Didáctica deconstructiva y complejidad JMBN

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Teoría de la educación: reflexiones y aproximaciones a una docencia transdisciplinar | Juan Miguel Batalloso Navas D DIDÁCTICA DECONSTRUCTIVA Y COMPLEJIDAD . . A ALGUNOS PRINCIPIOS

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Teoría de la educación: reflexiones y aproximaciones a una docencia transdisciplinar | Juan Miguel Batalloso Navas

DDIIDDÁÁCCTTIICCAA DDEECCOONNSSTTRRUUCCTTIIVVAA YY

CCOOMMPPLLEEJJIIDDAADD.. AALLGGUUNNOOSS PPRRIINNCCIIPPIIOOSS

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Resumen

Deconstruir la didáctica significa comprender que el paradigma científico dominante,

heredero del racionalismo y el mecanicismo, ha reducido la comprensión y explicación de los

procesos vitales, sociales y educativos a elementos, a esquemas y operaciones simples en las

que solamente intervienen variables discretas. Los procesos educativos han terminado por

convertirse en meras tareas mecánicas de transmisión de conocimientos en las que el papel

del sujeto que se educa se limita a consumir pasiva y obedientemente productos curriculares

ante los que no existe la posibilidad de abstenerse o ayunar y cuyo exclusivo beneficio reside

en la obtención de credenciales, satisfaciendo las respuestas y demandas que el mercado o los

funcionarios docentes especializados les formulan.

Con este trabajo se intenta dar una respuesta siempre provisional y flexible a las

relaciones e implicaciones entre educación y complejidad. Para ello se realiza un breve análisis

de las insuficiencias del actual paradigma educativo dominante con el fin de proponer todo un

conjunto de principios pedagógicos y didácticos que pueden inferirse de los operadores

cognitivos de la complejidad.

Abstract

Deconstruct the didactic means understand that the dominant scientific paradigm, the

heir of rationalism and mechanism, has reduced the understanding and explanation of vital

processes, social and educational for elements, diagrams and simple operations in which only

discrete variables involved. The educational processes have ended up becoming mere

mechanical tasks of knowledge transfer in which the role of the person who is educated is

restricted to passively and obediently consume curriculum products to which there is no

possibility to abstain or fast and whose exclusive benefit is in obtaining credentials, meeting

the demands answers and that the market or specialized education officials were asked.

This work tries to answer always temporary and flexible of implications relations

between education and complexity. For this purpose a brief analysis of the shortcomings of the

current dominant educational paradigm to propose a set of pedagogical and didactic principles

can be inferred from the operators'cognitive complexity.

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SSUUMMAARRIIOO

CUESTIONES DIDÁCTICAS Y/O DILEMAS EDUCATIVOS ........................................................... 8

¿Alumnos o personas? ............................................................................................. 9

¿Aula o Centro?....................................................................................................... 9

¿Conceptos o actitudes? ........................................................................................ 10

¿Consumir o construir? ......................................................................................... 11

¿Escolarizar o educar? .......................................................................................... 11

¿Enseñar o aprender?............................................................................................ 12

¿Calificación o evaluación?................................................................................... 12

¿Dependencia o autonomía? .................................................................................. 14

¿Respuestas o preguntas? ...................................................................................... 14

¿Razón o sentimientos? .......................................................................................... 15

Democracia o autoridad ........................................................................................ 15

Ciencia o espiritualidad ......................................................................................... 16

DIDÁCTICA Y COMPLEJIDAD .............................................................................................. 17

Principio sistémico-organizacional ........................................................................ 19

Principio hologramático ........................................................................................ 21

Principio retroactivo.............................................................................................. 21

Principio recursivo ................................................................................................ 22

Principio dialógico ................................................................................................ 23

Principio de auto-eco-organización ....................................................................... 24

Principio de reintroducción del sujeto cognoscente ............................................... 25

Principio ecológico de la acción ............................................................................ 27

Principio de la enacción ........................................................................................ 28

Resumiendo… ........................................................................................................ 29

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS .......................................................................................... 31

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DDiiddááccttiiccaa ddeeccoonnssttrruuccttiivvaa yy ccoommpplleejjiiddaadd:: aallgguunnooss pprriinncciippiiooss

JJuuaann MMiigguueell BBaattaalllloossoo NNaavvaass11

«El que posee conocimientos no ama la sabiduría. El que ama la sabiduría no posee conocimientos. Por esto el Sabio no exhibe su grandeza.»

Lao Tsé (570-490)

Tao-Tê-King. LXXXI

«…Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades

para su propia producción o construcción (…) Como profesor en un curso de

formación docente no puedo agotar mi práctica discutiendo sobre la Teoría de

la no extensión del conocimiento. No puedo sólo pronunciar bellas frases sobre

las razones ontológicas, epistemológicas y políticas de la Teoría. Mi discurso

sobre la Teoría debe ser el ejemplo concreto, práctico, de la teoría. Su

encarnación. Al hablar de construcción del conocimiento, criticando su

extensión, ya debo estar envuelto por ella, y en ella la construcción debe estar

envolviendo a los alumnos…»

Paulo Freire (1921-1997)

Pedagogía de la Autonomía.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de “didáctica”? ¿A un principio o norma general

que señala como deben desarrollarse los procesos de enseñanza-aprendizaje? ¿A una técnica

específica para el aprendizaje de un determinado procedimiento? ¿A una receta para aligerar

el, por lo general, indigesto proceso de adquisición de conocimientos escolares? ¿O tal vez a

una norma consuetudinaria producto de la tradición y de la rutinaria reiteración de conductas

que en muy poco responden a las más importantes teorías del aprendizaje?

En el lenguaje común, decir didáctica, o aplicar el adjetivo de didáctico a un objeto, una

actividad, a una conversación o a un acontecimiento, significa atribuirle la propiedad de que es

fácil de aprender y comprender, o de que el objeto y su presentación gozan de una serie de

características mediante las cuales resulta posible acceder con facilidad a su comprensión y a

su conocimiento. Dicho en otras palabras esto significa aceptar la posibilidad de que es

necesario y factible separar el objeto de conocimiento, el sujeto cognoscente y el contexto en

1 Profesor de Enseñanza Primaria. Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación. Orientador psicopedagógico.

Doctor en Ciencias de la Educación. Miembro del Grupo de Investigación ECOTRANS. UCB. Brasilia.

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el que ambos se hacen presentes, lo cual supone aceptar que unas determinadas propiedades

del objeto, del sujeto y del contexto, pueden realmente producir fácilmente el aprendizaje.

¿Es acaso la didáctica general un problema de características y de propiedades? ¿No

será más bien un asunto de relaciones e interacciones, de acción y reflexión sobre y en la

práctica? ¿O tal vez la didáctica general es algo diferente a las numerosas didácticas especiales

que proliferan por doquier como especialidades tecnopedagógicas? ¿Qué sentido tiene

entonces hablar de didáctica y metodología de la educación permanente de adultos si no

hablamos al mismo de “adultos” de “educación” y de “permanente”? ¿Podemos realmente

separar, aislar, reducir y controlar las numerosas variables que intervienen en los procesos de

enseñanza y aprendizaje? ¿Hasta qué punto podemos determinar criterios para establecer lo

que podríamos denominar como una enseñanza eficaz y de calidad? ¿Quiénes son los que

generalmente determinan estos criterios? Y ¿Quién se beneficia y quién se perjudica respecto

a los criterios establecidos de eficiencia del aprendizaje? ¿Es posible asegurar de este modo

aprendizajes exitosos y con garantía de generalización y transferencia? ¿Qué hay debajo de lo

que se entiende por una buena enseñanza y un buen aprendizaje? ¿Acaso podemos separar el

discurso de los medios y de los “cómos”, del planteamiento y asunción de los “qués” y “para

qués”?

Demasiadas preguntas tal vez, pero todas necesarias para señalar que los problemas del

“cómo enseñar”, no son solamente inseparables de las cuestiones esenciales del “qué

enseñar”, sino que además se constituyen en determinantes para la consecución de las

grandes finalidades de la educación. Los medios son los fines y si los medios no están

prefigurados en el fin anunciado, la didáctica general o especial, ya sea ésta arte, técnica,

método, orientación o solemne ciencia de la educación y del curriculum, carecen de sentido

porque separa lo teórico de lo práctico, el sujeto del contexto y el objeto de aprendizaje de su

sentido para el desarrollo humano, como así ha sucedido y sigue lamentablemente sucediendo

en las instituciones escolares, incluyendo en estas a las que forman y educan a formadores y

educadores.

Todos los que hemos pasado por las Escuelas de Magisterio de antaño, posiblemente

recordaremos aquellas pesadas disertaciones en las que nos repetían de forma aburrida e

inmisericorde que el “acto didáctico” se componía de tres elementos, el docente, el discente y

la materia, y que la didáctica era en realidad una ciencia aplicada. De esta forma nos

inocularon la creencia de que aprender didáctica no era otra cosa que memorizar largos

listados de características y consejos que paradójicamente, el profesor de didáctica nos

“dictaba”, pero que obviamente no practica en sus clases, aunque a decir verdad, nos servían

para adivinar lo que un tiempo después preguntaba en los exámenes. Y así comenzamos un

nuevo aprendizaje, el de descubrir que la conocida sentencia popular de “una cosa es predicar

y otra dar trigo”, es absolutamente aplicable también a los formadores del profesorado,

porque al final, todos terminábamos por enseñar con los métodos que nos habían enseñado y

nunca con los métodos y principios que nos habían predicado. (FERNÁNDEZ PÉREZ, M.; 1988)

Casi cuarenta años después de tan singulares aprendizajes, hoy nos encontramos con

una situación similar, aunque paradójicamente enriquecida con megalománicas cantidades de

información y de producción de publicaciones; con impactantes recursos tecnológicos y

lamentablemente con un simplificación reduccionista de las enriquecedoras, misteriosas y

vivas relaciones humanas que se establecen en los procesos de comunicación presentes en los

actividades de aprender y enseñar.

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Efectivamente, nunca antes habíamos tenido tantas posibilidades de ampliar nuestro

caudal de información, pero también nunca antes habíamos perdido el sentido de lo esencial,

hasta el punto de confundir fines con medios, principios con técnicas, objeto con sujeto y

educación con éxito en el “Trivial Pursuit” de las autoproclamadas “pruebas objetivas” de los

infinitos exámenes de acreditación, que no son otra cosa que el dispositivo de doblegamiento

y sumisión a un sistema educativo manifiestamente obsoleto y psicopatológico.

¿Para qué hablar de didáctica si sabemos que todo se reduce a pasar exámenes? ¿Acaso

el examinador, el explicador y el administrador escolar pueden aportarnos algo en relación a la

necesaria y urgente reforma del pensamiento? ¿Acaso el alumno papagayo sabelotodo, o el

engreído profesor parlanchín, pueden decirnos algo nuevo acerca de los procesos de

enseñanza-aprendizaje y de cómo estos son procesos vivos indisociablemente conectados en

redes eco-formativas y eco-organizativas? Y es que ahora, aquel viejo “acto didáctico” de tres

elementos que desconsideraba la dinámica de los mismos y el papel fundamental del medio

ambiente y del “factor humano”, ha sido simplificado aun más si cabe. Ahora ya no existen ni

elementos del acto didáctico, sino simplemente medios tecnológicos: el ordenador, el power

point y el proyector, de tal suerte que si alguno de ellos falla, ese día no hay clase, o la sesión

acaba por convertirse en una inconexa improvisación de recuerdos para salir del, en ocasiones

bochornoso espectáculo, de no tener nada que decir.

