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~Pónmeotro, Charlie ; ahoravuelvo-di- goentantodejolabarraycaminohacia elbaño . Haentradomásgente,peroellocalno estálleno .Unaparejabailaapretadamen- tecercadel jukebox (lasmanosdeélen lascaderasdeella,ellaabrazadaalcue- llodeél)yunhombreseleccionapiezas conexpresiónabsorta,difuminadosuros- troporlaslucesmulticoloresdelaparato . Ahoranohaynadieenlamesaque Billy yyoocupamosayer,perosobreellaestán, controzosdehieloyrestosdebebidas, juntoalcenicerosucio(hayalgodepaté- ticoeneso)losvasosdelosúltimosocu- pantes . Enlaentradadelserviciotropiezocon unhombrequesale ;medisculpoymemira conojosturbiosduranteunossegundos, luegogruñealgo,haceunademányseale- ja .Adentro,elolorácidodelosdesinfec- tantesyelcorrompidodelosorineses- capanporunaventanillaaltayenrejada delfondo .Mientrasorinoobservolas ins- - 277 -

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  • ~Pónme otro, Charlie ; ahora vuelvo -di-go en tanto dejo la barra y camino haciael baño .

    Ha entrado más gente, pero el local noestá lleno. Una pareja baila apretadamen-te cerca del jukebox (las manos de él enlas caderas de ella, ella abrazada al cue-llo de él) y un hombre selecciona piezascon expresión absorta, difuminado su ros-tro por las luces multicolores del aparato .Ahora no hay nadie en la mesa que Billyy yo ocupamos ayer, pero sobre ella están,con trozos de hielo y restos de bebidas,junto al cenicero sucio (hay algo de paté-tico en eso) los vasos de los últimos ocu-pantes .

    En la entrada del servicio tropiezo conun hombre que sale ; me disculpo y me miracon ojos turbios durante unos segundos,luego gruñe algo, hace un ademán y se ale-ja. Adentro, el olor ácido de los desinfec-tantes y el corrompido de los orines es-capan por una ventanilla alta y enrejadadel fondo. Mientras orino observo las ins-

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    cripciones y los dibujos de las paredes .Algunas frases son ingeniosas, otras de-masiado burdas . ¿Quién ha dicho que éstaes la mejor literatura del mundo? A mi de-recha un hombre calvo, de edad indefinida,suda, contrae el rostro y se esfuerza enorinar. Puedo verlo disimuladamente porel espejo. Entrecierra los ojos y respirafatigosamente. En tanto me lavo las ma-nos, sigo oyendo su jadeo pedregoso y creoadivinar el temblor de sus piernas, su an-gustia, el deseo quemante de orinar; luegopercibo el sonido intermitente, goteroso, desu orina en el agua del mingitorio . Parececontener el aliento mientras orina, Pobretipo, pienso, ¿qué le cuesta ir a una far-macia o a un dispensario a ponerse unasinyecciones de penicilina para la gonorrea?Regreso a la barra y Charlie pregunta siaún no quiero nada de comer .

    -Ya has tomado bastante y no has co-mido nada -aclara .

    -No tengo hambre, Charlie . De ve-ras -digo- . No te preocupes. Me sientobien .

    Pruebo el nuevo trago .-Ponle un poco más de quina -pi-

    do- . Parece que se te pasó la mano .-Has perdido el paladar y ya no sa-

    bes ni lo que tomas . Eso es todo -diceCharlie enojado mientras vacía el resto deuna botellita de quina en el vaso- . Y asídices que no quieres algo salado para co-mer. ¿No me digas que ya estás borracho?

    -Ya te he dicho que no -su visibleenojo porque he puesto en duda su habi-lidad para preparar la bebida, me hace

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    sonreír- . Estoy bien. Acepta que por es-ta vez se te pasó la mano . No seas terco .

    -Está bien. Contigo no se puede . Es-tá bien .

    Bebe de su vasito de ron y chasqueala lengua .

    -Esto es vida, muchacho. Vida .Desaparecido el enojo, su ancha son-

    risa encendida se aleja hacia el otro extre-mo de la barra y también vuelvo a sonreírmientras enciendo un cigarrillo . Verdade-ramente, en el mundo debe haber pocostipos como Charlie . Muy pocos .

    El atiende pedidos de otros clientes :saca cervezas, llena vasos, cobra, recibepropinas . Durante un rato lo observo, sigobebiendo e insensiblemente vuelvo al díaanterior. En cierto modo, ha sido un sá-bado más en mi vida, rutinaria y sin sobre-saltos, de empleado público/estudiante .Como en muchos otros, he tomado unostragos; como muchas veces, he llegado ami cuarto al amanecer, Algo ha habido,sin embargo, diferente : por primera vezen la vida he hablado con un gringo decosas que realmente me importan . Y esono ha sido porque hayamos estado dondelas putas o porque hayamos bebido du-rante horas, sino porque Billy ha sido elprimer gringo con cierta sensibilidad hu-mana que he conocido. El primero que pa-recía comprender que el american way o[life no es la mejor cosa de este mundo .El primero que parecía tener aunque fue-se una vaga noción de esa especie de culpahistórica que su patria ha acumulado a lolargo de siglos, Por eso, quizá, le había

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    hablado de Panamá y de mí como lo habíahecho : como en una confesión, como anteun espejo, en un afán de comprenderlo yde comprenderme . Era que intuía, tal veztambién en una forma vaga, que de algúnmodo Billy era mi contraparte, o no micontraparte : mi reflejo en el agua; puesambos estábamos insatisfechos de nuestrosrespectivos países . Nuestro descontento te-nía orígenes diversos pero, paradójicamen-te, se asemejaban : en él había culpa, enmí rencor ; no obstante, en ambos se ma-nifestaba la misma insatisfacción de viviry soportar una realidad hostil. Y acasofueran esas realidades hostiles (antagóni-cas entre sí) las que nos habían aproxima-do. Estando en las antípodas, ese comúnrechazo a la propia condición nos identi-ficaba. El era una víctima de su país y dela guerra ; yo, solamente de su país . (¿Paraqué mencionar a la oligarquía miserable ypesetera, a los gobiernos de opereta? Aun-que obtuvieran migajas y se ufanaran desu servidumbre, no dejaban de ser víctimastambién.) Ahora, lo más importante : enel fondo de ambos, como en el de muchagente, estaba el dolor, Eso era lo que enverdad nos aproximaba : el dolor . Un do-lor que ya no era suyo ni mío, sino deltiempo .

