[Dictadura] Repensar El 24 de Marzo - Ariel Petruccelli

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  • Cuadernosde formacin y debate

    Comisin de FormacinPermanente

    atenSeccional Neuqun

    N3

    Repensar el 24 de marzo

    Ariel Petruccelli

    (apuntes para refrescar la memoria y entender

    la historia)

  • El autor: Ariel Petruccelli es Profesor en Historia. Public "Ensayo sobre la teora marxista de la historia" (1998) y "Docentes y Piqueteros" (2005). Actualmente, dicta la ctedra Paralela de Teora de la Historia en la Facultad de Humanidades de la UNCo., y es docente en escuelas medias de Neuqun Capital.

    Es una publicacin de la Comisin de Formacin Permanente de la Asociacin de Trabajadores de la Educacin de Neuqun (ATEN), Seccional Neuqun, Perito Moreno 373, Neuqun (Capital).

    Las ilustraciones de este cuaderno fueron extradas del libro "La dictadura (1976-1983) Testi-monios y documentos", de Liliana Caraballo, Noem Charlier y Liliana Garulli, Bs. As., Univer-sidad de Buenos Aires, CBC, 1996, y del CD "De memoria. Testimonios, textos y otras fuentes sobre el terrorirsmo de estado en Argentina", Vol 2, Bs. As, Memoria Abierta, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y "Pgina 12", 2005.

    Marzo 2006

    ISBN en trmite

  • 3Repensar el 24 de marzo(apuntes para refrescar la memoria y

    entender la historia)

    Ariel Petruccelli

    Cada vez ms, el 24 de marzo es un da importante en las escuelas. Se conmemora un nuevo aniversario del golpe de estado de 1976, y en muchos establecimientos educativos se realizan actividades que procuran mantener viva la memoria de lo que sin dudas fue el perodo ms negro de la historia argentina reciente.

    Ahora bien, el que mantengamos viva la memoria tarea fundamental, por cierto no significa que seamos capaces de comprender adecuadamente el proceso histrico del que la dictadura form o forma parte. Y tampoco significa que seamos capaces de transmitir con fuerza a nuestros alumnos una experiencia que, para ellos, es irremediablemente lejana.

    En este trabajo nos proponemos realizar un abordaje crtico de la ltima dictadura militar, cuestionando algunas ideas firmemente arraigadas. Buscamos mostrar los oscuros hilos que unen aqul pasado con ste presente, con la intencin de ensayar propuestas que permitan a nuestros alumnos relacionar sus propias experiencias con la herencia de la dictadura.

    Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura.

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  • Ariel Petruccelli

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    La tarea es sumamente compleja. Tenemos entre manos hechos dolorosos de un pasado reciente. Hechos sobre los que existen distintas y encontradas versiones. Tanto es as, que no es difcil conversar con docentes (o personas en general) que piensan que no es posible referirse a la Dictadura ms que con versiones subjetivas. Todo lo ms, podramos incluir un men de versiones diferentes: un relato histrico con pretensiones de objetividad estara vedado. Y sin embargo no es as. O en cualquier caso las dificultades que tenemos para abordar histricamente este proceso no son mayores que las que se nos presentan con cualquier otro acontecimiento histrico. Y ac es imperioso ser claros. La comprensin histrica gana en claridad y profundidad cuando se torna abarcativa, global, totalizante, y no cuando se queda en la mera perspectiva individual. Pero por eso mismo las experiencias personales, individuales; esas experiencias vitales, incluso aquellas experiencias fundadas en el dolor, no confieren ningn privilegio historiogrfico: sera ilusorio pretender que uno sabe ms sobre un proceso histrico porque lo vivi o porque lo sufri... pero tambin es equivocado creer que quien haya vivido y padecido un momento histrico no puede abordarlo con objetividad.

    Los docentes tenemos con respecto a los luctuosos hechos de la Dictadura una doble responsabilidad: la reponsabilidad de la memoria y la responsabilidad de la historia. Vale decir, la responsabilidad de mantener vivo el recuerdo de lo que sucedi, porque es un antdoto (fuerte pero no infalible) para que tragedias de ese tipo no se repitan; pero tambin la responsabilidad de explicar por qu ocurri lo que ocurri, y mostrar hasta qu punto la Argentina actual es fruto de aqul terror. Porque al menos para m est perfectamente claro: todos somos hijos no reconocidos del terrorismo de Estado.

    Si me acompaan, quisiera argumentar por qu.

    Los docentes tenemos con respecto

    a los luctuosos hechos de la Dictadura una

    doble responsabilidad: la reponsabilidad

    de la memoria y la responsabilidad de

    la historia. Vale decir, la responsabilidad

    de mantener vivo el recuerdo de lo que

    sucedi, porque es un antdoto (fuerte pero

    no infalible) para que tragedias de ese tipo no se repitan; pero tambin

    la responsabilidad de explicar por qu

    ocurri lo que ocurri, y mostrar hasta qu

    punto la Argentina actual es fruto de aqul

    terror.

  • Repensar el 24 de marzo

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    Qu tan real es el antagonismodemocracia / dictadura?

    En las visiones imperantes sobre la dictadura del 76 se insiste en el carcter pernicioso, violento e ilegal de las dictaduras militares, a las que se contrapone la transparencia, el consenso y la legalidad de las democracias. La intencin de este esquema dual es rescatar los valores democrticos y atacar los dicatatoriales. Eso est muy bien (o por lo menos lo est para m, y, creera, para los lectores tambin). El problema es que se contrapone algo as como dos entidades eternas y siempre iguales a s mismas (la democracia y la dictadura), y con ello se impide ver las profundas diferencias entre algunas democracias y algunas dictaduras, al tiempo que queda en el olvido el doloroso proceso por medio del cual la democracia lleg a consolidarse y a gozar de un reconocimiento cuasi-universal. Finalmente, esta visin dicotmica deja poco margen para pensar alternativas polticas y sociales, como por ejemplo en una democracia integral, que no se limite a democratizar al Estado, sino que tambin democratice la economa.