En la creencia de que la indudable mejora de los medios de transmisión nos iba a

conducir a una ampliación efectiva de nuestras posibilidades de aprendizaje, hoy descubrimos

que estos medios nos han servido para optimizar lo pésimo, elevando a la categoría de valioso,

por el simple hecho de utilizar tecnologías audiovisuales, las rutinas y excrecencias de un

hacer pedagógico autoritario, repetitivo, rutinario, escasamente educativo y por tanto

inhumano. Un hacer pedagógico en que el poder del profesorado es generalmente arbitrario y

omnímodo y por tanto cómplice y responsable de la naturalización y normalización de un

modelo que sistemáticamente ha venido ignorando los principios más elementales de

aprendizaje que se conocen desde que Sócrates descubrió la mayeútica.

Lamentablemente hoy, a pesar de que esto ya no los advertía Freire hace más de

cuarenta años, la educación continúa siendo bancaria, antidemocrática, elitista, selectiva,

meritocrática y negadora de las posibilidades de aprendizaje y desarrollo que tiene un ser

humano. Hoy se ha producido una simplificación, una reducción masiva del proceso educativo

al acto de adquirir, copiar y pegar información en las carpetas, trabajos y exámenes a los que

cotidianamente son sometidos los alumnos por la ciega maquinaria de la burocracia escolar. Es

el reino de lo inmediato, de lo útil, de lo eficaz, de lo rentable, un reino en el que se santifica lo

obvio, se margina y desprecia lo crítico y lo complejo se considera peligroso. Basta pues con

que la maquinaria escolar funcione en su tarea de seguir expidiendo titulaciones, pero ya para

esto la didáctica no es necesaria y si acaso así se considera, ya se regulará el procedimiento

administrativo y normativo más conveniente para que profesorado y alumnado cumplan con lo

legalmente establecido. Se niega pues todo lo que suponga vida, relación, interacción,

proceso, autonomía, intuición, creatividad, sensibilidad, humanidad, reduciéndolo todo a pura

norma de boletín oficial, a puro programa curricular, a simple instrucción de evaluación. Y así,

al negar la complejidad, como diría nuestro inolvidable amigo y profesor José García Calvo,

estamos abriendo la puerta al principio y comienzo de la tiranía.

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Necesitamos pues deconstruir la didáctica con el fin, no de analizarla, ni de

descomponerla en elementos, sino de observarla en su complejidad llegando a descubrir que

tal vez la mejor didáctica sea la que no se decreta, la que no está escrita, la que no está dicha,

porque en realidad, si algo nos puede ofrecer, es a partir de las emergencias reflexivas del

presente de un proceso vivo de comunicación humana, en el que están integrados e

inseparablemente ligados todos y cada uno de los elementos del proceso de enseñanza-

aprendizaje.

A partir de aquí deconstruir la didáctica significa en primer lugar comprender que el

paradigma científico dominante heredero del racionalismo y el mecanicismo ha reducido la

comprensión y explicación de los procesos vitales, sociales y educativos a elementos, a

esquemas y operaciones simples en las que solamente intervienen variables discretas. Ha

reducido los procesos educativos a meras tareas mecánicas de transmisión de conocimientos

en las que el papel del sujeto que se educa se limita a consumir pasiva y obedientemente

productos curriculares ante los que no existe la posibilidad de abstenerse o ayunar y cuyo

beneficio reside en la obtención de credenciales satisfaciendo las respuestas y demandas que

los funcionarios docentes especializados les formulan.

Solamente interesan los productos y los tramos finales de las etapas, que son los que

marcan y determinan la adquisición de los títulos, pero también las puntuaciones que se

obtienen en las calificaciones, la eficacia, la productividad y el sometimiento a las reglas del

academicismo, que a la postre son idénticas a las del mercado: ganancia, eficacia y

productividad. Se trata pues de la correspondencia entre las reglas del mercado y las reglas de

la educación, correspondencia que devalúa, menosprecia y obstaculiza todo lo que no sea

cuantificable, medible o traducible a certificaciones y acreditaciones, es decir, a productos con

valor de cambio que el sistema expide, independientemente de su valor de uso.

Los sistemas educativos y los mandarines que los administran, son generalmente

incapaces de entender una educación mejor sin no es en términos cuantitativos que impliquen

una mayor sofisticación y un mayor consumo de recursos, cuando el problema radical de toda

educación hay que situarlo en los fines y en qué medida los medios y recursos que se utilizan

son estratégica y tácticamente coherentes con los mismos. ¿Para qué nuevos medios si somos

incapaces de satisfacer fines verdaderamente humanos? ¿Para qué las nuevas tecnologías de

la información y de la comunicación sin con ellas no podemos informarnos ni comunicarnos?

¿Para qué tantos ordenadores sin con ellos estamos reproduciendo viejos y escleróticos

modos de transmisión? ¿Para qué necesitamos adquirir “competencias digitales” si nuestro

alumnado presenta insuficiencias severas en aspectos tan cruciales como la comprensión

lectora o la capacidad y habilidad para preguntar y dialogar? ¿No será que los nuevos medios

están realmente sirviendo para reproducir y ampliar más eficazmente las lógicas pasivas,

acumulativas, academicistas y bancarias de la educación, negando en la práctica las

extraordinarias posibilidades de aprendizaje creativo, autónomo, interactivo y crítico que las

mismas pueden tener?

En un mundo en el que la sociedad de la información demanda individuos capaces de

resolver problemas, aplicar generalizaciones, trabajar en equipo, analizar la singularidad de las

situaciones y en definitiva estar permanentemente dispuestos a ejercer sus aptitudes de

creatividad, innovación y adaptación dinámica a entornos cada vez más complejos, resulta

obvio por ejemplo, que la enseñanza para el uso de la las nuevas tecnologías como

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herramienta para la autoformación y la educación permanente, no pueda quedarse en una

mera alfabetización funcional que enajene y embrutezca a usuarios y consumidores.

CCuueessttiioonneess ddiiddááccttiiccaass yy//oo ddiilleemmaass eedduuccaattiivvooss

Partimos de la convencimiento de que la educación debe ir muchísimo más allá de los

estrechos límites de lo estrictamente cognoscitivo para acercarse al hecho de que todo

proceso educativo es en realidad un fenómeno de una complejidad ética y estética que

necesariamente tiene que optar por un desarrollo humano sostenible en términos vitales,

biopsicosocioculturales y espirituales. En consecuencia los procesos de enseñanza-aprendizaje

son indisociables de los procesos de orientación-desarrollo y cualquier planteamiento

didáctico que se haga de los mismos tendrá que partir de esta unidad, unidad que es también

singular y única.

Necesitamos pues integrar dimensiones que tradicionalmente se han presentado

dicotomizadas y excluyentes, cuando en realidad forman parte de un proceso original y único

de desarrollo basado en la construcción personal de conocimiento a partir de la experiencia, y

en el que cada uno de los aparentes elementos separados, forman parte de un ciclo

permanente de creación y re-creación de vida, de maduración personal y de desarrollo

humano y comunitario.

En otros términos: las instituciones y especialmente las educativas, no solamente

reproducen las condiciones históricas que les son dadas, no solamente funcionan como

conservadoras de la herencia cultural actuando como legitimadoras de los fundamentos y de

las contradicciones del orden social establecido, sino sobre todo producen códigos culturales

internos que se encarnan en relaciones de poder. Nuestras instituciones educativas además de

proporcionar el acceso a bienes culturales, ofrecen también de forma oculta y manifiesta los

elementos para la comprensión de las relaciones sociales cambiantes y para la percepción de

las innumerables situaciones ventajosas y de privilegio que se originan en las interacciones

sociales y desde las posiciones que cada uno de los agentes ocupan en la institución.

Desde esta situación en las prácticas rutinarias más generalizadas de nuestras

instituciones educativas han primado siempre los conocimientos, los datos, los conceptos

sobre cualquier otro aspecto del desarrollo humano, hasta el punto de que el éxito educativo

puede ser perfectamente identificable con el buen resultado en los exámenes. Nuestra

enseñanza, incluyendo en ella la escasa formación que el profesorado ha recibido, ha estado

orientada al aprendizaje descriptivo de respuestas y así se revela el hecho dramático que

supone el divorcio entre teoría y práctica y entre conocimiento y acción moral. La

supervaloración del "homo sapiens", la primacía de la verdad y el afán por conocer ha limitado

las dimensiones éticas y estéticas del desarrollo humano.

Por esta razón, en el mundo de hoy, en el que cada día es más patente la influencia de

las nuevas tecnologías de la información que ponen a nuestra disposición unas posibilidades

que superan sobradamente la capacidad real de las escuelas para proporcionar datos y hechos,

basar exclusivamente la educación en la transmisión de conocimientos, es además de una

pérdida de tiempo un flaco servicio a los ciudadanos, ya que hoy, las personas necesitamos

más que nunca habilidades, procedimientos, recursos y estrategias para que podamos

aprender autónomamente, por ello la educación y la enseñanza ya no puede seguir estando

basada en la repetición de respuestas, sino en la formulación de preguntas. Ya no nos sirven ni

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aquellas viejas listas de principios didácticos que eran negados por la práctica de nuestros

profesores, pero tampoco las modernas teorías del aprendizaje que no sean asumidas a partir

de la experiencia y de procesos permanentes de reflexión compartida antes, durante y

después de nuestras acciones.

Necesitamos ciudadanos que sepan preguntar, que estén capacitados para pensar, que

sepan expresar sus propias respuestas fruto de la reflexión, la observación y la acción, y esto es

también una opción ética por un modelo de ser humano autónomo, crítico y sobre todo libre y

capaz de afrontar retos para responder a la enajenación y las contradicciones de nuestro

tiempo.

Una educación de estas características, capaz de integrar los conocimientos para

obtener la sabiduría, capaz de estimular y ayudar al desarrollo de individuos armónicos,

equilibrados, centrados y virtuosos, tendría que resolver en el sentido más humano del

término las siguientes cuestiones didácticas y/o dilemas educativos:

¿¿AAlluummnnooss oo ppeerrssoonnaass??

La cotidianidad de las rutinas diarias de la profesión de enseñar nos hace perder en

muchas ocasiones la perspectiva de lo que estamos realmente haciendo. Cuando intervenimos

en nuestras aulas, cuando programamos nuestras unidades didácticas, cuando evaluamos o

sencillamente cuando nos dirigimos a nuestros alumnos, no podemos perder nunca de vista

que delante de nosotros, antes que un individuo que se somete a normas y a ritos, tenemos a

una persona que siente, que vibra y sobre todo que está en proceso de crecimiento y por tanto

demandando de nosotros, de forma explícita o implícita, la satisfacción de todo un conjunto de

necesidades. Optar por la persona, antes que por el alumno, significa por tanto entender que

el componente principal de toda acción de educar y de enseñar, es sobre todo ayudar a que las

personas de nuestros alumnos crezcan, se desarrollen, maduren, lo cual no es otra cosa que

hacerse autónomos en el más amplio sentido del término.

¿¿AAuullaa oo CCeennttrroo??

El profesorado por lo general y debido a diversas razones entre las que se encuentran

los modelos educativos en que fueron formados y adiestrados, ha poseído siempre una

marcada tendencia a la rutina y al aislamiento. Las culturas profesionales dominantes,

amparadas en la especialización nos han hecho concebir la acción de educar como una suma

inconexa de ofrecimientos y de adquisiciones, ignorando que la maduración personal, el

desarrollo intelectual, el desarrollo afectivo o el desarrollo social, son procesos unitarios que

operan en bloque.

