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DIÁLOGOS DE LA LENGUA EL VALOR. DE LA LECTURA Y LA LECTURA EN VALORES Tres propuestas de lectura con adolescentes Guillem Vallejo Forés APEJuan Boscán D esde la concepción de Montaigne, para quien la lectura ha de ser un acto de alegría, hasta la de Saramago, quien invita a los niños a reír y llorar sobre los libros, en lugar de hacerlo sobre la pantalla del or- denador, el libro ha sido defendido como garante de aquellos valores humanos que aportan dignidad y sentido al hecho de ser y llamarnos hombres. Los libros no sólo nos hacen libres, sino que conforman las cartas de navegar con las que el niño y más tarde el adolescente em- prenderá el viaje hacia la plenitud de mismo. No sólo vale la alegría (no la pena) leer libros, sino que en cada libro leído contactamos con la memoria del mundo, validamos nuestro ser al alinearnos con el legado de la palabra de nuestros antecesores o de nuestros coetáneos y dibujamos con los ojos el mapa que nos conduce hasta la isla del tesoro que aguarda expectante en el corazón de cada uno. Novelas comprometidas M libro a la cons- trucción de la identidad hay un puente o un paso, cuyos primeros andamios son los valores por los que ver y entender el mundo. Si empezamos por el género literario de ma- yor popularidad, advertimos que hay una predilección de nuestros novelistas por incluir como núcleos temá- ticos de sus novelas las problemáticas que arrostra la sociedad, principalmente, en sus capas más vulnera- bles, como son los jóvenes o adolescentes: la droga, la anorexia, la violencia. Hay novelas por las que apenas pasan los años y no pierden el lustre de su actualidad. Decir adolescentes, es decir, de forma casi connatural rebeldes, y Rebeldeses el título de una novela escrita por Susan E.Hinton y editada por Alfaguara que sigue atrayendo a numerosos jóvenes porque en ella circula la corriente vital de muchachos que más que protago- nistas son víctimas de sus circunstancias y que acaban representando el guión que la sociedad había ya escrito para ellos. No solo vale la alegría (no la pena) leer libros, sino que en cada libro leído contactamos con la memoria del mundo, validamos nuestro ser al alinearnos con el legado de la palabra de nuestros antecesores o de nuestros coetáneos [...] Pese a las luchas entre bandas que ocupan buena parte de sus páginas, los héroes callejeros o antihéroes, según como queramos verlos, sienten como en la pelí- cula La ola, que el grupo de amigos es la verdadera familia que da sentido a sus vidas. La fuerza que al- gunos de ellos ostentan es el reverso de su debilidad, y la novela ofrece lúcidas lecturas sobre las repercusiones no ya de sus actos, sino de sus omisiones, de su falta de asertividad. En realidad ésta es una de las constantes de muchas novelas y además coincide con uno de los ras- gos propios de la adolescencia: la dejación de la respon- sabilidad respecto a sus propias acciones va creando una cadena de reacciones que acaban determinando el des- enlace de la trama y muestran, como sucede en la vida real, que algunas de las grandes tragedias se inician en lo que parecería algo vano o insustancial. En el caso de Rebeldes, Johny, por ejemplo, el mu- chacho que desde que había recibido una paliza se había mantenido inseguro, introvertido y reacio a las peleas, mata a Bob, un miembro de la banda enemiga que está ahogando a su compañero Pony Boy. A continuación, deciden huir, y como con- secuencia de esa huida, se irán produciendo una serie de reacciones en cascada, algunas de las cuales nos permiten ver la contradic- ción de la misma naturaleza humana. Johnny, el asesino de Bob, acaba salvando con Pony Boy a unos niños que estaban atrapados entre las llamas de una iglesia. Ese acto de altruismo y solidaridad viene esta vez de la mano de la responsabilidad (la iglesia se había incendiado por su culpa) y de la generosidad de esos muchachos, maltratados por la vida casi desde que nacieron. Ética y alternativas novela Rebeldes ofrece, por tanto, un amplio material para trabajar en el aula, las distintas posibles actitudes éticas ante situaciones difíciles que la vida puede depararnos, reflexionando en común sobre ellas y planteando posibles alternativas de res- puesta ante determinados hechos que se suceden en la narración: ¿Tenía Johnny otras opciones antes de Octubre-Diciembre 2009 Página 9

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DIÁLOGOS DE LA LENGUA

EL VALOR. DE LA LECTURA Y LA LECTURA EN VALORES

Tres propuestas de lectura con adolescentesGuillem Vallejo Forés

APEJuan Boscán

Desde la concepción de Montaigne, para quien la lectura ha de ser un acto de

alegría, hasta la de Saramago, quien invita a los niños a reír y llorar sobre los libros, en lugar de hacerlo sobre la pantalla del or­denador, el libro ha sido defendido como garante de aquellos valores humanos que aportan dignidad y sentido al hecho de ser y llamarnos hombres.