    El me había hablado de sus padres, deNueva York, de sus sueños, de esa incer-tidumbre vital que lo había empujado abuscar en Greenwich Village, en las ma-drugadas de las drogas y las pasiones efí-meras, un sentido a su vida . Pero ni allí,junto a esos muchachos y muchachas tam-

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    bien a la deriva, había encontrado lo quebuscaba. Había tenido que pasar muchotiempo (¿fue esa noche pasada en la selvacon la pierna agujereada por una bala? ;¿fue mientras Flor del Otoño lloraba so-bre su pecho?; ¿fue durante los delirios? ;¿cuándo fue?) para que comenzara a ubi-carse y, en cierto modo, a definirse frentea la realidad, para que comenzara a versu vida como realmente era. Por eso, sobretodo, lamentaba no ser escritor : para co-municarles a los demás esa visión de lavida y de sí mismo que ya comenzaba atener. Tal vez eso no sirviera de mucho

    algunas veces en exposiciones, en li-brerías o en un cine se había preguntadosi esos cuadros, esos libros o esa películaservían para algo, si en verdad tenían al-gún sentido-, pero algo era . Por lo menosrespecto a sí mismo hubiera sido el prin-cipio de una identificación, el estableci-miento, la afirmación de una identidadfrente a ese vasto conjunto de seres, fe-nómenos y fuerzas que era su país .

    No obstante, ya nada era posible : ha-bía adquirido la comprensión, sí, pero habíaperdido la voluntad . ¿Recordaba yo a esepersonaje de Hemingway que en The sunalso rises tiene una conciencia patéticamen-te lúcida de su impotencia vital? Sin serfísicamente impotente corno Barnes -elpersonaje es un mutilado de guerra- él,Billy, también veía sus posibilidades ob-turadas. No había nada que hacer . Nada .Por eso se preguntaba ¿a qué volvía a Fi-ladelfia, a Nueva York? Daba lo mismocuaquier sitio . A menos que pudiera irse

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    a un lugar de Montana o de Wyoming :un bosque, una cabaña cerca de un lago ode un río y una refrigeradora que hicieracubitos de whisky, no, de ginebra, cubitosde gin and tonic, y una conejita con vestidotransparente le llevara los cubitos y loscigarrillos hasta donde él estuviera senta-do en el atardecer, frente a la cabaña,viendo el paulatino oscurecimiento delagua (¿lago o río? Cualquier cosa), la luzdorada en las cumbres de las montañasy los juegos de las ardillas en los árbolescercanos. Pero eso tampoco era posible .Oh, my God! estaba hablando como cual-quier business finan que sueña con un sitioasí, idílico, donde no vea el rostro cotidia-no de la esposa frente a la televisión niescuche su voz por teléfono pidiéndole di-nero para ir al baratillo de Sears ; dondepueda olvidar a ese tipo de la oficina quesiempre le agria el lunch con su charlafastidiosa y monótona sobre las proezasde sus hijos, chico y chica, que son losmejores en la escuela y en los deportes :"Trabajo hasta matarme para que puedanir a la universidad sin sacrificios, ¿sabes?,y el próximo año le regalaré un carro aJr. para que pasee con su girlfriend, ¿tehe hablado ya de ella?, oh es hija de unprofesor de lenguas y es muy refinada, meparece totalmente apropiada para él" ; don-de nadie mencione jamás facturas, letras,financiamientos, juntas, etc. Sí, my God!estaba hablando como un business man,Debía ser que en el fondo de todo norte-americano había un business man, comoafirmaban algunos . Bueno, el caso era que

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    no tenía sentido volver ni tenía sentidoquedarse. ¿Comprendía yo? Ya nada te-nía sentido .

    Sus palabras adquirían la densidad deldesastre en la atmósfera umbrosa del Mo-roso. Pocas veces había visto yo tal desola-ción en un hombre. ¿Qué podía decirle?¿Que también yo deseaba ser escritor, queincluso había publicado algunos relatos ypoemas en los diarios y en la revista de launiversidad? ¿Que comprendía su angustiay que su conflicto era lamentable, sí, peroque para mí la gran cuestión no consistíatanto en descifrar mi vida, sino en expul-sarlos a ellos, los invasores, de nuestratierra? ¿Que la angustia de vivir era aveces tan aguda que faltaba al trabajo delministerio para emborracharme con lospescadores y los marineros en las cantinasmiserables de los alrededores del mercado?¿Que odiaba profundamente mi trabajo yque en ocasiones sentía deseos de huir, deabandonar esa existencia mediocre, ago-biada por el calor, la comida a hora fija, elcoito semanal en un prostíbulo, y extra-viarme en los caminos del mundo? Podíadecirle ésas y muchas otras cosas, peropermanecí callado. De nada hubiera ser-vido. Contándole mis penas no aliviaba lassuyas. Porque ambos estábamos angustia-dos, sí, pero nuestras angustias tenían orí-genes radicalmente distintos . La suya pro-venía de no tener nada que hacer, la míade tener que hacerlo todo .

    En verdad, algunas veces yo hubieraquerido ser y comportarme -aunque cuan-do aparecía ese deseo era rápidamente

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    sofocado por un sentimiento de vergüen-za- como Jimmy y muchos otros . Apenasterminaban la escuela secundaria (casisiempre estudiaban mecánica, refrigeracióno cualquier disciplina técnica) hacían loimposible para emigrar a Estados Unidos .Porque "allá hay dinero y oportunidades,mi hermano ; hay que buscarse otra vida" .Se iban a Brooklyn o a Chicago y olvida-ban el barrio donde habían crecido . Po-nían su oscura vida de espaldas a todo,indiferentes al drama de su pequeño país,sin importarles más que the money, brother,do you know? Alguna vez venían a visi-tar a sus familiares en la época de carna-vales y uno veía en los periódicos a unamulata de sonrisa encantadora, rodeada derostros morenos y satisfechos, descendercon desenvoltura neoyorquina de un aviónde Panam . La reina de la colonia paname-ña en Nueva York. ¿Le gusta Panamá?,pregunta un reportero . Yes, This litlecountry is nice, very nice . No hablaba es-pañol ni había nacido en Panamá, pero supadre era hijo de una lavandera del Mara-ñón que había muerto tuberculosa . Y elmartes de carnaval uno la veía en el desfilede carros alegóricos, sentada en su trononice, sonriéndole a esa multitud bulliciosay nice, que aplaudía a las soberanas de lacolonia china, de la colonia judía, de la Zo-na del Canal, de la colonia panameña enNueva York, de Colón y a la reina oficialde los carnavales . Contagiada por el sol yel ritmo, gozaba con los aplausos, los dis-fraces y las serpentinas . Oh, that people iswonderful, comentaría al regreso con sus

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    amigos y mostraría orgullosa la foto que lehabían tomado en bikini debajo de tinapalmera. Acá estaban la alegría, la música,lo nice ; allá las oportunidades y los dó-lares. "Hay que irse a los States, mi her-mano; aquí no hay futuro para nadie ."