En el mismo sentido la persona es una y no puede reducirse a la yuxtaposición de

conocimientos y de habilidades inconexas y en consecuencia la educación no puede reducirse

a la suma de adquisiciones de bajo nivel de transferencia. Hablar por tanto de “Centro

Educativo”, significa sobre todo hablar de “Equipos Educativos” que se comprometen en la

ayuda concreta a personas que crecen bajo la perspectiva unitaria de Proyectos Educativos

compartidos que intentan dar respuesta a las necesidades de los hombres y mujeres de

nuestro tiempo. Por tanto, la labor del profesorado no puede reducirse a la transmisión

especializada de saberes, sino al desarrollo de capacidades humanas desde la óptica concreta

de su área de conocimiento. Esto requiere un extraordinario esfuerzo de coordinación, de

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diálogo, de trabajo en equipo y de ayuda mutua, lo cual permitiría hacer visible el principio

freiriano de que nadie puede educar a nadie sino se compromete en el ejercicio de su propia

educación, lo que supondría en suma vencer el peligro de la soledad del profesor en su aula.

¿¿CCoonncceeppttooss oo aaccttiittuuddeess??

En los primeros años de la década de los noventa asistimos a la polémica de si son más

importantes los conocimientos o las actitudes y de cómo éstas podían configurarse como

objetos y contenidos específicos de educación y aprendizaje. Hoy desafortunadamente ese

debate no solamente se ha zanjado, sino que ha sido sustituido por un nuevo elemento

curricular que viene a homologarnos técnicamente con las necesidades del mercado: las

competencias básicas. Hablar de actitudes, o hablar de autoaprendizaje a partir de

experiencias de interacción, diálogo, cooperación y construcción colectiva de conocimiento no

resulta ya rentable, porque de lo que se trata es de que cada sujeto se individualice y

especialice en su función con el fin de que pueda adaptarse a las necesidades del mercado

obedeciendo sin rechistar a las reglas impersonales y de privilegio que se nos imponen. Hoy el

problema educativo fundamental consiste en como reproducir una estructura social de

consumidores obedientes hipnotizados por las supuestas excelencias de un mercado siempre

dispuesto a garantizar cuotas cada vez mayores de placer y bienestar material a base de

despilfarro, depredación ecológica y precariedad labora. Hoy el debate consiste en tenernos

entretenidos con falsas diatribas en torno a la “Educación para la ciudadanía” como si esto

fuera un problema técnico o curricular y no un asunta de auténtica emergencia naciona y

planetaria.

Por ello hoy necesitamos más que nunca reivindicar los aspectos formativos, educativos,

madurativos, de desarrollo personal y comunitario que están siendo intencionadamente

silenciados por las fuerzas ideológicas y políticas de una supuesta posmodernidad en la que

todo es débil, flexible y relativo. Necesitamos pues de más y mejor formación humana y social,

de más y mejor formación científica y ecológica, pero esta formación no es independiente del

desarrollo de la conciencia, del compromiso con nuestro medio ambiente y de nuestra

responsabilidad social como ciudadanos y educadores.

Necesitamos seguir apostando por los aprendizajes actitudinales porque aunque se

quiera obviar esta necesidad, solamente las actitudes son las que integran un triple desarrollo:

a) Desarrollo cognitivo, en cuanto que cualquier predisposición para la acción requiere de

una estructura cognitiva previa, de unos conceptos y procedimientos previamente

aprendidos que actúan de soporte y permiten operar con las variables que nos ofrece la

realidad. Cognición y emoción son procesos inseparables y si bien son primariamente las

emociones las que actúan de mecanismo impulsor y energetizador de los procesos

cognitivos, son estos los que modulan, procesan, sistematizan en integran

estructuralmente todos los aprendizajes. Son procesos interdependientes y vinculados

indisociablemente a los contextos en los que el sujeto vive e interacciona.

b) Desarrollo afectivo o sentimental, en cuanto que son los afectos y los sentimientos los

que nos permiten hacer el balance de nuestra situación, los que nos permiten evaluar la

información conforme a criterios de valor que generalmente son aprendidos

generalmente por observación y por modelado. No puede entenderse la adquisición de

valores noéticos, éticos, estéticos, espirituales o de cualquier otra índole, sino es a

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través del ejercicio y desenvolvimiento emocional, sino es a través del reconocimiento

de los estados emocionales y sentimentales. Como ya nos señalaba Piaget hace casi

cincuenta años inteligencia y afectividad son las dos caras de una misma moneda.

c) Desarrollo volitivo o tendencial, puesto que la importancia de la educación radica

fundamentalmente no solamente en la posibilidad de "conocer" y de "valorar" lo bueno,

sino en la de "hacerlo" realmente patente y realmente efectivo expresándolo en

conductas y en comportamientos regulares. No puede por tanto entender una

educación, o en nuestro caso una didáctica que no estimule, propicie y posibilite el

compromiso, la vinculación y la responsabilidad individual y colectiva.

Consecuentemente, toda educación es fundamentalmente una educación de

actitudes, lo que implica al mismo tiempo "conocer", "valorar" y "actuar" como dimensiones

inseparables del desarrollo humano.

¿¿CCoonnssuummiirr oo ccoonnssttrruuiirr??

Hasta ahora hemos concebido la educación como un fenómeno más de la sociedad de

consumo. Estar educado, ha venido a significar estar en posesión del título que lo acredite, sin

embargo la realidad nos ha demostrado que se puede estar en posesión de la acreditación y no

en posesión del desarrollo de capacidades necesario para una vida más plenamente humana.

En igual sentido, el profesorado ha venido siendo de algún modo consumidor pasivo de

productos elaborados por especialistas que han sido obedecidos sin mayor discusión en sus

aulas, hasta el punto de haberse transformado en profesionales de la transmisión y el

consumo, más que en profesionales de la educación.

Optar en consecuencia por la construcción frente al consumo significa otorgar el papel

principal a los sujetos que aprenden (profesorado y alumnado) y a la realidad en la que viven

(sociedad e institución educativa), significa en suma abrir las puertas a la reconstrucción del

conocimiento en las aulas, como respuesta a los problemas de los seres humanos de nuestro

tiempo. Significa en definitiva optar por saberes críticos de alto poder funcional y de

transferencia y esto obviamente tiene enormes consecuencias didácticas, especialmente las

relativas a la coherencia estratégica: no podemos estar enseñando o ayudando a generar

pensamiento crítico con procedimientos memorísticos, burocráticos, autoritarios, bancarios y

contenidos irrelevantes para la vida y el bienestar integral de los sujetos.

¿¿EEssccoollaarriizzaarr oo eedduuccaarr??

Tal y como señala Iván Illich y después de casi un siglo de escolarización en las

sociedades del Norte, los resultados en desarrollo humano no son todavía aceptables, sobre

todo porque las instituciones educativas cumplen una función de "custodia" de las jóvenes

generaciones, y más modernamente de "amortiguamiento" de crisis sociales y económicas.

Nuestras jóvenes generaciones, gozan de mejores condiciones de escolarización, sin

embargo a todas luces resulta evidente que no basta con garantizar mayor escolarización para

un mayor número de personas, sino que es necesario ir más allá. Nos hace falta reorientar la

educación para dar respuesta a las nuevas necesidades sociales, sabiendo integrar el

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extraordinario conjunto de posibilidades que hoy nos ofrecen los sistemas educativos

informales y las nueves redes virtuales de comunicación.

¿¿EEnnsseeññaarr oo aapprreennddeerr??

Tradicionalmente siempre hemos concebido de una forma simplista el papel del

profesorado. Nosotros éramos los que enseñábamos y nuestros alumnos eran los que tenían la

obligación de aprender. Hemos partido hasta ahora de una visión mecanicista de los hechos

educativos, ignorando que estos son fenómenos de tremenda complejidad empírica y moral y

que no pueden reducirse a papeles simples.

Hoy estamos en condiciones de afirmar que enseñanza y aprendizaje, aunque

biológicamente tengan una naturaleza diferente, en realidad forman parte de un mismo

proceso. Como nos dice Freire, nadie puede enseñar-aprender a nadie, ni de nadie, si no está

dispuesto a establecer un proceso de comunión con el otro, de aquí que no podamos enseñar

nada si no somos capaces de aprender al mismo tiempo. Difícilmente podemos interesar a

nadie por el aprendizaje si nosotros mismos no estamos interesados. Difícilmente podremos

enseñar nada si no compartimos y aprendemos de y con los demás, puesto que enseñanza y

aprendizaje son consustanciales con procesos de interacción social y de construcción social de

significados. En consecuencia el papel del profesorado necesita ser cambiado radicalmente: de

ser poseedores, patrimonializadores y transmisores del conocimiento tendrán que

transformarse en mediadores y facilitadores del aprendizaje.

Los profesores estamos abocados estar en permanentes procesos de aprendizaje y de

autoformación, partiendo del análisis constante de nuestra propia práctica y de la realidad

social que nos rodea. En palabras de H. Giroux, los profesores necesariamente tenemos que

convertirnos en "intelectuales reflexivos", capaces de ir siempre más allá de los estrechos

márgenes que la rutina y el aislamiento nos han impuesto. O en palabras de P. Freire

«...siempre debemos adoptar una visión crítica, la de una persona que cuestiona, que duda,

que investiga y que quiere iluminar la propia vida que vivimos. Mi sugerencia es que

capturemos nuestra alienación cotidiana, la alienación de la rutina, de repetir las cosas

burocráticamente, de hacer todos los días a las diez lo mismo, porque hay que hacerlo, sin

preguntarnos por qué. Deberíamos hacernos cargo de nuestras vidas y comenzar a ejercer el

control. Deberíamos tratar de incorporarnos y escapar a la opresión del tiempo... ...tratemos de

entender la vida, no necesariamente como la repetición cotidiana de las cosas, sino como un

esfuerzo por crear y recrear, y como un esfuerzo también por rebelarnos...»

¿¿CCaalliiffiiccaacciióónn oo eevvaalluuaacciióónn??

La práctica de la evaluación, bajo su apariencia de simplicidad, rigor y objetividad es en

realidad una práctica compleja, contradictoria, dogmática y patológica. Práctica compleja

porque inciden en ella multitud de variables: si las ciencias sociales y de la conducta todavía no

han sido capaces de dar una explicación definitiva de las motivaciones y de los actos humanos,

¿Pueden las prácticas de evaluación determinar con objetividad lo que un alumno sabe y lo

que desconoce? ¿Qué hay detrás de cada nota en un examen? ¿Un proceso de aprendizaje

significativo y relevante o la recitación memorística de lo que viene en su libro?

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. 1

3

Práctica compleja también porque presupone la selección de unos contenidos y unos

medios: cuando respondemos a los qués y a los cómos estamos optando por una determinada

concepción de los hechos educativos y estamos atribuyendo una finalidad a las prácticas

evaluadoras. ¿Para qué evaluar? ¿Para cumplimentar un deber burocrático que se

corresponde con una función selectiva? ¿O para ayudar a que nuestros alumnos aprendan y se

eduquen?

Es también la evaluación una práctica contradictoria porque participa de las

contradicciones existentes en las instituciones educativas. Teoría-práctica, conservar-

transformar, medios-fines, diversidad-uniformidad, democracia-autoridad, educación-

instrucción, valor de uso-valor de cambio. Formalmente la evaluación es una actividad que

consiste en recoger información para emitir un juicio con el fin de tomar decisiones.

Prácticamente ¿Cuantas decisiones de orientación, recuperación y ayuda tomamos? ¿Qué

hacemos cuando conocemos perfectamente el diagnóstico? Social e incluso legislativamente,

la educación tiene como finalidad estratégica, la formación a ciudadanos para que puedan

ejercer de manera crítica en una sociedad axiológicamente plural, la libertad la tolerancia y la

solidaridad (LOGSE) prácticamente ¿Sirve la evaluación para ejercer libertad y la solidaridad?

