Diferencias Culturales Y Ciudadania - Touraine

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Presentación Jorge ¡Arique Gonzalo: Obertura Jesús Martín-Barbero Contrapunto Jorge Enrique González, Gabriel R es trepo José Luis Grosso Leonardo Tóvar Adrián Serna Alfonso Jorres Coda Alain Touraine

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Touraine universitario

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  • Presentacin Jorge Arique Gonzalo:

    Obertura Jess Martn-Barbero

    C o n t r a p u n t o Jorge Enrique Gonzlez, Gabriel R es trepo

    Jos Luis Grosso Leonardo Tvar Adrin Serna Alfonso Jorres

    Coda Alain Touraine

  • Diferencias culturales y ciudadana Alain Touraine

    Cmo podemos vivir juntos siendo diferentes? o, como me lo dijeron los inmigrantes de segunda generacin, hijos de magre-binos instalados en Francia (beurs) a comienzos de la dcada de 1980, vivamos juntos con nuestras diferencias. Lo que decan los beurs de esa poca se concibe hoy como algo propio de un pasa-do lejano, pero yo no lo creo. En un primer momento tratar el asunto desde una perspectiva histrica. En Francia an tenemos muy marcada la idea de que en la poca moderna el nico puen-te que se puede establecer entre el mundo de la objetividad (la economa) y el mundo de la subjetividad, es decir, la cultura o la moral, sigue siendo la poltica.

    Las ciencias sociales nacieron cundo Maquiavelo afirm: "Los asuntos polticos deben ser tratados en trminos polticos y no en trminos religiosos". Lo religioso era a la vez objetivo y subjetivo: el mundo fue creado por la voluntad de Dios, pero por un Dios

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    racional. No obstante, esta unidad se rompi. De un lado, algunos escogieron la ciencia; fueron sobre todo los italianos. Otros hablaron de la culpabidad, de la falta, de la gracia; fueron por lo general los alemanes y los pueblos del norte de Europa. No se poda continuar con esa separacin y surgi la pregunta de cmo atravesar el ro de un lado a otro. Todo el mundo propuso la misma respuesta: por medio de la poltica o, mejor an, por la ciudadana.

    Mas all de nuestros roles privados, pblicos, econmicos, morales o culturales, existe el hecho de que pertenecemos a un mundo poltico. An si las ideas polticas de ciudadana no han sido siempre democrticas, stas han sido durante mucho tiempo lo contrario del "democratismo" y siempre han llevado en s mis-mas un propsito democrtico. Fueron Maquiavelo, Toms Moro o Erasmo quienes, en primera instancia, definieron lo poltico.

    Dos pases, Francia y Estados Unidos, fueron inicialmente ms lejos formando aquello de lo que todo el mundo hablaba, pero que no se expanda mucho. El Estado-nacin nos remite a la identifi-cacin del Estado con la nacin, nos remite a la Repblica en sen-tido estricto. Esta experiencia fue seguida a continuacin, como ocurri con los pases bolivarianos de Amrica del Sur. La tradi-cin franco-estadounidense no es superior a la otra gran tradicin, inglesa y en especial holandesa, que prefiere limitar los derechos polticos a favor de los derechos individuales. Es la oposicin de estas dos tendencias la que habitualmente resumimos oponiendo Rousseau a Locke. En la Declaracin de los Derechos del Hombre se encuentran tanto artculos inspirados del uno como del otro. Este rasgo resume el primer periodo que hemos vivido. En el me-jor de los casos, el acceso a la ciudadana deba ser iniciado por la educacin, aunque en su ausencia no sera muy difcil obtenerla.