    Alguna vez pensé en eso . La verdadera, sin embargo, que ni aunque hubieraquerido irme habría sido posible. No porla falta de dinero o por el escollo del idio-ma, sino porque no me daban visa, puesdesde los quince años me habían fichadocomo culpable de actividades antinortea-mericanas por haber participado en unamanifestación estudiantil ante la embajadaestadunidense. Estaba en la lista negra delos filocomunistas-..rojos-subversivos y nun-ca podría entrar al país de la libertad, ohDios, de la democracia, my friend .

    Un cliente discute con Charlie por elprecio de un highball . Este le dice que estábien, que no pague si no quiere, pero quese largue y no haga escándalo o llama a lapolicía. El hombre sale barbotando inju-rias . Charlie toma un sorbo de ron y selimpia las manos con el delantal .

    —Ya ves cómo es esto -dice- . Nun-ca falta un desgraciado que quiere dárselasde vivo .

    Lo llaman del otro extremo de la barray se aleja meneando la cabeza. Ahora, porentre las conversaciones y el humo, fluyeuna canción de los Platters . Bebo un tragoy recuerdo la noche en que, tras muchotiempo sin vernos, Jimmy y yo nos encon-tramos a la salida de un cine y me dijoque se iba a Nueva York .

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    Era en Calidonia y entramos a unacantina a tomar una cerveza . Tres mesesantes se había graduado de mecánico en elArtes y Oficios y su cara resplandecíaporque dos días después iría a reunirsecon un tío suyo que era jefe de un talleren Brooklyn .

    -Mira, ya tengo la visa. Es por cua-tro años -dijo y me mostró el pasaporte .

    En su mirada, en cada uno de sus ges-tos afloraba la satisfacción, una alegríaincubada a lo largo de años y de insom-nios. ¿Desde cuándo soñaba Jimmy conese momento? Tal vez desde siempre . Aca-so desde muy temprano había intuido quesu destino, como el de tantos otros, eraése : crecer contra el hambre, graduarse,irse a Nueva York . Por eso, para no en-turbiarle su alegría, no le reproché nada,pero un escozor triste me recorrió interior-mente y deploré que se fuera .

    Como es usual en esos casos, recorda-mos los viejos años compartidos y hubopreguntas recíprocas sobre qué hacíamosy cómo nos había ido en el tiempo en queno nos habíamos visto . Jimmy era ahoraun muchacho fibrudo y alto, no el chicodesgarbado que trepaba árboles con agili-dad de ardilla. Pero en los ojos conservabala misma viveza y picardía de antes, ésaque refulgía en todo él cuando robábamosmangos en el huerto del alemán . !Aqueltiempo! ¡Esos años!

    Le pregunté por los antiguos inquilinosde la casa de madera. La mayoría se habíamudado . De los conocidos quedaban la ja-maicana Jenny, guasona como siempre -la

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    edad no parecía menoscabarla : seguía sien-do alegre y bulliciosa y el peruano aquel,¿lo recordaba yo?, que era mesero en unbar. Ahora trabajaba en un burdel y al-gunas veces llegaba a su cuarto al ama-necer con una mujer aindiada, seguramentedel interior, que gritaba obscenidades mien-tras subía la escalera apoyada en el pe-ruano, quien en vano le decía cállate, yallegamos, vas a despertar a los vecinos .¿Recordaba yo que el peruano tenía gran-des entradas? Bueno, ahora estaba casitotalmente calvo. Sólo le quedaba una fran-ja de pelo en la base del cráneo. Parecíaun monje. Y tenía ese color verde-pálidode los noctámbulos y los reclusos . Jimmyse había mudado meses antes a ParqueLefevre, pero de vez en cuando iba porla casa de madera . Cosa de quince díasatrás había visto a Lupo . Para ése sí queel tiempo no había pasado ; sólo se habíahecho más profundas las estrías que sur-caban sus mejillas y se habían multiplicadolas arruguitas debajo de sus ojos . Dentrode un par de años sería jubilado en la Zo-na del Canal, Pensaba dedicarse a la críade gallinas cuando llegara ese momento .Antes, sin embargo, quería conseguir unamujer, preferiblemente divorciada o viuda-ya sabes cómo son las muchachas sinexperiencia- para que le ayudara con lasgallinas y lo atendiera, pues su madre, ahsu madre, estaba demasiado vieja y segu-ramente ya no viviría mucho . Todavía, porcostumbre y para llevar alguna mujer devez en cuando, conservaba el cuarto de lacasa de madera, pero nunca dormía allí,

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    angustiado por la posibilidad de que cual-quier noche muriera su madre sin estar élpresente. . Mientras Jimmy hablaba, pensési Lupo me recordaría aún . Para mí él erauna de esas personas que uno recuerda alo largo de la vida . Incluso cada vez quepasaba por la Zona rememoraba mis ex-cursiones con él a Miraflores y a Gamboa .En cierto modo, más que un recuerdo erauna presencia que, junto con muchas otrascosas y personas, iba conmigo a todaspartes .

    Jimmy bebía su cerveza y yo lo mirabay sentía por él, como si el tiempo no hu-biera transcurrido, el mismo cariño de an-tes. No importaba que ahora juzgáramoslas cosas de manera distinta, que él vieraen los Estados Unidos una esperanza yyo una frustración ; nada de eso importa-ba : mi cariño por él era invariable . Recha-zarlo a él hubiera equivalido a repudiaruna parte de mí mismo . Además, no ol-vidaba que, durante mucho tiempo, yo tam-bién había pensado que los gringos erangente maravillosa .

    ,--¿Y Marta? -pregunté cuando Jim-my acabó de hablar- . ¿Qué se hizo? ¿Sa-bes algo de ella?

    Su cara se puso seria y bebió despacioun trago de cerveza .