¿Son justas, participativas y solidarias nuestras evaluaciones? ¿Qué aprenden realmente

nuestros alumnos cuando son evaluados?

La rutina de las prácticas evaluadoras tiene como objetivo el alumno, como medio el

examen y como fin la calificación selectiva expresada cuantitativamente. La evaluación de los

procesos, del Centro, del profesor, de currículum, de la misma evaluación, no son prácticas

habituales en nuestras instituciones educativas. Las prácticas evaluadoras están enfermas, y su

patología no sólo procede de la creencia de que es posible la objetividad en las ciencias

sociales, sino también de la función selectiva y competitiva de los sistemas educativos y sobre

todo, de esa tendencia a simplificar y a convertir en rutina los actos humanos que en los

profesores se traduce en la inclinación a enseñar, no con los métodos que nos han predicado,

si no con los que nos ha enseñado.

Complejidad, contradicción y patologías como características de las prácticas de

evaluación se relacionan entre si y se complementan con un elemento aglutinador: el

dogmatismo. No hay rutina que perdure sin que esté fundamentada en dogmas y en el caso de

la evaluación podríamos hablar de la evaluación final. Cuando evaluamos lo hacemos siempre

al final del proceso, cuando ya es imposible reconducirlo para mejorar. También existe, por

ejemplo, el dogma de la recuperación: las dificultades y los errores de aprendizaje, se

presupone que los recupera y los subsana siempre el alumno por su cuenta, sin la intervención

del profesor. O el dogma de que no es posible una evaluación democrática que eduque,

paralelo también a aquel otro de que "sólo es el profesor el que tiene el poder inapelable de

evaluar y de calificar de acuerdo con los criterios que él y sólo él determina".

Hablar por tanto de un nuevo tipo de educación significa comenzar por reconstruir

nuestras prácticas educativas cotidianas a la luz de nuevos valores. Evaluar por tanto significa

atender a la persona de los alumnos para que tomen conciencia de sus logros y dificultades y

podamos así establecer las estrategias más adecuadas para su potenciación y su mejora. No

tiene ningún sentido continuar permaneciendo con las rutinas examinadoras de siempre y

habrá en consecuencia que dirigirse hacia un horizonte más cualitativo y educativo del que

hasta ahora venimos ejerciendo.

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4

¿¿DDeeppeennddeenncciiaa oo aauuttoonnoommííaa??

Las más modernas teorías del aprendizaje plantean la necesidad de partir de las

exigencias del sujeto que aprende, con el fin de que ajustándose a ellas podamos conducirlo a

mayores niveles de desarrollo. Sin embargo cuando el profesor facilita la ayuda puntual y

continua, que permite ir paso a paso consiguiendo nuevos niveles de desarrollo cognitivo,

afectivo y social, hay que tener en cuenta también que el proceso de enseñanza-aprendizaje es

un proceso de ajuste, es una especie de andamiaje, en el que el profesor al mismo tiempo que

se adapta al grado de desarrollo de sus alumnos, le va planteando nuevos retos y exigencias

con el fin de que por sí mismo, vaya progresando en la interminable escalera del aprendizaje.

Por tanto, la actual polémica sobre los niveles de aprendizaje y sobre la importancia de

los contenidos, se resuelve bajo el principio de autonomía: exigencia de que nuestros alumnos

trabajen, participen, actúen y adquieran el papel de protagonistas de su propio aprendizaje. El

mejor profesor es aquel que no es necesario, o aquel que es capaz de asumir las enseñanzas

que le ofrecen sus alumnos proporcionándoles permanentemente nuevos retos y exigencias

para que se hagan cada vez más autónomos. O como sabiamente nos señala la sabiduría

oriental «…El verdadero maestro entiende que la iluminación no es el fin, sino el medio.

Tomando conciencia de que la virtud es su meta, acepta el largo y con frecuencia arduo cultivo

que es necesario para alcanzarla. No maquina para convertirse en líder, sino que en silencio

sobrelleva cualquier responsabilidad que caiga sobre sí. No apegado a sus realizaciones, ni

atribuyéndose nada, guía al mundo entero orientando a las personas que le llegan. Comparte

su energía divina con sus alumnos, animándoles, poniéndoles pruebas para fortalecerles,

regañándoles para despertarles, dirigiendo las corrientes de sus vidas hacia el océano infinito

del Tao…» (HUA HU CHING; Siglo VI a.C.).

¿¿RReessppuueessttaass oo pprreegguunnttaass??

Hasta ahora toda nuestra (de)formación académica ha estado basada en la obediencia.

El éxito escolar ha sido siempre medido por nuestra capacidad de adaptarnos y de obedecer a

las preguntas que nos hacían otros. En realidad somos herederos de una cultura basada en

respuestas conocidas de antemano. Nuestra capacidad para preguntar, inquirir, investigar,

cuestionar, dudar, ha estado muy limitada, entre otras razones porque hemos creído que

únicamente es el profesor era que enseñaba y los alumnos los que aprendían.

Ahora y sobre todo dado el tiempo que nos ha tocado vivir necesitamos de seres

humanos capaces de hacerse muchas preguntas, capaces de poner en duda el orden social

establecido que se nos presenta como natural, capaces en suma de generar nuevas prácticas y

nuevas alternativas que nos permitan construir diariamente, desde lo más sencillo a lo más

complicado, situaciones de mayor bienestar y de mayor racionalidad.

En consecuencia, nuestras metodologías tendrán que basarse en nuevos presupuestos:

habrá que centrar una vez más al alumno como persona y como sujeto, y comprender que sin

el diálogo, la participación, y la interacción social permanente no es posible alcanzar categorías

de aprendizaje crítico y reflexivo.

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5

¿¿RRaazzóónn oo sseennttiimmiieennttooss??

A lo largo de mucho tiempo la cultura de la Ilustración ha venido a mostrarnos que la

razón debe ser el fundamento de toda educación. La glorificación de la razón ha supuesto un

desprecio sistemático de la sensibilidad, ha supuesto en suma la marginación de lo que resulta

más esencial para el desarrollo humano: nuestra capacidad para dotar de energía nuestra

conducta cotidiana. Y esa energía que nos mueve a actuar no se compone exclusivamente de

buenas razones, sino sobre todo de deseos, impulsos, afectos, emociones y sentimientos.

Educar los sentimientos es el principio de la educación del carácter y esto no es otra

cosa que anticipar la educación en valores, en criterios, en argumentos, capaces de mover a la

acción. De este modo la educación afectiva y sentimental es la condición para la educación de

la voluntad y de nuestras tendencias hacia la acción.

Acercarnos a la persona en su totalidad significa plantearnos que toda acción educativa

aunque su objeto aparentemente esté muy alejado de los ámbitos afectivos, en realidad están

muy cercanos, porque son los sentimientos los que actúan de puente y de puerta de entrada a

la razón. Los afectos por tanto, son al mismo tiempo el medio y el mensaje porque en realidad

aunque expliquemos lo que sabemos lo que enseñarnos lo que somos: todo profesor, aunque

no quiera asumir esa responsabilidad, es también profesor de vida y de ética.

DDeemmooccrraacciiaa oo aauuttoorriiddaadd

La función política declarada formalmente como finalidad general de los sistemas

educativos en su contribución a la socialización general de toda la población, bajo su aparente

bondad y buenas intenciones a nivel de discurso, se ha convertido en la práctica en una pura

rutina administrativa muy alejada de aprendizajes vitales de carácter democrático. Aunque

administrativamente existen regulaciones que garantizan la participación formal de familias,

profesorado y alumnado en la gestión y control de las actividades escolares y formalmente la

participación está regulada en todos nuestros centros escolares, lo cierto es que las prácticas

democráticas no solamente son cada vez más rutinarias y alejadas del compromiso y de la

actitud colectiva de construcción de proyectos educativos, sino que además son ignoradas

como prácticas vivas, creadoras y generadoras de valores profundamente humanos. Mientras

que la democracia siga considerándose como un simple mecanismo procedimental para tomar

decisiones y no una actitud vital de comprensión, libertad, respeto, tolerancia, diálogo,

transparencia, participación e igualdad, difícilmente podremos librarnos de la sofocante

autoridad que emana de la burocracia, la rutina o la resignación.

Los procesos de enseñanza-aprendizaje, son procesos vivos, cargados de valores que

exigen una actitud dialógica, permanentemente abierta a la recreación, la reconstrucción, la

consideración del valor de los errores, la reflexión, la relaciones personales, la vinculación

afectiva y la elaboración de propuestas de acción compartidas y colectivas. La educación, como

nos enseño Freire es en realidad una práctica de la libertad y la autoridad del educador no

procede ni de su acreditación, ni tampoco de la especial posición que ocupa en la jerarquía

burocráctica, sino de su papel de servidor y ayudante a personas que lo reclaman y necesitan

para aprender.

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Democracia y autoridad no son pues conceptos opuestos y aplicados a los procesos de

enseñanza aprendizaje suponen poner en marcha procesos de transformación social y

personal. Transformación social porque al poner en marcha procesos colectivos y/o de aula en

los que la participación, el diálogo, la escucha, el acogimiento, la expresión abierta y sincera de

ideas, puntos de vista, el compromiso ante el grupo, la reflexión individual y colectiva, la toma

de decisiones por consenso, el trabajo cooperativo, la rotación de responsabilidades, etc, a

partir de las necesidades y problemas existenciales que los sujetos viven y experimentan,

estamos en realidad produciendo y generando actitudes, y por tanto valores cuya expresión no

es ya una declaración realizada en texto legal, sino el resultado de una forma cotidiana de

estar y de vivir en el mundo.

A partir de aquí, la autoridad del profesor ya no reside un sus competencias legales, ni

en su curriculum profesional, sino en su capacidad de generar entusiasmo, de generar “alma” y

de buscar sentido a todo lo que se hace y se construye en el aula y fuera del aula, una

capacidad que está indisociablemente unida no sólo a sus recursos y habilidades docentes,

sino sobre todo a la humildad, sencillez, experiencia de vida y humanidad en suma con que

ejerce su principal y casi exclusiva función: ayudar a los demás a que aprendan de forma

autónoma alimentando relaciones de cooperación e interdependencia, implicándose con

todos y especialmente con los más débiles y/o con mayores dificultades en el interminable y

apasionante proceso de vivir, aportando lo mejor que tenemos para el cambio social y la

constante vigilancia y atención al cambio personal.

CCiieenncciiaa oo eessppiirriittuuaalliiddaadd

La escuela actual heredera de la Ilustración, el capitalismo y el nacionalismo, siempre

consideró al ser humano como un animal racional destinado supuestamente a apropiarse

natural y legítimamente de los bienes de la madre Tierra. El paradigma cartesiano-newtoniano,

la revolución industrial, la mal llamada economía de libre mercado, junto a la civilización

patriarcal basada en la agresión, la jerarquía, el autoritarismo, la obediencia ciega, el

militarismo y la guerra nos han llevado ya a un punto, en el que los más recientes y no tan

recientes descubrimientos de las ciencias físico-naturales nos ponen de manifiesto que hemos

sobrepasado ya los límites del crecimiento. De seguir la hoja de ruta que llevamos como

especie no solamente no está garantizada nuestra supervivencia sino que está amenazada la

vida en la tierra.

