DIEZ AÑOS DE REFORMA PENITENICIARIA EN … · pues, aquí, una clara estructura penitenciaria:...

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DIEZ AÑOS DE REFORMA PENITENICIARIA EN ESPAÑA: UNA RECOPILACIÓN C. García Valdés Derecho penitenciario (escritos, 1982 – 1989) Ministerio de Justicia, 1989 http://www.cienciaspenales.net

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DIEZ AÑOS DE REFORMA PENITENICIARIA EN ESPAÑA: UNA RECOPILACIÓN

C. García Valdés

Derecho penitenciario (escritos, 1982 – 1989)

Ministerio de Justicia, 1989

http://www.cienciaspenales.net

qarda 'Valifés, C.: <Derecho ) penitenciario (escritos, 1982-1989)

:Ministerio áe Justicia, 1989

11. DIEZ AÑOS DE REFORMA PENITENCIARIA EN ESPAÑA: UNA RECOPILACION

1.-En una mera aproximación histórica al tema que nos ocupa, se puede decir que la cárcel ha significado durante un primer y extenso período, un lugar de custodia; será después, desde finales del siglo XVIII, cuando se consolida como auténtica pena.

En España hemos conocido las dos especies históricas men­cionadas; cárcel de custodia ha sido, por ejemplo, la prisión en las Partidas o en el Libro de las Costumbres de Tortosa; como pena, hemos de situarnos ya muy entrado en el siglo XVIII, cuanáo se discute sobre los sistemas penitenciarios que Norteamérica exporta a Europa: sistema celular o de aislamiento, sistema del

silencio o auburniano y sistema de reformatorio; optándose, en el . año 1901, por uno con indudables raíces europeas, y aún espa­ñolas: el llamado sistema progresivo. En nuestro país sucesfras qisposiciones van a proclamar uno u otro régimen penitenciario; y así, el sistema de aglomeración se regula en la Ordenanza de Presidios de 1834 y su Reglamento de 1844; el celular se establece en el Reglamento de la prisión de Ma<lrid, de 1894 y el progresivo eri el .Real Decreto de 23 de diciembre de 1889.

En todo el siglo XIX la legislación penitenciaria que nos en­contramo.s es progresista, sugerente e interesante de leer; así la Ordenanza General de Presidios del Reino, de 14 de abril de 1834, texto que se divide en cuatro partes y que habla del Gobierno de

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los establecimientos, del rég_imen penitenciario de los mismos, de su sistema económico y administrativo, de la disciplina a ob­servar que, negativamente, es severísima en los casos más graves, por ejemplo: palos, mordazas, argollas, etc., y que, en fin, tiene cosas teóricamente muy positivas, como la separación de los me­nores delincuentes de los adultos o la llamada rebajas de penas por el trabajo.

Con la citada Ordenanza y Ja Ley de Prisiones, del año 1849, las cárceles dependerán, en lo sucesivo, de la Administración civil y no dé la militar. Del Ministerio de Fomento las competenc1as pasan al de Gobernación y, por fin, al de Justicia en 1887. Similar peripecia acontece en Francia: del .Ministerio del Interior, pa­sando por el de Comercio, al de Justicia finalmente, desde 1911.

Qtras disposiciones del siglo XIX merecen destacarse, especial­mente aquellas que se ocupan de la formación profesional d~. lo~ lntemos, de fas . escuelas para jóvenes, de la clasificación de los reclusos, etc. ------._

Por su parte, el Real Decreto de 10 de mayo de· 1902 clasifica las prisiones españolas: quien cumpla cadena, la pena privativa de libertad más grave, irá a los presidios de Africa, que no serán desafectados hasta 1907; el condenado a pena de reclusión va, por ejemplo, a · San Miguel de los Reyes (Valencia) o Cartagena; el que cumple pena de presidio será conducido al duro penal de Chinchilla o a Ocaña y los menores, a Alcalá de Henares. Hay, pues, aquí, una clara estructura penitenciaria: existen las primeras normas y disposiciones complementarias, así como Ja serie de esta­blecimientos penitenciarios a donde van los internos a cumplir sus respectivas penas privativas de libertad. Hay un atisbo de Derecho penitenciario, pero falta el sistema.

A-principios del siglo. XX se si~e ~on . esta racha de legislación progresista y bien intencionada. Se legislará sobre inspección de prisiones, sobre estadística, acerca del derecho de comunicación

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oral y escrita de los presos con sus familiares, sobre la formación de los funcionarios de prisiones (hasta entonces «Carceleros») y se crean los destacamentos penales al aire libre; la prisión abierta es conocida ya .entonces como lo fue la redención de penas por el trabajo.

Con el Real Decreto de 5 de mayo de 1913 se promulga el primer «Código penitenciario español», como ha sido llamado. Fue un ¡~xto que, junto con la Ley de Libertad Condicional, de 1914, resu· me toda la legislación anterior; se habla de los derechos de los reclusos, exigir el trabajo se hace obligatorio para evitar el odo en las prisiones, se legisla sobre la educaoión y formación de los presos, sobre servicios religiosos, médicos e higiénicos; se plasma de nuevo en la letra de la Ley el régimen progresivo de cumpli­miento y se insiste en los funcionarios preparados y vocacionales.

La Segunda Rep(Iblica española aporta cosas muy positivas a la legisladón. penitenciaria. La figura de la radical-socialista Vic­toria. :J(ent, que accede por aquel entonces a la Dirección General de Prisiones, es ·personaje de importancia en nuestra historia pe­nitenoiaria. Una serie de órdenes y disposiciones durante el escaso tiempo que es Directora General, de 1931 al 32, demuestran el interés de los gobernantes ministeriales republicanos en este tema. Por ejemplo, se proclama la 1ibertad de conciencia y la posibilidad de recibir la prensa en el interior de los centros, la mejora del régimen alimenticio, l?- retirada de las cárceles de Jas «Cadenas blancas, grillos y hierros de sujeción, vestigios de una época de incultura»; se pagan los gastos de viaje, billetes de ferrocarril y ropa para -los ·libertos indigentes; se concede Jibertad condicional a los septuagenarios, se insiste en la preparación de los funcio­n~rios, se legisla sobre sanidad e higiene; en fin, se prohiben las celdas sin luz natural o mal ventiladas y, por último, en julio de 1936, se dictan normas sobre los presos políticos.

Durante el período de la guerra civi1 cabe reseñar, en 1938, la legislación referente a la llamada redención de penas por el tra-

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bajo, que pasa al Código penal de 1944. En la posguerra rige el

Reglamento de 1948.

El Reglamento de Prisiones de 1956, reformado en los años 1968

y 1977, por último, ocupa todo el período legislativo penitenciario

moderno, hasta fa Ley General Penitenciaria de 1979.

/.4 Ley General Penitenciaria tiene una indudable triple impor­{arz.~f~: la histórica, por cuanto desde el año 1849, la Ley de Prisiones, no se había promulgado ley alguna reguladora del tema.

La importancia del asunto también se destaca, por ejempo, para

Alemania, al significarse cómo, por primera vez en su historia

legislativa, fa ejecución de las penas privativas de libertad tiene

una base legal: la Ley de 16 de marzo de 1976; la política, pues,

fue un texto de amplio consenso, elaborado y pactado con las

distintas fuerzas parlamentarias españolas, partiendo de un · Pro­

yecto del Gobierno, que me cupo el honor de asumir y redactar en gran parte, discutir con los diputados y defender en Comisión

legiS'lativa después: de ahí, su aprobación unánime y clamorosa

en Congreso y Senado; y, sobre todo, jurídica, porque viene a

conceder argumentos a los que sostenemos la necesaria autonomía

de este sector del ordenamiento jurídicopenal, al paritar la legis­lación penal, la procesal y la penitenciaria, por razón de sus fuen­

tes: Ja Ley; de su objeto científico de conocimiento específico:

la ejecución de la pena privativa de libertad; y por su autonomía jurisdiccional, con la figura, de nueva creación, del Juez de Vi­gilancia.

La necesidad de la Ley General Penitenciaria, eslabón intenne­

dio entre las leyes penales y los reglamentos de prisiones, a la vez

que definidora de los principios que informan el sistema peniten­

ciario y de los derechos, garantías y deberes de los recluidos y

respaldo parlamentario a '1a activ.idad penitenciaria, había sido detectada hace tiempo.

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En los trabajos de elaboración se tuvieron en cuenta las más modernas tendencias del penitenciarismo mundial, a la vista de

las posibilidades reales de las ciencias criminológicas. Su norma­

tiva está informada por las Reglas Mínimas para el tratamiento

d~ los reclusos elaboradas por las Naciones Unidas y el Consejo

de Europa, los Pactos internacionales sobre derechos humanos,

las leyes penitenciarias de los países más avanzados y el Antepro­

yecto de la Constitución española.

Nuestro texto penitenciario parte de la idea, que inspiró al

legislador y plasmó éste en la Exposición de Motivos de la Ley, de

que el internamiento es, hoy por hoy, un «mal necesario•.

. Soy consciente de las opiniones contrarias que la prisión sus­

cita en un sector del mundo doctrinario actual, pero no veo solu·

ción al problema, desde una óptica realista, que, desde luego, no

es «resocializar a la sociedad».