    -Murió -dijo finalmente . Murióhace como un año . Después de que ustedesse mudaron, estuvo presa varias veces. Te-nía un chulo que andaba metido en eso delas drogas. A veces se peleaban, hacíanescándalo y llegaba la policía . Una vez élla pateó y ella le dio una cuchillada. Luego

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    a él le impusieron una condena de variosaños y lo mandaron a Coiba. Creo quetodavía está allá. Después ella estuvo hos-pitalizada un tiempo y cuando salió volvióa pescar, pero nadie le hacía caso porquese había corrido la voz de que estaba en-ferma. Entonces anduvo dando vueltas porahí hasta que cayó presa otra vez y, fi-nalmente -eso se supo después-, de lacárcel la llevaron al hospital, a morir . Pa-rece que estaba tuberculosa, aunque en lacasa decían que había muerto de cáncer .

    Marta. ¡Cuántos recuerdos! ¡Qué cosala vida! Una tristeza dulce, sosegada, ín-tima me veló la memoria por un instante .Jimmy fue al baño y en tanto duró su au-sencia me abandoné a ese pesar tibio ysalobre que me envolvía como tina brumalenta . ¡Qué cosa la muerte! Jimmy regre-saba, Bebí un trago de cerveza y la nieblase disipó .

    De nuevo en la mesa, Jimmy me hablóde sus planes, Trabajaría duro y ahorra-ría para llevarse a su madre. No queríaque siguiera para siempre de portera enuna escuela. Yo lo escuchaba sin exterio-rizar mis reparos . Lo veía demasiado en-tusiasmado para agriarle el ánimo conobjeciones y palabras, porque sólo pala-bras era cuanto podía ofrecerle a cambiode sus sueños . Seguimos bebiendo y horasdespués, al despedirnos, sentí un desga-rramiento, Como una gitana ve en los nai-pes el destino de su cliente, vilusmbrabayo en los planes de Jimmy su futuro . . .Viviría en Brooklyn . Muy bien y ¿luego?Luego lo enrolaran en el U. S . Army y

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    después, como muchos otros, adoptaría laciudadanía norteamericana . Eso, si sobre-vivía y no lo mataban en cualquier paísremoto sin que él supiera por qué .

    Nos despedimos fuera de la cantina,bajo el anuncio luminoso de un almacén,y en el momento de darnos un abrazo tuvela impresión -fue algo fugaz- de que enadelante Jimmy ya no sería para mí unamigo sino sólo el recuerdo de un tiempomuy lejano .

    -Te escribiré -dijo con voz enron-quecida por la cerveza mientras caminabahacia la parada de buses .

    Un mes más tarde recibí una postal quemostraba al Empire State Building contraun grisáceo cielo de otoño . "Estoy bien,Esta ciudad es formidable . Comienzo a ga-nar buen dinero', decía. No tuve más no-ticias suyas y cuando me acordaba de éllo imaginaba recorriendo calles frías, ates-tadas de automóviles y gente, o en el sub-way, respirando el aire sudado, corrom-pido por las respiraciones y los eructos .Veía su cara morena, ya no sonriente sinoseria y fatigada, perdida entre millones derostros anónimos y hoscos . Luego, cosade un año después, supe por los periódicosque Jimmy había muerto baleado duranteuna batida policiaca,

    Esa tarde, algunos compañeros comen-tamos la muerte de Jimmy en el café de launiversidad. (Entonces quienes teníamosveleidades literarias solíamos reunirnos ca-da día para mostrar el último poema, cru-zar ideas y descuartizar a quien hubierapublicado algo . Uno pretendía emular a

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    Lope de Vega y cada tarde llevaba uncartapacio con seis, nueve, once poemas ;todos malos, por supuesto, aunque él pa-recía creer sinceramente que a ese pasosería en unos años el mejor y más prolíficopoeta del mundo.) Ninguno de ellos lohabía conocido, pero les conté quién eraJimmy y todos coincidieron en que su finera lamentable . Claro, su caso no era úniconi sería el último, Podían decirlo los puer-torriqueños y los mexicanos que cada díaeran agredidos o asesinados en las ciuda-des estadunidenses . Además, no debíamosolvidar algo : no era necesario salir de Pa-namá para ser un delincuente a los ojosde los gringos . Alguien recordó al pana-meño que había sido condenado a cadenaperpetua en la Zona del Canal por habercedido a la ninfomanía de la esposa deun coronel, Fue acusado de estupro y aun-que la supuesta víctima no estuvo presenteen el juicio ni declaró contra el acusado-la habían enviado discreta y apresurada-mente a Estados Unidos~ el veredicto fuede culpabilidad y por ello Lou LernerGrave permanecía desde hacía diecisieteaños en la penitenciaría de Gamboa . Ha-bía sido un escándalo . La defensa, a cargode un abogado gringo, se limitó a pedirclemencia y no presentó testigos, pese aque muchos habían visto cómo la mujerllegaba en su automóvil a buscar a Gracepor las noches. Simplemente, en la Zonano podían tolerar -era inmoral, inadmisi-ble, dijo el fiscal- que la blanca esposade un coronel hiciera el amor con un ne-

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    gro, así fuese dentro de un automóvil enun camino solitario .

    Largo rato hablamos de esos mucha-chos que se marchaban a Estados Unidosen busca de una vida mejor . Simultánea-mente tenían razón y estaban equivocados .Pero, ¿qué se podía hacer? La realidad, suaversión a la pobreza era más fuerte quetodas las palabras. Todavía, durante elviaje de la universidad al centro, continua-ba pensando en eso y la imagen de Jimmyseguía dándome vueltas, giraba dentro demí corno una nubecilla luminosa en un cie-lo negro .

    Mientras yo pensaba en Jimmy, Billybebía calmosamente, ponía el vaso en lamesa, encendía un cigarrillo y dejaba co-rrer la vista por el local saturado de humo .Sí, en ocasiones hubiera querido olvidarmede tantas cosas y ser como muchos otros,como mucha gente. Ser, por ejemplo, unbuen empleado en el ministerio -sobretodo ser simpático con los jefes : contarleschistes, hacer escarnio de los enemigos deellos, invitarlos a bautizos y reunionesde familia; hacer méritos, en fin, para unascenso-- y beber despreocupadamentecerveza los sábados con los amigos .Hu-biera querido hacerlo, pero a la vez com-

    prendía que no era posible . En nuestrapequeña tierra había demasiado dolor acu-mulado, excesivos entuertos y equívocoshistóricos, para que uno pudiera, si teníasiquiera un poco de sensibilidad o de con-ciencia, ser conforme . Había tenido la desgracia o la fortuna -uno no sabe cómojuzgar en estos casos~ de nacer en un país

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    y en un tiempo vedados a la conformidado a la complacencia; de manera que no te-nía otra alternativa : o la sumisión o eldescontento. Y frente a esa realidad hi-riente y vergonzosa, lo único decente eranel repudio y la condena. Así, por muchoque me atormentara o pretendiera esqui-varlo, mi destino era ese, y tenía que vi-virlo.