Gracias a la física cuántica y a los descubrimientos de Heisengberg, Neil Bhor, Einstein o

más modernamente a las aportaciones científicas de Capra, Morin, Laszlo, Prigogine,

Nicolescu, Sheldrake, Pibram, Groof, Bateson, Bohm, Lipton, Zohar, Goswami, entre muchos

otros, hemos podido descubrir en diálogo con filósofos y figuras relevantes del mundo de la

psicología transpersonal y la espiritualidad, que las religiones son construcciones históricas que

a pesar de sus innegables errores y violaciones de la dignidad humana, han posibilitado abrir

importantes puertas y pasillos para adentrarnos en el mundo de los valores y de la realización

plena. En este sentido una ciencia con conciencia, una ciencia humana orientada a la vida y a

su mantenimiento, no solamente no es incompatible con el desarrollo espiritual y con la

autoconstrucción de formas de vida y convivencia más pacíficas, generosas, compasivas y

armoniosas, sino que además nos proporciona el conocimiento necesario para crear las

respuestas tecnológicas más convenientes para nuestra vida en el planeta.

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Si a lo largo de más de dos siglos, nuestros currículos escolares han estado básicamente

cargados y sustentados de nacionalismo, belicismo, etnocentrismo, cientifismo, dogmatismo,

catecismo, androcentrismo, cartesianismo y eurocentrismo, considerando la educación

emocional, moral y espiritual como tareas ligadas a la religión oficial impuesta por el Estado,

creemos llegado el momento de religar los saberes con el fin de dar respuesta a la crisis global

que nos impide ser, que nos impide vivir y convivir plenamente como humanos.

Hoy necesitamos más que nunca habilitar espacios de encuentro, reflexión, diálogo,

interacción y construcción para que los saberes académicos y científicos se enriquezcan,

relacionen y mezclen con los saberes de experiencia y de acción, con los saberes éticos,

estéticos y espirituales. Ignorar las dimensiones espirituales del desarrollo humano en nombre

de un supuesto laicismo propiciador de objetividad y neutralidad, es prestar un flaco servicio a

la necesaria y cada vez más urgente cultura de la religación de los saberes, sobre todo porque

si la religión es una cuestión evidentemente privada y ligada a estructuras y jerarquías de

poder, la espiritualidad es en realidad una dimensión más del desarrollo, como pueda ser la

corporal, social, cognitiva o emocional.

DDiiddááccttiiccaa yy ccoommpplleejjiiddaadd

Generalmente cuando en el lenguaje común se utiliza el sustantivo “complejidad” o el

adjetivo “complejo” su significado se asimila a complicado, difícil, enrevesado, de dificultosa

comprensión o indescifrable. De hecho el Diccionario de la Real Academia de la Lengua lo

define en su primera acepción como “complicado”. Sin embargo, el término “complejo”,

utilizando ampliamente la significación que le da Edgar Morin, no quiere decir complicado,

sino tejido en conjunto, articulado en red, compuesto y combinado de partes que interactúan

y se relacionan entre sí.

El pensamiento complejo por tanto, es aquel que es capaz de ver las cosas en su unidad

a partir de su diversidad; el que es capaz de relacionar conceptos e ideas divergentes

construyendo convergencias a partir de sus relaciones; el que puede analizar y sintetizar al

mismo tiempo, construyendo, deconstruyendo y reconstruyendo haciendo emerger lo nuevo.

En consecuencia un pensar complejo es aquel que es capaz de unir, integrar, relacionar,

descubrir conexiones, dimensiones y bifurcaciones, sintetizando y analizando dinámicamente

aquello que aparentemente se nos presenta como contradictorio, yuxtapuesto o disyuntivo.

Si aplicamos la mirada compleja a los procesos de enseñanza-aprendizaje,

descubriremos que todo está religado y construido de forma singular a partir de la relación

dinámica entre los seres humanos y su ambiente, a partir de la unidad de intenciones,

motivaciones, emociones y los recursos, medios, elementos y características que ofrece el

contexto. Una unidad que se construye y reconstruye en movimientos continuos de orden y

desorden, de sujeto y objeto, de profesor y alumno, de condiciones dadas y creadas que a su

vez codeterminan el proceso en su origen y en su desarrollo. Decir por tanto que los

fenómenos educativos son complejos, no significa solamente asumir que están compuestos

por multitud de variables, sino más bien comprender, que están permanentemente

produciéndose y reproduciéndose, destruyéndose y construyéndose, haciéndose de una forma

viva que combina objetividad, subjetividad, intersubjetividad y también azar.

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La mirada compleja de la educación nos ayuda a comprender como a partir de los

conflictos pueden emerger enormes posibilidades de desarrollo, como a partir de los errores

podemos aprender más eficazmente o como a partir del desorden, el desequilibrio, las

dificultades y lo aparentemente contradictorio pueden emerger situaciones que estimulen más

positivamente los procesos educativos.

Pero además, el pensamiento complejo aplicado a la educación nos permite

fundamentar las características de incertidumbre, originalidad, flexibilidad, autonomía,

apertura, adaptación, intersubjetividad y diálogo que están implícitos en cualquier proceso de

enseñanza-aprendizaje y en toda propuesta curricular. Hablar por tanto de didáctica desde una

perspectiva compleja significa asumir que cualquier propuesta de principios, de métodos, de

recursos o de técnicas no será más que una entre otras posibles, de aquí que no podamos

establecer nunca como exclusivas y únicas ninguna estrategia metodológica, porque los

fenómenos educativos y los procesos de enseñanza-aprendizaje se constituyen y desarrollan a

partir de de múltiples realidades y relaciones en las que intervienen diversidad de personas,

diversidad de producciones y concepciones del conocimiento, diversidad de contextos y

diversidad de relaciones entre ambos.

A partir de estos enfoques, toda metodología didáctica ya no puede seguir siendo

considerada como un conjunto de preceptos o de reglas establecidas a priori separadas del

objeto de conocimiento, de las condiciones del contexto y en las que los sujetos no intervienen

de forma dialógica y participante, sino que por el contrario «…debe ser comprendida como

camino que se descubre al caminar, pudiendo, en cualquier momento, en función de las

emergencias, decidir por una nueva ruta o bifurcación a ser recorrida, pero eso no quiere decir

que el método como camino sea una improvisación cualquiera, sino que por el contrario es el

producto de una actividad pensante de los sujetos, que son capaces de aprender, inventar,

reflexionar y crear durante su camino… » (MORAES, Maria C. y VALENTE, J.A.; 2008: 54).

El acercamiento a la didáctica desde una perspectiva compleja exige pues la

construcción de estrategias metodológicas en las que el sujeto no esté separado del objeto, lo

cual significa que el desarrollo de la subjetividad y las transformaciones que se producen como

consecuencia del aprendizaje están indisociablemente unidas a los contextos significativos en

los que existen los objetos de aprendizaje, objetos que únicamente adquieren sentido pleno si

son relevantes para la vida, el crecimiento y la maduración del sujeto en el seno de las

dinámicas de transformación de los contextos.

En consecuencia, las estrategias metodológicas y las técnicas didácticas resultantes de

esta unidad entre sujeto y objeto nos ponen de manifiesto no sólo su provisionalidad y la

necesidad de que sean permanentemente revisables y evaluables, sino también el carácter del

propio curriculum, en el sentido de que su función no puede seguir consistiendo en satisfacer

las exigencias burocráticas de un sistema credencialista y meritocrático que arbitrariamente

determina lo que debe ser enseñado.

La mirada compleja de la educación, aunque aparentemente pueda parecer una ruptura

y una forma completamente nueva de comprender los fenómenos educativos, en realidad no

lo es, sobre todo porque el pensamiento complejo lo que hace es integrar, unir, analizar y

sintetizar al mismo tiempo, tomar conciencia de la provisionalidad y singularidad de los

procesos. Esto significa que el horizonte de una didáctica desde la perspectiva compleja

necesariamente aparecerán nuevas concepciones del aprendizaje, del curriculum, del papel

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del profesorado, de la organización escolar, etc… concepciones, que aunque aparentemente se

nos manifiesten como novedosas, en realidad forman parte del acervo pedagógico que la

historia de la educación nos ha legado. Así por ejemplo, si hablamos de la indisoluble unidad

entre sujeto, objeto y contexto, o de la necesidad del papel del diálogo y la creación de

ambientes estimulantes de aprendizaje, de la indispensable participación activa y protagonista

de los sujetos, o de la función del profesorado a partir de perspectivas éticas y de

responsabilidad social, nos estaríamos refiriendo a la Educación Liberadora de Paulo Freire, a

la Educación Personalizada de Pierre Faure o a la Pedagogía de Celestin Freinet. En otras

palabras: el pensamiento complejo aplicado a la educación y a la didáctica no viene a sustituir

con nuevos métodos y programas los antiguos, sino a recuperar lo que de vivo, creativo,

enriquecedor y liberador tiene lo que realmente hacemos en las aulas, con objeto de

integrarlo y desarrollarlo a partir de nuevas miradas.

A partir de aquí nos resulta necesario hacer una breve incursión en los denominados

«operadores cognitivos del pensamiento complejo» ya que estos nos permiten comprender

mejor los fenómenos educativos en esa doble complejidad empírica y moral por la que es

imposible reducirlos a procesos lineales de causa-efecto, principios de entre los que habría que

destacar los siguientes (MORAES, Maria C.; 2008: 97-113).

PPrriinncciippiioo ssiissttéémmiiccoo--oorrggaanniizzaacciioonnaall

El aprendizaje puede ser considerado como un proceso de construcción personal

mediante el cual el sujeto integra nuevos contenidos de diversa naturaleza en la estructura

cognitivo-emocional preexistente, de forma que como consecuencia de la nueva incorporación

y de la adaptación e integración producida, nace una nueva estructura cognitivo-emocional

más amplia y explicativa de la realidad, permitiendo así la emergencia de procesos creativos y

recreativos que pueden dar lugar a nuevos conocimientos. Se trata de un proceso en el que el

conocimiento y reconocimiento de las partes está fuertemente ligado al conocimiento y

reconocimiento del todo, haciendo posible la manifestación y expresión de ocurrencias,

ideaciones y creaciones que ponen de manifiesto el hecho de que el todo, es decir, los

procesos y resultados del aprendizaje, son siempre mayores y cualitativamente diferentes a la

suma de las partes.

Al igual que la Física Cuántica nos muestra que observador, objeto observado y proceso

de observación son inseparables y forman parte de una totalidad en función del acoplamiento

estructural resultante del intercambio de materia, energía e información, en la acción didáctica

sucede exactamente lo mismo. Sujeto que aprende, sujeto que enseña, contexto de

aprendizaje, objeto de aprendizaje y acciones llevadas a cabo para enseñar y aprender, forman

parte de una totalidad articulada conforme a las relaciones e interacciones que resultan del

intercambio de materia, energía e información. Son entonces los intercambios e interacciones

sociales que se producen en la comunicación didáctica los que van a articular el acoplamiento

estructural: son las vibraciones, estimulaciones, provocaciones, intenciones, motivaciones y

acciones de carácter emocional (energético), las producidas y/o condicionadas por el soporte,

el formato, los métodos o las técnicas de la comunicación (material) y las asociadas al sentido,

objeto, significatividad y relevancia del contenido de aprendizaje para el sujeto (información)

las que harán posible que un proceso de enseñanza-aprendizaje se desarrolle en su dimensión

más didáctica. En consecuencia, la calidad de un aprendizaje y el grado de eficiencia didáctica

de la enseñanza dependen de cada sujeto, de las relaciones que estos establecen entre sí, del

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0

papel y la función que juegan los contenidos de aprendizaje, de la coherencia de los

procedimientos y estrategias utilizadas para enseñar-aprender y del grado de estimulación que

ejercen los ambientes y contextos de aprendizaje.

De esta manera si las relaciones del profesorado con el alumnado son coercitivas,

prescriptivas, limitadoras y en general obstaculizadoras de conductas autónomas, creadoras,

cooperativas y dialogantes, obviamente los procesos y resultados que se obtengan no

solamente serán muy escasos en las adquisiciones, sino también propiciadores de aprendizaje

pobres, de bajo nivel y con escasas posibilidades de anclaje y proyección hacia nuevos

aprendizajes.

