los me- dios de comunicación está llamada a ocupar una po- sición preeminente. La publicidad de la justicia ha perdido, al menos en parte, su carácter concreto. Ya no se entiende como una realidad visible e incluso audible, limitada a las personas presentes en el lu- gar de las sesiones, bien sea como litigantes o como espectadores. La asistencia personal y directa a los juicios ha perdido importancia y, en contrapartida, se ha ampliado el círculo de los participantes indi- rectos a los que la prensa, la radio y la televisión transmiten las noticias judiciales. A través de estos grandes medios de comunica- ción se articula, en el momento actual, la conexión entre la justicia y la opinión pública. Por ello, cons- tituye una restricción inaceptable de la libertad de in- formación y del principio de publicidad de la justicia limitar a unas pocas personas el derecho a presen- ciar el desarrollo de las audiencias procesales. Por esto mismo, se reconoce a los medios de comuni- cación un derecho preferente a asistir a las sesio- nes de los juicios públicos, que se deriva de la fun- ción que cumplen de intermediario natural entre la noticia y quienes no pueden obtenerla directamen- te. Este derecho es una concreción de la libertad de información, que comprende la búsqueda y la obten- ción de información, esto es, el acceso a las fuen- tes de la noticia. El derecho a buscar información, a indagar en las fuentes de la noticia es consecuencia de la vincula- ción entre la libertad de expresión y el régimen de- mocrático, que comporta el acceso de los medios de comunicación a cualquiera de los ámbitos en los que la noticia se produce. Cuando este derecho genéri- co a indagar en las fuentes de la noticia se concreta en el descubrimiento de los datos relacionados con los procesos judiciales, el contenido del derecho se extiende a la posibilidad efectiva de acceder al pro- ceso, a los debates del juicio oral, a la sentencia que lo culmina. Desde esta perspectiva, el derecho de acceso se confunde con la publicidad de los juicios, es más, la presupone como garantía de efectividad. Ahora bien, es preciso advertir que la publicidad amplificada por los medios de comunicación, la pu- blicidad espectáculo, conlleva grandes riesgos para todos los participantes en el proceso. Especialmen- te, para el inculpado, el cual ha de soportar que par- te de su vida, el reproche por el delito e incluso su condena, se pongan a la vista de todos, lo que re- presenta uno de los obstáculos más importantes para su resocialización. La publicidad excesiva tam- 26 bién comporta una amenaza para la presunción de inocencia del acusado, que se halla expuesto a una precondena en los medios de comunicación. Estos riesgos, indudablemente, se acrecientan de manera considerable cuando se televisan los debates ju- diciales. Por esta razón, en el futuro, la regulación del prin- cipio de publiclidad procesal deberá tener bien pre- sentes los efectos nocivos de la publicidad excesi- va, considerando los diversos intereses en conflicto, no sólo los de la colectividad en la información, o en controlar el desarrollo del proceso, sino también los relacionados con el buen funcionamiento de la jus- ticia y la protección de los derechos de la persona- lidad de todos los participantes en el proceso. 2. EL ACCESO DE LA TELEVISION A LOS JUICIOS PUBLlCOS Una cuestión todavia no resuelta en nuestro orde- namiento se refiere a la admisibilidad de la televi- sión en las audiencias penales. Ni la Ley Orgánica del Poder Judicial, ni la Ley de Enjuiciamiento Cri- minal contienen una previsión específica respecto del acceso de los medios audiovisuales a los deba- tes procesales. Tan sólo el artículo 230 de la Ley Or- gánica del Poder Judicial contempla la posibilidad de utilizar medios técnicos de constatación y repro- ducción, cuya finalidad, sin embargo, se agota en la mera documentación del acto judicial, sin que se au- torice su difusión pública. Por otra parte, la única ocasión en la que el Tribunal Constitucional ha teni- do oportunidad de pronunciarse sobre la presencia de los periodistas en los juicios públicos, se ha plan- teado en relación con el acceso de la prensa escrita (STC 39/1982, caso Diario 16). Ante la ausencia de una regulación especifica, nada habría impedido que nuestros tribunales hubie- sen hecho uso de las atribuciones que tienen en ma- teria de policía de vistas para restringir el acceso de la televisión a las salas de justicia. Mas, no ha sido ésta la solución que ha terminado imponiéndose. Al contrario, se ha generalizado una opinión favorable a la presencia de los medios audiovisuales en las audiencias penales, que encontraría apoyo, precisa- mente, en la ausencia de obstáculo legal. Ya nadie se sorprende al ver operar a las cámaras de televi- sión en el curso de un juicio, ni tampoco resulta ex- traño que se recurra a estas imágenes para presen- tar, de forma más atractiva, las noticias sobre los procesos judiciales. Incluso, el contenido de ciertos programas de esparcimiento comienza a ser predo- minantemente judicial. Un régimen tan extraordinariamente permisivo no