    En 1848 se crea la Repblica francesa y tres meses ms tarde, en junio de ese ao, se dispara sobre los obreros que estn en las barri-

  • cadas. La democracia poltica se convierte en una democracia contra lo social y contra los obreros. Los grandes republicanos franceses de finales del siglo XIX se opusieron a la Comuna de Pars y, de manera ms general, fueron hostiles a los obreros. En ese momento se plantea una pregunta extremadamente difcil de responder, que domin un siglo de la historia de Francia: se pueden reconocer de-rechos sociales que son diversos, fragmentados? Se reconocen dere-chos a los mineros, a los metalrgicos, a las mujeres trabajadoras, etc. La primera ley social que reglament el trabajo nocturno en Francia fue votada a propsito del trabajo de los panaderos. Cmo podra tomarse en cuenta esa diversidad de derechos sociales? La respuesta sera: tomando en cuenta un cierto universalismo. Muchos han con-siderado que si los obreros trabajan cincuenta horas en condiciones insalubres, si los nios de ocho aos pueden ser llevados a trabajar en minas de carbn, esc universalismo se convierte en un mal chiste! Otros han afirmado: las libertades burguesas son engaosas, a dife-rencia de las libertades reales, las del mundo del trabajo. Todo esto produjo el gran fenmeno comunista, del cual la historia reciente nos da muestras que hoy est agotado.

    Durante este tiempo los ingleses han encontrado otra solucin: la democracia industrial (industrial democracy, en ingls en el ori-ginal, N. del T) . Un breve y clebre libro de sociologa, titulado "Ciudadana y clase social" (Citizenship and social class,1 en ingls en el original, N. del T) cs, de alguna manera, el libro clave de esa poca. Ese proceso se desarroll en los pases que haban re-conocido el papel poltico del sindicalismo. Esa es la definicin de la Sodaldemocracia: el sindicalismo posee una expresin poltica, "posee" un partido poltico, como fue el caso hasta hace poco en Gran Bretaa y como es el caso an en Succia. Las cosas son muy difciles de resolver, pero por lo menos en esta parte del mundo hemos tomado la costumbre de reconocer que existen derechos de

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    los trabajadores y que estos emanan de un principio general, que no es de la misma naturaleza que el de la democracia poltica. Esto entraa un problema de igualdad, pero ac el problema en el que hemos vivido por ms de un siglo, y sobre el cual muchos conti-nan reflexionando, es el tema de la justicia. Qu es justo y qu es injusto? Qu es un salario justo? Cmo discutir una convencin colectiva y cmo se forma una ley social?

    En este comienzo del siglo XXI estamos muy apegados a nuestros derechos cvicos y sociales, pero estos han retrocedido brutalmente desde hace ms de veinte aos, tanto como la capacidad de negocia-cin y la parte del ingreso nacional que se destina a los trabajadores. No me refiero solamente a la po'tica de Margaret Thatcher en Inglaterra, sino a lo que viene ocurriendo en todos los pases. Tenemos derechos civiles, derechos poUticos y, ahora, decimos que queremos tambin derechos culturales. Los derechos culturales significan el derecho de actuar segn caractersticas de nuestro ser (el sexo), de nuestras con-vicciones, de nuestro origen, etc. La gran dificultad es que todo parece atomizarse. Cada uno en su propio rincn puede respetar una norma particular. Una mujer lesbiana, sadomasoquista, negra, tiene el dere-cho de organizarse a su manera. Pero lo que "hace sociedad" est en riesgo de desaparecer a causa de un verdadero fraccionamiento de lo social. No se sabe cmo va a combinarse este nmero casi infinito de identidades con la ciudadana. Al mismo tiempo, otros afirman que todo esto implica la muerte de la Repblica. Estos dicen: "Detenga-mos todo, volvamos a la unidad nacional", lo que, de otra parte, somos totalmente incapaces de hacer dado que la televisin, los conocimien-tos cientficos, etc., estn ampUamente globaHzados.

