Dios Es Luz y en El No Hay Tinieblas

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Dios es luz y en el no hay tinieblas, declara la primera carta de San Juan (1,5). Y esta luz, irrumpe en las tinieblas del caos inicial. No viene a quitar alguna cosa al hombre, no viene a minar su libertad; viene –y lo hemos celebrado en Navidad, presente entre nosotros, lo proclamamos presente en cada acción litúrgica- viene para que todo aquello que es vida, creatividad, alegría, libertad amor… pueda explotar en la plenitud y belleza de Dios. Hoy, este Dios que es luz, no es comprendido, desgraciadamente es rechazado… quizás porque en 2000 años de cristianismo, nos hemos habituado a la luz; y pensamos que sea obra nuestra. Más aún, si Dios, desaparece del horizonte humano, es el hombre mismo quien se precipita en el abismo del caos y en las tinieblas del sinsentido, porque el mundo ha sido hecho por medio de Cristo, y Cristo es la luz que Dios ha provisto para que el hombre no se extravíe en el espesor de las tinieblas. No tengan miedo de Dios! Abrid las puertas al Señor, a su diáfana, transparente, cristalina, límpida luz; así nos lo ha repetido muchas veces San Juan Pablo II. Es en Él, hecho carne por nosotros, venido a habitar en medio a nosotros, que se abre la esperanza, porque Él nos da el poder de convertirnos en hijos de Dios, de ser iluminados, revestidos de su Gloria, nos capacita y nos da a nuestra pequeña estatura humana, la dimensión infinita de Dios. En Cristo, luz del mundo, el corazón del hombre se abre a la medida de Dios y es capaz de amar, de

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Dios es luz y en el no hay tinieblas, declara la primera carta de San Juan (1,5). Y esta luz, irrumpe en las tinieblas del caos inicial.

No viene a quitar alguna cosa al hombre, no viene a minar su libertad; viene –y lo hemos celebrado en Navidad, presente entre nosotros, lo proclamamos presente en cada acción litúrgica- viene para que todo aquello que es vida, creatividad, alegría, libertad amor… pueda explotar en la plenitud y belleza de Dios.

Hoy, este Dios que es luz, no es comprendido, desgraciadamente es rechazado… quizás porque en 2000 años de cristianismo, nos hemos habituado a la luz; y pensamos que sea obra nuestra.

Más aún, si Dios, desaparece del horizonte humano, es el hombre mismo quien se precipita en el abismo del caos y en las tinieblas del sinsentido, porque el mundo ha sido hecho por medio de Cristo, y Cristo es la luz que Dios ha provisto para que el hombre no se extravíe en el espesor de las tinieblas.

No tengan miedo de Dios! Abrid las puertas al Señor, a su diáfana, transparente, cristalina, límpida luz; así nos lo ha repetido muchas veces San Juan Pablo II.

Es en Él, hecho carne por nosotros, venido a habitar en medio a nosotros, que se abre la esperanza, porque Él nos da el poder de convertirnos en hijos de Dios, de ser iluminados, revestidos de su Gloria, nos capacita y nos da a nuestra pequeña estatura humana, la dimensión infinita de Dios.

En Cristo, luz del mundo, el corazón del hombre se abre a la medida de Dios y es capaz de amar, de hacerse don para los otros. Una vida eucarística que se entrega, en la dinámica del sacrificio de Abraham, Isaac, que se convierte en ofrenda irresistible.

El evangelio de hoy, proclama y anuncia esta obra: Tú y Cristo, no son dos, son solo uno, una sola carne, revestida de gracia y de verdad. Delante a nosotros hay todo un año nuevo, donde podemos permitir a Cristo revelar y cumplir en nosotros la obra del Padre para cual lo ha enviado.