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Televisión y audiencia penal

Juan José LOPEZ ORTEGA

1. LAS NOTICIAS JUDICIALES EN LOSMEDIOS DE COMUNICACION

En la sociedad de nuestros días, la publicidad quese desenvuelve, indirectamente, a través de los me-dios de comunicación está llamada a ocupar una po-sición preeminente. La publicidad de la justicia haperdido, al menos en parte, su carácter concreto. Yano se entiende como una realidad visible e inclusoaudible, limitada a las personas presentes en el lu-gar de las sesiones, bien sea como litigantes o comoespectadores. La asistencia personal y directa a losjuicios ha perdido importancia y, en contrapartida,se ha ampliado el círculo de los participantes indi-rectos a los que la prensa, la radio y la televisióntransmiten las noticias judiciales.

A través de estos grandes medios de comunica-ción se articula, en el momento actual, la conexiónentre la justicia y la opinión pública. Por ello, cons-tituye una restricción inaceptable de la libertad de in-formación y del principio de publicidad de la justicialimitar a unas pocas personas el derecho a presen-ciar el desarrollo de las audiencias procesales. Poresto mismo, se reconoce a los medios de comuni-cación un derecho preferente a asistir a las sesio-nes de los juicios públicos, que se deriva de la fun-ción que cumplen de intermediario natural entre lanoticia y quienes no pueden obtenerla directamen-te. Este derecho es una concreción de la libertad deinformación, que comprende la búsqueda y la obten-ción de información, esto es, el acceso a las fuen-tes de la noticia.

El derecho a buscar información, a indagar en lasfuentes de la noticia es consecuencia de la vincula-ción entre la libertad de expresión y el régimen de-mocrático, que comporta el acceso de los medios decomunicación a cualquiera de los ámbitos en los quela noticia se produce. Cuando este derecho genéri-co a indagar en las fuentes de la noticia se concretaen el descubrimiento de los datos relacionados conlos procesos judiciales, el contenido del derecho seextiende a la posibilidad efectiva de acceder al pro-ceso, a los debates del juicio oral, a la sentencia quelo culmina. Desde esta perspectiva, el derecho deacceso se confunde con la publicidad de los juicios,es más, la presupone como garantía de efectividad.

Ahora bien, es preciso advertir que la publicidadamplificada por los medios de comunicación, la pu-blicidad espectáculo, conlleva grandes riesgos paratodos los participantes en el proceso. Especialmen-te, para el inculpado, el cual ha de soportar que par-te de su vida, el reproche por el delito e incluso sucondena, se pongan a la vista de todos, lo que re-presenta uno de los obstáculos más importantespara su resocialización. La publicidad excesiva tam-

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bién comporta una amenaza para la presunción deinocencia del acusado, que se halla expuesto a unaprecondena en los medios de comunicación. Estosriesgos, indudablemente, se acrecientan de maneraconsiderable cuando se televisan los debates ju-diciales.