    Luego de ms de dos dcadas de relativa institucionalidad democrtica, el fenmeno de las dictaduras parece ser cosa del pasado no slo en Argentina, sino tambin en el resto de Latinoamrica. Hasta hace poco tiempo, sin embargo, las democracias eran la rareza y las dictaduras lo habitual, y en muchsimos casos lo que se viva era un permanente ir y venir de gobiernos democrticos y gobiernos militares. Por otra parte, ni unos ni otros eran iguales a s mismos. Algunos gobiernos democrticos slo lo eran porque ganaban elecciones, pero elecciones en las que la fuerza poltica mayoritaria estaba proscipta (como pas con el radicalismo, proscipto luego de 1930, o con el peronismo, proscripto entre

    Tapa del diario "Clarn" del 24 de marzo de 1976

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    1958 y 1973). Del mismo modo, no todas las dictaduras era idnticas: tenan diferentes proyectos polticos y no todas eran igual de violentas. Un chiste de otros aos era hablar de las demoduras y las dictablandas. Haba democracias que eran una farsa, y dicataduras que podan ser tolerables, al menos por un tiempo. Es histricamente falsa la imagen de regmenes democrticos apacibles versus dictaduras super violentas. Las masacres de la semana trgica de 1919 y de la patagonia trgica de 1921 (en esta ltima se estima en cerca de 1.500 los peones fusilados) ocurrieron durante el muy democrtico gobierno de Hiplito Yrigoyen.

    Un poco de historia

    Pensemos en Argentina y hagamos un poco de historia. Antes de 1916 haba democracia, pero una democracia tan pero tan amaada que siempre ganaba el partido oficialista el oligrquico PAN: Partido Autonomista Nacional y en la que apenas votaba una nfima minora de la poblacin, aunque legalmente todos los ciudadanos podan hacerlo. En ese contexto, quien pretendiera votar por la oposicin deba prepararse, el da de las elecciones, ms para una batalla campal que para los tranquilos comicios que conocemos. Se dice, sin embargo, que esos gobiernos eran democrticos. Como empezamos a ver, la democracia es un concepto muy gomoso.

    En 1916 gana Yrigoyen, y entre l y Alvear los radicales permanecieron en el poder hasta 1930, cuando se produce el primer golpe militar de la Argentina moderna. El gobierno de Yrigoyen era democrtico haba ganado legtimamente las elecciones, pero la oposicin oligrquica lo acusaba de dictatorial: se apoyaban, para ello, en las reiteradas intervenciones a las provincias, bastiones polticos de la oligarqua. Alvear, aunque tambin era radical, se llev mejor con la oligarqua, que deja de protestar. Luego vuelve Yrigoyen y vuelven los problemas, hasta que en la coyuntura de la crisis del 30 (una crisis internacional), el general Uriburu aprovecha la bolada para derrocarlo. Comienza as la dcada infame: una sucesin de dictaduras militares y de gobiernos supuestamente democrticos que ganaban elecciones, s, pero elecciones en las que la fuerza mayoritaria (que en ese entonces era la UCR) estaba proscripta.

    El problema es que se contrapone algo as como dos entidades eternas y siempre iguales

    a s mismas (la democracia y la

    dictadura), y con ello se impide

    ver las profundas diferencias entre

    algunas democracias y algunas dictaduras,

    al tiempo que queda en el olvido el

    doloroso proceso por medio del cual

    la democracia lleg a consolidarse y a gozar de un reconocimiento cuasi-universal. Finalmente, esta

    visin dicotmica deja poco margen

    para pensar alternativas polticas

    y sociales, como por ejemplo en una

    democracia integral, que no se limite

    a democratizar al estado, sino que

    tambin democratice la economa.

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    Luego viene Pern, quien, sin romper los marcos del capitalismo, ensaya una serie de polticas que perjudicaban a algunos sectores empresariales y terratenientes (a otros lo benefici, y mucho). Se inicia as el perodo econmico conocido como industrializacin por sustitucin de importaciones, en el que se prioriza el desarrollo industrial para el mercado interno, y por ello aumenta el nmero de trabajadores industriales y mejoran sus condiciones de vida: los trabajadores eran los productores y, en gran parte, los consumidores de los nuevos bienes industriales. Por eso el sistema necesitaba que tuvieran ingresos relativamente altos. El haber introducido este nuevo modelo de acumulacin (o modelo econmico) constituye la base material sobre la que el peronismo histrico bas su poder, y a partir de la cual construy una simbologa cuyos ecos an perduran. La industrializacin sustitutiva de importaciones vena a reemplazar, parcialmente, al viejo modelo agro-exportador, con el que la Argentina se haba incorporado al mercado mundial a fines del siglo XIX.

    El modelo agro-exportador funcionaba de una manera muy sencilla. En ese entonces la variable fundamental de la productividad agrcola era la fertilidad del suelo, y nuestra pampa hmeda tena las tierras cerealeras ms frtiles del mundo. Pero lo de nuestra es un eufemismo: esas tierras estaban en manos de una oligarqua capitalista que posea hectreas por millares; que no contenta con ello tambin inverta en el comercio, en las finanzas y, si las cuentas cerraban, tambin en la industria; y que de yapa controlaba al Estado. En fin, una oligarqua en el pleno sentido de la palabra: un puado de familias que concentraban el poder econmico y poltico del pas. Bien, los cereales y el ganado producidos en las estancias de los terratenientes eran

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    Tapa del diario "La Razn", la tarde del 23 de marzo de 1976, anunciando el golpe que ya estaba en marcha.

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    destinados en su inmensa mayora a la exportacin.El principal comprador era Inglaterra, que tambin era el principal vendedor. Y qu nos venda? Todo t ipo de bienes industriales. De este modo, mientras la clase dominante Argentina se converta en una de las ms ricas del mundo, la Argentina marchaba derechamente por la senda de la dependencia

    econmica: tras la bonanza del granero del mundo y los aos de vacas gordas, se esconda una economa exportadora de materias primas, carente casi por completo de industrias ... en un mundo en el que la batuta la tenan y la tendran an ms los pases industrializados.

    Con Yrigoyen la oligarqua haba perdido parte del poder poltico, pero mantuvo intacto el poder econmico. Con Pern la historia, en cierto modo, volva a repetirse, pero el contexto histrico ya era otro, y eso tornaba imperiosas algunas modificaciones en el modelo econmico. Los precios agrcolas tenda a bajar, los precios industriales a aumentar. Cada vez estaba ms claro que quienes mandaban eran las naciones industrializadas. Por otra parte, las ganancias agro-ganaderas disminuan: los ms vivos de los terratenientes argentinos (que siempre haban invertido en la tierra, pero tambin en cualquier sector de los negocios que resultara rentable) empezaron a mirar a la industria como una posible rama lucrativa de inversiones. Pero el grueso de los oligarcas, an comprendiendo la necesidad de industrializarse, no quieren asumir los costos que la industrializacin implica. Quieren fbricas... pero las quieren sin sindicatos, sin obreros que reclamen, sin salarios elevados, sin laburantes medianamente satisfechos. Entonces llega Pern, lee el partido", e introduce un nuevo modelo econmico que habr de reportar renovados millones a los ricos de siempre, pero que a cambio tambin les reportar algunos beneficios a los trabajadores, y los dotar de un nuevo potencial poltico y de un sentimiento de dignidad.