Los libros no sólo nos hacen libres, sino que conforman las cartas de navegar con las que el niño y más tarde el adolescente em­prenderá el viaje hacia la plenitud de sí mismo. No sólo vale la alegría (no la pena) leer libros, sino que en cada libro leído contactamos con la memoria del mundo, validamos nuestro ser al alinearnos con el legado de la palabra de nuestros antecesores o de nuestros coetáneos y dibujamos con los ojos el mapa que nos conduce hasta la isla del tesoro que aguarda expectante en el corazón de cada uno.

Novelas comprometidas

M libro a la cons­trucción de la

identidad hay un puente o un paso, cuyos primeros andamios son los valores por los que ver y entender el mundo. Si empezamos por el género literario de ma­yor popularidad, advertimos que hay una predilección de nuestros novelistas por incluir como núcleos temá­ticos de sus novelas las problemáticas que arrostra la sociedad, principalmente, en sus capas más vulnera­bles, como son los jóvenes o adolescentes: la droga, la anorexia, la violencia. Hay novelas por las que apenas pasan los años y no pierden el lustre de su actualidad. Decir “adolescentes”, es decir, de forma casi connatural “rebeldes”, y “Rebeldes” es el título de una novela escrita por Susan E.Hinton y editada por Alfaguara que sigue atrayendo a numerosos jóvenes porque en ella circula la corriente vital de muchachos que más que protago­nistas son víctimas de sus circunstancias y que acaban representando el guión que la sociedad había ya escrito para ellos.

No solo vale la alegría (no la pena) leer libros, sino que en cada libro

leído contactamos con la memoria del mundo, validamos nuestro ser al alinearnos con el legado de la

palabra de nuestros antecesores o de nuestros coetáneos [...]

Pese a las luchas entre bandas que ocupan buena parte de sus páginas, los héroes callejeros o antihéroes, según como queramos verlos, sienten como en la pelí­cula “La ola”, que el grupo de amigos es la verdadera familia que da sentido a sus vidas. La fuerza que al­gunos de ellos ostentan es el reverso de su debilidad, y la novela ofrece lúcidas lecturas sobre las repercusiones no ya de sus actos, sino de sus omisiones, de su falta de asertividad. En realidad ésta es una de las constantes de muchas novelas y además coincide con uno de los ras­gos propios de la adolescencia: la dejación de la respon­sabilidad respecto a sus propias acciones va creando una cadena de reacciones que acaban determinando el des­enlace de la trama y muestran, como sucede en la vida real, que algunas de las grandes tragedias se inician en lo que parecería algo vano o insustancial.

En el caso de Rebeldes, Johny, por ejemplo, el mu­chacho que desde que había recibido una paliza se había mantenido inseguro, introvertido y reacio a las peleas, mata a Bob, un miembro de la banda enemiga que está ahogando a su compañero Pony Boy. A continuación,

deciden huir, y como con­secuencia de esa huida, se irán produciendo una serie de reacciones en cascada, algunas de las cuales nos permiten ver la contradic­ción de la misma naturaleza humana. Johnny, el asesino de Bob, acaba salvando con Pony Boy a unos niños que estaban atrapados entre las

llamas de una iglesia. Ese acto de altruismo y solidaridad viene esta vez de la mano de la responsabilidad (la iglesia se había incendiado por su culpa) y de la generosidad de esos muchachos, maltratados por la vida casi desde que nacieron.

Ética y alternativas

novela Rebeldes ofrece, por tanto, un amplio material para trabajar en el aula, las distintas

posibles actitudes éticas ante situaciones difíciles que la vida puede depararnos, reflexionando en común sobre ellas y planteando posibles alternativas de res­puesta ante determinados hechos que se suceden en la narración: ¿Tenía Johnny otras opciones antes de

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Tres propuestas de lectura con adolescentes

matar a Bob?; ¿Qué otra salida podían tener Johny y Pony ante el asesinato que en defensa propia uno de ellos acababa de cometer?; o dando un salto hasta el final del libro, ¿Podía Pony no ir la pelea entre ban­das, dado el estado en que se encontraba?.

En realidad, cada acto es una toma de responsa­bilidad respecto a nosotros mismos y respecto a los otros; tomar conciencia de ello y, a su vez, poner en común la lluvia de ideas que suscita una determinada problemática puede ayudar a los adolescentes a am­pliar el horizonte de sus lecturas, a ver qué valores o contravalores hay detrás de una determinada trama argumental, y a abrir puertas de actuación que les ayu­den a ir tomando las riendas de su vida, más allá de la recurrente externalidad, es decir, que sean siempre los “otros” los responsables únicos de sus acciones y que acaben viéndose ellos mismos como víctimas de los demás.