Por esta razón, en el futuro, la regulación del prin-cipio de publiclidad procesal deberá tener bien pre-sentes los efectos nocivos de la publicidad excesi-va, considerando los diversos intereses en conflicto,no sólo los de la colectividad en la información, o encontrolar el desarrollo del proceso, sino también losrelacionados con el buen funcionamiento de la jus-ticia y la protección de los derechos de la persona-lidad de todos los participantes en el proceso.

2. EL ACCESO DE LA TELEVISION A LOSJUICIOS PUBLlCOS

Una cuestión todavia no resuelta en nuestro orde-namiento se refiere a la admisibilidad de la televi-sión en las audiencias penales. Ni la Ley Orgánicadel Poder Judicial, ni la Ley de Enjuiciamiento Cri-minal contienen una previsión específica respectodel acceso de los medios audiovisuales a los deba-tes procesales. Tan sólo el artículo 230 de la Ley Or-gánica del Poder Judicial contempla la posibilidadde utilizar medios técnicos de constatación y repro-ducción, cuya finalidad, sin embargo, se agota en lamera documentación del acto judicial, sin que se au-torice su difusión pública. Por otra parte, la únicaocasión en la que el Tribunal Constitucional ha teni-do oportunidad de pronunciarse sobre la presenciade los periodistas en los juicios públicos, se ha plan-teado en relación con el acceso de la prensa escrita(STC 39/1982, caso Diario 16).

Ante la ausencia de una regulación especifica,nada habría impedido que nuestros tribunales hubie-sen hecho uso de las atribuciones que tienen en ma-teria de policía de vistas para restringir el acceso dela televisión a las salas de justicia. Mas, no ha sidoésta la solución que ha terminado imponiéndose. Alcontrario, se ha generalizado una opinión favorablea la presencia de los medios audiovisuales en lasaudiencias penales, que encontraría apoyo, precisa-mente, en la ausencia de obstáculo legal. Ya nadiese sorprende al ver operar a las cámaras de televi-sión en el curso de un juicio, ni tampoco resulta ex-traño que se recurra a estas imágenes para presen-tar, de forma más atractiva, las noticias sobre losprocesos judiciales. Incluso, el contenido de ciertosprogramas de esparcimiento comienza a ser predo-minantemente judicial.

Un régimen tan extraordinariamente permisivo no

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tiene parangón en el Derecho comparado. Es cier-to, como se verá a continuación, que los sistemaslegales son muy diferentes, pero es común a todosellos no reconocer a los medios audiovisuales un ili-mitado derecho de acceso. Las diferentes regulacio-nes pueden clasificarse en tres grandes grupos. EnAlemania y en el Reino Unido no se permite, en ab-soluto, la presencia de las cámaras de televisión enlas audiencias penales. En otros países, como enFrancia, sólo se admite la grabación de imágenes,pero con fines, exclusivamente, de documentación.En cambio, en Italia y en los Estados Unidos, se con-cede a las cámaras de televisión una más amplia li-bertad de acceso a las sesiones del juicio oral e in-cluso a las audiencias preliminares.

El Derecho alemán trata de forma diferente a losdistintos medios de comunicación. La prensa escri-ta goza de una amplia libertad de acceso. Por ello,no es infrecuente que, cuando el público es expul-sado de la sala de audiencia, los periodistas seanautorizados a permanecer y a asistir a las sesionesdel juicio. Sin embargo, las reglas concernientes ala obtención de fotografías son más restrictivas y,por lo que respecta a la televisión, la radio o el cine,se considera que la obtención de la verdad puedeverse afectada por la presencia de estos medios y,por lo tanto, no se les autoriza a operar.