    Movilizacin en el exte-rior contra la dictadura argentina.

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    Pern quera ser un rbitro bondadoso que dejara contento a los dos equipos. Pero la historia, ay!, es tirana. Los empresarios embolsaron sus millones, pero con ellos la inquina contra un movimiento, el peronismo, que permita que los trabajadores se consideraran con derechos y ciudadanos en pi de igualdad con los verdaderos dueos del pas: de all en adelante volvieron a practicar lo que ya conocan desde los tiempos de Yrigoyen: la conspiracin con los militares (que en general eran sus parientes, por lo menos a nivel de los altos mandos). Los trabajadores, por su parte, agradecieron la nueva prosperidad econmica que goz buena parte de ellos, pero no vieron razones para no pretender mejorar an ms su situacin econmico-social: al fin y al cabo ellos, que eran el 80% de la poblacin, se apropiaban slo de la mitad de los ingresos nacionales, mientras que el resto de la poblacin ms favorecida, apenas un 20%, se quedaba con la otra mitad. Argentina era por entonces la sociedad ms igualitaria de latinoamrica, pero ciertamente no era una sociedad verdaderamente igualitaria.El modelo de industrializacin por sustitucin de importaciones se convirti, pues, en un campo de batalla social. La estabilidad poltica y la democracia tenan que ponerse a la cola.

    La causa de la inestabilidad:una vieja crisis de legitimidad

    Las reglas del juego democrtico no eran aceptadas por todos, o slo eran aceptadas mientras convinieran, o en tanto y en cuanto el ejercicio de la democracia poltica no pusiera en riesgo al poder econmico. Y aqu llegamos al centro del asunto. La clave de la inestabilidad poltica de la Argentina se encuentra en la existencia de una pequea pero increblemente rica clase econmicamente dominante, que desde 1916 en adelante se las vio en figurillas para hacer que los gobiernos que gozaban de la legitimidad popular que confiere el voto, fueran simultneamente sus fieles servidores. Dicho crudamente, los dueos del pas queran (y quieren) mandar. Si es por medio de funcionarios elegidos, mejor!; pero sino, un general acostumbrado a mandar y, sobre todo,

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    Jorge Rafael Videla, primer presidente de la dictadura

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    a obedecer(les) bien poda ocupar su lugar. El asunto no era tanto la forma de gobierno, como que los negocios marcharan bien. Y esta gente siempre entiende que los negocios marchan mal cuando los trabajadores que producen las riquezas que ellos se apropian, limpian las casas que ellos habitan, sirven la mesa en la que comen, y ensean y cuidan a sus hijos, cuando esos trabajadores y esas trabajadoras, decamos, creen que tienen derechos y empiezan a hacerlos valer. Entonces los negocios marchan mal, dicen, y quieren meter palo. Ya lo vimos en el 2001.

    Sucede que por debajo de los sistemas de gobierno (y las democracias y las dictaduras son sistemas de gobierno) hay un mundo econmico que nada tiene de armonioso, menos tiene de igualitario, y en el que no prima el tan mentado consenso, sino que se rige por la ley del mercado (a la que algunos, en evidente desconsideracin para con nuestros hermanos animales, gustan llamar ley de la selva).

    Si tenemos en cuenta este mundo subterrneo en el que todos estamos insertos y en el que da a da padecemos, podremos empezar a entender cuando menos algo del orden poltico, y a ver las causas de la inestabilidad democrtica del pasado y la evidente devaluacin de la democracia en el presente. Porque convengamos: las expectativas y esperanzas depositadas en el retorno de la democracia no se han cumplido. Y el funcionamiento democrtico actual se parece mucho ms a un sistema clientelar que a una red de ciudadanos.

    Observemos una paradoja. Hoy en da, polticamente, la democracia es un valor incuestionado. Los monarcas divinos, los reyes hereditarios, son considerados cosas de un remoto y brbaro pasado. Ya no se acepta que la autoridad emane de Dios ni que el poder sea hereditario. Slo el voto popular confiere legitimidad poltica. Los cargos se ganan, no se heredan. As es hoy ... en la esfera poltica. Pero qu pasa en la economa? Exactamente lo contrario. All rige el principio de herencia, y los propietarios son monarcas absolutos. Las empresas se heredan, y los ejecutivos son nombrados por los dueos, no elegidos en comicios populares. Y en el mundo moderno, en el que son varias las corporaciones capitalistas que poseen un presupuesto anual superior al de muchos Estados de gran tamao, esto confiere a un puado de empresarios un poder muy superior al que gozan aquellos

    Sucede que por debajo de los

    sistemas de gobierno (y las democracias

    y las dictaduras son sistemas de

    gobierno) hay un mundo econmico que nada tiene de

    armonioso, menos tiene de igualitario,

    y en el que no prima el tan mentado

    consenso, sino que se rige por la ley del

    mercado (a la que algunos, en evidente

    desconsideracin para con nuestros

    hermanos animales, gustan llamar ley de

    la selva).

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    que ejercen cargos pblicos gracias a, quizs, millones de votantes. A la hora de los bifes, los millones de dlares siempre cuentan ms que los millones de votos.

    Y entonces nos encontramos con la cuadratura del crculo democrtico: una democracia poltica que se apoya sobre una dictadura econmica. Por supuesto, siempre se puede, mediante la lucha y la movilizacin, hacer que las instituciones democrticas funcionen un poco mejor, como tambin se pueden impedir golpes de Estado. Pero mientras existan los dictadores econmicos la democracia estar amenazada, y si sobrevive largo tiempo, lo har al riesgo de devaluarse a su mnima expresin: una democracia de clientes. Y los ciudadanos, bien, gracias.