Sin embargo, desde el principio sistémico-organizacional, la acción didáctica no

solamente se inscribe en los contextos de aula y en las relaciones e interacciones que se

producen entre profesorado y alumnado, incluyendo en ellas las relaciones entre iguales

(profesorado-profesorado y alumnado-alumnado), sino también y de forma especialmente

significativa en la totalidad del centro educativo en su conjunto y de cómo éste promueve y

estimula el aprendizaje organizativo.

Una mirada compleja a la didáctica, a partir del principio sistémico-organizativo significa

contemplar la importancia y la influencia que tiene el conjunto de la organización escolar del

centro en las dinámicas de aprendizaje que se generan, tanto dentro como fuera del aula. Y

esto significa asumir la necesidad de satisfacer al menos las siguientes propuestas:

1. Mejorar continuamente la organización, sus esquemas de funcionamiento, el clima de

convivencia, los espacios, tiempos, recursos y en general todas las condiciones que

propicien el aprendizaje orientado al desarrollo personal y comunitario.

2. Crear equipos de profesores o grupos de trabajo que conscientemente se esfuercen en

compartir objetivos, metas, métodos y técnicas y sobre todo en ayudarse mutuamente

en el ejercicio de sus tareas profesionales.

3. Desarrollar visiones comunes sobre los objetivos de la organización y los fines últimos

que justifican el trabajo profesional.

4. Intercambio y difundir las mejores prácticas en toda la organización: autoformación y

autoaprendizaje y desarrollo profesional de todo personal perteneciente al centro

educativo.

5. Reflexión, justificación y análisis crítico de las prácticas cotidianas habituales que se

consideran como normales, comprometiéndose en la experimentación de nuevas

prácticas.

6. Disposición y apertura para cambiar los marcos habituales de pensamiento: flexibilidad,

tolerancia, actitud positiva y cooperativa ante nuevos enfoques de aprendizaje, nuevas

metodologías y nuevas exigencias de la realidad del centro educativo y su entrono.

7. Creación de climas psicosociales y de convivencia positivos, dialogantes, cooperativos

dirigidos a desarrollo un espíritu de equipo y de proyecto-proceso colectivo

comprometido con la mejora y el servicio de calidad a las personas y/o clientes.

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8. Existencia de redes horizontales formales e informales que garanticen continuamente

flujos de información interna, con el entorno exterior y que primen la transparencia, la

reciprocidad, la solidaridad y la cooperación.

PPrriinncciippiioo hhoollooggrraammááttiiccoo

Otro de los principios del pensamiento complejo es el que nos permite apreciar que si el

todo, el conjunto, lo general está formado por partes, elementos y especificidades que

interactúan y se relacionan entre sí, al mismo tiempo las partes y elementos están integrados,

contenidos y subsumidos en las totalidades, conjuntos y generalidades. Decir hologramático

supone entonces constatar que todo está ligado y conectado en relaciones de supraordinación

y subordinación que configuran estructuras en la que el todo está en las partes y las partes en

el todo.

De la misma manera que en cada célula de nuestro organismo está contenido todo el

material genético de nuestra especie, en cada centro educativo, en cada estructura de la

organización escolar, en cada ambiente de aula, están igualmente contenidos los principios,

valores, expectativas y formas de pensar, sentir y actuar del paradigma o modelo de

pensamiento dominante o socialmente aceptado como normal.

Por otra parte y lo que aparentemente se nos presenta como una unidad, como un

elemento estructural de la realidad escolar, es en realidad la manifestación de todo un

conjunto de particularidades que se manifiestan en la diversidad. No existe un aula igual, una

intervención didáctica igual y universal, un profesor igual o un centro igual a otro, porque la

realidad se manifiesta unitaria y diversa al mismo tiempo. De este hecho se deriva que la

organización escolar y la didáctica no pueden concebirse como prescripciones fijas e

inmutables, ni mucho menos como normas burocráticas para regular el sistema, sobre todo

porque el aula, el centro, la acción didáctica, las estrategias metodológicas y las más diversas

técnicas requieren de autonomía, flexibilidad, dado que en última instancia, cada una de las

unidades y agentes que intervienen y forman parte de los centros educativos, son en realidad

estructuras vivas que integran una totalidad viva de otro nivel que es el centro y la comunidad

a la que pertenece.

Aplicar este principio a la acción didáctica significa satisfacer las necesidades que se

derivan de la atención a la diversidad de los educandos considerando que las finalidades

educativas esenciales pasan por ayudar a que se desarrollen personas armónicas, equilibradas,

autónomas para que estas contribuyan a construir unidades de convivencia, trabajo y

cooperación para el aprendizaje y la construcción de conocimiento. Pero significa también

comprender que nada de lo que sucede en un centro educativo, nada de lo que sucede en la

comunidad es indiferente o neutral a lo que acontece en los ambientes de aula y en la

interacción profesor-alumno, sobre todo porque si los modelos de gestión, organización y

administración escolar son verticalistas, rígidos, burocráticos y rutinarios no podrán estimular

y propiciar ambientes estimulantes y enriquecedores para el desarrollo de los procesos de

enseñanza-aprendizaje.

PPrriinncciippiioo rreettrrooaaccttiivvoo

Cualquier profesora o profesor sabe mejor que nadie, que todo efecto, toda reacción,

toda conducta es siempre provocada, motivada o inducida por una o múltiples causas que la

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2

producen, pero a su vez, la reacción, el efecto o el fenómeno causado termina por actuar

como fenómeno causante modificando así la causa o causas iníciales que lo provocaron.

Mediante este principio, aplicado a la acción didáctica descubrimos que aquello que

aparentemente creemos que produce determinados efectos, en realidad lo que está haciendo

es generar transformaciones en la propia acción didáctica inicial: cualquier intervención

didáctica es siempre dinámica, porque los efectos que esta produce en las conductas y en el

proceso de aprendizaje vuelve a nosotros induciéndonos a generar una nueva acción sutil,

parcial o totalmente diferente a la que un principio iniciamos. Por tanto la didáctica es algo

dinámico, es algo en permanente cambio, en constante proceso de ajuste y acoplamiento a la

realidad. (NERICI, I.; 1973).

La propiedad retroactiva de toda acción didáctica, es también conocida como feedback o

efecto de segundo orden producido en nuestro caso por el alumno o sujeto paciente de

nuestra acción, que en su naturaleza deja de ser paciente para convertirse en agente y generar

en el profesor un efecto que a su vez produce nuevas causas generadoras de efectos. De esta

manera podemos establecer que toda acción educativa, no solamente nunca podrá producir

los mismos efectos en los sujetos que la reciben, sino que además producirá efectos

imprevistos y diferentes a los inicialmente pretendidos, ya que existe una causalidad circular

de naturaleza compleja en la que causas y efectos se transforman entre sí.

A partir de este principio, podemos constatar que las acciones de enseñar y aprender, la

docencia y la discencia son procesos relacionados y conectados, cuyos resultados no dependen

de la acción unilateral del docente o del discente, sino de la relación y los procesos de

interacción que se establecen entre ambos. La enseñanza por tanto, dada su naturaleza exige

de humildad porque lo que aprendemos no está causado por lo que hace el profesor, sino por

las condiciones ambientales de carácter psicosocial, psicoafectivo y relativas al contenido

material, que hacen posibles interacciones ricas, motivadoras u sugestivas. Pero además, esta

humildad, que se basa en el reconocimiento de que todo ser humano es un sujeto epistémico

con capacidad para construir conocimiento y aprender por sí mismo, se fundamenta también

en el hecho de que realmente nadie puede educar a nadie y nadie tampoco puede educarse a

sí mismo, puesto que los seres humanos «...nos educamos en comunión mediatizados por el

mundo....» (FREIRE, P.; 1975: 90).

PPrriinncciippiioo rreeccuurrssiivvoo

Otro de los operadores cognitivos de la complejidad es el que se conoce como principio

recursivo mediante el cual podemos comprender como los seres humanos somos creadores y

transformadores de la sociedad, al mismo tiempo que somos creados y transformados por ella

como consecuencia de los procesos de socialización y aculturación. Dice Morin, que como

consecuencia de la recursividad los seres humanos somos productores y productos y por tanto

nuestra maduración y crecimiento personal, nuestro aprendizaje no son solamente el

resultado de procesos de causación lineal, de interacción simple y/o de autoregulación, sino

sobre todo de procesos autopoiéticos, en cuanto que somos capaces de autoproducir y/o crear

aquello que nos produce y nos crea.

Los procesos de enseñanza-aprendizaje son de naturaleza recursiva y autopoiética en

cuanto que de forma permanente producen condiciones que hacen posible procesos de auto-

eco-organización, en los que las personas que enseñan y aprenden al estar relacionadas en

entre sí y vinculadas al contexto y al objeto de aprendizaje, producen y crean experiencias que

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. 2

3

permiten generar siempre diversos aprendizajes y diversas formas y procedimientos de

enseñanza. De aquí que la coherencia y la naturaleza plenamente didáctica de todo proceso de

enseñanza-aprendizaje, dependa del grado y la variedad de experiencias, vivencias, creaciones,

intuiciones, emergencias y retroacciones que se den en dicho proceso. En otras palabras: si en

las aulas no existen posibilidades para desarrollar la creatividad, la intuición, la

experimentación, la innovación y la reconstrucción y recreación permanente de procesos de

enseñanza aprendizaje, los aprendizajes que en ella se produzcan, o bien serán de bajo nivel

(conceptuales, de memoria y recuerdo, burocráticos, prescriptivos…), o serán incoherentes

con los principios didácticos que se derivan del hecho de que los procesos de enseñanza-

aprendizaje son en realidad procesos vivos de naturaleza compleja.

A partir de aquí podemos establecer que todo profesor es productor de su propia

docencia en el sentido de que lo que él mismo hace, el ambiente que propicia, el proceso que

incentiva, o el clima que genera, no solamente influye en sí mismo de manera retroactiva

como consecuencia del efecto que sus acciones tienen sobre sus alumnos, sino que también lo

condiciona e influye de manera recursiva, en el aprendizaje de aquellas estrategias que le

permiten sacar de sí mismo aquellas cualidades que va poco a poco convirtiendo en

estrategias eficaces de enseñanza tras el impacto recibido por las emergencias y los procesos

sinérgicos producidos en la relación y la interacción.

Es como si realmente los procesos de enseñanza-aprendizaje y los principios didácticos

que los activan y desarrollan, siguiesen del alguna manera la Ley del Karma, en el sentido de

que en uno u otro momento, o bajo una y otra circunstancia, o mediante uno y u otro suceso,

siempre se presentará algo lo suficientemente significativo que hará cambiar el curso de

nuestras acciones. De forma más sencilla: todo profesor que está abierto, que es consciente de

que todo es incierto y fugaz, que se arriesga, se aventura, apostando continuamente por

transformar y crear condiciones que hagan posible que la interacción didáctica se convierta en

algo vivo y plenamente humano, estará contribuyendo a la consecución de un doble objetivo:

de un lado a enseñar y a aprender de un modo coherente con los principios de la vida y de otro

a hacer que la didáctica deje de ser una disciplina muerta de las denominadas ciencias de la

educación, para convertirse en una auténtica experiencia de vida, investigación, acción y

aprendizaje compartido, que al ser teorizada y recreada se convertirá en conocimiento

práctico de vida, de acción y de reflexión.