En el Reino Unido la Contempt of Court Act (1981)impone restricciones my severas al acceso de losmedios y a la difusión de información, para evitarcualquier presión, por mínima que ésta sea, a los ju-rados. Un buen ejemplo de la forma en que se apli-ca la ley de 1981 nos lo ofrece el caso Channel FourTelevisión C.o Ud. (Comisión Europea, Dec. 9 mar-zo 1987. DR 51-136), en el que un juez británico re-currió a esta legislación para proteger a los juradosde la influencia de un programa de televisión, quepretendía cubrir el desarrollo de un juicio sobre asun-tos de Estado, reconstruyendo los acontecimientosmás importantes de cada jornada, mediante la ac-tuación de actores profesionales encargados deasumir los papeles individuales de cada una de laspersonas que habían de intervenir en el proceso. Eljuez dispuso que la difusión de todo reportaje sobrecualquier parte del proceso se difería hasta que eljurado hubiese pronunciado su veredicto, ante locual el cuarto canal se vio obligado a modificar la for-ma de emisión, que tomó el formato de un gran re-portaje de actualidad, en el que los actores fueronreemplazados por presentadores, que se repartíanlas frases del juez, los abogados y las partes. Sóloentonces la emisión fue autorizada.

La situación en Francia fue especialmente permi-siva antes y después de la guerra 1939-1945. Antela ausencia de una prohibición legal específica seimpuso un régimen de absoluta libertad. Se autori-zaba a los fotógrafos y a los operadores cinemato-gráficos a desarrollar su actividad sin ninguna res-tricción, filmando los momentos más intensos o es-pectaculares de las audiencias penales. Sin embar-go, los abusos fueron tan grandes que la ley de 6de diciembre de 1954 prohibió el acceso de los me-dios audiovisuales a los juicios. El rigor de este sis-tema fue atenuado, posteriormente, por la ley de 2de febrero de 1981, que admite la posibilidad de queel presidente del Tribunal autorice la toma de imá-

genes en el momento de la constitución del Tribu-nal, esto es, antes de que se declare abierta la se-sión del juicio, pero a condición de que se obtengael consentimiento de las partes. La ley de 11 de ju-lio de 1985 ha previsto la constitución de un fondoaudiovisual de la justicia, mediante la grabación ín-tegra de los debates judiciales, siempre que las au-diencias sean públicas. Sin embargo, su difusión nose permite salvo en un único supuesto excepcional,que el proceso verse sobre crímenes contra la hu-manidad. Fue necesario introducir esta excepción,por ley de 13 de julio de 1990, para permitir la di-vulgación del proceso seguido en 1987, ante la Courd'Assis de Lyon, contra Klaus Barbie.

3. TELEVISION y JUSTICIA PENAL:INTERESES EN CONFLICTO

Dada la importancia de la televisión en la vida ac-tual prácticamente resulta imposible sustraer la jus-ticia penal de la difusión televisada, sobre todo enun momento en el que es posible asistir en directoa otros acontecimientos de la vida social, cuya trans-cendencia es equivalente, si no mayor, a la del mis-mo proceso. La dificultad reside en conciliar los di-versos intereses en conflicto. El derecho de los ciu-dadanos a una información completa colisiona conel derecho de los acusados al proceso debido y conotros bienes de la personalidad.

La tensión entre los diversos derechos en colisiónse sitúa en dos niveles diferentes. En un primer ni-vel, el conflicto se produce, exclusivamente, entre in-tereses públicos, el derecho a informar y a conocercolisiona con la necesidad de preservar el carácterequitativo del proceso, que puede verse comprome-tido por la influencia deformante de lo audiovisual.En un segundo nivel colisionan intereses privados,relacionados con la protección de los derechos dela personalidad del acusado o la víctima, con los in-tereses públicos vinculados a la publicidad del pro-ceso y a la transparencia de la justicia.