    El subtitulo de uno de mis bros es ^Podremos vivir juntos? Iguales y diferentes.2 Cuando yo preparaba ese texto me fue necesario estu-diar a los antroplogos y entre eUos al muy clebre Louis Dumont. El

  • escribi en su bro sobre el individuasmo3 la siguiente frase: "toda diferencia implica una diferencia jerrquica". Este planteamiento es de gran alcance. En particular, es a causa de esta crtica que la mayor parte de mujeres y de feministas han rechazado el criterio de diferen-cia hombre/mujer. Cada vez ms se afirma que las mujeres se ocupan preferentemente de la vida privada y los hombres de la vida pblica y, no obstante, es evidente que hay una diferencia jerrquica. El antro-plogo estadounidense Cfford Geertz me deca en una reunin en la que expuse estas ideas: "Estimado seor, el trmino que usted busca es la cuadratura del crculo" (to square the circle, en ingls en el original, N. del T) En Francia decimos eso ms o menos de la misma manera. Dicho de otra forma, all donde hay igualdad no hay diferencia, o, por el contrario, ah donde hay diferencia no hay igualdad.

    El movimiento de mujeres ha estado convencido de esto durante mucho tiempo, al punto que se ha escindido en dos movimientos. Uno preconiza la igualdad, desde Simone de Beauvoir hasta Elisa-beth Badinter, y no menciona la diferencia de sexo, es monosexual. Del otro lado, mujeres consideradas habitualmente como radicales insisten sobre la diferencia, como Antoinette Fouque, del Movi-miento de liberacin de mujeres (Mouvement de libration desfiem-mes M. L. F.) Cmo se puede responder a este desafo? Hoy, para la mayor parte de personas, los hombres y las mujeres son a la vez diferentes e iguales. Qu fue lo que pas? Lo que me pareca ser un problema insolublc fue resuelto de un solo golpe por todo el mundo, excepto por las minoras extremistas. La respuesta no tiene nada nuevo, pero es necesario recordarlo: en la Declaracin de Derechos del Hombre o en las declaraciones estadounidenses anteriores, se afirma que los seres humanos eran iguales en la medida en que se haca referencia a un principio no social, que no es la riqueza, las fa-cultades, o la fuerza, etc., sino el derecho natural. Los seres huma-

    uiidadama y utuia

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    nos nacen y viven iguales en derechos. En otros trminos, se puede decir que todos somos hijos de Dios. Se puede tambin decir, como lo hizo Descartes, que somos todos seres racionales. En efecto, esta cs la repuesta, aunque amerita algunas precisiones.

    Si se quiere definir los derechos de cada ciudadano, de cada ca-tegora de trabajadores de cualquier origen y de todos los proyectos culturales, cmo debe procederse?, apelando al sujeto kantiano? Imposible, porque nadie cree en ese universalismo vaco. Podra invocar un mundo de comunicacin entre sujetos a travs del cual se manifiesten condiciones universales de la comunicabilidad? Reconocern aqu el vocabulario y el pensamiento de Jrgen Ha-bermas. Personalmente, esa respuesta me parece insuficiente. La nica solucin que yo encuentro es que no existe una sola identi-dad, sino al contrario, que cada individuo es definido como ciuda-dano por su identidad en tanto trabajador, y por una multiplicidad de identidades o de proyectos culturales.

    Cada individuo participa, quiere participar o debe tener el de-recho de participar en un mundo econmico y tcnico que est globalizado. Prcticamente nadie escapa al mundo econmico y tec-nolgico moderno. An sobre las altas planicies de Bolivia o Per todo el mundo participa en l, as sea por la venta o la compra de coca. Al mismo tiempo, cada uno de nosotros tiende a entrar en ese juego con sus tradiciones, sus proyectos, las reinterpretaciones de su vida cultural, su lengua, su religin, su sexualidad, sus opiniones, sus gustos. El nico universalismo es el derecho de todos a par-ticipar a la misma actividad tcnico-econmica, a la misma razn instrumental, como dicen los socilogos, pero cada uno a travs de su historia, su pensamiento, sus valores, su sensibilidad individual.