Conozco bien las críticas que el encarcelamiento merece, en

su aspecto tradicional, y por ello creo que los principios de su

progresiva humanización y liberalización interior son la vía de su

penrianente · reforma, instrumentos recogidos en la Ley General

Penitenciaria, como iremos viendo, camino intermedio entre el

conservadurismo y la convulsión abolicionista no seguida, Claro

está, por ningún país del mundo, sea cual fuere su régimen jurí­

dico y sistema político.

La legislación _penitenciaril',!. española recoge la formulación

constitucional y sienta. _el principio de la resocialización del delin­cuente como fin de la ejecución penal, en una noción mínima del

t~~fa~i~nt~. al significar que se procurará que el interno sea capaz,

en Iiberiad, de llevar una vida sin delito (arts. 1, 59 y 61 LGP). Las -consecuencias de esta orientación ( «resocialización para la

libertad») las estudiaremos en su momento.

La Ley propugna un sistema penitenciario flexible, progresivo

y humano que cuenta con la posibilidad de la colaboración volun-

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taria de los internos y de la soci~dad en general. No se ignora, por una parte, el marco actual en que va a tener su desarrollo, pues la misma pena privativa de libertad .Jleva en su esencia con­tradicciones insolubles. Por otro lado, no se olvida que en la géne­sis del fenómeno delincuencia son factores condicionantes las estructuras sociales y los regímenes políticos. A la necesidad de coordinar los objetivos de prevención especial y general que de­

manda el sistema de justicia penal, se le añade el presupuesto del máximo respeto a la personalidad de los recluidos en la aplica­

ción de las ciencias de la conducta. 5~- -~:Sti~a C()mpatible la idea de la sanción privativa de libertad con la de tratamiento, en cuanto que éste se concibe corno actividad dirigida a la consecución de la reeducación y reinserción de los penados mediante la utilización de métodos científicos. Se proscriben toda clase de malos tratos, sin que ello suponga la abdicación del empleo de medios coerci­tivos y disciplinarios, absolutamente indispensables, para el man­tenimiento del orden y de la disciplina de los establecimientos. Y todo ello dentro del más estricto respeto al principio de legalidad.

2. y 3.-El proceso de elaboraci6n y aprobaci6n de la 1/1919, General Penitenciaria, pone de relieve, como el de pocas normas, las dificultades que, en la realidad social española de hace una década debía superar el legislador para llevar a _ ~uen término el necesario desarrollo de la Constitución de 1978, y el interés y en­tusiasmo con que los parlamentarios acometieron la ingente tarea de construir un régimen jurídico garantista.

No puede olvidarse que, en aquel momento ·histórico de tran­si9!9n pqlíti~ª· existía una grave situadón efe coñfliCtividad en el ámbito de fas insiituciones penítenciarias; motivado fundamental­

mente por una progresiva concienciación de los reclusos en de­fensa de sus dereohos, así como por la discriminación que para

aquéllos suponía el otorgamiento de una amnistía a los condena­dos por la comisión de delitos políticos. La indisciplina era gene-

~!!:l3-~éli y esta situación trascendía cotidianamente a los medios

de comunicación social.

La necesidad de solucionar este grave problema hizo que, de manera paralela a la elaboración de 'los trabajos preparatorios de la Constitución, empezara a trabajarse en el Anteproyecto de una Ley General Penitenciaria, cuyo texto fue entregado por quien

esto escribe al Ministro de Justicia el 20 de mayo de 1978. Y aprobado por el Consejo de Ministros el siguiente día 23 de junio. El Proyecto fue aprobado, por aclamación, por las Cortes Gene­rales, y publicado como Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre. Desde su aprobación, esta Ley no ha sido modificada por el legis­lador y las ocasiones en que el Tribunal Constitucional ha tenido oportunidad de referirse a ella, no ha cuestionado ni su correc­

ción constitucional ni la de las medidas que incorpora.

Hoy, en recuerdo a aquel momento en que se construía con tanta esperanza un Estado Democrático, y desde la convicción de que normas como ésta han sido esenciales para el asentamiento de los principios constitucionales en la sociedad española, quiero profundizar en alguno de esos aspectos inéditos de la discusión parlamentaria en tomo a la Ley Penitenciaria.

El debate, en ocasiones de gran viveza, puso de manifiesto las esperanzas que todos los grupos políticos depositaban en su apro­

bación: En él, no _pu~~ oly!~arse, intel\Tinieron activamente par­l~mentarios de ~a izquierda PC?rtB:d<?..J:"~- .<!~ !llúltiples reivindicacio­nes sociales, y ea'tre- ~uyas .fÍ!as se encontraban ciudadanos que

habían conocido personal~<:~t~ . la.- _privación de libertad en las cárceles españolas. ···

De manera paralela, la tarea de elaboración y presentación de

enmiendas a aquella Ley, llevada a cabo por .tos distintos grupos políticos, fue en realidad ingente. Para dar oportuna respuesta a

las mismas, éstas fueron canalizadas hacia la Dirección General de Instituciones Penitenciarias que, en aquel momento, tenía al

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frente a quien ahora esto escrib~. Con intensa dedicación fueron analizadas, debatidas, contestadas o asumidas todas las enmiendas y merced a esta labor colectiva aquel texto legal pudo ser aprobado

por unanimidad en el Congreso de los Diputados y por aclama­ción en el Senado.

El conocimiento de las razones que justificaron la aceptación o rechazo de las enmiendas presentadas resulta, desde esta pers~ pectiva, sumamente ilustrativo del sentido que el legislador atribu­yó a la Ley Penitenciaria. La información que, sobre ese proceso, ahora ofrezco y que entiendo puede resultar de interés, no puede ser, pues, más inmediata.

Desarrollaré, de esta manera, el contenido de esta Ley Peniten­ciaria haciendo especial referencia a los~-ªP~tQ~ que fueron ob­jeto de especia! debate en aquella fase parlamentaria. ___ .. __

El estatuto jurídico del recluso, plasmado en los artículos 3, 4 y 6 de la Ley, fue objeto de una amplia díscusión, aceptándose una enmienda sistemática del Grupo «Sodalista de Cataluña», en orden a incluir el derecho de sufragio entre los derechos civiles y políticos reconocidos en el párrafo primero del . artícl.11lo 3, y

rechazándose las propuestas realizadas por el PC para incluir en este precepto la prohibición de malos tratos a los internos (que constituía el contenido del artículo 6) y la referencia al control de Ja actividad penitenciaria por el Juez de Vigilancia (que desvir­tuaba el régimen previsto para éste en el artículo 76). Finalmente, fueron aceptadas las propuestas formuladas por el Partido Socia­lista (PSOE) y por el Grupo «Socialistas de Cataluña», en orden a suprimir del repertorio de deberes de los internos ·el de colabo­ración en el tratamiento penitenciario, y rechazadas fas . que pre­tendían excluir del mismo el deber de permanencia en el estable­cimiento a disposición de la autoridad (Socialistas de Cataluña) .

En cuanto a Ja expresada preocupación del PSOE y Socialistas de Cataluña, en ningún caso, se ha pensado en que el tratamiento

se deba imponer coactivamente. Prueba de ello, es que en el pá­rrafo . cB,. del correspondiente precepto, se habla de que, si no se acatan las normas de régimen, sí hay sanción disciplinaria; pero en ningún caso en el párrafo «C,.. Cuando se trate del tratamiento, se partirá siempre de una colaboración voluntaria. (Confróntese, artículo 61 LGP). Me pareció siempre razonable que por lo menos el penado deba colaborar al tratamiento, lo que se configura como un deber jurídico sin sanción (se le pide que colabore a no

violar la Ley en el futuro) .

Por idéntico razonamiento, se rechazó la enmienda a este RT­

tículo y apartado, del PC.

Tampoco se tuvo en cuenta la postura de Socialistas de Cata­luña al rechazar las sanciones regimentales que se adentraban en el Código Penal: no se trata de ignorar el principio «non bis in ídem», sino de diferenciar dos ámbitos distintos: el del ilícito penal y el de la sanción disciplinaria administrativa.

Sin perjuicio de cuanto expondré más adelante al hablar de los regímenes cerrado y abierto, con referencia a los establecimien­tos, el PSOE y el Grupo «Socialistas de Cataluña1> mantuvieron enmiendas al texto del artículo 11, que clasifica los estableci­mientos especiales en hospitalarios. psiquiátricos y de rehabilita­ción sociad.. Pretendían con ellas, por un lado, incluir en esa clasifi­cación los centros geriátricos y los de jóvenes y, por otro, sustituir el concepto de «centros de rehabi1itadón sociab por el de «Centros de prevención social». Mi informe mantuvo la redacción del Pro­yecto, por considerar, primero, que los centros geriátricos, en todo caso, quedaban comprendidos dentro de los centros hospita­larios; segundo, que los de jóvenes se recogían en el artículo 9,2 de ese Proyecto como estab1ecirnientos de cumplimiento, distintos de los -de adultos. Finalmente, el mantenimiento de la denomina­ción· «rehabilitación sociab para distinguir a los centros destinados

a la ejecución de medidas penales o de seguridad se basaba en la

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necesidad de ser coherentes con el Proyecto del nuevo Código Penal, por cuanto la rehabiJitación social sería el objetivo de las medias post-delictuales, trascendiendo ya del campo de la preven­ción.