    Los antecedentes de la dictaduray el terror estatal

    El Proceso de Reorganizacin Nacional instaurado el 24 de marzo de 1976 es recordado, y repudiado, por haber instaurado el terrorismo de Estado en la Argentina. Vale decir, por haber convertido al las instituciones del Estado, o a al menos una parte de ellas (las Fuerzas Armadas), en practicantes de acciones terroristas sistemticas contra la misma poblacin civil argentina. Las acciones de los dictadores militares fueron tan aberrantes que no podan ser llevadas a cabo a plena luz del da, o cumpliendo el ms mnimo marco legal. Y entindase bien, las acciones de los represores fueron ilegales respecto a la constitucin que violaron al derrocar a un gobierno legal; pero tambin eran ilegales en trminos de los marcos y principios emanados por los propios golpistas.

    En ltima instancia, todo orden legal se basa en la fuerza. Lo que sucede es que la fuerza originaria y fundante puede quedar olvidada con el paso del tiempo. Pero seamos claros, ni la independencia de Espaa, ni la constitucin de un Estado nacional, fueron procesos pacficos o anodinos. San Martn y Belgrano no disparaban flores. Las guerras civiles entre las provincias y entre

    Isabel Pern yJos Lopez Rega: bajo su

    gobierno, y el de Pern, se inici, en el ao 1974, la

    represin ilegal.

    Foto libro "La dictadura..."

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    unitarios y federales se parecan ms a un matadero que a un juego de TEG. La incorporacin de la Patagonia al Estado Nacional implic un verdadero genocido de los pueblos indgenas. El Estado y la institucionalidad que emergi de esos sucesos, y que se plasm en una Constitucin, fue el resultado del ejercicio previo de la fuerza: a las leyes, de hecho, las hicieron los ganadores. Ninguna Constitucin ni niguna ley es una deidad sagrada: son productos de los seres humanos, que reflejan ciertas situaciones ms o menos momentneas, y tambin intereses ms o menos claros.

    Lo increble del terrorismo de Estado argentino es que los militares no negaban los valores de los derechos humanos, no proclamaban que la tortura fuera una accin lcita; sus leyes no autorizaban nada de eso, ni siquiera autorizaban los fusilamientos. Podran haberlo hecho, cmo no! Al fin y al cabo la tortura era de lo ms normal en la muy catlica

    Edad Media, y en la actualidad el Estado de Israel discute seriamente la legalizacin de ciertas torturas, y ya ha legalizado algunos tormentos. En fin, que a nosotros nos parezca que torturar y asesinar a sangre fra est mal no significa que todas las personas compartan esos valores. El problema es que en nuestra sociedad torturar y asesinar s eran y son acciones repudiadas. Por eso las acciones de la Dictadura deban ser clandestinas: ellos hacan por las noches todo lo que repudiaban de da.

    No siempre fue as. La dictadura de Uriburu, por ejemplo, dict un bando en el que se condenaba a morir fusilado a todo aquel que tomara las armas. Esto nos puede parecer ilegtimo, pero en trminos de las leyes de la dictadura era legal. Y por eso Rodolfo Walsh pudo demostrar en Operacin Masacre, un libro magistral lo ilegal de los fusilamientos de Len Suarez: los detenidos haban sido apresados antes de que se dictara el bando. Los dictadores de 1976 violaron no slo a la Constitucin que haban jurado defender, sino tambin a las mismsimas leyes que ellos promulgaron. Y comparado con lo que vendra en 1976, los sucesos de 1955 parecen un juego de nios. Se trata, ni ms ni menos, que de la diferencia entre una dictadura represiva (que ilegaliza a los partidos polticos, encarcela a

    Rodolfo Walsh, escritor y periodista, autor de "Operacin Masacre", vctima de la dictadura militar.

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    los opositores, persigue a los sindicalistas) y un Estado terrorista (que desaparece ciudadanos, asesina a los opositores, y secuestra y tortura a quien se le ocurre).

    Sin embargo, el terrorismo de Estado no fue un rayo en cielo sereno. Se fue gestando lentamente. El primer centro clandestino fue creado en 1974, durante el gobierno democrtico de Isabel Pern, y bajo el amparo de Lpez Rega. En 1975 (todava bajo un gobierno formalmente democrtico) se crearon 6 centros ms, y la Triple A operaba con total impunidad.

    Por supuesto, el terror apaado por el Estado (antes de 1975) se convierte en terrorismo de estado en 1976: ese ao hay registrados 610 centros clandestinos de detencin.

    El terrorismo de Estado propiamente dicho recin se instala a partir de 1976; pero las tendencias que lo hicieron posible venan de antes, y provenan de un gobierno democrtico.

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    "Custodiada" movilizacin de las Madres de Plaza de Mayo.

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    Existi la amenaza subversiva?

    Los militares invocaban a la subversin como la amenaza que el golpe intentaba contrarrestar.

    Hay quienes, cuestionando los mtodos empleados por la represin estatal y para-estatal, aseguran que era imperioso combatir a la subversin. Cuando estas personas emplean la palabra subversin estn queriendo decir: organizaciones armadas, fuerzas guerrilleras. La lgica sera ms o menos la siguiente: el Estado tena derecho a reprimir por la fuerza a quienes tomaban las armas, pero no a quienes protestaban y luchaban pacficamente.

    Quienes defienden esta posicin tienen dos inconvenientes: el primero es si efectivamente la subversin armada representaba en 1976 una amenaza real; el segundo si era ese el concepto que las fuerzas armadas tenan de la subversin.

    Y bien. Al primer problema hay que responder con un rotundo no. Todas las organizaciones guerrilleras que se haban expandido en los primeros setentas estaban en declive en 1976. El ERP considerado por el Ejrcito como la organizacin con mayor capacidad militar ya haba abandonado el nico foco rural en Tucumn, y estaba poco menos que diezmado luego del fracasado asalto al cuartel de Monte Chingolo. Montoneros estaba tambin en retirada, y las organizaciones menores prcticamente ya no existan.

    No hay dudas de que la amenaza representada por la guerrilla era mnima en 1976, y al respecto me gustara citar las palabras del Teniente Urien, un digno oficial que fuera destitudo de su cargo por oponerse a la represin ilegal: Cuando llegu a Tucumn, crea como los dems oficiales jvenes, que entrbamos en guerra. Pero cuando encontr que ellos eran 67 y nosotros ms de 4.000 no pude dejar de preguntarme: Qu carajo estamos haciendo nosotros aqu? Fue todo una gran pantalla (...) No queran eliminar al enemigo. Queran tener un problema latente como pretexto del golpe. (Citado en Liliana Caraballo, Noem Charlier y Liliana Garulli, La dictadura (1976-1983). Testimonios y documentos, Bs. As., Publicaciones Ciclo Bsico Comn (UBA), 1996, pg. 58.