    Una mujer baila sola, con movimientoslánguidos y sensuales, junto al jukebox .Su acompañante, un hombre maduro deespeso cabello entrecano peinado haciaatrás, la observa desde una mesa . Ella seacaricia las caderas, los senos, los ofreceal vacío, y su boca entreabierta y húmedase entrega a la penumbra del Moroco, alaire denso, a una boca imaginaria . Con uncigarrillo en la mano, su amigo sigue con-templándola quieto, atento a todos los mo-vimientos de la pelvis, de los muslos, de lasnalgas trémulas ; la acaricia con los ojossin que se mueva un solo músculo de sucara. Sobre la mesa, dos copas de coñacy un paquete de Camel abierto .

    Charlie se acerca secándose las manoscon el delantal .

    ---¿Y . . .? -pregunta .-Nada -digo y continúo mirando a

    la mujer que baila .Charlie se fija en ella .-Ah, esa . . . -hace un gesto de des-

    dén- viene por aquí algunas veces, siem-pre con el mismo tipo. Ponen música y ellabaila y él la mira . Nunca baila con ella,sólo la mira . No sé . . . a veces pienso quedebe ser un enfermo, ¿Te sirvo el otro?

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    -Bueno. Y ahora sí tráeme algo parapicar .

    Charlie se aleja y, en la luz violeta,entregada a la música, a la mirada delhombre y a un rito que quizá sólo ella co-noce, la mujer sigue bailando .

  • CRONICA

    En el Istmo se han librado los últimoscombates de la Guerra de los Mil Días . Li-berales y conservadores están exhaustos yhastiados de sangre. Panamá sufre, como hapadecido desde su emancipación de España,los males de Colombia . Ahora, desgarrado elpaís por la contienda civil, es el momento deintentar una vez más la separación. Los co-merciantes panameños, cansados de soportarlos estragos de las revueltas urdidas en Bo-gotá y los gravámenes impuestos por el go-bierno metropolitano, no están dispuestos atolerar que sus establecimientos continúen lan-guideciendo en la zozobra .

    En la honda noche crepitan debates yconcilios, titubeos y resoluciones . Finalmen-te una mañana de noviembre, con el apoyoprestado por la presencia de la U. S. Navy,se proclama la independencia . Es fiesta : cam-panas a vuelo, salvas, euforia en las calles .

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    1903

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    Quince días después es firmado en Wash-ington el tratado Hay-Bunau Varilla, por elcual listados Unidos obtiene la concesión paraconstruir el Canal (la fracasada compañíafrancesa, representada por Bunau Varilla, per-cibe cuarenta millones de dólares) y ademásrecibe a perpetuidad una franja de territoriopara el mantenimiento y defensa de la vía .

    Meses antes, el indio Victoriano Lorenzo,general-guerrillero que luchaba en el bandoliberal por tierra para los suyos y quien re-celaba de los gringos, había sido fusilado atraición, con el consentimiento de los jerarcasliberales . De manera que ahora el tratado queenajena Panamá a los Estados Unidos contodo cuanto es (su vieja historia y su futuro)no tiene impugnadores .

    Los trabajos recomienzan con nuevo im-pulso y vuelven a venir hombres de todaspartes (muchos atraídos con sentirlos) a de-jar sus vidas en la zanja interoceánica . Ytras diez años de labores, Wilson detona unamañana el explosivo con el cual se pulve-rizan los últimos metros de roca que impidenla unión de las aguas . Nuevamente es fiesta .La prensa mundial recoge y difunde la proe-za, Por fin han sido unidos los mayoresocéanos de la tierra)

    Así culmina un sueño luminoso y comien-za tina historia amarga.

  • El taxi avanza por calles desiertas, sinautos ni gente, apenas animadas por anun-cios parpadeantes, y de vez en cuando elchofer intenta entablar conversación, perole respondo con monosílabos distraídos opermanezco callado si no es preciso queconteste : finalmente parece resignarse a mirenuencia a la plática y enciende el radio .Frank Sinatra canta Strangers in the nighty su voz tiene resonancias oscuras en elaire fresco de la madrugada . Reclino lacabeza en el espaldar del asiento, entornolos ojos y me entrego a la canción y a esearoma indefinido de la noche, mezcla decemento y mar, de tierra, sudor, lluvia ycielo, que la ciudad exhala antes de ama-necer, Río Abajo, Parque Lefevre, Carras-

    quilla, El Cangrejo, Bella Vista, San Mi-guel, Calidonia y ahora, a la izquierda dela avenida, El Chorrillo ; hemos atravesa-do la ciudad dormida y bordeamos las fal-das del Ancón . Allí están las alambradasiluminadas por reflectores, Quarry Heights--centro neurálgico del vasto aparato be-

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    lico- y los letreros No trespassing Mili-tary Zone, fosforescentes entre los insectosy la vegetación . Más allá, a la izquierda,Amador, el mar y las islas de Perico, Naosy Flamenco, densas y quietas como tortu-gas dormidas en la vaga luz. Termina lacanción de Sinatra . Son las cuatro y cua-renta y seis de la mañana, dice la voz in-somne del locutor. A la derecha, Balboa;sus calles limpias, bordeadas de palmerasy césped, están ahora sumidas en el si-lencio y el sueño, y al frente, ya práctica-mente debajo de nosotros, el gran puenteiluminado. Su arco divide en dos la sombray en el agua resopla un remolcador . Marafuera, luces de barcos fondeados o ale-jándose. El vehículo me deja en el miradory camino hasta el centro del puente. Enlas esclusas de Miraflores, un barco decarga se desliza hacia el Pacífico . Ochohoras antes dejó atrás el Atlántico, se in-ternó entre colinas y ahora está a puntode entrar en el otro océano . ¿Cuántas ve-ces ha sido repetida esa maniobra desde1915? Pienso en esa madrugada de haceaños, cuando por primera vez crucé el Ca-nal en el ferry Roosevelt . Me deslumbra-ron los faros giratorios, las naves, los soni-dos, reflejos aceitosos de esa misma aguaque ahora es allá abajo una masa oscura yquieta . Ya entonces, sin que yo siquierapudiese imaginarlo, vida y muerte esta-ban allí, en esa agua turbia mancillada porlas quillas de los buques y por las blasfe-mias de los marineros, por las banderas ylas lenguas de todas las naciones. Era eldestino de la patria, afirmaban quienes se

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    enriquecían con el comercio . Promundibeneficio rezaba el escudo nacional . Perono, no era el destino . Nadie lo pensaba, osi lo pensaba no se atrevía a decirlo, perono era el destino ; sí eran, en cambio, eldespojo, la injusticia, el colonialismo. Cla-ro, eso lo sabría después, mucho después,no esa madrugada de asombros y descubri-mientos. Después, viendo a gente inermecaer bajo las balas del U. S. Army el 9 deenero del 64, investigando cuántos milesde millones de dólares ha reportado la víaa Estados Unidos, sabría que los gringosno son los seres más inteligentes y bonda-dosos de la tierra, como había creído. Sinembargo, esa madrugada aún no había es-tudiado ni sufrido la historia, ignorabademasiadas cosas, y por eso, lo mismo quemucha gente, aceptaba el destino .