El Título JI de la Ley se dedicó al régimen penitenciario, dis­tinguiendo en sus diferentes capítulos las distintas actividades re­

gimentales, que quedaban separadas con claridad de lo que cons­tituye el tratamiento penitenciario. La participación de Jos distin­

tos grupos políticos en la elaboración de este Título de la Ley fue realmente destacable, aportando numerosas enmiendas. De todas ellas, y ciñéndome al estricto espacio destinado a esta aportación,

puedo destacar algunas de las que revistieron mayor trascenden­cia. Así, por ejemplo, la presentada por Minoría Catalana al ar­tículo 16, que solicitaba incluir dos criterios de clasificación no

previstos en el Proyecto: la separación entre detenidos y · presos por delitos dolosos de quienes lo estén por delitos de imprudencia; y la de los detenidos o presos por motivos políticos o ideológicos,

de todos los demás. Aceptada la primera parte -lo que nunca me gustó pues se legalizó así una clasificación penal y penitenciaria sin base criminológica alguna- no ocurrió igual con la segunda, ya que, como se sostuvo en el informe de la Dirección General, se entendió que un régimen democrático no tiene presos por motivos

políticos, y menos aún ideológicos. En todo caso, si el grupo en­mendante quería referirse a los procesados o condenados por de­litos de terrorismo, tampoco resultaba procedente la redacción

propuesta, ya que su separación del resto de los demás reclusos se lograba a través de lo dispuesto en el artículo 10 de la Ley (régimen cerrado).

En cambio, fue plenamente rechazada una enmienda del Grupo Parlamentario Comunista al artículo 24, a través de la que quería introducirse el derecho de asociación de los internos para la defen­

sa de sus derechos, derecho desconocido en las legisfaciones peni­tenciarias democráticas e incompatible con la situación del sistema

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penitenciario en el que en aquel momento se trabajaba. Los fines pretendidos por la enmienda, no obstante, no quedaban ajenos al texto legal, ya que estaban presentes en la regulación del régimen de cogestión previsto en ese mismo artículo 24.

De igual manera, defendí el texto del artículo 32, por cuanto

la regulación potestativa indica la supresión de las Cooperativas en el régimen cerrado o en situaciones conflictivas del estableci­miento. La referencia a la Administración penitenciaria que exigía

el Partido Comunista, como socio de aquéllas, era superflua, por

cuanto Ja Administración pública posee personalidad jurídica única.

La deficiencia técnica del artículo 26 de la Ley General Peniten­ciaria (el trabajo como tratamiento) se debe a la actitud inflexible

del Grupo Socialistas de Cataluña.

Sostuve que el Proyecto estaba de acuerdo con la redacción del artículo 35 del Proyecto Con.stitucional y que en cuanto a conside­

rar el trabajo en general como elemento fundamental del trata­

miento, era una generalización que no corresponde a la realidad. El trabajo o la formación profesional como tratamiento se debía

encontrar recogido en el artículo 66, párrafo 3.0 , en su lugar sis­

temático adecuado.

No fue, en cambio, dificultoso convencer a los mismos enmen­dantes acerca del carácter obligatorio del trabajo del penado en el artículo 29. La redacción del Proyecto estaba de acuerdo con lo

dispuesto en las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas y Consejo de Europa. La obligatoriedad no supone aceptar el trabajo forzoso, puesto que ninguna norma del Proyecto lo impone coactivamente.

La materia relativa.a_Ja asistencia sanitaria no planteó muchos prohl;~~~ -··S~ . ac~ptaron adiciones propuestas por el PSOE, re­fe~~·--~ -ia presencia en los cuadros médicos de los estableci­

mientos de la figura del Médico Odontólogo y personal adecuado,

rechazándose la enmienda de los Socialistas de Cataluña por la

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generalización que pretendía de que un Médico Psiquiatra estuviera

en cada Centro, si bien ha de tenerse en cuenta que en algunos

establecimientos existía ya esta figura, como integrante de los Equipos de Tratamiento (Cuerpo Técnico), y siempre cabe la po­

sibilidad de que en el caso de trastornos mentales, el interno salga

a los establecimientos asistenciales provinciales.

Por último, Alianza Popular agregó al artículo 38 la referencia

a las guarderías infantiles y educación pre-escolar, cuando los hi­

jos de las reclusas permanezcan con ellas en fos Centros.

En el debate del artículo 42 suscitó una amplia polémica la

determinación del límite máximo de duración de la sanción de aislamiento en celda. En contra del criterio de dieciséis días man­

tenido en el Proyecto, los Grupos Parlamentarios Socialistas y Comunista solicitaron su reducción, respectivamente, a diez y doce

días. Se argumentó, en un primer momento que el número de días de cumplimiento del aislamiento celular, hasta la reforma de 29 de julio del pasado año (1977), podía prolongarse casi indefini­

damente (180 ó 200 días) y el salto a 16 era ahora cualitativo, y que,

por otra parte, el aislamiento en celda tendría lugar, en todo caso, cumpliendo lo preceptuado en este mismo artículo número 4, es

decir, celda de las mismas o similares características que la del

recluso en su vida ordinaria en el centro. Aunque el término de los dieciséis días se mantenía en una aceptable media europea (Italia

tenía fijado un límite de quince días, Francia lo superaba y, aun­que era inferior en Suecia, cabía la posibilidad de prolongación de condena), el debate llevó a un acuerdo en la cifra de los catorce días. Repito: lo importante, no obstante, fue el salto cualitativo en la determinación de un período temporal máximo que, hasta no

mucho tiempo atrás, podía prolongarse casi indefinidamente.

De acuerdo, completamente, con la enmienda del Partido Co­

munista de expresamente mencionar la prohibición del empleo de

armas de fuego a los funcionarios de Il.PP., si bien su aceptadón

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\.

conllevó el que en el caso de que se trate de establecimientos des­

tinados a bandas y grupo~ armados, la vigilancia interior de los mismos pueda corresponder a las Fuerzas de Seguridad del Estado,

supuesto contemplado en la Disposición Final de la Ley. En este tema, una enmienda del PSOE planteaba el problema de la crea­

ción de un Cuerpo Auxiliar Penitenciario de Vigilancia, que tendría

carácter de armado, y que no era nuevo en la historia penitenciaria española. En efecto, en el año 1934 la República crea un Cuerpo

semejante, los vulgarmente denominados «porristas», que en los

momentos actuales -sostuve entonces- plantearía, al menos, los siguientes problemas:

«Organización, infraestructura, entrenamiento y renovación pe­

riódica de los mismos, ingresando aquellos que rebasaran ya la edad aceptable en funciones de vigilancia o de oficinas en los es­

tablecimientos penitenciarios, con los consiguientes graves enfren­

tamientos que esta situación podría producir. En segundo lugar, la misión posiblemente atribuida a estos Cuerpos se satisface am­

pliamente con la que pueden prestar a Instituciones Penitenciarias

las secciones especiales de Seguridad del Estado, renovables, jó­venes, con perfecto entrenamiento y medios para el desplazamien­

to inmediato; intendencia, cuarteles e, incluso, entrenamiento muy superior al que pueda obtener en algunos años el pretendido Cuer­po de Vigilancia.

En tercer lugar, en aquellos países donde se ha recurrido a la vigilancia interior armada (Alemania, Italia), es el Ministerio del

Interior quien se ha responsabilizado de la misma y determinados Cuerpos Especiales los que la realizan, no dependientes del Mi­nisterio de Justicia.

En cuarto y último lugar, si la enmienda pretende que este Cuerpo de Vigilancia no sea armado, no se advierte ninguna dife­

rencia con la situación actual, como no fuera la de incrementar el número de las plantillas».

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Por lo que hace a las com~icaciones, el PSOE, en un primer momento, no quería ver reflejado en el texto de la Ley. la interven­

ción de las mismas en los supuestos de terrorismo, pero se recha­zó la enmienda por cuanto Ja referencia a una legislación antite­rrorista (o sobre bandas y grupos armados) no va a ser transitoria nunca en la realidad jurídico occidental en la que se mueve España y ha de existir siempre tal referencia.

El Derecho comparado europeo demostraba un cada vez mayor

control en este tipo de comunicaciones, en paralelo incremento a los actos terroristas.

El Grupo Comunista contemplaba de modo imperativo la con­cesión de comunicaciones a los amigos, sin garantía alguna para

la Administración que, por otro lado, y en régimen ordinario y

abierto, se iban a conceder sistemáticamente, rechazándose especí­ficamente la competencia del Juez de Vigilancia en materia de suspensión o intervención de comunicaciones, recayendo esta de­cisión en el mismo que se responsabiliza del establecimiento, es

decir, el Director, teniendo el Juez, de su lado, el recurso, la co­rrección de abusos y el poder formular propuestas a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias.

La extensión de la visita familiar íntima a los allegados, pro­cede de la enmienda de los Socialistas Catalanes, no aceptándose Ja periodicidad de cada quince días para el encuentro «vis a vis» que propugnaba el Partido Comunista.

Salvo error u omisión por mi parte, los asuntos fundamentales de la Ley General Penitenciaria quedaban planteados y resueltos

políticamente. La discusión en temas de régimen cerrado o permi­sos de salida la mencionaré al referirme a dichas instituciones.