    Jos Alfredo Martinez de Hoz, primer minis-tro de Economa de la dictadura militar.

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    Ahora hay que pasar al segundo punto: quienes eran la subversin desde la ptica de los militares? Como queda perfectamente en claro en las obras de los idelogos locales de la guerra anti-subversiva, la subversin no era para las fuerzas armadas nicamente quienes empuaran las armas: estos grupos eran considerados meramente la punta de un iseberg. Debajo de ellos, y conformando un continuum, eran considerados subversivos los militantes de la izquierda no armada, los delegados sindicales combativos, los activistas de centros de estudiantes, los curas progresistas, los profesores con ideas izquierdistas, etc. En fin, subversivo era todo aqul que intentara organizar autnomamente a algn sector popular, que reclamara por sus derechos o pensara con cabeza propia.

    En fin, un nmero impresionante de vctimas de la dictadura fueron militantes de organizaciones sociales, sindicales o polticas no-armadas. Pero no fueron vctimas por error. Ellos eran el verdadero blanco de la represin.

    La mentira de la guerra sucia

    Algunos de los defensores del accionar de las Fuerzas Armadas argentinas en los setentas intentan justificar lo sucedido planteando que se trat de una guerra: una guerra sucia contra la subversin.

    Pues bien, no est aqu en juego si las fuerzas armadas tenan o no derecho a defenderse de lo que era un ataque. Pero una cosa es balear guerrilleros en un combate abierto, y otra muy distinta ejecutar a personas desarmadas, crear centros clandestinos de detencin, torturar sistemticamente o apropiarse de los hijos de las vctimas. El punto aqu es el siguiente: militares y guerrilleros perseguan objetivos polticos diferentes. Usted o yo podemos simpatizar con uno u otro de esos objetivos, podemos incluso aceptar que, en ciertas circunstancias, el uso de la violencia es legtimo. (Seamos honestos: en todas las

    La mayor parte de la jerarqua de la Iglesia Catlica colabor activamente con la dictadura militar.

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    escuelas se conmemora y legitima la violencia empleada por San Martn para liberarnos). Pero que la violencia sea a c e p t a b l e e n a l g u n a s circunstancias convierte en igualmente aceptable cualquier acto violento? Definitivamente no. Existen los crmenes de guerra. Es dudoso que en Argentina haya habido una guerra en 1976: de ser as sera una guerra muy extraa, en la que los campos de batalla eran camas de tortura. Pero an aceptando la falsa idea de que hubo una guerra, resulta indudable que los militares comet ieron todo t ipo de crmenes de guerra, y que los cometieron de manera sistemtica y planificada: no fueron errores o excesos, como intentaron argumentar. Todo esto puede ser muy doloroso, pero es un hecho. El mismo general Balsa, en su calidad de Comandante en Jefe del Ejrcito, reconoci el

    carcter planificado de la represin clandestina, y se disculp por ello. Como dicen los juristas: a confesin de partes relevo de pruebas.

    El mito de los dos demonios

    Los militares intentaron justificar el golpe de Estado de 1976 invocando la amenaza que significaba la subversin. Haba que salvar a la patria de los subversivos, y en nombre de esta buena causa se poda disculpar el asesinato de la democracia (y varios asesinatos ms, esta vez menos

    Tapa del diario "Crnica" durante la dictadura militar.

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    TecoHighlight

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    metafricos). En los ltimos aos han sido pocos los que se atrevieron a disculpar a los militares por sus actos, pero han sido muchos los que aceptaron el diagnstico: la subversin era un problema. Algo haba que hacer, pero a los milicos se les fue la mano. El por otras razones merecidamente clebre informe de la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas, ms conocido como Nunca Ms, es uno de los escritos fundantes de la llamada teora de los dos demonios. All podemos leer que durante la dcada del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provena tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda ("Nunca Ms", Bs. As., Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1984, pg. 7). En resumidas cuentas la teora dice que en la Argentina de los aos setenta imperaba el terror, provocado desde la derecha y desde la izquierda, desde el estado y desde las organizaciones revolucionarias. Atrapada entre estos dos campos

    Madres dePlaza de Mayo.

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    estaba el grueso de la poblacin, vctima inocente de los dos demonios.

    Por supuesto, Nunca Ms recarga las tintas sobre el terrorismo de estado: a los delitos terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el podero y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos (pg. 7). Pero tambin instala la idea de que existi y que fue importante un terrorismo de izquierda.

    Comencemos por el principio. Qu es el terrorismo? Es un palabra muy de moda, pero quizs por ello ha perdido todo significado. Hoy en da terrorista es un trmino que Bush endilga a todo aqul que no le simpatiza. Sin embargo est, o estaba, bastante claro lo que es un acto terrorista: un acto de violencia extrema que tiene como blanco a la poblacin civil (no combatiente) con la finalidad de exterminar a una poblacin, o de infundir un pnico masivo. (Ver Eric Hobsbawm, La barbarie en el siglo XX: manual del usuario, en su Sobre la Historia, Barcelona, Crtica, 1999). Bien, el terrorismo implica violencia, pero no cualquier acto violento es terrorista.

    Los campos nazis de concentracin eran campos terroristas. Las bombas atmicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki fueron actos terroristas. De hecho, durante la segunda guerra mundial ambos bandos cometieron actos de terrorismo en gran escala: qu otra cosa eran, sino, los bombardeos de las ciudades? Es obvio que no eran blancos militares: salvo que se considere a la poblacin civil un blanco militar. Tambin son actos terroristas, por supuesto, estrellar aviones contra rascacielos.

    Pues bien, en la Argentina de los aos setenta existieron muchas organizaciones poltico-militares de orientacin peronista o marxista. Eran organizaciones que practicaban la violencia poltica, en un contexto en el que la violencia poltica era corriente. Hay que insistir en esto: en los sesenta y setenta el empleo de las armas con fines polticos formaba parte del repertorio de opciones aceptables. Los militares usaban los tanques para tomar el poder del Estado, las guerrillas empleaban fusiles para intentar derrocarlos. No hay que olvidar que la mayora de las organizaciones armadas izquierdistas se haba formado con la finalidad de operar

    No hay que olvidar que la

    mayora de las organizaciones

    armadas izquierdistas se haba formado con la finalidad de operar

    en el contexto de dictaduras militares,

    con la finalidad de

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    en el contexto de dictaduras militares, con la finalidad de d e r r o c a r l a s . N o eran, pues, grupos violentos que venan a al terar la paz: eran ms bien una respuesta popular a una v io lenc ia desa tada desde arriba.