Callejón sin salida

/A vn de 'as novelas que x_ d L1- CX hace hincapié en unode los puntos álgidos que afectan directa o indirectamente a muchos de nuestros jóvenes, es Callejón sin salida de Gemma Lienas ,editada por Planeta Oxford ,que trata so­bre los “atajos” a los que acaban recurriendo muchos adolescentes para evadirse de los problemas personales que pueden atravesar. El alcohol, la droga, incluso el culto por el culto del cuerpo que

conduce a la anorexia, son a menudo “atajos” que losjóvenes pueden escoger para evitar la toma de contacto con su dolor, o con su entorno familiar, con el estrecho mundo en el que creen vivir.

Uno de los aciertos de Callejón sin salida es que la mayoría de sus personajes no confronta su visión de la realidad con los seres más próximos que les rodean, sino que escogen permanecer cada uno en su satélite para no atravesar el agujero negro del miedo, de la soledad, del vacío de la incomprensión. El tendero Juan, su hijo Ramón, la madre, cocinera del colegio de la parte alta de la ciudad, Berta, la estudiante que aprecia a Ramón, mientras él la ama, todos ellos man­tienen monólogos y viven en islas que parecen tocar­se, que coinciden en el mar del presente, pero cuya falta de comunicación es tal que asisten ante lecturas de la realidad distintas, según quien las contempla, y que conducen a la fatalidad del desenlace, a la falta de “salida” del protagonista ante la contradicción a la que ha llegado su vida.

Drogas y contradicciones

T _ “droga” es sólo en la novela la materialización J—,dde esa contradicción, es el “atajo”, que acaba tomando el protagonista para alcanzar un “fin” que no existe más que en su ideal y que, como el efecto que los estupefacientes producen, desdobla al prota­gonista entre quien verdaderamente es y quien nunca será. Como en Rebeldes, Ramón sufre un accidente en el que quedará afectada su cabeza y queda anulada la cita que Berta y él tenían para ese fin de semana en la costa. El “atajo” para obtener el dinero que le conduciría a ese maravilloso fin de semana de amor ha llevado a la no existencia, otra vez por la carencia de asertividad. La madre aparece encubriendo al hijo para que el padre no sepa lo que no puede ni sos­pechar porque él se halla imbuido en el mundo de su tienda que se desmorona para intentar llegar a las demandas de un hijo, como la madre cocinera que se viene abajo al intentar compensar la falta de amor de su pareja con devoción extrema a un hijo, al que aca­ba perdonando y excusando siempre, porque él es el cómplice insano de su lucha por sobrevivir.

Falta de diálogo familiar

T _ tragedia de esta novela no está pues en el fi- J_ /¿Anal de la misma, en su desenlace, sino en lafalta de diálogo, en esos monólogos interiores que suponen la primera escisión de cada personaje con su realidad. La muerte es siempre el último pelda­ño de una larga escalera de pequeñas muertes que conduce no al vacío sino al espejo fragmentado de nosotros mismos. “A pedacitos chicos nos morimos" es­cribí hace años. Cortázar, al que volveré más tarde, lo dijo a través de unas de sus pequeñas historias: “El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj...” Cuando la vida es plena, la muerte no es un corte, sino un broche.

Quizás el adolescente que lea Rebeldes o Callejón sin salida pudiera pensar que esas muertes, las de los personajes intrépidos o que así lo parecen son “ro­mánticas”, “valientes” por su arrojo y su salto al vacío, pero no, tras ellas, hay y, sus autores así lo clarifican, una parte de sátira y comedia, en realidad, cuando Pony se lanza a salvar a los niños encerrados en la iglesia, está salvando también a su propio niño huér­fano, y cuando Ramón acelera su moto, con su cabe­za mareada por la mezcla de alcohol y de costo, está acelerando el final de su contradicción, de su propio absurdo. Novela ésta, Callejón sin salida, para jugar a ser personajes y plantearnos si la forma de actuar de cada uno se acuerda con una actitud asertiva, que

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Tres propuestas de lectura con adolescentes

amplíe su margen de libertad, su capacidad de in­teracción con los demás. Leer es ser por un tiempo otros que no podemos, que no alcanzaremos a ser, ¿qué valores se ponen en juego en nuestra toma de decisiones; qué hay en nosotros de Ramón, de Juan, de Berta, de esa madre que al evitar confrontaciones, acabará enfrentándose con ese terrible vacío que está intentando no ver, evitar?