4.1. L<_!~_ establecimientos ca~".~larios constituyen el lugar (el marco legal) d~~d~---5~ - ~a- ~ d;sarroÚ~~ l~ ~~i'da de-los-i~~e~°._s;- sus

actos regimentales, relaciones familiares, actividádes de tratamien-

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to, etc.; y su arquitec;~11,r_a, .y _sistemas de seguridad vienen condicio­nados po~ i~~·-di~Úntos regímenes penitenciarios y grados de tra-

tamiento, según la LGP.

Los cent~o~ penitenci~rios _españoles se clasifican .en tres gran­

des grupo~: establecimien.~os .~e prev<m~iyos, de cumplil1liento.Y e§· pedales; 1Qs ~~iiiÉ~;?.~J,.µeden. _dividirse ep _wciürnrios, ~~ier~9~ Y ~errados; los especiales, en hospitalarios, psiquiátricos y de reha­bilita-cÍón social. A _ellos se destinan ias distintas. categorías de

reclusos, habiéndose significado cómo el porcentaje actual, res­pe~t~--de los de cumplimiento, en sus diferentes categorías, se

puede establecer en un 3-5 por 100 del total de los internos para

régimen cerrado, un 38 por 100 para el abierto y el resto para el

ordinario.

Los establecimientos de preventivos son centros de ámbito pro--· -·--·· . -

v4!~iªLde~t!rmdos a la retención y custodia de detenidos y presos; ~xcepcionalmente, podrá cumplirse en ellos la pena privativa de libertad impuesta cuando el tiempo de internamiento efectivo pen­diente no exceda de seis meses. Asimismo, en secciones especiales

de estos centros se ejecutará el arresto de fin de semana, en ré­gimen celular y aislamiento del resto de los internos.

La materia relativa a establecimientos penitenciarios fue igual­

mente motivo de encendido debate parlamentario. En él se rechazó la propuesta formulada por «Socialistas de Cataluña» de sustituir

el término «establecimientos de preventivos» por el de «estableci­

mientos de detención», por cuanto en aquéllos cabe la posibilidad de cumplir penas de privación de libertad, habiendo demostrado

la experiencia el muy importante número de éstos en el total de

la población reclusa, cosa que no se evitaría con el mero cambio terminológico, ni con la proclamación de la excepcionalidad de la

determinación de la prisión provisional.

Los e.~ablegmj~pt9s ele cµxpplimiento son aquellos destinados a la ejecución de las penas privativas de libertad, impuestas a hom-

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bres y mujeres, clasificados e_n dos tipos: de régimen _ordinario y abierto. Los primeros vienen a cubrir el ~mplio espectro que se

extiende entre los centros abiertos y los cerrados de seguridad,

es decir, ocupan el lugar de los antiguos intermedios, en sus dos

modalidades de semiabierto y cerrado. Por su parte, ~a~pri#c;mes

~biertas se definen doctrinalmente como aquellas que no presen­t~n obstácu_los físicos contra la evasión (muros, alambradas, rejas,

fosos, vigilancia exterior) y se basan en el principio de la autorres­

ponsabilidad de los internos; sus precedentes en España son los

destacamentos penales de posguerra, para introducirse su práctica

en la reforma reglamentaria de 1968 y su potenciación definitiva

en la Ley General Penitenciaria.

Referente al cumplimiento separado de los jóvenes respecto a

los adultos, el artículo 9.2 LGP exige la diferenciación de estable­

cimientos o, en su caso, de departamentos, entendiéndose por joven a quien no ha cumplido los veintiún años y, excepcionalmente, los

veinticinco.

De su lado, los tres apartados del artículo 10 LGP contemplan

la regulación del denominado régimen cerrado, como modalidad

excepcional y distinta respecto al de cumplimiento ordinario, que se corresponde con el primer grado de tratamiento penitenciario,

dentro del sistema de individualización científica proclamado en

el artículo 72 LGP.

Este tipo de centros o departamentos especiales se definen le­

galmente como a los que son destinados los penados calificados,

motivadamente, de peligrosidad extrema o en casos de inadapta­

ción a los regímenes ordinario y abierto, dejando a salvo que tal

comportamiento se deba a la presencia de anomalías o deficiencias

en la personalidad del sujeto, siendo entonces conducidos al esta·

blecimiento especial correspodiente de los especificados en el si­

guiente artículo 11 de la LGP. En supuestos disciplinarios excepcio-

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nales, podrá extenderse la posibilidad del presente artículo 10 a

los internos preventivos.

El régimen cerrado se caracteriza por una limitación de las ac­

tivid~d~s en ~~mún de. lo~ reclusos y por un mayor control Y vi­

gÍl~-;:¡~üt sob~e "105 wi;~os~- La permanencia en estos centros o de­

partamentos será por el tie~po necesario hasta que desaparezcan

o 'illsrrilnuyañ iás caU:sas que determinaron el ingreso. En este tipo

de centros penitenciarios se enmarcan los establecimientos de He­

rrera de la Mancha, Puerto de Santa María o Burgos. Los miem­

bros de las organizaciones terroristas son destinados, además de

a Herrera o al Puerto, a Jos establecimientos penitenciarios de Nan­

clares, Alcalá-Meco, Soria y Zamora (hombres) y mujeres, Madrid

(1985).

En el debate parlamentario, fue rechazada una enmienda del

PSOE dirigida a incluir la exigencia de la comisión repetida de

faltas disciplinarias muy graves para que procediese el destino a

los establecimientos de cumplimiento de régimen cerrado. El in·

forme emitido sobre esta enmienda sostenía el mantenimiento del

texto del Proyecto por ser suficientes las garantías contempladas

en el mismo, ya que la calificación de peligrosidad extrema o de

inadaptación había de efectuarse previo estudio detallado de la

personalidad y la conducta de los internos dentro de la cual en­

traría, como uno de los datos, quizá no de los más importantes,

la comisión de faltas disciplinarias.

Tampoco se aceptó una enmienda del PSOE por Ja que se pre­

tendía modificar el artículo 10.2 del Proyecto, a fin de que la auto­

ridad judicial correspondiente decidiera el internamiento en régi­

men cerrado de los presos preventivos. Entendía este Partido que,

al tener el Juez encomendada la salvaguarda de los derechos de

los internados, no resultaba suficiente la mera comunicación. Por

el contrario, defendí entonces la actual redacción de este precepto

porque, como entonces demostraba la experiencia más inmediata,

263

la previa autorización judi_cial dificultaba impedir incendios, mo­

tines y demás actos cometidos por los preventivos calificados como «muy peligrosos». Además, ello no suponía una desprotección en la situación jurídica de los reclusos, ya que siempre quedaban a

su disposición los oportunos recursos ante el Juez de Vigilancia Penitenciaria.

El Grupo Parlamentario Comunista incidió también en el pro­

blema de la determinación del presupuesto habilitante para el des­tino de los internos a los establecimientos de cumplimiento de régimen cerrado, solicitando la inclusión de un precepto que seña­

lara que la calificación de peligrosidad extrema o inadaptación exigida para ello fuera acordada por el Juez de Vigilancia, o por el Juez Instructor para los preventivos, a propuesta de la Adminis­tración penitenciaria, oído el interno. Confundía esta enmienda criterios penitenciarios básicos, y así quedó de manifiesto en el análisis de la misma, en la medida en que la calificación de peli­

grosidad extrema o inadaptación son tareas científico-criminológi­cas o de valoración administrativa penitenciaria que podían y debían encomendarse a los Equipos de Observación y de Trata­

miento, o a la propia Dirección del Centro con los Educadores,

pero no a los Jueces directamente. La garantía de los derechos de los internos no quedaba vulnerada por ello, ya que seguía vigente

el régimen de recursos ante la autoridad judicial.

Desde el punto de vista arquitectónico, las modernas prisiones se construyen en horizontal, basadas en el sistema de módulos, con

una extensión de terreno no inferior a los 70.000 m2, y de celda individual.

A este respecto, el artículo 13 de la LGP establece las siguientes indicaciones sobre arquitectura penitenciaria:

«Los establecimientos penitenciarios deberán contar en el con­junto de sus dependencias con servicios idóneos de dormitorios individuales, enfermerías, escuelas, bibliotecas, instalaciones de-

264

portivas y recreativas, talleres, patios, peluquería, cocina, comedor, locutorios individualizados, departamento de información al exte­

rior, salas anejas de relaciones familiares y, en general, todos aque­llos que permitan desarrollar en ellos una vida de colectividad organizada y una adecuada clasificación de los internos, en rela­

ción con los fines que en cada caso les están atribuidos».

4.2. Siempre entendí que la regulación de los pe.rmisos de sa­lida constituían una de las más importantes y decididas novedades de la Ley General Penitenciaria y uno de los mayores éxitos que la reforma conllevó en su fase experimental: 1978, 2,16 por 100; 1979,

0,68 por 100; 1980, 0,40 por 100¡ 1981 , 0,46 por 100, porcentajes de

fugas o fracasos, con más de 4.500 reclusos beneficiados al año. Años después, asumida la Ley en este aspecto, las cifras no pre­sentan mayores alteraciones en cuanto a los porcentajes, con el

importante dato de que los internos que disfrutan permisos alcanzó a los 6.000 en los años 1986 y 19E7 y a los 8.000 en 1988, registrán­dose un número de fracasos que no llegó a superar el 1,95 por 100.