    En la actualidad vivimos en una sociedad individualista. El in-dividualismo puede estar hecho de clculos racionales, de clculos

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    financieros. En ese caso no se trata ms de actores sociales por-que la racionalidad est inscrita en las finanzas, en los clculos. Hay gente mucho ms interesante que dice: ser individualista es ser hedonista, vivimos en una sociedad de consumo y buscamos aumentar y diversificar nuestros placeres. Pero desgraciadamente esto es limitado. Las personas que hacen marketing, previendo bastante bien sus consumos y actividades, se sienten sorprendi-das cuando encuentran que algunos libros, muy descorazonadores, les muestran hasta qu punto el nombre que han escogido para sus hijos es previsible estadsticamente. Entonces, estoy obligado a decir que la palabra "individualismo" debe ser reducida a otro sentido al que yo he hecho alusin muchas veces. Este nos remite a la siguiente pregunta: cmo puedo yo, a travs de todos los su-cesos de mi vida, de todas las influencias y limitaciones ocurridas, llegar a no perderme de vista a m mismo, a constituirme como un individuo singular, a decir que mi vida, finalmente, es al menos mi vida? Esto es lo que yo llamo el Sujeto. Considero que en este sentido la izquierda es individualista y la derecha colectivista. Un pensamiento de derecha va a hacer un planteamiento de este tipo: "Teniendo en cuenta los trminos de mercado, teniendo en cuenta el grado de previsibilidad o de imprevisibilidad..."; en tanto que la gente llamada de izquierda es sensible a una multiplicidad de demandas de reconocimiento de un ser particular.

    Retornando al problema de las mujeres voy a intentar demostrar cmo el tema de la igualdad no es suficiente. Que las mujeres sean reconocidas en su igualdad y su diferencia no es el problema, pero esta igualdad no existe en absoluto en el orden fctico. Las muje-res se ocupaban de servicios personales excluidos del mercado, es decir, domsticos; ahora ellas se ocupan de servicios personales propios del mercado: en la enseanza, en el sector salud, etc. No

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    se les ve muy a menudo en las presidencias de los bancos, o en las posiciones directivas, incluso en la universidad. Francia es un pas donde en todas las posiciones de lite las mujeres representan slo el 7 u 8%. Los progresos, pues, son mnimos en esta materia.

    Es necesario volver sobre un dato clave: lo mismo que en 1848 la economa se volvi poltica, en 1968 la cultura se volvi poltica. La separacin entre lo privado y lo pblico no existe ms; nuestra vida pblica se ocupa esencialmente de problemas privados. En esta parte del mundo hemos implementado un modo de desarrollo extraordinario, de una eficiencia fantstica, que nos ha dado mu-cho avance sobre el resto del planeta. Este principio ha consistido en decir: es necesario separar lo ms que se puede el fuerte del dbil, lo dinmico de lo tradicional.

    Debemos funcionar como mquinas de vapor, como bien lo ha puesto en imgenes Claude Levi-Strauss: un polo caente/un polo fro. Entre ms grande sea la diferencia de potencial, ms rpido va la locomotora. Hemos inventado categoras que se definen por su oposi-cin, siendo la ms clebre de stas la oposicin hombre/mujer. Se ha designado hombres a los fuertes y mujeres a las dbiles, ms aU de las diferencias biolgicas que en general no tienen nada que ver con esa manera de ver el asunto. Hemos llamado fuertes a los colonizadores y dbiles a los colonizados. Hemos opuesto de forma sorprendente a los adultos y los nios, siendo estos ltimos definidos por la literatura del siglo XIX como aqullos que no se controlan. Tambin hemos opues-to la gente racional y dinmica, que son los empresarios, a la gente perezosa, sin iniciativa, que son los asalariados, lodo esto ha sido de una brutadad extraordinaria y de una gigantesca eficacia.