    E r a n t e r r o r i s t a s ? C l a r a m e n t e n o . No atacaban a la s o c i e d a d c i v i l . Contrariamente al mito difundido por la derecha, no existieron ni bombas en las escuelas (salvo como los chistes que se siguen haciendo), ni en los hospitales, ni el subterrneo. Atacaban cuarteles y otros blancos militares, o asaltaban policas (para quitarles las armas). Practicaron secuestros de grandes empresarios y ejecutivos, para conseguir fondos para la causa; y repartan alimentos expropiados en las villas miserias. Algunas de ellas como Montoneros atacaron a burcratas sindicales y dirigentes polticos corruptos, pero en muy pocos casos. Otras, como el Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP), se negaron a usar las armas contra los rivales polticos: a los polticos se los venca polticamente, a los militares militarmente, era la consigna. En algunas de sus acciones murieron civiles, pero el objetivo no eran ellos. Desde luego que algunas de sus acciones provocaron vctimas inocentes. Pero esto sucede siempre: son los lamentables costos de la violencia poltica. Pero en cuanto a la violencia y sus costos hay que recordar que tambin los pagaron San Martn y Belgrano, para independizarnos de Espaa.

    En los setentas hubo violencia de los dos lados, de izquierda y de derecha; desde el Estado y las bandas paramilitares, y desde las organizaciones populares. Pero slo un bando el Estado y las organizaciones paramilitares derechistas, como la Alianza Anticomunista

    Antonio Domingo Bus-si, gobernador militar y artfice a la represin en Tucumn y, despus de 1983, dirigente "poltico".

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    Argentina (AAA) practic la tortura, la apropiacin de bebs y la desaparicin de personas. Fue por completo diferente el accionar de uno y otro campo.

    En sntesis, en la Argentina de los setentas existieron muchas organizaciones que buscaban un cambio social profundo. Algunas de ellas fueron guerrilleras, pero stas salvo contadsimas excepciones nunca recurrieron al terrorismo (y en 1976 ya haban sido aniquiladas). Practicaban la violencia, no el terror. Se puede discutir sus objetivos polticos (la sociedad a que aspiraban); se puede discutir si el empleo de la violencia es acetable en algunos casos, o si siempre debe ser rechazado. Pero acusar a los militantes de las guerrillas setentistas de terroristas es faltar a la verdad histrica.

    Equivocados o no (es fcil la sabidura restrospectiva), los combatientes izquierdistas se jugaban la vida por sus ideales: queran una sociedad y un mundo ms igualitario, ms justo, sin la pobreza desoladora que an hoy impera; algunos hubieran dicho que queran un mundo autnticamente democrtico. Las fuerzas represivas, en cambio, qu ideales defendan? Dios y la patria, dirn algunos. Pero estos son conceptos tan vagos y elusivos que poco significan: no hay persona que no tanga patria ni soldado que no le rece a algn Dios. En fin, que tras los eslganes de Dios y la patria

    se esconda la msera defensa de los privilegios, de las injusticias, de la pobreza de muchos como condicin necesaria de la opulencia de pocos.

    Definitivamente no. Unos y otros no eran lo mismo: ni por los objetivos que perseguan ni por los mtodos que empleaban. Unos se inspiraban en el Che Guevara, smbolo mundial del hroe revolucionario, del idealismo desinteresado, de quien se juega por sus ideas, de las aspiraciones de justicia e igualdad. Los otros simpatizaban con Hitler, condensacin del autoritarismo, la intolerancia, la inescrupulosidad y el racismo.

    Caractersticas de la represinHay mucha gente que piensa que la

    subversin era efectivamente una amenaza,

    Afiche en portugus denunciando la represin de la dictadura militar en Argentina.

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    pero que los militares se pasaron de la raya: en vez de llevar adelante una represin selectiva, habran desencadenado una represin indiscriminada. Esta posicin tiene un aspecto indefendible, cuando menos en algunas de sus formulaciones: torturar, ejecutar prisioneros indefensos, apropiarse de nios, repartirse el botn son acciones condenables sean quienes sean los que las ejecutan, pero tambin sean quienes sean contra quienes las ejecutan. El problema es que los militares asesinaban a sangre fra, torturaban, arrojaban personas vivas al mar y un largo etctera, y no que esto se lo hicieran a personas supuestamente inocentes. Hacrselo slo a los guerrilleros hubiera estado bien?

    Pero aqu quisiera tocar otro aspecto. Cuando se argumenta que la represin fue indiscriminada porque afect a un nmero impresionante de personas que no militaban en organizaciones armadas, simplemente se est olvidando que los militares tenan una idea mucho ms amplia de lo que era ser subversivo. Para ellos un libro como El principito formaba parte de la literatura subversiva.

    Ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo,

    durante la dictadura.

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    Puesto que los militares nunca tuvieron como blanco exclusivo a las organizaciones armadas, la represin no fue exactamente indiscriminada. El terror se desencaden casi exclusivamente sobre los militantes y activistas de izquierda (de la izquierda marxista y peronista), y sobre todos los activistas y organizadores sindicales, barriales y/o populares. Fue una represin masiva (por las dimensiones que tom) pero, al mismo tiempo, selectiva. Este carcter selectivo es lo que explica que pudiera instalarse ampliamente la cultura del por algo ser, algo habrn hecho, conmigo los militares nunca se metieron. Por supuesto, quien jams haba participado ni pensaba participar de alguna manifestacin poltica, quien nunca protestaba por nada, quien aceptaba mansamente que los que haban mandado siempre siguieran mandando... a esos y esas no les pas nada. Es decir, no cayeron vctimas del terrorismo de Estado... pero s seran vctimas del terrorismo econmico, de consecuencias tanto o ms graves, aunque ms a largo plazo.

    El autoritarismo la prohibicin de libros y de msica, la prepotencia militar, los controles policiales, las razzias en los boliches, el toque de queda, etc. fue padecido por el conjunto de la sociedad argentina, pero el terrorismo las ejecuciones sumarias, las desapariciones, la tortura, la detencin en centros cladestinos, etc. slo afect de manera directa a una parte bastante bien delimitada de la poblacin.