He aquí el cuadro explicativo sobre la evolución de los permisos

penitenciarios y del número de los no reingresos:

No Re\ación Permisos reingresos %

--- --Año 1982 62.430 436 O.íO

Año 1983 81.666 891 1,09

Año 1984 84.127 754 0,89

Año 1985 99.460 754 0,75

Año 1986 114.143 833 072

Año 1987 128.783 870 0,67

Hasta el l-X-88 .. . .. . .. . ... ... ... 96.917 536 055

En el Derecho comparado, Francia presentaba unas estadísti­

cas de fracasos del 1,81 por 100, en 1980, y Suecia, PO 1979, un 5 por 100 de fugas y un 2 por 100 de regreso a los establecimien1.os

en malas condiciones (retrasos, embriaguez ... ); las cifras son muy

similares en Italia y Canadá.

265

El precedente inmediato, en nuestra legislación, de los permi­

sos transitorios de salida lo constituye el artículo 109.2 e) y d) del

derogado Reglamento de los Servicios de Prisiones, introducido

en la reforma de 29 de julio de 1977, y la plena potenciación de

los mismos se produce con las Ordenes Circulares de la Dirección

General de Instituciones Penitenciarias de 21 de abril de 1978 y

4 de octubre del mismo año, que para intemporal satisfacción

llevaron mi firma.

En efecto, la Circular últimamente citada, que deroga la an­

terior, vino a establecer un ambicioso y medido plan de concesión

de permisos de salida a los internos, que servía, primordialmente,

para su· acercamiento al mundo libre y posterior reinserción social; la experiencia adquirida desde el mes de abril permitió sistema­

tizar y precisar mejor las condiciones y limitaciones para el dis­

frute de tales licencias temporales.

Y así no sólo se otorgan permisos en supuestos de fallecimien­

to o enfermedad grave de familiares, por matrimonio y nacimien­

to de hijos de reclusas, sino que, previa autorización judicial, tam· bién alcanzan a los presos preventivos, destinándose la parte

principal de la norma legal a explicar el método de conceder per­

misos de salida regulares a los penados de duración ordinaria de veinticuatro, cuarenta y ocho horas o siete días y de fines de se­

mana, con mención de los requisitos necesarios para obtenerlos,

fundados tanto en criterios objetivos (grado de tratamiento peni­tenciario y distancia del punto de destino) como subjetivos (con­

ducta observada y necesidades familiares o profesionales), obten­

ción de garantías referidas al aviso familiar, para entregar en su presencia al interno, o la exigencia del billete de ida y vuelta para

el trayecto y estar en posesión del dinero adecuado; licencias temporales que operan de manera automática en los centros abier­

tos y para todos los días festivos y fines de semana, especialmente.

Conforme a estos criterios, el Gobierno elaboró el Proyecto

del futuro artículo 47 de la Ley General Penitenciaria de 1979, que,

por un lado, no obtuvo el rechazo de ninguna fuerza parlamenta­

ria y, por otro, no enmendó el precepto alguna muy significada

de aquella legislatura (por ejemplo: Alianza Popular que tam­bién se mostró generosa con el régimen abierto); consensuado el texto con los tres partidos políticos que habían presentado

enmiendas en el Congreso de los Diputados, se pactó el régi­

men de permisos de salida con fos Grupos Socialistas (del Con­greso y de Cataluña) y Comunista. Fue precisamente este grupo

parlamentario el que defendió la extensión de la duración tem­poral de los permisos contemplada hoy en el texto definitivo (36

6 48 días por año). Se rechazó, en cambio, la enmienda de los Socialistas de Cataluña que ampliaba las licencias a los conde­

nados de primer grado, porque el primer grado, tal como es con­

cebido en el artículo 10, se contradice esencialmente con la posi·

bilidad de los permisos de salida del 47, párrafo 2.0; cosa distinta

son los descritos en el párrafo 1.0 de dicho artículo.

El artículo 47, como la Ley General Penitenciaria en su con­

junto, obtuvo para su aprobación la favorable mayoría absoluta

de ambas Cámaras Legislativas (Congreso y Senado).

Promulgada la Ley en el «BOE» de 5 de octubre de 1979, el

artículo 47.1 de la misma contempla la regulación de los denomi­

nados permisos de salida extraordinarios que se concederán, salvo

que concurran circunstancias excepcionales, en caso de fallecí miento o enfermedad grave de los padres, cónyuge, hijos, her­

manos y otras personas íntimamente vinculadas con los internos, alumbramiento de la esposa, así como por importantes y compro­

bados motivos y con las medidas de seguridad adecuadas.

El número 2 regula los permisos ordinarios y especiales al re­

ferirse a su concesión por plazo de hasta siete días y hasta un total de treinta y seis o cuarenta y ocho días por año a los con­

denados de segundo o tercer grado, respectivamente; estas licen­

cias tendrán el carácter de ser medios de preparación para la

vida en libertad y necesitan par~ su concesión el previo informe del Equipo Técnico del establecimiento; los requisitos inexcusa­

bles para poder obtenerlos los reclusos son: haber extinguido la

cuarta parte de la condena, no observar mala conducta y ser auto­

rizado por el Juez de Vigilancia cuando su duración sea superior

a dos días, excepto para los clasificados en tercer grado, última

condición que añade el artículo 76.2.i) de la Ley.

Por último, la extensión del trascendente beneficio penitencia­

rio no se niega «a priori» tampoco a los internos preventivos, de

tal manera qu~ el artículo 48 de la Ley General Penitenciaria sig­nifica que tanto los permisos especiales cuanto los excepcionales,

podrán ser concedidos a estos reclusos con la aprobación de Ia

autoridad judicial competente.

Para finalizar ya este tema, no ofrece dudas que las condicio­

nes especificadas para los permisos especiales han de concurrir

también para el caso del interno preventivo, con la lógica exclu­

sión de la referencia a la extinción de la cuarta parte de la conde­

na: el previo informe del Equipo Técnico (de observación), el no

observar mala conducta y la expresa autorización de la autoridad

judicial de quien dependen, y no del Juez de Vigilancia, serán

requisitos incuestionables para poder obtener la licencia temporal

Jos reclusos sujetos a prisión provisional.

4.3. La relación jurídica penitenciaria o de «sujeción especial» y su garante judicial. Se ha dicho por la doctrina administrativis­ta, elaborado posteriormente por la penitenciaria, que tal deno­

minación es la que recibe la situación jurídica en la que se en­cuentran los componentes del binomio básico en esta materia:

reclusos-Administración, entendida como la reciprocidad en el

total del conjunto de los derechos y obligaciones respectivos, plas­mados en el texto legal; relación jurídica penitenciaria que, pre­

cisamente por serlo, se somete al principio de legalidad, en su

modalidad de garantía ejecutiva: «la actividad penitenciaria se

268

ajustará a lo establecido en la Ley, los reglamentos y las senten­cias judiciales» (art. 2 LGP), relación que se inicia por un título

ejecutivo, se llena de contenido en las normas penitenciarias Y se

extingue, finalmente.

En efecto, la Ley General Penitenciaria viene a recoger el de­

sarrollo de tales aspectos, al especificar en sus artículos 15 Y 17

el comienzo y el fin de la citada relación, con el ingreso y la salida

legales del establecimiento penal, plasmando en sus artículos 3,

4 y 6 su contenido, al describir, en su Titulo Preliminar, los ge­

néricos derechos y deberes de la Administración penitenciaria res­

pecto a los internos y viceversa, preceptos que son desarrollados

ampliamente por la totalidad de la propia norma, en sus diversos

apartados o capítulos.

y así, el ingreso de los detenidqs., presos o penados, en cual­

quiera ~t? _ lqs .~stableci~i;;~·t~~ penitenciarios, se efectuará median­

t~-;~~damiento u orden de la autoridad competente, quien tam­hlé~ -a~~rda~á la .Úb~r~ad, señalándose la necesidad, para proce­

der a la excarcelación de los condenados, de la aprobación de la

libertad definitiva por el Tribunal sentenciador o de la propuesta

de libertad condicional por el Juez de Vigilancia.

Los artículos 3, 4 y 6 LGP, vienen a significar la plasmación

del genérico estatuto jurídico del recluso y dan contenido a la ya

citada relación de sujeción especial, que configura la contrapres­

tación recíproca de derechos y obligaciones internos-Administra­

ción penitenciaria.

En efecto, en virtud de los preceptos citados, la Administración

asume una serie de responsabilidades que afectan a la personali­dad humana de los recluidos y a sus derechos e intereses jurídicos

no afectados por la condena, mencionándose expresamente la po­

sibilidad del ejercicio de los derechos civiles, políticos, sociales,

económicos, culturales y de sufragio, no incompatibles con su

detención o condena; se gar:_antiza la no interrupción de las pres­

taciones personales y familiares de la Seguridad Social, adquiri­

das antes del ingreso en prisión, la continuidad de los procedi­

mientos pendientes y la capacidad de postulación para entablar

nuevas acciones, a la vez que se reconoce .el derecho del interno

a ser designado por su propio nombre; como culminación de Jos

deberes que la Administración tiene con el detenido, preso o pe­

nado, se afirma la obligación estatal de velar por la vida, inte­

gridad y salud de los internos, lo que se complementa en la propia

Ley con la prohibición de malos tratos, equilibrada alimentación

proporcionada por los establecimientos, regular y puntual asisten­

cia sanitaria y cultural, asistencia pospenitenciaria, etc.