PPrriinncciippiioo ddiiaallóóggiiccoo

El principio dialógico constituye para Morin la expresión de cómo lo aparentemente

contrario o contradictorio está en realidad ligado e interligado permitiendo mantener lo dual,

integrado en la unidad (MORIN, E.; 2000: 106). En consecuencia, las aparentemente

contradictorias relaciones entre sujeto/objeto; contenido/continente; fondo/forma;

centro/aula; enseñanza/aprendizaje; profesor/alumno; medios/fines; individuo/sociedad;

cuerpo/mente; cuerpo/alma, etc, son en realidad visiones e interpretaciones del proceso

unitario, singular y colectivo como cada persona aprende y se desarrolla. No existe pues una

forma única de aprender, ni existe tampoco una forma unilateral de desarrollarse, porque

todas las construcciones analíticas y dicotómicas son abstracciones que utilizamos para mejor

analizar la realidad, pero que no son la realidad, sino solamente las líneas o elementos

cartográficos que la representan.

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4

Decir principio dialógico desde un punto de vista didáctico significa pues integrar lo

diverso, incluir lo diferente y unir lo opuesto en todos y cada uno de los elementos del proceso

de enseñanza-aprendizaje, lo que de otra forma significa también vivir plenamente procesos

de intercambio, cooperación, escucha, expresión, atención, reconocimiento, mirar y admirar,

de dar y recibir, de solidaridad en suma. Y como es obvio, esto pone una vez más de manifiesto

que la didáctica como ciencia de la educación y como conocimiento dirigido a la mejora de los

procesos educativos, tengamos que entenderla desde una perspectiva ética y amorosa, lo que

implica al menos cuidado y atención, comprensión básica de los procesos de aprendizaje y de

los sujetos que aprenden y enseñan, respeto a las personas y a todas las oportunidades que se

presentan para aprender y responsabilidad social del papel del profesorado como servidor,

ayudante y aprendiz.

PPrriinncciippiioo ddee aauuttoo--eeccoo--oorrggaanniizzaacciióónn

Para Edgar Morin la condición de sujeto se adquiere mediante la autonomía, autonomía

que se construye, o mejor se conquista mediante relaciones de dependencia con el medio

ambiente, porque realmente un ser vivo únicamente puede adquirir autonomía a partir de su

propio contexto y de las relaciones y flujos de intercambio de materia, energía e información

que establece con él.

Para la profesora Maria Candida Moraes, esta característica de autonomía/dependencia,

es la que permite todo ser vivo la creación de sus propias estructuras y de nuevas formas de

comportamiento a partir de las relaciones desarrolladas, de aquí que los vínculos y las

relaciones constituyan la llave de los procesos auto-organizadores, sean estos de naturaleza

bioquímica, celular, social o cultural, por lo que cualquier cambio en los vínculos y en las

relaciones implicará cambios en todo el sistema. Esto nos lleva a considerar que «…enseñar no

es solamente instruir, sino crear un ambiente experiencial, crear condiciones o circunstancias

de aprendizaje para que las cosas realmente ocurran…» (MORAES, Maria C.; 2008: 104) y que

por tanto, el principio de auto-eco-organización aplicado a la didáctica consiste en comprender

que «…enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades de su producción o de

su construcción (ya que) quien enseña, aprende al enseñar y quien aprende enseña al

aprender…» (FREIRE, P.; 1999: 24 y 25).

En este principio curiosamente coinciden, la profesora Maria C. Moraes y Paulo Freire,

una desde presupuestos biológicos y del paradigma de la complejidad, y otro desde una

perspectiva político-pedagógica. Sin embargo, ambos reivindican la necesidad de que la

docencia y el papel del profesorado esté dirigido a la creación de condiciones y ambientes

ricos para la producción de conocimiento y lo que están diciendo en realidad es que todo

proceso educativo, necesariamente tiene que ser un proceso de amor, porque «…la educación

es un acto de amor, un acto de valor…» (FREIRE, P.; 1976: 92), pero también porque «...la

fuerza de la vida está en las relaciones, en los enlaces, en los procesos de interdependencia, en

los diálogos muchas veces divergentes en relación a nuestra manera de pensar y de actuar.

Está en las asociaciones, en los procesos de cooperación y comunión como también en las

relaciones éticas constitutivas de la gran tela de la vida, tejido a cada instante, en el aquí y en

el ahora (…) en el amor como emoción central de la historia evolutiva humana, como

fundamento biológico del fenómeno social y como modo de vivir en el respeto mutuo, en la

justicia y en la solidaridad...» (MORAES, Maria C. ; 2008: 258)

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5

En consecuencia, considerar los procesos de enseñanza-aprendizaje como procesos de

auto-eco-organización significa en términos didácticos crear la condiciones y realizar las

gestiones y mediaciones necesarias para que estos sean activos, dinámicos, reconstructivos,

recreadores, abiertos a todas las posibilidades, pero también humanos, afectivos,

motivadores, vinculados y configurados en redes de relaciones, y en definitiva amorosos,

porque solamente las relaciones amorosas y/o afectivas tienen la capacidad de crear vida,

alegría y entusiasmo. Dicho en términos muy sencillos: sin cariño, sin afectos, sin amor, sin

valentía, sin pasión y sin entusiasmo (llevar un dios dentro), no pueden generarse procesos

auto-eco-organizativos ni desarrollarse procesos de enseñanza-aprendizaje plenamente

humanos y enriquecedores.

PPrriinncciippiioo ddee rreeiinnttrroodduucccciióónn ddeell ssuujjeettoo ccooggnnoosscceennttee

Desde una perspectiva compleja, toda teoría, todo conocimiento y en nuestro caso toda

propuesta didáctica, aunque esté fundada en datos y hechos objetivos, realmente no podemos

afirmar con certeza y asegurar con precisión, que dicha propuesta o teoría sea efectivamente

objetiva, sobre todo porque tanto para su creación, expresión, interpretación y aplicación

siempre hay un sujeto humano que la subjetiviza a partir de su propia historia de vida, de sus

narraciones y metanarraciones. El sujeto por tanto forma parte del proceso de construcción y

de reconstrucción de conocimiento, de aquí que no pueda darse por válida y universal

cualquier teoría, propuesta, estrategia metodológica o técnica didáctica. Podemos

aproximarnos mediante el diálogo, la interacción y la vinculación indisociable al contexto, a

grados y esferas de objetividad, pero siempre a partir de la intersubjetividad compartida y la

participación de los sujetos.

Este principio entendido como principio didáctico nos lleva a situar en primer plano el

papel que juegan las personas desde su singularidad; las acciones que desarrollan como

consecuencia y/o expresión de su historicidad, de su biografía y las interacciones que se

desarrollan a partir de los subjetivo como encarnación de deseos, intenciones, afectos,

impulsos, valoraciones e interpretaciones. De aquí que la didáctica, al igual que la educación

no puedan ser en ningún caso neutrales, sino que por el contrario se materializarán siempre en

actos de beligerancia fundados en valores que responden a la singularidad de los deseos y

aspiraciones de cada ser humano. De ahí que toda didáctica, todo principio pedagógico o toda

metodología, por muy positiva y excelsa que se nos pueda presentar, lleve implícita la

posibilidad de ser negada, contraindicada o instrumentalizada por los sujetos, que al ser

sujetos de contradicción y error, podrán en cualquier momento actuar de forma incoherente

negando en la práctica los fines originales pretendidos.

Reintroducir por tanto el sujeto en los procesos de enseñanza-aprendizaje significa

entonces partir de que aprendemos siempre de forma integral y unitaria. No es el cerebro el

que aprende, no es tampoco el hemisferio izquierdo, ni siquiera el derecho, ni el cuerpo

aislado del contexto personal y social, sino que por el contrario es la persona entera en todas

sus dimensiones e interrelaciones la que de un modo armónico va integrando y articulando los

aprendizajes en la perspectiva de su singular proceso de desarrollo y autorrealización. Y esto

tiene una extraordinaria importancia, sobre todo porque quiebra el tradicional paradigma

curricular de la especialización disciplinar: el hecho de considerar como un beneficio educativo

la ingestión de diversas píldoras de información en dosis variables y arbitrarias, no solamente

no garantiza el conocimiento, sino que expropia el proceso de enseñanza-aprendizaje de todo

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lo que tiene de humano, emocional, creativo, intuitivo y autorrealizador y por tanto se

convierte en la práctica, en la negación de los objetivos educativos pretendidos. Si todo se

reduce al recuerdo de datos y acumulación de conocimientos, el profesorado hace tiempo que

ha dejado de ser necesario, a no ser que su papel sea el de administrador y gestor burocrático.

Reintroducir el sujeto cognoscente en los procesos de enseñanza-aprendizaje, además

de una nueva visión epistemológica que nos permite integrar aprendizajes que proceden de la

experiencia y de la acción humana, que siempre son más ricos y van mucho más allá que las

prescripciones elaboradas por los mandarines de la administración educativa, nos sumerge

también en un nuevo paradigma educativo de carácter liberador, personalizado, holístico y

transdisciplinar. Colocar a la persona en el centro de toda actividad educativa asegurando las

condiciones que hagan posible su máximo desarrollo en el sentido de la conquista de su

máxima humanidad, es por tanto un planteamiento didáctico estratégico y que se sitúa

siempre mucho más allá de los estrechos límites de lo puramente recetario, técnico o

administrativo.

Si el sujeto que aprende y que enseña adquiere el necesario protagonismo en su acción,

partiendo del respeto al hecho de que cada ser humano enseña y aprende de una forma

singular y única, la tarea educativa siempre va más allá de los estrictamente dado y heredado

de antemano y al ir más allá se hace transdisciplinar. La educación así entendida y los procesos

de enseñanza-aprendizaje y de orientación-desarrollo que la conforman, se constituyen

entonces en un proceso individual y colectivo de investigación, de búsqueda, de

autoconstrucción, de andadura permanente por comprender, conquistar grados cada vez más

armónicos e integrados de autoconocimiento y de autotelia. Si el sujeto realmente entra y

ocupa la escena haciéndose cargo de sí mismo y responsabilizándose de su vida, entonces

necesariamente llegará al camino que no es camino si no se anda, y este camino no es otro

que el de la transformación y el conocimiento de sí mismo, y el del compromiso con la

realización de fines propios dirigidos a la expansión de su humanidad, humanidad que no

puede entenderse sin la ética de valores como la justicia, la libertad, la igualdad y la

solidaridad.

El principio de la re-introducción del sujeto cognoscente en los procesos de enseñanza-

apredizaje resulta especialmente fundamentador en aquellas acciones dirigidas a construir un

curriculum abierto a la complejidad a partir de problemas reales de carácter social, político,

ecológico y psicológico descubiertos por los sujetos que aprenden y enseñan y no bajo el

tradicional y burocrático enfoque basado en los contenidos disciplinares. Mediante diversas

técnicas y procedimientos como la autobiografía razonada, las historias de vida y los diarios,

podemos poner en marcha procesos dialógicos y reflexivos capaces de generar conocimiento a

partir de las experiencias personales de los sujetos que al ser ilustradas y analizadas con las

teorías disponibles y a partir de la interacción, se constituye en una fuente inagotable de

investigación, de autoconocimiento y de educación.

Por otra parte lo que sucede en el aula, lo que vivimos en la realidad es siempre algo

completamente diferente a lo que planificamos y a lo que creemos que obtenemos. En

espacios de complejidad, el mapa nunca es el territorio y por tanto si reintroducimos al sujeto

en el proceso estamos implícitamente admitiendo de que existen distintos niveles de realidad

en todas las experiencias de vida (GALVANI, P.; 2008).

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7

1. El nivel del acontecimiento, suceso o evento: hechos observables.

2. El nivel de la percepción del acontecimiento, percepción que es orientada por la

intencionalidad del sujeto y por tanto no es una recepción pura del hecho la conciencia.