    Despus de 150 aos de logros bajo ese esquema, no se podra por fin superar esa polarizacin? Casi en el mismo momento, en casi todos los sectores, este proceso ha comenzado. En primer trmino,

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    para el movimiento obrero se ha reconocido que los asalariados tam-bin podran, de una manera u otra, tener capacidad de iniciativa y de desarrollo. De otra parte, un grupo de mujeres estadounidenses se reum en Londres durante la guerra civil y cre el movimiento feminista. Los movimientos anticoloniales, que tenemos muy en con-sideracin, afirman "la modernizacin es a menudo lo contrario de la colonizacin y para modernizarse cs necesario descolonizarse". Les prometo que dentro de poco una ltima contradiccin se habr supe-rado y que los nios sern reconocidos como ciudadanos plenos. En Francia y otros pases se rene a menudo un Parlamento de nios que mantiene tiles discusiones. Es necesario proceder por etapas, pero se podra muy bien poner la edad de derecho al voto a los diez aos, y luego descenderla progresivamente. Esto significa que vivimos la pro-longacin de este inmenso movimiento de despolarizacin, an con el miedo de ir muy lejos y mejor actuar como los dems, que no se han ocupado de polarizar, pero que tampoco han actuado mucho.

    Un reciente estudio hecho en Italia ha formulado la siguiente pregunta a mujeres italianas de entre 15 a 25 aos: "para usted, en su futuro, qu considera que va a ocupar el lugar principal: su vida personal, afectiva, familiar o su vida profesional?". Respuesta de las italianas: "pues las dos! Por qu quiere que escoja entre la vida profesional y la vida personal?" Los hombres italianos, o de otras partes, dan otro tipo de respuesta: "Ah, si yo pudiese escoger, pero no puedo hacerlo; sera el trabajo, el trabajo!". De todas maneras, los hombres tienen mala moral y las mujeres buena moral, aunque los hombres tienen el poder y las mujeres no lo tengan.

    Estamos en trance de buscar medios de despolarizacin, de co-municacin y, al mismo tiempo, de tensin con el futuro. Cmo es que podemos combinar nuestra diversidad con la unidad de las leyes y de las tcnicas? Voy a conservar el concepto de "reconoci-

    uunaounia y ;...uituia

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    miento" utilizado por Charles Taylor, filsofo canadiense. Reco-nocer al otro significa que estamos en trance de hacer la misma cosa, pero de manera diferente. Yo reconozco que usted hace las cosas de una manera distinta a la ma, sin que esto signifique ha-cerlo mejor o peor; simplemente lo hace diferente a m. Yo no soy un defensor de la idea de multiculturalismo que puede llegar a significar una yuxtaposicin de culturas. Soy partidario decidido de la idea de comunicacin intercultural.

    Todos sabemos la inmensidad de problemas que aparecen y la fa-cilidad de progresar en la mayor parte de los campos. Evidentemen-te, si usted le habla a la gente a garrotazos, con prejuicios racistas, slo conseguir que le arrojen piedras. En la asociacin ATD-Quart Monde,4 alguien ha contado una ancdota luego de una asamblea de una asociacin en Brooklyn: haba dos mujeres negras que tenan sus hijos en prisin, quienes afirmaron que esos jvenes no tenan confianza sino en una sola persona, sus madres. Otras mujeres des-confan, tienen odio o se sienten despreciadas. Tomemos la gente de hoy, la gente de los barrios perifricos, por ejemplo. Se les propo-ne integrarse, vincularse. Ahora bien, algunas investigaciones han mostrado que las categoras sociales que ellos ms rechazan, tales como la polica, los profesores, o los trabajadores sociales, se supone que les van a ayudar. "Es falso, ellos nos engaan, quieren integrar-nos en una sociedad desintegrada" afirman los habitantes de esos barrios. Para m, estas cosas reposan sobre el hecho de que, en lugar de integrar, nosotros debemos buscar soluciones que consisten en dar -o privilegiar- un espacio lo ms maternal posible. La respuesta para algunos jvenes estar en las relaciones interpersonales, a veces en la banda, o incluso en los detos colectivos. Todo eso est "jus-tificado", como los robos que los banqueros hacen en sus institucio-nes, o los errores que cometen los mdicos.