Para aclarar la relación entre el derecho a una in-formación completa, gracias a la difusión por televi-sión, y el derecho del acusado al proceso debido re-sulta sumamente ilustrativa la evolución de la juris-prudencia del Tribunal Supremo de los Estados Uni-dos, que en el caso Chandler c. Florida (449 US 560,1981) terminó aceptando que el derecho al procesolegal, garantizado en la Decimocuarta Enmienda, noentraña la prohibición de una difusión electrónica delas audiencias procesales. El Tribunal Supremo, du-rante la década de los sesenta, había venido subor-dinando el ejercicio de la libertad de prensa a quese respetara la equidad absoluta en el proceso judi-cial (Irvin c. Dowd, 1961; Rideau c. Louisiana, 1963;Este c. Texas, 1964; Sheppard c. Maxwell, 1966).Precisamente, en el caso Este c. Texas (381 US532, 1964) la queja del recurrente se refería a quelos debates preliminares, y una parte de la audien-cia, habían sido televisados, por lo que el TribunalSupremo consideró que el derecho del acusado alproceso debido no había sido respetado.

No obstante, esta decisión ya preveía la posibili-dad de que los progresos técnicos pudiesen, másadelante, llegar 'a provocar un cambio en el efecto

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de la difusión televisada sobre la equidad de los jui-cios penales. Este cambio se produciría en la si-guiente década, al eliminarse los inconvenientes deorden material que el acceso de la televisión supo-nía para el desarrollo de las audiencias procesales.Ya entonces comenzó a resultar posible que las cá-maras de televisión pasaran inadvertidas, instalán-dolas en una sala contigua, operando con la luz dela propia sala de audiencia, de forma silenciosa e in-visible. Estos adelantos técnicos propiciaron que seadmitiese, aunque en un primer momento sólo deforma experimental, el uso de las cámaras de tele-visión en las audiencias penales, de tal modo quecuando se sometió el caso Chandler al Tribunal Su-premo ya eran treinta y tres los estados que habíanadmitido la utilización de la televisión.

Junto a ello es preciso tener en cuenta las circuns-tancias particulares del propio caso. El presidentedel Tribunal había autorizado el acceso de la televi-sión a la audiencia, pero estableciendo importantesgarantías. Además, la emisión por televisión apenashabía durado tres minutos. Todo ello propició unamodificación en el criterio jurisprudencial, tradicio-nalmente inclinado a favor de los derechos consa-grados en la Decimocuarta Enmienda, aunque, esosí, sin que el Tribunal llegase a establecer, como es-peraban algunos, que existiese un derecho a televi-sar los procesos penales derivado de la Primera En-mienda. Desde entonces el acceso de la televisióna los juicios penales se ha generalizado en los Es-tados Unidos.

4. HACIA UNA REGULACION ESPECIFICA DELA PRESENCIA DE LA TELEVISION EN LASSALAS DE JUSTICIA

Que la presencia de la televisión en la audienciapenal constituya una realidad inevitable, no significaque el acceso de las cámaras de televisión a las sa-las de justicia tenga que producirse sin ninguna res-tricción. Al contrario, en las legislaciones suelen im-ponerse condiciones de admisibilidad muy estrictas.Suele excluirse el acceso de la televisión en los pro-cesos por determinados delitos, especialmenteaquéllos que afectan de una manera particularmen-te intensa a la vida privada de la víctima, como porejemplo los crímenes sexuales. También suelen es-tablecerse medidas especiales de protección paradeterminados testigos, los niños por ejemplo, y paraciertos acusados, como los enajenados. En lo quese refiere a la utilización de las cámaras, puede im-ponerse a los operadores la obligación de permane-cer en un punto fijo, prescindir de planos generalesy centrar su atención en la persona que se dirige alTribunal, con lo que se resuelven, al menos en par-te, los riesgos derivados de la subjetividad en laelección de las tomas. También se establecen dife-rencias en el grado de acceso, según se trate de laprimera instancia o de la vista ante el Tribunal deapelación, limitando la presencia de las cámaras enla primera instancia a las intervenciones finales y alpronunciamiento de la sentencia. Finalmente, pue-de establecerse una regla que limite la difusión endirecto, obligando a que se haga en diferido, inclu-so, una vez haya recaído sentencia definitiva.