    As se comprende la macabra eficacia de la desaparicin de personas: causaba espanto, terror y desesperacin entre los amigos, familiares y compaeros de las vctimas, que no saban dnde estaban ni en qu situacin se encontraban; al tiempo que permita que muchas personas no se enteraran de lo que estaba sucediendo. El gobierno incluso poda regodearse diciendo que casi no tena presos polticos ni haba dictado penas de muerte. Las detenciones y las muertes eran clandestinas.

    Y aqu hay que tocar un hecho rspido y doloroso. El terrorismo de Estado pudo ser selectivo porque buena parte de la sociedad argentina toler a los dictadores, les dio aire con su silencio y su pasividad, se neg a ver y creer lo que estaba sucediendo. Las vctimas del Terrorismo de Estado fueron muchsimas. Pero lamentablemente tambin fueron muchos los que lo toleraron. Ningn Estado puede desatar acciones semejantes si no cuenta con el aval de una parte

    El terrorismo de Estado pudo ser

    selectivo porque buena parte de la

    sociedad argentina toler a los

    dictadores, les dio aire con su silencio y su pasividad, se neg

    a ver y creer lo que estaba sucediendo.

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    muchsimas. Pero lamentablemente

    tambin fueron muchos los que lo

    toleraron.

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    considerable (aunque no necesariamente mayoritaria) de la poblacin. Es esta una verdad triste, pero es una verdad. Y como educadores creo que debemos ensear que somos responsables por nuestras acciones, pero tambin por nuestras omisiones.

    Qu se proponan los dictadores?

    El terror ejercido por el Estado nos parece hoy tan aberrante, tan falto de humanidad, tan escandalosamente macabro, que resulta tentador recurrir a explicaciones de orden psicolgico: slo se entiende como un rapto de paranoia colectiva entre los altos mandos militares. Sin embargo, el golpe no fue una accin desesperada, ni mucho menos improvisada. Fue meticulosamente planificado durante al menos seis meses, y una impresionante campaa meditica se encarg de preparar el terreno para hacerlo aceptable ante la opinin pblica. Cuando llegaron al poder, los militares ya tenan decidido y planificado el establecimiento del terrorismo en gran escala.

    Por qu lo hicieron? No hubiera sido ms fcil y pulcro reprimir legalmente? No. Dada las ideas imperantes en la Argentina, y dada la escala en que deban reprimir y la forma en que pensaban llevarlo a cabo, hacerlo legalmente y a la luz del da hubiera sido imposible. Esto por varias razones:

    1) Haba que reprimir a muchsimas personas. 30.000 desaparecidos es una cifra escalofriante, y ms escalofriante es la condicin de desaparecido: ni vivo ni muerto, desaparecido. Pero a ellos hay que agregar cientos de muertos en combate (que no estn desaparecidos), miles de detenidos (legalmente) y decenas de miles de exiliados.

    2) A muchas de las personas que podan tolerar un gobierno militar, les hubiera parecido inaudito que

    Soldados durante la dictadura militar.

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    ese gobierno torturase, asesinase a personas indefensas, o las hiciera desaparecer.

    No existen dudas respecto a que los militares tenan perfecta conciencia de lo que se proponan y de lo que implicaba. Para demostrarlo voy a citar al propio general Videla, primer presidente de facto del Proceso de Reorganizacin Nacional,

    y principal organizador del terrorismo de Estado: No, no se poda fusilar. Pongamos un nmero, pongamos cincomil. La sociedad argentina no se hubiera bancado los fusilamientos: ayer dos en Buenos Aires, hoy seis en Crdoba, maana cuatro en Rosario, y as hasta cinco mil. No haba otra manera. Todos estuvimos de acuerdo en esto. Y el que no estuvo de acuerdo se fue. Dar a conocer dnde estn los restos? Pero qu es lo que podemos sealar? El mar, el ro de la Plata, el Riachuelo? Se pens, en su momento, dar a conocer las listas. Pero luego se plante: si se dan por muertos, enseguida vienen las preguntas que no se pueden responder: quin mat, dnde, cmo. (Declaraciones del General Videla a Mara Seoane, 25 de agosto de 1998, reproducidas en Mara Seoane y Vicente Muleiro, El Dictador. La historia secreta y pblica de Jorge Rafael Videla, Bs. As., Sudamericana, 2001, pg. 215)

    Pero si la represin deba tomar una escala tan masiva (aunque ciertamente no indiscriminada), ello se deba a los objetivos que los militares perseguan. Qu se proponan entonces? Nada ms y nada menos que una reestructuracin global de la sociedad argentina, que comenzando por el modelo de acumulacin, habra de afectar a la educacin, la salud y la misma legislacin. Los militares se proponan poner fin al modelo de industrializacin sustitutiva de importaciones, y con l acabar con los das de pleno empleo, salarios ms o menos elevados, educacin y salud de calidad al alcance de todos o al menos de la

    Emilio Eduardo Massera, integrante de la primera Junta Militar de la dictadura y uno de sus mximos responsables, con otros altos mandos de la Armada.

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    mayora. En sntesis, los militares fueron los precursores de lo que andando el tiempo se dio en llamar neoliberalismo. Y por supuesto, si se pretenda reducir drsticamene los ingresos de los asalariados; concentrar la riqueza en una escala hasta entonces desconocida en Argentina; implantar un importante porcentaje de desocupados como segmento disciplinador del mercado laboral; y reducir los fondos de salud y educacin ... era evidente que quienes lo intentaran encontraran una dura resistencia. Esto qued muy claro en junio de 1975, cuando el ministro de economa de Isabel Pern, Celestino Rodrigo, dict una serie de medidas econmicas sumamente impopulares (el rodrigazo), lo cual desat una huelga general de 72 horas que sobrepas a la burocrtica conduccin de la CGT, obligando al gobierno a dar marcha atrs. A partir de ese momento a los idelogos de la derecha (si todava tenan alguna duda) se les hizo evidente que en la Argentina no sera posible empobrecer masivamente a la poblacin y concentrar los ingresos nacionales en pocas manos sin recurrir a una fuerza extrema. Pero la resistencia popular poda ser reducida a casi nada si se descabezaba a los activistas sociales, fabriles, sindicales o estudiantiles. Y eso fue precisamente lo que hicieron los militares.