    Billy Jones XVII de Infantería de Illionis¿ya habrán recibido los señores Jones el te-legrama que les informa de tu muerte? cuan-do lo sepan tu madre orgullosa de ti pondrála medalla con un retrato en un marco y talvez piense que después de todo valieron lapena tantos disgustos y acaso un remordi-miento recóndito la impulse a hablar con losconocidos en el colegio en la iglesia en elsupermercado de lo buen hijo que eras decuánta te quería y posiblemente se impongala secreta penitencia de cortar cada día unade sus rosas para ponerla junto a tu retrato

    El barco desciende al nivel del mar enla esclusa de Miraflores y las compuertasse abren con majestuosa lentitud para dar-

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    le paso hacia el agua libre, salada y acei-tosa del Pacífico,

    y la tía Margaret visitará a tus padres cuan-do se entere y llorará abrazada a su her-mana Bette qué desgracia ¡oh Dios! el pobreBilly morir así cuando ya venía de regreso¡oh Dios! Bette cómo pudo ser Bette tanbueno que era ¡oh Dios! el pobre Billy elpobre Billy

    llena de tiburones y cangrejos, de medusasy basuras, que llega en olas monótonashasta donde las compuertas liberan el aguadulce del río Chagres y de los pequeñosembalses auxiliares . Por el puente pasancamiones de carga . Algunos traen ganadoo legumbres de Chiriquí ; otros, cerdos,aves y frijoles de Los Santos . Sus moto-res dejan el olor del diesel quemado y unsonido ronco y largo antes de perderse enel extremo del puente rumbo a la capital .

    y el profesor Jones lamentará que hayasmuerto pero simultáneamente tratará de con-solarse pensando que fuiste un héroe queconseguiste para la buena Bette una medallay para siempre estará orgulloso de su chicoBilly soldado heroico en Vietnam buen hijohasta el fin y nunca aceptará así se lo prue-ben cien veces que te arrojaste del puentenonolo han matado pensará lo han matado y qui-

    zá un día decida venir a conocer el sitiodonde supone que te mataron vuele ahora ypague después ¿por qué no vamos Bette? dirácon el folleto de una agencia de viajes en la

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  • ESTACION DE NAVEGANTES

    mano era un buen hijo y es lo único quepodemos hacer por él y si es posible que ven-gan Billy ya sabes cómo son de caprichososlos viejos sobre todo si tienen remordimientos

    Del mar sopla ese viento fresco queanuncia el alba . En uno de los muellesde Balboa hay un trasatlántico amarrado,inmóvil en el agua sin olas . De la ense-nada de Rodman sale un remolcador amarcha lenta. La brisa agita la banderaestadunidense en lo alto del puente .

    ESSO Standard Oil enormes depósitos decombustible naval elevan sus formas redon-das rodeados de luces y letreros No SmokingDanger seguramente los viste antes de saltar¿no los viste? ahí estaban y están como haceaños como estarán dentro de mucho tiempo¿no los viste Billy? ¿seguro que no viste esosgigantescos tanques de cuerpos redondos co-mo huevos monstruosos?

    Finalmente no hablé nada de Billy conCharlie, pienso. Pero quizá eso no importemucho, después de todo . Lo que realmenteimporta fue haberlo conocido, habermeenterado de su vida y estar ahora cercade su muerte. Ni la una ni la otra cambia-rán lo que aquí ocurre, pero ambas mehan ayudado a tener más claras algunascosas . Tal vez siempre deberé estarle agra-decido por eso, Ahora este puente, el Ca-nal y lo que somos y hemos sido formanuna sola cosa dentro de mí, tina sola ima-gen que se adentra en mi sangre con los

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    ruidos y las sirenas de los barcos, conlos días y los clamores de los barrios mi-serables, con las calles limpias de Balboa,con la angustia de los discriminados y conlas sonrisas satisfechas de los "zonians" .Lo que antes sólo era suposición o estabadisperso y confuso, se ha unido y orde-nado. Aquí en el puente, rodeado por lasombra herida de luces, en la soledad delagua, lo veo todo muy claro. En ciertomodo, ya no tendré derecho a dudar, ni aser débil, ni a seguir aislado .

    acaso a esta hora fu madre y Margaret estánllorando y recordándote en la sala o dormi-tan en sillones vencidas por el llanto con un

    pañuelito húmedo en la mano desencajados losrostros respirando con suave gorgoteo mien-tras el profesor Jones en su estudio piensaen ti y en Hamlet o en alguna frase paliativade Emerson o de Donne o de algún clásico

    estoico

    Los camiones pasan y un olor a vacasy a cerdos queda flotando durante algu-nos segundos, hasta que el viento lo disi-pa. Cuando aún no había puente, los ca-miones formaban convoyes para cruzar elCanal en los ferries que transbordabancincuenta o más vehículos cada vez . Erahermosa la travesía a quince millas porhora sobre las aguas espesas, con barcosaproximándose o alejándose, con el ruidode las

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    ¿y tía Billy? estás desde hace horas en lamorgue del Gorgas Hospital helado con losojos mordidos por los peces encerrado en uncubiculo de sombra fría sin recuerdos ya sinhastío ni pesadumbre esperando que te en-víen a Filadelfia cuyo cielo es azul en estaépoca

    máquinas del ferry perdiéndose en las olaslevantadas por la propia embarcación. So-bre el Ancón parpadean luces rojas y ver-des y allá afuera, sobre las islas negras,también hay lucecitas encendidas .

    tu cuerpo magullado regresará a Filadelfiapero nadie verá tu rostro muerto sino el re-cuerdo de tus ojos celestes entre los rosalesflorecidos de mistress Jones te verán cuandoeras niño cuando ibas a la escuela o a laiglesia y jugabas con los chicos vecinos noverán tu faz marcada por el miedo el odiolos disparos los prostíbulos y las borracherasno sabrán nada de tu hastío de tu náuseanada de eso habré existido para quienes tevean para todos serás Billy el chico de losJones hasta que el olvido te sepulte

    De Miraflores se aproxima el barcocon la bandera de Inglaterra a popa . Nohay nadie en las cubiertas y a proa apareceel nombre de la nave Blue Fish en letrasde metro y medio . Ahora no pasa ningúnautomóvil. La soledad se extiende en to-das las direcciones . En lo alto, empalide-cidas por las luces del puente, brillan lasestrellas . ¿Qué liarán los caracoles alláabajo?