La contraprestación de las obligaciones de la Administración,

expresadas en los artículos 3 y 6, se establece en el artículo 4 LGP

al definir los deberes mínimos y elementales que deben cumplir

los internos, entre los que figuran el permanecer en el estableci­

miento penitenciario hasta obtener su libertad, acatar las normas

de régimen interno y mantener una actitud respetuosa, conside­

rada y correcta con los funcionarios penitenciarios, autoridades

judiciales o de otro orden y con sus compañeros de internamien­

to; el precepto concluye con la mención al fomento de la colabo­

ración de los internos en su propio tratamiento, que no obligación

jurídica ca°n sanción como la regimenta!.

La figura del Juez de Y_igilancia o de ejeoución de penas, en

otra terminología, se configura en nuestro Derecho penitencia~~º como la autoridad jurisdiccional que garantiza y contrqla el_ co~ rrecto funcionamiento de la . :relación de sujeción especial e~ !~s

establecimientos penitenciarios, es decir, y en resumen, el estric­

to cumplimiento del citado principio de legalidad ejecutiva plas­

mado en el artículo 2 LGP.

En lo referente al debate parlamentario, fue rechazada la en­

mienda presentada por el Grupo «Socialistas de Cataluña» dirigí-

270

da a incluir entre sus competencias la de aprobar las propuestas

de sanción sometidas a su conocimiento por el correspondiente

órgano colegiado. En el informe presentado por quien les habla

se justificó el rechazo por considerar excesiva la competencia del

Juez de Vigilancia en este punto, que invadiría las atribuciones

de la Administración penitenciaria.

Más problemas hubiera planteado asumir la propuesta comu­

nista que preveía la posibilidad de que el Juez apruebe o rechace

el aislamiento en celda superior a seis días; su admisión hubiera

supuesto una limitación grave a la operatividad de la Administra­

ción penitenciaria. Igual aconteció respecto a la autorización de

todos los permisos de salida, pues tal dedicación limitaría casi

exclusivamente al Juez de Vigilancia para este cometido y, por

otra parte, no se encuentra próximo al interno para poder deci­

dir de inmediato sobre los mismos.

En todos estos temas, se procuró que el texto de la Ley con­

templara la necesaria separación entre las atribuciones de la Ad­

ministración penitenciaria y las del Juez de Vigilancia; se trató

que no fueran invadidas las competencias de aquélla por las de

éste.

Consensuado el texto en relación, pues, al tema del Juez de

Vigilancia, sus amplias facultades consultivas, inspectoras Y deci­

sorias, sin parangón en el Derecho francés, italiano o portugués,

en mi opinión, se regulan esencialmente en los artículos 76 y 77

de la LGP, habiéndose dictado diversas disposiciones de menor

rango legislativo para poner en marcha la trascendental institu­

ción, clave· para una moderna ejecución penal.

Las competencias y funciones del Juez de Vigilancia son las que.~·~i~en, segú;-los p receptÓs- i~g~le~ ~it~do~-~ .. ·

Artículo 76: «1. El Juez de Vigilancia tendrá atr ibuciones para

hacer .cu~plirJ.~. p~~ª. impuesta, resolver los recursos referentes

271

1

1 ¡

a las modificaciones que pueda experimentar con arreglo a lo prescrito en las leyes y reglámentos, salvaguardar los derechos de los internos y corregir los abusos y desviaciones que en el cum­plimiento de los preceptos del régimen penitenciario puedan pro­ducirse.

2. Corresponde especialmente al Juez de Vigilancia:

a) Adoptar todas las decisiones necesarias para que los pro­nunciamientos de las resoluciones en orden a las penas privativas de libertad se lleven a cabo, asumiendo las funciones que corres­ponderían a los Jueces y Tribunales sentenciadores.

b) Resolver sobre las propuestas de libertad condicional de los penados y acordar las revocaciones que procedan.

c) Aprobar las propuestas que formulen los establecimientos sobre b~~"efiéios penitenciarios que puedan suponer acortamiento de la condena. --~---·-'- -·-·--··

d) Aprobar las sanciones de aislamiento en celda de duración superior a cato~ce· días.

e) Resolver por vía de recurso las reclamaciones que formu­len los internos sobre sanciones disciplinarias.

f) Resolver en base a los estudios de los Equipos de Obser­vación y de Tratamiento y, en su caso de la Central de Observa­ción, los recursos referentes a clasificación inicial y a progresio­nes y regresiones de grado.

g) Acordar lo que proceda sobre las peticiones o quejas que los internos formulen en relación con el régimen y el tratamiento

penitenciario en cuanto afecte a los derechos fundamentales o a los derechos y beneficios penitenciarios de aquéllos.

h) Realizar las visitas a los establecimientos penitenciarios que previene la Ley de Enjuiciamiento Criminal.

i) Autorizar . los permisos de salida cuya duración sea ~~P~rt9r a . dos día.~~ excepto de los clasificados en tercer grado.

272

j) Conocer del paso a los ·establecimientos de régimen ce­rrado de los reclusos a propuesta del Director del establecimiento».

Artículo 77: cLos Jueces de Vigilancia podrán dirigirse a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, formulando pro­puestas referentes a la organización y desarrollo de los servicios de vigilancia, a la ordenación de la convivencia interior en los es­tablecimientos, a la organización y actividades de los talleres, es­·cuela, asistencia médica y religiosa y, en general, a las actividades regimentales, económico-administrativas y de tratamiento peniten-

ciario en sentiqo estricto»~

Creada en la LGP la figura del Juez de Vigilancia, como ·un órgano jurisdiccional especializado, la Ley Orgánica del Poder Ju­dicial estableció. que cen cada provincia, y dentro del orden ju­risdiccional penal, habrá uno o varios Juzgados de Vigilancia pe­nitenciaria, que tendrán las funciones jurisdiccionales previstas en la Ley General Penitenciaria en materia de ejecución de penas privativas de libertad y medidas de seguridad, control jurisdiccio­nal de la potestad disciplinaria de las autoridades penitenciarias, amparo de los derechos y beneficios de los internos en los esta­blecimientos penitencíarios y demás que señale la ley», siendo el eargó de Juez de Vigilancia penitenciaria compatible con el . des­

empeño de un órgano del orden jurisdiccional penal.

El número de estos Juzgados se ha determinado en la Ley de i:>ehi~rcación y Planta Judicial, de 28 de diciembre de 1988, de la

siguiente forma:

'273

18

ANEXO X

JUZGADOS DE VIGILANCIA PENITENCIARIA

Número Juzgado

Vigilancia Peniten­

ciaria

Andalucía .. . .. . .. 4

Aragón ..... . ..... .

Asturias ...

Baleares .. .... ..... .

Canarias ... ... ... .. .

Cantabria .. . ..... .

Castilla-La Mancha.

Castilla y León ...

Cataluña ..... . ... .. .

Comunidad Valenciana

274

2

3

1

Número Juzgado

Penal Ordinario

2

2 que extienden su jurisdicción a la provincia de Cádiz.

1 con jurisdicción en las provincias de Sevilla, Huelva y Córdoba

l con jurisdicción en las provincias de Málaga,. Granada, Jaén y Al· mena. ·

Que extiende su jurisdicción a las provincias de Zaragoza, Huesca v Teruel. ·

Con jurisdicción en el ámbito de la provincia.

Con jurisdicción en el ámbito de la provincia.

Con jurisdicción en las provincias de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife.

Con jurisdicción en el ámbito de la provincia.

1 con jurisdicción en las provincias de Toledo, Cuenca y Guadalajara.

1 con jurisdicción en las provincias de Ciudad Real y Albacete.

l con jurisdicción en las provincias de Zamora, Valladolid, Segovla, Avila, León y Salamanca.

1 con jurisdicción en las provincias de Burgos, Soria y Palencia.

2 con jurisdicción en las provincias de. Barcelona y Gerona.

1 con jurisdicción en las provincias de Lérida y Tarragona.

1 con jurisdicción en las provincias de Valencia y Castellón.

1 con jurisdicción en la provincia de Alicante.

Extremadura

Galicia .. . ...

Madrid .. .

Murcia ...

Navarra ... ...... .. .

País Vasco ... ...

La Rioja ......... .. .

Ceuta ...

Melilla ...... .. .

Total ...

Número · Juzgado

Vigilancia Peniten. ciaria

3

16

Número Juzgado

Penal Ordinario

13

Con jurisdicción en las provincias de Cáceres y Badajoz.

Con jurisdicción en las provincias de La Coruña, Lugo, Orense v Pontevedra.

Con jurisdicción en el ámbito de la provincia.

Con jurisdicción en el ámbito de la provincia.

Con jurisdicción en el ámbito de Ja provincia.

Con jurisdicción en las provincias de Alava, Guipúzcoa y Vizcaya.

Con jurisdicción en la provincia.

Con jurisdicción en su término mu­nicipal.

Con jurisdicción en su término mu­nicipal.

• La misma norma había sentado que la sede de los Juzgados

de Vigilancia Penitenciaria se establece por el Gobierno; oídos previamente la Comunidad Autónoma afectada y el CGPJ.

Por último, las Audiencias Provinciales conocerán en el orden penal de los recursos que establezca la ley contra las resoluciones de los Juzgados de Vigilancia Penitenciaria en materia de ejecu­ción de penas y del régimen de su cumplimiento.