    Pero los militares no actuaron solos: detrs de ellos haba un buen nmero de civiles que los instigaron, apoyaron y orientaron. Entre estos civiles estaba la mayora de los todopoderosos empresarios que en los aos por venir amasaran fortunas de novela, o mejor dicho, de pelcula de terror. Con el gobierno terrorista colaboraron tambin cientos de polticos radicales y, en menor medida, peronistas, que ocuparon puestos de gobernadores, intendentes o ministros.

    Los militares dieron la cara. Fueron, fieles a s mismos, los tontos tiles. Pero los que se beneficiaron con sus acciones fueron los empresarios ms poderosos de nuestro pas y del exterior.

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    Es cierto que el modelo de acumulacin por sustitucin de importaciones estaba en problemas: Argentina se rezagaba como pas industrial, creca el dficit fiscal, y las tasas de ganancias tendan a decaer. Pero la introduccin de las reformas neoliberales no era la nica alternativa posible. Las crisis impulsan a cambiar, pero no definen por s mismas el sentido de los cambios. Y tampoco establecen quines habrn de ganar y quines perdern. Una banda de astutos empresarios y serviles generales hicieron que perdiera la gran mayora del pueblo argentino, y ganara (mucho, muchsimo) un puado de vivos, como Yabrn, Pescarmona, Macri, o Fortabat.

    Unos cuantos datos ilustran ms que mil palabras sobre el significado econmico de la Dictadura para el conjunto del pas:

    La deuda externa pas de 8.085 millones de dlares en 1975, a 45.087 millones de dlares en 1983.

    Los salarios reales disminuyeron un 40% entre 1975 y 1981.

    Los hogares pobres pasaron de ser el 2,6 % del total en 1975, al 25,3 % en 1983.

    La participacin de los asalariados en el reparto del ingreso nacional cay de un 50 % (en los aos 70) a un 17 % en los 90.

    Cmo llamar a esto si no es terrorismo econmico?

    Con los milicos estbamos mejor

    La frase que abre este captulo todava hoy es escuchada. Qu tiene de cierto? Nada. Puesto que la situacin econmica argentina conoce un declive desde al menos los primeros aos sesenta, es obvio que, cuanto ms al pasado nos remontemos, las cosas estaban algo mejor. Por otra parte, es por completo falso que con los militares haba mayor seguridad, menos robos, menos delincuencia. Nunca hubo, de hecho, tantos crmenes como en ese perodo. Pero esos crmenes no salan en los diarios, no eran mostrados en la TV. La Dictadura fue, entre otras cosas, un gran manto de ocultamiento.

    Propaganda de la dictadura.

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    Por cierto, los militares crearon una pequea burbuja de bonanza econmica, lo que en su tiempo se llam la plata dulce. Muchas personas aprovecharon esa situacin, por ejemplo, para viajar al extranjero. Pero todo era un show: tras la aparente prosperidad (que no era otra cosa que la prosperidad del dilapidador), se ocultaba un verdadero descalabro econmico, al que nos hemos referido en el pargrafo anterior.

    La dictadura,qued definitivamente atrs?

    En 1983 los militares abandonaron el poder. Se reinstal la democracia. Muchos creyeron que la pesadilla de la dictadura haba quedado atrs. Pero se equivocaron, lo que pudo haber quedado atrs, como actitud manifiesta, es el gobierno dictatorial y el terrorismo de Estado. Pero uno y otro subsisten como amenaza latente, como temor instalado. Por sobre todas las cosas, lo que sobrevive es el tipo de economa y el tipo de sociedad que los militares comenzaron a instalar: una sociedad basada en el individualismo, y una economa cuyo paradigma es que los ricos tienen derecho a hacerse cada vez ms ricos, mientras los pobres estn condenados a ser cada vez ms pobres. Las reformas neoliberales de Menem (hoy muy criticadas, pero poco revertidas) no hubieran sido posibles sin el camino allanado que les dej la dictadura militar y el terrorismo de Estado: una deuda externa tan enorme como ilegtima, un pas desindutrializado, una generacin entera de activistas e intelectuales exterminada, una cultura del miedo y el individualismo, una pobreza que convierte a sus vctimas en siervos y clientes de los poderosos; extrema concentracin de la riqueza y el poder en unas pocas manos; nios desnutridos en un pas exportador de alimentos!

    Todo esto nos leg la Dictadura. Casi nada ha revertido la democracia. Esa es la deuda. Y mientras las cosas sigan as, la democracia ser lo que a muchos nos parece que es: no mucho ms que una farsa.

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    Folleto del Ministerio de Cultura y Educacin duran-te la dictadura.

  • LA ESCUELA Y LA CALLE,NUESTROS LUGARES DE LUCHA

    Hace pocos meses, en marzo de 2005, decamos: "Los trabajadores de la educacin de ATEN Capital nos disponemos a recuperar una vieja herramienta de lucha: la formacin poltico-sindical y pedaggica. Creemos que tenemos que recuperar el espacio escolar como un lugar de construccin de nuevos valores, ideas, identidades. Otro espacio, en fin, de lucha. Un lugar donde debatir cmo y qu enseamos a nuestros alumnos; y en el

    que las ideas socialmente imperantes sean sometidas a la revisin y la crtica, buscando construir una cultura contrahegemnica. Una cultura opuesta a los valores mercantilistas, al individualismo y el slvese quien pueda como estrategia de supervivencia. Una cultura asentada en la solidaridad, la cooperacin y los anhelos de una sociedad ms igualitaria, libre y solidaria.Buscando aportar a estos objetivos, la seccional Capital ha creado la Comisin de Formacin Permanente, formada por un grupo de compaeros que ya haba comenzado a trabajar con anterioridad en el tema (...)La comisin se propone organizar cursos de formacin poltico-sindical y pedaggica, rompiendo con la lgica mercantilista que, tanto cultural como econmicamente, ha imperado hasta el presente."Hoy, nos proponemos dar un paso ms en el mismo sentido, aportando producciones que ayuden a repensar nuestra visin del mundo, y como parte de ella, de los contenidos que enseamos y cmo lo hacemos.A treinta aos del golpe de Estado de 1976, publicamos este trabajo crtico referido a la ms sanguinaria dictadura que conociera nuestro pas, con la intencin de someter a crtica algunas de las visiones imperantes sobre lo sucedido durante los aos del terror.

    Comisin de Formacin PermanenteATEN CapitalMarzo 2006