Las neurociencias señalan que el 80 % es construido por nuestras neuronas.

3. El nivel afectivo que desencadena emociones, sentimientos y reacciones placenteras o

dolorosas asociadas las percepciones.

4. El nivel de las asociaciones simbólicas que dan sentido a las formas de la experiencia o

las construcciones e interpretaciones que se realizan en función de las creencias

personales y las lógicas sociales que dan sentido a los acontecimientos

5. El nivel del lenguaje en el cual el sujeto narra, interpreta, nombra y divide la globalidad

de su experiencia vivida, lo que constituye el campo de las representaciones y

explicaciones conducidas en el lenguaje y el saber conceptual de una cultura o de un

grupo social.

Lo que nos sucede en la práctica, es que al ignorar los diferentes niveles de realidad del

sujeto que enseña y aprende los niveles 1 y 5 se confunden, ignorando así los diferentes filtros

que intervienen en los procesos de construcción de conocimiento. Por tanto un aprendizaje

puede ser catalogado como transformador, si al tomar conciencia de los múltiples niveles de la

realidad de la experiencia, es capaz de eliminar todo aquello que hay de enajenación e

ignorancia en las representaciones construidas que confunden el mapa con el territorio.

PPrriinncciippiioo eeccoollóóggiiccoo ddee llaa aacccciióónn

Dice Edgar Morin que los seres humanos somos «máquinas no triviales», es decir,

organismos cuyo comportamiento no se puede predecir, no se puede controlar, especialmente

cuando se producen crisis, puesto que toda crisis ya sea social, personal, económica o política

supone un aumento de las incertidumbres, haciéndose así imprevisible cualquier salida o

solución a la misma, por ello es necesario prepararse para lo inesperado porque las soluciones

que solucionaban las viejas crisis ya no nos sirven. (MORIN, e.; 2000: 116 y 117).

La impredecibilidad le de la conducta humana hace posible que cualquier acción escape

a la voluntad del sujeto que originalmente la protagonizó, para entrar así en el juego infinito

de las interacciones y retroacciones que suceden en el medio ambiente, de forma que las

intenciones primarias pueden ser completamente modificadas en el flujo de intercambio de

materia, energía e información, resultando así productos y acontecimientos no pretendidos,

sorprendentes y aparentemente azarosos, que constituyen lo que se denominan emergencias.

El principio de ecología de las acciones pone de manifiesto que «…en el momento en que

un individuo emprende una acción, cualesquiera que fuere, esta comienza a escapar a sus

intenciones. Esa acción entra en un universo de interacciones y es finalmente el ambiente el

que toma posesión, en un sentido que puede volverse contrario a la intención inicial. A menudo,

la acción se volverá como un boomerang sobre nuestras cabezas…» (MORIN, E.; 2000: 115).

Este principio resulta también de transcendental importancia para la formación docente

y didáctica, sobre todo porque una de las habilidades y/o cualidades que debe ejercer toda

educadora o educador, es la de hacer frente a las emergencias, la de enfrentarse a lo

imprevisto siendo capaces de reconducir los acontecimientos hacia aquellos lugares en los que

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8

puedan integrarse y aprovecharse educativamente. Dicho en palabras de Freire: todo docente

debe afrontar el riesgo de convertir las dificultades en posibilidades, riesgo que es al mismo

tiempo la base de toda esperanza (FREIRE, P.; 1997: 63). Creer por tanto que por el simple

hecho de que actuemos de una forma supuestamente didáctica, vamos a obtener los

resultados esperados es ignorar que cuando se actúa humanamente, cualquier cosa puede

suceder.

A partir de aquí, la exigencia de la formación profesional docente es clara: urge crear

sistemas, modelos y propuestas que estén enraizadas en una profunda formación humana

capaz de autoconocimiento y autocuidado, para poder así hacer frente a todo tipo de

eventualidades, crisis y procesos en los que nuestro papel como profesorado debe responder

unitariamente desde todas las dimensiones. Dicho en otras palabras: cada vez resulta más

necesario dotarnos de una formación en docencia transdisciplinar que nos proporcione

además de conocimiento, sobre todo sabiduría en todas las dimensiones de la existencia

humana. Si no estamos embarcados en procesos de autoconocimiento, autocuidado y

autorrealización difícilmente podremos atravesar el gran océano de la complejidad de lo real.

PPrriinncciippiioo ddee llaa eennaacccciióónn

El principio enactivo nos indica que «...toda acción cognitiva es una acción

perceptivamente guiada…» (VARELA, F.; 1997 citado por MORAES, Maria C.: 2008: 108) lo cual

nos indica que el conocimiento no es algo preexistente que nos es dado como algo físico-

material y que está ahí para ser tomado, poseído o recibido, sino que por el contrario es algo

fenoménico que únicamente es activado en determinadas y específicas circunstancias,

circunstancias que cambian constantemente como consecuencia de la actividades que realiza

el sujeto que observa, aprende o conoce en su acoplamiento estructural con el medio

ambiente.

Para Varela, las propiedades y cualidades de los objetos, como por ejemplo el color, no

están fuera del sujeto como una propiedad al margen e independiente de nuestras

capacidades perceptivas, ni tampoco es algo que esté dentro de nosotros, sino en función de

lo que sucede tanto en el interior como en el exterior, función del desarrollo de «acciones

encarnadas» o corporificadas. (MORAES, Maria C.; 2008: 109).

Si todo proceso de aprendizaje y/o de construcción de conocimiento, es la expresión de

un movimiento de intercambio entre nuestro contexto externo y nuestro contexto interno,

todas las viejas teorías que conciben el conocimiento como erudición o acumulación de

información o como simple emanación intuitiva de ocurrencias ya no nos sirven, lo cual, desde

un punto de vista didáctico tiene al menos cuatro importantes consecuencias en las que

debemos:

a) Cuidar el contexto externo (material, espacial, escolar, organizativo, social, relacional,

afectivo, curricular, etc.) con el fin de que pueda propiciar acciones auténticamente

educativas y en las que todos los sujetos tengan el máximo de protagonismo.

b) Cuidar el contexto interno (corporal, cognitivo, racional, emocional, sentimental,

axiológico, ético, estético, espiritual, etc,) con el fin de que nuestras potencialidades,

talentos y capacidades puedan utilizarse al máximo de forma integrada y en la

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9

perspectiva de generar ambientes cualitativamente mejores y más enriquecedores en lo

personal y en lo social.

c) Cuidar, vigilar y estar más atentos a los procesos de intercambio, relación, interacción y

cooperación con el fin de que estos sean más educativos, formativos y sustentables,

permitiéndonos seguir trabajando educativamente de forma permanente.

d) Crear espacios externos e internos, en los que profesorado y alumnado como sujetos

complejos, misteriosos y en permanente proceso de cambio y transformación, puedan

proponer, sugerir, expresar y manifestar a partir de todos sus recursos y capacidades de

creatividad e intuición, todas aquellas intenciones, deseos y acciones que contribuyan a

un desarrollo plenamente humano en lo social y en lo personal.

RReessuummiieennddoo……

A modo de resumen e intentando dar una mayor precisión a las consecuencias que se

derivan de la mirada compleja de los procesos de enseñanza-aprendizaje, proponemos el

siguiente cuadro diferenciador:

PPAARRAADDIIGGMMAA DDOOMMIINNAANNTTEE ((ttrraaddiicciioonnaall,,

ccaarrtteessiiaannoo,, mmeeccaanniicciissttaa,, ccuuaannttiittaattiivvoo……))

PPAARRAADDIIGGMMAA EEMMEERRGGEENNTTEE

((ccoommpplleejjiiddaadd,, eeccoollóóggiiccoo,, hhoollííssttiiccoo,,

ttrraannssddiisscciipplliinnaarr……))

Importancia absoluta de los contenidos de aprendizaje: son metas que concretan las finalidades de la educación establecidas

formalmente.

Importancia relativa de los contenidos de aprendizaje: son medios que contribuyen al desarrollo de capacidades personales y a la

responsabilidad social de la educación.

Valoración y exclusividad de los contenidos relativos a datos, hechos, conceptos y principios

que son presentados como el principal y casi único objeto del proceso de enseñanza-aprendizaje.

Valoración y relevancia de los contenidos relativos al saber hacer, aprender a ser, aprender a convivir,

aprender a comprometerse: importancia de las habilidades, procedimientos y actitudes.

Contenidos de aprendizaje prescriptivos, decididos y administrados sin la participación de los sujetos.

Contenidos esenciales y relevantes en cuya selección, secuenciación y administración

participan los sujetos que aprenden.

Visión disciplinar y especializada de los contenidos: concreción en materias, asignaturas y áreas

estancas.

Visión multidisciplinar, interdisciplinar y transdisciplinar de los contenidos: concreción en tópicos, temas, unidades, proyectos y programas

abiertos y relacionados.

Finalidad burocrática y propedéutica de los contenidos de aprendizaje que son considerados

como requisitos a cumplir para satisfacer prescripciones en la que los sujetos no participan.

Finalidad transversal y vital de los contenidos de aprendizaje que son considerados como

conocimientos de alto poder de transferencia y generalización indispensables para el desarrollo

humano.

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0

PPAARRAADDIIGGMMAA DDOOMMIINNAANNTTEE ((ttrraaddiicciioonnaall,,

ccaarrtteessiiaannoo,, mmeeccaanniicciissttaa,, ccuuaannttiittaattiivvoo……))

PPAARRAADDIIGGMMAA EEMMEERRGGEENNTTEE

((ccoommpplleejjiiddaadd,, eeccoollóóggiiccoo,, hhoollííssttiiccoo,,

ttrraannssddiisscciipplliinnaarr……))

Creencia en que siempre puede adquirirse un

cuerpo de conocimientos correctos de una vez por

todas.

Constatación de que todo conocimiento está

siempre sujeto a revisión, es provisional y

permanentemente abierto a su deconstrucción,

reconstrucción y recreación.

Importancia del texto y el objeto de estudio y/o

aprendizaje.

Importancia del contexto, el ambiente, el clima y el

sujeto que aprende.

Énfasis en el aprendizaje heterónomo,

intermediado y creencia de que solamente el

profesor de disciplina es el único que puede y debe

enseñar esa disciplina.

Asunción del valor genuino y transcendental del

aprendizaje autónomo, autogestionado y

constatación de que existen diversidad de fuentes

de aprendizaje: adquisición de estrategias de

aprender a aprender.

Importancia de los resultados, acreditaciones,

titulaciones y certificaciones.

Importancia de los procesos, adquisiciones,

transformaciones y elaboraciones.

Dicotomías entre formación-información,

educación-instrucción, conocimiento-sabiduría.

Armonía y coherencia entre formación-

información, educación-instrucción, conocimiento-

sabiduría.

Importancia del pensamiento lineal y convergente:

atención exclusiva al hemisferio cerebral izquierdo.

Importancia del pensamiento complejo y

divergente: desarrollo del hemisferio cerebral

derecho.

Desarrollo de la inteligencia verbal y el

razonamiento abstracto.

Desarrollo de todas la inteligencias: verbal,

abstracta, intrapersonal, interpersonal, musical…

Aprendizaje monológico y dependiente. Aprendizaje dialógico e interdependiente.

Estructura curricular rígida. Objetivos, contenidos,

métodos y criterios de evaluación centralizados y

prefijados de antemano. Contenidos curriculares

como fines en sí mismos. Especialización y

disciplinariedad.

Estructura curricular relativamente flexible y

autónoma. Convencimiento de que hay muchas

formas de enseñar una misma materia. Contenidos

curriculares como medios para el desarrollo de

capacidades personales. Globalización e

interdisciplinariedad.

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. 3

1

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