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    tampoco verá nadie la feto de tu cuerpo ten-dido bajo la manta en la hierba del amanecerrodeado de policías mordido por las sardinasy los cangrejos hinchado y amoratado comotodos los cadáveres de ahogados como elcuerpo de una niña de nueve afros y huérfanade madre que murió en un río de David enel verano de 1949 al mediodía mientras ju-gaba con un grupo de escolares custodiadopor tina maestraseguramente tu no gritaste Billy no teniasmotivo ni tiempo para hacerlo y pienso quetampoco sufriste mucho porque la caída de-bió aturdirte pero la niña sí sufría y gritabasu carita deformada por el miedo era ungrito desgarrador y los demás niños tambiéngritaban desesperadamente en la orilla en teninstintivo y vano intento de alejar a la muer-te y uno de los mayores nadó hacia ella perocuando estaba a tres metros del grito la niñase hundió entre burbujas agónicas y el silen-cio sucedió a los gritos y el agua del Risa-cua fue nuevamente verde y mansa bajo losespavés de la riberaluego durante toda la tarde varios hombresbuscaron a la pequeña en las profundidadesmientras los niños permanecían callados ysobrecogidos en la orilla con un viscoso sen-timiento de asombro y espanto en las entra-ñas y la maestra iba y venia desesperada conlos ojos llorosos y después ya casi al ano-checer trajeron a Tiburón Ramírez quien ha-bía sido pescador de perlas en Las Paridasy la maestra le pidió entre sollozos agran-dados por el silencio que sacara a la niñaque sacara a la niña señor porque no puedequedarse sin cristiana sepultura y Tiburóncanoso y agrietado su rostro por tantos añosde mar pidió un vasito de ron para cortarel frío y entró al agua con una áspera cicatrizen la mejilla izquierda y tras persignarse sucabeza gris desapareció en el agua verdosay pasaron lentamente los segundos diez pe-sados veinte densos treinta expectantes cua-renta y después de un minuto Tiburón emer-

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    gió veinte metros más abajo de donde sehabía sumergidonono estaba por ese ladoúnicamente podía estar en la olla que unremolino había formado debajo del puenteen la base de la pilastra eso si la corrienteno la habla arrastrado pero la olla tenía cua-renta pies de profundidad y el remolino di-ficultaba el descenso por eso debía descansarun poco y tomarse otro trago antes de buscarahí y Tiburón se bebió otro vaso de ron ysu pecho enjuto y fibroso aspiró hondo va-rias veces en la luz muriente antes de zam-bullirse de nuevo y el padre de la niña habíallegado y estaba en la orilla ebrio roja lamirada por el dolor y quería tirarse al aguay maldecía a Dios me cago en todos los san-tos mi hija no puede perderse así y doshombres lo sujetaban y trataban de calmarloTiburón está buscándola señor tenga pacien-cia oiga no se desesperey Tiburón salió casi a los dos minutos ydijo el remolino la metió en la olla échenmeuna soga y la maestra lloraba cubriéndosela cara con las manos cuando Tiburón dejóel cadáver en la orilla y entonces ya nadiepudo contener al padre que lloró sobre la hijamuerta con gemidos entrecortados y luegoasí sin cubrirlo cargó el cuerpo sobre sushombros y caminó hacia la carretera seguidopor la gente y por las primeras sombras dela noche

    El Blue Fish avanza hacia la salidadel Canal, ya está casi debajo del puente ;en diez minutos más estará en el mar pro-piamente dicho y sus luces de navegaciónserán puntitos cada vez más lejanos y di-minutos hasta que finalmente se apaguenen el horizonte con un último destello .Ahora la chimenea y los mástiles pasan

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  • DIMAS LIDIO PITTY

    a pocos metros de mí, deslizándose apa-ciblemente como si el buque no surcaraagua sino una niebla o un sueño . Falta po-co para que amanezca; la sombra comien-za a ser pálida por el este . El Blue Fishbusca el mar por la ruta que le indicanlas boyas y una lancha lo sigue para reco-ger al práctico que ha guiado la nave através del Canal .

    falta poco para que amanezca y sea lunesBilly pero hoy no iré al trabajo mejor espe-raré el alba sentado en el malecón de ElChorrillo quiero amanecer en ese barrio vicioy sucio de techos oxidados y ver cómo eldía comienza allí con niños pelícanos y can-grejos correteando por la arena tibia mientrasla distancia engendra barcos en la luz na-ciente

    quiero ver eso y olvidar todo lo demásBilly quiero ver cuanto tal vez no vieron tusojos a lo largo de los años velados por laangustia quiero ver lo que seguramente novieron antes de cerrarse por el golpe delagua antes de ser mordidos por los peces

    Uuuuuhhhhh Uuuuuhhhhh . La sirenadel Blue Fish suena en la sombra como unlamento perdido y el buque aumenta suvelocidad cuando rebasa la última boya .Atrás quedan el Canal -su historia de vi-da y muerte- y un hombre que mira desdeel puente cómo el barco se aleja y cómo,paulatinamente, mientras el sonido de lasirena es devorado por el silencio y las co-linas, la estela de la nave se convierte enrecuerdo sobre el agua .

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  • Se terminó de imprimir el 5 de abril de 1976 enlos talleres de "La Impresora Azteca—, S . de R. L .,Avenida Poniente 140, NI 681, colonia IndustrialVallejo. - México 16, D . F,

    Edición de 3 000 ejemplaresmás sobrantes para reposición .

  • ARTE Y LITERATURAEXTEMPORANEOS

    i;+rArL

    Colección EXTEMPORANE0S

    CUENTO DE CUENTOS Y ONCE MAS, cuentos,por José Luis González . 128 pp .

    AQUÍ SOBRE ESTA TIERRA, poesía, por Ra-món Oviero. 132 pp .

    Y DESPUES DE Dios . . . Y OTROS CUENTOS,por Gerardo María. 128 pp .

    BENITA, novela, por Benita Galeana . 208pp .

    SIN MORIR DEL TODO, cuentos, por Poli Dé-lano. 192 pp .