Chicas de alambre

La tercera y última novela trata de una muer­te anunciada que al final no se produce, de

una vuelta de tuerca al tema de la droga, dirigida amantener el pulso con el ideal, no de un personaje concreto, sino de aquellas modelos que en su afán

[...] es necesario que un código ético nos

sostenga cuando nos ve­mos empujados por

el torrente de lo cool, de lo que está bien, porque

lo marca la moda o el patrón de la sociedad.

por lograr ser tops acaban empleando cualquier recurso, incluso aquellos que pueden acabar con su autoestima, hasta el punto de acabar dañándose a sí mis­mas. Sí, la “anorexia” es el tema de esta ter­cera novela de Jordi Sierra, que salió a la luz con un nombre

claramente evocador: Las chicas de alambre, de la Edi­torial Alfaguara. La novela desmonta tópicos como el de “vivir a tope”, cueste lo que cueste: “Los cemente­rios están llenos de tíos y tías que creyeron que podían controlar las drogas. (...) Estoy investigando lo de las Chicas de alambre, ¿recuerdas?, Cirille, Jess, Vania... Lo tenían todo, y antes de llegar a mi edad ya lo habían perdido. Y no estoy de acuerdo en que sea mejor vivir diez años en las estrellas que setenta en la tierra. Todo lo que tenemos aquí es tiempo, y soy de los que quieren aprovecharlo al máximo: viviendo". Jon, el periodista, al que se le ha propuesto realizar un reportaje sobre “Las chicas de alambre”, va entrevistando a todos aquellos que se cruzaron en sus vida, y a través de cada personaje, advertimos distintas conductas ante su relación con el mundo de la fama, de las tops models. En realidad, dichas entrevistas suponen un abanico de puntos de vista sobre los que reflexionar en común sobre los valores o la falta de los mismos que se desprenden de cada una de esas conversa­ciones: la posición mezquina y machista del “vulgar, Tomás Fernández, el primer novio de Vania, que de lo único de lo que se enorgullece es “de que por lo menos fui yo el primero que la estrenó”, hasta la acti­tud excesivamente proteccionista de Noraima quien

ayuda a Vania a aislarse del mundo y a alimentar la mentira de su muerte para no alterar la paz en la que viven. Aunque la novela tiene algo de policíaca, lo realmente importante es la visión profunda de lo que hay detrás del mundo de la pasarela, cómo los ídolos que vemos tienen detrás sus propias trage­dias personales, y es necesario que un código ético nos sostenga cuando nos vemos empujados por el torrente de lo cool, de lo que está bien, porque lo marca la moda o el patrón de la sociedad. La novela ofrece abundantes comentarios del narrador a pro­pósito de las acciones que van viviendo los persona­jes y algunos suponen una clara crítica a las mentiras que prodiga nuestra sociedad: “Muchas personas son incapaces de romper los espejos en los que se miran y de los que se quedan enganchadas". A veces, a partir de la presentación de otro personaje, se le ofrece al lector adolescente la descripción de una realidad aterrado­ra que choca diametralmente con el bienestar y las libertades que podemos disfrutar en nuestra socie­dad, me refiero a la ablación que sufrió la modelo Cirillye y que había de marcar su vida: el contraste entre dos formas de vivir que chocan brutalmente respecto a los derechos que habría de tener todo ser humano: “Si hay una práctica ancestral que me parece aberrante, brutal, odiosa y dramática, es la de la abla­ción de clítoris en algunos países africanos o de religión islámica. Cada año, en diciembre, mientras una parte del mundo celebra la Navidad; en otra parte, a miles de niñas se es amputa el clítoris para anularles el deseo, para que no sientan el placer sexual, para convertirlas tan sólo en máquinas reproducto­ras." El hecho de que un personaje dé pie a hablar sobre cómo viven las mujeres en distintas partes del mundo, abre direc­tamente una ventana

Estas novelas son una invitación a la

educación en valores, una puerta para

desmontar tópicos y alzar puentes al diálogo [...]

hacía nuestra propia realidad, hacia el tema de la co­educación, de la situación actual de muchas mujeres en nuestra sociedad que sufren la llamada violencia doméstica, y que engrasan las cifras de muertes que podían haberse evitado, y que hacen saltar la alarma sobre cuál es el papel que nosotros como educadores tenemos para cambiar en un futuro estas terribles estadísticas.

Estas novelas son una invitación a la educación en valores, una puerta para desmontar tópicos y alzar puentes al diálogo: dar voz a nuestros adolescentes, escucharlos a través del espejo de la literatura, nos ayudará a entenderlos y a aprender a ayudarnos y a ayudarles. ■

Octubre-Diciembre 2009 Página 11