4.4. El tratamiento penitenciario: Aspectos legales. El Título de la Ley General Penitenciaria, dedicado al tratamiento, represen­

ta, científica y sistemáticamente, uno de los mayores logros y aciertos del presente texto orgánico, a la par que una de sus no­vedades más trascendentes, pues el ordenamiento jurídico peni­tenciario de los países, aun los más avanzados, siguen presentando

275

la materia: referida al tratami~nto de los internos no como una parte con sustantividad propia y :aútónoma, sino dentro del ge­

nérico desarrollo del régimen penitenciario, · ó confundido con él, cuando son claras sus . diferencias esenciales, a la par que la rela­

ción de medio a fin en ·que éste se encuentra respecto a aquél, como proclama el artículo 71 LGP.

La Ley General Penitenciaria entiende, pues, que no es admi­sible la mezcla de los divetsos aspectos que conllevan las dife­

rentes actividades regimentales: trabajo, disciplina, asistenci~ sa­nitaria y religiosa, ·permisos, etc., con el conjunto de medios pro­porcionados por las diversas ciencias de la conducta, orientados

para conseguir el objetivo primordial proclamado en sus artícu­los 1.0 y 59.1, y en el artículo 25.2 de Ja Constitución: la reeduca­ción y reinserción social de los penados.

El tratamiento penitenciario se define como el conjunto de actividades directamente dirigidas a la consecución de la reedu·

cación y reinserción social de los penados. Como dice Alarcón, este texto suPone una concepción restrictiva del tratamiento, al hablar de actividades directamente dirigidas al fin reseñado, per­fectamente diferenciado del régimen penitenciario.

El objetivo del tratamiento es pretender hacer del interno .una persona con la intención y la capacidad de vivir respetando la Ley

penal, así como de subvenir a sus necesidades. A tal fin, se pro­curará, en }a medida de lo posible, desarrollar eri ellos una llC­

titud de respeto a sí mismos y de responsabilidad individual y social con respecto a su familia, al prójimo y a la sociedad en general.

La modificación de los obstáculos para la constructiva parti­cipación social, es suficiente en su aspecto formal ·o exterior: basta con que el interno se incorpore de nuevo a la sociedad y

que sea capaz, al hacerlo, de respetar la Ley penal, de llevar. una vida sin delito.

276

Los servicios "encargados del' tratamiento se han de esforzar por conocer y tratar todas las peculiaridades de personalidad y ambiente del penado que puedan ser un obstáculo para su reso· ~ialización. P~ra obtener · este conocimiento y tratar dichas pecu· Jiaridades deberán utilizarse todos lo~ métodos de tratamiento

(médico-biológicos, psiquiátricos, psicológicos, pedagógicos y socia­les) ·y los medios que, respetando siempre los derechos constitu­

cionales no afectados por la condena, puedan facilitar la obtención

de dichas finalidades.

La referencia al obligado respeto a los derechos constituciona­

les es el único límite a los métodos de tratamiento penitenciario que puedan e~plearse y consagra el principio de la dignidad hu­

mana de los recluidos, quedando así terminantemente vetadas las

experiencias médicas o científicas sobre los reclusos y los métodos psicoquirúrgicos, como la castración terapéutica o las lobotomías; no deben excluirse, en cambio, los farmacológicos o quimioterá­picos, como el uso <le neurolépticos o antidepresivos, bajo estricto

control médico.

La voluntariedad de la participación del interno en su trata­miento preside Ja concepción moderna del tema: ningún tratamien­

to, por su misma ·naturaleza, puede ser impuesto coactivamerite

al interno. El artículo 61 LGP dice: se fomentará que el interno participe en la planificación y ejecución de su tratamiento y co­

laborará para, en el futuro, ser capaz de llevar, con conciencia social, una vida sin delitos: y añade: serán estimulados, en cuanto sea posible, el interés y la colaboración de los internos en su propio tratamiento; la satisfacción de sus intereses personales será tenida en cuenta en la medida compatible con las finalidades

del mismo.

La nota de la voluntariedad en la participación en su tratamien­

to y el pedir modestamente, a los penados el que, una vez rein­corporados a la vida social, sean capaces de no delinquir, es lo

mínimo que legalmente se .pued~ exigir a todo recluso y por este camino marchan 'Jas más modernas Jegislaciones.

Los principios científicos en los que ha de inspirarse el tra­tamiento se contienen en los seis apartados del· exhaustivo artícu­

lo 62 LGP. Son aquéllos: Estará ·basado en el ~studio científico de 1a personalidad del sujeto a tratar; guardará relación directa con un diagnóstico de personalidad criminal y con ~n juicio pro­nóstico inicial; será individualizado y complejo; programado y de carácter continuo y dinámico.

Como desarroilo específico y concreto de este artículo, el 66 LGP

autoriza organizar en los centros programas bas~dos en el prin­cipio de comunidad terapéutica y sesiones de asesoramiento psico­pedagógico Y de psicoterapia de grupo, así como la realización de terapia de comportamiento y de procedimientos tendentes a· mo­

dificar el sistema de actitudes del interno cuando sean desfavo­rables o negativos, todo ello con absoluto respeto a la personali­dad del mismo.

El artículo 63 _ LGP se ocupa de la clasificación, diciendo que para la individuaUzación del tratamiento y tras la ·adecuad.a ob­

servación de cada penado, se realizará aquélla, destinándole al establecimiento cuyo régimen sea más adecuado al tratamiento que se le haya señalado y, en su caso, al grupo o sección más idóneo dentro de aquél.

Los límites de la observación y del estudio científico de Ja personalidad en relación con la situación procesal, se contienen

en el artículo 64 LGP, el cual dedica sus dos apartados, respecti­vamente, a los internos preventivos y a los sentenciados.

Con relación a los primeros, la observación se limitará a re­coger la ·mayor información posible sobre cada uno de ellos a

través de datos documentales y de entrevistas, y mediante la ob­

servación directa del comportamiento, estableciendo sobre estas

278

bases la separación o clasificación interior en grupos a que hace referencia el artículo 16 LGP y todo ello en cuanto sea compati­

ble con la presunción de inocencia.

Por su parte, el ar.deuto 64.2 LGP dice que una vez recaída sen­

tencia condenatoria, se completará la información anterior con

un estudio científico de la personalidad del observado, determi· nándose el tipo criminológico, ún diagnóstico de capacidad cri· minal y de adaptabilidad social y la propuesta razonada de grado

de tratamiento y de destino al tipo de establecimiento que co­

rresponda.

La evolución del tratamiento en relación con los grados del

mismo y las clases de régimen se contempla en el artículo 65 LGP tanto en los aspectos de progresión o regresión cuanto en las ga­

rantías que, en relación a este tema, se conceden a los internos pues cada seis meses, como máximo, los internos deberán ser estudiados individualmente para reconsiderar su anterior clasifi­

cación y cuando un mismo equipo reitere por segunda vez la

~lificación de primer grado, el interno podrá solicitar que su próxima propuesta de clasificación se haga en la Central de Ob­servación, creada por Orden de 22 de septiembre de 1967. Los

antecedentes legales inmediatos de la Central Penitenciaría de Observación se encuentran en el artículo 52 del derogado Regla­

mento de los Servicios de Prisiones, de 1956. Él mismo derecho le corresponderá cuando, encontrándose en segundo grado y con­curriendo la misma circunstancia, haya alcanzado la mitad del

cumplimiento de la condena.

. . Los procedimientos tendentes a la modificación de los sec­tores o rasgos de la personalidad directamente relacionados con

Ja actividad delictiva ¿pueden, por implicar tal cambio de perso­

nalidad, ser contrarios a los principios del Derecho? En mi opinión, no, por dos razones fundamentales: en primer lugar, en esta ma· teria no cabe más límite que el respeto a los derechos constitu-

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cionales de los internos, co!Ilo dice tajantemente el art. 601 LGP. admitiéndose, en consecuencia, fodos los métodos de tratamiento que no atenten o pongan en peligro aquéllos; y en segundo térmi­no, la Ley parte siempre de la colaboración voluntaria del interno,

de su aceptación del tratamiento, como ha quedado dicho; en este sentido, suprimir los procedi~ientos psicosociales de modifica­ción de actitudes sería una amputación que no tendría sentido.

Por último, la expresión final del artículo 66, significando el

absoluto respeto a la personalidad del . recluso, viene a solventar dudas y recelos.

Los órganos del tratamiento y la participación .ciudadana en la resocialización de los reclusos se contempla en los dos números del artículo 69 LGP.

En relación al primer tema, el artículo 69.1, indica que las tareas de observación, clasificación y tratamiento las realizarán los equipos cualificados de especialistas, cuya composición y fun­ciones se determinarán en el Estatuto Orgánico de Funcionarios.

Los equipos que se mencionan son los de Observación para los centros de preventivos y los de Tratamiento para los estable­cimientos de cumplimiento y especiales.

Estos especialistas fueron creados por el artículo 1 cie la Ley 39/1970, de 22 de diciembre, sobre reestructuración de los Cuerpos Penitenciarios, e integran el Cuerpo Técnico de Instituciones Pe­nitenciarias. El artículo 2 de la misma especificaba su cometido al decir que realizarán las funciones propias de su especialidad en materia de observación, clasificación y tratamiento de los in­ternos, así como las de dirección e inspección de las Institucio­

nes y Servicios. La titulación exigida era la correspondiente a la enseñanza superior universitaria: o técnica y acreditar los . conoci­mientos de las especialidades de que se trate, las cuales se enume­

ran: Criminología, Psicología, Pedagogía, Psiquiatría, Endocrino-

280

logia, Sociologia y Moral, habiéndose hoy podido completar total­

mente los equipos de los centros de preventivos y jóvenes; y en grado muy elevado los establecimientos de cumplimiento y asis-

tenciales.