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    Nosotros no podemos encontrar mayor igualdad que reforzan-do la capacidad de cada uno de ser Sujeto, es decir, tener puntos fuertes en s mismo. Hace poco, en nuestro centro de investigacin CADIS,5 hemos analizado la tesis de una investigadora alemana sobre el siguiente tema: estudiemos los turcos en Alemania, los tur-cos y los argelinos en Francia y respondamos a la siguiente pregun-ta: la pertenencia religiosa activa es un factor positivo o negativo del xito o de la adaptacin? La respuesta es perfectamente clara: la pertenencia religiosa es un factor positivo, muy positivo. No es que por sus valores el Islam est ms prximo a nuestras sociedades, sino que el individuo que se apoya sobre los elementos de su identi-dad, de la organizacin de su experiencia, va a ubicarse mejor.

    Hace ya varios aos se trata en Francia y en otros pases el asun-to del velo en las mujeres islmicas. Al comienzo se dud un poco. En lo personal, yo haba tomado partido en forma decidida a favor de esas mujeres; tambin el Consejo de Estado tom esa posicin. Luego el mundo de la educacin se desencant y llegamos a la pro-hibicin. Ese hecho me produjo tal indignacin que me propuse adelantar sendas investigaciones en Francia y Turqua. En Francia entrevistamos un centenar de mujeres y de stas haba algunas que se sometan a la tradicin. Encontramos seis o siete que sufran la presin masculina, no del padre sino del hermano mayor, y otras se encontraban bajo la influencia de una organizacin religiosa. Pero la mayora de ellas eran mujeres modernistas que se ponan el hidjahb para poder salir de su casa y que deseaban mantenerse en la cultura moderna. El estudio en Turqua fue realizado por Niler Gpole, profesor en Estambul, con una poblacin mitad "minifal-da"y mitad "tchador".' Qu tipo de estudios seguan las mujeres islmicas?: Ciencias naturales, Arquitectura, Medicina. Pocas es-cogieron el Derecho o los estudios de Letras. Se trataba de mujeres

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    modernas que hacan un gran esfuerzo, semejante al que nosotros debemos hacer para mantener la laicidad en Francia, o el cristia-nismo, o el protestantismo, o lo que queramos para nosotros.

    Lo esencial es que se presentaba all la constitucin de un Ser, de un Sujeto y que el anlisis se centraba no sobre las condiciones objetivas, sino sobre la capacidad de construirse como Sujeto. El pri-mer elemento que interviene aqu consiste en ser reconocido. Los contactos que tuvimos con algunas mezquitas, en particular en el distrito XIX de Pars, muestran la amplitud del movimiento de re-islamizadn de la juventud. Sus efectos son positivos. Consisten en la capacidad de combinar el Islam con la formacin profesional y con la pertenencia a la sociedad francesa, es decir, la capacidad que debe tener una minora de reconocer los derechos de la mayora.

    Este problema de la diversidad cultural y de la unidad de la ciu-dadana es, pues, central en la actualidad. No encontramos una so-lucin yendo ms arriba, hasta los lugares donde todo el mundo sera igual. Esto me recuerda las discusiones que tuve con Hans Kng, el telogo que se interesa vivamente en el ecumenismo. Lo que las religiones tienen ms en comn es hacerse la guerra! Yo insisto so-bre el rol esencial del individuo, no en el sentido del "m" sino en el sentido del "yo", en el sentido de una exigencia de primer orden en un mundo contrario a la individuazacin. Al respecto, me referir a un debate muy clebre de la filosofa alemana. Desde Georg Si-mmel hasta Walter Benjamn, una gran preocupacin alemana fue la prdida de la visin global del mundo, de aquello que los alema-nes llamaban la visin {Erfahrung). Estamos devorados por todos los elementos de la vida que ellos llaman las vivencias (Erlebnisse) y la gran preocupacin en este mundo tcnico, burgus, este mundo de dinero e imgenes es cmo se puede tener una visin global? Es claro que no podemos tener ms la visin de la Ilustracin {Au-