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La experiencia ha demostrado que, cuando se su-jeta la presencia de las cámaras de televisión a con-troles específicos, el acceso de las cámaras a las au-diencias penales no tiene por que resultar incompa-tible con el derecho del acusado a obtener un pro-ceso equitativo, siempre que se adopten medidaspara asegurar las condiciones externas de la com-prensión escénica. La posibilidad de colocar de for-ma discreta las cámaras y los micrófonos ha dismi-nuido considerablemente el peligro que para la se-renidad de los debates representa la presencia deestos elementos. No obstante, todavía subsistenotros riesgos, que se suelen esgrimir como un im-portante argumento en contra de la difusión televi-sada de los juicios penales. Me refiero al carácter re-ductor de lo audiovisual, al peligro de la toma de vis-tas subjetivas, o a que se realice una selección de-liberadamente tendenciosa de las imágenes.

Resulta, pues, conveniente abrir un amplio deba-te sobre las condiciones a las que debe acomodar-se la presencia de las cámaras en las salas de jus-ticia, que debería culminar en una regulación espe-cífica, imprescindible en el momento actual. Esta re-gulación bien podría tomar como modelo las reglasactualmente vigentes en el Derecho italiano, cuyoCódigo de Procedimiento Penal ha sido reformadorecientemente. La presencia de las cámaras en laaudiencia require la autorización judicial. Sin embar-go, tal autorización se encuentra sujeta a una doblecondición: por un lado, que la presencia de los me-dios no perjudique el sereno y regular desarrollo delos debates del acto del juicio y, por otro, que el juezobtenga la conformidad de las partes, si bien, ex-cepcionalmente, podrá otorgarse la autorización, apesar de la oposición de los interesados, si el juezaprecia un interés social relevante en la información.

Un buen ejemplo de cómo debe tratarse el con-flicto entre el interés informativo y los derechos delacusado, desde la óptica de la ponderación consti-tucional de bienes, lo constituye la decisión del Tri-bunal Supremo Federal alemán en el caso Lebach(BVerfG 35, 202), en el que se prohibió a la cadenade televisión ZDF emitir un programa documentalsobre el asesinato de cuatro soldados. La emisióniba a realizarse dos años después de producida lacondena, precisamente cuando uno de los cómpli-ces iba a obtener la libertad condicional. El TribunalSupremo destaca la relevancia del principio de re-habilitación de las personas condenadas, al que serecurre para limitar la difusión de noticias judiciales.Según la sentencia, se produce una colisión entrela libertad de información y la protección de la per-sonalidad, que no puede resolverse estableciendoreglas de prevalencia, sino a través de la pondera-ción de bienes. Como regla general, cabe estable-cer la preferencia de la libertad de información en elcaso de las informaciones actuales sobre hechosdelictivos, pero tratándose de la repetición de una in-formación, que no responde a intereses actuales deinformación y que pone en peligro la resocializacióndel autor, tiene preferencia la protección de la per-sonalidad frente a la libertad de información.

5. CONCLUSIONES

Para terminar, a pesar de la indudable dificultadque tiene establecer conclusiones en una materia

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tan compleja, pueden apuntarse los siguientes crite-rios generales.

En el momento actual la presencia de la televisiónen la audiencia penal se presenta como una reali-dad inevitable. No obstante, el acceso de los me-dios audiovisuales a las salas de justicia no debe au-torizarse si no están resueltos los problemas de or-den técnico, de forma que se asegure que la pre-sencia de las cámaras no afectará a la serenidad delos debates. La publicidad no representa más queun fin accesorio, que no debe poner en peligro el ob-jeto mismo del proceso penal.

El ejercicio del derecho de acceso requiere la pre-ceptiva autorización judicial, que presupone la rea-lización del oportuno juicio de relevancia, ponderan-do adecuadamente los diversos intereses constitu-cionales afectados. Como regla general, deberá ob-tenerse el consentimiento de los interesados, delque se podrá prescindir, excepcionalmente, cuandolo exija el interés social de la información.