De su lado, el número 2 del artículo 69 LGP dice: «A los fines

de obtener ta recuperación social de los internos en regímenes ordiñario y abierto, se podrá solicitar la colaboración y participa­ción de los Ciudadanos y de · instituciones o asociaciones públicas

o privadas ocupadas en fa resocializaci6n de los reclusos».

Para concluir, la definición del sistema adoptado para la eje­cución de las penas privativas de libertad se recoge en el articu­

lo 72.1: será el de individualización científica separado en grados,

el último de los cuales es el de libertad condicional.

Este sistema parte del principio de que no hay diferencia de

tos métodos de tratamiento según los grados, pues aquéllos no están en función de éstos, sino de la personalidad de cada interno.

El número 2 del presente artículo 72 de la LGP, señala que

los grados segundo y tercero, se cumplirán, respectivamente, en

establecimientos de régimen ordinario y de régimen abierto, y los clasificados en primer grado serán destinados a los centros de régimen cerrado, ya mencionados anteriormente. Por lo que res­

pecta al sistema de trabajo en los centros abiertos, en su inmensa mayoría los internos desarrollan su jornada laboral en empresas del exterior, retornando a dormir a los mismos, o alternan estas

ocupaciones con las agrícolas o de formación profesional.

El · apartado 3 de este mismo artículo, viene a determinar la gran flexibilidad y posibilidades que el sistema de individualiza­

ción, separado en grados, presenta: siempre que de la observación y clasificación correspondiente de un interno resulte estar en con­diciones para ello, podrá ser situado inicialmente en el grado

superior, salvo el de libertad condicional, sin tener que pasar

necesariamente por los que preceden.

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Lógico complemento del apartado recién mencionado, el nú­mero 4 sienta que en ningún caso· se mantendrá a un interno en un grado inferior cuando por· la evolución de ·su tratamiento se

haga merecedor a su progresión.

4.5. En último lugar de mi exposición, referido a las compe­tencias en materia penitenciaria asumidas por las Comunidades Autónomas, .Ja Ley dice: corresponde a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias del Ministerio de Justicia la dirección, organización e inspección de las Instituciones que se regulan en

la presente Ley, salvo respecto de las Comunidades Autónomas que hayan asumido en sus respectivos Estatutos la ejecución de la legislación penitenciaria y consiguiente gestión de la actividad

penitenciaria.

Y añade, en precepto posterior: en el desarrollo reglamentario

de la presente Ley se tendrán en cuenta las previsiones que, con relación a la Administración penitenciaria, puedan incluir los Es­

tatutos de Autonomía que adopten las distintas nacionalidades y

regiones.

Hasta el momento, la transferencia de competencias sólo se

ha efectuado para Cataluña.

En efecto, el Real Decreto de 28 de diciembre de 19e3, sobre

traspasos de servicios del Estado a la Generalidad de Cataluña en

materia de administración penitenciaria dice: quedan traspasa­dos a la Generalidad de Cataluña los servicios e instituciones. que se relacionan en el Anexo, con las condiciones allí especificados

y los bienes, personal y créditos presupuestarios que resultan del texto del acuerdo y las relaciones anexas.

Los establecimientos penitenciarios que se traspasan, según la

relación núm. 1 dei Anexo de transferencias, apartado de inmue­

bles, son: Lérida I, Lérida II, Barcelona (Modelo), La Trinidad,

282

Gerona, Figueras y Tarragona. Por otra parte, en el citado Anexo del Real Decreto de transferencias se mencionan los servicios e instituciones que se traspasan: a) las funciones de dirección, or­ganización e inspección de la DGIP y organismos dependientes, en· relación a las Instituciones Penitenciarias radicadas en Cata­

luña; b) la Comunidad Autónoma facilitará al Ministerio de Justi­cia los datos estadísticos correspondientes a la prestación de los

servicios penitenciarios, y c) el personal de IIPP se integrará como funcionario de la Comunidad Autónoma.

Desarrollando sus transferencias, en la Comunidad Autónoma

de Cataluña se ha promulgado la Ley 5/1989, de 12 de mayo, de creación del Centro de iniciativas para la reinserción, cuyo objeti­vo · es el satisfacer el dereoho al trabajo de los presos y penados internados en establecimientos 1penitenciarios catalan~s (art. 2).

Iniciado el proceso de transferencias se advierte que la ubica­

ción de los establecimientos penitenciarios no satisface aún el cri­terio de evitar el desarraigo social de los penados, lo que hace

muy difícil, al menos en un primer momento, el que las Comu­

nidades Autónomas que asumen las competencias, dispongan de

los medios necesarios para la ejecución plena y. con el nivel exi­gido por la Ley Orgánica General Penitenciaria y el Reglamento que la desarrolla.

Por todo ello era necesario que la Administración del Estado, en uso de las potestades normativas que le vienen atribuidas por

la Constitución y los Estatutos de Autonomía, dictara en 20 de

junio de 1984 los necesarios criterios de coordinación para la ges­tión de la Administración Penitenciaria, que fundamentalmente se concretan en estos puntos:

a) Cada Administración Penitenciaria deberá recibir a todos los penados que, por razones de clasificación y destino, deban

cumplir condena en su ámbito · territorial en aplicación de la le­gislación penitenciaria vigente.

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b) Cada Administración Pe?itenciaria. dispondrá de: los es­tablecimientos de preventivos necesarios; un número de plazas

suficiente en sus establecimientos de preventivos para que los in­

ternos peligrosos o inadaptados puedan permanecer en el estable­

cimiento que, por su condición de preventivos, les corresponda o de la mayor proximidad posible a la sede del Tribunal que ha

de juzgarlos, salvo excepciones muy cualificadas; un número de plazas no inferior al 10 por 100 del total ·de cumplimiento;· des­

tinadas a penados clasificados en primer grado de tratamiento,

que permitan a la mayor parte de estos internos cumplir sus con­denas en el ámbito territorial qµe su tratamiento penitenciario aconseje; y para los penados clasificados en segundo y tercer

grado, el número de plazas suficiente para satisfacer las exigen­cias de tratamiento derivados de la vigente legislación peniten­ciaria.

Por otro lado, las Comunidades Autónomas deberán informar a la Dirección General de Instituciones .Penitenciarias del Minis­

terio de Justicia de todo ingreso, traslado, salida, clasificación,

permisos y demás datos que afecten a la situación penitenciaria de los internos de los establecimientos que gestionen en su ámbito territorial.

La Dirección General de Instituciones Penitenciarias y la Ad­ministración Penitenciaria de cada Comunidad Autónoma proce­derán conjuntamente a determinar las plazas óptimas y máximas

de cumplimiento de penas que se transfieren.

Para la clasificación de los internos será competente el esta­blecimiento penitenciario que le corresponda según la legislación vigente. Siempre remitirá sus propuestas a su propio Centro di­rectivo.

Si la clasificación y destino del interno no implicara traslado a un ámbito territorial distinto, la Administración Penitenciaria

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resolverá sin más trámites que la preceptiva notificación a la Ad­

ministración del Estado, en su caso.

Si un establecimiento, por clasificación o destino penitencia­rios, propone traslado de un interno a un ámbito territorial de

otra Administración, tramitará la propuesta a su propia Admi­nistración, quien podrá resolver con destino a un establecimiento de su competencia o, en su caso, dirigirla a la otra Administra­

ción, quien sólo podrá oponerse a ella por considerarla improce­

dente o por carencia de plazas, según las capacidades máximas previamente establecidas.

La Dirección General de Instituciones Penitenciarias del Minis­terio de Justicia dictará los criterios de normalización de los datos de carácter penitenciario para homogeneizar la documentación básica penitenciaria en el tratamiento de internos.

En materia de traslados y conducciones entre establecimientos

dentro del territorio de una Administración Penitenciaria, cuales­quiera que sean sus razones o autoridad requirente, serán orde­nados por el Centro directivo de la misma.

Cualesquiera que fueren las razones del traslado o la conduc­ción, si se realizasen entre establecimientos pertenecientes a dis­tintas Administraciones Penitenciarias, será ordenado por la Ad­

ministración bajo cuya competencia se encuentre el interno previa notificación a la Administración que lo haya de recibir.

En este caso, si el traslado es consecuencia de clasificación o destino, será necesario la previa aprobación de la Administración Penitenciaria que ha de recibir al interno.

Por último, en supuestos excepcionales de motines, catástrofes,

epidemias, incendios y otros de similares características que hagan necesario el traslado masivo de internos a establecimientos de otra Administración Penitenciaria, éste será decidido y organizado

por la Administración que sufra la situación crítica. Inmediata·

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mente comunicará a la Administración del Estado la situación extrema del establecimiento, el número de internos que sea pre~

ciso trasladar y las características penitenciarias de los mismos,

para que ésta, considerando las plazas vacantes de todos los es­tablecimientos del Estado, distribuya el te>tal de internos, previo

acuerdo de la Administración Penitenciaria que los haya de recibir.

( l989)

286

IX. ALTERNATIVAS A LA PRISION