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    fklarung) que est en el fondo de todo, porque en el nombre de la Ilustracin tambin se ha asesinado y tenemos suficientes creencias acrticas en las leyes de la naturaleza y de la sociedad. En la actua-lidad pensamos que nuestra salvacin individual no puede hacerse solamente a travs de una solucin colectiva. En este caso quisiera emplear palabras propias de los protestantes, minora a la que yo no pertenezco, y podra decir que se trata de un estado del alma, un estado de la conciencia y dir tambin, una forma de intimidad.

    Igualmente somos extremadamente sensibles al tema de la me-moria histrica y de la continuidad. Por ejemplo, yo estoy fuerte-mente ligado a la lengua francesa, pero el hecho de que tambin hable ingls y espaol no quiere decir que deba dejar de hablar francs y hacer comprender el pensamiento francs en el extran-jero. Todos debemos, entonces, tener el sentido de aquello que nos constituye y de lo que tenemos la mayor necesidad; no es la comunicacin sino las relaciones afectuosas, es decir, una intimi-dad, a travs de la cual se puede fundar una construccin, un re-conocimiento mutuo y colectivo. A escala mundial hemos visto desarrollarse una categora social que se denomina "los excluidos". En los pases ricos e industrializados (Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, e Italia) los excluidos son alrededor del 15%. En los pases en vas de desarrollo (Mxico, por ejemplo) rondan alrededor del 50%. En los pases pobres esta cifra puede ser el 80% y en algunos pases del frica, 90%. Esto es un escndalo. La gran traicin de los pases europeos fue haber puesto a funcionar el Wellfiare State -el Estado providencia-, no para la readaptacin de estos excluidos, sino para mantener un cierto nmero de ventajas que son privilegios para las clases medias o superiores.

    En nombre de palabras que todos pronunciamos y porque son palabras muy importantes, en nombre de lo que llamamos la dig-

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    nidad humana, por nuestro rechazo de lo que llamamos la humi-

    llacin, debemos considerar que en la actualidad se trata menos

    de reducir la polarizacin de nuestras sociedades, combatir la ex-

    clusin y vivir unidos con nuestras diferencias. Entre ms seamos

    Sujeto ms diferencias habr entre nosotros y ms posible ser construir una sociedad que repose sobre el conocimiento mutuo.

    Traduccin de jorge Enrique Gonzlez

    Notas del traductor 1 Se refiere al libro de Thomas Marshall, Citizenship and social class,

    (1950), editado con un estudio de Tom Bottomore (1992), London: Plu-to Press. Versin castellana en editorial Losada (1999). 2 Pourrons-nous vivre ensamble? Egaux etdijferents (1997), Paris: Artme Fa-

    yard. Versin castellana en Fondo de Cultura Econmica (1997, 2000). 3 (1983) Essai sur l'individualisme. Unepespective anthropologique sur l'ideologie

    moderne, Paris: Seuil. Versin castellana en Alianza editorial (1987) 4 En francs en el original. Se trata de una Organizacin no guberna-

    mental cuyas siglas significan Aide a Toute Dtresse (Ayuda a todo tipo de miseria), fundada por el sacerdote Joseph Wresinski (1917-1988), que tiene por objeto atender a personas en extrema pobreza en cualquier parte del mundo. 5 Se refiere al Centre d' analyse et d' intervention sociologique, en l'Ecole des

    hautes tudes en sciences sociales, de Pars. 6 El "hiyab", o "hidjab" ("hiyeben", en dialecto magreb) tiene su raz en

    la palabra rabe "bajaba", que significa esconder, ocultarse de las mi-radas, poner una distancia. Este velo esconde el cabello, las orejas y el cuello, y slo deja ver el valo del rostro. 7 Velo negro usado originalmente por religiosas iranes, que cubre desde

    la cabeza a los pies.