Dimensiones de la contaminación

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EL UNIVERSAL FECHA 6;04;(?¿ SECaON va r PAG 6 CLASIFICACIÓN NACIONAL NUM. HOJAS Dimensiones de la contaminación D ECIR que la ciudad de México es una de las más contaminadas del mundo, es un lu- gar común, aquí y en el extranjero. Pero quizá ni dentro ni fuera de nuestras fronteras haya muchas personas que puedan explicar qué tan con- taminada se encuentra la zona metropolitana y los municipios conurbados. Saberlo es importante, porque sólo a partir de una toma de conciencia adecuada del problema, podrá dársele una solución completa. El reportaje que publica hoy EL UNIVERSAL so- bre la forma en que la industria participa en el deterioro ambiental, nos permite darle alguna expresión matemática a la contaminación, que obviamente la hace un poco más comprensible para todos. El reportaje de referencia, por principio de cuentas nos dice que de los 30,124 establecimien- tos industriales establecidos en el valle de México, a sólo 220 de ellos se les considera de atención pri- mordial, y de esta cantidad, únicamente 52 se han comprometido a efectuar inversiones para reducir en un plazo de hasta dos años el veneno que emi- ten a la atmósfera. Por otra parte, se informa que, de acuerdo con datos proporcionados por el sector industrial y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, en los últimos cuatro años sólo 56 empresas de más de 1,300 que fueron revisadas, acataron todas las dis- posiciones de la Sedue. En consecuencia, las más de 30,000 cemente- ras, fundidoras, productoras de substancias quí- micas, termoeléctricas, armadoras de vehículos automotores, papeleras, vidrieras y demás centros de contaminación estacionarios, junto con los ga- ses tóxicos que producen los más de 3 millones de automotores contribuyen a la formación de esa gran "nata" gris o parda que, en los días de inver- sión térmica, llega a medir un kilómetro de alto, se- gún datos de los propios industriales. A esta contaminación visible, hay que añadir la que no se ve, que es la que va a dar a los drenajes con las descargas de aguas residuales, pero que causa los mismos efectos devastadores en el am- biente. La industria, tanto privada como publica, aporta 78.2% del bióxido de azufre, 24.1% de óxido de nitrógeno, 12.6% de los compuestos orgánicos volátiles, 3.5% de las partículas de plomo, vidrio, cemento y 2.4% del monóxido de carbono que flo- tan en la atmósfera que respiramos. Estos cuantos datos que, por una parte, nos permiten cuantificar la contaminación ambiental, por otra dan la dimensión del reto que el bien común de la sociedad está exigiendo del sector in- dustrial. Afortunadamente, aunque no con la rapidez que hubiera sido de desear, los industriales y las autoridades del país se están dando cuenta de que el crecimiento y el desarrollo de un país tiene lími- tes, y éstos están claramente señalados por los de- rechos humanos de sus habitantes, especialmente por el que fundamenta todos, que es el derecho a la vida. Lo anterior de ninguna manera quiere decir, como ya se ha señalado en estas páginas, que de- sarrollo y salud humana sean términos mutua- mente excluyentes. Lo que se quiere expresar es que hay que buscar el crecimiento, atentos siempre a mejorar la calidad de vida y el habitat de los seres humanos. Lograr estos dos objetivos es el tremendo, pero insoslayable reto que tienen frente a sí los indus- triales mexicanos. Aún es tiempo de enmendar el camino.

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E L U N I V E R S A L

FECHA 6;04;(?¿ SECaON va r P A G 6 CLASIFICACIÓN NACIONAL NUM. HOJAS

Dimensiones de la contaminación

D ECIR que la ciudad de México es una de las más contaminadas del mundo, es un lu­gar común, aquí y en el extranjero. Pero

quizá ni dentro ni fuera de nuestras fronteras haya muchas personas que puedan explicar qué tan con­taminada se encuentra la zona metropolitana y los municipios conurbados. Saberlo es importante, porque sólo a partir de una toma de conciencia adecuada del problema, podrá dársele una solución completa.

El reportaje que publica hoy EL UNIVERSAL so­bre la forma en que la industria participa en el deterioro ambiental, nos permite darle alguna expresión matemática a la contaminación, que obviamente la hace un poco más comprensible para todos.

El reportaje de referencia, por principio de cuentas nos dice que de los 30,124 establecimien­tos industriales establecidos en el valle de México, a sólo 220 de ellos se les considera de atención pri­mordial, y de esta cantidad, únicamente 52 se han comprometido a efectuar inversiones para reducir en un plazo de hasta dos años el veneno que emi­ten a la atmósfera.

Por otra parte, se informa que, de acuerdo con datos proporcionados por el sector industrial y la Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, en los últimos cuatro años sólo 56 empresas de más de 1,300 que fueron revisadas, acataron todas las dis­posiciones de la Sedue.

En consecuencia, las más de 30,000 cemente-ras, fundidoras, productoras de substancias quí­micas, termoeléctricas, armadoras de vehículos automotores, papeleras, vidrieras y demás centros de contaminación estacionarios, junto con los ga­ses tóxicos que producen los más de 3 millones de automotores contribuyen a la formación de esa gran "nata" gris o parda que, en los días de inver­

sión térmica, llega a medir un kilómetro de alto, se­gún datos de los propios industriales.

A esta contaminación visible, hay que añadir la que no se ve, que es la que va a dar a los drenajes con las descargas de aguas residuales, pero que causa los mismos efectos devastadores en el am­biente.

La industria, tanto privada como publica, aporta 78.2% del bióxido de azufre, 24.1% de óxido de nitrógeno, 12.6% de los compuestos orgánicos volátiles, 3.5% de las partículas de plomo, vidrio, cemento y 2.4% del monóxido de carbono que flo­tan en la atmósfera que respiramos.

Estos cuantos datos que, por una parte, nos permiten cuantificar la contaminación ambiental, por otra dan la dimensión del reto que el bien común de la sociedad está exigiendo del sector in­dustrial.

Afortunadamente, aunque no con la rapidez que hubiera sido de desear, los industriales y las autoridades del país se están dando cuenta de que el crecimiento y el desarrollo de un país tiene lími­tes, y éstos están claramente señalados por los de­rechos humanos de sus habitantes, especialmente por el que fundamenta todos, que es el derecho a la vida.

Lo anterior de ninguna manera quiere decir, como ya se ha señalado en estas páginas, que de­sarrollo y salud humana sean términos mutua­mente excluyentes. Lo que se quiere expresar es que hay que buscar el crecimiento, atentos siempre a mejorar la calidad de vida y el habitat de los seres humanos.

Lograr estos dos objetivos es el tremendo, pero insoslayable reto que tienen frente a sí los indus­triales mexicanos. Aún es tiempo de enmendar el camino.