    Los 40 CHATOS, novela del ambiente boxís-tico mexicano, por Antonia Mora. 144 pp .

    LECTURAS DE UN LADRÓN IMPROVISADO,cuentos, por Emma Rueda . 96 pp .

    JUEGO DE LAS REVELACIONES, novela, porTomás López Ramírez. 120 pp.

    1 .A CAPTURA, novela, por Oé Kenzaburo .120 pp .

    EL DERRUMBE, novela sobre Puerto Rico, porCésar Andreu Iglesias .

    CLASES MEDIAS Y MOVILIDAD SOCIAL ENME-xico, ensayo, porAntonioGonzález Co-

    sco . 176 pp .

  • Colección A PLENO SOL

    EXPANSIÓN DEL ARTE, por Jürgen Claus,224 pp .

    POESÍA REBELDE DE AMÉRICA, antología porMiguel Donoso Pareja. (Segunda edi-ción .) 408 pp .

    Los INTELECTUALES Y LA POLITICA EN MÉ-XICO, por Gabriel Careaga . (Segunda edi-ción.) 144 pp .

    EL RETORNO DE DIONISOS, por jean Brun .276 pp .

    SOBRE EL FUTURO DEL ARTE, por HerbertMarcuse, Arnold J. Toynbee, Louis I .Kahn, Annette Michelson, B . F. Skinner,James Seawright y J. W. Burnham. 144PPPLASTI-CIUDAD, por Vasarely . La obra plás-tica en la vida cuotidiana. 184 pp .

    DEMENCIA Y MUERTE DEL TEATRO, por RenéGiraudon. 144 pp .

    EL ARTE: ¿PARA QUE ?, por Michel Ragon.160 pp .

    Los FILOSOFOS : ¿ PARA QUE;?, por Jean Fran-cois Revel. 176 pp .

    REPRESIÓN GENERAL. 100 años (le arte ypolítica en Estados Unidos (1870-1970),por Eugenio Battisti. 352 pp .POESIA CUBANA DE LA REVOLUCIÓN, anto-logía por Ernesto Cardenal . 336 pp .

    ALIENACIÓN DEL TEATRO Y LA NOVELA, porDavid Cante.

    Colección EL VIENTO CAMBIA

    LA PESCA DE TRUCHAS EN NORTEAMERICA,novela, por Richard Brautigan . 208 pp .

  • DE PIEL ROSADA, por Cedric Belfrage. Unanovela del descubrimiento de Américavisto con los ojos de "los descubiertos"a través del indio Yayael . 414 pp .

    EL AGUJERO EN EL ALGODÓN DE AZÚCAR,novela antipsiquiatría por Jerry Sohl .416 pp .

    EL ABORTO, ROMANCE HISTÓRICO 1966, no-vela, por Richard Brautigan . 168 pp .

    LA TRAVESíA, novela, por Carlos Heitor Co-ny . 288 pp .

    ESCONDIDO, novela por Ronald FraseT, ba-sada en la vida de Manuel Cortés, quienpasó oculto tTeinta años bajo el terrorfranquista. 336 pp .

    DESAYUNO DE CAMPEONES, la mejor novelade Kurt Vonnegut Jr. 320 pp. con 120

    ilustraciones del autor .BIENVENIDOS A LA CASA DEL MONO, cuen-

    tos, por Kurt Vonnegut ir. Otro best se-ller, del afamado escritor estadounidense .400 pp .

    Colección MINI/EXTEMPORANEOS

    K. O . EN EL 7c ROUND, cuentos sobre boxeopor julio Cortázar, Fernando Alegría, Jo-sé Luis González, Pedro Orgambide,Eduardo Gudiño Kieffer, Pedro Riveray Roberto Burgos Cantor. 200 pp .

    CUENTOS ANTROPÓFAGOS, por Guy de Mau-passant, Boleslaw Lesmian, Lu Hsun,Zofia Nalkowska, Roberto Arlt, Arísti-des Fernández, Pablo Palacio, PedroJorge Vera, Bernardo Kordon, HernánLavín Cerda y Luis Britto García . 272PP

  • ¡GoOOL!, siete historias de futbol, por Ma-rio Vargas Llosa, Mario Benedetti, Fer-nando Alegría, Néstor Sánchez, CarlosBéjar Portillo, Silvia Lago y UmbertoValverde. 160 pp .

    CUENTOS VIETCONGS, por Nguyen TrungThan, Vu Thai Thuon, Thuy Thu, AnhDuc, Pham Tu y Nguyen Sang . 244 pp .

    CUENTOS CON GORILAS, nueve relatos de ex-periencias bajo regímenes militares enAmérica Latina, por Augusto Roa Bas-tos, Carlos Martínez Moreno, Miguel Do-noso Pareja, José Moreno, Manlio Ar-gueta, Hernán Lavín Cerda, EduardoGonzález Viaña, Lincoln Silva y RobertoBurgos Cantor. 176 pp •

    LA DROGA, ¿VIDA O MUERTE? Relatos (legrandes escritores sobre sus experienciaspersonales en el consumo de drogas, porCharles Baudelaire, Miguel Otero Silva,William S. BurroughS, Norman Mailer,Eldridge Cleaver, Néstor Sánchez, Fer-nando Caballero y otros . 168 pp .

    DSEZ GRANDES POETAS VIVOS DE AMÍRICALATINA, por León Greiff, Jorge LuisBorges, Nicolás Guillén, Pablo Neruda,Octavio Paz y otros . 148 pp .

    Colección CUENTO MANIFIESTO

    (Posters de 56 x 90 cm impresos a dos tin-tas)

    PORPIRIA PAT, por Juan de la Cabada . Ilus-trado por Arturo García Bustos .

    LAS VOCES SOBRE EL MUERTO, por José T .Lepe Preciado. Ilustrado por RAMEN .

    BABY-.HP, por Juan José Arreola. Ilustra-do por Jack Seligson .

  • Colección EDICIONES ESPECIALES

    LA GUARANDUCHA, por Juan de la Cabada .Ilustrada por RAMEN . Comparsa car-navalesca de Campeche . Edición facsimi-lar, numerada y autografiada por los au-tores. Encuadernación en tela con sobre-cubierta plastificada . 128 pp .

    LA MUJER EN LA AMERICA ANTIGUA, porFerdinand Anton . Libro documentado yapasionante sobre el pasado de la mujerindoamericana. 202 pp . con 112 ,ilustra-ciones y 32 a todo color . Edición artísticaimpresa en Leipzig, República Democrá-tica Alemana .

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