El mayor peligro que la entrada de la televisión re-presenta para los derechos del acusado reside enla subjetividad en la elección de las tomas y en elcarácter extraordinariamente simplificador de la ima-gen. Es preciso, por lo tanto, abordar el problemadel control de las imágenes, que difícilmente podráser objeto de una regulación legal específica. Porello, debe abrirse un amplio debate en el que parti-cipen jueces, abogados, periodistas, etc., capaz deconcretar unas reglas de actuación profesional enesta materia tan sensible.

ORIENT ACION BIBLlOGRAFICA

La bibliografía existente sobre este tema no es, nimucho menos, abundante. Junto con la monografíade Voena, G. P. «Mezzi audiovisivi e pubblicita de-lIe urdienze penali» Milán, 1984, pueden consultar-se los siguientes trabajos: Pradel, J., «Les tecniquesaudivisuelles, la justicie et I'histoire», Recueil DallozSirey, 1986; Robert, J., «La télévision a I'audien-ce?», Recueil Dalloz Sirey, 1985. Roppo E., «11pro-ceso penale e la televisione» Politica e Diritto 1990.Verin J., Teléviser les débats judiciaires?» Revue deScience Criminelle et Droit Pénal Comparé. También

existe alguna referencia a las imágenes en el pro-ceso penal en la obra dirigida por Delmas-Marty M.,«Proces pénal et droits de I'homme», París (1992).

Algo más amplia es la bibliografía sobre la liber-tad de información y el principio de publicidad pro-cesal. Entre otros, pueden consultarse los siguien-tes trabajos: AA.VV., «Les problemes posés par lapublicité donnée aux actes criminels et aux procé-dures pénales», Centro Nazionale di Prevenzione eDifesa Sociale, Milan, 1961; Auby, «Le principe dela publicité de la justicie et le Droit public» en «Leprincipe de publicité de la justice». Annales de la Fa-culté de Droit et des Sciences Economiques de Tou-louse, París, 1969; Bandres Sánchez Cruzat, «Lapublicidad de los debates y decisiones judiciales enla jurisprudencia del Tribunal Europeo de DerechosHumanos y en la del Tribunal Constitucional espa-ñol», Zaragoza, 1985; Cousteaux, G., y López-Terres, P., «Le droit a I'information et le proces pé-nal», Burdeos, 1991; Cremona, «The public charac-ter of trial and judgement in the jurisprudence of theEuropean Court of Human rigts», en Protection desdroits de I'homme, la dimension européenne, Kóln,1988; Errera, «Justice pénale, police et presse»,Traveaux de l'lnstitut de Sciences Criminelles dePoitiers, París, 1988; Fairen Guillén, «Ideas y textossobre el principio de publicidad del proceso», Ma-drid, 1989; Levasseur, G., «La publicité dans le pro-ces pénal», Revue Science Criminelle et Droit Pé-nal Comparé, 1976; López Ortega, J. J., «Libertadde información y proceso penal a la luz de la doctri-na del Tribunal Europeo de Derechos Humanos»,Justicia, 1-1992; Montero Aroca, J., «El derecho ala información y la función jurisdiccional», ActualidadAdministrativa, 1987; Pedraz Penalva, E., «Notassobre publicidad y proceso» en Poder Judicial XI;Varano, V., «Liberta di espressione e contempt ofcourt: esperienze e prospettive degli ordinamenti in-glese e americano» en Nove dimensioni nei diritti diIibertá, Padova, 1990; Varela Castro, L., «Procesopenal y publicidad». Revista Jueces para la Demo-cracia, 11, 1990. Vitu, M., «Le principe de publicitédans la procédure pénale», en «Le principe de pu-blicité de la justice». Annales de la Faculté de Droitet des Sciences Economiques de Toulouse, Pa-rís, 1969.

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